Elamoresunalargapaciencia Claudia Lopez Neglia 2
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Centro Oro
Jornada Anual 2013:
El título que encabeza este escrito, vino a mí, como una repentina asociación
libre, cuando se definió el tema anual de esta jornada.
El título es una frase que rescaté de una paciente, y el que motivó el deseo de
trabajar sobre el amor.
Me pregunté cómo trabajar el amor, dentro de la lógica del deseo, y cómo
situar la paciencia, el tiempo de la espera, en un presente que pareciera estar
acorralado por la urgencia, lo inmediato.
La idea que fue ordenando qué transmitir, qué compartir, fue poder vincular el
amor de transferencia y el encanto, a través de algunas viñetas de un caso
clínico y la relación que encontré con el libro La elegancia del erizo (de Muriel
Barbery), cuya versión cinematográfica se tituló El encanto del erizo.
La primer pregunta que surge es ¿por qué el amor es una larga paciencia?
En qué momento, en qué tiempo del recorrido de su análisis, esta paciente que
llamaré Andrea, llega a esta conclusión? Esta emergencia subjetiva, que la
interroga, está dentro del tiempo lógico del inconciente que bascula entre el
instante de ver al momento de comprender. Pero aún no llegó su tiempo de
concluir.
Del caso clínico que expuse en las jornadas del Centro Oro, solo voy a tomar
para la publicación algunas pinceladas, para preservar la intimidad del mismo.
Andrea es una abogada, de 32 años, que está en análisis desde hace 5 años.
En el transcurso del mismo fue atravesando distintos momentos. El principio
estuvo ligado a desprenderse de vivir con sus padres para irse a vivir sola.
Tiempo de hacerse su lugar, coincidente con un vínculo amoroso. Comienzan
una serie de impulsos y la inquietud comienza a jugarle en contra, reprocha,
demanda. Se obsesiona, no hay día que no piense en él, y lo llame; está
dispuesta a darlo todo por amor.
Tiempo de frustración. Angustia. Luego puede ver, su obsesión: “Yo inventé
un noviazgo. Estaba loca”.
Salvo ese noviazgo, siempre tuvo relaciones ocasionales, y este intento fallido
de noviazgo al principio del tratamiento.
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La Sra Michelle o Renée: portera desde hace 27del edificio donde vive
Paloma, viuda hace 15 años, dice de ella: La idea de luchar en un mundo de
pudientes, yo, la hija de un don nadie, sin belleza ni encanto, sin pasado ni
ambición, sin don de gustos ni esplendor, me fatigó antes incluso de intentarlo.
Yo solo deseaba una cosa, que me dejaran en paz, sin exigirme demasiado, y
poder disfrutar, unos instantes al día, de la libertad de saciar mi hambre.
Ozu Kakuro: es un oriental, japonés, que llega a vivir al edificio. Es un hombre
fino, delicado, y con la paciencia de quien puede percibir lo invisible en lo
visible.
Será el Sr. Kakuro quien descubrirá, al conocer a Paloma y la Sra. Renée, algo
especial en ellas, que las une. Y sin quererlo, o sin saberlo, oficiará de lazo.
Las invitará, por separado, a probar algo, a compartir algo, desde una charla,
un te, o exquisitos sashimis, hasta la magia de una lengua compartida como el
japonés en el caso de Paloma, o la lengua de la poesía y el cine con Renée.
Paloma irá descubriendo en la portería donde vive Renée, su escondite, allí no
la encontrarán. También descubrirá detrás de ese mal humor que caracteriza a
la portera, a alguien que la invita a tomar su té, a comer el chocolate amargo
con el que se entrega diariamente a vivir sus libros de novelas, a soñar sus
películas favoritas. Y mientras tanto la escucha, se escuchan, se confiesan,
comparten sus soledades de distintos tiempos. Renée la aloja, la abraza
amablemente, y Paloma se refugia en una confianza sin precedentes. Un
vínculo más fuerte que el de la sangre.
Casualmente con la llegada del Sr. Kakuro, se entretejen estos lazos, que
preservan la intimidad de artistas secretos.
Recorto un fragmente del libro, el momento que Kakuro la invita a Renée a
cenar:
Dice Renée: A lágrima viva de felicidad, lágrima cálida hermosa, mientras a mi
alrededor el mundo se sume en el abismo y no deja más sensación que la
mirada del hombre en cuya compañía me siento alguien y que tomándome con
dulzura de la mano, me sonríe con una calidez infinita.
-Gracias -logro murmurar con un hilo de voz.
-Podemos ser amigos, dice. E incluso todo lo que queramos.
Y al día siguiente Renée piensa: Ahora sé lo que hay que vivir antes de morir.
Bien, se lo puedo decir. Lo que hay que vivir antes de morir es un aguacero
que se transforma en luz.
… Sin previo aviso, de manera sorprendente un gran sentimiento de serenidad
cae sobre mí como un chaparrón. Qué ha ocurrido. Una mutación. No veo otra
explicación; a algunos les crecen branquias, a mí me sobreviene la sabiduría.
Me dejo caer sobre la silla y la vida retorna su curso.
no es morir, sino lo que uno hace en el momento que muere. Qué hacía yo?
Había conocido al otro y estaba dispuesta a amar.
Pensamientos de Paloma después de la muerte se Renée: Pienso que quería
morir para hacer sufrir a Colomb, a mamá, y a papá, porque todavía no había
sufrido de verdad…Pero ahora y por primera vez he sentido dolor, tanto
dolor…Entonces es así? De golpe, ¿todos los posibles se apagan? Una vida
llena de proyectos, de conversaciones apenas empezadas, de deseos que ni
siquiera se ha realizado, ¿se apagan en un segundo y ya no hay mas nada, ya
no hay nada que hacer, ya no se puede volver atrás?
Por primera vez en mi vida, he sentido el significado de la palabra nunca…No
sabemos lo que decimos antes de habernos enfrentado a un verdadero nunca
más… Por mucho que me dijera estas últimas semanas que pronto me iba a
suicidar, ¿de verdad lo creía?...En absoluto. Me hacía sentir mi poder de
decidir… Pero cuando alguien a quien se quiere muere… entonces de verdad
les digo que uno siente lo que significa…
Y entonces ha ocurrido algo. Cuesta creerlo por lo triste que es este día…He
acompañado a Kakuro a la portería de la Sra. Michelle (quiero decir Renée),
para llevar algo de su ropa a la morgue del hospital… Parecía cansado, más
cansado que triste…Al cruzar el patio nos hemos parado en seco los dos a la
vez; alguien se había puesto a tocar el piano, y se oía muy bien lo que tocaba.
Era algo de Satie, creo… “Pienso que a Renée le habría gustado este
momento”, ha dicho Kakuro. Y nos hemos quedado ahí unos minutos,
escuchando la música. Yo estaba de acuerdo con él. Pero ¿Por qué?
Me digo que al fin de cuentas quizás sea eso la vida: mucha desesperación
pero también algunos momentos de belleza donde el tiempo ya no es igual. Es
como si las notas musicales hicieran una suerte de paréntesis en el tiempo,
una suspensión, otro lugar aquí mismo, un siempre en el jamás…
No tema Renée, no me suicidaré... Pues por usted, a partir de ahora buscaré
los siempres en los jamases.
La belleza en este mundo.
Ahora retomo las ideas de esta articulación, entre el caso y la ficción artística.
Hay entre Andrea, Paloma y Renée algo en común? Aventuro que sí. Podemos
pensar que cierta urgencia subjetiva se va manifestando en cada una. Andrea
se desconoce, siente vértigo frente al encuentro amoroso, y miedo a
enamorarse por su creencia de un amor loco, narcisista; Paloma no se
reconoce en ninguna creencia, en ninguna cultura familiar…Y si ella es el
síntoma de la contradicción familiar, por lo tanto la que tiene que desparecer es
ella. Renée se refugia en su soledad, construye una apariencia de erizo, que la
mantiene a salvo de los otros, y el único vínculo que construye es satisfacer
algunas demandas ajenas, sin comprometerse en un lazo afectivo.
Creo que ninguna puede perder ese lugar, dejar de ser el objeto en el fantasma
del Otro.
Hará falta tiempo para decir, el tiempo que hace falta, el tiempo que reinscribe
la falta. El tiempo de la espera, como nombre de la castración.
En las tres falta el amor; el obstáculo es el amor. En principio se observa la
dificultad del amor como construcción, como lazo que propicia la apertura del
deseo.
Lacan plantea en relación a El Banquete: la función de la falta como centro de
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la relación de amor. Allí donde hay amor, el erastés no sabe lo que le falta, el
eromenós no sabe lo que tiene escondido, y no hay acuerdo: lo que le falta a
uno no es lo que está escondido en el otro. (Izaguirre, 2013, p.203)
En el seminario 8, La transferencia, Lacan comenta “El Banquete” de Platón.
Lo que destaca es que se refiere a un objeto que hay detrás y que introduce
semejante vacilación del sujeto. En relación a ese objeto lo que está en juego
es una palabra griega que va a tomar del texto que está comentando:
agalma… Tiene valor de enigma y da inmediatamente los términos con los
cuales puede traducirse: ornamento, adorno…En los diccionarios se
encuentra como una acepción del verbo parer , toma un sentido específico: lo
que embellece, lo que da valor a algo…(Izaguirre, 2013, p.207-208)
Hubo apuestas, hubo tiempo de espera, el necesario para que se produzca esa
apertura que da la medida del instante de ver, de ubicar alguna falta. Pero
trabajar desde esa carencia del ser, resulta vital a la hora de emprender el
camino de la pregunta por el ser, implicación subjetiva que se irá bordeando
desde su urgencia, topándose con la angustia; angustia que le llevará a cada
quien realizar un trabajo de duelo por el objeto perdido (el a), y en un momento
fantasmático distinto: Paloma se asoma a la adolescencia, Andrea a la juventud
y Renée a la madurez.
La elaboración de un duelo le permitirá al sujeto, después de un tiempo,
reubicarse en el camino de su deseo. "Pero el sujeto deberá apurarse, no es
inmortal, y no dispone de un tiempo carente de escansión. Sin el duelo estaría
siempre pendiente de la hora del Otro... El acto analítico permitirá dejar caer la
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“Es así que cada analista pone en juego, en los análisis que conduce, su propio
deseo que permite la entrada del amor que se dará siempre bajo alguna de sus
figuras. Esa o esas figuras serán desplegadas mientras la magia de la
transferencia se sostenga. Es magia porque se trata de una causa eficiente.
Pero con el correr de los dichos del analizante emergerá el acontecimiento del
amor, de tal modo que la producción del significante, causa material, dará lugar
a la constitución de un análisis”. (Izaguirre, 2013, pg. 336).
Referencias bibliográficas: