Rubén Darío en Managua
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EDICIÓN
Rubén Darío en
Managua
Indice
Presentación................................................................................Pág.5
Nota contextual...........................................................................Pág.7
I. Los años formativos y la garza morena
(enero, 1882 - junio, 1886).......................................Pág.11
II. La estadía fugaz a su regreso de Chile
(marzo - abril, 1889).................................................Pág.28
III. Huellas de otra estadía fugaz: los días previos
a su misión oficial en España
(28 de junio - 6 de julio, 1892).................................Pág.32
IV. Los tres meses decisivos(enero - abril, 1893)...........Pág.35
V. La apoteosis del retorno
(24 de noviembre, 1907 - febrero, 1908)..................Pág.39
VI. Las tres semanas preagónicas
(15 de diciembre, 1915 - 6 de enero, 1916)..............Pág.47
Anexos.......................................................................................Pág.64
1. El cazador de pájaros y conejos en Las Sierras:/
“De Caza” (1880): poema de Darío escrito en
Managua a sus 13 años.
2. Rubén Darío: “De Caza”.
3. Decreto del Congreso Nacional.
Bibliografía...............................................................................Pág.85
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Presentación
C
on motivo del Bicentenario de la Leal Villa de Managua, la
Alcaldía del Poder Ciudadano, presenta la segunda edición
del libro “RUBÉN DARÍO EN MANAGUA”, como un
homenaje al 152 aniversario del natalicio y el 103 aniversario del paso
a la inmortalidad de nuestro poeta Rubén Darío, quien tiene historias
que contar sobre su estadía en la pequeña ciudad Capital entre 1882
a 1886, y luego su triunfal retorno a Nicaragua a finales de 1907 y
principios de 1908.
En el año 2011 publicamos la primera edición de este libro, ocho
años después publicamos una segunda edición para disfrute de nuestra
juventud.
El Gobierno Municipal de Managua en plena armonía con el Gobierno
Nacional que preside nuestro Presidente de la República Comandante
Daniel Ortega Saavedra, y la Cra. Rosario Murillo, Vice-Presidenta de
Nicaragua; dispondrá de esta segunda edición para nuestras bibliotecas
y donará parte de su producción para las bibliotecas públicas de
Nicaragua, y bibliotecas universitarias.
Contribuimos de esta manera en la divulgación de la vida y obra de
nuestro poeta, Rubén Darío, en el año del Bicentenario de la Leal Villa
de Managua.
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Nota contextual
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Me mirarás, en verdad
Que en estos pobres rumores
Te va a colmar de flores
El ángel de la amistad.
Deja, pues, que un canto mío
Coloque en tu álbum querido
Y en pago de ello te pido
Que no arrojes al olvido
Al cantor Rubén Darío.
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(…)
Melancólico y sombrío
Allá va. ¿Sabéis quién es?
Oíd si lo ignoráis, pues:
El poeta Rubén Darío.
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El “Barrio Latino”
Vive en la casa que alquilaba Modesto Barrios (esquina N.E. de la
cuarta calle N.O), ocupando parte de un corredor interior. Sujeta de dos
recios pilares, una hamaca le sirve de lecho por las noches y a la hora
de la siesta. Por todo moblaje tiene un vetusto cofre de madera en el
cual guarda su escasa indumentaria. El poeta había ido a aumentar el
número de inquilinos que ya compartían la vivienda con el licenciado
Barrios, y eran cinco, todos ellos gente de pluma: Jesús Hernández
Somoza, Felipe Ibarra, José Dolores Espinoza, el español Manuel
Riguero de Aguilar y el salvadoreño Félix Medina, esto es, la plana
mayor de El Ferrocarril, La Gaceta y El Porvenir de Nicaragua.
La casa de Barrios estaba enclavada en un lugar al que la población
capitalina llamaba “Barrio Latino”, sin duda porque en su perímetro se
agrupaban los talleres de esos periódicos y sus oficinas de redacción,
y dentro de él vivían o lo frecuentaban poetas, escritores y periodistas.
En la esquina del Noroeste tenía su botica y su consultorio médico
el doctor Jerónimo Ramírez, uno de los más importantes miembros
de aquel círculo de intelectuales. En la esquina opuesta estaba la
imprenta de El Ferrocarril y dos cuadras hacia el Sur tenía la suya El
Porvenir de Nicaragua y su casa de habitación don Fabio Carnevalini,
director de ese periódico. Hacia el Oriente y a una media cuadra de
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En la Secretaría de la Presidencia
Es llamado por Pedro Ortiz (1859-1892), para trabajar en la
Presidencia de la República. Con él reúne libros nacionales para
remitirlos al escritor Ricardo Palma, director de la Biblioteca Nacional
del Perú, que los había solicitado. Su trabajo le da suficiente para vivir
con cierta comodidad —puntualizaría en La vida de Rubén Darío
contada por él mismo.
En visita a la ciudad de Granada, se hospeda en el Hotel de los Leones
del 12 al 29 de julio y declara su oficio: lírico. Enseguida, integra la
comisión presidencial que asiste al encuentro de los presidentes de
Nicaragua (Cárdenas) y El Salvador (Zaldívar) en San Juan del Sur y
Corinto, por el cual se firma una alianza defensiva el 13 de agosto ante
la amenaza bélica del presidente de Guatemala Justo Rufino Barrios.
El poema de Rubén no puede faltar.
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Ante las pretensiones unionistas del presidente de Guatemala, Justo
Rufino Barrios, los otros gobiernos centroamericanos se le oponen,
incluyendo Costa Rica. Darío aporta al país un “Himno de Guerra”,
cuyo “coro de ancianos” es memorable: Ruda suena la trompa
guerrera; / cada libre, que sea un león: / Nicaragua señala altanera /
ese blanco y azul pabellón.
En abril firma un ensayo que envía a la Revista Latino-americana
de México, dirigida por el doctor Francisco de la Fuente Ruiz, sobre
la producción intelectual de Centroamérica. En dicho ensayo —
inserto en el número correspondiente del 15 de julio— informa: Está
imprimiéndose un volumen de versos de un humilde servidor de ustedes.
Pero no se concluye por el daño a la Imprenta Nacional causado por el
terremoto del 11 de octubre que afecta a la capital y a otras ciudades del
país. Sin embargo, quedan impresos sus 23 cuadernillos y 186 páginas.
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Rosario:
Esta es la última carta que te escribo. Pronto tomaré el vapor
para un país muy lejano donde no sé si volveré. Antes, pues, de
que nos separemos, quizá para siempre, me despido de ti con esta
carta.
Te conocí tal vez por desgracia mía, mucho te quise, mucho te
quiero. Nuestros caracteres son muy opuestos y no obstante lo que
te he amado, se hace preciso que todo nuestro amor concluya; y
como por lo que a mí toca no me sería posible dejar de quererte
viéndote continuamente y sabiendo lo que sufres o lo que has
sufrido, hago una resolución y me voy. Muy difícil será que yo
pueda olvidarte. Sólo estando dentro de mí se podría comprender
cómo padezco al irme; pero está resuelto mi viaje y muy pronto
me despediré de Nicaragua. Mis deseos siempre fueron de realizar
nuestras ilusiones. Llevo la conciencia tranquila, porque como
hombre honrado nunca me imaginé que pudiera manchar la pureza
de la mujer que soñaba mi esposa. Dios quiera que si llegas a amar
a otro hombre encuentres los mismos sentimientos.
Yo no sé si vuelva. Acaso no vuelva nunca. ¡Quién sabe si iré a
morir en aquella tierra extranjera! Me voy amándote lo mismo que
siempre. Te perdono tus puerilidades, tus cosas de niña, tus recelos
infundados. Te perdono que hayas llegado a dudar de lo mucho
que te he querido siempre. Si tú te guardaras como hasta ahora,
si moderando tu carácter y tus pequeñas ligerezas siguieras en la
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Don Rubén Darío se halla en Nicaragua. Sabemos que ha sido muy bien recibido.
Con pruebas de simpatía y con demostraciones de entusiasmo. Enviamos
cordialmente saludo al joven poeta y le deseamos felicidad en el seno de la patria.
A. H. Rivas
Visita a Rosario
El poeta, ya seguro de sí mismo, ha macizado su carácter y aprendido
a vivir de su pluma. De 22 años le precede la fama catapultante de su
libro chileno Azul…, de vasta repercusión en el orbe hispánico. El 7 de
marzo arriba a Corinto. Visita a parientes que viven en el puerto antes
de partir en tren hacia León. Tras unos días con su tía abuela Bernarda
Sarmiento y sus amigos y numerosos admiradores, llega a la capital
con el inevitable objeto de visitar a Rosario Murillo.
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confirma:
El mismo día que llegó Rubén a Managua, visitó mi casa a las siete
de la noche, en unión de Pedro González y Pedro Ortiz. Mi sorpresa
fue grande al notar a Rubén, no ya al muchacho feo y peludo de antes,
sino a un hombre en plena juventud, esbelto, bien vestido y guapo. Y
estaba encantada. Rubén era ya una gloria de Nicaragua. Sus triunfos
en Chile habían definido las bases de su personalidad. Reanudado el
noviazgo, se arregló el matrimonio.
Y agrega:
Por ese tiempo estaba por casarse Amelia y Emilia Díaz, hijas del
general don Carmen Díaz. La primera con Pedro Ortega y la segunda
con José Pasos. Dada nuestra amistad con la familia Díaz, me dispuso
que los tres casamientos se efectuaran en la misma fecha. Hechos los
preparativos de todo, quiso la desgracia que por influencia del doctor
Jerónimo Ramírez y de Felipe Chamberlain, que lo querían alejar de
aquí para que no cortara su carrera literaria casándose tan joven,
según ellos, Rubén hizo su viaje a El Salvador.
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Rubén Darío está entre nosotros, como dijera uno de sus admiradores, con su lira
de oro, su pluma azul, su imaginación vibrante. Ha venido llamado por el Gobierno
a desempeñar la Secretaría de a Legación que representará a Nicaragua en el IV
Centenario del descubrimiento de América por el inmortal Cristóbal Colón. Nos
hacemos el honor de saludarle y desearle grata permanencia.
“Correspondencia. De León”,
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En aquellos días que pasé en Managua, ocurrió el caso más novelesco y fatal de
mi vida, pero al cual no puedo referirme en estas memorias, por muy poderosos
motivos. Es una página dolorosa, de violencia y engaño, que ha impedido la
formación de un hogar por más de veinte años.
R. D.
(La vida de Rubén
Darío contada por él mismo,
cap. XXX)
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Rubén Darío
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Hacía cerca de quince años que yo no había ido a mi país natal. Como para
hacerme olvidar antiguas ignorancias e indiferencias, fui recibido como
ningún profeta en su tierra.
El entusiasmo popular fue muy grande.
R. D.
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—Para las palabras de oro, para las frases de diamante, con que
me ha saludado un gran orador, sólo tengo una palabra: ¡Gracias,
gracias, gracias!
En la misma gacetilla se agregaba: En el tren Darío venía sumamente
complacido, hablando a ratos de todo, ya con el doctor Castellón,
ya con el doctor [Santiago] Argüello, ya con el doctor Juan de Dios
Canegas. El poeta está alojado en el Gran Hotel, y antenoche (el 24 de
noviembre) fue recibido por el señor general presidente y obsequiado
con una retreta en el Parque Central, a la que concurrió con riguroso
traje de etiqueta.
El programa de la retreta, o concierto, fue el siguiente:
1º. Sport / Marcha militar: J. Entodshofer.
2º. La hoja del Regimiento / Obertura: G. Dosizetti.
3º. Impresión de amor / Valse: F. von Blon.
4º. Margarita / Fantasía de la ópera Fausto: Ch. Gounod.
5º. Tesoro mío / Valse: E. Beccucci.
6º. Ideal / Sehottisch: J. I. Hernández.
7º. Polonaise: F. Choris.
8º. Canción de los nidos / polka: V. Bnot.
El Director J. I. Hernández
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Después de dos semanas en León sin que la ciencia de sus galenos haya
logrado mejoras notables en el enfermo, éste es su traslado a Managua, o
mejor dicho, lo traslada a su esposa, quien lo aloja ¡gran Dios!, en la casa
de su hermano Andrés, si, Andrés Murillo, el del episodio de 1893. Un cuarto
lujosamente arreglado es la alcoba del matrimonio Darío-Murillo. A su
lecho se acercan los amigos para renovarle su antiguo afecto y admiración.
El primero es Francisco Huezo, quien al entrevistar a Darío le da éste una
extraña animación a su lengua, que en su vida rarísimas ocasiones la ha hecho
hablar con locuacidad.
Edelberto Torres
(La dramática vida de Rubén Darío
[cap. XXXI])
1915
El matrimonio llega a Managua, en tren, el 14 de diciembre. Al día
siguiente, Huezo se apresura a visitarle. El vate reposa en la residencia
de su cuñado Andrés Murillo, casa de un piso, a una cuadra del Parque
Central. Ocupa el cuarto contiguo al salón, bien aireado, casi con lujo.
En medio, el catre pintado de negro, con molduras de bronce. A un lado
de la cama de Rosario, un guardarropas de lunas venecianas, butacas
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años, una española. Tengo un hijo con ella y con el nombre Rubén
Darío Sánchez, de edad de ocho años. Es de imaginación vivaracha,
y me escribe, me preocupa su educación. Ella, la madre, es una mujer
rústica, a quien he procurado modelar. No sabía leer —empezando por
eso— y yo le enseñado lo que sabe. Es un alma campesina, laboriosa
y de tesón. He sido, digamos, el domador de esa naturaleza bravía.
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disponer de ese dinero, de los contratos de mis obras con los editores
y de mi arreglo con La Nación de Buenos Aires, a la cual no he escrito
ni una sola línea, desde hace más de un año, muy a mi pesar. En ella
colaboró hace más de veinte y, según sus estatutos, tengo derecho a mi
jubilación.
—A pesar de mi enfermedad —añade— no he permanecido ocioso.
He meditado dos cuentos que me gustan. He querido escribirlos: creo
que han salido buenos; pero primero es el testamento.
Tiene la vista fija en un sitio del cuarto. Huezo sigue la dirección de
su mirada. En la mesa de las drogas, sobre un libro de cubierta púrpura,
alcanzó a ver un pequeño crucifijo de plata. Al lado de las almohadas
se ve un libro abierto.
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El antojo de pasteles
Enfermo e imposibilitado, pide platos fuertes. Pollo, arroz, tallarines,
queso, pan. Quiere una buena sopa, comer bien. Y habla fuerte y regaña
y grita, si no le dan gusto. Y cuando regaña es con frases duras, a veces
subidas de tono. Es de tarde y Huezo acaba de verlo. Lo encuentra
conversador, y con buen apetito. Desea comer pasteles.
—Pero tu enfermedad, los médicos…
—Al diablo con la enfermedad del diablo y al diablo con los médicos.
Quiero pastelillos. ¿Ya están los pasteles? ¡Tráiganme los pasteles!
Su acento es llano, imperioso, de mando. Minutos después, llega la
esposa con cuatro pasteles diminutos, bien dorados, sobre un plato de
cristal.
—Gracias, señora —le dice, galante. Y dirigiéndose a Huezo:
—Pruébalos tú también.
Y le obsequia uno. Huezo empieza a comerlo.
—¡Sabrosos, ricos! Se deshacen en la boca —le dice.
Sin embargo, Rubén los encuentra insípidos. Toma pequeños
bocados y muerde la pasta con displicencia. Ya masticada, la coloca a
la orilla del plato. Manifiesta descontento.
—Los pasteles españoles o franceses son gratos. Así los quisiera
—exclama y, después de ingerir tres o cuatro bocados más, deja de
comer.
Nada dice su esposa. Sólo lo mira con ojos de piedad.
En aquellos momentos se oye la campana del reloj de catedral. Son
las doce del día. Cae a plomo, un sol de oro.
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ANEXOS
Darío y Maldonado
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¡Oh, mi sierra de
Managua que ilumina
un sol tan bello, como
éste de mi dulce patrio
suelo!
R. D.
Dificultad de su localización
En realidad, era muy difícil localizarla. El propio Darío prescindió de
ella al reunir, en julio de 1881, los materiales de su primer libro Poesías
y artículos en prosa, que nunca llegó a editarse en vida del poeta. Como
se sabe, el joven de catorce años que era entonces Rubén, sólo alcanzó
a ordenar el primer tomo de esa obra primigenia—el correspondiente
a las poesías— que la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua,
con estudio preliminar de Fidel Coloma, reprodujo facsimilarmente
(Darío, 1967).
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El recorte de su texto
Lo cierto es que jamás se tuvo noticia de haber aparecido en
publicación periódica alguna de los finales del siglo XIX. Lo que se
conocía era el recorte de su texto, impreso muchos años después de su
redacción, perteneciente a la biblioteca del doctor y hombre de letras
leonés Juan Carrillo Salazar (1874-1933), conservador por su sobrino
el profesor Rafael Carrillo Díaz, quien tuvo la gentileza de facilitarlo
al suscrito. Según ese recorte, Darío escribió la composición aludida
en Managua, 1880, o sea de trece años. Por tanto, es una de sus piezas
poemáticas más tempranas; no debe olvidarse que ese mismo año
produjo solamente seis: “A mi querido amigo Victoriano Argüello”;
“Desengaño” “El poeta”, “A.M.”, “Tú y yo”, y “Naturaleza” y una (“La
fe”) el año anterior, 1879, su composición poemática más temprana.
Titulada “De caza”, esta composición desconocida tiene el valor de
ser el primer poema nicaragüense de Darío. En efecto, consiste en la
narración descriptiva de una inocente cacería trasmitida por uno de sus
protagonistas —Rubén Darío— en 135 versos, distribuidos a su vez en
23 cuartetos. Ahora bien: cada uno de estos lo forman tres octosílabos
(8 sílabas) y un tetrasílabo (4 sílabas) llevando todos rima asonante
irregular:
Vamos, escopeta al hombro
mis alegres compañeros,
después de apurar un trago
de lo bueno.
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Fuentes
Como se aprecia, Darío utiliza un lenguaje conversacional
que mantiene a lo largo de todo el poema y procede de su reciente
asimilación del prosaísmo poético en lengua española que cultivado,
entre otros, Ramón de Campoamor (1819-1901), Gaspar Núñez de Arce
(1832-1901) y sus émulos hispanoamericanos. Hablo, por ejemplo,
del colombiano José Manuel Marroquín (1827-1908), poeta de escaso
vuelo y Presidente de Colombia en 1898 y de 1900 a 1904, como lo
había sido Rafael Núñez (1825-1894) entre 1887 y 1888.
Precisamente, Rubén citaría en el capítulo “Gibraltar” de su libro
Tierras solares (1904), veinticuatro años después de escribir “De caza”,
este cuarteto de Marroquín:
Van perros de fina raza,
cornetas de monte, en fin,
cuanto exige Moratín
en su poema La Caza…
He aquí, entonces, las dos fuentes literarias de este poema: una (“La
caza”) del español Nicolás Fernández Moratín (1737-1782) y otra del
colombiano José Manuel Marroquín: “Los cazadores y la perrilla”, que
ingresó a la Antología colombiana de Isaza (1895: 276-279).
Pero Darío no adopta la limitación convencional de la rima
consonante, sino que se adapta al tema con mayor flexibilidad
expresiva recurriendo —como se dijo— a la asonancia. Esta rima no
era novedosa en la poesía española, pues ya la había empleado en sus
poemas descriptivos del campo y sus problemas el neoclásico Juan
Meléndez Valdés (1754-1817) y también la practicaba ese prosaísta
irónico y sentimental que reaccionaba contra el romanticismo:
Campoamor. Mas Darío la maneja hábilmente.
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Un poema precursor
En concreto, “De caza” puede considerarse un texto precursor de
la corriente poética contemporánea que en América Latina se ha dado
en llamar coloquialismo. Propiamente, es un texto construido a base
de las expresiones coloquiales más comunes, con las cuales el autor
elude la gastada retórica romántica de su medio centroamericano. Más
aún: en relación con el posterior desarrollo de la poesía nicaragüense,
“De caza” anticipa elementos modernos del exteriorismo formulado
por Ernesto Cardenal.
Como se verá, este poema también asimila lo nicaragüense en el
sentido de que en él Darío nombra la geografía, flora y fauna de su
país, admira su paisaje solariego e invernal y expresa, en medio de un
vocabulario libresco, el habla popular. Por eso cuatro de los versos
citados —el 11 y 12, el 22, 23 y 24— resultan, si no insólitos, al menos
significativos:
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Trasfondo material
Es preciso ejemplificar algunos de los puntos anteriores. Pero cabe
referir el lugar donde se desarrolla la acción: las Sierras de Managua.
Para esos años, esta zona iniciaba su auge cafetalero, producción
que entonces había reactivado la vida económica de la capital de la
república. En la revista El Ensayo de León, donde Darío colaboraba
con frecuencia, se publicó un artículo de Rafael A. Rivas titulado “Lo
que fue [Managua] y lo que es”, que dice en dos de sus párrafos:
…Managua no prometía nada i sus habitantes de entonces jamás
soñarían en verla convertida en el centro de la agricultura
nicaragüense, con hermosos edificios, sus calles aseadas,
establecimientos de comercio en grande escala, buenos hoteles,
vapor i muelle de hierros en su pintoresco y manso Lago i todo el
adorno inherente a la Capital de una República. Millares de pesos
circulan diariamente en su mercado.
Por todas partes i en todo tiempo se tropieza con el movimiento
emprendedor, agrícola, mercantil, i con especialidad en la cosecha
del café; esta temporada es de pasarse en Managua, sus casas casi
todas se ven ocupadas por este artículo. A las familias, unidas con
unas cuantas operarias, se les ve afanadas en la limpia del café;
sus calles atestadas de carretas que van y vienen, el silbido de las
máquinas de beneficiar se oye a toda hora, los hoteles llenos de los
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Elementos exterioristas
Veánse, ahora, sus elementos exterioristas.
Primero: “De caza” responde a la definición de poesía exteriorista
que ha dado Ernesto Cardenal: la poesía creada con las imágenes del
mundo exterior, el mundo que vemos y palpamos…El exteriorismo es
la poesía objetiva: narrativa y anecdótica, hecha con los elementos de
la vida real…. (Cardenal, 1973:vii-viii)
Segundo: exactamente contiene el relato de una cacería matinal, que
concluye a las tres de la tarde, por las sierras de Managua (verso 13)
un día de mayo (el mes de las primeras lluvias) que Darío no nombra,
pero alude a él (cayó el primer aguacero); hecho concreto que inicia
con sus amigos después de apurar un trago/de lo bueno, montar a
caballo (jacos ensillados), fumar puros y arrojar el humo al cielo para
exclamar, en tono ostensiblemente conversacional: ¡ah qué felices que
somos,/caballeros!
Desde luego, el paisaje no lo puede eludir el poeta: ¡Qué verdes
están los montes!/El airecillo, ¡qué fresco/ Gocemos de las delicias de
un reguero”. Y lo mismo la flora y la fauna, a lo que denomina con sus
nombres generalizados en el país:
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A un lado la calabaza,
al otro el morral repleto,
van cruzando los caminos
y linderos.
El nombre propio —imprescindible a la corriente exteriorista—
vuelve a surgir en estos veros llenos de luz solar:
Oh, mi sierra de Managua
que ilumina un sol tan bello,
como este sol de mi dulce
patrio suelo!
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De Caza
Vamos, escopeta el hombro
mis alegres compañeros,
después de apurar un trago
de lo bueno.
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A un lado la calabaza,
al otro el morral repleto.
van cruzando los caminos
y linderos.
Y volvimos a Managua
cuando el sol estaba ardiendo
como gigantesca brasa
como el cielo.
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¡Listos a cogerla!...prum!...
le he pegado; cayó al suelo;
le metí las municiones
en el pecho.
[Managua, 1880]
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Bibliografía
Antologíacolombiana/colegidapor/EmilianoIsaza/Correspondiente
de la Real Academia Española/Tomo I. (París, Librería de la Vda de
Ch. Bouret, 1895, pp. 276-279.)
Arellano, Jorge Eduardo: Azul… : nuevas perspectivas. Washington,
Organización de los Estados Americanos, 1993.
y José Jirón Terán: Contribuciones al estudio
de Rubén Darío / Investigaciones en torno a Rubén Darío. Managua,
Dirección General de Bibliotecas, Hemeroteca y Archivos, 1980.
Cardenal, Ernesto: Poesía nicaragüense. La Habana, Casa de las
América, 1973.
Darío, Rubén: Cartas desconocidas de Rubén Darío. Introducción,
selección y notas: Jorge Eduardo Arellano. Managua, Academia
Nicaragüense de la Lengua, 2000.
: El viaje a Nicaragua e Intermezzo tropical. Edición
de Fidel Coloma. Managua, Nueva Nicaragua, 1987.
: La vida de Rubén Darío escrita por él mismo. Caracas,
Biblioteca Ayacucho, 1991.
Espinoza R., Emilio: Literatura didáctica arreglada conforme a los
programas oficiales de Guatemala, Nicaragua, Honduras y la primera
parte con el de El Salvador. Guatemala, Tipografía Nacional, enero de
1928.
Huezo, Francisco: Últimos días de Rubén Darío. Managua, Academia
Nicaragüense de la Lengua, 1962.
Jirón Terán, José, comp.: “Diez cartas desconocidas de Rubén Darío”,
en Cuadernos de Bibliografía Nicaragüense, nº 2, julio- diciembre,
1981, pp. 41-42.
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Casa Museo Archivo Rubén Darío. Paseo Xolotlán de Managua