VAN de MIEROOP Diplomacia y Guerra

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UNIVERSIDAD NACIONAL DE ROSARIO

FACULTAD DE HUMANIDADES Y ARTES


ESCUELA DE HISTORIA
HISTORIA DE ASIA Y ÁFRICA I
PROFESORA TITULAR: Leticia Rovira

VAN DE MIEROOP, Marc (2007) “Diplomacy and War”, en: Van De Mieroop, Marc The
Eastern Mediterranean in the Age of Ramesses II. Carlton: Blackwell, pp.100-132

Traducción para uso interno de cátedra: Agustina Reyna, 2020

“Diplomacia y Guerra”
Marc Van de Mieroop

[100]
Alrededor del año 1230 a.C., un rey hitita, el cuarto en utilizar el nombre Tudhaliya en
el trono, concluyó un tratado con Shaushgamuwa, el nuevo gobernante del reino de Amurru.
Los dos reyes estuvieron en estrecho contacto el uno con el otro durante al menos un siglo,
una situación impuesta por la ubicación de Amurru. Extendiéndose desde la costa norte del
Líbano moderno hasta el centro de Siria, estaba situado exactamente donde se encontraban
las esferas de influencia mitannias, hititas y egipcias en Siria-Palestina. Las grandes potencias
compitieron por el control sobre Amurru, y la historia del reino muestra cómo todos ellos fueron
capaces de imponer su voluntad en diferentes momentos. En los días de Tudhaliya IV la
dominación hitita sobre el norte de Siria era segura, sin embargo, y el reino del nuevo rey de
Amurru debía obedecer a su vecino norteño. El tratado establecía sus deberes, y es un ejemplo
perfecto de los arreglos diplomáticos que existían entre un gran gobernante y un cliente en el
Mediterráneo oriental durante el Bronce Tardío. Un breve análisis del tratado nos introduce en
varias facetas de la guerra y la diplomacia de este período1
La versión preservada del tratado fue escrita en el idioma hitita. Dos manuscritos de él
fueron descubiertos en los archivos de la capital hitita de Hattusa. El idioma de la versión
enviada a Amurru es incierto: podría haber sido tanto hitita como babilonio, ya que ambos
idiomas fueron utilizados en interacciones diplomáticas tempranas entre los dos estados. La
realidad de la primacía hitita en la relación es clara desde la introducción, que solo da títulos
para el rey Tudhaliya y obliga a Shaushgamuwa a aceptar el tratado tal como se le presentó:
[101]

1Mi traducción está basada en Kühne y Otten 1971 y Beckman 1999: 103-8. Las restauraciones entre
corchetes se basan en paralelismos entre otros tratados hititas.
[Así dice Tabarna, Tudhaliya], Gran Rey, [Rey de] Hatti, héroe, amado de la diosa del
sol Arinna, [hijo de Hattusili, Gran Rey, Rey de] Hatti, héroe, [nieto de] Mursili, Gran
[Rey], Rey de Hatti, héroe, [descendiente de] Tudhaliya, [Gran Rey, Rey de] Hatti,
héroe: Yo, Mi Majestad, te tomé [a ti], Shaushgamuwa, [de la mano], y te hice mi
cuñado. Y tú [no cambiarás las palabras] de esta tablilla de tratado.

La ubicación de Amurru en la intersección de tres de los grandes estados del


Mediterráneo oriental es aparentemente la historia del reino, que Tudhaliya resume brevemente
desde un punto de vista hitita, dejando de lado algunos momentos embarazosos en la relación.
Tudhaliya cuenta esta historia:

[Al principio] la tierra de Amurru no había sido derrotada por la fuerza de las armas de
Hatti. Cuando [Aziru vino] al bisabuelo de Mi Majestad, [Suppiluliuma], en Hatti, la tierra
de Amurru seguía siendo [hostil]. Ellos [eran] clientes del Rey de los hurritas. Aziru se
volvió leal a Suppiluliuma, aunque él [no lo derrotó] mediante la fuerza de las armas. Y
Aziru, tu tatarabuelo, protegió a Suppiluliuma en su reinado, y protegió a Hatti. Después
también protegió a Mursili en su reinado, y protegió a Hatti. De ninguna manera cometió
una ofensa contra Hatti.
Pero cuando Muwatalli, tío de Mi Majestad, se convirtió en rey, los hombres de
Amurru cometieron una ofensa contra él, informa mientras sigue: ‘Nosotros éramos
clientes voluntarios. Ahora ya no somos sus clientes.’ Y fueron sobre el Rey de Egipto.
Luego el tío de Mi Majestad Muwatalli y el Rey de Egipto pelearon contra los hombres
de Amurru. Muwatalli los venció, destruyó la tierra de Amurru por la fuerza de las armas,
y la subyugó. E hizo a Shapili rey de la tierra de Amurru. Pero cuando Muwatalli, el tío
de Mi Majestad, murió, el padre de Mi Majestad, Hattusili, se convirtió en rey. Él depuso
a Shapili e hizo a Benteshina, tu padre, rey de la tierra de Amurru. Protegió al padre de
Mi Majestad, y protegió a Hatti. De ninguna manera cometió una ofensa contra Hatti.

Por otras fuentes sabemos, sin embargo, que la situación no fue tan simple. Alrededor
del 1330, el predecesor de Shaushgamuwa, Aziru había cambiado su lealtad al bisabuelo de
Tudhaliya, Suppiluliuma, el arquitecto del dominio hitita en la región. El tratado aquí establece
que abandonó al rey mitannio de los hurritas, pero las cartas de Amarna nos dicen que Egipto
había controlado la región y que Aziru actuó reiteradamente contra los intereses egipcios. En
algún punto Aziru firmó un tratado con Suppiluliuma y él y sus dos sucesores fueron fieles
clientes de Hatti. Pero en el reinado del hitita Muwatalli II (quien gobernó desde 1295-1272) el
padre de Shaushgamuwa, Benteshina se rebeló bajo la presión de renovadas [102] campañas
egipcias en el norte de Siria por Seti I y Ramsés II. Amurru habrían cambiado sus alianzas
varias veces, hasta que Muwatalli capturó a Benteshina, lo llevó como prisionero a Hatti, y
colocó a Shapili en el trono de Amurru.
Sin embargo, la lucha de poderes internos en Hatti, que Shaushgamuwa abordaría luego en su
tratado, determinó el destino de estos dos reyes. Shapili era un hombre de Muwatalli, y cuando
Hattusili III, el padre de Tudhaliya, usurpó el trono hitita removiendo al hijo de Muwatalli,
Benteshina parece haber apoyado la rebelión. Consecuentemente, Hattusili III restauró a
Benteshina como rey Amurru y le concedió a su hija en matrimonio. Cuando el hijo de
Benteshina, Shaushgamuwa se convirtió en rey, se casó con la hija de Hattusili III quien era
hermana de Tudhaliya IV, y continuó con la relación clientelar con el rey hitita. Tudhaliya renovó
el tratado con él. No dijo que Benteshina se rebeló contra su predecesor, sino que culpó a
hombres no identificados de Amurru, lo que parece haber sido una forma de evitar avergonzar
a su compañero en el tratado.
Como un cliente, Shaushgamuwa tenía responsabilidades personales hacia su amo y
la familia de su amo.

[Ahora] Yo, Mi Majestad, Gran Rey, te tomé a ti, Shaushgamuwa, de la mano [y] te hice
mi cuñado. Te concedí a mi hermana en matrimonio y te hice rey de la tierra de Amurru.
Protege Mi Majestad en mi reinado. Y luego protege a los hijos, los nietos, y los
descendientes de Mi Majestad en su reinado. No desearás ningún otro reinado por tu
cuenta. Este asunto será puesto bajo juramento por ti.
Como te hice a ti, Shaushgamuwa, mi cuñado, protege Mi Majestad en mi reinado. Y
luego protege los hijos, los nietos, y los descendientes de Mi Majestad en su reinado.

Los tratados de esta época eran acuerdos entre dos hombres, no entre dos estados, y
la lealtad esperada se debía al señor que firmó el tratado y a sus descendientes. Hasta ahora,
las demandas de Tudhaliya eran regulares, pero continuó el texto con una inusual descripción
de quien no sería un heredero legítimo del trono de Hatti. También explicaba por qué estos
temas le preocupaban.
[103]
No desearás el reinado de nadie más entre aquellos que son hermanos legítimos de
Mi Majestad, hijos de las concubinas del padre de Mi Majestad, o ningún otro
descendiente real que consideres como bastardos.
No te comportarás como Masturi. Muwatalli tomó a Masturi, quien era rey de la tierra del
Río Seha y lo hizo su cuñado, cediéndole a su hermana Massanuzzi en matrimonio. Y lo
hizo rey de la tierra del Río Seha. Pero cuando Muwatalli murió, Urhi-Teshub, hijo de
Muwatalli, se convirtió en rey. [Mi padre] tomó el reinado de Urhi-Teshub. Masturi
cometió una traición. Aunque fue Muwatalli quien lo llevó y lo hizo su cuñado, Masturi no
protegió a su hijo Uhri-Teshub, sino que fue sobre mi padre. Él pensó: ‘¿Por qué
protegería a un bastardo? ¿Por qué debería actuar en beneficio del hijo de un
bastardo?’.
¿Te comportarás quizás como Masturi? Si alguien trae dificultades sobre Mi Majestad, o
sobre los hijos, los nietos, y los descendientes de Mi Majestad, y tú, Shaushgamuwa,
junto con [tus] esposas y tus hijos, tu infantería, y tus carros, no ayudas de todo
corazón, y no estás preparado para morir por él, junto con [tus] esposas y tus hijos –
esto será puesto bajo juramento por ti. Protege a Mi Majestad en mi reinado. [Y] protege
a los descendientes de [Mi Majestad] en su reinado. No desearás [a nadie] más como
mandatario. Si [alguna conspiración] sucede [en Hatti…], entonces no… (cerca de un
cuarto de la tablilla está roto).

Tudhaliya se preocupaba por sí mismo y su propia familia, y quería la garantía de


Shaushgamuwa de que los apoyaría solamente a ellos para el reinado en Hatti. Para demostrar
lo que esto significaba recordó problemas recientes en la casa real hitita, y señaló los errores
que un cliente llamado Masturi había llevado adelante. La relación de Masturi para con el hitita
Muwatalli fue exactamente la misma que la de Shaushgamuwa para con Tudhaliya: ambos
eran clientes que se casaron con princesas hititas y que juraron lealtad a sus señores y a sus
descendientes. Sin embargo, la lucha interna en torno al trono de Hatti complicó las cosas para
Masturi. Aunque estaba bajo juramento para proteger al hijo de Muwatalli, Urhi-Teshub, apoyó
al usurpador del trono, Hattusili, quien tuvo la ventaja. Tudhaliya señala esto como el
incumplimiento de un tratado, que Shaushgamuwa no deberá repetir. Irónicamente, sin
embargo, la usurpación de Hattusili al trono llevó a la ventaja de Tudhaliya en tanto era hijo de
Hattusili. Su preocupación por el principio de alianza personal anulaba el hecho de que él
mismo se benefició de la traición del tratado anterior.
Tudhaliya entonces se dirigió desde los desafíos internos por su trono hacia los
externos, esto es, los competidores de Hatti en la escena internacional.
[104]

Cuando [el Rey] de Egipto sea [amigo] de Mi Majestad, también será tu amigo. [Pero]
cuando él es el enemigo de Mi Majestad, también será [tu enemigo]. Y los reyes que
son iguales a mí en rango son el Rey de Egipto, el Rey de Babilonia, el Rey de Asiria, y
el Rey Ahhiyawa.2 Cuando el Rey de Egipto sea amigo de Mi Majestad, será también tu
amigo. Pero cuando él es el enemigo de Mi Majestad, será también tu enemigo. Cuando
el Rey de Babilonia sea amigo de Mi Majestad, también será tu amigo. Pero cuando él
es el enemigo de Mi Majestad, también será tu enemigo. Como el Rey de Asiria es el
enemigo de Mi Majestad, también será tu enemigo. Tus comerciantes no irán a Asiria, y
no dejarás entrar a sus comerciantes a tu país. No pasará a través de tu país. Si entrara
a tu país, tómalo y llévalo a Mi Majestad. Este asunto [es puesto] bajo juramento por ti.
Como Yo, Mi Majestad, estoy en guerra con el Rey de Asiria, reúne un ejército y
unidades de carros, como Mi Majestad ha hecho. Tal como es para Mi Majestad un
asunto de urgencia y …, será para ti un asunto de urgencia y… Reúne un ejército y
unidades de carrocería. Este asunto es puesto bajo juramento por ti. Ningún barco de
Ahhiyawa irá hacia él (este es, el Rey de Asiria)…3

El principio de comportamiento internacional impuesto sobre Shaushgamuwa es


simple: mi enemigo es tu enemigo; mi amigo es tu amigo. Como Hatti estaba en guerra contra
Asiria en ese momento, Amurru debió cesar el comercio con Asiria y arrestar a comerciantes
asirios que pasaran a través de sus territorios. Tudhaliya solo se preocupaba por los estados
cuyos reyes eran considerados por él como sus iguales. Estos incluían a Egipto, Babilonia, y
Asiria. Originalmente el escriba agregó a Ahhiyawa a la lista, esto es, probablemente el mundo
micénico en el oeste, pero eliminó las palabras más tarde. Esto podría indicar el estatus
ambiguo del estado en la escena internacional de la época.
El texto del tratado traducido aquí deriva de uno de los manuscritos, y está incompleto,
en tanto no lleva la lista de los dioses que atestiguan su cumplimiento. El otro manuscrito,
mucho más dañado, provee esos dioses, y termina con la declaración: ‘Si tú cambias las
palabras de esta tablilla, ¡estos dioses te destruirán!’.

Grandes y pequeños reyes

Un tratado como el de Tudhaliya y Shaushgamuwa solo puede ser entendido junto con
el contexto de su época. El acuerdo tiene sentido cuando ambas partes aceptan sus posiciones

2 Prontamente después de que fueran escritas alguien eliminó las palabras ‘el Rey de Ahhiyawa’ de la
tablilla, pero los trazos siguen siendo legibles.

3 La traducción de la última oración es incierta. Después de ella seguían cuatro líneas del texto, ahora
rotas.
junto con un marco político y el tratado refuerza las diferencias entre los estados. En términos
políticos el mundo del Mediterráneo oriental estaba dividido en dos: un número limitado de
grandes estados, incluyendo a Hatti, dictaban el comportamiento de estados menores,
incluyendo a Amurru. Los gobernantes de los grandes estados, los grandes reyes, eran amos;
los otros eran sirvientes, obligados por tratados a obedecer órdenes. En la correspondencia
diplomática los grandes reyes se llamaban entre ellos ‘hermano’, mientras los reyes menores
debían referirse a ellos como ‘amos’, El eestatus del gobernante dependía esencialmente del
poder militar, y solo aquellos quienes podían imponer su voluntad sobre otros [105] clasificaban
como grandes reyes. Pero la tradición también tenía un rol; ciertos estados tenían grandes
reyes porque ese había sido el caso por décadas, y la convención tardó mucho en adaptarse a
la realidad política. Los grandes reyes formaban un ‘club de los grandes poderes’ cuyos
miembros eran muy selectos. Como en todo club de caballeros era difícil ganar el acceso, y
algunos miembros estaban ahí más por herencia que por mérito.
Sin embargo, ocurrieron cambios. Tudhaliya dejó en claro quien en 1230 calificaba
entre los grandes reyes, después de él como rey de Hatti: los gobernantes de Babilonia, Asiria
y Egipto. Casualmente, la tablilla del tratado muestra a través de la eliminación de Ahhiyawa
cómo el estatus no estaba garantizado. Mil doscientos años más temprano la lista de los
grandes estados había sido diferentes. En los tiempos del archivo de Amarna de mediados del
siglo XIV incluía a Egipto, Babilonia, Mittani, Hatti, Alashiya, y Arzawa en el noroeste de
Anatolia. En el período cubierto por ese archivo Asiria forzó su camino dentro del grupo selecto,
un movimiento que otros resintieron. El rey Assur-uballit I (quien gobernó desde 1383-1328)
inicialmente le escribió a un faraón cuyo nombre no se atrevió a utilizar en un tono aproximado
al utilizado por los grandes gobernantes. Solo después reconoció a Akenatón como hermano e
igual y le envió una embajada. Eso llevó a una reprimenda severa por Burnaburiash de
Babilonia, quien escribió a Egipto:

Respecto a los asirios, mis subordinados, no te los envié. ¿Por qué irían ellos a tu tierra
por iniciativa propia? Si me amas, no harán ningún negocio. Envíalos hacia mí con las
manos vacías.4

Algunas décadas después, el sucesor de Assur-uballit, Adad-nirari I (quien gobernó


desde 1305-1274) todavía se encontró con resistencia de otros al clamar el eestatus de gran
rey. Un gobernante hitita cuyo nombre está perdido, pero que probablemente haya sido Uhri-
Teshub, le escribió con enojo:

4 Knudtzon 1907: 90, luego traducción de Moran 1992: 18 (carta 9).


¿Por qué razón debería escribirte sobre la hermandad? ¿Quién sigue escribiéndole a
alguien sobre hermandad? ¿Aquellos que no eran amigos siguen escribiendo sobre la
hermandad? ¿Por qué debería escribirte sobre la hermandad? ¿Fuimos tú y yo nacidos
de la misma madre? Como [mi abuelo] y mi padre no le escribieron al Rey de Asiria
[sobre la hermandad], no seguirás escribiéndome [sobre la hermandad] y los Grandes
Reyes.5

La exclamación suena como una negativa desesperada a reconocer la realidad.


Cuando el rey hitita lo hizo, Asiria reinaba suprema en el norte de Siria y poseía un serio
tratado militar con Hatti. Ciertamente se había ganado el rango de un gran estado.
No solo los grandes reyes estaban ansiosos sobre quién clamaría su título, sino que
también los reyes menores no querían ver a sus vecinos alzarse en ese eestatus. [106]
En la época en que los reclamos de Asiria encontraban resistencia de otros grandes
reyes, el rey de Biblos, Rib-Hadda, escribió a Egipto sobre la casa real de Amurru:

¿Quiénes son los hijos de Abdi-Ashirta que tomaron la tierra del rey para ellos? ¿Son
ellos el Rey de Mittani, el Rey de los Casitas, o el Rey de Hatti?6

Por lo tanto, con el tiempo el estatus de los reinos podría aumentar y disminuir. Mittani
declinó de ser una gran potencia a la nulidad; Asiria se levantó de ser cliente de Mittanni para
convertirse en un gran estado. En años posteriores, Elam podría haberse unido al club de las
grandes potencias cuando sus ejércitos deambularon con muy poca oposición a través de
Babilonia y Asiria. No podemos reconstruir la situación en esos tiempos, sin embargo, debido a
la falta de documentación, pero los grandes y menores gobernantes ciertamente sabian
quiénes eran qué en cada momento.
El conocimiento era crucial porque el estatus dictaba cómo uno podía y debía
comportarse mientras interactuaba con otros reyes. Aunque las personas involucradas en este
mundo estaban separadas por una vasta área, debían estar en contacto unas con otras y
actuar como si fueran parte de una extensa familia del tipo que uno encontraría en los pueblos
en toda la región. Como en las familias extensas, había hombres mayores con autoridad, había
jóvenes activos tratando de afirmarse a sí mismos, y había amos y sirvientes. La gente se

5Hagenbuchner 1989: 260-2, luego traducción de Beckman 1999: 147. La carta es preservada
únicamente en el lengua hitita.

6 Knudtzon 1907: 506, luego traducción de Moran 1992: 192 (carta 116).
relacionaba entre sí por nacimiento o a través del matrimonio, y en momentos especiales en
sus vidas esperaban atención o eran obligados a invitar a otros. Cuando Kadashman-Enlil de
Babilonia se mudó a su nuevo palacio, invitó a sus compañeros reyes a asistir a las
festividades, incluyendo a Amenhotep III de Egipto. Aunque la idea de que el rey egipcio
pudiera venir era poco realista, la invitación debía ser dada, así como uno invitaría a un
compañero de trabajo en el pueblo.
Como en una familia, los sentimientos eran fácilmente heridos y las personas reñidas.
En su invitación a Amenhotep III, Kadashman-Enlil se quejó de que no había sido invitado a un
importante festival en Egipto y de que no había recibido los obsequios que usualmente
acompañaban tal invitación. En otra carta el hitita Hattusili III arremetió contra el asirio Adad-
nirari:

Cuando asumí mi reinado, no me enviaste un mensajero. Es una costumbre que cuando


los reyes asumen los reinados, los reyes, sus iguales, le envían obsequios apropiados
como saludo, ropa adecuada para el reinado, y fino [aceite] para su unción. Pero tú no
hiciste eso.7

La idea de que todos ellos vivían en un gran pueblo era una ficción, por supuesto. Los
encuentros cara a cara eran una rareza y la mayoría de los grandes reyes jamás se vieron
[107] entre sí. Luego de concluir un tratado de paz, Ramsés II y Hattusili III acordaron reunirse
y el egipcio sugirió hacerlo en Canaán, el área de Palestina:

Yo, [el Gran Rey, el Rey de Egipto] iré a la tierra de Canaán para ver [a mi hermano, el
Gran Rey, el Rey de Hatti] y [para ver] a la cara a mi hermano y [recibirlo en mi tierra]. 8

El encuentro parece nunca haber ocurrido, sin embargo. Los reyes menores podrían
haber sido convocados a aparecer ante sus amos y haber realizado largos viajes, dejando a
alguien a cargo en casa. Aziru de Amurru, por ejemplo, viajó a Egipto para enfrentar asuntos
sobre su lealtad. La estancia podría haber durado más de un año, y llevó a rumores de que
había sido detenido allí permanentemente. En un punto su hijo escribió a un alto oficial egipcio:

7 Goetze 1940: 28, luego traducción de Beckman 1999: 149.

8 Luego traducción de Edel 1994: 22-3.


Escucha las palabras que los reyes de Nuhashe me dijeron, ‘Tú vendiste a tu padre por
oro al Rey de Egipto. ¿Cuándo será liberado de Egipto?’. Todas las tierras y todos los
Suteos también me dijeron, ‘Aziru nunca dejará Egipto.’9

Los grandes reyes se enfrentaron en batallas –pero esto era raro, como veremos
después– y posiblemente pudieron haber hablado luego. Pero no sabemos de tales
encuentros. Hasta donde sabemos, las guerras en el Mediterráneo oriental del Bronce Tardío
no involucraban los duelos heroicos que Homero describió tan vívidamente. En la batalla de
Qadesh, por ejemplo, tanto Ramsés II como Muwatalli lideraron sus ejércitos en persona.
Ramsés describió el evento como su victoria privada y exclamó que su oponente era
demasiado cobarde como para enfrentarlo en un combate a solas. Y cuando los hititas
demandaron la paz, de acuerdo con Ramsés, Muwatalli no fue por sí mismo, sino que envió
una carta a través de emisarios.
Las interacciones pacíficas entre los reyes eran más importantes, y las líneas de
comunicación debían permanecer abiertas. Esto no era siempre sencillo debido a las distancias
involucradas. Todos los grandes reyes utilizaban mensajeros y embajadores para transmitir
información. Estos podían ser profesionales que eran conocidos en cortes extranjeras. Egipto y
Mittanni parecen haber confiado durante mucho tiempo en los mismos dos mensajeros en sus
interacciones, llamados Keliya y Mane. Los mercaderes ocasionalmente se desdoblaban
también como emisarios. Todos los mensajeros llevaban tablillas cuneiformes que contenían la
correspondencia real, que no necesariamente tenían permitido leer, y casi ciertamente daban
mensajes orales además de los escritos. Eran tratados con respeto, pero necesitaban el
permiso de sus anfitriones para regresar. A veces eran detenidos por períodos [108] extendidos
de tiempo como rehenes; en una carta el rey babilonio se quejaba con Egipto respecto de que
su hombre fue retrasado durante seis años.
El viaje era muy lento. Los mensajeros terrestres viajaban en carros o con caravanas
que utilizaban mulas para llevar los bienes. Un mensajero rápido podía cubrir de 30 a 35
kilómetros por día, uno lento la mitad de esta distancia. Esto causaba grandes retrasos
temporales en la comunicación. El rápido viaje desde Amarna hacia la capital mittanni de
Washshukkanni duraba un mes, hacia Hattusa o Babilonia un mes y medio. A veces parte de
los viajes podía hacerse en bote, pero eso también era muy lento. Además, el viaje por mar
estaba restringido estacionalmente. De acuerdo con Braudel ‘hasta el final del siglo XVIII (d.C.)
los navegantes del Levante se embarcaron solo entre las fiestas de San Jorge (5 de Mayo) y

9 Knudtzon 1907: 674, luego traducción de Moran 1992: 256 (carta 169).
San Dmitri (26 de Octubre).’10 En el segundo milenio a.C., con menos avances tecnológicos en
navegación, la temporada no podría haber durado más. Las rutas terrestres cruzando las
montañas hacia Anatolia eran nevadas durante el invierno, aislando a los hititas del resto de la
región.
Los viajes no eran seguros tampoco. Los emisarios oficiales recibían pasaportes
preguntando a los reyes cuyos estados atravesaron por un paso seguro. Uno de ellos es
preservado en el archivo de Amarna, y declara:

A los reyes de Canaán, sirvientes de mi hermano, así dice el rey (de Mittanni): ‘Envié a
mi mensajero Akiya al Rey de Egipto, mi hermano, en apuros. ¡No dejes que nadie lo
retenga! Házlo entrar a Egipto con seguridad y acércalo al comandante de la fortaleza
de Egipto. Déjalo ir inmediatamente. No lleva ningún regalo con él. 11

Pero muchas áreas no estaban completamente bajo el control estatal, y los nómadas y
bandidos (ver capítulo 3) planteaban peligros. Cuando el hitita Hattusili III no recibió mensajeros
de Babilonia, él se aventuró en la posible explicación de que los Ahlamu habían imposibilitado
el viaje. También los mares podían ser inseguros. Aunque los eventos descriptos en la historia
egipcia de Wenamun derivan del período brevemente posterior a la caída del sistema del
Mediterráneo oriental, ilustran qué tan real el peligro podía ser. En esta historia, el emisario
oficial del templo de Amón en Tebas sufrió varios percances severos viajando hacia Biblos en
el Líbano. En el camino fue robado en un puerto cananeo, y en su regreso su bote perdió el
rumbo hacia la costa de Chipre, donde la población local lo atacó y amenazó su vida.
A pesar de estos desafíos, las relaciones internacionales eran regulares y una
importante característica del Mediterráneo oriental del Bronce Tardío y todas están bien
documentadas. Para el estudio de intercambios diplomáticos podemos confiar en varios
archivos de cartas. Todas las cortes tenían escribas para escribir la correspondencia de sus
amos a otros reyes, tanto a sus iguales como a aquellos que estaban en un mayor [109] o
menor estatus. Utilizaban principalmente la lengua babilonia para hacerlo y enviaban cartas
escritas en escritura cuneiforme en tablillas de arcilla. Los restos de algunos archivos
diplomáticos están preservados. El más prominente es llamado el archivo de Amarna, a

10 Braudel 1972: 248.

11 Knudtzon 1907: 268-70, luego traducción de Moran 1992: 100 (carta 30).
Figura 5.1 Reverso de la carta de Amarna del rey mitannio Tushratta a Amenhotep III de Egipto informándole que la
diosa Ishtar de Nineveh desea visitar Egipto (ver Capítulo 8). Debajo del texto cuneiforme en babilonio están escritas
algunas líneas en tinta en egipcio hierático. No son totalmente claras, pero parecen decir: ‘Año 36, cuarto mes de
invierno, día 1. Uno (el rey) estaba en la villa del sur (de) la Casa de Regocijo.’ Ver Moran 1992: 62. Photo: © British
Museum/HIP/Art Resource, NY

partir del nombre moderno de la efímera capital de Akenatón, Akhetaten. En ella aparecieron
cartas de los últimos años del rey egipcio Amenhotep III y del reinado completo de Akenatón.
Las últimas cartas podrían datar del primer año de Tut’ankhamun, después del cual la ciudad
fue abandonada. Las cartas tempranas fueron llevadas a la ciudad en su fundación, y cuando
la administración se retiró probablemente se llevó cierta cantidad de cartas. Lo que queda son
objetos descartados. Desde otros archivos diplomáticos es claro que [110] las cancillerias no
conservaban las cartas por mucho tiempo y consideraban que habían perdido su valor después
de algunos años. El archivo de Amarna cubre un período de al menos 30 años, desde
alrededor del 1360 al 1330, pero quizás un poco más de 15 años. Incluye alrededor de 40
cartas entre el Faraón y otros grandes reyes y unas 310 piezas de correspondencia con
clientes siro-palestinos involucrando al rey de Egipto o sus oficiales. Solo cuatro cartas no
fueron escritas en babilonio: el asirio y el hurrita se utilizó respectivamente en dos cartas, y dos
cartas en hitita.
Los archivos de la capital hitita de Hattusa muestran que la correspondencia
diplomática continuó a lo largo del Bronce Tardío. Hasta ahora, unas 120 cartas desde y hacia
la corte hitita son conocidas, la mayoría en un estado fragmentado. Datan de finales del siglo
XIV a finales del siglo XIII, pero la gran mayoría es de los reinados de Hattusili III y Tudhaliya
IV, esto es, 1267-1209. El mayor grupo coherente –una docena de cartas- consiste en la
correspondencia entre las casas reales de Hattusili III y Ramsés II. Otra correspondencia
incluye reyes y oficiales de Asiria, Babilonia, Alashiya, y clientes hititas, cada uno enviando o
recibiendo varias cartas.
Los archivos de Akhetaten y Hattusa pertenecían a cortes de grandes reyes. Es cierto
que existieron similares a lo largo de la totalidad del período y en otras grandes cortes. En Dur-
Kurigalzu una sola carta de los hititas a la reina babilonia fue desenterrada, y con suerte más
archivos resurgirán en el futuro. Los reyes menores también tenían que comunicarse entre ellos
y con sus amos, y descubrimientos arqueológicos en sitios siro-palestinos muestran que
también tenían escribas especializados para hacerlo. La mayoría de las veces se ha
descubierto un número limitado de tablillas en ciudades como Kumidu y Gezer, pero el archivo
de Amarna contiene alrededor de 290 cartas de ciudades a lo largo del norte de Siria al sur de
Palestina. Solo en la ciudad portuaria de Ugarit los arqueólogos encontraron un número
sustancial de cartas en el palacio y en casas de oficiales cercanas. Unas 350 cartas y
fragmentos fueron encontrados, de los cuales unos 200 fueron publicadas hasta ahora. Ellos
contienen la mayoría de las misivas que los reyes, reinas, y altos oficiales de la corte de Ugarit
intercambiaban con otros países, como Alashiya, Asiria, y Egipto. La mayoría de las cartas
involucra al rey hitita en Hattusa o a través de su virrey sirio en Carchemish. Aunque se
preservan algunas copias de cartas tempranas, la mayor parte de ellas data de los últimos 40
años de la existencia de Ugarit.
Las cartas entre reyes no tenían una fuerza vinculante legal, y para formalizar las
relaciones los reyes llevaban adelante tratados. Pocos de ellos fueron preservados, al menos
tres de los archivos de Hattusa. Las excepciones son dos tratados de Alalakh en la parte
temprana del período y un solo tratado de Egipto bajo Ramsés II, que involucra a los hititas.
Existieron muchos más tratados [111], como indican las referencias en otros textos. Los
tratados preservados son todos entre dos reyes, no entre dos estados. Cuando un nuevo
hombre ascendía al trono tenían que ser renovados, y para algunos estados como Hatti y
Amurru una secuencia de tratados es preservada: entre Suppiluliuma y Aziru, Mursili II y Tuppi-
Teshub, Hattusili III y Benteshina, y Tudhaliya IV y Shaushgamuwa. Como en las cartas, había
una gran diferencia en el estilo y el lenguaje de los tratados entre los iguales y aquellos entre
un señor y sus clientes. Aquellos entre iguales contenían cláusulas paralelas para ambas
partes, mientras aquellos entre un señor y su cliente se enfocaban en las responsabilidades del
compañero de menor rango.
Las cartas y los tratados son los registros más explícitos de relaciones internacionales
pacíficas. El registro arqueológico confirma la imagen de conexiones cercanas cuando objetos
extranjeros aparecen en las excavaciones. Algunos estudiosos han interpretado la presencia de
sellos cilíndricos babilónicos en la Tebas griega (ver p. 179), por ejemplo, como resultado de
los contactos diplomáticos. Sin embargo, otras explicaciones para su presencia son posibles.
Los sellos podrían haber sido curiosidades recogidas a través de relaciones pacíficas de
intercambio, parte del tributo impuesto sobre poblaciones conquistadas, o botines acumulados
durante una campaña. De hecho, no todos los contactos entre los estados del Mediterráneo
oriental fueron pacíficos: la guerra era común a lo largo del período y una importante manera
en la que los estados interactuaban. La naturaleza de todas estas relaciones, pacíficas o no,
era determinada por el estatus de los estados. En el siguiente apartado lo discutiré con mayor
detalle, de acuerdo a si se involucraba a dos iguales o a un señor y a un servidor.

Amos y Sirvientes

Los grandes estados del Mediterráneo oriental alcanzaban su estatus porque eran
capaces de afirmar su autoridad sobre los demás. Eran amos cuyos sirvientes se arrastraban a
sus pies, al menos retóricamente. Las cartas se referían a ellos con afirmaciones como esta:

Mensaje de Abdi-Ashirta, tu sirviente, la tierra debajo de tus pies. Caeré a los pies del
rey mi señor siete y siete veces. Mire, soy un sirviente del rey y un perro de esta casa.
Guardo a todos los Amurru para el rey, mi señor.12

Para todos los grandes estados esto era una nueva experiencia. Más temprano en la
historia, los centros de poder ejercieron control sobre otros, pero nunca tan consistente y
extensivamente como en el Bronce Tardío. Especialmente los pequeños reinos [112] de Siria-
Palestina, ubicados entre los grandes estados de Egipto, Mittani, Hatti y Alashiya, fueron
forzados a obedecer a uno o a otro de estos vecinos, pero otros territorios también sufrieron por
los objetivos expansionistas. Egipto anexó Nubia, Hatti controló en algunas oportunidades
Anatolia occidental, Asiria absorbió el territorio mittannio cuando el estado colapsó, Babilonia
reinó sobre la isla de Bahrain, y otros casos indocumentados deben haber existido también.

12 Knudtzon 1907: 346, luego traducción de Moran 1992: 130-1 (carta 60).
Estas adquisiciones territoriales eran el resultado de campañas militares, y podemos
describir de forma detalla acontecimientos de cómo grandes estados como Egipto subyugaron
a sus vecinos. Tal histoire événementielle (‘historia de los acontecimientos’) no es mi enfoque
aquí (algo de ella aparece en el capítulo 2). La habilidad de los grandes estados para tomar
acciones militares para hacer cumplir sus demandas era una herramienta diplomática en las
relaciones con los estados menores, quienes nunca podrían reunir suficientes recursos para
contrarrestar ejércitos poderosos. Los estados pequeños resistieron, sin embargo, y los
grandes reyes guerreros hicieron un gran esfuerzo para derrotarlos. Tutmosis III, por ejemplo,
describe la longevidad de su batalla contra los sirios cerca de Megiddo, lo que revela sus
habilidades militares pero también la tenacidad de la oposición. El afán de los pequeños
estados
por deshacerse del control de sus grandes vecinos podría indicar que la ocupación no fue
benigna, cualquiera haya sido la forma que tomó.
En la administración de territorios dependientes los grandes estados demostraban
flexibilidad y disponibilidad para adaptarse a las circunstancias locales. Los estudios
antropológicos del imperialismo tienden a proponer modelos que abordan las diferentes
relaciones entre gobernantes y gobernados, y uno de estos modelos emplea los términos de
control territorial y hegemónico. Sugiere dos extremos en una escala de preparativos: en uno
las regiones finalmente conquistadas eran anexadas como provincias (control territorial),
mientras en el otro había gobernantes locales que se convirtieron en clientes (control
hegemónico). Situaciones híbridas subyacen en el medio. En el Mediterráneo oriental del
Bronce Tardío la totalidad del rango de interacciones existía y la situación podría ajustarse
siempre que fuese necesario.
Egipto provee la más extensa evidencia de cómo un gran estado gobernaba los
territorios conquistados. Su historia también muestra qué tan flexible era tal actitud estatal y
cómo se adaptaba a las circunstancias locales y a la cambiante situación internacional. En
ningún otro período de la historia del Egipto antiguo su extensión territorial fue tan enorme
como en los años entre el 1500 hasta el 1150. Las campañas incesantes de los reyes
tempranos de la XVIII dinastía llevaron a una influencia directa e indirecta sobre regiones 1,000
kilómetros al sur de la frontera tradicional de la primera catarata y unos 900 kilómetros al norte
de la frontera con Asia. Con los siglos otros poderes desafiaron este dominio y Egipto tuvo que
ceder territorio especialmente en Asia, pero permaneció como el estado de mayor alcance del
período. Sus interacciones con las regiones conquistadas muestran el control tanto territorial
como hegemónico.
[114] Cuando Egipto conquistó Nubia eliminó el único estado de ese lugar, el Reino de Kerma
que había alcanzado su extensión total durante el Segundo Período Intermedio (ca. 1640-
1539). Por consiguiente, ya no existía una estructura de poder que los egipcios pudieran utilizar
para gobernar la región, y tuvieron que construir su propio sistema. Por lo tanto, los egipcios
apuntaron a anexar el territorio nubio al menos hasta la tercera catarata, incluyendo dos
regiones que llamaron Wawat (entre la primera y la segunda catarata) y Kush (entre la segunda
y la cuarta catarata). Un virrey gobernaba directamente la región a favor del rey a través de una
administración en paralelo a la de Egipto en sí misma. Las dos regiones de su dominio, Wawat
y Kush, tenían cada una un vicegobernador como en las subdivisiones tradicionales egipcias,
esto es, Alto y Bajo Egipto. En algún momento en la decimoctava dinastía el reino del virrey
llegó a incluir la parte más al sur del Alto Egipto, y bajo Tutmosis IV recibió el título de ‘hijo del
rey de Kush’ para mostrar su estatus especial. El titular del cargo era de sangre no-real,
usualmente un miembro de la burocracia o milicia egipcia. En Nubia su administración se
centraba en ciudades recientemente construidas alrededor de templos egipcios en imitación de
las ciudades de los templos en casa. Los egipcios establecieron fortalezas a lo largo de la Baja
Nubia que estaban claramente delimitando su entorno y fueron habitadas por nuevos colonos
que eran predominantemente egipcios. Estas personas estaban a cargo de todos los asuntos
estatales, pero contaban con la asistencia de las personas locales a las que le enseñaron a
comportarse como egipcios. No existía ningún respeto por la cultura indígena, y los restos
arqueológicos muestran un cambio de estilos locales a estilos egipcios, por ejemplo en los
enterramientos.
Mapa 5.1. Territorios extranjeros de Egipto

Río arriba, entre la tercera y la quinta catarata, el control egipcio era menos directo.
Fundaron solo unas pocas ciudades amuralladas en ubicaciones estratégicas. Mantuvieron a
los gobernantes locales en el poder haciéndolos responsables de la administración egipcia que
estaba en manos de los ‘Supervisores de las Tierras del Sur’. Para reforzar su control sobre las
élites nubias los egipcios llevaron hijos de familias prominentes a Egipto donde les dieron una
educación egipcia antes de enviarlos de regreso a casa.
La presencia egipcia en Nubia fue inspirada en parte por el deseo de bienes de lujo. A
través de intermediarios locales adquirían bienes como incienso, pieles de pantera, colmillos de
marfil, y también esclavos de más al sur en África. En el área de montañas escarpadas al este
del Valle del Nilo, Egipto buscó oro, que se extrae en grandes cantidades (ver capítulo 7). El
control del Valle del Nilo garantizaba transporte seguro, pero los asentamientos allí también
suponían el desarrollo agrícola. En la Alta Nubia los egipcios parecen haber extendido las
tierras de cultivo, que fueron restrictas en cantidad, y alentaron el pastoreo de ganado. No solo
extrajeron materias primas de Nubia, sino que también desarrollaron un sector de
manufacturación para proveer bienes [115] para un mercado egipcianizado. Los artesanos
nubios cambiaron su producción hacia el estilo egipcio. Algunos estudiosos han relacionado la
actitud egipcia hacia Nubia con una economía de plantación donde los locales eran forzados a
producir solamente para un cliente ausente. Esto puede ser un juicio demasiado duro, sin
embargo, los egipcios mayormente veían a Nubia como habitada por personas inferiores que
no tenían nada para contribuir excepto bienes y trabajo.
La actitud egipcia hacia el área de Siria-Palestina difería fundamentalmente de la
actitud hacia Nubia y muestra más cambios con el tiempo mientras otros grandes poderes
impugnaron la influencia egipcia sobre la región. Siria-Palestina fue el hogar de ciudades-
estado bien establecidas bajo el reinado de reyes locales por muchos siglos antes de la
conquista, y los egipcios no destruyeron esa estructura. En consecuencia, Egipto al principio
desarrolló un sistema de control hegemónico sobre la región que está bien documentado en el
archivo de Amarna. La correspondencia con clientes siro-palestinos muestra que Egipto
controlaba firmemente una estrecha banda de territorio a lo largo de la costa, de algunos 50
kilómetros, y que tenía influencia más allá de esa área. Los reyes locales de las ciudades-
estado eran servidores del rey egipcio, quien los llamaba ‘intendentes’. Eran forzados a pagar
impuestos, que emisarios egipcios recolectaban anualmente. Tres ciudades funcionaron como
centros administrativos egipcios: Gaza en la costa de Palestina, Kumidi tierra adentro en el sur
del Líbano, y Sumur en la costa libanesa norte. La ocupación militar fue liviana y una guarnición
de solo diez soldados, por ejemplo, mantuvo el control de Egipto sobre Jerusalén. Los reyes
locales eran dejados para ocuparse de sus propios intereses, y parecen haber tenido más
problemas entre ellos que con Egipto. Especialmente en el norte, la lealtad a Egipto era débil.
Como vemos en el comienzo de este capítulo, Aziru, el rey de Amurru, estaba en negociación
con los hititas para cambiar su lealtad hacia él y presionó sobre sus vecinos para hacer lo
mismo. El rey de Biblos en particular se quejó vociferantemente con su amo egipcio sobre las
amenazas de Amurru, pero no recibió asistencia militar.
Los egipcios utilizaban a las élites locales para proporcionar impuestos y accesos a
bienes, pero no las forzaban a adoptar las costumbres y el comportamiento egipcio. Por el
contrario, Egipto utilizaba un lenguaje extranjero para comunicarse con ellas (escrituras
babilónicas en tablillas de arcilla en cuneiforme), y adoptaron algunas deidades sirias en su
panteón, así como otros elementos culturales (ver capítulo 8). Aunque en las representaciones
públicas los sirios y los nubios eran siempre descriptos en paralelo como enemigos
tradicionales del estado que diferían únicamente en su apariencia física, la actitud egipcia hacia
los sirios y su cultura era mucho más respetuosa que hacia los nubios.
Alrededor del 1350, entonces, Egipto utilizó tanto el control hegemónico como el
territorial sobre sus dominios extranjeros. En el sur había anexado mucho de Nubia, [116]
gobernando directamente, mientras en el norte se prefirió un sistema de clientes estatales
administrado por los gobernantes locales en favor de Egipto. La situación política internacional
en Siria-Palestina era mucho más volátil que en el sur. En el norte Egipto confrontó a otras
grandes potencias, y esto necesitó un acercamiento más flexible para gobernar la región.
Mientras Egipto fue la potencia militar dominante allí hasta alrededor del 1350, la expansión
hitita bajo Suppiluliuma I (quien gobernó desde 1350-1322) presentó un serio desafío a aquella
dominación. Como mencioné tempranamente en este capítulo, los reinos como Amurru
sostuvieron alianzas con Hatti, y la influencia egipcia en la región disminuyó. Los primeros
reyes de la XIX dinastía, especialmente Seti I (quien gobernó desde 1290-1279) y Ramsés II
(quien gobernó desde 1279-1213) reestablecieron la credibilidad militar egipcia, pero su
influencia en el norte de Siria permaneció limitada. La presencia hitita parece haber causado un
cambio en el acercamiento gubernamental egipcio en el sur de Siria y Palestina. En lugar de
confiar en los sistemas administrativos locales, Egipto ahora impuso un control directo bajo sus
propios oficiales. Estos oficiales vivían en residencias y guarniciones especialmente
construidas por este propósito y llevaban bienes de su tierra natal para continuar con una vida
similar a la de Egipto. Al
mismo tiempo los locales adoptaron cada vez más el comportamiento egipcio. El sur de Siria-
Palestina se convirtió así en un territorio anexado, aunque menos a fondo que Nubia.
La región siro-palestina era rica y proveyó de muchos recursos a Egipto. Por ejemplo,
el Desierto de Sinaí contenía minas de minerales que incluían ricos depósitos de cobre,
mientras los bosques de las montañas libanesas suministraban una excelente madera que era
completamente ausente en Egipto. Ciertos productos agrícolas de Siria, como vino, eran de
gran demanda. Además, la producción artesanal siro-palestina era de mayor calidad,
incluyendo bienes de lujo, como paños morados, metalurgia, y muebles (ver capítulo 7).
Las otras grandes potencias adoptaron una actitud tan flexible hacia los territorios
conquistados como Egipto, pero la evidencia de sus políticas es mucho más escasa. El ideal en
todos lados parece haber sido mantener los costos bajos tanto como sea posible, lo que
usualmente significaba que las grandes potencias dejaban a las estructuras locales en su lugar,
sujetándolas a su supervisión mediante tratados de clientelismo. Los estados mitannio y
micénico –muy poco conocidos en este sentido- podrían haber confiado enteramente en el
clientelismo local. Hatti, la fuente de la mayoría de los tratados que sobrevivieron, usualmente
vinculaban gobernantes menores a su rey, pero colocaban a príncipes hititas en el trono de
ubicaciones estratégicas. El rey Suppiluliuma hizo esto en las ciudades del norte de Siria,
Carchemish que controlaba el cruce del Éufrates, y Aleppo, ubicada estratégicamente en la ruta
comercial que iba de este-oeste. Estos hombres crearon sus propias dinastías aquí, sin
embargo, convirtiéndose más en clientes que en oficiales. Asiria, una de las últimas potencias
en expandirse, hizo una distinción entre dos tipos de territorio. Anexó las regiones cercanas
[117] a su núcleo y las gobernó directamente a través de oficiales que vivían en asentamientos
asirios con poco acceso por parte de las poblaciones locales. Las personas en estas provincias
tenían todos los derechos y las responsabilidades de los asirios, y desde finales del siglo XII
esas áreas fueron designadas como ‘la tierra de Assur.’ Más alejados, los territorios
conquistados eran gobernados por los clientes locales, y las áreas eran designadas como bajo
‘el yugo de Assur’. Los asirios mantuvieron el control sobre la primera zona a través de
asentamientos ubicados estratégicamente, ocasionalmente reconstruyendo ciudades existentes
en un estilo asirio.
Los lazos de los reyes clientes con sus amos eran paralelos a los de los miembros
menores de la familia con los jefes de la familia. Las conexiones personales eran muy
importantes y eran regularmente fortalecidas a través de matrimonios diplomáticos. Numerosas
princesas de clientes estatales terminaron como esposas menores en las cortes de los grandes
reyes. Especialmente, los faraones egipcios reunían tantas esposas extranjeras que algunos
estudiosos los han acusado de hipergamia. Tutmosis III, por ejemplo, hizo una lista de
princesas entre los tributos que recolectó en Siria. Estas mujeres proveían una reputación
especial a la virilidad del gran rey, pero también servían como rehenes. Un cliente rebelde
podía temer por la vida de su hermana o de su hija. En este sentido la práctica hitita
mencionada en el tratado traducido al comienzo de este capítulo es inusual y algo
sorprendente. Los grandes reyes de Hatti regularmente desposaban hermanas o hijas con los
clientes gobernantes. Sabemos que Suppiluliuma cedió a dos hijas y a una hermana en
matrimonio con reyes menores. El tratado de Tudhaliya menciona que la hermana de Muwatalli
desposó a Masturi, un rey menor de la tierra del Río Seha, y que la propia hermana de
Tudhaliya desposó a Shaushgamuwa de Amurru. Esta es la única evidencia de tal
comportamiento por parte de los grandes reyes,13 y presenta un sorprendente alejamiento de la
práctica común. Esto posiblemente puso a las princesas hititas en situaciones peligrosas –
aunque no se menciona el destino de la esposa cuando Masturi se rebeló- y podría indicar un
enfoque especial en los lazos personales en las relaciones extranjeras hititas.
Un sistema paralelo destinado a vincular a hombres de los territorios dependientes con
las grandes cortes consistió en educar príncipes en el palacio del gran rey. Los jóvenes eran
criados de acuerdo a los ideales y a las cosmovisiones de las grandes cortes. Al terminar su
educación eran enviados de regreso a casa para gobernar a favor de los grandes gobernantes,
y ocasionalmente mostraban muy poco compromiso para con las costumbres o personas
indígenas. La tumba de Hakenefer, príncipe de Miam cerca de la segunda catarata en Nubia,
muestra muy bien este proceso de aculturación. El príncipe, quien utiliza un nombre egipcio en
lugar de uno nubio, fue enterrado totalmente en el estilo egipcio. Las inscripciones jeroglíficas
en su tumba lo llaman un sirviente del faraón y un ‘niño de la guardería’, esto es, alguna vez de
la corte real. Pero en los ojos de los egipcios era nubio y distintivo. Su imagen aparece también
en la tumba del virrey de Nubia, [119] Huy, excavada en la Tebas egipcia, donde la vestimenta
y el color de la piel identifican inconfundiblemente a Hekanefer como un hombre nubio.
La expansión territorial sirvió a varios objetivos de las grandes potencias. Hasta cierto
punto estaban a la defensiva porque proporcionaban un amortiguador con enemigos
potenciales. Esto era especialmente cierto en Siria-Palestina, que estaba ubicada entre

13La sugerencia de que una princesa egipcia se casó con el rey de Ugarit, solamente se basa en la
aparición de un vaso con una inscripción jeroglífica, el llamado ‘vaso del matrimonio’ (Desroches-
Noblecourt 1956), que está desaparecido (Rölling 1974).
Figura 5.2 Las dos identidades de Hekanefer. Hekanefer, príncipe de Miam fue representado dos veces en tumbas
egipcias. En la tumba tebana de Huy, virrey de Kush en el reinado de Tut’ankhamun (imagen superior), aparece con
otros clientes gobernantes representados como típicos nubios, con vestimentas nubias y plumas en su cabeza y con
las características físicas que los egipcios utilizaban para mostrar a los hombres nubios. Su estatus de sujeto es
indicado por el hecho de que se postra. El texto detrás de su espalda dice: ‘Hekanefer, el príncipe de Miam.’ La
imagen inferior proviene de su propia tumba excavada en el cementerio de Toshka cerca de Abu Simbel en Nubia.
Aunque desafortunadamente está muy dañada, aún podemos reconocer que es representado como un hombre
egipcio allí. El texto que acompaña la imagen, dice: ‘Alabando a (el dios) Osiris y besando el suelo para Wennefer
(=Osiris) por el príncipe de Miam, rey hacedor de sandalias, niño de la guardería, Hekanefer.’ (después de Davies
1926: pl. XXVII [superior] y Simpson 1963: fig.7[inferior])
varios grandes estados. Las luchas entre Egipto y Mitanni y Egipto y Hatti no involucraron
invasiones a los núcleos de estos estados, sino solo a sus dependientes. De manera similar,
las regiones periféricas del Mediterráneo oriental eran hogar de muchas fuerzas hostiles, y era
mejor tener clientes gobernantes que lidiaran con ellos que sufrir sus ataques directamente.
Los anexos y las expansiones tenían también beneficios económicos. Las mismas
conquistas traían consigo botines que podían ser enormes y que eran mostrados como signos
de gloria en las inscripciones y descripciones oficiales (ver capítulo 4). Sin embargo, esos eran
eventos únicos, y los grandes estados tenían como objetivo generar un flujo constante de
ingresos. En muchos casos reestructuraban las economías locales para su propio beneficio. La
producción agrícola parece haber sido la mayor preocupación. Los hititas y los asirios vieron al
norte de Siria como un granero, y los egipcios desarrollaron la agricultura de la Alta Nubia.
Muchas de las regiones conquistadas tenían materias primas y minerales que eran de gran
interés o controlaban rutas de intercambio que los llevaban desde fuentes más alejadas. Los
egipcios adquirieron ricas minas de oro en Nubia y bosques con madera de alta calidad en el
Líbano. Los hititas y los asirios encontraron minerales en Anatolia oriental. Expandiéndose
hacia el Golfo Pérsico, los babilonios ganaron acceso a rutas de intercambio marítimas,
mientras que los egipcios obtenían productos exóticos subsaharianos y del este de África a
través de sus territorios en la Alta Nubia. Los bienes manufacturados eran también
demandados a gran escala. Siria-Palestina era especialmente famosa por sus productos
artesanales de lujo. Todos estos bienes, procesados y sin procesar, entraban regularmente
como tributo o porque los grandes gobernantes comisionaron su producción. No parece haber
habido renuencia a desangrar a los territorios conquistados: las grandes cortes necesitaban
estos activos para salvaguardar su estatus y para su propio placer. Algunos estudiosos
modernos tienden a enfatizar los aspectos positivos de las ocupaciones, señalando que los
grandes estados invirtieron en las regiones, pero me parece que esos esfuerzos fueron
principalmente para el beneficio de los ocupantes.

Entre Iguales

La clasificación en dos niveles de grandes y pequeños estados garantizaba que nadie


estuviera solo en la jerarquía, ya sea como un único superpoder o como el de [120] menor
rango. Todos los estados y sus gobernantes tenían que lidiar con iguales.
Especialmente para un gran gobernante de la época esto presentaba un dilema. La
justificación de su reinado se basaba en la idea de que él solo proveía el orden en un
universo que estaba centrado en su reino. Era supremo no solo entre su propia gente, sino
también en el mundo entero, donde su país se destacó como un faro de orden y prosperidad,
que él proporcionó. En casa, un rey como Ramsés II era único entre todos los humanos –un
dios de forma humana- pero intencionalmente negoció con el hitita Hattusili III en términos de
equidad. Esta contradicción podría no estar resuelta, y la naturaleza de la presentación del rey
dependía de su audiencia. Para su propia gente y sus clientes era único y todopoderoso; para
sus colegas era un igual, un hermano.
Nuestra mejor fuente de información sobre las relaciones internacionales, el archivo de
Amarna, contiene alrededor de 40 piezas de correspondencia entre el rey egipcio y sus iguales,
quienes en esa época eran los gobernantes de Babilonia, Mittanni, Alashiya, Hatti, y Arzawa, y
con Asiria intentando unirse al club. El contenido de las cartas ilumina cómo estos reyes
mantuvieron sus estatus y buenas relaciones. Se deseaban entre ellos bienestar y se enviaban
invitaciones políticas a celebraciones especiales y similares. Más importante para ellos, sin
embargo, era la discusión del intercambio de bienes. Las cartas de los grandes gobernantes no
contienen virtualmente menciones sobre asuntos políticos y no abordan en ningún momento la
paz y la guerra. En cambio, los obsequios mutuos eran el principal tema de conversación, y
muchas cartas refieren al intercambio de mujeres para matrimonio.
Al leer las cartas de Amarna entre iguales uno puede sorprenderse por su tono. Los
corresponsales se quejaban constantemente de que el rey de Egipto no les daba suficiente
oro y que el oro que había enviado era de calidad inferior. ‘Me enviaste como obsequios de
saludo –los únicos en seis años- 30 libras de oro que parecían plata’ 14 denunciaba
Kadashman-Enlil de Babilonia. Su sucesor Burnaburiash escribió: ‘Las veinte libras de oro que
envió aquí no estaban en su totalidad. Cuando la colocaron sobre el horno, ni siquiera cinco
libras de oro aparecieron.’15 El asirio Assur-uballit se quejaba: ‘¿Es un regalo de un gran rey?
El oro en tu país es como el polvo; uno simplemente lo recoge. ¿Por qué debe permanecer a
tu vista?16’, una crítica que escuchamos en las cartas de Mittanni también. 17 El rey de Mittanni
incluso le escribió a la madre de Akenatón para quejarse de la tacañería de su hijo. Los
sentimientos expresados eran probablemente genuinos ya que todo el mundo quería tanto oro
como fuera posible, pero el contexto de estas misiones era mucho más importante y
abarcativo. Los grandes reyes de la época condujeron un elaborado intercambio de obsequios
preciosos entre ellos, donde cada uno contribuía con algo que los otros querían, pero no
podían obtener fácilmente. Entre otras cosas, Egipto tenía oro, Babilonia lapislázuli, [121]
Alashiya cobre, Mittanni piedras semi-preciosas, y Hatti una delicada metalurgia. Excepto por

14 Knudtzon 1907: 70, luego traducción de Moran 1992: 7 (carta 3).

15 Knudtzon 1907: 92, luego traducción de Moran 1992: 19 (carta 10).

16 Knudtzon 1907: 128, luego traducción de Moran 1992: 39 (carta 16).

17 E.g., Moran 1992: 44 (carta 19).


el oro egipcio estos no eran monopolios, pero los bienes eran tan valorados que hasta a los
reyes les gustaba recibirlos como presentes. Había así un simple valor material sobre estos
intercambios; estos facilitaban la circulación de bienes en la región.
Los intercambios también tuvieron valores más tangibles. Dentro de cada sociedad
solo el rey y sus favoritos se beneficiaban de ellos. Dado que los bienes preciosos ingresaban a
la sociedad como obsequios para el rey, él decidía quién más tenía acceso a ellos. Solo las
personas que recibían estos extraños objetos de él podían lucir su estatus especial y su
relación privilegiada con él mediante ellos. A nivel internacional los intercambios de obsequios
fortalecían los lazos entre los grandes gobernantes. Un colega podía ser irritante, pero como
solo él podía proveer un objeto deseado, era mejor estar en contacto con él. Normalmente los
obsequios no se retribuian de inmediato, por lo que creaban una obligación, una deuda. Las
cartas de Amarna proveen perfectos ejemplos de la importancia del intercambio de obsequios
en las relaciones sociales, el cual antropólogos, como Marcel Mauss, han analizado. Debido a
que había una ideología de que estos eran simplemente obsequios amistosos, su carácter
comercial era ocasionalmente oscurecido a propósito. Algunos de los objetos parecen no ser
esenciales desde un punto de vista comercial. Por ejemplo, los presentes babilonios en Egipto
incluían oro y ébano, dos productos que eran importados desde ese país. El propósito no era
darle al rey egipcio algo que ya hubiera en abundancia, sino inspirarlo para enviar grandes
cantidades de regreso.
Los intercambios involucraban no solo bienes sino también personas. Especialistas
como los adivinos, los médicos, y los artesanos podían ser enviados para ayudar a un colega
que lo necesitase (ver capítulo 8). Se prestó más atención en las cartas de Amarna y en otra
correspondencia internacional al intercambio de mujeres, es decir, los matrimonios diplomáticos
entre las grandes casas reales. Estos tenían propósitos similares a los de los matrimonios con
princesas de estados clientes: en algunos aspectos las mujeres eran rehenes en las cortes de
sus esposos. Algunas veces su destino era un asunto importante. El rey babilonio Kadashman-
Enlil se preguntaba si su hermana seguía viva en Egipto, y su colega Amenhotep III replicó que
nunca había enviado a nadie lo suficientemente familiarizado con ella como para comprobarlo.
Estos matrimonios también involucraban trasferencias de enormes cantidades de riquezas. La
correspondencia de Amarna contiene un número de muchos inventarios de objetos lujosos que
parecen haberse enviado en el contexto matrimonial.
Naturalmente estas uniones creaban lazos especiales entre las casas reales que
podían ser importantes en intereses futuros. Las esposas podían influenciar a sus esposos a
ser amables con sus países de origen, y los hijos de las [122] uniones eran miembros de
ambas familias. Esto podía llevar a situaciones difíciles. Burnaburiash II de Babilonia (quien
reinó desde 1359-1333) se casó con la princesa asiria Muballitat-sherua, hija de Assur-uballit.
Cuando él falleció su hijo Kara-hardash ascendió al trono, pero los babilonios lo asesinaron.
Assur-uballit no pudo tolerar el asesinato de su nieto, invadió Babilonia para castigar a los
rebeldes, y probablemente ubicó a otro de sus nietos en el trono.
Como los grandes reyes eran iguales, el intercambio de mujeres debería haber sido
totalmente recíproco, pero ese no fue el caso. Para el gran disgusto de los demás, los egipcios
se negaron a enviar princesas al extranjero, argumentando, ‘desde tiempos inmemoriales
ninguna hija del rey de Egipto es dada a nadie.’ El rey babilonio citó esta declaración egipcia
mientras señalaba cuán injustificada era cuando había enviado con facilidad a su hija y era el
‘hermano’ del faraón. Su deseo por una mujer egipcia y por el prestigio que ella le daría era tan
grande que hasta sugirió una táctica:

Hijas adultas, hermosas mujeres, deben existir. Envíame una mujer hermosa como si
fuera tu hija. Quién diría, ‘¡Ella no es la hija de un rey!’ 18

Sin embargo, los egipcios no cedieron y se adhirieron a su costumbre, a pesar de que


creó una fricción diplomática. Como los otros reyes vieron el beneficio de los matrimonios
diplomáticos con el rey de Egipto, continuaron enviándole sus hijas.
Numerosos acuerdos de este tipo entre las diversas cortes debieron haber tenido
lugar, muchos más de los que conocemos mediante las fuentes que sobrevivieron. Un caso
merece especial atención debido a su singularidad. Sabemos las circunstancias solo por las
fuentes hititas, siendo la más detallada la descripción del rey Mursili II del reinado de
19
Suppiluliuma, su padre. De acuerdo con este relato, cuando Suppiluliuma estaba
comprometido con el asedio de la ciudad de Carchemish en el Éufrates, un mensajero de
la reina egipcia apareció. Ella era la viuda de Tut’ankhamun, sin hijos a la muerte de su
esposo, y el texto la identifica solo como Dahamunzu, que significa ‘la esposa del rey’ en
egipcio.20 Ella suplicó:

Mi esposo falleció, y no tengo hijos. Pero tú tienes muchos hijos, dicen. Si me das uno
de tus hijos, se convertirá en mi esposo. Nunca tomaría a uno de mis sirvientes y lo
convertiría en mi esposo. Tengo miedo.

18 Knudtzon 1907: 72, luego traducción de Moran 1992: 9 (carta 4).

19 Mi traducción aquí se basa en Güterbock 1956.

20 La mayoría de los académicos cree que era Ankhesenamun, la viuda de Tut’ankhamun, pero otros han
sugerido que esto sucedió luego de la muerte de Akenatón y que la reina involucrada era Nefertiti.
Esto era una proposición altamente inusual y Suppiluliuma sospechaba correctamente.
El texto continúa: [123]

Cuando mi padre oyó esto, convocó a su consejero: ‘Tal cosa jamás me había pasado
en mi vida entera.’ Así que mi padre envió a Hattusa-ziti, su chambelán, ‘Ve y tráeme la
verdad. Quizás ellos me engañen. Quizás sí tienen un hijo de su señor. Tráeme la
verdad.’

En la siguiente primavera, Hattusa-ziti regresó con un mensajero egipcio llamado


Hani, quien llevó consigo la respuesta enfurecida de la reina egipcia.

¿Por qué dijiste, ‘ellos me engañan,’ en esa forma? Si tuviera un hijo, ¿habría escrito
sobre mi vergüenza y la de mi país a otro país? Nunca tomaría a uno de mis sirvientes y
lo convertiría en mi esposo. No le escribí a ningún otro país, excepto a ti. Ellos dicen
que tienes muchos hijos, así que dame uno de los tuyos. Él será mi esposo. En Egipto
él será rey.21

Y desde entonces –según Mursili- Suppiluliuma fue amable, consideró el pedido de la


reina. Después de obtener una garantía por parte de Hani y de consultar tablillas de tratados
tempranas entre Egipto y Hatti, Suppiuliuma declaró:

Antaño Hattusa y Egipto eran amigos y ahora esto también ha tenido lugar. Así las
tierras de Hatti y Egipto serán amistosas entre sí por siempre.

El relato de Mursili se fragmenta demasiado en este punto, y cuando retoma


nuevamente el tema, es claro que el príncipe hitita, Zannanza, fue asesinado en Egipto.
Probablemente una facción de la corte egipcia no quería que esta unión sucediera.
Suppiluliuma llevó el asunto con el nuevo faraón, Aya, quien negó su conocimiento. 22 En
venganza Suppiluliuma atacó los territorios egipcios en Siria. La historia completa parece ser
una explicación de ese ataque, que rompió un tratado. Al final la campaña resultó ser un
desastre para los hititas. Las tropas regresaron victoriosas, pero llevaron una plaga que mató al
príncipe coronado y a muchos otros. Cuando Mursili II preguntó a los dioses por qué pasó esto,
retomó el episodio como justificación de las acciones de Suppiluliuma:

21No he podido ver esta carta real de la reina más que en el fragmento editado por Edel 1994: núm. 1,
como Edel sugiere allí.

22 La carta que Aya envió podría estar preservada en los archivos de Hattusa. Ver van den Hout 1994.
Cuando los egipcios temieron, vinieron a pedirle a mi padre que su hijo reinara. Pero
cuando mi padre entregó a su hijo, como lo llevaron, lo asesinaron. Mi padre estaba
furioso y fue a Egipto, atacó a Egipto, y destruyó las tropas y los carros egipcios. 23

Aunque la totalidad del episodio es atípica, se ajusta a las reglas normales de los
matrimonios diplomáticos con Egipto si permitimos una inversión total de género. La reina
egipcia, la única gobernante en el trono, inició las negociaciones como si fuera un hombre. Ella
pidió por un esposo extranjero, tal como otros reyes egipcios [124] lo solicitaron anteriormente,
y se esperaba que ese esposo viajase a Egipto tal y como muchas princesas extranjeras lo
hicieron. El caso no fue una ruptura de las reglas egipcias de que ninguna princesa se haya
casado con un extranjero, porque la viuda de Tut’ankhamun actuó como un rey. La unión no
habría llevado a la creación de un enorme imperio desde Anatolia hasta Nubia; Zannanza era
un muy joven príncipe para convertirse en rey de Hatti. Las casas reales de Egipto y Hatti
hubieran continuado separadas así como en otros matrimonios diplomáticos. La inversión de
género es lo que sorprende aquí, no el acuerdo sugerido.
No puede sorprendernos que no todos los matrimonios terminaran bien. Sólo podemos
adivinar qué pasaba cuando una esposa perdia el favor de un rey, o viceversa, aunque la
presencia de un amplio número de mujeres de varias edades en las cortes habría facilitado
encontrar un lugar apartado para alguien. El divorcio era posible y legal en el antiguo Oriente
Próximo, sin embargo, y cuando un matrimonio diplomático terminaba en él, naturalmente este
tenía repercusiones en las relaciones entre los dos estados. Uno de estos casos está bien
documentado, e involucra a dos reinos menores a finales del Bronce Tardío, Ugarit y su vecino
Amurru. El rey Ammistamru II de Ugarit se casó con la hija del rey de Amurru, Benteshina y su
esposa, la princesa hitita Gashshulawiya, hija de Hattusili III. El divorcio fue un asunto serio
para ambas cortes y para su señor hitita, y 11 registros encontrados en Ugarit refieren a este
asunto.24 El nombre de la mujer nunca es mencionado. En su lugar las personas refieren a ella
como ‘hija de Benteshina,’ ‘hija del rey de Amurru,’ ‘hermana de Shaushgamuwa,’ o ‘hija de la
Gran Señora.’ El caso parece haber tomado varios años para resolverse y terminó en un
desastre para la mujer. Comenzó cuando su padre Benteshina estaba aún vivo y duró hasta el
reinado de Shaushgamuwa.

23 Lebrun 1980: 205, luego traducción de Singer 2002: 58.

24Sigo a Lackenbacher 2002: 108-26 en la reconstrucción de este asunto. Los registros no están
datados, así que su secuencia y el lapso de tiempo son inciertos.
El comportamiento de la esposa causó el divorcio. La descripción de este, sin
embargo, es discreta:

Cuando el rey nuestro señor [ ] fue de campaña o hacia Carchemish, la hija de la Gran
Señora invitó a tus sirvientes, nobles, y [ ] en su presencia y coqueteó con ellos.25

El coqueteo podría haber sido un eufemismo para un comportamiento adúltero, y los mismos
acusadores afirmaron que esto deshonró al rey de Ugarit. El señor hitita estuvo de acuerdo con
el veredicto y preparó una orden para disolver el matrimonio.
[125]
Antes Mi Majestad, Tudhaliya, el gran rey, Rey de Hatti, Ammistamru, Rey de Ugarit
tomó como esposa a la hija de Benteshina, el Rey de Amurru. Ella causó problemas
para Ammistamru. Ammistamru, Rey de Ugarit irrevocablemente se divorció de la hija
de Benteshina. Todo lo que la hija de Benteshina llevó a la casa de Ammistamru, debe
llevárselo cuando abandone la casa. Por todo lo que Ammistamru haya tomado, que los
hijos de Amurru juren que Ammistamru se los devolvió. Respecto a Utri-Sharruma el
príncipe coronado de Ugarit. Si él dice, ‘quiero seguir a mi madre’, que coloque su bata
en un taburete y se vaya. Ammistamru, Rey de Ugarit designará a otro de sus hijos
como príncipe coronado. Si, cuando Ammistamru muera, Utri-Sharruma trae de regreso
a su madre a Ugarit y la hace su reina(-madre), que Utri-Sharruma coloque su bata en
un taburete y se vaya donde quiera. Mi Majestad designará a otro hijo de Ammistamru
como rey de Ugarit. Para los días futuros la hija de Benteshina no hará un reclamo entre
sus hijos e hijas, ni entre sus suegros. Todo se queda con Ammistamru, Rey de Ugarit.
Si ella reclama algo, esta tablilla prevalecerá sobre ella.26

El virrey hitita en Carchemish, quien era responsable por Ugarit y Amurru, confirmó la
orden. Los señores se enfocaron en la prsucesión real y apropiada de sus decisiones. Ambos
esposos conservaron lo que llevaron al matrimonio, y Amurru no perdió nada. Además, el
príncipe coronado debía elegir entre su padre y su madre. Si la seguía a ella, perdería su
derecho al trono de Ugarit. Si se quedaba pero invitaba a su madre a volver una vez que fuera
rey, el señor hitita lo removería del trono.
Había un problema, sin embargo, sobre qué hacer con la reina. Ella fue expulsada de
Ugarit, pero su hermano Shaushgamuwa, que ahora rey de Amurru, no la quería en su palacio.

25 Nougayrol 1956: 126-7, luego traducción de Lackenbacher 2002: 118-19.

26 Nougayrol 1956: 135, luego traducción de Lackenbacher 2002: 116-17 y Beckman 1999: 180-1.
Así que el virrey hitita sugirió que se quedara en cualquier otro lugar del reino. Shaushgamuwa
parece haberse rehusado a hacerse cargo de ella, y luego contactó a Ammistamru para llevarla
de regreso a Ugarit. Sugirió que Ammistamru podría hacer lo que quisiera con ella, incluso
matarla, siempre y cuando pagara dinero por la sangre. Tres registros de esto son preservados,
incluyendo este.

Hoy Shaushgamuwa, hijo de Benteshina, Rey de Amurru, dijo a Ammistamru, hijo de


Niqmepa, Rey de Ugarit, ‘aquí está la hija de la Gran Señora, tu esposa, quien cometió
un gran crimen contra ti. ¿Cuánto tiempo deberé quedarme con alguien que es culpable
contra ti? Aquí está la hija de la Gran Señora, la culpable. Tómala y haz lo que quieras
con ella. Si te satisface, mátala. Si te satisface, arrójala al mar. Haz lo que quieras con
la hija de la Gran Señora’. Estas son las palabras de Shaushgamuwa, hijo de
Benteshina, Rey de Amurru, a Ammistamru, hijo de Niqmepa, Rey de Ugarit. Ahora
Shaushgamuwa, hijo de Benteshina, Rey de Amurru, llevó a la hija de la Gran Señora
quien cometió un crimen contra Ammistamru, hijo de Niqmepa, Rey de Ugarit. Ahora
Ammistamru, hijo de Niqmepa, Rey de Ugarit hizo lo que quiso con la hija de la Gran
Señora, y Ammistamru, hijo de Niqmepa, Rey de Ugarit remitió 1400 shekels (13.16
kilogramos) de oro a Shaushgamuwa, hijo de Benteshina, Rey de Amurru.
Si Shaushgamuwa, hijo de Benteshina, Rey de Amurru, debería decirle a Ammistamru,
hijo de Niqmepa, Rey de Ugarit, ‘este oro es realmente poco, dame más,’ esta tablilla
prevalecerá sobre él.
Sello de Shaushgamuwa, hijo de Benteshina, Rey de Amurru. 27
[126]
Finalmente, el rey hitita decretó que se había hecho justicia y que Amurru ya no tenía
reclamos contra Ugarit.
El acuerdo de divorcio no puso atención al amor familiar o fraternal. Un hijo tenía que
elegir entre su madre y el trono, un hermano, reacio a apoyar a su hermana desgraciada,
permitió a su esposo extranjero asesinarla siempre y cuando recibiera el precio de sangre. El
señor hitita y su representante en Carchemish insistieron en que se resolviera el asunto y que
no hubiera más disputas legales. La paz entre dos vecinos era su preocupación principal.
La unión probablemente acababa de ser un medio para sellar un acuerdo entre dos
estados iguales, al igual que muchos otros matrimonios diplomáticos. Estos ocasionalmente
concluían al mismo tiempo que un acuerdo de paz o poco después. Desafortunadamente, muy

27Nougayrol 1956: 141-3, luego traducción de Lackenbacher 2002: 123-4. El valor de un shekel en Ugarit
no es totalmente certero, pero usualmente se piensa que son 9.4 gramos, que utilicé en mis cálculos en
paréntesis.
pocos tratados entre dos estados iguales están preservados. Son diferentes en el tono e
inquietudes de los muchos tratados entre señores y clientes. El paralelismo y la equidad en
lugar del dominio eran de una importancia primordial. El más antiguo y mejor preservado
tratado conocido por nosotros llevó a terminar el longevo conflicto entre Egipto y Hatti que
alcanzó su pico en 1275 en la batalla de Qadesh. Dieciséis años después, Ramsés II y Hattusili
III concluyeron un acuerdo formal para unirse en una alianza defensiva y obligarlos a enfrentar
tratados internos y externos juntos. El tratado era muy especial para ambas partes, y cada una
formuló una versión grabada en una tablilla de plata. El registro egipcio fue enviado a Hattusa
donde sobrevivió en el idioma babilónico en varias tablillas de arcilla dañadas. El texto puede
reconstruirse bastante bien excepto por el final. La versión hitita, enviada a Tebas, fue
traducida al egipcio y tallada en las paredes del templo de Amón en Karnak y en el
Ramesseum. Hay algunos pasajes poco claros debido a la erosión de la piedra. 28 Las dos
copias no son duplicados exactos, pero se ejecutan en su mayoría como paralelos como
muestra la siguiente tabla:
[127]

Versión en lengua babilónica Versión en lengua egipcia


De Ramsés II (R) a Hattusili III (H) De Hattusili III (H) a Ramsés II (R) Fecha.
Títulos de R. Los enviados de Hatti vinieron.

§ 1 Este es el tratado que R envió en una § 1 Este es el tratado que H envió en una
tablilla de plata tablilla de plata
§ 2 Las partes del tratado son R y H § 2 Relaciones previas: el dios no permitió la
guerra, pero hubo guerra bajo Muwatali
§ 3 Relaciones previas: el dios no permitió la § 3 Hay paz ahora
guerra
§ 4 Hay paz ahora § 4 Habrá paz
§ 5 Habrá paz § 5 No habrá agresión
§ 6 No habrá agresión § 6 Se reafirman los tratados tempranos
§ 7 Alianza defensiva por Hatti § 7 Alianza defensiva por Egipto
§ 8 Apoyo contra rebeliones internas en Hatti § 8 Apoyo contra rebeliones internas en Egipto
§ 9 Alianza defensiva por Egipto § 9 Alianza defensiva por Hatti
§ 10 Apoyo contra rebeliones internas en Egipto § 10 Apoyo contra rebeliones internas en Hatti
§ 11 Apoyo por el sucesor de H § 11 Contingencia de la muerte de H
§ 12 Fugitivos: noble de Hatti § 12 Fugitivos: noble de Egipto
§ 13 Fugitivos: hombre común de Hatti § 13 Fugitivos: hombre común de Egipto
§ 14 Fugitivos: noble de Egipto § 14 Fugitivos: noble de Hatti
§ 15 Fugitivos: hombre común de Egipto § 15 Fugitivos: hombre común de Hatti

28 Ambas versiones del tratado fueron recientemente re-editadas y comparadas en Edel 1997. Para
traducciones en inglés fácilmente accesibles, ver Beckman 1999: 96-100 (versión en cuneiforme) y
Wilson en Pritchard 1969: 1999-201 o Kitchen 1996: 79-85 (versión en jeroglífico).
§ 16 Fugitivos: dignatario de Hatti § 16 Testigos divinos: dioses hititas
§ 17 Fugitivos: dignatario de Egipto § 17 Maldiciones y bendiciones
§ 18 Fugitivos: hombre común de Hatti; no será § 18 Fugitivos: hombre común de Egipto; no
castigado será castigado
§ 19 Fugitivos: hombre común de Egipto; no § 19 Fugitivos: hombre común de Hatti; no será
será castigado castigado

Parte dañada Descripción de la tablilla

[128] Las preocupaciones principales son claras. Las casas reales querían paz para
siempre y prometieron ayudarse entre sí cuando fueran amenazadas. En el caso de que un
extraño atacase a una de las partes, la otra tendría que enviar apoyo militar, y se
comprometieron a la asistencia mutua en el caso de rebeliones locales. Sabemos que las
tropas fueron, de hecho, intercambiadas. Los hititas ubicaron aurigas en Pi-Ramsés, parte de
cuya guarnición ha sido excavada.
Hattusili parece haberse preocupado específicamente por su sucesor. El tratado que
Ramsés le envió afirma explícitamente:

Y mira, el hijo de Hattusili, Rey de Hatti, deberá ser Rey de Hatti en lugar de Hattusili, su
padre, después de muchos años que Hattusili fue Rey de Hatti. Si los nobles de Hatti
ofenden contra él, Ramsés amado-de-Amón deberá enviar tropas y carros para
vengarse de ellos.29

En la versión que Hattusili escribió, una demanda de que Ramsés apoyase a su


sucesor elegido es paralela a este pasaje, mientras que en el tratado no aparece ninguna
mención de la sucesión de Ramsés. El tema podría haber sido sensible para Hattusili, quien, el
mismo un usurpador, conocía cuán fácilmente los jóvenes reyes podían caer.
Sin embargo, en todos los demás aspectos los partícipes del tratado estaban a la par.
La cuestión de la equidad fue de gran importancia para los grandes gobernantes de la época.
En todos sus intercambios diplomáticos clamaron por una total reciprocidad y solo las antiguas
tradiciones, como la de los egipcios de rehusarse a enviar princesas al extranjero, parecen
haber interferido con este patrón. Las interacciones mantenían un balance de poder. Todo el
mundo sabía que no podía haber un único súper poder que abarcase la totalidad del
Mediterráneo oriental. Los grandes gobernantes debían vivir en algún tipo de armonía, que era
para su beneficio. Especialmente las élites en esas sociedades aprovecharon las buenas
relaciones diplomáticas, que les dieron acceso a lujos exóticos, permitiéndoles tener un estatus

29 Edel 1997: 8, luego traducción de Beckman 1999: 98.


de reputación internacional, y les dio una comunidad de iguales para tratar que se los
distinguiese del resto de la población.

Guerra

A pesar de la extensa actividad diplomática de la época, los siglos XV al XII no fueron


tiempos de paz en el Mediterráneo oriental. La guerra se estaba gestando constantemente y en
muchos años los reyes lideraron sus tropas en campañas. Cuando
era exitosa, la actividad militar garantizaba que los reyes clientes se mantuvieran en línea,
avalaba el estatus especial del rey en casa y en el resto del mundo, y traía botines. La
ideología de la monarquía demandaba que [129] el rey fuera un líder poderoso en la guerra, y
debía reafirmar esa habilidad en acciones. Sin embargo, notablemente se conocen pocos
enfrentamientos generales entre los ejércitos principales. Grandes reyes competían con sus
iguales seleccionando clientes. El declive del gran estado de Mittanni (ver capítulo 2), por
ejemplo, no fue el resultado de un ataque frontal por parte de los hititas o los asirios. Ambos
vecinos primero tomaron control de partes de la zona de influencia de Mittani y terminaron
interfiriendo en las políticas domésticas. Los propios mitannios invitaron a sus conquistadores a
sus territorios de origen, cada parte en una disputa interna que buscaba el apoyo de un vecino
poderoso. Cuando los hititas y los asirios dividieron el estado, discontinuaron su
enfrentamiento. Competían utilizando las tropas locales y los clientes como sus representantes,
pero no se comprometieron en una guerra total.
La excepción que confirma esta regla es la batalla de Qadesh que señalé en el
capítulo 2. La sostenida expansión hitita hacia el sur provocó una reacción de un Egipto que se
reafirmaba militarmente. En 1275, Ramsés II y Muwatalli, ambos liderando sus tropas
personalmente, pelearon quizás la mayor batalla de los tiempos pre-clásicos, cada lado
comprometiendo a decenas de miles de hombres – los hititas tenían 47,000 tropas, afirma
Ramsés probablemente con hipérbole. La batalla es tan famosa en la actualidad debido a la
atención que Ramsés le dio. Este rey dio una descripción detallada en un alto lenguaje literario,
que fue tallada en varias paredes de templos y escrita en papiro. Además, Ramsés tomó la
ventaja de un nuevo método de representación visual que solo se había generalizado en la
generación anterior, la descripción masiva de escenas de batalla en monumentos públicos. Sus
artistas tallaron relieves describiendo la batalla en cuatro templos; aquellos en el santuario de
Ramsés en Abu Simbel y en el pilón del templo de Luxor son los que mejor se han preservado.
El relieve en el pilón de Luxor es tan gigantesco que la figura real aparece mucho más grande
que de tamaño real en una escena que se extiende por muchos metros. Ramsés quería que la
batalla brillara como el punto culminante de su carrera militar. Los reportes hititas de la batalla
son concisos y simplemente claman la victoria. El relato unilateral egipcio no es una fuente
confiable del evento, pero esto no impidió que los estudiosos la reconstruyeran con gran
detalle. Sin embargo, los relatos escritos y las imágenes son muy buenas fuentes sobre las
prácticas de glorificación de la guerra que eran la norma en esa época. Muestran un sofisticado
y muy bien concebido uso de dispositivos retóricos y visuales que sirvieron para enfatizar la
grandeza del éxito egipcio y especialmente el rol de Ramsés en él. 30 La historia involucra a
numerosos personajes en ambos lados de la batalla, pero solo dos personalidades son
desarrolladas y puestas en total oposición entre sí: Ramsés y Muwatalli. El egipcio es
temerario, fuerte, honesto, y tiene el apoyo de los dioses, mientras que el hitita es cobarde,
débil, engañoso, y no tiene un respaldo divino. Ramsés enfatizó cómo [130] personalmente
ganó la batalla. Él solo se enfrentó al ataque sorpresa hitita mientras sus tropas ya estaban en
el campamento, y aniquiló incontables enemigos como si fueran langostas. La totalidad de la
narrativa textual está estructurada de tal manera que la victoria de Ramsés, inspirada por el
dios Amón, es el punto más alto de una secuencia de escenas que contrastan a Egipto y a
Hatti. En forma de diagrama, la historia dice:

Las descripciones visuales fueron igualmente bien estructuradas. Consistían en dos


escenas: el campamento del ejército egipcio, y la batalla en el campo abierto. En ambas
Ramsés está en el centro. Solo él pone orden en el combate cuerpo a cuerpo de la batalla,
mientras sus oficiales y sus tropas están en pánico. Incontables carros y hombres hititas
atacan, pero en el campo la calma y el orden rodean a Ramsés. En la batalla, corta a los
enemigos solo en un carro, con las riendas de los caballos atadas alrededor de su cintura. Los
espectadores frente a estas escenas están tan abrumados que solo pueden prestar atención a
la enorme figura del rey. La imagen de Ramsés es un jeroglífico de poder real y de logro. La
batalla de Qadesh fue si victoria personal, un momento perfecto en su vida.
Intuitivamente nos damos cuenta, sin embargo, de que esta batalla no fue maravillosa, incluso
si tendemos a dejar que el relato de Ramsés nos engañe. Los egipcios no podían ocultar los
horrores de la guerra, de hecho, eran muy sinceros al respecto: las batallas eran una forma de

30Mi discusión de los relatos de la batalla de Qadesh está inspirada por el brillante artículo de Tefnin
(Tefnin 1981).
asesinar y capturar enemigos. Todos sus colegas de la época pensaban de la misma manera,
aunque no proveyeron detalles. Muchos relatos textuales y visuales egipcios nos dan un
sentido de la crueldad de la guerra, incluyendo aquellos de la batalla de Qadesh. Las flechas
atraviesan hombres, caballos y carros que los pisotean, los enemigos se atacan con espadas y
hachas, y los fugitivos se ahogan en el río. Otros registros egipcios nos dejan conocer más
sobre los horribles actos que no deberíamos olvidar. Los soldados victoriosos cortaban las
manos –o en el caso de los enemigos Libios, los falos- de sus víctimas para clamar su
recompensa. Las descripciones de la guerra de Ramsés III contra los libios en Medinet Habu
muestran soldados llevando pilas de manos y falos. 31 Los soldados que se rendían eran
llevados vivos. Las mujeres y los niños de los enemigos derrotados eran llevados a Egipto y
presentados como recompensas. Algunos prisioneros o sus cadáveres recibían un tratamiento
especial para avergonzarlos. Amenhotep II se jacta de haber colgado de cabeza los cuerpos de
seis jefes sirios en los muros [132] de Tebas y envió uno a Napata en la Alta Nubia para el
mismo tratamiento. Un relieve del reinado de Tut’ankhamun muestra a un príncipe sirio
encerrado vivo en una jaula que colgaba del mástil de un barco. Una pequeña placa de oro
representa a Aya disparando flechas desde su carro hacia un objetivo montado en un tubo en
el que dos enemigos están atados. Los cuerpos de los enemigos eran profanados y dejados sin
enterrar. Todos los ejércitos de la época probablemente se comportaron de forma similar para
celebrar sus victorias y saldar cuentas con sus enemigos, vivos o muertos. La tardía
descripción de Homero de una guerra de la Edad del Bronce podría leerse como una
glorificación de ella,

31 Epigraphic Survey 1930: pls. 22-3.


Figura 5. 3 El campamento egipcio en la batalla de Qadesh como se lo describe en el templo de Luxor. El rey se
sienta calmado en su trono mientras los hititas saquean el campamento y sus oficiales le advierten del peligro y lo
exhortan a montar su carro. De Breasted 1903.

pero los horrores que describe no pueden dejar de repeler – y shockearon a su audiencia
cuando escucharon sobre el maltrato del cadáver de Héctor.
No solo los derrotados sufrieron, sin embargo. Todos los hombres aptos en todo el
mundo del Mediterráneo oriental podían servir en el ejército en un momento u otro. Dejaban a
sus familias atrás después de finalizar el trabajo en los campos, ocasionalmente para marchar
cientos de kilómetros con el calor veraniego. Llevaban equipamiento que apenas los protegía
contra las flechas, las espadas, y las hachas enemigas. Deben haberse sentido afortunados al
regresar a sus hogares vivos y sin heridas mayores. Es cierto, recolectaban una parte del botín,
pero ¿qué tanto podría haber sido si debían compartirlo con otros 47,500 hombres? Los
grandes reyes guerreros de la época –Tutmosis III, Suppiluliuma I, Tukulti-Ninurta I, Shutruk-
Nahhunte, Nabucodonosor I, y muchos más- podrían haber querido que creyéramos que su
valor personal provocó su gran éxito, pero no debemos olvidar a los innumerables soldados
anónimos que se lo proporcionaron.

Ensayo bibliográfico

Para una historia de Amurru, ver Singer 1991.


Tadmor (1979: 3) fue el primero en usar el término ‘club de las grandes potencias,’ que fue
adoptado por la mayoría de los académicos que estudian esta época. Para una
discusión de numerosos asuntos con respecto a la guerra y la diplomacia, ver Liverani
1990a y 2001.
La historia de Wenamun es traducida en Lichteim 2006b: 224-30 y Simpson 2003: 116-24. Para
la descripción de Tutmosis III de la batalla de Megiddo, ver Hoffmeier en Hallo (ed.)
200: 11-13. Las cartas de Amarna fueron estudiadas de manera abundante desde su
descubrimiento a finales del siglo XIX. Las traduccións en inglés en Moran 1992 son
autorizadas. Más recientemente Liverani publicó traducciones italianas con una buena
introducción a los principales puntos de interés del archivo (1998, 1999). Debido a que
las cartas del antiguo Oriente Próximo no están datadas, solo podemos estimar el
período que el archivo cubre.
Sobre las numerosas discusiones de estas letras, los papers en Cohen y Westbrook (eds.)
2000, así como numerosas contribuciones por Liverani (e.g., 1979, 1990b, 2004)
fueron cruciales para la formulación de mis pensamientos aquí.
Una larga selección de correspondencia diplomática hitita y tratados está disponible en
Beckman 1999. Hagenbuchner 1989 estudió todas las cartas hititas y proveyó
ediciones de muchas de ellas con una traducción alemana de una selección (la carta
encontrada en Dur-Kurigalzu es la núm. 205 en ese volumen). Las cartas que los
hititas intercambiaron con Egipto fueron
[132]
editadas en Edel 1994. Mora y Giorgieri 2004 estudian y editan las cartas entre Hatti y
Asiria encontradas en Hattusa.
Para las cartas encontradas en Siria-Palestina, ver van der Toorn 2000. Para aquellas de
Ugarit, ver van Soldt 1999, Huehnergard 1989, y Lackenbacher 2002, quien provee
traducciones en francés.
Para modelos antropológicos de la organización imperial, incluyendo el modelo territorial-
hegemónico, ver D’altroy 1992.
Las interacciones egipcias con sus territorios conquistados en el sur y en el norte son muy
debatidas. Para Nubia, sigo a Morkot 1991 y 2001, y para Siria-Palestina, Weinstein
1981. En su libro reciente, Morris (2005) refirió a muchas preguntas relevantes. Para el
juicio de que el gobierno de Egipto sobre Nubia era una plantación económica, ver
Adams 1977. Para el gobierno provincial asirio, ver Machinist 1982, y para la distinción
entre territorios controlados directa e indirectamente, ver Postgate 1992.
Para matrimonios diplomáticos, ver Rölling 1974 y Pintore 1978. Más recientemente apareció
información sobre matrimonios casitas-elamitas, ver Potts 2006.
Sobre el intercambio de obsequios, ver Edzard 1960, Liverani 1979: 21-33 y 1990a, Zaccagnini
1973.
Para una comparación entre las versiones egipcia e hitita del tratado de Hattusili III-Ramsés II,
diferente de la que propongo aquí, ver Langdon y Gardiner 1920.
Para la guarnición hitita en Pi-Ramsés, ver Pusch 1993, Pusch y Herold 1999.
Para aspectos de la guerra, ver Bryce 2003 y Spalinger 2005. Mora y Giorgieri 2004: 16-26
reinterpretan la competencia hitita-asiria sobre el norte de Siria como un conjunto de
escaramuzas menores.
Muchos estudios reconstruyeron los eventos de la batalla de Qadesh en base al registro visual
y textual. Breasted 1903 sigue dando la mejor interpretación de los dos registros con
buenas reproducciones de las imágenes.
Para una traducción de la narrativa textual, ver Lichtheim 2006b: 57-72. Tefnin 1981 contiene
un excelente análisis estructuralista de ambos relatos. Para el maltrato de cadáveres
enemigos en fuentes egipcias, ver Zibelius-Chen 1984.

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