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3.4.maria Antonia Martínez

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H.

CÁ\1ARA DE DIPlITADOS
LIX LEG1SLATURA


.I':.:.~>"

CONOCER PARA DECIDIR se denomina la serie que la


H. Cámara de Diputados, LIX Legislarura, acordó
iniciar, en atención al histórico y constante interés
de! H. Congreso de la Unión por coeditar obras
trascendentes que impulsen y contribuyan al
conocimiento de la problemática social, para la adop-
ción de las mejores decisiones sobre políticas públicas
e institucionales para México en su contexto interna-
cional, a efecto de atender oportunamente las diversas
materias sobre las que versa e! quehacer legislativo.

La H. Cámara de Diputados, LDC Legislatura, establece


e! acuerdo de coeditar con diferentes instiruciones
académicas, organismos federales y estatales, así como
con autores y asociaciones independientes, investiga-
ciones académicas y expresiones culrurales de interés
nacional, que coadyuven a las tareas propias de! legis-
lador mexicano.
Etl~egue constrp~tivo
delaKevoluCIOn
Sociedad y política
en el alemanismo
Etles egue ~;;;~;~
dela evolución
Sociedad y política
en el alemanismo

CONOCER
PARA OEODIR

MÉXICO· 2004
Esta investigación, arbitrada por pares académicos,
se privilegia con el aval de la institución coeditora.

La H. CÁMARA DE DIPUTAIXJS, L/X LEGISLATURA,


participa en la coedición de esta obra al incorporarla
a su serie CONOCER PARA DECiDIR

Primera edición, noviembre del año 2004


© 2004
CENTRO DE INVESTIGACIONES y ESTUDIOS SUPERIORES
EN ANTROPOLOGlA SOCIAL
© 2004
Por características tipográficas y de edición
MIGUEL ÁNGEL PORRÚA, librero-editor
Derechos reservados conforme a la ley
ISBN 970-701-531-4
Imagen de portada: El presidente Miguel Alemán
observa los planos de Ciudad Universitaria.

IMPRESO EN MÉXICO PRINTED IN MEneO

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Amargura 4, San Ángel, Álvaro Obregón, 01000 México, D.F.


A Carlos Bosch i Carda,
Horacío López Suárez y
Antonio Ocaña,
republicanos españoles en México.
Introducción

EL ESTUDIO que a continuación se desarrolla analiza los fundamentos


políticos y económicos sobre los que se estructuró el sistema político
mexicano a partir de la Segunda Guerra Mundial, y que empezó a mos-
trar signos de agotamiento a finales de la década de los sesenta y, sobre
todo, en el inicio de los años ochenta. La importancia de analizar el sexe-
nio que comenzó en 1946 con la presidencia de Miguel Alemán radica en
que, en dicha etapa, se consolidó, más allá de un sexenio, el primer pro-
yecto político y económico del periodo revolucionario. Sobre este mo-
delo se reelaboraron las bases que permitieron que, durante décadas,
México se configurara, en el contexto latinoamericano, como un caso
paradigmático de estabilidad política y como un país difícilmente clasi-
ficable en las tipologías de los politólogos.
En este sentido, el objetivo esencial de este trabajo es analizar cómo
fue diseñado e instrumentado el modelo de desarrollo económico, de for-
ma esencial, durante el gobierno de Miguel Alemán, si éste se constitu-
yó en un factor relevante como favorecedor de la estabilidad de México
y si, mediante su puesta en práctica, se neutralizó la democratización del
país. En la historia contemporánea de México han sido varios los pro-
yectos que se han puesto en práctica, cada uno de ellos dotado de diver-
sas implicaciones políticas, económicas y sociales. El proceso de desarro-
llo económico que se instauró durante el porfiriato se caracterizó por ser
dicotómico y excluyente, lo que finalizó convirtiéndose en una de las
causas del proceso revolucionario que liquidó al régimen. A ello se unió
la ausencia de democracia, segundo elemento que permite explicar la Re-
volución mexicana. La presencia de la primera de las corrientes en el pro-
ceso revolucionario implicó que en el discurso y en la legislación posre-
volucionaria estuviera presente un importante reformismo social, factor
que se configuró como esencial en la construcción del nuevo Estado. Sin
embargo, en el periodo posterior a la Revolución lo que se constituyó en
8 • MARÍA A.~TONIA MARTÍlíEZ

prioritario para los sucesivos gobiernos fue la consolidación de las ins-


tituciones y a ello quedó supeditado el logro del desarrollo económíco o
la concretización de la democracia. Este proceso, prácticamente conclu-
so cuando Cárdenas llegó al Ejecutivo, finalizó durante su sexenio con la
definitiva institucionalización de la Presidencia. De forma paralela, du-
rante su gobierno fue elaborado y puesto en práctica un nuevo proyec-
to económico, político y social mediante el recurso a la corporativízación
de la sociedad. Uno de los corolarios inmediatos de la estrategia carde-
nista fue la erosión de la estabilidad del país. Muchas de las medidas
tomadas por Cárdenas afectaron negativamente los intereses de impor-
tantes grupos sociales que, en respuesta, se abocaron a la acción políti-
ca. Este hecho dio lugar a una coyuntura crítica cuya manifestación
más evidente fue la elección presidencial de 1940. En ese momento la
alta movilización social estuvo a punto de provocar la quiebra del sis-
tema. En gran medida debido a ello, el siguiente presidente, Ávila Ca-
macho, introdujo cambios importantes en el modelo cardenista, y si
bien no abandonó radicalmente en su discurso algunos de los elemen-
tos sobre los que aquél se había construido sí alteró la filosofía que les
daba sustento.
A partir de la Segunda Guerra Mundial y, sobre todo, con el gobier-
no de Miguel Alemán, la filosofia económica, política y social cardenis-
ta fue subsumida en el proyecto diseñado, aun cuando ello no implicó
la sustitución de las prácticas corporativas que continuaron siendo
funcionales para la estabilidad del sistema político. El proyecto que el
alemanismo impulsó debe ser situado, igualmente, en un contexto in-
ternacional y nacional de especiales características, cuestión de especial
relevancia en este trabajo.
Miguel Alemán impulsó un tipo de desarrollo económico que se
basó en la preeminencia del Estado como agente económico, y cuyas es-
trategias de instrumentación giraron en torno a proteger el mercado in-
terno y a la potenciación de la industrialización vía sustitución de im-
portaciones. En lo político, el modelo se fundamentó sobre el uso de la
retórica democrática, en consonancia con los discursos prevalecientes a
nivel internacional, y una práctica política que tendió hacia un mayor
control de los distintos actores.
Dentro del esquema de desarrollo económico el eje esencial pasó a
depender de la industrialización, a la que se hizo depositaria del logro
de la autonomía económica de la nación. El objetivo industrial concre-
INTRODUCCIÓN' 9

to se orientó a potenciar aquellas actividades que se dedicasen a trans-


formar las materias primas nacionales, que permitiesen sustituir las
exportaciones de productos primarios por manufacturas y satisfacer el
mercado interno. En este plan, la función de la agricultura debía con-
sistir en proporcionar mano de obra barata y abundante y expandir
aquellas ramas que proporcionasen divisas. En el nivel económico, los
objetivos establecidos fueron logrados ya que la industria sustituyó a
la agricultura como eje del crecimiento y se alcanzó un alto nivel de ur-
banización. Junto a ello, lo que caracterizó al gobierno alemanista fue
el creciente carácter interventor que el Estado fue adquiriendo en el pro-
yecto de modernizacíón económica impulsado. El fuerte perfil interven-
cionista de la organización estatal, que había sido diseñado en la Consti-
tución de 1917, se vio fortalecido durante el alemanismo con la creciente
importancia que fue adquiriendo en la regulación y potenciación de las
actividades económicas. Sin duda el proceso culminó con la elaboración,
en 1950, de la Ley sobre Atribuciones del Ejecutivo en Materia Económi-
ca, mediante la cual el Estado se conformó en el orientador básico del de-
sarrollo económico de la nación. Sin embargo, y a pesar de que algunos
de los fines económicos fueron logrados, el modelo económico se empe-
zó a percibir a finales del sexenio de Alemán no como capaz de disminuir
las diferencias sociales y de lograr la justicia social, sino, más bien, como
factor de exclusión social.
Junto al esquema de desarrollo económico se estructuró un plan de
cambio político que, teóricamente, fue elaborado en función del plantea-
miento de incrementar la participación y la competencia política. Pese a
ello, su materialización no sólo inhibió la realización de dichos presu-
puestos sino que, además, no condujo a un incremento de la ampliación
del debate público, la oposición o la lucha política Por el contrario se
produjo una transformación del autoritarismo en la cual los instrumen-
tos de intermediación entre el Estado y la sociedad civil situaron a ésta
en una relación subordinada con respecto al primero. En este proceso, el
papel esencial fue desempeñado por la organización estatal. Articulado
en el transcurso histórico como un Estado fuerte, a través de él los gru-
.pos posrevolucionarios pudieron perseguir objetivos característicos, al-
canzándolos con mayor eficacia según los recursos estatales disponibles .
en relación con los marcos sociales prevalecientes. Pero, simultáneamen-
te, se configuró como una estructura con capacidad de influir en los sig-
nificados y métodos para todos los grupos sociales.
10 • MARÍA MI'TONL~ MARTÍNEZ

Durante el alemanismo este último aspecto se concretó en diversos


niveles. Con base en la doctrina de la mexicanidad se instrumentaron
una serie de medidas orientadas a neutralizar a aquellas fuerzas que se
percibieron, no como defensoras de la mencionada doctrina sino, por
contra, como fuerzas de disolución, perturbadoras del orden y de la es-
tabilidad social. Este planteamiento condujo a un sistema excluyente,
que pretendía presentarse -ante la opinión pública nacional e interna-
cional- como pluripartidista. Pero un pluralismo entendido, no como
expresión de tendencias presentes en la sociedad civil sino, únicamente,
como factor de legitimación política. Debido a ello, y aunque en el dis-
curso oficial se recurrió a los postulados modernos y democráticos de
la organización política, en la práctica se recreó un sistema caracteriza-
do por la ausencia de la competitividad política, con un partido hegemó-
nico en convivencia con unos débiles en el marco de una cultura políti-
ca escasamente participativa. De forma simultánea, el modelo político
alemanista también tuvo repercusiones sobre las organizaciones sindica-
les y empresariales. En relación con las primeras, el proceso de corpora-
tivización cardenista se había caracterizad\, por una pérdida paulatina
de autonomía de los grupos sindicales en relación con el Estado. Este
hecho condujo, con la llegada de Alemán a la presidencia, a que las
agrupaciones sindicales se colocasen en una situación subordinada
con respecto a la organización estatal. Junto a ello, el gobierno ale-
manista reelaboró las bases de su relación con los empresarios, de
forma que éstos quedaron situados en un nivel de dependencia con
relación al Estado.
Como se ha referido, el modelo económico y político implementado
por el alemanismo fue el primero que se consolidó y perduró más allá
de los límites temporales de su periodo presidencial. A analizar sus fun-
damentos y desarrollo se dedican las siguientes páginas. En el capítulo
1 el trabajo se centra sobre el programa de desarrollo económico impul-
sado por el presidente Alemán, considerando los factores sobre los que
se articuló. De forma previa, se reflexiona sobre el aumento de los costos
de tolerancia que el proyecto económico y político del cardenismo ha-
bía originado, y las dificultades del régimen para absorberlos sin pro-
vocar un aumento de la inestabilidad que pudiese dar lugar a la quiebra
del sistema. Por otro lado, con relación al modelo de desarrollo económi-
co, el estudio se vertebra sobre el análisis de la política agrícola, industrial
y de comunicaciones, así como a delimitar los mecanismos racionales de
INTRODUCCIÓN' 11

toma de decisiones. Por ello, se privilegia la estrategia que dio paso al


abandono de una agricultura de subsistencia por otra caracterizada por
la producción destinada al comercio y basada en técnicas modernas de
explotación. Este hecho fue acompañado de un decidido impulso desde
el Estado a la promoción de las actividades industriales via sustitución
de importaciones y de importantes inversiones para la extensión de las
comumcaClOnes.
Tanto la estrategia que se siguió en la agricultura como en la indus-
tria pretendió privilegiar el crecimiento de las ramas y zonas más pro-
ductivas que, de forma más rápida,. podían proporcionar excedentes en
productos y beneficios económicos. A finales del sexenio el objetivo de
que el papel prioritario de la agricultura para el conjunto de la produc-
ción fuese reemplazado por la industria, el comercio y los servicios, fue
logrado en gran medida. Simultáneamente, se produjo un crecimiento
de la actividad económica total y tuvo lugar un desplazamiento de la
población activa desde el sector primario al secundario y terciario. Si
bien ello tuvo efectos beneficiosos para la sociedad en su conjunto, en
la medida en que importantes sectores sociales vieron aumentado su ni-
vel de vida, uno de los resultados que produjo el modelo impulsado fue
la agudización de la dualidad económica y social. Junto al desarrollo
que experimentaron áreas de los diferentes niveles económicos, como
ciertas explotaciones agrícolas o industriales, se afianzó la exclusión del
sistema productivo de zonas y actividades que continuaron operando
según criterios tradicionales. A la consolidación de estas islas de moder-
nidad se unió la presencia de grupos sociales que no tuvieron cabida
dentro del esquema de crecimiento, lo que provocó que la evolución de
la sociedad se caracterizara por la dicotomía.
Además de estos presupuestos, está presente el papel que las insti-
tuciones estatales desempeñaron en el esquema de desarrollo económi-
co, así como las políticas concretas elaboradas con tal fin. Persiguiendo
este objeto se analiza la política fiscal, la creación de infraestructuras,
las medidas tendientes a facilitar crédito accesible y a bajo precio, y el
recurso a las inversiones extranjeras como facilitadoras del capital ne-
cesario para acelerar el proyecto económico. Este último punto es, pre-
cisamente, uno de los temas en los que, de forma más evidente, se hizo
palpable la distancia entre el sexenio alemanista de, sobre todo, el car-
denismo y que implicó una importante ruptura con la tradición previa
del régimen mexicano. Sin embargo, donde fue más claro el sentido in-
12 • MARÍA ANTONIA MARTÍNEZ

novador del gobierno de Alemán fue en relación con el papel que la es-
tructura estatal debía desempeñar en la modernización de la nación. Con
anterioridad el Estado se había ido configurando como un importante
regulador de la economía pero, a partir del periodo que se analiza, la or-
ganización estatal se convirtió en el actor decisivr . de desarrollo econó-
mico del país, en una filosofía que se convirtió en una constante hasta
la década de los ochenta.
En el capítulo 2 se refieren los factores sobre los que se instrumen-
tó el modelo político diseñado durante el periodo que nos ocupa. El pro-
yecto fue elaborado, en términos teóricos, en función del presupuesto
de incrementar la participación y la competencia política. Debido a ello,
se plantean los contenidos políticos teóricos del alemanismo y, con pos-
terioridad, se presentan los procedimientos concretos sobre los que di-
cho modelo se construyó. De la confrontación analítica del discurso con
la práctica se extraen una serie de datos interesantes, entre los que des-
taca la situación dicotómica en la que actuó el alemanismo durante todo
el sexenio. Esta temática se plantea desde la lógica de que la instaura-
ción de una democracia representativa fue percibida como un factor de
desestabilización. Se destaca el papel asumido por la organización esta-
tal como elemento orientador de las actitudes, comportamientos y
funciones asumidas por los actores político-sociales. Se analizan las re-
laciones prevalecientes entre dichos actores y el Estado y se establece el
papel esencial desempeñado por la organización estatal como configu-
radora de los nuevos vínculos prevalecientes. Se concluye que, en el sexe-
nio alemanista, y en oposición a lo que en el discurso se defendió, no
se produjo un avance democrático. Por contra, el resultado fue que se
continuó con la ampliación de la representación instrumentada a tra-
vés del corporativismo y, de forma paralela, se inhibió la liberalización
al situar a los actores político-sociales en una relación subordinada res-
pecto al Estado. Todo ello en un proceso que no condujo a un incremen-
to de la participación y representación política, ni a la ampliación del
debate público, la oposición o la lucha política. Sin embargo, el creci-
miento económico que a partir de ese momento se consiguió permitió
que el régimen mexicano ampliase las bases sobre las que asegurar su
estabilidad.
A partir del seXenio de Alemán, a la adaptabilidad de las institucio-
nes, al corporativismo y a los elementos tradicionales presentes en la
sociedad, se unió el desarrollo económico como factor de estabilización.
INTRODUCCIÓN' 13

Este modelo, que se extendió sin grandes fisuras hasta la década de los
ochenta, fue cuestionado cuando la economía se vio afectada por la cri-
sis. La falta de crecimiento fue acompañada de la elaboración de un
nuevo proyecto de desarrollo como alternativa para obtener el relanza-
miento del país, de forma que la economía volviese a cumplir su fun-
ción estabilizadora. Pero esta relevante cuestión ya queda fuera de los
objetivos de este libro.
No quiero concluir esta introducción sin referirme a todos aquellos
del exilio español a los que tuve el placer de conocer; todos comprome-
tidos con el acontecer político de México, instalados en la melancolía
creativa y con los que era difícil sentir que la distancia espacial era una
realidad. Ellos me ayudaron a vivir México como una experiencia siem-
pre deseada. Rafael Loyola, amigo imprescindible, me animó a retomar
este proyecto. Ismael Crespo, que siempre está. Por último quiero agra-
decer la dedicación del doctor Ricardo Pérez Montfort en la búsqueda y
selección de las fotografías que se incluyen en este libro.
Capítulo 1

La modernización económica alenlanista

Los ANTECEDENTES

LAs POLÍTICAS impulsadas por Lázaro Cárdenas pretendieron la inclu-


sión, al sistema político y a la nación, de amplios sectores de la sociedad.
Pero uno de los efectos que prod~o fue agudizar las tensiones sociales,
hecho que, finalmente, se puso de manifiesto en el proceso electoral de
1940. Empresarios, comerciantes, latifundistas, pequeños propietarios
y gran parte de la clase media conformaron un grupo que se oponía a
cualquier candidato que pudiese seguir ahondando en las reformas car-
denistas. En el lado opuesto, aquellos que pretendían consolidar y
avanzar en los presupuestos que habían caracterizado el sexenio de
Cárdenas. Esta divergencia de objetivos, presente tanto en el conjunto
de la sociedad como en el seno del Partido de la Revolución Mexicana
(PRM), se constituyó en un foco de inestabilidad para el régimen. 1 El re-
sultado de la pugna fue la designación como candidato a la Presidencia
de la República de una persona moderada, Manuel Ávila Camacho, y
percibida como capaz de contrarrestar la incertidumbre social. El con-
flicto al interior del PRM no fue un hecho aislado ya que se configuró
un movimiento de oposición de relevancia dirigido en esencia por mili-
tares y aglutinado en torno a dos antiguos miembros de la familia re-

1 Después de su conversión en PRM en 1938, el partido se enfrentaba por primera vez a una suce-

sión presidencial. Su novedosa estructura sectorial hada pensar que tendría capacidad de disciplinar a las
diferentes corrientes que había en su seno. Sin embargo ello no aconteció y los diversos grupos informa-
les actuaron para que su candidato fuese designado. Los candidatos fueron cuatro ya en 1938: el gene-
ral Rafael Sánchez Tapia, comandante de la 1 Zona Militar; el general Gildardo Magaña, gobernador de
Michoacán; el general Francisco Múgica, secretario de Comunicaciones y Manuel Ávila Camacho, secre-
tario de Guerra. Los dos últimos aparecieron desde el primer momento con más posibilidades. Múgica
representaba la continuación del proyecto cardenista y Ávila Camacho era un candidato más moderado.
La CTM, con Lombardo Toledano como secretario general, fue la primera organización en apoyar a Ávi-
la Camacho en febrero de 1939 y la convención del partido lo designó en noviembre del mismo año. Todo
el proceso mostró las divergencias entre los diversos grupos en torno a cuál debía ser la orientación del
futuro gobierno revolucionario (Medina, 1978: 1-133; Cosío Villegas, 1975: 45-90).

15
16 • MAIlÍAANTONIA MARTÍNEZ

volucionaria: los generales Joaquín Amaro y Juan Andreu Almazán.


Este último se configuró en el candidato de oposición con mayores po-
sibilidades de derrotar a Ávila Camacho. Los partidarios de Almazán se
agruparon en el Partido Revolucionario de Unificación Nacional (PRUN),
defendieron la idea de que sólo cometiendo fraude ganaría las elecciones
el candidato del PRM Y que, en ese caso, se había de iniciar una rebelión
que finalmente no llegó a concretarse (Boils, 1975). Al inicio Almazán
contó con las simpatías de la burguesía de Monterrey que finalmente le
retiró su apoyo por el tono moderado del discurso de Ávila Camacho y
la popularización del movimiento almazanista (Contreras, 1989). Tam-
bién compitió en los comicios el recientemente fundado Partido Acción
Nacional (PAN), configurado como oposición al cardenismo porque "en
1938 [... ] pensamos en la necesidad de revisar todo el problema políti-
co de México, porque en la base de ese problema está la falta de ciuda-
danía: no habíamos formado ciudadanos; no tenemos antecedentes de
ciudadanía" (Wilkie, 1969: 176; Gómez Morín, 1983; Contreras, 1989:
153-179; Shulgousky, 1988: 417-428). Las elecciones se caracterizaron
. por el enfrentamiento y las acusaciones de fraude. 2 Como resultado, Ma-
nuel Ávila Camacho accedió con un marcado signo de debilidad a la di-
rección del Ejecutivo para el periodo de 1940 a 1946.
En el periodo de precampaña y motivado, en gran medida, por el di-
visionismo partidista y social existente, se puso de manifiesto uno de
los presupuestos que caracterizó el sexenio avilacamachista: la política
de unidad nacional. Frente a la potenciación que los grupos obreros y
campesinos habían experimentado durante el gobierno de Cárdenas,
Ávila Camacho recurrió a un discurso en el que, sin abandonar la de-
fensa de los derechos de los trabajadores, establecía la necesidad de ase-
gurar la estabilidad social con el fin de potenciar la iniciativa privada, a
la que se percibía como un factor imprescindible para el desarrollo de
país. Para lograrlo era preciso que los empresarios respetasen los logros
obtenidos por los sectores populares y que éstos no pretendiesen incre-
mentar sus reivindicaciones sociales. El objetivo último era lograr la
unidad interna y, junto con ello, el fomento de la producción agrícola e
industrial (Medina, 1978: 87-93). Esta idea -recogida ya en el Plan
Sexenal elaborado para constituirse en programa de gobierno del nuevo
Presidente-, se articulaba en torno a la obligatoriedad de que el partido
2 En este sentido se ha señalado que "puede estarse seguro de que el haberle concedido a A1rnazán el
5.72% de los votos y a Ávila Carnacho el 94%, se presenta un fraude electoral de proporciones increíbles"
(Cosío Villegas, 1975: 89-90).
LA MODERNIZACIÓN ECONÓMICAALEMANISTA' 17

y el gobierno apoyasen a las clases populares en su lucha por mejorar


sus condiciones de vida. Sin embargo, se justificaba la necesidad de fo-
mentar el progreso económico mediante la colaboración directa de
todos los sectores involucrados en el mismo, dejando para después el re-
parto de los beneficios sociales. A diferencia del cardenismo, ahora pri-
mero debía ser el crecimiento económico y después la redistribución. Se
reconocía "la realidad actual de la lucha de clases [... ] sin pensar que sea
posible ni aconsejable forzarla hasta sus consecuencias últimas". Pero

garantizados [... J los derechos de los trabajadores, la iniciativa privada


no encontrará en el Plan Sexenal ni trabas ni hostilidades. A condición
de que se mantenga respetuosa de las justas aspiraciones del pueblo y
apegada a los preceptos de las leyes, tendrá todo el estímulo a que le
da derecho su condición de factor poderoso en la economía, pues el
progreso nacional sólo puede alcanzarse por suma y auge de los indi-
viduos y de los grupos que ellos forman para la legítima defensa de
sus intereses, con la equidad por norma.

y continuando con la doctrina revolucionaria, "el Estado debe ser el firme


sostén de la seguridad y el orden; pero de un orden dinámico que no niegue
la justicia ni estorbe el desarrollo histórico" (Ávila Camacho, 1976: 3-6).
Introduciendo un cambio cualitativo en la modernización cardenista,
lo que Ávila Camacho perseguía era crear un ambiente propicio a las in-
versiones nacionales y extranjeras. Proporcionando las garantías precisas
a estas inversiones, el sector privado podía desarrollar una mayor activi-
dad económica y constituirse, en el desempeño de tal función, en aliado
del Estado. Para lograr tal fin era necesario reelaborar la relación preexis-
tente entre el gobierno con los grupos empresariales y el movimiento
obrero y campesino organizado. Era esencial, en el nuevo marco de rela-
ciones que debía imperar, que la institución presidencial siguiera mante-
niendo la imagen y la fuerza derivada de su papel de árbitro entre todos
los grupos sociales (Medina, 1974: 288). Desde el inicio de la campaña
presidencial, Ávila Camacho comenzó a articular los elementos que con-
figuraban su idea de lo que debía ser la unidad nacional: el abandono de
las disputas intergremiales, cambios en las relaciones entre el capital y el
trabajo, y el respeto al ejido y a la pequeña propiedad, aun cuando con
modificaciones en la forma de explotación del primero. Si bien en la prác-
tica las políticas que se promovieron en esos tres niveles modificaron sus-
tancialmente la línea política que había caracterizado el sexenio anterior,
18, MARíUIITüNIA MARTÍNEZ

Ávila Camacho no impulsó un discurso de descalificación y antagonismo


con las propuestas cardenistas. Lo contrario hubiese equivalido, por un
lado, a hacer más frágil el equilibrio entre los grupos revolucionarios, en
un momento en que la modernización económica por él propugnada pre-
cisaba de altos niveles de estabilidad política y social. Por otro, a quebrar
la legitimidad y fortaleza que el Estado, en cuanto defensor de los secto-
res menos favorecidos, había obtenido en el sexenio cardenista. 3
El logro de la justicia social se había constituido en el fin y la justifi-
cación del Estado revolucionario con Cárdenas. Con Ávila Camacho dicha
idea fue sustituida por el desarrollo ~conómico. Lo importante fue que
la lógica de la modernización económica --como proyecto alternativo a la
modernización corporativa y como elemento fortalecedor del papel del
Estado como agente de desarrollo- no provocó como efecto una agudiza-
ción de la inestabilidad sino que, por contra, estuvo acompañada de un
amplio consenso social. Un factor externo, la Segunda Guerra Mundial y
la lucha contra el fascismo, se constituyó en el eje decisivo para que, lo
que se presentaba como un proyecto de afianzamiento e independencia
nacional y como un simple cambio de estrategia que no olvidaba los más
caros presupuestos revolucionarios, fuera apoyado por aquellos sectores
sociales que más se habían beneficiado de la política cardenista y que, fi-
nalmente, concluyó restringiendo el campo de acción de las organizacio-
nes populares (Bizberg, 1990: 44-47).

El movimiento obrero y campesino

Los presupuestos de la unidad nacional, explicados como resultado de la


situación internacional, constituían sobre todo una necesidad de la po-
lítica de Ávila Camacho en razón de los acontecimientos internos de los
últimos años. Con su articulación frente al peligro que representaba la
Segunda Guerra Mundial y el fascismo, el Presidente consiguió obtener
"Como resultado combinado de su debilidad política al acceder a la Presidencia y de sus plantea-
mientos de unidad nacional, en el gabinete de Ávila Camacho hubo políticos marginados durante el car-
denismo -por ejemplo, Ezequiel Padilla y Javier Gaxiola- (Lerner y Ralsky, 1976: 162-176) y seguidores
de Almazán, como Pedro Martínez Tornel, director de campaña de Almazán y secretario Obras Públicas
con Ávila Camacho (Camp, 1985: 53). También colaboró con el nuevo gobierno Lázaro Cárdenas, pri-
mero como jefe de la Región Militar del Pacífico y después como secretario de Defensa. La continuidad de
la élite en los cargos fue vista por Manuel Ávila como un medio para consolidar la estabilidad política y
eliminar las disputas entre los distintos grupos. Por ello, de 1940 a 1946 el 50% de la élite política proce-
día de administraciones anteriores, si bien su composición interna fue distinta que en los dos sexenios pre-
vios ya que el 70% eran profesiones liberales y el 22% militares. También en la Cámara de Diputados es-
tuvieron presentes grupos que no habían formado parte de la élite desde el periodo de Carranza, tales
como terratenientes e industriales (Suárez Farías, 1988: 305-306).
LAMODE~'iIZACIÓN ECONÓMICAALEMi,¡'HSTA' 19

para su política el apoyo de la mayor parte de las organizaciones na-


cionales de obreros y campesinos de importancia. Si bien la política se-
guida por el cardenismo hacia el movimiento campesino tuvo como
efecto su potenciación, los alcances de la modernización corporativa re-
ferida a dicho grupo y su materialización -la Confederación Nacional
Campesina (CNC)- se manifestaron con claridad en el sexenio avilacama-
chista. La aceptación de los campesinos de la tutela estatal iniciada con
Cárdenas, aunada a la ausencia de democracia en las instancias partidis-
tas y de la CNC, permitieron que el cambio de la política agraria auspicia-
da por Ávila Camacho no fuese acompañada de la ruptura sino, por el
contrario, del apoyo de la organización campesina mayoritaria.
Frente al impulso que el ejido había experimentado durante el gobier-
no anterior, en el sexenio de Ávila Camacho la política agraria estuvo
orientada a proteger y alentar el desarrollo de la pequeña propiedad. Ello
no implicó abandonar el reparto de tierras, ya que eso hubiera significado
que el Estado viera atacada fuertemente su legitimidad revolucionaria. La
reforma agraria continuó aunque las dotaciones fueron cada vez más de
tierras de peor calidad (Peña y Morales, 1989: 22). Y a pesar de que las
paulatinas, pero permanentes, modificaciones en la política agraria afec-
taban de forma negativa los intereses de los campesinos, sus protestas fue-
ron escasas y de poco peligro para la estabilidad del sistema. 4 A ello contri-
buyó una conjunción de factores tales como la tradicional dispersión
espacial de los campesinos, el desconocimiento sobre los efectos reales de
las nuevas disposiciones normativas y, sobre todo, la naturaleza disuaso-
ria de la esperanza de lograr, en algún momento, un pedazo de tierra. Otro
elemento, el papel desempeñado por las organizaciones mayoritarias y re-
presentativas del movimiento campesino --esencialmente la CNC-, coadyu-
vó a que la estabilidad política y la paz social no se viese alterada.
En el curso del sexenio se fue produciendo una pérdida de represen-
tatividad de los dirigentes agrarios y la CNC se fue constituyendo en
una central cada vez más burocratizada, en un escalón político para sus
líderes y en un instrumento del gobierno para debilitar a las organiza-
ciones independientes (Durand Ponte, 1979: 249). La inexistencia de
agrupaciones fuertes y autónomas contribuyó a que la CNC -con me-
nos resistencias pero de igual forma que los sindicatos obreros-, apo-
yase la política del Ejecutivo, defendiendo los planteamientos de la uni-
4Como protesta a la política agraria de Ávila Camacho, surgieron varias organizaciones agrarias lo-
cales que fueron reprimidas. Un ejemplo fue el Partido Agrario Morelense, fundado por Rubén Jarami-
Uo y que desarroUó actividades guerrilleras hasta que fue obligado a desaparecer (Garrido 1986: 426).
20' MARÍAANTüNIA MARTÍNEZ

dad nacional y la conjunción de esfuerzos hacia un aumento de la pro-


ducción. Y aunque se opuso al gobierno en determinados niveles y mo-
mentos, sus presupuestos y la defensa que de ellos hizo no contribuyó
al mejoramiento de las condiciones políticas y económicas de los gru-
pos campesinos (Medina, 1974: 233). De forma paralela al proceso que
condujo a la modificación de las relaciones del Estado con las organiza-
ciones campesinas, tuvo lugar -aun cuando con más resistencias deri-
vadas de su mayor fortaleza- la alteración del papel del movimiento
sindical, así como de su vinculación con el gobierno.
Desde el inicio de su mandato, la .política de Ávila Camacho hacia el
movimiento sindical tuvo una doble vertiente. En primer lugar, se orien-
tó a fortalecer el papel del Estado como árbitro en los conflictos entre
obreros y patronos. Para ello se reformó, en 1941, la Ley del Trabajo, de
forma que, aun cuando se seguía reconociendo la huelga como un dere-
cho y un medio de presión, su utilización quedaba mucho más regla-
mentada y limitada que en el pasado inmediato. 5 En el mismo año se
creó la Secretaría de Trabajo y Previsión Social y se reformaron ciertos
artículos constitucionales mediante los que se ampliaba al ámbito fede-
rallas atribuciones de las juntas de arbitraje. Con estas medidas de tipo
legal se fortalecía el papel del Estado como mediador en los problemas
laborales y se limitaba la capacidad de acción del movimiento sindical.
La segunda medida tomada por Ávila Camacho era de naturaleza políti-
ca e iba destinada a lograr la unión de las dispersas organizaciones sindi-
cales 6 con el objeto, no de contribuir a su fortalecimiento, sino de evitar
los conflictos derivados de las disputas intergremiales (Wilkie y Mon-
zón, 1969: 186-187). En la búsqueda de dicho fin, en 1942 quedó con-
formado el Consejo Obrero Nacional (CON) como el órgano encargado de
vigilar el cumplimiento de los compromisos adquiridos por las organi-
zaciones obreras. En esencia, el pacto al que los sindicatos llegaron se

5 La modificación de la ley disponía que un sindicato que deseaba declarar una huelga lo tenía que

comunicar a la empresa con seis días de anticipación y que el empresario debía contestar en un plazo de
48 horas. Convocada la huelga, la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje debía reunir a las partes para
llegar a un acuerdo. Si los trabajadores no comparecfan, la huelga no podía declararse y si era el empre-
sario el que no se presentaba, podía ser citado a juicio ante los tribunales. Se diferenciaba entre huelga
legal e ilegal. Se consideraba ilegal aquella que no hubiese sido votada por la mayoría de los trabajado-
res o que violase el contrato colectivo en vigor. Antes de declarar la huelga, los trabajadores tenían que
comparecer ante la junta de arbitraje compuesta por un representante del gobierno, uno de los obreros
y un tercero elegido por acuerdo de ambas partes (Goodspeed, 1955: 143).
6En 1942 existían las siguientes centrales: la CTM con 145,471 afiliados; la CROM con 17,471; la
Confederación Proletaria Nacional, escisión de la CTM, con 61,180; la Confederación de Obreros y Cam-
pesinos de México, escisión de la CROM, con 10,170, Y la Confederación General de Trabajadores, de orien-
tación anarquista, con 5,506 miembros (Medina, 1974: 287).
LA MODERNIZACIÓN ECONÓMICAALEMANISTA • 21

resumía en la eliminación de los conflictos entre ellos, la liquidación de


las huelgas y el recurso a la conciliación. Más importante, se incluía el
arbitraje del Presidente de la República para aquellos conflictos graves
entre obreros y patronos y se manifestaba el apoyo del movimiento
obrero a la política de Ávila Camacho. Al considerable poder del Ejecuti-
vo vino a unirse el que Ávila Camacho obtuvo del Congreso, en 1942 y
justificado por la guerra mundial, la suspensión de las garantías consti-
tucionales y la concesión de facultades extraordinarias al Presidente, lo
que hizo que de 1942 a 1945 casi toda la legislación se originara en de-
cretos del :EJecutivo (Goodspeed, 195.5: 154).
La estrategia mexicana a lo largo de la década de 1930 se había con-
figurado bajo presupuestos de Frentes Populares,? cuyos contenidos
fueron ampliados en la década siguiente por la política de unidad nacio-
nal en que, a la lucha contra el fascismo, vino a sumarse como objeti-
vo el logro de la Revolución Industrial, situada en el centro de las aspi-
raciones del gobierno. Una industrialización que las condiciones de la
guerra, y la disminución de las importaciones provenientes de los paí-
ses más desarrollados, colocaba como un fin factible de lograrse, y en
un esquema que se vio fortalecido con la entrada del país en la guerra
en 1942 alIado de los aliados. En este proceso que condujo a que el gru-
po sindical más importante del país reelaborara sus principios de actua-
ción -abandonando como planteamiento básico el logro de la justicia
social y aceptando como principio regulador de su colaboración con
el gobierno el logro de la modernización económica-, desempeñó un
papel esencial Vicente Lombardo Toledano. 8 Su presupuesto era que,
para lograr la independencia social y económica del país, era necesario
impulsar la política de unidad nacional mediante la inclusión de todas
las fuerzas del país y estrechando la relación con el Estado. Se suponía
que de esta estrategia todos los grupos sociales, incluidos los trabaja-
dores, resultarían beneficiados. Sin embargo, la defensa de la política de
colaboración por parte de las agrupaciones sindicales como medio para

7 En la adopción de esta política por el Partido Comunista y otras fuerzas políticas desempeñó un pa-

pel relevante Earl Browder, secretario del Partido Comunista Norteamericano, quien fue muy influyente
en los políticos de México, incluido Lombardo Toledano. Todas las fuerzas progresistas y de izquierda,
incluido el PCM, influido por el lineamiento de la III Internacional, caracterizaron al PRM como un Fren-
te Popular en sí mismo (Revueltas, 1984: 25-26).
'Secretario de la CTM hasta 1941 en que fue sustituido por Fidel Velázquez, defensor también de la
política de unidad nacional. En 1941 asumió la dirección de la Central de Trabajadores de América lati-
na (CTAL) pero su influencia en el seno de la CTM continuó hasta el sexenio de Miguel Alemán en que fue
apartado de la misma totalmente. A partir de 1941 hubo enfrentamientos entre los seguidores de Lom-
bardo y Velázquez por el control del sindicato (López, 1983: 25-26).
22 ' MARL~ANTO~lA MARTÍ~EZ

elevar las condiciones de vida de los obreros, condujo a un aumento de


la carestía que, a su vez, provocó un descontento generalizado, ya que
"mientras que con la inflación el gobierno facilitó la especulación de
banqueros y comerciantes con la situación de guerra, el pueblo hacía
un sobreesfuerzo para cooperar en la lucha sindical contra el fascismo"
(Campa, 1985: 176). Junto con ello se acentuó un rasgo perdurable del
régimen ya que los principios de unidad nacional y de conjunción de es-
fuerzos, finalizó concluyendo en una mayor dependencia del movi-
miento sindical del Estado (Durand Ponte, 1990: 163-175).

Los grupos empresariales

Uno de los sectores que más negativamente se consideró afectado por


la política cardenista, y por lo que denominaban sovietización del país,
fue el empresarial. La satisfacción de las reivindicaciones obreras por
parte del Estado, y el aliento a la participación activa de sus organi-
zaciones, eran presentadas por los empresarios como el impedimento
para invertir con confianza. Para los grupos empresariales, el papel
que el Estado debía desempeñar tenía que circunscribirse a posibilitar
la paz social necesaria para que sus inversiones no estuviesen amena-
zadas. Junto con ello, debía proteger la propiedad privada y anular
cualquier medio que permitiese al trabajador participar, política y
sindicalmente, defendiendo sus derechos. Era necesaria una modifica-
ción de la legislación laboral existente y el establecimiento de otro
cuerpo legal que hiciese que los obreros considerasen los intereses de
la empresa como propios y, simultáneamente, hiciera desaparecer la
conflictividad y la incertidumbre para la iniciativa privada (Hernán-
dez Rodríguez, 1985).
La aceptación por parte del Estado de los deseos empresariales hu-
biera implicado socavar sus propias bases de legitimación. Por ello, el
gobierno tendió no a cancelar los preceptos legales en las relaciones
obrero-patronales sino a reelaborar los presupuestos de relación y el
papel de las organizaciones sindicales. Esto redituó en un fortalecimien-
to de la ascendencia del gobierno sobre los organismos obreros. A la
vez, permitió que el Estado brindara a los empresarios el proteccionis-
mo y el estímulo económico demandado. La nueva estrategia posibili-
taba contrarrestar la influencia de los sectores empresariales como
agentes de desestabilización -hecho que ya se había puesto de manifies-
to con ocasión de las elecciones presidenciales de 1940- y, por otra par-
LA MODER~IZACIÓN ECONÓMICAALEMJl\TISTA • 23

te, recurrir al capital privado como agente potenciador del desarrollo y


la modernización económica propugnada por el gabinete avilacama-
chista (Hernández Rodríguez, 1985).
El cambio de actitud del gobierno hacia las organizaciones sindicales
y empresariales tenía como objetivo más inmediato continuar con el for-
talecimiento del poder presidencial y de la función del Estado como prin-
cipal agente potenciador y orientador del desarrollo del país. Ello impli-
caba un cierto nivel de subordinación de los grupos empresariales al
proyecto estatal (Valdés Ugalde, 1988: 215). En esta línea, las activida-
des del gobierno de Ávila Camacho fueron destinadas a convencer a los
empresarios de las bondades de la unidad nacional y, además, a mantener-
los más dependientes del Estado. Si al logro del primero de los factores
contribuyó la actitud conciliadora asumida por las centrales sindicales,
para la consecución del segundo Ávila Camacho inició una serie de refor-
mas legales, la más importante de las cuales fue la de la Ley de Cámaras
que, desde 1936, establecía la agrupación de comerciantes e industriales
en una sola confederación. La existencia de un solo frente patronal dota-
ba a los grupos empresariales de un gran poder político. Por ello, y pese
a la oposición patronal, en 1941 se aprobaron dos leyes. La primera, la
mencionada Ley de Cámaras por la que se independizaban los intereses
industriales de los comerciales, organizándolos en sendas confederacio-
nes de cámaras de industria (Concamin) y de comercio (Concanaco). Res-
pondiendo a una estrategia divisionista de los grupos empresariales, la
misma ley de 1941 autorizó la creación -sin autonomía y dependiendo
orgánicamente de la Concamin- de la Confederación Nacional de la In-
dustria de la Transformación (Canacintra o CNIT), quien se hubo de ca-
racterizar por sus posiciones progubernamentales. A partir de ese mo-
mento, el número de cámaras agrupadas en la Concamin pasó de seis
-en su mayoría empresas extranjeras de las industrias extractivas y de
servicios- a 36 en 1946, con un predominio de las ramas manufacture-
ras de capital nacional. La importancia de la Canacintra fue creciendo a
lo largo de los años, de forma que en 1945 agrupaba a 5,000 empresas,
la mitad de las asociadas a la Concamin (Tirado, 1986: 199). Finalmen-
te se aprobó la Ley de la Industria de la Transformación, destinada a pro-
mover la industrialización mediante exenciones fiscales para las nuevas
industrias. Con este conjunto de modificaciones legales se debilitó el fren-
te patronal al mismo tiempo que se hacía más dependiente del Estado el
sector económico sobre el que se planeaba construir la revolución indus-
trial y la modernización económica del país (Medina, 1974: 293-295).
24 ' MARÍA ANTONIA MARTÍNEZ

De la misma forma en que la política de unidad nacional había dado


origen a la agrupación del movimiento sindical y al surgimiento del
CON, Ávila Camacho persiguió la conformación de una comisión tri-
partita, integrada por empresarios, obreros y gobierno, dirigida a apo-
yar el desarrollo del país. Los dirigentes patronales ofrecieron, en lugar
de dicho acuerdo, formar el Consejo Nacional Patronal. Debido a los in-
convenientes presentados para crear la comisión conjunta, pero sin re-
nunciar a mantener y potenciar la superioridad arbitral del Estado, el
gobierno creó, justificándolo en la situación de emergencia que vivía
el país por la guerra mundial, el Consejo Supremo de la Defensa. Éste
integraba a todos los actores de la vida nacional y perseguía el logro de
la estabilidad y la paz social necesaria para el crecimiento económico. El
sindicalismo, sobre todo representado por la CTM, no consiguió que los
empresarios firmaran un pacto que les compensara de las concesiones
por ellos realizadas. Entre éstas se encontraba el importante deterioro
de las condiciones de vida de los obreros ya que "de 1934 a 1942 el sa-
lario del trabajador no ha aumentado más de un 12 o un 14 por cien-
to mientras que el costo de la vida ha aumentado el doble de lo que era
en 1934" (Bassols, 1979: 570).
Esta situación aunada, ya en 1944, a la disminución de la amena-
za del fascismo, a la cercanía de la sucesión presidencial y a la inope-
rancia del CON, donde continuaban presentes las disputas intergremia-
les, llevó a Lombardo Toledano a plantear la necesidad de extender la
política de unidad nacional para el sexenio que debía iniciarse en 1946.
El eje de la unidad nacional debía recaer ahora, ya no en la situación de
emergencia política y económica provocada por la guerra mundial, sino
en la necesidad de iniciar de una forma definitiva el despegue económi-
co del país. Además, y continuando con el planteamiento que había
prevalecido a lo largo del sexenio, debía vertebrarse en torno a la indus-
trialización, ya que como se señalaba:

los industriales y los obreros de México hemos acordado unirnos


L.. ] con el objeto de pugnar juntos por el logro de la plena autono-
mía de la Nación, por el desarrollo económico del país [... ] deseamos
renovar, para la etapa de la paz, la alianza patriótica que los mexi-
canos hemos creado y mantenido durante la guerra, para la defen-
sa de la independencia y de la soberanía de la Nación, bajo la política
de unidad nacional preconizada por el Presidente Manuel Ávila Ca-
macho (Canacintra, 1946: 7).
LA MODERNIZACIÓN ECONÓMICA ALEMANISTA • 25

En este marco, y con el beneplácito del gobierno, que veía en ello una
continuación de su política, se firmó, en 1945, el Pacto Obrero-Indus-
trial entre la CTM y la Canacintra (Medina, 1974: 339).
Desde su origen, las relaciones entre Canacintra y el resto de las
confederaciones se habían caracterizado por el enfrentamiento debido a
la diferencia de objetivos que pretendían. Canacintra defendía la crea-
ción de un mercado nacional protegido que permitiera el desarrollo de
la pequeña y mediana industrias. La participación activa del Estado era
percibida como necesaria para garantizar sus intereses, ya que, con la
cercanía de la posguerra, las pocas industrias en manos de capital
mexicano se iban a ver amenazadas por las inversiones foráneas, fun-
damentalmente norteamericanas. La firma del pacto posibilitaba para
Canacintra el apoyo del movimiento sindical y la seguridad de que la
conflictividad laboral no afectaría sus intereses. A su vez, la CTM recu-
peraba la iniciativa política y la supremacía sobre el movimiento obre-
ro. Ambas organizaciones lograban el beneplácito gubernamental.
En esencia, el pacto se articulaba en torno a la protección de las em-
presas nacionales, a la elevación del nivel de vida de los trabajadores, al
respeto a la propiedad y a la iniciativa privada y al reconocimiento de
que esta última no era incompatible con la intervención económica del
Estado, ya que se aceptaba su papel como rector del desarrollo. Se esta-
blecía la concepción de "la intervención del Estado cuando es director,
productor o manejador de empresas y también lo concebimos como
una fuerza que regula con la cooperación de los propios industriales y
de los obreros, el proceso general de la producción económica" (Lom-
bardo Toledano, 1946: 26).
El resto de organizaciones empresariales se opusieron radicalmente
a la firma de dicho pacto, al que consideraban como l/una maniobra co-
munista; particularmente una maniobra de ese Lombardo Toledano,
agente de Stalin en el continente americano, que la hace de caballo de
Troya, con el objeto de dividir a los patrones, sembrar el caos entre ellos
y en poco tiempo establecer la dictadura del proletariado en este país"
(Pacto Obrero Industrial, 1946: 26). Lo opuesto de los planteamientos
favoreció un distanciamiento de Canacintra respecto de las demás aso-
ciaciones patronales, quien, ante la inminencia de la sucesión presiden-
cial, no vaciló en refrendar su alianza con la CTM. Con su posición, la
Canacintra y la CTM contribuían a fortalecer el papel del Estado en
cuanto árbitro entre todos los sectores. Pero también se ponía de mani-
fiesto que el frente patronal estaba dividido por el surgimiento de los
26 ' MARí~ ANTONIA MARTÍNEZ

nuevos planteamientos defendidos por Canacintra, que parecían desti-


nados a coexistir con la que, hasta ese momento, había sido la posición
ideológica y política predominante. Junto con ello, se plantearon clara-
mente los dos proyectos diferenciados de lo que se consideraba debía ser
el proceso de industrialización del país. Por un lado, el que se presenta-
ba asociado al respeto, aunque controlado, de los derechos de los traba-
jadores y a la activa intervención del Estado en el desarrollo económi-
co. Enfrentado, el que perseguía la libertad privada absoluta, la total
limitación de los derechos obreros y la participación del Estado dentro
de los límites marcados por la ideología liberal.
El Pacto Obrero-Industrial incluía una propuesta para el gobierno
de lo que se consideraba debía ser la industrialización del país. En esen-
cia, se proponía la industrialización mediante la sustitución de impor-
taciones, se demandaba el apoyo legal y económico del Estado mediante
una política proteccionista y limitadora de las inversiones foráneas, y
se pedía que el Estado fuese el agente que proporcionara los insumas
necesarios para el desarrollo de la industria nacional. Se propugnaba
que el Estado incrementase su ya fuerte carácter interventor en la eco-
nomía como medio para que el país saliese del subdesarrollo. El resul-
tado era un mayor fortalecimiento del Estado tanto en la actividad eco-
nómica como en relación con los agentes económicos. Si bien este
planteamiento contaba con el amplio apoyo del gobierno, la cercanía de
la sucesión hacía depender del Presidente por venir que asumiese el nue-
vo papel que del Estado se demandaba (Medina, 1974: 335-344).

Las clases medias

Junto con el sector empresarial, otro actor social, la clase media, se


sintió afectado negativamente en sus intereses y valores por la polí-
tica seguida durante el sexenio cardenista. Durante el cardenismo, las
relaciones entre el régimen y dichas clases medias fue la ausencia de
consenso y un estado permanente de inestabilidad. La importancia
de la situación de tensión prevaleciente se puso de manifiesto en el
periodo electoral de 1940 en el que las clases medias se constituyeron
en un importante sector de apoyo al movimiento almazanista: "dividida
entre el PRM, la oposición almazanista, el PAN, las organizaciones católicas
y los grupos de extrema derecha, las clases medias podían arrastrar al res-
to de la sociedad en este proceso de desarticulación interna" (Loaeza, 1988:
110). Después de haber actuado como soporte del transcurso revoluciona-
LA MODEfl'lIZACIÓN ECONÓMICA ALEMAl'iI8TA ' 27

rio, sobre todo a partir de 1924, un importante sector de las clases medias
se había visto inmerso en un proceso de exclusión del poder y de margina-
ción de sus demandas, debido a que la facción revolucionaria triunfante las
caracterizaba como un remanente del Antiguo Régimen (Loaeza, 1988:
66). Los cambios en el discurso oficial a partir de 1940, resultado de la po-
larización social existente, estuvieron orientados a lograr la desaparición,
bajo el marco de la conciliación nacional, de los antagonismos sociales
presentes durante el cardenismo, debido a que su persistencia era vista
como un decisivo freno a la modernización pretendida. 9
La política de unidad nacional preconizada por Ávila Camacho, al
igual que modificó el papel de los otros actores sociales, fue decisiva para
alterar las relaciones de un sector excluido de las clases medias con el
Estado. La declaración de fe católica de Ávila Camacho, aunada al mo-
delo de desarrollo propugnado por la élite avilacamachista y la modifi-
cación del papel asignado a los actores agrarios y obreros, implicó que
disminuyera la incertidumbre para las cla~es medias. El nuevo régimen
-con su defensa de la propiedad privada y su actitud respetuosa y po-
tenciadora del individualismo-, defendía los principios liberales propug-
nados históricamente por las clases medias mexicanas logrando, con
ello, incluir a dichos grupos en el sistema político y obtener su apoyo
para su proyecto modernizante. La democracia, otro de los elementos del
discurso liberal, fue subsumida en los presupuestos de la unidad nacional.
Para ello, el régimen contó con el beneplácito de las clases medias, quie-
nes prefirieron adoptar una postura de apoyo al desarrollo económico
que les posibilitaba ascender en la escala social antes que atentar contra
la paz general. De esta forma se evidenció que la estabilidad se configu-
raba para los grupos medios como un valor político más esencial que la
democracia (Loaeza, 1988: 111-112).
Con la inclusión en su discurso de los valores de las clases medias,
el Estado contrarrestó parte de su capacidad desestabilizadora y les res-
tó cierto nivel de autonomía. Simultáneamente, aquéllas recuperaron
su posición privilegiada en la jerarquía social, aunque más como pun-
to de referencia que como actores políticos activos. La política de la uni-
dad nacional se manifestó efectiva ya que, mediante su articulación, el
Estado logró reconciliarse con uno de los grupos que se había mostra-

"Algunos estudios señalan que en 1900 las clases medias constituían el 8.3 por ciento de la pobla-
ción y en 1950 el 15.5 por ciento. La clase media rural pasó, en el mismo periodo, del 6.6 por ciento al
9.8. Su influencia política y social derivaba, más que de su número, del tipo de actividades desempeña-
das (Careaga, 1983: 57).
28 • MARÍA ANTONIA MARTÍNEZ

do con posibilidad para conformar frentes de oposición independientes,


aunque éstos nunca fueran una alternativa eficaz contra el sistema.
Además, condujo a que las clases medias se identificaran con el proyec-
to de desarrollo económico y de estabilidad política que defendía la élite
avilacamachista (Loaeza, 1983: 419-439).
La importancia que el gobierno asignaba a dichos grupos como
agentes estabilizadores se manifestó en su acercamiento ideológico a
aquéllas y.en su intento de ofrecer una alternativa atractiva a amplios
grupos de los que integraban a la heterogénea clase media. Ya en 1941
surgieron propuestas para fortalecer al sector popular del partido fren-
te al obrero y campesino. Lo que se planteaba como reformulación de
dicho sector perseguía, asimismo, crear dentro de la agrupación parti-
dista un grupo de maniobra que, controlado por el Presidente de la Re-
pública, fuera capaz de contrarrestar, si no la influencia de la CNC -ya
claramente dependiente de la Presidencia-, sí la del sector obrero. La re-
forma del sector popular debía contribuir a una mayor aproximación
de amplios grupos de las clases medias al régimen. Si éstas encontraban
en el PRM un medio de participación política, su tendencia a conformar
frentes autónomos disminuiría, algo a lo que ya había contribuido el
acercamiento ideológico impulsado por el gobierno. En 1943 se creó la
Confederación Nacional de Organizaciones Populares (CNOP) que, desde
su origen, defendió un programa reformista, acorde con los intereses
cuya representación demandaba, que respondía a los planteamientos de
parte de la clase media: pequeños industriales, comerciantes y propie-
tarios agrícolas, miembros de profesiones liberales, burócratas, grupos
femeninos y juveniles (Medina, 1974: 159-162). Al nuevo sector se in-
corporó también el Sindicato de Trabajadores al Servicio del Estado (F5T5E)
quien, hasta ese momento, no había participado de las grandes centra-
les del partido. Debido a la constante expansión de las funciones del Es-
tado, el número de burócratas se había incrementado de forma signifi-
cativa. Este motivo había estado en la base de su exclusión de los otros
sectores pero el aumento de su peso significativo dentro de la política
nacional, y la necesidad de controlar su participación, aconsejó su in-
clusión en la CNOP (Lernes y Ralsky, 1976: 181-182). Se establecía que
los militares --cuyo sector había desaparecido del PRM en 1940 debido a
que se consideró que su actuación en política ponía en peligro la nece-
saria cohesión entre todos los miembros del ejército- podían volver a
incorporarse al partido mediante la filiación individual a través de la
CNOP (Boils, 1975: 75-76).
LA MODERNIZACIÓN ECONÓMICA ALEMANISTA • 29

Lo heterogéneo de los grupos e intereses que conformaron la CNOP


la presentaban como una agrupación con objetivos poco definidos. Por
ello, se recurrió a la idea de unidad nacional y se propugnó que la clase
media debía de colaborar en las tareas nacionales. La nueva confedera-
ción tenía que orientarse a lograr la incorporación al PRM de categorías
profesionales, procedentes de los sectores medios, que pudieran dotar al
gobierno del respaldo preciso en todos los casos conflictivos que se sus-
citaran con las otras organizaciones integrantes del PRM (Garrido,
1986: 427-431). De esta forma, las agrupaciones, valores e intereses de
las clases medias dentro del partido fueron consolidándose en detrimen-
to de los sectores obrero y campesino, a lo que, sin duda, contribuyó el
hecho de que muchos de los dirigentes de estos últimos grupos proce-
dieran de las clases medias. Con el hecho de que los dirigentes de la nue-
va confederación fuesen de filiación avilacamachista, aunado a que el
Presidente de la República fuera caracterizado como el líder natural de
la misma, se concretizaba uno de los objetivos para los que había sido
creada. Se dotaba a la Presidencia de un instrumento de equilibrio entre
los diversos grupos preexistentes, hecho que, finalmente, contribuía a
fortalecer la figura presidencial y a incrementar su papel de árbitro en-
tre facciones. El partido perdía la imagen socializante del cardenismo,
reducía su labor política, se acercaba a la función de agente electoral que
se le asignaba, se avanzaba en la idea de separar a la clase política de las
organizaciones de masas y se consolidaban las tesis tendientes a neu-
tralizar a la izquierda oficial y a las oposiciones organizadas de cual-
quier signo. Por ello, la preponderancia de la CNOP dentro del partido
fue evidenciándose de forma tal que, desde 1943, fue obteniendo la ma-
yoría de los puestos de diputados y senadores del partido, siendo el sec-
tor que más políticos ha dado al régimen, que más beneficios sociales y
mayores niveles de movilidad para sus miembros ha logrado (Durand
Ponte, 1979: 247).

El nuevo proyecto económico

Si los planteamientos de la unidad nacional estaban orientados al logro


de la conciliación interclasista, al mantenimiento de la estabilidad polí-
tica y al sostenimiento del sistema de partido hegemónico, su justifica-
ción radicaba en la que se consideraba necesaria modernización econó-
mica del país que, a su vez, debía planear sobre la industrialización. A
diferencia de la estrategia cardenista, construida sobre la idea de un
30 • MARÍA ANTONIA MARTÍNEZ

equilibrio entre el desarrollo agrícola e industrial, las aspiraciones del


gobierno de Ávila Camacho se vertebraban en torno a la conversión de
México en un país esencialmente industrial, VÍsión a la que contribuyó
la especíal coyuntura internacional. Las condiciones creadas por la Se-
gunda Guerra Mundial provocó que se hiciera mayoritariamente exten-
siva la idea de que el país se encontraba en condiciones de impulsar una
sólida industria nacional, a través del procedimiento de sustitución de
importaciones. La súbita demanda de exportacíones, aunada a la protec-
ción provocada por la imposibilidad de la competencía de bienes exter-
nos creada por el conflicto bélico, vino a fortalecer los objetivos indus-
trializadores del gobierno, originados, más que en un esquema explícíto
de política, en decisiones a corto plazo sustentadas en el princípio de al-
terar el modelo de desarrollo inicíado en el anterior sexenio (De la Peña,
1974: 167-168).
El cardenismo había otorgado su máxima prioridad a la creación de
un sector agrario poderoso, basado en la estructura ejidal recurriendo
al instrumento de la reforma agraria, de la potenciacíón de los ejidos
colectivos y al incremento de los recursos destinados a la agricultu-
ra. Por el contrario, el proyecto impulsado por el avilacamachismo
se había de sustentar sobre la proteccíón de la empresa privada en el
campo -articulada como antítesis al ejido-, por la asignación prefe-
rencíal de medios y apoyo a la industria, y por la caracterización de
un sector agrícola cuya funcíón debía consistir en proporcionar exce-
dente económico y humano con destino en las actividades industria-
les (Wilkie, 1987: 111-116). La estrategia de apoyo al capital priva-
do encontró su justificación, en el medio agrario, en la disminucíón
de la producción agrícola de los últimos años del cardenismo, así como
en la escasez de alimentos en el periodo de guerra. Se consideró al eji-
do como el responsable directo, aunque el discurso del gobierno hubo
de insistir en la importancia de la estructura ejidal por razones de le-
gitimidad de origen. La política que a lo largo del sexenio se articuló
fue destinada a potenciar la explotación privada en las sucesivas re-
formas a las leyes agrarias, que quedaron recogidas en el nuevo Có-
digo Agrario promulgado en 1942 (Centro de Investigacíones Agra-
rias, 1970: 69-70). Intentando revertir la importancia de las
cooperativas campesinas, se impuso la preferencía del ejido fraccío-
nado en parcelas individuales sobre el colectivo, se amplió la super-
ficíe de la pequeña propiedad inafectable y se disminuyó a un tercío
de las hectáreas distribuidas por Cárdenas las tierras repartidas por
LA MODERNIZACiÓN ECONÓMICA ALEMANISTA ; :31

Ávila Camacho. lO El resultado fue que, de 1940 a 1950, aumentó la


población agrícola sin tierras en un 33 por ciento, la participación
del sector ejidal en la tierra de labor bajó del 47.4 por ciento al 44.1
y su participación en las tierras de riego disminuyó del 57.3 por
ciento a 49.8 por ciento (Centro de Investigaciones Agrarias, 1970:
72). En uno de los renglones donde se puso de manifiesto con clari-
dad la concepción del gobierno de Ávila Camacho sobre el papel que
debía corresponder a la agricultura en la economía del país fue en la
política de riego. Si con Cárdenas las tierras irrigadas y más produc-
tivas fueron destinadas a los ejidatarios, a partir de 1940 la tenden-
cia fue la de favorecer la pequeña propiedad. Mientras las 200,000
hectáreas abiertas a la irrigación durante el gobierno cardenista fue-
ron entregadas a ejidatarios, las que entraron en producción a partir
de 1940 fueron vendidas como propiedad privada. De esta forma,
aunque los ejidatarios que recibieron tierras de riego con Cárdenas
continuaron siendo la mayoría de todos los agricultores con derecho
a agua en los distritos de riego federales, fueron relegados en un sis-
tema de tenencia de la tierra. Éste se caracterizó por la concentración
del 35.5 por ciento de las tierras de riego en manos del 4.5 por cien-
to de los usuarios, mientras que el 69.2 por ciento controlaba el 24
por ciento (Hewitt, 1985: 27).
La razón del cambio se encontraba en que, en el modelo de desarro-
llo que imperaba, la agricultura debía cumplir un cometido: producir
los alimentos que el mercado interno demandaba, las materias primas
que se precisaban para la industrialización y aumentar los niveles de
productos de exportación, con el fin de cubrir parte de la importación
de bienes de inversión y materias necesarias para el desarrollo industrial
del país. Consideraciones en torno a que la estructura ejidal estaba im-
posibilitada para el cumplimiento de tal función finalizaron concretán-
dose en el aumento del apoyo técnico y económico a la propiedad pri-
vada, a la que se percibía como capaz de liderar la modernización
agrícola. El resultado fue que, a partir del gobierno de Ávila Camacho,
la agricultura se caracterizó por la dualidad. Junto a explotaciones pri-

10 Ávila Camacho repartió 5'400,000 hectáreas durante su mandato frente a los 15'900,000 del car-

denismo. Junto con ello, en el Código Agrario se establecía que la unidad de la parcela ejidal sería de seis
hectáreas en tierras de riego o humedad y de 12 en terrenos de temporal. Se establecían como inafecta-
bles: las superficies que no excedieran de 100 hectáreas de riego o de humedad, las que no superasen las
200 hectáreas, en terrenos de temporal, hasta 150 las dedicadas al algodón, hasta 300 las ocupadas en ex-
plotación de productos tropicales (Cabrera Guerrero, 1978: 126).
:12 • MARÍA ANTONIA MARTÍNEZ

vadas prósperas, beneficiadas con el apoyo del gobierno y destinadas a


producir para el exterior, se situaron la gran mayoría de los ejidos del
país, orientados -al igual que en el pasado- a actividades de subsisten-
cia (Torres, 1979: 314-321).
Los efectos de esta política se concretaron, además, en la expulsión
de campesinos del medio rural, lográndose uno de los objetivos perse-
guidos por el gobierno: contar con mano de obra barata y abundante
necesaria para la industrialización. l l En los planteamientos prevalecien-
tes, la emigración rural debía ser canalizada a ciudades e industrias para
que, elevando su nivel de ingresos, sirviera para constituir un mercado
nacional desarrollado. Este era necesario por la lógica industrializadora
imperante y expresada por el secretario de Economía del gabinete avi-
lacamachista:

No es posible convertir a México en un país esencialmente indus-


trial con propósitos de competir en el mercado mundial con las
grandes potencias industriales, especialmente en renglones en que
se requieren enormes inversiones para producir permanentemente
en serie, para demandas considerables del comercio exterior, más
que para satisfacer pequeñas necesidades locales. Además, no sería
lógico querer establecer en México industrias para entrar en com-
petencia con las enormes industrias extranjeras y menos cuando
aún están sin satisfacer una gran mayoría de nuestras propias ne-
cesidades. Por lo tanto, tampoco debe temer el extranjero para nues-
tra industrialización, que correspondamos su cooperación con una
competencia desleal al concurrir en otros mercados. Al contrario,
México, fomentando su agricultura y su industria, cada día será un
mejor cliente de los demás países industrializados (Serrano, 1945:
13-14 y 19-20).

Detrás de esta lógica se encontraba la asunción de los principios del


desarrollo por sustitución de importaciones que, durante el conflicto

11 De 1900 a 1940 el proceso de urbanización del país fue lento pero a partir de esa fecha el rit-

mo de urbanización fue muy alto debido a la creciente industrialización, el deterioro de las condi-
ciones de vida de los campesinos y la ampliación de la red de comunicaciones. De los 20 millones de
habitantes del país en 1940, cuatro millones eran la población urbana. De 1940 a 1950 el incremen-
to medio anual de la población urbana fue del 5.5 por ciento (Wionczek et al., 1974: 256-259). Por
su parte, el porcentaje de la población económicamente activa que en 1940 se dedicaba a actividades
agrícolas era del 65.4 por ciento y en 1949 todavía seguía siendo del 64.9 por ciento (Andraca y
Alanís, 1951: 27).
LA MODERNIZACIÓN ECO:fÓMICAALEMANISTA ' 33

bélico, posibilitó la potenciación de la industria existente y la exporta-


ción de los excedentes. Al finalizar la guerra, el mercado interno fue el
único disponible como destino de la producción, poniéndose de mani-
fiesto las primeras contradicciones en el modelo de desarrollo por el que
se había optado. Como se ha venido señalando, se deseaba que el im-
pulsor de la modernización económica fuese la iniciativa privada, si
bien la industrialización se caracterizó por la aplicación de políticas de
fomento industrial bajo la égida del Estado. Las principales medidas po-
líticas dictadas por el gobierno para fomentar la industrialización fue
la Ley de Industrias de Transformac:ión, destinada a proteger a las in-
dustrias, surgidas durante la guerra, de su debilidad inicial. Mediante
esta ley se autorizaba que el secretario de Economía otorgase exencio-
nes fiscales y aduanales a industrias nuevas y a otras que se conside-
rasen esenciales para el país. El siguiente paso fue la Ley de 1941 por
la que las Cámaras de Comercio e Industriales se situaban bajo el con-
trol de la Secretaría de Economía y la creación de un organismo deno-
minado Coordinación y Fomento de la Producción, destinado a orientar
a los empresarios para que invirtieran en aquellas ramas productivas
cuyo desarrollo era más urgente. En 1942 se estableció la Oficina de
Control y Abastecimientos para formular listas de restricciones a la ex-
portación y, en 1943, a la importación. En 1944 surgió la Comisión Fe-
deral de Fomento Industrial y se expidió la Ley de Fomento Industrial.
Todas estas medidas, aunadas a otras que complementaban la labor de
estos organismos, lograron que el volumen de la producción industrial
se elevara en un 66 por ciento entre 1940 y 1946 (Cabrera Guerrero,
1978: 125-126). A pesar de todo ello -y provocado en gran medida por
la política de conciliación seguida hacia los empresarios-, el gobier-
no defendió en todo momento que el Estado no deseaba convertirse
en empresario y que su participación directa como agente de produc-
ción sería temporal ya que todas las empresas estatales pasarían a la
iniciativa privada, aunque ello no implicaba abandonar su función
de vigilancia y de orientación del proceso económico (Torres, 1979:
276-277).
Para fortalecer al capital privado, el Estado otorgó a los empresa-
rios crédito accesible y barato, aumentó el nivel de inversiones en in-
fraestructura, reorientó las actividades de las instituciones públicas,
creó nuevas empresas que proporcionaron a los inversores aquellos
bienes y servicios a bajo costo que necesitaban para la producción, y
buscó poner en marcha proyectos que garantizasen a la industria los
B4 " MARÍ4 ANTüNL\ MARTÍNEZ

insumas que precisaba. 12 Debido a que las fuentes de financiación in-


terna no eran suficientes para lograr el desarrollo económico, se hubo
de recurrir al capital extranjero -fundamentalmente norteamerica-
no-, siendo para ello necesario disminuir al máximo la incertidumbre
de los inversores foráneos provocada por las nacionalizaciones carde-
nistas. A la tirantez que caracterizó la mayor parte de las tres déca-
das anteriores en las relaciones de México con Estados Unidos le su-
cedió una política de acercamiento y de cooperación entre ambos
países. En 1942 se firmó un Tratado Comercial que aseguraba suminis-
tros en condiciones favorables para E~tados Unidos y se concertó un con-
venio de cambios por el que se fijaba una paridad estable del peso en re-
lación con el dólar. El ambiente de bonanza entre los dos países tuvo
como efecto que, a la fuerte reducción que habían registrado las inversio-
nes extranjeras directas con el cardenismo, le sucediera un proceso de
constante aumento de las mismas a partir de 1940. Las inversiones ex-
tranjeras directas crecieron en un 39 por ciento de 1940 a 1946, lo que
equivalía a un incremento promedio anual del 6.5 por ciento, pasando de
419 millones de dólares en 1940 a 582 en 1946. En el periodo señalado,
las invers~ones extranjeras constituyeron el 5.5 por ciento de la inversión
nacional total, proporción que aumentó en los siguientes sexenios. Este
porcentaje es mayor si se considera la inversión extranjera en relación con
la inversión privada total: el 14.5 por ciento. La presencia de esa inver-
sión no fue similar en todos los sectores, siendo los más beneficiados la
industria y, en menor medida, el comercio. En la primera pasó del 7.1 por
ciento en 1940 al 24.4 por ciento en 1946 yen el comercio ascendió del
3.5 al 6.5 por ciento, mientras que con ligeras variaciones se mantuvie-
ron los porcentajes en la agricultura, la construcción, el petróleo y la mi-
nería (Torres, 1979: 240). En cuanto al origen de las inversiones, en 1940
el 64 por ciento fueron norteamericanas --cantidad que fue creciendo en
los años posteriores-, frente a un 21 por ciento de Canadá (Ceceña, 1970:
128-207).
A la protección al capital privado, nacional y foráneo, el gobierno
unió otro factor como elemento decisivo en su política de desarrollo: la
contención salarial.

12 Como resultado, el número de industrias que en 1940 era de 12,954 con 290,602 empleados pasó

en 1945 a 30,606 con 475,461 trabajadores. El primer lugar lo ocupaba la industria de la alimentación
con 15,109 núcleos en 1945 y 76,040 trabajadores, frente a los 8,595 y 15,109, respectivamente, de
1940. Le seguía la industria textil con 1,060 industrias en 1940 y 84,057 trabajadores en 1940 y 2,013
establecimientos y 115,692 empleados en 1945 (Arroio, 1985: 104).
LA MODERNIZACIÓN ECONÓMICA ALEMANISTA ' 85

Como se señaló, la filosofía que inspira la política del gobierno, es


la de una franca fe en el enriquecimiento individual y libre, de unos
cuantos, como resorte vital del progreso económico [... l por encima
de cualquier otro estímulo o recurso que se pudiera emplear para el
mejoramiento de la condición económica nacional, es el aliento
al inversionista privado lo que ha de cambiar la situación económi-
ca de México (Bassols, 1979: 572-573).

El control estatal sobre los sindicatos permitió establecer que, a pesar


del fuerte incremento de la mano de obra empleada en la industria, los
salarios no creciesen en la misma proporción, de forma tal que en
1945 los sueldos tenían un nivel del 30 por ciento inferior a los de
1940. 13 La política del gobierno no intentó revertir este proceso, aun
cuando la escasa capacidad de compra de bienes de la mayoría de la
población iba en contra de uno de los presupuestos estatales funda-
mentales: la creación de un mercado nacional poderoso (Salas, 1947;
Quintana et al., 1945). Confiando en que la obtención de importantes
ganancias por parte de los capitales privados daría lugar a la reinver-
sión de las mismas y, por tanto, a un fuerte desarrollo del país, el go-
bierno optó por su protección. Las contradicciones empezaron a ma-
nifestarse al finalizar la guerra mundial. Al cerrarse los destinos
externos, la producción hubo de recurrir al débil mercado nacional,
incapaz de absorber los excedentes. La salida que se encontró fue
orientar crecientemente al sector manufacturero hacia la producción
de bienes suntuarios y de consumo duradero, demandados por los
sectores más beneficiados por la guerra. Este hecho condujo, a su vez,
a la polarización del aparato industrial. Por un lado, se conformó un
polo dinámico, moderno, caracterizado por un acelerado ritmo de
crecimiento y por la participación de capital y tecnología extranjera.
Por otro, un sector tradicional, orientado a la producción de bienes de
consumo generalizado y caracterizado por su bajo desarrollo y esca-
so nivel de inversiones y de adaptación de innovaciones tecnológicas
(Cabral, 1985: 67). La política económica del gobierno y su decidido
impulso a la modernización del país había logrado un proceso de in-
dustrialización acelerada. Sin embargo, su efecto más inmediato fue

liLa pauperización en términos absolutos fue acompañada también de un empobrecimiento relati-


vo y aSÍ, en 1945, la participación de los salarios en el valor de la producción había disminuido un 22
por ciento respecto a 1940, llegando a un 40 por ciento en algunas ramas. Para mayor información so-
bre la evolución de los salarios por sectores, véase Arroio, 1985: 119-150.
36 • MARÍA il'ITüNIA MARTÍNEZ

el incremento de la polarización social y económica, en un proceso


que llevó a Silva Herzog a escribir que con el fin de la guerra mundial
"asistimos, sin darnos cuenta, al entierro de nuestro último gran mo-
vimiento social" (Silva Herzog, 1949: 14).

LAS ELECCIONES PRESIDENCIALES DE 1946

La política de unidad nacional, y las estrategias seguidas por Ávila Ca-


macho hacia los diferentes sectores sociales del país, tuvo como efecto
neutralizar la polarización social prevaleciente a finales del sexenio car-
denista, hecho que se mostró decisivo ante la cercanía de la sucesión
presidencial. En 1945, cuando se empezaron a barajar nombres sobre
quién debía ser el candidato del PRM, era evidente que el próximo jefe del
EJecutivo debía seguir ahondando en la política de industrialización por
la que se había decantado el gobierno de Ávila Camacho. El proyecto de
desarrollo equilibrado e integrador cardenista había sido ya definitiva-
mente abandonado y sustituido por un nuevo tipo de modernización
económica. Si bien los actores políticos estaban mayoritariamente de
acuerdo con el desplazamiento de modelo, la homogeneidad de opinio-
nes no alcanzaba a quién debía ser el sucesor presidencial. Sin objetar-
se el nuevo fin de la Revolución, la industrialización, las divergencias se
presentaban en torno a si el siguiente Presidente debía retomar las for-
mas de actuación cardenista o, por contra, debía continuar en la línea
política -aunque con unas condiciones internacionales diferentes-, ini-
ciada por el gabinete avilacamachista. Lo importante, sin embargo, era
que esta oposición no se configuró, como en 1940, con la fortaleza ne-
cesaria como para provocar una crisis política, lo que era resultado de
la política de unidad nacional y de la aceptación de que la Revolución
había visto modificada en parte su naturaleza (Medina, 1982: 16).
Ya en 1944 empezaron a ser manejados numerosos nombres como
posibles candidatos oficiales a la Presidencia. 14 Procedentes todos ellos
del seno del PRM, Miguel Henríquez Guzmán, Javier Rojo Gómez y Mi-
guel Alemán se configuraron con más posibilidades de acceder a la no-

14 De ellos, cuatro eran militares: Miguel Henríquez, Enrique Calderón, Francisco Castillo y José

Agustín Castro. Cinco eran civiles: Javier Rojo, Marte R. Gómez, Ezequiel Padilla, Gustavo Baz y
Miguel Alemán (Medina, 1982: 11). La exclusión final de los candidatos militares no provocó fuer-
tes resistencias, lo que se explica por la política de profesionalización que se había seguido y debido
a que no estaban alejados del poder político ya que seguían participando a nivel individual en el par-
tido oficial y desempeñando diversos puestos de responsabilidad política (Sánchez Gutiérrez, 1988:
269-293).
LA MODERNIZACiÓN ECONÓMICAALEMANISTA • 87

minaclOn, los dos primeros apoyados por amplios sectores de la iz-


quierda oficial y el tercero gozando del favor del Presidente. Fue el se-
cretario de Gobernación, Miguel Alemán, el que obtuvo la candidatura
oficial enjunio de 1944. El primer sector en nominarlo oficialmente fue
la CTM, a quien continuó la CNC, la CNOP, así como el Partido Comu-
nista. Junto a Alemán, surgieron otros dos candidatos procedentes, asi-
mismo, del partido oficial: Ezequiel Padilla -secretario de Relaciones Ex-
teriores en el sexenio avilacamachista-, disconforme por no haber
obtenido el apoyo del PRM para la Presidencia y fundador del Partido
Democrático Mexicano (PDM). Además, Henríquez Guzmán decidió
participar políticamente, aunque no en la contienda electoral. Para ello
fundó la Federación de Partidos del Pueblo (FPP), bajo la dirección de po-
líticos de filiación cardenista y con la pretensión final, no de contender
a la elección, sino de detraer seguidores de la filas de Padilla. 15 Después
de los comicios, resultó electo Miguel Alemán con 1,786,901 votos
frente a los 443,357 que obtuvo Padilla (Medina, 1982: 5-91; Cosía Vi-
llegas, 1975: 32-41).
Siendo pre-candidato, Alemán elaboró lo que se constituyó en su
programa de gobierno y que, con posterioridad, logró el apoyo del con-
junto de sectores del PRM. Sin abandonar radicalmente la terminología
revolucionaria como base de legitimación, se afianzaba en los presu-
puestos de la industrialización, de un intervencionismo estatal dismi-
nuido, con una mayor presencia del capital extranjero y, sobre todo,
con un mayor control del movimiento sindical. Se hacía evidente que el
esquema político del cardenismo era rechazado por segunda vez. Los
sectores del partido -sobre todo la CTM con Lombardo al frente- se
mostraban de acuerdo en continuar por el camino de la industrializa-
ción, si bien estaban en oposición con el resto de los planteamientos que
el programa recogía. Sin embargo, ya pesar de su exclusión de la ela-
boración del plan de gobierno, consideraban que Alemán precisaba de
su apoyo para el desempeño de sus funciones. Consideraban que sería
posible establecer un gobierno de unidad nacional con la presencia direc-
ta de representantes obreros y campesinos y que la coalición de fuerzas
que se articulaba en torno a la CTM tendría la capacidad suficiente de

"La FPP presentó en 1952 la candidatura de Henríquez Guzmán a la Presidencia. El partido estaba for-
mado por militares y ex funcionarios de los gobiernos de Cárdenas y Ávila Camacho y te¡úan como uno
de sus lemas poner fm a la corrupción administrativa que caracterizó el sexenio de Alemán. Defendian re-
tomar los ideales agraristas de los años treinta y seguir participando en la élite política, de la que se sentían
excluidos (PeIlicer de Brody, 1977: 477-489). Sobre el movimiento henriquista véase ServÍIl, 2001.
38 MARí~ M'ITONJA MARTíNEZ

imponerle a Alemán las condiciones de su apoyo. Pero lo equivocado


del análisis de los líderes de la izquierda oficial -que concluiría con la
derrota política de Lombardo Toledano- se manifestó con prontitud.
A ello contribuyó, en primer lugar, la reforma de la ley electoral (Me-
dina, 1982: 32-41).
En diciembre de 1945, a iniciativa del Presidente de la República, fue
presentado un proyecto de ley de reforma de la legislación electoral. 16
Los cambios a los que se deseaba someter a la ley electoral eran, en par-
te, una respuesta a los diferentes partidos de oposición que acusaban al
gobierno de, amparándose en la norma existente, permitir el fraude que
impedía la libre competencia de las agrupaciones partidistas y la con-
solidación de la democracia. El gobierno deseaba que las elecciones que
habían de realizarse no fuesen caracterizadas, como las de 1940, de
irregulares. Para el gabinete era necesario que todas las fuerzas, nacio-
nales y extranjeras, considerasen que México era un país democrático,
donde se realizaban comicios limpios, es decir, que no se diferenciaba en
nada de las democracias con las que se había aliado en la guerra mun-
dial. Pero la reforma electoral que era presentada como un paso hacia
la modernización política, contribuyó a fortalecer la presencia del Esta-
do en los procesos electorales.
Con las modificaciones se pretendían dos objetivos: centralizar el
proceso electoral y propiciar la creación de partidos políticos de carác-
ter nacional y permanente. Para lograr el primer punto, y al contrario
de lo establecido en la ley de 1918, la nueva normativa fijaba la crea-
ción de la Comisión Federal de Vigilancia Electoral. Ésta se integraba por
el secretario de Gobernación, otro miembro del Poder Ejecutivo, dos del
Legislativo, dos comisionados de la Suprema Corte de Justicia y dos repre-
sentantes de los partidos. Lo novedoso era que, mediante esta comisión, se
centralizaba por primera vez la vigilancia del proceso electoral hacién-
dolo recaer bajo el control del Ejecutivo y eliminando la participación e
influencia decisiva que, hasta ese momento, habían poseído las autori-
dades locales. En cuanto a lo relacionado con los partidos políticos, la

l6La ley vigente, hasta 1946, fue la Ley para Elecciones de Fbderes Federales que databa de 1918
con el gobierno de Carranza.EI punto más importante de esta ley se refería a las facultades de los go-
biernos estatales y municipales en el establecimiento de las divisiones distritales y seccionales; para
realizar los primeros pasos en la elaboración del padrón; establecer los distritos electorales; designar
los funcionarios electorales; vigilar el proceso electoral; realizar el recuento de votos; declarar quién
era el ganador y entregar la constancia. Este sistema había otorgado un gran poder a los caciques lo-
cales, ya que finalmente de ellos dependía el triunfo de los diversos contendientes a los puestos de elec-
ción (Molinar Horcasitas, 1991: 27).
L\ ~IOIJER'i[ZACIÓN ECONÓMICAALEMA.'iISTA . :39

reforma perseguía facilitar la constitución de partidos nacionales es-


tructurados y permanentes, frente a lo que había sido la tendencia has-
ta entonces, es decir, la existencia de agrupaciones efímeras. En este
ámbito, la nueva ley reforzaba el papel del Ejecutivo ya que estable-
cía que la Secretaría de Gobernación otorgaría el registro como parti-
do a una agrupación si ésta cumplía una serie de requisitos. Debía
contar con al menos 30,000 afiliados, actuar pacíficamente y ajus-
tando sus actos a la Constitución, adoptar una denominación que no
hiciese referencia a asuntos religiosos ni raciales, recoger en su acta
constitutiva la prohibición de realiz.ar pactos o acuerdos que pudiesen
obligar a su subordinación a organizaciones o asociaciones políticas
extranjeras y elaborar un programa en el que se estableciese con cla-
ridad cuáles eran los objetivos que se pretendían alcanzar y los me-
dios que utilizarían para resolver los problemas nacionales (Arreola,
1988: 180-182).
Si bien era evidente que los cambios en la legislación eliminaban en
gran medida el desarrollo y consolidación de los cacicazgos locales, con-
cedían una mayor preponderancia al Ejecutivo, de quien finalizaba de-
pendiendo todo el proceso electoral, hecho que fue cuestionado por los
partidos políticos existentes. Por motivos diferentes, la CTM también
mostró su oposición a los cambios recogidos en la nueva legislación
electoral. Su desacuerdo se basaba en el hecho de que poseía gran capa-
cidad de negociación y presión a nivel local y la centralización que im-
plicaban las reformas venía a debilitar esta base, lo que terminaba re-
percutiendo negativamente sobre su peso al interior del partido y del
gobierno (Medina, 1982: 70).
El último de los elementos que, a finales del sexenio, se articuló fue
la reforma del partido en el gobierno, con lo que concluía el proceso que
se había iniciado con la creación de la CNOP y la disolución del sector
militar. El PRM se había constituido en un importante lastre ideológico
y, parcialmente, de oposición política para los proyectos de la nueva
élite que había llegado al poder con Ávila Camacho pero, sobre todo,
con el que se debía convertir en el nuevo Presidente. El partido -que ade-
más de factor de modernización tenía que constituirse en una poderosa
maquinaria electoral- había manifestado sus limitaciones en esta línea
como resultado de las cuestionadas elecciones de 1940. Junto con ello,
el derecho a nombrar a candidatos para las diversas elecciones por par-
te de los sectores, había revertido en dotar a los dirigentes sectoriales de
gran poder político. La suma de estos elementos condujo a que los al-
40 ' ~llj¡ÍA ANTONIA ~llj¡TiNEZ

tos cargos del partido y del gobierno tomaran la decisión de transfor-


mar al PRM en el Partido Revolucionario Institucional (PRI) en enero de
1946 (Furtak, 1974: 43).
Las novedades que el nuevo partido presentaba estaban relaciona-
das con el proceso de toma de decisiones, de correlación de fuerzas a su
interior y con lo que, hasta esa fecha, constituía su declaración de prin-
cipios. La estructura del nuevo partido presentaba como órgano sobe-
rano a la Asamblea Nacional y, a continuación, al Consejo Nacional,
compuesto por tres representantes de cada entidad federativa elegidos
de forma igualitaria por cada uno de los sectores que integraban el par-
tido. La modificación más importante consistía en la sustitución de la
afiliación global por la individual y, sobre todo, en la redefinición de las
funciones que los sectores desempeñaban en el seno del partido, y que
iba dirigido, esencialmente, a alterar las prácticas sobre la selección de
candidatos a los diversos puestos de elección popular. En lugar de que
los sectores designaran a las personas que, en cada nivel, concurrían a
las elecciones, esta capacidad se hizo recaer en los miembros del parti-
do considerados individualmente, quienes debían expresar su voluntad
mediante voto secreto. Este cambio, que aparecía como una continua-
ción de la democratización que ya se establecía en la ley electoral, se
concretó en que, en la práctica, eran las autoridades centrales del parti-
do las que nombraban a los candidatos, con lo que se fortalecía la es-
tructura centralizadora del partido, al mismo tiempo que se debilitaban
a las autoridades locales y, sobre todo, a los sectores. Estos últimos, que
en 1946 acordaron no luchar entre ellos en las campañas electorales sino
apoyar recíprocamente a sus respectivos candidatos, recuperaron, cua-
tro años después, sus anteriores capacidades, al hacerse evidente que la
lealtad hacia el partido era menor que hacia las organizaciones que lo
conformaban. 17 El desplazamiento del poder político de los grupos
locales, estatales y sectoriales hacia los órganos centrales del partido
había logrado su objetivo: fortalecer la Presidencia de la República y dis-

17 Los distintos sectores acordaron evitar las luchas entre ellos que podían originarse si se respetaba

totalmente la libre y secreta elección como se establecía en los nuevos estatutos. Este pacto, firmado por
los integrantes de los tres sectores, establecía entre otras cuestiones: la designación de los candidatos se
regiría por el principio de derecho de las mayorías en cada sector; los sectores eran los depositarios y eje-
cutores de la voluntad; se coordinarían las actuaciones electorales para evitar conflictos; los sectores in-
tercambiarían los padrones con los que acreditaban el derecho de postulación en las diversas entidades.
En la práctica, por tanto, siguieron siendo los dirigentes de los sectores quienes establecían la distribu-
ción de candidaturas en función del peso de cada uno de ellos en el lugar de que se tratase. Cada sector
tenía, sin embargo, que negociar con los demás y en algunos casos recurrir a las autoridades centrales
del partido con lo que su fuerza se debilitaba (Medina, 1982: 79).
LA MODERNIZACIÓN ECONÓMICAALEMANISTA ' 41

ciplinar a los diversos grupos de presión a la autoridad y a los proyec-


tos de desarrollo que, desde el Ejecutivo, se elaborasen. La tendencia
creciente a que los líderes sectoriales fueran situándose en un marco de
dependencia de la Presidencia se agudizó a partir de la conversión del
partido en el PRI. Cuando en 1950 los sectores recuperaron su capaci-
dad de decidir candidaturas, el proceso no fue revertido ya que los di-
rigentes se ocuparon más de obtener y consolidar sus posiciones al in-
terior de la estructura partidista y gubernamental que de lograr los
objetivos revolucionarios (Suárez Farías, 1988: 308).
La idea sobre el papel que debía desempeñar el partido en cuanto
factor de apoyo a la figura y políticas presidenciales, así como la disci-
plina a las autoridades centrales que debían seguir los líderes y los
miembros de los sectores, fue puesta de manifiesto con los cambios in-
troducidos en el corpus ideológico del partido que, como señala Medin,
fueron más por omisión que por aclaración expresa (Medin, 1990: 36).
El PRM presentaba como lema "Por una democracia de los trabajadores".
Aunque ello no implicaba la asunción del marxismo, se aceptaba como
objetivo la necesidad de preparar al pueblo para que se lograse dicha
forma de gobierno y se reconocía la lucha de clases como un medio para
la superación del capitalismo. Junto a la invitación para que los traba-
jadores se hiciesen con el poder político, se reconocía lo prioritario de la
organización colectiva de la agricultura y la nacionalización progresiva
de las industrias como base para una transformación del sistema social
(Furtak, 1974: 56-57). Estos lineamientos ideológicos, que ya entraban
en colisión con las prácticas de desarrollo que habían imperado duran-
te el gobierno de Ávila Camacho, fueron matizados en la declaración de
principios del nuevo partido. En relación con la lucha de clases, se re-
conocía que era un fenómeno inherente al capitalismo pero se aban-
donaba la idea de que el partido tenía que participar en nivel alguno
de dicho conflicto. La colectivización del ejido se hacía depender de las
circunstancias y de la voluntad de los interesados. En cuanto a la po-
sibilidad de que los obreros controlasen la dirección de las empresas
se supeditaba a que, en un futuro, los trabajadores llegaran al domi-
nio de los conocimientos técnicos necesarios. Finalmente, se adoptó
un nuevo lema: "Democracia y justicia social" (Cosía Villegas, 1975:
99-100).
Todas estas reformas, aprobadas por los representantes de los sec-
tores y que llevaba aparejada la exclusión del programa defendido por
la izquierda oficial, fueron posibles sin que tuviese lugar ninguna di-
~2 • MARi~ ¡l'{TONIA MARTÍNEZ

visión de las fuerzas revolucionarias. El nuevo partido -sin la presen-


cia socializante en que, durante el cardenismo, se habían convertido
los principios de la Revolución-, parecía estar más acorde con el pro-
yecto político y económico que propugnaba el, todavía, candidato
Miguel Alemán. A cambio, la CTM y los grupos más radicalizados,
veían disminuida su influencia. Pero ello no ocurría con el gobierno.
Éste conseguía aumentar su capacidad de maniobra y lograba cons-
truir una nueva imagen del partido y de la élite dirigente, que debía
ser válida tanto en el interior como en el exterior del país. La sustitu-
ción definitiva del pasado cardenista por un nuevo tipo de moderni-
dad económica y política había avanzado considerablemente con el
surgimiento del PRI. Ese fue el momento para que Alemán -a quien
hasta entonces sólo habían postulado como candidato los sectores pero
no la organización partidista- obtuviese el apoyo del PRI para las elec-
ciones a la Presidencia del país.

EL MODELO DE DESARROLLO ECONÓMICO ALEMANISTA

En septiembre de 1945, el candidato Miguel Alemán hizo público su


programa de gobierno, de cuya elaboración habían quedado excluidos
todos los sectores del partido. Como manifestación de una nueva for-
ma de entender y hacer política, Alemán suplió la participación de los
diversos grupos en la redacción del plan mediante la realización de las
denominadas mesas redondas. El principio alemanista de que la políti-
ca debía quedar supeditada a la técnica (Medina, 1982: 91) se concretó
en la convocatoria de estas mesas donde, además, se pretendía lograr el
consenso de los diversos factores productivos hacia la modernización
económica que, con mayor intensidad, se pretendía impulsar un acuer-
do que debía sustituir al procedente de los grupos revolucionarios. Las
conferencias de las mesas redondas 18 fueron presentadas como caracte-
rizadas por su naturaleza técnica, ajenas a toda cuestión de índole po-
¡'Se realizaron del 27 de agosto de 1945 al17 de junio de 1946. Fueron 21 en las regiones económi-
cas más importantes. Las más destacables fueron: la de la industria textil en Puebla; la industria azucare-
ra en Morelos; la del turismo en Guerrero; la del petróleo en Tamaulipas; la siderúrgica en Monterrey; la
del algodón en Coahuila; la química en Jalisco; la eléctrica en San Luis; la de la ganadería en Chihuahua;
la de la agricultura en Michoacán. Aunque no todos los grupos económicos estuvieron representados, la
convocatoria de las reuniones despertó un gran interés entre los empresarios, quienes las percibieron como
un buen vehículo de comunicación para que el gobierno conociera sus demandas. Así también parece po-
nerlo de manifiesto la convocatoria, siendo ya presidente Alemán, de realización de mesas redondas para el
estudio de la industrialización a realizar en distintos estados mediante convocatoria de Canacintra (Archivo
General de la Nación, Fondo Alemán, 523/1).
LA MODERNIZACIÓN ECONÓMICA ALEMANISTA ' 48

lítica, obrero-patronal o intergremial. Su finalidad era "aplicar un mé-


todo nuevo para elaborar el programa de gobierno del próximo sexenio
presidencial, con la colaboración de todos los sectores nacionales y lo-
cales que participan en las actividades productivas del país: industriales
y obreros, ganaderos, ejidatarios y pequeños propietarios, comerciantes y
banqueros" (Fondo Alemán, 544.3/241: 7).
A pesar de lo señalado, el plan tampoco fue una respuesta exacta
a las cuestiones que en las conferencias se plantearon, debido a que
las mesas iniciaron su trabajo en agosto de 1945 concluyendo en ju-
nio del siguiente año y el programa de gobierno oficial fue hecho pú-
blico en septiembre de 1945. Sin embargo, esto no pareció preocupar
en exceso al futuro Presidente, más interesado en que el plan de go-
bierno pudiera "ser respaldado, en el momento de su ejecución, por
todas las fuerzas económicas importantes, tomando en consideración
que todas ellas han intervenido directamente para formularlo" (Fon-
do Alemán, 544.3/241: 10). Se manifestaba que el discurso alema-
nista en torno a las conferencias y el plan de gobierno buscaba, en
realidad, la legitimación para el momento de su ejecución más que la
elaboración de una propuesta realmente consensuada con los grupos
económicos.
Como se pretendió en su convocatoria -yen línea con el plantea-
miento de que los problemas del país que afectaban a los diversos
grupos sociales sólo podían ser solucionados a través del desarrollo
y la modernización económica- en las mesas sólo participaron aque-
llos sectores directamente relacionados con los diferentes niveles de
producción, quedando excluidos los representantes políticos y sindi-
cales (Medin, 1990: 31). A pesar de la diversidad temática tratada en
las conferencias, en ellas se observaba un doble elemento de coinci-
dencia. Por un lado, toda la temática vinculada con la que se consi-
deraba necesaria modernización de los equipos, de mayor capacita-
ción de los trabajadores y de lo pernicioso de la conflictividad
laboral. Todos estos factores eran considerados como un gran lastre
para el crecimiento económico. Junto con ello, se encontraban aque-
llas demandas empresariales que se orientaban a pedir una mayor
ayuda del Estado en los procesos productivos. Apoyo que no debía
confundirse con intervención, ya que lo que se planteó no fue que el
gobierno se hiciera cargo de actividades económicas de forma direc-
ta, sino que colaborase con la iniciativa privada convocada en las
mesas y le concediese crédito barato, simplificación en las leyes,
44 ' MARíA ANTONIA ~L!JlTÍNEZ

transportes eficientes y de bajo precio, impuestos equitativos y ma-


terias primas abaratadas. 19
Aun cuando los resultados de la realización de estas conferencias no
estuvieron recogidos de forma directa en el programa de gobierno de
Alemán, muchas de las demandas que allí fueron planteadas estuvieron
en concordancia con los presupuestos que sobre la modernización eco-
nómica, el Estado, los empresarios y el movimiento sindical, preconiza-
ba Miguel Alemán. Ningún grupo social mostró su oposición al pro-
yecto que se articulaba. Frente a la plataforma cardenista de atacar el
problema social direc~amente mediante la mejora de los salarios y la
distribución de tierras, aunque hubiera una disminución momentánea
de la producción, Alemán "pensó que lo importante era que hubiera
más para repartir y (por ello) ... nosotros pusimos el mayor énfasis po-
sible en aumentar la producción, en promover la agricultura, en pro-
mover la industrialización" (Wilk.ie y Wilkie, 1969: 52). El primer ob-
jetivo era crecer, después vendría el momento de redistribuir.
Dentro del esquema de modernización económica del país, el eje
esencial pasaba a depender de la industrialización, a la que se hacía de-
positaria del logro de la autonomía económica de la nación y del medio
para elevar las condiciones materiales de la población. La acumulación
de reservas que, durante el periodo bélico se había producido, quería
ser destinada a reequipar la industria que se había desgastado duran-
te la guerra, industrializar al país y desarrollar algunas de las indus-
trias que durante el conflicto mundial se habían iniciado, equipar y
mecanizar a la agricultura y adquirir en el exterior los bienes de con-
sumo que se demandaban. El objetivo industrial concreto se orienta-
ba a potenciar, en primer lugar, aquellas empresas que se dedicasen a
la transformación de materias primas nacionales. Se trataba de apo-
yar actividades que permitiesen cambiar las exportaciones de produc-
tos primarios por manufacturas y, simultáneamente, satisfacer al
mercado nacional. El proceso de sustitución, sobre todo, de importa-
ciones debía afectar a la maquinaria y a las herramientas que las ac-
tividades industriales y agrícolas del país precisaban para su desarro-
llo con el fin de que éste no dependiese "exclusivamente del extranjero
para su modernización y progreso" (Alemán, 1945: 32).

19 Para mayor información sobre esta serie de demandas y de los planteamientos que se realizaron

en esas mesas, véase Conferencias de Mesa Redonda presididas durante su campaña electoral por el Lic. Mi-
guel Alemán (Talleres Gráficos de la Nación, México, 1949).
LA MODER,\lIZACIÓN ECONÓMICAALEM.<l'1ISTA ' 45

El crecimiento de las industrias destinadas a satisfacer las necesida-


des nacionales se había de completar con el fortalecimiento de las indus-
trias básicas pesadas como la siderúrgica, la química, la eléctrica y la
del petróleo. Sólo con esta estrategia era posible lograr la moderniza-
ción del país. Pero para ello era necesario, además, que se continuase
con el espíritu de la unidad nacional. Si bien se reconocía que los dere-
chos sociales de los trabajadores frente a los empresarios estaban garan-
tizadQs por el Estado, también se establecía que los obreros debían de
ser mesurados en sus demandas. El fantasma del desempleo que ame-
nazaba a todos los países con la posguerra podía ser superado en el país
mediante el crecimiento de una industria diversificada. Para que ello
fuera posible las peticiones obreras debían contenerse y, paralelamente,
abocarse al logro de un incremento efectivo de los niveles de producti-
vidad. A las organizaciones de trabajadores, "base sobre la que se man-
tendrá y consolidará la unificación nacional" (Alemán, 1945: 32), ya
la que se denominaba su responsabilidad social, se recurría para que, en
un corolario de la política de unidad, contuvieran las posibles deman-
das obreras y apoyasen al futuro gobierno en su lógica esencial. Prime-
ro era necesario crecer para después iniciar la distribución de la rique-
za, ya que desarrollo y equidad social eran dos objetivos imposibles de
conseguir de forma simultánea.
La unidad nacional se significaba como "que factores de la propie-
dad colectiva están dispuestos a cooperar entre sí persiguiendo una fi-
nalidad ;uperior, a la que todos ellos sirvan con lealtad (... ) (de forma
que) la próxima administración debe contar no sólo con el apoyo de las
mejores fuerzas populares organizadas, sino que debe integrarse con
elementos representativos de las fuerzas sociales progresistas del país, a
fin de vigorizar la unificación en que debe fundarse" (Alemán, 1945: 9).
Todo ello estaba orientado al progreso de la nación. En este esquema de
desarrollo, a la industria se le continuaba otorgando la función de mo-
tor y objetivo. A la agricultura, por contra, se la seguía caracterizando
en un papel auxiliar. La política agraria debía orientarse al logro de un
incremento de la producción. Era preciso que suministrara productos
abundantes y baratos dirigidos al mercado interno para conseguir la
autonomía alimenticia y contener las demandas obreras, provocadas
por los aumentos vía inflación de los artículos alimenticios. Igualmen-
te, debía producir materias primas para la industria nacional y produc-
tos para la exportación. Aumentando la producción agrícola se perse-
guía dejar de importar alimentos, con lo que se disminuiría la salida de
46 ' ~l\RÍA A.'iTüNIA ~\RTÍNEZ

divisas por tal concepto y éstas podrían ser orientadas a la adquisición


de tecnología y productos que el país precisaba. A ello debía contribuir
la agricultura comercial (Torres, 1984: 26).
El Estado se configuraba como el factor de apoyo, proporcionando
formación técnica, fertilizantes, incremento de las obras de irrigación,
etcétera. Sobre todo sería el garante y potenciador de la agricultura pri-
vada. Si bien se continuaba asegurando que los ejidos recibirían el apoyo
del gobierno y que se seguiría con el reparto agrario, se consideraba a la
pequeña propiedad 20 rural como la única capaz de realizar la función que
la agricultura tenía asignada. Por ellQ, "el Estado aportará los recursos
económicos mayores que tenga para asegurar a la pequeña propiedad el
crédito que necesite para su desarrollo, y procurará encauzar en ese sen-
tido el crédito privado" (Alemán, 1945: 24). Complementariamente, el
gobierno se debía comprometer a asegurar la inafectabilidad de la peque-
ña propiedad, con el objeto de asegurar a los agricultores que sus inver-
siones no se verían afectadas por las expropiaciones y pudieran orientar-
se a aumentar la producción, hecho que hubo de concretarse en las
reformas al artículo 27 constitucional y la introducción del amparo
agrario. 21
Pese a todo ello, el Estado no era considerado como el agente sobre el
que debía recaer la modernización de las estructuras productivas del
país, sino que "el desarrollo económico general es campo primordial-
mente de la iniciativa privada" (Alemán, 1945: 16). Sin embargo, todas
aquellas empresas que se considerasen necesarias para el crecimiento y
no fuesen atractivas para el capital privado, serían desarrolladas por el
gobierno. En esta línea, se garantizaban las inversiones privadas, ya fue-
sen nacionales o extranjeras, de forma que el capital que viniera "a vincu-
larse con los destinos de México, debe gozar libremente de sus utilidades
legítimas" (Alemán, 1945: 16).

"'Con la reforma del artículo 27 constitucional la pequeña propiedad fue definida como la que no
excediera 100 ha de riego o humedad o sus equivalentes en otra clase de tierras; la que no sobrepasase
las 200 ha en terrenos de temporal o de agostadero susceptibles de cultivo; de 150 cuando produjeran
algodón; de 300 si producian productos tropicales o vid, olivo, frutales, etcétera. También consideraba
pequeña propiedad ganadera a la que no excediera de la superficie necesaria para mantener hasta 500 ca-
bezas de ganado mayor o su equivalente de ganado menor (Ley de reformas al artículo 27, en Alemán,
1988: 283). Si bien con esta extensión difícilmente pueden las propiedades ser caracterizadas con el tér-
mino pequeña propiedad, en adelante éste es el término que utilizaremos respondiendo, únicamente, a
que ese es el nombre que la legislación le otorga.
21 Como se ha señalado, el artículo 27 establecia que el Presidente de la República es la suprema au-

toridad en materia agraria con el mandato expreso de realizar la reforma agraria (Carpizo, 1978: 154-
155). El establecimiento del amparo agrario implicó que los propietarios de tierras afectadas por expro-
piaciones podían recurrir a los tribunales.
LA MODERNlZACIÓ¡¡ ECONÓMICA ALEMANI8TA ' 47

Se trataba, en suma, de continuar en la línea de economía mixta se-


guida ya por los gobiernos anteriores, aunque ahondando en ciertos
presupuestos mediante el abandono de otros que, sobre todo, en el car-
denismo habían sido considerados como prioritarios, Si Cárdenas, sin
amenazar el desarrollo capitalista y la iniciativa privada, había potencia-
do el ejido colectivo, el apoyo a los obreros y la nacionalización de em-
presas consideradas esenciales, con Alemán se manifestaban, más clara-
mente que con Ávila Camacho, que otros habían de ser los elementos
preferidos, Sin alejarse de la idea de que la economía nacional debía con-
tar con el liderazgo del Estado, los planteamientos alemanistas estaban
orientados a que el incremento de la producción agrícola e industrial se
produjese en el marco de un liberalismo limitado (Medin, 1990: 31-33),
Ya en su programa de gobierno se manifestaban algunas caracterís-
ticas que marcarían la posterior puesta en práctica de las teorías pro-
pugnadas, Se señalaba que:

no puede una nación aislarse comercialmente de las otras, estable-


ciendo impuestos prohibitivos sobre la introducción de productos
extranjeros; pero, al mismo tiempo, la experiencia de todas las na-
ciones industriales enseña que es difícil que sin tal protección pue-
da desarrollarse una industria nacional, La norma recta en este caso
es, por consiguiente, permitir la mayor libertad al comercio inter-
nacional compatible con la necesidad de fomentar la industrializa-
ción del país. [.,,] El Estado debe velar, en consecuencia, porque a las
industrias nacionales del país no les haga ruinosa o de"sleal compe-
tencia la industria extranjera, pero de ningún modo debe contribuir
el Estado mediante su acción protectora a que las industrias nacio-
nales lleguen a crear monopolios, cualquiera que sea su estructura,
para mantener los precios de sus productos a un nivel que signifi-
que la explotación de los consumidores (Alemán, 1945: 17).

Su defensa de la inhibición estatal se encontraba limitada por lo que se


consideraba necesaria protección de la incipiente industria que se había
visto favorablemente potenciada en el transcurso bélico. Estos plantea-
mientos chocarían con el fuerte liberalismo propugnado por Estados
Unidos en la posguerra y conducirían, finalmente, a que la opción li-
beral alemanista llevara a un tipo de desarrollo fuertemente impregna-
do por la presencia estatal, lo que redundó en fortalecer al Estado frente
a la sociedad.
48 • ~L\RÍA ANTONIA MARTÍNEZ

Durante la guerra mundial, todos los países de América Latina, excep-


to Argentina, y con mayor o menor intensidad, habían apoyado a los paí-
ses aliados. Aun cuando sus aportaciones militares fueron modestas, su
contribución económica, sobre todo de materias primas a precios fijos
orientada a cubrir las necesidades económicas de Estados Unidos, tuvo
una gran importancia. 22 Este hecho, extensivo para el caso mexicano, pro-
vocó que, en palabras de Ramón Beteta, se hiciera

un préstamo sin intereses a los Estados Unidos, el que se nos pagó


con una cantidad menor de la que nosotros dimos. Nosotros dimos
a Estados Unidos mercancías a un precio bajo, y cuando nosotros
convertimos esas mercancías en dinero, y ese dinero en nuevas mer-
cancías, estas mercancías americanas habían subido de precio. Así
es que en realidad compramos menos de lo que nosotros habíamos
dado [... ] es curioso que un país tan pobre como México pudiera de
hecho hacerle un préstamo sin intereses a un país tan poderoso como
los Estados Unidos (Wilkie y Wilkie, 1969: 48).

Además ello implicó que en la posguerra las relaciones económicas se


hicieran más dependientes de Estados Unidos.
Ante la cercanía del fin de la guerra, la preocupación central del go-
bierno mexicano y del resto de países latinoamericanos se contenía en
una serie de puntos de naturaleza económica, referidos a la necesidad
de establecer mecanismos que limitasen los efectos negativos que, so-
bre sus economías, había de tener la próxima paz. Se pretendía evitar el
desplome de la demanda mundial y de los precios de sus exportaciones,
recurriendo a que Estados Unidos continuase con sus contratos de ad-
quisición de materiales estratégicos; se propugnaba que dicho país pro-
porcionara la maquinaria necesaria para renovar la que se poseía, que
estaba vieja y atrasada; se deseaba establecer acuerdos que les permitie-
ra usar racionalmente las divisas que habían ahorrado durante el con-
flicto y, finalmente, se luchaba por lograr la cooperación de los Estados
Unidos para el desarrollo económico (Torres, 1984: 284). Con estos
planteamientos, los países latinoamericanos concurrieron a la Confe-
rencia Interamericana sobre Problemas de la Guerra y de la Paz -Con-
ferencia de Chapultepec-celebrada en México en 1945. En esta reunión,
22En el periodo bélico, los países latinoamericanos enviaron a Estados Unidos más del 50 por
ciento de sus exportaciones y recibieron de dicho país más del 60 por ciento de sus importaciones,
(Gil, 1975: 171).
LA MODEIL'IIZACIÓN ECONÓMICA ALEMANISTA • ,9

en el ámbito político, ya pesar de los desacuerdos existentes,23 se llegó


a cierta cercanía de intereses que se concretó en la resolución VIII, co-
nocida como Acta de Chapultepec, yen la que, entre otras cosas, se es-
tablecía que "todo atentado de un Estado contra la integridad o la in-
violabilidad del territorio, o contra la soberanía o independencia política
de un Estado americano, será (... ) considerado como un acto de agre-
sión contra los demás Estados que la firman" (art. 30., Acta de Chapul-
tepec, 105).
Sin embargo, los acuerdos en materia económica -prioritarios para
los países del área- en esta confer~ncia estuvieron ausentes, ya que
aunque se adoptó la denominada Carta de las Américas que contenía
gran cantidad de principios, éstos no implicaban nada hasta que no se
trasladasen a la práctica, y todos los temas económicos importantes
eran dejados para una reunión que debía convocarse con posterioridad.
Pese al interés latinoamericano por convocar una reunión que tratase
con prontitud los temas económicos, la oposición de Estados Unidos
impidió que dichas cuestiones estuvieran presentes en la Conferencia de
Río de Janeiro de 1947, donde por contra se estableció el Tratado Inte-
ramericano de Asistencia Recíproca (TIAR). Hubo que esperar hasta el
año siguiente en la Conferencia de Bogotá para que se plantearan los te-
mas de índole económica. Pero tampoco en esta reunión se concluyeron
acuerdos que respondieran a las peticiones mexicanas y latinoamerica-
nas en general. Frente a los planteamientos articulados en torno a la ne-
cesidad de que se elaborara un Plan Marshall, de implantación en todo
el territorio de América Latina, que permitiese y asegurase la estabili-
dad económica del hemisferio, Estados Unidos, sin la urgencia política
que lo había impulsado en Europa, rechazó tales demandas. El acuerdo
económico que se negoció no contemplaba ninguno de los problemas
específicos, los cuales se dejaban para una reunión posterior que no se
llegó a realizar, aunque en Bogotá sí se puso claramente en evidencia
que Estados Unidos priorizaba en los programas de desarrollo el papel

2JEn este ámbito, los principales problemas estaban relacionados con el hecho de si una organiza-
ción regional podía tener autonomía en sus decisiones o debía estar vinculada a lo que decidiese el Con-
sejo de Seguridad de Naciones Unidas. Era el conflicto entre las posturas universalistas defendidas por Es-
tados Unidos y las regionalistas propugnadas por los países latinoamericanos. Esta conferencia se realizó
antes que la de San Francisco, donde se llegó a un acuerdo a favor de las tesis regionalistas, lo cual no
estaba en contradicción ni con el apoyo de los Estados Unidos a la organización mundial ni con mante-
ner la defensa hemisférica. En Chapultepec, igualmente, se dieron los primeros pasos que conducirían,
en la Conferencia de Bogotá de 1948, a la creación definitiva de la Organización de Estados lnterameri-
canos (Gil, 1975: 176-204).
"o ' ~tlj¡íA ANTONIA WTÍNEZ

a desempeñar por la iniciativa privada, junto a su defensa de las políti-


cas de librecambio (Gil, 1975: 184-185).
Estas reuniones tuvieron importantes repercusiones en el diseño de
la política económica del gobierno de Alemán. En los sucesivos foros
que desde 1945 a 1947 se habían convocado, incluida la Conferencia de
La Habana,24 Estados Unidos había dejado claro cuál era el modelo eco-
nómico que propugnaba, que no era sino el liberalismo y el estableci-
miento de mecanismos comerciales como el Acuerdo General sobre
Aranceles y Comercio (GATT) (CEPAL, 1982: 7). El proyecto económico
defendido por Estados Unidos se bas.aba en el presupuesto de que en la
libre circulación de productos y capitales, en la libertad económica, ra-
dicaba el logro del desarrollo económico. El análisis se centraba en la
idea de que la elevación del nivel de vida de los individuos no dependía
del establecimiento de un Estado fuerte, ni de su corolario de medidas
proteccionistas, sino de las seguridades legales que se proporcionaran a
los individuos en el desempeño de sus actividades económicas y de la li-
bertad e igualdad de oportunidades. Considerando que la inversión de
capitales privados era el requisito imprescindible de desarrollo para los
países no industrializados, se proponía que las inversiones privadas
extranjeras debían quedar protegidas de tratos discriminatorios y de
nacionalizaciones. El crecimiento e industrialización de los países de
América Latina no debía depender de ningún plan de ayuda regional
otorgado por el gobierno estadounidense, ni tampoco de la actuación
prioritaria de organismos internacionales, tipo Banco Internacional de
Reconstrucción y Fomento (BIRF), sino del desempeño de la iniciativa
privada. Era planteado como necesario la reducción de barreras al co-
mercio internacional, la estabilización de las monedas y la eliminación
del nacionalismo económico (Medin, 1990: 148-161).
La aceptación de este modelo por México implicaba la destrucción
de toda la infraestructura industrial que había ido estableciendo antes
y durante la guerra mundial y el regreso a su función de proveedor de
materias primas. Ello iba en contra del proyecto por el que el gobierno
ya había optado y que se concretaba en la industrialización vía susti-
tución de importaciones. Por esta razón, el gobierno alemanista se ma-

"Esta reunión, denominada Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Comercio y el Empleo, se
realizó en La Habana en 1947 con la participación de 58 paises, excluidos la URSS y los paises de su ór-
bita. Se discutió un proyecto que proponía la creación de la Organización Internacional de Comercio.
Este documento, conocido como Plan Clayton, recibió fuertes críticas de los grupos gubernamentales,
sindicales y empresariales mexicanos (Torres, 1985: 295-298).
LA MODERNIZACIÓN ECO~ÓM[CAALEMANISTA • 51

nifestó en contra de llegar a la libertad absoluta en el comercio interna-


cional mediante la supresión de los aranceles, ya que ello implicaba la
desaparición de su incipiente industria y, por ejemplo, México decidió
no participar en el GATI. 25 La justificación de este proyecto se articulaba
en torno a la idea de que:

en teoría todos estamos dispuestos a admitir las ventajas de un


mundo equilibrado y armónico en el que cada país produzca aque-
llas mercancías para las que esté mejor adaptado y, seguro de poder
conseguir a cambio de ellas las ,cosas que necesita, se abstenga de
una innecesaria competencia. Sería éste un sistema de completa li-
bertad económica que daría a toda la humanidad una vida más am-
plia gracias a una producción más fácil y más barata. Por el contra-
rio, se nota una tendencia creciente hacia restricciones cada vez más
severas al comercio internacional y hacia una protección nacional
ineludible. No sólo se han levantado las barreras protectoras de las
tarifas aduanales, sino que se obstaculiza el libre movimiento de
mercancías mediante sistemas de cuotas y de permisos de exporta-
ción, de importación y con el establecimiento de un control de cam-
bios. Por tanto, el país que inocentemente estuviese dispuesto a de-
pender del resto del mundo para la satisfacción de sus necesidades
esenciales, se encontraría en un grave peligro; un peligro que las
guerras y la amenaza de las guerras ha venido a incrementar (Be-
teta, 1955: 53-54).

La elección del gobierno de Alemán fue por tanto un fuerte protec-


cionismo de la economía mexicana en contra de lo propugnado por Es-
tados Unidos. En relación con el tema de las inversiones privadas, los
planteamientos del gobierno mexicano se encontraban más cercanos a
los estadounidenses. Alemán había declarado que la función motriz del
desarrollo del país debían desempeñarla los inversionistas privados. En
esto se producía una cercanía de estrategias con Estados Unidos. A pe-
sar de ello, el gobierno alemanista, no tan partidario de un plan tipo
Marshall para América Latina, sí estaba a favor de 'la creación de un
banco interamericano que proporcionase los fondos que se necesitaban
para continuar impulsando su visión desarrollista. La negativa de Es-

25 La no participación de México en e! GATI se extendió desde la conformación de éste en 1948 has-


ta la presidencia de Migue! de la Madrid, en que se decidió la inclusión en dicho organismD,

".
52 • MARÍA ANTüNL\ MARTÍNEZ

tados Unidos al establecimiento de instrumentos de esa naturaleza,


aunado a lo limitado de la capacidad de inversión de los capitales na-
cionales y a la percepción positiva que Alemán poseía de las potencia-
lidades de las inversiones extranjeras, condujeron a que estas últimas
desempeñaran un papel creciente en la economía mexicana. Aún de
acuerdo sobre el papel que las inversiones extranjeras podían desempe-
ñar en el crecimiento de un país, el gobierno de Alemán no llegó en nin-
gún momento a apoyar el nivel de seguridades que Estados Unidos exi-
gía para sus capitales nacionales en el exterior. En la práctica éstos
recibieron de la administración mexic.ana continuas directrices de apoyo
para su participación en la economía del país. Frente a lo propugnado por
Estados Unidos, México defendió la articulación de su propio modelo de
desarrollo con dos líneas prioritarias: recurso y potenciación a las inver-
siones privadas extranjeras y un fuerte proteccionismo que, finalmente,
terminó redundando en favor de los propios capitales estadounidenses,
ya que se vieron beneficiados de los estímulos estatales y de un mercado
interno cerrado y sin competencia para sus productos (Torres, 1984:
285-303).
La política de obstáculos a la importación y estímulos a la exporta-
ción se enfrentó, en los primeros momentos, con los límites impuestos
por el Tratado de Comercio que México había firmado en 1942 con Es-
tados Unidos y que obligaba a no modificar los aranceles sin el consen-
timiento de la otra parte (Wilkie y Wilkie, 1969: 47). Como consecuen-
cia de la guerra, los dos países habían congelado las tarifas de un
número de productos que constituían parte importante de su comercio
y que, en esencia, eran materias primas destinadas al mercado estadou-
nidense y manufacturas hacia México. Este tratado, que se había inten-
tado modificar ya con Ávila Camacho, seguiría vigente hasta 1949.
Hasta ese momento Estados Unidos se opuso a las modificaciones y
anulación de dicho tratado, amparándose en que ello iba en contra de
las directrices librecambistas que defendía. Para México la pervivencia
del acuerdo provocaba importantes problemas para su moneda y su
reserva de divisas y, sobre todo, atacaba la política proteccionista que,
mayoritariamente, era respaldada por el gobierno. El gabinete alema-
nista defendía la denuncia del tratado. A cambio del mismo, el gobier-
no pretendía que Estados Unidos le otorgase el trato de nación más
favorecida, hecho que finalmente se concretó. Importante fue que, con
la anulación del acuerdo, México avanzó en su política proteccionista,
de recurso a los controles y prohibiciones, de aranceles altos a ciertas
LA MODERNIZACIÓN ECONÓMICAALEMANISTA' 5:3

exportaciones, subsidios a otro tipo de exportación y de licencias de im-


portación (Torres, 1984: 226-235). La opción proteccionista redundó
en fortalecer la función interventora del Estado en la economía y, si-
multáneamente, su papel frente a la sociedad. A ello contribuyó de for-
ma decisiva la aprobación, en 1950, de la Ley sobre Atribuciones del
Ejecutivo en Materia Económica.
En el discurso de presentación del proyecto de ley ante el Congreso
de la Unión, Alemán señaló que el país había alcanzado, vía la indus-
trialización, un evidente progreso y un aumento de la producción
orientada al mercado interno. Sin embargo, era preciso realizar impor-.
taciones, sobre todo de materias primas y equipos industriales, para
completar la demanda interna. A juicio del gobierno, este proceso po-
día verse obstaculizado por la tendencia de los diversos países, princi-
palmente Estados Unidos, a establecer medidas restrictivas a sus expor-
taciones y a reducir la producción con fines civiles. Se estimaba que el
país no podía quedar al margen de las medidas que en otros lugares se
elaboraban, siendo necesario establecer "una política económica ade-
cuada para salvaguardar los intereses económicos de México y lograr
la coordinación de la economía con la del resto del mundo" (Alemán,
1988: 291). Para ello era preciso contar con una ley que encauzara "ju-
rídicamente la injerencia del Gobierno en las actividades industriales y
comerciales de los particulares, en forma tal que, reconociéndose los le-
gítimos derechos de éstos, quede resguardado el interés general de la na-
ción coordinándose y subordinándose los intereses privados a los más
altos de la colectividad" (Alemán, 1988: 291).
Con esta ley lo que se pretendía era contrarrestar las alzas excesi-
vas de precios, la escasez de abastecimientos de materias primas para
la industria y la de artículos destinados al consumo general. Con es-
tos objetivos se atribuía al Ejecutivo las siguientes funciones: 26 deter-
minar, mediante decreto, las mercancías cuya producción o distribu-

"Todas las funciones estarían coordinadas por una Comisión Nacional de Precios, integrada por la
Secretaría de Economía, cuyo titular la presidiría, por representantes de los ministerios de Agricultura y
Ganadería, de Comunicaciones y Obras Públicas, del Departamento del Distrito Federal, del Banco de
México, de Nacional Financiera, del Banco Nacional de Comercio Exterior, de la Compañía Exportadora
e Importadora Mexicana y de los Ferrocarriles Nacionales de México. También formaban parte la Conca-
naco, la Concamin, la Canacintra y la Cámara Nacional de Comercio de la Ciudad de México, por parte
privada. Participaban también organizaciones de obreros y campesinos. La Secretaría de Economía, de
acuerdo con la Comisión Nacional de Precios, podía conformar comités especiales por rama de distribu-
ción o producción, formados por un representante de los bancos nacionales relacionados con el proyec-
to de que se tratase y por representantes de las organizaciones privadas y agrupaciones de trabajadores
correspondientes (Ceceña, 1983: 95).
54 • MARÍA ANTOlíL~ MARTÍNEZ

ción quedaban como objeto de intervención oficial; la facultad de se-


ñalar los precios máximos al mayoreo, así como la congelación de los
mismos; ordenar la venta de productos que estuviesen almacenados a
los precios máximos fijados con objeto de evitar la especulación; se-
ñalar los artículos que debían fabricar preferentemente las industrias,
con el fin de adecuar la oferta y la demanda; consolidar por vía legis-
lativa las medidas que se habían tomado y relativas a las restricciones
sobre importaciones y exportaciones; y, finalmente, obligar a los pro-
ductores de materias primas a producir para el mercado interno y que
pudieran exportar sólo los excedent~s (Alemán, 1988: 292-295). Esta
ley -el instrumento legislativo más importante sobre el intervencio-
nismo económico del Estado en México- afectaba directamente a los
intereses económicos de industriales y comerciantes y otorgaba en
una gran proporción el control de la economía al Poder Ejecutivo. La
ley, que permitía que el Ejecutivo diera una orientación definida al de-
sarrollo económico, se imbricaba directamente con la doctrina esta-
blecida en la Constitución de 1917, hecho destacado en la exposición
de motivos de dicha ley. Aunque en su momento se objetó que esta
ley violaba el artículo 28 de la Constitución al permitir la intromisión
del Estado en la vida económica y al crearse un régimen diferente al de
la libre empresa que, se dijo, era el único aceptable en una legislación
de tipo liberal como la mexicana (Cuadra, 1988: 605), el gobierno re-
currió, como oposición, a lo fijado en otros artículos constituciona-
les. Se señaló que el ejercicio de la libertad de industria, comercio y
trabajo, según disponía el artículo 41 de la Constitución, podía vedar-
se "por resolución gubernativa, dictada en los términos que marque
la ley, cuando se ofendan los derechos de la sociedad" (artículo de la
Constitución, citado en Alemán, 1988: 292). Además, se utilizó el
artículo 27 constitucional para justificar la elaboración de la ley.
Frente a los intereses y derechos de los particulares, se señalaba la ca-
pacidad que tenía, en todo momento, la nación "de imponer a la pro-
piedad privada las modalidades que dicte el interés público" (artícu-
lo de la Constitución, citado en Alemán, 1988: 293). El gabinete
alemanista enfrentaba, con recurso a la Constitución, los debates
desfavorables que se originaron, ya que esta ley, además de afectar
numerosos intereses y derechos preestablecidos, otorgaba al Estado
una gran capacidad de maniobra. Por lo que, y pese a que en su dis-
curso inicial Alemán había insistido en que la función estatal se de-
bía limitar al apoyo de la iniciativa privada, en la práctica, y median-
LA MODERNlZACIÓK ECONÓMICA ALEMANISTA 55

te la utilización de esta ley, el Estado se constituyó en el orientador


básico del desarrollo y la modernización económica del país.

LA POLÍTICA INDUSTRIAL

Las prácticas de industrialización vía sustitución de importaciones


iniciadas en México vinieron a encontrar la justificación teórica de
la que carecían con la elaboración de Raúl Prebisch y la Comisión
Económica para América Latina (CEPAL) de la teoría de la economía
periférica. Dos de sus conclusiones .parecieron revolucionarias en los
años cuarenta y cincuenta. La primera hacía referencia a que el aná-
lisis económico generalmente aceptado no era válido para los países
en desarrollo, sino que sus problemas específicos debían analizarse
mediante un enfoque distinto. En segundo lugar, se propugnaba el
establecimiento en esos países de un modelo de desarrollo adecuado
a la necesidad de un crecimiento con cambios estructurales, algo
que implicaba, en mayor o menor medida, el intervencionismo del
Estado en la economía. Junto a ello, la teoría cepalina proponía que,
ya que el intercambio entre centro y periferia era muy importante y
en provecho mutuo, el centro debía contribuir al desarrollo de los
sectores del comercio exterior, del financiamiento externo y de la
ayuda técnica de los países periféricos. La CEPAL otorgó un papel
esencial y determinante a la industrialización mediante sustitución
para el logro del desarrollo, con lo que no hacía sino justificar las
prácticas que México y otros países del área venían realizando (Ko-
ning, 1985: 374).
Este modelo industrializador -impulsado en México con gran in-
tensidad en el sexenio de Alemán y que no manifestó sus limitaciones
definitivas sino hasta la década de 1980-, siguiendo aRené Villarreal,
"supone una organización de la economía en la que el Estado a través
de su acción directa como inversionista y de su acción indirecta, a tra-
vés de su política económica, viene a garantizar una estructura pro-
teccionista y de estímulo a la industrialización como una nueva estra-
tegia de crecimiento" (Villarreal, 1976: 51). En esta línea, la política
alemanista se orientó, como puntos esenciales de su política económi-
ca, a proteger el mercado interno; a establecer bajas tasas impositivas;
a otorgar exenciones fiscales; a crear infraestructura y proporcionar
materias primas y servicios públicos baratos. Por otro, a invertir di-
rectamente en la producción de aquellas ramas en las que su partici-
56 ' wL\ ANTONL\ WTíNEZ

pación se consideró indispensable y a otorgar un mayor volumen de


crédito a la industria.

Inversión directa y apoyo financiero

El discurso alemanista consideraba a la inversión privada como princi-


pal agente potenciador del desarrollo económico del país. También se
percibía que el Estado debía desempeñar un papel activo en dicho cam-
po. Esto último condujo a la articulación de medidas directas para resol-
ver la falta de capital inversor. En primer lugar, se incidió sobre algunas
instituciones especiales --como el Nacional Monte de Piedad y el Patrona-
to del Ahorro Nacional-, con el fin de que captasen el ahorro privado y
lo orientaran tanto a la realización de objetivos sociales como, en menor
grado, a actividades productivas. Se articularon medidas tendientes a ca-
nalizar los fondos de los bancos privados hacia la industrialización. 27
Además de este tipo de medidas indirectas, el gobierno optó por po-
tenciar su presencia en el desarrollo industrial proporcionando fondos
a través de las actividades de instituciones públicas, fundamentalmen-
te la Nacional Financiera (Nafinsa). 28 Esta actitud estaba justificada en
la idea de que la capacidad inversora privada nacional era limitada y de
que muchas de las actividades que era necesario iniciar o potenciar eran
empresas de gran magnitud, con un nivel de aportaciones que no esta-
ban al alcance del capital privado, con una rentabilidad relativamente
baja e insegura, a largo plazo y que implicaba mayores riesgos (Torres
Gaytán, 1952: 582-583). Debido a estos planteamientos, Nafirtsa debía
actuar como intermediaria entre el gobierno, los inversores nacionales
y extranjeros, los individuos y empresas -públicas o privadas- que ne-
cesitasen fondos en gran escala. Debido a la escasa atracción de la banca
"Un ejemplo de estos intentos fueron los redescuentos selectivos que el Banco de México aplicó con
gran intensidad a partir de 1951 sobre préstamos comerciales e industriales. Otro tipo de medidas fue-
ron, por ejemplo, las utilizadas después de la devaluación del peso en 1948 cuando el banco central or-
denó que todos los aumentos que hubiera en los saldos bancarios después de la devaluación debían de-
positarse en el Banco de México, a menos que se emplearan en préstamos a mediano plazo para
industrias y sociedades financieras (Glade, 1959: 66-67).
2B Nacional Financiera fue creada en 1934 con un capital de 20 millones de pesos con el objeto de

crear para el gobierno un mercado para los bonos que emitía y financiar programas de obras públicas y
de servicio social con los ahorros privados invertidos en valores federales, estatales y municipales. En
1937 se modificó su orientación y además de ocuparse de los bonos del gobierno pasó a invertir en
acciones bancarias e industriales. En 1940 se reorganizó y se convírtió sobre todo en un banco de inver-
siones del gobierno, siendo su principal actividad los créditos industriales. Su capital pasó a ser de 20 mi-
llones después de que en 1935 había pasado a ser de 10 millones de pesos. Con Alemán, el capital pasó
en 1947 a ser de 100 millones de pesos, ejemplo de la importancia que el gobierno daba a la presencia
del Estado en la industrialización (Carrillo Flores, 1955: 31).
LA MODERNIZACIÓN ECONÓMICAALEMANISTA • 57

privada hacia la industria y a otorgar otro tipo de crédito que no fuese


a corto plazo, Nacional Financiera debía proporcionar la financiación a
largo plazo a aquellos empresarios que lo demandasen. Desde sus ini-
cios, las actividades de Nafinsa estuvieron legalmente circunscritas para
evitar que aparecieran como una amenaza directa para el sector priva-
do y, en la práctica, restringió sus actividades a aquellos casos en los
que los grupos privados no desearan invertir en áreas consideradas
prioritarias para la industrialización (Benneth y Sharpe, 1979: 46).
Nacional Financiera utilizó durante el gobierno de Alemán diferen-
tes procedimientos para lograr canalizar los fondos que la industria na-
cional precisaba. Debido a lo relativamente limitado de sus recursos,
Nafinsa recurrió a vender sus propios bonos -denominados títulos fi-
nancieros-, que en 1946 tuvieron un volumen de 50 millones de pesos
yen 1952 se habían incrementado hasta 236 millones. Junto a ello-y
ya que las inversiones que la industrialización demandaba excedían la
cuantía de lo que, recurriendo al ahorro interno se podía conseguir-
Nafinsa gestionó, durante este periodo, créditos a mediano y largo plazo
con bancos extranjeros. Por ejemplo, en 1951 obtuvo del BIRF un crédi-
to de 89' 800,000, de los cuales 59'419,000 fueron entregados a la te-
sorería del gobierno federal, a la Comisión Federal de Electricidad, a una
compañía eléctrica particular y a un grupo de bancos privados para ac-
tividades relacionadas con la importación de productos que precisaban
algunas industrias nacionales (Glade, 1959: 86-88).
Ninguna de las leyes orgánicas que reglamentaban el funciona-
miento de la institución recogía un plan concreto que orientase sus ac-

CUADRO 1
NACIONAL FINANCIERA: FINANCIAMIENTO INDUSTRIAL
(Millones de pesos mexicanos)

1945 1946 1947 1948 1949 1950

Créditos e inversiones de Nafinsa,


salidas a 31- 12 de cada año' 199.1 227.7 338.1 433.6 492.2 596.1
Incremento anual en los créditos e
inversiones de Nafinsa n.d. 28.6 110.4 95.5 58.6 103.9
Relación con respecto a la inversión
industrial total (por ciento) n.d. 3.4 9.0 7.4 4 .. 8 8.4

Fuente: Raúl Ortiz Mena et al., 1953: 266.


'Comprende inversiones directas e indirectas de Nacional Financiera y créditos de esta institución.
n.d. No disponible.
:)8 • MARÍA ANTÜNL\ MARTí~EZ

tividades a ciertos campos de la industria. Pero sí se establecía que sus


funciones debían dirigirse a promover el uso de los recursos naciona-
les ya aliviar el problema de la balanza de pagos mediante la sustitu-
ción de importaciones y estimulando la fabricación de artículos expor-
tables. Por ello, a partir de 1941, comenzó a patrocinar proyectos que
estuvieran destinados a contrarrestar la escasez de productos origina-
da por la guerra.
Con la llegada de Alemán a la Presidencia, Nafinsa vio aumentar rá-
pida y considerablemente sus actividades industriales que se dirigieron,
sobre todo, a promover la industria d~ la electricidad, de los transportes,
comunicaciones y a la consolidación de las empresas manufactureras ya
existentes. Esta nueva orientación respondía tanto a las demandas empre-
sariales como al planteamiento gubernamental sobre cuál debía ser el pa-
pel del Estado en el fomento económico del país. Como manifestación de
la concepción del nuevo gobierno, Nafinsa modificó sus lineamientos
de otorgar ayuda financiera y técnica a pequeñas empresas y concentró,
por ejemplo, de 1949 a 1950 más del 80 por ciento de sus inversiones y
créditos en sólo 14 grandes proyectos industriales. Complementariamen-
te, el 60 por ciento de sus inversiones y créditos favorecieron a empresas
situadas en el centro del país; el 24.4 por ciento a industrias del norte; el
13 a las de la costa norte del Pacífico y el 3 por ciento a las zonas del gol-
fo y costa sur del Pacífico (Ortiz Mena et al., 1953: 268). Es decir, se orien-
taron hacia aquellas zonas geográficas que el gobierno percibía con ma-
yores potencialidades de crecimiento con lo que, finalmente, la actividad de
Nafinsa no contribuyó a homogeneizar, en términos de desarrollo, al país.
La actividad de Nafinsa, y de otras instituciones de inversión pública de
menor tamaño, se constituyó en un factor de primordial importancia en
la canalización de recursos provenientes del gobierno, de los ahorradores
nacionales y del exterior hacia aquellas actividades productivas que no
eran atendidas por la banca privada en la medida que se precisaba. Estas
instituciones públicas de crédito se conformaron en uno de los elementos
esenciales del crecimiento industrial que el país experimentó en el periodo
alemanista (Campos Sala, 1960: 420).
La actividad del gobierno no se limitó a proporcionar fondos mo-
netarios. Además de las empresas estatales en el campo del suministro
de energía -petróleo y electricidad- y en los ramos de transporte y co-
municaciones -ferrocarriles, teléfonos, telégrafos-, durante el sexenio
de Alemán se continuó extendiendo la presencia directa del capital pú-
blico en numerosas y variadas actividades empresariales. La creciente
LA MODERNIZACIÓN ECONÓMICA ALEMANISTA ' 59

participación del Estado como empresario se vio favorecida por las ac-
tividades del Banco Nacional de Comercio Exterior y, sobre todo, la Na-
cional Financiera. Lo que caracterizó estas inversiones fue su variado
ámbito de aplicación, si bien en su mayoría iban destinadas a activida-
des productoras de insumas para los empresarios privados. Un ejem-
plo de la importancia creciente que el sector público fue adquiriendo en
el sexenio de Alemán, se pone de manifiesto en los datos recogidos en el
cuadro 2.

CUADRO 2
PARTICIPACIÓN DE NAFIN5A EN VARIAS EMPRE5AS*
(30 de junio de 1953)
-----_._-----
Clasa Films Mundiales, S.A. 51 Motores y Maquinaria Anáhuac. 32.7
Banco Nacional Cinematográfico, S.A. 56.5 Laboratorios Ba!co, S.A. 100
Compañía Eléctrica de Manzanillo 84.7 Compañía Eléctrica Guzman, S.A. 41.8
Nueva Compañía Eléctrica Chapala, S.A. 60 Compañía Eléctrica Morelia, S.A. 100
Altos Hornos de México, S.A. 51.6 Compañía Eléctrica Occidental, S.A. 100
Progreso, S.A. 100 Compañía Industrial de Atenquique 35.2
Celulosa Mexicana, S.A. 100 Unión Forestal de Jalisco y Colima, S.A. 91.5
Diesel Nacional, S.A. 78 Almacenes Nacionales de Depósito, S.A. 10.7
Fábrica de Máquinas de Coser, S.A. 99.8 Aseguradora Mexicana 4.3
Eléctrica, S A. 100 Cementos Portland Moctezuma, S.A. 99.9
Espada Mines, ca., S.A. 51.0 Obras Portuarias, S.A. 100
Aerovías Reforma 100 Ind. Nac. Químico Farmacéutica 49.0
Carbonífera Unida de Granos y Fertilizantes de México, S.A. 8.8
Maduro Mines ca., S.A. 67.5 Internacional de Películas, S.A. 21.5
Palau, S.A. 45.5 Ingenio Independencia, S.A. 99.4
Industrial de Abastos, S.A. 100 Exportadora de Películas, S.A. 19.8
Ferrocarriles Noroeste de México, S.A. 100 Chapas y Triplay, S.A. 55.9
Banco Indust. del Estado de México, S.A. 1.6 Cobre de México, S.A. 23.4
Nacional Monte de Piedad 10 Constructora del Sur, S.A DE c.v. 100
Banco Nacional Hipotecario Urbano, S.A. 1.1 Compañía Industrial Irolo, S.A. 100
Banco Nac. de Comercio Exterior, S.A. 0.1 Maíz Industrializado, S.A. 100
Banco de México, S.A., 0.1 Consto Nac. Carros de Ferrocarril, S.A. 95
Super Carbón de México, S.A. 100 Agencia Central Ford, S.A. 52
Nitrógeno, S.A. 48.7 CEIMSA 16.6
Congeladora de Mazatlán, S.A. 100 Asociación HIpotecaria Mexicana, S.A. 21.5
--.-------"----_ ..- ._--
Fuente: Glade, 1959: 166.
'Incluye valores del gobierno federal realizados a través de Nafinsa.
60 ' MAIÚA ANTüNJA MARTÍNEZ

Obras públicas y energía

Uno de los mayores problemas con los que los sucesivos gobiernos
mexicanos -desde la época de la Independencia- se enfrentaron fue la
escasa integración de la nación que imposibilitaba, simultáneamente,
la existencia de un mercado nacional. Un handicap para que ese mer-
cado apareciese era lo limitado de las comunicaciones y enlaces entre
las diferentes zonas geográficas del país. Después de acabado el proce-
so revolucionario, no fue hasta 1925 que se dio comienzo a un exten-
sivo plan de obras públicas, si bien hasta 1935 el porcentaje del presu-
puesto nacional no empezó a corresponderse con la importancia que
se concedía a las comunicaciones como factor de integración y poten-
ciador de un mercado nacional. De 1935 a 1940, 1,018 millones de pe-
sos se dedicaron a las obras públicas, lo que significó el 15 por ciento
del presupuesto total del gobierno federal, frente al 14 por ciento de-
dicado a educación, el 8 a la agricultura y el 10.5 a la deuda pública
(Navarrete, 1960: 521). El resultado fue que, de 1934 a 1940, se in-
virtieron 79 millones de pesos en la construcción de caminos, cantidad
que casi se triplicó en el siguiente periodo presidencial, cuando llegó a
204,400 millones de pesos. Este volumen de inversión -reflejo de lo
prioritario que la infraestructura en comunicaciones era considerada
como base del proceso de desarrollo-, llegó a 687,800 millones de pe-
sos sólo en los tres primeros años de gobierno de Miguel Alemán (Be-
teta, 1951: 47). Como efecto de esta política de inversiones, el total de
kilómetros de caminos a finales de 1948 era de 21,571, de los cuales
12,139 eran pavimentados, frente a 2,432 de terracería y 7,000 reves-
tidos (Carrillo Flores, 1950: 13).
Es importante destacar que la inversión bruta total que se dedicó a
comunicaciones, ya fuese para construcción o mantenimiento, que ha-
bía sido de 3,460.5 millones de pesos entre 1940 a 1946, pasó a los
6,841 millones de 1947 a 1951. De esta última cantidad se dedicaron
2,469.7 millones a los ferrocarriles y 3,543.7 a carreteras. 29 De la com-
paración de estas cifras se observa la creciente proporción de inversión
realizada en caminos con respecto a la practicada en ferrocarriles. La ra-
zón radica en el predominio de las carreteras como eje de transporte en
29 Del dinero dedicado a ferrocarriles, 902.4 millones procedían de financiamiento interno público,

incluyendo gobierno federal y estatales, 1,297.3 millones de fuentes internas privadas y 307.8 millones
de financiamiento externo. En relación con el dinero invertido en carreteras, 1,572.8 millones procedían de
dinero público interno; 1,769.8 millones de fuentes internas privadas y 199.9 millones de fuentes exter-
nas (Ortiz Mena et al., 1953: 276-279).
LA MODERNIZACIÓN ECONÓMICA ALEMANISTA ' 61

el país, debido tanto a que aquéllas eran más abundantes e interconec-


taban con las grandes ciudades y polos desarrollados, como a la situa-
ción en que el propio sistema ferroviario se encontraba. En 1946, la
longitud de vías era de 22,955 kilómetros, de los cuales el 78.5 por
ciento eran de propiedad estatal y el resto pertenecían a particulares.
Durante el gobierno de Alemán la política que se siguió fue construir
nuevas líneas a cargo de los fondos públicos y adquirir las que estaban
en manos privadas. El resultado fue que en 1951 la red había aumen-
tado a 23,328 kilómetros, y la propiedad estatal había pasado a ser del
92.4 por ciento. Junto a ello, hay que destacar que gran parte del di-
nero que durante el sexenio se invirtió fue destinado a la mejora de la
red ferroviaria, debido a que su característica general de vejez y mal es-
tado impedía que cumpliese la función que se le había asignado en el
esquema de desarrollo. A pesar de que el número de kilómetros no se
incrementó en exceso, sí se recurrió a un uso más intensivo de los exis-
tentes (Glade, 1959: 142-143). Toda la lógica que guió la política de co-
municaciones del gabinete alemanista respondía al esquema de que era
responsabilidad del gobierno proporcionar mejores transportes con ta-
rifas baratas como base esencial del desarrollo económico del país, lo
que en definitiva no era sino una manera de subsidiar el incremento de
la agricultura y de la industria.
Una política semejante prevaleció en la producción de insumas
energéticos, es decir, petróleo y electricidad.

La industria nacional del petróleo constituye -junto con la eléctri-


ca, la siderúrgica, la química y la mecánica- la base del programa
del desarrollo económico del país y, particularmente, del plan de in-
dustrialización que me propongo llevar a cabo durante el próximo
sexenio presidencial [, .. 1. En el desenvolvimiento de esta rama de
nuestra economía reside uno de los elementos fundamentales que
harán posible la ampliación del sistema de transportes, sobre todo
en su aspecto automotriz, tanto terrestre como marítimo y aéreo;
la construcción de nuevas carreteras; la mecanización de la agricul-
tura; el crecimiento de múltiples actividades de la industria de
transformación; la modernización de los servicios domésticos, y
otros innumerables adelantos (Alemán, 1977: 580).

Uno de los problemas que la nacionalización del petróleo llevaba


aparejado había sido el desplome de la producción petrolífera. Ésta, que
6~ , MARí4 ANTONIA MARTÍNEZ

en 1921 había llegado a un máximo de 193 millones de barriles y que


había bajado a unos 77 millones el año anterior a la expropiación, llegó
sólo a 38'500,000 millones de barriles en el primer año de la naciona-
lización. La producción total y el consumo interno originado por el es-
tablecimiento de nuevas fábricas disminuyó, si bien se produjo un in-
cremento de la demanda por el aumento del número de automóviles y
por la creciente mecanización de la agricultura (Lobato, 1960: 327). A
pesar de que en 1946 el volumen de producción había llegado a los 50
millones de barriles anuales, la industria petrolera presentaba, a comien-
zos del sexenio de Alemán, dos prob~emas básicos: el nivel de produc-
ción debía incrementarse todavía más y, sobre todo, era necesario di-
versificar la oferta de productos petroleros dirigidos a la industria
nacional. La producción de barriles aumentó llegando a un máximo
en el sexenio de casi 79 millones en 1952,3° pero había otros grandes
objetivos para el gobierno: aumentar más la capacidad, modificar las
funciones del sistema de refinado y situar los complejos de produc-
ción cercanos a las zonas de consumo.
El aumento en los niveles de producción se logró no tanto con tra-
bajos de exploración de nuevos campos, sino mediante la explotación
intensiva de los ya existentes, de forma que de los 1,104 pozos perfo-
rados entre 1947 y 1952, casi el 78 por ciento tuvieron como objeto el
desarrollo de los campos y sólo el 22 por ciento fueron de exploración. JI
El aumento de la producción iba destinada al consumo interno. Y el
mayor problema que encontró el gobierno fue aumentar la refinación
para que se correspondiese con la creciente demanda interna. Al mismo
tiempo había que salvar el obstáculo -heredado de las empresas priva-
das extranjeras- del equipo anticuado con el que se contaba y que es-
taba inadaptado para obtener los tipos de productos que requería el
mercado nacional. En 1938, el país poseía sólo cinco refinerías con una
capacidad diaria de refinado de 102,000 barriles. Con la nacionaliza-
ción, las tareas de renovar las instalaciones se vieron impedidas duran-
te varios años, primero debido al boícot de las compañías expropiadas y
después por efectos de la guerra. El primer paso importante hacia la so-

JOLa producción por años, en números redondos, fue de 57 millones de barriles en 1947; 60 millo-
nes en 1948; 62 millones en 1948; 74 millones en 1950; casi 79 millones en 1951 y 79 millones en 1952
(Lobato, 1960: 327).
31 Después de la nacionalización del petróleo, en 1947 se estudió la forma de celebrar con empresas, esen-

cialmente norteamericanas, contratos de exploración y perforación. En 1949 se firmó el primer contrato con el
grupo ClMA y Pemex en 1951, 23 equipos de perforación de dicha empresa trabajaban con Pemex. Lajustifica-
ción del gobierno era la escasa capacidad financiera y técnica de Pemex en ese momento (Alemán, 1980: 675).
LA MODElUí¡ZACIÓN ECONÓMICA ALEMANISTA ' 63

lución del problema del refinado se dio en 1946 al ampliar a más del do-
ble la capacidad de la única refinería situada en el centro de la Repúbli-
ca -la de Azcapotzalco-, que pasó de producir 11,000 barriles diarios a
24,000. 32 Esta política permitió aumentar los productos refinados
orientados al mercado nacional y satisfacer este mercado, como lo po-
nen de manifiesto los cuadros 3 y 4.

CUADRO 3
PRODUCCIÓN ANUAL DE REFINADOS
(Millones de barriles)

1945 1946 1947 1948 1949 1950 1951 1952


- - - - - - - - - - - - - - - ._--
41.7 46.4 51.2 49.7 54.6 55.9 56.8 62.2

Fuente: Glade, 1959: 116.

CUADRO 4
CONSUMO, EXPORTACIÓN E IMPORTACIÓN DE PETRÓLEO
(Millones de barriles anuales)

1945 1946 1947 1948 1949 1950


----".~.- --
Consumo nacional 36.2 40.6 45.8 48.1 53.3 58.5
Exportaciones 8.1 9.5 14 13.1 14.2 23.6
Crudos 2.4 3.3 6.7 7.2 7.2 16.4
Refinados 5.7 6.2 7.8 5.9 7 7.2
Importaciones 2.2 3.3 4.6 4.3 4.6 6.7
Crudos 0.1 0.1 0.1 01 0.1
Refinados 2.1 3.2 4.5 4.2 4.2 6.7

Fuente: Ortiz Mena et al., 1953: 186-187; Glade, 1959: 116.

Hubo otro problema al que el gobierno de Alemán tuvo que dar


solución en su intento de que la producción petrolera no sirviera sólo
para captar divisas, sino fundamentalmente, para cumplir su meta

"Todas las inversiones de Pemex en la mejora de la producción y transporte mediante la cons-


trucción de oleoductos y gaseoductos fueron realizadas con los fondos de los superávit de produc-
ción ya que durante ese periodo no pudo conseguir préstamos de! exterior. El gobierno buscó apoyo
financiero sobre todo en Estados Unidos quien se mostró poco favorable y presionaba para que se
volviera a aceptar a las compañías privadas en dicha industria. Uno de las soluciones que se encon-
tró fue la firma de contratos-riesgo como e! que se celebró con CIMA (Torres, 1984: 186-215; Ale-
mán, 1989: 312-326).
64 • MARíA ANTüNL\ MARTÍNEZ

principal: proporcionar a la industria energía barata y abundante.


Una de las más importantes cuestiones que se tuvieron que afrontar
para extender el mercado nacional del petróleo y subproductos fue la
carencia de medios adecuados de distribución. Bajo el control extranje-
ro, la industria petrolera se orientaba hacia el mercado de exportación,
por lo que el problema del transporte interno no tenía importancia.
Pero en 1946, el 45 por ciento de la demanda se correspondía a la zona
central del país y el 25 por ciento a los estados costeros (Torres, 1984:
115). Era necesario poner en comunicación las regiones productoras
con las consumidoras. En 1938, las cinco refinerías que poseía el país
estaban situadas -menos una- en la costa del golfo. A finales de 1946,
Pemex poseía 14 oleoductos con 1,730 kilómetros que no eran suficien-
tes para cubrir las necesidades del interior del país. Por ello, junto a la
ampliación de la capacidad de refinado de la central de Azcapotzalco que
ya se mencionó, se realizaron importantes obras de mejora de los oleo-
ductos existentes y se construyó en 1950 una nueva refinería en Sala-
manca -centro geográfico de la nación- con una capacidad de 30,000
barriles diarios, todo con el fin de evitar las dificultades e irregularida-
des del transporte a las zonas más dinámicas del país (Glade, 1959:
114-115).
Algo semejante ocurrió con la producción de la energía eléctrica.
El gobierno estableció nuevas empresas en dicho ramo, movido por la
necesidad de satisfacer la creciente demanda de una economía cada
vez más industrializada. Tradicionalmente la mayor proporción en el
suministro de energía eléctrica recaía en empresas privadas. Pero la
política del gobierno de limitar los precios de los productos fue res-
ponsable, en gran medida, de que las empresas no ampliasen su ca-
pacidad productora, lo que provocaba importantes niveles de desa-
bastecimiento. Para satisfacer la demanda en aumento, en 1937 el
gobierno estableció la Comisión Federal de Electricidad (CFE), aunque
la escasez de fondos y la dificultad para conseguir equipo generador
durante la guerra impidieron que la comisión realizara inversiones
importantes antes de 1944. A partir de esa fecha la capacidad insta-
lada se incrementó, pasando de 680,059 kilowatts en 1943, a
894,000 en 1946 ya 1'400,373 kilowatts. en 1951. Si bien la capa-
cidad instalada -como se observa en el siguiente cuadro- aumentó a
través de las funciones de la eFE, se continuó la costumbre de vender-
la a través de las compañías privadas que seguían siendo las princi-
pales distribuidoras (Torres, 1984: 116).
LA MODEIl~IZACIÓN ECONÚMICAALEMANISTA • 65

CUADRO 5
PLANTAS ELÉCTRICAS Y CAPACIDAD INSTAlADA

Año 1i'tal Plantas públicas Plantas privadas Capacidad instalada (Kw)

1939 1,266 598 668 680,462


1943 1,268 585 583 680,059
1950 1,527 446 1,126 1'234,511
1951 1,828 496 1,322 1 '400,373
---------------- - - - - - -
Fuente: Glade, 1959: 122,

Como se observa, la capacidad 'de las empresas gubernamentales


creció considerablemente como resultado de la mayor participación ofi-
cial en el desarrollo de la energía. En 1943, el 7 por ciento de la capaci-
dad total instalada pertenecía a las dos empresas estatales más impor-
tantes -la CFE y la Nueva Compañía Eléctrica de Chapala, bajo control
de la primera-, y el 86 por ciento a las dos empresas privadas más im-
portantes -la Compañía Mexicana de Luz y Fuerza y la Compañía Impul-
sora de Empresas Eléctricas. Mientras, para 1950, los dos organismos
gubernamentales habían incrementado su control hasta el 28 por ciento
de la capacidad frente al 60 por ciento de las compañías privadas. Como
ya se ha señalado, la mayor parte de la energía que producían las em-
presas públicas la distribuían las compañías privadas, debido a que a su
cargo se encontraba la mayoría de las inversiones en los canales de dis-
tribución. A este respecto hay que señalar que las dos terceras partes de
las inversiones que las compañías privadas llevaron a cabo, tanto para
aumentar su capacidad instalada como en sus sistemas de distribución,
provino de préstamos realizados por organismos gubernamentales y
por el BIRF, mediante la garantía del gobierno mexicano. Esta última
práctica, de acuerdo con el planteamiento del gabinete alemanista de
apoyo a la inversión privada, respondía en definitiva a la lógica princi-
pal de ampliación de infraestructura y de impulsar el crecimiento in-
dustrial del país (Ortiz Mena et al., 1953: 205-206).

Proteccionismo y política fiscal

Desde el siglo XIX el proceso de industrialización en México estuvo ín-


timamente ligado con el proteccionismo, aunque no fue hasta finales
de la Segunda Guerra Mundial cuando se convirtió en un instrumen-
to fundamental para la política de desarrollo industrial. Con la llega-
66 ' MARÍA ANTONIA MARTÍNEZ

da de Alemán, el logro de una rápida industrialización se ligó a la pro-


tección contra la competencia extranjera y como oposición al modelo
librecambista prevaleciente -al menos en teoría- en las naciones más
desarrolladas.
El gobierno de Ávila Camacho emitió un decreto en 1944 por el que
se establecía un sistema de permisos a la importación completamente
nuevo y autorizaba al secretario de Economía a elaborar la lista de mer-
cancías para las que era necesario obtener autorización de entrada al
país. La justificación de este decreto se encontraba en el intento de limi-
tar las importaciones a aquellos productos que contribuyeran de forma
directa al desarrollo económico del país y, a la vez, racionalizar el uso
de las divisas que se habían acumulado durante el periodo bélico (Mosk,
1951: 70). Esta misma línea argumental estuvo en la base de la pro-
mulgación, ya en 1947, de dos decretos relativos a las importaciones.
De forma paralela a la recuperación de la capacidad exportadora de los
países más industrializados, en México se produjo un incremento
de su volumen de importaciones, muchas de las cuales eran productos
de lujo y mercancías no esenciales. El primer efecto de esta situación
fue que las reservas en oro y dólares que México poseía y que se ele-
vaban a casi 350 millones de dólares, se vieron reducidas, ya en 1947,
a aproximadamente 200 millones (Mosk, 1951: 66).
Por ello, los dos decretos eran relativos a las importaciones y termi-
naron constituyendo dos de las medidas proteccionistas más importan-
tes del sexenio de Alemán. Uno establecía aumentos en diversos impues-
tos aduaneros y el otro fijaba una ampliación del control directo sobre
importaciones. Mediante el primero de los decretos se elevó el impuesto
de un conjunto de artículos clasificados como de lujo o no esenciales.
Aunque el número de materias a los que se aplicó no era muy elevada, el
incremento fue considerable en su monto, ya que las tasas impositivas se
duplicaron y, en algunos casos, se triplicaron. Junto al aumento de los
impuestos, el sistema impositivo pasó a ser una combinación de métodos
específicos y ad valorem. Con esta medida se perseguía mantener un ni-
vel en los ingresos fiscales del gobierno y establecer un mecanismo de
ajuste automático entre los aranceles y los precios de los artículos, con el
fin de mantener un adecuado grado de protección (Torres, 1984: 96).
El segundo de los decretos establecía el requisito de que las materias
que quedasen establecidas por el gobierno precisaban de un permiso es-
pecífico de importación. La lista recogía mercancías consideradas de lujo,
así como productos semielaborados o terminados, que competían con
LA MODERNIZACiÓN ECONÓMICA ALEMANISTA ' 67

la producción de las industrias mexicanas, sobre todo aquellas que. ha-


bían ampliado su capacidad productiva durante la Segunda Guerra
Mundial. Aquellos productos, materias primas o de equipo que se pre-
cisaban para la expansión industrial que debían ser importados recibie-
ron del gobierno un trato diferente, ya que se redujeron o, en algunos
casos, se eliminaron los gravámenes que repercutían sobre dichas im-
portaciones (Mosk, 1951: 70). Paulatinamente, el sistema de licencias
se constituyó en el principal instrumento del proteccionismo guberna-
mental, algo que fue reforzado como efecto de las devaluaciones que
encarecieron los productos del exter~or. Las importaciones disminuye-
ron casi un 30 por ciento entre 1947 Y 1949, hecho que afectó sobre
todo a los bienes de consumo que redujeron su porcentaje en las com-
pras totales en el exterior del 26.3, al 17.7 por ciento (Torres, 1984:
99). El resultado de la articulación de estas medidas proteccionistas fue
poner a disposición de los industriales instalados en el país el mercado
interno. Los beneficios derivados de un mercado cautivo, de los incen-
tivos fiscales, de lo limitado de los controles sobre la mejora en la cali-
dad de los productos y de realizar inversiones en nuevas tecnologías,
fueron todos ellos factores que rep~rcutieronen aumentar los beneficios
de los empresarios, nacionales y foráneos (Vernon, 1989: 118-119).
Aunque las medidas proteccionistas para las importaciones y, en
menor medida, exportaciones, produjeron efectos positivos -si éstos se
miden por incrementos del número de industrias establecidas y el volu-
men de producción logrado en el periodo-, por contra ocasionaron una
serie de distorsiones en la economía. Una de ellas fue la concentración
geográfica33 de la industria, ya que al producir esencialmente para el
mercado nacional, se situaron cerca de los grandes núcleos urbanos y le-
jos de los centros más vinculados con los mercados internacionales. Más
importante, condujo a que la industria nacional se convirtiera en ine-
ficiente, poco competitiva y con escasa tradición exportadora (Salís,
1975: 55-58). Además del sistema proteccionista que servía para
aprovechar los beneficios arancelarios de la política de sustitución de
importaciones, los empresarios -nacionales y extranjeros- también se
vieron favorecidos por la política de exenciones fiscales seguida por el
gabinete alemanista.

.13 Algunos estudios insisten en el tema de la elevada concentración geográfica de la actividad indus-

trial que se produjo y concluyen que el grado de concentración fue muy elevado, lo que contribuyó de
forma decisiva a aumentar las disparidades interregionales y a hacer más disímiles los niveles de urba-
nización (CEPAL y Nafinsa, 1971: 52-58).
68 • MARÍA ANTONIA MARTÍNEZ

Nuestro gobierno, deseoso de que la iniciativa privada tenga el máxi-


mo posible de recursos para el desarrollo de sus empresas, la ha ayu-
dado de mil maneras. Los impuestos se han mantenido a niveles sen-
siblemente bajos, sobre todo si se les compara con los de otros países
y ello no obstante que frente a la presión inflacionista uno de los me-
dios más generalmente aconsejados es la elevación de impuestos, par-
ticularmente de los directos y los personales. Sin embargo, el señor
Presidente Alemán no ha querido proponer al Congreso ese camino
con el propósito de que los hombres de negocios mexicanos puedan
dedicar la mayor parte de sus utilidades al desarrollo de sus empresas
(Beteta, 1951: 23-24).

Durante todo el periodo considerado, las tasas impositivas conti-


nuaron siendo bajas y se siguieron otorgando exenciones fiscales a nue-
vas empresas y a aquellas que ampliaban sus operaciones, aunque, y
sobre todo entre 1948 y 1949, estos últimos beneficios tuvieron carác-
ter temporal. Si por el otorgamiento de exenciones el gobierno dejó de
percibir, sólo entre 1949 y 1952, 384 millones de pesos, mediante los
otros alicientes fiscales, como la reducción o devolución de impuestos,
otros 353 millones de pesos no ingresaron en el erario público (Torres,
1984: 100-101). Sin embargo, y aunque la estrategia gubernamental
era no gravar fuertemente a las utilidades con el objeto de que éstas
se reinvirtieran y contribuyeran al crecimiento del país, se realizó un
escaso control para constatar si esto realmente estaba aconteciendo.
Esta circunstancia, aunada a la política de falta de impuestos a los in-
gresos del capital que imperó durante este periodo, dio lugar a que el
sistema impositivo no pudiera ser utilizado como mecanismo redis-
tributivo. A su vez, provocó que se buscasen otros medios alternati-
vos que supliesen el déficit en los ingresos públicos provocados por la
no percepción de los impuestos. De esta forma, y debido al papel de
promotor del desarrollo que debía cumplir el Estado, con lo que ello
implicaba de aumento en el gasto público, el gobierno tendió a la cap-
tación de los fondos necesarios recurriendo al endeudamiento interno
y al externo por medio de la inversión extranjera directa y al aumen-
to de la deuda pública externa (Salís, 1975: 100). Se empezó a conso-
lidar una tendencia cuyos efectos se manifestarían a largo plazo. 34

J4 Sin embargo, el volumen de la deuda pública externa durante el periodo se manhlvo dentro de unos

márgenes relativamente bajos, ascendiendo en 1951 a 506'200,000 de dólares (Ortiz Mena et al., 1953:
464).
LA MODERNIZACIÓN ECONÓMICA ALEMANISTA • 69

La estructura industrial

Frente al modelo de sustitución de bienes de producción adoptado en al-


gunos países de América Latina,35 en México el proceso de industriali-
zación que inicialmente se realizó se orientó a sustituir importaciones
de bienes de consumo final. Sólo cuando se fueron agotando gradual-
mente esas posibilidades se pasó a sustituir los bienes intermedios y al-
gunos de capital (Salís, 1975: 114). Este escenario empezó a observar-
se ya claramente en el periodo de posguerra, que se inició con un
importante aumento en la importación de bienes y materias primas y
con una gran disminución de las exportaciones de manufacturas. A
partir de ese momento, la expansión industrial se amoldó a satisfacer
la demanda preexistente de cuyo volumen dependió la expansión del
sector (CEPAL y Nafinsa, 1971: 20-21) y se destinó, sobre todo hasta
1950, a producir bienes de consumo no duradero. Las industrias de
transformación se beneficiaron, para su expansión, de los apoyos gu-
bernamentales, de la demanda del mercado nacional y de los subsidios
procedentes del alto desarrollo de la agricultura que creció, en un pro-
medio anual, al 7.4 por ciento, frente al 6.9 por ciento de las manufac-
turas (Salís, 1987: 217).
En ese periodo, la producción manufacturera se convirtió en el fac-
tor dinamizador de la industrialización, alcanzando su tasa más alta de
crecimiento en 1950 y reduciéndola en los dos años siguientes, aunque
obtuvo un promedio anual en el sexenio del 7.2 por ciento. No todas
las ramas crecieron al mismo ritmo. Mientras que la industria textil
creció por debajo del promedio, la de productos químicos, siderúrgica,
construcción de maquinaria, celulosa y papel aumentaron dos o tres
veces por encima de la media. A finales del sexenio, como se observa
en el cuadro 6, las industrias tradicionales continuaban teniendo pre-
ponderancia en el total de la producción manufacturera, aunque
otras actividades manifestaban un incremento en su volumen de ac-
tividad.
Si bien el número de establecimientos aumentó de 1940 a 1950, el
incremento de producción que llevó aparejado no correspondió tanto a un
proceso de sustitución de importaciones como a la expansión del mer-

l5 Un ejemplo fue Brasil. Este modelo consiste en sustituir bienes de producción -productos inter-

medios y bienes de capital- que autoestimulan la producción del mismo tipo de bienes. En este esquema
la estructura de importaciones se compone esencialmente de una serie de materias primas básicas (Salís,
1987: 23).
70 ' MARÍA ANTONL~ MARTÍNEZ

CUADRO 6
VALOR BRUTO DE LA PRODUCCIÓN TOTAL Y MANUFACTURERA
(Millones de pesos de 1960)

Años 1950 1951 1952

Valor bruto de la producción total ] 34,576 ]45,497 149,880


Valor bruto total de manufacturas 39,708 42,9]3 44,271
Alimentos, bebidas y tabacos ] 7,314 18,621 18,990
Textiles 4,521 4,376 4,693
Calzado y prendas de vestir 3,670 3,675 3,909
Madera y corcho 1,578 ],622 ],234
Papel y sus derivados 1,195 1,266 1,24]
Imprenta y editorial 820 951 960
Cuero y sus productos 848 903 944
Hule y sus productos 509 657 630
Productos químicos 2,587 2,858 3,081
Minerales no metálicos 1,180 1,303 1,287
Siderurgia 2,519 2,651 3,067
Construcción de maquinaria ],116 1,239 1,239
Construcción de equipos de transporte 1,253 2,230 2,340
Otras industrills 589 56] 648
.~--- - - - - - - - .. ~~~-

Fuente: CEPAL y Nafinsa, 1971: 78.

cado interno, Las actividades en las que la sustitución fue mayor corres-
pondió a las industrias de productos químicos, la de celulosa y papel y
la de azúcar (Torres, 1984: 106),

CUADRO 7
IMPORTACIONES Y EXPORTACIONES DE MERCANCÍAS
(Promedios anuales en porcentaje)

Concepto 1950-1952

Importaciones 100
Bienes de consumo 19
Bienes intermedios* 52
Bienes de capital 29
Exportaciones 100
Primarias 68
Semimanufacturas y manufacturas 32

Fuente: CEPAL y Nafinsa, 1971: 93.


"Incluye combustibles.

Pese al incremento del número de centros instalados, el aumento de la


oferta de empleo en la industria fue menor al que inicialmente consideró
el gobierno, de forma que los índices de ocupación por actividades a fina-
les del sexenio quedaron como se encuentran reflejados en el cuadro 8,
LA MODERNIZACIÓN ECONÓMICAALEMANISTA • 71

CUADRO 8
PEA POR RAMAS DE ACTIVIDAD
---_._------
M iles de personas Porcentaje
Actividad 1940 1950 1940 1950

Agropecuaria' 3,831 4,519 65.4 58.3


Industria manufacturera 524 915 8.9 11.8
Otras actividades 1,502 2,318 25.7 29.9
Total 5,857 7,752 100.0 100.0

Fuente: CEPAL y Nafinsa, 1971: 117.


• La actividad agropecuaria comprende: agricultum, ganadería, silvicultura, caza y pesca; otras activida-
des incluyen: industrias extractivas, construcción, electricidad, transporte, comercio, gobierno y servicios.

Para concluir se puede señalar que la industria que se potenció du-


rante este periodo se caracterizó por el recurso a un uso intensivo del
capital, con una capacidad no utilizada y con un alto nivel de protec-
ción. Estos hechos, aunados a las características del mercado interno,
entre las que se puede señalar la creciente demanda de bienes super-
fluos, produjo que se iniciara una tendencia creciente hacia el control de
la producción y la distribución de bienes industriales por las compañías
multinacionales y las grandes empresas nacionales (Torres, 1984: 108).

LA POLÍTICA AGRARIA

Junto a la consideración de que mediante el reparto agrario se concre-


taban algunos de los mandatos que la Constitución asignaba al Estado,
lo que caracterizó a la reforma agraria durante el gobierno de Cárdenas
fue la definición de la estructura ejidal como una forma económica-
mente productiva. Si el primero de los aspectos dio origen a que la do-
tación de tierras alcanzara una cifra sin precedentes, la referida concep-
tualización del ejido lo situó en la base de la modernización agrícola y
económica del país. Aun cuando la reforma no afectó a todos los gran-
des propietarios 36 y no resolvió por completo el problema de la tierra,
sí alteró básicamente la estructura de propiedad de la misma. Sobre todo
colocó al ejido como pivote del desarrollo productivo y como factor de
integración política, social y económica de la mayoría campesina a las

.l6Frente a las 15'900,000 ha que se repartieron en el sexenio de Cárdenas, en 1939 todavía 20 mi-
llones permanecían en manos de pequeños y medianos propietarios y 87 millones en manos de grandes
propietarios (Perzabal, 1979: 20).
72 • ~LijúA ANTONIA MARTÍNEZ

estructuras nacionales. Esta última función, que debía ser realizada por
medio de la modernización corporativa cardenista, tenía que ir acom-
pañada de un fuerte apoyo al ejido con el fin de que éste se constituye-
ra en una unidad productiva eficiente. Con dicho objetivo, durante esos
años la reforma agraria estuvo apoyada con grandes inversiones en el
sistema de irrigación, la construcción de caminos, la ayuda de institu-
ciones de crédito como el Banco Nacional de Crédito Ejidal y el acerca-
miento a nuevas técnicas de cultivo. Además de aumentar el nivel de vida
de la población rural, el fin pretendido era lograr que sobre la organi-
zación ejidal recayese el desarrollo de la agricultura y la satisfacción del
mercado agrícola nacional. 3 ?
Con la sucesión presidencial de 1940 Y sobre todo con la llegada de
Miguel Alemán al Ejecutivo, la concepción sobre el ejido se alteró sus-
tancialmente. Se impuso la tendencia a considerar que la estructura eji-
dal no era susceptible de adaptarse a explotaciones modernas de tipo co-
mercial (Cordera, 1989: 51). Se hizo extensivo el convencimiento de
que, en vez de activar, la reforma agraria se estaba constituyendo en un
freno al progreso agrícola del país. 38 Esta idea, que contravenía los ob-
jetivos de modernización económica, condujo a una alteración del con-
tenido de la reforma agraria. Lo importante no era continuar con el re-
parto de tierras y el apoyo al ejido sino aumentar la producción, fin que
debía recaer ahora en la pequeña propiedad privada como la única perci-
bida con potencialidad de desarrollo y que respondía productivamente
a los nuevos retos (Cordera, 1989: 55).
Los cambios en la estrategia fueron defendidos por Alemán desde el
inicio de su campaña electoral. En ningún momento se realizó un ata-
que sistemático al ejido, al que se seguía definiendo como uno de los
justos logros de la Revolución, pero el cambio de prioridades se estable-
ció situando a la pequeña propiedad, en un principio, al mismo nivel de
necesaria protección que la organización ejidal.

"Carlos Perzabal recurre a una serie de datos para demostrar que el ejido tenía la capacidad de res-
ponder a los problemas de desarrollo de la agricultura. Establece que en e! periodo de Cárdenas la produc-
tividad de las granjas ejidales creció en los principales productos: 10 por ciento en maíz, 11 por ciento en
e! trigo, 45 por ciento en arroz, 77 por ciento en frijol. Además, la producción ejidal aumentó de! 7 al61
por ciento en las cosechas de trigo, patata. henequén, café, algodón y cebada (Perzabal, 1979: 21-22).
'" Junto a este motivo de naturaleza técnica se han señalado otros motivos para explicar e! cambio de
actitud en los dos gobiernos sucesivos sobre e! ejido: e! temor que provocaba la existencia de la figura de! eji-
do entre los grupos conservadores nacionales y extranjeros quienes veían al ejido como un experimento co-
munista; e! desarrollo de la corrupción que se dio en algunos ejidos y organismos encargados de aplicar la
política agraria; e! acercamiento a los Estados Urndos provocada por la situación internacional y e! que
dicho país no aprobara la reforma agraria mexicana (Centro de Investigaciones Agrarias, 1970: 69-70).
LA MODERNIZACIÓN ECONÓMICAALEMANISTA • 73

Podemos lograr una gran producción agrícola aplicando a la explo-


tación de la tierra el esfuerzo de nuestro trabajo, los recursos de la
técnica y el régimen legal que garantice por igual al ejido, a la pe-
queña propiedad y a la propiedad ganadera. Protegeremos estas
tres formas de propiedad rural imponiendo por todos los medios
legales la tranquilidad en el campo [... J. El progreso integral de
México exige resolver en forma inaplazable los problemas del me-
dio campesino, persiguiéndose como objetivo la elevación econó-
mica y moral del elemento humano y el aumento de la producción
agrícola[ ... J. Si el campesino poseedor de la tierra ha de [... lconver-
tirse en un verdadero factor de desenvolvimiento económico de
México, es preciso crear las condiciones objetivas necesarias (Ale-
mán, 1988: 324-325).

El exponente de este nuevo planteamiento sobre la reforma agraria


y la relación que debía imperar entre las diversas formas de propiedad de
la tierra fue manifestado ya en el primer discurso de Alemán ante la Cá-
mara de Diputados, cuando propuso una serie de modificaciones de le-
yes, entre las que destacó la reforma del artículo 27 constituciona1. 39
Dicho artículo -por el que se había regulado después de la revolución el
régimen de propiedad de la tierra y se había articulado el sistema ejidal-
quedaba modificado en sus fracciones X, XIV Y XV. Uno de los aspectos
más importantes de esta reforma constitucional era el referente a los
cambios introducidos en la fracción XIV que iba destinado a establecer
la protección de la pequeña propiedad. Frente a lo que se recogía a cerca
de que los propietarios afectados por expropiaciones podían recurrir a
los tribunales, los cambios introducidos fijaban que "los dueños o posee-
dores de predios agrícolas o ganaderos a los que se haya expedido, o en
el futuro se expida, certificados de inafectabilidad, podrán promover el
juicio de amparo contra la privación o afectación agraria ilegales de sus
tierras o aguas" (adición al artículo 27. Alemán, 1988: 284). Mediante
esta reforma constitucional también se ampliaba el límite de lo que de-
bía considerarse como pequeña propiedad: las que no excediesen de 100
hectáreas de riego o humedad o sus equivalentes en otra clase de tierras;

"Otras iniciativas de leyes que fueron propuestas relacionadas con la política agraria fueron la Ley
de Riegos; las reformas a la Ley de Crédito Agrícola; la creación de la Comisión Nacional de Colonización;
los cambios a la Ley del Banco de Fomento Cooperativo. Aun cuando de otro cariz. Alemán también pro-
puso una adición al artículo 115 de la Constitución con objeto de permitir que la mujer pudiese, en las
elecciones municipales, votar y ser votada en igualdad con los hombres (Alemán, 1988: 331).
74 • MARÍA ANTüNL\ MARTÍNEZ .

las superficies que no sobrepasasen las 200 hectáreas de terrenos de tem-


poralo de agostadero susceptibles de cultivo; de 150 cuando produzcan
algodón; de 300 si se destinasen al cultivo de platano, caña de azúcar,
café, henequén, hule, cocotero, vid, olivo, quina, vainilla, cacao o árboles
frutales. Se consideraba pequeña propiedad ganadera la que no excediera
de la superficie necesaria para mantener hasta 500 cabezas de ganado
mayor o su equivalente en ganado menor (Alemán, 1988: 283).
La indudable protección que se otorgaba a la pequeña propiedad con
estas medidas no implicó la relegación total del ejido. En la reforma de
la fracción X se estableció que la unidad de dotación individua140 se in-
crementaba a un mínimo de 10 hectáreas de riego o humedad o su
equivalente en otra clase de tierras (Alemán, 1988: 283 y 286). Estas
modificaciones constitucionales fueron aprobadas por unanimidad por
las cámaras, contando con el silencio, primero, y el apoyo después de
la CNC y no provocaron ninguna movilización importante de los cam-
pesinos. 41 Los cambios produjeron una alteración fundamental en el
papel de los diferentes tipos de propiedad de la tierra y, en general, de la
agricultura en el esquema de desarrollo.
Acorde con el principio de que lo importante no era tanto avanzar
en la reforma agraria sino en el aumento de la producción, durante el
alemanismo abundaron las declaraciones en torno a la idea de que el re-
parto de tierras había llegado a su fin. Pese a ello las dotaciones conti-
nuaron, aunque su volumen se rebajó sustancialmente si lo compara-
mos con el cardenismo, ya que sólo llegó a 4'200,000 hectáreas, de las
cuales casi la mitad se repartieron en los dos últimos años de periodo
presidencial. Se continuó con la tendencia del sexenio anterior de entre-
gar tierras de baja calidad, de forma que en el conjunto de la década de

4l'Uno de los efectos de este tipo de dotación fue, y frente a lo potenciado durante el cardenismo, la
tendencia a primar la conformación de ejidos en los que la tierra se dividía para ser trabajada de forma
individual a costa de los ejidos colectivos. Blanca Torres señala que las razones de este cambio del gobier-
no de primar los ejidos individuales frente a los colectivos radicó en el arraigo que la izquierda tenía en
estos últimos, lo que hacia que se conformaran como frentes de oposición a las medidas estatales. Seña-
la, también, que aunque disminuyó el número de ejidos colectivos siguieron existiendo durante el ale-
manismo y tuvieron un buen desempeño económico en cuanto a mayor ingreso por persona y una pro-
ductividad más alta que los ejidos individualizados (Torres, 1984: 66-67).
41 Las críticas a la reforma del articulo 27 de la Constitución no tuvieron excesiva propagación y

fueron contestadas por el gobierno señalando que la reforma no era una medida contrarrevolucionaria
ya que protegía al ejido y a la pequeña propiedad y no al latifundio. Años después el cuestionamiento a
los cambios en el mencionado articulo constitucional seguían vigentes y Silva Herzog, en un análisis de
la política de Alemán, señaló que"a partir de las reformas del articulo 2 7 [... 1 se multiplican los agricul-
tores nylon, como se les llama en la jerga popular, entre quienes han figurado y figuran no pocos ami-
gos y amigos de los amigos de los gobernantes en turno" (Silva Herzog, 1964: 493).
LA MODERI1IZACIÓN ECONÓMICAALEMANISTA • 75

1940 las tierras de labor en manos de los ejidatarios bajó del 47.7 al
44.1 por ciento y las de riego del 57.4 al 49.8 por ciento. De forma con-
junta a la disminución que experimentó el reparto agrario, aumentó la
expedición de certificados de inafectabilidad, lo que posibilitó, según da-
tos de Medin, que para 1950 persistieran 308 propiedades con terrenos
mayores de 40,000 hectáreas (Medin, 1990: 127-129). En definitiva, la
reforma del artículo 27 posibilitó la aparición de un nuevo tipo de la-
tifundismo, basado en la capacidad de la pequeña propiedad y que favo-
reció -tanto en su extensión como en las medidas de apoyo agrícola que
instrumentó el gobierno- a miembros de los círculos políticos. Pese a
ello, el reparto de tierras continuó mostrando su efectividad en cuanto
agente potenciador de estabilidad política.
La concentración de la tierra se acompañó de un proceso similar en
el ámbito de la producción, de forma que a finales del sexenio el 19 por
ciento de las explotaciones, que representaban el 59.6 por ciento de la
superficie de labor, contribuía con el 73 por ciento del total producido
y el 0.5 correspondiente a las extensiones de más de cinco hectáreas con
el 26 por ciento (Torres, 1984: 67). Esta producción, que en 1940 sólo
era comercializada en un 50 por ciento, pasó una década más tarde a
los canales de venta en un 80 por ciento. Los datos manifestaban un in-
dudable desarrollo del sector agrícola. Sin embargo vinieron acompaña-
dos por un notable crecimiento de las explotaciones de subsistencia
-aquellas que no venden sus productos-, que aumentaron su propor-
ción, en el número total de extensiones con producción agrícola, del 9
por ciento en 1940 al 20 en 1960 (Reyes Osario, 1980: 391).
Agudizar la dualidad agrícola no era un tema que preocupase al go-
bierno. Lo que se pretendía, incrementar sustancialmente la produc-
ción, era lo prioritario para que se lograse la autosuficiencia alimenta-
ria y se coadyuvase, con ello, a la industrialización. La aportación más
clara de la agricultura comercial que se potenciaba a través de la defen-
sa de la pequeña propiedad fue la tendencia creciente a la satisfacción de
la demanda efectiva de artículos alimenticios, disminuyendo al mismo
tiempo la importación de productos agrícolas. Éstos, que en 1945 re-
presentaban el 13.9 por ciento de todas las importaciones, se redujeron
al 8.8 por ciento en 1950, con lo que se aumentó la cantidad de divisas
disponibles para invertir en los artículos foráneos que la industria re-
quería. El sector agrícola contribuyó con las materias primas y la ma-
no de obra abundante y barata que la industrialización precisaba (He-
witt, 1985: 101-102).
76 • MARÍA ANTONIA MARTÍNEZ

La infraestructura agricola
La seguridad legal para la pequeña propiedad -conseguida mediante la
reforma constitucional y considerada como el primer paso para que los
inversores perdiesen su miedo a posibles expropiaciones y orientasen su
capital hacia las actividades agrarias- no agotó los presupuestos que el
alemanismo otorgaba a lo que debía ser la modernización agrícola y al
papel del Estado en dicho campo. Junto a la iniciativa de reforma del
artículo 27, en su primer discurso como Presidente ante las cámaras,
Alemán anunció la creación de una Comisión Nacional de Colonización
con el fin de abrir nuevas tierras al, cultivo en la zona norte del país.
Aunque no-se trataba de la "conquista de las costas" de la época de Ávi-
la Camacho (Medina, 1978: 275), lo que se perseguía era descongestio-
nar el centro de México, trasladando a un volumen importante de po-
blación hacia la más despobladas tierras del norte. La colonización debía
afectar a tierras, nacionales o privadas, que debían venderse a precios
de mercado a aquellos que estuviesen dispuestos a trasladar su lugar de
residencia. Pese a los intentos de que con esta medida se contribuyera a
lograr un incremento de la producción agrícola y a disminuir la presión
social sobre las explotaciones agrícolas del centro-sur del país -fuente
latente en todo momento de inestabilidad-, sus logros fueron limitados.
Para 1952, 24,723 personas se habían trasladado y habían recibido
100,033 hectáreas en Tamaulipas, Veracruz, Sinaloa y Colima (Torres,
1984: 68). A lo limitado de los logros contribuyó las irregularidades
que envolvieron la entrega de tierras que se abrían al cultivo, sobre todo
a través de la irrigación, y que eran vendidas, en muchas ocasiones, no
a campesinos sino a inversores que desarrollaban sus actividades en
otros campos.42
En el fracaso en la política de colonización influyó en gran medida
la orientación que el gobierno alemanista dio a uno de los elementos
fundamentales de su política agraria: la irrigación. Alemán consideraba
que el desarrollo de las obras de riego era fundamental para el aumento
de la producción agrícola. En 1946 creó la Secretaría de Recursos Hi-
42 Algunos autores destacan que fueron estas irregularidades y los engaños con que algunos líderes

trasladaron a muchos campesinos lo que provocó el fracaso de esta iniciativa y que apareciese el fenó-
meno del "paracaidismo", esto es, la ocupación ilegal de tierras. Estas invasiones provocaron una situa-
ción de tensión social que afectó el desarrollo empresarial de muchas unidades empresariales. Destacan,
además, que a pesar de que las sucesivas invasiones fueron solucionadas mediante la intervención del
ejército, el "paracaidismo" se conformó como una nueva modalidad del movimiento agrario, como una
ruptura de las normas legales para la ocupación de tierras que terminó conformándose en una opción
permanente para resolver los conflictos agrarios (Peña y Morales, 1989: 229).
LA MODERNIZACIÓN ECONÓMICA ALEMANISTA ' 77

dráulicos, que sustituyó a la Comisión Nacional de Irrigación, a fin de


que con mayores facultades y recursos económicos pudiera encargarse
de solucionar el problema del riego. El proyecto inicial consistía en in-
vertir 1,500 millones de pesos y poner bajo riego 1'400,000 hectáreas,
intentando aliviar el problema de la sobrepoblación campesina y conte-
ner el éxodo de los braceros mexicanos hacia Estados Unidos. A finales
de 1952, el monto invertido había ascendido a 2,039 millones de pesos
y se había ampliado la superficie con riego en 625,512 hectáreas, que
se adicionaron a las 827,425 que se habían irrigado a partir de la Re-
volución (Cueto, 1974: 64-66).
La estrategia de obras de riego durante el alemanismo manifestó la
prioridad que se otorgaba a los proyectos de gran magnitud, en torno
a los cuales se perseguía establecer programas de desarrollo integral re-
gional, siguiendo con ello las experiencias soviéticas y del valle del Ten-
nessee en Estados Unidos. La gran irrigación absorbió de 1947 a 1950
el 92.5 por ciento del presupuesto total destinado a esta partida, inclu-
yendo en dicha proporción las cantidades invertidas en los dos grandes
proyectos de desarrollo regional que se iniciaron en 1946 Y 1947, los
del Papaloapan y Tepakatepec. Por contra, las obras de pequeña irriga-
ción disminuyeron su proporción en los gastos del 12 por ciento para
el periodo de 1941 a 1946, al 7.5 por ciento de 1947 a 1950. A pesar
de ello, las pequeñas obras de riego fueron las que produjeron efectos
positivos inmediatos, lo que no sucedió con las grandes obras porque
éstas requerían de mucho más tiempo antes de ponerse en pleno fun-
cionamiento (Ortiz Mena et al., 1953: 102-103).
A pesar de que la irrigación pública representó cerca del 40 por cien-
to de la inversión agrícola total-pública y privada- en este periodo, sus
efectos sobre el aumento de la superficie cosechada fueron bastante limi-
tados, debido a que las nuevas tierras abiertas por dichas obras al culti-
vo sólo representaron el 15 por ciento del aumento total de la superficie
cosechada (Ortiz Mena et al., 1953: 113). Sus resultados positivos se re-
flejaron en que la productividad en los distritos de riego aumentó, efecto
benéfico desde la perspectiva gubernamental, por el hecho de que dichas
tierras se dedicaron, prioritariamente, a la producción de insumas co-
mercializables. En 1951, el 55.9 por ciento de la extensión de las tierras
irrigadas produjo algodón, seguido del 17.2 de la superficie dedicada al
trigo y al maíz con el 3.6 por ciento (Torres, 1984: 74).
Un cambio importante adoptado por el gobierno en este periodo
fue que se tendió a realizar las obras de riego en los estados del norte
78 • MAJÜA ANTONIA MARTÍNEZ

y noroeste y a que, en dichas zonas, las nuevas tierras productivas


fuesen otorgadas a pequeños y grandes empresarios. Éstos se hubie-
ron de beneficiar, además, de que el Estado les proporcionara el agua
como un insumo muy subsidiado, lo que dio origen a que los inver-
sores favorecidos con las obras públicas de irrigación pudiesen obte-
ner importantes y fáciles ganancias y no se preocupasen por mejorar
sus métodos de producción (Hewitt, 1977: 61). Alemán puso en mar-
cha un importante programa de asistencia oficial a los productores
interesados en mecanizar e introducir mejoras en la explotación de
sus cultivos, continuando con el programa que se había iniciado en el
sexenio anterior. Estas mejoras, que debían privilegiar a las zonas de
riego productoras de insumas comerciales, se concretó en que, de 1940
a 1950, la maquinaria que se importó tuvo un valor seis veces mayor
que la total existente en el país en 1940. 43 Este importante incremento
fue debido al papel que desempeñó el Estado. El Ejecutivo utilizó el Ban-
co Nacional de Crédito Agrícola para canalizar fondos públicos y prés-
tamos otorgados por el Bank of America y el Eximbank para otorgar
prestamos de bajos intereses y a largo plazo al sector privado de la
agricultura comercial (Ortiz Mena et al., 1953: 81). El resultado fue
que el valor real de la maquinaria en manos de los grandes agriculto-
res se quintuplicó entre 1940 y 1950, aumentó dos veces y media en
las pequeñas propiedades y se duplicó en los ejidos. Pese a estas eleva-
das tasas de mecanización sobre todo en las grandes explotaciones
privadas, el proceso fue acompañado de un incremento de los traba-
jadores agrícolas, que pasó de más de cuatro millones en 1940 a una
cifra superior a los cinco millones en 1950 para las grandes propieda-
des privadas (Hewitt, 1977: 75-76).
Para que se produjera un aumento efectivo de la producción, la
mecanización debía ir acompañada de la utilización de mejores insu-
mas, tales como fertilizantes y semillas mejoradas. En esta línea, en
el periodo alemanista se invirtieron en investigación agrícola 43.5 mi-
llones de pesos, de los cuales 23.4 millones los proporcionó la Funda-
ción Rockefeller y el resto el gobierno mexicano. Las investigaciones
sobre semillas mejoradas se orientaron, fundamentalmente, hacia los

"En el periodo considerado todavía no existía en el país ninguna industria de maquinaria agrícola,
ni siquiera de instrumentos simples como el arado de hierro. La primera planta ensambladora de partes
importadas empezó a producir tractores en 1950. A pesar de ello en 1950, con datos de la FAO, había en
el país un tractor por cada 450 hectáreas cultivadas y México poseía el sector agrícola más mecanizado
de América Latina (Hewitt, 1977: 71-73).
LA MODERNIZACIÓN ECONÓMICAALEMANISTA • 79

cultivos del trigo y el maíz y, en menor medida, hacia el sorgo, soya,


frijol y patata (Torres, 1984: 75). El destino esencial de los nuevos ti-
pos de semillas fueron las explotaciones favorecidas por la política de
riego y que ofrecían mayores posibilidades de incrementar la produc-
ción. El aumento de los rendimientos sólo respondió de forma limita-
da al uso de los adelantos agrícolas. Por ejemplo, de un aumento to-
tal del 58 por ciento en la producción del maíz entre 1939 y 1950,
sólo el 2 por ciento correspondió a la utilización de semillas híbridas
(Ortiz Mena et al., 1953: 128).
Si los efectos benéficos del uso de estas técnicas fueron bastante res-
tringidos, lo mismo sucedió con el irripacto de los fertilizantes en la mejo-
ra de los niveles de producción. Una empresa pública, Guanos y Fertilizan-
tes de México (Guanomex), creada en 1943, dominaba abrumadoramente
el mercado de fertilizantes frente a las empresas privadas con instalaciones
en el país. A pesar de que su producción conjunta no alcanzaba a satisfa-
cer la demanda interna -para 1950 era de 11,700 toneladas de nitrógeno,
potasio y fósforo- y que sus precios y costos eran entre un 10 Y un 50
por ciento más elevados que los del mercado mundial, el gobierno ale-
manista, acorde con sus lineamientos generales, adoptó una política
proteccionista y de subsidios hacia esta industria. El resultado de esca-
sez permanente a que esta política condujo redundó en que las existen-
cias favorecieran, prioritariamente, a los grandes productores privados
y que su impacto sobre posibles aumentos de producción fuese menor
de lo pretendido (Hewitt, 1977: 83-87).
A pesar de ello, la política de expansión de las superficies de
explotación, el aumento de las tierras beneficiadas por el riego y la
demanda mundial favorable posibilitó que la agricultura creciera a
una tasa promedio durante el alemanismo del 8 por ciento y se con-
figurara en el sector impulsor y financiador del conjunto de la eco-
nomía (Torres, 1984: 81-82). Se produjo una discontinuidad en el
crecimiento entre los diferentes tipos de cultivos ya que la produc-
ción de las explotaciones de materias primas y de productos de ex-
portación creció -como puede observarse en el cuadro 9- mucho
más, en proporción, que la de alimentos. La superficie cosechada del
primer tipo de insumas aumentó en un 70 por ciento, el volumen en
un 89 por ciento, su valor en más de un 300 por ciento, su rentabili-
dad en un 81 por ciento y pasó a representar, de 1945 a 1949, el 15 por
ciento de la producción agrícola total y el 19 por ciento de 1949 a 1950
(Ortiz Mena et al., 1953: 144).
80 ' MARL~ANTONL~ MARTÍNEZ

CUADRO 9
PARTICIPACIÓN DE LOS GRUPOS DE CULTIVOS EN LA SUPERFICIE COSECHADA
(Porcentaje)

Años Alimenticios' Exportación" Materias primas"

1946 83.5 11.1 5.4


1947 83.7 10.5 5.8
1948 83.4 11.0 5.6
1949 81.3 12.7 6.0
1950 80.3 14.2 5.5
1951 79.2 15.3 5.5
1952 79.1 14.9 6.0

Fuente: Peña y Morales, 1989: 257.


'Incluye: maíz, frijol, arroz y trigo.
'Incluye: algodón, café y henequén.
'Incluye: caña de azúcar, uva y cacahuate.

Este incremento respondió, fundamentalmente, a que los precios mun-


diales de dichos productos subieron en mayor medida que el de los des-
tinados al consumo alimenticio nacional lo que, en definitiva, redundó
en favor de que la agricultura cumpliese la tarea de captación de divi-
sas que se precisaban para el desarrollo económico del país. 44 En los
años cuarenta se incrementó la tendencia a comercializar la producción
agrícola. Si para 1940 sólo la mitad de aquélla fue vendida, en 1950 el
porcentaje aumentó al 82 por ciento, existiendo 2.2 millones de explo-
taciones que comercializaban al menos parte de su producción. Mien-
tras que los precios de los productos de exportación experimentaban
una tasa media de crecimiento del 17.3 por ciento, los precios agrícolas
internos, entre 1946 y 1949, sólo subieron un 2.9 por ciento, es decir,
por debajo del índice general de precios que era del 7.4 por ciento. Esta
relación desfavorable entre los precios del sector agrícola y no agrícola
se debió, fundamentalmente, a la política del gobierno de controlar los
precios de algunos productos de consumo básico y de materias primas
con el fin de que la agricultura se ajustase a su papel de transferir re-
cursos a la industrialización (Torres, 1984: 80-81 ¡.
Aunque el desplazamiento hacia la producción para la exportación
respondió, sobre todo, a la evolución de los precios, a ello también con-
44 Algunos autores destacan que la política del gobierno de mantener subsidiados muchos de los

productos destinados al mercado interno, aunado al incremento del precio de esas mercancías en el mer-·
cado internacional, provocó que se desplazara de forma masiva la producción desde el mercado interno
a la exportación. Para evitar que este escenario provocara la escasez interna, el gobierno realizó campa-
ñas para que hubiese más producción dirigida hacia el mercado interno, sin que ello se opusiera a su ten-
dencia de mantener bajos los precios en las zonas urbanas (Ortiz Mena et al., 1953: 144). .
L~ MODERNIZACIÓN ECONÓMICA ALEMANISTA • 81

tribuyó el incremento de la inversión privada en ese campo y los crédi-


tos públicos a la agricultura. Intentando satisfacer una de las deman-
das de ejidatarios y propietarios, el gobierno anunció en 1947 que se in-
crementaría el crédito y disminuirían los intereses, si bien se señaló que
los recursos públicos no eran suficientes para satisfacer todas las de-
mandas. Este hecho, aunado a las tendencias observadas en el gobierno
de priorizar el desarrollo de la agricultura comercial, provocó el interés de
la banca privada que, a partir de 1948, inició una campaña a favor
de su participación en el financiamiento agrícola y cuestionando las
actividades del crédito estatal. Defendían la viabilidad de la política
agraria del Presidente y le ofrecían su apoyo, siempre que se contrarres-
tara la presión campesina para la obtención de tierras y se aumentara
la expedición de certificados de inafectabilidad para los clientes de los
bancos (Peña y Morales, 1989: 159-160). El acercamiento de posturas
condujo a un incremento sustancial en el volumen de crédito agrícola
otorgado por las instituciones bancarias, como se observa en el cuadro 10.

CUADRO 10
CRÉDITO AGRÍCOLA CONCEDIDO POR EL SISTEMA PRIVADO, 1946-1952
(Millones de pesos de 1960)

Años Crédito total Crédito agrícola % agrícola

1946 2,765 356 12.9


1947 5,192 382 7.4
1948 6,185 518 8.4
1949 6,947 589 8.5
1950 7,889 710 9.0
1951 8,345 818 9.8
1952 8,420 870 10.3

Fuente: Hewitt, 1977: 63,

Uno de los elementos que caracterizó el crédito de los bancos priva-


dos fue que se orientó, más que a los destinatarios de la reforma agra-
ria, a satisfacer las necesidades crediticias de los grandes agricultores,
dueños de explotaciones destinadas a productos de exportación y que se
habían favorecido, en mayor medida, de la política de irrigación, meca-
nización y nuevas técnicas de cultivo impulsadas por el gobierno (Me-
din, 1990: 130).
Las instituciones de crédito público tampoco se apartaron en exceso
del comportamiento de la banca privada. Con la política iniciada por Ale-
82 ' MARÍA ANTONL~ MARTÍNEZ

mán de un decidido y prioritario apoyo a los grandes cultivos comerciales


en las tierras de riego, la política del Banco Nacional de Crédito Agrícola y
del Banco Nacional de Crédito Ejidal se alteró sustancialmente. Si el por-
centaje del presupuesto federal que se orientó al crédito agrícola fue del 9.5
por ciento en 1936 y de un 3.4 por ciento en 1940, con Alemán significó
el 0.2 en 1948 y el 0.5 por ciento en 1952. Sus apoyos crediticios se orien-
taron con más intensidad hacia las grandes propiedades en detrimento de
los ejidatarios y minifundistas (Medin, 1990: 134). La justificación de este
cambio radicó en que los bancos públicos debían funcionar de acuerdo con
criterios bancarios, por lo que su crédito se tenía que destinar hacia aque-
llos clientes que tuviesen la capacidad de responder a sus deudas, situación
en la que la mayoría de los ejidatarios dedicados a actividades de subsis-
tencia no se encontraba. A pesar del apoyo crediticio público y privado na-
cional al sector agrícola, el volumen total de los préstamos representó una
mínima parte del crédito total usado en la agricultura, lo que contribuyó
a fortalecer el papel de las grandes compañías transnacionales exportado-
ras de materias primas y alimentos como agentes fmancieros de la pro-
ducción (Torres, 1984: 80).
Estos nuevos planteamientos agudizaron tanto la dualidad productiva
de la agricultura -entre propiedades consideradas rentables y, por tanto,
eficientes y susceptibles de apoyo y aquellas que no entraban en dicha cla-
sificación- como la regional, creando polos de más alto desarrollo junto a
zonas deprimidas. Las desigualdades regionales se agudizaron en términos
de la producción rural total y de producción comercial. La zona que más
rápidamente creció desde 1940 fue la del Pacífico norte, en donde el pro-
ducto de las cosechas se cuadriplicó. Las razones de este importante incre-
mento se debieron a su cercanía con los mercados de Estados Unidos y a
que se vio beneficiada por las políticas de modernización agrícola impulsa-
das por el gobierno. A ello tampoco fue ajeno el hecho de que desde la dé-
cada de 1940 la reforma agraria no fue aplicada en esta zona. Por consi-
guiente, las explotaciones mayoritarias eran propiedades privadas de
mediano y gran tamaño, dependientes en gran medida de las técnicas
de producción y con un uso intensivo de capital. En un nivel intermedio se
situaban, en cuanto a producción y niveles de desarrollo, las tierras del Pa-
cífico sur, del golfo y del norte, encontrándose el centro entre las zonas más
deprimidas. Los polos de mayor crecimiento se beneficiaron en mayor ni-
vel de la política gubernamental y se orientaron hacia la producción de cul-
tivos comerciales. El centro continuó produciendo, mayoritariamente, in-
sumas de subsistencia y destinados al mercado interno, con lo que no pudo
LA MODERNIZACIÓN ECONÓMICA ALEMANISTA ' 83

beneficiarse de las alzas de los precios internacionales. El ejido era el tipo de


tenencia de la tierra preponderante en la zona y la concentración de la po-
blación era mayor que en otras partes del país, de forma que el sector ru-
ral que tenía su asentamiento en esta parte del territorio era de, aproxima-
damente, el 40 por ciento de la población total (Reynolds, 1973: 140-145).

LA INVERSIÓN EXTRANJERA

En el curso histórico, la presencia de las inversiones extranjeras en


México se ha caracterizado por las discontinuidades. Debido a la inesta-
bilidad política que marcó los siguientes años a su independencia, y a pe-
sar de la presencia de capitales foráneos, el país resultó poco atractivo
para los inversores no nacionales. La llegada de Porfirio Díaz y la exten-
sión de la denominada paz porfiriana revirtió este proceso. Se abrió el país
a los capitales extranjeros a los que se percibía como dinamizadores y
agentes de desarrollo, de forma que hacia 1911 su presencia representaba
el 66 por ciento de las inversiones totales y dominaban todas las áreas pro-
ductivas, a excepción de la agricultura y las industrias artesanales (Aya-
la, 1988: 67). La Revolución alteró el flujo de inversiones -excluyendo
el petróleo- a pesar de que los empresarios extranjeros, excepto los pro-
pietarios de tierras y los que habían prestado fondos a Díaz, no sufrie-
ron pérdidas considerables. La reglamentación constitucional de 1917
parece que influyó en que el volumen de inversiones disminuyera, a lo
que sin duda coadyuvó la inestabilidad política prevaleciente en esos
años (Aguayo, 1975: 118-120). Los sucesivos gobiernos posrevolucio-
narios no adoptaron una política de oposición a la presencia de los capi-
tales foráneos. Esta situación se revirtió durante el gobierno cardenista,
no tanto porque el discurso oficial se decantase por una descalificación
generalizada hacia dichas inversiones sino por la estrategia de naciona-
lizaciones de aquellos sectores considerados prioritarios para los intere-
ses nacionales. En parte por estas razones, se fue produciendo un des-
plazamiento en los destinos de las inversiones foráneas, de forma que el
grueso de dichos capitales que, hasta 1939, se concentraba en los servi-
cios públicos (63 por ciento), en la industria extractiva y actividades pri-
marias (27 por ciento) y, en menor medida, en la industria manufactu-
rera (6 por ciento), gradualmente fue avocándose hacia la industria de
transformación y el comercio (Retchkiman, 1977: 44).
Los lineamientos establecidos en el periodo cardenista empezaron
a ser revertidos con la llegada de Ávila Camacho a la Presidencia.
84 • MARÍA ANTONIA MARTÍNEZ

La industrialización -como objetivo esencial de las nuevas adminis-


traciones a partir de 1940- necesitaba para su puesta en práctica del
concurso externo habida cuenta, fundamentalmente, de lo limitado
del ahorro interno mexicano. Ávila Camacho intentó recuperar la
confianza de los empresarios extranjeros -dañada por las nacionali-
zaciones cardenistas-, esforzándose por alcanzar un arreglo finan-
ciero con las compañías expropiadas que satisficiera a ambas partes.
El proceso hubo de ser completado con la elección de Alemán, quien
desde su campaña electoral manifestó la importancia que, en el mar-
co de su proyecto de modernización económica, se otorgaba al em-
presario foráneo, sobre todo, estadounidense, siempre que éste aca-
tase la legislación mexicana.

El capital norteamericano que esté animado por el propósito de par-


ticipar verdaderamente en la existencia mexicana, es decir, de acatar
sus leyes, de obtener un provecho justo y de beneficiarse sin egoís-
mos ni veleidades de hegemonía, será bienvenido en México y dis-
frutará de las ventajas de que disfrutan, en la práctica, todos los
ciudadanos norteamericanos que cooperan con nosotros en la recu-
peración económica del país. 45

Quedaba claro que las deseadas inversiones extranjeras debían so-


meterse a la legislación nacional -lo que era acorde con la postura que
el gobierno de Alemán había defendido en los sucesivos foros interna-
cionales frente a lo propugnado por Estados Unidos- y renunciar a la
protección de sus respectivos estados. Pero el equipo de Alemán se es-
forzó por tranquilizar a los capitales foráneos.

En relación con el problema de las expropiaciones conviene señalar


que, en términos generales, sólo ha habido dos casos realmente im-
portantes de expropiación en México: por un lado, el de las empre-
sas petroleras, y, por el otro, el de las tierras que han sido afectadas
por nuestro programa de reforma agraria; y que, en ambos casos,
los propietarios extranjeros han recibido el pago de sus propiedades
(Beteta, 1963: 147).

45 Discurso de Miguel Alemán en la Sociedad Panamericana, 2 de mayo de 1947 (Alemán, 1988: 370).
LA MODERNIZACiÓN ECONÓMICA ALEMANI8TA • 85

Se repitió que los inversores extranjeros tenían totalmente asegurado


que el gobierno no pondría ningún tipo de restricciones a que enviasen
al exterior sus utilidades y la amortización de su capita1. 46
Las limitaciones a la actividad económica de los extranjeros encontra-
ba su regulación en diversas fuentes jurídicas. Las principales disposicio-
nes estaban recogidas en la Constitución de 191 7, fundamentalmente en
el artículo 27. En él se establecía que sólo los mexicanos por nacimiento o
naturalización y las sociedades mexicanas tenían derecho a adquirir el do-
minio de tierras yaguas, precepto que se hacía extensivo a las concesio-
nes mineras, aprovechamiento de combustibles y utilización de aguas. El
Estado tenía la capacidad de ampliar esos mismos derechos a los extraqje-
ros, siempre que éstos renunciasen a la protección de sus gobiernos. Jun-
to a las normas constitucionales, el decreto del 29 dejunio de 1944 se con-
formó en la ley más importante para regular la presencia foránea en las
empresas mexicanas, y con su elaboración se pretendía controlar la fuer-
te élfluencia de capitales al país con motivo de la guerra y orientarlos ha-
cia las actividades productivas fomentadas por el gobierno.
El decreto fijaba que los extranjeros y las sociedades nacionales en las
que el capital foráneo tuviese participación debían obtener permiso de la Se-
cretaría de Relaciones Exteriores si deseaban ampliar su campo de actuación
y comprar o controlar sociedades dedicadas a actividades en el ámbito in-
dustrial, minero, comercial, agrícola y forestal. El secretario de Relaciones
Exteriores tenía la facultad discrecional de negar, conceder o condicionar di-
chos permisos y, sobre todo, los podía hacer depender del requisito de que
al menos el 51 por ciento del capital total de la empresa estuviese en ma-
nos de empresarios nacionales (Bohrish y Koning, 1968: 22-26). El si-
guiente año a la promulgación del decreto, la Secretaría de Relaciones Exte-
riores publicó un listado en el que se recogían las actividades en las que el
gobierno controlaría el cumplimiento del precepto del 51 por ciento: radio-
difusión; producción, distribución y exhibición de películas de cine; trans-
portes aéreos nacionales; transportes urbanos e interurbanos; empresas de
pesca y piscicultura; publicidad; embotellado de aguas gaseosas y editoras
46 Estos factores favorables a la inversión de capitales norteamericanos en México fueron destacados en

el informe del Comité sobre Bancos y Moneda del Senado de los Estados Unidos elaborado a principios de
1953. Como incentivos a la inversión extranjera en México, este informe elaboró una lista de 18 motivos en-
tre los que se puede destacar: el trato no discriminatorio del gobierno; suspensión de la anterior política de
nacionalizaciones; falta de restricciones a la exportación de utilidades y capital; falta de competencia; altas
tasas de rendimiento; tipos de salarios favorables; impuestos moderados y exención de los mismos para in-
dustrias nuevas. Las declaraciones contenidas en este informe parecen manifestar que los intentos del gobier-
no alemanista de tranquilizar a los inversores extranjeros hablan sido logrados (Informe del Comité sobre
Bancos y Moneda presidido por Homer E. Capehart al Senado de los Estados Unidos, 1957: 150).
86 • MARL~ ANTONL~ MARTÍNEZ

de libros, periódicos y revistas. Estas disposiciones provocaron incertidum-


bre entre los inversionistas extranjeros, no por la importancia de las activi-
dades económicas que regulaba sino por su fuerte carácter disuasorio. Pe-
ro las excepciones a la normativa realizadas por el gobierno provocó que
las empresas que intentaron establecerse en México no tuvieran que preo-
cuparse por esta medidaY
Con la llegada de Alemán a la Presidencia, el nuevo gobierno declaró
que realmente no existía ninguna ley que limitara la participación del
capital extranjero al 49 por ciento. La argumentación consistió en que el
decreto era percibido, más que como.normativa obligatoria, como una
excepcionalidad lo que derivaba, en esencia, de la capacidad de discrecio-
nalidad de la Secretaría de Exteriores. Por ello, en 1947 se creó la Comi-
sión Intersecretarial de Inversiones Extranjeras, constituida por un re-
presentante de la Presidencia de la República y por un representante de
las secretarías de Gobernación, Relaciones Exteriores, Hacienda y Crédito
Público, Economía y Agricultura y Ganadería. Si bien la tarea de dicha
comisión era coordinar la aplicación de las disposiciones legales sobre in-
versión de capitales nacionales y extranjeros, su actividad fue bastante
irregular y, en esencia, se limitó a ampliar el campo de actuaciones don-
de los empresarios foráneos precisaban de permiso previo. 48
La articulación práctica de la normativa sobre inversiones extranjeras
puso de manifiesto la cautela con la que el gobierno se movía con relación
a dicho tema. Aunque consideraba necesario regular la presencia de los em-
presarios extranjeros en la actividad económica del país y potenciar el creci-
miento de los grupos nacionales, el convencimiento de que estos últimos no
podían constituirse en los únicos factores de desarrollo condujo a que las
restricciones efectivas al capital foráneo fueran bastante limitadas. Los sec-
tores que fueron enumerados como restringidos para las empresas extran-
jeras eran secundarios y, en muchos casos, se encontraban ya bajo el con-
trol estatal. Además, los sectores industriales hacia los que estaban
trasladándose las inversiones foráneas desde las actividades primarias,
como su base tradicional, no se encontraban sometidas a regulación. En la
práctica el corpus normativo se constituyó, más que en un elemento de re-
gulación efectivo, en un factor disuasorio (Bohrish y Koning, 1968: 28-29).
Junto a la regulación per se de las inversiones extranjeras, el gobierno ale-
47 Así parece desprenderse de la Ponencia de la Cámara Textil de! Norte ante e! IV Congreso Nacio-

nal de Industriales, 1957: 53.


48 Junto a las que en 1945 se habían señalado, con e! gobierno de Alemán se amplió a las siguien-

tes actividades: transportes marítimos internacionales; transporte marítimo de cabotaje; industria del
hule; petroquímica secundaria y minería (Bohrish y Koning, 1968: 27).
LA MODERNIZACIÓN ECONÓMICA ALEMANISTA • 87

manista intentó mediante estos instrumentos indirectos mexicanizar las


actividades productivas y orientar las inversiones hacia los procesos consi-
derados fundamentales para el crecimiento económico. En relación con el
primero de los puntos, lo que se pretendía era posibilitar que los capitales
mexicanos ejercieran un mayor control sobre el proceso de toma de decisio-
nes; potenciar el desarrollo de los grupos empresariales; acercar éstos a las
innovaciones tecnológicas y de producción que se utilizaban en las compa-
ñías extranjeras y, en último término, situar bajo la égida del Estado la mo-
dernización económica. La política de mexicanizacián, nacionalizadora, de-
bía consistir en un proceso paulatino que no debía ser percibido, sin
embargo, por los inversores extranjeros como opositor a su participación en
el desarrollo del paíS. 49 El instrumento en el que dicha política se concreta-
ba era la conformación de empresas mixtas, cuya participación en el con-
junto de las 500 empresas más importantes del país -a falta de datos para
el periodo que nos ocupa- en la década de 1960 se muestra en el cuadro 11.

CUADRO 11
LAS INVERSIONES EXTRANJERAS DIRECTAS (IED) EN "LAS 500"

Núm.de empresas M iliones de pesos Capital

Total 500 68,200 100.0


IED 204 16,364 24.0
Control" 134 10,474 154
Fuerte particip.b 40 4,436 6.5
Participo menor' 30 1,454 2.1
Gobierno mexicano 70 37,384 54.8
Control 53 32,767 48.0
Participación 17 4,617 6.8
Sector privado mexicano 318 24,515 35.9
Control, sin IED 243 19,069 27.9
Con fuerte IED 36 3,992 5.9
Con IED menor 39 1,454 2.1
- - - - - _ .. _ - . ---------

Fuente: Ceceña, 1970.


'Comprende las empresas con una participación de la IED del 50 por ciento o más del capital.
bComprende las empresas con una participación de la IED entre el 25 Y el 49 por ciento del capital.
'Comprende las empresas con una participación de la IED inferior al 25 por ciento del capital, o aquellas
en las que existe una IED, pero que no pudo determinarse su cuantía.

49 Aunque no es motivo de estas páginas analizar los límites y alcances de esta política, es interesante

señalar algunos elementos que son considerados como efectos negativos de esta estrategia. Al posibilitar la
creación de nexos entre empresarios nacionales y extranjeros con base en sus intereses comunes, se origi-
naron grupos de presión que hizo muy difícil que el gobierno pudiera someter a sus políticas de planifica-
ción productiva. Además, dio lugar a que los funcionarios públicos negociaran otro tipo de objetivos que
no eran el fomento de la participación local en las actividades empresariales (Benneth y Sharpe, 1981: 422).
88 • MARÍA ANTONIA MARTÍNEZ

El segundo de los aspectos hacía referencia a cuál debía ser el


destino de las inversiones privadas. Al respecto, Ramón Beteta seña-
laba que

deben contribuir al incremento del producto nacional, especialmen-


te en aquellas áreas de la economía donde existen importantes defi-
ciencias [. .. ] deben orientarse preferentemente hacia aquellas activi-
dades que mejor contribuyan al desarrollo industrial, para hacer
posible que México dependa cada vez menos de la producción y
exportación de materias primas y de la importación de productos
manufacturados (Beteta, 1963: 152).

Sin embargo, al igual que había ocurrido con las inversiones naciona-
les, la ausencia de planificación del gobierno, así como la carencia de
instrumentos precisos que obligasen a los empresarios a actuar en las
ramas que el gobierno requería, provocó que el capital extranjero se
orientase hacia aquellos sectores que le podían reportar mayores bene-
ficios y que no tenían por qué coincidir con los prioritarios para el ale-
manismo. Las medidas que, a partir de la Segunda Guerra Mundial, se
tomaron para fomentar la industrialización nacional originaron un
cambio en la estrategia de desarrollo de las empresas extranjeras que
condujo a la implantación de filiales en el país. Este sistema permitía el
aprovechamiento de las facilidades articuladas por el gobierno para el es-
tablecimiento de industrias nuevas y necesarias. Al mismo tiempo, sal-
vaban la alta barrera arancelaria, se beneficiaban de las exenciones fis-
cales, de los apoyos económicos gubernamentales y disfrutaban del
monopolio casi absoluto del mercado frente a la competencia del exte-
rior (Ceceña, 1963: 160-161).
A pesar de que los primeros años del sexenio de Alemán el capital
extranjero no aprovechó de inmediato las facilidades que el gobierno le
ofreció debido, sobre todo, al interés que Europa despertaba para los in-
versores, a finales del periodo las inversiones extranjeras empezaron a
crecer de forma más rápida y sostenida, como puede observarse en el
cuadro 12.
Junto a ello hay que destacar que tuvo lugar un desplazamiento de
los capitales extranjeros desde las actividades primarias hacia aquellos
sectores que contaban con el impulso del gobierno, como era la industria
de transformación. Esta movilidad se debió también al mayor desarrollo
tecnológico de muchas de las empresas que instalaron en México sus fi-
LA MODERNIZACIÓN ECONÓMICAALEMANISTA • 89

CUADRO 12
INVERSIÓN PRIVADA BRUTA
(Millones de pesos)

Años Inversión total Inversión nacional Inversión extranjera %*

1947 2,213 1,941.8 271.2 12.26


1948 2,847 2,610.3 236.7 8.32
1949 3,157 2,967.7 189.3 6.00
1950 4,185 3,592.4 592.6 14.16
1951 3,900 3,056.5 843.5 21.63
1952 4,732 4,160.6 571.4 12.08

Fuente: Cámara Textil del Norte, 1957: 28.


'Expresa la relación porcentual de la inversión extranjera respecto a la total.

liales y que terminaron convirtiéndose, más que en centralizadoras de


todo el proceso productivo, en oficinas de venta y empresas de montaje
final para aprovechar las ventajas del mercado cautivo (Benneth y Shar-
pe, 1979: 45).
CUADRO 13
DISTRIBUCIÓN SECTORIAL DE LA INVERSIÓN
PRIVADA EXTRANJERA EN MÉXICO
(Porcentaje)

Sectores 1940 1950

Agricultura 1.9 0.7


Minería 23.9 19.8
Petróleo 0.3 2.1
Industria manufacturera 7.0 26.0
Energfa eléctrica 31.5 24.2
Comercio 3.5 12.4
Comunicaciones y transportes 31.6 13.3
Otros servicios 0.3 1.5

Fuente: Cordero, 1974: 34.

Como se observa, los porcentajes de inversión disminuyeron


fuertemente en aquellas áreas que el Estado había demarcado como
propias, mientras se incrementaban en el desarrollo, sobre todo, del
comercio y de la industria manufacturera. Lo que no sufrió altera-
ción fue el predominio que las inversiones norteamericanas tenían en
el conjunto del capital extranjero directo, como se observa en el cua-
dro 14. Para 1955, esta preponderancia continuaba siendo palpable,
de forma que los siguientes países de origen de las inversiones, a bas-
90 • MARÍA ANTONIA MARTÍNEZ

tante distancia, eran Canadá con el 14.7 por ciento del capital total
extranjero invertido en México; Suecia con el 6.6 por ciento; Ingla-
terra, con el4.3 por ciento y Francia con el 0.4 por ciento. Otros paí-
ses como Alemania, Argentina, Cuba, Holanda, Brasil, Dinamarca y
Bélgica representaban, en conjunto, el 2.9 por ciento (Ceceña, 1970:
132).

CUADRO 14
PROPORCIÓN (%) DE LA INVERSIÓN USA RESPECTO
AL TOTAL DE LA IED

TotallED
Años (Millones de dólares) (%)

1940 418,860 63.7


1945 585,759 68.7
1950 566,001 68.8
1955 919,247 71.1

Fuente: Cordero, 1974: 107.

Pese el considerable incremento que las inversiones extranjeras


habían ido adquiriendo a lo largo del sexenio alemanista y a la im-
portancia que el gobierno les otorgaba en el esquema de desarrollo,
Alemán se orientó a obtener importantes volúmenes de crédito inter-
nacional. Era necesario lograr rápidamente la industrialización del
país y para ello era un freno las limitadas disponibilidades de fondos
del capital privado nacional y público. Además no se tenía seguridad
sobre el monto de inversiones extranjeras privadas que iban a llegar
al país. La solución era el endeudamiento público externo. A través
de esos préstamos, el Estado podía conducir la modernización y, al
mismo tiempo, acelerarla. Como en páginas anteriores se señaló, la
postura del gobierno norteamericano de primar las inversiones pri-
vadas sobre la política crediticia, condujo a que el gabinete alemanis-
ta viese denegados algunos de los créditos que solicitó. Sin embargo,
obtuvo préstamos destinados al fomento económico cuyas fuentes
principales de recursos fueron el Eximbank, el BIRF y, en menor me-
dida, algunos procedentes de instituciones privadas. Para 1951, la
deuda pública exterior total de México era de 506'200,000 de dóla-
res, de los cuales quedaban 196'800,000 por utilizarse y 309'400,000
vigentes.
LA MODERNIZACIÓN ECONÓMICAALEMANISTA • 91

CUADRO 15
DEUDA PÚBLICA TOTAL, 1951
(Millones de dólares)

Vigentes Por utilizar total

Deudas antiguas 88.4 88.4


Del Gobierno 43.4 43.4
Ferrocarrilera 45.0 45.0
Por nacionalizaciones 98.4 98.4
Arreglos petroleros 86.9 86.9
Reclamacíones agrarias USA 11.5 11.5
Nuevos créditos 122.5 196.8 319.3
Eximbank 74.1 160.0 234.1
BIRF 23.3 36.8 60.1
Bancos privados 21.5 21.5
Compañías privadas 3.6 3.6
Otros 0.1 0.1
Total 309.4 196.8 506.2

Fuente: Ortiz Mena et al., 1953: 464.

EFECTOS DE LA MODERNIZACIÓN ECONÓMICA

Aunque la Revolución mexicana se inició como un proceso de moder-


nización política, siguiendo a Jesús Reyes Heroles, lo que intuitivamen-
te estaba en la base era el logro de una mejor distribución del ingreso
nacional que, al mismo tiempo que extendía el bienestar, se tradujera
en el fomento de la economía nacional. Era en este marco en el que de-
bían entenderse los planes de política social y la solución al problema
agrario que se habían ido instrumentando. Por ello el objetivo de la in-
dustrialización debía seguir siendo elevar al máximo el bienestar social
y el nivel de vida de la población. "No queremos que México se indus-
trialice para que simplemente se pierda la transparencia de su aire con
el humo de las chimeneas fabriles. Queremos la industrialización como
único método disponible para mejorar las condiciones de existencia del
pueblo mexicano haciendo éstas, por lo menos, humanas" (Reyes He-
roles, 1951: 17-18).
En el esquema posrevolucionario, la democracia era entendida no
sólo como el ejercicio del poder por la mayoría sino, además, como una
forma de vida que debía fundarse en mejorar las condiciones económi-
cas, sociales y culturales de la población. Estos objetivos estuvieron
92 • MARÍA MITONIA MARTÍNEZ

contenidos en los artículos 27 Y 123 de la Constitución de 1917, el pri-


mero destinado al logro de dichos fines para los campesinos y, el segun-
do, para asegurar los derechos de los trabajadores (Hewitt, 1977: 6-7).
En los primeros años de gobiernos revolucionarios, lo prioritario no
fue, sin embargo, la puesta en práctica de los mandatos constituciona-
les, sino el establecimiento de un Estado fuerte y la eliminación de la
inestabilidad política y social. Por ello, y como se observa en el cuadro
16, los gastos del gobierno fueron dirigidos, más que a aspectos socia-
les, a los campos económico y administrativo.
Como se recoge en los datos, la llegada de Cárdenas a la Presidencia
implicó la alteración de dicha tendencia, modificada ya en el gobierno
de Rodríguez, al orientarse en mayor proporción el gasto hacia aquellas
áreas económicas que podían estimular el empleo y el nivel de vida de
la población. Simultáneamente se aumentó el gasto destinado a progra-
mas sociales tales como educación y sanidad. El fortalecimiento del Es-
tado en esos años, así como el programa de modernización corporati-
va del cardenismo, posibilitó la aceptación social y la ausencia de
inestabilidad ante el nuevo proyecto de desarrollo que se puso en prác-
tica a partir de 1940 y, sobre todo, de 1946. Durante el cardenismo el
esquema adoptado había sido el de transitar por un desarrollo inclusi-
vo que sirviese para hacer extensivo el bienestar social. Con el alema-
nism0 50 lo prioritario sería la creación de riqueza mediante el procedi-
miento de sustitución de importaciones, para después -en un momento
que no se precisaba-, repartir los beneficios y dar satisfacción a las de-
mandas de justicia social (Meyer, 1980: 124-125).
A pesar de que la inflación había estado presente en la economía y
de que, durante el gobierno de Alemán, se produjeron dos devaluacio-
nes, en 1948 y 1949, el modelo de crecimiento como creador de rique-
za parecía ser efectivo. De 1947 a 1952, el PlB tuvo una tasa de creci-
miento anual del 5.7 por ciento, uno de los más altos de América Latina
(Torres, 1984: 48). Y ello fue posible debido a que, según el discurso
oficial, cada sector cumplía con el papel que el esquema modernizador
le había asignado. En la agricultura se potenciaron la creación de explo-
taciones comerciales que surtían al mercado interno y, al mismo tiem-
50 Algunos autores como James Wilkie diferencian estos dos tipos de proyectos con base en lo que

caracteriza como revolución social y revolución económica. Según la primera, había que buscar beneficios
inmediatos para las masas y alterar la tradicional estructura de la propiedad de la tierra como medio de in-
tegración nacional, desarrollo e independencia económica. El exponente de realización de esta revolución
social sería Cárdenas. Por su parte, la revolución económica tendría como objetivo único y prioritario el
logro del desarrollo económico y el exponente más claro sería Alemán (Wilkie, 1987: 105 y 115).
LA MODERNIZACIÓN ECONÓMICA ALEMANISTA • 93

CUADRO 16
PROMEDIO DE GASTOS PRESUPUESTARIOS POR TIPO DE POLÍTICA POR
PERIODOS PRESIDENCIALES
(Porcentaje)

Años Presidente Total Economía Social Admon.

1921-1924 Obregón 100.0 24.8 10.1 65.1


1925-1928 Calles 100.0 23.2 12.9 63.9
1929-1930 Portes Gil 100.0 28.1 15.8 56.1
1931-1932 Ortiz Rubio 100.0 21.7 15.4 62.9
1933-1934 Rodríguez 100.0 37.6 18.3 44.1
1935-1940 Cárdenas 100.0 39.2 16.5 44.3
1940-1946 Ávila Camacho 100.0 51.9 13.3 34.8
1947-1952 Alemán 100.0 52.7 14.4 32.9

Fuente: Wilk.ie, 1987: 66.

po, proporcionaba las divisas necesarias para pagar las importaciones


que se demandaban en el ámbito industrial. Además, aportaba la mano
de obra abundante y barata que esa misma actividad precisaba. El
proceso de sustitución de importaciones se iba concretando y las acti-
vidades manufactureras aparecían dotadas de gran dinamismo. El Es-
tado, por su parte, constituido ya como una fuente de poder consolida-
do, se fortalecía como agente de desarrollo. Su presencia en los procesos
productivos fue dotada de mayor cobertura legal que la estrictamen-
te constitucional, mediante la Ley de Atribuciones del Ejecutivo en
Materia Económica, y se conformó en el potenciador del desarrollo
nacional mediante políticas de estímulo directos e indirectos, como se
ha referido.
El ideario modernizador presentó algunas debilidades. El sector agríco-
la se constituyó en un exportador neto de recursos humanos y mone-
tarios hacia la industria, sin que el proceso fuese revertido en ningún
momento. Las políticas de apoyo a las explotaciones consideradas más
dinámicas originaron la consolidación de un sector agrícola moderno y
otro tradicional, mayoritario y, en gran medida, excluido de los cana-
les de comercialización y abocado a la subsistencia (Torres Gaytán,
1975: 1363-1364). El sector industrial, en el marco de la sustitución de
importaciones, se orientó básicamente a satisfacer las demandas del
consumo urbano, lo que dio origen a que, por el tamaño del mercado
y el tipo de productos, requiriese para su expansión de un fuerte pro-
teccionismo frente a la competencia externa y del apoyo del Estado para
reducir costos (Fajnzylber, 1983: 183).
94 • MARÍA ANTONIA MARTÍNEZ

Esto provocó, por un lado, que se impusiera una política arancelaria


excesiva en cuanto a la duración y tipos de productos y, por otro, que el
Estado asumiera la responsabilidad total en la creación de infraestructu-
ra, así como en el mantenimiento de salarios reales decrecientes por sec-
tores de ocupación. Las consecuencias de esta estrategia modernizadora
se concretó en varios efectos fundamentales. En primer lugar, se creó
una estructura industrial anárquica y costosa, al arbitrio de su propia
dinámica y preocupada -más que de reinvertir sus ganancias e implan-
tar adelantos que la hicieran competitiva- en asegurarse el control del
mercado interno. Junto a ello, el Estado hubo de orientarse a cubrir los
huecos de las ramas poco interesantes para la iniciativa privada y en
aquellas otras que eran básicas para el país. El resultado fue que se con-
virtió en un agente activo del desarrollo, detrayendo, para ello, fondos
de otros campos como los destinados directamente a satisfacer las de-
mandas de bienestar social. A la vez el gobierno careció de una planifi-
cación efectiva y de los instrumentos de orientación económica precisos,
con lo que, en la práctica, el Estado renunció a establecer prioridades de
tipo económico y social. Esto coadyuvó a que la expansión del sector in-
dustrial fuera más anárquica y que se moviese, únicamente, buscando
mayores y fáciles utilidades. La ausencia de restricciones sobre las ramas
productivas en las que podía invertir, las ventajas fiscales que se otorga-
ron, la existencia de un mercado cautivo y la facilidad para repatriar sus
utilidades a un tipo de cambio estable, dio lugar a que el desarrollo in-
dustrial de México se constituyese en un campo deseable para el capital
extranjero. Todo esto condujo, finalmente, a que los inversores extran-
jeros impusieran sus patrones de desarrollo a la modernización del país,
al mismo tiempo que buscaban beneficiarse de las medidas que se orien-
taban a potenciar el crecimiento del empresariado nacional (Fajnzylber y
Martínez Tarragó, 1982: 139-148).
El nuevo tipo de desarrollo provocó importantes modificaciones en
la estructura ocupacional del país. Uno de los efectos de la reforma
agraria cardenista fue que el medio agrícola retuvo a cientos de miles
de campesinos que, de otra forma, se hubiesen visto obligados a emi-
grar hacia las ciudades. También provocó una redistribución del ingre-
so y una menor desigualdad entre los niveles de vida entre el campo y
la ciudad. Por otra parte, las importantes inversiones que durante el pe-
riodo se realizaron en infraestructura rural coadyuvaron a disminuir
la concentración económica a nivel nacional (Stern y Cortés, 1979: 11).
A partir de 1940, y hasta 1950, se produjo un proceso de urbanización,
LA MODERNIZACIÓN ECONÓMICA ALEMANISTA • 95

siguiendo a Luis Unikel, "de tal magnitud que es imposible que vuelva
a registrarse" y que respondió no al crecimiento natural, sino al fuerte
incremento de la migración del campo a la ciudad (Unikel, 1974: 257).

CUADRO 17
POBLACIÓN
(Miles de habitantes)

Años Total Urbana * Rural

1930 16,553 5,541 11,012


1940 19,654 6,896 12,757
1950 26,282 11,192 15,090

Fuente: Trejo Reyes, 1989: 18.


'Se considera población urbana aquella que vive en localidades de más de 2,500 habitantes.

La población en 1950 era de más de 26 millones de habitantes, de los


que el 32,1 por ciento constituía la población económicamente activa y
que, por ramas de actividad, se encontraba distribuida según se muestra
en el cuadro 18.
CUADRO 18
POBLACIÓN POR RAMAS DE ACTIVIDAD
(Porcentaje)

Años
Actividades 1930 1940 1950

Agricultura 67.7 63.3 58.3


Extractivas 1.0 1.8 1.2
Transformación 11.5 10.6 11.7
Construcción 1.1 1.7 2.7
Electricidad y gas 0.3 0.9 0.3
Comercio 5.1 9.1 8.3
Transportes 2.0 2.5 2.6
Servicios 7.4 7.4 10.6
Sin especificar 3.9 2.7 4.3

Fuente: Ramírez Rancaño, 1977: 130.

Los datos contenidos en los dos cuadros precedentes manifiestan el


desplazamiento de población del campo a la ciudad y de las actividades
agrícolas a las secundarias y terciarias. Durante los años cuarenta, las
oportunidades de empleo en la industria y el comercio crecieron lo su-
ficiente como para absorber una buena parte de la migración a las zo-
95 • MARÍA ANTONIA MARTÍNEZ

nas urbanas. A medida que el volumen de migración se fue incremen-


tando y aumentando los requerimientos de mano de obra cualificada,
una creciente proporción de la población urbana no encontró empleo
permanente dentro de la estructura ocupacional de las ciudades, con lo
que se vio abocada a la marginación. Aun cuando son cifras relativas al
Distrito Federal -por otra parte uno de los focos de mayor desarrollo en
el periodo de Alemán-, en el cuadro 19 se pueden observar los porcen-
tajes de población que, en 1950, no tenían ya cabida en los procesos
productivos auspiciados por el gobierno.

CUADRO 19
CIFRAS DE DESEMPLEO ABIERTO EN EL D.E

Años
----
Actividades 1940 1950

Población desempleada 10,653 22,942


Hombres 9,383 19,190
Mujeres 1,270 3,752
PEA (%) 1.8 2.1
Hombres 2.2 2.5
Mujeres 0.8 1.1
--------_._----
Fuente: Hewitl, 1977: 22.

Hay que considerar, además, las cifras provenientes de la emigración


a Estados Unidos. Motivado por la escasez de mano de obra provocada por
la Segunda Guerra Mundial, en 1942 se firmó el primero de una serie de
convenios entre Estados Unidos y México destinado a proporcionar traba-
jadores temporales mexicanos a los Estados Unidos. La aplicación del
mismo resultó altamente problemático debido, sobre todo, al importante
número de mexicanos que cruzaban la frontera ilegalmente. Con el go-
bierno de Alemán, en 1948, se firmó un nuevo acuerdo que recogía, en
esencia, los postulados de Estados Unidos sobre el tema y que difería del
tratado firmado en 1942. Ahora, el contratista dejaba de ser el gobier-
no de Estados Unidos y pasaba a ser el agricultor norteamericano. El
gobierno estadounidense ya no era el responsable del cumplimiento de
los contratos y el reclutamiento sería hecho directamente por el empre-
sario agrícola, en colaboración con el gobierno mexicano. Esta situación
fue revertida en 1951 con la aprobación en Estados Unidos de la Ley 78
por la que su gobierno volvía a intervenir directamente en la contratación
de braceros mexicanos (Torres, 1984: 236-251). L.D que fue significativo
LA MODERNI7.~CIÓN ECONÓMICA ALEMANISTA ' 97

fue el número, no tanto de braceros como, fundamentalmente, de emi-


grantes ilegales que en el periodo cruzaron la frontera y que se configuró
como un dato sobre la relativa poca demanda de mano de obra realizada
por los sectores productivos mexicanos.

CUADRO 20
BRACEROS E INMIGRANTES ILEGALES
------_. -----

Inmigrantes ilegales
Año Braceros (devueltos a México)

1942 4,203 10,603


1943 52,098 16,154
1944 62,170 39,449
1945 120,000 80,760
1946 82,000 116,320
1947 55,000 214,543
1948 35,345 193,852
1949 107,000 289,400
1950 67,500 469,581
1951 192,000 510,355
1952 197,100 531,719

Fuente: Bustamante, 1976: 27.

Junto con la exclusión de una parte creciente de la población de una


participación estable en el proceso productivo, la modernización alema-
nista también dio lugar a que los salarios no sólo no se incrementasen
al mismo ritmo que los ingresos derivados del capital, sino que, por
contra, sufrieran un descenso relativo.
CUADRO 21
DISTRIBUCIÓN DEL INGRESO NACIONAL POR FACTORES PRODUCTIVOS
(Porcentaje)
._------------------
Años
Activídades 1940 1950

Sueldos y salarios" 29.7 23.9


Ingreso neto agrícola 20.7 19.8
Ingresos mixtos no agrícolas" 14.7 9.5
Ingresos de Propiedad 35.2 47.0
Utilidades' 27.0 41.0
Intereses 1.5 1.6
Rentas 6.7 4.4
----------.-------- ---------

Fuente: Martínez de Navarrete, 1960: 56-57.


"Incluye préstamos sociales.
"Incluye asignaciones a propietarios que trabajan.
'Excluye ingresos netos referidos al exterior, en especial de las empresas extranjeras, y que representaron
135 millones de pesos en 1940 y 261 millones en 1950.
98 ' MARÍA A1ITüNIA MARTÍNEZ

Esta evolución negativa de los salarios en relación con los ingresos


percibidos por los dueños de los factores de producción se vio completa-
da por un proceso en el que, a su vez, los salarios agrícolas perdieron ca-
pacidad adquisitiva en relación a los obtenidos en el resto de actividades.

CUADRO 22
EVOLUCIÓN DE LOS SALARIOS MÍNIMOS RURALES Y GENERALES
(Promedio nacional, pesos de 1950)

Año General Rural

1940 5.37 4.59


1950 3.35 2.66

Fuente: Hewitt, 1977: 27.

No toda la población experimentó los efectos negativos del proyec-


to de modernización, El mismo proceso que empobreció relativamente
a los sectores con menos ingresos y a aquellos que no se habían inte-
grado totalmente al esquema productivo otorgó mayores beneficios a
las clases medias, miembros de profesiones liberales y hombres de ne-
gocios. Para 1950, el 77 por ciento de las familias tenía un ingreso me-
nor de 500 pesos mensuales y percibía el 38 por ciento del ingreso. POr
contra, el 2.4 por ciento de las unidades familiares recibía ingresos su-
periores a los 3,000 pesos mensuales y el 32 por ciento del ingreso to-
tal (Martínez de Navarrete, 1960: 82).
Se puede concluir en este ámbito que a pesar de la lógica que impe-
ró de que el desarrollo promovido originaría un crecimiento económi-
co importante que provocaría, simultáneamente, que todos los grupos
sociales viesen aumentados sus niveles de vida, los resultados vinieron
a contradecirlo. Si bien los beneficios afectaron de forma positiva a la
reducida clase media y, en mayor medida, a los sectores empresariales,
los que vieron mermadas sus condiciones de vida fue la población más
numerosa. El modelo impulsado provocó crecimiento pero no desarro-
llo inclusivo y homogeneizador, ni geográfica ni socialmente. Por ello,
el modelo de modernización se empezó ya a percibir a finales del sexe-
nio de Alemán no como capaz de disminuir las diferencias sociales y de
lograr la justicia y el bienestar para el conjunto de la sociedad, sino más
bien como factor de exclusión social.
Capítulo 2

Estado y actores político-sociales

LA NUEVA DEMOCRATIZACIÓN·

COMO YA había ocurrido con la elaboración del Plan Sexenal, Alemán im-
puso su impronta en la conformación de su gobierno. En los gabinetes
de Cárdenas y, sobre todo, de Ávila Camacho se había intentado conju-
gar la presencia de los diversos grupos revolucionarios. Con Miguel Ale-
mán esta práctica estuvo en gran medida ausente. De acuerdo con peter
Smith, el gobierno alemanista presentó una tasa de continuidad en los ti-
tulares de cargos públicos de alto nivel del 24.2 por ciento, frente al 39.2
durante el sexenio avilacamachista o al 35.4 por ciento del cardenismo.
En la composición del gabinete de Alemán sólo el 6.3 por ciento, es decir,
dos de treinta y dos miembros -uno de ellos él mismo-, había sido e:t'l. el
gobierno previo secretario de Estado (Smith, 1981: 189 y 195). Sejusti-
ficó el perfil del gabinete con la idea de que se debía instrumentar un pro-
grama de gobierno que precisaba del equilibrio entre técnica y política y
subordinar los problemas políticos a formulaciones tecnológicas. El resul-
tado fue la conformación de un gabinete totalmente alemanista. La
ausencia en los puestos clave de elementos significativos procedentes de
los antiguos gobiernos permitía diseñar un Ejecutivo sin importantes fi-
delidades a elementos políticos extragubernamentales, sin decisivas fisu-
ras ideológicas y, sobre todo, con una mayor dependencia del titular del
Ejecutivo, hecho que en el último término tendió a reforzar su Presiden-
cia (Medin, 1990: 47). Un elemento que también caracterizó la compo-
sición del gobierno derivó de la forma de reclutamiento de sus miembros
y del carácter civil de Alemán. Como se observa en el cuadro 23, el nuevo
tipo de liderazgo que imperó no manifestó vínculos directos con la Revo-
lución, sino que, por contra, la que se puede denominar camarilla alema-
nista fue reclutada en diversas fuentes, tales como la escuela, la universi-
dad y, en menor medida, la política estatal de Veracruz.
99
tOO • MARÍA AJ'ITONIA MARTÍNEZ

CUADRO 23
RECLUTAMIENTO EN EL GOBIERNO DE ALEMÁN

ler nivel <l 20. nivel b 3er nivel' Total

Revolución
Estado 4 2 6
Sector privado 1 5 6
Escue!a 26 14 2 42
Familiares 6 6
Burocracia federal 1 6 2 9
Total 32 33 4 69

Fuente: Camp, 1976: 67 y 74.


"Los funcionarios públicos de primer nivel son personas con las siguientes posiciones: secretario y subse-
cretario del gabinete, director general de las principales empresas descentralizadas, presidentes de la Cámara de
Diputados y de Senadores, secretario general de los sindicatos más importantes y de organizaciones del PRI,
miembros del Comité Ejecutivo Nacional del PRI, gobernadores, presidente de la Suprema Corte y los embajado-
res de México ante Estados Unidos, Gran Bretaña y la üEA.
b Los funcionarios públicos de segundo nivel incluyen: al oficial mayor de las diferentes secretarías, subdi-

rectores de las principales empresas descentralizadas, senadores, directores de empresas descentralizadas de se-
gundo nivel, secretario general de los sindicatos nacionales secundarios, alcalde de Guadalajara y Monterrey,
presidente del PRI en el Distrito Federal, presidente de la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje, vicepresidente
de la Cámara de Diputados y Senadores.
'Los de tercer nivel incluyen: diputados federales, posiciones de tercera y cuarta categoría en el gabinete,
juez de la Suprema Corte y subdirector de las empresas descentralizadas secundaria;.

Además de las fuentes de reclutamiento, lo que caracterizó al gabi-


nete alemanista fue su presentación como un grupo con preparación
universitaria, ajeno a la política y defensor de un proyecto encaminado
a lograr la modernización económica y política del país. 51 Como se ana-

"La nueva generación, con un promedio de 44 años, que llegaba al poder no había participado en
su mayoría en la Revolución, aunque había sido educada bajo gobiernos revolucionarios. Casi todos te-
nían preparación universitaria: nueve abogados, dos economistas, un ingeniero, un médico, un odontó-
logo, un escritor. Sólo había dos militares, los correspondientes a las secretarías, de Defensa y Marina.
Cárdenas había recurrido a personas que conoció durante la Revolución para ocupar puestos públicos,
de forma que e! 26 por ciento había sido o era oficial de carrera. Este porcentaje disminuyó al 18 por
ciento con Ávila Camacho y al 9 por ciento con Alemán (Camp, 1986: 3S8). Lo más destacable fue la
presencia en e! gabinete de Alemán de cuatro industriales en importantes puestos ministeriales. Muchas
de las personas que ocuparon cargos destacados durante su sexenio eran amigos de Alemán. Precisamen-
te este hecho, aunado a los niveles de corrupción alcanzados en el periodo, provocó que se desatasen cam-
pañas en contra de numerosos ministros a los que se calificaba despectivamente como "los amigos del
Presidente". A Antonio Ruiz Galindo, secretario de Economía, se le acusaba de numerosas actividades
fraudulentas y de utilizar su puesto para defender sus intereses de industrial (Presente, 24-8-48). A Ra-
món Betda se le acusó de estar construyéndose una casa "estilo porfiriano" y regalada por Manuel Suá-
rez de la empresa Eureka (Presente, 14-7-48). Se responsabilizó a Antonio Díaz Lombardo, director del
Seguro Social (Presente, 28-9-48) y a Jorge Pasque! (Presente, 18-9-48) de realizar distintos actos frau-
dulentos. Lo interesante, sin embargo, fue que no se responsabilizaba a Alemán de las actividades ilícitas
de sus colaboradores. Por el contrario, se hizo diluir entre el denominado grupo de "amigos" mientras
que Alemán era caracterizado como "un patriota a diferencia de muchos de sus colaboradores que no
hacen sino perjudicar su labor" (Presente, 4-8-48).
ESTADO YACTORES POLíTICO-SOCIALES' 101

lizó en el capítulo anterior, en el ámbito económico se propugnaba el


establecimiento de un nuevo modelo que debía permitir a México si-
tuarse entre las naciones más desarrolladas. En lo político perseguía
fortalecer al Ejecutivo en su capacidad de acción y en su influencia so-
bre los grupos políticos, todo ello en el marco de defensa del sistema de-
mocrático, tal como éste era definido por algunos de los países vence-
dores de la Segunda Guerra Mundial, si bien sería una democracia más
retórica que real.
Dadas las especiales circunstancias de México al finalizar el conflic-
to bélico, su alianza con los regímenes democráticos vencedores, auna-
do a que con Alemán accedía al Ejecutivo el primer civil con estudios
universitarios, parecieron motivos suficientes para impulsar una refor-
ma política que instrumentase en el país la modernidad política, la de-
mocracia.

La Constitución Política que nos rige [... ] garantiza con sus normas
los derechos individuales, las conquistas sociales y las libertades po-
líticas. Ella organiza la vida jurídica del Estado y rige las relaciones
humanas sobre el principio del respeto a la dignid,ad del hombre. Su
esencia es la democracia, preciada herencia que nos legaron nues-
tros mayores y en que ha puesto su fe el pueblo mexicano. Su pro-
pósito práctico es el bienestar del pueblo; su aspiración universal la
igualdad de las naciones. La victoria de las democracias en el mun-
do la sentimos y celebramos los mexicanos como el triunfo de nues-
tra propia doctrina (Alemán, 1945: 8).

Por ello, y junto con la pretensión de establecer los mecanismos precisos


para evitar que el siguiente Presidente accediera al Ejecutivo marcado por
la ilegitimidad que había caracterizado la elección de Ávila Camacho, fue
articulada la reforma de la legislación electoral y la reformulación del par-
tido en el gobierno.
El objetivo perseguido, al menos teóricamente, con ambas modifi-
caciones era impulsar los mecanismos democráticos en los procesos
electorales, en la toma de decisiones y en la selección de candidatos a los
puestos de elección popular al interior del, todavía, Partido de la Revo-
lución Mexicana (PRM). Los cambios que se habían de introducir en la
nueva legislación electoral pretendían centralizar el proceso electoral y
propiciar la creación de partidos nacionales. Los grupos de oposición,
tales como el PAN, el PDM y la Federación de Partidos del Pueblo (FPP),
102 • MARíA ANTONIA MARTÍNEZ

coincidían en la necesidad de las modificaciones y en lo prioritario de es-


tablecer procedimientos que evitasen el fraude electoral, la imposición,
la intervención ilegal de las autoridades en el proceso de elección, la
efectividad del sufragio y en otorgar garantías a los partidos políticos.
En palabras de Alemán:

la libertad política es otro fruto revolucionario. Reiteramos nues-


tro propósito de elevar la contienda electoral a un plano superior
de controversia clara, noble y constructiva, e instamos a todos
los mexicanos a que ejerciten sus derechos de reunión, asociación
y sufragio ante la evidente seguridad que tienen del respeto para
esa libertad [... ]. Nuestro empeño mayor será pugnar en los co-
micios por un triunfo democrático, sin coacciones, sin engaños,
ni violencias; respetando el veredicto del pueblo, aunque éste nos
sea adverso. S2

Sin embargo, lo que se obtuvo con la nueva ley fue centralizar el pro-
ceso electoral y eliminar el poder que en, dicho nivel, detentaban las au-
toridades locales. Así, este último hecho, que implicaba un avance en el
camino de la modernización política redundó, en última instancia, en
fortalecer el papel del Ejecutivo. Sobre éste se hizo recaer el control del
acto electoral y la capacidad de otorgar o denegar el registro como par-
tido político a cualquier agrupación (Molinar, 1991: 23-25). Junto con
ello, y frente al respeto al sufragio señalado por Alemán, el problema
de avanzar en la democracia no podía limitarse a una reforma de las le-
yes sino que era preciso incidir en las prácticas que imperaban:

porque no es el problema de la ley; el problema es la realidad de su


aplicación. No hemos avanzado, en materia de democratización de
nuestras elecciones, desde los tiempos de Benito Juárez. No hay to-
davía, a estas horas, elecciones que tengan caracteres de autentici-
dad democrática en el mecanismo real de la emisión del voto en las
ánforas (Bassols, 1979: 762).

Además de las modificaciones en la legislación electoral, otra de las


reformas que precedió la llegada de Alemán a la Presidencia fue la

"Estas palabras fueron pronunciadas por Alemán en su discurso de postulación como candidato
por el PRI (Alemán, 1988: 269 y 271).
ESTADO YACTORES POLÍTICO-SOCIALES' 103

conversión del PRM en el Partido Revolucionario Institucional (PRI).


Junto con otra serie de diferencias que la nueva formación presenta-
ba, una de las novedades más importantes fue la referida al intento de
que el partido recogiese los nuevos aires democratizadores que, a tra-
vés de la novedosa legislación electoral, se pensaban implantar en el
país. En lugar de que los sectores designaran a las personas que, en
cada nivel, concurrían a las elecciones, esta capacidad se hizo recaer
en los miembros del partido considerados individualmente y quienes
debían expresar su voluntad mediante voto secreto. Este cambio res-
pondía a la idea de que "la educación del pueblo en el ejercicio de la li-
bertad política corresponde a los organismos políticos que el mismo
pueblo se dé. La reorganización del Partido de la Revolución Mexica-
na debe convertirlo en un instituto permanente de educación demo-
crática para el pueblo de modo que no sea sólo un organismo para fi-
nes electorales" (Alemán, 1945: 11). Se perseguía también evitar la
mala fama que el PRM había adquirido por el proceso de selección de
sus candidatos desde los altos órganos rectores del partido (Medina,
1982: 78). Estos cambios finalizaron obviándose y continuaron siendo
las autoridades centrales del partido las que nombraban a los candida-
tos para los diversos puestos de elección popular (Fwtak, 1974: 45).
Esto introducía una contradicción en el discurso democratizador que
se defendía. Por un lado, se neutralizaba la elección universal interna,
con lo que se evitaban movimientos de base que pudiesen afectar a las
estructuras jerárquicas pero, al mismo tiempo, mediante lo estableci-
do en la letra de los estatutos se presentaba la imagen de un impor-
tante avance en la democratización. Finalmente, la reforma había
producido un desplazamiento del poder político de los grupos locales,
estatales y sectoriales hacia los órganos centrales del partido. Al igual
que el efecto logrado por la reforma electoral, la conversión del par-
tido coadyuvó a fortalecer la Presidencia de la República y disciplinar
a los diversos grupos a los proyectos democratizadores que desde el
Ejecutivo se elaborasen (Suárez-Farías, 1988: 308).
Pese a ello, la defensa de la democracia, más retórica que real, con-
tinuó durante todo el sexenio alemanista y finalizó viéndose influencia-
da por la definición que de ella imperó a nivel internacional, sobre todo
a partir de la enunciación de la doctrina Truman en 1947. Desde el ini-
cio de su campaña electoral, Alemán había subrayado que no había de
permitir ni extremismos de derecha ni de izquierda, así como la intro-
misión de ideologías diferentes de la revolucionaria:
104 ' MARÍA ANTONIA MARTÍNEZ

cuando se inició el movimiento revolucionario de 1910 y puso de ma-


nifiesto sus principios, no tuvo necesidad de acudir a fuentes extrañas.
Nacido de la inspiración del pueblo y de las realidades de nuestra exis-
tencia histórica, ninguna influencia ajena lo ha contagiado. No habre-
mos de permitir ahora que tal cosa suceda, pero tenemos conciencia
de que los principios de nuestra Revolución son aspiración universal y
reconocemos más que nunca su bondad, su cordura y su efectividad
(Alemán, 1945: 7).

En 1947 se produjo la primera visita de un presidente norteameri-


cano a la capital mexicana. Un mes después, Alemán correspondió a
Truman y viajó a Estados Unidos. 53 La importancia de estos hechos de-
rivó del apoyo que México otorgó a la política estadounidense ante el
inicio de la Guerra Fría.

Esta actitud de recíproca estimación (entre México y Estados Unidos)


es un resultado, también, de la democracia. Donde manda un tirano,
no es posible confiar en la convivencia. Y donde el Estado, para impo-
nerse o para imponer un partido, limita al hombre, no es posible creer
en la civilización [... ]. La misión que incumbe al pueblo de los Estados
Unidos en este esfuerzo conjunto para asegurar a las democracias un
porvenir de justicia y libertad ha sido comprendida perfectamente y es
apreciada, en su gran valor, por el pueblo de la República Mexicana. 54

Sin embargo, la colaboración de México con la política anticomunista nor-


teamericana tuvo sus límites. Si bien el voto mexicano en las Naciones
Unidas se situó alIado de Estados Unidos en las confrontaciones clave que
este país tuvo con la Unión Soviética, México no rompió sus relaciones di-
plomáticas con los soviéticos, no participó con fuerzas militares en el con-
flicto de Corea, como hicieron otros países latinoamericanos, y no llegó a
firmar, a diferencia del resto de países del área, acuerdos bilaterales de asis-
tencia militar con los Estados Unidos (Vázquez y Meyer, 1989: 193).
5.lComo señala Torres Bodet, el interés de Alemán era lograr el apoyo de Estados Unidos a su pro-
grama de desarrollo económico y hacer patente la cordialidad imperante entre los dos países. Los moti-
vos de Truman se fundamentaban en que "se hallaba en pugna con los soviéticos. No podía olvidar la
experiencia de Potsdam. El recuerdo de Yalta, a su juicio, oscurecía la memoria de Franklin Roosevelt y
soñaba con oponer a la URSS, en Europa y Asia, un valladar inexpugnable" y "en vispera de la Conferen-
cia de Río de Janeiro -donde iban a discutirse los términos de nuestra asistencia recíproca, en la eventua-
lidad de un ataque armado- era natural que el presidente Truman sintiese la urgencia de visitar algún país
latino del Continente" (Torres Bodet, 1981: 495-496).
54 Palabras de Alemán ante el Congreso de los Estados Unidos (Alemán, 1988a: 357 Y 359).
ESTADO YACTORES POLÍTICO-SOCL.\LES ' 105

A nivel internacional el gobierno alemanista evitó situarse incondicio-


nalmente al lado de Estados Unidos en el desarrollo de la política de
Guerra Fría. Pero el anticomunismo pasó a constituir un importante ele-
mento del nuevo nacionalismo propugnado por Alemán, la doctrina de la
mexicanidad, al mismo tiempo que se utilizaba para desarticular a los gru-
pos de izquierda, especialmente los que actuaban en el seno de las organi-
zaciones de obreros y campesinos (Torres, 1986: 82). La mexicanidad debía
sustituir al nacionalismo imperante con anterioridad y debía cumplir la
misma función que antaño: la de propiciar la unidad nacional frente a to-
das las ideologías extrañas a los principios de la Revolución. Como un pro-
yecto globalizador, que incluía los esfuerzos que los factores de producción
debían realizar para el logro de la modernización económica del país, el
"propósito democrático de la nación es la base sobre la que descansa la
mexicanidad que proclamamos como guía para la ejecución de nuestro
Programa Nacional. Mexicanidad es la conciencia de que en nosotros mis-
mos -en nuestro esfuerzo tesonero en el trabajo y en nuestras conviccio-
nes morales y espirituales- radica la solución de nuestros problemas". 55
La definida mexicanidad recurría a la mitología revolucionaria como
en el pasado. Lo que la dotó de mayor especificidad fue la afirmación de
dichos valores emanados de la Revolución elaborados,ten el nuevo dis-
curso, como oposición a las ideologías foráneas. "Con egoísmo, con in-
diferencia, con arbitrariedad o con ideologías extrañas a los principios
emanados de la Revolución mexicana sólo lograremos frutos negativos,
retroceso y miseria" (Alemán, 1988a: 559). Una cuestión muy relevan-
te es que la utilización que de la nueva doctrina se realizó permitió al go-
bierno alemanista reelaborar las relaciones del Estado con los diferentes
actores político-sociales. Sin prescindir de las virtudes y de la necesidad
de sostener y potenciar la unidad nacional como base para el logro del
desarrollo económico del país, Alemán propugnaba el principio de que
"el movimiento obrero nacional debe alimentar [... ] su inspiración
ideológica en las realidades de su existencia histórica. El adelanto de la
clase obrera requiere alejamiento de toda doctrina ajena a los principios
de nuestra Constitución Política, que es enseñanza y norma de justi-
cia, de patriotismo y de progreso" (Alemán, 1988a: 444).
Sobre esta dicotomía excluyente se instrumentaron un conjunto de
medidas orientadas a neutralizar a aquellas fuerzas a las que se percibió, no

ss Palabras de Alemán al tomar posesión como Presidente ante el Congreso de la Unión (Alemán,
19BBa: 324).
106 • MARÍA ANTONIA MARTÍNEZ

como defensoras de la doctrina que se impulsaba, sino como fuerzas de di-


solución, perturbadoras del orden, de la estabilidad social y con actuacio-
nes que alentaban la anarquía y la rebelión. Uno de los grupos que fue ca-
racterizado con tal naturaleza fue el Partido Comunista Mexicano (PCM)
que, de factor de apoyo al gobierno, pasó a actuar en la clandestinidad. El
PCM había constituido en los años treinta uno de los elementos más acti-
vos de la defensa de la conformación de un frente popular, había participa-
do de los presupuestos de unidad nacional del sexenio de Ávila Camacho y
había postulado la candidatura de Alemán a la Presidencia en 1946. Pese a
ello, el gobierno alemanista suprimió su legalidad en 1949. Unos meses an-
tes el gobierno había ilegalizado a Fuerza Popular, apéndice político-electo-
ral de la Unión Nacional Sinarquista (UN5). Ambas actuaciones tenían
estrecha relación con la doctrina de la mexicanidad y su corolario de no per-
mitir la actuación de extremismos y de fuerzas con influencia de ideologías
foráneas. Con ello la democratización defendida por Alemán se articulaba
sobre la exclusión al no permitir que fuerzas representativas del espectro
partidario nacional participaran, en los años siguientes, de los procesos
electorales y de la vida política del país (Lernes y Ralsky, 1976: 243-244).
El gobierno alemanista intentó evitar que estas medidas -sobre todo
la ilegalización del PCM- fueran percibidas como un efec¡to directo de la
política de Guerra Fría imperante a nivel mundial. Pero si estas decisiones
fueron posibles se debió a la doctrina defendida por el Ejecutivo y asumi-
da por el partido oficial y por importantes sectores sociales. En este sen-
tido, en diciembre de 1948, la Confederación de Cámaras Nacionales de
Comercio (Concanaco) emitió un comunicado en el que, y aun cuando
era una continuación de los postulados que habitualmente defendía, se
manifestaba el ambiente prevaleciente:

el virus comunista se está difundiendo con rapidez en el país, no


sólo con gran perjuicio de los intereses económicos, sino con grave
peligro de nuestras instituciones. Estamos capacitados para asegu-
rar que trabajan intensamente en México, desde hace tiempo y aho-
ra con gran intensidad, muchos agentes habilísimos de la Interna-
cional Comunista, quienes bajo la vigilancia de jefes nombrados
directamente por el Kremlin, provocan toda clase de desórdenes en
la América Española, siendo México su cuartel general. S6

56 Palabras citadas por Jorge Prieto Laurens en su artículo "La rusificación de México", publicado en
la revista Presente, 30-12-48.
ESTADO YACTORES POLÍTICO-SOCIALES' 107

Los presupuestos nacionalistas experimentaron una importante res-


puesta en ciertos grupos politizados. En 1948 se conformó la Unión
Nacional Anticomunista. Integrada por elementos de extracción revo-
lucionaria, se identificaban con los planteamientos propugnados por
Alemán, como se manifiesta en una de las cartas que dicha organiza-
ción remitió al Presidente:

La Unión Nacional Anticomunista de acuerdo con su programa de


principios, está colaborando con la patriótica obra de recuperación
nacional trazada por Ud. y para luchar radicalmente contra el Co-
munismo por ser una doctrina de tendencias antimexicanas, antiso-
ciales, antidemocráticas y contra los derechos del hombre, y pugna-
rá para conseguir que de acuerdo con el sentir del pueblo se decrete
la cancelación del Partido Comunista, por ser una quinta columna
disfrazado de organismo político que actúa al servicio de Rusia (Fon-
do Miguel Alemán, 544.65/5).

Como respuesta al discurso oficial, una gran mayoría de las agrupacio-


nes que se habían constituido como frentes de apoyo a la candidatura
de Alemán a la Presidencia a partir de 1946 empezaron f convertirse en
asociaciones que, tanto en su nombre como en sus estatutos, manifes-
taron la tendencia creciente a situar en un plano de igualdad las decla-
raciones de apoyo alemanista y de la beligerancia anticomunista. 57 Lo
que caracterizó, asimismo, a estas agrupaciones fue el hecho de que se
declararon como elementos de apoyo del PRI Y que, en un importante nú-
mero, se afiliaron y entraron a formar parte del partido en el gobierno
en el que, por otra parte, ya se estaba produciendo una reformulación de
su cuerpo ideológico. 58
Los cambios en el partido del gobierno se habían iniciado durante el
sexenio de Ávila Camacho. Con la adopción de un nuevo programa y
"Es muy numerosa la correspondencia, que se encuentra en el Fondo Miguel Alemán del Archivo
General de la Nación, que ponía en conocimiento de Alemán la conformación de asociaciones políticas de
lucha contra el comunismo. Asl, por ejemplo, se constituyeron el "Frente Único Alemanista Veracruza-
no Anticomunista" (544.61/57); el "Frente AlemanistaAnti-comunista Miguel Alemán del ingenio El Po-
trero" (437.1/131); el "Frente Único Alemanista anticomunista y antisinarquista" (437.1/149). Igual-
mente es abundante e interesante la correspondencia destinada a informar a Alemán de "las actividades
comunistas de un grupo de refugiados españoles [... 1 que se dedican [... 1 a decir que el general Cárdenas
debe tomar el poder y establecer en México un gobierno comunista" (544.61/5) o de la realización de
juntas secretas por agentes rusos (437.1/18).
"En el membrete de la correspondencia que comunicaba a Alemán de las actuaciones de los frentes
anticomunistas, se establecía que dichas agrupaciones estaban adheridas al PRJ. Véase, por ejemplo,
437.1/131,437.1/149,544.61/57 Y 433/82 del Fondo Miguel Alemán en el Archivo General de la Nación.
108 ' MARÍA ANTONIA MARTÍNEZ

la aceptación de unos novedosos estatutos, su naturaleza se vio profun-


damente alterada al asumir la doctrina de la mexicanidad defendida por
Alemán. El partido que, mediante la modernización corporativa cardenis-
ta, se había constituido en un instrumento en manos del Presidente, vio
sustituidos los objetivos del cardenismo por otros enmarcados en el nue-
vo nacionalismo. Como una continuación de los presupuestos elaborados
por Alemán, los dirigentes partidistas declararon que no se habían de per-
mitir extremismos de izquierda o de derecha. Tampoco se aceptarían en el
PRI elementos pertenecientes a otros partidos, lo que iba destinado a
expulsar a los miembros del Partido Comunista que se encontraban den-
tro de las estructuras del partido del góbierno, fundamentalmente la CTM.
Avanzando más en la adopción de la mexicanidad, Sánchez Taboada,
presidente del CEN del PRI, establecía en 1947:

Declaramos con decisión y claridad que no somos comunistas y que


no seremos comunistas; [oo.] que afirmamos nuestro credo y nues-
tra convicción por la democracia, y que estamos dispuestos a lu-
char alIado del pueblo, incluso en contra de quienes, haciendo alar-
de de malabarismos verbales, tienden a imponer ideas que no están
acordes con la realidad mexicana [oo.]. Confesamos también, con
toda la energía de que somos capaces, que sí somos r~volucionarios;
que nuestros ideales son los de la Revolución Mexicana, ideales que
han ido cristalizando ya en instituciones que forman parte inte-
grante de la vida nacional.oo (Medina, 1982: 178-179).

A partir de ese momento, se establecía que el partido situaba la ideología


de la mexicanidad por encima de cualquier desviación y que, junto al an-
ticomunismo, se constituía en el eje que debía dotar de contenido al
desempeño de la Revolución y a la actitud política del partido en los si-
guientes años (Medin, 1990: 60).
Otros dos elementos, establecidos con anterioridad por Alemán, vinie-
ron a conformar el proyecto político del partido: la realización de eleccio-
nes internas para la designación de candidatos a puestos de elección po-
pular y el respeto absoluto a la voluntad de los ciudadanos expresadas en
las urnas, como expresión de la democracia por la que se optaba. Los pro-
blemas de indisciplina que a las autoridades nacionales del partido se les
presentó, como consecuencia de la puesta en práctica del primero de los
aspectos, condujo finalmente a su eliminación. En 1949 Alemán envió a
las cámaras un proyecto de reforma a la Ley Electoral que, junto a otras
ESTADO YACTORES POLÍTICO-SOCIALES' 109

modificacíones, fijaba la prohibicíón de que los partidos realizasen elec-


cíones internas a semejanza de las constitucionales. El resultado fue que
el PRI modificó sus estatutos en tal sentido y estableció que los candida-
tos serían elegidos a través de asambleas municípales, distritales y regio-
nales, según la naturaleza de la eleccíón (Medina, 1982: 193-194). De
esta forma se acababa con la efímera práctica de la democracia al interior
de la estructura partidista. Yel princípio del respeto al sufragio también
quedó pronto desvirtuado en los hechos (Medina, 1982: 181).
Junto a la adopcíón de los nuevos elementos definitorios de la actua-
cíón política del partido, se produjo la preeminencia política que fue ad-
quiriendo la clase media como actor 'al interior del partido. Fue decisivo
también que la misma constitucíón de la CNOP la configuraba en un sec-
tor con menor capacidad de oposición frente a las estrategias del Presiden-
te de la República y sí, en cambio, como un elemento de neutralizacíón po-
lítica del sector obrero y campesino. El resultado fue que si, todavía en
1949, las delegaciones del PRI ante el Congreso de la Unión eran de un 42.2
por cíento para el sector campesino, un 16.3 para el obrero y un 41.5 por
cíento para el popular, después de las eleccíones de 1952, el sector cam-
pesino vio reducída su participacíón al 22.4 por cíento, el obrero ascen-
dió al 21.7 Y el popular experimentó un incremento que lo condujo al
55.9 por cíento (Smith, 1981: 265).
De forma paralela al establecímiento de la preemine~cía de la CNOP
en el seno del PRI sobre la base de que era el sector más fácilmente iden-
tificable con la doctrina de la mexicanidad, se fue articulando el meca-
nismo que condujo a la reelaboración de los presupuestos de actuacíón
que debían articular el desempeño político de la CTM y de la CNe. Conclu-
sas estas actuaciones ya para 1951 Y completada la redefinición política
del partido, el proceso fue finalizado con la adopción por este último de la
doctrina alemanista. En la Asamblea Nacional del PRI en octubre de 1951,
Y "considerando que en el Presidente Alemán la Revolución Mexicana
alcanza la culminacíón de su impulso creador y la plenitud de su pen-
samiento político, económico y socíal", se acordó incluir la doctrina y
el pensamiento político alemanista como parte esencíal que, junto a la
declaracíón de princípios, inspirase la accíón del partido. 59 Se concluía,
con ello, el proceso de asuncíón del nuevo nacíonalismo sobre el que
se hubieron de reelaborar las relacíones del Estado con el conjunto de
actores político-socíales.

59 Acuerdo tomado en la Asamblea Nacional del PRI el 12 de octubre de 1951 (Alemán, 1988b: 276 y 277),
11O• MARÍA ANTONL~ MARTÍNEZ

EL MOVIMIENTO SINDICAL

La Constitución de 191 7 había establecido la intervención del Estado en la


vida económica del país, en cuanto le encomendaba la realización de las re-
formas sociales y le otorgaba, para ello, poderes extraordinarios perma-
nentes. El Estado, la Presidencia, debía potenciar y regular la organización
de la sociedad (Córdova, 1989: 183-187). Con base en estos planteamien-
tos surgió la corporativización cardenista, como el medio para lograr la
modernización política de la nación mediante la conformación de una so-
ciedad organizada que sustituyese a la sociedad invertebrada prevaleciente.
En el esquema teórico, el poder pasaba" a residir no en el individuo, sino en
las organizaciones y en la relación de éstas con el Estado. El resultado en la
práctica fue el fortalecimiento del Estado y de su concretización, la institu-
ción presidencial y, junto a ello, la inclusión dependiente de las masas or-
ganizadas. La autonomía de las organizaciones sociales fue neutralizada
ante la imagen protectora del Estado y sustituida por la negociación y la
obtención de prebendas. En un proceso que ya se había hecho evidente du-
rante el gobierno de Calles y la CROM, los beneficios políticos y económi-
cos, así como la influencia en la vida política nacional de una organización
sindical, dependían en gran medida del apoyo que el Estado le brindase.
Durante el gobierno de Ávila Camacho se instrumentaron medidas de
carácter legal destinadas a fortalecer el papel del Estado comq mediador en
los problemas laborales. También se tomaron decisiones de naturaleza po-
lítica orientadas a lograr la unión de las dispersas organizaciones sindica-
les existentes y conseguir que éstas se aglutinasen en torno al proyecto de
unidad nacional. La estrategia de establecimiento de frentes populares impe-
rante en el país en la década de los treinta, fue continuada en los años cua-
renta con la mencionada política de unidad nacional y la ampliación de
contenidos, ya que a la lucha contra el fascismo se sumó el logro de la re-
volución industrial. El proceso que se había iniciado con la corporativi-
zación cardenista, continuado con la colaboración de las organizaciones
sindicales con el gobierno avilacamachista y su política de unidad, se ca-
racterizó por una pérdida paulatina de autonomía de los grupos sindica-
les en relación con el Estado que, en cada momento, fue justificada con
base en la necesidad de lograr la derrota del fascismo y de instalar a
México dentro del conjunto de países desarrollados. Esta disminución en
su autonomía condujo, con la llegada de Alemán a la Presidencia, a que las
agrupaciones sindicales, sobre todo la CTM, se colocasen en una situación
de dependencia estrecha en relación con el Estado.
ESTADO YACTORES POLÍTICO-SOCIALES" 111

Como principal ideólogo en esos años de la CTM, Lombardo Toledano


-en el acto en que la central sindical otorgó su apoyo al candidato a la
Presidencia, Miguel Alemán-, insistió en que la realización de la reforma
agraria ya había empezado a dar cumplimiento a los postulados de la re-
volución. Era preciso iniciar otro periodo en el quehacer revolucionario y
lograr la industrialización del país. Lo más importante era la forma po-
lítica que debía articularse para el logro de dicho objetivo y que tenía que
ser la conformación de un gran frente nacional, como una continuación
natural de la política de unidad seguida bajo el avilacamachismo. Para
Lombardo dicho frente debía afectar a la integración de las cámaras y a
la estructura del siguiente gobierno: El frente debía estar integrado por
representantes de los sectores sociales más importantes del país, entre
los que quedaban incluidos campesinos y obreros. Esta interpretación
de lo que era considerado como necesario frente nacional manifestaba el
convencimiento de Lombardo Toledano de que la coalición de fuerzas que
él representaba había de ser lo suficientemente fuerte como para imponer-
le a Alemán las condiciones de su apoyo. Pronto se originaron una serie de
conflictos derivados de la lucha entre cuáles condiciones debían primar, si
las del Presidente o las de las, todavía, relativamente autónomas agrupa-
ciones sindicales (Medina, 1982: 32-34).
Cuando Alemán accedió a la Presidencia del país se encontró con un
movimiento obrero que podía tornarse en un sindicalismo fuertemen-
te combativo y poderoso. El movimiento sindical estaba vertebrado en
torno a tres grandes grupos: lo que restaba del pacto obrero articu-
lado en el anterior sexenio, la CTM y los sindicatos de industria. A pe-
sar de la política de colaboración que había caracterizado el desempe-
ño de los dos gobiernos anteriores, ésta había estado posibilitada, en
gran medida, por la que se consideraba necesaria lucha contra el fas-
cismo y por la situación de emergencia provocada por el conflicto bé-
lico mundial. Con la desaparición de esta doble motivación se anulaba,
también, la argumentación de que era precisa la colaboración entre el
Estado y los sindicatos como medio de estabilización política y de evi-
tar el triunfo de las fuerzas que podían atentar contra los logros re-
volucionarios. Se abría la posibilidad de que el movimiento obrero
entrase en una fase de fuertes reivindicaciones destinadas, sobre to-
do, a mejorar las condiciones salariales que se habían visto afectadas
negativamente durante el periodo de guerra, algo que era patente, en
esencia, entre los grandes sindicatos de industria. De producirse esto
último, el proyecto de desarrollo económico propugnado por Alemán
112 ' MARíA ANTONIHL\RTÍNEZ

podía encontrarse con dificultades añadidas. Como se ha señalado,


Alemán pretendía el establecimiento de un modelo económico basado
en la actividad rectora del Estado a través de su participación directa en
actividades que fomentaran el crecimiento del país. Pero donde la res-
ponsabilidad central del desarrollo correspondiese a la iniciativa priva-
da nacional y extranjera, debidamente protegida por las disposiciones
legales y el apoyo financiero del gobierno. Sin embargo -y como ya
se había puesto de manifiesto en la firma del Pacto Obrero Industrial
entre la CTM y la Canacintra- ese esquema de modernización econó-
mica precisaba que el inversor tuviese garantizado que, en el desem-
peño de sus actividades, no se vería' afectado de forma negativa por
la alta conflictividad laboral (Medina, 1982: 151).
En 1950, sólo el 21.3 por ciento de la fuerza de trabajo se encon-
traba sindicalizada, de la que el 70.8 eran agremiados que desempe-
ñaban su actividad en la industria. De dicha proporción, el 55.1 por
ciento correspondía a trabajadores en el Distrito Federal, mientras que
la tasa de sindicalización en el resto de los estados era más baja que la
fuerza de trabajo industrial que en ellos se encontraba. Así, por ejemplo,
mientras que en Nuevo León se hallaba e14.8 por ciento de la población
industrial, sólo un 1 por ciento estaba sindicalizada (Basurto, 1984:
115-117). Las diferencias no sólo se daban en los niveles de sindica-
lización y en el ámbito geográfico, sino también con rdación a las
centrales y sus porcentajes de agremiados. En 1946 los datos sobre
el número de afiliados en cada central se correspondía con lo recogi-
do en el cuadro 24.
Aunque estas cifras no recogen el total del número de obreros or-
ganizados, ya que no incluyen los pertenecientes a la Confederación
Nacional del Trabajo, a la Confederación Nacional de Electricistas ni a

CUADRO 24
NIVEL DE AFILIACIÓN

Centrales Afiliados

CTM 145,471
CPN 61,180
CROM 17,471
COCM 10,170
CGT 5,506

Fuente: Medina, 1978: 287.


E\ presidente Miguel Alemán

Los presidentes Miguel Alemán y Harry S. Truman


Los presidentes Miguel Alemán y Harry S. Truman

Visita del presidente Miguel Alemán a Estados Unidos


Centro de apoyo a la candidatura del licenciado Miguel Alemán

Concentración campesina

Fidel Velázquez y Vicente Lombardo Toledano


El presidente Miguel AJemán observa los planos de Ciudad Universitaria

El presidente Miguel Alemán visitando las obras de Ciudad Universitaria


El ímpetu constructivo en Paseo de la Reforma, ciudad de México

El presidente Miguel Alemán verificando obras militares


Fábrica de automóviles

El presidente Miguel Alemán en la inauguración de una obra


La industrialización en rl alemanismo

Liquidación y entierro de ganado por la fiebrr aftosa


El presidente Miguel Alemán celebrando su cumpleaños

El presidente Miguel Alemán y el general Lázaro Cárdenas


ESTADO YACTORES POLÍTlCO-SOCL'.LES ' 113

los miembros de sindicatos independientes, sí se refieren a las centra-


les sindicales más importantes a comienzos del sexenio alemanista. De
todas ellas, a principios de 1946, la más importante era la CTM, por
su mayor número de agremiados, por ser la única central que con-
formaba el sector obrero del PRI Y por las especiales relaciones que había
establecido con el Estado, articulado en torno al compromiso formal
de la CTM con los ideales revolucionarios. La segunda central relevan-
te era la Confederación Proletaria Nacional (CPN), constituida a partir
de una disidencia de la CTM en 1942, integrada por un buen número de
organizaciones pequeñas con poco peso, pero en la que participaban
el importante Sindicato Industrial de Trabajadores Mineros, Metalúr-
gicos y Similares y la Federación de Obreros y Campesinos de Puebla
(Loyo, 1990: 102). Por su parte la Confederación Regional Obrera
Mexicana (CROM) todavía se encontraba bajo la dirección del antes po-
deroso Luis N. Morones. Sus actuaciones venían caracterizadas por la
oposición y por el rencor que Morones sentía hacia los líderes funda-
dores de la CTM. La Confederación de Obreros y Campesinos de México
(COCM) se había constituido en 1941 como una escisión de la CROM y
la Confederación General de Trabajadores (CGT) se declaraba formal-
mente anarquista y apolítica (Medina, 1982: 285-286). Dejando al
margen a la CTM y excluyendo a la CROM, en donde Morones logró
evitar las diferencias internas anteriores, la situación dentro de las de-
más organizaciones obreras era bastante inestable. Dentro de la
COCM, la CPN y la CGT la tendencia que predominó fue la división en
dos grupos que se acusaban mutuamente de malos manejos de fon-
dos, pero donde, en la práctica, lo que se debatía era la línea de acción
que debía imponerse, o bien la lombardista y a favor de las tesis de la
CTAL o, por contra, los presupuestos articulados por la American Fe-
deration of Labor (AFOL). 60
Los proyectos de desarrollo defendidos por las dos organizaciones
internacionales -proteccionismo frente a librecambismo- venían a te-
ner un reflejo en las posturas propugnadas por las centrales sindicales
mexicanas. Se conformaron dos grandes bloques. Uno constituido,
aunque no de forma integral, por la CROM, la CPN y la CGT, caracteri-
zado por su oposición a la CTM, a la CTAL y por su antilombardismo.

6°La CTAL defendía que América Latina en su conjunto debía elaborar una estrategia de desarrollo
económico que le permitiese lograr la independencia respecto a las grandes potencias, especialmente Es-
tados Unidos, que surgían con más fuerza después de la Segunda Guerra Mundial. La AfOL propugnaba
la adopción del librecambismo norteamericano (Rivera Flores, 1987: 37).
1U • \L\RÍA ANTD.'!LUlARTÍNEZ

De otro lado la CTM, sobre todo Lombardo, defendiendo su apoyo a las


posturas de la CTAL En el primer grupo las centrales sostenían buenas
relaciones entre sí, lo que no era extensible a la CTM. Desde el momen-
to de la integración del Consejo Obrero Nacional en el periodo de Ávila
Camacho, las disputas intergremiales caracterizaron su funcionamien-
to, lo que se constituyó, en gran medida, en responsable de su inope-
rancia durante el sexenio avilacamachista. Esta situación de enfrenta-
miento se agudizó en 1947, cuando las centrales partidarias de la AfOL
iniciaron una campaña en la que atacaban a Lombardo y a la CTM de
comunistas, oportunistas y manipuladores del movimiento obrero (Ri-
vera Flores, 1984: 37).
Lo que se encontraba detrás era el conflicto destinado a establecer qué
central o grupo de centrales lograba, con el inicio del nuevo sexenio, am-
pliar su influencia en el movimiento sindical y, por ende, en la vida polí-
tica nacional. En esta perspectiva es explicable que, cuando Alemán tomó
posesión de la Presidencia, todas las organizaciones obreras reaccionaron
manifestándole su apoyo. Más allá de lo establecido en su programa de
gobierno y en los discursos de la campaña, todavía no era percibido con
claridad cuál sería su política económica y salarial. Pero las centrales
obreras, aun defendiendo proyectos antagónicos entre ellas, se decanta-
ron por otorgar su apoyo al nuevo Presidente continuando, con ello, la
política prevaleciente en el anterior sexenio y estableciendo una línea que
perduró durante todo el gobierno alemanista. Junto a las declaraciones
públicas, la CGT en 1948 manifestaba que a pesar de que existía

una gran corrupción dentro del proletariado mexicano [... ] es indis-


pensable que se actúe por parte de todos los Sectores con alto sen-
tido de moralidad, patriotismo y honestidad que se traduzcan en
hechos positivos para beneficio de la nación, a fin de que se encau-
se [sic] el movimiento obrero por un nuevo canal que real y efecti-
vamente preste una cabal cooperación al resurgimiento del país y el
más comprensivo respaldo al gobierno que usted dignamente presi-
de [... ]. En una palabra, Señor Presidente, en estos momentos deseo
ser útil al amigo y al Primer Magistrado de la Nación con la lealtad
que me caracteriza" (Fondo Miguel Alemán, 111/104).

A cambio del apoyo a las políticas impulsadas por Alemán, las centra-
les recibirían diferentes tipos de beneficios, entre los que estaban los
subsidios económicos:
ESTADO YACTORES POLÍTICO-SOClALES ' 115

Cuando tomó usted posesión de la Primera Magistratura del País,


nos hizo el bondadoso ofrecimiento de que se nos otorgaría un sub-
sidio para los gastos de Administración de nuestra Central. Dicho
subsidio se nos proporcionó algún tiempo, pero desde hace más de
un año nos fue retirado sin que supiéramos la causa, ya que ayer
como ahora, hemos seguido siendo fieles Alemanistas y hemos
prestado nuestra humilde cooperación en todos los actos en que se
ha requerido nuestra presencia. 61

Miguel Alemán contaba con el apoyo incondicional de las organiza-


ciones obreras que seguían adheridas al Consejo Obrero Nacional -del
que fue expulsada la CTM en 1945 tras la firma del Pacto Obrero Indus-
trial con la Canacintra- y que agrupaba a la CROM, la CPN, la COCM, la
CGT, la Federación Nacional de la Industria Textil y el Sindicato Textil de
Fibras Duras. Pero el Presidente debía lograr la colaboración de la CTM
(Medina, 1982: 146). Al igual que la guerra y la amenaza del fascismo
había proporcionado la plataforma a partir de la cual elaborar y justi-
ficar la unidad de acción del movimiento obrero, esos mismos factores
posibilitaron el mantenimiento de la cohesión interna entre las diferen-
tes corrientes existentes en el seno de la CTM. A la desaparición de estos
elementos, vino a sumarse la misma evolución de las organizaciones
englobadas en la CTM y que, a principios del sexenio alemanista, em-
pezaron a cuestionar la línea política y los objetivos perseguidos por
la dirigencia sindical, en un esquema que ponía en peligro la unidad
y la posición de la CTM como sindicato hegemónico. El crecimiento
económico que se había logrado en los últimos años había posibilita-
do una mayor diferenciación entre los grandes sindicatos de industria
y los pequeños, agrupados en las federaciones estatales. Uno de los
resultados de esta situación era que los sindicatos de industria se ma-
nifestaban partidarios de su separación de la CTM y de constituir una
federación propia. Con ello pretendían conseguir mejoras para sus
agremiados, beneficios que a través de la dispersa y heterogénea CTM
consideraban no se podían lograr (Medina, 1982: 123). Lo que co-
menzaba a debatir era, sin embargo, si la central obrera debía conti-
nuar otorgando su apoyo al gobierno o mantener la independencia
respecto al Estado.

61 Carta de la CGT en 1950 firmada por el secretario general, Guillermo Treja, y el secretario de Con-

flicto, Miguel Miranda, a Miguel Alemán (Fondo Miguel Alemán, 1111104).


116 • MARí~ANTONIA MARTÍNEZ

Estas divergencias sobre cuál debía ser el papel que el movimien-


to obrero, y la CTM en concreto, tenía que desempeñar estuvieron ya
presentes en la celebración, en 1947, del IV Congreso Nacional de la
Central Obrera. La cuestión básica que se debatió en esta reunión fue
la renovación del Comité Ejecutivo de la CTM. Este punto revestía
gran importancia debido a que no se trataba, sólo, de elegir a la nue-
va cúpula directiva del sindicato, sino de determinar en gran medida
cuál sería la opción futura de la central obrera. Dos corrientes con-
tendieron en la búsqueda del liderazgo de la CTM. La primera, parti-
daria de continuar la política de colaboración con el gobierno impul-
sada desde el surgimiento de la central. La segunda propugnaba una
depuración y renovación de los dirigentes y el impulso de la autono-
mía del sindicato frente a la política estatal. Aun cuando esta última
no era partidaria de iniciar una estrategia de enfrentamientos perma-
nentes con el Estado, sí defendía la necesidad de no continuar con la
colaboración incondicional que había caracterizado el desempeño an-
terior del movimiento sindical, sino colocar como primer objetivo la
mejora de las condiciones de los trabajadores. 62 La importancia del
debate y enfrentamiento que se producía en el Congreso de la CTM
provenía de la impronta que los líderes cetemistas pudieran imponer
al sindicato y a sus futuras relaciones con el gobierno. También era
fundamental que, al ser la CTM la organización sindical más impor-
tante del país, la definición de su estrategia habría de finalizar in-
fluenciando al conjunto del movimiento sindical nacional (Basurto,
1984: 122).
Pese a los intentos y los llamamientos destinados a lograr la unidad
en torno a la CTM realizados por Lombardo y el PCM, los enfrentamien-
tos entre las dos corrientes condujeron a que, con anterioridad a la cele-
bración del propio congreso, los partidarios de mayores niveles de autono-
mía para los sindicatos decidiesen abandonar la CTM. Ésta, finalmente,

62Como representante del primer sector contendía a la elección del Comité Ejecutivo el grupo com-
puesto por el secretario general en ese momento, Fidel Velázquez, y los lfderes de las federaciones estata-
les. Su candidato para la secretaría de la central era Fernando Amilpa, uno de los componentes de los
"cinco lobitos", conformado, además de por Amilpa, por Fidel Velázquez, Jesús Yuren, Luis Quintero y
Alfonso Sánchez Madariaga, y constituido desde que todos eran miembros de la CROMo Desarrollado a la
sombra de Lombardo, para 1947 este grupo controlaba en gran medida el funcionamiento de la CTM,
amén de que contaba con el apoyo de los líderes de las federaciones estatales a pesar de que éstos, for-
malmente, se declaraban partidarios de Lombardo. El segundo grupo que contendió en la elección del Co-
mité Ejecutivo estuvo integrado por Luis Gómez y Valentín Campa, dirigentes del sindicato ferroviario y
el segundo miembro del PCM hasta que en 1940 fue expulsado por sus críticas al asesinato de León Trots-
ki (Medina, 1982: 123-124).
ESTADO YACTORES POLÍTICO-SOCIALES' 117

elegiría como su nuevo secretario general a Fernando Amilpa, es de-


cir, al representante del continuismo y de la colaboración con el go-
bierno. Como el mismo Amilpa señaló, "deseamos colaborar con us-
ted (Alemán) y que no vea en las demandas de la CTM, un deseo de ser
favoritos, porque no aspiramos a ello; sólo deseamos ser los más des-
tacados defensores de la clase obrera y los puntales del gobierno de la
revolución, de la que usted es el abanderado" (Yáñez Reyes, 1984:
106). Una manifestación de la tendencia que se convertía en prevale-
ciente fue que en el mismo Congreso se tomaron una serie de medi-
das destinadas a adecuar el programa y objetivos de la central con
el apoyo explícito al gobierno. Así"el lema "Por una sociedad sin cla-
ses", adoptado por la CTM en el momento de su fundación, fue sus-
tituido, siendo elegido el de "Por la emancipación de México". Ade-
más, se dejó de hablar de huelgas o paros como armas de presión en
manos de los trabajadores y se recurrió a establecer que existía la
posibilidad de suspender las actividades cuando se considerase nece-
sario (Medúl, 1990: 73).
Si bien estas modificaciones implicaban el triunfo de la corriente co-
laboracionista, uno de sus efectos fue que, para 1947, la CTM había su-
frido la escisión de los sindicatos de industria más importantes.
Éstos habían seguido los llamamientos de los líderes de la tendencia
renovadora, en el sentido de la necesidad de conformar una nueva
central obrera caracterizada por su autonomía e independencia del Es-
tado. Surgida en 1947, la Confederación Única de Trabajadores (CUT)
estuvo compuesta por los sindicatos de industria que se escindieron de
la CTM, de los cuales los más importantes eran el sindicato de los ferro-
viarios, el de los trabajadores de la industria eléctrica y el de los telefo-
nistas. Debido a que el sindicato de los trabajadores de la industria pe-
trolera había salido en 1946 de la CTM, como resultado, también, del
cuestionamiento a la política de colaboración de esta central con el go-
bierno, para 1947 se encontraban fuera del control de la dirigencia
cetemista los sindicatos industriales más importantes (Yáiiez Reyes,
1984: 100). Su peso dentro del movimiento sindical derivaba, no sólo
del número de agremiados con que estos sindicatos contaban63 sino, so-

63
5610 entre ferroviarios, electricistas y telefonistas, el número de afiliados llegaba a 96,000. Es
muy difícil establecer el número de agremiados que continuaba en la CTM. Si hemos manejado como ci-
fra bastante realista la de más de 145,000 miembros, para 1947 la propia CTM hablaba de que, después
de la escisión, sólo la cantidad numérica de sindicalistas que abandonaron la CTM era considerable (Me-
dina, 1982: 129).
118 ' K.\RÍAANTONlA MARTÍNEZ

bre todo, del peso específico que las actividades que dichos trabajadores
tenían para el conjunto de la economía. Como ya se ha señalado, Ale-
mán otorgaba un papel prioritario, en el proyecto modernizador pro-
pugnado, a aquellos sectores que debían proporcionar la infraestructura
y las materias primas que el crecimiento industrial demandaba. Las em-
presas de ferrocarriles, petróleo y energía eléctrica, entre otras, debían te-
ner como objetivo prioritario el crecimiento de su producción, además
de que ésta fuera más diversificada y barata. La probabilidad de que la
conflictividad laboral aumentase en esas ramas demandando, entre
otras cosas, mejoras salariales, podía hacer peligrar, tanto el abarata-
miento de sus productos finales, resultado de los hipotéticos incremen-
tos en los salarios, como el aumento de su producción. Era esencial
que dichos sindicatos industriales se avinieran a limitar sus activida-
des reivindicativas y considerasen que su tarea era la de colaborar con
el gobierno en el logro de su proyecto de modernización económica.
Mientras tanto, el proceso de descomposición de la CTM parecía con-
tinuar. Por un lado se siguió con la tendencia a aislar a aquellos grupos
que, a su interior, seguían demandando la necesidad de que la central
guardase un nivel de autonomía respecto al gobierno. Con ello, la diri-
gencia permanecía intentando consolidar los presupuestos de concilia-
ción con el Estado. Como una manifestación de esta línea, en el XXXII
Congreso Nacional de la CTM, celebrado en 1948, y pese a las importan-
tes resistencias de algunos grupos, se aprobó el planteamiento de que to-
dos los agremiados de la CTM tenían que militar obligatoriamente en el PRI
o enfrentarse, de lo contrario, a sanciones y represiones cuyo alcance que-
daba por determinar. El resultado de este acuerdo fue que numerosas sec-
ciones continuaron abandonando la CTM (Basurto, 1984: 135-13 7) Y
muchas de ellas, en ese mismo año, constituyeron la Alianza de Obreros
y Campesinos de México (AOCM) que, para 1949, Y en unión del sindica-
to petrolero y el minero, fundó la Unión General de Obreros y Campesi-
nos de México (UGOCM) (Rivera, 1984: 48-49).
Para 1948 la situación en el seno del movimiento obrero era de pal-
pable división. De un lado se encontraban las centrales articuladas en
torno al CON, representando cerca de 400,000 trabajadores, y la CTM,
con 100,000 afiliados. De otro, los sindicatos de industria y la AOCM con
330,000 miembros (Medina, 1982: 146-147). Las primeras se situaban
en una línea de apoyo al gobierno liderada por la CTM. Las otras centra-
les continuaban defendiendo la necesaria autonomía del Estado. Lo carac-
terístico fue el tipo de relación que entre ambos grupos de asociaciones
ESTADO !'ACTORES POLÍTICO-SOCIALES' 119

sindicales se estableció. El discurso de la mexicanidad y del anticomunis-


mo fue utilizado, sobre todo, por los dirigentes de la CTM para atacar y
desprestigiar a los partidarios de la independencia del Estado. Se les acu-
saba de seguir los dictámenes de la Unión Soviética y de atentar, con ello,
a los principios revolucionarios. El sector opositor era partidario de aglu-
tinar al movimiento obrero y conformar una gran central

que sirva, ante todo, a los intereses de los trabajadores mexicanos;


verdaderamente independientes del Estado y de cualquier otra fuerza
extraña al movimiento obrero; defensora de la libertad ciudadana de
sus asociados; defensora intransigente del derecho de huelga, del sa-
lario, del contrato colectivo, de la tierra, del crédito y del agua; regi-
da por la más absoluta y militante democracia interna; sostenida por
sus miembros. 64

Junto a ello, rechazaban las acusaciones de ser comunistas que les


lanzaban: "no vamos a ser víctimas de un nuevo acto demagógico. Los
mineros esperamos un mejoramiento económico y vamos a lograrlo a
costa de lo que sea necesario [... ] Nos tiene sin cuidado el cargo de co-
munistas".65 A su vez, acusaban a los líderes de las otras centrales de
corruptos y manipuladores del movimiento obrero. Y aquí venía a con-
figurarse otro de los elementos que caracterizó la lucha por la autono-
mía sindical. De la situación que se decía prevaleciente de manipulación
del movimiento obrero se hacía responsable, exclusivamente, a los lí-
deres sindicales mientras que de ella se exculpaba al gobierno y, sobre
todo, al presidente Alemán. Como señalaba Lombardo después de su
expulsión de la CTM, "el Presidente Miguel Alemán es respetuoso de la
autonomía de los sindicatos y de los derechos políticos de los trabaja-
dores; quienes invoquen su nombre para respaldar su actitud, lo ca-
lumnian y lo ofenden" (citado en Basurto, 1984: 142).
La política adoptada por el gobierno fue destinada a favorecer la
consolidación de aquellos sectores del movimiento obrero más procli-
ves a continuar en la estrategia de colaboración con el Estado. En esta
línea, una de las decisiones tomadas por el Ejecutivo, respondiendo
con ello a una petición de la CTM, fue que la Secretaría de Trabajo negó

64Palabras de Javier Ramos Malzárraga, secretario de organización de la AOCM, citado en Basurto,


1984: 145-146.
"Palabras de Agustín Guzmán, dirigente del sindicato minero, citadas en Medina, 1982: 143.
12D ' hlljlí~ ANTONIA MARTÍNEZ

el registro y el reconocimiento legal como organización sindical a la


UGOCM. Ello implicó que, junto a deficiencias y fracasos derivados de su
propia gestión, al carecer del reconocimiento legal preciso para actuar
como agente de negociación colectiva, los sindicatos que la conforma-
ban fueran abandonándola (Basurto, 1984: 151-153). Si bien este tipo
de actuaciones por parte del Ejecutivo suponía introducir una contra-
dicción en el discurso democratizador y de respeto a las libertades po-
líticas de los ciudadanos propugnado por Alemán desde su campaña
electoral, su resultado final conllevaba la configuración de un movi-
miento sindical más acorde con el papel que le era asignado en el pro-
yecto de modernización económica. -Desde la perspectiva alemanista,
ambos procesos, democracia y modernización económica, parecían
situarse en una relación antagónica, al menos en lo que se refería al
movimiento sindical. Si se permitía, sin interferencias gubernamen-
tales, que el conflicto sobre cuál debía ser el futuro del sindicalismo
continuase, se podía llegar a una situación en la que se dificultase
enormemente el objetivo prioritario del gobierno, es decir, el logro del
crecimiento económico.
Sobre cuál debía ser la opción final del Ejecutivo alemanista en su
relación con los sindicatos se tuvo la primera manifestación en 1946.
Ante un paro realizado por el sindicato petrolero para presionar por la
revisión contractual, por la obtención de nivelación de salarios, reclasi-
ficación de categorías y por quejas a violaciones del contrato anterior,
el gobierno respondió con la utilización del ejército. A pesar de ello, los
siguientes años parecieron mostrar que el gobierno se mantendría al
margen de los conflictos entre los sindicatos, aunque elaboraba conti-
nuos llamados a la necesaria unidad del movimiento obrero y seguía
insistiendo en el discurso de la mexicanidad. Sobre todo a partir de
1948, la estrategia del gobierno hubo de modificarse, pasando a reali-
zar una política mucho más activa y destinada a lograr el apoyo sin fi-
suras a su modelo de desarrollo (Bizberg, 1990; Loyo, 1990).

El movimiento obrero y los empresarios, en esta etapa del desarro-


llo del país, decisiva para su porvenir, tienen la responsabilidad de
alentar con firmeza una actitud patriótica que supere todo egoís-
mo, condición sin la cual no podría realizarse la industrialización
iniciada con vigor bajo el estímulo del régimen para fundar en ella
el bienestar a que legítimamente aspira nuestro pueblo. Con con-
fianza en las filas obreras, sustento la firme creencia de que man-
ESTADO YACTORES POLÍTICO-SOCIALES' 121

tendremos la unificación nacional y que los factores esenciales de la


vida del país se aprestarán a desarrollar nuestra economía y a crear
la prosperidad honesta, indispensable para la efectiva moralidad en
las relaciones de las fuerzas activas de la nación. 66

A mediados del sexenio, la táctica a la que recurrió Alemán fue la de


evitar el conflicto directo con los sindicatos partidarios de la autonomía
pero, aprovechando las discrepancias y enfrentamientos que en el seno
de ellos se originaban, apoyar a la facción que resultara más útil para
los proyectos políticos y económicos del gobierno (Medina, 1982: 160).
Este planteamiento, que venía a romper con la supuesta neutralidad del
Ejecutivo, se puso de manifiesto, en primer lugar, a finales de 1948 en
relación con el sindicato de los ferroviarios, es decir, uno de los que de-
sarrollaban sus actividades en una de las empresas consideradas como
estratégicas para el proyecto alemanista. Con el conflicto que en dicho
sindicato se produjo, y la solución que al mismo se dio, se articuló uno
de los procedimientos que, desde ese momento, estuvo presente en oca-
siones en las relaciones del Estado con el movimiento obrero: el deno-
minado charrismo sindical. Mediante esta estrategia el grupo de un sin-
dicato que desease lograr la dirección del mismo solicitaba el apoyo del
poder público para tal fin. Esto, que implicaba la intervención del go-
bierno en los asuntos internos del sindicato, finalizaba estableciendo un
nexo entre el líder sindical y el Ejecutivo, lo que se traducía en que, y
en justa correspondencia, el nuevo dirigente debía prestar su colabora-
ción al gobierno. 67
Complementariamente, el gobierno recurrió al encarcelamiento de
aquellos líderes que representaban, en gran medida, los intentos de man-
tener al movimiento obrero en una actitud de autonomía y de apoyo

66 Palabras de Alemán en la inauguración de la 1II Convención Nacional de la Confederación de Obre-

ros y Campesinos de México (Alemán, 1988a: 444-445 l.


67 El establecimiento de esta práctica se dio por vez primera en el sindicato ferroviario. El líder de

dicho sindicato era Luis Gómez, dirigente, asimismo, de la CUT. A principios de 1948 se debía realizar la
elección del nuevo Comité Ejecutivo del 5TFRM que sustituyese al encabezado por Luis Gómez y Valentín
Campa. El candidato a sustituirlos en la dirigencia fue Jesús Díaz de León, apodado "El Charro". Este úl-
timo, cuando llegó a la secretaría del sindicato, inició una campaña de desprestigio en contra de los an-
tiguos dirigentes y destinada a minar el poder que éstos detentaban todavía. Los acusó de realizar accio-
nes fraudulentas con los fondos sindicales pero, en vez de realizar los procedimientos señalados en los
estatutos del sindicato, presentó la denuncia ante el procurador general de justicia. Mediante esta acción
posibilitaba la intromisión del gobierno en temas internos de la organización. Además, Díaz de León re-
currió a la utilización de la fuerza para hacerse con el control de oficinas y secciones del sindicato y de-
poner a los seguidores de Luis Gómez, con la complacencia de las autoridades judiciales que se negaron
a admitir a trámite las denuncias de los hechos presentadas (Cortés, 1984: 74-94).
122 ' MARí~ ANTONl~ MARTÍNEZ

condicional a la política del EJecutivo. 68 El mismo procedimiento del


eharrazo fue aplicado en 1949 al sindicato de los petroleros (Cuéllar,
1984: 101-123), al de los mineros en 1950 (Gaitán, 1984: 129-162), y
al de los electricistas en 1952 (Rivera, 1984: 169-191), ytodosellosfi-
nalizaron reincorporándose a la CTM. A finales del sexenio alemanista
se había alterado radicalmente la situación del movimiento obrero. De-
saparecidos los sindicatos de industria como fuerza de carácter autóno-
mo, y mermadas las posibilidades de desarrollo de centrales sindicales
independientes, la situación prevaleciente era la recuperación de la CTM
como fuerza sindical hegemónica y, a su vez, la pervivencia de agrupa-
ciones de trabajadores que, desde el ihicio del gobierno alemanista, se
habían caracterizado por su apoyo al régimen. 69 Los intentos que se pro-
dujeron durante todo el periodo de constituir grupos sindicales inde-
pendientes del Estado, en los cuales la democracia interna fuese efecti-
va, fracasaron. Su lugar fue ocupado por centrales en las que estaban
vigentes las prácticas del eharrismo, en tanto colaboración de los líde-
res sindicales con las políticas gubernamentales. A cambio, los dirigen-
tes obtenían ventajas de índole económica y política y, además, conce-
siones para las bases.

68 En 1948 fue dada orden de arresto contra varios miembros del sindicato ferroviario, entre ellos

Valentín Campa y Luis GÓmez. Este último entró en prisión aunque fue puesto en libertad al cabo de los
seis meses, según palabras de Valentín Campa, después de realizar un "compromiso (que) consistía en
aceptar la traición al movimiento ferrocarrilero en particular y al movimiento obrero en general a cam-
bio del ofrecimiento de Alemán de dejarlo libre muy pronto [... ]. Salía de noche, entre otras cosas,
para cooperar con funcionarios policiacos y del Estado Mayor Presidencial en la localización de los di-
rigentes ferrocarrileros que seguíamos presentando resistencia en muchas terminales del país" (Campa,
1985: 203). Posteriormente, con el gobierno de Luis Echeverría, Luis Gómez fue nombrado gerente de
la empresa estatal Ferrocarriles Nacionales, cargo en el que fue ratificado por López Portillo (Basurto,
1984: 122). Por su parte, Valentín Campa ingresó en prisión en 1949 de donde salió en enero de 1953
(Campa, 1985: 211-224).
"La siguiente cita se constituye en una muestra del tipo de relación que quedó establecida entre, so-
bre todo, la CTM y el gobierno: "La CTM siempre ha estado vinculada a los regímenes revolucionarios de
México; pero su vinculación no es de subordinación sino de franca y leal cooperación con los mandata-
rios del país, porque como representativa de los más altos intereses proletarios tiene el deber de colaborar
y de prestar su apoyo a los gobiernos revolucionarios [... ] actualmente colabora y le presta también toda
la fuerza que significa la clase obrera organizada del país, al señor Presidente de la República, licenciado
Miguel Alemán, en su grandiosa obra de industrialización y de recuperación económica (... 1 tenemos que
ser sinceros al declarar sin tapujos nuestra admiración y reconocimiento al señor Presidente de la Repúbli-
ca, licenciado Miguel Alemán, por la magnífica obra de reconstrucción nacional que ha realizado en sólo
cuatro años de gobierno; todavía esperamos más de su excepcional capacidad y dinamismo. No nos aver-
güenza ni menoscaba nuestro prestigio de organización representativa del proletariado mexicano, sino por
el contrario que nos dignifica el aplaudir con entusiasmo la trascendental tarea realizada por el Presiden-
te Alemán; nos sentimos orgullosos al decir que somos sus amigos y que nos solidarizamos con su polí-
tica económica y social, porque esta política le ha traído indiscutibles beneficios al pueblo mexicano; porque
las realizaciones democráticas y de justicia social de su gobierno constituyen el mejor ejemplo para los
gobernantes que le sucedan ..." (CTM, 1950: 8-9).
ESTADO YACTORES POLÍTICO-SOCIALES' 123

Con ello, los sindicatos dejaban de realizar su clásico papel de agrega-


ción de las demandas de los trabajadores y de mediación entre éstos y las
élites gubernamentales y empresariales, y se produjo un proceso de
transmutación en el cual los temas inherentes al ámbito de la organiza-
ción sindical se trasladaron a la arena política. La autonomía de las orga-
nizaciones sindicales y la democracia como aspiración de dichos grupos
sociales fue sustituida por el camino de la conciliación y de la concesión.
A cambio de esta renuncia, las bases sindicales obtuvieron ventajas salaria-
les y en la mejora de sus niveles de vida no compartidas por otros amplios
sectores sociales, lo que hizo posible la desmovilización reivindicativa que
el modelo de desarrollo propugnado precisaba para su desenvolvimiento.
Si José Revueltas, refiriéndose a ello, hablaba de que "la clase obrera está
abandonada a sí misma, mediatizada por el Estado a través de los líderes
traidores; sus fuerzas están desarticuladas y su conciencia oscurecida y
atrofiada por el colaboracionismo" (Revueltas, 1983: 119), no cabe duda
de que la dirigencia sindical fue caracterizada como el necesario factor de
intermediación ante el Estado. En el desempeño de tal función los líderes
sindicales resultaron instrumentos efectivos, lo que contribuyó, en gran
medida, al mantenimiento de la estabilidad política. Pero ello también fue
favorecido por los importantes niveles de desarrollo económico comenza-
dos a lograr en el periodo alemanista.
En este proceso, los líderes sindicales obtuvieron importantes bene-
ficios políticos y económicos, sobre todo la CTM. Si bien -y como se ha
señalado anteriormente- el resto de las centrales obreras, a cambio del
apoyo prestado a Alemán obtuvieron sobre todo ventajas económicas,
la dirigencia sindical de la CTM vio consolidar su influencia política
como contrapartida, también, de su apoyo al gobierno. La CTM, además
de recuperar su posición hegemónica en el seno del movimiento obre-
ro, vio reforzada su presencia política. Aun cuando fue sustituida por
la CNOP como sector más importante en el seno del PRI 70 y, por tanto,

?DEn relación con este proceso es interesante la explicación dada por Alemán en cuanto al desarrollo
y fortalecimiento de la CNO? al interior del partido oficial en detrimento de la CTM y la CNe: " ... la parti-
cipación del sector popular surgió como una necesidad; se trataba del grupo capaz de conciliar intereses
entre el sector campesino y obrero [... 1 Se pretendió fusionar las organizaciones campesinas con aquéllas
de los obreros. Con ello, prácticamente hubiera desaparecido el equilibrio político de México. ¿Quién lo hu-
biera conciliado? Se hubiera producido así un movimiento de masas dirigido por un solo sector. ¿Hubié-
ramos podido conservar el equilibrio dentro de esa situación? Lo más probable era que la marcha del país
se hubiera detenido. Dadas aquellas circunstancias, la clase popular debió ser la conciliadora, para encau-
zar a las fuerzas sociales y políticas [... 1 ¿Qué hubiera sido de México de no haberse creado esa estabilidad?
No hubiéramos tenido prosperidad económica [... 1 No existía una conciencia política suficiente
para que esos grupos pudieran dirigir al país" (Alemán, 1975: 32-33).
114 ' MARÍA ANTONl~ MARTÍNEZ

ésta se consolidó como la principal fuente de extracción de los miembros


para conformar el gobierno y las cámaras, la CTM obtuvo beneficios de
esta misma naturaleza. En las legislaturas de 1946 a 1952, dicha cen-
tral estuvo representada por 15 senadores y 30 diputados, entre suplen-
tes y propietarios (Basurto, 1984: 285-291). Se constituyó, con ello, un
nuevo pacto social en el que el Estado quedó configurado, con mayor
intensidad, como el garante de los derechos de los trabajadores, lo que
redituó en otorgar al Ejecutivo de mayor fortaleza. Como elemento
esencial del nuevo pacto se conformó un movimiento sindical que re-
nunció a la autonomía y democracia interna en aras del apoyo a las po-
líticas gubernamentales, lo que se pe"rcibió como el único instrumento
para mantener la hegemonía en el seno de las organizaciones sindicales
y de obtener, al mismo tiempo, prebendas y la propia pervivencia. El
proceso fue favorecido por la debilidad y despolitización de la sociedad
civil y del movimiento obrero en concreto, quienes suplieron la inde-
pendencia del Estado por la obtención de aquellas mejoras económicas
que el desarrollo posibilitaba. En el proceso de reelaboración del papel
del sindicalismo en el nuevo proyecto de modernización económica ins-
trumentado, quedó establecido que el Estado prefería, antes que el recur-
so a la represión generalizada, la utilización de las alianzas, el apoyo a
los grupos más acordes con sus planteamientos y de la cooptación, fac-
tores considerados como más funcionales para el impulso del modelo
de desarrollo (Medina, 1982: 230-232).

LAS OPOSICIONES POLÍTICAS

Con el triunfo de las fuerzas revolucionarias sobre el régimen de Díaz,


uno de los aspectos que se puso de manifiesto fue la inexistencia de un
partido que, al mismo tiempo que se constituía en el aglutinador de las
diversas corrientes que habían concurrido en la revolución, se confor-
mase en un instrumento de transformación del país. En el pasado,
México había carecido de una tradición de funcionamiento y desarrollo
de partidos políticos (Garrido, 1986: 22-38), lo que coadyuvó a que las
masas que concurrieron a la revolución se identificaran, antes que con
organizaciones, con caudillos. Si bien en el periodo posrevolucionario
surgieron una gran cantidad de formaciones políticas en torno a las
grandes tendencias presentes en la revolución, la característica de todas
ellas fue su estrecha relación con los jefes revolucionarios. Este hecho se
configuró en el impedimento esencial para la constitución de formacio-
ESTADO YACTORES POLÍTlCO-SOClij,ES ' j 25

nes políticas estables. Los partidos que tuvieron la representación más


importante en el Congreso de la Unión durante todo el periodo tenían
un papel ante los procesos electorales pero eran, sobre todo, organiza-
ciones dependientes de la fuerza de las corrientes revolucionarias en cuyo
entorno se articulaban, sin tener, además, una implantación popular
importante. Como excepción a estas formaciones creadas alrededor de
caudillos, surgieron el Partido Comunista Mexicano (PCM) yel Partido
Laborista Mexicano (PLM) en 1919, que se significaron como las úni-
cas organizaciones creadas al margen del apoyo oficial (Garrido, 1986:
49-50), y respondiendo más a planteamientos de partidos de cuadros
que a estructuras caudillísticas. 71
Entre 1917 y 1928 la vida política se desarrolló en relación con el
Presidente de la República y los caudillos. La mayoría de los partidos
que se fundaron carecieron de una ideología precisa y de una organiza-
ción sólida. Se constituyeron más como grupos de presión, destinados
a apoyar a los líderes en torno a los cuales se conformaban y con fines
electoralistas, que como estructuras del tipo de los partidos europeos o
norteamericanos. Este hecho contribuía a fortalecer el papel de los cau-
dillos como el centro de las relaciones políticas en detrimento de la vida
democrática. También finalizó conformándose en un importante foco
de inestabilidad, provocada por las pugnas entre los diferentes líderes de
corrientes revolucionarias. El Partido Nacional Revolucionario (PNR) fue
fundado como un frente de las principales organizaciones políticas exis-
tentes a nivel local y nacional en el país. Su objetivo debía ser el de es-
tablecer mecanismos que, sobre todo, a nivel electoral permitiesen la
consolidación del aparato estatal posrevolucionario. y, además, consoli-
darse en un centro de negociación de los principales dirigentes revolu-
cionarios que posibilitase abandonar la preeminencia de los caudillos
(Garrido, 1986: 110-124). La aparición del PNR alteró radicalmente la vi-
da de los partidos políticos en el país ya que al multipartidismo preexis-
tente le sucedió la preeminencia del nuevo partido. A la agrupación de la
mayoría de los partidos bajo las siglas del PNR le sucedió una política de
las autoridades destinada a desalentar toda tentativa de organización po-
lítica independiente y combativa con las existentes. Para ello fue esencial
la caracterización que del PNR se hizo. Se le consideró como el legítimo

71 Esto último quedaba, sin embargo, bastante desvirtuado en lo que respecta al PLM. A pesar de que

desde su fundación argumentó ser un partido autónomo representante de los intereses de los trabajado-
res, el PLM estableció vinculas primero con Obregón y después con Calles, lo que hizo que perdiera par-
te de su carácter autónomo respecto a los caudillos de la revolución lSinger, 1988: 343).
126 ' MARÍA ANTONIA ~IARTÍNEZ

heredero de la Revolución y todo lo que era juzgado como contrario a


la línea oficial fue calificado de contrarrevolucionario, lo que se utilizó
como justificante para las medidas de debilitamiento y represión que
hacia otras agrupaciones políticas se instrumentaron (Singer, 1988:
351-352).
El PNR había surgido principalmente como un elemento de neutrali-
zación política y como factor de estabilización, pero uno de los obstácu-
los con los que se enfrentó para el logro de tal fin fue la escasa implan-
tación social que obtuvo en los primeros años. Con su transformación
en el Partido de la Revolución Mexicana (PRM) durante el periodo carde-
nista y la subsiguiente incorporación de amplios sectores sociales, se
avanzó en la conservación de la estabilidad política. El resultado final
fue la consolidación del PRM como el partido hegemónico, coexistiendo
con una oposición débil afectada por la política de descalificaciones y re-
presión que desde el Ejecutivo, y en los años previos, se había realiza-
do. A pesar del indudable efecto que como neutralizador del disenso
había producido el surgimiento del partido de la revolución, hubo en
estos años algunos intentos de lograr el poder mediante el recurso de
conformar partidos con fines electorales y ligados a caudillos, como
fue la constitución del PRUN y su apoyo a la candidatura de Almazán
en 1949. Pero el carácter personalista de estas agrupaciones provocó
su desaparición, toda vez que el fin para el que habían sido creadas se
agotaba, con lo que su influencia sobre el sistema de partidos no fue
trascendente (Garrido, 1986: 369-382). A pesar de ello, estos parti-
dos surgidos como escisiones del PRM eran percibidos como factores
desestabilizadores (Singer, 1988: 366-376), por lo que dificultar el
surgimiento de estructuras partidistas ligadas a presupuestos caudi-
llísticos fue uno de los objetivos que se persiguieron con la reforma
de la legislación electoral en 1945.
En la Constitución de 1917 no se mencionó a los partidos políticos
pero se reconoció como derecho fundamental de los ciudadanos el de
"asociarse para tratar los asuntos políticos del país" (Garrido, 1986:
43-44). En 1918, Carranza emitió la Ley para Elecciones de Poderes Fe-
derales en la que, además de normas sobre el procedimiento electoral, se
legisló expresamente sobre los partidos políticos, estableciéndose que és-
tos quedaban constituidos con 100 ciudadanos. Precisamente esta esca-
sa regulación sobre los partidos políticos, además de las pocas condicio-
nes que se fijaron para la conformación de los mismos, se constituyó en
un coadyuvante para que el multipartidismo fuera una de las caracte-
ESTADO YACTORES POLÍTICO-SOCIALES· 127

rísticas de los primeros años de gobiernos posrevolucionarios. Hasta


1945, en el país imperó un complejo escenario multipartidista que fun-
cionó en torno a un sistema basado en relaciones de tipo personalista,
articulado en función de caudillos y donde la mayoría de los puestos de
elección se apoyaron en las fuerzas militares y no en los votos (Arreola,
1988: 171-173). Pese a que con la aparición del PNR se había logrado dis-
ciplinar, en gran medida, a las diversas tendencias revolucionarias, la
persistencia de la legislación que facilitaba el surgimiento de partidos en
torno a líderes personales se constituyó en uno de los factores que acon-
sejaron la elaboración de una nueva normativa que viniese a sustituir a
la vigente sobre elecciones y partidas políticos.
La reforma electoral a finales de 1945 hubo de significarse como el
primer intento de modernizar la estructura electoral del país mediante la
centralización del proceso. También se articuló sobre la idea de favorecer
la conformación de un sistema de partidos estatales y de implantación
nacional que viniese a sustituir al multipartidismo prevaleciente, perci-
bido como factor de inestabilidad. La nueva normativa recogía una se-
rie d~ disposiciones totalmente novedosas encaminadas a fortalecer las
asociaciones partidistas y a regular su actividad cívica. Se exigía que
aquéllas ajustasen su actuación pública a los preceptos constitucionales,
en el respeto a las instituciones establecidas por ellos y normados por
medios pacíficos. Además, debían elaborar un programa político en el
que se manifestaran, claramente, los fines que se pretendían lograr y los
medios fijados con tal objeto, adoptar una denominación propia que no
contuviera referencia a temas religiosos ni a diferencias raciales, sostener
una publicación periódica propia y tener oficinas permanentes. Otros
dos puntos destacaban en la nueva legislación. El primero regulaba la
obligación de que constara en sus estatutos la prohibición de celebrar
acuerdos o pactos que obligasen a actuar con subordinación a organiza-
ciones políticas extranjeras. Junto con ello, y con objeto de debilitar a las
agrupaciones partidistas locales, se requería que los partidos debían con-
tar con un mínimo de 30,000 asociados distribuidos en las diferentes en-
tidades federativas. 72
Si bien el objeto era primar el desarrollo de partidos de implanta-
ción nacional, se fijaba la obligatoriedad de que todas las asociaciones
constituidas según los principios señalados tenían que inscribirse an-
72 Se estableció un artículo transitorio en el que se fijaba que para las elecciones de 1946 podían re-

gistrar partidos con sólo 10,000 miembros. Esta cláusula fue eliminada para las posteriores elecciones
de 1949 (Rodríguez Araujo, 1989: 42).
128 ce MARÍA ANTONIA MARTÍNEZ

te la Secretaría de Gobernación, de quien dependía otorgar el registro


por el que se concedía a los partidos políticos personalidad jurídica y,
con ello, la posibilidad de participar en las elecciones (Arreola, 1988:
182-183). Fue evidente la tendencia a considerar a las agrupaciones
partidistas como organizaciones que debían normar y orientar la vida
cívica del país y como instrumentos necesarios para recrear un siste-
ma de gobierno democrático. La preponderancia que, a través de la
Secretaría de Gobernación, se le concedía al Ejecutivo hacía depender,
en gran medida, de aquél la conformación de un sistema de partidos
fuerte (Medina, 1982: 72-73). El proceso de centralización en el Ejecuti-
vo se vio favorecido por la articulación que la Ley establecía en relación
con el organismo responsable del proceso de calificación electoral. La Co-
misión de Control Federal Electoral estaba formada por seis personas, dos
procedentes del gabinete presidencial, un diputado, un senador y dos re-
presentantes de partidos políticos. Así, el PRI contaba con cuatro represen-
tantes frente a dos de la oposición, lo que equivalía a que el control del
acto electoral girase en torno al partido del gobierno, hecho con el cual
este último veía aumentada su capacidad de neutralización política. 73
La llegada de Alemán a la Presidencia había venido precedida de su
defensa de la democracia, a la que caracterizaba como esencia de la
Constitución y cuyo afianzamiento debía ser situado en la base de
actuación de su gobierno. En la articulación de este discurso, favore-
cido por el triunfo de los aliados en el conflicto bélico, 74 Alemán insis-

73Con posterioridad, la legislación electoral fue reformada durante el periodo en dos ocasiones, en
1949 y 1951. Los cambios introducidos en 1949 precisaron algunos de los elementos de organización y
vigilancia de los comicios que habían quedado poco matizados en la ley de 1946. Más importantes fue-
ron los cambios que se orientaron a excluir a la Suprema Corte de Justicia de su participación en los co-
micios, de forma que sus funciones pasaron a ser realizadas por la Procuraduría General de Justicia, de-
pendiente del Ejecutivo. La razón de la exclusión de la Suprema Corte se debió a que en algunos de los
recursos que en 1945 o 1946 se interpusieron por asociaciones políticas ante ella, la Corte no siempre
falló a favor del PRI. Las modificaciones a la ley electoral realizadas en 1951 se orientaron a asentar la
exclusión de la Corte de Justicia de los temas electorales y a centralizar el proceso de organización y vi-
gilancia de los mismos. Así, se ampliaron las funciones de la Comisión Federal Electoral, de las Comisio-
nes Estatales Electorales y los Comités Distritales Electorales y el Registro Nacional Electoral. Con ello,
este último pasó a ser una institución permanente de servicio público, formada por personal de confian-
za y dirigida por un funcionario nombrado por el secretario de Gobernación. Además, la ley cambió la
integración de la Comisión Federal Electoral, reduciendo los comisionados del Ejecutivo de dos a uno y
aumentando los de los partidos de dos a tres. A cambio, privó de voto a los partidos en las comisiones
locales electorales y los comités distritales electorales. Esta ley también modificó el método de cómputo
de las elecciones, que pasó a ser realizado por los comités distritales electorales y las comisiones locales
electorales, donde los partidos carecían de voto. Este cambio fue muy importante para centralizar el pro-
ceso de vigilancia y cómputo de los actos electorales (Molinar Horcasitas, 1991: 37-38).
74 En este sentido Alemán señaló que "la victoria de las democracias en el mundo, la sentimos y ce-

lebramos los mexicanos como el triunfo de nuestra propia doctrina" (Alemán, 1945: 8).
ESTADO YACTORES POLÍTICO-SOCIALES' 129

tió en que "el ejercicio de sus derechos políticos es un deber del pue-
blo, cuyo cumplimiento fomentaremos insistiendo en el acatamiento
estricto de la voluntad popular manifestada por medio del sufragio"
(Alemán, 1945: 10). Junto a ello, incidió en que

lejos de satisfacernos la candidatura única en las elecciones presiden-


ciales, estamos interesados porque quienes se crean con el apoyo po-
pular concurran al campo electoral para hacer estas demostraciones.
Esa será la mejor forma de que el pueblo manifieste su voluntad y
de que no haya duda respecto del resultado democrático y político
que nos proponemos obtener en los próximos comicios. 75

En este esquema se destacaba que "la educación del pueblo en el ejercicio


de la libertad política corresponde a los organismos políticos que el mis-
mo pueblo se dé" (Alemán, 1945: 11). Libertad de sufragio, respeto al
voto y partidos políticos independientes se constituían en el trípode so-
bre el que el discurso de modernización política del alemanismo se cons-'
truía al inicio de su sexenio. Ello implicaba la necesaria conformación de
un sistema partidista estable e imbricado en la sociedad civil y, además,
la concretización práctica de los postulados democratizadores defendidos
por el nuevo Presidente.
El recién remozado partido de la revolución fue el primero en respon-
der a los presupuestos democráticos, en un proceso que ya ha sido ana-
lizado, y que lo condujo, en oposición al discurso defendido, a una cen-
tralización de las decisiones políticas y a la preeminencia del Presidente del
Ejecutivo como su líder natural, todo ello imbuido en la imagen de mo-
dernización política que se presentaba (Medina, 1982: 79). El proyecto
democrático precisaba de la actuación de partidos de oposición estables
que sustituyesen al multipartidismo fugaz y transitorio imperante.
Estos partidos debían coadyuvar a la estabilización mediante su acepta-
ción de las reglas del juego democrático, esquema considerado priorita-
rio como origen de legitimidad del sistema. Mediante el impulso a la
constitución de un sistema de partidos estables, se optaba por eliminar
los efectos de desestabilización y del recurso a la violencia a la que podían
recurrir los partidos ligados a intereses caudillísticos. Quedaba por esta-
blecer si los partidos que se impulsaban lograrían constituirse en alterna-
tivas efectivas de poder, lo que dependería, en gran medida, del compor-

"Discurso de Alemán en Toluca, el 5 de agosto de 1945 (Alemán, 1988a: 133).


1:J0 ' MAllÍA ANTO~L~ MARTÍNEZ

tamiento del sistema y de la organización de la sociedad civil (Medin,


1990: 67-68). Si bien la reforma de la legislación electoral se tradujo en
el registro de 11 partidos políticos/ 6 de ellos los que tuvieron cierta re-
levancia durante el sexenio alemanista fueron el Partido Comunista Me-
xicano (PCM), el Partido Acción Nacional (PAN) el Partido Fuerza Popular
I

(PFP), la Federación de Partidos del Pueblo (FPP), a los que se unió el Par-
tido Popular (Pp) constituido oficialmente en junio de 1948.
El PFP fue creado en 1946, año en el que presentó a las elecciones 47
candidatos a diputados, además de uno para la Presidencia de la Repú-
blica. Su fundación fue auspiciada por la Unión Nacional Sinarquista
(UNS) como medio instrumental pará la participación de esta organiza-
ción en los procesos electorales. Entre los postulados que en su origen
defendió se encontraba la reforma total del sistema político mexicano. 77
El PCM había sido fundado en 1919, logrando desempeñar una gran in-
fluencia en la CROM y la CGT a partir de la cual se constituyó en 1929
la Confederación Sindical Unitaria de México (CSUM). Acusándolo de par-
ticipar en la revuelta escobarista/ 8 en 1929, el PCM fue declarado ilegal,

76 Los partidos que obtuvieron el registro fueron e! PRI, e! PAN, e! PFP, e! PDM, e! Nacional Constitucio-

nalista (PNC), e! Nacional Reivindicador Popular Revolucionario (PNPRPR), el Nacional Demócrata Indepen-
diente (PNDI) , el Frente de Unificación Revolucionario (FUR), e! PCM, el PFP ;' e! Demócrata Revolucionario
(PDR). Molinar Horcasitas refiere que para conceder e! registro a algunas de estas formaciones, la Secretaría
de Gobernacíón interpretó con gran laxüud la legislación vigente. La razón que él elabora para explicar tal
hecho se encontraría en la tendencia por parte del gobierno en ese periodo a favorecer el multipartidismo; en
una estrategia modificada en los años siguientes, de forma que para 1949, sólo cuatro partidos (incluyen-
do al PRI) contaban con e! registro necesario para contender a las elecciones. Esta disminución, siguiendo a
Molinar, se debió al sistema de escrutinio de mayoría relativa que castigaba a los pequeños partidos, al ca-
rácter electoralista de muchas de las agrupaciones partidistas ;', en gran medida, a la gran discrecionalidad
que poseía la Secretaría de Gobernación para otorgar o denegar el registro (Molinar, 1991: 30-34).
77Después del conflicto cristero de 1929 surgió una serie de organizaciones católicas como medio de
presión para defender los intereses religiosos. Una de estas asociaciones fue la base a partir de la que en 1937
fue fundada la Unión Nacional Sinarquista. La ideología de la UNS fue sobre todo anticomunista, antilibe-
ral y ultranacionalista ;' defendía que después del periodo de anarquía que se había desarrollado desde Juá-
rez a Cárdenas, era necesario restablecer el orden y la autoridad. Propugnaban, así, por el establecimiento
de un proyecto estatal basado en e! orden social cristiano y se presentaron, inicialmente, como un movi-
miento político no electoral. En su seno se produjo una pugna entre los que defendían la utilización de la
rebelión armada contra el gobierno y aquellos que se inclinaban por canalizar la oposición a través de
la vía electoral. Finalmente, fueron estos últimos los que se impusieron y dieron origen al PFP (Guillén
Vicente, 1989: 168-169).
76 La constitución en 1929 del PNR provocó que un sector de las fuerzas políticas percibiera al par-

tido como un instrumento de control por parte del grupo callista. Así, se elaboró el Plan de Hermosi-
llo en e! que se llamaba al pueblo a la rebelión contra el gobierno de Calles, originándose un movi-
miento que aglutinó a la mayor parte de las fuerzas anticallistas. Uno de los líderes de la rebelión fue
el general José Gonzalo Escobar, quien daría nombre al movimiento y al que se conoce como rebelión
escobarista. Aun cuando el movimiento se extendió rápidamente, no logró captar el apoyo de las ca-
pas medias ni tampoco de los campesinos. Si bien la rebelión se configuró como un intento de susti-
tuir al grupo callista en e! poder fue reprimido con e! recurso de! ejército y la rebelión quedó neutra-
lizada ya en 1929 (Garrido, 1986: 117-121).
ESTADO YACTORES POLÍTICü-SOCW,ES ' 131

hasta que con el inicio del gobierno de Cárdenas recuperó su registro


como partido político. 79 Si bien durante dicho sexenio apoyó la políti-
ca de Frente Popular, durante el avilacamachismo su corolario con la
unidad nacional y postuló la candidatura de Miguel Alemán a la Presi-
dencia, en 1949, el PCM fue ilegalizado. Recurriendo a la doctrina de la
mexicanidad, el PFP Y el PCM se vieron afectados por la medida de reti-
rarles el registro como partidos políticos. La decisión fue fundada en la
idea de que "la Revolución mexicana tiene su propia filosofía, nacida de
la inspiración del pueblo y de las realidades de su existencia histórica.
Ninguna ideología exterior, ninguna inquietud ajena ni extraña in-
fluencia la ha contagiado ni debemós permitir que eso suceda". 80
Con la ilegalización de estas dos formaciones políticas se introdujo
una contradicción en el discurso modernizador elaborado. Junto a la
defensa de la democracia y del apoyo a la conformación de organiza-
ciones políticas que el alemanismo propugnó en la teoría, en la prácti-
ca, con la decisión de ilegalizar a esas dos formaciones, se articuló un
sistema que limitaba la competitividad política. Al establecer, con el re-
curso a la doctrina de la mexicanidad, un sesgo sobre qué tipo de par-
tidos podían actuar dentro de la legalidad, se instrumentaba una de-
mocracia excluyente. El régimen, con esta medida, manifestaba su
concepción real sobre cuál era la democracia que defendía. También
explicitaba qué concebía como sistema pluripartidista, y que no era la
expresión de tendencias presentes en la sociedad civil sino, únicamen-
te, un modelo de legitimación. Se avanzaba, simultáneamente, en el
proceso que Medin denomina de "institucionalización de la oposición
política" (Medin, 1990: 67).
De tres organizaciones (PAN, PP Y FPP) que sí contaron con el regis-
tro como partidos políticos durante el periodo de Alemán, es necesario
señalar la diversa motivación que estuvo en el origen de su fundación,

79 Refiriéndose al tiempo en el que el PCM estuvo en la ilegalidad, José Revueltas refiere cómo las po-

siciones defendidas por el partido surgidas a partir del pleno de julio de 1929 estaban marcadas por el
sectarismo y por la "tendencia en nuestro partido hacia el respeto y «veneración» supersticiosos de los
organismos superiores internacionales", lo que casi provocó la dispersión de "todas nuestras fuerzas, de-
sarticulándolas y poniéndolas en riesgo de desaparecer por completo". Según el análisis de Revueltas
esta política fue continuada hasta la realización del VII Congreso Mundial de la Internacional Comunis-
ta en el que los dirigentes de la Comintern señalaron al PCM "una perspectiva inmejorable para su tra-
bajo, su desarrollo y el desarrollo mismo de la Revolución mexicana que en Cárdenas había encontrado
una fuerza motriz de primera línea para ser impulsada hacia adelante". Pero la política de frentes popu-
lares provocó, siguiendo a Revueltas, que "la dirección del partido quedó por debajo de los acontecimien-
tos y que la iniciativa revolucionaria se mantuvo en manos del gobierno ... " (Revueltas, 1984: 118-126).
"'Discurso de Alemán en Cuernavaca (Alemán, 1988a: 153).
j:H • MARÍA ANTONIA MARTÍNEZ

las diferentes estrategias que impulsaron y las divergentes relaciones


que establecieron con el gobierno. Todos estos factores influyeron -en
un proceso que empezó a observarse durante el sexenio alemanista-,
en el tipo de oposición que cada uno de ellos realizó, en su presencia y
su papel en la conformación del sistema de partidos.
Una de las agrupaciones partidistas que estuvo presente en la vida
política nacional durante el sexenio alemanista fue el Partido Acción
Nacional (PAN). Fundado a finales del gobierno de Cárdenas porque

en 1938 ya había en México una situación intolerable: una amena-


za inminente de pérdida de la libertad [... 1. Entonces pensamos en la
necesidad de revisar todo el problema político de México, porque en
la base de ese problema está la falta de ciudadanía: no habíamos sido
formados ciudadanos; no teníamos antecedentes de ciudadanía [... 1.
Pensamos que era indispensable reconocer esa realidad y empezar el
trabajo desde la raíz: la formación de conciencia cívica, la creación
de una organización cívica. Decidimos, así, la organización del Par-
tido (Wilk.ie y Wilk.ie, 1969: 176).

Surgido como oposición a las políticas cardenistas pretendió conformarse


desde su inicio como un partido de cuadros,81 sin relación con los intere-
ses electoralistas que habían caracterizado el multipartidismo preexisten-
te. "Nosotros consideramos esencial crear un partido político actuante [... ]
lo importante es formar la opinión pública, organizarla, darle voz, darle
programa, darle instrumentos legales, eficaces, de acción. El día que esto
se logre, será posible pensar en una organización democrática en México"
(citado en Marván Laborde, 1988: 177 y 184). En un inicio intentó esta-
blecer sus primeras alianzas con grupos de la iniciativa privada, ante
los que se presentó como un instrumento de acción política que podía
ser útil en la defensa de sus intereses. El viraje que el gobierno impuso

Al El PAN se constituyó en 1939 con miembros procedentes de los sectores católicos que habían estado

ligados a la universidad y que habían colaborado con los regímenes posrevolucionarios. En su fundación
también participaron empresarios y miembros de la clase mema. El nuevo partido se creó en torno a Ma-
nuel Gómez Morin, que había desempeñado un papel importante en la fundación del Banco de México en
1925, era ex rector de la UNAM y había formado parte, junto con Vicente Lombardo Toledano, del grupo
de "Los siete sabios". También participaron en su fundación Efraín González Luna; Ezequiel Chávez, ex sub-
secretario de Educación Pública; Manuel Bonilla, secretario de Fomento en el gobierno de Madero y Rober-
to Cosía. Su primer presidente fue Manuel Gómez Morín, hasta 1949 (Guillén Vicente, 1989: 126). En ese
año y después de 10 en la presidencia, Gómez Morín renunció a la misma para "dejar que el partido se or-
ganizara lejos de la influencia de su personalidad". Su sucesor fue Juan Gutiérrez Lascuráin hasta 1956
(Marván Laborde, 1988: 190-191).
ESTADO YACTORES POLÍTICO-SOCIALES' 133

a su política a partir de 1940 le permitió a éste un acercamiento a estos


grupos empresariales, con lo que la posibilidad de que el PAN se constitu-
yese en el partido que reflejase los planteamientos de la burguesía se dilu-
yeron. Este hecho influyó en que el PAN, que en 1939 reunía sobre todo a
liberales que reclamaban el derecho a participar en la política de forma in-
dependiente y defendían los valores de la democracia liberal, instrumenta-
ra su acercamiento a los sectores católicos y a la Iglesia. 82
Con una ideología articulada en torno a la defensa del individuo y
de la sociedad frente al Estado (Loaeza, 1983: 436), el partido fue ca-
racterizado, sobre todo por los grupos oficiales, como una organiza-
ción reaccionaria, conservadora y antirrevolucionaria. Los "Principios
de doctrina", elaborados en 1939 y con vigencia en el periodo alemanis-
ta, se constituyeron en los elementos teóricos sobre los que se articuló
la actuación política de Acción Nacional. Se oponían a cualquier for-
ma estatal que negase las prerrogativas esenciales de personas y co-
munidades y contrapusiese sus determinaciones como fuente única de
derecho. El Estado sólo se justificaba como gestor del bien común, su-
pliendo las deficiencias y respetando características y atribuciones di-
versas (Calderón Vega, 1970: 11). Sobre este humanismo político -como
González Luna caracterizó la filosofía del partido-, se elaboró la defensa
de la propiedad privada percibida como el medio más adecuado de asegu-
rar la producción y garantizar la dignidad al ser humano (Arriala, 1975:
235-243). Junto a ello, se establecía que la economía nacional no era
patrimonio del Estado, aunque éste debía orientarla y prestarle todo el
apoyo que precisara, velando por una justa distribución de los beneficios
(Calderón Vega, 1970: 14-15).
El acercamiento entre empresarios y gobierno a partir del avilacama-
chisma originó un desplazamiento en los objetivos primigenios de Acción
Nacional. Éste se apoyó, en forma creciente, en la defensa de principios y
posiciones religiosas. Si bien ello provocó la salida de algunos de los
miembros defensores de los principios liberales y el ingreso de numerosos
cuadros de Acción Católica (Arriola, 1975: 249), esto no implicó el aban-
dono de su justificación originaria: la conformación de una sociedad de
ciudadanos.

"Loaeza. 1983: 436. Sin embargo, siguiendo a Gómez Morín, "la Iglesia no tiene que ver con la ac-
ción política; ni hemos querido, ni habríamos aceptado la intervención de la jerarquía en los trabajos del
partido. Por otra parte, con mucha frecuencia [... 1 miembros de la jerarquía han sido abiertamente hos-
tiles al partido y han criticado la posición política que el Partido ha tomado". Citado en Wilkie y Wilkie,
1969: 182.
I:J4 • ~tljlíAANTONL~ MARTÍNEZ

La creación y administración de un orden dinámico que jerarquice jus-


tamente las diversas funciones y los distintos intereses que existen den-
tro de la vida social, no es patrimonio de un hombre o de un grupo
social determinado. A la creación y administración de ese orden
deben concurrir la inteligencia y la voluntad de las personas que con-
viven dentro del Estado. Cumplir este deber político es necesidad impe-
riosa y urgente, cuya omisión acarrea el envilecimiento de la vida so-
cial. La formación de Partidos que organicen el cumplimiento del deber
político y sean permanentes en su actividad, como permanente es su
fin, es necesidad evidente dentro de la realidad histórica de México. 83

Junto a la crítica de la política seguida por el Estado, fue este ele-


mento, el intento de constituirse en un partido estable, con implanta-
ción popular y como un instrumento de creación de conciencia ciuda-
dana, lo que caracterizó el desempeño del PAN durante todo el sexenio
alemanista. El discurso panista se articuló en torno a la idea de que, de-
bido a las acciones fraudulentas realizadas por el gobierno, era imposible
plantearse el acceso al poder a corto plazo. Su actividad como partido po-
lítico debía orientarse a la creación de conciencia dvica como medio para
que, en el futuro, Acción Nacional fuese logrando ampliar y consolidar
su acceso a los puestos de elección popular. 84
La consideración de que el grupo en el poder no respetaba la volun-
tad expresada mediante el voto, aunado a su convencimiento de que la
sociedad civil era demasiado débil como para imponer, a través de las
elecciones, proyectos que fuesen una real y eficaz alternativa a los que
desde el Estado se propugnaban,85 condujo al PAN a realizar una oposi-

B'''Principios de doctrina del PAN", citado por Calderón Vega, 1970: 10-11.
"A este respecto, Gómez Morín señaló: "Lo normal en el falso sistema democrático mexicano, ha
sido que la elección la haga el gobierno [... 1 desde el primer momento e invariablemente, hemos dicho
que no nos importan, como base de solución de los asuntos nacionales, ni el voto inmediato ni sus re-
sultados próximos, ni nos hemos organizado para una escaramuza electoral, ni, por tanto, tenemos en
esa escaramuza interés fincado que pueda hacernos sentir triunfantes o resentidos según los frutos que
de ella se logren [... ) antes y después del voto, sobre toda elección, más allá y más acá de los contactos
con el Poder, la acción política verdadera, en su único sentido generosamente humano, se confunde y se
entreteje con todos los demás deberes que hacen la trama permanente de la vida individual y la trama
inacabable de la vida colectiva." "Informe rendido a la Il Convención Nacional de Acción Nacional, el 20
de abril de 1940 por Manuel Gómez Morín" (Gómez Morín, 1983: 57-59).
"En la asunción de esta idea, abundantemente desarrollada por Gómez Morín, es probable que in-
fluyera la experiencia de la campaña de Vasconcelos en la que participó activamente. Siguiendo a Gómez
Morín, uno de los motivos que le llevó a disentir con Vasconcelos fue la negativa de este último a orga-
nizar a los ciudadanos que lo apoyaban en un partido permanente, un partido de cuadros. También con-
sideraba que esta era la razón por la que el vasconcelismo no tuvo con posterioridad una mayor presen-
cia política en el país (Wilkie y Wilkie, 1969: 157-158).
E~TADO y ACTORES POLÍTICO-SOCIALES' 135

ción durante el alemanismo muy determinada. De forma conjunta a su


defensa de que no tenían ninguna relación con los partidos electoralis-
tas que habían proliferado con anterioridad, su estrategia se destinó a
ampliar su presencia en la vida nacional, al mismo tiempo que concen-
traban sus esfuerzos para crear lo que denominaban deber ciudadano. 86
Por ello, y aun desconfiando de los resultados electorales, Acción Nacio-
nal concurrió desde 1943 a las sucesivas elecciones que se realizaron.
En 1946 presentó 87 candidatos a diputados y en las intermedias del
sexenio alemanista, 69. En ambas ocasiones les fueron reconocidos cua-
tro escaños, a pesar de que en 1946 el partido defendió que habían lo-
grado 23 o 24 puestos (Wilk.ie y Wilk.ie, 1969: 185-186).
Lo importante para los panistas de su participación en los procesos
electorales era que éstos se configuraban como una coyuntura favora-
ble para la realización de su principio esencial, es decir, la creación de
ciudadanos. Este elemento, aunado a su crítica permanente a las políti-
cas económicas y sociales instrumentadas por el gobierno, fue lo que
caracterizó su actividad como partido político durante el sexenio ale-
manista. Fue igualmente destacable el papel que los diputados panistas
desarrollaron en las cámaras, foro que utilizaron para lograr incidir en
la vida política nacional y para obtener modificaciones en leyes que
consideraban esenciales para la efectiva democratización del país. De-
fendieron la creación del Registro Nacional Ciudadano, al que caracteri-
zaban como la base de todo sistema electoral. Además, plantearon la
necesidad de elaborar una nueva ley de partidos que asegurase eficien-
temente la igualdad real entre todas las agrupaciones partidistas exis-
tentes, al mismo tiempo que limitara la hegemonía del Estado y del PRI,
propuestas, todas ellas, desestimadas por el grupo del gobierno (Gómez
Morín, 1983: 252-253 y 271).
El Partido Popular (pp) fue fundado por Lombardo Toledano en
1948, no tanto como instrumento autónomo de acceso al poder sino
con objeto de sustituir al PRI en cuanto sustrato y base de apoyo del
gobierno. Surgido -al igual que otros con anterioridad- como una

"Para Gómez Morín, "en nuestro México, en nuestro tiempo, en nuestro mundo, ser ciudadano es
coincidente con ser hombre". Junto a ello, deber ciudadano o erear conciencia cívica era un proceso que de-
bía conducir a que los mexicanos actuasen conscientemente en la vida política nacional. Para el PAN, ser
ciudadano era "informarse de proposiciones, ofertas y programas; participar en deliberaciones, alzar jus-
tas protestas [... ], cuidar del padrón, hacer cola en las casillas, pelear contra los ladrones de ánforas y de
votos; ser candidato, hacer campañas, defenderse en colegios electorales inocuos... ", es decir, una multi-
plicidad de funciones y valores considerados inexistentes por los panistas en el país ("Informe a la VII
Convención Nacional de Acción Nacional, 25 de febrero de 1949", Gómez Morín, 1983: 265).
186 ' MARÍA ANTONL\ MARTÍNEZ

escisión del partido oficial, su justificación se elaboró, no en la línea


primaria de los intereses caudillísticos de sustitución de liderazgos, sino
sobre la necesidad de articular demandas que el PRI, en cuanto parti-
do político, no podía cubrir. En la Conferencia de Mesa Redonda de los
marxistas mexicanos en enero de 1948,87 Lombardo caracterizó al PRI
como un partido inoperante para el cumplimiento de funciones elec-
torales y para aglutinar a las masas populares. 88 Era, por ello, nece-
saria la conformación de una nueva agrupación partidista que fuera
esencialmente un partido independiente y, al mismo tiempo, un gran
frente popular. En su seno debían concurrir todas las fuerzas progre-
sistas que trabajasen por la realización de los postulados de la Revo-
lución mexicana. Pero debían constituir una agrupación que rebasase
los fines meramente electoralistas y actuase en favor de la democratiza-

"Esta conferencia se realizó a iniciativa de Lombardo Toledano. A ellas concurrieron organizacio-


nes de izquierda así como personas invitadas a título individual. Organizada en torno al tema general de
"Objetivos y táctica de lucha del proletariado y del sector revolucionario de México en la actual etapa
de la evolución histórica del país", se persiguió convocar un foro en el que se debatiesen los diversos plan-
teamientos que mantenían dividido al movimiento de izquierdas del país. Su fin último fue la convoca-
toria de aquellas fuerzas que podían colaborar y participar activamente en la fundación del Partido Po-
pular. A esta conferencia concurrieron el Partido Comunista Mexicano, Acción Socialista Unificada, el
Grupo El Insurgente, el Grupo Marxista de la Universidad Obrera, en cuanto agrupaciones. A título in-
dividual fueron convocados Narciso Bassols, Víctor M. Villaseñor, Francisco de la Garza, Gaudencio Pe-
raza, Gontrán Noble y Rafael Carrillo (Mesa redonda de los marxistas mexicanos, 1982: 11-13). Junto a
otra serie de cuestiones, uno de los temas centrales que en esta conferencia se debatieron fue la natura-
leza del partido que se requería para realizar con éxito la lucha por el socialismo. Un partido pluriclasis-
ta para luchar por la realización de los o1:Jjetivos de la Revolución mexicana y así crear las condiciones
objetivas para la lucha por el socialismo, como defendían Lombardo y sus seguidores. El otro proyecto
se decantaba por la creación de un partido obrero revolucionario que luchara también por los presupues-
tos revolucionarios, pero en el que campesinos y trabajadores urbanos desempeñaran un papel hegemó-
nico para hacer avanzar el proceso revolucionario hacia fines socialistas (Velasco, 1985: 57). Lo que se
debatía era si se debía continuar con la política de unidad con el gobierno mediante la creación de un par-
tido que apoyase la política que se impulsaba o, por contra, constituir un partido de izquierdas indepen-
diente y no comprometido con la estrategia unitaria (Alonso, 1985: 46-50).
BB La primera crítica a la ineficacia del todavía PRM fue realizada por Lombardo ya en 1944 cuan-

do señaló que "debemos organizar totalmente la estructura del Partido de la Revolución Mexicana que
está muerto y desprestigiado. Tenemos que hacer un nuevo partido en México, querido por el pueblo,
apoyado por los campesinos, los burócratas, la clase media, los soldados, los jefes del ejército, los inte-
lectuales. Un partido de verdad, no burocratizado, no inerte, un partido que vibre con el pueblo, que lo
defienda y que lo represente con honor" (Citado por Durand Ponte, 1990: 176). Esta crítica relativa al
PRM se hizo extensiva al PRI cuando señaló: "El PRI fue creado para asociar, para reunir a las fuerzas pro-
gresistas y enfrentarlas en la campaña electoral contra las fuerzas que pretendían llevar a la Presidencia
de la República un agente del imperialismo extranjero. Pero por eso, por haber sido un esfuerzo tardío
para revivir al viejo PRM, la función cumplida por el PRI fue una función muy restringida. El licenciado
Miguel Alemán fue electo por la inmensa mayoría del pueblo mexicano; pero no se puede decir que el PRI
haya sido el conducto para esa elección. La victoria del licenciado Alemán no se realizó a través del PRI.
Se realizó sobre el PRI, por encima del PRI Y por encima de sus órganos establecidos. No puede hablarse,
en consecuencia, tampoco, de que exista en México, en los actuales momentos, un partido o una serie de
partidos que agrupen a las grandes masas populares." ("Intervención de Vicente Lombardo Toledano", en
Mesa redonda de los marxistas mexicanos, 1982: 68).
ESTADO YACTORES POLÍTICO-SOCIALES' t:J7

ción integral del país. 89 Lombardo definió en este discurso una serie de ca-
racterísticas que el nuevo partido debía cumplir y que finalizaron deter-
minando el tipo de oposición y de relaciones con el gobierno llevadas a
cabo por el Partido Popular, en un proceso que se haría más evidente des-
pués del sexenio alemanista. En esencia, el partido debía formar parte del
régimen revolucionario pero sin depender del gobierno:

conservará frente al poder público su independencia completa, pero


colaborará con el gobierno en el desarrollo del programa revolucio-
nario de una manera directa o indirecta, haciendo labor de crítica
constructiva, señalando los errores que el gobierno cometa en su
conjunto, los que cometa el Presidente de la República o los que co-
metan en lo personal los funcionarios que integran el poder públi-
co (Lombardo Toledano, 1982: 70).

Para la conformación del nuevo partido, Lombardo pensaba contar


con el concurso de los convocados a la celebración de la conferencia y con
el de los sectores del PRI, sobre todo la CTM. Si bien iniCialmente ésta se ha-
bía comprometido a prestar su apoyo al proyecto del PP, en el momento
en que éste comenzó a tomar cuerpo la dirigencia cetemista se retractó. 9ü
En un proceso profundamente imbricado con el conflicto existente entre
las asociaciones sindicales y el debate de si éstas debían ser totalmente in-
dependientes del Estado o, por contra, prestarle su apoyo, el surgimiento
del PP venía a agudizar las tensiones. Para la conformación del partido,
Lombardo deseaba contar con todo el peso político de la CTM pero ésta,

dO Aun cuando cuestionaba la eficacia de las agrupaciones partidistas existentes, sobre todo al PRI y

al PCM, no abogaba por su desaparición. Probablemente debido a que las fuerzas con las que él pensaba
conformar el nuevo partido debían provenir, fundamentalmente, de esas organizaciones consideró más
conveniente no hacer un llamamiento a su desaparición inmediata, sino que en el proceso el PP conse-
guiría sustituirlas al atraer a los grandes colectivos que las constituían, sobre todo al PRI, hacia el parti-
do que él tenía en mente. Así, en esta reunión al hacer un llamamiento a las fuerzas allí congregadas in-
sistió en que "el nuevo partido no perseguirá, pues, el monopolio de la acción política en nuestro país.
Será un organismo más, importante, pero un órgano más en favor de la Revolución Mexicana. Por eso
mantendrá relaciones con el PRI, mientras éste exista. Mantendrá relaciones con el Partido Comunista
Mexicano... " (Lombardo Toledano, 1982: 72; cursivas de la autora).
'oEn el ¡V Congreso de la CTM se elaboró la ponencia 16 por la que la CTM se comprometía a contri-
buir a la conformación del partido y de invitar a las organizaciones que estuvieran de acuerdo con sus li-
neamientos a apoyarlo moralmente. Confiado en la promesa de la CTM, Lombardo hizo un llamamiento a
los miembros de la central a incorporarse al PP. A ello, los líderes de la CTM se opusieron declarando que el
I Congreso Nacional de la CTM ordenaba su adhesión al partido oficial y que no se había modificado el pac-
to sectorial celebrado al constituirse el PRI en 1946. La CTM finalizó expulsando a todos sus miembros que
estaban participando en la constitución del Pp' incluido el propio Lombardo. Para más información de las
actuaciones de la CTM hacia el PP (véase, Medina, 1982: 136-150 y Yáñez, 1984: 119-124).
IB8 • MARÍA .<I..'iTüNIA MARTÍNEZ

inmersa en el proceso de depuración de los elementos partidarios de la


autonomía sindical, no estaba dispuesta a colaborar en la fundación de
un partido al que consideraban atentatorio de su proclividad a colaborar
estrechamente con el gobierno. Se evidenciaba así la gran contradicción
que subyacía en el planteamiento lombardista: construir un partido in-
dependiente del gobierno contando con los sectores que constituían la
misma base de apoyo del Estado y obtener, simultáneamente, el apoyo
gubernamental a su proyecto. Por ello, la lógica a1emanista que impul-
saba un movimiento sindical que apoyase, sin grandes fisuras, su políti-
ca tuvo su continuación en su relación con el PP. Si bien no habría de
entorpecer la creación de un nuevo partido, no permitiría que éste se con-
formara a partir de los sectores del PRI. El PP, que se había definido como
una organización con una ideología de izquierda pero que defendía los
presupuestos emanados de la Revolución, era funcional para el proyecto
de democratización política que se impulsaba. Pero no debía constituirse
con la fuerza necesaria como para convertirse en un foco de poder im-
portante que pudiera atentar contra la realización del proyecto económi-
co que se constituía. Tampoco debía debilitar la base de apoyo que, en el
PRI Y sus sectores, se quería establecer (Durand Ponte, 1990: 177-186).
La oposición del gobierno al proyecto lombardista implicó su fracaso
ya que, aun cuando el PP logró su registro como partido político, éste
surgió mucho más débil de lo que inicialmente se concibió. Fracasó el
planteamiento de constituirse en un nuevo gran partido continuador de
las tesis de unidad nacional y base del gobierno. El PP se constituyó como
un débil partido de oposición, sin la importante base sindical fuerte que
se pretendía y dependiente, en gran medida, de la voluntad del gobierno.
La debilidad del PP se puso en evidencia en los comicios en los que parti-
cipó durante el a1emanismo. En las elecciones de 1949 -que algunos
miembros del PP caracterizaron de irregulares y fraudulentas-,91 presentó

"Víctor M. Villaseñor, vicepresidente del PP, se refiere a las irregularidades que el gobierno cometió en la
elaboración del padrón electoral, así como en la emisión de las credenciales de voto. Asimismo, plantea el de-
bate que se produjo en el seno del PP en torno a la idea de si, después del fraude que el gobierno había come-
tido, se tomaba la decisión de que los candidatos del partido concurrieran o no al Colegio Electoral. Finalmen-
te se aprobó no acudir al colegio y no aceptar un escaño sin obtener el permiso de la Dirección Política del par-
tido, en un intento de evitar la línea de actuación del PAN y su tendencia a aceptar lo que el gobierno tuviera
a bien concederle. Finalmente, el Colegio Electoral otorgó un escaño a Ignacio Pesqueira y éste, sin tener en
cuenta los acuerdos elaborados, lo aceptó. El partido tomó la resolución de apoyar la decisión de Pesqueira, si-
guiendo a Villaseñor, porque el PP aceptó la tesis planteada por Díaz Muñoz -secretario de la Comisión de
Asuntos Electorales- de que "el Partido debía alejarse de ilusiones absurdas, que encontrándonos en México,
había que hacer la política a la mexicana, moviendo influencias personales. haciendo antesala en las oficinas
de los personajes y recogiendo todo lo que fuera posible obtener" (Palabras de Díaz Muñoz, citadas por Villa-
señor, 1976: 175-176).
ESTADO YACTORES POLÍTICO·SOGlALES • 139

69 candidatos a diputados de los que uno obtuvo su registro. Para 1952,


el partido presentó la candidatura de Lombardo Toledano a la Presidencia
de la República obteniendo el 1.98 por ciento de los votos totales (Medin,
1990: 77). A pesar de lo escaso de estos resultados electorales y de las
múltiples acusaciones que hacían responsable de ello al gobierno y sus
actuaciones fraudulentas, el PP -sobre todo a través de Lombardo- articu-
ló un discurso destinado a presentarse, no como una oposición radical al
gobierno sino, por contra, como un instrumento de apoyo a las políticas
alemanistas. 92
Se configuraron durante el alemanismo dos tipos de oposición en el
país. Una representada por el PAN, más preocupada de la educación de
la sociedad civil que de constituirse en una alternativa inmediata al par-
tido del gobierno. Partiendo de la crítica global a las políticas impulsa-
das por Alemán aceptaba, sin embargo, el diseño democrático y sus lí-
mites elaborados por aquél. Consideraban que era la mejor estrategia
para asegurar su presencia en la vida política nacional mientras logra-
ba conformar una sociedad civil de ciudadanos, como paso previo a
constituirse en una alternativa real al grupo en el poder. Por otro lado,
se encontraban los presupuestos diseñados por el PP. Concebido como
un instrumento de crítica a los procedimientos utilizados en algunos
casos y que se alejaban del logro de los objetivos marcados por la Revo-
lución, la oposición que realizó estuvo mediatizada por su declaración
de colaborador del gobierno. Sus actividades vinieron determinadas por
su definición. Nació y se comportó durante el alemanismo como un
partido con escasa vocación de ejercer el poder, toda vez que su plantea-
miento inicial de constituirse en la base de apoyo del alemanismo había
fracasado (Singer, 1988: 384).
A pesar de las diferencias prevalecientes entre los dos partidos de
oposición, el PAN Y el PP, ambos presentaban un factor común que
los hacía distanciarse de las agrupaciones partidistas imperantes con
anterioridad. Este elemento dotaba de una nueva caracterización al
sistema de partidos del país: habían surgido con vocación de trascen-

92En las elecciones a diputados también en 1952, el partido obtuvo el 0.88 por ciento de la vota-
ción. Un cambio importante para el partido se produjo en 1955 cuando la dirección propuso a la asam-
blea nacional su conversión en partido de la clase obrera inspirado en la filosofía marxista, lo que fue
aprobado. Después de cinco años de debate, el partido cambió su nombre por el de Partido Popular So-
cialista. Con posterioridad a las elecciones presidenciales de 1952 en las que el PP presentó su propio can-
didato, en las subsiguientes de 1958,1964,1970,1976 Y 1982 el partido apoyó las candidaturas pre-
sidenciales presentadas por el PRI (Rodríguez Arauja, 1989: 145-149).
14U MARÍA ANTONl~ ~t\RTÍNEZ

der las cuestiones meramente electoralistas. Durante el alemanismo


actuó otro partido cuyo objetivo primario fue la disputa presiden-
cial. El Frente de Partidos del Pueblo (FPP) había surgido en torno a la
figura de Henríquez Guzmán y sus pretensiones de acceder a la Pre-
sidencia del país en 1946. Finalmente no contendió a dichas eleccio-
nes, pero a su reorganización en 1951 le sucedió la declaración de
presentar a Henríquez como candidato presidencial en 1952. Surgi-
do de las filas de la familia revolucionaria, la diferencia que presentó
con otros movimientos de oposición anteriores, tales como el padi-
llista o el almazanista, fue que reivindicó como bandera los princi-
pios emanados de la Revolución y consagrados en la Constitución de
1917 (Pellicer, 1977: 482). Confiando en el apoyo del núcleo carde-
nista de sectores del ejército, de grupos agrarios y obreros desconten-
tos de la política alemanista, y de grupos de clase media disconfor-
mes con el autoritarismo del grupo en el poder, el FPP se presentó a
las elecciones (Servín, 2001: 167-325). Después de los comicios, el
cómputo oficial otorgó 2.7 millones de votos a Adolfo Ruiz Cortines,
candidato del PRI, medio millón de sufragios a Henríquez, 285,000
al candidato del PAN Y 72,000 a Lombardo. A pesar de las protestas
de realización de fraude generalizado, estos alegatos no modificaron
los resultados ni la decisión oficial al respecto (Meyer, 1980: 139).
Las cifras obtenidas por el FPP provocaron que muchos de sus afilia-
dos se reincorporaran al PRI y que éste se hiciese eco de algunas de
las demandas del henriquismo, tal como la lucha contra la corrup-
ción imperante. Finalmente, en 1954, la Secretaría de Gobernación
canceló el registro como organización política al FPP (Pellicer, 1977:
485-488).
El henriquismo se manifestó como un último intento, durante el pe-
riodo, de organizar un movimiento de disidencia desde el seno del gru-
po en el poder. Caracterizado como un tipo de oposición tradicional, pre-
moderna, con la ilegalización del FPP se evidenció la capacidad de control
sobre la conformación del sistema de partidos de la que disponía el go-
bierno. Utilizando los recursos legales, el alemanismo había establecido
una democracia excluyente. Había ilegalizado a aquellas agrupaciones
partidistas que no se encuadraban dentro de su esquema de moderni-
zación política, ya fuese por motivos ideológicos, por su carácter tra-
dicionalmente caudillístico y, sobre todo, por proceder de escisiones
del partido oficial (Molinar, 1991: 42-43). Al mismo tiempo, esta ca-
pacidad gubernamental hacía planear un importante sesgo de incer-
ESTADO YACTORES POLÍTICO-SOCL<I1ES ' 141

tidumbre sobre las organizaciones partidistas, toda vez que sus posi-
bilidades de actuación legal dependían, en última instancia, de la apli-
cación normativa y de su interpretación por parte del Ejecutivo. Se
evidenció la debilidad de los partidos de oposición para instrumentar
y consolidar alternativas reales al grupo en el poder. Durante el ale-
manismo ello dependió, en gran medida, del comportamiento y de las
políticas articuladas desde la Presidencia. Respondió, también, a la es-
casa implantación social que durante el sexenio obtuvieron los parti-
dos opositores.
Una manifestación de este hecho es observable en los porcentajes
de voto en las elecciones que tuvieron lugar durante el periodo en re-
lación a las tres agrupaciones partidistas de oposición. En las eleccio-
nes para diputados federales de 1952, el FPP obtuvo el 15.88 por
ciento de los votos, mientras el PP logró el 0.88 por ciento, algo su-
perior al 0.50 que había conseguido en las intermedias de 1949. Por
su parte, el PAN había pasado del 2.24 por ciento de 1946, al 5.59 en
1949 y al 8.67 por ciento en 1952. Si bien en relación con el PAN el
incremento en los porcentajes de voto recibidos era sustancial, tam-
bién es cierto que, para 1952, había presentado 143 candidatos, fren-
te a los 69 que había postulado en 1949, es decir, que sus niveles de
cobertura habían aumentado de forma importante. Pese a ello, los re-
sultados electorales obtenidos por estas formaciones eran relativa-
mente bajos, sobre todo si los comparamos con los logrados por el
PRI en los mismos comicios (73.52 por ciento en 1946, 93.91 en
1949 y 74.31 por ciento en 1952). Esto puede ser interpretado por
la relativa juventud de los partidos de oposición y, fundamentalmen-
te, por las tendencias del electorado a preferir a los candidatos surgi-
dos como una escisión del propio PRI (Molinar, 1991: 40 y 49-50).
Pese a estos magros resultados, es posible explicar la presencia de los
partidos en los procesos electorales con el objeto, no tanto de despla-
zar al partido hegemónico, sino de mantenerse como sujetos políti-
cos. Este comportamiento, auspiciado por el gobierno, condujo a
que, durante el sexenio alemanista, se dibujara un régimen político
en el que, aun recurriendo en el discurso a los postulados democrá-
ticos y modernos de la organización política, en la práctica se instru-
mentó un sistema caracterizado por la ausencia de la competitividad
política, con un partido hegemónico en convivencia con unos débi-
les, en el marco de una cultura política escasamente participativa
(Peschard, 1988: 229-232).
141 • MARÍAANTüNLUl.vlTÍNEZ

LAS ORGANIZACIONES PATRONALES

En el desempeño de la iniciativa privada en el México posrevolucionario ha


sido esencial la tendencia a conformar agrupaciones constituidas como ve-
hículos de comunicación con el Estado. 93 En este proceso el papel activo
realizado por los sucesivos gobiernos como factor de estímulo y apoyo al
surgimiento de dichas asociaciones ha ido dotando, a su vez, de unas espe-
ciales características al tipo de relación establecida entre el Estado y las agru-
paciones empresariales. Percibidos los efectos beneficiosos que podían
derivarse de la unidad de acción, en 1874 se fundó la primera de las orga-
nizaciones de empresarios, la Cámara de Comercio de la Ciudad de México,
a la que siguieron, durante el porfiriato, el nacimiento de 15 más. No fue
hasta después de la Revolución cuando el gobierno pasó a desempeñar una
función de promotor en la agrupación de las diversas cámaras que ha-
bían proliferado en grandes confederaciones en función de las actividades
desarrolladas. Motivado por los deseos de evitar la dispersión y abundan-
cia de interlocutores y por lograr la colaboración entre el sector privado y el
Estado como medio de relanzamiento económico, el gobierno se constituyó
en un agente potenciador de la unidad empresarial (Ramírez Rancaño,
1986: 83-122). Como respuesta a esta política estatal activa, en 1917 se
creó la Confederación de Cámaras de Comercio (Concanaco) y, en el siguien-
te año, la Confederación de Cámaras Industriales (Concamin), quedando,
ambas, reguladas por la Ley de Cámaras de 1908 (Arriola, 1988: 21-22).
Durante los primeros años de desenvolvimiento de las confederacio-
nes, las relaciones entre éstas y el Estado se caracterizaron por la cordiali-
dad y por la colaboración, orientada a la consecución de la reconstrucción

9' Si bien es cierto que en México han surgido y desarrollado importantes grupos empresariales dota-
dos de mayores niveles de informalidad que las organizaciones de patronos y que dichos grupos podían ha-
ber optado por consolidarse como los instrumentos de defensa de los intereses de sus integrantes ante las
políticas de los sucesivos gobiernos, la tendencia ha sido que los empresarios recurrieran para tales fines a
mecanismos institucionales. Aunque la informalidad ha sido uno de los rasgos que ha caracterizado las
relaciones entre los empresarios considerados individualmente y el Estado, las organizaciones patronales
han sido percibidas como el instrumento de presión ante el gobierno visto como más efectivo. Esta ten-
dencia ha estado provocada por la obligatoriedad de pertenecer a alguna de dichas organizaciones; por la
disponibilidad financiera de las asociaciones lo que les ha posibilitado mantener personal permanente; por
las relaciones informales entre las diversas organizaciones que les ha permitido articular respuestas consen-
suadas ante ciertas políticas gubernamentales; por el desarrollo de canales de comunicación entre los diri-
gentes de esas asociaciones y los funcionarios responsables de las decisiones políticas. Como se ha señala-
do, un 62 por ciento de empresarios encuestados opinaron que una acción eficaz ante una determinada
política era accesible sólo mediante una institución formal (Smith, 1981: 245 y 246; Derossi, 1977). Debi-
do a estas razones expuestas, el análisis de las relaciones entre el Estado y los empresarios se realizará
en función de las respuestas y los niveles de acomodación entre los presupuestos defendidos por las or-
ganizaciones ante las políticas instrumentadas por el gobierno durante el alemanismo.
ESTADO YACTORES POLÍTICO-SOCIALES' 143

económica. La reglamentación del artículo 123 constitucional en 1929


provocó el primer conflicto en las relaciones entre empresarios y go-
bierno y dio origen, como respuesta, al surgimiento de la Confedera-
ción Patronal de la República Mexicana (Coparmex).94 Fundada como
un intento de agrupar a todos los patronos, independientemente de la
actividad que éstos desarrollasen, su objetivo principal fue articular un
instrumento que permitiese a los empresarios lograr un tipo de sindi-
calización igual a la de los trabajadores. Junto a la diferente motivación
y contexto en el que surgieron, también contribuyó a dotar de caracte-
rísticas propias a la Concamin y Concanaco, por un lado, ya la Copar-
mex, por otro, la diversa legislación sobre la que se conformaron.
La Coparmex fue fundada basándose en la Ley Federal de Trabajo en
donde se regulaba el establecimiento de sindicatos de obreros y de em-
presarios, sin establecer diferencias sobre el carácter jurídico o normas
de actuación entre ambos. Las otras dos organizaciones nacieron al am-
paro de la Ley de Cámaras de 1908. 95 La divergencia fundamental en-

"4 En la fundación de la Coparmex desempeñó un importante papel uno de los sectores empresaria-

les más importantes del país, el grupo Monterrey. Con posterioridad a la constitución de esta confedera-
ción y para 1931, el grupo Monterrey también participó en la conformación de un tipo de agrupaciones
de trabajadores, los denominados sindicatos blancos, que aparecían como una alternativa a los ya existen-
tes y que recibían el apoyo del gobierno. El primer sindicato de dicha naturaleza que surgi6 fue la Unión
de Trabajadores Cuauhtémoc y Fa-Mo-Sa, en cuyos estatutos se establecía: "Repudiamos el capitalismo li-
beral que transforma al hombre en objeto, considera al trabajo como mercancía y tiene al lucro como úni-
co m6vil de las acciones humanas. Rechazamos igualmente el marxismo-leninismo porque preconiza el
odio y la lucha de clases, por su concepción materialista de la vida, porque niega las libertades humanas
y subyuga al hombre a la más totalitaria de las esclavitudes, la del espíritu [... ] Pugnamos por la evolu-
ción hacia un orden social y económico más solidario, responsable de los derechos humanos que genere
la armonización de intereses y la convergencia de esfuerzos para lograr una paz dinámica en justicia sa-
cial." Influidos por la doctrina social de la Iglesia, después de este primer sindicato, en 1936, fue fundada
la Federación de Sindicatos lndependientes como respuesta, sobre todo, al tipo de sindicalizaci6n represen-
tado en esos momentos por la CTM y que defendía los mismos postulados teóricos que la anterior Unión
de Trabajadores. Aun cuando son cifras posteriores, la importancia de este tipo de sindicalismo fue incre-
mentándose y para 1980 de casi 10 millones de trabajadores sindicalizados en el país, ellO por ciento lo
estaba en sindicatos blancos (Nuncio, 1984: 92 y 148-150).
9S La legislaci6n que afectó a ambos tipos de organizaciones fue, finalmente, la Ley Federal promulgada

en 1931 en lo que respecta a la Coparmex y la Ley de Cámaras de Comercio y de las de Industria de 1941 en
lo que se refiere a la Concanaco y la Concamin. La Ley Federal de Trabajo si bien no establecía diferencias so-
bre el carácter jurídico o las normas de actuación de los sindicatos obreros y empresariales, sí lo hacía en
cuanto a su constitución. Mientras que para la conformación de un sindicato obrero se establecía el requisi-
to de que debían concurrir al menos 20 trabajadores, sólo se precisaban un mínimo de tres patronos para
formar un sindicato empresarial. La diferencia fundamental en lo que se refería a ambos tipos de organiza-
ciones, se debía a que mientras la pertenencia a una asociación conformada con base en la Ley de Trabajo era
totalmente voluntaria, la Ley de Cámaras fijaba la obligatoriedad en la afiliación de los empresarios.
Además, la Ley de Cámaras contenía disposiciones más estrictas que la Ley del Trabajo sobre la locali-
zación, jurisdicción, naturaleza, objetivos, constitución, funcionamiento y registro de las cámaras de
industria y comercio, así como de las respectivas confederaciones. Para mayor información sobre el
contenido de ambas legislaciones, véase Alcázar, 1977: 6-14.
144 ' ~L!JÚA ANTONIA MARTÍNEZ

tre los dos tipos de asociaciones dependió de la justificación que se en-


contró detrás de sus respectivas fundaciones. Mientras la Coparmex
surgió como una respuesta contraria a la política económica y laboral
implementada por el gobierno, las otras dos organizaciones fueron
concebidas y desarrolladas como un medio de colaboración con el Esta-
do y su programa económico. Por ello, los primeros años, la actitud de
la Coparmex se hubo de caracterizar por una mayor combatividad
frente a la cercanía de las posturas que presentaron la Concamin, la
Concanaco y el gobierno (Alcázar, 1977: 33-36).
Esta situación fue alterada bajo el gobierno de Cárdenas y las relacio-
nes entre el Estado y los grupos empresariales pasaron a estar caracteriza-
das por la tensión. El conjunto de reformas puestas en práctica durante el
cardenismo fueron percibidas por los empresarios como socializantes.
Consideraban que se producía una excesiva intervención estatal en las
actividades económicas y la calificaban de atentatoria de la iniciativa pri-
vada y de la democracia. 96 Este punto era sobre el que, en esencia, se arti-
culaban las divergencias entre el sector privado y el Estado cardenista. El
primero, defendiendo su concepción del liberalismo económico, pugnaba
por un Estado débil, que no interviniese en la actividad económica y que
sólo actuase para apoyar a la iniciativa privada mediante la creación de in-
fraestructura, aportando alicientes fiscales y limitando las actividades de
los sectores obreros. El gobierno defendía la construcción de un Estado
activo en la economía que, además, elaborara medidas destinadas a lograr
una mayor distribución de la riqueza (Medina, 1982: 26-27). Si bien el
cardenismo no llevaba aparejada la destrucción del sistema capitalista im-
"El primer conflicto que enfrentó a los empresarios y el gobierno cardenista se produjo en 1936.
En ese año ante el gran número de huelgas -675- que se produjeron en el país, los empresarios denuncia-
ron las tendencias socializantes y los perjuicios que eso traería para la nación. Además de las declaracio-
nes, los empresarios lidereados por los que radicaban en Monterrey iniciaron una suspensión de activida-
des y realizaron manifestaciones públicas por las calles de dicha ciudad. Este conflicto, en cuya resolución
hubo de participar Cárdenas, concluyó con la declaración del mismo relativa a que si los empresarios no
deseaban seguir participando en la economía podían entregar sus industrias al gobierno y a los trabaja-
dores. Con ello quedaba claro que el Estado se concebía como el árbitro de la vida social y económica del
país. Si bien las declaraciones de Cárdenas tuvieron como efecto neulralizar la actitud asumida por los
empresarios, éstos continuaron planteando a través de las confederaciones la discrepancia que tenían con
el gobierno sobre lo que consideraban excesiva interferencia estatal en las cuestiones económicas aunque.
aparentemente. se llegó a cierto clima de cordialidad. Sin embargo. también en 1936, se originó un nue-
vo conflicto con motivo de la Ley de Expropiación que ampliaba las posibilidades estatales de intervenir
y normar las actividades económicas. Así. de 1936 a 1938 el desempeño del Estado cardenisla se ca-
racterizó por un reformismo creciente y por la tensión continua con los empresarios quienes veían
atacados sus intereses. A partir de ese año y de la expropiación petrolera, el gobierno modificó sus ac-
tuaciones y tendió a establecer una política de concílíación con los grupos empresariales lo que tuvo
su resultado final con la elección de Ávila Camacho como candidato presidencial (Martínez Nava,
1984: 85-124).
ESTADO YACTORES POLÍTICO-SOCIALES' 14"

perante, la percepción negativa que los empresarios tuvieron de sus medi-


das influyó en la selección del sucesor presidencial, en el proceso electoral
de 1940 y en la política instrumentada en el siguiente sexenio (Contreras,
1989: 153-171).
El acceso de Ávila Camacho al Ejecutivo y la articulación de su polí-
tica de unidad nacional implicó una modificación en su vinculación con
los grupos empresariales. El nuevo gobierno construyó una estrategia
tendiente a reelaborar los presupuestos sobre los que se basaba su rela-
ción con los sindicatos. Ello, que redituó en el fortalecimiento del Estado
permitió, simultáneamente, brindar a los empresarios el proteccionismo
y el estímulo económico que demandaban. Los nuevos planteamientos
avilacamachistas permitieron contrarrestar la influencia de los sectores
empresariales como factores de desestabilización y, al mismo tiempo, re-
currir al capital privado como agente potenciador del desarrollo y la mo-
dernización económica defendida por el nuevo gabinete.
Pero si bien la política avilacamachista pretendió "tranquilizar" a los
grupos empresariales para que éstos desempeñaran su función de moto-
res del progreso, su instrumentación estuvo, también, dirigida a situar-
los en una posición de mayor dependencia del Estado. Con dicho fin, fue
modificada la Ley de Cámaras que establecía la unión de comerciantes e
industriales en una sola confederación. Debido a que la existencia de un
solo frente patronal dotaba a los grupos empresariales de un gran poder
y capacidad.de presión, con los cambios legales de 1941 se independiza-
ron los intereses comerciales de los industriales, organizándolos en sen-
das confederaciones de cámaras de comercio (Concanaco) y de industria
(Concamin) (Concheiro et al., 1979: 283-284). Con la nueva normativa
se autorizó la creación, aun cuando sin autonomía y dependiendo orgá-
nicamente de la Concamin, de la Confederación Nacional de la Industria
de la Transformación (Canacintra).97 Esta última debía agrupar a peque-

q; En su libro, Sanford A. Mosk caracterizó a la Canacintra como la organización que expresaba las

opiniones de lo que él denominó e! "Nuevo Grupo". Este "Nuevo Grupo" estaba conformado, según
Mosk, por un conjunto de industriales que presentaban una serie de aspectos en común: eran propieta-
rios de pequeñas industrias surgidas durante la Segunda Guerra Mundial para abastecer al mercado na-
cional; sólo utilizaban capital mexicano; no guardaban buenas relaciones con las instituciones financie-
ras más importantes. Para Mosk lo que diferenciaba a este grupo de! resto de organizaciones patronales
es que éstas carecían de un programa tan amplio y que contara con tantas simpatías sociales como e!
agrupado en la Canacintra. Además de por esta última caracterización que Mosk realizó sobre las demás
organizaciones de empresarios, e! amplio debate que su libro provocó se debió a la afirmación contenida
de que sólo e! "Nuevo Grupo" había entendido y aceptado e! programa industrializador nacionalista de!,
sobre todo, gobierno de Alemán, lo que le llevó a decir que se había establecido una "alianza entre
e! gobierno y la industria que e! «Nuevo Grupo» considera básica para e! ulterior desarrollo industrial de
México" (Mosk, 1951: 36).
146 • MARÍA ANTONIA MARTÍNEZ

ñas y medianas empresas que actuasen, sobre todo, en aquellas ramas


económicas sobre las que el gobierno deseaba hacer planear la revolución
industrial y la modernización económica del país (Medina, 1978: 293-
295). Mediante estas medidas el gobierno debilitó a los sectores empre-
sariales, quienes veían disminuir su capacidad de presión ante el Estado.
Situó en un plano de mayor dependencia a aquella confederación que
aglutinaba a las empresas que el Ejecutivo deseaba constituir en el fac-
tor esencial de desarrollo y que se caracterizaba, sobre todo, por su po-
ca fortaleza en el momento de su fundación, lo que concluyó en que, en
los siguientes años, fuese la Canacintra la organización más marcada-
mente progubernamental.
Con la nueva legislación se definió a las confederaciones de comer-
cio e industria como instituciones públicas, autónomas, con persona-
lidad jurídica, de pertenencia obligatoria y cuyo objeto era la defensa
de los intereses de sus asociados. 98 Con ello, y si bien la misma ley im-
plicaba la subordinación de las confederaciones a la autoridad estatal
mediante la capacidad que se otorgaba a la Secretaría de Industria y
Comercio de ejercer los controles legales sobre dichas agrupaciones, se
significaba el reconocimiento que el gobierno les concedía como sus
únicos interlocutores oficialmente reconocidos. La elaboración de la ley
estuvo acompañada de las protestas de las agrupaciones empresariales
existentes, sobre todo de la Concamin, quien cuestionó el derecho del
gobierno a fijar el objeto y los sistemas de integración y funciona-
miento de los empresarios. El razonamiento que se encontraba en la
base se articulaba en torno al signo de la debilidad que se originaba por
la división y por lo que caracterizaban como creciente y excesiva in-
tervención del Estado en aquellos temas que le debían ser ajenos. Si du-
rante el cardenismo el cuestionamiento esencial iba dirigido a las ten-
dencias presentes en la política gubernamental, a partir de la llegada de
Ávila Camacho las discrepancias se elaboraron en torno a la consoli-
dación y desarrollo del Estado como agente activo, sobre todo, en la
economía. Una importante manifestación de la disconformidad estu-

"Junto a estas disposiciones la nueva legislación contenía otra serie de normativas que la hacían
constituirse en un instrumento de regulación bastante estricto. Se establecía que el domicilio de las con-
federaciones era la ciudad de México y que las cámaras debían contribuir con un mínimo de un 15 por
ciento de sus ingresos para el sostenimiento de las confederaciones a las que pertenecían. En cuanto a la
regulación de los fines que dichas confederaciones debían cumplir, se fijaba que debían realizar la repre-
sentación y defensa de los intereses generales del comercio y de la industria de su jurisdicción; la presta-
ción de servicios a sus asociados; el arbitraje entre sus miembros; fomentar el desarrollo económico del
país y ser órgano de consulta del Estado (Ncázar, 1977: 10-14).
ESTADO YACTORES POLÍTlCO-SOCLU.ES 147

va representada por los análisis que dos de las organizaciones, la Con-


canaco y la Coparmex, realizaron, en 1945, sobre lo que consideraban
excesiva y constante intervención del poder público en aquellas activi-
dades que, en un régimen democrático, debían reservarse a la iniciati-
va privada. Suscribiendo algunos de los planteamientos que se habían
defendido en las Conferencias de Chapultepec y de Nueva York, se
mostraban en contra de la presencia estatal en la economía. Caracteri-
zaban como "manifestaciones de totalitarismo económico que se han
venido registrando en nuestro país en los últimos lustros", las expro-
piaciones, la creación de sociedades cooperativas de producción y con-
sumo, la reforma agraria, la constitución de uniones de producción y
exportación, y la elaboración de leyes favorables a los trabajadores
(Concanaco, 1946: 3-9).
No todas las organizaciones hubieron de defender los mismos plan-
teamientos. Ello era una manifestación del alto grado de heterogeneidad
interna derivada, sobre todo, de la naturaleza de las actividades impul-
sadas por los pertenecientes a cada una de las asociaciones y de la di-
versidad de políticas que, en consecuencia, demandaban del Estado
(Cinta, 1972: 27). La Canacintra 99 se constituyó en la representante de
muchos de los presupuestos que se oponían a los defendidos por el res-
to de organizaciones. Este hecho, aunado a la actitud conciliatoria ma-
nifestada por la CNIT hacia los sindicatos obreros y que se tradujo en la
firma del Pacto Obrero-Industrial con la CTM, provocó el distancia-
miento entre la Canacintra y el resto de agrupaciones patronales. Estas
últimas acusaron a la CNIT de romper el frente patronal y de actitudes
marxistas, lo que venía a unirse a la caracterización de oficialista que
de ella hacían. En la práctica, lo que se había articulado era una con-
junción entre el proyecto de modernización económica elaborado por el
gobierno y los presupuestos que los pequeños y medianos industriales,
agrupados en la CNIT, precisaban para su desarrollo. Por ello, esta or-

"la Canacintra o CNIT fue constituida el 5 de diciembre de 1941 con la concurrencia de 93 de las
empresas a las que correspondía inscribirse en el registro de la Cámara de la Industria de la Transforma-
ción. Las empresas que en esta organización concurrieron quedaron englobadas en las siguientes seccio-
nes: industrias del hierro y similares; industrias del papel; artes gráficas; productos alimenticios; pro-
ductos químicos; laboratorios de perfumería y medicinas; muebles y artefactos de madera; industria del
hule; loza, vidrio y cerámica; cigarros y cerillos; materiales para la construcción; jabones, aceites y gra-
sas; industrias no especificadas. El primer presidente para el periodo 1942-1943 fue José Cruz y Celis.
Durante el gobierno de Alemán los presidentes de la CNIT fueron: José R. Colín, enero-diciembre de 1946;
Joaquín de la Peña, diciembre 1946-diciembre de 1947; Jorge M. Heyser, diciembre 1947-diciembre de
1948; Agustín Fouqué, diciembre 1948-diciembre de 1950; Alfonso Cardoso, diciembre 1950-diciembre
de 1952 ('Acta constitutiva de la Cámara Nacional de la Industria de la Transformación", s.f.: 9-18).
148 ' MARi~ ,,,"~TONL~ MARTÍNEZ

ganización empresarial se consolidó al amparo del Estado y, a cambio,


se convirtió en un aliado gubernamental en las reformas económicas y
sociales y tuvo una actitud más favorable hacia los sindicatos (Alonso,
1976: 178-180).
La llegada de Miguel Alemán a la Presidencia implicó un cambio
cualitativo de importancia y un avance en la tendencia de cordialidad
que se había ido imponiendo en las relaciones entre los grupos empre-
sariales y el Estado durante el sexenio de Ávila Camacho. Ello no supu-
so la desaparición de los desacuerdos entre sectores de empresarios y el
gobierno sobre algunas de las políticas instrumentadas, así como sobre
el carácter intervencionista del Estad0. Pero la moderación y el proyec-
to económico del alemanismo provocó que disminuyeran las presiones
de los empresarios hacia el sistema. 100
La propuesta y posterior reforma del artículo 27 constitucional, como
proyecto destinado a la potenciación de la agricultura comercial priva-
da frente a la estructura ejidal, fue justificada por el gobierno como una
medida que no atentaba los principios revolucionarios. Sin embargo fue
percibida como positiva por los sectores empresariales. Mediante ella,
los empresarios veían alejarse el reformismo cardenista y, al mismo
tiempo, observaban cómo se diluía uno de los elementos que habían
considerado atentatorios de la propiedad privada. La progresiva reela-
boración de las relaciones entre el gobierno y el movimiento sindical, a
pesar de que no fue acompañada del abandono total del discurso revo-
lucionario, sí implicó un alejamiento de la tónica cardenista que había
imperado. Este hecho también fue percibido de forma positiva por las
organizaciones empresariales, quienes consideraron alejada la época en
la que primaba la combatividad sindical y el beneplácito gubernamen-
tal para con ella. 101 La conformación del gabinete alemanista fue igual-

HJOAlgunos autores han relacionado la disminución de la presión de los empresarios sobre el sis-
tema con la creciente tendencia a que miembros de la clase política pasaran a desempeñar puestos
importantes en el mundo empresarial. Si bien este proceso era ya observable desde el término de la
revolución, estos autores señalan que en la década de los cuarenta y cincuenta y al amparo de la in-
dustrialización, surgió un grupo empresarial que denominaron Fracción de los Cuarenta y que se be-
nefició directamente de la política estatal de apoyo y fomento a la industrialización. Dentro de esta
Fracción estarían presentes algunos políticos importantes, el más destacable de los cuales sería Mi-
guel Alemán como parte integrante del grupo Pagliai-Alemán-Azcárraga. Además, señalan que esta
Fracción terminaría desempeñando una posición central en la Concamin (Concheiro el al., 1979: 134-
142 Y 288-289).
'0' Como una manifestación de la actitud favorable de las organizaciones patronales hacia la nueva
política de relaciones entre el gobierno y el movimiento sindical que debía imperar a lo largo del sexenio
alemanista, se encuentra el siguiente comentario elaborado a raíz de la Xlii Convención de la Coparmex.
Precisamente una de las confederaciones que más había atacado los vínculos entre el Estado y los sindi-
ESTADO YACTORES POLÍTICO-SOCIALES' 149

mente considerado benéfico por los grupos empresariales. La inclusión


en el mismo de varios empresarios estableció una importante distancia
con los gobiernos anteriores. Supuso una nueva modalidad de la acción
política empresarial al participar directamente algunos de sus miem-
bros en el Ejecutivo, además, en muchos de los puestos considerados
clave para el impulso del nuevo proyecto modernizador. 102 Esta serie de
políticas provocó un acercamiento entre los grupos empresariales y el
gobierno -justificado, además, por la necesidad de que la iniciativa pri-
vada respondiera activamente al modelo de desarrollo alemanista- y
que las relaciones entre ambos durante el sexenio se caracterizaran por
la cordialidad. Ello no implicó que sobre diversos planteamientos se ori-
ginara un importante debate entre gobierno y empresarios. Aun cuan-
do el Ejecutivo instrumentó una política económica que, como ya ha
sido analizado, benefició en gran medida al capital privado, éste man-
tuvo su discrepancia sobre dos aspectos esenciales: las inversiones ex-
tranjeras y la presencia del Estado en la economía. Con relación al tema
del proteccionismo, la confluencia de discurso entre el gobierno y los
empresarios fue significativa.

catos en los gobiernos anteriores. "Es de suma importancia subrayar, que de tiempo atrás, lideres sin es-
crúpulos al servicio de doctrinas extranjeras y guiados por ambiciones bastardas y mezquinas hicieron,
en lugar de una defensa leal y desinteresada del obrero, un engaño, un fraude, una mixtificación asque-
rosa, en la cual solamente ellos, han sido y siguen siendo los aprovechados [... l Esta situación caótica y
anárquica, ya tiene mucho tiempo de estar imperando y cogió bastante auge en la época cardenista, pues
en ese entonces el gobierno la fomentó descaradamente, tomando en cuenta su criterio radical de izquier-
da [... J Sin embargo, ahora, es bastante halagador que ya no seamos solamente nosotros los que soste-
nemos esta gran verdad; sino, que es uno de los principales colaboradores del gobierno del Lic. Miguel
Alemán, don Antonio Ruiz Galindo, Sro. de Economía, quien en plena Convención Patronal dijo: "para
que haya entendimiento entre patronos y obreros, sin intermediarios para eliminar la desconfianza e in-
comprensión en el examen de los problemas comunes [... 1 consideramos que estamos a tiempo de fijar
nuevas orientaciones a las relaciones que deben existir entre los hombres de empresa y los trabajadores,
si queremos que sea factible la industrialización del país»". Santiago Mata R., "La XIII Convención Patro-
nal", en Actividad 1-10-1947: 19-20.
102 La participación de empresarios en el gobierno fue justificada por Alemán en el principio de que

la politica iba a quedar supeditada a la técnica (Medina, 1982: 93). Los industriales que ocuparon pues-
tos gubernamentales fueron Antonio Ruiz Galindo (secretario de Economía), Agustín García López (Se-
cretario de Comunicaciones y Obras Públicas) y Antonio Oíaz Lombardo (director del Instituto Mexica-
no del Seguro Social), los tres pertenecientes a la Concamin. Además, estuvieron presentes el empresario
agrícola Nazario Ortiz Garza (secretario de Agricultura) y los banqueros Manuel Gual Vidal (secretario
de Educación) y Carlos Novoa (director del Banco de México) (Tirado, 1990: 219). Ante estos nombra-
mientos, la Concamin declaró "la Confederación de Cámaras Industriales desea expresar su beneplácito
por su singular acierto que ha tenido el señor Presidente de la República al escoger las personas que deben
compartir con él las responsabilidades de acción administrativa". Igualmente manifestaron su apoyo a
Antonio Ruiz Galindo y al subsecretario Manuel Germán Parra, uno de los encargados de organizar las
Mesas Redondas durante la campaña electoral "procediendo con ecuanimidad y amplitud de criterio" (ci-
tado por Zabludovsky, 1980: 32).
1:j0 ' ~L!JIíA ANTON~\ MARTÍNEZ

En relación con el proteccionismo, durante el periodo alemanista se


produjo una confluencia en los planteamientos defendidos por el gobier-
no con los expuestos por las organizaciones empresariales. El proyecto
de industrialización impulsado durante el sexenio de Alemán presenta-
ba, como uno de los factores esenciales, la importancia de políticas alta-
mente proteccionistas como medio de apoyo para que la industria se
constituyese en el elemento central de la modernización económica. An-
te la creación del GATT Y la defensa que en los foros internacionales los
países de más alto nivel de crecimiento realizaban de los planteamien-
tos del librecambio, la opinión de las principales confederaciones empre-
sariales fue a favor de las tesis proteccionistas que defendía el gobierno.
Junto al rechazo a los contenidos del Plan Clayton y de la postura nor-
teamericana en la Conferencia de Chapultepec, las organizaciones de
empresarios otorgaron su apoyo a los presupuestos que, en dichas reu-
niones, habían propugnado los delegados mexicanos.10 3 Desde el inicio
del sexenio se mostraron partidarios de lograr una rápida revisión del
Tratado de Comercio México-Norteamericano de 1942, considerando
que su vigencia resultaba lesiva para los intereses comerciales e indus-
triales del país, debido a la continua y abundante presencia de artículos
estadounidenses en el mercado nacional. 104
Al lado de las acciones declarativas de apoyo al proteccionismo, el
conjunto de organizaciones empresariales pasaron a desempeñar un

""Como una manifestación de la lógica sobre la que las organizaciones patronales elaboraron su
oposición a los postulados librecambistas impulsados por Estados Unidos, en enero de 1946, José Do-
mingo Lavin, señalaba: "...lo que no podemos aceptar es que se nos proponga la desaparición de la pro-
tección arancelaria, como un medio de aumentar el comercio internacional, dentro del cual nosotros de-
sapareceríamos rápidamente como compradores, una vez que vomitáramos nuestras pequeñas reservas
hechas durante la guerra. No queremos seguir ni aconsejamos seguir ningún otro camino que no fuera
el mismo camino por el que los Estados Unidos llegaron a su prosperidad actuaL No estamos padecien-
do envidias, puesto que reconocemos la debida proporción entre nuestras posiciones económicas; pero es
perfectamente legítimo el derecho de aspirar a organizar a México b~jo la misma tradición americana,
para lograr con el tiempo un desarrollo semejante al de ese gran país. De no seguirse esta tradición ten-
dríamos que entrar a sistemas sociales distintos de los que establece nuestra constitución" (Lavin, 1948:
158-158).
104 Este tratado de comercio entre México y Estados Unidos fue el resultado de la nueva política eco-

nómica inaugurada con la llegada de Roosevelt a la presidencia estadounidense y defensora de la elimina-


ción, a nivel mundial, de todas aquellas barreras arancelarias consideradas innecesarias. Como un medio de
superar la crisis económica se proponía la aceptación de posturas librecambistas. Esta nueva política, en lo
que respecta a Latinoamérica, fue enunciada por el secretario de Estado estadounidense, Cordell Hull, en
la Conferencia Panamericana de Montevideo de 1933. Sus elementos esenciales debían ser el establecimien-
to de tratados bilaterales y la reducción de aranceles a nivel mundial. Estos puntos fueron aceptados por los
delegados latinoamericanos y se constituyeron en la base de los, alrededor, de treinta tratados bilaterales de
comercio que fIrmó Estados Unidos, uno de los cuales fue con México en 1942 y que contenía disposicio-
nes relativas a finalizar con el sistema de cuotas y establecer compromisos de no aumentar los impuestos
y respetar el listado de artículos sujetos a libre importación (Lavin, 1948: 13-17).
ESTADO YACTORES POLÍTICO-SOCIALES' 151

papel activo ante la cercanía de la Conferencia de La Habana. Ante la


posibilidad de que los contenidos del Plan Clayton fuesen aceptados en
dicha conferencia, los empresarios solicitaron al gobierno que represen-
tantes de sus asociaciones estuviesen presentes en la delegación mexica-
na que debía concurrir a la reunión, en un intento de reforzar las pos-
turas gubernamentales, propuesta que, finalmente, fue aceptada. J05
La actitud conciliatoria del conjunto de organizaciones empresariales
entre sí y en su relación con el gobierno que caracterizó la defensa del
proteccionismo, no estuvo en todos los temas. Una de las cuestiones so-
bre las que giraron las más importantes desavenencias fue el relativo al
papel que las inversiones extranjeras'debían ocupar en el proceso econó-
mico nacional. Desde el comienzo del gobierno alemanista, éste, como ya
ha sido analizado, otorgó una gran importancia a la función que las in-
versiones foráneas debían realizar en el desarrollo económico del país, so-
bre todo por lo escaso del ahorro interno. Muchas de las políticas que du-
rante su sexenio se instrumentaron estuvieron orientadas a incrementar
su presencia en la economía nacional, fundamentalmente en la industria,
el área prioritaria en su modelo de crecimiento (Torres, 1984: 216). La
respuesta que ante esta estrategia articularon las confederaciones patro-
nales no fue homogénea. Mientras la Concanaco se mostraba totalmen-
te partidaria de que se abriera sin restricciones la economía nacional a los
capitales foráneos, sobre todo norteamericanos (Medin, 1990: 90), la
Concamin se decantaba por apoyar la presencia de las inversiones ex-
tra~eras siempre que éstas tendieran a asociarse con los capitales na-
cionales y contribuyeran, con ello, al desarrollo efectivo del país (Alcá-
zar, 1977: 59).

105 El gobierno autorizó que en dicha delegación participaran seis representantes de las diversas organi-

zaciones empresariales. Además de ellos, también participaron en la conferencia aunque de forma no oficial,
varios consejeros de las confederaciones, entre las que destacó la de Jesús Reyes Heroles, asesor jurídico de la
Canacintra, quien en un estudio titulado La Carta de La Habana, recogía la esencia de los planteamientos de-
fendidos en concordancia por el gobierno y el conjunto de agrupaciones empresariales: "Creemos que, en
efecto, la resolución integral de los problemas económicos del mundo -como un todo y en sus componen-
tes- sólo puede derivar de una acción internacional; pero esta acción deberá sujetarse, si no se quiere verla
frustrada, a la vigencia de las realidades nacionales. Los partidarios del librecambismo asientan que la divi-
sión internacional del trabajo viene a hacer innecesario e! recurrir por ciertos países a protecciones económi-
cas. Para nosotros, creer que e! librecambismo conduzca automáticamente a una división internacional
supone un error. Creemos, en cambio, que la experiencia económica mundial aconseja que se practique una
planeación internacional, y la realización de ella vendría a significar seguramente un gran adelanto en la
resolución de problemas esenciales. Hay dos salvedades al respecto: 1 que esta planeación internacional no
venga simplemente a mantener e! statu qua económico de! mundo sosteniendo la existencia de países pro-
ductores de materias primas e importadoras de manufacturas... 2 que no se considere que esta planeación
internacional viene a hacer innecesaria la práctica de ciertos países de un régimen proteccionista"(citado en
Franco, s.f.: 44-45).
1~2 ' MARÍA ANTO~lA MARTÍNEZ

En oposición, la Canacintra se manifestaba mucho más exhaustiva


al expresar su opinión sobre este aspecto. Durante el periodo fue la
organización que más atacó la política gubernamental hacia las inver-
siones extranjeras, a las que consideraba perniciosas para el desarrollo
nacionalista de la economía que propugnaba. Sin embargo, no hizo res-
ponsable de esta estrategia al presidente Alemán, sino a los expertos
económicos que formaban parte de su gobierno: "No es a él [Alemán]
a quien puede tacharse de promover inversiones extranjeras. Pero el
grupo de técnicos que manejaban la economía siempre aprovecharon
todas las posibilidades... " (Cardoso et al., 1953: 27-28). Su argumen-
tación se elaboró en torno a la idea de que el desarrollo del país debía
lograrse sobre la base del capital nacional. Aunque ello no implicaba el
cuestionamiento directo de las inversiones extranjeras, consideraban
que éstas podían ayudar al crecimiento del país siempre y cuando se
realizaran sobre ciertas bases y sujetas a normas bien determinadas.
Coincidiendo con el alemanismo, se decantaban por privilegiar los prés-
tamos o inversiones intergubernamentales, percibidos como más posi-
tivos para la realización de aquellas obras públicas o inversiones a lar-
go plazo que el país precisaba para su desenvolvimiento económico. En
este nivel, se manifestaba totalmente contraria a los "préstamos ata-
dos", es decir, a aquellos capitales que se otorgaban para adquirir cier-
to tipo de equipo en determinados países acreedores (Canacintra, 1955:
9). Su consideración negativa se incrementaba al tratar las inversiones
directas. Para la Canacintra, las inversiones extranjeras directas sólo po-
dían ser útiles a la industrialización nacional si cumplían una serie de
requisitos, tales como que se sujetasen a la legislación vigente, se aso-
ciasen en una posición minoritaria con el capital nacional y, sobre to-
do, concurrieran a campos donde no estuviese presente el inversionista
mexicano. Con esto, su principal oposición iba dirigida a aquellos capi-
tales foráneos, en esencia subsidiarios de compañías extranjeras, que al
establecerse en el país lograban desplazar a las industrias nacionales
con capacidad para satisfacer las necesidades del mercado interno. 106
]DO A este respecto, los planteamientos defendidos por la Canacintra eran desarrollados bajo la si-

guiente argumentación: "El fenómeno más grave desde e! punto de vista de la inversión industrial ex-
tranjera a que México se enfrenta, (... ) consiste en e! establecimiento de industrias extranjeras en ramas
de producción en que ya existen establecidas industrias nacionales con capacidad para satisfacer sobra-
damente la demanda nacional. Se trata de! establecimiento de subsidiarias que disponiendo de mayores
recursos que las empresas nativas similares, realizan a éstas una competencia desleal, las eliminan de!
mercado y adueñándose de éste operan con métodos que perjudican al consumidor y no ayudan al in-
cremento de la riqueza nacional, puesto que permanentemente envían sus utilidades a sus lugares de ori-
gen" (Peña, 1951: 18).
ESTADO YACTORES POLÍTICO-SOCIALES' 153

La Cámara Nacional de la Industria de Transformación defendió du-


rante el sexenio unos planteamientos de total rechazo a ese tipo de in-
versiones ya que, a su juicio, éstas no eran útiles para el logro de la es-
tabilidad económica, del desarrollo industrial y para la consecución de
los objetivos de bienestar social que el país perseguía con su industria-
lización (Canacintra, 1962: 79). Los motivos que se encontraban en la
base de su argumentación radicaban en la debilidad de la gran mayoría
de las empresas agrupadas en la organización. La cercanía de su funda-
ción había provocado que estuvieran lejos de estar consolidadas, lo que
las hacía mucho más susceptibles de la competencia de las compañías
foráneas. Y este era un punto que -no era compartido por los comer-
ciantes de la Concanaco y los industriales de la Concamin, al menos du-
rante el sexenio, y que englobaban a empresas más consolidadas y con
vínculos, en muchos casos, con inversionistas extranjeros (Hernández
Gutiérrez, 1973: 160-161).
Una manifestación de esta divergencia de opiniones entre las or-
ganizaciones empresariales fue la constitución, en 1951, del Comité
Mexicano-Norteamericano de Hombres de Negocios, con represen-
tantes de la Concamin, la Concanaco y la Asociación de Banqueros
de México (ABM) (Bohrisch y Koning, 1968: 46). El surgimiento de
este comité, fuertemente cuestionado por la Canacintra, respondió a
una iniciativa de la Cámara Americana de Comercio de México
(Camco), 107 como un medio efectivo para lograr una mayor coope-
ración entre los empresarios mexicanos y estadounidenses y como
una respuesta al interés creciente entre estos últimos por participar
en la economía mexicana, toda vez que se habían alejado los fantas-
mas de las expropiaciones (González, 1979: 97). Con su fundación
se ponía de manifiesto la divergencia de opiniones sobre los posibles

lO'La Camco fue fundada en 1917 por un reducido sector de los inversionistas norteamericanos en
México representado por pequeñas empresas manufactureras ligadas al mercado interno y por otras pro-
cedentes del sector comercial de exportación. Fundada como un medio de participar en la nueva situación
política y económica creada por la revolución, tuvo como preocupación principal establecer relaciones cor-
diales con los gobiernos mexicanos. Durante los años de formación sus intereses estuvieron orientados a
fomentar las relaciones comerciales entre México y Estados Unidos y a lograr la promoción y expansión de
los intereses privados norteamericanos en México. Pero en los primeros años la Camco tuvo una importan-
cia relativa debido a su debilidad económica e institucional y, sobre todo, a que los intereses norteamerica-
nos más importantes en México en esos momentos ~mpresas mineras y petroleras- no se encontraban
englobadas en dicha organización. Sin embargo, a partir de 1940 la Camco entró en un proceso de conso-
lidación como efecto, fundamentalmente, del aumento de inversiones estadounidenses y de su dirección a
los sectores industriales. El resultado fue que la Camco se convirtió en un importante intermediario de las
operaciones comerciales y financieras entre México y Estados Unidos y, a su vez, sus relaciones con los em-
presarios mexicanos se fueron estrechando (González, 1979: 33-86).
1&4 ' MARÍA ANTONJA MARTÍNEZ

efectos negativos de la presencia del capital extranjero para el con-


junto de la economía nacional. Mientras que las confederaciones par-
ticipantes del comité parecían apreciar que aquéllos eran nulos, la
Canacintra articuló gran parte de su discurso en torno a sus aspec-
tos perniciosos. 108
En relación con el último de los aspectos mencionados previamen-
te, si bien las organizaciones empresariales compartían la idea de que
la actividad económica debía ser realizada fundamentalmente por la
iniciativa privada, sus diferencias afloraban al considerar cuál debía ser
el papel del Estado en el proceso de desarrollo económico. Sostenían, en
esencia, dos posturas contrapuestas: Mientras la Concanaco, la Con-
camin y la Coparmex eran partidarias de un Estado limitado a man-
tener el orden, las instituciones y realizando, en todo caso, una labor
auxiliar de los empresarios, la Canacintra lo percibía como un socio
necesario para el logro del progreso (Alcázar, 1977: 55-57). Todas las
agrupaciones se mostraban de acuerdo en que el Estado debía realizar
una política que les facilitara el crédito de forma accesible, con medi-
das fiscales que les fueran favorables, muy activa con relación a la
construcción de infraestructura, de proporción de energía y materias
primas baratas. La Concanaco, la Concamin y la Coparmex limitaban a
estos aspectos la intervención del Estado en la economía (Concanaco,
1946: 19-25). En todo caso, ampliaban su posible función a sustituir a
la iniciativa privada cuando ésta careciera de interés por determinadas
áreas de la actividad económica pero, en ningún momento, debía el go-
bierno constituirse en un competidor de la empresa privada. La Canacin-
tra, aun cuando no justificaba una intervención estatal que desplazara o
inhibiera a los empresarios, sí era partidaria de una participación que
coordinase las actividades privadas (Canacintra, 1962: 77-78). Defendía
la constitución de empresas públicas, aunque abogaba por la concilia-
ción de los intereses públicos y privados y por evitar que dichas empre-

lOB Además del control que las empresas extranjeras realizaban del mercado nacional con el consi-

guiente impacto negativo para las industrias nativas, la Canacintra insistió en varios puntos. Conside-
raban que no contribuían a aumentar la tasa de ocupación de los países en los que se instalaban; no uti-
lizaban materias primas o productos semielaborados del país sino que los importaban; se dedicaban, en
gran número de casos, a ensamblar las partes del producto, componentes que, también, eran importa-
dos desde otras filiales; sus inversiones implicaban una doble salida de divisas debido a que a lo que
pagaban por sus importaciones de componentes se unía la remisión a sus matrices de las utilidades, re-
galías o intereses; cuando se producía una crisis política, económica o social actuaban repatriando sus
capitales con el consecuente perjuicio para la estabilidad económica del país donde radicaban; constituían
grupos de presión para influir en la vida política y económica del país y, frecuentemente, solicitaban el
apoyo de sus respectivos gobiernos (Canacintra, 1955: 19-22).
ESTADO YACTORES POLÍTICO-SOCIALES' 155

sas pudiesen quedar vinculadas o controladas por empresas nacionales


o extranjeras afines (Cardoso, 1953: 50).
Esta defensa de la Canacintra de que la industrialización del país no
podía realizarse sin la colaboración decisiva del Estado (Radvanyi,
1951: 103), la condujo a apoyar, activamente, la elaboración de la ya
analizada Ley sobre Atribuciones del Ejecutivo Federal en Materia Eco-
nómica. La percibió como una medida destinada a que el Estado coor-
dinase y ordenase el desarrollo económico, aspecto que coincidía con la
función que ella misma consideraba debía cumplir la estructura estatal
(Canacintra, 1966: 181). Concebida como uno de los instrumentos
más importantes del intervencionismo estatal en la economía, la ley fue
percibida muy negativamente por el resto de las organizaciones patrona-
les del país (Medin, 1990: 95-96). Éstas llegaron a caracterizarla como
un revólver apuntando a la cabeza de la iniciativa privada, en el cual el
gobierno tenía puesto el dedo en el gatillo, a lo que Alemán respondió
que dependía de los propios empresarios que el gobierno lo usara (Cor-
dero, 1979: 9).
La ley otorgaba al Ejecutivo el instrumento preciso para regular
los precios, las exportaciones e importaciones, el stock de los indus-
triales, así como la posibilidad de intervenir las empresas con el fin de
que éstas prod~esen lo que el mercado nacional demandara. El posi-
ble recurso a estas capacidades por parte del Estado condujo a que la
ley fuese calificada como "un avance del fascismo en nuestra econo-
mía [... ). El poder discrecional no es otra cosa que poder dictatorial di-
cho en términos amistosos. Una facultad discrecional es omnipoten-
te, una dictatorial también; discrecionalidad y dictatorial son dos
nombres distintos para una sola cosa, el gobierno omnipotente" (Eco-
nomicus, 1951: 44). Esta lógica sustentada por todas las agrupacio-
nes patronales, exceptuando a la Canacintra, llevó a la Concamin a
precisar que

'" jamás en la historia de México, ninguna autoridad había tenido


tanto poder de derecho, como habrá de tenerlo en lo futuro el Eje-
cutivo Federal, de tal manera que bien podríamos afirmar que la
historia del Derecho Constitucional [... ) de México, tendrá que
dividirse en dos periodos, el democrático, fincado en la libertad
económica, antes de la aprobación de la Ley y el de economía di-
rigida [... ) después de la promulgación de la misma (Economi-
cus, 1951: 43).
156 ' MARÍA ANTONL~ MARTÍNEZ

La elaboración de dicha ley se constituyó en el principal punto de fric-


ción entre los empresarios y el Estado durante el gobierno alemanista.
Defendiendo a ultranza la libertad económica, a la que percibían como
el sustrato del sistema democrático, todos los juicios de los grupos em-
presariales fueron destinados a caracterizar de autoritario al régimen
que se recreaba mediante la mencionada legislación. 109
Sin duda, su promulgación se constituyó en una importante mani-
festación del ambiente de relaciones imperante entre las confederaciones
patronales y el gobierno, y que se significaba como una ruptura con el
periodo cardenista y un avance después de la transición de Ávila Cama-
cho. No se trataba sólo de la caracterización que la ley de 1941 hacía
de las organizaciones empresariales como órganos de consulta del go-
bierno, sino del nuevo procedimiento en la comunicación que se impu-
so y que, en palabras de Alemán, llevó aparejado el concurso de los em-
presarios en las decisiones del gobierno. 11O
El gobierno reconoció la necesidad de mantener el consenso con las
agrupaciones patronales. Éstas eran factores imprescindibles para la
realización del proyecto de desarrollo económico y elementos precisos
para asegurar la estabilidad política. Este nuevo tipo de relaciones se vio
acompañado de la aceptación de los grupos empresariales del poder po-
lítico de los sucesivos gobiernos y de la primacía del Estado. Como se
puso de manifiesto en el debate que sobre los aspectos más importan-
tes de la política estatal se produjeron durante el alemanismo, los em-
presarios se fortalecerían en cuanto interlocutores y grupos de presión

H19 Son muy abundantes los discursos y manifestaciones del descontento de las agrupaciones patro-

nales en relación con la nombrada ley de atribuciones. En todas ellas se insistía en la imposibilidad de
igualar democracia y libertad con intervencionismo estatal. Una muestra de ello son las palabras de Gui-
llermo Guajardo, presidente de la Concamin: ".. .la Democracia es eso: limitar la intervención del Estado
en la vida de las personas; entender la autoridad como servicio, y el poder como responsabilidad; y re-
conocer que el origen del progreso, el bienestar y la seguridad se encuentran en los individuos mismos,
actuando en su capacidad privada y respondiendo a su interés y a su juicio moral" (Guajardo, "Discur-
so en la asamblea anual de la Concamin en marzo de 1950", Fondo Miguel Alemán, 704/439).
¡lOA este respecto Alemán señalaba que "... todos esos sectores (los empresariales) tienen acceso a las
dependencias del ejecutivo; participan con sugestiones en la formulación de los planes del gobierno que
pueden interesarles o efectarlos. Hay un hecho muy interesante en México, dentro de sus procesos de-
mocráticos: hay aproximadamente unas 200,000 personas agrupadas en los varios organismos empre-
sariales, que tienen acceso directo a las actividades del gobierno; aún más, participan democráticamente
en las decisiones del mismo. Antes de que el gobierno ponga en vigor una ley o cualquier medida impo-
sitiva, casi siempre sostiene conversaciones con los dirigentes de tales organismos para cambiar impre-
siones y conocer sus puntos de vista. De esa manera, cuando una disposición de gobierno sale a la luz
pública se tiene prácticamente, si no la seguridad de la aprobación por parte de las agrupaciones intere-
sadas, sí por lo menos la certeza de que es de su conocimiento la medida adoptada. Así es como, en un
ambiente por completo democrático, participan en los procesos y las decisiones del gobierno" (Alemán,
1975: 23).
ESTADO YACTORES POLÍTICO-SOCIALES l~ 7

al interior del sistema. Pero, como se evidenció, sobre todo, con la elabo-
ración de la Ley de Atribuciones del Ejecutivo Federal en Materia Econó-
mica, el Estado contaba con los instrumentos necesarios para imponer el
proyecto que, en cada momento, fuera diseñado desde el Ejecutivo. Al
igual que había ocurrido con otros actores sociales, los empresarios
quedarían situados en una relación subordinada con respecto a la orga-
nización estatal. Si bien los grupos empresariales gozarían de una gran
capacidad de influencia en las decisiones gubernamentales, derivada de
su potencialidad económica y del recurso a la salida de capitales o a la
especulación que podían poner en peligro el éxito del modelo de desarro-
llo (Medin, 1990: 93), el Estado se configuró como un actor privilegiado.
A ello contribuyó, tanto la fortaleza económica del propio Estado, que lo
convirtió en un apoyo para la expansión de los mismos grupos empre-
sariales, como la divergencia de objetivos entre las diferentes organizacio-
nes de empresarios, lo que condujo a que el Estado estableciese distintos
tipos de alianzas en función de sus propios proyectos. El resultado de todo
ello fue la consolidación de un Estado altamente interventor en todos los
niveles de la vida económica, política y social del país, dotado de impor-
tantes elementos de concretización de los diferentes modelos de desarro-
llo que se fueran diseñando y constituido en el principal árbitro en las re-
laciones con los distintos actores sociales.
Conclusiones

Los PRIMEROS años de la Revolución se habrían de caracterizar por la ten-


sión entre cuál había de ser el objetivo primero que debía dotar de senti-
do al nuevo régimen que se estaba construyendo: el establecimiento de
un régimen democrático liberal o el logro del desarrollo económico, cuya
naturaleza también se encontraba en disputa (Ulloa, 1975: 119-128;
Womack, 1985: 176-192). Formalmente, esta última cuestión se resol-
vió con la presencia en la Constitución de 191 7 de presupuestos de re-
formismo social, si bien la implementación de los modelos económicos
mostraría que la naturaleza del modelo económico estaba lejos de estar
consensuada (Ulloa, 1988: 144-157; Córdova, 1989: 75-121). Con los
elementos del reformismo social, sin pretenderlo, los constituyentes do-
taron al Estado revolucionario de poderosos instrumentos para su desen-
volvimiento futuro (Cosío Villegas, 1975; Carpizo, 1978: 154-158). En
adelante, todos los agentes sociales debían someterse al Estado y éste se-
ría el verdadero motor del desarrollo social. Con el transcurso del tiempo,
el nuevo Estado posrevolucionario omnipresente transfirió sus poderes a
la institución presidencial.
En el primer tramo posrevolucionario, los esfuerzos de los gober-
nantes estuvieron orientados a alterar muchas de las estructuras eco-
nómicas que habían imperado durante el régimen anterior. Pero sobre
todo la élite revolucionaria se concentró en la creación de instituciones
nacionales consolidadas, centradas en torno a un presidencialismo muy
fuerte. A la consecución de este propósito quedó supeditado el diseño
global de un modelo de desarrollo económico (Meyer, 1981: 1185-
1189; Furtak, 1974; Garrido, 1986; Arredondo, 1989: 89-111). La Re-
volución, y su secuela de pugnas políticas en el interior de la élite, no
había permitido a los sucesivos gobiernos reorganizar las actividades
productivas. La reconstrucción económica que, pese a ello, se fue reali-
zando estuvo orientada al logro del orden interno como estímulo a la
159
1GO ~L\Rt\ AXTOtlL\ ~L\RTítlEZ

actividad de la economía. El propósito fundamental era la instauración


de un capitalismo moderno, aunque no se ignoró que ello no era facti-
ble si no se satisfacían, al menos limitadamente, las demandas que ha-
bían configurado la base de la movilización popular. Durante todo el
periodo lo que continuó siendo prioritario para el gobierno, más que
el logro del desarrollo económico del país o de la concretización de la de-
mocracia, fue la consolidación de las instituciones. Este proceso prácti-
camente concluso cuando Cárdenas llegó al Ejecutivo finalizó, durante
su sexenio, con la definitiva institucionalización de la Presidencia (Me-
ver, 1977; Cosío Villegas, 1975: 29-33; Córdova, 1989: 318-343; Krau-
ze et al., 1981: 20-26; Meyer, 1980: -159-164).
Como se ha analizado, el discurso de Miguel Alemán se caracteri-
zó, en todo momento, por su articulación en torno a la idea de im-
pulsar una serie de procedimientos que condujeran al país hacia la
modernidad económica y, en teoría, a la democracia. Dentro del es-
quema de desarrollo económico del país, y como una continuación de
lo que ya se había iniciado durante el sexenio de Ávila Camacho, el eje
esencial pasaba a depender de la industrialización. A ésta se hacía de-
positaria del logro de la autonomía económica de la nación y del me-
dio para elevar las condiciones materiales de la población. El principio
rector fue primero crecer y después repartir. La acumulación de reser-
vas que, durante el conflicto bélico, se había producido querían ser
destinadas a reequipar la industria, industrializar al país y desarrollar
algunas de las empresas que durante la guerra mundial se habían ini-
ciado. También a equipar y mecanizar a la agricultura y adquirir en
el exterior los bienes de consumo que se demandaban. El objetivo in-
dustrial se orientaba a potenciar aquellas actividades que se dedica-
sen a transformar las materias primas nacionales, que permitieran
sustituir las exportaciones de productos primarios por manufacturas
y, simultáneamente, satisfacer el mercado nacional. En este esquema,
la función que la agricultura tenía que cumplir se concretaba en dos
niveles: aportar mano de obra abundante y barata para la expansión
de las actividades industriales, y desarrollar aquellas ramas que pu-
dieran proporcionar divisas con el fin, asimismo, de lograr el desarro-
llo industrial. Debido a ello, una de las primeras modificaciones rea-
lizadas por el gobierno alemanista fue la reforma del artículo 27
constitucional. Sin descalificar a la estructura ejidal, a la que se con-
tinuaba considerando como funcional para la estabilidad del sistema,
a partir de los cambios constitucionales, el mayor apoyo legal y ofi-
CONCLUSIONES' 161

ciallo recibiría la pequeña propiedad, a la que se consideró como el me-


dio más eficaz para que la agricultura cumpliese con el cometido que,
en el nuevo modelo de crecimiento, se le había asignado.
Lo que sin duda caracterizó al gobierno alemanista fue el creciente ca-
rácter interventor que el Estado fue adquiriendo en el proyecto de desarro-
llo económico impulsado. Se trataba de continuar en la línea de econo-
mía mixta seguida por los gobiernos anteriores, aunque ahondando en
ciertos elementos mediante el abandono de otros que, sobre todo, en el
cardenismo habían sido considerados como esenciales. Si Cárdenas, sin
amenazar el desarrollo capitalista y la iniciativa privada, había poten-
ciado el ejido colectivo, el apoyo a los obreros y la nacionalización de
empresas consideradas prioritarias, con Alemán se manifestaban, más
claramente que con Ávila Camacho, que otros habían de ser los ele-
mentos preferidos. Sin alejarse de la idea de que la economía debía
contar con el liderazgo del Estado, los planteamientos alemanistas es-
taban orientados a que el incremento de la producción agrícola e in-
dustrial se produjese en el marco de un liberalismo limitado. El mo-
delo de desarrollo impulsado se articuló en torno a dos líneas priori-
tarias: recurso y potenciación de las inversiones extranjeras y un
fuerte proteccionismo.
Precisamente la opción proteccionista redundó en fortalecer la función
interventora del Estado en la economía y, de forma simultánea, su papel
frente a la sociedad. La política alemanista se orientó, como punto esen-
cial de su estrategia de desarrollo económico, a proteger el mercado inter-
no. La razón esencial derivaba de la debilidad de los empresarios naciona-
les que, mayoritariamente, no tenían capacidad para competir con los
precios y la calidad de los productos procedentes del exterior. La función
de estímulo gubernamental a los sectores empresariales no se limitó a
dicho campo. El gobierno actuó activamente estableciendo bajas tasas im-
positivas, otorgando exenciones fiscales, creando infraestructuras, pro-
porcionando materias primas y servicios públicos baratos, interviniendo
directamente en la producción en aquellas ramas en las que su participa-
ción se consideró indispensable y otorgando un mayor volumen de crédi-
to a la industria.
El cumplimiento de estas funciones -algunas de ellas como respues-
ta a lo que los sectores empresariales demandaban del Estado y, también,
como elementos decisivos del esquema de desarrollo diseñado- condujo
a un fortalecimiento del Estado. Su fuerte carácter intervencionista -di-
señado en la Constitución de 1917- se vio en la práctica instrumentado
16~ , MARíA AlíTONIA MARTÍNEZ

durante el alemanismo con la creciente importancia que fue adquirien-


do en la regulación y potenciación de las actividades económicas. Pese a
que ello implicó el rechazo de algunos grupos empresariales, ellideraz-
go del Estado en la economía se fue consolidando en la práctica. Sin du-
da el proceso culminó, en el campo normativo y como se ha analizado,
con la elaboración, en 1950, de la Ley sobre Atribuciones del Ejecutivo
en Materia Económica. Concebida como un factor que permitiera encau-
zar jurídicamente la injerencia del gobierno en las actividades industria-
les y comerciales de los particulares, su elaboración dotó de mayores
capacidades interventoras al Estado. Con ella se continuaba con la doc-
trina constitucionalista al establecerse que su fin era proteger el interés
general de la nación mediante la coordinación y subordinación de los in-
tereses privados a los de la colectividad. Debido a ello, esta ley -caracte-
rizada como el instrumento legislativo más importante sobre el inter-
vencionismo del Estado en México y que afectaba, directamente, a los
intereses económicos de industriales y comerciantes-, otorgó en una
gran proporción el control de la economía al Poder Ejecutivo. Pese a que
en su discurso inicial, Alemán había insistido en que la función estatal
se debía limitar al apoyo a la iniciativa privada, en la práctica, y median-
te la utilización de esta ley, el Estado se constituyó en el orientador bá-
sico del desarrollo económico del país.
A pesar de que en los siguientes años el producto inteno bruto (PIB)
creció a un promedio anual del 6 por ciento, uno de los más altos de
toda América Latina, el ideario económico presentó algunas debilidades.
El sector agrícola se constituyó en un exportador neto de recursos huma-
nos y monetarios hacia la industria, sin que el proceso fuese revertido
en ningún momento. Las políticas de apoyo a las explotaciones conside-
radas más dinámicas originaron la consolidación de un sector agrícola
moderno y otro tradicional, mayoritario y en gran medida excluido de
los canales de comercialización y abocado a la subsistencia. El sector in-
dustrial -en el marco de la política de sustitución de importaciones- se
orientó básicamente a satisfacer las demandas del consumo urbano. De-
bido al tamaño del mercado y al tipo de productos que éste demandaba,
las industrias precisaron para su expansión de un fuerte proteccionismo
frente a la competencia externa y del apoyo del Estado para reducir cos-
tos. Esto provocó, por un lado, que se impusiera una política arancela-
ria excesiva en cuanto a la duración y tipos de productos. Por otro, que
el Estado asumiera la responsabilidad total en la creación de infraestruc-
tura, así como en el mantenimiento de salarios reales decrecientes por
CONCLUSIONES' 163

sectores de ocupación. Las consecuencias de esta estrategia se concretó


en varios efectos fundamentales. Se creó una estructura industrial
anárquica y preocupada, más que de reinvertir sus ganancias e implan-
tar adelantos que la hicieran competitiva, en asegurarse el control del
mercado interno. El Estado se orientó a cubrir los huecos de las ramas
poco interesantes para la iniciativa privada y aquellas otras que eran
básicas para el país. El resultado fue que se convirtió en un agente
activo del desarrollo detrayendo, para ello, fondos de otros campos como
los destinados, directamente, a satisfacer las demandas de bienestar so-
cial. A la vez, el gobierno careció de una planificación efectiva y de los
instrumentos de orientación económica precisos, con lo que, en la prác-
tica, el Estado renunció a establecer prioridades de tipo económico y so-
cial. Esto coadyuvó a que la expansión del sector industrial fuera más
anárquico y que se moviese, únicamente, buscando mayores y fáciles
utilidades. La ausencia de restricciones sobre las ramas productivas en
las que podía invertir, las facilidades fiscales que se otorgaron, la exis-
tencia de un mercado cautivo y la facilidad para repatriar sus utilida-
des a un tipo de cambio estable, dio lugar a que el desarrollo indus-
trial de México se constituyese en un campo deseable para el capital
extranjero.
Además de estos efectos, el modelo industrializador que se promo-
vió provocó el desplazamiento de la población del campo a la ciudad y
desde la agricultura a los sectores secundario y terciario. Durante los
años cuarenta, las oportunidades de empleo en la industria y el comer-
cio crecieron lo suficiente como para absorber una buena parte de la
migración a las zonas urbanas. A medida que el volumen de migración
se fue incrementando y aumentando los requerimientos de mano de
obra cualificada, una creciente proporción de la población urbana no
encontró empleo permanente dentro de la estructura ocupacional de las
ciudades, con lo que se vio abocada a la marginación. Junto a ello, se
incrementó el número de braceros que se trasladó a los Estados Unidos,
así como el de emigrantes ilegales, lo que se configuró como un dato
sobre la relativa poca demanda de mano de obra realizada por los sec-
tores productivos mexicanos. Ésta, en definitiva, se constituyó en una
de las manifestaciones de que las expectativas a cubrir por el modelo
económico alemanista podían no llegar a tener respuesta.
A pesar de la lógica que imperó de que el modelo económico pro-
movido originaría un crecimiento económico importante que provoca-
ría, simultáneamente, que todos los grupos sociales viesen aumentados
1M ' MARÍA ANTONl~ ~L~TÍl\EZ

sus niveles de vida, los resultados vinieron a contradecirlo. Si bien los


beneficios afectaron de forma positiva a una reducida clase media y, en
mayor medida, a los sectores empresariales, fue la población más nu-
merosa la que vio mermadas sus condiciones de vida. El modelo impul-
sado se empezó a percibir, a finales del sexenio de Alemán, como factor
de exclusión social más que como un proyecto que permitiese dismi-
nuir las diferencias sociales y de lograr la justicia social. El resultado fue
la potenciación de un tipo dual de sociedad.
Un proceso semejante ocurrió con el modelo político. Como se ha
analizado, las especiales circunstancias de México al finalizar el conflic-
to bélico y su alianza con los regímenes democráticos vencedores lleva-
ron a que se impulsase, en teoría, una reforma política destinada a im-
plementar la democracia representativa en el país. Con este objeto, una
de las medidas más importantes que se tomaron, todavía en el sexenio de
Ávila Camacho, fue la reformulación del partido en el gobierno y la re-
forma de la legislación electoral. El discurso defendió que el objetivo era
democratizar al partido de la revolución, impulsar los mecanismos de-
mocráticos y potenciar la creación y consolidación de partidos políticos
nacionales. Las dos medidas quedaron desvirtuadas en la práctica du-
rante el sexenio alemanista. Al cumplimiento de la primera se opuso la
incertidumbre que provocaba su aceptación en el seno del partido del
gobierno, ya que permitía movimientos de base que podían afectar a las
estructuras jerárquicas. En relación con la reforma electoral, que impli-
caba un avance en el logro de un régimen democrático, su instrumen-
tación redundó, en última instancia, en fortalecer el papel del Ejecuti-
vo, sobre el que se hacía recaer el control del acto electoral, así como la
capacidad de otorgar o denegar el registro como partido político a cual-
quier agrupación. Si en la práctica continuaron muchos de los proce-
dimientos que, habitualmente, habían realizado las autoridades en
cuanto garantes de la limpieza electoral, donde fueron más evidentes
los límites de la democratización alemanista fue en lo referente a los
partidos políticos.
Sobre la base de la mexicanidad como nueva doctrina nacionalista,
se instrumentaron una serie de medidas orientadas a neutralizar a
aquellas fuerzas que se percibieron, no como defensoras de la mencio-
nada doctrina, sino como fuerzas de disolución, perturbadoras del or-
den y de la estabilidad social. La ilegalización de partidos que este plan-
teamiento implicó condujo a un sistema que limitaba la competitividad
política. Se estableció un sesgo sobre qué tipo de partidos podían actuar
CONCLUSIONES' 165

dentro de la legalidad y se configuró, en la práctica, un modelo político


excluyente. Con estas actuaciones, el régimen manifestaba su concepción
real sobre cuál era la democracia que potenciaba. El discurso defendía que
todas las reformas estaban destinadas a instaurar un sistema pluriparti-
dista y democrático. La práctica condujo al fortalecimiento de un modelo
en el que el pluralismo sólo servía en cuanto era un factor de legitimación
política. Esto se puso claramente de manifiesto con el resto de agrupacio-
nes partidistas actuantes durante el periodo alemanista y sus relaciones
con el gobierno. Aunque en el discurso oficial se recurrió a los postu-
lados modernos y democráticos de la organización política, en la
práctica se instrumentó un sistemá caracterizado por la ausencia de
la competitividad política.
El discurso político de Alemán también tuvo sus repercusiones sobre
las organizaciones sindicales. El proceso que se había iniciado con la cor-
porativización cardenista, continuado con la colaboración de los sindica-
tos con el gobierno avilacamachista y su política de unidad, se caracteri-
zó por una pérdida paulatina de autonomía de los grupos sindicales en
relación con el Estado. Esta disminución en su autonomía condujo, con
la llegada de Alemán a la Presidencia, a que las agrupaciones sindicales,
sobre todo la CTM, se colocasen en una situación de dependencia estrecha
en relación con el Estado. Debido a la posibilidad de que el movimiento
sindical se constituyese en un sujeto fuertemente combativo, que pudie-
ra atentar contra el modelo de desarrollo económico que se establecía, el
gobierno instrumentó una serie de estrategias, con la colaboración en
muchos casos de parte del movimiento obrero organizado, que buscó la
neutralización del sindicalismo como un actor actuante. Los intentos que
durante todo el sexenio se produjeron de constituir grupos sindicales
independientes del Estado, en los cuales la democracia interna fuese
efectiva, fracasaron. A finales del alemanismo, la autonomía de las
organizaciones sindicales había sido sustituida por la conciliación y
la concesión. A cambio de esta renuncia, las bases <;indicales obtuvie-
ron ventajas salariales y mejoras de sus niveles de vida no compar-
tidos por otros amplios sectores sociales. Ello hizo posible la desmo-
vilización reivindicativa que el modelo de desarrollo propugnado
precisaba para su desenvolvimiento. En el proceso de reelaboración
del papel del sindicalismo en el nuevo proyecto impulsado quedó es-
tablecido que el Estado prefería, antes que el recurso a la represión
generalizada, la utilización de las alianzas, el apoyo a los grupos más
acordes con sus planteamientos y la cooptación, factores considera-
166 • MARÍA ANTONIA MARTÍNEZ

dos como más funcionales para el impulso del modelo de desarrollo y


el mantenimiento de la estabilidad política.
El último de los actores político-sociales considerados, las organiza-
ciones patronales, también vieron reelaboradas sus fórmulas de rela-
ción con el Estado durante el periodo alemanista. Frente a lo que im-
peró durante el cardenismo, y avanzando en la transición que supuso
el avilacamachismo, durante el sexenio de Alemán se elaboraron los
planteamientos sobre los que debían basarse las relaciones del Estado
con los empresarios. Se impuso el reconocimiento, por parte del gobier-
no, de que era necesario mantener el consenso con las asociaciones pa-
tronales, en cuanto éstas eran elementos necesarios para el manteni-
miento de la estabilidad política y para la concretización del modelo de
desarrollo. Ello se acompañó de la aceptación por parte de los grupos
empresariales del poder político de los sucesivos gobiernos y de la pri-
macía del Estado. Si los empresarios se fortalecieron como interlocuto-
res y grupos de presión al interior de sistema, el Estado contaba con los
instrumentos precisos para imponer los proyectos que se fuesen dise-
ñando desde el Ejecutivo. A pesar de que los empresarios tendrían una
gran capacidad de influir sobre las decisiones gubernamentales, como
efecto de su potencialidad económica que podría hacer peligrar el éxito
del desarrollo, el Estado se configuró como un actor privilegiado. Al
igual que había ocurrido con otros actores político-sociales, los empre-
sarios quedaron situados en una relación subordinada respecto a la or-
ganización estatal.
El resultado final fue la consolidación de un Estado altamente inter-
ventor en todos los niveles políticos, económicos y sociales; dotado de
importantes capacidades de concretizar los modelos de desarrollo eco-
nómico que se fuesen elaborando, y constituido en el principal árbitro
en las relaciones con los distintos actores. En este proceso, la democra-
cia representativa fue subsumida bajo el impulso del proyecto econó-
mico y de la funcionalidad y estabilidad del propio sistema. Si bien el
proyecto de Miguel Alemán se elaboró, en la teoría, para modificar las
bases económicas y políticas del régimen, la práctica evidenció que el
interés se dirigía al impulso de un determinado modelo económico y a
impedir el establecimiento de una democracia representativa, hecho que
en el futuro había de provocar importantes niveles de inestabilidad e in-
certidumbre para el propio sistema.
Siglas

ABM: Asociación de Banqueros de México.


AOCM: Alianza de Obreros y Campesinos de México.
BIRF: Banco Interamericano de Reconstrucción
y Fomento.
Camco: Cámara Americana de Comercio de México.
Canacintra o CNIT: Cámara Nacional de la Industria de
Transformación.
CEPAL: Comisión Económica para América Latina.
CFE: Comisión Federal de Electricidad.
CGT: Confederación General de Trabajadores.
CNe: Confederación Nacional Campesina.
CNOP: Confederación Nacional de Organizaciones
Populares.
CNP: Consejo Nacional Patronal.
COCM: Confederación de Obreros y Campesinos de México.
CON: Consejo Obrero Nacional.
Concamin: Confederación de Cámaras Industriales.
Concanaco: Confederación de Cámaras Nacionales de Comercio.
Concanacomin: Confederación de Cámaras Nacionales de
Comercio e Industria.
Coparmex: Confederación Patronal de la República Mexicana.
CPN: Confederación Proletaria Nacional.
CROM: Confederación Regional Obrera Mexicana.
C5UM: Confederación Sindical Unitaria de México.
CTAL: Central de Trabajadores de América Latina.
CTM: Confederación de Trabajadores de México.
FPP: Federación de Partidos del Pueblo.
F5T5E: Federación de Sindicatos de Trabajadores al
Servicio del Estado.
167
, ~Lwí~ A.\TTüNIA ~L\RTíNEZ

GATI: General Agreement on Tariffs and Trade (Acuerdo


General sobre Aranceles y Comercio).
Guanomex: Guanos y Fertilizantes de México.
IED: Inversión Extranjera Directa.
Nafinsa: Nacional Financiera, S.A.
OEA: Organización de Estados Americanos.
PAN: Partido Acción Nacional.
PCM: Partido Comunista Mexicano.
PDM: Partido Demócrata Mexicano.
Pemex: Petróleos Mexicanos.
PFP: Partido Fuerza Popular.
PLM: Partido Laborista Mexicano.
PNR: Partido Nacional Revolucionario.
PP: Partido Popular.
PRI: Partido Revolucionario Institucional.
PRM: Partido de la Revolución Mexicana.
PRUN: Partido Revolucionario de Unificación Nacional.
TIAR: Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca.
UGOCM: Unión General de Ohreros y Campesinos de México.
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Índice

INTRODUCCIÓN 7

Capítulo 1
LA MODERNIZACIÓN ECONÓMICA ALEMANISTA 15
Los antecedentes 15
El movimiento obrero y campesino 18
Los grupos empresariales 22
Las clases medias 26
El nuevo proyecto económico 29
Las elecciones presidenciales de 1946 36
El modelo de desarrollo económico alemanista 42
La política industrial 55
Inversión directa y apoyo financiero 56
Obras públicas y energía 60
Proteccionismo y política fiscal 65
La estructura industrial 69
La política agraria 71
La infraestructura agrícola 76
La inversión extranjera 83
Efectos de la modernización económica 91
Capítulo 2
ESTADO Y ACTORES POLÍTICOS-SOCIALES 99
La nueva democratización 99
El movimiento sindical 110
Las oposiciones políticas 124
Las organizaciones patronales 142
CONCLUSIONES 159
SIGLAS 167
BIBLIOGRAFÍA 169
TÍTULOS PUBLICADOS EN COEDICIÓN
CENTRO DE INVESTIGACIONES y ESTUDIOS SUPERIORES
EN ANTROPOLOGÍA SOCIAL (CIESAS)

ANÓNIMOS y DESTERRADOS. LA CONTIENDA POR


EL "SITIO QUE LLAMAN DE QUAUYLA" SIGLOS XVI-XVIII.
Cecilia Sheridan. 2000
ANTROPOLOGÍA DE LA DEUDA.
CRÉDITO, AHORRO, FIADO Y PRESTADO EN LAS FINANZAS COTIDIANAS.
Coordinación por Magdalena Villarreal. 2004
AzÚCAR y TRABAJO. TECNOLOGÍA DE
LOS SIGLOS XVII y XVIII EN EL ACTUAL ESTADO DE MORELOS.
Beatriz Scharrer Tamm. 1997
BAJO EL SIGNO DE LA COMPULSIÓN. EL TRABAJO FORZOSO
INDÍGENA EN EL SISTEMA COLONIAL YUCATECO 1540-1730.
Gabriela Solís Robleda. 2003
CÍRCULOS DE PODER EN LA NUEVA ESPAÑA.
Coordinación y presentación por Carmen Castañeda. 1998
COSTUMBRES, LEYES Y MOVIMIENTO INDIO EN OAXACA y CHIAPAS.
Coordinación por Lourdes de León Pasquel. 2001
CREPÚSCULO DE LOS ÍDOLOS EN LA ANTROPOLOGÍA SOCIAL:
MÁS ALLÁ DE MALINOWSKI y LOS POSMODERNISTAS.
WitoldjlKorzynski. 2004
DE LO PRIVADO A LO PÚBLICO. ORGANIZACIONES EN CHIAPAS.
Coordinación e introducción por Gabriela Vargas Cetina. 2002
EL DISCURSO DEL PODER.
INFORMES PRESIDENCIALES EN MÉXICO (1917-1946)
Eva Salgado Andrade. 2003
EL ESTADO y LOS INDÍGENAS EN TIEMPOS DEL PAN:
NEOINDIGENISMO, LEGALIDAD E IDENTIDAD
Coordinación por Rosalva Aída Hernández, Sarela Paz y María Teresa Sierra. 2004
EL HIPERTEXTO MULTICULTURAL EN MÉXICO POSMODERNO.
PARADOJAS E INCERTIDUMBRES.
Gabriela Coronado y Bob Hodge. 2004
EL INMIGRANTE MEXICANO: LA HISTORIA DE SU VIDA.
ENTREVISTAS COMPLETAS, 1926-1927.
Manuel Gamio. 2002
EL LEVIATÁN ARQUEOLÓGICO.
ANTROPOLOGÍA DE UNA TRADICIÓN CIENTÍFICA EN MÉXICO.
Luis Vázquez León. 2003
EL TRIÁNGULO IMPOSIBLE: MÉXICO, RUSIA SOVIÉTICA
y ESTADOS UNIDOS EN LOS AÑos VEINTE.
Daniela Spenser. 1998
ENSAYO DE GEOPOLÍTICA INDÍGENA. Los MUNICIPIOS TLAPANECOS.
Daniele Dehouve. 2001
ENTRE LOS SUEÑOS DE LA RAZÓN. FILOSOFÍA y ANTROPOLOGÍA DE LAS
RELACIONES ENTRE HOMBRE Y AMBIENTE
Witold ]lUorzynski. 2004
ESCRITURA ZAPOTECA. 2,500 AÑos DE HISTORIA.
Coordinación e introducción por María de los Ángeles Romero Frizzi. 2003

ESTADOS UNIDOS E IRAQ. PRÓLOGO PARA UN GOLPE PREVENTIVO.


Luis Mesa Delmonte y Rodobaldo Isasi Herrera. 2004
ESTUDIOS SOBRE LA V10LENCIA. TEoRÍA y PRÁCTICA.
Coordinación por Witold ]lUorzynski. 2002

GLOBALIZACIÓN: UNA CUESTIÓN ANTROPOLÓGICA.


Coordinación por Carmen Bueno Castellanos. 2000
INFORME DEL MARQUÉS DE SONORA AL V1RREY
DON ANTONIO BUCARELY y URSÚA.
Estudio introductorio por Clara Elena Suárez Argüello. 2002
LA CONQUISTA INCONCLUSA DE YUCATÁN.
Los MAYAS DE LA MONTAÑA, 1560-1680.
Pedro BrlUamonte y Sosa. 2001

LA DINÁMICA DE LA EMIGRACIÓN MEXICANA.


Agustín Escobar Latapí, Frank D. Bean y Sidney Weintraub. 1999
LA DISTINCIÓN ALIMENTARIA DE TOLUCA. EL DELICIOSO VALLE
Y LOS TIEMPOS DE ESCASEZ, 1750-1800.
María del Carmen León Garda. 2002
LA DISTRIBUCIÓN DEL INGRESO EN MÉXICO EN ÉPOCAS
DE ESTABILIZACIÓN Y REFORMA ECONÓMICA.
Fernando Cortés. 2000
LA ENCARNACIÓN DE LA PROFECÍA. CANEK EN CISTEIL.
Pedro BrlUamonte y Sosa. 2004
LA OTRA FRONTERA. IDENTIDADES MÚLTIPLES EN EL CHIAPAS POSCOLONIAL.
Rosalva Aída Hernández Castillo. 2001
LA PENÍNSULA FRACTURADA. CONFORMACIÓN MARÍTIMA, SOCIAL Y
FORESTAL DEL TERRITORIO FEDERAL DE QUINTANA Roo. 1884-1902.
Gabríel Aarón MlUías Zapata. 2002
LAS DINÁMICAS DE LA POBLACIÓN INDÍGENA.
CUESTIONES Y DEBATES ACTUALES EN MÉXICO.
Coordinación e introducción por
Fran~ois Lartigue
y André Quesnel. 2003
LAS EXPRESIONES LOCALES DE LA GLOBALIZACIÓN: MÉXICO Y ESPAÑA.
Carmen Bueno y EncarnlUión Aguilar. 2003
LAS MUJERES DE HUMO.
MORIR EN CHENALHÓ. GÉNERO, ETNIA Y GENERACIÓN.
FACTORES CONSTITUTIVOS DEL RIESGO DURANTE LA MATERNIDAD.
GrlUiela Freyermuth Enciso. 2003
LAS MUJERES Y SUS DIOSAS EN LOS CÓDICES PREHISPÁNICOS DE OAXACA.
Cecilia Rossell y María de los Ángeles Ojeda Díaz. 2003
LAS TRAMAS DEL ALBA. UNA VISIÓN DE LAS LUCHAS POR
EL RECONOCIMIENTO EN EL MÉXICO CONTEMPORÁNEO (1968-1993).
Ernesto Isunza Vera. 2001
Los CAMINOS DE LA MONTAÑA. FORMAS DE REPRODUCCIÓN SOCIAL
EN LA MONTAÑA DE GUERRERO.
Coordinación por Beatriz Canabal Cristiani. 2001
Los CICLOS DE LA DEMOCRACIA.
GOBIERNO y ELECCIONES EN CHIHUAHUA.
Alberto Aziz Nassif 2000
Los RETOS DE LA ETNICIDAD EN LOS ESTADOS-NACIÓN DEL SIGLO XXI.
Coordinación y presentación por Leticia Reina. 2000
MESTIZAJES TECNOLóGICOS Y CAMBIOS CULTURALES EN MÉXICO
Coordinación por Enrique Florescanó y Virginia Carcía Acosta. 2004
MÉXICO AL INICIO DEL SIGLO XXI: DEMOCRACIA, CIUDADANÍA Y DESARROLLO.
Coordinación e introducción por Alberto Aziz Nassif. 2003
MITO, IDENTIDAD Y RITO: MEXICANOS Y CHICANOS EN CALIFORNIA.
Mariángela Rodríguez. 1998
MOVILIDAD SOCIAL DE SECTORES MEDIOS EN MÉXICO.
UNA RETROSPECTIVA HISTÓRICA (SIGLOS XVII AL XX).
Coordinación por Brígida von Mentz. 2004
POLÍTICAS y REGULACIONES AGRARIAS. DINÁMICAS DE PODER Y
JUEGOS DE ACTORES EN TORNO A LA TENENCIA DE LA TIERRA.
Coordinación por Éric Léonard, André Quesnel y Emilia Velázquez. 2003
RUDINGERO EL BORRACHO Y OTROS EJEMPLARES MEDIEVALES
DEL MÉXICO VIRREINAL.
Daniele Dehouve. 2000
TRABAJO, SUJECIÓN Y LIBERTAD EN EL CENTRO DE LA NUEVA ESPAÑA.
ESCLAVOS, APRENDICES, CAMPESINOS Y OPERARIOS MANUFACTUREROS,
SIGLOS XVI A XVIII.
Brígida van Mentz. 1999
'TRAVESTIDOS AL DESNUDO: HOMOSEXUALIDAD, IDENTIDADES Y
LUCHAS TERRITORIALES EN COLIMA.
César O. Conzález Pérez. 2003
VECINOS y VECINDARIOS EN LA CIUDAD DE MÉXICO. UN ESTUDIO SOBRE
LA CONSTRUCCIÓN DE LAS IDENTIDADES VECINALES EN COYOACÁN, D.F.
Patricia Safa Barraza. 2001
VIAJES AL DESIERTO DE LA SOLEDAD.
UN RETRATO HABLADO DE LA SELVA LACANDONA.
Compilación, prólogo e introducción por Jan de Vos. 2003
VICIOS PÚBLICOS, VIRTUDES PRIVADAS: LA CORRUPCIÓN EN MÉXICO.
Coordinación, prefacio e introducción por Claudia Lomnitz. 2000
VISIONES DE FRONTERA.
LAS CULTURAS MEXICANAS DEL SUROESTE DE ESTADOS UNIDOS.
Carlos C. Vélez-Ibáñez. 1999
El despegue constructivo de la Revolución. Sociedad
y polftica en el alemanismo, se terminó de im-
primir en la ciudad de México durante el
mes de noviembre del año 2004. La edi-
ción, en papel de 75 gramos, consta de
2,000 ejemplares más sobrantes para
reposición y estuvo al cuidado de
la oficina litotipográfica de la
casa editora.

ISBN 970-701-531-4
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Imtiruciones de Educación Superior Medicina Conducmal
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Unidad Iztapalapa
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Frontera Norte, A.e. Univen;idad de California
Santa Cruz
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Autónoma de México
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