El Malvado Cupido - Bella Hayes

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El malvado Cupido

Bella Hayes
Quizás solo se trate de encontrar
A quien te sigue mirando cuando tú cierras los ojos
Elvira Sastre Sanz.
Poeta y escritora española
Gracias por leer este libro
Copyright 2021 Bella Hayes
Todos los derechos reservados
Diseño de la portada: Luce Monzant y Bookdesing LT
Corrección: Kaera Nox
Primera Edición: Febrero 2021

No se permite la reproducción total o parcial de este libro, ni su


incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier
forma o medio, sin permiso previo de la titular del copyright. La infracción
de las condiciones escritas puede constituir un delito contra la propiedad
intelectual.
Todos los personajes y situaciones descritas en este libro son ficticios,
producto de la imaginación de la autora. Cualquier semejanza con personas
vivas o desaparecidas es pura coincidencia.
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Por hacer felices la mayoría de mis días
Tabla de contenido
Sinopsis
Capítulo 1
No eres tú, nena, soy yo.
Capítulo 2
El «comando borracho»
Capítulo 3
Los amores de Bella
Capítulo 4
Rata de dos patas
Capítulo 5
El crush (inserte suspiro)
Capítulo 6
Un nuevo amor toca a la puerta
Capítulo 7
Todos los caminos conducen a Héctor
Capítulo 8
El príncipe azul era un sapo
Capítulo 9
No hay nada más peligroso que una mujer furiosa
Capítulo 10
La verdad os hará libres
Capítulo 11
La venganza es un plato que se sirve frío
Capítulo 12
¿Que es una qué?
Capítulo 13
Ahora sí es real
Capítulo 14
Cupido, estás despedido
Capítulo 15
Se acabó
Nota de la autora
Cancionero
Agradecimientos
Sobre la Autora
Sinopsis

La vida amorosa de Bella es un desastre, vive de una desilusión tras


otra, siempre se enamora de hombres feos que al final terminan por
abandonarla. El único hombre constante en su vida es su amigo JL. Un
afamado escritor y crítico literario conocido en el medio como el temible
señor Malvado. Ha sido él quien se ha encargado en cada ocasión de
recoger los pedazos rotos del corazón de Bella.
A pesar de su loco amor hacia los feos, Bella siente una irresistible
atracción hacia Héctor, un joven veterinario vecino de JL. Durante años ha
sido su crush, su sueño imposible, su amor platónico y el único hombre
guapo que le mueve el piso.
Cansada de que sus feos novios la dejen y el guapo que le gusta pase
de ella, decide tomar el control de su vida, con lo que descubrirá que el
malvado Cupido la ha flechado más veces de las que le corresponden.
Dicen que no hay nada más temible que una mujer furiosa y Bella lo
está.
Capítulo 1
No eres tú, nena, soy yo.

―No eres tú, nena, soy yo ―dijo Paco con suavidad―. Eres
demasiado perfecta para mí.
―Claro, soy tan perfecta que te enamoraste de otra ―respondió
Bella con furia.
―Mírate eres preciosa, con un negocio próspero y una personalidad
agradable. Eres una buena persona, Bella, pero no eres para mí ―dijo su
ahora exnovio―. Estarás bien, estoy seguro de que pronto encontrarás un
nuevo amor.
Paco le dio un beso en la mejilla y se marchó. Bella se quedó
preguntándose por qué siempre la dejaban los hombres. No era un bellezón
pero era bonita; bajita, con una figura de reloj de arena, buen trasero y
piernas torneadas. Para ella su largo cabello era su mejor rasgo, rubio con
suaves ondas que le llegaban a media espalda. Sus ojos marrones se
llenaron de lágrimas cuando recordó que Paco la dejó por una compañera
de trabajo que era tan fea como él.
Decían que el amor era ciego, pero el de ella era como un topo, no
veía de físicos. Los últimos cinco novios que tuvo eran tan feos que le daba
un poco de vergüenza cuando se los presentaba a sus amigas.
Pensó que de todos Paco era el menos feo, solo tenía la cara un poco
agujereada por el acné que sufrió en su juventud. Su pelo negro siempre
estaba peinado y engominado con una raya al lado, un mechón rebelde se
levantaba en la coronilla, lo que le daba el aspecto de un chico malo. Sus
ojos verdes eran muy bonitos, se veían grandes a través del cristal de los
anteojos que debía usar por su miopía. Su nariz perfilada y los labios finos,
que rara vez sonreían porque estaba un poco acomplejado de sus dientes
torcidos. Tenía que reconocer que estaba medio feíto, pero ella lo amaba por
su carácter dulce y cariñoso.
Bella recogió sus cosas, pidió la cuenta de los cafés que Paco ordenó,
y que de nuevo olvidó pagar, y se marchó cabizbaja a su pequeño
apartamento. No quería llorar en la calle, le daba vergüenza que la vieran,
por lo que sacó unos anteojos de sol para ocultar sus ojos y apresuró el
paso. Había dejado su coche en un estacionamiento a tres manzanas de allí.
A pesar de lo mal que se sentía, una brizna de rabia surgió de su
interior y maldijo a su exnovio por haberla citado en ese café en vez de ir
hasta su casa para cortar con ella. El muy cabrón no solo la dejó por otra,
sino que lo hizo en un sitio donde sabía que ella no armaría una escena
porque ese café era cliente de su propio negocio. Paco la conocía bien, era
explosiva e impulsiva cuando se enfurecía y en ese momento en verdad
tenía ganas de armar un berrinche. Al llegar al estacionamiento pagó el
peaje correspondiente y caminó hasta su coche.
A medida que se acercaba a su destino las lágrimas pugnaban por
salir, al final no pudo más, se arrebató los anteojos y las dejó correr libre
por su rostro. Le dolía el corazón y la opresión que sentía en el pecho no la
dejaba respirar con normalidad. Un hombre estaba recostado en su coche, al
ver que se acercaba abrió los brazos y ella se refugió en los mismos dejando
escapar unos grandes y lastimeros sollozos.
―Tranquila, ya pasó, todo estará bien ―dijo JL, su mejor amigo.
―No, no lo estará, JL, Paco me dejó ―explicó Bella.
Su voz sonaba entrecortada mientras ponía a su mejor amigo al tanto
de lo sucedido. Hipaba sin control, las palabras salían atropelladas de su
boca en un torrente poco entendible, sin embargo, no era necesario ser un
genio para saber qué había pasado. Una vez que dejó de hablar, su amigo la
separó de su cuerpo para mirarla a la cara.
―Vamos, te llevaré a casa ―informó JL.
El hombre extendió la mano para quitar de la suya las llaves del
coche, abrió la puerta del copiloto e hizo que Bella subiera, después se
acomodó en el asiento del chófer y se marcharon ante la curiosa mirada del
guardia de seguridad del estacionamiento.
Ambos hacían una bonita pareja. Él, alto, guapo, de hermosos ojos
negros y una preciosa sonrisa de comercial de pasta dentífrica; ella, bajita,
rubia y delicada, del tipo de mujer que provocaba abrirle la puerta del coche
y consentirla para que no hiciera ningún trabajo pesado. Sin embargo, eran
solo amigos, no había entre ellos la más mínima atracción, química o como
lo quieran llamar. Para Bella, JL era su mejor amigo y confidente, su paño
de lágrimas y la persona en quien siempre podría confiar.
―¿Cómo supiste que te necesitaba? ―preguntó la joven con
curiosidad.
―Me dijiste que Paco te había citado en el café que tanto te gusta
porque quería hablar contigo, así que asumí que algo andaba mal. Hoy es
viernes y si quería salir contigo no te citaría en un café después del trabajo,
habría ido hasta tu casa a buscarte. El hecho de que llevaras tu propio coche
era indicativo de que se marcharían por separado, así que vine para verificar
que todo estuviese bien.
―Gracias, JL, no sé qué haría sin ti ―dijo Bella y tomó su mano en
un suave apretón.
Al llegar a su casa, fueron recibidos por Eros, el schnauzer sal y
pimienta de Bella. La joven se sentó en el sofá para recibir la euforia y los
besos perrunos de su bebé. Culminada la bienvenida, JL la mandó a tomar
un relajante baño de tina y le aseguró que él sacaría a Eros al parque y
prepararía la cena. Su amigo tomó la correa y el perro comenzó a dar saltos
de la emoción. Bella sonrió al ver la escena. Su perro era un bebé con ella,
pero no soportaba que nadie lo tocara; gruñía y tendía a tratar de morder a
quien osara acariciarlo, sin embargo, con JL era un cachorro juguetón.
JL aprovechó la salida para llamar al «comando borracho» como se
hacía llamar el grupo de amigas de la universidad. Después rebuscó entre
los menús que Bella tenía en la cocina y pidió pizzas. Si iban a beber era
preferible que lo hicieran con el estómago lleno.
Bella estaba un poco más tranquila tras el baño, se puso su pijama
rosado de donas y sus zapatillas de felpa de conejito y salió a buscar a su
amigo. JL la esperaba en el salón con la TV encendida, su película favorita
en la pantalla y un gran tazón de helado de chocolate. Las lágrimas
acudieron de nuevo a sus ojos al ver el gesto de su amigo y se lanzó a sus
brazos, otra vez. Un par de minutos después JL la separó de su cuerpo,
tomó el tazón y puso la primera cucharada de helado en sus labios. Su sabor
favorito explotó en su boca y de verdad se sintió un poco mejor. Se sentaron
a ver la película con Eros entre ellos hasta que el timbre sonó. Las
esperanzas se avivaron en el interior de la joven al pensar que quizás Paco
se hubiese arrepentido de su decisión y volviera por ella, pero cuando JL
abrió la puerta y sus amigas ingresaron a la sala, se dio cuenta de que su
quinta fiesta de despecho estaba por comenzar.
Capítulo 2
El «comando borracho»

Cristina, la más expresiva y escandalosa de sus amigas, puso en las


manos de JL una caja de tequeños[1] y corrió a abrazarla. Eran amigas desde
el penúltimo año de secundaria, cuando la joven morena emigró a España
junto a sus padres. Aun cuando sus abuelos paternos eran españoles, no fue
fácil para la chica de dieciséis años dejar a su familia materna y amigos en
Venezuela, y adaptarse al estilo de vida de Madrid. En su país nunca tomó
un transporte público, sus padres la llevaban y traían a todas partes, y asistía
a un colegio de chicas, por lo que el cambio la tenía un poco nerviosa. Bella
la conoció en su primer día de clases, se compadeció de su mirada asustada
y la ayudó a integrarse. En ese entonces, Bella vivía con una tía porque sus
padres habían muerto siendo ella muy niña y Diana, la mamá de Cristina, le
brindó todo ese cariño que su tía no parecía interesada en darle. Cuando les
llegó el turno de ir a la universidad escogieron la misma y, por suerte,
ambas fueron aceptadas; Bella en Economía, Cristina en Historia del Arte,
entonces se mudaron juntas a un pequeño apartamento.
A Montse y Aranza las conoció el primer día de clases en la
universidad y se hicieron amigas. Las chicas hicieron buenas migas con
Cristina y formaron un cuarteto hasta que llegó Sole, la más centrada de
todas. Al igual que ellas estudiaba Economía, pero les llevaba un par de
años por arriba. Se conocieron porque Sole tenía un trabajo de medio
tiempo en la universidad como tutora de algunas materias. En esa facultad
podías pedir que te asignaran un tutor si tenías problemas con alguna clase.
Nunca pensaron que la chica seria y centrada que les asignaron como tutora
se haría amiga del alma del trío revoltoso que eran Bella, Montse y Aranza.
Sole las ayudó muchísimo en las asignaturas con problemas matemáticos.
Tenía una mente científica y una habilidad numérica asombrosa. Al
graduarse se convirtió en profesora universitaria, por lo que mantuvieron el
contacto. Sole decía que si pudo con ellas podía con cualquier alumno y que
tutorarlas a las tres fue como hacer una pasantía.
Montse y Aranza se conocían desde la secundaria, Aranza era la
más extrovertida y arrastraba a la tímida Montse a todas sus aventuras. Esta
última estaba comprometida para casarse en cuatro meses con José María,
un joven que conoció en el banco donde trabajaba, pero que en ese
momento estaba en un viaje de trabajo.
Se llamaron a sí mismas el «comando borracho» porque, en una de
esas salidas locas donde se bebieron hasta el agua de los floreros, iban de
regreso a su casa en el coche de JL, que era el chófer designado porque no
bebía licor, y Cristina comenzó a cantar una canción popular de su país que
las hizo reír hasta las lágrimas.
Comando borracho toma los lunes
Comando borracho toma los martes
Comando borracho toma de día
Comando borracho
Comando borracho te invita a las fiestas
Comando borracho acaba con las fiestas
Comando borracho vomita la mesa
Comando borracho
Comando borracho se lleva los vasos
Comando borracho se duerme en el carro
Comando borracho busca pelea
Comando borracho…
… El alcohol me tiene muy bien
El alcohol me tiene feliz
El mundo parece distinto
Sin mi botella de anís…
Cristina pasaba de una estrofa a otra con mucha rapidez, lo que les
provocaba más risas aún. Desde entonces, era pieza fundamental en cada
karaoke al que iban.
Bella las consideraba sus hermanas, habían pasado muchas cosas
juntas y se querían, así que cuando se vio arropada por sus chicas se puso a
llorar. Agradeció por tener a JL en su vida, porque él siempre sabía lo que
ella necesitaba y en ese momento las precisaba. A pesar de que él no creía
en el amor, nunca la criticó por su caótica vida amorosa y siempre estaba
allí para apoyarla, en cada fracaso y en cada alegría, por eso lo quería tanto.
Era un poco extraño porque, aunque él se llevaba bien con todas, era Bella
la que se consideraba su mejor amiga.
Desde que conoció a JL en el primer año de universidad había
tenido cinco novios y todos, sin excepción, lo habían odiado a muerte. En
términos generales decían, aunque con diferentes palabras, que Bella
dependía mucho de su amigo a nivel emocional, por lo que creían que en
cualquier momento terminarían juntos. Era cierto que se apoyaba mucho en
JL, pero nunca lo había mirado como nada más que al hermano que no
tuvo. Su amigo siempre le había demostrado lealtad, cariño, respeto y era
incondicional con ella.
Bella pensaba que sus novios estaban celosos porque su mejor
amigo era muy guapo. Sole decía que lo más probable era que ellos no
pudieran entender cómo ella podía preferir estar con el novio de turno y no
con su apuesto mejor amigo. Que sus inseguridades por la falta de atractivo
físico les provocaban que odiasen esa conexión especial que a todas luces
tenían Bella y JL. Por otra parte, en todo el tiempo que tenían conociéndose
nunca había visto en los ojos de su amigo más que cariño y complicidad,
nunca una chispa de deseo o pasión.
Al principio de su amistad Bella pensó que JL era gay, porque no se
le conocía novia, ni una chica por la que suspirase. Suposición que poco
tiempo después fue desmentida cuando salieron de marcha y lo vio perderse
en la oscuridad con una mujer, hecho que se repetía con cierta regularidad.
Sin embargo, nunca tuvo una relación sería con nadie. Esas mujeres que
buscaba en la oscuridad de una discoteca solo eran para follar según sus
propias palabras. Una madrugada le contó que una traición lo había hecho
desconfiar de las mujeres y que nunca volvería a dejarse engañar. Él pensó
que ella estaba ebria y no lo recordaría, por lo que se sorprendió cuando,
poco tiempo después, Bella trató de hablar con él sobre lo que le dijo esa
noche, pero él lo negó.

―Muy bien, ¿habéis traído todo? ―preguntó JL a las chicas.


―Sí ―contestó Sole―. Yo traje el tequila, Montse la mezcla para
margaritas, Aranza el hielo y los limones y, como siempre, Cristina los
tequeños.
―Ya saben, fiesta sin tequeños no es fiesta[2] ―dijo Cristina.
Era un dicho de su país que su amiga repetía en cada reunión cuando
llegaba con una caja de tequeños.
―Me gustan los tequeños, gracias, Cristi ―dijo Bella―. Gracias a
todas por venir, son magníficas, las mejores amigas que una puede tener.
―Ya sabes que para eso estamos ―dijo Montse.
―Siempre que nos necesites, enana ―señaló Sole.
―Esto está muy hablado, a preparar margaritas que esta fiesta está
por comenzar ―finalizó Aranza.
Sole se marchó a la cocina a preparar una jarra de margaritas. JL la
siguió con el resto de las cosas que trajeron. Mientras la chica sacaba la
licuadora, él tomó los limones, los cortó en trozos y los puso en un plato.
―Lleva esto a la sala y quédate a escucharla, yo termino aquí
―ofreció JL.
―Gracias, JL.
Mientras la mezcla se licuaba, sacó del congelador la jarra y las
copas, que había puesto a enfriar cuando Bella se encontraba en la ducha, y
llevó todo a la sala.
El timbre de la puerta volvió a sonar y JL se apresuró a abrir.
Recibió las cajas de pizza, pagó y llevó la comida hasta la mesa de la sala
donde estaban reunidas las chicas con su primer margarita en la mano, pero
ninguna le hizo caso a la comida. Estaban ocupadas tratando de meter su
tequeño en la salsa tártara antes de darle su primer mordisco.
JL conocía a Bella como a la palma de su mano, sabía que en las
primeras horas después de la ruptura lloraría como si se le hubiese muerto
la madre, pero después pasaría a la rabia y era necesario que ella sacara toda
esa energía negativa. Ese era el fin de todo y lo que JL necesitaba para
poder seguir adelante con su propósito. Su amiga era una mujer fuerte y,
aunque le doliera lo que sufría, sabía que ella estaría bien. Su naturaleza
optimista y su carácter dulce hacían que viera la vida de color rosa, por lo
que siempre lograba recuperarse y salir adelante. Era como un sauce, se
podía doblar en la tormenta pero nunca se rompía. Estaba seguro de que
después de esa noche ella volvería a ser la misma de antes.
No podía permitirse el lujo de perderla, aunque todas esas rupturas
le hicieran daño, había perfeccionado la técnica y era solo una noche en la
que sentía que su mundo se había acabado. El dolor de Bella le afectaba, él
también sufría en esas horas, pero podía sacarlo muy fácil de su sistema.
Después la rabia de la rubia era como un chute de energía que lo mantenía
firme en sus propósitos.
La primera jarra de margaritas que había puesto en la mesa se había
terminado en un santiamén, así que se marchó a la cocina a preparar una
segunda. Total, él ya sabía todo lo que había que saber.
Capítulo 3
Los amores de Bella

―«No eres tú, nena, soy yo», me dijo el imbécil después de


soltarme que se dio cuenta de que en realidad a quien amaba era a Sabrina,
¡su mejor amiga! Por supuesto que es él, yo no fui la infiel ni la que se
enamoró de otro ―dijo Bella.
Aunque estaba llorando tenía en su mano un tequeño que mordía de
vez en cuando. Se dio cuenta de que en ese momento sentía más rabia que
pena.
―Es un cabrón ―dijo Cristina.
―Lo peor de todo es que me hizo la vida de cuadritos por mi
amistad con JL. ¡Hipócrita! ―siguió Bella con su lamento.
―Bien acertado el refrán que dice que cada ladrón juzga por su
condición ―dijo Aranza después de tragar.
Las demás solo afirmaron con la cabeza mientras masticaban.
―Muy cierto, porque al final fue Paco quien terminó por ponerme
los cuernos con la arpía de Sabrina. Ya sé por qué siempre le caí mal a la
mujer, cada vez que nos reuníamos con ella trataba de hacerme sentir
inferior, hablando de su doctorado y su fabuloso trabajo, comparándolo con
el mío.
―Tienes un grado en economía y un exitoso negocio de pastelería
que más de una quisiera tener ―dijo Montse después de tragar.
―¡Doctorado! ¡Será en ciencias ocultas! Es lo que debe tener la
muy bruja ―refunfuñó Bella mientras le daba tequeño a Eros.
Sus amigas rieron con disimulo. Bella cuando se enfadaba era muy
cómica, farfullaba cualquier disparate dirigido al que provocara su rabia.
―El muy imbécil me citó en mi cafetería favorita para terminar
conmigo. Sabía que no armaría ningún escándalo en público, más aún en
ese lugar que es cliente de mi pastelería.
―¡Oh! Es un malnacido ―dijo Aranza en apoyo a su amiga.
Las demás chicas corearon su conformidad con el veredicto de su
amiga.
―Lo que más me duele es que cada vez que le recriminaba a Paco
la actitud de Sabrina me decía que eran ideas mías y se ponía de su lado;
entonces ella sonreía con superioridad y les juro que me provocaba darle
una hostia ―dijo Bella meneando el tequeño como si fuera una espada.
Eros seguía con la mirada la comida esperanzado de que se cayera
de las inquietas manos de su humana.
―Eso era lo que ella quería, que perdieras el control y quedaras mal
―opinó Montse.
―Bella, eras demasiado mujer para ese esperpento ―aseguró Sole.
―Eso mismo dijo él, que era demasiado perfecta. Pero ¿de qué me
ha servido tanta perfección si todos los novios que he tenido desde la
universidad me han dejado?
―Son unos idiotas ―señaló Aranza.
―Primero, Frank me dejó sin ninguna razón. Un día me dijo que ya
no me amaba, ni siquiera estaba enamorado de otra. Tal vez si me hubiera
sido infiel lo habría podido maldecir y enfurecerme, pero ¿qué se le dice a
un hombre que te deja por nadie? ―preguntó Bella.
―Lo recuerdo, igual te enfureciste e hicimos la primera fiesta de
despecho ―dijo Aranza.
―Estuviste dos semanas con el corazón roto, hasta que conociste a
Roberto ―agregó Cristina.
―Ese fue otro, después de ocho meses de relación me dejó con la
excusa de que su madre estaba enferma y debía ir a atenderla. Yo toda
acongojada porque el pobre debía dejar sus estudios y lo que hizo fue
cambiarse de universidad y de novia ―respondió Bella.
―Agradezco profundamente que te dejara, era tan feo por fuera
como por dentro ―dijo Sole.
―Sí, más feo que un carro viejo por debajo ―agregó Aranza.
―Más feo que un dolor de estómago a las tres de la madrugada
―añadió Montse.
―Más feo que pegarle una bofetada a la madre en el Día de la
Madre ―terminó Cristina.
JL dejó escapar una carcajada con lo que se ganó una mirada furiosa
de Bella.
―Sí, era feo, pero yo lo amaba ―lloriqueó la joven con su segundo
margarita en la mano.
En ese momento la autocompasión empezaba a ganar terreno.
―Después vino Pedro y te enamoraste de nuevo de un feo ―dijo
Aranza con un poco de desesperación.
―¡Por Dios!, Bella, ¿acaso no puedes enamorarte aunque sea de un
normalito? ―preguntó Cristina exasperada.
―En el corazón no se manda ―respondió la joven llorosa.
―Por eso te llamamos la Power Ranger, atrapas puro monstruo
―dijo Montse.
―¡Estoy segura de que con Pedro echaste el polvo de la cebolla!
―exclamó Sole―. Qué tipo más desaliñado.
―¡Él se bañaba! ―dijo Bella en su defensa.
―No era que no se bañara, era el pelo largo y sin forma, la barba
desaliñada, la ropa arrugada, la uña del meñique larga, ¡puaj! ―agregó
Cristina con un estremecimiento.
Sole sirvió el tercer margarita.
―¡Esa uña era asquerosa! ―soltó Aranza en voz alta.
―¿Para qué creen que la utilizaba? ―preguntó Montse en medio de
las exclamaciones de sus amigas.
―¡No quiero saberlo! ―gritó Sole.
―Cada vez que me saludaba con dos besos, les juro que quería ir a
bañarme ―dijo Cristina.
―No seas cabrona, Cristina ―dijo Bella con la voz un poco
enredada después de terminar el tercer margarita.
―¿Cabrona? ¿Yo? Cabrón Pedro que te dejó por otro hombre.
―¡No me lo recuerdes! ―gritó Bella―. Quizás pueda aceptar que
me deje por otra mujer, pero ¿por un hombre? Con razón siempre quería
hacerlo por detrás y con la luz apagada, se molestaba mucho porque nunca
accedía.
―¡Un culo que se salvó! ―dijo JL.
Las chicas rieron a carcajadas a excepción de Bella que lo fulminó
con la mirada. JL pasó el dedo índice y pulgar por la boca simulando un
cierre, lo que provocó más risas en las ebrias mujeres.
Una nueva jarra de margaritas fue puesta en la mesa por Sole.
―Después de tu experiencia con Pedro dijiste que habías terminado
con los hombres…
―Pensé que se metería a lesbiana ―dijo Cristina, en definitiva
ebria.
Las risas tontas se escucharon en toda la sala.
―… y estuviste casi dos años sin un novio, en esa época estaba
muy bien ―terminó de decir Montse.
―Sip, fue la mejor decisión que pude haber tomado, sobre todo
porque JL se marchó a los Estados Unidos a hacer ese posgrado y no tenía
su apoyo moral.
―Abriste la pastelería con la herencia que tu abuela te dejó en
fideicomiso y comenzaste a abrirte paso poco a poco. Fue bueno que no
tuvieras novio en ese momento, porque hizo que pusieras todas las energías
en tu negocio ―afirmó Sole.
―Y adopté a Eros, el mejor macho que ha pisado esta casa ―dijo
Bella.
JL levantó una ceja en actitud desafiante.
―Aparte de ti, JL ―se apresuró la chica a enmendar su
afirmación―. Eres el mejor amigo que una mujer puede tener. Siempre me
has apoyado y cuando regresaste de Estados Unidos y me ayudaste a crear
la franquicia fue maravilloso, además me recomendaste a todos esos nuevos
clientes. Mi negocio ha prosperado gracias a tu ayuda.
―Tu negocio ha crecido porque has trabajado mucho. La inversión
de la franquicia era una excelente oportunidad, pronto verás sus frutos
―dijo JL.
―Gracias, amigo, ya los estoy viendo, pero después de pasar tantos
apuros económicos con mi tía me gusta ser cauta y ahorrar ―dijo Bella casi
con los ojos cerrados.
―¡Entonces llegó Tarek! ―gritó Cristina, la más imprudente de
todas.
―¡Por Dios!, Cristina, no podías callarte un poco ―recriminó Sole.
―Es que con tanto árabe bello que hay en la ciudad y ella se
enamora de Osama bin Laden.
―¡No se parecía a Osama bin Laden! ―gritó Bella.
La rubia se despertó por la injuria hacia su exnovio.
―Sí se parecía, solo que era más joven ―respondió Cristina a todo
pulmón.
―Bueno, quizás un poco ―accedió Bella―. Pero él si estaba
enamorado de mí.
―Quería casarse contigo, llevarte a los Emiratos Árabes Unidos,
llenarte de hijos y convertirte en su esclava ―dijo Sole con ironía.
―Lo peor es que casi lo logra ―señaló Montse haciendo morritos.
―Si no es por tu amigo JL, estarías usando un burka en este
momento, casi te convence ―agregó Aranza.
―Sí, aunque esa decisión me costó mi compromiso no me
arrepiento. Gracias, JL ―dijo Bella―, eres el mejor amigo que una mujer
puede tener, siempre me cuidas.
―Es un placer ser tu amigo, Bella ―señaló JL.
―Pensé que con Paco sería diferente, era un tipo tan dulce y
tranquilo que ya me imaginaba teniendo hijos y pasando el resto de mi vida
a su lado ―susurró Bella.
―Gracias a Dios que no le tuviste un hijo, seguro que sería feeeeeeo
―gritó Cristina borracha.
―¡Cristina! ―gritó Sole, la menos ebria de todas.
Bella se puso a llorar. JL pensó que las cosas se estaban saliendo de
control, así que decidió que era la hora de cantar.
Capítulo 4
Rata de dos patas

―Perdóname, Bella, no quería hacerte llorar ―lloró Cristina―.


Eres mi amiga y te quiero, soy mala porque me frustra que no encuentres un
novio normal, ahora solo te gustan los feos y antes no era así. Nos
divertíamos mucho mirando chicos guapos.
―No me gustan solo los feos, tengo un crush[3] que es muy guapo,
pero no les diré quién es porque pasarían la vida molestándome ―dijo
Bella.
―Eres una mujer muy guapa, seguro que ahora que estás soltera tu
crush se fija en ti ―la consoló Aranza.
―Lo conozco desde hace mucho y, si no me ha hecho caso hasta
ahora, dudo que algún día lo haga ―musitó Bella con tristeza.
JL, que no había tomado una gota de licor, encendió el karaoke,
buscó las pistas de despecho y, pensando que era bueno que se sacara lo que
sentía, le puso a Bella un micrófono en la mano.
La rubia se puso de pie y, entre gritos y risotadas de sus amigas,
comenzó a cantar la típica canción de despecho.
Brindaremos por ti,
Brindaremos por él,
Porque le vaya bien
Y mañana verás que es mejor olvidar
Que llorar un amor
Vuelve a sonreír, olvídalo
La vida es ancha y estos golpes del amor se olvidan
Después de cada noche sale un sol,
Y vuelven las gaviotas a volar,
Después de la tristeza nacerá la dicha…
Bella cantaba llorando, Eros comenzó a aullar; las chicas,
preocupadas, le hicieron señas a JL para que cambiara de canción. Él sin
saber qué hacer le dio a un botón para cambiar de pista y Cristina saltó a
quitarle el micrófono a su amiga.
Rata inmunda
Animal rastrero
Escoria de la vida
Adefesio mal hecho
Infrahumano
Espectro del infierno
Maldita sabandija
Cuánto daño me has hecho
Las chicas se levantaron a cantar a todo pulmón el coro. Bella se
acercó a Cristina y abrazadas se pegaron al micrófono
Rata de dos patas
Te estoy hablando a ti
Porque un bicho rastrero
Aun siendo el más maldito
Comparado contigo se queda muy chiquito.
Al final se olvidó de su tristeza, se sentía mucho mejor insultando a
su exnovio, incluso rio con el coro. Cuando al fin JL encontró una pista que
no fuera de despecho, los ánimos estaban más alegres y cantaron a gritos.
Hasta un cuerpo de baile se formó para acompañar a la cantante de turno.
La joven miró a sus amigas y se dijo que era muy afortunada porque
siempre estaban allí para ella. Con optimismo pensó que, a sus veinticinco
años, era joven y tenía el resto de su vida para encontrar el amor.

Bella despertó con un pájaro carpintero taladrándole la cabeza. Trató


de acurrucarse en posición fetal, pero la náusea la obligó a correr al baño
para vomitar todo el contenido de su estómago. Abrazada a la taza prometió
al aire que nunca más bebería. Maldijo el hambre que le daba siempre que
se emborrachaba. ¡Condenada pizza! ¿A quién se le ocurría comerse cuatro
pedazos con el estómago lleno de margaritas? Pues a ella y a todas sus
amigas, a las que se imaginaba en la misma situación.
Sujetando su cabeza para que dejara de dar vueltas, se arrastró de
nuevo a la cama. La puerta de su habitación se abrió dando paso a un JL
sonriente, limpio y perfumado, y a un eufórico Eros que se lanzó a darle
besos. Con un gemido Bella abrazó a su perro para calmarlo.
―¡Vete! No vengas a regodearte en mi miseria ―gimió Bella con la
cara enterrada en el cuello de Eros, por lo que se perdió la sonrisa socarrona
de su amigo.
―Te traje una bebida energizante y dos pastillas para el dolor de
cabeza ―dijo con generosidad.
―¿Y para la náuseas y el mareo? ―preguntó Bella con esperanza.
―Esa también la traje. Y ya saqué a Eros al parque, así que no
tienes desastres en tu apartamento ―respondió JL.
―Gracias, no sé qué haría sin ti.
La rubia se incorporó un poco y tomó la lata de la mano de su
amigo, se metió en la boca tres pastillas y se tomó la mitad de la bebida a
pecho.
―¿Dormiste aquí? ―preguntó la joven examinando su atuendo con
ojos entrecerrados. Como su amigo siempre vestía de negro era difícil
determinar si era la misma ropa del día anterior.
―No, anoche, después de que Javier viniera por Montse y se
llevaran a Aranza con ellos, te metí en la cama, saqué a Eros y llevé a
Cristina y a Sole a su casa. Después me fui a la mía a dormir, llegué hace un
rato y entré con la llave que me dejaste para emergencias. Pensé que esto
contaba como una.
―Y no te equivocaste. Estoy que no sirvo ni de bocado para los
perros ―gimió ella.
―¿Te sientes mejor? ―preguntó con suavidad.
―Sí, aunque parezca mentira gran parte de lo que sentía ayer ya no
está. No lo entiendo, a veces pienso que estoy loca. ¿Cómo puedo
enamorarme a primera vista, sufrir como si estuviera en el infierno y luego
dejar todo atrás?
―Eres una mujer realista, siempre sales adelante. Me gusta que
siempre te recuperes y te vuelvas a levantar.
―¿Sabes, JL, que a veces creo que necesito ir a terapia? No es
normal, mira a las chicas, tienen novios, rupturas, viven su duelo y hasta
que no se recuperan no vuelven a mirar a otro hombre. Montse y Sole están
comprometidas y son felices, pero yo paso de enamorarme de un hombre a
otro con una rapidez que me avergüenza ―explicó Bella.
―No creo que necesites terapia, quizás solo controlar un poco tus
emociones, mantener a raya la ilusión hasta estar más segura de que el
hombre sea el correcto ―aconsejó JL con una mirada seria.
―¿Y sabes cómo se hace eso? ―preguntó la joven con la mirada
llena de esperanza.
―Ni idea ―respondió con una sonrisa.
―Eres un tonto, pero tienes razón, me daré un descanso y no miraré
a otro hombre en un tiempo.
―¡Hala!, estoy seguro de que la próxima vez encontrarás al
correcto.
―¿De veras lo crees? ―preguntó ella.
―No, pero estoy cansado de verte desanimada.
―¿Sabes que hay días que me caes muy mal?
―Sí, pero es solo porque no dejo que caigas en la autocompasión,
así que levántate que iremos de compras. Si sonríes te regalaré algo que
quieras mucho.
Bella le mostró los dientes en una mueca de sonrisa.
―¿Puede ser de la librería? Hay algunos libros que quiero ―dijo la
joven con esperanza.
―Seguro que escogerás una novela romántica ―dijo JL volteando
los ojos.
―JL, tu podrás ser un afamado crítico literario, pero los géneros que
me gustan a mí no son de tu agrado, a ti te encantan los thrillers, el terror, el
suspense, la acción, la novela negra…
―¿Los géneros? Tú solo lees romance.
―No es verdad, también leo un poco de drama y algún que otro de
suspense. Además, dentro de la novela romántica también hay muchos
subgéneros que la hacen muy variada y especial.
―¿Estás segura de que quieres discutir de literatura con el señor
Malvado?, sabes que nunca me ganas.
―Sería bueno que el señor Malvado reseñara un libro de romance
en su columna.
―¡Antes muerto que bañado en sangre! ―gruñó JL.
Bella rio con ganas.
―Un día de estos te ganaré una apuesta y deberás reseñar un libro de
romance que escogeré para ti.
―Nunca me ganarás en una apuesta.
―¿Quieres apostar?
―¡No!
―Aguafiestas.
Capítulo 5
El crush (inserte suspiro)

Sentados tomando un café, Bella examinó a su amigo. JL era muy


guapo, sin embargo, se preguntó por qué nunca lo había encontrado
atractivo, ¿estaría algo mal con ella? Entre un romance y otro pasaban
juntos tanto tiempo que era como para que se hubiera enamorado de él, sin
embargo, se alegraba de que no fuese así. Disfrutaba de su compañía y era
su apoyo cada vez que las cosas salían mal. Por otra parte, estaba muy
agradecida con él porque la ayudó un montón en el establecimiento de su
negocio. Incluso le había encontrado un encargado para que llevara la parte
administrativa y ella poder dedicarse a lo que amaba, hornear.
Agradeció que el día anterior terminó con los pedidos para el fin de
semana, tenía tres chicas que la ayudaban y serían ellas las encargadas de
entregar los pasteles ese día. No siempre se permitía tomarse un sábado
libre, pero después de lo de la ruptura con Paco, pensó que le convendría
darse un respiro y, en definitiva, resultó ser adecuada su decisión.
Salieron de su apartamento al mediodía, tomaron un almuerzo
temprano y se fueron de compras. JL compró más camisetas y pantalones
negros y una chaqueta preciosa. Bella trató de que comprara ropa de otro
color a lo que él se negó. Ella aprovechó y se compró un vestido rojo y otro
pijama cuqui. Después pasaron a la librería, donde JL le obsequió dos libros
de romance y uno de suspense que escogió para complacerlo.
―Sabía que escogerías romance ―dijo JL para molestarla.
―JL, soy una mujer inteligente y leo romance porque me gusta,
porque quiero y porque puedo, así que déjame ser feliz.
JL sonrió y levantó las manos en señal de rendición, si seguía
molestándola Bella se lo haría pagar más tarde. Sus venganzas eran
inofensivas pero efectivas, como la vez que le metió una ardilla en el
apartamento y tuvo que buscar a Héctor, su vecino, que era veterinario, para
que la sacara de su gaveta de calzoncillos donde la pequeña decidió que era
el mejor lugar para dormir. O la vez que fue al negocio de Bella a comprar
sus pasteles favoritos y ella le había preparado unos especiales a los que les
puso sal en vez de azúcar. En general le gustaba su sentido del humor,
menos cuando iba dirigido a él.
―Oye, ¿qué te parece si hoy preparo los espaguetis que tanto te
gustan? ―dijo Bella.
―No tienes que preguntar, soy tu esclavo solo por tu pasta Alfredo.
Bella sonrió.
―Muy bien, esclavo, vamos a dejar las compras en mi apartamento,
recogemos a Eros y vamos al mercado por los ingredientes que te falten.
―Mande usted, mi ama.

Bella esperaba en el vestíbulo a que JL subiera del sótano del


edificio donde estaba el estacionamiento. La había dejado en la puerta y con
la ayuda de Joel, el conserje, bajó todas las compras. Eros tiraba de su
correa en su afán de olisquearlo todo, era muy curioso. La joven lo mantuvo
apartado del escritorio del conserje, no eran los mejores amigos desde que
su perro quiso morderle al recibir una caricia. Y es que Eros tenía la
costumbre de pegarse a las piernas de las personas, por lo que estas
pensaban que era un perro amigable, pero cuando extendían la mano para
tocarlo se llevaban una sorpresa o, mejor dicho, un mordisco.
La puerta del ascensor se abrió y lo más guapo del edificio hizo acto
de presencia.
―¡Madre del amor hermoso! ―exclamó Bella al ver a su crush.
Enseguida enrojeció porque lo había dicho en voz alta. Héctor giró
la cabeza y le obsequió su sonrisa baja bragas. Para Bella él era hermoso,
no tenía otra palabra para describirlo. Su rostro era el de un ángel, con esos
ojos color miel y abundante pelo castaño. Cejas pobladas y arqueadas, unas
pestañas largas y espesas, que eran la envidia de las mujeres, acompañaban
a una nariz recta y a una boca de labios apetitosos. Lo más lindo de su cara
era su sonrisa que le llegaba a los ojos. Héctor era un hombre alto, o por lo
menos eso pensaba Bella, porque ella apenas le llegaba al hombro con
tacones. Aunque delgado, no tenía ese cuerpo de gimnasio que parecía
volver loca a las mujeres y que a Bella la dejaba fría. Estaba bien
proporcionado, con brazos y piernas fuertes, abdomen plano y un trasero no
tan plano que se moría por apretar.
―¡Bella! ¿Cómo has estado? ―preguntó el hombre con interés.
―Muy bien, Héctor, ¿y tú cómo estás?
―Trabajando mucho. ¿Te dijo JL que me independicé y abrí un
consultorio con Víctor?
Héctor se puso en cuclillas y acarició a Eros. La amistad entre ellos
se forjó desde que su bebé era un cachorro. Un par de meses después de
adoptarlo se encontró con su crush y, al saludarlo con un beso en la mejilla,
Eros lo mordió en un ataque de celos. Héctor, sin inmutarse, hizo una
maniobra que dejó a Bella muda, pero que consolidó la supremacía del
veterinario sobre el perro, desde entonces eran amigos.
―Sí, JL me lo dijo, te deseo mucho éxito.
―Queda muy cerca de tu casa, al doblar la esquina siguiente está el
consultorio. Se llama Unidad de Diagnóstico Veterinario, si alguna vez
necesitas que revise a Eros me llamas. Tienes mi número, ¿cierto?
―No, no lo tengo. No sabía que estaba tan cerca, he visto el
consultorio, pero no sabía que era el de ustedes. Te deseo mucho éxito y
seguro que llevaré a Eros.
Bella pensó que era una lástima que, a pesar de que se conocían
desde hacía mucho, Héctor nunca le hubiera prestado atención.
―Dame tu número para llamarte y que te quede registrado el mío
―dijo el veterinario.
Bella se lo dio y a los segundos su móvil sonó con una llamada
entrante.
―Soy yo, guárdalo, por favor ―dijo Héctor―. Sé que JL se va de
viaje y estarás sola, si necesitas algo me llamas.
―Muchas gracias, Héctor.
Estaba asombrada, Héctor nunca le había hablado tanto, por lo
general en las reuniones hablaba con JL y la ignoraba a ella. Siempre había
sentido que su presencia le molestaba y, avergonzada, evitaba mirarlo.
Cuando Héctor estaba presente, Bella trataba de hacerse invisible, no quería
que la pillara mirándolo embobada. La intensidad de su mirada la estaba
poniendo nerviosa. Él tampoco lucía tranquilo, se movía de un lado a otro
mientras hablaban.
«¡Oh, Dios! Nunca lo llevé contigo porque donde trabajabas era
demasiado lejos, pero ahora serás el nuevo doctorcito de mi bebé», pensó
Bella. Sabía que entre ellos nunca habría nada, Héctor apreciaba su vida de
soltero y no estaba interesado en ella, pero bien valía recrearse los ojos de
vez en cuando, ¿no? «¿Por qué JL nunca me dijo que el consultorio de
Héctor quedaba tan cerca de mi casa?», siguió especulando la joven en su
mente.
La puerta del ascensor se abrió de nuevo y JL salió, una ceja se
levantó al ver a Héctor y Bella conversando.
―Hola, Héctor.
―Hola, JL.
―Gracias por entretener a Bella mientras me esperaba, pero
debemos subir ―dijo JL―. ¿Nos vamos, cariño?
La tomó por el brazo y la metió en el ascensor sin darle tiempo a
despedirse de Héctor.
«¿Cariño?, ¿qué demonios pasa aquí?», pensó Bella, sin embargo, se
mantuvo callada hasta que entraron al ascensor.
―¿Cariño? ―preguntó la joven―. ¿Desde cuándo soy tu cariño?
―inquirió poniendo los brazos en jarras.
―Sabes que Héctor es un cabrón al que le encanta estar con una y
con otra sin ningún compromiso y tú, mi querida amiga, tienes un corazón
tierno y generoso, por lo que prefiero que te mantengas lejos de tipos como
él.
Sus palabras dejaron a Bella preguntándose si era por eso que
Héctor nunca se había acercado a ella.
Capítulo 6
Un nuevo amor toca a la puerta
Un mes después.

―Bella, tengo algo que decirte ―dijo JL en un tono grave.


Estaban desayunando en la pastelería de Bella, algo que hacían casi
a diario.
―¿Sí?, ¿qué sucede? ―preguntó curiosa.
―Voy a hacer un viaje a los Estados Unidos, estaré fuera entre tres
semanas y un mes.
―¿Y eso?
―Un asunto familiar. Aprovecharé la ocasión para vender la casa
que heredé de mis padres, es definitivo, me quedaré a vivir en Madrid.
―Sé lo importante que es la familia para los griegos, ¿lo has
pensado bien?
―Sí, recuerda que soy mitad griego, mitad español y nací en los
Estados Unidos, así que tengo un revoltijo de las tres culturas. Me vine aquí
a estudiar porque era lo que mi madre quería, me hizo mucho bien
consolidar mi español. Regresé a hacer el posgrado en mi país manejando la
idea de volver para vivir cerca de mis padres, pero cuando estaba
terminando mis estudios y ellos fallecieron solo pensé en volver aquí
―mintió JL con total descaro.
―Aún no entiendo por qué no me llamaste cuando tus padres
murieron, hubiera ido hasta allá para apoyarte.
―Estabas inaugurando la pastelería, sé que hubieses dejado todo
tirado para ir a acompañarme y hubiese sido la ruina de tu negocio.
―Es cierto que hubiese dejado todo, pero eres mi mejor amigo y me
necesitabas. Lo material se recupera, no tiene tanta importancia como
hacerle sentir a quienes te importan cuánto los quieres.
―No quería que lo hicieras, además te hubiese expuesto a la familia
de mi papá. Ellos no son la típica familia griega, no estamos unidos, como
nunca aceptaron a mi madre le hicieron muchos desprecios. Hay
demasiados resentimientos antiguos para llevarnos bien. A pesar de que mi
padre siempre trataba de aligerar la situación, sobre todo por mi abuela que
era la única que aceptó a mamá. Creo que nunca podré perdonarles a mis
tíos todo lo que le hicieron a mi madre. Fueron muchas las lágrimas que ella
derramó por ellos, así que cuando terminé mis estudios y regresé aquí me
sentí de nuevo en paz. Me di cuenta de que no quiero volver a vivir cerca de
mi familia. Aunque las personas que me importan ya partieron de este
mundo, he estado posponiendo la venta de la casa. Es hora de que solucione
eso.
―Lo lamento mucho, JL, ¿estarás bien?
―Sí, no te preocupes, dejé el pasado atrás, esto es solo para cerrar
un ciclo.
―¿Cuándo te vas?
―En tres días, acabo de enviar mi última novela a la editorial, por
lo que tendré tiempo de regresar antes del lanzamiento. Me falta terminar
una reseña para el blog; aunque eso puedo hacerlo en cualquier parte,
prefiero terminarla antes de irme.
―Te extrañaré ―dijo Bella.
―Y yo a ti.

Bella observaba a JL mientras este se registraba en el mostrador de


la aerolínea, faltaban dos horas para que saliera el vuelo y debía ir con
urgencia al baño. ¡Condenado té helado! Se tomó dos vasos y ahora no
aguantaba las ganas de hacer pipí. No podía acercarse a JL porque había
muchas personas en la cola y era difícil pasar. Esperó un momento para ver
si él giraba a mirarla hasta que no pudo aguantar más y se marchó al aseo.
Entró en el baño más cercano que encontró y estaba lleno, había
cola para entrar a los cubículos; con un gemido se colocó al final de la
misma. «¡Mierda! no aguanto, se me va a salir», pensó con desespero,
apretó las piernas mientras veía cómo la cola avanzaba con lentitud. «¿Qué
tanto se pueden tardar en mear? ¡Cojones, que me meo!». La cola avanzó,
Bella dio los pasos como un pingüino, la presión en su vejiga se hizo
mayor, empezó a bailar con disimulo, la señora que estaba detrás comentó:
―¡Vaya que está apurada! No debió esperar tanto.
Puso los ojos en blanco ante la impertinencia de la mujer. Al fin le
tocó el turno, entró y cerró la puerta, no había gancho para su cartera así
que se la colgó del cuello. Haciendo malabarismos se puso en posición de
pícher y pudo terminar con su tormento. «¡Ahhhh, qué alivio! ¿Dónde
cojones está el papel?», pensó al palpar el vacío portarrollos. Como pudo
abrió su cartera y rebuscó entre las mil cosas que tenía en ella, hasta que
encontró las muestras de las servilletas de la pastelería que tenían años en
su bolso.
Salió del cubículo después de un largo rato con una sonrisa de
satisfacción. Ignoró la mala cara de las personas de la cola que se
preguntaban por qué se tardó tanto, se lavó las manos, cepillo su cabello, se
pintó los labios y salió en busca de su amigo.
Al llegar al área de registro no lo vio por ninguna parte, la mayoría
de las personas se había dispersado porque abrieron varias ventanillas de
atención, así que se acercó a preguntarle al chico que hizo el control de JL.
El joven atendía a una pareja, Bella oteó a su alrededor y no vio a su amigo
por ninguna parte. No creía que se hubiera marchado sin despedirse. Miró
su móvil, tenía dos llamadas perdidas de él, trató de llamarlo, pero no logró
comunicarse.
Escondido detrás de una columna, JL observaba al empleado
atender a unas personas y a Bella mirar para todos lados buscándolo. Estaba
seguro de que su amiga se acercaría a preguntar por él, solo debía tener
paciencia. Estudió al hombre, pelirrojo y lleno de pecas, un poco pasado de
peso, con una pequeña barriga cervecera, no era nada atractivo. Lamentó no
disponer de más tiempo para investigarlo, pero su padre le había dado un
ultimátum para que volviera a casa. Si no regresaba para calmarlo se
enfurecería y no había nada peor que hacer enojar a su padre. Agradeció ir
cargado de energía para vencer las ganas de olvidarlo todo, quería que el
enojo que tenía se mantuviera allí, si no caería en la tentación de perdonar y
si lo hacía… ¿Cuántas veces más tendría que hacerlo? La primera vez cedió
muy rápido, esta vez, no lo haría.
Un mes en su casa podría quitarle el enojo con facilidad si no se
cuidaba, por eso debía dejar preparado el escenario para cuando regresara
tener disponible lo que necesitaba. El alimento de su furia.
La pareja se retiró dejando al empleado de la aerolínea desocupado,
Bella se acercó y entonces ocurrió. La joven sintió su piel erizarse en
respuesta a la sonrisa cordial del hombre, su respiración se agitó, excitada,
se pegó al mostrador y lo miró con coquetería.
―Hola, me llamó Bella.
―Hola, Bella, soy Mike. ¿En qué puedo ayudarte?
―¿Me das tu número de móvil? ―preguntó con voz ronca.
―¿Quieres mi número de móvil?, ¿para qué? ―curioseó Mike con
el asombro reflejado en la cara. Y es que el chico no era nada atractivo para
que le ocurriesen ese tipo de situaciones, que sí les habían pasado a algunos
de sus compañeros.
―Pensé en llamarte para salir a cenar o de marcha, lo que prefieras
―dijo Bella coqueta y con el corazón a mil de solo pensar que él la
rechazara. El hombre miró a ambos lados buscando la cámara escondida.
―Me encantaría salir contigo ―dijo él al fin.
Bella le pasó su móvil para que el pusiera su número, cuando Mike
se lo devolvió con una caricia de mano, la joven se ruborizó de emoción.
Era su karma, tenía una capacidad increíble para ruborizarse, lo que dejaba
ver sus sentimientos en muchas ocasiones. Rogó que JL no apareciese en
ese momento, por su rubor descubriría su atracción hacia Mike y se
preocuparía. Además, le daba un poco de vergüenza que la viera de nuevo
enamorada a primera vista.
Bella bajó su mirada para ocultar su turbación, miró el número que
Mike registró y le dio al botón de llamar. El móvil del joven, que estaba en
el bolsillo de sus pantalones, sonó.
―Soy yo ―dijo con aplomo―, quería dejarte mi número por si
quieres hablar más tarde.
―Me encantará hablar contigo, Bella ―dijo Mike con coquetería.
―¡Bella! Tengo rato buscándote, ¿dónde te habías metido?
―preguntó JL.
La joven, que no había escuchado cómo se acercaba su amigo, dio
un respingo.
―¡Oh! Tuve que ir al baño, después no te encontré y vine aquí a
preguntar si ya habías embarcado ―explicó Bella.
―No me iría sin despedirme.
―Lo siento ―dijo ella―. Gracias por tu ayuda, Mike ―agregó
mirando a Mike, rogando que no la delatara con JL.
―Un placer servirla ―respondió el empleado con educación.
JL le dio una inclinación de cabeza al joven antes de tomarla por el
brazo para alejarse de allí.
―Aún falta para el embarque, ¿quieres un café? ―pregunto JL.
―Sí, me gustaría mucho.
Comenzaron a caminar, unos pasos más allá, Bella se giró y Mike
seguía con la mirada clavada en ella, o en su culo. Él levantó la mirada y la
chica le picó un ojo, coqueta, antes de sonreír; se giró y continuó
caminando al lado de su mejor amigo. Un nuevo amor estaba a la vuelta de
la esquina.
Capítulo 7
Todos los caminos conducen a Héctor

Bella tuvo un día realmente horrible. Se levantó tarde por pasar la


mitad de la noche intercambiando mensajes con Mike. Se quedó dormida en
la madrugada y al despertar con el sol bañando su cara se levantó corriendo;
tenía un pastel pendiente para una boda y el tiempo justo para hacerlo. Puso
los pies en el piso y corrió al baño, piso algo resbaloso, patinó y cayó de
culo en el duro suelo de su habitación. Asombrada, miró a su alrededor y
divisó cinco vómitos que había hecho Eros durante la madrugada.
Preocupada, giró a verlo.
―¡Oh! Dios. Eros, ¿qué te pasó, mi bebé?
Eros meneó la cola sin levantarse de la cama, sus ojitos tristes le
dijeron que se sentía muy mal. Bella saltó en un pie hasta el baño, abrió la
ducha y se lavó los pies en el agua caliente, regresó a la habitación y Eros
seguían en el mismo sitio con sus ojos cerrados. Se puso lo primero que
encontró, que era la ropa que se quitó el día anterior, y cargó a su perro para
llevarlo al veterinario.
Decidió que lo llevaría al consultorio de Héctor, era el más cercano.
No tendría ni que sacar el coche, a veces era un problema estacionar y
desde allí se podía ir caminando. Salió por la puerta del edificio con Eros en
brazos, con paso apresurado comenzó a andar. Al llegar a la esquina
jadeaba, los metros que había desde su apartamento al consultorio le
parecieron kilómetros. Con la preocupación no pensó que la distancia con
un perro de doce kilos encima le parecería enorme. Sentía que los brazos se
le iban a caer, pero no podía bajarlo porque no sabía si Eros podía caminar
y, además, en el apuro dejó la correa. La gente en la calle se apartaba al
verla venir, no se había peinado, tenía la cara roja por el esfuerzo, la ropa
arrugada y un perro en brazos, lo que la hacía ver como una verdadera
lunática.
Cuando llegó a la puerta de la clínica resoplaba, con un hombro la
abrió y se precipitó hasta una silla donde dejó a Eros para sentarse en la que
estaba a su lado. La recepcionista se levantó a ver qué pasaba. Bella entre
jadeos solo logró decir:
―Héctor.

Una colitis. Eros tenía la mala costumbre de comerse todo menos sus
croquetas, sentía fascinación por masticar lo que encontrara de plástico.
Además, Bella tuvo que confesarle a Héctor que le daba de su comida, pero
es que no podía negarse a los ojitos que su bebé le ponía para pedirle cada
vez que se sentaba a la mesa.
Después de que el veterinario le dijera que su perro se pondría bien,
la rubia soltó la respiración que estaba conteniendo y lo miró con alivio y
agradecimiento reflejado en la cara. El veterinario sonrió.
Cuando salió a ver qué pasaba, Bella estaba al borde del llanto, sin
embargo, a él le pareció lo más bonito que había visto en la semana. Se
decía que era un tonto por torturarse de esa manera sabiendo que era la
novia de JL, durante mucho tiempo se había mantenido distante por respeto
a su amigo. Hasta la última vez que la vio y ella lo miró con algo que le
pareció, ¿deseo?, ¿anhelo? No estaba seguro. Entonces, no pudo resistir la
tentación de estar cerca, aunque fuera como amigo, pero necesitaba saber
qué pasaba por la cabeza de Bella cuando lo miraba de esa manera.
―Vete a casa, Bella, no te preocupes por Eros. Se pondrá bien, lo
hidrataremos y lo dejaremos en observación hasta mañana. Si quieres
puedes venir a verlo un rato cuando regreses del trabajo ―dijo Héctor con
la esperanza de verla en la tarde.
Bella quería abrazarlo en agradecimiento, pero lo único que hizo fue
sonreír; era una persona cariñosa y era probable que con otra persona lo
hubiese hecho, pero no con Héctor. Temía delatar esa absurda atracción que
sentía, ella tenía un novio al que amaba. La culpa la carcomía, consideraba
que sentir lo que sentía al mirar a Héctor era una traición hacía Mike, dentro
de su sistema de valores estaba mal, no era correcto. Así que pensó que era
mejor mantenerse lejos de la tentación. Si Héctor hubiese sido el hombre
destinado para ella, lo hubiese descubierto hacía mucho tiempo y no se
habría enamorado de otros hombres. Cuando estaba cerca de Héctor se
sentía confundida, y eso no era bueno. Se consideraba una persona fiel y
sentir esa atracción tan fuerte la hacía dudar de sus principios.
―¿Hasta qué hora estarán abiertos? Me quedé dormida y voy con
retraso a la pastelería, no creo poder salir temprano.
―No te preocupes la clínica estará abierta, trabajamos las
veinticuatro horas al día, ya que aquí se atienden emergencias. Para la
próxima no dudes en llamarme que iré a tu casa a verlo, no tienes que
cargarlo hasta acá.
―¡Oh! No se me ocurrió llamarte, gracias ―dijo la rubia antes de
despedirse.
Al llegar a su casa, Bella gimió en su interior al verse reflejada en el
espejo de su dormitorio, estaba horrible y Héctor la había visto de esa
manera. ¡Qué vergüenza! Ella que no salía de su casa sin la raya del ojo y
los labios pintados. Su lema favorito y que se repetía como un mantra era:
antes muerta que sencilla.
Encima de eso tuvo que limpiar el desastre que Eros dejó en su
habitación. ¡Puaj!
Su móvil sonó con un mensaje de Mike para preguntarle por qué no
le había llevado el desayuno al aeropuerto. Bella le envió una nota de voz
contándole lo que le había sucedido con Eros y que aún estaba en su casa,
por lo que no podría llevarle su café con pasteles. La dejó en visto sin darle
una respuesta. La rubia frunció el ceño un poco preocupada y se dijo que lo
llamaría más tarde.
El día fue peor de lo que se esperaba. Una de sus ayudantes se reportó
enferma y la novia quería hacer cambios de última hora en las flores del
pastel. Tuvo que explicarle que hacer cientos de flores de fondant[4] y
pintarlas de dorado no se hacía de un día para otro, y que las de su pastel ya
estaban terminadas. Aun si estuviera dispuesta a pagar el costo que implica
hacer el cambio, no las terminarían así trabajaran toda la noche. Apenas
tuvo tiempo de llamar a Héctor para saber cómo seguía Eros, pero no pudo
hablar con Mike. Al salir de la pastelería le envió un mensaje, pero él no le
respondió a pesar de que recibió la notificación de que lo había leído.
Cuando se dirigió a la clínica veterinaria era de noche. Héctor la
estaba esperando. A pesar de que había otro veterinario de guardia para
encargarse de las emergencias nocturnas, se había quedado para verla. Eros
se levantó al verla y le movió la cola. Héctor le abrió la jaula y Bella, con lo
pequeña que era, se metió dentro. Efusivo, Eros se lanzó encima de ella, la
rubia se sentó en el piso y abrazó a su perro, calmándolo. Al rato le dio un
beso en la cabeza y hundió la cara en su cuello.
Héctor vio la ternura con la que trataba a su perro y sonrió, se veía
muy cansada y aun así fue a ver a Eros y, sin importarle su ropa, se lanzó a
darle amor.
―Esto ha sido lo mejor de mi día ―dijo Bella.
―Los perros tienen ese efecto ―dijo Héctor―. Tómate tu tiempo,
te espero en mi consultorio; hablaremos del tratamiento y la dieta de Eros y
después te acompañaré hasta la puerta de tu casa.
Bella asintió con la cabeza. El ver a Eros mucho mejor la terminó de
tranquilizar. En la mañana vendría para pagar la cuenta y llevárselo a casa.
Caminaron en un silencio cómodo hasta llegar a la puerta de su
edificio, Bella se giró hacia Héctor le dio las gracias y huyó hacia la
seguridad del interior. Con un suspiro resignado el hombre se marchó a
casa.
Esa noche, al meterse en la cama, pensó que al día siguiente sería un
buen día, Eros volvería a casa y en la noche tenía una cita especial con
Mike, si se le pasaba el berrinche, claro. Por más que trató de no pensar en
Héctor la imagen de sus ojos no la dejó conciliar muy bien el sueño.
Capítulo 8
El príncipe azul era un sapo

Mike era un hombre casado. « Si lo hubiera sabido jamás me


hubiera liado con él, pero al muy cabrón no se le ocurrió que esa
información fuera relevante », pensó Bella. Estaba escondida dentro de su
coche con el corazón latiéndole a mil. A lo lejos miraba la entrada del
restaurante donde Mike y ella estuvieron comiendo minutos antes. La
esposa le gritaba, cuando él le respondió con otro grito, la mujer comenzó a
caerle a carterazos, aunque se sentía mal por toda la situación, la escena la
hizo sonreír.
Se suponía que esa noche iba a ser su noche especial, la primera vez
que harían el amor, por eso Bella escogió invitarlo a cenar a su restaurante
favorito, en una cena elegante con champán. Compartían el postre cuando la
esposa de Mike llegó a la mesa, tiró las llaves de su coche entre los platos
antes de hablar.
―Quiero que me expliques qué haces comiendo muy acaramelado
con esta guarra si estás casado conmigo y tenemos dos hijos ―dijo la
esposa de Mike en voz alta.
Todos los ojos se pusieron en ellos, inclusive Bella vio como
algunos comenzaban a grabarlos con el móvil. A Mike se le iban a salir los
ojos del susto. La rubia sintió que se le iba a caer la cara de vergüenza, más
aún cuando lo escuchó decir que había salido con ella para sacársela de
encima porque lo llamaba todo el tiempo con insinuaciones. En ese
momento Bella vio todo rojo, furiosa, se levantó y le vació la hielera del
champán en la cabeza. Los otros comensales rieron.
―Me hubieses dicho que estabas casado, imbécil ―dijo Bella a
Mike, después se giró hacía la esposa de su nuevo exnovio―. Lo lamento,
no lo sabía, nunca me metería con un hombre casado.
Bella tomó su bolso y huyó del restaurante hacía su coche, antes de
que a la mujer se le ocurriera agarrarla con ella. No pagó la cuenta, que
estaba segura de que sería alta y que tendría que pagar Mike. Con rabia
pensó que se lo merecía por haberla engañado.
Quiso patearse a sí misma, no sabía por qué le ocurrían esas cosas,
por qué siempre se enamoraba de un patán. Esa noche la pasó llorando sola
en su apartamento.
Al despertar de las pocas horas que durmió, se sentía como la
mierda y encima JL no estaba. La noche anterior no quiso llamar a las
chicas, era tarde y no quería molestar a nadie. Además, solo les había
contado que conoció a un hombre en el aeropuerto y que saldría con él en
una cita. Le daba vergüenza el desastre que era su vida amorosa, por eso se
había reservado que tenía un nuevo amor.
Se sintió tan estúpida por no ver las señales. Debió sospechar desde
la primera noche que le escribió y él le pidió que no lo llamara. Ella le
enviaba largas notas de voz contando cosas de sí misma y Mike respondía
textos. Se veían siempre a la hora del almuerzo, en un par de ocasiones él se
pasó por la pastelería a la hora de la salida y se encerraron en la oficina de
Bella para robarse algunos besos. La rubia le llevaba a diario una caja de
pasteles al aeropuerto con un café gigante de la franquicia.
Mike le contó que su madre estaba enferma y que por eso no podía
salir con ella por las noches y la muy tonta se lo creyó. Estaba harta de
enamorarse y de sufrir, no quería más novios ni fracasos, se prometió a si
misma que se mantendría alejada de los hombres. Aun si Héctor le
declaraba su amor, cosa que era muy improbable, no le haría caso, no
volvería a llevar a Eros con él ni a acercarse a la clínica. Era tiempo de
tomar el control de su vida.
Llamó a sus amigas y las citó en la noche a su casa, habría fiesta,
pero no de despecho, les contaría lo ocurrido para sacárselo de encima y
después podrían salir por ahí a bailar, celebraría su soltería. Se dio una
ducha y se arregló para levantarse el ánimo, desayunó en su pastelería y
comenzó su jornada, era sábado y había mucho trabajó. A media tarde salió
un momento a comprar dos botellas de vino y algunas cosas más para
degustar en la noche. Caminaba de regreso a la pastelería con su compra,
cuando una ráfaga de viento elevó un panfleto de color rosado intenso que
se estrelló contra su pecho. Al separarlo unas palabras llamaron su atención.

¿Tienes problemas amorosos?


¿Estás cansada de que todo salga mal en tus relaciones?
¿Quieres tomar el control de tu vida?
La doctora Psique tiene la solución a tus problemas.
Una terapia que te permitirá sentirte mejor contigo misma y tomar
las decisiones adecuadas.
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Bella pensó que la información le venía como anillo al dedo y al


regresar a la pastelería llamó al número indicado. La secretaria le dijo que
estaba de suerte porque hubo una cancelación de última hora para el
siguiente lunes al final de la tarde.
Esa noche, cuando las chicas llegaron, miraron sorprendidas al ver a
Bella con un vestido rojo de minifalda y escotado y sandalias de tacón color
negro. Estaba maquillada con maestría. Su cabello recién lavado, alisado en
la raíz y con las puntas en suaves ondas. Las uñas de las manos y los pies
estaban pintadas del mismo color del vestido. Aunque habían quedado en
irse a un bar después, sus amigas se sorprendieron de lo bonita que estaba la
rubia.
―¡Guau, Bella!, estás hermosa ―dijo Cristina.
―¡Qué guapa! ―agregó Montse.
―Haciendo honor a tu nombre ―alabó Aranza.
―¿Tienes novio nuevo y nos lo vas a presentar? ―preguntó Sole.
Bella sonrió y meneó la cabeza.
―Ustedes también están muy guapas ―dijo Bella
Las chicas se repantigaron en los muebles del salón de la anfitriona
mientras esta destapaba la primera botella de vino.
―Les he pedido que vinieran antes porque entre nosotras nunca ha
habido secretos y esta vez les oculté que estaba viendo a alguien.
―¿El chico del aeropuerto? ―preguntó Sole.
―¿Es feo? ―preguntó Cristina.
Bella rio.
―No es tan feo.
―Lo mismo dijiste de Paco ―comentó Aranza.
―Eso no es lo importante ―explicó Bella―. Lo importante es que,
en primer lugar, se lo oculté y eso no está bien, pero en verdad estoy
avergonzada de cómo me comporto con los hombres.
―¿Sabes que entre nosotras no cabe la vergüenza? ―preguntó Sole.
Bella asintió con la cabeza, mas sus mejillas rojas les dijeron que
estaba apenada.
―En segundo lugar ―continuó Bella―, Mike y yo terminamos
porque, aunque yo no lo supiera, al menos a nivel consciente, está casado y
su esposa nos encontró cenando anoche.
―Malparío, cabrón ―exclamó Cristina combinando los insultos.
―Ya quedó atrás y no quiero seguir dándole vueltas al asunto
―explicó la rubia―. Lo importante, y es lo que me lleva al tercer punto, es
que he decidido hacer algo para mejorar. Iré a terapia con la doctora Psique.
―He escuchado que ella es buenísima ―dijo Montse.
―Sí, pero encontrar una cita con ella a veces tarda semanas
―agregó Sole.
―Hubo una cancelación y me verá el lunes a última hora de la tarde
―explicó Bella.
―¿Quieres que alguna de nosotras te acompañe? Yo tengo el lunes
libre ―se ofreció Aranza.
―No, pero si quieren cenamos juntas después, para que hablemos
de cómo me fue ―propuso Bella.
―Me parece una buena idea, preciosa ―dijo Cristina.
―Gracias, chicas, en verdad estoy harta de todo y necesito
desconectar un rato, así que podemos ir a bailar, hace mucho que no vamos
a una discoteca.
Y cuentan que el imbécil de Mike esa noche la pasó llorando y Bella
se la pasó bailando.
Capítulo 9
No hay nada más peligroso que una
mujer furiosa
Bella caminó con prisas, no quería llegar tarde a la consulta con la
doctora Psique. Había tenido mucha suerte de que la recibiera de un día
para otro, y si perdía la cita, era probable que tuviera que esperar mucho
para programar una nueva; le habían dicho que su agenda estaba bastante
llena de pacientes. Bella se conocía muy bien, sabía que de dejar pasar la
cita era probable que lo pospusiera siempre. Ella era así, impulsiva, y una
vez que tomaba una decisión actuaba de inmediato; no esperaba madurar la
idea, sino que se lanzaba de cabeza a ejecutarla. Aunque la mayoría de las
veces ese empuje jugaba a su favor en lo que se proponía, a veces le traía
consecuencias desagradables.
Dicen que la ignorancia armoniza bien con los errores y debía ser
cierto, porque al llegar y leer el nombre de la doctora no encontró nada que
le llamara la atención, así que abrió la puerta y le sonrió a la secretaria de la
doctora.
―Hola, soy Isabella Carvajal, tengo cita con la doctora Psique.
―Pasa, Isabella, la doctora te está esperando ―dijo la señora
madura que la atendió.
Nerviosa, la joven abrió la puerta y entró. De espaldas, una mujer
alta, pelirroja y vestida de negro observaba a través de la ventana, al sentir
la puerta cerrarse se giró, a Bella se le descolgó la quijada al verla.
«¡Madre de las chicas sexis y hermosas! Esta mujer es una bomba»,
pensó Bella azorada. Una risa ronca escapó de los perfectos labios de la
doctora. Sus ojos verdes esmeralda se cerraron un poco al reírse y unos
hermosos hoyuelos se formaron en sus blancas mejillas. Su piel era
perfecta, inmaculada, su nariz respingada, sus cejas, del mismo color rojo
intenso que su cabello, contrastan con sus pestañas oscuras. Su cabello le
recordó a Bella a las muñecas antiguas, largo, sedoso y con ligeros rizos al
estilo de las candidatas de los concursos de belleza. Era muy alta y con un
cuerpo de infarto. Tenía tal aura de dominante que Bella sintió la necesidad
de acceder a todo lo que le pidiera. La fértil imaginación de la rubia la vio
en su mente como una Jessica Rabbit vestida de dominatriz. Nunca, nunca
en su vida se había sentido atraída por una mujer, hasta ese momento, pero
es que Alma Psique[5] no era una mujer común.
―Acércate, Bella, llevo mucho tiempo esperándote.
―Pero si no he llegado tarde.
Una risa ronca salió de los labios de la mujer, lo que provocó que a
Bella se le erizara el vello del cuerpo. «¡Oh, no!, así comienza cuando me
enamoro. Te prometo, Diosito, que si me quitas esto iré a misa. Bastantes
problemas tengo al enamorarme de hombres para que encima me amplíes la
población», pensó Bella. Más risa escapó de los labios de la mujer. La rubia
no entendía de qué reía la doctora.
—Bella, lo que te voy a contar te curará de esos enamoramientos sin
sentido. Mira, me imagino que como todo mortal has oído hablar de los
dioses del Olimpo, ¿no?
Bella asintió con la cabeza sin entender nada, pero la voz la tenía tan
subyugada que no se atrevió a interrumpirla.
—Casi todo lo que has leído es cierto, pero la verdad es los dioses son
extraterrestres que vienen a la Tierra; algunos a ayudar al desarrollo de la
humanidad, otros en busca de poder, la gran mayoría en busca de diversión.
Son poderosos, lo que aquí en la Tierra se conocen como superpoderes o
poderes especiales. En términos generales, la mayoría son unos cabrones a
los que les encanta venir a jodernos la vida. ¿Tienes idea de quién soy?, ¿o
de quién es JL?
De nuevo, Bella negó con la cabeza porque no podía hablar de la
impresión.
—Soy Psique o Alma, la esposa de Eros…
—¿Eros, mi perro? —preguntó Bella con los ojos a punto de salirse
de sus órbitas.
Psique la miró con exasperación.
—No, Eros el dios del amor, o Cupido como lo llamaban los
antiguos romanos. Ya sabes, el bebé con alas que flecha a la gente para
enamorarlos. Pues él es ese que tú conoces como JL, el temido señor
Malvado —explicó la mujer con diversión—. El que llamaras Eros a tu
perro fue cosa mía, cuando fuiste a adoptar le metí en la cabeza a la
trabajadora del refugio que el chucho se llamaba así. Ya sabes, como una
pequeña venganza para el testarudo de mi marido, fue divertido verlo
furioso.
La joven la miró con recelo. «Esta mujer está más loca que una
cabra», pensó. La risa de Psique la sorprendió.
—Bella, no estoy como una cabra.
«¿Me ha leído el pensamiento?», pensó Bella asustada.
—Sí, Bella, te he leído el pensamiento, a pesar de que antes era
humana, ahora soy como ellos. Bella comenzó a caminar hacia atrás tal vez
si continuaba hablando pudiera huir de allí. Psique sonrió.
—¿Y ellos pueden leer el pensamiento?
—No todos, mi Cupido sí, por eso yo puedo hacerlo.
—¿Él ha hecho que me enamore de todos esos feos? —preguntó
Bella recelosa.
—Sí, pero ahora que eres consciente de que eso que estabas
sintiendo no era real, desaparecerá. El ser consciente de que has sido
flechada puede cambiar lo que sientes.
En ese momento Bella desistió de huir, le interesaba lo que esta
mujer le decía, además, su sonrisa le indicó que era inútil tratar de
engañarla para hacerlo.
—¿Por qué me ha hecho eso? Yo creía que era mi amigo.
—Sé que él se considera tu amigo. Si te flecha es porque lo necesita
para seguir furioso conmigo. Verás, Bella, a ti te duele cuando terminan tus
relaciones, pero también te enfadas, Cupido absorbe esa rabia para
continuar furioso conmigo y no perdonarme.
—Pero ¿por qué siempre tenía que ser de feos? No lo entiendo.
—Te explico, dice la leyenda que él tiene en su poder dos tipos de
flechas: las de oro con plumas de paloma que son las que enamoran y las de
plomo con plumas de búho que causan indiferencia. ¡Chorradas! En
realidad los colores son para distinguir las sustancias que contienen. El muy
cabrón te daba a ti las doradas y a tus novios las plateadas, por eso siempre
te flechaba de feos porque, aunque no se enamoraban de ti, sí los halagaba
que un bombón como tú se enamorara como una posesa de ellos. Después
de un tiempo se hartaban, rompían contigo y él obtenía lo que necesitaba.
—Pensaba que él era mi amigo, que era el único hombre que nunca
me había traicionado y todo el tiempo me usó para sus fines —afirmó Bella.
—Sí.
La rabia subió por el cuerpo de la rubia. Y no hay nada más
peligroso que una mujer furiosa.
Capítulo 10
La verdad os hará libres

Pocas veces Bella se había sentido tan furiosa como en ese


momento, pero no dejó que la rabia le nublara la razón, debía obtener
respuestas. JL siempre decía que la información era poder, si era un dios
debía de tener razón, y en ese momento ella necesitaba de ambos.
—¿Qué le hiciste para que esté cabreado contigo? —preguntó Bella
cuando pudo hablar.
—No confié en él. La primera vez me perdonó, pero ahora está un
poco renuente a hacerlo y para eso te necesita. Él, por ser el dios del amor,
está inhabilitado para odiar, entonces absorbe esa energía de ti y se viste de
negro para conservarla dentro de sí. Tus sentimientos le duran mucho
tiempo, cada vez que terminas con uno de tus feos novios, él está allí para
consolarte, te quita el dolor y la rabia y la guarda; pero como ahora iba a
casa, vendrá descargado y por eso te flechó antes de irse.
—Necesito los hechos, Psique, no esas respuestas vagas. ¿Qué
demonios hiciste la primera y la segunda vez para que él se enfureciera?
Alma puso mala cara.
—¿No conoces la historia de Eros y Psique?
—Mis conocimientos llegan hasta que eran esposos.
—Zeus, líbrame de las rubias tontas —murmuró Psique entre
dientes.
—¡Te escuché! —gritó Bella furiosa. «Una más y te retuerzo el
pescuezo con ese pelo rojo que tienes, y no me importa que puedas saber lo
que pienso».
Psique giró los ojos, aunque se estaba divirtiendo de lo lindo con la
rabia de la rubia.
—¿Quieres escuchar la historia o prefieres discutir de tu ignorancia?
Bella bufó en respuesta, no era una ignorante, tenía un título
universitario que lo demostraba.
—¡Dioses, dadme paciencia! Vamos a lo importante, te voy a dar un
resumen muy corto de lo que ocurrió mil siglos atrás.
Una sonrisa maliciosa asomó en el rostro de Bella.
—¿Tienes mil siglos de edad?
—¡Bella! —gritó Psique exasperada—, escucha sin interrumpir.
Verás, los dioses son un poco cabrones. Yo era una hermosa princesa, la
menor de tres hermanas y la consentida de mi padre. Afrodita, la bruja de
mi suegra, estaba celosa de mi belleza y le pidió a su hijo que me hiciera
enamorarme del hombre más feo y malo que encontrara, pero el tiro le salió
por la culata porque Eros se enamoró de mí. Una noche, él fue por mí, a
oscuras me enamoró, nos fugamos y casamos en secreto. Los dioses, en
castigo, ordenaron que yo no pudiera mirarlo. Lo mantenían ocupado todo
el tiempo, metiéndose en los asuntos de los humanos, por lo que él solo me
visitaba de noche, tú sabes, para el chaca chaca. Como lo hacíamos con los
ojos cerrados, en realidad no me importaba mucho no verlo. Pero las
envidiosas de mis hermanas sí lo miraban, les entró la lujuria y, para
arruinar mi relación, me convencieron de que una noche encendiera una
vela para verlo y yo de tonta lo hice. Al principio pensé que había valido la
pena hacerlo, él es demasiado hermoso, el más guapo que he visto.
—Más guapo que Henry Cavill, no creo ―dijo Bella para
molestarla.
Psique la ignoró.
—Me echaron de nuestro castillo, aún recuerdo la cara de mi Eros al
abandonarme, me dijo que el amor no podía vivir sin la confianza. Se me
rompió el corazón. Pasé mucho tiempo buscándolo, los dioses me pusieron
varias pruebas, entre ellas que debía llevarle una dichosa caja a Perséfone al
inframundo y que no podía abrirla…
—Déjame adivinar, la abriste.
—Sí…
—Y la bruta soy yo —murmuró Bella con ironía.
Dos podían jugar a lo mismo. Psique la taladró con la mirada.
—… y caí en el sueño profundo, era como si estuviera muerta.
Cupido me encontró me despertó y perdonó, al igual que mi suegra. Los
dioses estaban sorprendidos por el tamaño de mi amor y me perdonaron.
Con el paso del tiempo me convertí en una de ellos. Cuando tienes sexo
muchas veces con uno de los dioses, su ADN domina al tuyo, así que aquí
estoy.
—¿Y cuándo metiste la pata por segunda vez?
Psique bajó la mirada un poco avergonzada.
—Fuimos felices por varios siglos, tuvimos una hija, y en el
posparto me volví loca, tú sabes la depre que le entra a una después. Estaba
celosa de cada mujer que se acercaba a mi hermoso Eros, así que, sin que él
se diera cuenta, tomaba el arco y las flechaba con el hombre más feo que
estuviera más cerca.
—¡No! Hasta yo que soy una simple mortal sé que eso es terrible.
¿Cómo te atreviste a traicionarlo de esa manera?
—No lo compadezcas mucho, que Cupido es un cabrón y lo hace
muchas veces, él lo llama travesuras. Te recuerdo que te lo hizo a ti todas
las veces que te enamoraste de esos feos.
Bella gruñó en respuesta.
―¿Sabes que él se ha acostado con varias mujeres desde que lo
conozco? ¿Y aún así quieres volver con él? ―preguntó con saña.
―Eso fue puro teatro para tu beneficio, nunca las tocó, pero no
querías que tú pensaras que era homosexual,
―Más mentiras. ¿Dónde queda su casa?
―En el Olimpo.
Bella puso mala cara y se cruzó de brazos sin decir nada.
―¿De verdad quieres que te explique en qué lugar del espacio
queda el planeta Olimpo? ―preguntó Psique con exasperación.
―¿Y eso de que iba a los Estados Unidos a vender su casa, que sus
padres fallecieron en un accidente, que no quiere a su familia griega y toda
la tragedia de su madre?, ¿todo es falso?
―¡Patrañas! Su padre, Ares, le puso un ultimátum para que fuera a
verlo. Mi querido suegro está de mi lado y quiere que nos reconciliemos.
Nuestra hija, Hedoné, necesita a su padre, lleva mucho tiempo sin verlo. La
última vez que estuvo en casa fue cuando vivió en los Estados Unidos para
hacer el posgrado.
―¿Eso sí fue real?, ¿hizo el posgrado?
―Sí, aunque no necesita estudiar ya que tiene siglos de
conocimiento acumulado y una mente superdotada, es un dios. El posgrado
fue una tapadera para estar cerca de la nueva víctima que encontró. Durante
ese tiempo pensó que había hallado un reemplazo para ti, quería dejarte
descansar; pero la chica se derrumbó en el segundo fracaso, por eso volvió
aquí. Tú eres perfecta porque te encabronas como nadie.
―Si mi energía le dura tanto, ¿por qué vendrá descargado?
―Mi Eros es puro amor, en el Olimpo pierde muy rápido la energía
que obtiene de ti, por eso te flechó con Mike. Necesitaba que al regresar
terminaran su relación, lo que no se imaginó es que el imbécil estaba
casado, que la mujer se enteraría y que él te botaría tan rápido. Me imagino
que con la premura con que Ares lo llamó no investigó a tu nuevo amor. Por
lo menos con este no tuviste sexo, tiene una cosita así ―dijo Psique
separado unos centímetros su índice de su pulgar―, hubieses quedado muy
insatisfecha.
―Es decir, ¿que JL ha hecho que me enamorara y tuviera sexo con
los hombres más feos de Madrid?
―Sí.
―Lo mataré, pero primero le cortaré los cojones con un cuchillo sin
filo.
―¡Oh, no!, querida, deja sus cojones en paz.
―Claro, es muy fácil para ti decirlo, tú no te acostaste con todos
esos esperpentos. ¡Aaaahhh! No sé por qué, pero ahora me atormentan mis
recuerdos de cuando lo hice con los feos.
―Es porque, al saber la verdad, la venda cayó de tus ojos. Pero no
te preocupes que antes de irte de aquí te quitaré esos recuerdos y, como
dicen la canción, “y si no me acuerdo, no pasó, eso no pasó” ―canturreó
Psique.
Bella la fulminó con la mirada.
―Igual lo mataré, los últimos siete años de mi vida han sido
horribles.
―Te pido que no lo mates, en cambio, te ofrezco la venganza.
¿Venganza? ¡Oh, sí! Ella tendría su venganza, eso lo podía asegurar.
Capítulo 11
La venganza es un plato que se sirve frío

―Por supuesto que me vengaré, pondré pescado en las costuras de


sus cortinas, meteré una mofeta en su apartamento, cortaré toda su puta
ropa negra en cuadritos, le pondré polvo picapica en sus calzoncillos…
―¡Bella!, céntrate, todas esas son venganzas infantiles.
―Cuando no pueda dejarse de rascar los cojones se acordará hasta
de su infancia.
Bella caminó de un lado a otro del consultorio, al llegar a la pared
hizo un giro y regresó. Psique entendió que debía dejarla despotricar para
drenar un poco la rabia y calló. Bella se paró frente a la diosa.
―¿Cuándo regresará? Y si en su planeta le dura menos la rabia,
¿por qué no estás allá buscando su perdón?
―Porque estoy aquí para abrir tus ojos y liberarte de tu tormento
―respondió Psique pesarosa.
Bella bufó.
―Psique, la verdad, por favor.
―No es tan tonta la rubia ―murmuró la diosa para sí.
Bella entrecerró los ojos con rabia. «Estás a punto de ganarte unos
templones de pelo», pensó con una sonrisa siniestra. Psique ignoró el
pensamiento.
―Debía decirte la verdad para neutralizarte, de esta manera nunca
más podrá flecharte. Así, cuando Eros regrese, la rabia habrá desaparecido
de su cuerpo y tendré una oportunidad de obtener su perdón. No es fácil
encontrar una chica con tus características.
Bella levantó una ceja.
―Fuerte, dura y vengativa.
―Nunca me he vengado de mis exnovios ―señaló Bella con ironía.
―Solo porque mi Cupido te quita la rabia.
―No soy dura.
―Con dura quiero decir que eres una sobreviviente, nunca te rindes,
no tiene nada que ver con tu carácter dulce, empalagoso y pastelón.
―Te contradices, o soy vengativa o soy dulce, de ambas maneras no
puedo ser ―dijo Bella con ironía.
―Cuando te enojas, y en verdad tengo que reconocer que tardas
mucho en llegar a enojarte, explotas como un volcán. La impulsividad te
gana, arrasas todo a tu paso, pero después de la tormenta viene la calma y
vuelves a ser toda tierna horneando pastelitos.
―¿Sabes que estoy furiosa ahora y que las ganas de matar a JL no
se me han quitado?
―Lo sé, por eso te cuento esto hoy que faltan unos quince días para
que él regrese, para entonces te habrás calmado un poco. La venganza,
cariño, es un plato que se sirve frío, no en la vorágine esa que sientes ahora.
En el calor de la rabia se pierde la objetividad y se cometen errores que
después son difíciles de reparar. De esta manera, tendrás tiempo para
tranquilizarte antes de vengarte.
―Bien sabes tú de eso. ¿Qué ganas tú con mi venganza?
―Recupero a mi marido.
―¿Y por qué habría de ayudarte? No contribuiré a la felicidad de
JL, por mí que se pudra.
―Porque mi plan será un ganar-ganar para ambas, haré tu vida
perfecta.
―¡Ja!, permíteme dudarlo. Mi vida sería perfecta si el cabrón de tu
marido no se hubiese atravesado para venir a trastocarlo todo.
―Bella, ven acá ―pidió Psique.
La rubia la miró con desconfianza, sin moverse de su sitio al otro
lado de la habitación. La diosa bufó, pero caminó hacia ella hasta pararse
enfrente, puso sus manos en las sienes de Bella y la joven vio pasar cada
escena de las veces que se acostó con todos los feos, hasta lo detalles más
insignificantes que su mente había eliminado, y de repente todo
desapareció.
―Mierda, ¿qué cojones hiciste? ―preguntó Bella con asombro.
Aún recordaba que había tenido una relación con cinco hombres,
pero los recuerdos de cuando tuvo sexo con ellos no estaban. Trató de
evocarlos y no pudo. Abrió y cerró la boca como pez en el agua.
―Te quité los recuerdos, te perturbaban bastante y no te dejaban
tomar una buena decisión con respecto a mi propuesta.
―Gracias por quitármelos, pero mi decisión es la misma, no
ayudaré a JL ―respondió un poco más calmada.
―¿Qué tal Héctor? ―preguntó Psique con indiferencia.
Bella vio la zanahoria danzando antes sus ojos.
―¿Qué pasa con Héctor? ―respondió la rubia con los ojos
entrecerrados.
―Siempre te ha gustado, has estado medio enamorada de él desde
la universidad.
―Sí, pero Héctor es un mujeriego que no me conviene.
―¿Según quién? ―preguntó la diosa con una sonrisa sarcástica.
―¡Maldito, Cupido! Le meteré las fechas por el culo cuando
regrese.
―Héctor podría ser tu verdadero amor, y si me ayudas a atrapar a
mi marido, te ayudaré con él.
―¡No, ya basta! Héctor nunca se ha interesado en mí y no dejaré
que manipules sus sentimientos con una puta flecha.
―No lo haré, el único que puede hacerlo es Cupido. Antes de
dejarme me hizo prometer que nunca más tocaría su arco dorado, y en el
Olimpo las promesas son de oro; lo que sí puedo hacer por ti es crear
situaciones donde estén cerca. Tú también le gustas, pero Eros le hizo creer
que tú eres su novia. Puedo eliminar ese recuerdo y presentarme como la
esposa de JL. De esta manera, ya no habrá ningún impedimento para que te
invite a salir y, si es tu verdadero amor, se enamorarán sin la interferencia
de mi Eros.
―¡No! Me prometí a mí misma que no habría más hombres en mi
futuro inmediato, estoy harta de los hombres.
―No seas tonta, Bella, te hiciste esa promesa antes de saber la
verdad. ¿Y si Héctor es tu verdadero amor? ¿Dejarás pasar la oportunidad
solo por tener miedo a sufrir?
Bella se quedó mirándola sin hablar, pero Psique podía oír sus
pensamientos elucubrar a toda velocidad.
―Basta de leerme la mente ―dijo Bella de mala manera.
Psique sonrió.
―No te quiero cerca de Héctor, tendrás que tocarlo y seguro que
con mi suerte se enamora de ti.
―Tu suerte acaba de cambiar, guapa. No te preocupes por Héctor, le
quitaré ese recuerdo mientras duerme. Te prometo que no me verá hasta que
tú me presentes como la esposa de JL. Así que… ¿qué dices?, ¿me vas a
ayudar?
Bella cruzó los brazos y la miró sin hablar.
―También hay una indemnización por todos los daños emocionales
que te ocasionó mi marido.
Bella continuó imperturbable sin hablar.
―Está bien, haré lo que tú quieras.
―Me parece bien. ¿Cuál es el plan?
Capítulo 12
¿Que es una qué?

Bella entró en su apartamento y fue recibida por un eufórico Eros, se


sentó en el sofá y se dejó dar amor. Ella tomó su móvil y llamó al
«comando borracho», para avisarles de que había llegado de la consulta y
recordarles que las estaba esperando, tenía mucho que contarles.
Montse y Aranza llegaron juntas, por si acaso fueron preparadas,
llevaron tequila, el limón y el hielo. Después llegó Sole con dos botellas de
la mezcla para hacer margaritas y, por último, Cristina con su caja de
tequeños. Todas la miraron expectantes, querían saber cómo le había ido
con la doctora Psique, porque aunque estaban felices al ver que Bella
parecía estar bien después de la ruptura con Mike, les extrañaba de que se lo
hubiese tomado tan a la ligera.
―¿Estás bien, nena? ―preguntó Sole.
―Nunca he estado mejor ―respondió Bella con una sonrisa―.
Antes de preparar las margaritas y encender el karaoke quiero contarles
algo.
―¿Te enamoraste de un bello? ―preguntó Cristina con esperanza.
―No, ¿recuerdan la promesa que hicimos hace muchos años de
siempre decirnos la verdad en las cosas importantes?
―Por supuesto, por eso seguimos siendo amigas ―dijo Sole.
―Pues lo que voy a contarles es cierto y necesito que me crean.
―Nos asustas un poco ―replicó Montse.
―Yo también me asusté al principio, pero después de que acepté
esta nueva realidad me di cuenta de que todo tiene sentido.
―Bella, por favor, explícate que no entiendo nada ―pidió Aranza.
―Verán, en el trascurso de estos cinco años me he enamorado de
todos estos feos por culpa del malvado Cupido.
―¿Cupido? ―preguntó Sole.
―Sí, a quien todas conocemos como JL. Resulta que él me flechaba
para apoderarse de mis sentimientos.
Las chicas se miraron las unas a las otras antes de reventar a reír a
carcajadas.
―¡Se le volaron los tapones a la rubia! ―gritó Cristina cuando
pudo contener las risas.
―¡No se rían que es cierto! ―gritó Bella―. Invoqué la promesa
que nos hicimos hace años, así que no se lo tomen a chiste.
Las chicas enmudecieron y la miraron con seriedad.
―Bella, cariño, sabemos que ha sido duro todo lo que pasó con
Mike ―dijo Sole.
―Y con Paco, Frank, Roberto, Pedro y Tarek ―citó Cristina,
imprudente como siempre.
―¡Cristina! ―gritó Sole―. ¿Es necesario recordarle a Bella su
historial amoroso?
―Perdón, Bella ―se disculpó Cristina.
―Tranquila, no pasa nada, eso hasta lo olvidé. Chicas, los que les
cuento es verdad. Mas, como no quiero que me encierren en un psiquiátrico,
les traje a alguien que puede mostrarles que lo que digo es cierto ―dijo
Bella―. Psique, ¿puedes venir? ―llamó.
Psique salió de la habitación de la rubia con Eros en brazos, el
traidor de su perro se había ido detrás de la diosa desde el primer momento
en que esta puso un pie en su casa. Ver al chucho en brazos de una
desconocida hizo que todas las chicas se quedaran mirándola con asombro.
Ninguna de ellas podía tocarlo sin recibir gruñidos y amenazas de mordida.
―Psique, mis amigas, Sole, Montse, Aranza y Cristina.
A medida que las iba presentando, Bella señaló a cada una de sus
amigas.
―Chicas, ella es Alma Psique la esposa de Cupido.
Cristina, que tenía una licenciatura en Historia, levantó una ceja.
―Sabes que prefiero que lo llames Eros, cuando le dices Cupido me
recuerda al bebé alado ―dijo Alma frunciendo la nariz.
―Si le digo Eros, ellas lo confundirán con mi perro, es tu culpa, así
que te aguantas.
«¡Madre de las mujeres locas! Se le fue el tornillo a la rubia y trajo
acompañante», pensó Cristina.
―No, Cristina, Bella y yo estamos muy cuerdas.
Cristina abrió la boca y boqueó como un pez.
―¡Silencio! Necesito que escuchen y vean lo que esta mujer tiene
que decir y mostrar ―ordenó Bella.
―Mujer no, diosa ―replicó Psique para molestar a Bella. Le
divertía ver furiosa a la rubia.
Bella giró los ojos. Y entonces Alma Psique comenzó de nuevo a
contar la historia.
Las reacciones de las chicas cuando Psique les dijo que les podía leer
la mente fueron distintas. Por primera vez Cristina quedó muda, Aranza
corrió aterrorizada, Montse se levantó y taladró con la mirada a Psique; no
le creía nada, para ella era una charlatana que quería estafar a Bella. Y Sole,
la más centrada de todas, quiso verificarlo pasando de un pensamiento a
otro en su mente.
―Toro, margaritas, tu prometido, natación, tus alumnos, bebés. ¡Ya
basta, me van a volver loca! ―dijo Psique con Eros en brazos―. Tú, Sole,
deja de pasar de un tema a otro. Montse, es cierto todo lo que digo no soy
una charlatana. Aranza, ¡siéntate! Que no te haré daño. Cristina, ¡qué bueno
es hacerte enmudecer!
―Es cierto ―señaló Sole con asombro.
―Por supuesto que es cierto, yo no quería involucrar a tantas
personas, pero aquí la rubia dijo que confiaba en ustedes con su vida y,
como es posible que necesitemos su ayuda, accedí.
―Psique tiene un plan para vengarme de Cupido y ustedes nos
ayudarán.
―¿El plan pasa por córtale las bolas a Cupido? ―dijo Montse.
―¡Qué manía de estas mujeres con las joyas de mi marido! ―gruñó
Psique.
Todas la ignoraron.
―No, porque, si consideramos que es un dios, y que nos podemos
en meter en problemas con otros dioses si lo castramos, decidí acogerme al
plan de Psique. Pongan atención a lo que ella explicará ―dijo Bella.
Una hora más tarde, tres margaritas y cinco tequeños
después.

―Es hora de comenzar el espectáculo ―gritó Cristina.


―¡Chis! Que es lunes, ¡cojones! Y los vecinos llaman a la policía
―regañó Bella.
―Es temprano, apenas son las nueve de la noche ―dijo Aranza.
―Además, tus vecinos son monos, seguro que no les molesta un
poco de música ―agregó Montse.
―Está bien, pero me pido la primera canción ―pidió Bella― y no
le den todo el volumen.
―Espérate que te pongo una canción acorde ―dijo Sole.
Cuando la melodía comenzó a sonar todas se miraron
―¿Y eso de dónde salió? ―preguntó Bella ante la canción que le
era desconocida.
―Sigue la letra que lo bueno viene ahora ―explicó Sole.
Qué triste, qué triste,
recordar todo lo que hiciste.
Mira hasta dónde he llegado.
Qué lástima no lo viste (no lo viste).
Cupido ya yo hablé contigo (ya yo hablé contigo).
Esta es como la quinta vez y esto no nos sale bien,
por eso, hoy quedas despedido (hoy quedas despedido)
Con esta mierda ya no sigo, ya no te quiero ver, yah, yah.
Despido a Cupido, fuera del cargo,
ni él mismo entiende la culpa que cargo.
Sirve dos copas y un beso amargo.
Y sí, que esta noche por fin dije: largo…
Las risas de las chicas resonaban por toda la habitación, la canción
le quedaba a Bella como anillo al dedo.
―¡Oye, Psique!, ¿podrás borrarme algunos recuerdos? ―gritó
Cristina en medio del escándalo.
―Lo lamento, amiga, necesitas tus recuerdos para no cometer los
mismos errores; si se los quité a Bella fue en compensación, ella estaba
indefensa ante las flechas de mi esposo.
Cristina levantó su pulgar en aceptación y decidió que era hora de
acompañar a Bella en los gritos que estaba soltando al micrófono.
Y bueno, ya no pido, pero sigo.
En el fondo, tú sabes que fuiste mal amigo.
Que era mucha niña como para andar conmigo.
Mi amor eterno quedó en el olvido (quedó en el olvido).
Cupido ya yo hablé contigo…
Psique sonrió al oírlas cantar todas desafinadas, le caían bien Bella y
sus amigas. Hacía mucho tiempo que no tenía amigas en la Tierra, personas
que amaban, pensaban y sentían igual que ella. No se permitía tenerlas
porque su ciclo de vida era mucho más largo que el de los terrestres y
estaba cansada de verlas morir. Sin embargo, se sentía tan bien con ellas esa
noche que pensó que quizás podía arriesgar de nuevo el corazón.
Capítulo 13
El amor en los tiempos de Héctor

Esa misma noche Psique se coló en el apartamento de Héctor


mientras este dormía. Se metió dentro de su cabeza, hurgó en sus recuerdos
y borró toda alusión de una relación entre Bella y JL. Miró sus sueños y
sonrió al ver a la rubia como protagonista. Si todo salía de acuerdo con sus
planes, todos serían felices.
Héctor abrió los ojos de repente, su mirada recorrió la habitación en
penumbra, se sentía observado. Encendió la lámpara de la mesa de noche
para verificar cada sombra. No había nada, un ruido fuera de la habitación
hizo que se incorporara con rapidez, tomó el bate que tenía debajo de la
cama y se apresuró hacia el salón de su apartamento. A medida que
avanzaba encendía las luces para borrar las sombras. La puerta del balcón
estaba abierta. ¡Qué extraño! Pensaba que la había cerrado. Después de
revisar el apartamento por completo, para asegurarse que no había nadie,
regresó al salón, atravesó la estancia y salió al balcón para inspeccionarlo.
Un gato maulló desde un rincón asustándolo. Bajó el bate y le sonrió.
―¿Tú quién eres? ―preguntó con suavidad para no asustarlo―.
Ven acá, pequeño.
Tomó al animal entre sus manos y lo metió al salón, era una gata
atigrada, estaba bien cuidada y tenía un collar rojo con una placa de
identificación, miró el nombre: Psique. Del otro lado un número de teléfono
que llamó su atención, estaba casi seguro de que era el de Bella. Puso la
gata en el sofá, cerró la puerta del balcón, fue por su móvil y verificó que
era el mismo. Se preguntó qué hacer, a lo mejor Psique había escapado
mientras la rubia dormía o quizás anduviera desesperada buscándola. Era
raro porque era una distancia larga entre los dos apartamentos y mucha
casualidad que entrara en el suyo.
Decidió que le enviaría un mensaje, de ese modo si estaba despierta
buscando a la gata lo vería, si no lo haría al despertar.
Hola, Bella, tengo aquí a Psique. No sé cómo entró a mi
apartamento, pero la dejaré dormir aquí y mañana la llevo a tu casa antes
de ir a la clínica.
―¿Qué? ―gritó Bella―. ¿Cómo se atrevió? Maldita bruja, deja
que la vea, la estrangularé con su cabello…
Una risa la hizo callar, se giró y vio a Psique parada en la puerta de
su habitación.
―¿Qué demonios hiciste? ―preguntó Bella con mirada asesina.
―Tu gata, Psique, se coló en el apartamento de tu galán, lo despertó
y como ya le había quitado el recuerdo, te escribió un mensaje.
―No tengo ninguna gata.
―Ahora, sí.
―No puedo tener otra mascota aquí, este lugar es muy pequeño.
―¡Oh, no te preocupes! Pronto te mudarás.
―¿Qué?
―No preguntes, Bella, es parte de hacer tu vida perfecta. ¿Acaso no
confías en mí?
―No.
Psique puso los ojos en blanco.
―Chica lista. Descansa, que mañana debes lucir radiante cuando
Héctor venga a dejarte a la gata.
―Psique ―llamó Bella antes de que la diosa se marchara―. ¿Por
qué llamaste Psique a la gata?
―Porque ya tenías a Eros y se lo debía a mi marido ―dijo antes de
marcharse.
Bella pensó que le costaría volver a conciliar el sueño, pero cinco
minutos después ya estaba dormida.

A la mañana siguiente Héctor apareció en su casa con la gata, como


siempre estaba guapísimo. Bella le abrió la puerta y lo vio entrar con una
jaula al apartamento.
―Buenos días, Bella, aquí tienes a tu pequeña escapista. No sé
cómo fue a parar a mi departamento.
―¡Oh!, se debió confundir. Desde que la adopté la llevo conmigo a
todas partes, para que se acostumbre y porque me da miedo dejarla sola con
Eros, y ayer estuvimos en al apartamento de JL. En la noche salí con Alma,
la esposa de JL, y al regresar no estaba.
―Espera un momento. ¿JL se casó? Pero ¿cómo pasó eso?
―Te cuento, Alma es estadounidense pero de familia griega, se
conocieron y casaron cuando JL fue a hacer el posgrado allá, se pelearon y
mi terco amigo la dejó. Se reencontraron hace poco y, a pesar de que uno de
los motivos de su viaje fue tramitar el divorcio, se reconciliaron y se irán a
vivir a Nueva York. Él está ocupado vendiendo la casa que le dejaron sus
padres y buscando otra. Además, tiene una oferta de trabajo en una
editorial, por eso no ha podido venir y envió a Alma a resolver algunas
cosas aquí.
Bella recitó la historia que había acordado con Psique sin siquiera
pestañear, y Héctor se lo creyó todo.
―Me alegro mucho por él. ¿Sabes?, me hubiese gustado verte
cuando estuviste por allá. ¿Te gustaría salir a cenar hoy?
―Me encantaría ―respondió Bella con los ojos brillantes de
emoción.
Esa noche fueron a cenar al restaurante favorito de Héctor, un sitio
que vendía comida del mar y que a Bella le encantó. Hablaron de todo, de
sus vidas, familia, gustos y de sus negocios.
―¿Cómo se están llevando Eros y Psique? ―preguntó Héctor de
repente.
Bella se atragantó con la copa de vino, tosió y se preguntó cómo
diablos lo supo. Menos mal que antes de hablar oyó una voz en su cabeza
que le dijo: no habla de nosotros, mensa, habla de tus mascotas. Casi pone
los ojos en blanco. «¡Deja de hurgar en mi cabeza!», pensó la rubia. La risa
de Psique fue la única respuesta que obtuvo.
―Bien, se miran de lejos, pero no hay nada de agresión.
―Ya verás que todo saldrá bien.
Esa noche Héctor la acompañó a la puerta de su casa. Cuando Bella
lo invitó a entrar por un café, para desilusión de la rubia se disculpó, pensó
que no le había gustado hasta que vio sus ojos. La mirada de pasión que le
dirigió le erizó los vellos de la piel, su respiración se agitó y sin darse
cuenta su cuerpo se acercó al del hombre. Héctor levantó la mano y retiró
un mechón rubio del rostro de Bella. Acarició con un dedo su pómulo, su
mano descendió por su cuello hasta posarse en su hombro. Poco a poco
acercó su cara hasta recorrer la mitad del camino. La chica bajó su mirada a
los labios del hombre y entreabrió los suyos en una muda invitación que él
no dejó pasar. La atrajo hasta su cuerpo y la besó con pasión. Bella sintió
una descarga eléctrica recorrer su vientre y con un gemido se apretó contra
el hombre, se abrazó a su cuerpo con fiereza, quería frotarse contra Héctor y
rodearlo con sus piernas. Recurriendo a toda su fuerza de voluntad él dejo
de besarla.
―Buenas noches, bella Bella, que descanses.
Los ojos del hombre la miraron con pasión antes de darse la vuelta y
marcharse.
―Buenas noches, Héctor ―respondió la chica antes de entrar en su
apartamento.

Esa fue la primera de muchas salidas en las siguientes dos semanas.


Bella sentía que cada día que pasaba estaba más enamorada de Héctor y al
parecer él sentía lo mismo. La pasión tocaba su puerta, pero ninguno de los
dos había querido ir más allá, se estaban dando tiempo de conocerse.
La inseguridad de Bella le decía que no podía ser cierto, que un
hombre tan guapo no podía estar enamorado de ella. ¡Si la llamaban Power
Ranger, por Dios! Psique le dijo que todo el tiempo él pensaba en ella y que
entendiera de una vez que todo lo pasado en los últimos siete años no la
definía porque no fue real.
El día que Bella le presentó a Héctor a Alma estaba muy nerviosa, la
mujer era una diosa, de forma literal y en sentido figurado, bellísima,
carismática, sexi. Un ser mítico que podía seducir a quien quisiese, pero
Héctor le dedicó una mirada superficial tras el saludo cortés y se giró hacia
Bella prestándole toda su atención. La rubia sintió que era la dueña del
universo porque, por una vez, alguien la miraba como si fuera el centro del
suyo.
Capítulo 14
Cupido, estás despedido

Los espías que Psique tenía en el Olimpo la avisaron de que Cupido


regresaría al día siguiente, por lo que los planes se pusieron en marcha.
Todas debían estar preparadas. Una sonrisa apareció en el rostro de la diosa,
al fin, después de tanto tiempo, recuperaría a su esposo.
Esa misma noche Bella descansaba en los brazos de Héctor después
de que vieran dos películas. Estaban en el apartamento del hombre y la
rubia bostezó un par de veces.
―Héctor, mañana tengo una noche de chicas, saldremos a cenar y
ponernos al día.
―Espero que se diviertan mucho. ¿Cuándo podré conocer a tus
amigas?
―Gracias. ¿Qué te parece si organizo algo dentro de unos días?
―Me parece bien ―dijo antes de besarla.
―Debería marcharme, es tarde y mañana tengo un día agitado
―respondió Bella con otro beso.
―No sé si es pronto para decirte esto, pero creo que me estoy
enamorando de ti.
La mirada de Héctor reflejaba la sinceridad de sus palabras y la
rubia se emocionó.
―No, no es pronto, porque llevo tanto tiempo suspirando por ti…
Héctor, estoy segura de que estoy enamorada de ti.
―Todavía no entiendo por qué no te invité a salir antes, siempre me
has gustado mucho.
―Quizás no era nuestro tiempo.
Esa noche, los besos de despedida de Héctor cuando la dejó en su
puerta fueron los más dulces en la vida de Bella, recordó la conversación
que habían tenido antes y maldijo de nuevo a JL. Al día siguiente cerraría
ciclo con él. Una sonrisa apareció en la boca de la rubia al pensar en lo que
habían planeado.

La espera fue lo más difícil, pasaron todo el día encerradas en el


apartamento de JL, pendientes de su llegada. Según lo que le dijeron a
Psique había salido temprano en la mañana, pero quizás había cola para
atravesar el agujero de gusano que traería la nave de Cupido a la tierra.
Psique les proporcionó un casco espacial que impedía que JL les
leyera la mente y supiera que estaban dentro esperando por él. También
debían mantener la posición para poder tomarlo desprevenido. Cristina miró
sus guantes cubiertos de miles de diamantes.
―Oye, Psique, ¿estás segura de que nos podemos quedar con esto?
―preguntó Cristina.
―Ya te lo dije, en el Olimpo abundan y se usan como aislante de
energía. En mi bolso tengo los certificados de propiedad a nombre de cada
una.
―Yo no sé qué le voy a decir a mi familia ni a Javi ―dijo
Montse―. No puedo decir que es una herencia familiar como harán Bella y
Sole.
―No digas nada, guárdalos en una caja de seguridad en un banco,
ve retirando poco a poco los diamantes y los vendes por partes ―aconsejó
Aranza―. Es lo que yo haré.
―Yo le diré a mi familia que he estado invirtiendo en la bolsa con el
consejo de mis amigas economistas y que hice una fortuna. Claro, compraré
unas acciones para disimular ―explicó Cristina .
―Me gusta tu idea ―dijo Montse.
―Atentas, chicas, Eros entró al edificio ―dijo Psique.
Cristina y Sole se movieron al balcón y ocuparon sus posiciones,
Montse y Aranza hacía la cocina. Psique se escondió en la habitación y
Bella levantó el pesado arco que la diosa le entregó, ensartó la flecha y se
sentó en el sofá que estaba en el extremo opuesto de la habitación. Respiró
profundo y, tal como le aconsejó Psique, recordó todo lo que JL le había
hecho. « El muy cabrón disparó todas esas flechas hacía mí, me hizo
enamorarme de todos esos feos, me hizo sufrir solo para su beneficio, ahora
llegó el momento de mi venganza », pensó la rubia. Sintió la rabia
inundarla, pero su cabeza estaba fría, no como siempre le pasaba, que se
ofuscaba por un momento y después perdonaba y olvidaba. Esta vez
utilizaría la rabia para asegurarse de que Cupido no flechara a nadie más
para hacerle sufrir.
Bella miró sus manos cubiertas por los guantes de diamante, Psique
se los dio para proteger sus manos de las quemaduras que le produciría
tocar el arco con la piel desnuda. Era un objeto de un dios que no podía ser
tocado por un ser humano sin sufrir daño.
El ruido de la llave al insertarse en la puerta alertó a todas de que
Cupido acababa de llegar, la tensión se sintió en el ambiente. No creía que
él fuera a hacerles daño si fallaban, pero podría dispararles unas flechas y
hacerlas enamorarse de algún indeseable como hizo con Bella.
La puerta se abrió para dar paso a JL, al cerrarse, para su asombro,
el dios se trasformó en el hombre más guapo que Bella había visto en su
vida. Cupido levantó la mirada y vio a la rubia apuntándole con su propio
arco.
―Bella, ¿qué hace con eso? ―preguntó sorprendido.
―¿Qué crees que hago, cabrón? ―respondió la rubia con los ojos
brillantes de rabia.
―Bella, dámelo, te puedes lastimar.
―¿Más de lo que tú lo has hecho?
Eros bajó la vista avergonzado, a pesar de saber que la rubia tenía
razón para estar furiosa con él, debía quitarle su arco y para eso debía
distraerla.
Cupido levantó la mirada con la resolución brillando en sus ojos, se
maldijo por haber dejado su arco y las flechas en la Tierra, si lo hizo fue
para que su padre no lo entretuviera con un trabajo tras otro.
―¿Dónde está Psique? ―preguntó el dios.
Aprovechó la pregunta para moverse y colocarse justo enfrente de
Bella, pero separado unos metros, tal como había previsto Psique que haría.
―Eso es lo menos que te debería importar en este momento
―respondió Bella con una sonrisa malvada.
El movimiento fue tan veloz que la sorprendió, agradeció que sus
amigas estuvieran allí sujetando el manto invisible que dejaba a Cupido
incapaz de moverse. Bella sonrió y se acercó a su examigo que bramaba en
el piso, apuntó hacia él y la flecha dorada atravesó el corazón de dios del
amor. Con un grito de júbilo las chicas saltaron.
Psique salió de la habitación vestida como una dominatriz, tal como
Bella se la había imaginado cuando la conoció. La rubia la miró asombrada,
la diosa rio y le guiñó un ojo. Después miró a su marido, se dobló y le quitó
de encima el manto invisible que, al tocar sus manos, se volvió visible, lo
dobló y lo dejó encima de la mesa.
Ante la mirada asombrada de las chicas, JL empezó a volverse más
joven hasta que quedó convertido en un bebé de unos dos años, unas alas
doradas brotaron de su espalda y con voz infantil gritó:
―Bella, no sabes lo que has hecho, ahora estoy a merced de la loca
de Psique.
―Algún día ibas a caer y lo sabías, esposo ―dijo Psique.
―Yo te quería como a nadie, JL, y me traicionaste. Nunca más
podrás disparar de nuevo tus flechas hacia mí ni a hacia nadie que yo ame,
prométemelo o te daré una segunda dosis ―amenazó la rubia.
Bella ensartó otra flecha y apuntó al bebé.
―Está bien, está bien, te prometo que nunca más dispararé una
flecha a alguien que tú ames. Pero debo decirte que lamento mucho haberte
hecho sufrir porque yo también me encariñé contigo. No quería hacerlo,
pero tampoco quería regresar con Psique. ¡No quiero amarla ni volver con
ella a Olimpo! ¡No quiero! ¡No quiero! ¡Y no quiero, dije!
―Eres demasiado berrinchudo para ser un bebé tan bonito ―se
burló Bella.
Cupido cruzó los brazos y le dirigió una mirada furiosa.
―Oye, Psique, ¿puedo cargarlo? Siempre quise tener un dios griego
en los brazos ―dijo Cristina.
―Ja, ja, ja, muy graciosa, Cristina ―replicó Cupido molesto.
Las demás rieron a carcajadas.
―Chicas, muchas gracias, es hora de que nosotros nos marchemos
―dijo Psique.
―Gracias a ti, Psique, nunca te olvidaremos.
―Ni yo a ustedes, me he divertido mucho.
Psique se movió hacia Cristina y puso las manos en las sienes de la
chica.
―Está hecho, guapa.
―Gracias, Psique.
La diosa abrazó a cada una de las chicas, al llegar a Bella le dijo al
oído:
―Disfruta de Héctor y de tu nuevo apartamento.
―Gracias, Psique, nunca podré pagarte lo que has hecho por mí, me
siento muy bien.
―Gracias a ti por ayudarme a recuperarlo.
Y es que Psique no podía obligar a Eros a volver si no era como un
bebé, al llegar a su planeta él volvería a ser un hombre y no podría resistirse
al amor de su esposa. De nuevo se amarían porque toda la rabia habría
abandonado el cuerpo del dios del amor.
―Amor mío, es hora de que nos marchemos ―dijo la diosa.
Atraído por la fuerza incomparable del amor, Cupido voló a sus
brazos y juntos salieron por la ventana flotando, desaparecieron en el cielo
rumbo a la nave de Psique que esperaba. Poco después vieron el manto
volar en la misma dirección y oyeron la risa de la diosa.
Capítulo 15
Se acabó

―Bueno, es hora de que comience la fiesta.


Se quitaron los guantes y los guardaron en el mismo estuche donde
reposaba el certificado de propiedad. Después, Montse, Aranza y Sole se
fueron a la cocina a preparar los margaritas y calentar los tequeños. Bella y
Cristina se quedaron preparando el karaoke.
―¿Qué fue eso? ―preguntó Bella.
―Un mal recuerdo que quise olvidar ―respondió Cristina.
―Nunca dijiste nada.
―Lo sé, era algo que me atormentaba. Ya no está, se acabó.
―Me alegra mucho, amiga
―¿Puedo escoger la primera canción? ―preguntó la morena.
―Claro que sí.
Las demás regresaron a la sala, Aranza puso la bandeja de tequeños
y la salsa tártara y Sole y Montse repartieron los margaritas. Cuando la
canción comenzó a sonar Bella rio.
Todo lo que yo te haga, antes ya tú me lo hiciste.
Y ahora, ¿qué quieres conmigo? Si tú para mí no existes (Olé).
Aún yo soy mejor persona, pues no quiero hacerte daño.
Solo sé que no te quiero, mi amor se fue con los años.
Se acabó.
Porque yo me lo propuse y sufrí,
Como nadie había sufrido y mi piel
Se quedó vacía y sola
Desahuciada en el olvido. Y después,
De luchar contra la muerte, empecé
A recuperarme un poco y olvidé
Todo lo que te quería y ahora ya…
Y ahora ya, mi mundo es otro.
Tú no me vengas con pamplinas, ni me pidas que te ayude.
Cuando te necesitaba, yo jamás a ti te tuve.
Ni te quiero, ni te odio, quiero ver que me comprendas.
Que eres uno más de tantos, que yo nunca conociera.
Se acabó.
Porque yo me lo propuse y sufrí…
En la segunda estrofa del coro, Bella observó su nuevo apartamento,
regalo de su amiga Psique, en ese momento rio al pensar que sería vecina de
Héctor. Quizás más tarde bajaría a darle una sorpresa, pero en ese momento
era hora de celebrar.

Una canción conocida sonaba desde el apartamento de JL, la


canción era Comando Borracho, cuando Bella le contó de sus amigas la
buscó en la red y rio con la letra. Era extraño, no era una canción muy
conocida en España, había un grupo de mujeres cantado entre risas. Eros
aulló, Psique maulló inquieta. Bella le había dejado las mascotas ese día
para que las cuidara, tenía un día muy complicado y no quería dejarlos
solos tanto tiempo. ¿Sería posible que la rubia y sus amigas estuviesen en
casa de JL y Alma?
Eros siguió aullando desesperado y Psique maullando en la puerta.
Debían ser ellas, no quería interrumpir y que lo creyeran un acosador, pero
los animales estaban desesperados. Decidido abrió la puerta y las mascotas
de Bella se lanzaron escalera arriba. Su apartamento quedaba en el
penúltimo piso y el de JL en el último, esos dos eran los más grandes del
edificio y ocupaban toda la planta, a diferencia de lo que ocurría en los
pisos inferiores. Al llegar arriba ni siquiera tuvo que tocar el timbre, en una
pausa de la música las mascotas hicieron tanto escándalo que una de las
chicas les abrió la puerta. Al verlo, una sonriente y feliz Bella se lanzó a sus
brazos. Eros y Psique corrieron al interior del apartamento.
―Estaba por bajar a buscarte. Ven, entra, quiero presentarte a mis
amigas.
Héctor fue recibido con risas y silbidos de las amigas que estaban
bastantes achispadas, recibió besos y abrazos de todas. Después Bella lo
empujó hasta la habitación principal. La seriedad se reflejó en su rostro.
―Héctor, tengo algo que decirte y no sé si te gustará ―dijo la rubia
con un poco de aprehensión―. Quiero que sepas que no te lo oculté a
propósito, y no sé si te gustará la idea, pero era un negocio demasiado
bueno para dejarlo pasar. Por otra parte, como no estaba segura de si podía
cubrirlo, preferí no decir nada.
―Bella, me asustas. ¿Qué sucede?
―Le compré a JL y Alma este apartamento, desde ahora viviré aquí.
―¿En serio?
―Sí ―respondió con un hilo de voz.
Bella no había pensado en que Héctor podría sentirse acosado si ella
se mudaba al mismo edificio que él, contuvo la respiración hasta que vio
una sonrisa aparecer en su rostro.
―Me parece una magnífica idea.
Bella se lanzó a sus brazos y enroscó las piernas alrededor de su
cintura. Cristina, que espiaba por la rendija de la puerta, sonrió y se marchó
a avisar a sus amigas de que todo marchaba bien. Afuera la música cesó y
sintió a las chicas marcharse y cerrar la puerta de entrada.
Esa noche al fin Bella se sintió libre de la inseguridad que tenía con
respecto al amor, por primera vez tuvo confianza de que podía ser feliz. Con
desesperación le arrancó la ropa a Héctor al tiempo que se quitaba la suya,
entre besos y risas llegaron a la cama. La seriedad llegó con el deseo
abrasador al sentirse piel con piel por primera vez. Los besos se
multiplicaron por el cuerpo de los amantes arrancando suspiros y gemidos.
Cuando lo sintió entrar en su cuerpo, Bella pensó que este era un recuerdo
que quería atesorar por siempre.
Su primera vez juntos fue muy especial, aunque algo torpe, pensó
sonriendo la rubia. El deseo que sentía el uno por el otro tenía tanto tiempo
latente que creció con rapidez. Le hubiese gustado quedarse suspendida en
el tiempo, que ese momento fuese eterno, sin embargo, la pasión de sus
cuerpos no les permitió prolongarlo mucho y, cuando la sintió llegar, Héctor
no pudo resistir la tentación de acompañarla.
―Lo lamento, tenía tantas ganas de ti que no me pude controlar
―susurró Héctor en el oído de Bella.
―A mí me gustó.
―Te recompensaré, te prometo que la próxima será lenta y me
centraré en darte placer.
―Héctor, cariño, me encantó; no sabes lo bien que me siento en este
momento.
―Te amo, Bella.
―Yo también te amo, Héctor.
Horas después le demostró que él siempre cumplía sus promesas,
esa vez fue lento, seductor, beso a beso se ganó el deseo de la rubia. Sus
manos y su boca se entretuvieron en cada curva y recoveco del cuerpo de su
amada. Por su parte Bella no se quedó atrás, después de que Héctor la
tuviera loca de pasión se abalanzó sobre él para besar el cuerpo de su amor,
arrancando suspiros y gemidos hasta que él no pudo más y la guio para
subirla encima y entrar en ella desde abajo. Comenzando una loca carrera
donde ambos ganaron un trozo de cielo.

A través del resto de sus vidas, Psique y Cupido siguieron de cerca a


Bella, Héctor y las chicas. En muchas ocasiones metieron sus manos para
ayudarlos sin que ellos se dieran cuenta. Aunque volvieron a la tierra en
muchas oportunidades nunca más visitaron a Bella, pensaron que lo más
prudente era quedarse como un recuerdo de algo extraño, irreal y quizás
mágico. Los dioses fueron felices cuando meses después Héctor se mudó al
apartamento de la rubia y decidieron rentar el de él.
Un par de años después, Bella y Héctor se casaron, más adelante
tuvieron niños. Vivieron una vida próspera y feliz, con sus hijos creciendo,
sus negocios floreciendo, buenas amistades y una cantidad impresionante
de perros y gatos adoptados. Los dioses griegos se juraron protegerlos por
siempre, a ellos, a sus hijos y los hijos de sus hijos.
El «comando borracho» siguió con su amistad durante toda su vida,
se consideraban hermanas de corazón y como tales se trataron siempre, pero
se trasformó a medida que las chicas se fueron casando y teniendo hijos.
Hubo mucho menos licor y las canciones que cantaban en el karaoke fueron
cambiando con el tiempo, durante unos cuantos años fueron infantiles.
Hicieron la promesa de nunca revelarle a nadie lo sucedido con Psique y
Cupido, tendrían que dar muchas explicaciones y lo más probables es que
las creyeran locas.
Bella tuvo la vida que siempre quiso junto al hombre que amaba y
rodeada por su familia, amigos y mascotas. ¿Acaso se podía ser más feliz?
Nota de la autora

El malvado Cupido es un relato que surgió a partir de un reto del


grupo Libros lectores, escritores y una taza de café, Grupo LLEC, al cual
tengo el honor de pertenecer
El reto fue hecho en octubre de 2019 y trataba sobre la amistad. El
primer paso tenías que escoger un amigo y escogí al escritor JL Prieto, a
quien considero un amigo. Él hace reseñas para el blog del grupo LLEC, en
una sección que se llama Las reseñas del Sr. Malvado y es parte de los
administradores de este. Dos días después vino el segundo paso, nos dieron
las condiciones del reto y ja, ja, ja, si fueron muy malvados.
Tenía que escribir un relato en donde mi amigo JL era un
extraterrestre, para hacerlo más complicado debía nombrar el planeta de
donde venía, su verdadero nombre, el aspecto real que tenía en su planeta y
los motivos por los que estaba en la tierra y todo eso en 500 palabras.
Me divertí mucho con este reto y siempre pensé que saldría una buena
historia de ese relato, este año me decidí a escribirla y espero que haya sido
de su agrado.
Les dejo el relato original:

El Malvado Cupido

Mi vida amorosa es un desastre, vivo de una desilusión tras otras y es


porque me enamoro de puros imbéciles. El único hombre que nunca me ha
hecho daño es mi amigo JL Prieto, alias señor Malvado, un auténtico
cabrón que no cree en el amor y que se ha encargado en cada ocasión de
recoger los pedazos rotos de mi corazón.
Hoy comienzo terapia, ¡basta del mal de amores! Espero que la doctora
Psique pueda ayudarme. Nerviosa entro al consultorio y al verla mi
mandíbula se descuelga. Esta mujer es una bomba sexy y tiene tanta aura
de dominante que solo quiero decirle sí a todo lo que me pida.
—Pasa, Bella, te he estado esperando por mucho tiempo. —Su voz es
tan sugestiva que me cuesta entender lo que ha dicho.
—Pero si no he llegado tarde.
Su risa ronca hace que el vello de mi cuerpo se erice.
—Lo que te voy a contar te curará de esos enamoramientos sin
sentido. Mira, me imagino que como todo mortal has oído hablar de los
dioses del Olimpo, ¿no?
Asiento sin entender.
—Casi todo lo que has leído es cierto, pero no son dioses, son
extraterrestres que vienen a la tierra algunos en busca de poder, la gran
mayoría en busca de diversión, y como aquí tienen poderes especiales les
encanta venir a jodernos la vida, ¿tienes idea de quién soy?, ¿o de quién es
JL?.
Ante mi negativa continúa.
—Soy Psique, esposa de Eros o Cupido, o como él se hace llamar
ahora, el señor malvado.
La miro con recelo, «esta mujer está más loca que una cabra»,
pienso. Su risa me sorprende.
—Bella, no estoy como una cabra, escúchame, por favor.
«¿Me ha leído el pensamiento?» pienso asustada.
—Sí, bella, te he leído el pensamiento, a pesar de que antes era
humana, ahora soy como ellos por mi matrimonio con Eros. El caso es que
él está furioso conmigo y no desea verme, por eso creo que ambas nos
podemos beneficiar si hacemos un trato, escucha mi plan.
Dicen que la venganza es un plato que se sirve frío, pero la rabia que
siento es la que me impulsa a actuar. Estoy en su sala esperándolo, pero
solo pienso que él es el cabrón que ha disparado flechas sobre mí por años.
Tengo en mis manos su puto arco dorado, Psique me ha obsequiado unos
guantes de diamantes en tela que protegen mis manos de las quemaduras.
La puerta se abre y JL entra, al creerse solo se transforma en el hombre
más hermoso que he visto en mi vida, pero eso no me detiene, levantó el
arco y disparo la flecha directo a su corazón, poco a poco veo como se
transforma en un furioso bebé envuelto en pañales. La risa escapa de mi
garganta.
—¡Bella! ¿Qué demonios has hecho? —grita JL con voz de bebé.
Atraída por la voz, Psique sale de la habitación vestida como en mis
fantasías: de dominatrix.
—¡Psique! Debí saber que tú estarías detrás de esto.
—Sí, querido, algún día ibas a caer —responde tomándolo en brazos
y ascendiendo al cielo donde los espera una nave espacial y es que la única
forma que tenía Psique de llevárselo era en forma de bebé.
Sonriendo, examino mi nuevo apartamento, regalo de mi buena
amiga Psique.

Traté de ceñirme en todo lo posible al relato y creo que lo logré. Debo


confesar que me divertí mucho al escribirlo, aunque creo que hacer comedia
es lo más difícil del mundo porque puedes hacer reír con una escena, pero
mantenerlo a lo largo de todo una historia es complicado.
Es el primer libro donde incorporo algunas canciones y me gustó
mucho hacerlo, disfruté escucharlas y me imaginé a las locas del comando
borracho cantando a todo pulmón.
Otra cosa que hice fue incluir a Eros, este perrito tan especial es real.
Un hermoso Schnauzer mini, de color gris o sal y pimienta como se les
conoce. Amoroso como un bebé con su mamá, mi amiga Fabiola Piccioni, y
gruñón con el resto de los mortales. Lo toqué varias veces con un dedo
cuando me pasaba por las piernas y la última vez casi lo pierdo. Eros no
aúlla cuando lloras, ríes o hablas muy alto, no, él te gruñe y te amenaza con
morderte, pero cuando lo ves con Fabi… Es un cielo, pura ternura.
Para cerrar, de todo corazón te agradezco por leerlo, y como has
llegado hasta aquí creo que debió de gustarte por lo que te pido que tomes
unos minutos de tu tiempo para que dejes una opinión en Amazon o
Goodreads. Recomiéndalo en tus redes sociales, el boca a boca es muy
importante para llegar a más lectores y poder seguir escribiendo todas esas
historias que están en mi cabeza.

Un abrazo.

Bella.
Cancionero

1 Canción: Brindaremos por ti.


Artista: Massiel
Álbum: Corazón de hierro
Fecha de lanzamiento: 1983
Género: Pop

2. Rata de dos patas.


Artista: Paquita la del barrio
Álbum. Taco placero
Fecha de lanzamiento: 2004
Género: Ranchera contemporánea

3. Comando borracho
Artista: Mermelada Bunch
Álbum: Pum-Pum
Fecha de lanzamiento: 2001
Género: Rock

4. Despido a Cupido
Artista: Gera MX
Artista invitado: Jay Romero
Álbum: El vicio y la Fama
Fecha de lanzamiento: 2019
Género: Hip-hop/rap

4. Se acabó
Artista: María Jiménez
Álbum: María Jiménez
Fecha de lanzamiento: 1978
Género: Flamenco
Agradecimientos
Como siempre mi primer agradecimiento es para Dios, gracias a las
adversidades que me ha puesto en el camino cada día soy más fuerte,
tolerante y empática. Y sé que dentro de todas las vivencias no me ha
desamparado al poner en mi camino ángeles que me tendieron la mano.
También le agradezco poder volver a escribir, algo que se me dificultó
mucho en el último año.
A mi esposo por ser el hombre bueno y honorable que siempre ha
sido, pero que en este año sobrepasó mis expectativas ante adversidad,
gracias por amarme y apoyarme.
A mis hijas María Virginia y Valentina Isabel, por ser tan buenas
como cualquier padre desearía y por demostrarme su amor en todos los
besos, abrazos y te amo con que salpican cada día de mi vida.
A mis hermanas que han sido mi soporte durante todo lo que me tocó
vivir.
A mi amiga Yoalhys Noguera por su apoyo cariño y constante.
A Luce Monzant por la portada de este libro y a Tina Monzant por su
ayuda constante y por ser tan buenas amigas. Gracias por soportar todas mis
preguntas.
A Kaera Nox por la corrección de este manuscrito, siempre cuento
contigo y cada día me enseñas más.
A mis amigas escritoras de quienes recibo apoyo, consejos y risas.
A Salo, Amanda, María, quienes han sido un apoyo constante.
A mis chicas del Club de las letras, siempre a un mensaje de
distancia.
Y por último pero no menos importante, a la razón de que hoy pueda
llamarme escritora, a ustedes mis queridos y fieles lectores que desde un
inicio le han dado una oportunidad a mis libros, que me comentan y me
apoyan, un abrazo grandote.

Bella
Sobre la Autora
Nací en Venezuela, el 13 de mayo de 1970, comencé a leer en mi niñez,
pero fue en mi adolescencia cuando la lectura pasó a ser mi mayor
entretenimiento. Descubrí la novela romántica a través de las historias de
Bárbara Cartland y las novelas de bolsillo de Harlequin.
Tenía diecisiete años cuando conocí a quien sería mi esposo, nos hicimos
novios y ocho años después nos casamos, en julio celebraremos nuestras
bodas de plata. Tenemos dos hijas, una joven de veinte años y una chica de
diecisiete, ellas son el centro de nuestras vidas.
Me gradué en la universidad de Economista y después hice una maestría en
Gerencia de Recursos Humanos.
Aunque siempre he imaginado historias en mi cabeza, no fue hasta el año
2017 cuando deprimida por la crisis que vive mi país me decidí y comencé
a escribir. Eso me salvó, a recuperé mi buen ánimo y me permitió respirar
económicamente. A mis 47 años encontré mi verdadera vocación y me
siento muy afortunada por ello.
Los libros que he publicado hasta la fecha son los siguientes:
Mis novelas árabes.
SAGA HERMANAS SFEIR.
Tres hermanas víctimas de la ambición de su padre, novelas que tratan
sobre el difícil mundo de los matrimonios concertados.

1- LA HISTORIA DE NAHLA: La Hija de Nadie

Nahla Sfeir es una chica árabe, quien a los doce años es


comprometida por su padre para casarse con un importante jeque cuarenta
años mayor que ella; mientras su prometido espera que cumpla la edad
reglamentaria para casarse, es separada de su familia y enviada a un
exclusivo internado para señoritas en Europa. Una semana antes de su
matrimonio conoce a Jake Steel, un joven de veintitrés años del cual se
enamora, decide pasar una noche con él, con la esperanza de que se
convierta en un para siempre y huir de una boda no deseada; descubierta
por su padre, es obligada a abandonar su hogar, a los diecisiete años sola y
embarazada debe aprender a sobrevivir.

Jake es sorprendido con la noticia de que es padre, sin saberlo tiene una
familia, ahora que la ha descubierto está decidido a conservarla, hasta que
el pasado de Nahla vuelve para reclamarla y llevarla a ella y a su hija de
regreso a Arabia Saudí.

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2- LA HISTORIA DE JAMEELA: Sueños Rotos

Un amor que traspasará las barreras de un matrimonio de conveniencia y


perdurará en el tiempo.

Jameela, de dieciséis años, es obligada a tomar el lugar de su hermana


Nahla, en el matrimonio de conveniencia que su padre había pactado con un
importante jeque árabe, cuarenta años mayor que ellas. Durante años, aun
sabiendo que es imposible, ha soñado con convertirse en la esposa de
Kazim, el hijo mayor del jeque ahora debe casarse con el padre.
Desde la sombra Kazim siempre ha tratado de cuidar a Jameela. Viudo y
con un hijo pequeño, se apoya en ella para criarlo, sin saber que el amor
pudiera estar tocando a su corazón, sin importarle las leyes y los prejuicios
que trataran de separarlos.

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2,5- DE CUANDO JADE SE ENAMORÓ DE NASSER

La historia de una chica inglesa con el coeficiente intelectual de un genio y


un sentido del humor un poco peculiar y, de un hombre árabe muy
arrogante que piensa que puede conquistarla.

La curiosidad mató al gato. En este caso, la curiosidad mató a Jade Sfeir,


aunque no literalmente. Mató el amor que pudo haber nacido entre ella y
Nasser Al-Husayni.

Al enterarse de las intenciones del chico, Jade prepara un plan anticortejo


para evitar caer en las garras de un hombre árabe. Por su parte, Nasser, ha
querido casarse con Jade desde el momento en que la vio sin detenerse a
pensar que las cosas no siempre salen como uno espera. Más aún, cuando se
procede de dos culturas tan distintas, pero se tiene la misma arrogancia.

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3- LA HISTORIA DE ZAHIRA: Seducción y Venganza

Él se casará por amor, ella lo seducirá por venganza. ¿Podrán llegar a


amarse el caballero y la descarada?

Descarada, rencorosa y vengativa, esa es Zahira Sfeir. Prometida a Galal


Al-Husayni cuando era una chica de trece años, aún recuerda el rechazo de
su futuro marido al verla y, siete años después, decide seducirlo.

Galal, recuerda a su prometida como una chica fea, gorda y con acné, así
que le es imposible reconocerla en la sirena que lo sedujo. Ahora deberá
casarse con ella. Él espera la típica esposa islámica: dulce, sumisa y
amorosa. Sorprendentemente, se encuentra con una prometida que suelta
tacos cual marinero cuando se encabrona, es una fiera en la cama, y tiene
como deporte ponerlo en su lugar.
¿Cómo podrá llegar a amarla?

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Halim: Reencuentro con el pasado.

Halim Al-Husayni es sexy y rico. Él sabe que gusta a las mujeres y quiere
disfrutar de ellas. Lo que más anhela es vivir la vida de soltero que vivieron
sus hermanos mayores, y que su padre le negó al obligarlo a contraer
matrimonio muy joven.
Sara, su esposa, es caprichosa y apasionada, o lo era la última vez que la vio
doce años atrás; por lo que encontrarla en Londres siendo casi una indigente
le produce asombro, ira y muchos sentimientos más, al descubrir todos los
secretos que ella se empeña en ocultar.

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Un árabe para Navidad.

El padre de Zendaya quiere que regrese a Arabia Saudí para contraer


matrimonio con su primo Abdul, pero ella no está de acuerdo con su
elección de marido. Exasperado, su papá le da un ultimátum: debe encontrar
un hombre árabe de buena familia dispuesto a casarse con ella antes de que
termine el año, o tendrá que casarse con su primo.
Husain Al-Husayni es el cómico de la familia, detrás de esa fachada
se esconde un hombre solitario que está harto de que las mujeres lo persigan
por dinero.
La víspera de Navidad se encuentra con Zendaya, su crush
universitario, que lo rechazó años atrás por lo presuntuoso que era en esa
época.
A Zendaya le urge un esposo. Husain siente la misma atracción por
ella que en el pasado.
¿Logrará convencerlo de casarse con ella? ¿Se arriesgará él a una
boda apresurada? ¿Podrán llegar a amarse? Descúbrelo en esta divertida
comedia sobre los matrimonios árabes.
Mis distopías de romance oscuro.

El Castigo

En el futuro, los crímenes son pagados con sangre, sudor y lágrimas, impera
el principio del ojo por ojo. El castigo para las narcotraficantes es la
violación.

Rose Hamilton tiene 22 años, acaba de graduarse de abogada, su mejor


amiga la invita a un viaje de vacaciones a México, de regreso se encuentra
droga en su equipaje y es condenada a una violación múltiple. En treinta
años no ha habido una virgen implicada en un caso de narcotráfico, hasta
Rose.
John Green es el líder del equipo de verdugos que se encargará de ejecutar
la sentencia de Rose. ¿Podrá la inocencia de Rose conmover a su verdugo?
¿Será Rose capaz de sobreponerse a la experiencia más denigrante que
puede vivir una mujer? ¿Será capaz de perdonar a su verdugo? ¿De amarlo?
Advertencia: este libro contiene escenas explicitas de violación, abusos,
fuerte lenguaje y humillación por lo que su lectura es recomendada solo
para mayores de dieciocho años.

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Trabajo Involuntario

Un hermano es el dueño de su cuerpo, el otro de su corazón.


En un mundo robotizado donde no existe el trabajo manual para los
humanos, debes tener dinero para vivir o ir a la universidad para obtener un
empleo, si no rápidamente te conviertes en un indigente, la escoria de la
sociedad.
La última opción para sobrevivir es venderte como esclavo por un lapso de
tiempo y tratar de obtener el mejor precio por tu libertad.
Maía pierde a su madre y para su padre no es más que una obligación de la
cual se deshará cuando cumpla la mayoría de edad. El tiempo se le acaba y
debe tomar una decisión con respecto a su futuro.
Noah no cree en la esclavitud, por eso cuando su hermano le regala una
esclava como obsequio de cumpleaños su primer impulso es rechazarla. Sin
embargo, sabe lo que será de su vida si la devuelve, por lo que decide
quedarse con ella para cuidarla. Así quizás logre enmendar un poco los
errores que cometió en el pasado y aligerar la culpa que lo atormenta.
En un mundo donde abunda el hambre y la pobreza, ¿qué estarías dispuesto
a sacrificar para cambiar el resto de tu vida?

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[1]
El tequeño corresponde a la gastronomía venezolana y consiste en un dedito de queso fresco
rodeado de una masa de harina de trigo. Pueden ser fritos u horneados, pero los más populares son
los fritos.
[2]
Frase muy usada en Venezuela para indicar que es un bocadillo que nunca debe faltar en una
reunión, ya sea un encuentro entre amigos o algún evento formal.
[3]
Amor platónico e inalcanzable.
[4]
Se llama fondant o pasta de azúcar a una preparación elaborada en base de azúcar principalmente
que se utiliza en repostería para cubrir pasteles y realizar decoraciones.
[5]
Según la m itología romana Alma era la esposa de Cupido, el dios del amor; para los griegos, este
se llamaba Eros y su esposa Psique.

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