Nuevas Perspectivas en Psicopatologia Del Trabajo

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Nuevas perspectivas en psicopatología del trabajo

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Sebastián Plut
Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales
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Revista Científica de
Vol. VI Nº 1

Nuevas perspectivas en
psicopatología del trabajo

Sebastián T. Plut

Introducción
En este artículo me propongo examinar algunas nociones relativas a la psi-
copatología del trabajo. Para ello pasaré revista a algunos conceptos tradicio-
nales en la materia, en el marco del capítulo más amplio de la salud ocupacio-
nal, y luego expondré una modalidad de comprensión diferente sobre los pro-
blemas que comprende.

El terreno de la salud y el trabajo ha sido abonado desde diversas discipli-


nas, tales como la medicina laboral, la sociología industrial, la antropología,
el derecho, la economía y la psicología, entre otras. Cada una de ellas ha iden-
tificado distintos factores presentes en el ámbito laboral (físicos, químicos, re-
lacionales, culturales, organizacionales, etc.) que de un modo u otro inciden
en la salud de los individuos.

Llamativamente, el factor de predisposición individual, relacionado con


los efectos diferenciales de los factores antes mencionados, suele ser consig-
nado; no obstante, nunca ha sido objeto de la atención necesaria. Por ello, en-
tendemos que el psicoanálisis, en tanto ciencia de la singularidad, permite el
desarrollo de propuestas renovadoras y complementarias1.

Empecemos con un ejemplo sencillo pero ilustrativo. José Luis es un visi-


tador médico que padece de distintas afecciones psicosomáticas (colon irrita-
ble, por ejemplo) y más de una vez ha sufrido lesiones en los escafoides.

1 Algunas de las hipótesis que expondré han sido discutidas en distintos programas académicos,
tales como la Maestría en Problemas y Patologías del Desvalimiento y los Seminarios
“Psicopatología del Trabajo” y “Psicoanálisis y Empresas”. Todas estas actividades se desarro-
llan en el Instituto de Altos Estudios en Psicología y Ciencias Sociales de la Universidad de
Ciencias Empresariales y Sociales (UCES).

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En una ocasión relata que estaba muy enojado pues se le había roto la ma-
nija de su maletín (similar al que utilizan los médicos). José Luis cuenta que
la manija se rompió por el excesivo peso con que llenaba su valija2 de mues-
tras gratis. Cabe agregar que las lesiones en los escafoides parecían derivar de
esta misma razón.

Indagando con él sobre este problema nos cuenta que él recarga su valija
pues no quiere dejar parte de las muestras en el baúl de su auto, por lo cual en
cada visita lleva muestras que son innecesarias. La razón de no colocarlas en
el baúl se debe a que en el laboratorio para el cual trabaja no le pagan los gas-
tos del auto –auto que de todos modos José Luis usa para trabajar–. Según sus
propias palabras, no va a “entregar el baúl”, y agrega: “es mi venganza”.

En este ejemplo, encontramos, por lo menos, los siguientes elementos:

1) Una cuestión ergonómica y de higiene y seguridad, ligada al peso de la


valija y las normativas que lo regulan.

2) Un elemento organizacional que estaría incidiendo (por ejemplo, no pa-


gar los gastos del auto, descuidar el cumplimiento de las normativas respecto
del peso, etc.).

3) Un componente subjetivo (incluso podemos decir psicopatológico) li-


gado al afán de venganza: a) para lograr un cambio en la empresa de poco sir-
ve recargar la valija y en ese sentido no sería un acto acorde a fines; b) lo sub-
jetivo y psicopatológico se evidencian en tanto se trata de una venganza a cos-
ta propia.

La noción de trabajo
En este apartado me interesa presentar la noción de trabajo desde la psico-
logía y en particular desde el psicoanálisis. Para ello tomaré en cuenta dos au-
tores: Freud y Dejours.

Este último es uno de los autores que más ha desarrollado una concepción
psicodinámica del trabajo. Inicialmente inauguró la corriente denominada
Psicopatología del Trabajo, que fue definida como “el análisis del sufri -
miento psíquico resultante de la confrontación de los hombres con la organi -
zación del trabajo” (Dejours, 1998a, pág. 24). Luego, extendió los alcances
de su investigación y su abordaje y optó por la denominación de Psicodiná-
mica del Trabajo, cuyo objeto es “el análisis psicodinámico de los procesos
intersubjetivos movilizados por la situación de trabajo” (op. cit., pág. 24).

2 Existe una normativa respecto del peso máximo que se debe cargar en el maletín.

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En esta orientación toman como base un hallazgo de la ergonomía, según


el cual existe un desfasaje irreductible entre la tarea prescrita y la actividad
real de trabajo. La organización del trabajo no es estrictamente sufrida por los
trabajadores pues todas las prescripciones y consignas se reinterpretan y re-
construyen. Lo central de los problemas encarados por el análisis psicodiná-
mico de las situaciones de trabajo deriva, justamente, del desconocimiento (e
incluso la negación) de las dificultades concretas que los trabajadores hacen
frente debido a la imperfección irreductible de la organización del trabajo.

Desde esta perspectiva, entonces, el trabajo es la actividad desplegada


por los hombres y las mujeres para enfrentar lo que no está dado por la
organización prescrita del trabajo. Esta visión los lleva a cuestionar la di-
visión tradicional entre trabajo de concepción y trabajo de ejecución, en tan-
to todo trabajo siempre es, al menos en parte, de concepción. El trabajo es el
fragmento humano de la tarea, del proceso, ya que se requiere allí donde el or-
den tecnológico y de las máquinas es insuficiente.

La perspectiva freudiana del trabajo no ha sido tan desarrollada y es, pre-


cisamente, la que hace ya casi una década vengo investigando y aplicando3.
Desde esta línea de pensamiento, nos encontramos con un conjunto de ideas
de Freud que no han recibido la necesaria atención. La escasa literatura psi-
coanalítica sobre esta temática está orientada a problemas organizacionales,
aunque, cabe señalar, con tenues consideraciones sobre la subjetividad.

Curiosamente, en ocasión de definir la salud y las metas del tratamiento


psicoanalítico, Freud distingue dos terrenos de pertinencia: el amor y el traba-
jo4. También señala que ninguna acción une al individuo tan firmemente a la
realidad como el trabajo, éste lo inserta en la comunidad humana y regula sus
vínculos y la distribución de bienes. En síntesis, pensar la actividad laboral
desde el punto de vista psicoanalítico supone considerar: el valor del trabajo
en la economía psíquica, la importancia de la actividad en su relación con la
naturaleza, los objetos, etc., y su función en las relaciones intersubjetivas.

Algunos autores de orientación freudiana han puesto el acento en el con-


cepto de sublimación. Menninger (1943) señala que el trabajo es una forma
particular y privilegiada de la sublimación. Para este autor, el yo tiene que di-

3 Me gustaría no obstante destacar los aportes de Maldavsky (2000), Malfé (1994) y Menninger
(1943).
4 “La diferencia entre salud nerviosa y neurosis se circunscribe, pues, a lo práctico, y se define
por el resultado, a saber, si le ha quedado a la persona en medida suficiente la capacidad de
gozar y de producir” (Freud; 1916, pág. 416). “No puede postularse para el tratamiento ningu -
na otra meta que una curación práctica del enfermo, el restablecimiento de su capacidad de
rendimiento y de goce” (Freud; 1904, pág. 241).

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rigir no sólo los impulsos sexuales sino también tendencias agresivas. Si las
mociones eróticas dominan lo suficiente, el resultado será una conducta cons-
tructiva; si los impulsos agresivos dominan, el resultado será una conducta
más o menos destructiva. De todos los métodos disponibles para orientar las
energías agresivas en una dirección útil, el trabajo ocupa el primer lugar.

En El malestar en la cultura, Freud (1930) examina la oposición entre las


exigencias pulsionales y las restricciones impuestas por la cultura, de lo cual
deriva una triple fuente de sufrimientos: a) del cuerpo propio; b) del hiperpo-
der de la naturaleza; c) de los vínculos con los otros. En ese mismo texto, así
como en Tipos libidinales (1931), plantea de forma sintética un modo de ca-
tegorizar los estilos individuales: a) narcisista; b) de acción; c) erótico; según
predomine la libido narcisista, la pulsión de dominio o la pulsión sexual.

La satisfacción en el trabajo, entonces, puede estar relacionada con el re-


conocimiento que se obtiene, o bien puede relacionarse con el producto (un
artesano con su obra), o bien puede derivar del placer por la cooperación.

Dejours (1998) toma el triángulo de Sigaut (en relación con la dinámica


de la identidad), cuyos vértices son Real - Ego - Otros y lo adapta según la
psicodinámica del trabajo: Trabajo - Sufrimiento - Reconocimiento. Si exten-
demos un poco más estas tres dimensiones, podemos indicar:

Dejours Dimensión Orientación Estilo Pulsión Satisfacción

Trabajo Actividad Naturaleza Acción Pulsión de Por el producto

Sufrimiento Sujeto Cuerpo Narcisista Libido narci- Por el


sista y auto- reconocimiento
conservación

Reconoci- Organización Vínculos Erótico Pulsión sexual Por la


mieno cooperación

Por último, para cerrar este apartado sobre la noción de trabajo, apunte-
mos que para Freud la actividad laboral:

• Permite procesar ciertas exigencias pulsionales: hostilidad fraterna, libi-


do homosexual, libido narcisista, pulsión de apoderamiento o dominio.

• Constituye un escenario en que pueden desplegarse sentimientos de in-


justicia, celos, envidia, furia (por acatar una realidad contrapuesta al principio
de placer).

• Cuestiona los vínculos adhesivos (que se acompañan de una falta de in-


vestidura de atención dirigida hacia el mundo).

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• Permite desarrollar los sentimientos de pertenencia, los proyectos ambi-


ciosos y las capacidades creativas.

• Es una forma de afirmarse en los vínculos exogámicos, buscar reconoci-


miento social y lograr una autonomía orgullosa respecto de la autoridad de los
progenitores.

Acerca del estrés


En el campo de la salud mental y el trabajo, el concepto de estrés probable-
mente sea uno de los más investigados y acaso uno de los que goce de mayor
divulgación. Desarrollarlo aquí resulta conveniente por distintas razones: a) se
trata de un concepto relevante en el campo de la salud y el trabajo; b) estrés im-
plica hablar de la trilogía sujeto -trabajo- organización. O sea, la teoría y la prác-
tica de la psicopatología del trabajo siempre deberá incluir: una concepción del
sujeto, una noción del trabajo y una teoría de la organización; c) este es uno de
los conceptos en que pueden apreciarse las diferentes perspectivas.

Desde los trabajos pioneros de Selye en adelante se ha conceptualizado el


estrés como una experiencia (o un conjunto de ellas) cuya exigencia es exce-
siva en relación con los recursos del individuo. Así, se han considerado el am-
biente físico de trabajo, los contenidos del puesto, el desempeño de roles, las
relaciones interpersonales, el desarrollo de carrera, las nuevas tecnologías, los
nexos entre trabajo y familia, rutinas reiterativas y monótonas, el ritmo de tra-
bajo determinado por las máquinas, la carga de trabajo o responsabilidad ex-
cesivas, las exigencias insuficientes en relación con la capacidad del trabaja-
dor, la insatisfacción profesional, el horario de trabajo, las condiciones, el
contenido de la tarea, la falta de participación en las decisiones sobre las for-
mas de realizar las tareas, la inseguridad en el empleo, aislamiento social, etc.
Al mismo tiempo, se han incluido como factores estresores no sólo la carga
de trabajo o responsabilidad excesivas sino también las exigencias insuficien-
tes en relación con la capacidad del trabajador, con las consecuentes aspira-
ciones frustradas e insatisfacción 5.

Los signos e indicadores de estrés comprenden: irritación, preocupación,


tensión, depresión, afecciones psicosomáticas, sensación general de insatis-
facción ante la vida, baja autoestima, depresión, perturbaciones de la aten-
ción, la percepción, de las funciones cognositivas y motoras, aburrimiento,
baja en el rendimiento, ausentismo, etc.

Al mismo tiempo, las definiciones más específicas varían según se lo con-

5 Kalimo (1988) observa que los estudios de laboratorio han demostrado que la estimulación
insuficiente facilita la producción de adrenalina en forma comparable con la estimulación exce-
siva.

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ceptualice como estímulo, respuesta o percepción, pero lo que de alguna mane-


ra está presente en todas las descripciones es la importancia de la relación del
sujeto no sólo con el trabajo sino con la organización en la que este se desarro-
lla.

A partir de los estudios sobre las consecuencias fisiológicas y psicológicas


de los procesos de trabajo taylorista y fordista se ha enfatizado el papel, per-
judicial para la salud, de las rutinas reiterativas y monótonas y del ritmo de
trabajo determinado por las máquinas. El proyecto de investigación apuntaría
a los efectos de la industrialización en la salud. El-Batawi (1998), por ejem-
plo, ha estudiado los fenómenos de ausentismo6, despersonalización, afeccio-
nes psicosomáticas y psicóticas en los trabajadores que han tenido que pasar
de la vida rural al medio industrial. Este autor describe el cambio exigido en
términos del pasaje de la “dependencia tradicional de los procesos naturales
de la agricultura y el trabajo manual a la producción en serie, los horarios
exactos, el ritmo rápido y la dependencia de energía y de la identificación con
la tierra y los cultivos al ambiente impersonal de la máquina” (pág. 16). Le-
vi (1988), por su parte, destaca la importancia de la estructura y los procesos
sociales en los que se originan los estímulos que afectan al organismo a tra-
vés de su percepción y experiencia.

Distintos autores coinciden en que deben distinguirse tres etapas en el de-


sarrollo del estrés laboral: la percepción de la amenaza, los intentos de afron-
tarla y el fracaso de éstos. También se consideran la intensidad de la amena-
za y/o la duración (continua o discontinua) de la misma. El modelo explicati-
vo usado habitualmente, en última instancia, remite al esquema causa (agen-
te, trabajo) - efecto (daño), aun cuando la literatura existente no deja de anun-
ciar que “la relación entre los factores psicosociales presentes en el trabajo
y la salud se complica por gran número de variables de carácter individual y
subjetivo” (Kalimo et al., 1988, pág. 5), variables que, como ya he anuncia-
do en la introducción, no resultan más que enunciadas. Es decir, no llegan a

6 Sobre el ausentismo hay distintos estudios que abordan el problema. En líneas generales hay 4
grandes grupos de causas: a) enfermedades que no plantean un nexo causal con el trabajo, b) las
enfermedades profesionales, c) accidentes, d) otras. Hay quienes consideran el factor predisposi-
ción y hay quienes lo descartan de plano.
Carlos Rodríguez (1990), por ejemplo, entiende el fenómeno del ausentismo como expresión
crítica a la organización del trabajo. Es decir, el análisis del ausentismo llevaría al análisis de la
organización del trabajo. Este autor señala que algunos trabajadores explican que quedarse un día
en casa es indispensable para mantener un cierto equilibrio. Se trata de algo así como recuperar
el aliento, reparar la fatiga que no desapareció el fin de semana. Se trataría de una forma de pre-
vención alternativa. Para Rodríguez, la pequeña decisión de faltar al trabajo es una versión en
miniatura de la decisión importante de abandonarlo para siempre.
Hay estudios que han encontrado una estrechísima relación entre ausentismo y producción en
masa. En esta línea también se ha verificado que el ausentismo disminuye en estrecha relación
con el crecimiento de la calificación del trabajo (o sea, a mayor satisfacción menor ausentismo).
Otro estudio ha indicado que si el ausentismo es mal tolerado por la empresa se eleva la tasa de
accidentes. De acá deriva un tema importante y es el pago por presentismo.

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tener poder explicativo práctico en tanto la ambigüedad e inespecificidad con


que se indican no permite ni comprenderlas en toda su dimensión ni diseñar
estrategias de abordajes que las incluyan. En la misma línea, Cooper y David-
son (1988) señalan que las manifestaciones dependen de la situación indivi-
dual, en tanto dos sujetos expuestos a los mismos factores de estrés, uno po-
drá volcarse a la bebida para evadirse mientras el otro podría sufrir una bron-
quitis.

Lazarus (1988) ha desarrollado la noción de vulnerabilidad para definir


la tendencia de cada individuo a reaccionar ante ciertos tipos de aconteci-
mientos o situaciones con estrés psíquico o con un grado mayor de estrés que
otro individuo. Además de los grandes acontecimientos, como las guerras o
catástrofes colectivas, cuyas consecuencias psicopatológicas han dado lugar a
los estudios sobre las neurosis de guerra o las neurosis traumáticas, existen
muchas situaciones rutinarias de la vida, incluidas las del contexto laboral,
que no son factores estresantes para la mayoría de los individuos pero sí pro-
vocan trastornos en algunos otros.

Las características de personalidad, para este autor, presentan diferencias


interindividuales en cuanto a la propensión a sentirse dañado, amenazado o
puesto a prueba, tres percepciones que pueden ser estresoras.

Una de las variables de personalidad que Lazarus analiza es la pauta de


compromisos característica del individuo. Los compromisos de una persona
son la expresión de sus ideales y metas y de los caminos que se propone se-
guir para realizarlos. El grado de importancia de los compromisos influye en
la vulnerabilidad al estrés, pues es más probable que se evalúen como una
amenaza o un daño las situaciones que ponen en peligro compromisos fuertes
que las que ponen en peligro compromisos débiles.

La manera como influyen los compromisos en la vulnerabilidad al estrés


es compleja, ya que el compromiso no sólo puede ser causa de vulnerabilidad
sino también un recurso, en tanto protege contra el aburrimiento, la falta de
sentido y la alienación.

Cabe agregar que Kalimo, luego de una intensa revisión de las investiga-
ciones realizadas, señala que se “han publicado pruebas de la relación que
existe entre los factores de estrés profesionales y los síntomas psíquicos, pe -
ro no se ha confirmado una relación causal precisa” (op. cit., pág. 26). Pare-
cen interesantes los resultados de este relevamiento pues permiten, por
un lado, distinguir entre “relación” y “causa” y, por otro, observar que la
relación se daría entre los factores de estrés y los síntomas. La noción de
causalidad es compleja y requiere, a los efectos de comprender la etiolo-
gía, la inclusión de los agentes estresores en un conjunto más amplio y he-

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terogéneo. Al mismo tiempo es necesaria una mayor sofisticación de la ló-


gica causal. La relación entre factor y síntoma conduce al interrogante
sobre qué es lo que se modifica del aparato psíquico por la influencia so-
cial o las condiciones externas7.

Organización del trabajo y subjetividad


Existen numerosos textos sobre la organización del trabajo y su articula-
ción con la subjetividad pero me centraré, básicamente, en los aportes de la
psicodinámica del trabajo (Dejours, 1998, Dessors y Guiho-Bailly, 1998) y de
Aubert y Gaulejac (1993). Estos últimos plantean los diferentes modelos de
organización del trabajo y el tipo de adhesión que cada uno promueve. En par-
ticular, ponen el énfasis en las organizaciones cuyo principio rector es la ex -
celencia y la figura tipo el manager. Los autores examinan la organización
managerial, tal como la denominan, en la que se propone un ideal común,
sostenido en un conjunto de creencias y principios, tales como la preocu-
pación por la persona, dar el mejor servicio al cliente, la búsqueda de la
calidad y la sintonía entre progreso social y económico. En este universo,
sostienen, la empresa se afirma como un polo generador de identidad a la
par que se debilitan otras referencias sociales. En esta identidad se le ofre-
ce al trabajador la posibilidad de ser su propio patrón, lo cual concluiría
en la paradoja de un individuo liberado de toda atadura pero desprovisto
de su individualidad. El conflicto entre capital y trabajo (o control y resis-
tencia) deja de desplegarse en el escenario de la empresa y pasa a produ-
cirse en el interior del sujeto. La adhesión, en este tipo de empresas, con-
siste en suprimir la distancia taylorista entre el trabajador y la empresa.
“El trabajador –dicen– tiene que volverse empresa”.

Aubert y Gaulejac, entonces, describen el tipo de organizaciones de la ex-


celencia y el tipo de imperativos que se derivan de ellas, tales como estar mo-
tivado, ser el mejor, ser “mi propio patrón”, la realización individual. Estas as-

7 Veamos qué dice Freud: “Por cierto se abusa en exceso del factor del surmenage, que
tan a menudo los médicos indican a sus pacientes como la causa de su neurosis. Es por
completo verd a d e ro que si alguien está predispuesto a la neurastenia por unos influjos
sexuales nocivos, soportará mal el trabajo intelectual y los empeños psíquicos de la
vida, pero nadie se volverá neurótico por obra del trabajo o de la irritación solamente.
Antes bien, el trabajo intelectual es un medio protector frente a una eventual afección
neurasténica; justamente los trabajadores intelectuales más perseverantes permanecen
a salvo de la neurastenia, y lo que los neurasténicos inculpan de exceso de trabajo en -
fermante no merece en general, ni por su cualidad ni por su envergadura, ser re c o n o c i -
do como un trabajo intelectual. Los médicos tendrán que acostumbrarse a dar al funcio -
nario que se ha agotado en su oficina, o al ama de casa a quien las tareas se le han vuel -
to demasiado pesadas, el esclarecimiento de que no han enfermado porque intentaban
cumplir con sus deberes, en verdad livianos para un cere b ro civilizado, sino porque en -
t retanto han descuidado y estropeado groseramente su vida sexual” (Freud; 1898, pág.
265).

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piraciones lograrían sustituir la obligatoriedad del trabajo por el amor a la em-


presa a través de mecanismos no de “hacer hacer” sino de “hacer querer”8. No
obstante, también se preguntan si efectivamente se trata de amor, concluyen
que no e identifican un sentimiento distinto, el profundo apego. Por esta vía
quedaría estructurado un sistema de creencias que obstaculiza la expresión
externa de los conflictos y la contradicción resultante permanece en el nivel
individual. Los autores recogen frases de directivos entre las que se destacan
“estás condenado a triunfar”, “en esta empresa estás obligado a expresar tu
opinión libremente”, “¡cuánto más tiempo ganamos, menos tiempo tene -
mos!”.

Puede advertirse en esta muestra discursiva la presencia de exigencias pa-


radojales. Si bien luego retomaré el problema de las contradicciones, deseo
señalar ahora la importancia que las mismas tienen en el marco de las organi-
zaciones. Desde marcos teóricos heterogéneos y en diversos campos de apli-
cación se han estudiado los tipos y efectos de las diversas lógicas contradic-
torias (Aubert y Gaulejac; 1993, Maldavsky; 1986, Schvarstein; 2000). En ge-
neral, todos coinciden en que no se trata de órdenes simplemente contradicto-
rias sino que las mismas atrapan al sujeto entre dos afirmaciones que, por un la-
do, se excluyen mutuamente y, por otro, no pueden resolverse por la sola supre-
sión de uno de los términos. Resulta elocuente una publicidad gráfica re-
cientemente aparecida cuyo texto dice “en la nueva economía de Internet el
temor al fracaso es reemplazado por el pánico al éxito”. La ligazón entre
éxito –meta a alcanzar– y pánico pone en evidencia un tipo de desarrollo
afectivo que impregna la organización del trabajo al tiempo que expresa un
bienestar imposible.

Pensar que las organizaciones generan paradojas no es lo mismo que su-


poner que produzcan patologías tales como esquizofrenia, depresión, etc. La
relación entre organización del trabajo y salud mental encuentra en este pun-
to un debate muy interesante. Dejours se ha preguntado si existen trastornos
mentales específicos determinados por un trabajo en particular y/o si el traba-
jo contribuye a la aparición de trastornos mentales que no son específicos. A
la primera pregunta responde negativamente o, por lo menos, con cierto es-
cepticismo, en la medida en que ninguna de las investigaciones realizadas a
partir de la hipótesis de la existencia de trastornos mentales profesionales ha
arrojado resultados convincentes.

La respuesta, entonces, requiere de un esfuerzo de complejización, pues,

8 Existen similitudes con el análisis de Anthony Elliott (1997) sobre la modernidad y la pos-
modernidad. Allí se extiende sobre la cultura del narcisismo y cómo el capitalismo produce indi-
viduos que quieren comportarse como deben comportarse. Aubert y Gaulejac (1993) también
plantean que la personalidad narcisista sería el fundamento psicológico del hombre managerial.

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aún reconociendo en el trabajo un factor causal, es en extremo difícil determi-


nar qué función ha desempeñado el trabajo en el conjunto de los factores in-
tervinientes. El autor entiende que entre el estado de descompensación (tras-
torno mental conocido, tipo esquizofrenia, histeria, depresión, etc.) y el bie-
nestar psíquico existe una zona intermedia en la que aparecen ciertas manifes-
taciones o perturbaciones que pueden ponerse en relación con el trabajo. De-
jours ha optado por denominar a esa zona estado de malestar psíquico, inter-
medio entre la salud y el trastorno mental9. Es decir, los elementos conjuga-
dos son el trabajo, la organización y una zona psíquica de sufrimiento. Tal co-
mo estuvimos viendo, el acento está puesto en la organización y los efectos
que la misma promueve. Desde nuestra perspectiva, aun queda examinar un
poco más cuál es la incidencia posible de la organización (que constituye la
serie del vivenciar). Aubert y Gaulejac, por su parte, utilizan el concepto de
estructura de solicitación para referirse a la articulación entre el afecto o pul-
sión y el contexto social (empresa). Dicha estructura comprende un conjunto
de puntos de anclaje desde los cuales el sujeto se representa la realidad social,
expresando en ella su propia historia a la vez que ayuda a sostenerla y desa-
rrollarla. De esta manera, el funcionamiento organizacional y el funciona-
miento psíquico son objeto de un apuntalamiento recíproco. La psicodinámi-
ca del trabajo, tal como la ha enfocado Dejours (1998), intenta definir las pau-
tas de comportamiento, las actitudes y las defensas colectivas e individuales
propias de cada tipo de trabajo.

Es notable el papel y la importancia que los distintos autores asignan a los


mandos medios, que serían los que cumplen la función de transmitir las con-
tradicciones organizacionales. Dessors y Molinier (1994) se refieren al mana-
gement por medio de la mentira según el cual los supervisores funcionan co-
mo un engranaje entre los imperativos económicos y los problemas que se
plantean en el terreno. Las mentiras, a las que “justifican” en tanto permitirían
llevar a cabo la tarea (promesas de promoción, etc.) aun cuando saben que re-
sultarán incumplibles, disfrazan el hecho de que cada vez exigen más con ca-
da vez menos recursos.

Problemas relacionados
Es los estudios sobre salud y trabajo se ha distinguido un conjunto de pro-
blemas cuyas diferencias se establecen a partir de elementos descriptivos. En
ocasiones se pone el énfasis en el tipo de ámbito laboral (por ejemplo, el ca-
so de los trabajadores de la salud), en otras en la sintomatología.

En primer lugar, entonces, cabe mencionar el síndrome de fatiga crónica

9 Estas hipótesis permiten esclarecer las conclusiones de Kalimo expuestas y comentadas más
arriba (“han publicado pruebas de la relación que existe entre los factores de estrés profesio-
nales y los síntomas psíquicos, pero no se ha confirmado una relación causal precisa”).

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cuyo diagnóstico supone un período de fatiga mayor a los 6 meses y un alto


porcentaje de disminución del rendimiento (además de descartar otro tipo de
enfermedades con efectos similares). Los estudios sobre esta patología ubican
como precursores la excesiva exigencia, signos de agresividad e ideales des-
proporcionados.

A partir de sus estudios sobre actividades monótonas, Dejours se pre-


gunta cómo un trabajador podría soportarlas en tanto las rutinas reiterativas
son opuestas a la dinámica biológica y psíquica. Dice: “¿Cómo es posible
que un individuo normal tolere mentalmente un ciclo de operaciones que
dura, como máximo, unos segundos y se repite durante horas, meses, años
o toda una vida laboral?” (Dejours; 1988, pág. 71). Esta pregunta expresa
con sencillez el drama cotidiano que también podemos apreciar en películas
como Tiempos modernos o La clase obrera va al paraíso. En tales casos, la
tarea realizada no guarda ninguna relación con los deseos o fantasías del su-
jeto a quien le resultaría imposible la investidura pulsional de su trabajo más
allá de la “catexia lateral de su salario”. La consecuencia de esta vida labo-
ral, vía supresión de la actividad psíquica (lo que requiere un excesivo gas-
to de energía), es la fatiga. Es interesante señalar que Dejours no pone el
acento en la carga física sino en la monotonía de las tareas carentes de inte-
rés, observación que lo lleva a concluir que no es el trabajo propiamente di-
cho lo que agota al sujeto sino la lucha contra la parte más vital de su eco-
nomía psíquica10. Al mismo tiempo, destaca que la amputación de la vida
psíquica no es fácilmente reversible y resulta tan difícil llegar a ese estado
que luego, lejos de abandonarlo, se lo traslada al tiempo libre (a través de
exigentes actividades durante los fines de semana o la permanencia pasiva
frente al televisor durante largas horas)11.

Abraham (1918) comenta las observaciones de Ferenczi (las neurosis de


los domingos) sobre aquellos que recurren a la sobrecarga de trabajo para
protegerse de las exigencias pulsionales y cita el caso de un militar que pa-
decía síntomas neuróticos durante la inactividad de la trinchera y pedía su
traslado al frente de combate. Finalmente, concluye que “cuando tales per -
sonas se ven forzadas a la inactividad por una enfermedad o un accidente
a menudo la consecuencia es la manifestación de neurosis o el recrudeci -
miento de la ya existente. En tales casos la tendencia general es relacionar,
desde el punto de vista etiológico, la neurosis con la enfermedad, el acci -
dente o lo que haya sucedido en primer término. Pero podemos afirmar
que, en muchos casos, durante el período de inactividad forzada la libido

10 Véase en la nota 7 las semejanzas con las hipótesis de Freud.

11 Dejours relaciona este estado mental con lo que los psicosomatistas denominan depresión
esencial.

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se ha impuesto al control del paciente” (pág. 166) (la negrita es mía).

Otro problema relacionado es el denominado mobbing u hostigamiento


psicológico en el trabajo. Se trata de un término que indica la situación en la
que una persona o grupo ejerce violencia psicológica extrema y sistemática
(al menos una vez por semana durante más de 6 meses) sobre otra persona en
el ámbito laboral.

Distintos autores acuerdan en considerar este tipo de violencia como una


forma específica de estrés laboral, cuyo elemento diferencial es que no deri-
va de las exigencias del trabajo sino que tiene su origen en la violencia de
ciertas relaciones interpersonales en la empresa. Básicamente, se trataría de
un conflicto asimétrico pues la parte que hostiga posee más recursos u ocupa
una posición superior a la víctima. Por ejemplo, el acoso sexual. En suma, la
condición de aparición de estas conductas, en parte, estaría ligada con las for-
mas de gestión de los conflictos por parte de los superiores.

Para cerrar este apartado querría mencionar los estudios sobre el burn
out. Este término, si bien no tiene una expresión análoga precisa en espa-
ñol, suele traducirse como estar quemado o fundido. Su origen data de la
década del ’70 cuando H. Freudenberger lo utilizó para describir la sinto-
matología detectada en aquellos que trabajan con personas que sufren (en-
fermeras, por ejemplo). Kornblit (1996) cita distintos estudios en los cua-
les se pone de manifiesto que esta forma particular de estrés se encuentra
en aquellos profesionales que caracterizan su actividad como un apostola-
do, por la vocación de servicio y el sacrificio (médicos, docentes, asisten-
tes sociales).

De la extensión del estrés a la intensión metapsicológica


En este apartado me ocuparé de presentar la perspectiva psicoanalítica cu-
yo modelo etiológico y esquema conceptual permite un abordaje diverso del
examinado hasta aquí. Cabe agregar que con estas reflexiones continúo una
línea de pensamiento sobre la metapsicología de la vida laboral12 iniciada
en trabajos anteriores (Plut; 1995, 1996, 2000, 2000a).

Al revisar la literatura sobre estrés mi impresión es que las investigaciones


realizadas apuntan a un desarrollo extensivo en cuanto a la identificación de fac-
tores estresores y la detección de signos e indicadores. Nuestras indagaciones,
en cambio, se interesan más por un avance intensivo sobre la subjetividad.

De acuerdo con la percepción de esta complejidad, podemos plantearnos

12 En algunas ocasiones me he referido a la “clínica del trabajo”.

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interrogantes en una doble dirección: sobre los componentes pulsionales y


procesos inconscientes de cada sujeto (y su incidencia sobre lo familiar, gru-
pal y/o comunitario), pero también la consideración inversa resulta inherente
al psicoanálisis. En síntesis, examinamos el ensamble de las vicisitudes pul-
sionales con las condiciones laborales.

Es momento ahora de retomar algunas ideas ya planteadas, en particular


aquellas que han puesto de manifiesto, según Kalimo, que las relaciones de
causalidad (entre factores de estrés y síntomas) son altamente imprecisas (no
se confirman) y se complican por las variables subjetivas. También anticipé
que tales afirmaciones permiten interrogarnos sobre la relación de lo social
con lo anímico. El psicoanálisis plantea un conjunto de hipótesis a doble vía:
por un lado, aquellas que refieren a los determinantes pulsionales y cómo lo
anímico funda la exterioridad; por otro, cómo se inserta e incide lo social so-
bre la estructura psíquica. Maldavsky (1998) señala que “podemos figurarnos
al sujeto compuesto por círculos de seguridad que preservan un núcleo esta -
ble, en el cual hallamos sobre todo a la economía pulsional y ciertas defen -
sas de base. En sectores más superficiales hallamos identificaciones, repre -
sentaciones-palabra (preconscientes) y defensas secundarias, derivadas de
las centrales.” En este sentido, podemos afirmar que, mayormente, la efica-
cia de lo social sobre lo anímico se da sobre aquella zona más superficial; no
obstante, en ocasiones las transformaciones pueden recaer sobre sectores más
centrales (identificaciones constituyentes del carácter y, más aún, puede que-
dar perturbada la erogeneidad). Podemos distinguir cómo lo social influye de
manera diversa ya sea que se trate de la niñez, la adolescencia o la adultez,
siendo esta última etapa la que nos incumbe en este momento. Es preciso se-
ñalar que dejamos de lado las circunstancias de condiciones extremas inclui-
das en las denominadas neurosis traumáticas. En la vida adulta, entonces, a
diferencia de los momentos tempranos de constitución de la subjetividad, la
social influye en la periferia de lo psíquico.

En el caso del estrés se da un tipo de situación traumática que no deriva


de un episodio único y de gran intensidad sino de la acumulación de sucesi-
vas incitaciones de menor carácter, cuyos efectos podrían llegar a recaer so-
bre lo nuclear del aparato psíquico. Hasta acá se trata de la influencia de lo so-
cial sobre el aparato psíquico y falta aun considerar la dimensión inversa y
complementaria.

A partir del estudio etiológico sobre los desenlaces clínicos, Freud se in-
terroga sobre la importancia de las impresiones y vivencias accidentales (con-
tingentes) en la determinación de una estructura psíquica. En el esquema de
las series complementarias opone otra serie al vivenciar, la de los actos psí-
quicos puramente internos (necesarios), entre los que incluye los procesos del
pensar inconsciente y los sentimientos. Ambos procesos se rigen por criterios

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internos del aparato psíquico por lo que, más allá de las influencias externas
y contingentes, aquel no es una tabula rasa, sino que posee sus leyes propias
de generación de lo nuevo. La serie de las vivencias aporta el material que pa-
sa a constituir las huellas mnémicas inconscientes sobre las que opera la efi-
cacia de los mencionados pensamientos inconscientes. Para Freud, la exterio-
ridad es producida por un movimiento psíquico específico, la proyección: “la
espacialidad acaso sea la proyección del carácter extenso del aparato psíqui -
co” (1938, pág. 302). Por lo tanto, aquello que captan nuestros órganos de los
sentidos puede distinguirse por su contenido, constituido por las impresiones
sensoriales, y por la forma, creada por el proceso proyectivo. En este sentido,
la supuesta exterioridad captada por la percepción y transformada en inscrip-
ciones psíquicas, no se corresponde con una realidad pretendidamente objeti-
va, sino con un producto psíquico creado proyectivamente. La vida pulsional,
para Freud, funda la exterioridad, que se vuelve eficaz para lo psíquico en la
medida en que su significatividad deriva de la investidura pulsional.

Así, para comprender la eficacia de los fenómenos de estrés laboral, no só-


lo debemos considerar la sumación de incitaciones exógenas sino las leyes in-
ternas del aparto psíquico que imponen transformaciones a tales incitaciones
(y las dotan de una significatividad específica).

Para Freud, el trabajo permite procesar un conjunto de exigencias pul-


sionales (como las de tipo homosexual y la hostilidad fraterna) y puede
constituirse en un escenario en el cual se plasman sentimientos de injusti-
cia, celos y envidia. Ciertas condiciones laborales (ser marginado de cier-
tos círculos, exigencias contradictorias, amenaza de desempleo, etc.) po-
seen el valor de potenciar ciertas disposiciones a la adicción al trabajo 13
como forma de procesar y desplegar los componentes antes mencionados.
Sobre este tipo de condiciones de trabajo se ha señalado que actúan como
un medio para arrancar un sobre-trabajo. Es decir, todo el sufrimiento oca-
sionado por las características del puesto, la tarea y el contexto laboral
promoverían un aumento en la productividad. El sistema aprovecha la pro-
pia fuerza del operador, su propio sufrimiento y agresión, de manera tan
sutil que hasta termina por ser innecesaria la concreción de un castigo,
pues resultan suficientes la incertidumbre, el estado de amenaza e insegu-
ridad. Simultáneamente, el trabajo produce sufrimiento y éste produce
más trabajo, acelera el ritmo. La actividad laboral se convierte entonces en
una fuente de incitaciones traumáticas duraderas que poseen un valor se-
mejante a un impacto único y catastrófico. Como resultado de ello se pro-
duce un drenaje pulsional, un estado de desvalimiento, que imposibilita la
tramitación de las exigencias tanto pulsionales, como las del superyo y la

13 Aubert y Gaulejac describen ampliamente los métodos empresariales utilizados a tales efectos.

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realidad. En tales pacientes, por lo tanto, prevalecen los estados de apatía,


estados de los cuales “salen” temporariamente si encuentran alguien o al-
go que les dé “pila”.

El ideal del yo surge como resultado de las transformaciones acaecidas so-


bre la propia erogeneidad que se destila como valor. Las diferentes fijaciones
pulsionales determinan la producción de rasgos específicos en cada conteni-
do del ideal. El contenido del ideal deriva, entonces, del procesamiento de la
voluptuosidad.

Las observaciones clínicas señalan la correspondencia de cada fijación


pulsional con un valor que, a su vez, halla su expresión como lenguaje y de-
termina el modo particular de establecer vínculos interindividuales significa-
tivos.

La erogeneidad primordial, que inviste los propios órganos y procesos in-


trasomáticos, es el punto de fijación de los sujetos con afecciones psicosomá-
ticas. Esta sensualidad se expresa en lo anímico en términos de ganancia, tér-
mino que alude a una realidad utilitaria, numérica. El ideal de la ganancia ex-
presa la incidencia específica de la libido intrasomática, y cuando predomina
este ideal y el yo se adhiere a él deviene una estructura de carácter sobreadap-
tado, y cuando supone que es el otro el que obtiene una ganancia surge la ma-
nifestación psicosomática.

Francisco deja su número telefónico y dice que lo llame “cuanto antes”.


En la primera entrevista dice: “estoy borracho de números”. Refiere que en
el último año su vida “dio un vuelco de 180º” y con ello aludía a su casamien-
to y al nacimiento de su hijo.

Francisco tiene 31 años y trabaja en una importante empresa multinacio-


nal. El motivo de su consulta es querer “tomarse las cosas con otra filoso -
fía”. Cuenta que en su trabajo se esfuerza mucho, hace muchas horas extras
y diariamente “lleno de furia” va a lavarse la cara al baño “para no explo -
tar”. Relata que tiene gastritis, alergia de piel y hemorroides. Sus sesiones
transcurren entre relatos hiperrealistas y quejas sobre su trabajo: respecto de
sus jefes por el poco reconocimiento que recibe y respecto de sus pares por
una supuesta “competencia desleal”. Dice: “es una injusticia el cargo que
tengo en relación con mis responsabilidades; yo en mi trabajo me brindo
completamente”.

Una y otra vez habla de sus “nervios”; “concretamente voy dos o tres ve -
ces por día a poner la cabeza debajo del agua fría”. En la segunda sesión so-
licita un cambio de hora por las presiones que siente para que se quede en la
oficina más allá de su horario: “hay miradas acusadoras pero yo me cago en
eso, lo que pasa es que tengo mucho volumen de trabajo”.

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Describe la empresa en la que trabaja en los siguientes términos: “en un


lugar donde hay 18.000 empleados sos un número, y encima cuando no soy
el centro me siento un cero”.

Sus frases suelen ser “acá estoy, con las tensiones”, “me descargo en
cualquier lado”. También señala que luego de enojarse y estallar siente que
“no valió la pena porque no hay que dar por el pito más de lo que el pito va -
le”.

Cuenta que frecuentemente tiene discusiones con su señora porque “ella


gasta mucho con la tarjeta; me desborda no poder controlar los gastos”. “En
la oficina –continúa– si hay una cagada te tiran de las pelotas, y los halagos
se los guardan ellos”.

Relata que anteriormente trabajó en turismo: “llevaba grupos, no sé cuán -


tos pasajeros tuve, pero eran miles. Era muy injusto porque estaba con gente
de un poder adquisitivo elevado mientras yo trabajaba. Mi trabajo actual no
me gusta, no tengo mi lugar. Hay una lista negra y van a echar a 500 o 600
personas”.

Respecto de su esposa, dice que “es muy buena madre y muy buena espo -
sa, no le puedo pedir más”. Le pregunto si a él alguien le pide más y dice:
“Si, todo el tiempo. Yo me exijo mucho. Yo siempre hice mucho deporte; ju -
gaba al rugby y varias veces tuve fracturas. Yo siempre quiero más, y más, y
más, y más. Aunque esté cansado, si quiero algo no puedo parar. Me exijo
hasta lo último. Si yo sé que puedo correr 10 km. no paro aunque esté cansa -
do. El deporte es como el trabajo, todo es ejercicio. Soy muy ansioso, para
comer yo no mastico, trago, no saboreo la comida. En mi trabajo estoy en un
área donde lo importante no es ganar más sino gastar menos”. Le digo que
para que otros gasten menos él gasta más y más energía. Rápidamente me
contesta: “es el único método que conozco”.

Cuenta que su hijo últimamente está con mucho resfrío y fiebre: “si llora
por hambre lo podés calcular. El se ríe y te compra. El otro día tenía 38º de
fiebre y ni lloraba, el tipo es bárbaro. No dice nada”.

El llamado de Francisco era una urgencia (“cuanto antes”), urgencia que


de diversos modos aparecía en su rutina laboral: siempre con trabajo acumu-
lado que había que terminar cuanto antes.

Su discurso habitual, carente de fantasías, consistía en expresiones numé-


ricas, cuantitativas: podría decir, con un poco de ironía, que términos como
“mucho”, “ganar”, “gastar”, “calcular”, “volumen”, “más”, etc., eran moneda
corriente. Ello se combinaba con estallidos de furia, gritos y un discurso ca-

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tártico con el cual procuraba aliviarse de sus tensiones; luego de lo cual que-
daba sumido en un estado de sopor. En sesión ocurría que, luego de proferir
–elevando el tono– expresiones de enojo e insultos contra sus jefes y geren-
tes, sus ojos se tornaban rojos y por momentos se cerraban.

Francisco mayormente no especulaba, no contaba sus intereses; su posi-


ción era la inversa, la de quien queda a merced de los cálculos ajenos14.

Freud plantea, respecto de las neurosis actuales, un estancamiento tóxico


de libido objetal homosexual (precisamente la erogeneidad que sublimada es
procesada en la actividad laboral). A ello Sami Ali le agrega un fragmento pa-
ranoico complementario consistente en la generación de ciertos personajes
persecutorios que el paciente coloca en el mundo, vía proyección patológica
de un fragmento del superyó (“hay miradas acusadoras”, “hay una lista ne-
gra...”, “es una injusticia”, “competencia desleal”).

Cuando la pulsión sexual entra en contradicción con la autoconservación


–y se pone al servicio de la pulsión de muerte– deviene necesariamente una
desmentida o desestimación del juicio acerca de lo nocivo del objeto. A su
vez, el paciente psicosomático desconstituye la autoobservación; específica-
mente, queda abolida la posibilidad de decidir sobre lo nocivo que afecta al
yo. Respecto del ideal, tales pacientes desmienten la distancia entre el yo y
aquél. Este conjunto de fallidas estructuraciones o desconstituciones conduce
a la degradación del ideal (de la ganancia en este caso), la resexualización del
superyó vuelto sádico y a la disolución de las identificaciones. El paciente
concluye suponiéndose sólo una cifra en la mente de su interlocutor (“en un
lugar donde hay 18.000 empleados sos un número”, “me siento un cero”).
Hasta la fiebre de su hijo (es decir, su estado corporal) es posible “calcular”.
El paciente es una cifra, víctima de los cálculos de un ser despótico (paranoi-
co) cuya cuenta siempre termina con el mismo resultado, cero.

Por último, deseo mencionar las hipótesis sobre las relaciones entre el gru-
po y el líder, si bien no me extenderé sobre todos los aspectos que son inhe-
rentes, tales como la representación-grupo, su forma y contenido, los diferen-
tes tipos de liderazgo (Maldavsky; 1991), así como su enlace con la pulsión
social y su importancia en el mundo del trabajo (Plut; 2000). Asimismo, por
razones de espacio, dejaré sin considerar el problema de la violencia institu-
cional y la producción anímica de lo diferente (Maldavsky; 1996, 1997). Me

14 “Cuando el yo se consustancia con este ideal sobreviene una estructura, el carácter sobrea -
daptado, y por el contrario, cuando supone que otro extrae una ganancia, un número, a su cos -
ta, surge una manifestación psicosomática, y un estado de depresión esencial, carente de matiz
afectivo, como ocur re en All that jazz: cuando el personaje central es operado del corazón por
su infarto, simultáneamente los empresarios que lo han contratado hacen cuentas acerca de
cuánto ganarían si muere y cuánto si pierde” (Maldavsky; 1991, págs. 109-10).

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interesa, particularmente, referirme al problema de las contradicciones.

Es interesante advertir que el término estrés, etimológicamente, deriva


de la palabra latina stringere que significa “provocar tensión”. Schvarstein
(2000) distingue y reúne las nociones de contradicción y tensión a partir de
lo cual desarrolla su forma de comprender y abordar la complejidad organi-
zacional.

La teoría psicoanalítica sostiene la hipótesis de que las relaciones interin-


dividuales tienen como fin privilegiado procesar las exigencias pulsionales y,
secundariamente, las que provienen de la realidad y el superyó. En el caso de
las instituciones, el triple vasallaje proviene de las aspiraciones de grupos e
individuos de la propia organización, de las tradiciones y de la realidad intra
y extrainstitucional.

El modo en que una organización específica (y en especial su líder) dé ca-


bida a estas tres fuentes de incitaciones contiene la clave para la generación y
continuidad de proyectos. Cada uno de estos amos posee sus propios repre-
sentantes en el seno mismo de la institución, respecto de los cuales el líder de-
be hallar caminos para múltiples transacciones. Los principales encargados de
responder a esta triple exigencia son aquellos responsables de las decisiones
principales (centralmente el líder).

Tales exigencias (las provenientes de las aspiraciones comunitarias, las


tradiciones y la realidad) reúnen dentro de sí fragmentos heterogéneos, por lo
que se advierte la complejidad de conflictos posibles. Pueden desarrollarse,
por ejemplo, enfrentamientos entre representantes de las aspiraciones internas
con representantes de las tradiciones (es decir, entre los representantes de dis-
tintas exigencias) o bien, entre los representantes de un mismo amo entre sí
(por ejemplo, pugnas entre grupos que atribuyen diferentes significados a una
misma realidad).

Por lo tanto, coexiste una diversidad de factores (ente los cuales se gene-
ran alianzas, rivalidades, desconocimiento, etc.) frente a lo que los decisores
deben responder con una lógica cada vez más sofisticada. Los riesgos de frag-
mentación, entonces, también son numerosos.

Al hablar del pensamiento apocalíptico, Maldavsky señala que este


“condena todo proyecto, toda iniciativa comunitaria que abra el futuro a
lo posible, a lo nuevo, y pesquisa y magnifica en cada producción sublima -
toria los restos de una voluptuosidad irrestricta, por lo cual dicha produc -
ción queda anatematizada como introductora de la disolución en los lazos
sociales” (1991, pág. 267). Cuando este tipo de pensamiento es encarnado
por el líder se va plasmando un despotismo creciente correlativo de una de-
gradación de las identificaciones recíprocas. El liderazgo se va envilecien-

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do progresivamente ante la falta de respuestas adecuadas para hallar tran-


sacciones entre las tres fuentes de exigencias. En la organización dirigida
por un líder apocalíptico se va desestructurando la pulsión social, uno de
cuyos componentes –la autoconservación– se trastorna como en el caso
de las personas que perpetran el suicidio. Tal puede ser la situación de
aquellos conductores que arrastran su empresa consigo hasta la tumba.

El liderazgo apocalíptico se torna cada vez menos representativo con los


consiguientes efectos de supresión de la diversidad, la tendencia a una nive-
lación descomplejizante y la abolición de los nexos sociales de tipo solidario
(requeridos para el trabajo en común).

El líder (o equipo conductor) es el encargado de responder a la triple exi-


gencia y creemos que de él pueden derivar un conjunto de contradicciones.

Maldavsky (1986, 1992) examina cuatro tipos de contradicciones: orgáni-


cas, pragmáticas, semánticas y lógicas, de las cuales describiré solo la prime-
ra. Se trata de un problema clínico que comprende el estudio de ciertos pro-
cesamientos defensivos y sus efectos sobre el preconsciente. Si bien el estu-
dio de las contradicciones suele ser encarado desde la perspectiva familiar,
creo que puede extenderse a otro tipo de relaciones interindividuales, en par-
ticular las que se desarrollan en una organización entre un líder y su equipo.

El mecanismo por el cual estas contradicciones se alojan en lo anímico es


la desmentida, el cual supone la oposición a un juicio ligada a una percepción
ilusoria. Con el objeto de sostener una idealización, quien desmiente coloca a
otro en el lugar de modelo y cede algo de sí (para ubicarlo allí donde la per-
cepción y el juicio correspondiente lo refutan). La eficacia anímica de estas
contradicciones deriva de que vayan acompañadas de otros componentes que
imponen al yo una sumisión a ellas.

Cuando el yo se encuentra ante situaciones paradojales, le caben dos alter-


nativas defensivas: o bien su cuestionamiento superador y, si ello no es posi-
ble, la huida. En el caso de las contradicciones enunciadas ninguna de tales
opciones es factible, ambas están impedidas. Es decir, a las dos afirmaciones
contradictorias se le agregan otras dos órdenes que someten al yo y lo tornan
indefenso, una prohibición al cuestionamiento y otra que recae sobre la posi-
bilidad del alejamiento.

En el terreno familiar se ha estudiado el carácter patógeno de estas contra-


dicciones, carácter que se da siempre y cuando queden imposibilitados el
cuestionamiento y la evitación mediante la fuga. Pero señalemos que no es lo
mismo pensar en las estructuras intrapsíquicas que sus determinaciones inte-
rindividuales, pues existe el riesgo de apreciar equivocadamente la produc-
ción de patología psíquica.

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Las contradicciones orgánicas pueden sintetizarse en la frase cuanto


mayor es la tensión, mayor esfuerzo por aumentarla. En el caso de Fran-
cisco se advierte claramente su imposibilidad de limitar su actividad mo-
triz ligada a un irrefrenable pensamiento numérico. Dicha tensión se sos-
tiene pues constituye “un precario reaseguro en cuanto a su sentimiento
de estar vivo” (Maldavsky; 1992, pág. 201). En el caso de los sujetos que
padecen afecciones psicosomáticas, les resulta inverosímil cuestionar la
contradicción por el dolor que implica la amenaza de perder la ilusión de
ese goce absoluto (en términos de ganancia) que se alcanzará luego de tan-
to esfuerzo.

Lo expresado hasta aquí es solo fragmentario pero cerraré en este punto mi


exposición por cuestiones de espacio. Faltaría incluir el examen de los otros ti-
pos de contradicciones: las lógicas (que complementan las orgánicas), en el ca-
so de las adicciones, y las pragmáticas (sumadas también a las orgánicas), en el
caso de las enfermedades psicosomáticas. Al mismo tiempo, los estudios sobre es-
trés pueden distinguirse desde la perspectiva de las neurosis tóxicas y traumáticas.

En síntesis, he intentado poner de manifiesto la complejidad del problema


cuando queremos comprender cuál es la eficacia de las relaciones interindivi-
duales en el trabajo. La teoría de los factores estresores resulta útil para cono-
cer las condiciones y medio ambiente de trabajo (e incluso definir modifica-
ciones), pero, al mismo tiempo, resulta insuficiente para entender los desen-
laces psicopatológicos.

A modo de cierre
A lo largo del artículo he presentado un panorama global sobre la pro-
blemática de la salud ocupacional y específicamente de la salud mental en
el trabajo. Señalé algunos de los desarrollos que considero más fructíferos
en este campo del saber, así como mis diferencias con muchos de ellos a
partir de incluir el psicoanálisis como herramienta teórica y metodológi-
ca.

Como base de mis consideraciones se hallan dos ideas fuerza: a) por


un lado, podemos entender a los sujetos como poseedores de un reperto-
rio estilístico (que puede o no corresponder a fragmentos patológicos) a
partir del cual dotan al espacio/tiempo del trabajo de una significatividad
específica. En este sentido, mis investigaciones apuntan a considerar la di-
mensión semántica específica que adquiere el trabajo para cada quien; b)
por otro lado, entender que las organizaciones suelen ser promotoras de
sufrimiento más que de patología (si bien puede darse también esta op-
ción), a partir de lo cual puede estudiarse el modo particular según el cual
cada uno sufre y cuáles son las condiciones para que el sufrimiento deven-
ga en patología.

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