Visigodos
Visigodos
Visigodos
norte de los pirineos La Narbonese (o Septimania) había sido “atribuida”a los visigodos en 529 cuando se
dividió la herencia del rey ostrogodo Teodorico II entre Amalarico y Atalarico (nietos). A lo largo del siglo
VII los magnates de Septimania se revelaban contra la centralización impuesta por Toledo con
levantamientos aprovechando la proximidad con los francos y los burgundios. Finalmente una nueva
amenaza apareció: la de los judíos del África.
Una monarquía teocrática.
El programa de unidad religiosa había echado las bases para una alianza entre el poder regio y el poder
eclesiástico, desembocando en una teocracia, representación terrestre de la ciudad de Dios (relación con
Oriente y los modelos de la antigüedad tardía). La conversión al catolicismo hacía que el monarca se
convirtiera en un rex (“pues los reyes son llamados a regir”) y debía obrar piadosa y moderadamente y hacer
el bien como un sacerdos. El rey Recaredo y el obispo Leandro de Sevilla llevaron adelante conjuntamente el
programa que se había desarrollado en Constantinopla por Justiniano que ligaba el gobierno bueno y justo
con la ortodoxia de la fe, la integridad de la iglesia, y la persecución de los judíos y herejes.
El sistema de acceso al poder no descansaba en el principio dinástico, sino que otorgaba a la iglesia,
mediante la unción a partir de 633, el poder legitimador. El detentador del poder regio fue, por lo tanto,
legitimado y sacralizado por la intervención de la iglesia.
La instauración de un régimen teocrático en la España visigótica fue progresivo. Y tuvo aportes tanto de las
elites eclesiásticas como de los visigodos. Los visigodos eran gobernados por jueces y reyes y parece que los
primeros tenían mas importancia que los segundos, pero las grandes migraciones de los años 376 y 418
dieron primacía al jefe militar único y permanente, el rey, pero se conservaba la importancia de la función
judicial. También por herencia germánica el rey debía tratar generosamente a los nobles que le servían y las
campañas contra los vascones, cantabros y bizantinos le permitieron repartir tierras, rentas y oficios entre
éstos. La conversión al catolicismo de Recaredo hizo que la iglesia suministre al poder visigótico de sus
fundamentos intelectuales y jurídicos heredados de Roma y Constantinopla.
Entre el IV Concilio de Toledo de 633 y el XII de 881 se establecen: -Los fundamentos del poder regio
cuando se instaura la “unción”, la cual legitimaba al rey y éste a cambio debía obrar como cristiano. -La
sucesión por designación de los magnates y de los obispos, sistema electivo que no excluye ni la sucesión
hereditaria ni el golpe de estado. -Que el candidato al trono debe ser de origen noble y visigodo (descartando
a los francos y los bizantinos). -Que la función del rey es la de proteger la fe católica y defenderla frente a los
judíos y herejes. – Se separa el patrimonio personal del monarca y el fisco o patrimonio real. -El monarca
queda totalmente bajo sumisión las leyes. Y –Se decide extirpar la “peste judía”.
Legitimado por la unción el rey se convertía en defensor de la verdadera fe, por eso la persecución de los
judíos era parte integrante de la lógica de un poder teocrático. Primero se limitaron los derechos de los judíos
del reino, luego se los obligó a la conversión y por último en 694 se los reduce a la esclavitud (ley de Egica)
perdiendo todos sus bienes y quedando como “pertenecientes al fisco” (a la corona).
En el 589 ya el rey había ratificado la jurisdicción eclesiástica, y las asambleas episcopales o concilios
habían recibido la misión de servir como intermediarios entre los oficiales reales, jueces y recaudadores de
impuestos y el pueblo. Los concilios aparecieron desde entonces como el instrumento de un poder que ellos
por su parte contribuían a legitimar. Llegaron a ser verdaderas asambleas políticas en las cuales los seglares
participaban a veces activamente.
En la práctica el rey nombraba a los obispos, los que conservaron así las funciones administrativas y
judiciales que desempeñaban anteriormente. Los bienes de la iglesia nunca estuvieron exentos del pago de la
“capitatio terrena” instaurada por Diocleciano para todos los ciudadanos del imperio. Además si bien los
obispos conservaron su poder jurisdiccional, ellos mismos y los clérigos, podían ser llamados ante los
tribunales judiciales.
El reino visigótico de España tiene, pues, todas las características de una teocracia en la que los obispos
gobiernan con el príncipe cuyo poder legitiman y que los mantiene en sus funciones.
El papel del saber.
La cultura visigótica fue considerada como una de las últimas manifestaciones de la cultura antigua. Las
“etimoligías” de Isidoro de Sevilla son una compilación enciclopédica del saber antiguo tal y como fue
transmitido luego al occidente medieval. Los estudios, eran un medio de asenso social para aquellos que no
habían nacido en la aristocracia (igual que en Bizancio), puesto que los la iglesia y la administración pública
ofrecían oportunidades a quienes conocían el derecho, la teología, la retórica y la gramática. El latín
permaneció como única lengua escrita en la península y lo escrito siguió teniendo un papel primordial en las
relaciones sociales. En el campo de la educación, como en la administración, los altos mandos eclesiásticos
habían paulatinamente sustituido los poderes públicos y seglares a lo largo de los siglos IV y V, y las
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escuelas parroquiales y episcopales habían tomado el relevo de las escuelas municipales. La iglesia tenía un
interés inmediato en el control de la enseñanza para poder luchar contra las herejías. Las escuelas
parroquiales se extendieron hasta las zonas rurales, campesinos, colonos, libertos y aún siervos de los
dominios de la iglesia aprendían allí a leer y escribir junto con los cánticos, himnos y el ritual para ser
ordenados. Las escuelas episcopales daban la prioridad a la enseñanza de las siete artes especialmente de la
música, lo que contribuyó a fortalecer a las ciudades como focos culturales. La circulación de las obras fue
notable en el transcurso del siglo VII. El palatium de Toledo llegó a ser un foco de cultura, si bien no todos
los reyes fueron letrados, el palatium tenía una biblioteca y a los hijos de la aristocracia de ambos sexos se la
educaba allí, según las “institutiomum disciplinae” (obra anónima del siglo VII) en el trivium (Gramática
Retórica y Lógica o Dialéctica) y el quadrivium (Aritmética, Geometría, Astronomía y Música), pero
además se insistía en ella que el alumno debía defender la idea de “patria”. La historia, sea a través de
crónicas, de biografías de hombres ilustres o aun de relatos ocupó en la educación un lugar preponderante.
La preocupación didáctica (elaboración de colecciones y compilaciones) caracterizó una literatura que se
concebía como un arma la servicio de un poder teocrático.
En las zonas rurales, se desarrollo otro tipo de cultura alrededor de monasterios cuya espiritualidad estaba
fuertemente dominada por el ascetismo de los “Padres del desierto”. L arte también fue uno de los
instrumentos de propaganda y una de las manifestaciones de la realeza visigótica en el conjunto del territorio.
La arquitectura de las iglesias, se inspiró a menudo en las basílicas anteriores, no sin añadirles elementos
específico, además se dio una nueva concepción del espacio que llevo a la adopción de planos de tipo
cruciforme. La arquitectura palatina muestra la influencia bizantina, no solo en lo técnico u ornamental sino
también en la imbricación de los edificios religiosos con los civiles.
cabezas de los territorios generalmente fueron erigidos en obispados. La antigua organización de los curiales
parece haber desaparecido en favor de un gobierno de los obispos.
Además de la justicia los oficiales de la corona tenían a su cargo la recaudación de impuestos. En las grandes
propiedades los latifundistas se encargaban de ello, pero en las ciudades se nombraba cada dos años un
numerarii. Los visigodos mantuvieron la capitatio sobre las personas y la iugatio sobre los bienes raíces.
También permanecieron los derechos de aduana sobre las mercancías extranjeras y el tributo de la fortuna y
se constriño a las comunidades judías al pago de un impuesto particular que siguieron pagando los que se
habían convertido.
La función militar era uno de los atributos primordiales de los reyes visigóticos, la implantación progresiva
de los visigodos en la Península Ibérica había tenido desde le principio un carácter militar y por eso los
duces fueron los primeros en afincarse con sus soldados en las ciudades. Parte de los recursos de la capitatio
fue utilizada por la monarquía para mantener a su ejército. Leovigildo estableció un sistema defensivo
permanente a lo largo de las fronteras para enfrentar a los cantábricos, los francos y los bizantinos. Cada una
de las provincias contaba con un “ejército provincial” colocado bajo el mando del dux ejercitus de la
provincia. Después de la rebelión del dux pablo en Septimania, la corona promulgó una ley que movilizaba
en caso de sublevación o agresión extranjera, a todos los hombres residentes a menos de cien millas,
incluyendo clérigos y obispos. A mediados del siglo VI el dux cumplía solo una función militar, a mediados
del siglo siguiente llego a ser preponderante y bajo el nombre de dux provinciae acumuló sus antiguas
funciones militares a las de los rectores y la de los comites fisci. La creciente importancia del papel del
“duque” acarreó a su vez cambios territoriales durante la segunda mitad del siglo, dos nuevos ducados fueron
creados antes de los años 680, los de Asturias y Cantabria. Bajo la autoridad de los duces los condes de las
ciudades centralizaron del mismo modo en sus manos la administración civil, judicial, fiscal y militar de los
territoria. La subordinación del poder civil al militar en el seno de las circunscripciones muestra un
paralelismo sorprendente con el imperio bizantino.
Un mundo mediterráneo. (no se que mierda es “lo mediterraneo”)
La sociedad hispano-romana estaba dividida en tres categorías jurídicas, división que mantuvo tanto la
iglesia cuando fue ocupándose de los cargos, como los visigodos. A pesar de la existencia de estas tres
categorías definidas por le derecho, la movilidad social seguía siendo grande (tanto para arriba como para
abajo).
“Los servii” (esclavos) fueron muy numerosos en la España visigótica esclavos nacidos esclavos, colonos
que habían pasado a depender del propietario de sus tierras, campesinos empobrecidos, niños abandonados,
prisioneros de guerra, y todos lo judíos después de la ley de Egica en 649. este grupo tiene en común su
condición de dependencia pero está lejos de ser homogéneo. Los “esclavos rústicos” dotados de una tierra,
propietarios de animales y asimilados con los antiguos colonos, podían escapar del control directo de sus
dueños. Los “esclavos domésticos” y los que trabajaban como jornaleros, sometidos a la voluntad de su amo
constituyeron la mayor parte de esclavos fugitivos. Finalmente los “esclavos del fisco” eran propiedad de la
corona y cumplieron funciones de muy alto rango en el palatium y la administración del fisco, además
gozaban de una serie de privilegios.
La iglesia fue uno de los grandes propietarios de esclavos y la mano de obra servil desempeñó un papel
fundamental en el desarrollo de monasterios. Si bien la condición servil no era un impedimento para la
admisión en el clero, los concilios del siglo VII exigieron que antes de recibir las órdenes fuesen librados, sin
embargo los clérigos de este origen fueron obligados a pagar el tributum capitatias del que estaban exentos
los libres por nacimiento.
“Los libertos” no tenían los mismos derechos que los hombres libres por nacimiento. La iglesia, incitaba a
la manumisión, sin embargo casi nunca se daba la plena libertad, el caso mas frecuente es la de liberación
sub obsequim, lo que creaba una nueva dependencia entre el libertus y su antiguo amo convertido en su
patronus. El patrón debía proteger y ayudar a su liberto y este a cambio debía ayuda y “gratitud” y no podía
testar en justicia en contra suya. El pacto se rompía cuando moría el patrón. Era, pues el nacimiento lo que
diferenciaba al hombre libre del libertus (heredado del derecho romano), distinción que se vuelve a encontrar
entre los católicos por nacimiento y los conversos.
“Los libres” según el derecho era el que gozaba de la libertad personal, cuya vida era estimada en el precio
más alto y que estaba dotado de total capacidad jurídica. Frente a la ley se consideraban como iguales y el
único privilegio del cual disponían los nobles era la prohibición de recurrir a la tortura en su caso.
Si bien las categorías jurídicas perduraban, la evolución social que había empezado en los siglos III y IV,
llevó a una división siempre más clara en dos categorías: “los potentiores” y “los humillores”, división
basada en la riqueza y el poder. La debilidad del poder imperial y la desaparición de la nobleza senatorial
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habían permitido el desarrollo de aristocracias locales dotadas con una autonomía creciente. Originarias en
las ciudades, estas oligarquías poseían un importante patrimonio territorial (los fundii) cuyo edificio
residencial (la villa) era el centro alrededor del cual se levantaron progresivamente edificios de usos
específicos (tejerías, fábricas, casas de los esclavos y aun iglesias particulares).
Si bien la función administrativas caracterizaba en sus orígenes a la nobleza hispano-romana, la aristocracia
visigoda había nacido de la función militar, el nobilis poseía tierras, a veces una plaza fuertes, cuyos
habitantes eran dependientes suyos. La instalación de los visigodos en el reino de Tolosa transformo a estos
nobles en grandes propietarios territoriales mientras ocupaban altos cargos palatinos. La fusión entre los dos
grupos se había producido rápidamente dentro de una repartición de poderes y de una comunidad de
intereses. El grupo de los potentiores se caracterizó por si riqueza y por el número de sus dependientes.
Además ejercían un poder político y militar como miembros “fieles del rey” u oficiales palatinos en Toledo,
como duce en las provincias y como comites en las ciudades y un poder religioso y a veces judicial como
obispos y grandes abades.
El poder de la aristocracia creció con la apropiación (en las tierras que eran propiedad suya y en las que tenía
del fisco) de ciertos derechos e impuestos, así como el ejercicio privado de la justicia. La nobleza hizo y
deshizo reyes y acabó siendo una gran amenaza para la monarquía. Desde mediados del siglo VII dos
grandes facciones nobiliarias (la de Chindasvinto y la de Wamba) se disputaron el trono. En la medida en
que os cambios de clanes acarreaban grandes consecuencias para la familia y la clientela del rey anterior,
numerosos concilios tomaron medidas para proteger sus vidas, bienes y dignitas.
En las provincias las grandes familias que habían adquirido cada vez mas rentas y que podía contar con un
ejército privado, monopolizaron el poder. Instalándose en las ciudades que seguían siendo sus lugares de
residencia y en donde ejercían funciones de duques, condes y obispos, los miembros de la alta nobleza
crearon pequeños reinos. Los árabes cuando llegaron a España en 711 calificaron a los duques de las
provincias como “virreyes” de España.
La concentración de la riqueza y del poder en las manos de los potentiores tuvo por colorario un
igualamiento de la vida y de la condición de “Los humilliores”. Progresivamente lazos de dependencia
personal fueron contraídos entre la mayor parte de los campesinos libres y los potentes, quienes a cambio de
su protección podían exigir prestaciones, (servicio militar, etc.).
La mayor parte de las poblaciones urbanas estaba constituida por hombres libre. Los artesanos no parecen
haber estado unidos ya en collegia, también había médicos, orfebres, escritores y notarios, aunque las
profesiones más numerosas eran las que dependían del comercio en la Península Ibérica. La plebe urbana
estaba sometida, al igual que los campesinos al pago de impuestos, por lo que la entrada en dependencia
debió ser también corriente. Además las pestes y el hambre de la segunda mitad del siglo VII (650)
golpearon duramente a la ciudad y la condición de humilliores se degradó allí también.
El final de la España visigótica.
Las estructuras políticas y administrativas, así como el desarrollo de la economía y la sociedad evolucionó en
el siglo VII en el sentido de una simplificación. Las antiguas categorías jurídicas de la sociedad dejaron paso
a una población cada vez más dividida entre privilegiados y no privilegiados. Los visigodos caen frente a los
musulmanes en 711de manera muy rápida. Desde la época medieval la explicación oficial fue la de la
“crisis moral” (castigo de un reino causado por los “pecados” de sus gobernantes). Para otro grupo de
historiadores la rápida desaparición del rey no se explica por un debilitamiento de la monarquía, sino al
contrario, por un exceso de centralización. Fue el resultado lógico de la centralización iniciada por
Recaredo y Leandor de Sevilla, si el reino hubiese dado lugar realmente a múltiples principados
independientes su conquista hubiese sido mucho más larga y los contingentes musulmanes de Tarig y de
Musa no harían sido suficientes para llevarla a término.
El fenómeno de privatización del poder por los duces en las antiguas provinciae y por los comites en las
ciudades y sus territorios, se recrudeció a partir de las reformas administrativas a partir de 650, mientras que
la ruralización llegó a ser una de las características económicas y sociales del reino visigótico. La vida
urbana había cedido su lugar a la villa (centro de una explotación agrícola, mas o menos extensa provista de
edificios destinados al artesanado, a veces con una iglesia y defendida por los esclavos y los commendati
armados), esta ruralización disminuía más aun la capacidad defensiva de las poblaciones y de hecho las
únicas resistencias verdaderas de la conquista fueron las ciudades como Sevilla y Mérida.
El sistema de monarquía electiva estimulaba a las facciones nobiliarias, por lo que los reyes visigodos del
siglo VII optaron alternativamente por una política de eliminación de las facciones rivales y por una
coexistencia y alianza.
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El hambre y las epidemias de pestes reaparecieron en la época de Witiza (702-710) mientras que los
vascones y los astures amenazaban de nuevo al reino.
Los musulmanes entraron en la península merced a las luchas por el poder entre facciones nobiliarias.
Los miembros del clan de Witiza adoptaron inmediatamente el partido de los musulmanes, los partidarios de
esta familia abrieron las puertas a Carmona y las comunidades judías, perseguidas desde finales del siglo
precedente vieron en los conquistadores una ocasión de escapar de los malos tratos de los cristianos. En
cuatro años el antiguo reino hispano-visigótico había dejado de existir. La llegada de los árabes-bereberes
sobre le suelo de hispania puso término a esta ultima manifestación del imperio romano en donde reyes y
obispos habían intentado crear en la práctica la teocracia deseada por Teodosio. El sistema religioso y
político calló después de la anarquía del rey Rodrigo, pero las estructuras sociales, económicas y culturales
del mundo romano no desaparecieron de la península y el mismo concepto de poder, tal y como había sido
elaborado en Toledo (caracterizado por el derecho como fundamento de la autoridad real y la función del
defensor fidei como una de las principales atribuciones del poder) reapareció luego dando un carácter
particular a la realeza medieval.