Efesios 4 1-6 Tarde

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1-6 Nada se presiona más fervientemente en las Escrituras, que caminar como los

llamados al reino y la gloria de Cristo. Por humildad, comprende la humildad, que


se opone al orgullo. Por mansedumbre, esa excelente disposición del alma, lo que
hace que los hombres no estén dispuestos a provocar, y no sean fácilmente
provocados u ofendidos. Encontramos mucho en nosotros mismos por lo que
apenas podemos perdonarnos; por lo tanto, no debemos sorprendernos si
encontramos en otros lo que pensamos que es difícil de perdonar. Hay un Cristo
en quien todos los creyentes esperan, y un cielo que todos esperan; Por lo tanto,
deben ser de un solo corazón. Todos tenían una sola fe, en cuanto a su
objeto, autor, naturaleza y poder. Todos creían lo mismo en cuanto a las
grandes verdades de la religión; Todos habían sido admitidos en la iglesia por
un bautismo, con agua, en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu
Santo, como el signo de la regeneración. En todos los creyentes, Dios el Padre
habita, como en su santo templo, por su Espíritu y gracia especial.

Efesios 4:1-6
En este día, amigo oyente, llegamos a una nueva sección en esta epístola a
los Efesios. Llegamos a la sección que trata sobre la conducta de la iglesia .
En los primeros tres capítulos vimos el llamado celestial y ahora, en esta parte
práctica, veremos el andar terrenal del creyente; no un andar mundano, sino
un andar terrenal porque nos encontramos con los pies sobre esta tierra . Los
verdaderos cristianos, a quienes colectivamente llamamos la Iglesia, están
sentados en los lugares celestiales, en Cristo. Él es la cabeza del cuerpo y está
sentado a la derecha de Dios, pero la Iglesia tiene que andar por esta tierra, como
veremos más adelante. La iglesia, en este capítulo 4, es considerada como un
nuevo hombre que vive y actúa en esta tierra .
Recordando entonces los subtítulos y temas principales de la sección doctrinal
anterior diremos que hemos considerado el llamado, la construcción y la
constitución de la iglesia. En esta última sección de la carta a los Efesios vamos a
considerar la conducta, la confesión y el conflicto de la Iglesia. La Iglesia aquí es
un nuevo hombre y en el futuro, la Iglesia será una esposa. Y la Iglesia es
también un buen soldado de Jesucristo.
En los primeros tres capítulos de la primera sección, hablando desde un punto de
vista espiritual, hemos estado como en la cumbre del monte de la transfiguración,
por ser este pasaje probablemente el punto espiritual más alto del Nuevo
Testamento. Y fue por ese motivo que dedicamos tanto tiempo en dichos
capítulos. En esta última sección práctica, descendemos al nivel del diario vivir.
Como les sucedió al Señor y a los discípulos al descender del Monte de la
Transfiguración, que se encontraron con un joven poseído por el demonio y con
una multitud escéptica, nosotros podemos encontrarnos tanto con la rutina
como con las situaciones más inesperadas y conflictivas, en un mundo
controlado por las fuerzas del mal. Ahora, ¿seremos capaces de traducir estas
verdades de la cumbre del monte a las necesidades de la vida cotidiana? ¿Vamos
a ser capaces de permanecer firmes y andar por los caminos de esta tierra de una
manera que agrade a Dios? Nuestro Señor dijo que estábamos en el mundo pero
que no pertenecíamos al mundo.
Se ha afirmado que esta epístola a los Efesios ocupa la misma posición
teológicamente que ocupa Josué en el Antiguo Testamento. Llegamos ahora a la
posición donde esta verdad es evidente. Recordemos que Josué entró a la tierra
prometida en base a la promesa hecha a Abraham, Isaac, Jacob y Moisés.
Esa tierra le pertenecía por el derecho concedido por esa promesa y así fue que
guió a los israelitas a cruzar el río Jordán para entrar en esa tierra. El cruce del río
Jordán es un símbolo de la muerte, la sepultura y la resurrección de Cristo.
Nosotros, como creyentes, espiritualmente hablando, hemos sido introducidos en
la tierra prometida. Allí es donde usted y yo vivimos en el día de hoy. O, por lo
menos, es donde deberíamos estar viviendo hoy, en el territorio que representa la
resurrección.
Josué tenía que apropiarse de esa tierra tomando posesión del territorio
para disfrutar de sus bendiciones. El término "posesión" es la principal
palabra en el libro de Josué. Aunque había enemigos y otros obstáculos
interpuestos en el camino, Josué tenía que vencerlos y ocupar el terreno.
Y ya que la palabra "posición" fue una palabra clave en Efesios porque Dios
nos ha bendecido "con toda bendición espiritual" (Efesios 1:3). Dios nos las ha
entregado a nosotros, pero en nuestra vida aquí en la tierra, ¿hemos tomado
posesión de ellas? A los israelitas se les había prometido esa tierra, pero para
ellos se trataba de una futura tierra, hasta que entraron en ella. A Josué Dios le
dijo (en Josué 1:3): "Yo os he entregado, tal como lo dije a Moisés, todos los
lugares que pisen las plantas de vuestros pies". En otras palabras, Dios le dijo
que la tierra era de ellos, pero sólo la disfrutarían cuando tomaran posesión
de ella.
Ahora, el creyente tiene el privilegio hoy de entrar y ocupar, es decir, de
poseer todas las bendiciones espirituales en los lugares celestiales. Sin
embargo, las inescrutables riquezas de Cristo deben ser buscadas con un
detector espiritual, que es la Palabra de Dios. Hasta este momento, en esta
carta apostólica hemos podido observar declaraciones gloriosas, pero a partir
de ahora encontraremos mandamientos. A aquellos que han sido llamados a un
lugar tan exaltado, se les manda vivir una vida que se corresponda con el
llamado recibido.

zzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzz
Hay tantas personas en el día de hoy que se han detenido en su camino y
viven en la primera parte de esta epístola a los Efesios, pretendiendo que
son personas sumamente espirituales. En cierta ocasión, un Pastor conoció a
un matrimonio que era bastante activo en la iglesia, sin embargo no eran
miembros de esa iglesia. El Pastor les preguntó un día por qué no se unían a
la iglesia, por qué no se hacían miembros. Y ellos miraron hacia arriba y le
respondieron "nosotros somos miembros de la iglesia invisible". Nos hemos
dado cuenta que muchas veces esas personas que dicen ser miembros de la
iglesia invisible, son en cierto sentido invisibles. Son invisibles los domingos por
la tarde, en los encuentros de oración y estudio Bíblico y cuando uno
necesita alguien que le ayude. Pero la iglesia invisible, estimado oyente, tiene
que hacerse visible aquí en la congregación local.
Hemos llegado entonces a la parte práctica de Efesios: es decir, a
la conducta terrenal de la Iglesia. En este capítulo la Iglesia es
representada como un nuevo hombre. Tenemos en los primeros 6
versículos, la exhibición de este nuevo hombre. Luego en los
versículos 7 al 16, tenemos la inhibición del nuevo hombre . Y
finalmente, tenemos en los versículos 17 al 32, la prohibición del nuevo
hombre. El nuevo hombre debe exhibirse a sí mismo aquí en la tierra. Los
miembros de la Iglesia invisible tienen que hacerse visibles y difundir la Palabra de
Dios.
Ahora lo que sigue a partir de este capítulo está limitado a aquellos que
están unidos a Cristo. El Espíritu de Dios está hablando aquí a personas
salvas. Su usted no es cristiano, Dios no le está pidiendo que cumpla los
mandamientos de esta epístola. Primero tiene convertirse en un hijo de Dios
por la fe en Cristo; tiene que convertirse en un miembro de Su cuerpo, que es la
iglesia. Lo que sigue en esta carta es para aquellos que han sido redimidos y han
escuchado la Palabra de verdad. Ahora bien, no se puede urgir a los que no tienen
vida espiritual a que caminen, no importa cuánto insistamos en ello. La persona
que está espiritualmente muerta tiene que recibir primero la vida. Pablo ha
dicho que nosotros estábamos muertos en nuestros delitos y pecados. Ésa
es la condición de todos los que están perdidos a los ojos de Dios. Es interesante
que las religiones le están diciendo a un mundo en agonía: "haz algo y serás
alguien". Dios dice justamente lo contrario: "sé alguien y entonces podrás hacer
algo". Si usted no es un cristiano, puede permanecer en los costados del camino y
escuchar. Usted aprenderá lo que Dios le pedirá que haga si usted se convierte en
un creyente; y cuando usted mire a su alrededor, sabrá si los que profesan
ser cristianos están viviendo como Dios quiere que vivan.

"Con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los
otros en amor, 3procurando mantener la unidad del Espíritu en el vínculo de la
paz"
Aquí dice "con toda humildad", lo cual quiere decir, una mente que no es
altiva. Usted sabe que Pablo practicaba lo que predicaba. Es lo opuesto al
orgullo y al leer la historia del apóstol Pablo, usted encontrará que él actuó
con humildad.
El contraste de actitudes lo encontramos en una historia que ya hemos
mencionado en otra oportunidad. En cierta ocasión un joven estudiante de un
seminario había sido enviado a predicar a una Iglesia conocida. Bien, él estaba
muy orgulloso porque lo habían llamado a él para pronunciar un sermón en esa
gran iglesia. Así es que, hacia allí se dirigió y debemos destacar que él nunca
había tenido ninguna experiencia detrás del púlpito. Era un joven muy inteligente
en su clase y en su estudio, pero cuando se puso de pie ante aquel grupo de
gente experimentó algo que nunca había sentido antes, y fue el temor de hablar
en público. Él se había olvidado de todo lo que tenía pensado decir, pues se había
aprendido el mensaje mayormente de memoria. Así fue que, a tropezones,
expresándose con gran dificultad pudo ocupar el tiempo establecido. Una anciana
que se encontraba en la iglesia se le acercó al terminar la reunión y le dijo: "Joven,
yo le estaba observando esta mañana y me gustaría decirle que si usted hubiera
subido al púlpito en la forma en que se bajó de él, entonces habría bajado de él,
de la forma en que subió". Él había subido al púlpito con mucho orgullo, pero
había bajado del él con humildad.
La humildad es una especia de buque insignia de las virtudes cristianas. El apóstol
Pablo, escribiendo a los Filipenses, dijo en el capítulo 2, de esta carta, versículo 3:
"Nada hagáis por rivalidad o por vanagloria; antes bien, con humildad, estimando
cada uno a los demás como superiores a él mismo". El Señor Jesucristo se
caracterizó por su humildad. Recordemos que dijo, según Mateo 11:29:
"Llevad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí: que soy manso y humilde
de corazón".
Conclusión;
Hay muchos creyentes en la actualidad que tienen orgullo por su
raza, por su lugar de origen, por su posición y apariencia, y en
realidad hasta están orgullosos de haber sido salvos por gracia.
Necesitamos permitir, estimado oyente, que el Espíritu Santo nos
controle para poder andar en humildad y mansedumbre .
Se cuenta una historia acerca de un grupo de personas que fue a visitar el hogar
donde había vivido Beethoven en Alemania. El guía los estaba llevando por
diferentes habitaciones y llegaron a una donde se encontraba el piano de
Beethoven. Al finalizar su explicación, el guía le dijo al grupo de turistas que si
había alguno entre ellos que quisiera sentarse al piano por un momento y tocar
alguna obra podría hacerlo. Y todas las personas que allí se encontraban,
literalmente se abalanzaron sobre el piano. Sólo un anciano se abstuvo de
hacerlo. Después que todos hubieron tenido su oportunidad el guía le preguntó a
este anciano: "¿No le gustaría a usted sentarse ante el piano y tocar un poco?" Y
el anciano respondió: "Oh, no, no soy digno de hacerlo". Y el nombre de ese
anciano era Paderewski, célebre pianista y probablemente el único hombre de
aquel grupo que era digno de tocar el mismo piano que había pertenecido a
Beethoven. Y él fue el único que no quiso hacerlo.
Con cuanta frecuencia muchos cristianos se lanzan a realizar actividades sin estar
especialmente dotados para llevarlas a cabo. A veces decimos que no hay gente
suficiente como para realizar trabajos y actividades de la iglesia. Pero hay otro
extremo, cuando personas intentan hacer cosas para las cuales no tienen un don
específico. Necesitamos que el Espíritu Santo controle esas situaciones, creando
en nosotros una actitud de humildad.
Además de humildad, el apóstol nos habló de mansedumbre, o sea de amabilidad
y benignidad de carácter. Pero esa afabilidad no significa debilidad. Hubo dos
personas de la Biblia que se destacaron por su mansedumbre. En el Antiguo
Testamente fue Moisés, y en el Nuevo Testamento, el Señor Jesucristo.
Cuando observamos a Moisés descendiendo del monte Sinaí y quebrando las
tablas de piedra, y escuchando lo que le dijo a su hermano Aarón y a los israelitas,
no calificaríamos su actitud de amabilidad y benignidad. Pero, Dios así la
consideró. Y cuando el Señor Jesús se dirigió al templo y expulsó a todos los
que estaban allí haciendo negocios ¿actuó con mansedumbre? Por supuesto
que sí. Es que, en la práctica, el sistema del mundo opta por una definición de
mansedumbre que la convierte en un sinónimo de debilidad.
La Biblia describe a la mansedumbre como una disposición a cumplir la
voluntad de Dios, no importa cual sea el costo. La mansedumbre consiste en
inclinarse ante la voluntad de Dios.
En esta lista se incluye también a la paciencia. Es la capacidad para padecer o
soportar algo sin alterarse, o la facultad de saber esperar cuando algo se
desea mucho. Es un fruto del Espíritu Santo, como podemos ver en Gálatas
5:22.
Ahora, también se nos dice aquí lo siguiente: Soportándoos con paciencia los
unos a los otros en amor. Quiere decir, el controlarse a uno mismo en una actitud
de amor. Colosenses 3:13 completa esta idea diciendo: "13Soportaos unos a otros
y perdonaos unos a otros, si alguno tiene queja contra otro. De la manera que
Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros".
Finalmente se exhorta diciendo: procurando mantener la unidad del Espíritu en el
vínculo de la paz. El Señor oró por esta unidad en Juan 17:21, diciendo: "21para
que todos sean uno; como tú, Padre, en mí y yo en ti, que también ellos sean
uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste". El Espíritu nos
ha bautizado en un cuerpo. Recordemos que Pablo dijo en Primera de Corintios
12:13: "13porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, tanto
judíos como griegos, tanto esclavos como libres; y a todos se nos dio a beber de
un mismo Espíritu". Ahora a los creyentes se les pide que conserven la unidad que
el Espíritu ha logrado. Nosotros no podemos crear una unidad. Ni podemos
forzarla. Sólo el Espíritu Santo crea la unidad. Pero nosotros debemos mantenerla.
Todos los verdaderos creyentes en Cristo Jesús pertenecen a un cuerpo, y
tendríamos que ser conscientes de que somos uno en Cristo.
A continuación el apóstol procedió a enumerar siete de estos elementos de
unidad. Leamos los versículos 4 al 6:
"Un solo cuerpo y un solo Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma
esperanza de vuestra vocación; un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un
solo Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos y por todos y en todos."
Veamos estos factores de unidad
1. Un solo cuerpo. Aquí se refiere al número total de creyentes, desde el día de
Pentecostés hasta que Cristo recoja a Su iglesia. Este cuerpo también es llamado
la iglesia invisible, pero esta denominación no es totalmente exacta. Porque los
verdaderos creyentes están siempre visibles.
2. Un solo Espíritu. Se refiere al Espíritu Santo que bautiza a cada creyente en el
cuerpo de Cristo. La obra del Espíritu consiste en unir a los creyentes en Cristo.
Ésta es la unidad que al creyente se le pide que conserve.
3. Una misma esperanza de vuestra vocación o llamamiento. Se refiere a la meta,
al objetivo colocado frente a todos los creyentes. Ellos serán recogidos de este
mundo para ser llevados a la presencia de Cristo. Este evento es llamado en Tito
2:13, "la esperanza bienaventurada".
4. Un solo Señor. O sea, el Señor Jesucristo. Su señorío sobre los creyentes crea
y convierte en realidad la unidad de la iglesia.
5. Una sola fe. Se refiere el cuerpo de la verdad llamado en Hechos 2:42 la
doctrina de los Apóstoles. Cuando ésta es negada, se producen divisiones. Tiene
que haber una base, un fundamento para que se produzca la adhesión de los
creyentes. Y esa base es la doctrina correcta.
6. Un solo bautismo. Se refiere al bautismo del Espíritu Santo, que es el verdadero
bautismo. El bautismo ritual tiene lugar con agua. El bautismo en agua es el
símbolo del bautismo verdadero, el del Espíritu Santo, por el cual los creyentes se
convierten una unidad, son hechos uno.
7. Un solo Dios y Padre de todos. Se refiere a la paternidad de Dios, en cuanto a
los creyentes. Ya que sólo hay un Padre, Él no es el Padre de los que no son
creyentes. El carácter de hijos se recibe sólo por medio de Cristo. La unidad de los
creyentes produce una marcada diferencia entre los creyentes y los que no son
creyentes. Él es el Padre de todos aquellos que le pertenecen, por haber sido
regenerados.
En nuestro próximo programa continuaremos con nuestro estudio a partir de este
versículo 6 de Efesios 4. Estimado oyente, esperamos contar con su compañía en
nuestro próximo encuentro. Le dejamos una pregunta para su reflexión personal.
Habiendo oído hablar de Dios como el Padre de todos los creyentes, y conociendo
el principio de la conocida oración del Padrenuestro, ¿considera usted a Dios
como su Padre que está en los cielos? ¿Tiene usted esa relación con Él?
II. LA MANIFESTACIÓN PRÁCTICA EN LA VIDA DEL CREYENTE (4-6)

1. Caminar digno del llamamiento

CAPÍTULO 4: 1-6

1. Caminar en humildad y mansedumbre ( Efesios 4:1 )

2. Mantener la unidad del Espíritu ( Efesios 4:3 )

“Por tanto, yo, prisionero del Señor, os ruego que andéis dignos de la vocación a
la que fuisteis llamados”. Esto marca el comienzo de la segunda parte de la
epístola. es obvio entonces, para caminar digno como cristiano, hay que conocer
la vocación con la que Dios nos ha llamado. Este llamado, como hemos visto, se
revela en los tres primeros capítulos. La primera exhortación es caminar “con
toda humildad y mansedumbre.

”No habla de hacer un gran trabajo, o de buscar dones especiales y poder


especial. Los miembros del cuerpo de Cristo deben manifestar humildad y
mansedumbre. Estas dos palabras nos recuerdan al Señor Jesús y las palabras
que salieron de Sus benditos labios. “Llevad mi yugo sobre vosotros y
aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón” ( Mateo 11:29 ).
Aquel que había depositado Su gloria, vaciándose así, vivía aquí en humildad y
mansedumbre. Y somos llamados a caminar como Él caminó ( 1 Juan 2:6 ). “Sea
en vosotros esta mente, que también estuvo en Cristo Jesús” ( Filipenses 2:5 ).

El Espíritu Santo nos dice entonces que lo primero en el andar del creyente es
manifestar la humildad y la mansedumbre del Señor Jesús. Caminar con
mansedumbre produce mansedumbre para con los hermanos, los hermanos en los
santos. Y mientras caminamos “con paciencia, soportándonos los unos a los otros
en amor”, manifestamos prácticamente que somos miembros de un solo cuerpo.
El amor debe ser el principio rector para todos los santos de Dios.

En segundo lugar, debemos esforzarnos por mantener la unidad del Espíritu en el


vínculo de la paz. No se nos dice que produzcamos la unidad del Espíritu, sino
que la guardemos. ¿Qué es esta unidad del Espíritu? Es la unidad que Dios en su
infinita gracia se ha hecho a sí mismo. Todos los creyentes son miembros del
cuerpo de Cristo, la Iglesia. El Espíritu Santo habita en cada uno y nos ha puesto
en ese cuerpo como miembros; el único cuerpo, y los creyentes miembros de ese
cuerpo, constituyen la unidad del Espíritu.

Debemos reconocerlo manteniéndolo en el vínculo de la paz. Esta unidad nunca


puede ser destruida porque es obra de Dios. Pero puede ser negado y su
expresión completamente perdida. ¡Pobre de mí! esto es lo común de nosotros.
El sectarismo es una negación de esta unidad del Espíritu. Mantenemos la
unidad del Espíritu cuando reconocemos en cada verdadero creyente un miembro
de Cristo y de Su cuerpo. ¿Qué nos permitirá mantener esta unidad y este
caminar dignos de nuestro llamado? Debemos alimentarnos constantemente de
las gloriosas realidades de nuestra redención en Cristo. Lo que Dios ha obrado por
nosotros y por todos sus santos, el hecho de que en todos habita el mismo
Espíritu y de que todos tienen el mismo destino glorioso, nunca debe perderse de
vista.

La unidad del Espíritu se revela en Efesios 4:4 . Nuevamente, las tres


personas de la Deidad se ven solo en orden inverso, el Espíritu Santo primero,
el Hijo de Dios el segundo, y el Dios y Padre tercero.

El espíritu santo

1. Un cuerpo

2. Un espíritu

3. Una esperanza

El Hijo de Dios, el Señor


4. Un Señor

5. Una fe

6. Un bautismo

El Dios y Padre

7. Un Dios y Padre de todos, que está sobre todos, por todos y en todos.

El único cuerpo, que está en primer lugar, es la Iglesia, el cuerpo de Cristo. La


plenitud de Aquel que todo lo llena en todo. El único Espíritu es el Espíritu Santo.
Vino el día de Pentecostés y entonces tuvo lugar el Bautismo del Espíritu, por el
cual se formó el cuerpo de Cristo. “Porque por un solo Espíritu fuimos todos
bautizados en un cuerpo” ( 1 Corintios 12:13 ).

La única esperanza es la esperanza de la Iglesia, estar con el Señor en la gloria,


ser como Él y compartir Su gloria. Los tres siguientes están vinculados con el
Señor y están igualmente vinculados con la Iglesia. Un Señor, una fe, un
bautismo, presenta el aspecto de la profesión pública. El único Señor es Cristo;
todos los cristianos lo reconocen profesamente como Señor. La "única fe" es
la fe en el Señor y el "único bautismo" es el bautismo en agua, que es tanto el
rito de iniciación de la profesión cristiana como una expresión de esa fe en el
único Señor. Y Dios es el "Dios único y Padre de todos, el cual está sobre todos, y
por todos, y en todos". Por supuesto, esto se aplica solo a los creyentes
Efesios 4:6-13

Amigo oyente, en nuestro programa anterior comenzamos a estudiar una sección


totalmente nueva en esta epístola a los Efesios. En el momento de terminar el
programa estábamos comentando los versículos 4 al 6 de este capítulo 4. Hemos
estado hablando de la Iglesia, la cual es el cuerpo de Cristo, unido a Cristo que está en
el cielo a la derecha del Padre. La Iglesia es un hombre nuevo; la Iglesia es un
misterio. Todo esto es cierto porque está en Cristo. Ahora, algunas personas pueden
estar tan implicadas en estas verdades, y con su mente concentrada en el cielo, que
descuidan su vivir cristiano en esta tierra. Pablo estaba tratando de mostrar que aún
estamos viviendo aquí, en un mundo muy malvado y pecaminoso.

En su consideración del tema de la vida del creyente, Pablo habló primero al


individuo. La persona tiene que vivir en humildad y mansedumbre. Luego amplió el
círculo a toda la iglesia, que es un cuerpo y un espíritu. Nos llevó este pasaje a un gran
crescendo, que ilustraba la excelencia y trascendencia de Dios. Finalmente llegó al
punto crucial, culminante de esa declaración al decir aquí en el versículo 6, de este
capítulo 4: "el cual es sobre todos, y por todos y en todos". Esto quiere decir que Dios
es trascendente. Es superior a Su creación. No depende de ella. No necesita oxígeno
para respirar ni alimento para subsistir. Y no sólo es trascendente, es también
eminente. No sólo está por encima de todo, sino también está presente en este universo
en el que usted y yo vivimos. Él es quien lo motiva, le da la razón de ser, y quien lo
impulsa y lo mantiene en movimiento de acuerdo con Su plan y propósito. Esto es lo
que añade significado a la vida. Es lo que hace que la vida merezca la pena, que sea
digna de ser vivida. Y eso, como usted ya sabe, le da más significado a esta vida. Hace
de ella algo que vale la pena vivir.

A veces la vida o la rutina del trabajo hacen que la vida se vuelva monótona. Pero
entonces viene a la mente el pensamiento de que éste es el plan y propósito de Dios y
en esas ocasiones uno se siente con deseos de cantar a todo pulmón una doxología que
brota del corazón y necesita expresarse. Esa experiencia es la que Pablo mencionó
más adelante en 5:19, de cantar y alabar al Señor en el corazón.
Este pasaje nos recuerda a una gran orquesta sinfónica. El autor de estos estudios
bíblicos el Dr. J. Vernon McGee, contó que en una ocasión fue invitado a escuchar un
concierto de una orquesta sinfónica. Así resumió sus impresiones. "Llegamos un poco
temprano al auditorio y había bastante ruido ya que la gente todavía estaba entrando.
Luego se encendieron las luces sobre el estrado y vimos todos los instrumentos que se
encontraban allí. Luego entraron unos cien hombres de todas partes del escenario y
cada uno fue a tocar su propio instrumento. Estaban afinando sus instrumentos, cada
uno a su aire, tocando su propia melodía. De pronto se hizo silencio; un rayo de luz
iluminó uno de los costados del escenario y apareció el Director de la Orquesta. Él
hizo un saludo hacia la audiencia y la gente lo aplaudió calurosamente. Enseguida se
dirigió al estrado, tomó la batuta en su mano. Cuando alzó la mano que sostenía la
batuta se hizo un silencio total. Y cuando comenzó a mover la mano dirigiendo al
conjunto orquestal todos le siguieron en la interpretación de una obra. Esta vez el
sonido era agradable, y tenían un sentido, porque era una sucesión ordenada de
sonidos que, siendo diferentes, se complementaban entre sí, enriqueciendo la armonía.
No pude evitar comparar el espectáculo visual y sonoro con la vida en esta tierra,
donde los seres humanos están cada uno tocando su pequeña melodía individual, cada
uno tratando de hacerse oír por encima de un verdadero clamor de voces. Cada
instrumento está desafinado con respecto a los demás y no existe una melodía
coherente, comprensible". Es que esa escena refleja la situación del mundo. Las
perspectivas son desesperanzadoras, y nos hacen considerar el futuro con pesimismo.
Como Simón Pedro cuando caminó sobre el agua de aquel lago, vemos grandes olas
amenazadoras. Pero algún día, desde un lugar del universo, de la derecha de Dios,
como en un concierto, aparecerá el Director, conocido como el Rey de reyes y Señor
de señores. Él levantará el cetro con manos horadadas por clavos. Bajo Su dirección,
todo el mundo, interpretando innumerables instrumentos, todos ellos afinados,
diferentes aunque unidos, sonará conjunta y armoniosamente. Y como dice este
versículo 6 de Efesios 4, Él es sobre todos y por medio de todos y en todos. Así que no
hay que darse por vencido. El Director va a venir y nos afinará a todos.

La iglesia tiene que caminar sobre esta tierra como un hombre nuevo. Habrá una
exhibición pública de la iglesia; así que ésta ha de ser extrovertida. Deberá manifestar
vida en un mundo ensombrecido.

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Llegamos ahora al párrafo formado por los versículos 7 al 18, titulado

La inhibición del hombre nuevo

Ahora nos enfrentamos al hecho de que la iglesia tiene inhibiciones y éstas son
también importantes. El término inhibir abarca el siguiente significado: impedir o
reprimir el ejercicio de facultades o hábitos. También incluye la idea de abstenerse,
dejar de actuar, y de echarse fuera de un asunto o abstenerse de entrar en él o de
tratarlo.
Un niño pequeño no tiene inhibiciones y se comporta con espontaneidad. Como le
ocurrió a cierto Pastor en una ocasión. Él estaba visitando a algunos miembros de la
iglesia. Y una familia trató de dar la impresión de que en aquella casa eran fieles y
espirituales. Así que cuando la familia se sentó con el pastor a la mesa, le pidieron que
él diera gracias por la comida. Un niño de unos tres años estaba sentado a la mesa
también con ellos en su silla alta. Cuando el pastor terminó a orar, el niño le preguntó
a su madre, "¿que hizo este señor?" Evidentemente, en esa casa no daban gracias por
los alimentos con frecuencia. Y como el niño no tenía inhibiciones, dijo lo que
pensaba.

Ahora, un niño puede prescindir de inhibiciones. Pero la Iglesia no tiene que


comportarse como un niño pequeño todo el tiempo. Tiene que crecer y desarrollar
algunas inhibiciones. Hay ciertas cosas que un adulto no dice y que un niño expresa
con naturalidad. Y la iglesia no debe permanecer en la infancia sino desarrollar su
madurez. Porque Dios le ha dado a cada hijo suyo de Su gracia para que crezca.
Leamos ahora el versículo 7 de Efesios 4:

"Pero a cada uno de nosotros fue dada la gracia conforme a la medida en que Cristo ha
repartido sus dones."

Como usted puede apreciar al leer aquí, Él ha dado dones a los creyentes. Lo hemos
observado en el capítulo 12, de la epístola a los Romanos. Lo tenemos aquí en este
capítulo 4 de la carta a los Efesios y también lo hemos visto en la Primera Epístola a
los Corintios, capítulos 12, 13 y 14. Ahora aunque los creyentes tienen que ser
diligentes al mantener la unidad del Espíritu, esto no quiere decir que cada uno tiene
que ser una copia del otro. Cada creyente recibe un don para que él pueda actuar
dentro del cuerpo de los creyentes de una forma en particular. El Apóstol Pablo, dijo
en la Primera Epístola a los Corintios, capítulo 12, versículo 7: "pero a cada uno le es
dada la manifestación del Espíritu para el bien de todos" y esto quiere decir que un
don es el Espíritu de Dios haciendo algo a través del creyente con el propósito de
edificar el cuerpo de creyentes. Es decir, que es para provecho de todo el cuerpo de los
creyentes. Ningún don es dado al creyente para desarrollarle espiritualmente. El don
se le concede al creyente para que pueda funcionar en el cuerpo de los creyentes y ser
de beneficio y bendición a la iglesia.

A veces al levantarme por la mañana, con sueño, si mis ojos pudieran hablar, se
negarían a acompañarme a la oficina y mis piernas se negarían a ponerse en
movimiento y trasladarme a mi despacho. Pero mi cerebro coopera en la operación,
pues yo necesito el movimiento coordinado de todos mis miembros. De hecho, todos
los miembros del cuerpo deben trabajar juntos, cada uno de ellos cumpliendo con su
función específica. Por eso hemos dicho que cada creyente recibe un don para que
pueda actuar en el cuerpo de los creyentes de una forma en particular. Y cuando él
hace esto, el cuerpo funciona, y en ese caso encontramos la unidad del Espíritu. Y
junto con este don se dice aquí que se le da al creyente la gracia para usar ese don en
el poder y en la plenitud del Espíritu de Dios. Ahora, cuando cada creyente funciona
con su don peculiar, produce una armonía, así como lo hace cada miembro del cuerpo
humano. Sin embargo, cuando un miembro del cuerpo sufre, Pablo dice que todo el
cuerpo sufre. Esto quiere decir que si usted no ejercita su don en el cuerpo, hace que
los demás resulten afectados. Y luego dice aquí en el versículo 8, del capítulo 4, de la
epístola a los Efesios:

"Por lo cual dice: Subiendo a lo alto, llevó cautiva la cautividad, y dio dones a los
hombres."

Como usted puede darse cuenta, ésa es una cita tomada directamente del salmo 68,
versículo 18, que dice lo siguiente: "Subiste a lo alto, tomaste cautivos. Tomaste dones
de los hombres, también de los rebeldes, para que habite entre ellos Jehová Dios".
Ahora, alguien va a decir que hay un poco de discrepancia en cuanto a esa cita. En el
Salmo dice: "tomaste dones". Y aquí en Efesios dice: "y dio dones".

Bueno, debemos decir aquí que cualquier autor tiene derecho de cambiar su propia
escritura, pero ninguna otra persona puede hacerlo. Por ejemplo, si un hombre dice
en un artículo en una revista algo de lo que escuchó que yo estaba diciendo, pero me
cita incorrectamente, yo puedo protestar al editor porque él no me ha citado
correctamente, y para que corrija ese error. Sin embargo, yo si tengo el derecho de
citar de la forma en que quiero mis propias palabras, si veo que al cambiar el sentido
de las mismas puede servir un propósito en especial.

En este versículo el Espíritu Santo cambió las palabras y lo hizo con un propósito. En
el libro de los Salmos se nos dice que el Señor tomó dones de los hombres. Por lo
tanto, Él tenía los dones a su disposición. Después vino a la tierra y después de estar
aquí y de regresar al Padre, Él está distribuyendo los dones entre los hombres. Nos los
está entregando por medio del Espíritu Santo. En realidad este pasaje nos muestra
una vez más cuan exacta es la Biblia, y que ésta no es una cita incorrecta.

Ahora la frase Subiendo a lo alto se refiere a la ascensión de Cristo. En esa ocasión,


cuando Él ascendió, hizo dos cosas. (1) Llevó cautiva la cautividad. Se está refiriendo a
los redimidos del Antiguo Testamento que fueron al paraíso cuando murieron. Cristo
tomó a estos creyentes con Él, y sacándolos del paraíso los llevó a la misma presencia
de Dios cuando ascendió. Cuando un creyente muere hoy, no se nos dice que va al
paraíso, sino que está ausente del cuerpo y presente con el Señor. (2 Corintios 5:8;
Filipenses 1:23). (2) Cuando Cristo ascendió, también dio dones a los hombres. Esto
significa que concedió dones a los creyentes de la iglesia para que ellos puedan dar
testimonio al mundo. En Su ascensión, Cristo no sólo trajo a los creyentes del Antiguo
Testamento a la presencia de Dios, sino que también, por medio del Espíritu Santo,
confirió Sus dones. En el día de Pentecostés, el Espíritu Santo bautizó a creyentes en el
cuerpo de Cristo y les dotó con ciertos dones, capacitándolos para funcionar como
miembros del cuerpo. El Espíritu Santo colocó a cada uno de ellos en un determinado
lugar del cuerpo, y desde entonces ha estado haciendo lo mismo con cada nuevo
creyente.

Ahora, en los versículos 9 y 10, de este capítulo 4, de la epístola a los Efesios, leemos:
"Y eso de que subió, ¿qué es, sino que también había descendido primero a las partes
más bajas de la tierra? El que descendió es el mismo que también subió por encima de
todos los cielos para llenarlo todo."

La explicación lógica de estos versículos es la siguiente: ya que Cristo ascendió, Él


tenía que haber descendido en una oportunidad anterior. Algunos opinan que esto se
refiere solamente a la encarnación. Los primeros padres de la iglesia primitiva vieron
aquí la obra de Cristo tomando a los santos del Antiguo Testamento que estaban en el
paraíso y llevándolos al trono de Dios. También se nos ha dicho que Él descendió al
infierno. Sin embargo, no es necesario pensar que Él entró en alguna clase de
sufrimiento después de Su muerte. Su encarnación y muerte fueron Su humillación y
descenso, y ellas fueron adecuadas para traer a los redimidos del Antiguo Testamento a
la presencia de Dios. Esto explicaría Su plenitud, que expresó aquí al decir El que
descendió es el mismo que también subió por encima de todos los cielos para llenarlo
todo. Por otra parte, reconocemos que hay otras interpretaciones de este pasaje.
Continuemos leyendo los versículos 11 al 13, de este capítulo 4, de la epístola a los
Efesios:

"Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros,
pastores y maestros, a fin de capacitar al pueblo de Dios para la obra del ministerio, para
la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del
conocimiento del Hijo de Dios, al hombre perfecto, a la medida de la estatura de la
plenitud de Cristo."

Este versículo 11 no se refiere a los dones que Cristo ha dado a los hombres, aunque es
cierto que es Él quien ha dado los dones. Lo que Pablo estaba diciendo aquí era que
Cristo toma a ciertas personas que han recibido unos dones determinados, y los entrega
a la iglesia.

Observemos el propósito para el cual estos hombres fueron dados a la iglesia: a fin de
capacitar al pueblo de Dios para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de
Cristo. Estos hombres dotados son entregados a la iglesia para que ella alcance la
plena madurez.

Luego vemos la frase hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del


conocimiento del Hijo de Dios, al hombre perfecto, a la medida de la estatura de la
plenitud de Cristo. Así que, ¿cuál es el propósito de la iglesia en el mundo? Es el de
completarse a sí misma para continuar creciendo.

O sea, que fue el Señor Jesucristo mismo quien ha dado estas personas dotadas para
completar la iglesia. El Señor Jesús es quien tiene la autoridad y es el que concede los
dones.

Él dio algunos apóstoles a la iglesia. Un apóstol era un hombre que no sólo había visto
al Cristo resucitado, sino que también había sido directa y personalmente nombrado
apóstol por Él. Tenía una inspiración especial para escribir las Sagradas Escrituras.
Por todo ello Pablo pudo decir en Gálatas 1:1, 12: "Pablo, apóstol (no por disposición
de hombres ni por hombre, sino por Jesucristo y por Dios Padre que lo resucitó de los
muertos). . . pues yo ni lo recibí ni lo aprendí de hombre alguno, sino por revelación
de Jesucristo". Este cargo o función, por virtud de su propia naturaleza original al
principio de la iglesia, ha desaparecido hace mucho tiempo.

A continuación tenemos los profetas. Aquí y en las otras cartas apostólicas, se refiere a
los profetas del Nuevo Testamento. Fueron hombres a quienes, como a los apóstoles,
se les dio una percepción especial de las doctrinas de la fe (ver Efesios 3:5). Estaban
bajo la influencia inmediata e inspiración del Espíritu Santo, lo cual les distinguía de
los maestros (ver 1 Corintios 12:10). En la actualidad no hay personas que
desempeñen el cargo o función de apóstoles y profetas, con las implicaciones Bíblicas
del término evidentes en aquella época. Pero aún son miembros de la iglesia y sus
obras permanecen entre nosotros, ya que fueron los autores humanos usados como
instrumentos divinos en la redacción de las Sagradas Escrituras. Precisamente, en este
sentido, recordemos que estamos estudiando la epístola a los Efesios. ¿Y quién la
escribió? El apóstol Pablo. Así que en ese aspecto él está aún con nosotros, aunque esté
en el cielo con Cristo. Como él mismo escribió, está ausente del cuerpo y presente con
el Señor. Sin embargo, es un miembro de la iglesia, y es aún un apóstol enviado a
nosotros. Es que la iglesia de Cristo existe no sólo en la tierra; parte de la iglesia se
encuentra en el cielo con el Señor. Son parte de la multitud que está hoy en la
presencia de Dios.

Luego se nos habla de los evangelistas. Ellos eran misioneros itinerantes. Pablo era
uno de ellos. No eran predicadores como los conocemos hoy, porque no tenían comités
u organizaciones que les organizasen sus conferencias. Iban a territorios nuevos, y lo
hicieron solos, bajo la dirección del Espíritu de Dios, que iba delante de ellos.

También la iglesia recibió pastores, que guiaban a las congregaciones de la iglesia.

Y además, estaban los maestros, aquellos que instruían a los creyentes. Este don fue
mencionado en Romanos 12:7; Primera de Corintios 12:28-29; y Primera de Timoteo
3:2.

Dios ha entregado estas personas a la iglesia para que ésta pueda alcanzar la plena
madurez, y en la cual habrá naturalmente inhibiciones. Es que la iglesia no puede
expresarse ante el mundo prescindiendo de las inhibiciones, como haría un niño, sino
demostrando que se encuentra en un proceso de madurez que ha dejado atrás las
reacciones infantiles, y que ha asumido el comportamiento de la edad adulta. Y estas
personas han de preparar a la iglesia para que sus miembros lleven a cabo la obra de
servir y edificar el cuerpo de Cristo en la tierra. Probablemente nadie en la iglesia tenga
todos los dones; así que no debe esperarse que una persona, como el pastor, haga todas
las cosas. Porque la misión del pastor o líder de la iglesia es capacitar a los miembros de
la misma para que ellos desarrollen el trabajo.

Un boletín publicado por una Iglesia hace algún tiempo decía lo siguiente: "Por siglos,
el principio de la responsabilidad de la evangelización ha sido llevado por pastores y
misioneros, o sea, por personas que dedican todo su tiempo al ministerio. El laico ni
era llamado a realizar una actividad evangelística ni tampoco creía que ésa era su
responsabilidad. Uno de los desarrollos más significativos en la iglesia, posiblemente el
desarrollo más importante en los recientes siglos, ha sido el aumento de la actividad
del laico, y el creciente reconocimiento, que el laico es llamado a un ministerio que no
es de ninguna manera menos importante que aquel que desarrolla la persona
dedicada completamente al ministerio cristiano". Elton Trueblood dijo: "La reforma
ha abierto la Biblia para que la pueda leer el hombre común". Una nueva reforma
abrirá el ministerio al hombre común.

En el día de hoy estamos viendo que los laicos están tomando una parte más activa en
las actividades de la Iglesia. Y muchos jóvenes cristianos están realizando la tarea de
dar testimonio de su fe. Y ellos necesitan enseñanza. Nos alegramos mucho cuando
recibimos cartas de la gente que nos dice que ha utilizado el material de estos
programas. Y es una satisfacción poder contribuir a la difusión de la Palabra de Dios,
y a la preparación de aquellos que hacen compatible el ejercicio de su profesión con su
responsabilidad y trabajo en una iglesia.

Uno no puede esperar que el pastor haga absolutamente todo en la iglesia. Él está en
su Iglesia para enseñarle a usted, estimado oyente, a hacer la obra del ministerio y
para que la iglesia sea edificada hasta llegar a la madurez, y para que pueda presentar
al mundo un testimonio coherente e inteligible de su fe. Permítanos que creamos que
uno de los pecados más grandes de la Iglesia local del día de hoy es la ignorancia de
algunas personas que están sentadas en los bancos de la Iglesia. No conocen realmente
la Palabra de Dios, y eso es verdaderamente trágico. Sin embargo, estimado oyente,
ésa es la triste condición general en que se encuentra la iglesia del día de hoy. Por todo
ello, todos los cristianos deberían ser entrenados en el conocimiento de la Biblia, para
que puedan crecer espiritualmente a nivel personal, y para que puedan contribuir al
crecimiento y desarrollo de la iglesia

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