ANTOLOGIA

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La Tarara

La Tarara, sí;
la tarara, no;
la Tarara, niña,
que la he visto yo.

Lleva la Tarara
un vestido verde
lleno de volantes
y de cascabeles.

La Tarara, sí;
la tarara, no;
la Tarara, niña,
que la he visto yo.

Luce mi Tarara
su cola de seda
sobre las retamas
y la hierbabuena.

Ay, Tarara loca.
Mueve, la cintura
para los muchachos
de las aceitunas.

Agua, ¿dónde vas?


Agua, ¿dónde vas?
Riendo voy por el río a las orillas del mar.

Mar, ¿adónde vas?
Río arriba voy buscando fuente donde descansar.

Chopo, y tú ¿qué harás?
No quiero decirte nada. Yo…, ¡temblar!

¿Qué deseo, qué no deseo, por el río y por la mar?
Cuatro pájaros sin rumbo en el alto chopo están.

El congreso de los ratones


Juntáronse los ratones
para librarse del gato;
y después de largo rato
de disputas y opiniones,
dijeron que acertarían
en ponerle un cascabel,
que andando el gato con él,
librarse mejor podrían.

Salió un ratón barbicano,
colilargo, hociquirromo
y encrespando el grueso lomo,
dijo al senado romano,
después de hablar culto un rato:
  ¿Quién de todos ha de ser
el que se atreva a poner
ese cascabel al gato?

El renacuajo paseador
El hijo de Rana, Rinrín renacuajo,
salió esta mañana muy tieso y muy majo
con pantalón corto, corbata a la moda,
sombrero encintado y chupa de boda.
—¡Muchacho, no salgas! —le grita mamá
pero él hace un gesto y orondo se va.
 
Halló en el camino, a un ratón vecino
y le dijo: —¡Amigo!— venga usted conmigo.
Visitemos juntos a doña Ratona
y habrá francachela y habrá comilona.
A poco llegaron, y avanza Ratón,
Estírase el cuello, coge el aldabón,
da dos o tres golpes, preguntan ¿quién es?
—Yo doña ratona, beso a usted los pies.
 
¿Está usted en casa? —Sí señor, sí estoy,
y celebro mucho ver a ustedes hoy;
estaba en mi oficio, hilando algodón,
pero eso no importa; bienvenidos son.

Las siete vidas del gato


Preguntó al gato Mambrú
el lebrel Perdonavidas:
— Pariente de Micifú,
¿qué secreto tienes tú
para vivir siete vidas?

Y Mambrú le contestó:
—Mi secreto es muy sencillo,
pues no consiste sino
en frecuentar como yo
el aseo y el cepillo.

¡Buen viaje!
Con la mitad de un periódico hice un buque de papel,
que en la fuente de mi casa va navegando muy bien.
Mi hermana con su abanico, sopla y sopla sobre él.
¡Muy buen viaje!
¡Muy buen viaje,
buquecito de papel!
El lagarto está llorando
El lagarto está llorando.
La lagarta está llorando.

El lagarto y la lagarta
con delantalitos blancos.

Han perdido sin querer
su anillo de desposados.

¡Ay, su anillito de plomo,
ay, su anillito plomado!

Un cielo grande y sin gente
monta en su globo a los pájaros.

El sol, capitán redondo,
lleva un chaleco de raso.

¡Miradlos qué viejos son!
¡Qué viejos son los lagartos!

¡Ay cómo lloran y lloran,
¡ay!,¡ay! cómo están llorando!

La mariposa
Mariposa del aire,
qué hermosa eres,
mariposa del aire
dorada y verde.

Luz de candil,
mariposa del aire,
¡quédate ahí, ahí, ahí!

No te quieres parar,
pararte no quieres…
Mariposa del aire,
dorada y verde.

Luz de candil…
Mariposa del aire,
¡quédate ahí, ahí, ahí!
¡Quédate ahí!
Mariposa, ¿estás ahí?

Con tal de que duermas


La rosa colorada
cogida ayer;
el fuego y la canela
que llaman clavel;

el pan horneado
de anís con miel,
y el pez de la redoma
que la hace arder:

todito tuyo
hijito de mujer,
con tal que quieras
dormirte de una vez.

La rosa, digo:
digo el clavel.
La fruta, digo,
y digo que la miel;

y el pez de luces
y más y más también,
¡con tal que duermas
hasta el amanecer!

Doña Primavera
Doña Primavera
viste que es primor,
viste en limonero
y en naranjo en flor.

Lleva por sandalias
unas anchas hojas,
y por caravanas
unas fucsias rojas.

Salid a encontrarla
por esos caminos.
¡Va loca de soles
y loca de trinos!

Doña Primavera
de aliento fecundo,
se ríe de todas
las penas del mundo…

No cree al que le hable
de las vidas ruines.
¿Cómo va a toparlas
entre los jazmines?

La plaza tiene una torre


La plaza tiene una torre,
la torre tiene un balcón,
el balcón tiene una dama,
la dama una blanca flor.

Ha pasado un caballero,
¡quién sabe por qué pasó!,
y se ha llevado la plaza
con su torre y su balcón,
con su balcón y su dama,
su dama y su blanca flor.
Era un niño que soñaba

Era un niño que soñaba
un caballo de cartón.
Abrió los ojos el niño
y el caballito no vio.

Con un caballito blanco
el niño volvió a soñar;
y por la crin lo cogía...
¡Ahora no te escaparás!

Apenas lo hubo cogido,
el niño se despertó.
Tenía el puño cerrado.
¡El caballito voló!

Quedóse el niño muy serio
pensando que no es verdad
un caballito soñado.
Y ya no volvió a soñar.
Paisaje
La tarde equivocada
se vistió de frío.

Detrás de los cristales
turbios, todos los niños,
ven convertirse en pájaros
un árbol amarillo.

La tarde está tendida
a lo largo del río.
Y un rubor de manzana
tiembla en los tejadillos.
Palomita en la playa
A la orilla del mar
canta una paloma;
dulcemente canta,
tristemente llora,
dulcemente canta
la blanca paloma;
se van los pichones
y la dejan sola.
Margarita
Margarita está linda la mar,
y el viento,
lleva esencia sutil de azahar;
yo siento
en el alma una alondra cantar;
tu acento:
Margarita, te voy a contar
un cuento.

Este era un rey que tenía
un palacio de diamantes,
una tienda hecha del día
y un rebaño de elefantes.
Un quiosco de malaquita,
un gran manto de tisú,
y una gentil princesita,
tan bonita,
Margarita,
tan bonita como tú.

1 Más vale estar solo que mal acompañado


Hay veces que es mejor estar uno solo que tener amistades
dañinas. Diles este refrán a tus hijos cuando veas que tienen
algún amigo que en verdad no lo es tanto.

2 Perro ladrador poco mordedor


Las personas que tienen mucho 'pronto' al final son las que
menos discuten y pelean.

3 A caballo regalado no le mires el dentado


Lo que importa no es tanto lo material sino su valor
sentimental.

4 A mal tiempo, buena cara


En la vida debemos aprender a ser positivos ante las
adversidades.
5 La cabra siempre tira al monte
Cada uno tiene sus propias tendencias, al final siempre
acabamos cediendo ante ellas.

6 A palabras necias, oídos sordos


Cuando alguien dice cosas malas es mejor no hacer caso.

7 No es oro todo lo que reluce


No te fíes siempre de las apariencias, la mayoría de las veces
no son lo que parecen
8 A las diez en la cama estés, si es antes mejor que después
Hay que dormir temprano para tener energía para el día
siguiente.

9 No hay atajo sin trabajo


Sin esfuerzo no se puede lograr lo que deseamos, sobre todo si
lo queremos a la de ya.

10 En boca cerrada no entran moscas


Hay veces que el silencio es lo mejor que podemos decir.

11 Árbol que nace torcido su tronco jamás endereza


Las características con las que nacemos siempre nos van a
acompañar, sin embargo, siempre podemos cambiar aquello
que nos gusta. ¿A que se trata de una moraleja que bien
merece la pena enseñar a los niños?

12 Antes se coge a un mentiroso que a un cojo


¡La mentira tiene las patas cortas! Un refrán que seguro
diremos a nuestros hijos más de una vez y más de dos.

13 Más vale maña que fuerza


La fuerza no lo es todo, lo que en verdad vale es pensar una
solución.

14 No hay mal que por bien no venga


De todo se puede aprender algo, incluso de los malos
momentos.
15 Quien duerme mucho, poco aprende
¡Hay que quitarse la pereza de encima!

El niño y los clavos


Había un niño que tenía muy mal carácter. Un día, su padre le
dio una bolsa con clavos y le dijo que cada vez que perdiera la
calma, clavase un clavo en la cerca del patio de la casa. El
primer día, el niño clavó 37 clavos. Al día siguiente, menos, y
así el resto de los días. Él pequeño se iba dando cuenta que era
más fácil controlar su genio y su mal carácter que tener que
clavar los clavos en la cerca. Finalmente llegó el día en que el
niño no perdió la calma ni una sola vez y fue alegre a
contárselo a su padre. ¡Había conseguido, finalmente, controlar
su mal temperamento! Su padre, muy contento y satisfecho, le
sugirió entonces que por cada día que controlase su carácter,
sacase un clavo de la cerca. Los días pasaron y cuando el niño
terminó de sacar todos los clavos fue a decírselo a su padre.

Entonces el padre llevó a su hijo de la mano hasta la cerca y le


dijo:
– “Has trabajo duro para clavar y quitar los clavos de esta
cerca, pero fíjate en todos los agujeros que quedaron. Jamás
será la misma. Lo que quiero decir es que cuando dices o haces
cosas con mal genio, enfado y mal carácter dejas una cicatriz,
como estos agujeros en la cerca. Ya no importa que pidas
perdón. La herida siempre estará allí.
El papel y la tinta
Había una hoja de papel sobre una mesa, junto a otras hojas
iguales a ella, cuando una pluma, bañada en negrísima tinta, la
manchó completa y la llenó de palabras.

– “¿No podrías haberme ahorrado esta humillación?”, dijo


enojada la hoja de papel a la tinta. “Tu negro infernal me ha
arruinado para siempre”.

– “No te he ensuciado”, repuso la tinta. “Te he vestido de


palabras. Desde ahora ya no eres una hoja de papel sino un
mensaje. Custodias el pensamiento del hombre. Te has
convertido en algo precioso”.

En ese momento, alguien que estaba ordenando el despacho,


vio aquellas hojas esparcidas y las juntó para arrojarlas al
fuego. Sin embargo, reparó en la hoja “sucia” de tinta y la
devolvió a su lugar porque llevaba, bien visible, el mensaje de
la palabra. Luego, arrojó el resto al fuego.

Leonardo Da Vinci
Uga, la tortuga
¡Caramba, todo me sale mal!, se lamentaba constantemente
Uga, la tortuga. Y no era para menos: siempre llegaba tarde,
era la última en terminar sus tareas, casi nunca ganaba premios
por su rapidez y, para colmo era una dormilona. ¡Esto tiene
que cambiar!, se propuso un buen día, harta de que sus
compañeros del bosque le recriminaran por su poco esfuerzo.
Y optó por no hacer nada, ni siquiera tareas tan sencillas como
amontonar las hojitas secas caídas de los árboles en otoño o
quitar las piedrecitas del camino a la charca.
– “¿Para qué preocuparme en hacerlo si luego mis compañeros
lo terminarán más rápido? Mejor me dedico a jugar y a
descansar”.
– “No es una gran idea”, dijo una hormiguita. “Lo que
verdaderamente cuenta no es hacer el trabajo en tiempo récord,
lo importante es hacerlo lo mejor que sepas, pues siempre te
quedarás con la satisfacción de haberlo conseguido. No todos
los trabajos necesitan de obreros rápidos. Hay labores que
requieren más tiempo y esfuerzo. Si no lo intentas, nunca
sabrás lo que eres capaz de hacer y siempre te quedarás con la
duda de qué hubiera sucedido si lo hubieras intentado alguna
vez. Es mejor intentarlo y no conseguirlo, que no hacerlo y
vivir siempre con la espina clavada. La constancia y la
perseverancia son buenas aliadas para conseguir lo que nos
proponemos
Carrera de zapatillas
Había llegado por fin el gran día. Todos los animales del
bosque se levantaron temprano porque ¡era el día de la gran
carrera de zapatillas! A las nueve ya estaban todos reunidos
junto al lago. También estaba la jirafa, la más alta y hermosa
del bosque. Pero era tan presumida que no quería ser amiga de
los demás animales, así que comenzó a burlarse de sus amigos:

– Ja, ja, ja, ja, se reía de la tortuga que era tan bajita y tan
lenta.

– Jo, jo, jo, jo, se reía del rinoceronte que era tan gordo.

– Je, je, je, je, se reía del elefante por su trompa tan larga.

Y entonces, llegó la hora de la largada. El zorro llevaba unas


zapatillas a rayas amarillas y rojas. La cebra, unas rosadas con
moños muy grandes. El mono llevaba unas zapatillas verdes
con lunares anaranjados. La tortuga se puso unas zapatillas
blancas como las nubes. Y cuando estaban a punto de
comenzar la carrera, la jirafa se puso a llorar desesperada. Es
que era tan alta, que ¡no podía atarse los cordones de sus
zapatillas!

Un conejo en la vía
Daniel se divertía dentro del coche con su hermano menor,
Carlos. Iban de paseo con sus padres al Lago Rosado. Allí
irían a nadar en sus tibias aguas y elevarían sus nuevas
cometas. Sería un paseo inolvidable. De pronto el coche se
detuvo con un brusco frenazo. Daniel oyó a su padre exclamar
con voz ronca:

– “¡Oh, mi Dios, lo he atropellado!”.

– “¿A quién, a quién?”, le preguntó Daniel.


– “No se preocupen”, respondió su padre. – “No es nada”.

El auto inició su marcha de nuevo y la madre de los chicos


encendió la radio, empezó a sonar una canción de moda en los
altavoces.

– “Cantemos esta canción”, dijo mirando a los niños en el


asiento de atrás.

La mamá comenzó a tararear una canción. Sin embargo,


Daniel miró por la ventana trasera y vio tendido sobre la
carretera a un conejo.

– “Para el coche papi”, gritó Daniel. “Por favor, detente”.


La sepultura del lobo
Hubo una vez un lobo muy rico pero muy avaro. Nunca dio ni
un poco de lo mucho que le sobraba. Sin embargo, cuando se
hizo viejo, empezó a pensar en su propia vida, sentado en la
puerta de su casa. Un burrito que pasaba por allí le preguntó:

– “¿Podrías prestarme cuatro medidas de trigo, vecino?”. “Te


daré ocho, si prometes velar por mi sepulcro en las tres noches
siguientes a mi entierro”.
– “Está bien”, dijo el burrito.
A los pocos días el lobo murió y el burrito fue a velar su
sepultura. Durante la tercera noche se le unió el pato que no
tenía casa. Y juntos estaban cuando, en medio de una
espantosa ráfaga de viento, llego el aguilucho y les dijo:
– “Si me dejáis apoderarme del lobo os daré una bolsa de oro”.
“Será suficiente si llenas una de mis botas”, le dijo el pato, que
era muy astuto.
El aguilucho se marchó para regresar enseguida con un gran
saco de oro, que empezó a volcar sobre la bota que el sagaz
pato había colocado sobre una fosa. Como no tenía suela y la
fosa estaba vacía no acababa de llenarse. El aguilucho decidió
ir entonces en busca de todo el oro del mundo. Y cuando
intentaba cruzar un precipicio con cien bolsas colgando de su
pico, cayó sin remedio

La ratita blanca
El hada soberana de las cumbres invitó un día a todas las hadas
de las nieves a una fiesta en su palacio. Todas acudieron
envueltas en sus capas de armiño y guiando sus carrozas de
escarcha. Sin embargo, una de ellas, Alba, al oír llorar a unos
niños que vivían en una solitaria cabaña, se detuvo en el
camino. El hada entró en la pobre casa y encendió la
chimenea. Los niños, calentándose junto a las llamas, le
contaron que sus padres hablan ido a trabajar a la ciudad y
mientras tanto, se morían de frío y miedo.

– “Me quedaré con vosotros hasta que vuestros padres


regresen”, prometió.

Y así lo hizo, pero a la hora de marcharse, nerviosa por el


castigo que podía imponerle su soberana por la tardanza,
olvidó la varita mágica en el interior de la cabaña.

El hada de las cumbres miró con enojo a Alba.

– “No solo te presentas tarde, sino que además lo haces sin tu


varita? ¡Mereces un buen castigo!”.
Las demás hadas defendieron a su compañera en desgracia.

La aventura del agua


Un día que el agua se encontraba en el soberbio mar sintió el
caprichoso deseo de subir al cielo. Entonces se dirigió al fuego
y le dijo:

– “¿Podrías ayudarme a subir más alto?”.

El fuego aceptó y con su calor, la volvió más ligera que el aire,


transformándola en un sutil vapor. El vapor subió más y más
en el cielo, voló muy alto, hasta los estratos más ligeros y fríos
del aire, donde ya el fuego no podía seguirlo. Entonces las
partículas de vapor, ateridas de frío, se vieron obligadas a
juntarse, se volvieron más pesadas que el aire y cayeron en
forma de lluvia. Habían subido al cielo invadidas de soberbia y
recibieron su merecido. La tierra sedienta absorbió la lluvia y,
de esta forma, el agua estuvo durante mucho tiempo prisionera
en el suelo, purgando su pecado con una larga penitencia.

La gratitud de la fiera
Androcles, un pobre esclavo de la antigua Roma, en un
descuido de su amo, escapó al bosque. Buscando refugio
seguro, encontró una cueva y al entrar, a la débil luz que
llegaba del exterior, el joven descubrió un soberbio león. Se
lamía la pata derecha y rugía de vez en cuando. Androcles, sin
sentir temor, se dijo:
– “Este pobre animal debe estar herido. Parece como si el
destino me hubiera guiado hasta aquí para que pueda ayudarle.
Vamos, amigo, no temas, te ayudaré”.
Así, hablándole con suavidad, Androcles venció el recelo de la
fiera y tanteó su herida hasta encontrar una flecha clavada
profundamente. Se la extrajo y luego le lavó la herida con agua
fresca.
Durante varios días, el león y el hombre compartieron la cueva
hasta que Androcles, creyendo que ya no le buscarían se
decidió a salir. Varios centuriones romanos armados con sus
lanzas cayeron sobre él y le llevaron prisionero al circo.
Pasados unos días, fue sacado de su pestilente mazmorra. El
recinto estaba lleno a rebosar de gentes ansiosas de contemplar
la lucha. Androcles se aprestó a luchar con el león que se
dirigía hacia él. De pronto, con un espantoso rugido, la fiera se
detuvo en seco y comenzó a restregar cariñosamente su
cabezota contra el cuerpo del esclavo.
Secreto a voces
Gretel, la hija del Alcalde, era muy curiosa. Quería saberlo
todo, pero no sabía guardar un secreto.

– “¿Qué hablabas con el Gobernador?”, le preguntó a su padre,


después de intentar escuchar una larga conversación entre los
dos hombres.
– “Estábamos hablando sobre el gran reloj que mañana, a las
doce, vamos a colocar en el Ayuntamiento. Pero es un secreto
y no debes divulgarlo”.

Gretel prometió callar, pero a las doce del día siguiente estaba
en la plaza con todas sus compañeras de la escuela para ver
cómo colocaban el reloj en el ayuntamiento. Sin embargo,
grande fue su sorpresa al ver que tal reloj no existía. El
Alcalde quiso dar una lección a su hija y en verdad fue dura,
pues las niñas del pueblo estuvieron mofándose de ella durante
varios años. Eso sí, le sirvió para saber callar a tiempo.

UN RATONCITO SALE DE LA CUEVA

Un ratoncito sale de la cueva


Mueve el hocico y juega a la rueda.

Dos ratoncitos salen de la cueva


Mueven el hocico y juegan a la rueda.

Tres ratoncitos salen de la cueva


Mueven el hocico y juegan a la rueda…
A PARES Y NONES

A pares y nones
vamos a jugar
el que quede solo
ese perderá ¡Ya!
A LA RUEDA DE PAN Y CANELA

A la rueda, rueda,
de pan y canela,
vístete pronto
y corre a la escuela.
AL CORRO DE LA PATATA

Al corro de la patata,
comeremos ensalada,
como comen los señores,
naranjitas y limones.
Achupé, achupé,
sentadita me quedé.
LOS POLLITOS DICEN

Los pollitos dicen:


pío, pío, pío,
cuando tienen hambre,
cuando tienen frío.

La gallina busca
el maíz y el trigo,
les da la comida
y les busca abrigo.

Bajo sus dos alas,


acurrucaditos,
hasta el otro día
duermen calientitos.
LINDO PESCADITO

En el agua clara
que brota en la fuente
un lindo pescado
salta de repente.

—Lindo pescadito
¿no quieres salir
a jugar con mi aro?
¡Vamos al jardín!

—Yo vivo en el agua


no puedo salir,
porque si me salgo
me voy a morir.

—Mi mamá me ha dicho:


“no salgas de aquí,
porque si te sales
te puedes morir”.

Lindo pescadito,
yo te debo amar
porque a tu mamita
sabes respetar.
VAMOS A REMAR

Vamos a remar,
(Con los brazos hacen los movimientos de remar)

en un botecito,
rápido, rápido,
rápido,
en un botecito.

Vamos a volar,
(Ahora, simulan las alas de un avión)

en un avioncito,
rápido, rápido,
rápido,
en un avioncito.

Vamos a pasear,
(Con brazos y manos simulan manejar un coche)

en un cochecito,
rápido, rápido,
rápido,
en un cochecito.
LAS GOTITAS DE AGUA DE LA REGADERA
¡Qué bonitas brillan
las gotitas de agua,
las gotitas de agua
de la regadera!
Brincan por mi pelo,
juegan en mi cuello,
bajan por mis hombros
y caen a mis pies.

Por todo mi cuerpo


van rueda que rueda.

Caen todas juntas


y me hacen cantar:
¡Traviesas gotitas
que quieren jugar!

Brincan por mi pelo,


juegan en mi cuello,
bajan por mis hombros
y caen a mis pies.

Por todo mi cuerpo


van rueda que rueda.
Caen todas juntas
y me hacen cantar:
¡Traviesas gotitas
que quieren jugar!
PIN-PON
Pin Pon es un muñeco
muy guapo de cartón
que lava su carita
con agua y con jabón.
Se desenreda el pelo
con peine de marfil,
y aunque se da estirones
no llora ni hace así
(gestos de llanto y desagrado).
Cuando le dan la sopa
no ensucia el delantal,
pues come con cuidado
¡Parece un colegial!
Apenas las estrellas
comienzan a salir,
Pin Pon se va a la cama
y se acuesta a dormir
(reclinan la cabeza poniendo sus dos manos, bajo la mejilla).

Pin Pon dame la mano


con un fuerte apretón,
pues quiero ser tu amigo
Pin Pon,
Pin Pon,
Pin Pon.
A LAS ESTATUAS DE MARFIL

A las estatuas de marfil


uno, dos y tres así.
El que se mueva baila el twist
con su hermana la lombriz
que le apesta el calcetín.
Yo mejor me quedo así.

NARANJA DULCE
(Él)

—Naranja dulce.
(Ella)

—Limón partido.
(Él)
—dame un abrazo que yo te pido.
Si fueran falsos mis juramentos,
en otros tiempos se olvidarán.

Toca la marcha y mi pecho llora.


¡Adiós señora, que al campo voy!
(Ella)

—Adiós, mi dueño, ya sola voy


a mi casita de celuloid.
(Él)

—Adiós señora, que ya me voy


y si acaso muero en la batalla,
tened cuidado de no llorar.
(Ella)

—Si eso pasara en la batalla


mi triste llanto sería tanto
que yo te haría resucitar
LA RUEDA DE SAN MIGUEL

A la rueda, rueda de San Miguel, San Miguel,


todos cargan su caja de miel,
a lo maduro, a lo maduro
que se voltee ____________ de burro.
—se nombra a alguien de la rueda—
EL PATIO DE MI CASA
El patio de mi casa es particular,
si llueve se moja como los demás.
Agáchense y vuélvanse a agachar
las niñas bonitas se vuelven a agachar.

Levántate y vuelve a levantar,


que los agachaditos se quedan sin bailar.
Si vienes aquí aprende a bailar.
Si vienes aquí aprende a cantar.
Baila y canta el corro como los demás.
Levántate y vuelve a levantar,
Que los levantaditos si saben bailar.
Chocolate, molinillo, a estirar a estirar
que, ________________ va a pasar.
“la reina” (si es niña) o “el demonio” (si es niño)
Aquí estiran la rueda lo más que puedan separarse y sin
desunir las manos de quienes estén a los lados.
Entra “la reina” o “el demonio”, brincando en un pie y
avanzando en sentido contrario.
—Estoy coja(o) de un pie,
no puedo caminar,
pues yo soy cojita(o)
desde chiquitita(o)
pero si lo soy
lo soy de “mentiritas” (“engañaditos”).

TENGO, TENGO, TENGO


(Grupo A)
—Tengo, tengo, tengo…
(Grupo B)
—Tú no tienes nada.
(Grupo A)
—Tengo una cabeza,
tengo dos ojitos,
tengo una nariz
y tengo una boca
para comer turrón.
(Grupo B)
—Tengo, tengo, tengo…
(Grupo A)
—Tú no tienes nada.
(Grupo B)
—Tengo tres ovejas
en una cabaña.
Una me da leche,
otra me da lana,
otra me mantiene
toda la semana.
(Todos)
—Caballito blanco,
llévame de aquí,
llévame hasta el pueblo
donde yo nací.
A LA VÍBORA DE LA MAR
A la víbora, víbora de la mar, de la mar,
por aquí pueden pasar,
los de adelante corren mucho
los de atrás se quedarán, ran, ran, ran.
Todos
—Una comerciante que frutas vendía
ciruelas, chabacanos, melón o sandía,
¿Será melón? ¿Será sandía?,
¿será la vieja del otro día?
Las personas que forman la fila:
—Campanita de oro
déjame pasar
con todos mis hijos
menos el de atrás, tras, tras…
Se atrapa al del final y se le da a escoger con quién se va:
—¿Con quién te vas, con Melón o con Sandía?

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