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REDACCIÓN
Semana 16
Quinto Católica
FUENTE 1
Los hechos
Fue hace más de 30 años. El papa Juan Pablo I apareció muerto en su cama. Llevaba solo 33 días de pontificado. Según
el comunicado oficial, murió de un infarto agudo de miocardio. Sin embargo, la forma en que se encuentra el cadáver no
responde al cuadro típico del infarto: no ha habido lucha con la muerte, tiene unas hojas de papel en las manos, como si aún
leyera.
Aunque oficialmente se negó, un benedictino que trabajaba en la Secretaría de Estado dio a conocer a un amigo,
el mismo día de la muerte, que hubo autopsia. Por ella se supo que murió por la ingestión de una dosis fortísima de
un vasodilatador, que en la tarde anterior habría recetado por teléfono su médico personal de Venecia.
En realidad, nunca me creí (y así lo manifesté) que el Dr. Da Ros, médico personal del papa Luciani, hubiera recetado una
medicina contraindicada. Pero solo él podía desmentir algo que tan directamente le afectaba. Pues bien, en 1993, tras
quince años de silencio, el Dr. Da Ros declaró que Juan Pablo I, estaba bien de salud y que aquella tarde no le
recetó nada.
Por tanto, un diagnóstico sin fundamento, una autopsia secreta, un medicamento que mata al Papa y que no ha recetado su
médico personal... Sigamos.
El 14 de mayo de 1989, la llamada persona de Roma (para nosotros, el cardenal Pironio) envía un informe a Camilo
Bassotto, amigo personal del papa Luciani y testigo principal de la fuente veneciana. El informe va firmado, pero debe
publicarse sin firma: el puesto que ocupa el misterioso comunicante no le permite otra cosa. Según dicho informe, Juan
Pablo I tenía un programa de cambios y había tomado decisiones importantes, incluso arriesgadas: terminar con los
negocios vaticanos, cortar la relación del Banco Vaticano con el Banco Ambrosiano, destituir al presidente del Banco
Vaticano (Marcinkus), hacer frente a la masonería y a la mafia.
Todo esto se ha intentado ocultar. Sin embargo, tiene clara relevancia judicial. Desde la primera investigación (Yallop, 1984)
las mayores sospechas recaen en la desaparecida logia Propaganda Dos, aunque hubiera colaboración interna dentro del
Vaticano. El Banco Vaticano tuvo que pagar por la responsabilidad contraída en la quiebra del Ambrosiano más 240 millones
de dólares. En el juicio por la quiebra, que concluye en 1992, las mayores condenas caen sobre los jefes de la logia P2: 18
años y medio de cárcel para Licio Gelli y 19 para Umberto Ortollani. Sorprende la serie de asesinatos y atentados violentos
relacionados de una u otra forma con la P2, con la mafia, con el Ambrosiano, con el Banco Vaticano: Ambrosoli, Alessandrini,
Calvi, Sindona, Pecorelli..., sin olvidar el atentado contra Juan Pablo II, la desaparición de Emanuela Orlandi (hija de un
empleado vaticano) y el triple crimen de la Guardia Suiza.
Don Germano Pattaro, sacerdote veneciano que Juan Pablo I llevó a Roma como consejero, dejó en su momento a Camilo
Bassotto un testimonio fundamental sobre el papa Luciani, cuya figura ha sido injustamente distorsionada: "estaba en el
camino de la profecía". Esto no significa adivinar el futuro sino hablar y actuar en nombre de Dios.
Además, don Germano atestigua algo realmente sorprendente, que también tiene relevancia judicial: Juan Pablo I sabía a
los pocos días de pontificado quién iba a ser (y, además pronto) su sucesor.
FUENTE 2
Casi tres horas después del hallazgo del cadáver, el Vaticano dio el siguiente comunicado oficial: " Esta mañana,
29 de septiembre de 1978, hacia las cinco y media, el secretario particular del Papa, no habiendo en contrado al
Santo Padre en la capilla, como de costumbre, le ha buscado en su habitación y le ha encontrado muerto en la cama, con
la luz encendida, como si aún leyera. El médico, Dr. Renato Buzzonetti, que acudió inmediatamente, ha comprobado su
muerte, acaecida probablemente hacia las 23 horas del día anterior a causa de un infarto agudo de miocardio".
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Ciclo
Católica
FUENTE 3
En agosto de 1993, me llamó Andrea Tornielli, de la revista 30 Giorni, de Comunión y Liberación. Estaban preparando
un número dedicado a Juan Pablo I. Entre otras cosas, me preguntó sobre la salud de Luciani.
Juan Pablo I, respondí, estaba bien de salud. Su muerte fue totalmente inesperada. Cuando su secretario, Diego Lorenzi,
le comunicó la noticia, su médico personal no se lo podía creer. El Dr. Da Ros "le había visitado el domingo anterior
y le había encontrado con muy buena salud".
El propio Lorenzi dio este testimonio sobre la salud de Luciani: "Puedo decir que en los 26 meses que yo he estado
con él, Luciani no ha pasado nunca 24 horas en cama, no ha pasado nunca una mañana o una tarde en cama, no ha
tenido nunca un dolor de cabeza o una fiebre que le obligase a guardar cama, nunca. Gozaba de una buena salud; ningún
problema de dieta, comía de todo cuanto le ponían delante, no conocía problemas de diabetes o de colesterol; tenía solo
la presión un poco baja".
En junio de 1998, en Roma, pude hablar con Giovanni Gennari, que ahora es periodista en el servicio de prensa de la
RAI, la televisión italiana. Gennari conocía personalmente a Luciani y era amigo de don Germano Pattaro, teólogo vene-
ciano que Juan Pablo I llevó a Roma como consejero.
Gennari me confirmó lo publicado por él, o sea, que se le hizo la autopsia al papa Luciani y que "por ella se supo que
había muerto por la ingestión de una dosis fortísima de un vasodilatador recetado por teléfono por su ex médico personal
de Venecia", que "el Papa a las diez y media de la noche hizo abrir la farmacia vaticana", que "el Papa debió equivocarse
y tomó una dosis altísima que le provocó un infarto fulminante". Le pregunté que si su fuente era fiable. Me dijo: "Para mí
es totalmente fiable. Me llamó a las siete de la mañana un benedictino que trabajaba en la secretaría de Estado
con Benelli". Benelli fue sustituto de la Secretaría de Estado antes de ser enviado a Florencia como arzobispo y ser
nombrado cardenal, en junio de 1977.
FUENTE 4
Un testimonio fundamental es dado once años después de los hechos por la llamada persona de Roma, que, con fecha
de 14 de mayo del '89, fiesta de Pentecostés, y firmada a mano, envía a Camilo Bassotto una carta con unos apuntes.
Entre otras cosas, dice: "Los apuntes que le adjunto son para usted. Había pensado tenerlos para mí. Me vino también
la idea de publicarlos, pero el puesto que ocupo no me lo permite, al menos por ahora. El papa Luciani me gratificaba
con su benevolencia y, me atrevo a esperar, también con su estima. Por qué quiso hacerme partícipe de algunos pen-
samientos expresados por él al cardenal Villot, no lo sé. Ellos constituyen un auténtico compromiso, vivo y presente en
su corazón hasta el último día. Yo sostengo que se debe hacer justicia y dar testimonio de Juan Pablo I".
He aquí, algunos pensamientos que el papa Luciani llevaba en el corazón y que, además, quería que fueran conocidos.
Juan Pablo I pensaba, entre otras cosas:
- Destituir al presidente del IOR (Instituto para Obras de Religión, Banco Vaticano) y reformar íntegramente dicha
institución, para que no se repitan experiencias dolorosas del pasado, que el papa Luciani sufrió ya de obispo y que
de ningún modo quiere que se repitan siendo papa.
- Tomar abierta posición, incluso delante de todos, frente a la masonería y la mafia.
Como consta en el documento de la persona de Roma, Juan Pablo I era consciente del riesgo que corría. Dijo al cardenal
Villot: "Eminencia, usted es el Secretario de Estado y es también Camarlengo de la Santa Romana Iglesia, usted sabe
mejor que nadie que el papa tiene que actuar con prudencia y con paciencia, pero también con coraje y confianza. El riesgo
lo ponemos todo en las manos de Dios, del Espíritu Santo y de Cristo Señor. Estos pensamientos que le confío, de
momento brevemente, los llevo muy en el corazón. Usted me ayudará a realizarlos de forma adecuada".
Juan Pablo I, con firmeza ya demostrada en asuntos semejantes, quería poner orden en las finanzas vaticanas. Para ello,
pensaba destituir al obispo Paul C. Marcinkus, presidente del IOR, Instituto para las Obras de Religión, llamado también
Banco del Vaticano. Una tarde, el Secretario de Estado, cardenal Villot, le habló del IOR en estos términos: "El IOR es una
piedra caliente que abrasa en las manos de todos. Alguno corre el riesgo de quemarse". Juan Pablo I le dijo claramente: "En
cuestiones de dinero, la Iglesia debe ser transparente, debe obrar a la luz del sol. Va en ello su credibilidad. Se lo digo
también a usted. La Iglesia no debe tener poder, ni debe poseer riquezas".
Le dijo también Luciani a Villot: "El presidente del IOR debe ser sustituido, cuando usted lo juzgue oportuno. Deberá
hacerse de modo justo y con respeto de la dignidad de la persona. Un obispo no puede presidir y gobernar un banco.
Aquella que se llama sede de Pedro y que se dice también santa, no puede degradarse hasta el punto de mezclar sus
actividades financieras con las de los banqueros, para los cuales la única ley es el beneficio y donde se ejerce la usura,
permitida y aceptada, pero al fin y al cabo usura. Hemos perdido el sentido de la pobreza evangélica; hemos hecho nuestras
las reglas del mundo. Yo he padecido, ya de obispo, amarguras y ofensas por hechos vinculados al dinero. No quiero que
esto se repita de papa. El IOR debe ser íntegramente reformado".
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REDACCIÓN
De tiempo atrás, la relación de Marcinkus con Luciani era tensa. Marcinkus no había recibido bien la elección del nuevo
Papa. Luciani lo sabía. Le dijo a Villot: "Alguno aquí, en la ciudad del Vaticano, ha definido al Papa actual como una
figura insignificante. No es un descubrimiento. Siempre lo supe y nuestro Señor antes que yo. No fui yo quien quiso ser
papa. Yo, como Albino Luciani, puedo ser una zapatilla rota, pero como Juan Pablo, es Dios quien actúa en mí. Siento que
necesitaré mucho coraje, mucha firmeza, gran humildad, mucha fe y mucha, mucha caridad. Un obispo, alto y robusto,
siempre de esta casa, ha declarado que la elección del Papa ha sido un descuido del Espíritu Santo. Puede ser. No sé
entonces cómo ha ocurrido que más de cien cardenales han elegido a este Papa por unanimidad y con entusiasmo".
Juan Pablo I, pensaba tomar abierta posición, incluso delante de todos, frente a la masonería y frente a la mafia. En el
informe de la persona de Roma, esta posición del Papa aparece a continuación, después de hablar de la destitución de
Marcinkus y de la reforma integral del IOR. Le dijo a Villot: "No se olvide de que la masonería, cubierta o descubierta, como
la llaman los expertos, no ha muerto jamás, está más viva que nunca. Como no ha muerto esa horrible cosa que se
llama mafia. Son dos potencias del mal. Debemos plantarnos con valentía ante sus perversas acciones. Debemos vigilar
todos, laicos, curas, y especialmente los párrocos y los obispos. Debemos proteger a las gentes de nuestras comuni-
dades. Es un tema que un día afrontaremos con más claridad delante de todos".
Todavía no se había publicado la lista de la logia P2, que en Italia constituía un Estado dentro del Estado. Fue en mayo
del '81 y su publicación provocó la caída del gobierno italiano. Pero, sobre su mesa de trabajo, tenía el papa Luciani una
lista de presuntos masones vaticanos, elaborada por el periodista Mino Pecorelli, miembro arrepentido de la logia P2.
Como es sabido, en el juicio por la quiebra del Banco Ambrosiano, las mayores condenas caen sobre los jefes de la P2:
18 años y medio de cárcel para Licio Gelli y 19 para Umberto Ortollani.
FUENTE 5
Caso abierto
Para El Vaticano, la desaparición de Juan Pablo I es un caso cerrado el 29 de septiembre de 1978. Para muchos es un
caso abierto, también para el magistrado italiano Pietro Saviotti, de la Fiscalía de Roma. El autor de estas líneas le envió
sus dos libros hace un año, ofreciéndole los resultados de su investigación y poniéndose a su disposición.
En el plano eclesiástico, se han dado los primeros pasos hacia el proceso de beatificación del papa Luciani. Contra-
diciendo una tradición secular que se refiere a los papas, la causa de beatificación no parte de Roma, sino de su tierra
de origen, donde es recordado por su "santidad ordinaria". Es decir, el planteamiento es este: ¡qué bueno era! Sin embargo,
hay que decirlo claramente, un proceso de beatificación que eludiera el modo de la muerte estaría viciado de raíz. Para
nosotros, Juan Pablo I es mártir de la purificación y renovación de la Iglesia.
(Fragmentos extraídos de una investigación de Jesús López Sáez sobre la muerte de Juan Pablo I)
Redacta un ensayo titulado: "La muerte de Juan Pablo I: Asesinato o muerte natural"
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