El Miedo

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CÓMO SOLTAR EL CONTROL

DOSIER 55
10 de abril de 2019
ÍNDICE

Utilidad del dossier 3

1. Introducción 4

2. El miedo: tipos de miedo y cómo superarlo 5

3. Retos para esta semana 11

4. Lista de miedos 12

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UTILIDAD DEL DOSIER

Cada semana, recibirás un dosier que resume los contenidos impartidos


en la sesión para que puedas completar tus apuntes.

Además, de este modo, no hará falta que tomes apuntes si no lo deseas.


Para algunas personas tomar apuntes facilita aprender, para otras
persones les dificulta seguir la clase. Sabiendo que recibirás el resumen de
la sesión, podrás decidir si tomas muchos o pocos apuntes en clase:
¡siempre lo tendrás todo!

Sin embargo el dosier no sustituye la sesión, porque en la sesión hay


cosas que se cuentan y no pueden plasmarse por escrito. A veces lo que se
dice es menos importante que el lugar desde donde se dice y eso es difícil
de captar por escrito. Recuerda que la asistencia a la clase en directo o en
diferido es el 80% del resultado del mismo.

También te invitamos a hacer preguntas sobre el tema tratado en la sesión


usando el espacio que hay para preguntas que encontrarás en la pestaña
“Acceso Alumnado” de www.universidaddevida.online.

Te rogamos que solamente hagas preguntas sobre el tema y no consultas


privadas: no es un consultorio personal y eso bloquearía tanto a Daniel
como a Sergi. Las preguntas contestadas se enviarán los lunes en un
boletín de dudas donde aparecerán las respuestas de forma anónima: así
podrás preguntar libremente y, además, podrás disfrutar de las respuestas
que se den sobre el tema a otras compañeras o compañeros del curso.

¡Ah! Una última cosa: no dudes en proponer temas para que sean
abordados en el curso si crees que hay un aspecto que te interesa o en el
que quieres profundizar. ¿Te parece?

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1. INTRODUCCIÓN

Esta semana hablaremos sobre cómo soltar el control.

Antes de nada, es preciso entender qué significa la expresión ‘tener el


control’.

En vuestra opinión, ¿qué entendéis exactamente por tener el control?

Yo diría que sería algo similar a movernos por la vida con una sensación de
seguridad. Mientras nos movemos dentro de nuestros parámetros de
seguridad, tenemos la sensación de que la situación está controlada. Sin
embargo, cuando nos salimos de estos parámetros, el miedo se apodera
de nosotros y entonces decimos que “estamos perdiendo el control”.

Evidentemente, los parámetros de cada uno son completamente distintos.


Por ello, ante una misma situación, hay personas que sentirán que han
perdido el control, mientras que otras ni tan siquiera se inmutarán.

El control, pues, tiene que ver con una sensación interior de inseguridad y
no con una amenaza externa concreta. Como sabéis, lo importante no es
la circunstancia que estamos viviendo, sino CÓMO la estamos viviendo en
nuestro mundo interior. En otras palabras, la vida sucede en nuestro
interior, y en ningún otro lugar.

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2. EL MIEDO: tipos de miedo y cómo superarlo

Toda esta introducción nos conduce, inevitablemente, a hablar del miedo.

El miedo es una sirena o alarma que tenemos en nuestro interior y que


nos avisa de peligros. En este sentido, es muy útil.

El miedo es una emoción caracterizada por una intensa sensación


desagradable, provocada por la percepción de un peligro real o supuesto
(presente, futuro o pasado).

Para que el miedo sea útil, tiene que ser forzosamente desagradable. Es el
único modo de que pueda cumplir eficientemente su función. El miedo
nos avisa de peligros y si en lugar de desagradable fuera placentero, no
evitaríamos ni rechazaríamos los peligros, sino todo lo contrario: los
buscaríamos.

De hecho, esto último sucede a menudo. Al estar desconectados de lo


esencial, buscamos substituir el gran vacío interior con intensas
sensaciones de vida. En éste sentido, el miedo nos produce una intensa
sensación corporal y emocional. Cuando uno siente un determinado
peligro, el cuerpo empieza a segregar una serie de sustancias corporales
(adrenalina y demás), que producen sensaciones muy potentes. Esa
sensación tan fuerte, aunque desagradable, es preferible a la experiencia
de la nada y el vacío.

Por eso, por ejemplo, algunas personas son adictas a los deportes de
riesgo. La búsqueda constante de sensaciones muy intensas provocadas
por miedos intensos, es una consecuencia de nuestro vacío existencial. No
obstante, eso puede acarrear distintos problemas.

Uno de ellos es que nuestro umbral de sensibilidad va disminuyendo. Esto


significa que la próxima vez que repita una actividad de riesgo similar,
seguramente experimentaré menos intensidad que la primera vez. De
algún modo, acostumbramos al cuerpo a ese tipo de experiencias y, por

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ello, cada vez necesitaremos incrementar más y más el riesgo, para poder
vivir el mismo tipo de sensaciones. A la larga, el miedo pierde gran parte
de su capacidad de avisarnos de peligros reales.

Si viviéramos más desde la presencia, sería la Vida la que se expresaría a


través nuestro y no tendríamos necesidad de ningún tipo de sustitutivo.
No tendríamos necesidad de experimentar intensas sensaciones de vida
porque nuestra sensación de yo estaría ubicada en la Vida misma.

Retomando la definición del miedo, vemos que el peligro puede ser real o
supuesto.

El miedo generado por un peligro real es aquél que es objetivo, que


realmente supone un riesgo para nuestra integridad física. Por ejemplo,
imaginad que estamos en la selva y nos encontramos a un animal salvaje,
como puede ser un tigre. El miedo nos permitirá reaccionar de un modo
casi sobrenatural que, quizás, nos permita salvar la vida. Este miedo es
inteligencia instintiva en movimiento, y es extremadamente útil.

Pero, la realidad es que en la mayoría de las ocasiones, los miedos que


vivimos no son causados por un peligro real, sino por un peligro imaginario
(es decir, no objetivo), que tan solo percibe nuestro personaje. En otras
palabras, generalmente quién tiene miedo es el personaje, el Ego, que
detecta todas aquellas situaciones que pueden ser amenazantes, no para
nuestra integridad física, sino para la integridad (psicológica) del propio
personaje.

Eso sucede porque el personaje o Ego está arraigado en la parte instintiva


del ser humano. El Ego utiliza esta parte, que se encarga de nuestra
supervivencia, para intentar sobrevivir. Por este motivo, el miedo del
personaje no tiene relación con la supervivencia física, sino con la
supervivencia de la imagen que nos hemos creado de nosotros mismos. Si
el personaje cree que en algún momento puede debilitarse o que su
estructura psicológica está en peligro, entonces aparece un miedo
irracional, completamente inútil para nuestra parte física, aunque

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tremendamente útil para la integridad de nuestro Ego.

La mayoría de nuestros miedos, pues, son del personaje. Al vivir


totalmente identificado con él, también me identifico con sus miedos. Y
cuando la estructura del personaje se tambalea, siento que soy yo el que
me tambaleo y siento que estoy perdiendo el control.

El Ego siempre está pendiente de consolidar el castillo que ha construido


(la estructura psicológica a la que llamamos ‘yo’). Cuando algo hace
peligrar la integridad de sus almenas y torreones, aparece el miedo. Pero
solo es un miedo que percibe él y, por lo tanto, no es objetivo.

Por lo tanto, los miedos imaginarios son todos los miedos del Ego. El
personaje no es más que un cúmulo de programas psicológicos cuya
función es procurar que, en todo momento, nuestra identificación con él
permanezca intacta. Pongamos un ejemplo. Imaginemos que para que el
personaje se sienta reforzado necesite recibir un flujo constante de
valoración positiva del entorno (hay personajes que lo necesitan como el
aire que respiramos). Entonces, ante cualquier situación que se presente,
en la que exista la posibilidad de que esto no suceda, aparecerá el miedo.
A través de él, el ego estará diciendo: “Cuidado, aquí puede que no reciba
una valoración positiva”, y la alarma-miedo aparecerá. Para él, es una
cuestión vital, de pura supervivencia.

Para diferenciar un poco más el miedo real y el miedo irracional, me gusta


explicar el ejemplo de un conejo. Imaginad un conejo que da brincos por
el bosque y de repente, percibe a un depredador. Al percibirlo, el miedo
instintivo se apodera de él y, por consiguiente, le impulsa a correr y a
esconderse en la madriguera. Seguramente, estará dentro de la
madriguera temblando, pero gracias a ese miedo ha podido escapar. Al
cabo de unos minutos, cuando el conejo percibe que el depredador ya se
ha ido, decide salir de la madriguera y continuar su trayecto tan feliz. Esto
es fantástico: cuando se deja de percibir el peligro real, el miedo
desaparece.

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Ahora imaginad que el conejo es un ser humano y que ocurre la misma
historia. Si aparece un depredador detrás nuestro, lo más probable es que
corriésemos hasta escondernos en nuestra madriguera. Pero, cuando
sintiésemos que el depredador ya se ha ido, no actuaríamos como el
conejo. Lo más probable es que siguiéramos temblando, proyectando
peligros imaginarios y, al final, no saldríamos en una semana. Pero serán
todo imaginaciones, el depredador ya hace tiempo que se ha ido.

Es el personaje quién ve depredadores por todos lados. Es él quién ve una


amenaza en cualquier situación.

El núcleo de la cuestión es esta imagen,


donde podemos ver las distintas capas de
realidad en las que un ser humano vive.
Un ser humano tiene ante sí muchas
capas de realidad: la realidad externa, las
sensaciones, las emociones y la mente.

La pregunta fundamental es: ¿dónde


tengo la sensación de Yo?, ¿dónde está tu
Yo: ¿en un Yo que piensa?, ¿en un Yo que
hace?, ¿en un Yo que siente? ¿En todo a la
vez?...Normalmente, las personas sitúan el Yo en unas emociones, unos
pensamientos, unas sensaciones y unas acciones habituales.

Nada de esto es permanente, todo está cambiando constantemente. Por


eso, ahora tenemos la sensación de yo en algo muy inestable. De ahí que
el ego no se sienta seguro jamás. Su base se mueve y no se está quieta. Ahí
no puede sentir seguridad de ningún modo. Entonces se apega a lo que,
dentro de esa inestabilidad e impermanencia, tiene pinta de ser lo más
sólido y estable (aunque no lo sea en absoluto): situaciones concretas que
intenta vivir una y otra vez (las que le producen placer y que le son
conocidas), rodearse de personas que aporten cosas al ‘yo’ y ayuden a
reforzar su estructura, pensamientos y emociones conocidos y que le den
sensación de estabilidad (un modo concreto de pensar, opinar, sentir, etc.),

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etc.

El Ego o personaje busca la seguridad en un ‘yo’ lo más sólido y estable


posible. Por eso, cuando éste ‘yo’ se siente cuestionado o debilitado,
siente que está perdiendo el control y aparece el miedo (imaginario).
Cómo el ‘yo’ está fundamentado en una base muy poco estable, la
sensación de pérdida de control aparece con mucha frecuencia. Por
ejemplo, cada vez que alguien nos lleva la contraria. Una opinión contraria,
está cuestionando nuestro ‘yo’. Alguien está amenazando un torreón de
nuestro castillo y corremos a sacar a nuestros arqueros para que
defiendan la posición. Entonces defendemos con vehemencia nuestro
punto de vista porque, en el fondo, nos da pánico que las palabras de los
demás nos debiliten el ‘yo’ que nos hemos inventado y que se sostiene
con unos hilitos muy finos (identificación con creencias, opiniones,
sentimiento moral, etc.).

La ira y la rabia siempre nacen del miedo. Por eso nos enfadamos tanto y
nos ponemos muy nerviosos cuando alguien opina distinto de nosotros. El
miedo surge al pensar que alguien puede desmontar el castillo del
personaje, pues nuestra identidad (y nuestra sensación de seguridad y de
que tenemos el control) depende de que sintamos que el castillo sigue
intacto.

Pero este miedo es completamente distinto al ejemplo del tigre. El caso


del tigre es un peligro real y objetivo. Todo el mundo sentiría miedo ante
un tigre (o casi todo el mundo, al menos todos los que tuvieran su centro
instintivo funcionando correctamente). El castillo, en cambio, es
totalmente imaginario, es algo que nos hemos creado nosotros. Es una
imagen fantasiosa de quién soy Yo, que quiero proteger a capa y espada.
Dejar caer el castillo supone mostrarse a la gran verdad, que es, no saber
quién soy. Y eso nos da pánico, con lo que preferimos agarrarnos con todas
nuestras fuerzas a ese frágil y pequeño ‘yo’ que nos hemos inventado.

A medida que, gracias al trabajo interior, vamos desplazando esta

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sensación de Yo, de un Yo que piensa siente y hace, a un Yo que ES, que se
da cuenta, que percibe, el personaje va perdiendo fuerza, y con él, todos
sus miedos imaginarios. Entonces comprendemos que no hay nada que
controlar. Que lo que quería controlar el personaje era incontrolable.
Comprendemos que el máximo control está en ser como el bambú:
flexibles, capaces de aceptar y adaptarnos a los cambios. Esas capacidades
son propias de nuestro centro/espacio interior, no de nuestro rígido
personaje.

Por lo tanto, no hay que aprender a soltar el control. Hay que aprender a
soltar el personaje. Si suelto el personaje y ya no me vivo como un ‘yo’
mecánico, también suelto sus inseguridades y sus miedos ante peligros
imaginarios. Entonces solo quedan los miedos por peligros reales (esos ya
nos valen, pues son útiles).

Si somos capaces de dejar caer al personaje, dejaremos caer sus


inseguridades y sus miedos. Y entonces nos daremos cuenta de que no hay
nada que controlar, porque en el centro no hay descontrol posible.

No hay que aprender a soltar el control. Hay que aprender a soltar el


personaje.

Si conseguimos soltar al personaje, se terminaron los miedos imaginarios.


Viviremos de instante en instante y, consecuentemente, no necesitaremos
controlar nada. Lo reitero: desde el centro, no hay ningún miedo posible,
pues nos vivimos arraigados a algo muy profundo, permanente y estable.

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3. RETOS PARA ESTA SEMANA

Esta semana os propongo lo siguiente.

A lo largo de la semana, fijaros en cada uno de los miedos que van


apareciendo en vuestro interior. La primera parte es estar atento/a a estas
sensaciones de inseguridad: desde inseguridades leves hasta pánicos (con
tranquilidad, sin estresarse. Se nos escaparan muchos, no pasa nada, pero
si vemos unos cuantos ya nos valdrá)

Y cuando detectéis algún miedo, os preguntáis: ¿este miedo se basa en un


peligro real o imaginario?, ¿todo el mundo sentiría miedo ante esta
situación? E intentáis responderos de modo sincero.

Una vez nos hayamos contestado, en caso de ser un peligro irreal o


supuesto, nos recordamos algo así como: “el miedo es del personaje. Y
cuando yo estoy en presencia, los miedos del personaje no pueden
respirar.”

Y aprovecho esta reflexión para ponerme en presencia.

Si nos ponemos en el centro, notaremos como el miedo disminuye, ya que


en presencia, al personaje le cuesta respirar (y en consecuencia, los
miedos flaquean).

La idea es utilizar el miedo como un potente despertador, que nos


permitirá acordarnos de realizar actos de autoobservación y de presencia.

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4. LISTA DE MIEDOS

A la soledad
A la enfermedad
Al desprestigio
A los fantasmas
A la desvalorización
A la oscuridad
A perder la cabeza
A la infidelidad
A perder un ser querido
A la muerte
A perder autonomía
A la mutilación
A la pérdida de libertad
A fracasar
A que no se cumplan las expectativas
A la crítica
A las murmuraciones
Al ridículo
Al futuro
A la pobreza
A los cambios
A enamorarse
A los animales
A caer de un lugar elevado
A ir al médico
A las tormentas
Al agua
A morir ahogado/a
A las pesadillas
A desaparecer
A ver sangre
A las agujas
A los espacios cerrados

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A ir al dentista
A volar
A hablar en público
Al ruido
Al dolor
A las agresiones sexuales
A ser víctima de un robo
A disgustar a los demás
Al viento
A ser tocado
Al fuego
A la imperfección
Al sexo opuesto
A los espejos
A la vejez
Al paso del tiempo
A sufrir
Al sexo
A ser vencido
A tomar decisiones
A equivocarse
A los accidentes
A las multitudes
A ruborizarse
A sudar
A las malas noticias
A las sombras
A los gérmenes
A la suciedad
Al infierno
Al diablo
A quedarse calvo/a
A pasar frío
A pasar hambre
A cometer pecados

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A los retos y desafíos
A la niebla
A los objetos punzantes
A ser envenenado
A los tornados y huracanes
A volverse loco
A las largas esperas
Al castigo
A los recuerdos
A los hospitales
A engordar
A ser el centro de atención
A no ser el centro de atención
A no ser responsable
Al abandono
A lo desconocido
A quedarse dormido
A determinados lugares o situaciones
A la violación
A la envidia

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