El Pishtaco
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EL PISHTACO
Las voces populares saben mucho de este asesino que existe desde
tiempos remotos y que ha sobrevivido a lo largo de los siglos, derramando
sangre de indefensos para llevar a cabo sus fines macabros: negociar y
hacerse rico con el cuerpo humano, ser el sicario de quienes se
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E L D ES T RI P A D O R
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Pero también dicen que la grasa la llevan a las grandes ciudades para
hacer funcionar sus máquinas; con la grasa del hombre la maquinaria
funciona mejor, trabaja mejor y dura más. Esto no es de ahora nomás, esto
ya es de tiempos lejanos, desde que los españoles han llegado. Por eso,
antes la grasa de los cholos la usaban para fabricar las campanas de las iglesias,
y los curas contrataban a los pishtacos para que maten y les lleven tinajones
de grasa de hombre...
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señora de trenzas.
Los policías encargados del caso continuaron recogiendo datos,
historias, relatos. Días después, encontraron un cuchillo con sangre tirado en
un camino perdido, y muy cerca de ahí una capa negra. Nada más. Después
la policía se fue y todo quedó en eso. Pero los lircaínos, luego de esa noche
sangrienta en la que mataron a uno de sus jóvenes, estaban avisados y ese
era el tema de conversación y pánico en todas las casas: pishtaco ha
venido, hay que andarnos con cuidado, en grupo, hay que mirar bien las
curvas de los caminos, hay que cerrar las puertas, hay que estar con
nuestros machetes y picos a la mano para darle duro al nakaq.
ASE SI NO S A S UE LD O
Se sabe que los sanguinarios pishtacos tienen también otros fines y
más modalidades de crueldad. Para servir y dejarse mandar p or hombres
ric os y p oderosos, a c ambio de oro y dinero, también se prestan los
desalmados.
Poco tiempo después de la llegada de los españoles, los curas y
colonizadores de entonces impusieron cambios violentos en la vida de los
hombres vencidos y de los indios naturales que poblaron estas tierras desde
tiempos remotos. Los invasores destruyeron a sus dioses, hicieron que
doblaran sus rodillas ante nuevas y extrañas imágenes, y castigaron con
crueldad a quienes se negaban a aceptar la nueva religión. Hubo buenos
cristianos que buscaban el bienestar y la paz entre los hombres, pero también
existieron clérigos que mancharon sus manos con la sangre de los caídos.
Los hombres más viejos cuentan que estos malos religiosos hicieron
contratos con sicarios para que maten sin piedad a los indios rebeldes. Y
todavía algo peor: buscaron la manera de valerse de sus cuerpos. Un anciano
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CANÍBALES Y CRIMINALES
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DEGOLLADORES DEGOLLADOS
MUERTE DE UN PISHTACO POR UN TORO
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Cuentan que había dos pishtacos que vivían en una cueva y se dedicaban
a matar gente indefensa. Un día, en época de siembra, un hombre y su mujer
iban de viaje con el fin de traer sus toros que pastaban en la puna. A mitad
de un camino escarpado, fueron sorprendidos por un toro enorme y bravo
que parecía echar chispas por los ojos.
Al ver que el toro se les venía encima, con una furia capaz de hacerlos
trizas y devorarlos, corrieron con espanto buscando dónde esconderse.
Felizmente, encontraron una cueva y se metieron ahí, perseguidos por el
animal. Adentro había una especie de escalones de piedra que conducían
a la parte alta, y subieron ahí para mayor seguridad. El toro entró detrás
de ellos y se detuvo a la entrada pateando el suelo y bramando, mientras el
hombre y su mujer, acurrucados arriba, miraban espantados. Pero viendo que
sus víctimas no salían, el toro se tumbó a la salida de la cueva y fingió dormir.
Los esposos adivinaron las intenciones de la bestia y no tuvieron más remedio
que permanecer en la cueva hasta que el toro se marchara.
Uno de los pishtacos había visto de lejos entrar en su cueva a las dos
personas. La oscuridad dominaba el cielo. Llegando a su guarida, se bajó de
la mula en que venía montado y entró solo.
El hombre y la mujer lo vieron entrar, cayeron en la cuenta de que era un
pishtaco y, llenos de terror, se dijeron en voz baja:
—¡Ahora sí ha terminado nuestra vida! —y se pusieron a rezar en
silencio.
El pishtaco entró a tientas, buscando en la oscuridad; de pronto, vio un
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bulto negro en un rincón de la cueva. Creyó que eran las personas que buscaba y
se lanzó sobre ellos exclamando:
—¡Van a morir! ¡Aquí los tengo!
Y sacó su cuchillo de acero. Ni bien lo vio venir, el toro se levantó y se
lanzó sobre el pishtaco, y lo corneó con furia y lo revolcó a su regalado gusto.
El pobre pishtaco gritaba en el suelo:
—¡Ya basta! ¡Ya basta, papacito!
Hasta que ya no gritó más. Pero el toro no se contentó solamente
con matarlo, sino que lo hizo pedacitos con sus cuernos filudos,
masticando los despojos del asesino. Luego, satisfecho, salió de la cueva
y no volvió más en toda la noche. Los esposos se sobrepusieron al temor y
escaparon de la escena como pudieron, sin hacer ningún caso a las riquezas
que brillaban en la oscuridad y que parecían llamarlos
EL PERRO QUE MATÓ A UN PISHTACO
NUEVOS CRÍMENES
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Dicen que esos gringos andan por lugares solitarios, buscan niños menores
de diez años que estén distraídos o que nadie los cuide».
«Mi prima vive asustada. Dice que están robando niños para quitarles
sus órganos. Roban niños en el Parque de las Leyendas y en parques
solitarios; después los devuelven vivos, pero sin ojos. Esos que roban deben
haber estudiado Medicina porque saben cómo hacerlo.
La mayoría de los niños son de seis a catorce años, de familias
numerosas pero pobres, de bajos recursos económicos. Al hijo del vecino
de mi prima lo dejaron sentado en la puerta de su casa con 50 dólares en
el bolsillo.
Mi prima me dice que han hecho varias denuncias a la policía, pero
hasta ahora nada se sabe». «En el mes de septiembre, la gente de
Leonardo Ortiz, en Chiclayo, corrió a los colegios a sacar a sus hijos
porque habían llegado unos hombres en una camioneta negra; eran
altos, barbudos y bien vestidos; iban para robar niños a los que les sacaban
los interiores y los ojos. La gente estaba muy asustada. Las clases
tuvieron que suspenderse; entonces la policía ofreció hacer vigilancia,
pero nada más, y nada hasta ahora...».
Varones jóvenes, personas con bonita voz, hombres gordos y bien
alimentados, mujeres indefensas, campesinos inocentes y hasta niños
desprotegidos, todos han sido víctimas de asesinatos señeros bajo las
manos sangrientas de los pishtacos, esos hombres que no tienen poderes
sobrenaturales pero cuya crueldad los asemeja a las criaturas más salvajes
y temibles. Hay que andar con cuidado...
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VOCABULARIO
- Camal: matadero, lugar donde se sacrifica al ganado.
- Cancha: maíz tostado.
- Charqui: carne seca, deshidratada, que se ha expuesto al sol y cubierto
con sal para poder conservarla durante periodos prolongados.
- Chicharrón: fritura crocante de carne, usualmente de chancho. En las
zonas andinas suele acompañarse de mote, cebolla y hierbabuena.
- Despanzurrado: que ha sido reventado y cuyo relleno está esparcido por
fuera.
- Deuda externa: deuda estatal, pública, con entidades extranjeras.
- Escuálido: muy flaco, esquelético.
- Ichu: pasto que crece en la puna, empleado como alimento para el
ganado.
- Membrudo: fuerte, musculoso, de cuerpo y miembros.
- Merodear: vagar por un lugar y sus alrededores, en general con fines
perversos.
- Minka: en quechua, trabajo colectivo y gratuito realizado entre amigos
o vecinos, con fines de utilidad social.
- Ojotas: calzado de cuero o jebe que usan los indígenas y campesinos de
algunas regiones de América del Sur.
- Opa: de poca capacidad intelectual: tonto, idiota. También se llama así
a los locos indigentes.
- Pacae: árbol de las zonas andinas cuyo fruto, del mismo nombre, es
comestible y dulce.
- Paila: recipiente de metal poco profundo, similar a una sartén.
- Perol: recipiente de metal semiesférico, con asas, que se usa para
cocinar alimentos.
- Puna: en el Perú, región andina habitable de mayor altura; altiplano.
- Señero: aislado, único.
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