Capítulo Viii

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CAPÍTULO XIII

MOVIMIENTOS NACIONALES DEL


SIGLO XX:
MÉXICO, PERÚ Y BOLIVIA
"Cuando alguien preguntaba si el General Terrazas era del Estado de
Chihuahua, era una broma corriente responder:
"No. el Estado de Chihuahua es del general Terrazas "
Jesús Silva Herzog.

“Yo pronostiqué que Villarroel caería pronto”


Mauricio Hochschild, magnate minero de Bolivia.

Porfirio Díaz y sus "científicos" habían sumido al México legendario de las


guerras civiles en un profundo sopor. Las tres décadas del porfirismo
presenciaron la introducción del capital extranjero en la economía mexicana, ese
sistema de "modernización" peculiar de la América Latina semicolonial de fines
del siglo XIX: ferrocarriles, telégrafos, puertos, servicios públicos y caminos.
Mientras el porfirismo favorecía estos "focos de civilización", indispensables a
las grandes potencias para apoyar y administrar sus inversiones, el resto de
México permanecía en el estancamiento más profundo. En un polo se veía a una
minoría blanca, dueña de tierras sin límite, que despreciaba a su país y trataba
de exprimir su savia para huir de él: "Para los criollos, todas las costumbres
nacionales son inconvenientes" escribía en 1909 Andrés Molina Enríquez1. El
hacendado no era un verdadero hombre de campo, sino un señorito que rara vez
visitaba sus establecimientos, excepto para alguna fiesta: "Lo único que le
importaba consistía en que el administrador de la finca le entregara
periódicamente el dinero necesario para vivir con holgura en la capital de la
provincia, en la ciudad de México, en Madrid o en París, según sus gustos
personales y medios económicos"2.

En el otro polo, los mestizos e indios que constituían la mayoría aplastante de


México se reflejaban en el espejo de los peones de Yucatán, tal cual los vio en
1910 un periodista norteamericano poco inclinado a simpatizar con los
mexicanos: "Eran tratados como ganado, sin sueldo alguno y alimentados con
frijol, tortillas y pescado podrido; apaleados siempre, muchas veces hasta morir,
y trabajando desde el amanecer hasta la noche en aquel sol infernal. Los
hombres eran encerrados por la noche... Cuando huían, eran alcanzados por la
tropa y traídos de nuevo".3 Remaba en las alturas del poder una especie de
despotismo ilustrado, bañado por la luz del positivismo comtiano, pero que
imponía silencio a la gran República de las letras y orden a los peones iletrados
sin tierra. Por lo demás, todas las guerras civiles, desde la muerte de Morelos,
esto es, desde hacía cien años, habían sido incapaces para modificar, como no
fuera para empeorarla, la suerte de los campesinos miserables que constituían
la mayoría del país. Durante el período de reformas liberales de Benito Juárez,
las enormes extensiones de tierra que eran propiedad de la Iglesia, fueron objeto
de una Ley de Desamortización destinada a incorporar al movimiento de la
circulación mercantil esos bienes de "manos muertas". Pero dicha ley no logró
cumplir sus fines, que eran democratizar la propiedad de la tierra y crear una
clase de campesinos burgueses. Por el contrario, fue a parar a manos de los
"denunciantes", "en su mayor parte ricos propietarios territoriales, que de esa
manera agrandaron sus ranchos y haciendas".4 ¡Para algo se había hecho la
guerra de la Independencia! Ahora, un siglo más tarde, además de los
terratenientes españoles, ¡ya había terratenientes mexicanos! Era un escaso
consuelo para los campesinos. Si la Ley de Desamortización creó nuevos
terratenientes en lugar de nuevos agricultores, en el período de Porfirio Díaz se
procedió a arrebatar a los indios las tierras comunales que permanecían en su
poder desde hacía siglos. Grandes terratenientes y compañías extranjeras se
apoderaron de los campos ejidales; los indios mexicanos fueron transformados
en peones o esclavos. Tal fue el caso de los mayas y de los yaquis, sublevados
a causa de la expropiación de sus tierras comunales y que después de ser
sangrientamente reprimidos, fueron vendidos como esclavos en subasta
pública.5 Pero el proceso de concentración de la propiedad territorial en México
que debía culminar con la revolución, no se detuvo allí. A fines de siglo se inició
la estafa formidable de las Compañías deslindadoras. Estas empresas debían
deslindar las tierras baldías y radicar en ellas a colonos extranjeros para ponerlas
en producción. A título de compensación por los gastos requeridos para realizar
dichos fines, el gobierno de Díaz otorgaba a dichas compañías la tercera parte
de las tierras deslindadas.6 Sin embargo, las mencionadas Compañías también
consideraban "baldías" las tierras ocupadas desde tiempos inmemoriales por
pequeños propietarios y que carecían de posibilidad de justificar legalmente sus
títulos. De este modo, el "deslinde" de tierras se convirtió en una gigantesca
operación de despojo del pequeño campesino.
En sólo ocho años, desde 1881 hasta 1889, dichas empresas deslindaron
32.200.000 hectáreas; en consecuencia, se les adjudicó en propiedad nada
menos que 12.700.000 hectáreas. Además, el gobierno les vendió a ínfimo
precio otras 14.800.000 hectáreas. En total, dichas compañías acapararon el 13
por ciento del territorio mexicano. Como estaban compuestas sólo por 29
personas, íntimamente vinculadas al gobierno de Porfirio, la legalidad de estas
operaciones estaba al margen de toda sospecha. El general Terrazas, por
ejemplo, poseía en el Estado de Chihuahua (donde muy pronto Pancho Villa
sublevará a miles de peones armados) seis millones de hectáreas7. Sólo siete
concesionarios poseían en el mismo Estado 14.164.400 hectáreas. Dicha
extensión era muy superior al territorio conjunto de Dinamarca, Suiza y Holanda.
En el Estado de Morelos, casi toda la tierra estaba en manos de veinte
latifundistas. El programa de la revolución agraria inminente podía encontrarse
en el Censo de Población de 1910. Para esa fecha existían en México 3.096.827
jornaleros rurales, 411.096 agricultores y 840 hacendados8. Si la población total
ascendía a 15.160.369 habitantes, se calculaba que el número de personas que
dependían del salario rural de los peones ascendía a doce millones o sea
aproximadamente el ochenta por ciento de la población 9. ¿Podía dudarse un
momento del carácter feroz que adquirió la guerra civil? ¿Quién se atrevería a
negar que el poder inmenso de caudillos como Villa o Zapata se derivaba del
furor largamente reprimido por 12 millones de almas contra 840 latifundistas?10.
Un escritor mexicano ofrece en su libro una descripción de una hacienda de
Morelos a principios de este siglo. De un lado, el casco de la propiedad, suntuosa
e inútil, con un número de habitaciones excesivo, incluido un saloncito estilo turco
que era la quintaesencia del mal gusto y en el cual todos los muebles eran
importados de Francia. Del otro, fuera del casco, el lugar donde dormían los
peones: "cada casa era de un solo cuarto, en el cual dormía, naturalmente, en el
suelo, toda la familia, y dentro del cual se cocinaba la mayor parte del año. Era
una parte importante del miserable salario. Los peones sus mujeres y sus niños,
estaban llenos de piojos, vestidos de sucios harapos, comidos por las fiebres"11.
En realidad el peonaje constituía una forma de servidumbre que se transmitía de
padres a hijos. A semejanza del régimen de pulpería reinante en los yerbales del
Paraguay o el Norte argentino, el vale por alimentos y otros artículos vendidos
por la misma empresa a sus peones establecía un compromiso prendario, donde
la prenda era el trabajador mismo. El régimen de anticipos más o menos usuarios
empleados en las haciendas mexicanas, ataba a los peones y sus familias a una
deuda inextinguible12. Hasta no ser saldada, el peón no podía abandonar la
hacienda. La adquisición de los artículos necesarios para vivir en las "tiendas de
raya", propiedad del mismo patrón y el generoso crédito otorgado al principio,
esclavizaban al peón, que ignoraba el arte de sumar y restar y volvía ilusoria toda
tentativa de escapar a la deuda. Esta se convertía así en un lazo hereditario. Un
siglo después de la revolución de Morelos, se imponía la necesidad de abolir las
deudas para liberar al pueblo mexicano13.
Los célebres "científicos" del porfirismo, que unían a su amor por la ciencia un
ojo infalible para los grandes negocios, identificaban el progreso con el capital
extranjero. La estructura agraria debía quedar intacta. El progreso, en cambio,
debía volcarse en la minería y el petróleo. Como un efecto indirecto de esta
penetración imperialista, surgieron ciertas industrias: fundiciones de plomo,
plata, cobre, hilanderías y fábricas de tejidos y una correlativa clase obrera en
las principales ciudades. Pero ese escaso número de obreros no debería jugar
un papel decisivo en la revolución de 1910.
La apertura de las puertas de México a los intereses norteamericanos alarmó
en cierto momento al general Díaz. El apetito voraz de su poderoso vecino le
hizo temer nuevas intervenciones: el anciano déspota practicó entonces el único
"antiimperialismo" de que se sentía capaz: consistió simplemente en favorecer
la inversión de los capitales británicos competitivos de los yanquis. Como
Estados Unidos se encontraba frontera por medio y Gran Bretaña al otro lado del
Atlántico, el general Díaz tenía razones muy claras para preferir la amistad de
los ingleses. La propia camarilla gubernamental del porfirismo se vinculó
estrechamente a empresas y negocios británicos a comienzos del siglo. Esta
propensión anglófila del gobierno del general Díaz no disminuyó la presión o la
influencia yanqui; sólo logró enfurecer a los arrogantes imperialistas de la Casa
Blanca y de Wall Street que poseían intereses en México. La última década de
Porfirio transcurrió bajo la constante amenaza yanqui de intervenir militarmente,
combinada con una intensa actividad conspirativa de su diplomacia para derribar
al régimen porfirista.14 A los 85 años el general Díaz no ofrecía signos de fatiga,
después de 30 años de Gobierno. Sus ministros frisaban casi todos los 80 años;
admiraba su lozanía. Pero el régimen estaba tan putrefacto que bastó, al parecer,
un libro escrito por un estanciero liberal, Don Francisco Madero, en el que se
oponía a la reelección de Díaz, para que comenzase una oleada de actividad
política que culminó con la caída del gobierno. No fue, sin embargo, la
publicación de libro alguno lo que arrastró al abismo al gobierno vacilante del
general Díaz, sino los estallidos ininterrumpidos de la revolución agraria. Partidas
de guerrilleros habían aparecido en numerosos Estados. Los campesinos se
hacían soldados irregulares, quemaban las haciendas, mataban a los
latifundistas y a sus administradores. Los nombres de Zapata en el Sur y de Villa
en el Norte se hacen tan notorios que corren en las canciones y música
populares. Todo el sistema cruje en sus cimientos. Con la revolución de 1910,
que eleva a Madero a la presidencia, irrumpen a la vida mexicana jefes nuevos
y militares del viejo orden que se disputan el poder.
Francisco Madero pertenecía a una de las diez familias más acaudaladas de
México. En 1910 la fortuna familiar ascendía a 30 millones de pesos. Sus tierras
alcanzaban a 699.321 hectáreas, en las que se encontraban yacimientos de
petróleo. Asimismo era propietario de empresas metalúrgicas, minas de cobre,
fábricas textiles, destilerías, cervecerías y hasta un Banco en Monterrey. 15
Asesinado Madero bajo la instigación del embajador de Estados Unidos, Henry
Lañe Wilson, las principales figuras de la revolución serán el general Venustiano
Carranza, viejo y cazurro hacendado sobreviviente del porfirismo, intérprete de
la burguesía nacional; Pancho Villa, jefe de los guerrilleros del Norte; Alvaro
Obregón, hábil jefe militar y extraño caso de un moderado que al subir al poder
se inclina hacia la izquierda: con él comienza el reparto de tierra; Emiliano
Zapata, el caudillo de los campesinos pobres del Sur, la figura más pura e
intrépida de la Revolución; el general Pablo González, viscoso traidor y
prevaricador, ávido de poder, que organiza el asesinato de Zapata. En fin, en la
década del 30, aparece en escena el general Lázaro Cárdenas, antiguo soldado,
en cuyo gobierno revive la revolución y que logra al fin satisfacer el hambre de
tierra del campesinado, a 130 años de la Independencia. Pero el verdadero
protagonista de la Revolución mexicana es el campesinado mestizo en armas,
que ocupa toda la escena histórica y despliega por primera vez en el siglo XX
sus inmensas reservas de heroísmo. Con la revolución mexicana aparece la
democracia política en México, se desenvuelve una gran literatura y surge una
originalísima pintura muralista que hunde sus raíces en el pasado indígena del
país. También México muestra un nuevo camino: las victorias y derrotas de su
revolución se convierten en la principal fuente de enseñanzas para la generación
que en América Latina entra a la lucha alrededor de 1920. Una hermosa página
de Carlos Fuentes resume, de algún modo, la esencia de la revolución mexicana.
Cuando los soldados harapientos de Pancho Villa, el "Centauro del Norte" y de
Emiliano Zapata, el "Atila del Sur", entraron triunfalmente a la ciudad de México,
su asombro no reconoció límites. Los feroces caballistas, que sumieron en el
terror a los mexicanos educados, en lugar del esperado saqueo, armados hasta
los dientes, pedían, con el sombrero aludo en la mano, y con un aire tímido, algo
de comer en la calle. "Los soldados zapatistas -escribe Fuentes- ocuparon las
mansiones de la aristocracia porfiriana en las colonias Juárez y Roma, en las
calles de Berlín o Génova, en el Paseo de la Reforma o la avenida Durango.
Penetraron en esos atiborrados palacetes, llenos de mobiliario Victoriano,
emplomados, mansardas, cuadros de Félix Parra y jarrones de Sévres, abanicos
y pedrería y tapetes persas y candelabros de cristal y parqués de caoba,
escaleras monumentales y bustos de Dante y Beatriz. Nada de esto les llamó
demasiado la atención. En cambio, les fascinaron los espejos de estas
residencias, los enormes espejos con no menos gigantescos marcos de oro,
repujados, decorados con acanto y terminados en cuatro grifos áureos. Los
guerrilleros de Zapata, con asombro y risa, se acercaban y alejaban de estas
fijas y heladas lagunas de azogue en las que, por primera vez en sus vidas, veían
sus propias caras. Quizás, solo por esto, la revolución había valido la pena: les
había ofrecido un rostro, una identidad.
-Mira: soy yo.
-Mírate: eres tú.
-Mira: somos nosotros".16

1. La ausencia de acumulación de capital en América Latina

La guerra imperialista de 1914 pone fin al largo siglo del apogeo europeo que se
inicia en el Congreso de Viena. En un sentido más vasto, con la primera crisis
bélica del imperialismo en escala mundial concluye la "progresividad histórica"
global de la burguesía que había conquistado el poder político a fines del siglo
XVIII. La ausencia de un análisis académico quedará en evidencia tres años
después con el triunfo de la revolución rusa, al elevar al poder por primera vez
en la historia de la humanidad a la clase obrera. Pero si la burguesía europea
había terminado de construir en el siglo XIX sus grandes Estados nacionales, el
desarrollo histórico desigual y las necesidades del capitalismo en expansión
condujeron en América Latina a la fragmentación de la Nación Latinoamericana
y al establecimiento de veinte Estados. El Nuevo Mundo alimentó con sus
metales preciosos, los productos de su suelo y la sangre de sus indígenas la
acumulación primitiva del capital europeo, que a su vez impidió necesariamente
la formación de un capital nacional en las viejas colonias hispano-portuguesas.17
La formación histórica de oligarquías exportadoras y de pequeños núcleos de
capital comercial portuario vinculados a las grandes metrópolis industriales del
mundo, obstaculizó en América Latina el mismo desarrollo capitalista que se
verificaba en Europa. La penetración imperialista extranjera, al mismo tiempo, se
alcanzó con la perpetuación del atraso agrario. Se forjó así una sólida alianza
entre las potencias ultracivilizadas y cultas del mundo moderno con las
oligarquías más parasitarias de las semicolonias. Tecnologías en Europa y
primitivismo agrario en América Latina se revelaba la fórmula inseparable de la
política imperialista. La unilateralidad de las economías exportadoras se
expresaba jurídica y políticamente en la existencia de veinte Estados ridículos,
objeto de las burlas arrogantes de la sociedad europea y sus escribas. Si el
capitalismo europeo sólo había podido vencer el particularismo feudal y
conquistar su mercado interno con el establecimiento del Estado Nacional, cuyos
límites territoriales estaban marcados por la influencia de la lengua, en América
Latina el idioma, el territorio, la tradición popular, la unidad religiosa, la psicología
común, los análogos orígenes, sólo habían servido para volver más asombrosa
su balcanización, más trágica la deformación cultural, más escandaloso su
miserable destino histórico.
La nación latinoamericana había sido vencida por las armas y sus partes
enfrentadas entre sí; Estados Unidos e Inglaterra le habían arrebatado territorios
inmensos (México y Belice); había visto crear nuevas "soberanías" en sus
grandes Estados (Panamá); había experimentado guerras fraticidas y suicidas:
la guerra chilena contra la Confederación Peruano- Boliviana, el genocidio de la
Triple Alianza contra el Paraguay; finalmente, se había establecido en sus
sistemas educativos la idea absoluta de un destino "nacional" particular. Este
proceso fue coincidente con el gigantesco despliegue de las fuerzas productivas
del capitalismo mundial y con el disfrute del más alto nivel de vida que había
conocido la historia de Europa.
En 1914 las miradas del mundo confluían hacia la contemplación maravillada de
ese pequeño apéndice territorial del Asia llamado Europa, polo magnético de la
riqueza, el poder y el espíritu.
2. Unilateralidad de la producción
Los veinte Estados de América Latina mantenían con Europa y Estados Unidos
relaciones económicas estrechas mucho mayores que entre sí. Había nacido el
modelo notable de canales por los que se derramaban y absorbían los frutos de
un intercambio único e incomunicable. El Atlántico y el Pacífico habían llegado a
ser "campo marítimo de la historia", pero de una historia en la que los
latinoamericanos desempeñábanse como objetos pasivos de un poder
dominante tan ajeno como hostil a su desenvolvimiento. Al aislamiento
económico y cultural de los Estados latinoamericanos entre sí, correspondía una
vinculación estrecha entre cada uno de ellos y la metrópoli respectiva, Gran
Bretaña o Estados Unidos, o ambas.
Alrededor de uno o dos productos exportables giraba toda la existencia social y
política de cada uno de dichos Estados. Cereales y carnes en la Australia
sudamericana (Uruguay y Argentina), café en el Brasil, cobre de Chile, tabaco
del Paraguay, estaño de Bolivia, algodón y petróleo del Perú, cacao del Ecuador,
café de Colombia, petróleo y café de Venezuela, frutas tropicales de
Centroamérica, minerales de México. Toda tentativa de promover una política de
industrialización independiente estaba excluida: en la política interna de cada
Estado la oligarquía comercial, agraria o minera asociada al capital extranjero
dominaba la política local, el control de la tarifa aduanera y la selección de las
importaciones.

En las Universidades, desde los primeros años de la emancipación de España,


reinaban las doctrinas librecambistas de Adam Smith. Generaciones de
abogados y juristas latinoamericanos habían agobiado las bibliotecas con sus
estudios estériles sobre el federalismo norteamericano, que se remedaba hasta
el agotamiento como forma jurídica del separatismo en América Latina y
argumento infalible para la construcción de "Estados blandos". Estos mismos
juristas, sin embargo, ignoraban las ideas económicas de Alejandro Hamilton, el
amigo de Washington, que desde el comienzo de la historia moderna de Estados
Unidos había expuesto el programa del proteccionismo industrial más tajante. 18
Ni Hamilton, ni Federico List fueron los maestros de economía política de estos
supuestos Estados liberales, sino Adam Smith y Cobden.

Los teóricos del librecambismo inglés, aparecían en la escena justamente en


el momento en que Gran Bretaña obtenía los frutos de su proteccionismo
secular. Gracias a él se encontraba en condiciones de librar una competencia
despiadada con aquellos países que aún no habían iniciado su revolución
industrial. Pero la política económica que Inglaterra no logró imponer a sus
colonias emancipadas, fue exactamente la que adoptaron las antiguas colonias
de España.

3. De la imitación a la revolución
La venta de ferretería de Sheffield y de libros de Adam Smith eran dos rubros
indisociables en la exportación inglesa hacia América Latina. El Imperio británico
abastecía los mercados, las costumbres y las ideas de las aristocracias
terratenientes, que a su vez imponían a sus pequeñas burguesías el estilo
intelectual procedente de Europa. El atraso económico y cultural de las grandes
masas sin historia las preservaba de esta deformación. Esta era la única ventaja
dramática de su marginalización y postrera reserva del nacionalismo
latinoamericano.
En la Argentina, los hombres de la "gente decente" encargaban los trajes a sus
sastres de Londres, que ya tenían las medidas. En Río y en Pernambuco, la
clase dirigente usaba tejidos ingleses de abrigo, confeccionados para el duro
clima de la Europa nórdica. Los caballeros usaban el cuello de «croisé» y
disertaban, ahogados en el trópico, bajo el infierno de tejidos legítimos fabricados
para otros climas.
"Una familia rica se distinguía por el grosor del tejido que usaba. Cuanto más
gruesos, encorpados y compactos eran los tejidos, mejor era la familia. ¡Y todo
el mundo sentía frío!".19 Esta sociedad imitativa, que había olvidado la historia
común y esperaba con impaciencia las noticias europeas, sufre una conmoción
con el estallido de la guerra mundial. En 1914 desaparecía un mundo pacífico y
estable. Las colonias y semicolonias son incorporadas a la historia mundial. Los
hindúes aprenden a manejar las armas. Cuando las potencias aflojan sus
tentáculos sobre los continentes sometidos, América Latina despierta de un largo
sueño. El librecambio es aniquilado por el bloqueo marítimo; se insinúan las
formas de una incipiente industrialización. Los antiguos peones de estancias,
fundos o chacras derivan hacia las nuevas fábricas. De la Revolución Rusa en
1917 se desprende una fuerza electrizante: las masas explotadas del mundo
entero vuelven su cabeza hacia la Rusia en armas. También la pequeña
burguesía latinoamericana se siente partícipe de la historia y las Universidades
esclerosadas por las oligarquías académicas se convierten en foros de una
nueva -oleada revolucionaria. La ferocidad sangrienta del imperialismo mundial
aparece ante los ojos de las masas populares latinoamericanas sin disfraz.
El repugnante contraste entre la fraseología "democrática" y "civilizadora" de los
Imperios y su furia homicida queda al desnudo, salvo para las minorías de la
inteligencia cosmopolita que aclaman al bando de la "cultura". En la Argentina
irrumpe en ese período un gran movimiento nacional y popular encabezado por
el caudillo Hipólito Yrigoyen. Inequívocamente representa a las clases medias,
artesanas, obreras y rurales en lucha contra la vieja oligarquía terrateniente.
Pretende una democratización del régimen político y la renta agraria. Pero el
yrigoyenismo no es sólo aquello que se ve y los votos que se cuentan uno por
uno en los comicios. Detrás de Yrigoyen está la Patria Vieja, los gauchos pobres,
las mujeres en silencio, la guerra en el Desierto, los últimos federales.

4. La Reforma Universitaria en 1918

La consecuencia intelectual de ese movimiento "nacional" 20 es la Reforma


Universitaria de 1918. Esta revolución estudiantil se manifiesta en Córdoba y es
sostenida por el gobierno de Yrigoyen, que facilita su triunfo. Pero era mucho
más que una tormenta política de los estudiantes de Córdoba pues su expansión
sobrepasa las fronteras de la Argentina y se propaga hacia toda América Latina.
Si se deja a un lado la retórica de sus textos, la Reforma Universitaria expresa
directamente la incorporación de la pequeña burguesía latinoamericana a la vida
política del continente; y arrastrará, como era inevitable, todas sus ilusiones.
Pero su vacilación y perplejidad no eran sino el reflejo ideológico de la
inarticulada sociedad latinoamericana, donde la única expresión social
concentrada podía en esa época encontrarse en la Universidad o en el Ejército.
En una sociedad globalmente subordinada, con un reducido y disperso
proletariado y una burguesía nacional insignificante, el sector más importante y
políticamente activo de las semicolonias latinoamericanas era el estudiantado
universitario. A su conciencia confluyeron la revolución agraria mexicana, la
catástrofe de la guerra imperialista, el triunfo de la revolución rusa, la indignación
generalizada del pueblo ante la barbarie agraria y la degradación nacional. La
Reforma de 1918 fue la réplica cultural de las nuevas clases sociales ante la
fragmentación histórica de América Latina, que había relegado a nuestros
pueblos a la más completa impotencia. Cuando los ecos de las luchas
bolivarianas parecían extinguidos y los escritores habían enmudecido, aflora con
enorme fuerza la tradición sepultada: la Reforma es latinoamericana, popular,
nacionalista y socializante. Por primera vez en muchas décadas América Latina
se unifica en el campo del "espíritu": aparece un movimiento que se reconoce
hermano en veinte Estados y proclama la emancipación de la Patria Grande.

El movimiento yrigoyenista que protegió la Reforma, había nacido, por lo demás,


de las entrañas de la sociedad argentina. Reunía bajo sus banderas
democráticas a los vástagos de la vieja guerra civil tanto como de las corrientes
inmigratorias asentadas en el Litoral agrario de la Argentina. La vieja comunidad
hispanoamericana vivía como una forma superestructural en Yrigoyen: sus
simpatías hacia el Paraguay mártir, la Banda Oriental, Chile y en general hacia
toda Latinoamérica se manifiestan en su política práctica: ferrocarril estatal hacia
Chile, condonación de deudas al Paraguay, convocatoria de un Congreso de
países neutrales, saludo a la bandera dominicana en la isla ocupada por Estados
Unidos.21
De esa conmoción latinoamericana brota el más importante movimiento político
y teórico de la época: el aprismo peruano. Víctor Raúl Haya de la Torre formula
un programa de unidad latinoamericana22. Recoge la herencia bolivariana,
examina de nuevo la sociedad de América Latina, funda un partido con secciones
en varios Estados Latinoamericanos y hasta pretende crear una nueva filosofía,
una versión sincrética de Marx y Einstein. No juzgaremos a Haya de la Torre por
este rasgo de "provincialismo" teorizante, ni condenaremos al aprista de 1930
sólo por la decadencia del Haya de la Torre posterior. La importancia histórica
del aprismo en las ideas políticas latinoamericanas debe ser examinada con
ecuanimidad.

5. La significación del aprismo

En cierto sentido, el aprismo de la etapa inicial es el primer movimiento político


de este siglo al que es preciso considerar como genuinamente "nacional" en el
sentido latinoamericano de la palabra. Sus dos rasgos fundamentales, según
Haya de la Torre, eran, por un lado, la tentativa de romper con el "colonialismo
metal" de Europa y por el otro, el de constituir un frente único de "trabajadores
intelectuales y manuales" para luchar por la confederación "indoamericana", la
justicia económica y la libertad.23
El partido político que se proponía cumplir tales tareas, era un "frente de
trabajadores intelectuales y manuales". El aprismo proclamaba la fundación de
una "doctrina íntegra deveras nueva". Rechazaba a Marx, aunque utilizaba
algunas de sus categorías, recusaba a Lenín, aunque se apropiaba de elementos
de sus análisis sobre el imperialismo, invocaba a Einstein, condenaba al
liberalismo, aunque se cuidaba de aclarar que la lucha por la justicia social era
"sin menoscabo de la libertad". Semejante autodidactismo doctrinario era más
ingenuo que presuntuoso. Se fundaba ante todo en la situación cultural, el
escaso peso social de la clase obrera del Perú de la época y en la arrogancia
juvenil del Reformismo Universitario pequeño burgués.

6. Oligarquía y clase media

Haya de la Torre procedía de una familia tradicional venida a menos, de Trujillo,


una ciudad segundona del Perú, de vieja raigambre española. Formaba parte en
tal carácter del patriciado empobrecido y desdeñado por la orgullosa Lima. De
este desclasamiento derivó hacia la condición de "estudiante pobre" de traje
raído e ingresó a la pequeña burguesía universitaria de la capital. Su
personalidad, como la de toda su generación, se formó bajo la influencia de
grandes acontecimientos: la primera guerra mundial, la revolución agraria
mexicana, la Revolución Rusa, el desembarco norteamericano en Veracruz, la
Reforma Universitaria de 1918. Pero esas conmociones asumían en América
Latina una manifestación muy clara: la pequeña burguesía latinoamericana se
desplazaba hacia el poder en lucha contra la arcaica estructura oligárquica.
Estas clases medias -urbanas y agrarias se habían formado a partir de 1880:
eran el fruto directo de la vinculación de América Latina al mercado mundial
como abastecedora de materias primas.
Hacia 1914 ese proceso había dado cuanto podía dar de sí al crecimiento de las
fuerzas productivas ligadas con el comercio exportador. La creación o
modernización de los puertos, el tendido de líneas férreas y telegráficas, el
comercio de importación, los bufetes jurídicos de las grandes empresas, el
pequeño comercio nacido de ese intercambio, algunas industrias livianas
transformadoras de productos agrarios que el imperialismo no estaba en
condiciones económicas de satisfacer en las semicolonias, los talleres de
mantenimiento del sistema de transportes dirigido a los puertos, los caminos
construidos hacia la costa, una burocracia del anémico Estado "balcanizado" que
se alimentaba de los ingresos fiscales producidos por el sistema, los ejércitos
minúsculos y un magisterio hambriento que dependía de ese Estado, habían
generado vastos sectores de clase media. Esta pequeña burguesía, relegada
por la gran plutocracia agraria, disfrutaba sin embargo de ciertos privilegios
sociales y culturales en relación con las grandes masas desposeídas.
Cuando dicha clase social se rebeló políticamente contra el sistema, constituyó
la base heterogénea y vital de nuevos movimientos nacionales: el yrigoyenismo
en la Argentina, el populismo de Alessandri en Chile, el aprismo peruano.

7. Polémica entre Mella y Haya de la Torre

El sistema de ideas del aprismo peruano fue formulado entre 1924 y 1930. Su
período de formación transcurrió pues, entre la Reforma Universitaria de 1918 y
la crisis mundial de 1929. Puede afirmarse categóricamente que su programa
fue la más alta expresión política y teórica de la pequeña burguesía
latinoamericana y al mismo tiempo la clave de su histórica limitación. 24 En la
esencia de la teoría del aprismo sobre la naturaleza del imperialismo se
encontraba "ab ovo" su posterior declinación y hasta el germen de la
argumentación contemporánea de las burguesías nacionales latinoamericanas
sobre el "desarrollo" económico con la ayuda del capital extranjero. Haya de la
Torre expuso con total claridad este punto de vista en su polémica con Julio
Antonio Mella, el comunista cubano asesinado por el dictador Machado a fines
de 1929. Enfrentados en el congreso antiimperialista de Bruselas de ese mismo
año, Mella escribió un folleto publicado en México en 1928 titulado ¿Qué es el
APRA?25 La respuesta de Haya de la Torre al folleto en cuestión resultó su libro
más representativo: El Antiimperialismo y el APRA.26 Por sus aspectos positivos
y negativos se trata de un libro fundamental. Mella acababa de regresar de
Moscú y estaba deslumbrado por las conquistas revolucionarias y la
personalidad de sus dirigentes. En su trabajo, el militante cubano anticipa varios
de los puntos de vista que serán patrimonio común en los próximos cuarenta
años entre el stalinismo latinoamericano y sus derivados de la izquierda
cosmopolita. Así, al comentar la frase aprista Nuestro programa económico es
nacionalista, Mella afirmaba: ¡También los fascistas son nacionalistas!27 de allí
podía inferirse su incomprensión de las diferencias entre naciones opresoras y
naciones oprimidas o, en otras palabras, entre el histórico antagonismo del
imperialismo con los países coloniales que generan formas políticas
antagónicas, sean estas democráticas, nacionalistas y aún "marxistas". Mella
agregaba que los revolucionarios rusos socializaron inmediatamente la tierra.28

Era un error frecuente en la época. El gobierno bolchevique realizó una reforma


agraria de tipo burgués, distribuyendo la tierra en propiedad individual a los
campesinos.29 Al mencionar con ironía la palabra nacionalización empleada por
el APRA, Mella escribe que "se está hablando con el lenguaje de todos los
reformistas y embaucadores de la clase obrera... En Alemania, en Francia y en
los Estados Unidos hay industrias nacionalizadas. Sin embargo, no se puede
afirmar que Coolidge o Hindenburg sean marxistas".30 Los viejos ejemplos se
vuelven modernos a causa de los actuales verbalistas de la izquierda abstracta
en América Latina.

8. Nacionalismo y socialismo
Por supuesto, la razón estaba de parte de Haya de la Torre. Nada más erróneo
que identificar las nacionalizaciones en un país imperialista con las de un país
semicolonial. De este modo, la nacionalización del petróleo mexicano por
Cárdenas tendría el mismo significado de la realizada en la Francia imperialista
en la industria automovilística en 1946. Esta última obedecía al déficit de esa
industria, salvado por el Estado imperialista mediante una generosa
indemnización. Pero los propietarios "nacionalizados" en Francia eran franceses,
no extranjeros, y la Francia burguesa nada tenía que temer de ellos. La
nacionalización en México, por el contrario, era un acto defensivo de un país
revolucionario ante los capitales extranjeros".31
"Para hablar concretamente, escribía Mella, liberación nacional absoluta, sólo la
obtendrá el proletariado, y será por medio de la revolución obrera". 32 Al pasar
por alto las tareas de la unidad nacional de América Latina, principal factor para
la liberación latinoamericana del imperialismo, el militante cubano resumía la
estrategia revolucionaria en la fórmula lapidaria de: "revolución obrera".

Precisamente a causa del atraso histórico de nuestros Estados, del


estrangulamiento de su desarrollo industrial por obra de la oligarquía agraria y
del imperialismo extranjero, el peso específico de la clase obrera latinoamericana
es mucho menor que el de las clases sociales no proletarias en el interior de
cada Estado.33 La gran mayoría de la población latinoamericana está vinculada
al campo y a los sectores de servicios, burocráticos o de transportes. En este
cuadro, la clase obrera no puede resolver por sí misma el triunfo de la revolución,
a menos que establezca una alianza con las restantes clases oprimidas. Debe
asumir en su programa no sólo sus propias reivindicaciones, sino también las
aspiraciones democráticas y nacionales de las clases restantes. Sólo en esta
perspectiva, la clase obrera puede encabezar a las grandes mayorías nacionales
en la lucha contra el imperialismo.
Nacionalismo y socialismo no brotaban en América Latina de la cabeza de
ningún teórico, sino de la estructura económica y social misma. Pero para poder
realizar la revolución democrática, nacional y social en América Latina, la historia
exigía que el movimiento fuese conducido en una perspectiva al mismo tiempo
nacionalista y socialista. Pero el nacionalismo no debía ser aristocrático, de una
"élite" civil o militar, sino popular y el socialismo debía abandonar para siempre
sus lazos con el cosmopolitismo europeo. Nacionalismo popular y socialismo
criollo, tal era la fórmula. Esto nos lleva directamente al carácter de la revolución
latinoamericana.

9. Balcanización y desarrollo combinado

El imperialismo había encontrado en las oligarquías terratenientes y en las


burguesías comerciales de América Latina a sus aliados internos. Había
"balcanizado" la nación, había sometido su economía a una monstruosa
deformación unilateral; había roto todos los lazos de interrelación económica
dentro de América Latina y, finalmente, había establecido veinte vasos
comunicantes, únicos y separados, de relación de intercambio con su sistema
mundial. Al mismo tiempo, había profundizado las diferencias de niveles
históricos entre el mundo civilizado de Europa y las sociedades incivilizadas de
América Latina. La tendencia decreciente de los precios de las materias primas
de exportación latinoamericana se combinaba con la tendencia creciente de los
precios de artículos manufacturados procedentes del exterior. Este proceso
simultáneo bajaba el nivel de vida de América Latina, amputaba sus
posibilidades de capitalización interna, cerraba el camino a una industria
nacional. En otro orden, el imperialismo apoyaba el atraso agrario de América
Latina y sólo admitía la técnica moderna en aquellos productos exportables que
la exigían: pampa húmeda de los cereales y carnes en el Plata, minería boliviana,
petróleo, azúcar en Cuba, etc.
La gran industria de propiedad yanqui sería un fenómeno más reciente. Pero no
modifica el cuadro. Tiende al control monopólico del estrecho mercado interno,
en perjuicio de la débil industria nacional. Prefiere una producción limitada con
altos precios a la producción en masa a bajos precios. Coexiste con el atraso
agrario, beneficiándose con los menores costos del estancamiento semicolonial.
Todo el resto de la economía latinoamericana no destinada a la exportación
quedaba bajo "las manos muertas" del gamonalismo, los terratenientes, los
caciques de aldea, los descendientes de esclavistas y encomenderos. De este
modo, los "focos de civilización" creados por el imperialismo en ciertas zonas de
América Latina se combinaban con las formas más primitivas de vida: los
antropófagos y reducidores de cabezas, la comuna agraria incaica, el trabajo
semi-servil, el campesino o el ilota moderno. De este doble carácter o desarrollo
combinado de la sociedad latinoamericana brotaba la naturaleza de su programa
revolucionario. Debía resolver las tareas incumplidas por las generaciones
anteriores, y por todo el proceso moderno de la civilización: unidad nacional,
reparto de tierra a los campesinos, liberación a los indios, etc.

10. El núcleo teórico del aprismo

La tesis central de Haya de la Torre, en la que se advierte el germen de su


quiebra ulterior, es la siguiente: el imperialismo, que es la etapa más elevada del
capitalismo en Europa, es la primera etapa del capitalismo en la América
Latina.34 "El imperialismo... implica en todos nuestros países el advenimiento de
la era capitalista industrial, bajo formas características de penetración, trae
consigo los fenómenos económicos y sociales que produce el capitalismo en los
países donde aparece originariamente: gran concentración industrial y agrícola,
el monopolio de la producción y circulación de la riqueza, la progresiva
destrucción o absorción del pequeño capital, de la pequeña manufactura, de la
pequeña propiedad y del pequeño comercio, y la formación de una verdadera
clase proletaria industrial".35 De este modo, según Haya, el imperialismo cumple
en América Latina el papel histórico de la modernización capitalista típica en los
países de Occidente. Para el jefe aprista, se trata de toda una etapa necesaria,
que "no puede pasarse por alto".36 En esta etapa, por consiguiente, la revolución
debe crear el Estado antiimperialista, hasta que la futura evolución social pueda
crear las condiciones para la revolución socialista. Esta división en "etapas" o
compartimientos estancos de la revolución burguesa y la revolución socialista
era típica no de Haya de la Torre, que con cierta presunción reclamaba la
"originalidad" del aprismo, sino del menchevismo ruso en 1917 y del stalinismo
en la China de 1927.37
La importancia de la teoría de las "etapas" que Haya tomaba en préstamo al
menchevismo ruso y al stalinismo, residía en que si la revolución burguesa era
una etapa históricamente necesaria por la escasa industrialización de América
Latina y la consiguiente debilidad del proletariado, el contenido social y político
de esa revolución consistía en desarrollar las fuerzas productivas del capitalismo
bajo hegemonía de una burguesía nacional o de la pequeña burguesía aprista
subrogante de aquélla. Por lo demás, nuestro vernáculo teórico no iría a buscar
en las ruinas del Macchu Picchu la inspiración para crear su "Frente de
Trabajadores Manuales e Intelectuales" según definía la estructura del APRA,
sino en el Lejano Oriente, justamente en el partido de la burguesía china, el Kuo-
Ming-Tang de Chiang-Kai-Shek. "En un discurso pronunciado durante la cena
conmemorativa de la revolución china en Londres, el 11 de octubre de 1926, hice
hincapié en que "el único Frente Antiimperialista del tipo que tuvo el Kuo-Ming-
Tang al fundarse, es el APRA". Insisto en el paralelo, a pesar de necesarias
distinciones específicas, recordando que la traducción literal de las tres palabras
que dominan el poderoso organismo político chino significan en nuestra lengua
Partido Popular Nacional... El Kuo-Ming-Tang no fue fundado como partido de
clase, sino como un bloque o Frente Unido de obreros, campesinos, clases
medias, organizado bajo la forma y disciplina de partido".38

11. La idealización del imperialismo


La analogía no era accidental. La burguesía nacional china, como todas las
clases dominantes, aborrece la idea misma de la existencia de las clases
sociales y del partido de clase. Se consideraba como la conductora natural de la
sociedad china, así como el APRA, expresión pequeño burguesa del Perú,
pretendía asumir idéntica representación. De este modo, el poder de la
burguesía nacional china logró arrastrar bajo sus banderas "nacionales" a las
clases medias y campesinas, hasta cierto período decisivo. Pero las banderas
nacionales de la lucha contra el invasor japonés y por la revolución agraria
pasaron de Chiang-Kai-Shek a Mao-Tse-Tung, que asumió en nombre del
proletariado los intereses generales de la nación china. Chiang-Kai-Shek, el alter
ego de Haya de la Torre, se transformó en un gendarme norteamericano en la
isla de Formosa. Conviene detenernos un momento en la idea de que "el
imperialismo es la primera etapa del capitalismo" en América Latina. Haya de la
Torre niega categóricamente con esta frase la concepción del imperialismo
expuesta por Lenín en su célebre ensayo. Lo que es peor todavía, si el
imperialismo introduce el capitalismo en América Latina, esto significa
claramente que el imperialismo no ejerce el papel estrangulador que toda la
experiencia moderna confirma, sino que en su relación con los países
semicoloniales se revelaría como el principal agente transformador de su atraso.
Una fuerza capaz de introducir en la sociedad semicolonial relaciones
capitalistas de producción*(no meramente plataformas civilizadas ligadas al
sistema exportador) se convertiría naturalmente en una fuerza objetivamente
progresiva. Esta idea central del aprismo se aproximaba extrañamente al
aforismo europeo de los tiempos de Kipling en el que se exaltaba poéticamente
el papel civilizador del imperialismo en la zona tórrida. Pero los efectos del
imperialismo son radicalmente diferentes a los esperados por Haya de la Torre.
En América Latina, como en el resto del mundo atrasado, el imperialismo
promovió un sistema moderno de comercialización, comunicaciones, transporte
y urbanización exclusivamente en los límites técnicamente necesarios para
exportar el algodón, el café, el petróleo, etc., que requería el mercado mundial.
Como no era económico emplear la llama incaica para transportar algodón,
construyó ferrocarriles; pero sus redes no estaban concebidas para el desarrollo
armónico de las fuerzas productivas del Perú, sino para vincular los centros de
producción con los puertos de embarque. Era más práctico comunicarse con los
gerentes petroleros mediante la telegrafía o el teléfono que por medio de
chasques indígenas; los empleados administrativos nativos no eran menos
indispensables que ciertas carreteras. Para realizar este tipo de trabajo se
requería mano de obra local: así se proletarizaron ciertos sectores nativos, que
serán luego peones, ferroviarios, electricistas, arrancados del viejo mundo
agrario y transformados en agentes modernos del sistema de servicios
indispensables al imperialismo para extraer al resto del país sus riquezas
naturales. Pero nada de esto significaba capitalismo nacional, en el sentido
histórico de la palabra, esto es, la universalización del salario, la creación de un
mercado interno viviente e interrelacionado, la formación de un capital nacional
reproductivo, el equilibrio geográfico de sus líneas de transportes, una
circulación mercantil completa y una dependencia mucho menor del comercio
exterior. Haya de la Torre confunde las plataformas litorales de comercialización
(los "focos de civilización de la costa") con un capitalismo capaz de desarrollar
una estructura de producción e intercambio interior en el conjunto de la geografía
económica de la América Latina. Naturalmente, estos "focos de civilización"
estimulan el desarrollo de una clase media urbana; y al mismo tiempo infunden
a esa pequeña burguesía todo género de ilusiones sobre esa "modernización",
Haya de la Torre refleja en parte esas ilusiones.39

12. La evolución del aprismo

La crisis de 1930 destruye a la generación de la Reforma, disipa las esperanzas


despertadas por el triunfo del radicalismo en la Argentina, presencia la caída de
la República Socialista de Chile, Sánchez Cerro atrapa el poder en el Perú, la
reacción nazi triunfa en Europa y el stalinismo en la Unión Soviética. El aprismo
evoluciona hacia una conciliación con el imperialismo. Al estallar la guerra de
1939 Haya de la Torre expresa teórica y políticamente su capitulación. El mismo
autor que había afirmado que "el imperialismo -primera etapa del capitalismo en
Indoamérica- aporta el sistema económico transformador de un régimen feudal-
comercial agropecuario y minero en otro ya tecnificado, de dirección
industrialista",40 diría de Roosevelt que "la política del Buen Vecino...es el paso
más extraordinario que haya dado un gobernante de los Estados Unidos en favor
de las relaciones interamericanas desde la Doctrina Monroe".41 Como se ve, las
conclusiones políticas del aprismo, llegado el momento, fluían naturalmente de
sus enunciaciones teóricas. El estallido de la segunda guerra imperialista
permitió a Haya de la Torre y al aprismo completar el proceso y desembarazarse
de todo su bolivarismo, su indoamericanismo y su antiimperialismo. Se recordará
que los socialistas y los stalinistas de América Latina, salvo pocas excepciones
honrosas, hicieron lo mismo: apoyar a uno de los dos bandos. Enjuiciando el
carácter de la guerra, decía Haya de la Torre que "desde el punto de vista del
imperialismo, no es, como la del 14, típica colisión de imperios económicos, de
rivalidades puramente mercantiles ¿Podemos ser neutrales? Como esta guerra
no es sólo económica sino política y racial, la victoria del nazismo implica la
derrota de todo lo que es para nosotros vida civilizada y libertad". 42 ¿Se refería
quizás a los millones de indios peruanos, enterrados en las comunidades o
esclavizados como siervos en los grandes latifundios? El aprismo declinaba
como movimiento antiimperialista: "El interamericanismo democrático sin imperio
será la meta jurídica del Nuevo Mundo".43 Ahora comenzaría la etapa del aprismo
como movimiento anticomunista: "El capital está enfermo, pero el remedio
comunista resulta peor que la enfermedad, y está muy lejos de garantizar al
mundo un ordenamiento económico-social salvador y constructivo".44
Finalmente, terminaría como intérprete de los terratenientes amenazados
por la revolución agraria en el Perú: ¿Se puede seguir llamando abigeos a
personas que matan a diestra y siniestra a sus semejantes, en este caso
policías? ¡Se reclama una mayor acción del gobierno!".45 Haya de la Torre, en
fin, reclamaría la paternidad de la doctrina de "la intervención colectiva" de
Rodríguez Larreta, ya anticipada en el Plan Aprista de 1941. La catástrofe era
total.46 El profeta de la unidad latinoamericana de 1924 se había transformado
en el jefe de un partido peruano comprometido con la oligarquía. Haya de la Torre
renunciaba a la lucha contra el imperialismo para sustituirla por los prodigios del
"desarrollo económico". Pese a todo, el influjo de una poderosa visión criolla de
la realidad peruana había sido tan profundo en el aprismo fundado por Haya de
la Torre, que a pesar de sus vacilaciones y extravíos demostró que su gran
tradición primigenia no había muerto con el triunfo y gobierno de Alan García en
1985. Su desafío a la Banca mundial y su invocación a la unidad latinoamericana
no solamente recreaba la jornada inicial del aprismo de los años 20 sino que
continuaba la revolución militar frustrada del General Velasco Alvarado. Ya no
libertarían aquel soberbio Perú los hermanos rebeldes del Inca
Garcilaso de la Vega sino los sonrosados y bien nutridos burócratas de la
C.E.P.A.L., con sus estadísticas, sus cocktails y sus secretarias. La unidad
latinoamericana propuesta por Bolívar en la época de los terratenientes criollos
fracasará una vez más en la época de la pequeña burguesía universitaria cuya
más notable y trágica expresión había sido Víctor Raúl Haya de la Torre. La crisis
mundial de 1930 incubará otros movimientos nacionales en América Latina, en
otro nivel y con otras perspectivas.

13. Ejército y pequeña burguesía después de 1930

En 1930 se inaugura una época de profundas transformaciones sociales en


América Latina. Por segunda vez, aunque de manera más acusada, los Estados
latinoamericanos, como el resto del mundo semicolonial, veían quebrantadas
sus vinculaciones tradicionales con los centros del poder imperial, desarticulados
por la crisis. La bancarrota se desplaza del centro a la periferia; pero es en las
colonias donde las consecuencias serán más graves. La inelasticidad de la
producción agraria y por el contrario, la mayor facilidad de reducción productiva
propia de la economía industrial, atenúa en las metrópolis la fuerza de la crisis;
pero la vuelve devastadora en las colonias y semicolonias. Los ciclos agrícolas
no pueden detenerse a designios: el hundimiento de los precios afecta
gravemente una relación de intercambio fundada en casi medio siglo de
evolución pacífica. Las oligarquías exportadoras se revuelven furiosamente
contra el destino. Los presupuestos fiscales que dependen de los ingresos
derivados del comercio exterior se desploman. Aterrados, la pequeña burguesía
vinculada al aparato del Estado, los estudiantes con el porvenir amenazado, los
profesionales liberales, los maestros, los pequeños comerciantes o artesanos, y
sobre todo los campesinos, que están en la base de la pirámide, asisten al
descenso brusco de su nivel de vida. La eterna fronda militar se agita en una
serie de golpes cíclicos, en búsqueda de los culpables visibles de la crisis.
Yrigoyen cae en la Argentina, Washington Luis en Brasil, Siles en Bolivia, Ayora
en Ecuador, Arosemena en Panamá, Ibáñez en Chile, Leguía en el Perú. Las
múltiples particularidades de la historia doméstica en dichos Estados promovían
cada episodio: su factor general desencadenante es la crisis mundial y la ruina
de las economías monocultoras. De esta crisis saldrán en los próximos quince
años los movimientos nacionales y populares en América Latina más
significativos de la nueva época, galvanizados unos por la segunda crisis mundial
de la Guerra que comienza en 1939; otros, por la sangrienta guerra
interimperialista del Chaco, donde Bolivia y Paraguay son instrumentadas por la
Standard Oil y la Royal Dutch en la lucha por el petróleo. De la generación militar
y civil de la guerra del Chaco emergerá el Movimiento Nacionalista
Revolucionario de Bolivia.

14. Bolivia: en marcha y sin rumbo

Hacia 1930 la pequeña burguesía altoperuana examinaba perpleja todas las


promesas y mesías. Escribe Augusto Céspedes, el intelectual más
representativo y agudo de la época: “Los estudiantes de Bolivia, nación
mediterránea, de nieves y selvas inaccesibles donde las nuevas ideas escalaban
difícilmente, alimentaban inquietudes vagas, despertadas por ciertas brisas
continentales como la reforma universitaria de Córdoba y la Unión
Latinoamericana, cuya romántica potencialidad se perdía, en el primer caso, con
la incipiencia de la universidad y en el segundo, bajo los muros de la clausura en
que mantenían a Bolívar sus propios hermanos del continente. Algunas librerías
poseían folletos de los conductores de la revolución bolchevique: Lenín, Trotsky,
Bujarin, Kamenev, Lunatcharsky, que hojeábamos en desorden. Más nos atraían
la fraseología del APRA y los relámpagos de la revolución mejicana. Leíamos los
discursos de Obregón y de Calles y la lírica premonitoria de la «Raza Cósmica»,
que se escuchaba entre los disparos de fusil de la reforma mejicana" 47. El
estudiantado universitario de Bolivia ya había sufrido, años antes de la guerra
del Chaco, su propia experiencia con los redentoristas sudamericanos de
fosforecente retórica. No por simple accidente el Congreso Universitario de 1928,
reunido en Cochabamba, estableció los planes para la autonomía universitaria,
lanzando al mismo tiempo una gran campaña política contra el Presidente Siles,
que había intentado, Justamente!, destruir la maquinaria política de la vieja
oligarquía liberal. Como en la Argentina, la Reforma Universitaria se colocaba al
servicio de la Rosca imperialista. El abanderado de la Autonomía Universitaria,
Daniel Sánchez Bustamante, expresión de los intelectuales "democráticos" y de
la masonería, sería designado por los estudiantes "Maestro de la juventud
boliviana". Este Maestro también administraba su elocuencia como abogado de
la Bolivian Railway. ¡Uno más!

15. Revolución en el Altiplano

El Movimiento Nacionalista Revolucionario heredaba la tradición trunca del


gobierno del coronel Busch, un joven oficial de 35 años que al asumir la dictadura
no había vacilado en dictar un decreto ordenando a la gran minería la devolución
de las divisas obtenidas por la venta internacional de los minerales. Agobiado
por la presión "rosquera" y en la más completa soledad, Busch se suicidó en
1939. Pero su valerosa actitud sirvió de bandera a los jóvenes oficiales y civiles
que fundaron poco después el Movimiento Nacionalista Revolucionario. Bolivia
era hacia 1942 una factoría exportadora de estaño, azotada por tres propietarios
rapaces que lograron interesar a la literatura: Simón Patino, Mauricio Hochschild
y Carlos Víctor Aramayo, vinculados a los monopolios internacionales de
minerales.48 Cincuenta mil mineros recluidos en las montañas producían el valor
de todas las exportaciones de Bolivia que alimentaban su escuálido aparato
estatal. Tres millones de indios campesinos, en su mayor parte de lengua
quechua y aymará, permanecían al margen de la economía monetaria. Víctimas
del gamonalismo terrateniente, recluidos en el autoconsumo, anestesiados con
coca, vivían sometidos a la institución del "pongo", prestación obligatoria de
servicio gratuito.
Los pueblos de alimentación escasa y monótona consumen habitualmente
estimulantes. Alfredo Ramos Espinoza en su libro La alimentación en México
dice refiriéndose a los indios mexicanos: "Tienen que vencer su inapetencia
cauterizándose la boca y el estómago con pimienta, para producir una secreción
refleja de saliva, que pueda simular la provocada por el buen apetito". En Perú
se consumía desde los Incas el ají, como en el Alto Perú el locoto, arabiri y
comerruchu. Los pueblos bien alimentados no conocen este tipo de
estimulantes. En América Latina y la India, por el contrario, el consumo de "chile",
salsa "curry" o nuez betel es muy considerable. El consumo de coca en la
sociedad incaica estaba controlado por el Estado, pero su propio uso indicaba
las dificultades de alimentar a la población del Incario en virtud del bajo nivel
productivo. Considerado una especie de sustituto de la alimentación, su efecto
más importante es mitigar el hambre y la sed; su consumo está ligado
históricamente a la improductividad de los Incas, a la superexplotación colonial
española y a la barbarie de la era independiente. El consumo de coca contribuye
a explicar los índices de desnutrición en el Perú y el Altiplano 49. Una reducida
clase de apáticos terratenientes y doctores altoperuanos ligeros de lengua
gobernaba la política lugareña, en sociedad con un puñado de generales ineptos,
borrachos y venales. Todos ellos se inclinaban ante los dictados del poder que
los bolivianos llamaron el "Superestado" minero. Minería, terratenientes y
burguesía comercial importadora constituían la Rosca que ahogaba desde los
tiempos de la conquista española a las masas populares del Altiplano. Tal era la
debilidad intrínseca del Estado, que se licitaban los impuestos. En los
documentos de identidad figuraba la raza. Los ministros se nombraban en la
gerencia de la Patino Mines. La hija predilecta del Libertador, aquella república
fundada por Sucre, que había perdido todas las fuerzas, sin salida al mar,
raquítica y miserable, vejada y saqueada por españoles, criollos,
norteamericanos e ingleses durante cinco siglos, era una demostración viva del
horrendo drama de América Latina. La pequeña burguesía empobrecida, con
nombres ilustres en la historia del Altiplano, esos hijos de presidentes, generales,
escritores, diputados y profesores, vivía hambrienta y rabiosa. ¡Había sido
burlada tantas veces! Los oficiales jóvenes,
sobrevivientes heroicos de esa gran náusea político-militar que fue la guerra del
Chaco, también estaban hartos: la venalidad de las clases dirigentes no tenía
secretos para ellos.
La alianza entre militares y nacionalistas se realizó con el golpe de Estado
del 20 de diciembre de 1943, en plena guerra imperialista. Fueron
inmediatamente acusados de "nazis". La propia izquierda boliviana no era menos
cipaya y extranjerizante que en el resto de América Latina.

16. Los pillos de la "democracia"


La pequeña burguesía civil y la pequeña burguesía militar formada en la
experiencia sangrienta y vergonzosa de la guerra del Chaco se había vuelto
nacionalista. Su jefe era el mayor Gualberto Villarroel. Sus grandes crímenes
fueron organizar por primera vez en la historia de Bolivia una Federación de
Trabajadores Mineros y convocar un Congreso campesino, lo que no ocurría
desde los tiempos de Belzú. Habían elegido el camino correcto, pero el poder
conjunto de la Rosca y de la prensa imperialista los doblegó y anonadó.
Al no atreverse a nacionalizar las minas y a entregar la tierra a los
campesinos, el gobierno de Villarroel no supo dónde encontrar aliados. El
imperialismo yanqui y los insignificantes partidos oligárquicos lograron arrastrar
a la pequeña burguesía paceña, la más impresionable y regionalista de Bolivia,
sometida siempre al terrorismo psicológico de los abogados liberales.

La conspiración estalló el 21 de julio de 1946. Derribó a Villarroel, lo colgó de


un farol de la Plaza Murillo y reinstaló en el Palacio Quemado a los propietarios
de minas.
Dentro de Bolivia, participaron en el motín los jeeps de la embajada yanqui,
y también los liberales, los universitarios a la busca de nuevos "Maestros de la
Juventud", los stalinistas del P.I.R., algunos seudotrotskistas del P.O.R., la
izquierda, el centro y la derecha. ¡Desdichada América Latina, siempre
mezclados los tontos con los pillos! De inmediato, incorporándose en su
aterciopelado refugio de la Isla Negra, Pablo Neruda abandonó un momento su
habitual dipsomanía y dijo por teléfono a José Antonio Arze, jefe stalinista del
P.I.R: "Esto ha sido gloriosamente español".
El sátrapa minero Mauricio Hochschild declaró: "Yo pronostiqué que
Villarroel caería pronto".
El Partido Comunista de la Argentina enviaba un cable firmado por el
burócrata Vittorio Codovilla felicitando roncamente a los miembros de la nueva
Junta de Gobierno. Toda la prensa norteamericana y sus ecos latinoamericanos
aplaudían la "revolución" del 21 de julio.50 En la URSS, la Armada de
Leningrado y los cañones de Moscú disparaban 101 cañonazos en homenaje a
la
revolución de La Paz. El dirigente del APRA peruano, Manuel Seoane, declaraba
en Lima:"Pocas veces, sin duda, Indoamérica ha podido contemplar una página
tan brillante de heroísmo cívico"
La hinchada araña de Simón Patino sonrió con bondad y envió una
donación de 20.000 dólares para "los mártires de la libertad".51 Todo estaba en
orden.
17. El nacionalismo toma el poder
Desde 1946 hasta 1952, el Movimiento Nacionalista Revolucionario, en
cuyas filas militaban la mayoría de los dirigentes mineros de Bolivia, extendió su
influencia sobre las grandes masas populares del país. Los más repugnantes
representantes del viejo orden y del antiguo generalato, asesinos de mineros, se
turnaron en el poder. Monje Gutiérrez, Hertzog y Urriolagoitía cubren el período
de reiteradas sublevaciones del M.N.R. seguidas de represalias sangrientas.
El 9 de abril de 1952 el M.N.R. inicia una nueva revolución, combate en las
calles de La Paz con el Ejército oligárquico, lo vence, desarma y disuelve. Víctor
Paz Estensoro llega al poder. Dos decretos fundamentales definen el nuevo
régimen: nacionalización de las minas y reforma agraria. Se entrega la tierra a
los campesinos al mismo tiempo que se
constituyen las milicias obreras y campesinas. Siglos de heroísmo han formado
en el boliviano una frecuentación impasible de la muerte; el dominio oligárquico
ha consolidado esa psicología del arrojo, proporcional al conformismo y
encanallamiento de las viejas clases dominantes. Nunca pudo olvidarse el
aforismo del Presidente rosquero general Blanco Galindo en 1930:
"Somos país pobre y debemos vivir pobremente".52
Tierra impregnada de dolor, de sangre y esperanza, Bolivia parecía haber
dado algunos pasos de gigante hacia la civilización. Doce años después, el
régimen nacionalista agonizaba. ¿Qué había ocurrido? El M.N.R. gobernaba en
un país donde la miseria general era tan enorme que en Bolivia no existía
burguesía nacional. El imperialismo había proletarizado directamente a
cincuenta
mil indios, trasformándolos en mineros, aislados en sus grises ciudades de la
montaña. Excepción hecha de una agricultura en los valles de Cochabamba y un
desarrollo agrícola especial en la zona subtropical de Santa Cruz de la Sierra, el
país vivía de la exportación de minerales, aun después de la Revolución.
El M.N.R. en el poder había generado enormes avances. La revolución no
sólo había dado la tierra a los indios, trocándolos en campesinos productores,
sino
que al cultivarse predios tradicionalmente abandonados se estaba modificando
el
clima de ciertas regiones (Provincia de Pillapi). La transformación del régimen
alimenticio, por añadidura, alteraba la talla media del hijo del país. El boliviano
tendía a crecer; su estatura era mayor, no sólo históricamente sino también
físicamente. ¡Parecía concluir la "dieta alimenticia" de coca! Tales eran los títulos
que podían invocar los creadores de esa Revolución.
Pero al mismo tiempo, el M.N.R. se encontró prisionero en los marcos del
"Estado Nacional". Los propios teóricos del M.N.R. tenían predilección por
disertar sobre la "Nación boliviana".
18. ¿La "Nación" boliviana?
El Alto Perú había nacido de la desintegración del viejo Virreynato y de la
política antinacional de los porteños; había perdido luego, en la guerra del
Pacífico, sus puertos marítimos; finalmente perdió las tierras petrolíferas
del Chaco. Y cuanto más territorio perdía y cuanto más absurdas resultaban las
especulaciones bolivianas sobre su destino insular, más se escribía sobre la
"Nación Boliviana"53 . ¡Y se trataba justamente del fragmento de la Patria
Grande
que más razones tenía para buscar en la Confederación con Perú y en la lucha
por
la Confederación Latinoamericana el marco genuino de su liberación!
La revolución boliviana se confinó voluntariamente en sus fronteras. La
elaboración de la teoría de la "Revolución Nacional" suponía volver las espaldas
a la inmediata correlación del Alto Perú con el Bajo Perú. Los campesinos del
otro lado del lago Titicaca preguntaban en 1952 a sus vecinos "si las leyes
agrarias bolivianas también servían para el Perú", La conmoción que causó en
el
Perú la revolución boliviana se atenuó enseguida por la estrechez de los
dirigentes, que volvieron sus espaldas a lo único que podía otorgar un
fundamento serlo a la pretensión boliviana de una salida al mar: la recreación de
la Confederación Andina a través de la revolución peruana.
Hubiera sido absolutamente legítimo e históricamente necesario proyectar la
revolución boliviana al otro lado del Titicaca para emprender una verdadera
guerra revolucionaria en aquel Perú cuya historia, estructura social, lenguas,
razas
indígenas y analogía de condición social con los campesinos bolivianos lo había
preparado para el gran día. Pero la "balcanización" se había instalado también
en
la cabeza del nacionalismo boliviano. Limitada a las fronteras artificiales, la
revolución de Bolívar no podría garantizar ni siquiera su propia estabilidad. De
este modo, y a pesar de sus grandes conquistas interiores, la revolución
boliviana
resultó finalmente derrotada y la revolución peruana postergada. No se
atrevieron
a librar un nuevo Ayacucho.
19. Importancia y peligros de la distribución de tierra
Por otra parte, la entrega de tierras al campesinado boliviano creó una clase
de pequeños propietarios capitalistas, naturalmente de bajo nivel productivo y
técnico, de ínfima capitalización, pero capitalistas al fin. Este hecho era, por un
lado, de inmensa progresividad histórica; por el otro, la Revolución boliviana
establecía un orden social conservador en el campo y una fuente de inmensos
peligros. Para conjurarlo, la revolución agraria debía ser acompañada de una
política de industrialización y de control político de toda la economía boliviana,
con la anticipación democrática de todos los trabajadores en el manejo de esa
planificación.

De otro modo, el campesinado podía en el día de mañana estrangular la


revolución. No era nada imposible que se convirtiera en la base pasiva de una
dictadura militar capaz de garantizarle la posesión de sus tierras a cambio de la
recolonización del resto del país.
La revolución agraria burguesa sólo debía ser el primer paso para conquistar
por ella el apoyo de los campesinos, crear un mercado interno para la industria
y
utilizar las viejas comunidades agrarias como formas de transición hacia una
socialización de la agricultura en un alto nivel técnico54.
20. Balance del derrocamiento de Paz Estensoro
La pobreza heredada, el aislamiento, la tentativa de permanecer lejos de
"Washington, Moscú o Buenos Aires", según las palabras del Presidente Siles
Suazo, el bloqueo mundial del imperialismo, que manejaba los precios de los
minerales, se combinaron con la resistencia del gobierno nacionalista a romper
audazmente dicho bloqueo y construir por sí mismos o con ayuda checa, o rusa,
las fundiciones de estaño propias55 . Hay que añadir la ingenua tentativa de
favorecer la formación de una "burguesía nacional" que la historia había
rehusado
conceder a Bolivia. Así se llegó a proteger un nuevo tipo de sátrapas, que
llamaremos "burgueses compradores" y que disponían de los 80 ó 90 millones
de
dólares de las exportaciones anuales para inundar a la Bolivia de los nuevos
ricos
con automóviles de último modelo, artículos suntuarios y productos que Bolivia
hubiera estado en fáciles condiciones de fabricar inmediatamente56 .
Mientras la revolución presentaba una soberbia fachada de realizaciones con
los grandes decretos mencionados, la estructura interior del Estado permanecía
intacta. Las milicias obreras y campesinas custodiaban las viejas armas
arrebatadas a las tropas en 1952, pero el gobierno nacionalista procedía a
reconstruir el esquema del antiguo ejército bajo formas nuevas, aprovisionado
por
los Estados Unidos, que se erige en el benévolo protector de la revolución
boliviana. El imperialismo advirtió las vacilaciones del M.N.R. y parecía decir
como en el refrán criollo:"No te has de morir, te irás secando de a poco".
En resumen, el M.N.R. no quebró el viejo Estado ni estableció una
planificación general de todos los recursos del país en esa perspectiva. La
igualdad en el sacrificio fue ignorada; y los sectores mineros abandonados a sí
mismos se orientaron hacia una política puramente salarial.

Confiada a los propios mineros, empleados y técnicos, por el contrario, la


administración de las minas en un sistema de cogestión, habría disminuido los
riesgos del despotismo burocrático y del funcionario estatal omnisciente. Poseer
las minas sin la fundición y controlar la fundición sin la comercialización, era
inútil. Pero abordar la refinación e intermediación de los minerales en los
mercados mundiales significaba romper con los Estados Unidos y establecer
canales nuevos con el Tercer Mundo y los Estados Socialistas.
La caída de Paz Estensoro fue el resultado directo de la descomposición del
régimen nacionalista y la prueba negativa de que el nacionalismo popular debe
asumir un carácter revolucionario y latinoamericano o será aislado y aniquilado.

NOTAS
1 Andrés Molina Enríquez. Los grandes problemas nacionales, 1909, cit. Por
José E. Iturriaga, La Estructura social y cultural de México, p. 106, Ed. Fondo de
Cultura Económica, 1951, México.
2 Jesús Silva Herzog, Breve historia de la revolución mexicana, p. 22, Tomo I,
Ed. Fondo de Cultura Económica, México, 1960.
3 M. S. Alperovich y B. T. Rudenko, La Revolución Mexicana de 1910-1917 y la
política de los Estados Unidos, p. 33, Ed. Fondo de Cultura Popular, México,
1960.
4 Silva Herzog, ob. cit. p. 14.
5 Alperovich y Rudenko, ob. cit., p. 32.
6 Silva Herzog, ob. cit, p. 16.
7 Era una broma corriente, cuando alguien preguntaba si Terrazas era del Estado
de Chihuahua, responder: "No, el Estado de Chihuahua es de Terrazas".
8 Silva Herzog, ob. cit., p. 20.
9 El jornal de un peón al estallar la Revolución mexicana era de 18 a 25 centavos
por día (el peso mexicano equivalía a 1 dólar). El peón recibía un salario igual al
de sus antepasados de 1792. Pero el costo de los artículos fundamentales {arroz,
maíz, trigo y frijol) se había duplicado en un siglo.
10 V. México Insurgente, De John Reed, Buenos Aires.
11 Luis Enrique Erro, Los pies descalzos, cit. en Silva Herzog, ob. cit. p. 30.
12 Dice Marx en El Capital: _"En algunos países, sobre todo en México.... la
esclavitud aparece disfrazada bajo la forma de peonaje. Mediante anticipos que
han de rescatarse trabajando y que se transmiten de generación en generación,
el peón, y no sólo él, sino también su familia, pasa a ser, de hecho, propiedad de
otras personas y de sus familias", Tomo I, P. 122, Ed. Fondo de Cultura
Económica, México, 1964.
13 En 1810, Morelos firmaba un documento en el que se declaraba que a partir
de ese momento ya no se llamaría a los hijos del país "Yndios, Mulatos, ni castas,
sino todos generalmente Americanos. Nadie pagará tributo, ni habrá esclavos en
lo sucesivo, y todos los que los tengan, sus amos serán castigados. No hay cajas
de Comunidad, y los Yndios percibirán la renta de sus tierras como suyas propias
en lo que son las tierras, Todo Americano que deva qualquiera cantidad a los
Europeos no está obligado a pagársela; pero si al contrario deve el Europeo,
pagará con todo rigor lo que deva al Americano", en Alfonso Teja Zabre, Morelos.
p. 144, Ed. Espasa-Calpe Argentina, Buenos Aires, 1946.
14 La evolución de Porfirio Díaz, desde sus iniciales épocas de enfrentamiento
con los Estados Unidos hasta su desconfiada amistad con los peligrosos vecinos
está detalladamente narrada por Daniel Cosío Villegas en Estados Unidos contra
Porfirio Díaz, México.
15 V. Aperovich y Rudenko, ob. cit., p. 64.
16 Carlos Fuentes: Tiempo mexicano, p. 61, Ed. Cuadernos de Joaquín Martiz,
México, 1980.
17 Las grandes fortunas acumuladas por criollos, civiles o eclesiásticas, no
pueden ser clasificadas como "capital nacional" en el sentido reproductivo y
dinámico de la expresión. Su reinversión revestía un carácter suntuario, usurario
y litúrgico, que se agotaba en sí mismo. Véase el ejemplo de Ouro Preto en
Brasil, de Potosí en Bolivia o de Lima en Perú. Ni la plata del Potosí, ni el oro de
Ouro Preto impulsaron a extraer mineral de hierro y construir una siderurgia. Pero
las tres espléndidas ciudades quedaron como museos de un auge desaparecido.
18 Cfr. Charles A. Beard, Una interpretación económica de la Constitución de los
Estados Unidos, p. 100, Ed. Arayú, 1953, Buenos Aires.
19 Gilberto Amado, cit., por Paulo R. Schilling, ob. cit, p. 85.
20 La palabra "nacional" es empleada aquí en un forzoso sentido práctico y
provisional. Sólo lo latinoamericano es "nacional" y si llamamos "nacionales" a
los movimientos populares y revolucionarlos de Bolivia, Perú, Argentina, etc., es
exclusivamente para indicar la participación de clases diferentes en su seno.
Estos movimientos son realmente "estaduales" y por lo demás sólo podrán
alcanzar sus objetivos de liberación en el marco de la Confederación
Latinoamericana.
21V. estudio detallado del radicalismo de Yrigoyen en Ramos, Del Patriciado a
la oligarquía (1862-1904) y La Bella Época (1904-1922), Ed. del Mar Dulce,
Buenos Aires, 1982.

22 La influencia del pensamiento de Manuel Ugarte sobre Haya de la Torre y el


aprismo ha sido expresamente
reconocida por éste. V. Víctor Raúl Haya de la Torre, Treinta años de aprismo,
p. 45, Ed. Fondo de Cultura
Económica, México. 1956.
23 Ibíd, p. 15.
24Nos referimos a las grandes líneas del desenvolvimiento latinoamericano, a la
tendencia general, sin perder
de vista que América Latina es una especie de Frankestein histórico-social, cada
uno de cuyos pedazos ha
pretendido un desarrollo propio y arrastra consigo una monstruosidad particular.
La ley del desarrollo
combinado permitía observar en Perú exposiciones sutiles del arte moderno, el
uso del avión o industrias
complejas mientras a 500 kilómetros de la costa peruana la historia descendía
bruscamente un milenio o más
hasta la comunidad primitiva, la tribu selvática y la edad de bronce.
25 Julio Antonio Mella, Ensayos revolucionarios, Ed. Popular de Cuba y del
Caribe, La Habana,
1960.
26 Víctor Raúl Haya de la Torre, El Antiimperialismo y el APRA, Ed. Ercilla,
Santiago de Chile, 1936.
27 Mella, ob. cit, p. 7.
2sIbíd, p. 13.
29 León Trotsky, Historia de la Revolución Rusa, Tomo II, p. 389, Ed. Tilcara,
Buenos Aires, 1962. "Mella, ob.
cit, p. 13.
31 "El México semi-colonial lucha por su independencia nacional, política y
económica. Tal es, en
el estado "actual", el contenido fundamental de la revolución mexicana. Los
magnates del petróleo
no son capitalistas de filas, simples burgueses. Poseen las más importantes
riquezas naturales de
un país extranjero, se apoyan sobre sus millares de millones y sobre el sostén
militar y diplomático
de sus metrópolis y se esfuerzan por establecer en el país sojuzgado un régimen
de feudalismo
imperialista, procurando subordinarse la legislación, la justicia y la
administración. En estas
condiciones, la expropiación es el único medio serio de salvaguardar la
independencia nacional y
las condiciones elementales de la democracia": León Trotsky, en Por los Estados
Socialistas de
América Latina, p. 21, Ed. Coyoacán, Buenos Aires, 1961.
32 Mella, ob. cit. p. 24.
33 Estas observaciones, válidas para la situación latinoamericana de 1930 no
han perdido su
fuerza en 1985, cuando el desarrollo industrial de América Latina ha dejado
inalterado el diagnóstico
anterior en virtud del vertiginoso crecimiento demográfico de la población, sobre
todo en el sector
agrario. Es importante puntualizar, sin embargo, que en la Argentina, Chile y
Uruguay, por ejemplo,
el eje de la revolución no se encuentra en el campo, sino en las ciudades. Para
referirnos tan sólo
al área del Plata, toda la pampa húmeda es típicamente capitalista y los
"campesinos" son aliados
inestables pero aliados al fin del orden oligárquico "moderno". Sólo se movilizan
por los precios
"sostén" que fija el gobierno o por el tipo de cambio con el dólar, cuando les
resulta desfavorable.
34 Haya de la Torre, ob. cit, p. 63. "Nosotros no somos un pueblo industrial;
consiguientemente la
clase proletaria del naciente industrialismo es joven... Un niño vive, un niño siente
dolor, un niño
protesta contra el dolor; sin embargo, un niño no está capacitado para dirigirse
por sí mismo",
Treinta años de aprismo, p. 126. Tal es el concepto paternal de Haya con
respecto al proletariado
latinoamericano.
35 Haya de la Torre, ob. cit, p. 23.
36 Ibíd., p. 24. También en El Antiimperialismo y el Apra, el mismo autor dice:
"Para nuestros
pueblos el capital inmigrado o importado, plantea la etapa inicial de su edad
capitalista moderna.
No se repite en Indoamérica, paso a paso, la historia económica y social de
Europa. En estos países
la primera forma del capitalismo moderno es la del capital extranjero imperialista"
(p.51). Haya de
la Torre refuerza y aclara su pensamiento con esta frase de C. K. Hobson:
"Comparadas con las de
otros países, las inversiones británicas han actuado como pioneros en el
descubrimiento y apertura
de nuevos campos de desarrollo". Es evidente el franco carácter apologético del
papel jugado por el
imperialismo en América Latina y el desconocimiento por el jefe aprista de la
verdadera naturaleza
del capital financiero.
37 V. Lenín y Trotsky, ob. cit.
38 Haya de la Torre, El antiimperialismo y el Apra, p. 68.
39 Esa corriente de inversiones imperialistas no sólo crea en la primera etapa de
expansión agraria
o minera una clase media, sino también un proletariado, como dice Haya. Lo que
este autor olvida
HISTORIA DE LA NACIÓN LATINOAMERICANA I 357
mencionar, es que ese proletariado forma parte de la "aristocracia del trabajo"
del país dado y que los obreros y
empleados de las empresas de capital extranjero son la fuente del "amarillismo
político" y del conformismo más
completos. El desarrollismo, los cepalianos y los teóricos de la inversión
extranjera como fórmula mágica del
"despegue" son discípulos directos de Haya de la Torre. Por su parte, el
stalinismo y los izquierdistas abstractos
de América Latina desconocen, como es previsible, las obras de Haya de la
Torre; prefieren practicar ese
"perpetuum mobile" que Goethe definía así: "No hay nada más horroroso que la
ignorancia activa."
40 Haya de la Torre, Treinta años de aprismo, p. 150.
41 La defensa continental, p. 134, Ed. Américalee, Buenos Aires. 1940.
42 Ibíd., p. 87.
43 Haya de la Torre, La defensa continental p. 156.
44 Ibíd., Treinta años de aprismo'; p. 183.
45 Palabras del diputado aprista peruano Nicanor Mujica en 1965, a raíz de la
iniciación de las
guerrillas dirigidas por el ex-dirigente aprista Luis de la Puente Uceda. Cit. por
Américo Pumaruna,
Perú: revolución: insurrección: guerrillas, p. 73, en la revista Ruedo Ibérico, No.
6, abril-mayo de
1966, París.
46 Haya de la Torre, Treinta años de aprismo, p. 244. Se recordará que esta
Doctrina del famoso
cipayo uruguayo predicaba la intervención militar contra la Argentina, a causa de
Perón.
47 Céspedes, ob. cit., p. 82.
48 V. Augusto Céspedes, Metal del diablo (biografía de Patino) Hochschild murió
en París en 1956.
El célebre ladrón dejó una herencia de 1.000 millones de dólares.
49 V. Carlos Malpica, Crónica del hambre en el Perú, p. 39, Ed. Francisco
Moncloa, Lima, 1966.
50 El autor de este libro calificó el golpe del 21 de julio de 1946 como "una
revolución del dólar en
Bolivia": tal fue el título de un artículo que escribí en la revista Octubre, Nro. 4,
enero-febrero de
1947, Buenos Aires, naturalmente con gran escándalo del cotorreo cipayo, tan
antivillarroelista
como antiperonista. ^
51V. Céspedes, El Presidente colgado, p. 256 y ss. En los días anteriores a su
caída. Villarroel había ordenado
la importación de 80 tractores procedentes de Canadá para las principales
comunidades indígenas de Bolivia. El
nuevo gobierno oligárquico canceló la orden. V. Faustino Reinaga, Tierra y
Libertad, p. 32. Ed. Rumbo
Sindical, La Paz, 1952.
52 Céspedes: El dictador suicida, p. 114.
53 Rene Zavaleta Mercado fue el nuevo predicador de este localismo: "Es
posible que en un sentido
científico estricto se pueda aceptar la idea de una nación chiriguana, y, como se
ve, tampoco es
falso hablar de una nación latinoamericana". V. El desarrollo de la conciencia
nacional, p. 168, Ed.
Diálogo, Montevideo, 1967.
En busca de más cantidad de "sentido científico", Zavaleta. Mercado, que fuera
Ministro del MNR, abandonó
el nacionalismo boliviano, que se encontraba a su juicio moribundo y se afilió al
Partido Comunista, que estaba
completamente muerto.
54 Alfredo Sanjines, La reforma agraria en Bolivia, Capítulo Una entrevista con
León Trotsky, p.
21, 2a. ed., La Paz, 1945.
55 La idea de ciertos revolucionarios latinoamericanos de que la revolución no
puede hacerse sin
ayuda rusa se ha convertido en una verdadera manía. Consideremos en primer
término que la
revolución rusa triunfó sin ayuda de nadie y con la oposición armada del
imperialismo en 14
frentes de guerra. En segundo lugar, la revolución china logró la victoria a pesar
de la ayuda que
los rusos le brindaron en algún momento, sí la ayuda hubiese sido mayor, Mao
habría debido
rendirse a las exigencias de Stalin, que deseaba un acuerdo con Chiang-Kai-
Shek. Los chinos en
ese caso jamás habrían conquistado el poder. En cuanto a Bolivia, el gobierno
nacionalista ni fue
capaz de aceptar la ayuda checoeslovaca para construir los hornos de fundición
necesarios para
emanciparse de los monopolistas anglo-yanquis, por ceder a la presión
norteamericana, ni tampoco
se demostró con energía suficiente para construirlos con su propio esfuerzo.
Solamente habría
sido necesario prohibir la importación de automóviles último modelo y artículos
suntuarios durante
un año para construir esas refinerías. Era exactamente un criterio de prioridad
nacional impuesto
por todo el poder concentrado del Estado lo que hacia falta.
Cien años antes, los paraguayos de Carlos Antonio López construyeron solos el
primer ferrocarril de América
del Sur y las primeras líneas telegráficas, así como los primeros hornos de
fundición de
358 | JORGE ABELARDO RAMOS
hierro del continente criollo. En plena guerra contra la infame Triple Alianza
argentino-brasileño-oriental, los
soldados de Solano López editaban en la selva el periódico semanal El
Centinela, impreso sobre papel fabricado
por artesanos paraguayos con cortezas de árbol extraídas de esa misma selva
arrasada por la metralla mitrista.
Ese papel era excelente y se conserva perfectamente legible la impresión de
hace un siglo. Se encuentra en el
Archivo Nacional de Asunción.
Los paraguayos no estaban esperando a checos ni rusos, querían hacerlo y lo
hicieron porque no pensaban en
ningún seguro para la vejez. En Bolivia, como en América Latina, no escasean
los ingenieros competentes. Lo
que faltan son revolucionarios que en el poder sigan siéndolo. Ver costos de
refinerías y maniobras
desvalorizadoras de los refinadores extranjeros en Ñuflo Chávez Ortiz, Cinco
ensayos y un anhelo, p. 252, La
Paz, 1963.
56 Actualmente Bolivia exporta alrededor de 800 millones de dólares anuales.
Pero en su mayor parte son
despilfarrados en importaciones superfluas o en pago de los intereses de la
deuda externa.
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