ANTOLOGIA
ANTOLOGIA
ANTOLOGIA
La Tarara, sí;
la tarara, no;
la Tarara, niña,
que la he visto yo.
Lleva la Tarara
un vestido verde
lleno de volantes
y de cascabeles.
La Tarara, sí;
la tarara, no;
la Tarara, niña,
que la he visto yo.
Luce mi Tarara
su cola de seda
sobre las retamas
y la hierbabuena.
Ay, Tarara loca.
Mueve, la cintura
para los muchachos
de las aceitunas.
El renacuajo paseador
El hijo de Rana, Rinrín renacuajo,
salió esta mañana muy tieso y muy majo
con pantalón corto, corbata a la moda,
sombrero encintado y chupa de boda.
—¡Muchacho, no salgas! —le grita mamá
pero él hace un gesto y orondo se va.
Halló en el camino, a un ratón vecino
y le dijo: —¡Amigo!— venga usted conmigo.
Visitemos juntos a doña Ratona
y habrá francachela y habrá comilona.
A poco llegaron, y avanza Ratón,
Estírase el cuello, coge el aldabón,
da dos o tres golpes, preguntan ¿quién es?
—Yo doña ratona, beso a usted los pies.
¿Está usted en casa? —Sí señor, sí estoy,
y celebro mucho ver a ustedes hoy;
estaba en mi oficio, hilando algodón,
pero eso no importa; bienvenidos son.
¡Buen viaje!
Con la mitad de un periódico hice un buque de papel,
que en la fuente de mi casa va navegando muy bien.
Mi hermana con su abanico, sopla y sopla sobre él.
¡Muy buen viaje!
¡Muy buen viaje,
buquecito de papel!
El lagarto está llorando
El lagarto está llorando.
La lagarta está llorando.
El lagarto y la lagarta
con delantalitos blancos.
Han perdido sin querer
su anillo de desposados.
¡Ay, su anillito de plomo,
ay, su anillito plomado!
Un cielo grande y sin gente
monta en su globo a los pájaros.
El sol, capitán redondo,
lleva un chaleco de raso.
¡Miradlos qué viejos son!
¡Qué viejos son los lagartos!
¡Ay cómo lloran y lloran,
¡ay!,¡ay! cómo están llorando!
La mariposa
Mariposa del aire,
qué hermosa eres,
mariposa del aire
dorada y verde.
Luz de candil,
mariposa del aire,
¡quédate ahí, ahí, ahí!
No te quieres parar,
pararte no quieres…
Mariposa del aire,
dorada y verde.
Luz de candil…
Mariposa del aire,
¡quédate ahí, ahí, ahí!
¡Quédate ahí!
Mariposa, ¿estás ahí?
Doña Primavera
Doña Primavera
viste que es primor,
viste en limonero
y en naranjo en flor.
Lleva por sandalias
unas anchas hojas,
y por caravanas
unas fucsias rojas.
Salid a encontrarla
por esos caminos.
¡Va loca de soles
y loca de trinos!
Doña Primavera
de aliento fecundo,
se ríe de todas
las penas del mundo…
No cree al que le hable
de las vidas ruines.
¿Cómo va a toparlas
entre los jazmines?
Leonardo Da Vinci
Uga, la tortuga
¡Caramba, todo me sale mal!, se lamentaba constantemente
Uga, la tortuga. Y no era para menos: siempre llegaba tarde,
era la última en terminar sus tareas, casi nunca ganaba premios
por su rapidez y, para colmo era una dormilona. ¡Esto tiene
que cambiar!, se propuso un buen día, harta de que sus
compañeros del bosque le recriminaran por su poco esfuerzo.
Y optó por no hacer nada, ni siquiera tareas tan sencillas como
amontonar las hojitas secas caídas de los árboles en otoño o
quitar las piedrecitas del camino a la charca.
– “¿Para qué preocuparme en hacerlo si luego mis compañeros
lo terminarán más rápido? Mejor me dedico a jugar y a
descansar”.
– “No es una gran idea”, dijo una hormiguita. “Lo que
verdaderamente cuenta no es hacer el trabajo en tiempo récord,
lo importante es hacerlo lo mejor que sepas, pues siempre te
quedarás con la satisfacción de haberlo conseguido. No todos
los trabajos necesitan de obreros rápidos. Hay labores que
requieren más tiempo y esfuerzo. Si no lo intentas, nunca
sabrás lo que eres capaz de hacer y siempre te quedarás con la
duda de qué hubiera sucedido si lo hubieras intentado alguna
vez. Es mejor intentarlo y no conseguirlo, que no hacerlo y
vivir siempre con la espina clavada. La constancia y la
perseverancia son buenas aliadas para conseguir lo que nos
proponemos
Carrera de zapatillas
Había llegado por fin el gran día. Todos los animales del
bosque se levantaron temprano porque ¡era el día de la gran
carrera de zapatillas! A las nueve ya estaban todos reunidos
junto al lago. También estaba la jirafa, la más alta y hermosa
del bosque. Pero era tan presumida que no quería ser amiga de
los demás animales, así que comenzó a burlarse de sus amigos:
– Ja, ja, ja, ja, se reía de la tortuga que era tan bajita y tan
lenta.
– Jo, jo, jo, jo, se reía del rinoceronte que era tan gordo.
– Je, je, je, je, se reía del elefante por su trompa tan larga.
Un conejo en la vía
Daniel se divertía dentro del coche con su hermano menor,
Carlos. Iban de paseo con sus padres al Lago Rosado. Allí
irían a nadar en sus tibias aguas y elevarían sus nuevas
cometas. Sería un paseo inolvidable. De pronto el coche se
detuvo con un brusco frenazo. Daniel oyó a su padre exclamar
con voz ronca:
La ratita blanca
El hada soberana de las cumbres invitó un día a todas las hadas
de las nieves a una fiesta en su palacio. Todas acudieron
envueltas en sus capas de armiño y guiando sus carrozas de
escarcha. Sin embargo, una de ellas, Alba, al oír llorar a unos
niños que vivían en una solitaria cabaña, se detuvo en el
camino. El hada entró en la pobre casa y encendió la
chimenea. Los niños, calentándose junto a las llamas, le
contaron que sus padres hablan ido a trabajar a la ciudad y
mientras tanto, se morían de frío y miedo.
La gratitud de la fiera
Androcles, un pobre esclavo de la antigua Roma, en un
descuido de su amo, escapó al bosque. Buscando refugio
seguro, encontró una cueva y al entrar, a la débil luz que
llegaba del exterior, el joven descubrió un soberbio león. Se
lamía la pata derecha y rugía de vez en cuando. Androcles, sin
sentir temor, se dijo:
– “Este pobre animal debe estar herido. Parece como si el
destino me hubiera guiado hasta aquí para que pueda ayudarle.
Vamos, amigo, no temas, te ayudaré”.
Así, hablándole con suavidad, Androcles venció el recelo de la
fiera y tanteó su herida hasta encontrar una flecha clavada
profundamente. Se la extrajo y luego le lavó la herida con agua
fresca.
Durante varios días, el león y el hombre compartieron la cueva
hasta que Androcles, creyendo que ya no le buscarían se
decidió a salir. Varios centuriones romanos armados con sus
lanzas cayeron sobre él y le llevaron prisionero al circo.
Pasados unos días, fue sacado de su pestilente mazmorra. El
recinto estaba lleno a rebosar de gentes ansiosas de contemplar
la lucha. Androcles se aprestó a luchar con el león que se
dirigía hacia él. De pronto, con un espantoso rugido, la fiera se
detuvo en seco y comenzó a restregar cariñosamente su
cabezota contra el cuerpo del esclavo.
Secreto a voces
Gretel, la hija del Alcalde, era muy curiosa. Quería saberlo
todo, pero no sabía guardar un secreto.
Gretel prometió callar, pero a las doce del día siguiente estaba
en la plaza con todas sus compañeras de la escuela para ver
cómo colocaban el reloj en el ayuntamiento. Sin embargo,
grande fue su sorpresa al ver que tal reloj no existía. El
Alcalde quiso dar una lección a su hija y en verdad fue dura,
pues las niñas del pueblo estuvieron mofándose de ella durante
varios años. Eso sí, le sirvió para saber callar a tiempo.
A pares y nones
vamos a jugar
el que quede solo
ese perderá ¡Ya!
A LA RUEDA DE PAN Y CANELA
A la rueda, rueda,
de pan y canela,
vístete pronto
y corre a la escuela.
AL CORRO DE LA PATATA
Al corro de la patata,
comeremos ensalada,
como comen los señores,
naranjitas y limones.
Achupé, achupé,
sentadita me quedé.
LOS POLLITOS DICEN
La gallina busca
el maíz y el trigo,
les da la comida
y les busca abrigo.
En el agua clara
que brota en la fuente
un lindo pescado
salta de repente.
—Lindo pescadito
¿no quieres salir
a jugar con mi aro?
¡Vamos al jardín!
Lindo pescadito,
yo te debo amar
porque a tu mamita
sabes respetar.
VAMOS A REMAR
Vamos a remar,
(Con los brazos hacen los movimientos de remar)
en un botecito,
rápido, rápido,
rápido,
en un botecito.
Vamos a volar,
(Ahora, simulan las alas de un avión)
en un avioncito,
rápido, rápido,
rápido,
en un avioncito.
Vamos a pasear,
(Con brazos y manos simulan manejar un coche)
en un cochecito,
rápido, rápido,
rápido,
en un cochecito.
LAS GOTITAS DE AGUA DE LA REGADERA
¡Qué bonitas brillan
las gotitas de agua,
las gotitas de agua
de la regadera!
Brincan por mi pelo,
juegan en mi cuello,
bajan por mis hombros
y caen a mis pies.
NARANJA DULCE
(Él)
—Naranja dulce.
(Ella)
—Limón partido.
(Él)
—dame un abrazo que yo te pido.
Si fueran falsos mis juramentos,
en otros tiempos se olvidarán.