La Revolución Francesa trajo grandes cambios políticos e ideológicos a Francia. La mala situación económica y el hambre del pueblo llevaron al estallido de la revolución en 1789 contra la monarquía absoluta de Luis XVI y los privilegios de la nobleza. La Asamblea Nacional abolió los privilegios feudales y aprobó la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano en 1789. Aunque se estableció una monarquía constitucional en 1791, Luis XVI fue ejec
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La Revolución Francesa trajo grandes cambios políticos e ideológicos a Francia. La mala situación económica y el hambre del pueblo llevaron al estallido de la revolución en 1789 contra la monarquía absoluta de Luis XVI y los privilegios de la nobleza. La Asamblea Nacional abolió los privilegios feudales y aprobó la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano en 1789. Aunque se estableció una monarquía constitucional en 1791, Luis XVI fue ejec
La Revolución Francesa trajo grandes cambios políticos e ideológicos a Francia. La mala situación económica y el hambre del pueblo llevaron al estallido de la revolución en 1789 contra la monarquía absoluta de Luis XVI y los privilegios de la nobleza. La Asamblea Nacional abolió los privilegios feudales y aprobó la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano en 1789. Aunque se estableció una monarquía constitucional en 1791, Luis XVI fue ejec
La Revolución Francesa trajo grandes cambios políticos e ideológicos a Francia. La mala situación económica y el hambre del pueblo llevaron al estallido de la revolución en 1789 contra la monarquía absoluta de Luis XVI y los privilegios de la nobleza. La Asamblea Nacional abolió los privilegios feudales y aprobó la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano en 1789. Aunque se estableció una monarquía constitucional en 1791, Luis XVI fue ejec
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LA REVOLUCIÓN FRANCESA
Y LOS CAMBIOS POLÍTICO-IDEOLÓGICOS
En 1789 Francia era una de las primeras potencias europeas; desde 1774 reinaba Luis XVI. Los gastos militares y una serie de malas cosechas a partir de 1784, crearon una gravísima situación social. La mayoría de la población se vio en la miseria mientras el lujo y el despilfarro del rey y la nobleza continuaban como si nada ocurriera. Luis XVI se negó a realizar cualquier tipo de reforma y defendió los privilegios de la aristocracia frente al hambre y la miseria de su pueblo que se estaba hartando de la injusticia. La sociedad estaba compuesta por tres sectores sociales llamados estados. El primer estado era la Iglesia y lo integraban unas 120.000 personas. Eran dueños del 10% de las tierras de Francia y no pagaban impuestos, sólo un donativo voluntario a la Corona. Recibían de los campesinos el «diezmo», es decir, la décima parte del producto de sus cosechas. Controlaban el registro civil de la población: sólo la Iglesia podía legalizar casamientos, nacimientos y defunciones. La educación francesa estaba en sus manos. El segundo estado era la nobleza, integrada por unas 350.000 personas. Eran dueños del 30 % de las tierras. Estaban eximidos de la mayoría de los impuestos y ocupaban todos los cargos públicos. Los campesinos les pagaban tributo y sólo podían venderles sus cosechas a ellos. Tenían tribunales propios, es decir que se juzgaban a sí mismos. El tercer estado comprendía al 98% de la población, y su composición era muy variada. Por un lado, estaba la burguesía, formada por los ricos financistas y banqueros, que hacían negocios con el estado; los artesanos, funcionarios menores y comerciantes. Por otra parte, existían campesinos libres, muy pequeños propietarios, arrendatarios y jornaleros. El proletariado urbano vivía de trabajos artesanales y tareas domésticas. Finalmente estaban los siervos, que debían trabajo y obediencia a sus señores. El Tercer Estado carecía de poder y decisión política, pero pagaba todos los impuestos, hacía los peores trabajos y no tenía ningún derecho. La burguesía necesitaba tener acceso al poder y manejar un estado centralizado que protegiera e impulsara sus actividades económicas, tal como venía ocurriendo en Inglaterra. Los burgueses difundieron las ideas de Rousseau y Montesquieu que proponían la soberanía popular, el fin del absolutismo, la igualdad de derechos y la división de poderes (un ejecutivo, un legislativo y un judicial). Pronto el tercer estado en su conjunto estuvo de acuerdo en cambiar las cosas. Tras muchas presiones, finalmente Luis XVI accedió a convocar a los Estados Generales: una asamblea donde estaban representados los diferentes estados. La sesión quedó inaugurada el 5 de mayo de 1789 en el palacio de Versalles con la presencia de 1.200 diputados. En su discurso inaugural el rey no dijo nada nuevo y la impaciencia fue creciendo. El tercer estado obtuvo el apoyo de parte de la Iglesia y logró que se formara una Asamblea Nacional Constituyente con la aparente aprobación del rey. Pero en realidad Luis XVI quería ganar tiempo para conspirar y dar un golpe de fuerza. Alertado el pueblo de París salió a la calle y tomó la prisión de La Bastilla, símbolo del despotismo real, el 14 de Julio de 1789. La burguesía formó una milicia propia, la Guardia Nacional y el gobierno de París cayó en manos de los revolucionarios. El rey tuvo que aceptar la nueva situación y la Asamblea comenzó a producir cambios importantes. En la Asamblea de París nacieron la izquierda y la derecha como distinciones políticas porque el presidente, que se sentaba en el medio, decía «tiene la palabra el diputado de la izquierda» o «tiene la palabra el diputado de la derecha». Resultó que a la izquierda se sentaban los más revolucionarios y a la derecha los más conservadores y desde entonces izquierda y derecha designan a los partidarios de los cambios o a los que quieren que todo siga igual, respectivamente. El 27 de agosto de 1789 se proclamaron los Derechos del Hombre y del Ciudadano. Allí se decía que todos los hombres nacen y permanecen libres e iguales en derechos. Se garantizaba la libertad, la propiedad, la seguridad y la resistencia a la opresión. Se fijaba la igualdad ante la ley, la libertad política y religiosa y se establecía la división de poderes. En junio de 1791, Luis XVI intentó huir de Francia pero fue detenido. Este fracaso monárquico impulsó a los republicanos a apurar la sanción de una constitución democrática que incluía la declaración de los derechos del hombre, la división de poderes y que dejaba el ejecutivo al rey y el legislativo, a la Asamblea. Quedaba establecida la monarquía constitucional. Tras nuevas maniobras de Luis XVI y el ataque de los ejércitos austríaco y prusiano, el pueblo volvió a levantarse en armas y exigió la proclamación de la República el 10 de agosto de 1792. Los monárquicos fueron excluidos de la nueva asamblea y Luis XVI fue juzgado y encontrado culpable. Fue ejecutado en la guillotina el 21 de enero de 1793. Tras una nueva crisis desatada en 1793 y ante la sospecha de traiciones dentro de la Revolución, el pueblo de París se volvió a movilizar e impuso al sector más duro de la Convención, llamados montañeses o jacobinos. Sus líderes fueron Robespierre, Marat y Dantón y llevarán adelante medidas populares como la imposición de precios máximos, la devolución a los municipios de las tierras usurpadas por los nobles, y la abolición de los impuestos feudales. Todo esto molestó a los nobles, que se resistieron a acatar estas medidas. Esto desató la reacción de los montañeses que hicieron cumplir sus disposiciones a la fuerza ejecutando una gran cantidad de nobles y opositores en la guillotina. En 1795 una nueva constitución republicana había establecido en Francia un nuevo gobierno: el Directorio. Pero esto no había calmado los ánimos. Seguían las luchas internas y la amenaza permanente de las monarquías europeas enemigas de la Revolución. El 9 de noviembre (18 brumario según el calendario revolucionario) de 1799, Napoleón da un golpe de estado, derriba al Directorio y se transforma primero en Cónsul y luego en emperador. Gobernó Francia durante 15 años. A partir de la Revolución Francesa no sólo el pueblo francés logró derrotar al rey y a la aristocracia que lo apoyaba, sino que también construyó un nuevo y moderno sistema político con división de poderes en el que ya no existían los privilegios por nacimiento e instauró la revolucionaria idea de que todos los hombres nacen libres e iguales ante la ley