MELQUISEDEC Y EL MISTERIO DEL FUEGO Analisis
MELQUISEDEC Y EL MISTERIO DEL FUEGO Analisis
MELQUISEDEC Y EL MISTERIO DEL FUEGO Analisis
“HOMBRE, CONÓCETE A TI MISMO” es la inmortal sentencia que colocaron los antiguos sacerdotes
en el dintel de los templos. En este libro usted asimilara conceptos importantes a cerca del cuerpo
humano, pensamientos sobresalientes del actual cristianismo, dos hermosas leyendas y el significado del
simbolismo del grado máximo. He seleccionado, lo que considero, los puntos más importantes de las tres
partes de la obra para exponerlos en este corto resumen y que, estoy seguro, le serán muy agradables…
empecemos:
Los nombres de casi todos los grandes Dioses y Salvadores han estado asociados con el elemento fuego,
la luz solar o su correlativa la mística y espiritual luz invisible. Júpiter, Apolo, Hermes, Mitra, Baco,
Dionisio, Odín, Buddha, Krishna, Zoroastro, Fo-Hi, Iao, Vishnu, Shiva, Agni, Balder, Híram Abiff,
Moisés, Sansón, Jasón, Vulcano, Urano, Alá, Osiris, Ra, Bel, Baal, Nebo, Serapis y el rey Salomón son
algunas de las numerosas deidades y superhombres cuyos atributos simbólicos derivan de las
manifestaciones del poder solar y cuyos nombres indican su relación con la luz y el fuego.
La leyenda de Prometeo de acuerdo con los Misterios Griegos es un ejemplo: Contemplando el mundo
desde el monte Olimpo, los dioses se arrepintieron de haber creado al hombre, no habiéndole dado nunca
a ese ser primitivo un espíritu inmortal, decidieron que nada se perdería si esos disconformes,
pendencieros e ingratos humanos fueran completamente destruidos. Pero Prometeo, que encerraba en su
corazón un gran amor por la luchadora humanidad, decidió otorgarles el fuego divino que haría a la raza
humana inmortal, de tal forma que ni los dioses podrían destruirla. Así engaño a Júpiter y trajo el fuego
solar a los hijos de la Tierra, previniéndoles que debería ser siempre usado para la glorificación de los
dioses y el desinteresado servicio de unos a otros. Pero los hombres fueron irreflexivos y egoístas.
Tomaron el fuego divino y lo emplearon para destruirse unos a otros. Templaron el acero para hacer
espadas y armaduras. Se volvieron más egoístas y arrogantes, y desafiaron a los dioses, pero ellos ahora
no podían ser destruidos, porque poseían el fuego sagrado. Por su desobediencia, Prometeo (al igual que
Lucifer) fue expulsado del Olimpo y se lo puso en la cima del monte Cáucaso encadenado, donde debía
soportar a un buitre que le picoteara el hígado de manera interminable, pues como era inmortal siempre se
regeneraba y su dolor continuaba, hasta que un ser humano lograra dominar el fuego sagrado y se hiciera
perfecto. Esta profecía la cumplió Hércules quien rompió los grilletes de Prometeo y libertó al amigo del
hombre que había estado sometido al tormento indefinido. Hércules representa al iniciado que participa
de la gloria de la luz. Prometeo es el vehículo de la energía solar. El fuego divino es una esencia mística
en su propia naturaleza que deben regenerar y redimir si quieren liberar de la roca de sus bajas naturalezas
físicas a sus propias almas crucificadas.
Los místicos consideraban el hígado como la fuente del calor y poder de la sangre. De ahí que sea
significativo que la lanza del centurión hiriera el hígado de Cristo y que el buitre fuera colocado sobre el
hígado de Prometeo, para atormentarlo a través de las edades.
El hígado está regido por el planeta Marte, que es la dínamo del sistema solar. Los filósofos enseñaban
que el planeta Marte, bajo la dirección de su regente Samael, era el trasmutado “Cuerpo de Pecado” del
Logos Solar, cuyas energías son distribuidas ahora por el fuego del Sol. Samael, incidentalmente y de
acuerdo al Sepher ha Zohar, fue el ígneo padre de Caín, por intermedio del cual una parte de la
humanidad ha recibido la llama de la aspiración y está así separada de los hijos de Set, hijo de Adán, cuyo
creador fue Jehová.
El Sol es en realidad un astro de triple manifestación, para los judíos Jehová, y los brahmanes Shiva, está
simbolizado por un triángulo equilátero, sus tres fases son: Voluntad, relacionada con el principio de vida,
Sabiduría con el de la luz y Acción o Fricción, con el principio del calor.
Todo hombre o mujer verdaderamente inteligente que está trabajando para difundir la luz en el mundo es
Cristianado o Iluminado por la labor misma que está tratando de realizar.
Ciertas plantas, minerales y animales han sido considerados sagrados en todas las naciones de la Tierra.
Madame Blavatsky, (Isis sin Velo), indica un número de fórmulas para construir lámparas perennes, que
nunca se apagan. Eliphas Levi (Historia de la Magia) cita como los druídas poseían remedios encontrados
en las plantas debido a su peculiar sensibilidad al fuego astral. El gato, sagrado para la ciudad de Bubastis
en Egipto, es un ejemplo de animal especialmente magnético, cualquiera que acaricie a un gato doméstico
en una habitación a obscuras podrá ver las emanaciones eléctricas, en la forma de una luz fosforescente;
de color verdoso, que se desprenden de su piel. El cuerpo áurico de una serpiente es una de las cosas más
notables que puede contemplar un clarividente, y los secretos encerrados dentro de su aura demuestran
por qué la serpiente es el símbolo de la sabiduría en muchos pueblos.
Si se deja un vaso de agua durante la noche en la habitación de alguno que duerme en ella, a la mañana
siguiente el agua estará tan impregnada con las radiaciones psíquicas de dicha persona, que cualquiera
que conozca el procedimiento puede descubrir en el agua toda la historia de la vida y el carácter del que
ocupó la habitación. Estas impresiones son transmitidas y retenidas por una sutil substancia que los
trascendentalistas medievales llamaban la luz astral, una esencia ígnea siempre presente y omnipenetrante
que preserva intactas las impresiones de cuanto haya sucedido en cualquier parte de la Naturaleza.
En nuestros días la gran fe de nuestra raza – el cristianismo – es profesada por un gran número de
hombres y mujeres sinceros, devotos y honrados. Que sólo en parte son eficientes, porque la mayoría de
ellos ignoran absolutamente el hecho de que el actualmente llamado cristianismo bíblico es sólo una
alegoría del verdadero espíritu del cristianismo y de esa doctrina esotérica creada en el templo por las
mentes iniciadas del paganismo y promulgada para satisfacer las inclinaciones religiosas de la raza
humana. Pero la Escuela de Misterios todavía existe como una estructura filosófica invisible, sólo confía
el conocimiento de sus secretos a unos pocos, dejando que la gran masa entre solamente en su recinto
externo y haga sus ofrendas sobre el altar. El cristianismo es esencialmente una Escuela de Misterios,
pero la mayoría de sus adherentes no lo comprenden lo bastante bien como para darse cuenta de que hay
secretos en sus parábolas y alegorías que constituyen importante parte de su dogma.
Manly Palmer Hall, al igual que el Dr. Serge Raynaud en su Libro Negro de la Francmasonería, cita que
Jesucristo, fundador del cristianismo, fue un iniciado en los Misterios Esenios; debo mencionar mi
desacuerdo con ambos en este punto, puesto que los esenios eran vegetarianos y acostumbraban ayunar
pero Jesús comía carne y no debía ayunar mucho, él mismo lo reconoce en (Mateo, 11, 19) y (Lucas, 5,
33); por lo que personalmente pienso que fue iniciado con los Antiguos Hebreos que habitaban en Egipto.
El Maestro Jesús fue un Hierofante profundamente versado en el antiguo Arcano. Juan mismo, por sus
escritos, prueba que estaba familiarizado con el ritualismo de los cultos egipcios, y se sostiene que Mateo
fue el maestro de Basílides, el inmortal sabio egipcio, fundador, juntamente con Simón el Mago, del
Gnosticismo, el sistema de misticismo cristiano más elaborado que jamás surgiera del tronco principal de
la iglesia de san Pedro. Durante su historia primitiva en Roma, el cristianismo estuvo en constante
contacto con el Mitraísmo, la filosofía del fuego, en Persia, de la cual extrajo nada despreciable parte de
sus rituales y ceremonias.
Si se contemplare al cristianismo menos como iglesia y más como Escuela de Misterios, el mundo
moderno obtendría rápidamente una comprensión más clara de sus principios. Descubrirían que en las
actuales traducciones del Nuevo Testamento hay numerosos errores e innumerables contradicciones
debidas a malentendidos y al hecho de que sus traductores no fueron espiritualmente competentes para
interpretar los sagrados misterios de las lenguas hebrea y griega. Descubrirían también que los llamados
libros apócrifos (rechazados como no inspirados) contienen algunas de las claves más importantes que
nos haya legado la antigüedad.
Aprenderían que el Antiguo Testamento no debió ser considerado literalmente y que entre líneas existen
ciertas enseñanzas ocultas sin cuyo conocimiento no puede descubrirse el verdadero significado de las
escrituras hebreas. No ridiculizarían más a los paganos por su pluralidad de dioses, pues ellos mismos, si
son fieles a su escritura, son politeístas. La palabra “Elohim” tal como se emplea en los primeros
capítulos del Génesis, ha sido traducida como Dios, en realidad es una palabra plural, masculino-
femenina, que designa a cierto número de dioses y no sólo a una Suprema Deidad. Pero, aunque algunos
hombres supieran que estas cosas son verdaderas, una gran parte de la humanidad todavía las rechazaría,
porque no concuerdan con las tradiciones aceptadas y veneradas y por no haber sido admitidas durante
generaciones.
Tómese en cuenta el numen de esta obra en este párrafo compartido textualmente: “En realidad, el Reino
de los Cielos está dentro del hombre mismo, mucho más de lo que él imagina; y así como el cielo está en
su propia naturaleza, así también la tierra y el infierno se encuentran en su constitución, porque los
mundos superiores circunscriben e incluyen a los inferiores, y la tierra y el infierno están incluidos dentro
de la naturaleza del cielo. Como hubiera dicho Pitágoras: “Los mundos superiores e inferiores están
comprendidos dentro del área de la Esfera Suprema”. “El cuerpo de Dios está compuesto por la
substancia de la luz”. Donde hay luz está Dios. El que adora a la luz, adora a Dios. El que sirve a la luz,
sirve a Dios. ¿Qué símbolo más adecuado podría concebir el hombre del eterno y latente Padre Divino
que el viviente, vibrante y radiante fuego? El fuego es el más sagrado de todos los elementos y el más
remoto de todos los símbolos”.
En su obra Secret Societies of All Ages (“Las Sociedades Secretas de todas las épocas”), Charles W.
Heckthorne expone una antigua leyenda cabalística según la cual, Hiram Abiff no era descendiente de
Adán o Jehová, como los hijos de Set, sino de más noble estirpe, porque por sus venas corría el fuego de
Samael, uno de los Elohim. Además, hay dos clases de hombres en el mundo: los que tienen aspiraciones
y los que no las tienen. Aquéllos sin aspiraciones son los hijos de Set, verdaderos hijos de la Tierra, que
se apegan a su madre con tenacidad, siendo Terrenalidad la palabra clave de su naturaleza. Hay otra raza,
la de los Hijos del Fuego, descendiente de Samael, el regente del fuego. Estos hijos de la llama están
siempre animados por la ambición y la aspiración. Son los constructores de ciudades, los que erigen
monumentos, los conquistadores de mundos, los precursores, los que trabajan los metales, verdaderos
hijos de la llama eterna. Sus almas son vehementes y tempestuosas, y la Tierra para ellos es una carga,
Jehová no contesta sus súplicas, porque ellos son hijos de otra estrella. La Aspiración es la nota clave de
sus naturalezas, y muchas veces ellos resurgen como nuevos Fénix, de las cenizas del fracaso. Jamás
descansan, como el elemento del cual forman parte, andan errantes sobre la faz de la Tierra, con los ojos
fijos en la flamígera estrella de la cual vinieron. Esta diferencia fundamental está claramente visible en la
vida diaria. Dentro de la naturaleza de todas las cosas vivientes coexisten los Hijos del Fuego y los Hijos
del Agua. En las Sagradas Escrituras, a los nacidos de la llama se los denomina Hijos de Dios, y los
nacidos del agua son llamados Hijos de los Hombres, porque el nacido de la llama es la divinidad en el
hombre y el nacido del agua es la humanidad en el hombre. Estos dos hermanos son enemigos mortales,
pero en los Misterios se les enseñaba a cooperar el uno con el otro, y están simbolizados por el águila de
dos cabezas del 33°.
Melquisedec, quien bendijo a Abraham, es sin genealogía, no tiene principio ni fin, es hecho semejante al
hijo de Dios, de quien surge la más elevada de todas las órdenes ocultas que existen únicamente en el
mundo interno, la “Orden de Melquisedec”. Esta Orden está compuesta internamente por los graduados
de otras Escuelas de Misterios que hayan alcanzado ya ese punto en que les es posible darse nacimiento a
sí mismos de sus propias naturalezas, al igual que la ave Fénix, al morir, deja salir de adentro de sí misma
su propio renacimiento. El espíritu no es masculino ni femenino, sino ambas cosas a la vez: una entidad
andrógina. Pero muchos millones de años deberán pasar antes que la raza humana aprenda las lecciones
de polarización suficientemente bien como para asumir esta nueva naturaleza con inteligencia. Ese día
todo estará completo por sí mismo. Tal es el misterio del rey-sacerdote y tal fue la posición que Jesús
alcanzó cuando fue llamado por siempre sacerdote según la Orden de Melquisedec. Todo esto se
encuentra simbolizado en los emblemas del 33°.
La parte más sagrada del cuerpo humano es el cerebro y el sistema espinal, reverenciado desde la
antigüedad y simbolizado una y otra vez en todas las religiones del mundo. Mientras otras partes del
cuerpo son de gran interés para el estudiante, la obra misteriosa de los fuegos espinales, mediante los
cuales es lograda la liberación, es tan formidable, que hay que emplear muchos años aún en comprender
los principios fundamentales. La espina dorsal es la vara que floreció, el Árbol Yggdrazil, la espada
flamígera, el báculo de apoyo, la vara del Mago.
Palmer Hall menciona, finalmente, con lujo de detalles biológicos, como existe en el cuerpo humano una
parte de la cual no se ha descifrado su funcionamiento, culminando espiritualmente de esta manera: “La
glándula pineal es un eslabón entre la conciencia del hombre y los mundos invisibles de la Naturaleza.
Cuando el arco del cuerpo pituitario hace contacto con esta glándula, se producen destellos de
momentánea clarividencia, pero el procedimiento para hacer trabajar constantemente ambos cuerpos
juntos requiere vidas enteras de consagración y especial ejercitación fisiológica y biológica. Este tercer
ojo es el ojo Ciclópeo de los antiguos, porque era un órgano de visión consciente mucho antes que los
ojos físicos se formaran, si bien esta visión era más bien un sentido de cognición que de vista en esos
remotos tiempos. El ocultista no debe huir de nada; debe transmutarlo todo. En la glándula pineal hay
una menuda arenilla, o arena, sobre la cual la ciencia moderna no conoce prácticamente nada. Las
investigaciones han demostrado que esta arenilla no existe en los idiotas ni en los que carecen de una
mentalidad debidamente organizada. Los ocultistas saben que esta arenilla es la clave de la conciencia
espiritual del hombre. La misma sirve como eslabón entre la conciencia y la forma”.
“Las más grandes verdades espirituales no se hallan tan profundamente ocultas como pudiera suponerse.
La mayor parte de ellas se exponen a la vista, en todo tiempo, pero no se las reconoce porque están
envueltas en símbolos y alegorías. Cuando la raza humana aprenda a descifrar el lenguaje del simbolismo
y de la alegoría, un gran velo caerá de los ojos de los hombres. Entonces conocerán la verdad, y, lo que es
más aun, se darán cuenta de que desde el principio la verdad ha estado en el mundo sin ser reconocida,
salvo por unos pocos, pero gradualmente en creciente número, designados por los Señores de la Aurora
como ministros de las necesidades de las criaturas humanas, que están luchando por recuperar su
conciencia de la Divinidad”.
Es cuánto.
“Todo lo tuyo es tuyo y con tu luz jamás se ira de tu lado, amate a ti mismo, luego podrás amar a tu
prójimo como a ti mismo y finalmente tener el sublime sentir de amar a tu prójimo más que a ti mismo.
Namasté”.