Monografia El Periodismo en La Revolucion Rusa 35 Hojas
Monografia El Periodismo en La Revolucion Rusa 35 Hojas
Monografia El Periodismo en La Revolucion Rusa 35 Hojas
Tema Monográfico:
Cusco - Perú
2022
ÍNDICE
INTRODUCCIÓN.....................................................................................................................3
1. RESENA HISTORICA DEL PERIODISMO EN RUSIA....................................................4
2. LOS VIAJES A RUSIA Y LO QUE SE ESPERABA VER.................................................9
3. LA FUNCIÓN DEL PERIODISTA.....................................................................................12
4. CONTAR LA MEMORIA DE LOS HECHOS...................................................................19
5. EL PERIODISMO CUANDO NO SE PUEDE ESPERAR A LA HISTORIA...................29
CONCLUSIONES...................................................................................................................32
BIBLIOGRAFÍA......................................................................................................................34
INTRODUCCIÓN
La historia del periodismo ruso se remonta esencialmente al siglo XIX, marcada por los
bajos niveles de alfabetización, la censura y la vigilancia del gobierno, así como el énfasis de
Novoe Vremia, comenzó a atacar a los judíos a finales de la década de 1870, y su virulencia
aumentó durante la revolución de 1904, cuando acusó a los judíos de querer convertirse en
PRIMERO en las revistas y periódicos para los judíos rusos, publicados en hebreo, yiddish y
ruso, como: Ha - Melitz (" el abogado ") , Kol Mevasser (" el mensajero ") , Yidisher
Folksblat (" el periódico del Pueblo Judío ") y Vestnik russkikh evreev (" el Mensajero - Ruso
y ruso - hebreo ") . Además de las revistas pro-semíticas, también hay una variedad de
que en la práctica restringe severamente la actividad de los periodistas. Hasta 1860, los rusos
oficiales fueron emitidos a través de varios dicasterios: por ejemplo, el periódico Russky
Invalid, nacido independiente y, de 1893 a 1917 terminó siendo la revista oficial del
Ministerio de guerra. Severnaia Pchela fue el primer periódico privado cuya publicación fue
conocido editor de textos literarios, libros de texto escolares y las revistas literarias Biblioteka
Dlya Chtenya y Syn otechestva. Severnaia Pchela fue publicado en San Petersburgo de 1825
caracterizado por un refinado gusto literario. Su actividad fue objeto de la sátira de Alexander
Pushkin. De 1839 a 1867, la revista literaria Otechestvennye Zapiski también estuvo activa,
fundada por el editor y periodista ruso Andrey Krayevsky (1810-1889), quien en 1863 dio a
luz al popular periódico Golos. Krayevsky fue también el coeditor de Russky Invalid (de
1843 a 1852) y Sankt - Peterburgskie Vedomosti (de 1852 a 1862), un periódico que había
En la segunda mitad del siglo XIX, el zar Alejandro II aflojó las restricciones de la
promedio de 23 000 copias, y su empresario logró fundar la primera agencia de noticias rusa.
Aleksey Suvorin (1834-1912) fue un destacado conservador y editor de libros, así como
gerente de una cadena de librerías. Su trabajo fue tolerado por el gobierno a pesar de su punto
del Estado de Derecho y los jurados populares en los tribunales. En 1900, pidió al soberano
promulgar una constitución y establecer un parlamento, la Duma, sin dejar de tejer las
alabanzas del viejo aparato representativo del municipio Rural (el obščina) y el zemstvo. La
revista ejerció presión política para asegurar una mayor igualdad y desconfianza a priori
revista liberal, sino más bien a los periódicos de la izquierda Soviética que fueron publicados
clandestinamente por los partidos revolucionarios, así como a 429 títulos satíricos no
autorizados dirigidos contra el régimen zarista. Ambos fueron blanco de la censura del
gobierno, que los cerró después de un corto tiempo. A pesar de la represión política, el
gubernamental era doblar el contenido de la noticia a sus propios fines, antes de que fuera
masas. Entre 1904 y 1917 circuló un complejo de información fáctica aprobada por el
gobierno con el fin de manipular la opinión pública y orientarla a favor de la rápida campaña
de industrialización del país dirigida por el ministro de Finanzas Sergei Witte. La agencia fue
convirtió en la revista liberal rusa más conocida a finales del siglo XIX. Publicado de 1866 a
John Stuart Mill y el socialismo de Proudhon a través de una revisión de sus obras. La
ruso, distinto del europeo, que estuvo históricamente marcado por el choque entre la
Katkov (1818-1887), quien, aunque no era un teórico político establecido, era un brillante
periodista con una excelente dialéctica, lo que lo convirtió en un punto de pivote para crear
insurrección polaca de 1863, Katkov abandonó sus puntos de vista anglófilos liberales y a las
entusiasta y unido por una visión nacional común. La revista literaria Russkii Vestnik y el
periódico Moskovskiye Vedomosti (lit. Moscovita) fueron los órganos de difusión de sus
publicidad. El más grande de ellos, Mettsel y co. , había llegado a controlar más de la mitad
Novoe Vremia, comenzó a atacar a los judíos a finales de la década de 1870, y su virulencia
aumentó durante la revolución de 1904, cuando acusó a los judíos de querer convertirse en
PRIMERO en las revistas y periódicos para los judíos rusos, publicados en hebreo, yiddish y
ruso, como: Ha - Melitz (" el abogado ") , Kol Mevasser (" el mensajero ") , Yidisher
Folksblat (" el periódico del Pueblo Judío ") y Vestnik russkikh evreev (" el Mensajero - Ruso
y ruso - hebreo ") . Además de las revistas pro-semíticas, también hay una variedad de
eficaz que permitió a los bolcheviques obtener el control del movimiento obrero de
Petersburgo y construir una base de masas para su organización." Desde Lenin en adelante,
continuamente desde 1917 hasta 1991. Los principales periódicos nacionales fueron Izvestija
(" La Voz del gobierno ") y Pravda (" La Voz del partido ") . , que fue la primera revista en
equiparse con equipos para imprimir ilustraciones, durante varios años también siguió siendo
presentaba el poder político como la Autoridad de la verdad, que chocaba con los errores a
veces intencionados de los burócratas de nivel inferior, y con las acciones de terceros
1936, apoyado por Pravda y Trud '', el Diario de trabajadores manuales rusos, y con la
oposición de Izvestija de Nikolai Bujarin, que logró cambiar temporalmente la línea editorial
del partido. Después de varios meses de ataques mediáticos contra opositores y traidores
estaba arraigada en la propaganda del papel impreso, pero en primer lugar necesitaba
alfabetizar a una población que en el 90% de los casos todavía no era capaz de leer o escribir.
La escuela se convirtió en la máxima prioridad del Gobierno, cuyo objetivo era optimizar el
pública analfabeta se logró mediante el uso de carteles y giagantografías. Los planes de los
oligarcas también incluían el monopolio de los nuevos medios, como la radio, que se
utilizaba para transmitir discursos políticos. Las autoridades soviéticas se dieron cuenta de
que la radio era "altamente individualista" y que alentaba la iniciativa privada, un hecho
intolerable para un régimen totalitario. Luego se les impusieron sanciones penales, pero la
verdadera solución de trabajo fue apagar las transmisiones por aire, y reemplazarlos con
programas de radio transmitidos a través de una red pública en el alambre de cobre topología
Hub-y-habló, donde los nodos de terminación fueron los altavoces instalados en las
estaciones de escucha son aprobados por el gobierno, las llamadas "esquinas rojas" de las
fábricas. El estilo editorial soviético estimuló a los ciudadanos a escuchar a los líderes del
comentarios, revelar la historia de fondo o participar en discusiones con los lectores. Nadie se
prohibió estrictamente hablar con cualquier persona fuera de los portavoces oficiales. El
resultado fue una representación color de rosa de la vida soviética en los medios de
comunicación occidentales, hasta que en la década de 1950 Nikita Chruščëv reveló los
horrores de Stalin. El ejemplo más famoso fue Walter Duranty del New York Times. '' .
Cuando Lippmann y Merz (1920) analizan la cobertura por parte del New York
Times de la revolución rusa en los años 20 afirman: “news about Russia is a case of seeing
not what was, but what men wanted to see” (p. 3). Cuando el periodista sevillano Manuel
Chaves Nogales visitó ese país, buscaba observar en qué se había convertido la revolución en
ofrece algunas lecciones sobre cómo informar y entender un acontecimiento histórico como
la revolución rusa y este artículo propone precisamente mostrar esas enseñanzas a través del
En los años 20 y 30 del siglo pasado la revolución rusa fue un tema tratado por viajeros,
describen “la lucha sin cuartel que se produce en los medios de comunicación en España por
imponer una imagen de la Unión Soviética” (p. 273) en esa época. Era difícil no caer en la
soviética, que penetrará sobre todo en los medios obreros e intelectuales. Asistimos a una
explosión de nuevas editoriales como Cenit, Ulises, Oriente y Fénix, que difunden en
ediciones asequibles las grandes obras de la literatura soviética, así como sus más recientes
quieren ver la nueva Rusia, adonde viajan Margarita Nelken, Álvarez del Vayo, Ramón J.
Giménez Caballero (1928). Sinclair (2009) analiza a los viajeros españoles de los años 20
señalando que todos cuentan aquello de lo que han sido testigos y, en el caso de Chaves e
Hidalgo, insisten en que son visitantes de clase media (p. 124). Cortés (2006) explica que la
Unión Soviética se puso de moda en los años posteriores a 1928 y a esta moda se sumaron
Desde España viajaron sobre todo políticos -los socialistas, por ejemplo, viajaban
auspiciados por la Internacional Socialista- y periodistas. Así, entre los políticos, Fernando de
los Ríos publicó en 1921 Mi viaje a la Rusia sovietista; el comunista asturiano Isidro
Pestaña lanzó en 1924 otros dos libros. El relato periodístico incluyó tres libros de Álvarez
del Vayo: en 1926 La nueva Rusia, en 1928 La senda roja, y Rusia a los doce años en 1929.
Con él viajó otro corresponsal de El Sol, Ricardo Baeza, que publicó Bajo el signo de Clío.
de Villanúa comienza con un encuentro con una bolchevique en el Prado con quien habla
visiones españolas el relato de Chaves Nogales le resulta el más acabado. Para él, Chaves es
busca historia” (Navarra, 2015, p. 134). De entre todos los relatos de viajeros aquí se toma
como objeto de estudio el de Chaves por dos motivos. En primer lugar, por lo que señala
Navarra: este relato del viaje a la URSS tiene un fin primero que es periodístico. Chaves
compartían la conciencia histórica que suponía hablar de la Unión Soviética como testigos en
interesante para lo que aquí se propone porque continuó escribiendo sobre la revolución
durante la década siguiente y desde fuera de la URSS. Chaves intentó contar lo que fueron
En concreto publicó tres libros periodísticos sobre este tema. En el primero recoge para
los lectores de Heraldo de Madrid su visión de la Rusia soviética durante su viaje a la URSS
lugar, habló de Rusia en las crónicas para el diario Ahora desde París donde recogió la vida
de los exiliados zaristas en Lo que ha quedado del imperio de los zares (2011); y por último,
contó la revolución rusa a través del testimonio del bailaor flamenco Juan Martínez en El
maestro Juan Martínez que estaba allí (1934/2007). Si bien escribió también una novela
revolución. Las tres obras analizadas fueron recopiladas por vez primera en 1993. Ese año la
gracias a una edición realizada por María Isabel Cintas. A partir de ese trabajo se realizaron
todas las ediciones posteriores de las distintas editoriales. Cintas es también la responsable de
editar por primera vez toda la obra conocida de Chaves no solo en los dos tomos de la Obra
periodística (2001 y 2013).
editorial Mundo Latino que fue la que añadió el subtítulo Un pequeño burgués en la Rusia
Chaves dedicó a Rusia dieciséis de las veintiséis entregas originales y once de los
diecinueve capítulos del libro. Cuando este salió publicado, varió la distribución original,
renombró los títulos, amplió ciertas ideas, reorganizó algunos pasajes y mostró otros que, a
causa de la censura, no pudo publicar en la prensa. Así, incluyó una entrevista a Ramón
Casanellas -uno de los participantes en el asesinato del presidente del consejo de ministros,
Guillén, 2001b).
Las crónicas de Chaves se abren con una cita de Tiutchev: “Rusia: Nunca sabrá ver el
ojo soberbio del extranjero el tesoro que hay escondido en tu humilde pobreza” (Chaves
Nogales, 2001, p. 107), otra declaración que deja claros desde el comienzo los límites del
España, Álvarez del Vayo, en sus frecuentes excursiones por el panorama espiritual de
Centroeuropa, y alguno otro son claros ejemplos de este periodismo nuevo, discreto,
civilizado, que no reclama la atención del lector sino es con un motivo: contarle algo,
Chaves entiende que el periodista -citando a Keyserling-, tiene como función ser
intermediario espiritual, por eso él intenta ver “el alma rusa” a través de sus ojos de
“Las iglesias van jalonando todo el campo. ¿Se comprende ahora la fuerza
indestructible que tiene la religión entre esta gente, fuerza que ni siquiera la gran
aquello ha sido arrasado por la revolución (…). El bolchevique ha querido hacer tabla
claro cuál es el prisma a través del cual contempla la capital. En Leningrado, al burlar
que va buscando: qué queda de la revolución. Igual sucede con aquellos a quienes
entrevista o con las fuentes a las que da voz en el reportaje. Busca indicios que
moscovita de adopción, de origen indio que lleva muchos años en Rusia” expresa la
misma idea que ronda a Chaves, la de que el espíritu de las gentes ha cambiado:
“La revolución ha sacado de sus goznes las hojas de las contraventanas […], ha
metiendo tres familias -tres extrañas familias- en lo que antes era cochera de los
señores. Pero todo sigue exteriormente igual. Dentro, en las estrechas habitaciones,
hay hacinada una humanidad conmovida por la revolución que intenta vanamente
acomodarse a las exigencias de los tiempos nuevos. En cada habitación, una familia;
en cada familia, una guerra viva. El padre es nepman, el hijo comunista; la madre va
Todo esto por dentro. Afuera siguen brillando las cúpulas doradas de las iglesias. […].
El espíritu de las gentes ha cambiado, pero el espíritu de la vieja ciudad subsiste después de
Con el nervio y la urgencia del periodismo, este pasaje muestra una de las genialidades
de Chaves: intuir en algunos indicios la vida que llevan los moscovitas y el cambio social
visual de las fachadas, da lugar a una imagen de lo que va queriendo ver, el cambio o no que
la revolución ha producido. Así también lo hará hablando de los carteles de los líderes:
“Todo Moscú está lleno de la iconografía de la revolución […]. No hay modo, sin
Esa impresión primera en casi todo lo que mira busca la huella de la revolución y
su envés o contrapartida y ese es uno de los temas que se mantendrá en las crónicas.
Como todos los viajeros a Rusia, también Chaves buscaba ver en qué se había
que los revolucionarios habían servido para elaborar el mito, pero ya no contaban, y así lo
Trotsky era una de las cuestiones que más interesaban a Chaves (2001). No consiguió
entrevistarse con Trotsky pero elabora un perfil de su ausencia en Alma-Ata, habla con
“Trotsky es de esa clase de hombres que sólo pueden inutilizarse con la muerte”
(Chaves Nogales).
“Para mantener en toda su pureza el ideal comunista, sería preciso hacer una revolución
cada cinco años. Esta es la gran tragedia del bolchevismo, insoluble mientras no se realice el
exponer, desnudos de artificio, los pequeños hechos de la vida cotidiana que caían bajo mi
sus lectores. Para ese público la revolución rusa llevaba a la pregunta sobre si se extendería el
sistema soviético por Europa. Las imágenes de la revolución rusa en los primeros años treinta
conectaban con las movilizaciones en España y esa conexión aumentaría, a juicio de Cruz y
Pérez Ledesma (1997), a partir de 1936 (p. 294). Chaves escribe para esa población, por eso
resume así:
desenvolvimiento de los hechos […], sin desechar la posibilidad del alumbramiento de una
nueva humanidad, pero sin perder de vista al mismo tiempo que puede haberse errado la
interesada de uno y otro lado. Él, tras un mes como viajero curioso y liberal, se pregunta si se
debe aceptar como peaje para una nueva sociedad la dictadura del proletariado:
“¿El amor hacia el pueblo debe llevar hasta el extremo de sacrificarlo?” (Chaves
Nogales, 2001).
“No quiero tampoco dejarme arrastrar por esta impresión puramente subjetiva de
pequeño burgués o intelectual que se siente excluido o, mejor dicho, perseguido por la clase
Para Peloille (1999) con esta afirmación Chaves hace una distinción implícita entre los
Sánchez Zapatero compara la visión de la Unión Soviética que hay en Chaves con el relato
del viaje de Stefan Zweig que recoge en El mundo de ayer. Memorias de un europeo. Los dos
viajaron en la segunda mitad de 1928, en estos dos relatos no encuentra juicios interpretativos
como con el crecimiento en ese ámbito de los libros de viajes. Muchos de ellos fueron
realizados por escritores que habían sido también periodistas y por esta razón se relataban con
un tono reportajeado. Más allá del tono en el libro de Chaves se encuentra un juicio
premonitorio sobre la revolución y pasarían unas décadas hasta que se escribiera algo al
respecto con tanta lucidez. Avilés compara la visión de Chaves con la de Álvarez del Vayo y
destaca que:
disidentes. Especialmente lo hizo Chaves, que se mostró interesado por las tesis de la
en el temor que ve en la gente ante el gobierno (p. 139). Como se ha dicho arriba, este autor
incluye a Chaves en el grupo de los humanistas y socialistas. Tal vez lo propio de Chaves
Nogales es que escapa a las tipologías. Chaves se separa de un rasgo quizá consustancial al
Armas y las letras (pp. 183-186) refiriéndose al prólogo de A sangre y fuego. Esa
ideológico, se puede apreciar antes, en lo que escribe sobre Rusia. Como sostiene Muñoz
“Cuando tú lees lo que escribe sobre la Unión Soviética y lees las cosas que escribían
intelectuales europeos de primera categoría… A mi él me recuerda una cosa que dice Kessler
en sus memorias: “Los que llegábamos del Este de Europa éramos como Casandras a las que
nadie escuchaba, nadie quería escuchar”. Era así, eso es terrible. Pero no solo basta fijarse y
contar lo que se ve. Es que además tienes que intentar que te escuchen” (Suberviola y
Torrente).
Chaves se sale de las categorías ideológicas tan útiles para manuales y para el juicio
fácil porque, como señala Muñoz Molina, se alinea en Europa con Joseph Roth, Stefan
Zweig, Vasliy Grossmann, George Orwell y Albert Camus, y lo que todos ellos tienen en
Chaves cuenta los hechos de la revolución en 1928, once años después de producirse.
Tras regresar de la Unión Soviética y publicar el libro en 1929, Chaves dejó de ser redactor
jefe del Heraldo de Madrid y se instaló en París como corresponsal del periódico. Allí fue a
buscarlo Luis Montiel para que se sumase al diario Ahora. Sobre el tema ruso siguió
Vicente Sánchez Ocaña- reportajes fruto del viaje y de La vuelta a Europa en avión como
“Moscú se divierte” (1 enero 1929), “Las mujeres en el régimen bolchevique” (23 abril 1929)
de alguien que ha vivido la revolución y luego vuelve al presente, para saber qué ha quedado.
futuro que puede tener la dictadura del proletariado dentro y fuera de Rusia; también realiza
una reconstrucción histórica de la revolución. En este punto Chaves lleva a cabo, de acuerdo
con Prökker (2012), un “periodismo histórico” (p. 20). Este distingue el periodismo sobre
memoria de quien le cuenta y de otras fuentes con las que se entrevista. Y el retrato que el
periodista hace de ellos amplia el testimonio; como en los espacios, también en las personas
se aventura a ver las huellas de la revolución. Chaves muestra la sensación que le producen
todos estos hombres con descripciones completas, tanto físicas como psicológicas, en las que
los rasgos externos que observa en ellos anteceden sus rasgos de carácter. Chaves sigue
estando ahí, como narrador dentro de la historia que se hace presente para poner de relieve su
Quizá el momento en el que Chaves juega de manera más evidente el papel de narrador
testigo con autoridad para la interpretación está en Lo que ha quedado del imperio de los
zares, la serie de 24 reportajes sobre los exiliados blancos en París publicada desde el 27 de
enero hasta el 22 de febrero de 1931. Allí, por ejemplo, realiza una descripción completa y
“De ojos claros, alto, desgarbado y de aspecto cansino, que redacta todas las semanas
un periodiquito pobre, en un barrio apartado de París. Kerenski da la impresión del que está
ausente; tiene algo de sonámbulo, de hombre atento a un rumor distante. Sus ojos, con ese
guiño característico del miope sin lentes, miran siempre a un punto lejano. Sus oídos
conservan, acaso, el eco de las fusiladas en las calles de Petrogrado, del clamor de las masas
revolucionarias o del galope de los jinetes rojos lanzados en su persecución. No sé; pero salta
a la vista que es un hombre absorbido por algo que, desde luego, no es el momento de ahora”
(Chaves Nogales, 2011).
Chaves está dentro del relato en primera persona, como personaje-periodista que
observa y apuesta por unos rasgos sobre otros. El porte de Kerenski, su figura, su mirada,
presente, además, permite a Chaves imaginar cómo pudo vivir los días de la revolución y
cómo su forma de ser explica su pasado y su presente con relación al momento histórico:
“Mientras habla, yo escucho un poco sobrecogido sus discretas palabras. Este hombre
tiene para mí el prestigio de ser la personificación más completa de una tragedia, vieja como
En esta obra, por tanto, el foco se centraba más en las personas que en los pueblos, más
allá de que el drama de los exiliados sirviese también a Chaves para referirse a la revolución,
el tema de los exiliados rusos era materia ideal para el folletín. Haciendo semblanzas de estos
personajes, Chaves cuenta las causas de la revolución según la Rusia blanca. El retrato de
Miliukov y de Kerenski cuenta bien el desarrollo de los días de la revolución. Por ejemplo:
de gente que discutía y gritaba […]. Cuatro días sin dormir ni comer; cuatro días en los que
permanecimos ajenos a todo lo que fuese el peligro que corría nuestra patria, debatiéndose en
Y más adelante:
“Se le ve con una gran transparencia en aquel caos de la revolución rusa aferrado a sus
fiel de la balanza, queriendo ser ecuánime cuando se habían desatado todas las fuerzas del
Esta reconstrucción encuentra un paradigma en el relato que Chaves hace del bailaor
burgalés Juan Martínez, el protagonista de El maestro Juan Martínez que estaba allí. Chaves
“Los flamencos de París”, publicado el 18 de marzo de 1930 en Estampa. Este reportaje, que
se centraba más en el flamenco que en la vida de los bailaores, da una pista clave para
entender al personaje Martínez creado por el periodista. Chaves advertía de que su texto
“traducía” el modo de hablar de Martínez, sin renunciar, eso sí, al sentido que le dio el
bailaor:
“Él habla a su modo, con sus imágenes castizas plagadas de galicismos; pero a lo largo
de su charla internacional, que pondría los nervios de punta a un académico, yo sé que quiere
Chaves pasa las ideas de Martínez a través del matiz de su mirada, de su interpretación,
y es de suponer que esta idea se mantuviese también El maestro Juan Martínez que estaba
allí, la obra sobre la trayectoria del bailaor durante la revolución de octubre de 1917, en la
que no trata de reproducir la fonética del bailaor, tan solo mantiene algún galicismo. De ahí la
importancia de este texto: en él se muestra que para Chaves mostrar quién es un hombre en
ocasiones puede significar también interpretar sus palabras sin hacerles perder su significado.
actualidad a la hora de utilizar la cita directa. Por eso es de agradecer la franqueza de Chaves
al admitir que se vio obligado a no mantener la literalidad de las palabras de Martínez pero
Rivero Gil (1899-1972), dibujante y caricaturista que se había formado en Sevilla y que
desde 1944 vivió en México, donde falleció. Juan Martínez fue testigo directo de los excesos
guerra mundial, que estalló cuando se encontraba trabajando en Turquía. En el relato de los
vista y opta por la historia personal de un testigo para describir el momento histórico de la
superadas. Los hechos históricos quedan como un eco en el relato de Martínez y son
rebasados por lo insólito del testigo de la revolución (un bailaor flamenco de Burgos), y por
el talento narrativo que la escritura de Chaves le otorga. De acuerdo con Vázquez Liñán
“se trata de un intento de ver este proceso histórico a través de los ojos de un extranjero
[…] y que por lo tanto no tiene a priori preferencias por ninguno de los bandos en conflicto.
[…] el reportaje tiene la clara intención de mostrar el horror generado por la revolución, en
un momento en el que la salida revolucionaria era una opción propagada por las diferentes
Como recoge Cintas (2001b), el 16 de febrero de 1934 el diario Ahora, del que era
redactor jefe Chaves, se preguntaba qué iba a pasar en España, ante la amenaza de una guerra
civil y de una revolución. Por eso para Cintas la visión de Chaves “de la tan admirada
Revolución rusa debió de ser sorprendente para muchos e inadecuada por inoportuna para los
más extremistas de la izquierda” (2001b). La distancia del bailaor con los hechos
excesos de toda revolución, un reportaje de aquello de lo que quería advertir a los españoles
de 1934.
estos hechos violentos, el odio que mueve a las gentes y cómo va salvando la vida en cada
“¡Qué odio negro les tenían! Cuarenta mil policías del zar había en Petrogrado el día
que estalló la revolución. En ocho días no quedó ni uno. El pueblo tenía tanto rencor contra
ellos que cuando yo llegué salían a cazarlos como si fueran conejos. A muchos los clavaron a
bayonetazos en las puertas de las casas […]. En los primeros momentos habían hecho ellos
volverá a Moscú por su esposa y juntos regresarán a Petrogrado y después de nuevo a Moscú
para ir a Kiev:
“A mí la toma del poder por los bolcheviques, los famosos diez días que conmovieron
Después de la tournée por Ucrania, y cuando vimos la mala jeta que tenían los
Chaves ofrece en cada entrega un relato trabado que sale de la memoria de Martínez y
que él parece solo transcribir. El “folletín de la vida de Martínez” -como lo llama- tiene en
apariencia una única trama, comprobar cómo se las arregló su protagonista para sobrevivir. Si
bien como señala Hermida (2002) “existe una coincidencia general entre los historiadores en
derramamiento de sangre” , Martínez encontró varios obstáculos para moverse con libertad.
Son muchas las escenas en las que su salida de allí se ve frustrada o los momentos en los que
A lo largo del relato vemos por los ojos de Juan Martínez cómo las gastan los
bolcheviques, los blancos y los cosacos. El testimonio de Martínez tiene la virtud de los
testigos, creemos en su memoria prodigiosa y en cómo se las ingenia para sobrevivir. Solo
parecen importar los hechos: las filas de cadáveres en las calles de San Petersburgo o el
vecino ajusticiado porque ante el frío se puso el sobretodo del bando equivocado. La crueldad
y la rapiña del hambre no puede contarse y Martínez no lo hace, solo muestra cómo se salvó
Nogales- tiene su piedra de toque en los relatos que hace de las veces que salva la vida. Es
entonces cuando como mucho se permite la viveza del genio hispano, la misma que le salva
la vida. La primera de ellas, en Turquía, cuando los alemanes quieren matarlo porque lo
toman por espía. Allí será un cuchillo, que siempre lleva consigo, lo que le salva. Casi en
cada una de las entregas/capítulos Martínez relata cómo salva la vida, porque deja caer su
navaja en un cacheo, porque un coche pasa cuando le van a disparar o porque muestra cómo
es un auténtico revolucionario porque tiene las manos callosas por tocar las castañuelas. En la
los testigos, sean los seguidores de Trotski, Kerenski, Miliukov o Martínez, y los intenta ver
como la entiende Ginzburg (1994), quien la resumía a partir de la comparación que hace
largas (long shots). Los primeros planos sobre un hecho histórico permiten contar la historia
En El maestro Juan Martínez que estaba allí la vida del protagonista y la historia se
entremezclan en el relato. Como explica Cintas (201b), la obra “es un reportaje novelado de
la realidad histórica en el que la vida es capaz de superar a la ficción más disparatada” (p.
174). Se trata de un relato desde el presente sobre el pasado de Martínez, con digresiones e
perfil periodístico moderno: una escena principal donde se desarrolla la entrevista con
escenas que nos llevan a momentos del pasado revolucionario. En conjunto las técnicas
utilizadas por Chaves se asemejan, como sostiene Pérez Álvarez (2013), a las del nuevo
periodismo estadounidense.
El primer rasgo que define la caracterización de Juan Martínez es que el personaje toma
no impide que el resultado sea una historia en la que el relato marco, las palabras de Chaves,
dan coherencia a la estructura narrativa. Así, tras una breve introducción sobre el lugar en el
desvergonzadamente judía, unos ojos grandes y negros de jaca jerezana, una frente
que encajan mal porque, indudablemente, son de muy distintas procedencias -arios,
Nogales, 1934/2007)
A partir de entonces, Chaves cede la palabra y el peso del relato a su protagonista con
ese momento, Martínez relata sus sentimientos con detalle, para que el lector pudiese
el umbral piso algo blanco y escurridizo: eran dos dedos humanos que estaban pegados
a las losas por un cuajarón de sangre negra. La sensación que aquello me produjo casi
mostrar sus prioridades y sus sentimientos, el lector conoce mejor al personaje. Se observa el
entonación y edita las declaraciones pero deja el tono, el color del habla del protagonista. El
hecho de que aparezca una voz única también es significativo. Chaves podría haber
entrevistado en profundidad a la mujer de Juan Martínez, podría haber hablado con sus
compañeros, amigos… pero prefiere quedarse en el texto solo con su impresión sobre el
personaje, lo que pueda vivir con él y lo que este le cuente de sí mismo y de su vida. Quizá
las declaraciones y testimonios de los familiares y amigos estén de forma indirecta, ya que le
han podido contar episodios de la vida de Martínez que luego Chaves pregunta al interesado
o que simplemente señala pero sin indicar quién se lo ha contado. Es destacable la gran
autoridad que se arroga Chaves en estos retratos; no hay puntos de apoyo, otras voces que
desaparecer del relato es que el bailaor es un pícaro, un hombre que quiere sobrevivir a toda
costa, que de todo lo vivido sacaba una enseñanza y que por ese motivo es un buen
“No somos nada. Y eso es lo que Chaves persigue: una vida gris llena de avatares, de
Martínez es, para Cintas (2001b), “el pícaro tradicional de la novela española, un
español peculiar, simbólico, que se las ingenia para vivir o sobrevivir en medio de la
revolución rusa”.
(2009) dice que la llegada a España de la Segunda República no cambió estas visiones de
Rusia; sin embargo, en el caso de Chaves, sí. Sinclair (2009) sostiene que Lo que ha quedado
del imperio de los zares está escrito en “light and lowbrow style” (p. 124). Cambia su visión
porque la situación europea y española había empeorado desde el año 28, en que escribe
Chaves los primeros artículos, hasta el año 34, cuando termina el libro sobre Juan Martínez.
Walter Benjamin, que está en Moscú el mismo año que Chaves, anota en su Diario de
“Por muy poco que se llegue a conocer este país, uno aprende a observar y a
primero que le llega de Rusia a cualquier europeo inteligente. Por eso también la
estancia en Rusia es, por otro lado, una piedra de toque tan precisa para el visitante
[…]. Aquel que penetre en mayor profundidad dentro de la situación rusa se sentirá
mucho menos impulsado a realizar las abstracciones a las que tan fácilmente llega un
europeo” (Benjamin, 1988).
Chaves no pretende escribir la historia pero la urgencia de los sucesos políticos en los
años 30 obligó a muchos periodistas a hacer una información que debía responder al presente
y al futuro que se avecinaba en Europa. En sus reportajes y crónicas logra mostrar mediante
indirectamente sus preocupaciones. Cuenta las historias como si se tratase del montaje de las
escenas de una película: usando diálogo, descripción, introspección y viendo esas vidas en
primer plano. Su relato está construido sobre la memoria de testigos y en esta manera de
un hecho pasado, pero permiten contar la historia de una realidad convertida en mito como la
Chaves Nogales junto con Pla, Graziel y Camba como personas que, haciendo periodismo,
daban una visión de la historia porque el momento -la Segunda República- lo exigía y no se
podía esperar a los historiadores (p. 17). Lo mismo puede decirse en el caso de la revolución
rusa. No es solo que Chaves atienda a la huella que dejan los hechos históricos sino que es de
reconstruye la historia (pasado) en el relato de uno de sus actores o de sus testigos y esto
puede cambiar la visión de conjunto, la visión que tenemos de esa historia, de la revolución.
1917, en Lo que ha quedado del imperio de los zares. Titula un apartado, por ejemplo,
“Kerenski cuenta cómo tomaron el poder los bolcheviques” (Chaves Nogales, 2011, p. 93).
En El maestro Juan Martínez que estaba allí titula las crónicas sobre los hechos de marzo en
San Petersburgo “Así fue la revolución de marzo”, y luego “Lo que hice en Moscú durante
Chaves apostó por el periodismo, entendido como el afán de contar de la manera más
veraz aquello de lo que es testigo, frente al partidismo que el momento histórico parecía
exigir. Por eso, como escribió en 1937 en el prólogo de A Sangre y fuego, “cuando iba a
Moscú y al regreso contaba que los obreros rusos viven mal y soportan la dictadura del
mostraba tan satisfecho de mí ni creía que yo fuese realmente un buen periodista” (Chaves
Nogales).
Chaves escribió sobre la revolución rusa por su interés informativo para la España de su
propaganda totalitaria del momento. ¿Es la revolución que a Chaves le cuentan y sobre la que
escribe una revolución imaginada o real? Las crónicas y los reportajes de Chaves dieron lugar
curso de la historia que habían tenido los acontecimientos y el derrotero que podía
llamaría estalinismo.
en Europa hacen que hoy estos relatos sean vistos como imparciales. No se trata, por tanto, de
oficio. Advierte de lo que ocurre en Rusia cuando el sistema soviético estaba aún idealizado y
lo hace sin estridencias ni dramatismos, contando lo que vivió en su viaje y lo que Martínez o
Chaves afirma que el horror de la guerra y de la revolución fue tan inhumano que no
resulta verosímil para las gentes. Su diagnóstico en la Europa de entreguerras, sin pretender
hacer historia, resultó premonitorio y lúcido porque tuvo la capacidad de entender y nombrar
el origen de la barbarie o del terror en uno y otro bando. Chaves se acerca a las raíces que
sustentan el horror y la inhumanidad desde el periodismo, y por este motivo el análisis que
CONCLUSIONES
proporciona una primera impresión del alcance y la valoración que hicieron los medios
clave sindical y obrera, como un proceso liberador de las clases trabajadoras. 5. La mayor
parte de las piezas que se publicaron fueron informaciones, apenas hay editoriales,
artículos de opinión, etc., con una redacción muy básica, telegráfica y muy deshilachada.
internacional. La mayor parte de las veces, las piezas se incluían junto a la información de
los intermediarios, resulta sorprendente la ingenuidad de los textos, el afán por actualizar
manipulación porque no había aún una comprensión amplia de los hechos y mucho menos
Chaves escribió sobre la revolución rusa por su interés informativo para la España de su
propaganda totalitaria del momento. ¿Es la revolución que a Chaves le cuentan y sobre la
que escribe una revolución imaginada o real? Las crónicas y los reportajes de Chaves
dieron lugar a la Rusia imaginada en España. Él elaboró esta imagen siguiendo un criterio
derrotero que podía vislumbrarse en Europa con la expansión del fascismo y el nacimiento
entreguerras en Europa hacen que hoy estos relatos sean vistos como imparciales. No se
trata, por tanto, de una equidistancia sino de sus convicciones liberales y de su honestidad
soviético estaba aún idealizado y lo hace sin estridencias ni dramatismos, contando lo que
vivió en su viaje y lo que Martínez o los exiliados rusos blancos le contaron en París.
Chaves afirma que el horror de la guerra y de la revolución fue tan inhumano que no
entender y nombrar el origen de la barbarie o del terror en uno y otro bando. Chaves se
acerca a las raíces que sustentan el horror y la inhumanidad desde el periodismo, y por este
siglo XXI.
BIBLIOGRAFÍA
Lippmann, W. y Merz, C. (1920). A test of the news. The New Republic, 23, pp. 1-42.