Criticas Ley 20.720

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EL MOSTRADOR

Opinión: Ley de quiebra para personas, ¿salvavidas de plomo?


Por Paola Cabezas. 4 noviembre, 2014

La Ley de Reorganización y Liquidación de Empresas y Personas contiene en su


capítulo V la llamada quiebra de las personas naturales o, mejor llamado,
Procedimiento Concursal de Renegociación. Esta señala que cualquier persona con dos
o más deudas vencidas por más de 90 días corridos, provenientes de obligaciones
distintas, que sumen más de 80 UF, y que no haya sido notificada de una demanda por
sus acreedores, puede recurrir a la Superintendencia de Insolvencia y
Reemprendimiento vía on-line (una facilidad tremenda en el acceso al procedimiento) a
pedir su propia “quiebra”.

Entre otros requisitos, el solicitante deberá entregar declaración jurada de todo su


patrimonio e ingresos y una propuesta de renegociación. Por su parte, la
Superintendencia citará a los acreedores (que en la realidad chilena, serán bancos o
casas comerciales) y al deudor a conversar sobre posibilidades de renegociación. En
esa instancia, acreedores podrán consentir en buscar una alternativa de solución o
simplemente dirán que no, pasando a la etapa de ejecución, donde se liquidarán los
bienes del deudor.

Es aquí donde a esta quiebra, que se le ha dado un tinte de “solución” para los
problemas de la gente, me genera dudas de su bondad.

Dos ejemplos básicos: en primer lugar el deudor sin patrimonio (sin vehículo, dinero
en bancos, ni bienes raíces), en este caso, puede efectivamente negociar con su
acreedor, ya que el peso de una demanda en nada lo amedrentará. Este claramente
tendrá cómo negociar y a sus acreedores posiblemente les interesará. Y, en segundo
lugar, el deudor con patrimonio: ¿qué motiva a los acreedores a negociar y no a
simplemente decir NO, y ejecutarlo? Nada, aun más, ¿cómo logro convencer a todos
mis acreedores si en ellos hay algunos con garantías y otros con nada?

Dentro de estos casos, además, deberemos analizar variables como estado de la


economía, existencia de garantías, avales y muchos otros puntos que a un deudor
común y corriente, que no cuenta con la información necesaria para decidir, lo pueden
llevar a cometer un error. Incluso logrando acuerdo con la mayoría, el acreedor que
tiene una caución personal podría demandar a los fiadores avalistas o codeudores
solidarios.

Por otro lado, el plazo de 90 días para concurrir a la Superintendencia es corto


comparado con lo que un banco en general demora en demandar, tiempo en el cual el
deudor en mora puede generar los recursos para ponerse al día.

Asimismo, la ley me obliga a decirle al banco cuál es mi patrimonio e ingresos, opción


que puede ser o no inteligente; equivaldría a mostrar todas mis cartas al jugar póker,
¿Por qué le voy a hacer la tarea al abogado del acreedor?

Por último, las variaciones de la economía van a ser preponderantes en las decisiones
de los acreedores. Hoy en día, sin necesidad de pedir la quiebra, se puede negociar
con bancos en situaciones ventajosas, incluso sin interés y en muchos meses, pero en
situaciones de bonanza económica el banco no tendrá ninguna intención de renegociar.
Perdóneme la sinceridad, pero si hay asociaciones de acreedores celebrando la ley es
porque habrá incautos recurriendo a este nuevo procedimiento, pensando en una
bondad del acreedor, que no es tal. Esta ley protege al crédito, no al deudor, y por
tanto, antes de usarla, consulte a un experto. ¿Le digo algo más? ¡Toda prescripción
en favor del deudor se suspende!

Por Paola Cabezas, socia directora de BC Abogados

LA TERCERA

Las luces y sombras de la nueva Ley de Insolvencia y Reemprendimiento

Por Tamara Flores y Carlos Varela. 10 de octubre de 2014.

Las autoridades de gobierno la defienden, pero los expertos son más críticos respecto
de los efectos y alcances de la iniciativa legal que debutó ayer y que, entre otros
cambios, permite a las personas naturales declararse en quiebra.

Con el foco eminentemente ciudadano debutó ayer la Ley 20.720, más conocida como
de Insolvencia y Reemprendimiento, y que reemplazó a la de quiebras, que databa de
octubre de 1982.

El ministro de Economía, Luis Felipe Céspedes, visitó los matinales para explicar en
detalle los alcances de la misma, y su punto más novedoso: la creación de un
procedimiento especial para la renegociación de deuda de las personas naturales, que
permite llegar a acuerdo con sus acreedores, siempre que sus deudas sumen más de $
1.960.000 y tener dos o más obligaciones vencidas por 90 días o más. La persona
podrá renegociar su deuda o incluso liquidar bienes para el pago de sus acreencias
pendientes.

Un segundo foco es el salvataje de empresas que pueden ser viables, para las cuales
se elaboró un procedimiento especial para su reorganización, que les permitiría llegar a
un acuerdo con sus acreedores en cuatro meses.

Respecto del mecanismo para las personas, la superintendenta de Insolvencia y


Reemprendimiento, Josefina Montenegro, explicó que  “es importante que la persona
que quiera acceder se anticipe y solicite el procedimiento antes de recibir la
notificación de una demanda. Tiene que tener una real capacidad de pago y proponer
un plan de cancelación de deuda y ser persona deudora, es decir, trabajador sujeto a
un contrato de trabajo y personas sujetas de crédito y que no sea empresa, por
ejemplo, dueña de casa, estudiantes y jubilados”.
El procedimiento debería durar, en promedio, 105 días hábiles. Si el deudor es
sometido al procedimiento y es declarado admisible, no puede volver a someterse a
proceso hasta después de cinco años, agregó la autoridad.

El ministro Céspedes indicó que la ley “constituye uno de los cambios legislativos más
esperados por los diversos actores, dada su importancia para el desarrollo económico
de nuestro país”. Agregó que el enfoque “está dado por comprender el fenómeno de la
insolvencia como un hecho natural dentro del ciclo económico y que, en consecuencia,
debe ser abordado de manera oportuna para no afectar el funcionamiento general de
la economía”.

Por su parte, la banca ve con ánimo  positivo la iniciativa, específicamente en lo


relativo a cómo se ejecuta un reemprendimiento, “que tiene plazos máximos, por lo
tanto, el proceso va a producir ventajas para todos”, indicó el presidente de la Abif,
Jorge Awad.

Mientras las autoridades se manifiestan conformes con la iniciativa, fuertes voces de


alerta se asoman desde la vereda jurídica, el retail financiero y de la misma banca. 

De hecho, Awad dijo que se deberán analizar con cuidado las garantías, “en términos
de cómo se aplica cuando el activo es declarado como principal. Qué pasa, por
ejemplo, con la hipoteca de un inmueble cuando es declarado como activo principal. En
el tema de la marcha blanca tendrá que definirse”.

El abogado socio del estudio Puga Ortiz y experto en quiebras, insolvencias y


reestructuración de pasivos, Juan Esteban Puga, es categórico: “No me gusta la ley en
general. Es más política que cuidadosa desde el punto de vista jurídico”.

Para el caso de las personas, Puga enfatizó que salvo quienes tengan bienes de valor,
como casas o autos, el resto en su mayoría va a recurrir al sistema de liquidación,
“porque es mucho más sencillo y exime todas las obligaciones de una vez”.

Este punto es justamente el que complica al retail financiero, ya que podría tener
serias consecuencias en los niveles de morosidad y recuperación del crédito, indicó el
presidente del Comité de Retail Financiero, Claudio Ortiz. 

Según las estimaciones de la Superintendencia de Insolvencia, dadas a conocer ayer


por el ministro Céspedes, cerca de 106.000 personas podrían acogerse al proceso
durante el primer año de funcionamiento, “dados los stocks de deudores en el
mercado”, dijo el ministro. 
El proyecto se inició con una estimación de 158 casos, mientras que el ex
subsecretario de Economía Tomás Flores dio a conocer durante la discusión de la ley
que el número sería de unas 20.000 personas.

Ortiz agregó que un punto que se solicitó a las autoridades fue subir el plazo de
impagos para postular a la renegociación de 90 a 120 días, “porque con gente con 60 a
90 días de morosidad, tenemos un altísimo porcentaje de posibilidad de recuperar esos
dineros por la vía bilateral de cobro”. El presidente del Comité de Retail Financiero
enfatizó que al ingresar a un esquema de múltiples acreedores, “lo más probable es
que pasemos a ser un acreedor minoritario”.

Tanto Juan Esteban Puga como Claudio Ortiz coinciden en que la ley puede traer
perjuicios para los consumidores. 

Puga afirmó que es probable que existan listados de los clientes que entraron al
esquema de renegociación o quiebra, “y en consecuencia, los bancos y casas
comerciales van a tener la información y cada acreedor podría ver el riesgo de darle un
nuevo crédito a esa persona”.

Puga dice que una buena ley de quiebras “protege al crédito, no al deudor. Protege al
deudor en tanto optimizar los activos del deudor para que los acreedores tengan el
mejor resultado”, manifestó. 

DIARIO CONSTITUCIONAL

Por Antonio Valdes. 17 noviembre 2014

A propósito de la nueva ley de reorganización y liquidación.

El anterior procedimiento de quiebras es un hospital al que ningún enfermo quiere ir,


ya que de ese hospital no hay enfermo que salga con vida.
Desde antes del año 2010, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo
Económico (OCDE), había advertido sobre la necesidad imperiosa para las economías
de agilizar los trámites para crear empresas y para cerrarlas por medio de un
procedimiento de insolvencia.

Más allá de las dificultades en la creación de las empresas, el mayor problema de


Chile, y del resto del mundo en general, consiste que en promedio uno de cada diez
emprendimientos tiene éxito, es decir, un tasa del 10%. En base a esta estadística,
parte de la doctrina indica que la dictación de esta ley se basa en un mal pronóstico,
ya que sólo 1 de cada 10 empresas prospera, de manera que con las restantes 9 no es
posible reorganizar la deuda y se debe proceder derechamente a la liquidación.

La tesis planteada es errónea, ya que si bien se estima que cerca de un 90% de


emprendimientos fracasa, muchos de ellos no son sometidos a procedimiento
concursal, ya que no necesariamente fracasan por pérdidas que los lleven a un estado
de insolvencia, sino que por una multiplicidad de factores como: falta de entendimiento
entre los socios, dificultades administrativas no previstas, dificultades de proveedores
no previstas, incorrecto o inexistente estudio de mercado, pequeños emprendimientos
sin forma de sociedad, entre otros.

En el ámbito económico y académico, se reconocía que la tardanza, lo engorroso y alto


costo en el cierre de una empresa, constituía un impedimento para la nueva creación
de éstas. Esto significa que el lento proceso de cierre de una empresa entraba la
posibilidad de que el emprendedor pueda desarrollar un nuevo proyecto.

Se resaltó la necesidad de reformular la Ley de Quiebras, de manera que el


emprendedor fallido no quedara marcado de por vida, y pudiera ponerse en marcha
continuando con nuevos intentos de negocios. En definitiva, se pretendía obtener un
proceso de liquidación más corto, estableciendo mecanismos que permitirán al
emprendedor fallido seguir incursionando en otros negocios.

Conforme al ranking Doing Businnes 2013 del Banco Mundial, en el ítem referido a
clima de negocios, Chile se ubicaba en el lugar 37 de los 185 países que lo integran.
Respecto a la resolución de la insolvencia, el mismo ranking del año 2013 nos situaba
en el lugar 98, ya para el 2014 hemos caído al 102.

Como bien señala el mensaje del proyecto de Ley, la realidad nos ha demostrado que
no todos los emprendimientos están destinados a prosperar, y no todas las
experiencias exitosas se perpetúan en el tiempo. Según ha indicado el Banco Mundial,
el proceso de quiebras en Chile es doloroso, largo, costoso y con una tasa de
recuperación de un 30%, a diferencia de E.E.U.U. que alcanza el 80%.

Como bien señala el Profesor GÓMEZ BALMACEDA, “el nivel de recuperación de los
créditos… depende de la suficiencia de los bienes que comprenda la masa del activo y
de la conducta que hubiese observado el deudor en el período que precede a la
declaración de quiebra…”[1]. Sin embargo, debemos acotar que la tardanza con que
operen las instituciones de la insolvencia será directamente proporcional al nivel de
activo con que cuente la empresa para responder de sus deudas.

La experiencia nos ha demostrado que el deudor estira hasta la agonía el sufrimiento,


con la esperanza de reflotar la empresa y sin contar con los mecanismos adecuados
para ello. Las modificaciones introducidas por la Ley N° 20.720 van en el sentido
correcto, esto es, salvaguardar la empresa con mecanismos de reestructuración de
deuda que permitan proteger la marcha del negocio para poder hacer frente, de la
mejor manera posible, a las deudas que la sociedad ha contraído, y sólo en caso de
real inviabilidad se proceda a la liquidación. De esta manera se establece un
mecanismo que propende a proteger la existencia de la empresa, para asegurar su
viabilidad y que en definitiva le permita hacer frente a sus obligaciones.

En definitiva, el anterior procedimiento de quiebras es un hospital al que ningún


enfermo quiere ir, ya que de ese hospital no hay enfermo que salga con vida.

En este escenario, con negativos indicadores nacionales, se concibió la idea de


reformar nuestra legislación, dando origen a la Ley N° 20.720.

En principio, independiente a la necesidad de reorganización o cierre de una empresa


en quiebra, la rapidez en un procedimiento de insolvencia resulta ser esencial. Con la
antigua Ley de Quiebras, y según cifras del Banco Mundial, en nuestro país transcurren
3,2 años entre el incumplimiento y el pago a los acreedores concursales. Según cifras
utilizadas por el Gobierno, a la época del despacho del proyecto al Congreso Nacional,
estos índices corresponden a 4,5 años de demora, en el 2012.

Existen críticas doctrinarias que apuntan a señalar que, si bien es cierto que dentro del
primer año se suelen liquidar los activos de las empresas y pagar a los acreedores, en
la medida de lo posible, lo que finalmente demora la estadística, ello ocurre más bien
por la tardanza del síndico de quiebras en la presentación de las cuentas formales y
detalladas, además de otros trámites. Sin embargo, se debe tener en consideración
que éstas críticas representan el espíritu de la anterior legislación, en que se pretendía
cerrar empresas y liquidar, sin importarles ni hacerse cargo del tiempo que debía
transcurrir para que el empresario fallido pudiera volver a levantarse e iniciar un nuevo
emprendimiento.

La anterior legislación se centró en liquidar y pagar, olvidándose del empresario y la


posibilidad de comenzar una nueva aventura empresarial. Las nuevas tendencias
legislativas privilegian la actividad comercial del quebrado.

Otro sector doctrinario señala que la reorganización y salvataje no es la finalidad


esencial del juicio concursal, sino cautelar el interés público, a través de un
procedimiento en que prime el interés colectivo por sobre el particular, reuniendo las
acciones individuales de los acreedores en una acción conjunta.

Para SANDOVAL LÓPEZ la “paralización de actividades económicas de la empresa


quebrada significa de ordinario cesantía, desocupación, repercusiones sobre la oferta y
la demanda en el mercado, etc.”[2] Por su parte, CONTRERAS indica que la quiebra
tiende a la protección de un interés general de la comunidad, ello por cuanto la
incertidumbre respecto del pago de los créditos afecta a la comunidad económica [3].

Si bien compartimos esta opinión, consideramos que en lo que a insolvencia se refiere,


el interés público también se representa en la necesidad de la sociedad de proteger y
resguardar la creación de industria y del empleo. Es de esta manera que, por medio de
un procedimiento reforzado de reorganización y reemprendimiento, se logra cautelar
dicho interés público, y sólo en la medida que resulte imposible salvar de la liquidación
a la empresa deudora, entre a operar un procedimiento de liquidación en que se
reúnan los elementos señalados por el autor.
Hoy en día la tendencia mundial se centra en poner los esfuerzos en rescatar empresas
y no en repartirse sus restos, con ello se pretende la protección del empleo y el
intangible de esfuerzo y dedicación a la construcción de un proyecto que no
necesariamente ha dejado de ser viable en el tiempo.

En promedio, entre el año 2006 y 2013 se declararon 140 quiebras anuales, lo que
repercutía en una pérdida de 2.831 empleos/año[4].

El anterior proceso resultaba lento, sin plazos establecidos legalmente y sin tribunales
especializados. Esto provoca además que los empresarios que fracasan no vuelvan a
levantarse, debido a los engorrosos y lentos procedimientos y por la cruz que deben
cargar por el fracaso.

Un procedimiento ágil permite al emprendedor poder iniciar prontamente nuevos


proyectos de negocios, sin que la mala experiencia le sea una carga que le impida
volver a emprender.

Un procedimiento ágil y eficiente permite recuperar los recursos de la empresa fallida,


insertándolos en nuevas actividades, lo que repercute en una mejora de la
productividad, permite crear nuevos puestos de trabajo (o perder menos puestos de
trabajo), y aporta al crecimiento económico.

La nueva ley establece plazos breves, brevísimos, y establece tribunales designados de


manera particular, en que los jueces recibirán preparación especial para este tipo de
procedimiento, lo que también repercute en una mayor uniformidad de criterios en
cuanto disminuyen en número los tribunales que conocerán de estos asuntos.

El antiguo procedimiento era costoso, la sola publicación de avisos en el Diario Oficial


resultaba excesivamente onerosa, lo que la nueva Ley elimina en cuanto establece una
notificación gratuita. De los activos involucrados en la masa, se calcula que el 15% de
ellos eran destinados a solventar los costos que involucraba la tramitación del
procedimiento concursal, a diferencia de países OCDE en que el promedio va entre un
1% y un 7%.

En la anterior ley de quiebras, dictada en el marco de la crisis empresarial de la década


del 80, la intención del legislador pasaba por la obtención de un mecanismo que
permitiera cerrar empresas.

Hoy en día, y de acuerdo a las nuevas tendencias mundiales en la materia, lo que se


pretende es salvar la empresa; buscar los medios y posibilidades de que la empresa
salga a flote lo antes posible, tomar las medidas adecuadas cuando aún se está a
tiempo, antes que sea demasiado tarde. Para ello se entregan herramientas al deudor,
como la provisión de un período de protección de 30 días, la creación de veedores (que
se especializarán en guiar a las empresas en los procesos reorganizativos),
diferenciados de los liquidadores (que efectuarán el cierre).

La antigua Ley de Quiebras no se encuentra acorde con los tiempos actuales, y esto se
refiere principalmente a lo que hemos señalado anteriormente respecto de su enfoque,
la legislación anterior data de la década del 80 y propende a liquidar y repartir, en
circunstancias que la tendencia mundial en la materia se centra en reorganizar, y sólo
en el evento que ello fracase se procede a liquidar.
De la misma manera, la necesidad de entregar herramientas adecuadas para la
restructuración societaria se fundamenta en que se reconocieron y establecieron una
serie de deficiencias del sistema de convenios establecidos por la anterior legislación,
los que principalmente se traducen en que el procedimiento existente no motivaba a
los deudores a reconocer su mala situación económica en forma oportuna (lo que
incide directamente en el porcentaje de recuperación de créditos a que nos hemos
referido anteriormente).

La reorganización de empresas viables persigue estimular el emprendimiento que


cuente con reales posibilidades de subsistir, más allá del delicado y transitorio
momento económico por el que atraviese[5]. Con la colaboración del veedor y de los
acreedores es posible la sobrevivencia de las sociedades viables y con ello la
protección del empleo y conservación de unidades productivas en la economía
nacional.

Sin duda Chile ha dado un gran paso actualizando su legislación e instituciones, lo que
va en el camino correcto de modernización y agilidad que la economía requiere.

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