Resumen Unidad 3
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La revelación del nombre de Dios: Entre los diferentes nombres de Dios en el Antiguo
Testamento, el de “Yahvé” tiene la primacía que le otorga el ser un nombre revelado por Dios
mismo. De esta manera se da a conocer el mismo Dios. Dicho nombre no se separa de los
sucesos que se van revelando. Yahvé se da a conocer sobre todo el que va a mostrar a Israel
para liberarlo como lo hizo con los patriarcas y los había guiado. Solo así va a revelar algo de
su esencia. Con diferentes experiencias históricas el nombre de Dios ira enriqueciendo con
nuevas connotaciones, se debe tener presente que le ser y el actuar de Dios se corresponde,
no son contradictorios.
En su obrar concreto Dios dará a conocer su ser, en la guía del pueblo elegido en la
liberación de Egipto que seguirá casi inmediatamente a esta revelación del nombre y en toda la
historia posterior del pueblo de Israel. Dios anuncia que sus intenciones se manifestaran en
sus acciones futuras, que en ese momento todavía se niega a revelar.
El nombre Yahvé equivale por tanto a “yo soy el que existo” no en el sentido de una
definición dogmática de un monoteísmo abstracto sino un monoteísmo práctico: Yahvé es para
Israel el único que existe porque es el único salvador. Lo que es Dios en sí mismo se conocerá
a partir de lo que será para su pueblo. Este Dios que revela su nombre a Moisés y a través de
el a todo el pueblo, es el único que libertara a Israel, que manifestara su poder en los
acontecimientos de la historia sucesiva. Con este Dios celebrara el pueblo de Israel su alianza
solemne, en virtud de la cual será para siempre el pueblo de su propiedad y de porción de su
herencia.
El nombre, presencia y trascendencia de Dios: en sentido bíblico, revela el ser y la
naturaleza de una persona a través de la misión y de las acciones que realiza. El nombre está
ligado a la existencia, revela el ser en la historia. Dios al revelar su nombre se producen dos
cosas: a) Dios se revela a sí mismo en lo que él es, a través de acciones históricas en las
cuales él es el protagonista. b) Dios entra en relación con su pueblo, con el hombre que lo
invoca. Nos permite nombrar una realidad.
Al revelar el nombre, Dios se expone a ser invocado (expuesto) y se revela como un Dios
que hay que invocar para que venga (Indisponible). Junto a la cercanía y disponibilidad de Dios
a revelarnos su nombre para ponerse en contacto y relación con nosotros, el AT afirma que ese
nombre de Dios es indisponible para el hombre (Gen 32,30). El hombre necesita el nombre de
Dios, es decir, conocerle, pero a la vez el nombre de Dios no es algo de lo que el hombre
puede disponer a su antojo. El nombre de Dios se convierte en una forma de expresión de la
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presencia de Dios sin que con ello sea manipulable. El nombre es tanto expresión de la
presencia como de la trascendencia de Dios.
Existen en las Escrituras cuatro nombres fundamentales:
1) EL: es una palabra antigua que proviene del semiótico común que designa a Dios.
Sugiere la idea de aquel que va “delante”, el que “va primero”, y desde este sentido original se
ha extendido el significado hasta los sentidos como ser “fuerte” y “tender afuera”. Es un nombre
que está unido a la religión de los primeros padres tal como se sugiere en los textos de Gen
46,3 y Gen 49,25. Pertenecientes a la tradición de Jacob y de José, Dios no aparece vinculado
a un lugar o a un espacio, sino que es un Dios “personal”, Dios de los hombres, no de los
lugares, tiempos y cosas. Él es aquel que se ha vinculado a su historia y a su destino. La
manifestación del ser personal de Dios y su comprensión se da en un plano que se caracteriza
por la relación interpersonal yo-tu. Este rasgo fundamental de El es el elemento decisivo de la
religión de Israel.
2) ELOHIM: Es uno de los sustantivos más usados en la biblia hebrea. Con este nombre es
mencionado Dios en el primer versículo de la Biblia (Gen 1,1) es el nombre que se utiliza en las
llamadas fórmulas de auto-presentación (Yo soy YHWH, vuestro Elohim) y las fórmulas de
alianza (Yo seré vuestro Elohim y vosotros seréis mi pueblo). En ciertos círculos del AT se
prefiere y se tiende a usar el nombre de Elohim en vez de YHWH. Incluso en algunos textos
parece que podría haber sido sustituido el YHWH por el de Elohim. Esto dio pie a hablar de una
fuente elohista junto a la yavista y a la sacerdotal, aunque hoy casi nadie sigue de forma
estricta esta teoría de las fuentes y en concreto parece que la teoría de la fuente elohista ya
hace años perdió vigencia. El nombre genético Elohim ha ayudado al AT a entender y
proclamar al propio Dios de la historia como señor del mundo.
3) EL SADDAY: su origen y significado etimológicamente es incierto. M. Weippert comenta
que es un nombre divino pre-yavista, probablemente cananeo, cuya prehistoria y naturaleza
original apenas conocemos. Aparece en una forma breve y en una larga. Dicho nombre
aparece en los textos primitivos que hace la presentación que hace Dios de sí mismo a Moisés
como YHWH (Gen 17,1; Ex 6,3) se relaciona a la revelación de Dios a Abraham, Isaac y Jacob.
Este nombre se convierte en una expresión típica de la tradición sacerdotal, traducida
habitualmente como Dios todopoderoso y vinculado al Dios de los padres.
4) YHWH: es el nombre más utilizado en la biblia hebrea. Designa al Dios de Israel al único
Dios que a la vez es el Creador y Señor del mundo. De los cuatro nombres es, sin duda, el más
importante y significativo, independiente de su sentido etimológico y del origen, es el nombre
propio del Dios de Israel. Hay dos aspectos que sobresalen del concepto bíblico de Dios. Por
un lado está el carácter “personal” de Dios. Dios se manifiesta, al revelarnos su nombre,
cercano y como un Dios de los hombres (Abraham, Isaac, Jacob, el Dios de vuestros padres) y
con el que los hombres pueden entrar en relación. Dios puede ser invocado porque el
anteriormente nos ha dado y entregado su nombre. En segundo lugar, Dios permanece
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indisponible, libre de toda sujeción a un lugar y a un tiempo. No está atado a nada y por esta
razón puede estar unido a todo. Dios es el Dios de los hombres cercano e inmanente a su
historia, pero es a la vez el Dios trascendente, el Dios que trasciende el espacio y el tiempo.
Las figuras de mediación en el Antiguo Testamento: La trascendencia de Dios es
claramente una constante en la enseñanza del Antiguo Testamento, pero a la vez su actuación
y su presencia en medio del pueblo constituye una doctrina asimismo central. No se debe
pensar en seres distintos de Dios, aunque en ciertos momentos estas figuras mediadoras
puedan aparecer casi como “hipostatizadas” no debemos hacer lecturas precipitadamente
trinitarias del Antiguo Testamento. Es lícito interpretar estas mediaciones como momentos de
una preparación más explícita hacia la revelación del dios trino en el Nuevo Testamento.
Para iluminar la novedad de la revelación evangélica: en particular para poner de relieve la
identidad de Jesús y del Espíritu Santo y su pertenencia el ámbito divino en su distinción
respecto de Padre. En las sagradas escrituras figura el Ángel del Yahvé, los seres que
aparecen designados como “ángeles” que acompañan a Dios y lo alaban (Sal 103,20) este
ángel aparece como ayuda y guía a Israel en el desierto, a su vez, es juez o castigador. Dicho
ángel es enviado a los profetas. En algunos pasajes, el ángel de Yahvé no puede distinguirse
adecuadamente de Dios mismo, porque tanto su apariencia como un lenguaje son de Dios. La
figura del ángel si no se identifica del todo con Dios, al menos no puede distinguirse de él
adecuadamente.
Surge la figura de la palabra de Dios, ante todo debemos tener presente la importancia de
la palabra de Dios dirigida a los profetas, a la que ellos oyen y les impulsa a predicar y a
trasmitirla al pueblo (Is 6,9). Los profetas inician sus exhortaciones con la expresión “Así habla
Yahvé”. Además de la apalabra profética, la palabra de Dios es enseñanza, es revelación,
mandato del Señor. Los “Mandamientos” del Decálogo son “palabras”. Moisés es el primer
receptor de las palabras y encargado de trasmitirlas al pueblo (Ex3, 4). En el Deuteronomio
aparecen todos estos elementos con especial claridad. La palabra es la promesa de la
salvación, si el pueblo cumple fielmente. Por último la palabra es la ejecutora de la voluntad de
Dios en la creación, pero también en la guía del pueblo. La palabra participa así del poder
divino. La creación por el poder de la palabra se pone de relieve claramente en Sal 33,6.
Otra de las figuras del Antiguo Testamento es la sabiduría divina, que preparan la
revelación del Dios trino. Se refiere en primer lugar el ámbito del recto obrar humano, posible
solo si Dios la concede. Es un bien divino (Job 12,13) que el hombre puede conseguir solo
como un don de Dios por el que ha de suplicar (Prov 21,30). Esta sabiduría se hace presente
en la creación del mundo. El hombre es “sabio” en cuanto se acomoda a la sabiduría de Dios,
ya que ante el señor la sabiduría humana no tiene ningún valor.
La última de la figura de la mediación es el espíritu: existen muchos significados. Indica el
espacio, de ahí el viento, lo que no puede ser controlado por el hombre. Por ello se puede
relacionar fácilmente con la energía y el poder divino, superior a toda fuerza humana. El
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espíritu se pone en relación con la fuerza creadora de Dios, tal vez no sea esta la característica
más original del Espíritu, algunos textos que hablan de esta potencia cósmica son muy
antiguos, por ejemplo es el viento que Dios hace soplar el que retira las aguas del mar rojo y
abre paso a los israelitas (Ex 14,21), el poder cósmico está al servicio de la salvación del
pueblo. En los libros históricos más antiguos aparece con frecuencia el Espíritu de Dios como
la fuerza que irrumpe en determinadas personas de manera inesperada para la realización de
empresas diversas. En el libro de Jueces, es el espíritu el que impulsa a estos guías del
pueblo. El espíritu obra también en los profetas a él se le atribuye la profecía misma sobre todo
a partir del exilio. El portador del Espíritu más característico será el Mesías, el ungido del
Señor, sobre quien el Espíritu reposara ya en el primer Isaías aparece esta idea.
El espíritu es el comienzo de una vida nueva, de la renovación moral, para el pueblo y para
el pueblo y para cada uno de los individuos. Sobre todo es el profeta Ezequiel hallamos esa
idea (Ez 11,19). También en relación con el Espíritu se da en el Antiguo Testamento un
proceso de personificación, aunque menos acusado que el caso de la Sabiduría. El Espíritu de
Dios va siendo cada vez menos una fuerza pasajera que irrumpe en un hombre en momentos
de excepción para convertirse en un principio que manteniendo la trascendencia, se hace
interior al hombre y al pueblo para renovarlos en su conducta y hacer posible la vida según
Dios y según su alianza. Sin querer ver una revelación anticipada de la Trinidad divina en el
Antiguo Testamento, podemos constatar que estas figuras preparan su revelación.