Analisis de Estilo de David Fincher
Analisis de Estilo de David Fincher
Analisis de Estilo de David Fincher
David Fincher, figura clave del cine contemporáneo, director de cine en el sentido
más puro posible del término; recorre la línea entre el cine mainstream, de
consumo masivo, y el cine de autor con una mirada personal marcada. Su propia
carrera se puede leer en este sentido ya que comenzó “desde abajo” en la
industria, llegando así a construir poco a poco y con la experiencia su propio lugar
y su mirada particular.
Entre este grupo de filmes, hay algunas divisiones claras, por un lado entre las
que fueron realizadas en fílmico y las que fueron realizadas en digital, por otro
lado, las que pertenecen a un género claro y las que no, así como también puede
ser, ya a un nivel más de contenido y estructura, las diferencias en el desarrollo
del punto de vista, de los personajes y de los tiempos. Algunas de estas
diferencias se pueden explicar porque fueron todas guionadas por diferentes
personas (Andrew Kevin Walker; John D. Brancato y Michael Ferris, Jim Uhls;
Aaron Sorkin, Ben Mezrich; y, Gillian Flynn), y, porque Fincher toma de cada
proyecto ciertas cuestiones del contenido y las traduce, encontrando entonces en
cada una una nueva forma.
Con estas divisiones en mente, sin embargo, se pueden ver claras ideas de estilo,
ciertos procedimientos, técnicos así como también narrativos. Y, como línea
unificadora, la cuestión de la puesta en escena. Este concepto, en general
planteado en el análisis cinematográfico como parte de la cuestión formal, en el
cine de David Fincher, adquiere una nueva dimensión, particularmente en el
contenido y en lo temático, atravesando todos sus filmes.
Es también distintivo del cine de Fincher la utilización del color, la cual se relaciona
con lo anterior ya que la calidez o frialdad de la luz determina como los colores de
la escena se van a visualizar. Se suele señalar el color amarillo como
predominante en su cine (con justa causa), y es este uno de los principales
constructores de sus escenas de interior. Sin embargo, lo cálido y lo frio tiene una
relación particular en estas películas. Por un lado, y principalmente en sus
experiencias en el digital, la separación es marcada, como en los primeros
flashbacks de Gone girl, en los que el color amarillo asfixia la imagen y no da lugar
a otros matices, mientras que las escenas del presente se ven más blancas y
azules; o los planos finales de Red social, en los que juegan tres fuentes
diegéticas (luz del interior cálida, ventana fría, y pantalla blanca) marcando los
límites y configurando una imagen interesante por su variedad.
Comenzando con Se7en, esta idea es más o menos clara en el argumento del
filme. John Doe prepara y ejecuta una serie de asesinatos basados en los siete
pecados capitales (que son en si representaciones del mal) para mostrar, a partir
de esta meticulosa organización, la decadencia de la sociedad contemporánea.
Esta puesta, perfectamente orquestada, existe en función de un último acto, en el
que la misma construcción que realizo el asesino se vuelve evidente para el
mismo personaje, encontrando así el final imposible, y terminando de confirmar
que, por más que la puesta sea evidenciada, el plan va a continuar funcionando
porque sus acciones ya están escritas. En esta escena final, Mills, consciente de
la construcción, no puede sin embargo más que seguir apoyándola y trabajando
en función de ella.
En The game la idea esta es todavía más clara y las dimensiones materiales de
esta puesta en escena adquieren una mayor visibilidad. Nicholas Van Orton, sin
poder distinguir entre realidad y ficción, desesperado por recuperar su normalidad,
entra en el juego, y, una vez consumido por este, no puede salir. Es
constantemente manipulado, se sabe que va a hacer y cómo va a hacerlo, y todos
los elementos que se le presentan están en función de eso mismo. El final en el
que él decide saltar, termina de presentarnos las características destructivas que
puede tener esta misma puesta (aunque en el filme el personaje se salva, es por
la propia orquestación), llegando entonces a problematizar al mismo cine como
discurso.
Fight club traduce esta misma obsesión, pero la lleva a un nuevo campo: el propio
protagonista es el creador, el escritor, el realizador y el espectador de su gran
puesta en escena. En las dos vidas del protagonista, el excesivo esquematismo,
visible en los espacios, de las diferentes puestas lo llevan a la destrucción.
Nuevamente develada, nuevamente ineludible. El final está escrito y ante el no
podemos más que observar. El último plano nos termina de confirmar la hipótesis:
la puesta esta armada, y el acto debe ser interpretado.
Y, por último, Perdida. Su forma puede parecer más cercana a sus primeras
películas en las que la puesta en escena diegética es planificada y organizada
para un personaje por otro personaje, pero, una de las líneas fundamentales de
las anteriores (que es la planificación y construcción del efecto final, inevitable y
condensador) aquí se ve torcida. Amy organiza la puesta, Nick la cree, la deja de
creer, se confunde y descubre la verdad; pero Amy también es descubierta, y, por
primera vez su plan falla. Toda la organización se ve desbaratada y una nueva
puesta (que comienza con el asesinato de Desi Collings) retoma y recupera el
lugar central, generando nuevamente la aceptación del artificio.