TEMA 2 Formación para Catequistas

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ARQUIDIÓCESIS DE BARQUISIMETO

SECRETARIADO DE CATEQUESIS
LARA-VENEZUELA

FORMACIÓN PARA MINISTRO CATEQUISTA

TEMA 2

EL CATEQUISTA

MARZO – AGOSTO 2022

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I. EL CATEQUISTA: IDENTIDAD Y VOCACIÓN.

El Nuevo Directorio para la Catequesis, en lo sucesivo NDC, dice en su numeral


110: «También en la constitución del cuerpo de Cristo hay variedad de miembros y
de ministerios. Uno mismo es el Espíritu, que distribuye sus diversos dones, para
el bien de la Iglesia, según sus riquezas y la diversidad de los ministerios» (LG 7).
En virtud del Bautismo y la Confirmación, los cristianos se incorporan a Cristo y
participan en su oficio sacerdotal, profético y real (Cf. LG 31, AA 2); son testigos
del anuncio del Evangelio con la palabra y con el ejemplo de la vida cristiana; pero
algunos «también pueden ser llamados a cooperar con el Obispo y los sacerdotes
en el ejercicio del ministerio de la Palabra» (CIC 759). En el conjunto de los
ministerios y de los servicios, con los cuales la Iglesia lleva a cabo su misión
evangelizadora, el «ministerio de la catequesis» (CT 13) ocupa un lugar relevante
e indispensable para el crecimiento de la fe. Este ministerio introduce a la fe y,
junto con el ministerio litúrgico, engendra a los hijos de Dios dentro de la Iglesia.
Por lo tanto, la vocación específica del catequista tiene su raíz en la vocación
común del pueblo de Dios, llamado a servir al plan salvífico de Dios en favor de la
humanidad.
A todos corresponde la misión de apostolado, de participación y responsabilidad.
En esto tienen su fundamento los ministerios y servicios del pueblo de Dios. La
corresponsabilidad supone la capacitación y la misión, la obligación y el derecho
de compartir con otros aquellas funciones, decisiones y acciones que se refieren y
afectan la realidad eclesial.
La vocación cristiana es aquella que nos viene de Dios por Cristo y en cuanto a
discípulos de Cristo, según la cual hemos sido llamados a seguir sus enseñanzas
y su ejemplo, a realizar los valores del Reino y a vivir las bienaventuranzas, a
continuar su obra y su misión en la tierra, a anunciar la esperanza del reino futuro.
“El catequista es un cristiano que recibe un llamado particular de Dios, aceptado
en la fe, ese llamado lo capacita para el servicio de la transmisión de la fe y para la
tarea de iniciar en la vida cristiana (NDC 112).
Esta vocación tiene como meta llegar a participar de la vida de Dios en la plenitud
del amor y la unidad que se realizan por Cristo y en el Espíritu.
Este llamado-escucha-respuesta. según el documento de Puebla en los Nº 994-
998, implica lo siguiente:
1.) Fidelidad a Jesús Resucitado, a su Palabra (CEC 75.100) tanto escrita
(Sagrada Escritura), como oral (Tradición Apostólica). Ambas interpretadas
auténticamente por el Magisterio de la Iglesia (compuesto por el Papa y los
Obispos en comunión).
La inteligencia de esta Palabra crece cuando los fieles la leen, estudian y
contemplan en forma orante, y cuando la proclaman los Obispos, que por la
Sucesión Apostólica poseen el carisma de la verdad (CEC 94).
2.) Fidelidad a la Iglesia, es decir al Magisterio Ordinario y Extraordinario del Papa
y de los Obispos que, por la sucesión apostólica poseen el carisma de la verdad, y
que componen el Magisterio de la Iglesia, encargado de custodiar, explicar,
aclarar, proclamar la Revelación, tanto escrita (Sagrada Escritura) como oral
(Tradición Viva, distinta de las tradiciones eclesiales-CEC 83) (CEC 85-87).

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3.) Fidelidad al ser humano. Es decir, asumir y purificar los valores de la cultura,
de la religiosidad popular (CEC 1674-1676.1679). Hay que saber descubrir la
ausencia o presencia de Dios en lo cotidiano (trabajo, estudio, familia,
religiosidad).
4.) Conversión y crecimiento. Es el proceso de seguimiento de Jesús, de su
imitación, y del crecimiento en la santidad personal. El cristianismo es una
Persona, y esa Persona es Jesús. Más que normas, preceptos y mandamientos,
que pueden servirnos como un guía para ir hacia Cristo, el cristianismo es Jesús y
su seguimiento. Decía un santo doctor de la Iglesia: Si amas a Jesús, cumplirás
preceptos, mandamiento y normas y mucho más, sin necesidad de que te las
impongan ni que te las digan, porque Él mismo te enseñará en tu interior (Jer. 31,
31-34), te dará un corazón y un espíritu nuevo (Ez. 36), y vendrá a tí para cenar
juntos como enamorados (Ap 3,20), sin desmerecer por ello a alguien que, en el
nombre de Jesús, te las recuerde.
5.) La catequesis tiene que ser integradora, es decir, conocer la Palabra de Dios y
saber anunciarla. Celebrarla en la liturgia, principalmente en la Eucaristía, los
demás sacramentos, y la Liturgia de las Horas, fundamentalmente en Laudes y
Vísperas. Y Testimoniarla en la vida a través de las virtudes, en el trabajo, la
familia, la escuela o universidad, el barrio, la oficina, el club, etc.
6.) Y todo esto dentro de una metodología ordenada (Puebla 1009). Pablo VI
pedía con acierto la memorización de ciertos pasajes bíblicos, litúrgicos y de
oraciones, para irlos rumiando durante el día y saberlos proclamar en el momento
oportuno. También es muy acertada la utilización, en la catequesis, de audios,
dibujos y fotos cristianas. Audiovisuales (Foto-palabra), pequeños medios de
comunicación social, como videos, dramatizaciones, representaciones, cantos. El
uso de Internet, que según Juan Pablo II es el nuevo foro (lugar) de
evangelización, de cuyas páginas virtuales debe aparecer también el rostro
adorable de Jesús, sabiendo buscar y navegar por páginas de edificación
cristiana, y sabiendo hacer también aportes a las mismas. También la utilización
de grandes medios de comunicación social, como son el cine, el teatro, la radio, la
televisión.
7.) Y todo esto en forma permanente, es decir, desde la infancia hasta la
ancianidad. Ya que el proceso de crecimiento y de unión con Dios es ilimitado.
La catequesis es lo que es el catequista. Es fruto de lo que el catequista vive y
siente, de lo que cree y de lo que ama, de lo que busca y de lo que en su
actuación encuentra. La catequesis es lo que bulle en la mente y en el corazón del
catequista:
- Si vive ilusionado con su fe, la catequesis es cauce de fe.
- Si ha descubierto el amor de Dios, es plataforma de amor.
- Si vive el mensaje de Cristo, es comunicación de un anuncio de salvación.
- Si sabe que es miembro de una comunidad de fe, construye la comunidad.
- Si se siente portador del amor de Dios, es un regalo de amor del Señor.
- Si sabe vivir la esperanza, es un camino hacia el encuentro con Dios.

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- Si se halla dentro del Reino de Dios, la catequesis es ya el Reino de Dios.

El catequista debe ser consciente de que es un elegido y un enviado del mismo


Jesús. En la doble dimensión de predilecto divino y de responsable de un
ministerio al servicio de los hombres, el catequista tiene que hacerse consciente
de su identidad de “llamado por Dios”.
Es elegido y por lo tanto tiene una vocación singular. Jesús es claro: "No sois
vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os ha elegido a vosotros". (Jn.
15. 16).
Por lo tanto, el catequista es y tiene que sentirse partícipe y colaborador de la
misión de Jesús, a lo largo del tiempo y a lo ancho de toda la tierra:
- Participa en la misión de Jesús, que sigue actuando por su medio.
- Anuncia el Evangelio por todas las partes, porque el Señor lo mandó.
- Se siente movido por el Espíritu de Jesús y no por el propio.
- Descubre a los hermanos como amados por el mismo Dios.
- Siente que actúa como mediador o sacramento en medio de los elegidos.
El Papa Pablo VI decía en su exhortación: "El Espíritu Santo es el agente principal
de la evangelización, el maestro interior que explica a los fieles el sentido profundo
de las enseñanzas de Jesús y de su misterio" (EN 75)
Para reflexionar (actividad para el grupo):
.- ¿Según el NDC define la vacación cristiana?
.- ¿Cómo participa el catequista en la misión, de Jesús, a lo largo y ancho de la
tierra?
.- Según el Papa Pablo VI ¿quién es el agente principal de la evangelización?

II. EL CATEQUISTA EN LA COMUNIDAD CRISTIANA


Toda la comunidad cristiana es responsable del ministerio de la catequesis, pero
cada uno según su condición particular en la Iglesia: ministros ordenados,
personas consagradas, fieles laicos. Pues todos somos iglesia (cuerpo de Cristo),
todos participamos de la misión, todos somos sacerdotes (por el Bautismo), todos
somos servidores para la comunión, todos portamos carismas (dones del Espíritu
Santo). Por todo lo anterior se puede decir entonces que: el ministerio catequético
ofrece de modo pleno la palabra y el testimonio completo de la realidad eclesial.
La falta de alguna de las características antes mencionadas hace que la
catequesis pierda su significado. El catequista pertenece a una comunidad
cristiana y es una expresión de la misma. Su servicio es vivido dentro de una
comunidad que es el sujeto principal de acompañamiento en la fe. La vocación
eclesial es aquella por la que el creyente en Cristo, a través de la Iglesia y sus
sacramentos asume de modo significante y público ante la comunidad el
compromiso de conducirse según su vocación cristiana.
La catequesis tiene lugar dentro de la Iglesia: el catequista es testigo de su
Tradición viva y mediadora que facilita la inserción de los nuevos discípulos de
Cristo en el cuerpo eclesial.

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El catequista no sólo realiza su tarea en nombre de Dios y ofrece sus servicios a
los hombres movidos por su amor al Señor y por la inspiración que siente en lo
profundo de su mente y de su corazón. Se siente y se sabe miembro de la
Comunidad de Jesús. El catequista:
- No sólo actúa, sino que anuncia el mensaje en nombre de la Iglesia. Está inserto
en la comunidad cristiana y se convierte en portavoz de la misma. Su palabra es
eco del mensaje que las Iglesia debe llevar a todos los hombres
- Se siente enviado por una comunidad de hermanos para hacer a los demás
participantes de la riqueza de familia, que proviene de Jesús. Por eso mira con
amor fraterno a todos los hombres, en especial a quienes con el comparten la
búsqueda y la clarificación. Y mira con amor crítico a los pastores de la Iglesia y a
los demás ministros ya que actúa en la comunidad de los elegidos de Jesús.
- Se sabe servidor de los hombres creyentes, que deben clarificar su fe y su amor
y para ellos actúa como estímulo e intermediario, como ayuda y colaboración,
como camino y como aliento.
- Está abierto a los problemas del hombre de nuestro tiempo y de nuestra
sociedad, así como a la persona del catequizando a quien sirve, se siente con
entusiasmo al servicio de la Palabra de Dios, que es palabra de vida y de
esperanza, de fe y de salvación, de gracia y de fraternidad.

La importancia de su tarea está en función de la misión evangelizadora que


desempeña en la Iglesia. Su entrega no es una ocurrencia, sino un servicio
eclesial. Sabe que es llamado por el mismo Jesús para hacer discípulos del
misterio de un Dios encarnado. Esto implica un compromiso, pero sobre todo
reclama una conciencia de la propia identidad.
Por eso el catequista sabe, o debe saber:
* Su misión es actuar en nombre de Jesús y de su Iglesia.
* Su labor es transmitir la verdad divina, no su propia verdad.
* Su objetivo es sembrar una vida conforme al estilo del Evangelio.
* Su medio es hacer vivir la experiencia religiosa cristiana.
* Su ambiente es el de sus catequizandos, que son sus hermanos en la fe y en
el amor al Señor.
La acción catequética es un servicio, y un servicio educativo a unos hombres
concretos.
El catequista realiza su tarea, atento no sólo al mensaje del Evangelio sino al
hombre a quien catequiza. Esta atención al hombre empieza por conocer a los
cristianos de su grupo catequético: conocer su modo de ser, sus circunstancias
personales, sus experiencias humanas más profundas, su entorno familiar, el
ambiente y medio en que viven... ¡Qué importante es para un catequista conocer,
por ejemplo: cómo ha tenido lugar en concreto el despertar religioso de un niño en
la familia, despertar que, por desgracia, no siempre se da hoy! (CT 19,42) ¡Qué
importante, igualmente, es estar atento a los interrogantes concretos y a las
experiencias hondas del joven o adulto de su grupo!

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En esta misma línea es fundamental que el catequista conozca no sólo el presente
del cristiano sino también su pasado, para poder integrarlo en el proceso de la
catequización.
Este conocimiento de los destinatarios llevará al catequista a establecer un diálogo
con cada uno de ellos, no dudando en ser generoso en el tiempo que les dedique.
El catequista ha de conocer la dinámica concreta de su grupo, las tensiones que
surgen, cómo va madurando, los momentos dinamizadores, la situación de cada
miembro en la dinámica grupal. Su función como catequista es facilitar que esa
vivencia comunitaria vaya creciendo y madurando, movida por ese motor
vitalizador que es el amor fraterno.
Para reflexionar (actividad para el grupo):
¿Dónde radica la importancia del catequista en la tarea y misión evangelizadora
que desempeña la Iglesia?

III. ESPIRITUALIDAD DEL CATEQUISTA


El punto de inicio de toda espiritualidad cristiana es la experiencia bautismal (DA
240). Inherente a todo bautizado está la acción profética, de la cual emerge la
vocación del catequista como un servicio para la Iglesia.
La espiritualidad, como el Espíritu Santo mismo, es siempre dinámica, creativa y
abierta, no se podría hablar de la espiritualidad del catequista latinoamericano,
como algo acabado, puntual, estático y desencarnado. De la misma manera, ésta
no se puede proponer como una tarea en la que al llevarse a cabo por parte de
cada uno de los catequistas se realice de la misma forma y dé para todos los
casos un auténtico resultado, como si se tratara de un itinerario por efectuar y por
medio del cual se llega a obtener una homogeneidad a través de un camino
realizado.
La espiritualidad de forma, se vive y se alimenta, siendo dóciles y dejándonos
conducir por el Espíritu de Cristo, que recibimos en el bautismo.

El catequista descubre la acción del Espíritu Santo y está constantemente abierto


a su acción, pues Él es la fuente de la espiritualidad exigida por su tarea sabe que,
así como obra en su corazón, obra en el de sus catequizandos. Abierto a la acción
del Espíritu, el catequista realiza su tarea convencido de esta verdad fundamental:
«El Espíritu Santo es el agente principal de la evangelización» (EN 75).
El Espíritu Santo es el maestro interior que, más allá de la palabra del catequista,
hace comprender a los hombres el significado hondo del Evangelio: «Él es quien
explica a los fieles el sentido profundo de las enseñanzas de Jesús y su misterio»
(EN 75).
El catequista sabe que es portador de una sabiduría que viene de Dios. «No es la
sabiduría de este mundo ni de los príncipes de este mundo» (1 Cor 2,6)
-La propia experiencia cristiana del catequista desempeña una función decisiva en
su tarea catequizadora. «En el fondo, ¿hay otra forma de comunicar el Evangelio

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que no sea la de transmitir a otro la propia experiencia de fe?» (EN 46). En el
fondo del catequizado late la pregunta acerca de la autenticidad de la fe del
catequista. «Tácita o a grandes gritos, pero siempre con fuerza, se nos pregunta:
¿Crees verdaderamente en lo que anuncias? ¿Vives lo que crees? ¿Predicas
verdaderamente lo que vives? (para reflexionar).
Hoy más que nunca el testimonio de vida se ha convertido en una condición
esencial con vistas a una eficacia real de la evangelización» (EN 76).
¿Cómo se ve configurada la espiritualidad del catequista para el desempeño
de la tarea de catequizar?

1.- Alimentarse de la Palabra de Dios:


La fe del catequista se alimenta con el Evangelio que intenta transmitir. La
meditación asidua de estas realidades básicas de la fe proporciona a la
espiritualidad del catequista la solidez de la simplicidad del Evangelio, el gozo
profundo de una Buena Noticia incesantemente rumiada. La Palabra de Dios es la
fuente viva de donde la catequesis extrae su contenido. Quien catequiza debe
beber siempre de esta fuente inagotable, estando así impregnado por el
pensamiento, el espíritu y las actitudes bíblicas y evangélicas, gracias al contacto
continuo que vive con ella y con la reflexión de la misma por medio de la Tradición
de la Iglesia, siendo así ésta última y la Palabra alma de su acción evangelizadora.
(DA 247)
El catequista como educador de la fe de sus catequizandos, debe asumir en su
vida las siguientes pautas en torno a la Sagrada Escritura, a las que invitó
Benedicto XVI en su discurso al final del rezo del Santo Rosario en Aparecida:
- Un conocimiento profundo y vivencial de la Palabra de Dios. La lectura y
meditación de la Palabra, lo conduce a reconocerla como espíritu y vida (cfr. Jn
6,63).
- Fundamentar en la Palabra el compromiso misionero. Así se podrá comprender
la Palabra como don del Padre, que adquiere vida en el Hijo Jesucristo, solo
cuando el agente de pastoral ha hecho experiencia kerigmática, se deja impregnar
de la presencia viva de Cristo Resucitado a quien desea comunicar a los demás.
“Encontrarse con Él produce en la vida una auténtica conversión, renovada
comunión y solidaridad”. En la mayoría de nuestras comunidades se encuentran
catequistas que podemos atrevernos a decir no han tenido aún ese encuentro con
Cristo. Provienen de un ambiente que no brinda un auténtico y personal
conocimiento de Cristo, al proceder de comunidades en donde la gente se hace
más anónima cada día, de aquí la necesidad de valorar la importancia del primer
anuncio en la vida de todo catequista, y no como un dato académico, o una
doctrina aprendida, sino como el centro del que nace su condición de discípulo
misionero, de testigo en medio del desafío de nuestra misión.
La vida del catequista debe distinguirse por la constante búsqueda de renovación,
una evangelización inculturada, vivir con el tiempo, con el dinamismo propio del
Espíritu dejándose transformar por Él. La Palabra de Dios es la única que puede
transformar el corazón del ser humano, el catequista es el primero, que en la lucha
por una coherencia de vida se deja transformar por ella, en él debe iniciarse el
proceso de conversión, el crecimiento permanente y progresivo en la fe (DP 998).

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En la obediencia a la Palabra, inspirado en el testimonio de María, realización
perfecta de humanidad y de santidad (DP 282), “hambriento de oír la Palabra del
Señor” (Am 8, 11), es que su ministerio engendrará frutos, pues no es su esfuerzo
solamente, o menos aún la comunicación de sus palabras, sino la Palabra del
Señor la que debe de procurar transmitir para que como una “semilla sembrada en
buena tierra dé una cosecha abundante”
2.- Alimentarse de la Eucaristía:
La oración por excelencia en la vida del catequista sobre la cual funda su
catequesis debe ser la Eucaristía. En ella de manera especial la vida se confronta
con la Palabra de Dios, convirtiéndose en Palabra que da y transforma la vida; en
ella se expresa de modo sacramental la vocación de discípulos y misioneros. (DA
250)
La Eucaristía es la cima de la unión con Dios, es el lugar privilegiado del encuentro
del discípulo con Jesucristo, es la más fuerte expresión de los esponsales de Dios
con su pueblo, es el acto de amor más grande jamás igualado “dar la vida por sus
amigos”, es el lugar privilegiado para el encuentro con Cristo vivo10. Solo desde la
comunión con Jesús Eucaristía brota el auténtico amor que hace al catequista
ofrecerse en Cristo a los demás. El secreto de la acción apostólica está en ese
contacto vivo y constante que el catequista tiene con Jesús Maestro. Sin la
intimidad con Cristo, la palabra que se desea comunicar pierde su eficacia, su
contenido, el servir se transforma en simple inquietud, de aquí es necesario
aceptar la invitación que hace el Señor a sus discípulos “Vengan ustedes solos a
un lugar desierto para descansar un poco…
La vida de todo catequista se fortalece especialmente en su identidad de discípulo
por medio del alimento eucarístico, que lo conduce a una vida espiritual a través
de su vida eclesial. La mejor forma de poder alimentar la vida espiritual es la vida
sacramental, especialmente con la Eucaristía, fuente y cumbre de su vida y de la
vida de la Iglesia y, lugar privilegiado para el encuentro con Cristo vivo. Para una
participación genuina de los sacramentos, también ha de frecuentar el sacramento
de la penitencia, experiencia singular del encuentro con Jesucristo misericordioso
(DA 254), que se torna en vuelta a la alegría, entusiasmo y recuperación de la
libertad perdida. Recobrar la vida de la gracia solamente se podrá mantener en la
medida que se tenga constancia en la vida de oración personal diaria, al estilo de
un itinerario de discipulado misionero. Todo ello le ayudará a lograr el grado de
madurez espiritual que su cometido exige. La participación devota de la Santa
Eucaristía hace que la vida de oración conduzca al catequista a estar unido a
Cristo, así puede hablarle, escucharlo y seguirlo dócilmente, de este modo se
convierte en modelo de oración y de perfección espiritual, no en un simple
animador de la comunidad, sino en un promotor del Evangelio en los ambientes en
que vive y trabaja.
3.- Evangelizado por Cristo en el rostro de los necesitados:
La presencia del Señor se manifiesta también de modo particular en los pobres,
afligidos y enfermos (cf. Mt 25, 37-40). En el ejercicio de la caridad para con ellos
el catequista descubre el rostro vivo de Jesucristo, se encuentra con el Dios
viviente, que camina a su lado, y que incluso desde la necesidad alimenta la vida

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de quien sabe creer en el misterio de su cruz y adherirse a Él. Por tener la
experiencia de la salvación en su vida, todo catequista puede ofrecer un verdadero
testimonio, reflejando con la coherencia de sus actos la virtud de la caridad. La
vivencia del amor de Dios sobre sí, le capacita para cultivar la caridad, el servicio y
entrega especialmente por los últimos, por los más necesitados, afligidos y
marginados. (DA 257, DP 979-982, SD 200) Todo catequista participa de la misión
profética de la Iglesia, y debe asumir algunas actitudes para desempeñar con
fidelidad la evangelización, entre ellas: una vida de comunión, respeto a la cultura
de cada pueblo, diálogo misionero, discernimiento, la puesta en práctica de la
Palabra, el ser creador de comunidad, el amor y la solicitud por los pobres y
necesitados. En fin, una vida que, por medio de la misericordia, la firmeza, la
paciencia en las tribulaciones y en donde a pesar de las persecuciones, se viva la
alegría de reconocerse mensajero del Evangelio, desembocando así en lo que
cristianamente denominamos santidad. (DP 377-384)

Papa Francisco en su Carta Apostólica en forma de «Motu Proprio»


Antiquum Ministerium instituyó el “Ministerio de catequista”; por ello es
importante que conozcamos algunos puntos:

¿Qué es Ministerio?
Es un servicio siempre determinado e importante para la vida de la comunidad,
que supone una preparación y capacitación especiales por parte del sujeto, unidas
a una permanencia mayor en el compromiso, y por parte de la comunidad una
elección y encomienda especial, unida a una significación ritual o litúrgica
diferenciada según se trate de ministerios laicales o ministerios ordenados.

Fundamentación Sacramental de los Ministerios


Todos los ministerios, ordenados o laicales, encuentran su origen fundamentador
en el Bautismo y en la Confirmación.
Todos los ministerios tienen sus centros de animación y renovación en los
sacramentos de la Eucaristía y la Penitencia.

El Bautismo, fundamento de los Ministerios


- Bautismo y Sacerdocio Universal.
- Bautismo e Inserción en Cristo.
- Bautismo y realización de la misión por servicios y ministerios.
(Nota: puntos para desarrollar y reflexionar)

La Confirmación, aceptación pública de la tarea ministerial


- Confirmación e iniciación cristiana.
- Confirmación y participación en el acontecimiento Pentecostal.
- Confirmación y compromiso ministerial.
(Nota: puntos para desarrollar y reflexionar)

El Ministerio del Catequista: necesidad

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Los ministerios son una condición de posibilidad de existencia y persistencia de la
Iglesia en el espacio y el tiempo y, la adecuada estructuración ministerial de la
Iglesia, es una condición de posibilidad del cumplimiento de su misión en el
mundo.
Cualidades del Catequista
- Estar Bautizado y Confirmado.
- Estar preparado y cualificado convenientemente.
- Estar dispuesto a ejercer el servicio en coordinación con otros servicios o
ministerios de la comunidad.
- Tener eficacia de testimonio y adaptación al mundo.
Perfil Madurez en la fe (equilibrio humano y cristiano)
- Conocimiento de los contenidos catequéticos.
- Integración en las diversas dimensiones de la misión.
- Capacidad de sintonizar con los catequizandos.
- Actitud de apertura y acogida.
- Encarnación y pertenencia a la comunidad.
- Testimonio de conversión.
- Disposición a contar con los demás.

Importancia del Ministerio


- Sentirse llamado a ser catequista y recibir de la Iglesia la misión, para ello,
puede ser durante un periodo limitado de la vida, de modo meramente
ocasional, pero preferentemente ha de ser de manera estable y
públicamente reconocido por la Iglesia en comunión con los sacerdotes y el
obispo.
- En las parroquias y comunidades cristianas han de promoverse los
“catequistas a tiempo completo”, para que puedan dedicarse a la
catequesis de manera más intensa y estable; sin descuidar o menospreciar
a los catequistas de tiempo parcial.
- El ministerio del catequista no es creado desde fuera o desde arriba de la
comunidad, sino que surge desde dentro y desde abajo, movido por el
Espíritu, como forma de servicio a la misma comunidad, cuyo único señor
es el Cristo.

Ventajas del Ministerio


- Hace de la Iglesia un campo ministerial más flexible, donde aparece la
comunidad local como el punto de referencia primario e inmediato del
ministerio. Serían escogidos aquellos que hayan dado signos en sus
propias comunidades de cualificación, capacidad y voluntad.
- Supondría un reconocimiento público por parte de la comunidad al
catequista. Se deposita la confianza en él, pues tiene derecho a
desempeñar tal función, ya que está capacitado para la misma.
- Exigiría de la comunidad su total apoyo al catequista con la oración, el
ánimo, la valoración positiva de su acción y su función, e incluso la
colaboración económica, si fuese necesario.

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- Significaría la valoración no sólo de los ministerios cultuales laicales (lector
y acólito) sino también de los ministerios laicales de la palabra.
- Se recuperaría un ministerio que tuvo una trascendencia fundamental en la
Iglesia primitiva.

Para reflexionar (actividad para el grupo):


.- ¿Cuál es la esencia de la espiritualidad del catequista?
.- ¿Qué le llama la atención del nuevo ministerio del catequista?

Resumen del tema.


1.- El Espíritu Santo sigue vivo y actuante, sus impulsos e inspiraciones siempre son
nuevas, son los que dan una vida renovada a la Iglesia, al mundo, por tanto, el tema
de la espiritualidad permanece abierto e igualmente el tema de la espiritualidad del
catequista.
2.- El catequista consciente de ser Iglesia, asamblea convocada por Cristo para llevar
su testimonio al mundo entero, y reconociéndose configurado en Él como sacerdote,
profeta y rey, descubriéndose discípulo misionero, se sabe edificador de un mundo
mejor, que se rija por los valores del Evangelio siendo luz y sal para la sociedad.
3.- La comunidad eclesial debe ayudar a configurar la identidad y la personalidad de
cada uno de sus miembros. No siempre toda comunidad es reflejo de un auténtico
testimonio de vida cristiana, que atraiga a muchos hacia el camino de la fe en
Jesucristo. Por ello la Iglesia no puede renunciar ni minimizar el ejercicio de su innata
responsabilidad de Madre y Maestra, que engendra nuevos hijos gracias a la acción
del Espíritu Santo, y los acompaña el resto de sus vidas en el proceso de educación
en la fe.
4.- Se torna necesario como propuesta, por la misma experiencia de los catequistas
en su proceso formativo, alcanzar una vida espiritual que parta de una experiencia
procesual que tiene como base la vida de comunidad.
5.- Más que grupo, todos los catequistas han de aprender a vivir como comunidad.
Encontramos el modelo paradigmático de esta renovación comunitaria en las
primitivas comunidades cristianas (cf. Hch 2, 42-47), que supieron ir buscando nuevas
formas para evangelizar de acuerdo con las culturas y las circunstancias. (Cf. DA
369).
6.- La vida de una pequeña comunidad lleva al cristiano a madurar en su vida de fe,
por ello la necesidad de que el catequista pueda vivir esta experiencia con los mismos
compañeros catequistas, no solo de su área, o nivel, sino de su comunidad parroquial.
Su madurez de fe lo lleva a creer, vivir, celebrar y anunciar lo que la comunidad
eclesial cree, vive, celebra y anuncia. Por medio de su vida de comunidad, se torna
favorable la oportunidad de un auténtico encuentro con Cristo. A sabiendas de que el
catequista puede tener una experiencia comunitaria previa al servicio en este
ministerio específico, y que incluso si cesa en este servicio cuenta con su comunidad
para continuar su proceso de fe.
7.- El encuentro con la persona de Cristo es siempre nuevo, no se puede reducir a un
solo momento de la historia personal, da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una
orientación decisiva (DA 243), porque Dios es Amor, el Amor en cada uno se da y
manifiesta de modo particular, y “la espiritualidad del catequista es un modo
específico de amar.”

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8.- La vida sacramental, de oración y celebración ayuda a descubrir todo el significado
de su vida religiosa, y del ministerio en el que sirve, con esta práctica su conversión
se realiza, teniendo una conducta de vida según el Evangelio, tratando de asegurar la
fidelidad a la vocación cristiana en el mundo, siendo reflejo de su vida profesional y
social.
9.- Todo catequista encuentre en María Santísima, ejemplo de sacrificio, amor y
servicio, a la Madre y Maestra cercana que camina junto a él, para confortarlo y
conducirlo hasta la plenitud de Aquel que es “camino, verdad y vida”.

SIGLAS:
DA: Documento de Aparecida
DP: Documento de Puebla
LG: Lumem Gentium
CIC: Código de Derecho Canónico
CEC: Catecismo de la Iglesia Católica (también CDIC)
CT: Exhortación Apostólica, Catechesi Tradendae, S.S. Juan Pablo II
NDC: Nuevo Directorio para la Catequesis
EN: Exhortación Apostólica, Evangelii Nuntiandi, S.S. Pablo VI
SD: Celam, Documento de Santo Domingo

BIBLIOGRAFÍA:
1.- Nuevo directorio para la catequesis. 23 de marzo 2020
2.- La identidad y vocación del catequista. Comisión Episcopal de Enseñanza y
Catequesis: El catequista y su formación. Orientaciones pastorales, 47. España
3.- https://pedrochico.sallep.net - Identidad del Catequista. EL CATEQUISTA:
VOCACIÓN Y MISIÓN
4.- https://es.catholic.net - LA VOCACIÓN DEL CATEQUISTA.
5.- http://www.celam.org - La espiritualidad del Catequista se alimenta en la
Palabra, la Eucaristía y los necesitados. (DA 246-257)
5.- https://slideplayer.es/slide/2345993 - Presentación sobre catequesis. Escuela
básica de formación cristiana.

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