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Analisis de Estilo de David Fincher

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ANALISIS DE ESTILO DE DAVID FINCHER - LA PUESTA EN

ESCENA EN TODAS SUS FACETAS

EMILIA VON STORCH – N1

David Fincher, figura clave del cine contemporáneo, director de cine en el sentido
más puro posible del término; recorre la línea entre el cine mainstream, de
consumo masivo, y el cine de autor con una mirada personal marcada. Su propia
carrera se puede leer en este sentido ya que comenzó “desde abajo” en la
industria, llegando así a construir poco a poco y con la experiencia su propio lugar
y su mirada particular.

En el presente texto se buscará realizar un análisis de su estilo cinematográfico,


recortando sobre todas sus obras, las siguientes cinco: Los siete pecados
capitales (Seven, 1995), El juego (The Game, 1997), El club de la pelea (Fight
club, 1999), Red social (The social Network, 2010) y Perdida (Gone girl, 2014).

Entre este grupo de filmes, hay algunas divisiones claras, por un lado entre las
que fueron realizadas en fílmico y las que fueron realizadas en digital, por otro
lado, las que pertenecen a un género claro y las que no, así como también puede
ser, ya a un nivel más de contenido y estructura, las diferencias en el desarrollo
del punto de vista, de los personajes y de los tiempos. Algunas de estas
diferencias se pueden explicar porque fueron todas guionadas por diferentes
personas (Andrew Kevin Walker; John D. Brancato y Michael Ferris, Jim Uhls;
Aaron Sorkin, Ben Mezrich; y, Gillian Flynn), y, porque Fincher toma de cada
proyecto ciertas cuestiones del contenido y las traduce, encontrando entonces en
cada una una nueva forma.

Con estas divisiones en mente, sin embargo, se pueden ver claras ideas de estilo,
ciertos procedimientos, técnicos así como también narrativos. Y, como línea
unificadora, la cuestión de la puesta en escena. Este concepto, en general
planteado en el análisis cinematográfico como parte de la cuestión formal, en el
cine de David Fincher, adquiere una nueva dimensión, particularmente en el
contenido y en lo temático, atravesando todos sus filmes.

Para comenzar con la puesta en escena en las películas, y encontrando los


patrones de las técnicas que se pueden destacar, se abordará en primer lugar el
trabajo de la iluminación. Esta es una de las características más visibles y
palpables de su cine; y en la preponderante presencia de las sombras intensas se
puede encontrar su principal rasgo. Las fuentes de iluminación, que suelen estar
presentes en la imagen, están siempre en función de generar este efecto de
oscuridad y dosificación de la información. Ejemplos sobran y desbordan lo
posible, ya que en sus filmes es más difícil (hay pocos y raros ejemplos) encontrar
imágenes en las que las sombras no estén marcadas (quizás The game sea la
menos interesante en este aspecto considerando que es la que tiene mayor
cantidad de secuencias en las que su iluminación es plana y uniforme).

En las películas de Fincher, también se puede marcar un diferente uso del


contraste (que es siempre una particularidad estética): en el fílmico, el negro y la
oscuridad total resaltan muchísimo más, como se puede ver en Fight club (esto se
relaciona también con un trabajo en el propio laboratorio sobre la materialidad del
filme, evidenciando además los conocimientos específicamente técnicos y la
planificación del director); mientras que en el digital las sombras tienen una cierta
suavidad (en The social Network, por ejemplo, las imágenes de la célebre primera
escena, en las que el fondo y las sombras sobre los rostros y las que se proyectan
de y sobre los objetos, toman diferentes relieves y contexturas, marcando
distancias, y no encerrándose todas en el negro profundo del ejemplo anterior).

Siguiendo esta línea, se puede ver como él trabaja la iluminación en interiores y su


diferencia con los exteriores. Son resaltables las secuencias en el que el paso de
interior a exterior o viceversa, es extremadamente orgánico e inclusive
imperceptible. Un ejemplo puede ser en The fight club, la secuencia de encuentro
con Marla, en el que la iluminación logra, con la continuidad tonal y de intensidad,
este efecto de continuidad.

Es también distintivo del cine de Fincher la utilización del color, la cual se relaciona
con lo anterior ya que la calidez o frialdad de la luz determina como los colores de
la escena se van a visualizar. Se suele señalar el color amarillo como
predominante en su cine (con justa causa), y es este uno de los principales
constructores de sus escenas de interior. Sin embargo, lo cálido y lo frio tiene una
relación particular en estas películas. Por un lado, y principalmente en sus
experiencias en el digital, la separación es marcada, como en los primeros
flashbacks de Gone girl, en los que el color amarillo asfixia la imagen y no da lugar
a otros matices, mientras que las escenas del presente se ven más blancas y
azules; o los planos finales de Red social, en los que juegan tres fuentes
diegéticas (luz del interior cálida, ventana fría, y pantalla blanca) marcando los
límites y configurando una imagen interesante por su variedad.

Continuando con la relación luz-color, el neón es también utilizado en algunos


momentos, como en las luces de la cuidad y de los bares constantemente
presentes en el fondo de The fight club, en la secuencia de El juego en la que el
protagonista encuentra su casa pintada, o, en la escena del boliche en Red social.
Los colores entonces, acostumbran a ser desaturados, por lo que no suele haber
elementos del cuadro que resalten por su color, excepto que sea un efecto
buscado (como la puerta roja de la casa, o las luces de la policía en el momento
en que suena la alarma en Gone girl, y, las luces magenta y verdes del proyector
en la prueba o el corpiño rojo en The game), pero al ser esta utilización menos
usual, cuando se realiza logra ser más llamativa y verdaderamente efectiva.

Con respecto a la cámara el procedimiento más destacado es lo que podría


llamarse un movimiento imperceptible. La cámara fincheriana está casi
constantemente atada al personaje, y esa unión, aunque en ciertas situaciones
rota, nunca deja de ser la mayor organizadora de su recorrido y de su ubicación.
Es por esto que se puede enunciar que los movimientos de cámara y los
movimientos de personajes están sincronizados con una gran precisión. Y es
también por esto que los mismos son casi transparentes para la mirada del
espectador. Ejemplos sobran nuevamente, pero, en la primera escena de Gone
girl en la que Nick va a El Bar y conversa con su hermana, la cámara realiza estos
movimientos en los que la cámara está preocupada por centrar y mantener al
punto de atención siempre en el centro, o balanceado, por lo que realiza pequeñas
o grandes correcciones del encuadre. Los personajes caminan, la cámara
también; los personajes se acuestan, la cámara también; los personajes se
acercan para mirar, la cámara realiza una subjetiva, y, obviamente, también se
acerca. Estos movimientos imperceptibles demuestran una gran maestría visual,
que genera en el espectador la sensación de estar viendo una narración
cinematográfica extremadamente prolija y orgánica.

Otra de las características de la utilización de la cámara es su ubicación y


angulación: en general debajo de la línea de horizonte. Visible nuevamente en una
gran parte de su cine, un ejemplo en este caso puede ser en Se7en, la escena en
la que Mills y Sommerset se conocen, en la que la cámara los sigue mientras
conversan, caminando en una calle repleta de gente mientras llueve, y en la que la
cámara mantiene su extraña posición en la totalidad de su desarrollo.

La utilización de la música y de la banda sonora es también fundamental. Si bien


tiene una presencia en la totalidad de los filmes, su utilización en ciertas
secuencias en las que define el pulso, el ritmo y la emoción se puede destacar
como una de las características del cine de Fincher. En Los siete pecados
capitales y The game, la música es de Howard Shore, y tiene características más
clásicas, coincidentes con ambos filmes. En Fight club, en cambio, es de Dust
brothers y la propuesta estética del filme en relación a la temática y el momento
histórico, se traducen en las texturas electrónicas que acompañan la película. Por
último, en The social network y Gone girl, Atticus Ross y Trent Reznor terminan de
confirmar la relación de Fincher con lo contemporáneo, adquiriendo el sonido
musical un efecto de extrañamiento fruto de la desmaterialización y la utilización
de melodías particulares. Algunas escenas que se construyen de manera
intrínseca con la música son el final de Se7en, o la primera cena entre Mark,
Eduardo y Sean Parker en The social network.

Terminando el análisis formal, se puede pasar al desarrollo de la segunda parte de


la hipótesis planteada en la introducción: la puesta en escena como temática. Para
esto se abordara cada película por separado, demostrando que esta idea
atraviesa la filmografía analizada de David Fincher, y poniendo en evidencia que
esta es una de sus obsesiones como autor.

Comenzando con Se7en, esta idea es más o menos clara en el argumento del
filme. John Doe prepara y ejecuta una serie de asesinatos basados en los siete
pecados capitales (que son en si representaciones del mal) para mostrar, a partir
de esta meticulosa organización, la decadencia de la sociedad contemporánea.
Esta puesta, perfectamente orquestada, existe en función de un último acto, en el
que la misma construcción que realizo el asesino se vuelve evidente para el
mismo personaje, encontrando así el final imposible, y terminando de confirmar
que, por más que la puesta sea evidenciada, el plan va a continuar funcionando
porque sus acciones ya están escritas. En esta escena final, Mills, consciente de
la construcción, no puede sin embargo más que seguir apoyándola y trabajando
en función de ella.

En The game la idea esta es todavía más clara y las dimensiones materiales de
esta puesta en escena adquieren una mayor visibilidad. Nicholas Van Orton, sin
poder distinguir entre realidad y ficción, desesperado por recuperar su normalidad,
entra en el juego, y, una vez consumido por este, no puede salir. Es
constantemente manipulado, se sabe que va a hacer y cómo va a hacerlo, y todos
los elementos que se le presentan están en función de eso mismo. El final en el
que él decide saltar, termina de presentarnos las características destructivas que
puede tener esta misma puesta (aunque en el filme el personaje se salva, es por
la propia orquestación), llegando entonces a problematizar al mismo cine como
discurso.

Fight club traduce esta misma obsesión, pero la lleva a un nuevo campo: el propio
protagonista es el creador, el escritor, el realizador y el espectador de su gran
puesta en escena. En las dos vidas del protagonista, el excesivo esquematismo,
visible en los espacios, de las diferentes puestas lo llevan a la destrucción.
Nuevamente develada, nuevamente ineludible. El final está escrito y ante el no
podemos más que observar. El último plano nos termina de confirmar la hipótesis:
la puesta esta armada, y el acto debe ser interpretado.

En Red social, si bien parece más lejana e inexacta la propuesta (y en cierta


medida puede serlo), la temática se sigue manteniendo. Mark Zuckerberg está,
desde su primera escena, obsesionado con los clubes sociales de Harvard, los
lugares por excelencia de las máscaras y de los disfraces, en los que el querer ser
se manifiesta materialmente. El personaje es consciente de la importancia de la
puesta, y es consciente del lugar al que aspira, por lo que decide crear este nuevo
espacio virtual, representación de la puesta en escena por excelencia en el
sentido de la falsificación y de la organización para otro. Pero, la narración
adquiere una capa más de complejidad al movernos al juicio: segundo lugar de la
puesta en el que el relato y las pruebas pueden definir el futuro de alguien, y a la
vez, espacio de consciencia total, en el que cada uno de los participantes sabe
que lo que está pasando no es más que una representación y un recorte en el que
cada detalle de la presentación cuenta e importa. Se podría ver entonces en The
social network, la complejización y la autoconsciencia de la puesta como temática.

Y, por último, Perdida. Su forma puede parecer más cercana a sus primeras
películas en las que la puesta en escena diegética es planificada y organizada
para un personaje por otro personaje, pero, una de las líneas fundamentales de
las anteriores (que es la planificación y construcción del efecto final, inevitable y
condensador) aquí se ve torcida. Amy organiza la puesta, Nick la cree, la deja de
creer, se confunde y descubre la verdad; pero Amy también es descubierta, y, por
primera vez su plan falla. Toda la organización se ve desbaratada y una nueva
puesta (que comienza con el asesinato de Desi Collings) retoma y recupera el
lugar central, generando nuevamente la aceptación del artificio.

Hay algo del orden de lo inevitable en el cine de Fincher, construido en función de


ese final en el que se concluyen las ideas fundamentales del cine mismo, que, sin
embargo, jamás podría existir sin el desarrollo de la narración y la propia puesta
en escena perfeccionista, y a la vez autoconsciente.

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