VAN de MIEROOP Diplomacia y Guerra
VAN de MIEROOP Diplomacia y Guerra
VAN de MIEROOP Diplomacia y Guerra
VAN DE MIEROOP, Marc (2007) “Diplomacy and War”, en: Van De Mieroop, Marc The
Eastern Mediterranean in the Age of Ramesses II. Carlton: Blackwell, pp.100-132
“Diplomacia y Guerra”
Marc Van de Mieroop
[100]
Alrededor del año 1230 a.C., un rey hitita, el cuarto en utilizar el nombre Tudhaliya en
el trono, concluyó un tratado con Shaushgamuwa, el nuevo gobernante del reino de Amurru.
Los dos reyes estuvieron en estrecho contacto el uno con el otro durante al menos un siglo,
una situación impuesta por la ubicación de Amurru. Extendiéndose desde la costa norte del
Líbano moderno hasta el centro de Siria, estaba situado exactamente donde se encontraban
las esferas de influencia mitannias, hititas y egipcias en Siria-Palestina. Las grandes potencias
compitieron por el control sobre Amurru, y la historia del reino muestra cómo todos ellos fueron
capaces de imponer su voluntad en diferentes momentos. En los días de Tudhaliya IV la
dominación hitita sobre el norte de Siria era segura, sin embargo, y el reino del nuevo rey de
Amurru debía obedecer a su vecino norteño. El tratado establecía sus deberes, y es un ejemplo
perfecto de los arreglos diplomáticos que existían entre un gran gobernante y un cliente en el
Mediterráneo oriental durante el Bronce Tardío. Un breve análisis del tratado nos introduce en
varias facetas de la guerra y la diplomacia de este período1
La versión preservada del tratado fue escrita en el idioma hitita. Dos manuscritos de él
fueron descubiertos en los archivos de la capital hitita de Hattusa. El idioma de la versión
enviada a Amurru es incierto: podría haber sido tanto hitita como babilonio, ya que ambos
idiomas fueron utilizados en interacciones diplomáticas tempranas entre los dos estados. La
realidad de la primacía hitita en la relación es clara desde la introducción, que solo da títulos
para el rey Tudhaliya y obliga a Shaushgamuwa a aceptar el tratado tal como se le presentó:
[101]
1Mi traducción está basada en Kühne y Otten 1971 y Beckman 1999: 103-8. Las restauraciones entre
corchetes se basan en paralelismos entre otros tratados hititas.
[Así dice Tabarna, Tudhaliya], Gran Rey, [Rey de] Hatti, héroe, amado de la diosa del
sol Arinna, [hijo de Hattusili, Gran Rey, Rey de] Hatti, héroe, [nieto de] Mursili, Gran
[Rey], Rey de Hatti, héroe, [descendiente de] Tudhaliya, [Gran Rey, Rey de] Hatti,
héroe: Yo, Mi Majestad, te tomé [a ti], Shaushgamuwa, [de la mano], y te hice mi
cuñado. Y tú [no cambiarás las palabras] de esta tablilla de tratado.
[Al principio] la tierra de Amurru no había sido derrotada por la fuerza de las armas de
Hatti. Cuando [Aziru vino] al bisabuelo de Mi Majestad, [Suppiluliuma], en Hatti, la tierra
de Amurru seguía siendo [hostil]. Ellos [eran] clientes del Rey de los hurritas. Aziru se
volvió leal a Suppiluliuma, aunque él [no lo derrotó] mediante la fuerza de las armas. Y
Aziru, tu tatarabuelo, protegió a Suppiluliuma en su reinado, y protegió a Hatti. Después
también protegió a Mursili en su reinado, y protegió a Hatti. De ninguna manera cometió
una ofensa contra Hatti.
Pero cuando Muwatalli, tío de Mi Majestad, se convirtió en rey, los hombres de
Amurru cometieron una ofensa contra él, informa mientras sigue: ‘Nosotros éramos
clientes voluntarios. Ahora ya no somos sus clientes.’ Y fueron sobre el Rey de Egipto.
Luego el tío de Mi Majestad Muwatalli y el Rey de Egipto pelearon contra los hombres
de Amurru. Muwatalli los venció, destruyó la tierra de Amurru por la fuerza de las armas,
y la subyugó. E hizo a Shapili rey de la tierra de Amurru. Pero cuando Muwatalli, el tío
de Mi Majestad, murió, el padre de Mi Majestad, Hattusili, se convirtió en rey. Él depuso
a Shapili e hizo a Benteshina, tu padre, rey de la tierra de Amurru. Protegió al padre de
Mi Majestad, y protegió a Hatti. De ninguna manera cometió una ofensa contra Hatti.
Por otras fuentes sabemos, sin embargo, que la situación no fue tan simple. Alrededor
del 1330, el predecesor de Shaushgamuwa, Aziru había cambiado su lealtad al bisabuelo de
Tudhaliya, Suppiluliuma, el arquitecto del dominio hitita en la región. El tratado aquí establece
que abandonó al rey mitannio de los hurritas, pero las cartas de Amarna nos dicen que Egipto
había controlado la región y que Aziru actuó reiteradamente contra los intereses egipcios. En
algún punto Aziru firmó un tratado con Suppiluliuma y él y sus dos sucesores fueron fieles
clientes de Hatti. Pero en el reinado del hitita Muwatalli II (quien gobernó desde 1295-1272) el
padre de Shaushgamuwa, Benteshina se rebeló bajo la presión de renovadas [102] campañas
egipcias en el norte de Siria por Seti I y Ramsés II. Amurru habrían cambiado sus alianzas
varias veces, hasta que Muwatalli capturó a Benteshina, lo llevó como prisionero a Hatti, y
colocó a Shapili en el trono de Amurru.
Sin embargo, la lucha de poderes internos en Hatti, que Shaushgamuwa abordaría luego en su
tratado, determinó el destino de estos dos reyes. Shapili era un hombre de Muwatalli, y cuando
Hattusili III, el padre de Tudhaliya, usurpó el trono hitita removiendo al hijo de Muwatalli,
Benteshina parece haber apoyado la rebelión. Consecuentemente, Hattusili III restauró a
Benteshina como rey Amurru y le concedió a su hija en matrimonio. Cuando el hijo de
Benteshina, Shaushgamuwa se convirtió en rey, se casó con la hija de Hattusili III quien era
hermana de Tudhaliya IV, y continuó con la relación clientelar con el rey hitita. Tudhaliya renovó
el tratado con él. No dijo que Benteshina se rebeló contra su predecesor, sino que culpó a
hombres no identificados de Amurru, lo que parece haber sido una forma de evitar avergonzar
a su compañero en el tratado.
Como un cliente, Shaushgamuwa tenía responsabilidades personales hacia su amo y
la familia de su amo.
[Ahora] Yo, Mi Majestad, Gran Rey, te tomé a ti, Shaushgamuwa, de la mano [y] te hice
mi cuñado. Te concedí a mi hermana en matrimonio y te hice rey de la tierra de Amurru.
Protege Mi Majestad en mi reinado. Y luego protege a los hijos, los nietos, y los
descendientes de Mi Majestad en su reinado. No desearás ningún otro reinado por tu
cuenta. Este asunto será puesto bajo juramento por ti.
Como te hice a ti, Shaushgamuwa, mi cuñado, protege Mi Majestad en mi reinado. Y
luego protege los hijos, los nietos, y los descendientes de Mi Majestad en su reinado.
Los tratados de esta época eran acuerdos entre dos hombres, no entre dos estados, y
la lealtad esperada se debía al señor que firmó el tratado y a sus descendientes. Hasta ahora,
las demandas de Tudhaliya eran regulares, pero continuó el texto con una inusual descripción
de quien no sería un heredero legítimo del trono de Hatti. También explicaba por qué estos
temas le preocupaban.
[103]
No desearás el reinado de nadie más entre aquellos que son hermanos legítimos de
Mi Majestad, hijos de las concubinas del padre de Mi Majestad, o ningún otro
descendiente real que consideres como bastardos.
No te comportarás como Masturi. Muwatalli tomó a Masturi, quien era rey de la tierra del
Río Seha y lo hizo su cuñado, cediéndole a su hermana Massanuzzi en matrimonio. Y lo
hizo rey de la tierra del Río Seha. Pero cuando Muwatalli murió, Urhi-Teshub, hijo de
Muwatalli, se convirtió en rey. [Mi padre] tomó el reinado de Urhi-Teshub. Masturi
cometió una traición. Aunque fue Muwatalli quien lo llevó y lo hizo su cuñado, Masturi no
protegió a su hijo Uhri-Teshub, sino que fue sobre mi padre. Él pensó: ‘¿Por qué
protegería a un bastardo? ¿Por qué debería actuar en beneficio del hijo de un
bastardo?’.
¿Te comportarás quizás como Masturi? Si alguien trae dificultades sobre Mi Majestad, o
sobre los hijos, los nietos, y los descendientes de Mi Majestad, y tú, Shaushgamuwa,
junto con [tus] esposas y tus hijos, tu infantería, y tus carros, no ayudas de todo
corazón, y no estás preparado para morir por él, junto con [tus] esposas y tus hijos –
esto será puesto bajo juramento por ti. Protege a Mi Majestad en mi reinado. [Y] protege
a los descendientes de [Mi Majestad] en su reinado. No desearás [a nadie] más como
mandatario. Si [alguna conspiración] sucede [en Hatti…], entonces no… (cerca de un
cuarto de la tablilla está roto).
Cuando [el Rey] de Egipto sea [amigo] de Mi Majestad, también será tu amigo. [Pero]
cuando él es el enemigo de Mi Majestad, también será [tu enemigo]. Y los reyes que
son iguales a mí en rango son el Rey de Egipto, el Rey de Babilonia, el Rey de Asiria, y
el Rey Ahhiyawa.2 Cuando el Rey de Egipto sea amigo de Mi Majestad, será también tu
amigo. Pero cuando él es el enemigo de Mi Majestad, será también tu enemigo. Cuando
el Rey de Babilonia sea amigo de Mi Majestad, también será tu amigo. Pero cuando él
es el enemigo de Mi Majestad, también será tu enemigo. Como el Rey de Asiria es el
enemigo de Mi Majestad, también será tu enemigo. Tus comerciantes no irán a Asiria, y
no dejarás entrar a sus comerciantes a tu país. No pasará a través de tu país. Si entrara
a tu país, tómalo y llévalo a Mi Majestad. Este asunto [es puesto] bajo juramento por ti.
Como Yo, Mi Majestad, estoy en guerra con el Rey de Asiria, reúne un ejército y
unidades de carros, como Mi Majestad ha hecho. Tal como es para Mi Majestad un
asunto de urgencia y …, será para ti un asunto de urgencia y… Reúne un ejército y
unidades de carrocería. Este asunto es puesto bajo juramento por ti. Ningún barco de
Ahhiyawa irá hacia él (este es, el Rey de Asiria)…3
Un tratado como el de Tudhaliya y Shaushgamuwa solo puede ser entendido junto con
el contexto de su época. El acuerdo tiene sentido cuando ambas partes aceptan sus posiciones
2 Prontamente después de que fueran escritas alguien eliminó las palabras ‘el Rey de Ahhiyawa’ de la
tablilla, pero los trazos siguen siendo legibles.
3 La traducción de la última oración es incierta. Después de ella seguían cuatro líneas del texto, ahora
rotas.
junto con un marco político y el tratado refuerza las diferencias entre los estados. En términos
políticos el mundo del Mediterráneo oriental estaba dividido en dos: un número limitado de
grandes estados, incluyendo a Hatti, dictaban el comportamiento de estados menores,
incluyendo a Amurru. Los gobernantes de los grandes estados, los grandes reyes, eran amos;
los otros eran sirvientes, obligados por tratados a obedecer órdenes. En la correspondencia
diplomática los grandes reyes se llamaban entre ellos ‘hermano’, mientras los reyes menores
debían referirse a ellos como ‘amos’, El eestatus del gobernante dependía esencialmente del
poder militar, y solo aquellos quienes podían imponer su voluntad sobre otros [105] clasificaban
como grandes reyes. Pero la tradición también tenía un rol; ciertos estados tenían grandes
reyes porque ese había sido el caso por décadas, y la convención tardó mucho en adaptarse a
la realidad política. Los grandes reyes formaban un ‘club de los grandes poderes’ cuyos
miembros eran muy selectos. Como en todo club de caballeros era difícil ganar el acceso, y
algunos miembros estaban ahí más por herencia que por mérito.
Sin embargo, ocurrieron cambios. Tudhaliya dejó en claro quien en 1230 calificaba
entre los grandes reyes, después de él como rey de Hatti: los gobernantes de Babilonia, Asiria
y Egipto. Casualmente, la tablilla del tratado muestra a través de la eliminación de Ahhiyawa
cómo el estatus no estaba garantizado. Mil doscientos años más temprano la lista de los
grandes estados había sido diferentes. En los tiempos del archivo de Amarna de mediados del
siglo XIV incluía a Egipto, Babilonia, Mittani, Hatti, Alashiya, y Arzawa en el noroeste de
Anatolia. En el período cubierto por ese archivo Asiria forzó su camino dentro del grupo selecto,
un movimiento que otros resintieron. El rey Assur-uballit I (quien gobernó desde 1383-1328)
inicialmente le escribió a un faraón cuyo nombre no se atrevió a utilizar en un tono aproximado
al utilizado por los grandes gobernantes. Solo después reconoció a Akenatón como hermano e
igual y le envió una embajada. Eso llevó a una reprimenda severa por Burnaburiash de
Babilonia, quien escribió a Egipto:
Respecto a los asirios, mis subordinados, no te los envié. ¿Por qué irían ellos a tu tierra
por iniciativa propia? Si me amas, no harán ningún negocio. Envíalos hacia mí con las
manos vacías.4
¿Quiénes son los hijos de Abdi-Ashirta que tomaron la tierra del rey para ellos? ¿Son
ellos el Rey de Mittani, el Rey de los Casitas, o el Rey de Hatti?6
Por lo tanto, con el tiempo el estatus de los reinos podría aumentar y disminuir. Mittani
declinó de ser una gran potencia a la nulidad; Asiria se levantó de ser cliente de Mittanni para
convertirse en un gran estado. En años posteriores, Elam podría haberse unido al club de las
grandes potencias cuando sus ejércitos deambularon con muy poca oposición a través de
Babilonia y Asiria. No podemos reconstruir la situación en esos tiempos, sin embargo, debido a
la falta de documentación, pero los grandes y menores gobernantes ciertamente sabian
quiénes eran qué en cada momento.
El conocimiento era crucial porque el estatus dictaba cómo uno podía y debía
comportarse mientras interactuaba con otros reyes. Aunque las personas involucradas en este
mundo estaban separadas por una vasta área, debían estar en contacto unas con otras y
actuar como si fueran parte de una extensa familia del tipo que uno encontraría en los pueblos
en toda la región. Como en las familias extensas, había hombres mayores con autoridad, había
jóvenes activos tratando de afirmarse a sí mismos, y había amos y sirvientes. La gente se
5Hagenbuchner 1989: 260-2, luego traducción de Beckman 1999: 147. La carta es preservada
únicamente en el lengua hitita.
6 Knudtzon 1907: 506, luego traducción de Moran 1992: 192 (carta 116).
relacionaba entre sí por nacimiento o a través del matrimonio, y en momentos especiales en
sus vidas esperaban atención o eran obligados a invitar a otros. Cuando Kadashman-Enlil de
Babilonia se mudó a su nuevo palacio, invitó a sus compañeros reyes a asistir a las
festividades, incluyendo a Amenhotep III de Egipto. Aunque la idea de que el rey egipcio
pudiera venir era poco realista, la invitación debía ser dada, así como uno invitaría a un
compañero de trabajo en el pueblo.
Como en una familia, los sentimientos eran fácilmente heridos y las personas reñidas.
En su invitación a Amenhotep III, Kadashman-Enlil se quejó de que no había sido invitado a un
importante festival en Egipto y de que no había recibido los obsequios que usualmente
acompañaban tal invitación. En otra carta el hitita Hattusili III arremetió contra el asirio Adad-
nirari:
La idea de que todos ellos vivían en un gran pueblo era una ficción, por supuesto. Los
encuentros cara a cara eran una rareza y la mayoría de los grandes reyes jamás se vieron
[107] entre sí. Luego de concluir un tratado de paz, Ramsés II y Hattusili III acordaron reunirse
y el egipcio sugirió hacerlo en Canaán, el área de Palestina:
Yo, [el Gran Rey, el Rey de Egipto] iré a la tierra de Canaán para ver [a mi hermano, el
Gran Rey, el Rey de Hatti] y [para ver] a la cara a mi hermano y [recibirlo en mi tierra]. 8
El encuentro parece nunca haber ocurrido, sin embargo. Los reyes menores podrían
haber sido convocados a aparecer ante sus amos y haber realizado largos viajes, dejando a
alguien a cargo en casa. Aziru de Amurru, por ejemplo, viajó a Egipto para enfrentar asuntos
sobre su lealtad. La estancia podría haber durado más de un año, y llevó a rumores de que
había sido detenido allí permanentemente. En un punto su hijo escribió a un alto oficial egipcio:
Los grandes reyes se enfrentaron en batallas –pero esto era raro, como veremos
después– y posiblemente pudieron haber hablado luego. Pero no sabemos de tales
encuentros. Hasta donde sabemos, las guerras en el Mediterráneo oriental del Bronce Tardío
no involucraban los duelos heroicos que Homero describió tan vívidamente. En la batalla de
Qadesh, por ejemplo, tanto Ramsés II como Muwatalli lideraron sus ejércitos en persona.
Ramsés describió el evento como su victoria privada y exclamó que su oponente era
demasiado cobarde como para enfrentarlo en un combate a solas. Y cuando los hititas
demandaron la paz, de acuerdo con Ramsés, Muwatalli no fue por sí mismo, sino que envió
una carta a través de emisarios.
Las interacciones pacíficas entre los reyes eran más importantes, y las líneas de
comunicación debían permanecer abiertas. Esto no era siempre sencillo debido a las distancias
involucradas. Todos los grandes reyes utilizaban mensajeros y embajadores para transmitir
información. Estos podían ser profesionales que eran conocidos en cortes extranjeras. Egipto y
Mittanni parecen haber confiado durante mucho tiempo en los mismos dos mensajeros en sus
interacciones, llamados Keliya y Mane. Los mercaderes ocasionalmente se desdoblaban
también como emisarios. Todos los mensajeros llevaban tablillas cuneiformes que contenían la
correspondencia real, que no necesariamente tenían permitido leer, y casi ciertamente daban
mensajes orales además de los escritos. Eran tratados con respeto, pero necesitaban el
permiso de sus anfitriones para regresar. A veces eran detenidos por períodos [108] extendidos
de tiempo como rehenes; en una carta el rey babilonio se quejaba con Egipto respecto de que
su hombre fue retrasado durante seis años.
El viaje era muy lento. Los mensajeros terrestres viajaban en carros o con caravanas
que utilizaban mulas para llevar los bienes. Un mensajero rápido podía cubrir de 30 a 35
kilómetros por día, uno lento la mitad de esta distancia. Esto causaba grandes retrasos
temporales en la comunicación. El rápido viaje desde Amarna hacia la capital mittanni de
Washshukkanni duraba un mes, hacia Hattusa o Babilonia un mes y medio. A veces parte de
los viajes podía hacerse en bote, pero eso también era muy lento. Además, el viaje por mar
estaba restringido estacionalmente. De acuerdo con Braudel ‘hasta el final del siglo XVIII (d.C.)
los navegantes del Levante se embarcaron solo entre las fiestas de San Jorge (5 de Mayo) y
9 Knudtzon 1907: 674, luego traducción de Moran 1992: 256 (carta 169).
San Dmitri (26 de Octubre).’10 En el segundo milenio a.C., con menos avances tecnológicos en
navegación, la temporada no podría haber durado más. Las rutas terrestres cruzando las
montañas hacia Anatolia eran nevadas durante el invierno, aislando a los hititas del resto de la
región.
Los viajes no eran seguros tampoco. Los emisarios oficiales recibían pasaportes
preguntando a los reyes cuyos estados atravesaron por un paso seguro. Uno de ellos es
preservado en el archivo de Amarna, y declara:
A los reyes de Canaán, sirvientes de mi hermano, así dice el rey (de Mittanni): ‘Envié a
mi mensajero Akiya al Rey de Egipto, mi hermano, en apuros. ¡No dejes que nadie lo
retenga! Házlo entrar a Egipto con seguridad y acércalo al comandante de la fortaleza
de Egipto. Déjalo ir inmediatamente. No lleva ningún regalo con él. 11
Pero muchas áreas no estaban completamente bajo el control estatal, y los nómadas y
bandidos (ver capítulo 3) planteaban peligros. Cuando el hitita Hattusili III no recibió mensajeros
de Babilonia, él se aventuró en la posible explicación de que los Ahlamu habían imposibilitado
el viaje. También los mares podían ser inseguros. Aunque los eventos descriptos en la historia
egipcia de Wenamun derivan del período brevemente posterior a la caída del sistema del
Mediterráneo oriental, ilustran qué tan real el peligro podía ser. En esta historia, el emisario
oficial del templo de Amón en Tebas sufrió varios percances severos viajando hacia Biblos en
el Líbano. En el camino fue robado en un puerto cananeo, y en su regreso su bote perdió el
rumbo hacia la costa de Chipre, donde la población local lo atacó y amenazó su vida.
A pesar de estos desafíos, las relaciones internacionales eran regulares y una
importante característica del Mediterráneo oriental del Bronce Tardío y todas están bien
documentadas. Para el estudio de intercambios diplomáticos podemos confiar en varios
archivos de cartas. Todas las cortes tenían escribas para escribir la correspondencia de sus
amos a otros reyes, tanto a sus iguales como a aquellos que estaban en un mayor [109] o
menor estatus. Utilizaban principalmente la lengua babilonia para hacerlo y enviaban cartas
escritas en escritura cuneiforme en tablillas de arcilla. Los restos de algunos archivos
diplomáticos están preservados. El más prominente es llamado el archivo de Amarna, a
11 Knudtzon 1907: 268-70, luego traducción de Moran 1992: 100 (carta 30).
Figura 5.1 Reverso de la carta de Amarna del rey mitannio Tushratta a Amenhotep III de Egipto informándole que la
diosa Ishtar de Nineveh desea visitar Egipto (ver Capítulo 8). Debajo del texto cuneiforme en babilonio están escritas
algunas líneas en tinta en egipcio hierático. No son totalmente claras, pero parecen decir: ‘Año 36, cuarto mes de
invierno, día 1. Uno (el rey) estaba en la villa del sur (de) la Casa de Regocijo.’ Ver Moran 1992: 62. Photo: © British
Museum/HIP/Art Resource, NY
partir del nombre moderno de la efímera capital de Akenatón, Akhetaten. En ella aparecieron
cartas de los últimos años del rey egipcio Amenhotep III y del reinado completo de Akenatón.
Las últimas cartas podrían datar del primer año de Tut’ankhamun, después del cual la ciudad
fue abandonada. Las cartas tempranas fueron llevadas a la ciudad en su fundación, y cuando
la administración se retiró probablemente se llevó cierta cantidad de cartas. Lo que queda son
objetos descartados. Desde otros archivos diplomáticos es claro que [110] las cancillerias no
conservaban las cartas por mucho tiempo y consideraban que habían perdido su valor después
de algunos años. El archivo de Amarna cubre un período de al menos 30 años, desde
alrededor del 1360 al 1330, pero quizás un poco más de 15 años. Incluye alrededor de 40
cartas entre el Faraón y otros grandes reyes y unas 310 piezas de correspondencia con
clientes siro-palestinos involucrando al rey de Egipto o sus oficiales. Solo cuatro cartas no
fueron escritas en babilonio: el asirio y el hurrita se utilizó respectivamente en dos cartas, y dos
cartas en hitita.
Los archivos de la capital hitita de Hattusa muestran que la correspondencia
diplomática continuó a lo largo del Bronce Tardío. Hasta ahora, unas 120 cartas desde y hacia
la corte hitita son conocidas, la mayoría en un estado fragmentado. Datan de finales del siglo
XIV a finales del siglo XIII, pero la gran mayoría es de los reinados de Hattusili III y Tudhaliya
IV, esto es, 1267-1209. El mayor grupo coherente –una docena de cartas- consiste en la
correspondencia entre las casas reales de Hattusili III y Ramsés II. Otra correspondencia
incluye reyes y oficiales de Asiria, Babilonia, Alashiya, y clientes hititas, cada uno enviando o
recibiendo varias cartas.
Los archivos de Akhetaten y Hattusa pertenecían a cortes de grandes reyes. Es cierto
que existieron similares a lo largo de la totalidad del período y en otras grandes cortes. En Dur-
Kurigalzu una sola carta de los hititas a la reina babilonia fue desenterrada, y con suerte más
archivos resurgirán en el futuro. Los reyes menores también tenían que comunicarse entre ellos
y con sus amos, y descubrimientos arqueológicos en sitios siro-palestinos muestran que
también tenían escribas especializados para hacerlo. La mayoría de las veces se ha
descubierto un número limitado de tablillas en ciudades como Kumidu y Gezer, pero el archivo
de Amarna contiene alrededor de 290 cartas de ciudades a lo largo del norte de Siria al sur de
Palestina. Solo en la ciudad portuaria de Ugarit los arqueólogos encontraron un número
sustancial de cartas en el palacio y en casas de oficiales cercanas. Unas 350 cartas y
fragmentos fueron encontrados, de los cuales unos 200 fueron publicadas hasta ahora. Ellos
contienen la mayoría de las misivas que los reyes, reinas, y altos oficiales de la corte de Ugarit
intercambiaban con otros países, como Alashiya, Asiria, y Egipto. La mayoría de las cartas
involucra al rey hitita en Hattusa o a través de su virrey sirio en Carchemish. Aunque se
preservan algunas copias de cartas tempranas, la mayor parte de ellas data de los últimos 40
años de la existencia de Ugarit.
Las cartas entre reyes no tenían una fuerza vinculante legal, y para formalizar las
relaciones los reyes llevaban adelante tratados. Pocos de ellos fueron preservados, al menos
tres de los archivos de Hattusa. Las excepciones son dos tratados de Alalakh en la parte
temprana del período y un solo tratado de Egipto bajo Ramsés II, que involucra a los hititas.
Existieron muchos más tratados [111], como indican las referencias en otros textos. Los
tratados preservados son todos entre dos reyes, no entre dos estados. Cuando un nuevo
hombre ascendía al trono tenían que ser renovados, y para algunos estados como Hatti y
Amurru una secuencia de tratados es preservada: entre Suppiluliuma y Aziru, Mursili II y Tuppi-
Teshub, Hattusili III y Benteshina, y Tudhaliya IV y Shaushgamuwa. Como en las cartas, había
una gran diferencia en el estilo y el lenguaje de los tratados entre los iguales y aquellos entre
un señor y sus clientes. Aquellos entre iguales contenían cláusulas paralelas para ambas
partes, mientras aquellos entre un señor y su cliente se enfocaban en las responsabilidades del
compañero de menor rango.
Las cartas y los tratados son los registros más explícitos de relaciones internacionales
pacíficas. El registro arqueológico confirma la imagen de conexiones cercanas cuando objetos
extranjeros aparecen en las excavaciones. Algunos estudiosos han interpretado la presencia de
sellos cilíndricos babilónicos en la Tebas griega (ver p. 179), por ejemplo, como resultado de
los contactos diplomáticos. Sin embargo, otras explicaciones para su presencia son posibles.
Los sellos podrían haber sido curiosidades recogidas a través de relaciones pacíficas de
intercambio, parte del tributo impuesto sobre poblaciones conquistadas, o botines acumulados
durante una campaña. De hecho, no todos los contactos entre los estados del Mediterráneo
oriental fueron pacíficos: la guerra era común a lo largo del período y una importante manera
en la que los estados interactuaban. La naturaleza de todas estas relaciones, pacíficas o no,
era determinada por el estatus de los estados. En el siguiente apartado lo discutiré con mayor
detalle, de acuerdo a si se involucraba a dos iguales o a un señor y a un servidor.
Amos y Sirvientes
Los grandes estados del Mediterráneo oriental alcanzaban su estatus porque eran
capaces de afirmar su autoridad sobre los demás. Eran amos cuyos sirvientes se arrastraban a
sus pies, al menos retóricamente. Las cartas se referían a ellos con afirmaciones como esta:
Mensaje de Abdi-Ashirta, tu sirviente, la tierra debajo de tus pies. Caeré a los pies del
rey mi señor siete y siete veces. Mire, soy un sirviente del rey y un perro de esta casa.
Guardo a todos los Amurru para el rey, mi señor.12
Para todos los grandes estados esto era una nueva experiencia. Más temprano en la
historia, los centros de poder ejercieron control sobre otros, pero nunca tan consistente y
extensivamente como en el Bronce Tardío. Especialmente los pequeños reinos [112] de Siria-
Palestina, ubicados entre los grandes estados de Egipto, Mittani, Hatti y Alashiya, fueron
forzados a obedecer a uno o a otro de estos vecinos, pero otros territorios también sufrieron por
los objetivos expansionistas. Egipto anexó Nubia, Hatti controló en algunas oportunidades
Anatolia occidental, Asiria absorbió el territorio mittannio cuando el estado colapsó, Babilonia
reinó sobre la isla de Bahrain, y otros casos indocumentados deben haber existido también.
12 Knudtzon 1907: 346, luego traducción de Moran 1992: 130-1 (carta 60).
Estas adquisiciones territoriales eran el resultado de campañas militares, y podemos
describir de forma detalla acontecimientos de cómo grandes estados como Egipto subyugaron
a sus vecinos. Tal histoire événementielle (‘historia de los acontecimientos’) no es mi enfoque
aquí (algo de ella aparece en el capítulo 2). La habilidad de los grandes estados para tomar
acciones militares para hacer cumplir sus demandas era una herramienta diplomática en las
relaciones con los estados menores, quienes nunca podrían reunir suficientes recursos para
contrarrestar ejércitos poderosos. Los estados pequeños resistieron, sin embargo, y los
grandes reyes guerreros hicieron un gran esfuerzo para derrotarlos. Tutmosis III, por ejemplo,
describe la longevidad de su batalla contra los sirios cerca de Megiddo, lo que revela sus
habilidades militares pero también la tenacidad de la oposición. El afán de los pequeños
estados
por deshacerse del control de sus grandes vecinos podría indicar que la ocupación no fue
benigna, cualquiera haya sido la forma que tomó.
En la administración de territorios dependientes los grandes estados demostraban
flexibilidad y disponibilidad para adaptarse a las circunstancias locales. Los estudios
antropológicos del imperialismo tienden a proponer modelos que abordan las diferentes
relaciones entre gobernantes y gobernados, y uno de estos modelos emplea los términos de
control territorial y hegemónico. Sugiere dos extremos en una escala de preparativos: en uno
las regiones finalmente conquistadas eran anexadas como provincias (control territorial),
mientras en el otro había gobernantes locales que se convirtieron en clientes (control
hegemónico). Situaciones híbridas subyacen en el medio. En el Mediterráneo oriental del
Bronce Tardío la totalidad del rango de interacciones existía y la situación podría ajustarse
siempre que fuese necesario.
Egipto provee la más extensa evidencia de cómo un gran estado gobernaba los
territorios conquistados. Su historia también muestra qué tan flexible era tal actitud estatal y
cómo se adaptaba a las circunstancias locales y a la cambiante situación internacional. En
ningún otro período de la historia del Egipto antiguo su extensión territorial fue tan enorme
como en los años entre el 1500 hasta el 1150. Las campañas incesantes de los reyes
tempranos de la XVIII dinastía llevaron a una influencia directa e indirecta sobre regiones 1,000
kilómetros al sur de la frontera tradicional de la primera catarata y unos 900 kilómetros al norte
de la frontera con Asia. Con los siglos otros poderes desafiaron este dominio y Egipto tuvo que
ceder territorio especialmente en Asia, pero permaneció como el estado de mayor alcance del
período. Sus interacciones con las regiones conquistadas muestran el control tanto territorial
como hegemónico.
[114] Cuando Egipto conquistó Nubia eliminó el único estado de ese lugar, el Reino de Kerma
que había alcanzado su extensión total durante el Segundo Período Intermedio (ca. 1640-
1539). Por consiguiente, ya no existía una estructura de poder que los egipcios pudieran utilizar
para gobernar la región, y tuvieron que construir su propio sistema. Por lo tanto, los egipcios
apuntaron a anexar el territorio nubio al menos hasta la tercera catarata, incluyendo dos
regiones que llamaron Wawat (entre la primera y la segunda catarata) y Kush (entre la segunda
y la cuarta catarata). Un virrey gobernaba directamente la región a favor del rey a través de una
administración en paralelo a la de Egipto en sí misma. Las dos regiones de su dominio, Wawat
y Kush, tenían cada una un vicegobernador como en las subdivisiones tradicionales egipcias,
esto es, Alto y Bajo Egipto. En algún momento en la decimoctava dinastía el reino del virrey
llegó a incluir la parte más al sur del Alto Egipto, y bajo Tutmosis IV recibió el título de ‘hijo del
rey de Kush’ para mostrar su estatus especial. El titular del cargo era de sangre no-real,
usualmente un miembro de la burocracia o milicia egipcia. En Nubia su administración se
centraba en ciudades recientemente construidas alrededor de templos egipcios en imitación de
las ciudades de los templos en casa. Los egipcios establecieron fortalezas a lo largo de la Baja
Nubia que estaban claramente delimitando su entorno y fueron habitadas por nuevos colonos
que eran predominantemente egipcios. Estas personas estaban a cargo de todos los asuntos
estatales, pero contaban con la asistencia de las personas locales a las que le enseñaron a
comportarse como egipcios. No existía ningún respeto por la cultura indígena, y los restos
arqueológicos muestran un cambio de estilos locales a estilos egipcios, por ejemplo en los
enterramientos.
Mapa 5.1. Territorios extranjeros de Egipto
Río arriba, entre la tercera y la quinta catarata, el control egipcio era menos directo.
Fundaron solo unas pocas ciudades amuralladas en ubicaciones estratégicas. Mantuvieron a
los gobernantes locales en el poder haciéndolos responsables de la administración egipcia que
estaba en manos de los ‘Supervisores de las Tierras del Sur’. Para reforzar su control sobre las
élites nubias los egipcios llevaron hijos de familias prominentes a Egipto donde les dieron una
educación egipcia antes de enviarlos de regreso a casa.
La presencia egipcia en Nubia fue inspirada en parte por el deseo de bienes de lujo. A
través de intermediarios locales adquirían bienes como incienso, pieles de pantera, colmillos de
marfil, y también esclavos de más al sur en África. En el área de montañas escarpadas al este
del Valle del Nilo, Egipto buscó oro, que se extrae en grandes cantidades (ver capítulo 7). El
control del Valle del Nilo garantizaba transporte seguro, pero los asentamientos allí también
suponían el desarrollo agrícola. En la Alta Nubia los egipcios parecen haber extendido las
tierras de cultivo, que fueron restrictas en cantidad, y alentaron el pastoreo de ganado. No solo
extrajeron materias primas de Nubia, sino que también desarrollaron un sector de
manufacturación para proveer bienes [115] para un mercado egipcianizado. Los artesanos
nubios cambiaron su producción hacia el estilo egipcio. Algunos estudiosos han relacionado la
actitud egipcia hacia Nubia con una economía de plantación donde los locales eran forzados a
producir solamente para un cliente ausente. Esto puede ser un juicio demasiado duro, sin
embargo, los egipcios mayormente veían a Nubia como habitada por personas inferiores que
no tenían nada para contribuir excepto bienes y trabajo.
La actitud egipcia hacia el área de Siria-Palestina difería fundamentalmente de la
actitud hacia Nubia y muestra más cambios con el tiempo mientras otros grandes poderes
impugnaron la influencia egipcia sobre la región. Siria-Palestina fue el hogar de ciudades-
estado bien establecidas bajo el reinado de reyes locales por muchos siglos antes de la
conquista, y los egipcios no destruyeron esa estructura. En consecuencia, Egipto al principio
desarrolló un sistema de control hegemónico sobre la región que está bien documentado en el
archivo de Amarna. La correspondencia con clientes siro-palestinos muestra que Egipto
controlaba firmemente una estrecha banda de territorio a lo largo de la costa, de algunos 50
kilómetros, y que tenía influencia más allá de esa área. Los reyes locales de las ciudades-
estado eran servidores del rey egipcio, quien los llamaba ‘intendentes’. Eran forzados a pagar
impuestos, que emisarios egipcios recolectaban anualmente. Tres ciudades funcionaron como
centros administrativos egipcios: Gaza en la costa de Palestina, Kumidi tierra adentro en el sur
del Líbano, y Sumur en la costa libanesa norte. La ocupación militar fue liviana y una guarnición
de solo diez soldados, por ejemplo, mantuvo el control de Egipto sobre Jerusalén. Los reyes
locales eran dejados para ocuparse de sus propios intereses, y parecen haber tenido más
problemas entre ellos que con Egipto. Especialmente en el norte, la lealtad a Egipto era débil.
Como vemos en el comienzo de este capítulo, Aziru, el rey de Amurru, estaba en negociación
con los hititas para cambiar su lealtad hacia él y presionó sobre sus vecinos para hacer lo
mismo. El rey de Biblos en particular se quejó vociferantemente con su amo egipcio sobre las
amenazas de Amurru, pero no recibió asistencia militar.
Los egipcios utilizaban a las élites locales para proporcionar impuestos y accesos a
bienes, pero no las forzaban a adoptar las costumbres y el comportamiento egipcio. Por el
contrario, Egipto utilizaba un lenguaje extranjero para comunicarse con ellas (escrituras
babilónicas en tablillas de arcilla en cuneiforme), y adoptaron algunas deidades sirias en su
panteón, así como otros elementos culturales (ver capítulo 8). Aunque en las representaciones
públicas los sirios y los nubios eran siempre descriptos en paralelo como enemigos
tradicionales del estado que diferían únicamente en su apariencia física, la actitud egipcia hacia
los sirios y su cultura era mucho más respetuosa que hacia los nubios.
Alrededor del 1350, entonces, Egipto utilizó tanto el control hegemónico como el
territorial sobre sus dominios extranjeros. En el sur había anexado mucho de Nubia, [116]
gobernando directamente, mientras en el norte se prefirió un sistema de clientes estatales
administrado por los gobernantes locales en favor de Egipto. La situación política internacional
en Siria-Palestina era mucho más volátil que en el sur. En el norte Egipto confrontó a otras
grandes potencias, y esto necesitó un acercamiento más flexible para gobernar la región.
Mientras Egipto fue la potencia militar dominante allí hasta alrededor del 1350, la expansión
hitita bajo Suppiluliuma I (quien gobernó desde 1350-1322) presentó un serio desafío a aquella
dominación. Como mencioné tempranamente en este capítulo, los reinos como Amurru
sostuvieron alianzas con Hatti, y la influencia egipcia en la región disminuyó. Los primeros
reyes de la XIX dinastía, especialmente Seti I (quien gobernó desde 1290-1279) y Ramsés II
(quien gobernó desde 1279-1213) reestablecieron la credibilidad militar egipcia, pero su
influencia en el norte de Siria permaneció limitada. La presencia hitita parece haber causado un
cambio en el acercamiento gubernamental egipcio en el sur de Siria y Palestina. En lugar de
confiar en los sistemas administrativos locales, Egipto ahora impuso un control directo bajo sus
propios oficiales. Estos oficiales vivían en residencias y guarniciones especialmente
construidas por este propósito y llevaban bienes de su tierra natal para continuar con una vida
similar a la de Egipto. Al
mismo tiempo los locales adoptaron cada vez más el comportamiento egipcio. El sur de Siria-
Palestina se convirtió así en un territorio anexado, aunque menos a fondo que Nubia.
La región siro-palestina era rica y proveyó de muchos recursos a Egipto. Por ejemplo,
el Desierto de Sinaí contenía minas de minerales que incluían ricos depósitos de cobre,
mientras los bosques de las montañas libanesas suministraban una excelente madera que era
completamente ausente en Egipto. Ciertos productos agrícolas de Siria, como vino, eran de
gran demanda. Además, la producción artesanal siro-palestina era de mayor calidad,
incluyendo bienes de lujo, como paños morados, metalurgia, y muebles (ver capítulo 7).
Las otras grandes potencias adoptaron una actitud tan flexible hacia los territorios
conquistados como Egipto, pero la evidencia de sus políticas es mucho más escasa. El ideal en
todos lados parece haber sido mantener los costos bajos tanto como sea posible, lo que
usualmente significaba que las grandes potencias dejaban a las estructuras locales en su lugar,
sujetándolas a su supervisión mediante tratados de clientelismo. Los estados mitannio y
micénico –muy poco conocidos en este sentido- podrían haber confiado enteramente en el
clientelismo local. Hatti, la fuente de la mayoría de los tratados que sobrevivieron, usualmente
vinculaban gobernantes menores a su rey, pero colocaban a príncipes hititas en el trono de
ubicaciones estratégicas. El rey Suppiluliuma hizo esto en las ciudades del norte de Siria,
Carchemish que controlaba el cruce del Éufrates, y Aleppo, ubicada estratégicamente en la ruta
comercial que iba de este-oeste. Estos hombres crearon sus propias dinastías aquí, sin
embargo, convirtiéndose más en clientes que en oficiales. Asiria, una de las últimas potencias
en expandirse, hizo una distinción entre dos tipos de territorio. Anexó las regiones cercanas
[117] a su núcleo y las gobernó directamente a través de oficiales que vivían en asentamientos
asirios con poco acceso por parte de las poblaciones locales. Las personas en estas provincias
tenían todos los derechos y las responsabilidades de los asirios, y desde finales del siglo XII
esas áreas fueron designadas como ‘la tierra de Assur.’ Más alejados, los territorios
conquistados eran gobernados por los clientes locales, y las áreas eran designadas como bajo
‘el yugo de Assur’. Los asirios mantuvieron el control sobre la primera zona a través de
asentamientos ubicados estratégicamente, ocasionalmente reconstruyendo ciudades existentes
en un estilo asirio.
Los lazos de los reyes clientes con sus amos eran paralelos a los de los miembros
menores de la familia con los jefes de la familia. Las conexiones personales eran muy
importantes y eran regularmente fortalecidas a través de matrimonios diplomáticos. Numerosas
princesas de clientes estatales terminaron como esposas menores en las cortes de los grandes
reyes. Especialmente, los faraones egipcios reunían tantas esposas extranjeras que algunos
estudiosos los han acusado de hipergamia. Tutmosis III, por ejemplo, hizo una lista de
princesas entre los tributos que recolectó en Siria. Estas mujeres proveían una reputación
especial a la virilidad del gran rey, pero también servían como rehenes. Un cliente rebelde
podía temer por la vida de su hermana o de su hija. En este sentido la práctica hitita
mencionada en el tratado traducido al comienzo de este capítulo es inusual y algo
sorprendente. Los grandes reyes de Hatti regularmente desposaban hermanas o hijas con los
clientes gobernantes. Sabemos que Suppiluliuma cedió a dos hijas y a una hermana en
matrimonio con reyes menores. El tratado de Tudhaliya menciona que la hermana de Muwatalli
desposó a Masturi, un rey menor de la tierra del Río Seha, y que la propia hermana de
Tudhaliya desposó a Shaushgamuwa de Amurru. Esta es la única evidencia de tal
comportamiento por parte de los grandes reyes,13 y presenta un sorprendente alejamiento de la
práctica común. Esto posiblemente puso a las princesas hititas en situaciones peligrosas –
aunque no se menciona el destino de la esposa cuando Masturi se rebeló- y podría indicar un
enfoque especial en los lazos personales en las relaciones extranjeras hititas.
Un sistema paralelo destinado a vincular a hombres de los territorios dependientes con
las grandes cortes consistió en educar príncipes en el palacio del gran rey. Los jóvenes eran
criados de acuerdo a los ideales y a las cosmovisiones de las grandes cortes. Al terminar su
educación eran enviados de regreso a casa para gobernar a favor de los grandes gobernantes,
y ocasionalmente mostraban muy poco compromiso para con las costumbres o personas
indígenas. La tumba de Hakenefer, príncipe de Miam cerca de la segunda catarata en Nubia,
muestra muy bien este proceso de aculturación. El príncipe, quien utiliza un nombre egipcio en
lugar de uno nubio, fue enterrado totalmente en el estilo egipcio. Las inscripciones jeroglíficas
en su tumba lo llaman un sirviente del faraón y un ‘niño de la guardería’, esto es, alguna vez de
la corte real. Pero en los ojos de los egipcios era nubio y distintivo. Su imagen aparece también
en la tumba del virrey de Nubia, [119] Huy, excavada en la Tebas egipcia, donde la vestimenta
y el color de la piel identifican inconfundiblemente a Hekanefer como un hombre nubio.
La expansión territorial sirvió a varios objetivos de las grandes potencias. Hasta cierto
punto estaban a la defensiva porque proporcionaban un amortiguador con enemigos
potenciales. Esto era especialmente cierto en Siria-Palestina, que estaba ubicada entre
13La sugerencia de que una princesa egipcia se casó con el rey de Ugarit, solamente se basa en la
aparición de un vaso con una inscripción jeroglífica, el llamado ‘vaso del matrimonio’ (Desroches-
Noblecourt 1956), que está desaparecido (Rölling 1974).
Figura 5.2 Las dos identidades de Hekanefer. Hekanefer, príncipe de Miam fue representado dos veces en tumbas
egipcias. En la tumba tebana de Huy, virrey de Kush en el reinado de Tut’ankhamun (imagen superior), aparece con
otros clientes gobernantes representados como típicos nubios, con vestimentas nubias y plumas en su cabeza y con
las características físicas que los egipcios utilizaban para mostrar a los hombres nubios. Su estatus de sujeto es
indicado por el hecho de que se postra. El texto detrás de su espalda dice: ‘Hekanefer, el príncipe de Miam.’ La
imagen inferior proviene de su propia tumba excavada en el cementerio de Toshka cerca de Abu Simbel en Nubia.
Aunque desafortunadamente está muy dañada, aún podemos reconocer que es representado como un hombre
egipcio allí. El texto que acompaña la imagen, dice: ‘Alabando a (el dios) Osiris y besando el suelo para Wennefer
(=Osiris) por el príncipe de Miam, rey hacedor de sandalias, niño de la guardería, Hekanefer.’ (después de Davies
1926: pl. XXVII [superior] y Simpson 1963: fig.7[inferior])
varios grandes estados. Las luchas entre Egipto y Mitanni y Egipto y Hatti no involucraron
invasiones a los núcleos de estos estados, sino solo a sus dependientes. De manera similar,
las regiones periféricas del Mediterráneo oriental eran hogar de muchas fuerzas hostiles, y era
mejor tener clientes gobernantes que lidiaran con ellos que sufrir sus ataques directamente.
Los anexos y las expansiones tenían también beneficios económicos. Las mismas
conquistas traían consigo botines que podían ser enormes y que eran mostrados como signos
de gloria en las inscripciones y descripciones oficiales (ver capítulo 4). Sin embargo, esos eran
eventos únicos, y los grandes estados tenían como objetivo generar un flujo constante de
ingresos. En muchos casos reestructuraban las economías locales para su propio beneficio. La
producción agrícola parece haber sido la mayor preocupación. Los hititas y los asirios vieron al
norte de Siria como un granero, y los egipcios desarrollaron la agricultura de la Alta Nubia.
Muchas de las regiones conquistadas tenían materias primas y minerales que eran de gran
interés o controlaban rutas de intercambio que los llevaban desde fuentes más alejadas. Los
egipcios adquirieron ricas minas de oro en Nubia y bosques con madera de alta calidad en el
Líbano. Los hititas y los asirios encontraron minerales en Anatolia oriental. Expandiéndose
hacia el Golfo Pérsico, los babilonios ganaron acceso a rutas de intercambio marítimas,
mientras que los egipcios obtenían productos exóticos subsaharianos y del este de África a
través de sus territorios en la Alta Nubia. Los bienes manufacturados eran también
demandados a gran escala. Siria-Palestina era especialmente famosa por sus productos
artesanales de lujo. Todos estos bienes, procesados y sin procesar, entraban regularmente
como tributo o porque los grandes gobernantes comisionaron su producción. No parece haber
habido renuencia a desangrar a los territorios conquistados: las grandes cortes necesitaban
estos activos para salvaguardar su estatus y para su propio placer. Algunos estudiosos
modernos tienden a enfatizar los aspectos positivos de las ocupaciones, señalando que los
grandes estados invirtieron en las regiones, pero me parece que esos esfuerzos fueron
principalmente para el beneficio de los ocupantes.
Entre Iguales
Hijas adultas, hermosas mujeres, deben existir. Envíame una mujer hermosa como si
fuera tu hija. Quién diría, ‘¡Ella no es la hija de un rey!’ 18
Mi esposo falleció, y no tengo hijos. Pero tú tienes muchos hijos, dicen. Si me das uno
de tus hijos, se convertirá en mi esposo. Nunca tomaría a uno de mis sirvientes y lo
convertiría en mi esposo. Tengo miedo.
20 La mayoría de los académicos cree que era Ankhesenamun, la viuda de Tut’ankhamun, pero otros han
sugerido que esto sucedió luego de la muerte de Akenatón y que la reina involucrada era Nefertiti.
Esto era una proposición altamente inusual y Suppiluliuma sospechaba correctamente.
El texto continúa: [123]
Cuando mi padre oyó esto, convocó a su consejero: ‘Tal cosa jamás me había pasado
en mi vida entera.’ Así que mi padre envió a Hattusa-ziti, su chambelán, ‘Ve y tráeme la
verdad. Quizás ellos me engañen. Quizás sí tienen un hijo de su señor. Tráeme la
verdad.’
¿Por qué dijiste, ‘ellos me engañan,’ en esa forma? Si tuviera un hijo, ¿habría escrito
sobre mi vergüenza y la de mi país a otro país? Nunca tomaría a uno de mis sirvientes y
lo convertiría en mi esposo. No le escribí a ningún otro país, excepto a ti. Ellos dicen
que tienes muchos hijos, así que dame uno de los tuyos. Él será mi esposo. En Egipto
él será rey.21
Antaño Hattusa y Egipto eran amigos y ahora esto también ha tenido lugar. Así las
tierras de Hatti y Egipto serán amistosas entre sí por siempre.
21No he podido ver esta carta real de la reina más que en el fragmento editado por Edel 1994: núm. 1,
como Edel sugiere allí.
22 La carta que Aya envió podría estar preservada en los archivos de Hattusa. Ver van den Hout 1994.
Cuando los egipcios temieron, vinieron a pedirle a mi padre que su hijo reinara. Pero
cuando mi padre entregó a su hijo, como lo llevaron, lo asesinaron. Mi padre estaba
furioso y fue a Egipto, atacó a Egipto, y destruyó las tropas y los carros egipcios. 23
Aunque la totalidad del episodio es atípica, se ajusta a las reglas normales de los
matrimonios diplomáticos con Egipto si permitimos una inversión total de género. La reina
egipcia, la única gobernante en el trono, inició las negociaciones como si fuera un hombre. Ella
pidió por un esposo extranjero, tal como otros reyes egipcios [124] lo solicitaron anteriormente,
y se esperaba que ese esposo viajase a Egipto tal y como muchas princesas extranjeras lo
hicieron. El caso no fue una ruptura de las reglas egipcias de que ninguna princesa se haya
casado con un extranjero, porque la viuda de Tut’ankhamun actuó como un rey. La unión no
habría llevado a la creación de un enorme imperio desde Anatolia hasta Nubia; Zannanza era
un muy joven príncipe para convertirse en rey de Hatti. Las casas reales de Egipto y Hatti
hubieran continuado separadas así como en otros matrimonios diplomáticos. La inversión de
género es lo que sorprende aquí, no el acuerdo sugerido.
No puede sorprendernos que no todos los matrimonios terminaran bien. Sólo podemos
adivinar qué pasaba cuando una esposa perdia el favor de un rey, o viceversa, aunque la
presencia de un amplio número de mujeres de varias edades en las cortes habría facilitado
encontrar un lugar apartado para alguien. El divorcio era posible y legal en el antiguo Oriente
Próximo, sin embargo, y cuando un matrimonio diplomático terminaba en él, naturalmente este
tenía repercusiones en las relaciones entre los dos estados. Uno de estos casos está bien
documentado, e involucra a dos reinos menores a finales del Bronce Tardío, Ugarit y su vecino
Amurru. El rey Ammistamru II de Ugarit se casó con la hija del rey de Amurru, Benteshina y su
esposa, la princesa hitita Gashshulawiya, hija de Hattusili III. El divorcio fue un asunto serio
para ambas cortes y para su señor hitita, y 11 registros encontrados en Ugarit refieren a este
asunto.24 El nombre de la mujer nunca es mencionado. En su lugar las personas refieren a ella
como ‘hija de Benteshina,’ ‘hija del rey de Amurru,’ ‘hermana de Shaushgamuwa,’ o ‘hija de la
Gran Señora.’ El caso parece haber tomado varios años para resolverse y terminó en un
desastre para la mujer. Comenzó cuando su padre Benteshina estaba aún vivo y duró hasta el
reinado de Shaushgamuwa.
24Sigo a Lackenbacher 2002: 108-26 en la reconstrucción de este asunto. Los registros no están
datados, así que su secuencia y el lapso de tiempo son inciertos.
El comportamiento de la esposa causó el divorcio. La descripción de este, sin
embargo, es discreta:
Cuando el rey nuestro señor [ ] fue de campaña o hacia Carchemish, la hija de la Gran
Señora invitó a tus sirvientes, nobles, y [ ] en su presencia y coqueteó con ellos.25
El coqueteo podría haber sido un eufemismo para un comportamiento adúltero, y los mismos
acusadores afirmaron que esto deshonró al rey de Ugarit. El señor hitita estuvo de acuerdo con
el veredicto y preparó una orden para disolver el matrimonio.
[125]
Antes Mi Majestad, Tudhaliya, el gran rey, Rey de Hatti, Ammistamru, Rey de Ugarit
tomó como esposa a la hija de Benteshina, el Rey de Amurru. Ella causó problemas
para Ammistamru. Ammistamru, Rey de Ugarit irrevocablemente se divorció de la hija
de Benteshina. Todo lo que la hija de Benteshina llevó a la casa de Ammistamru, debe
llevárselo cuando abandone la casa. Por todo lo que Ammistamru haya tomado, que los
hijos de Amurru juren que Ammistamru se los devolvió. Respecto a Utri-Sharruma el
príncipe coronado de Ugarit. Si él dice, ‘quiero seguir a mi madre’, que coloque su bata
en un taburete y se vaya. Ammistamru, Rey de Ugarit designará a otro de sus hijos
como príncipe coronado. Si, cuando Ammistamru muera, Utri-Sharruma trae de regreso
a su madre a Ugarit y la hace su reina(-madre), que Utri-Sharruma coloque su bata en
un taburete y se vaya donde quiera. Mi Majestad designará a otro hijo de Ammistamru
como rey de Ugarit. Para los días futuros la hija de Benteshina no hará un reclamo entre
sus hijos e hijas, ni entre sus suegros. Todo se queda con Ammistamru, Rey de Ugarit.
Si ella reclama algo, esta tablilla prevalecerá sobre ella.26
El virrey hitita en Carchemish, quien era responsable por Ugarit y Amurru, confirmó la
orden. Los señores se enfocaron en la prsucesión real y apropiada de sus decisiones. Ambos
esposos conservaron lo que llevaron al matrimonio, y Amurru no perdió nada. Además, el
príncipe coronado debía elegir entre su padre y su madre. Si la seguía a ella, perdería su
derecho al trono de Ugarit. Si se quedaba pero invitaba a su madre a volver una vez que fuera
rey, el señor hitita lo removería del trono.
Había un problema, sin embargo, sobre qué hacer con la reina. Ella fue expulsada de
Ugarit, pero su hermano Shaushgamuwa, que ahora rey de Amurru, no la quería en su palacio.
26 Nougayrol 1956: 135, luego traducción de Lackenbacher 2002: 116-17 y Beckman 1999: 180-1.
Así que el virrey hitita sugirió que se quedara en cualquier otro lugar del reino. Shaushgamuwa
parece haberse rehusado a hacerse cargo de ella, y luego contactó a Ammistamru para llevarla
de regreso a Ugarit. Sugirió que Ammistamru podría hacer lo que quisiera con ella, incluso
matarla, siempre y cuando pagara dinero por la sangre. Tres registros de esto son preservados,
incluyendo este.
27Nougayrol 1956: 141-3, luego traducción de Lackenbacher 2002: 123-4. El valor de un shekel en Ugarit
no es totalmente certero, pero usualmente se piensa que son 9.4 gramos, que utilicé en mis cálculos en
paréntesis.
pocos tratados entre dos estados iguales están preservados. Son diferentes en el tono e
inquietudes de los muchos tratados entre señores y clientes. El paralelismo y la equidad en
lugar del dominio eran de una importancia primordial. El más antiguo y mejor preservado
tratado conocido por nosotros llevó a terminar el longevo conflicto entre Egipto y Hatti que
alcanzó su pico en 1275 en la batalla de Qadesh. Dieciséis años después, Ramsés II y Hattusili
III concluyeron un acuerdo formal para unirse en una alianza defensiva y obligarlos a enfrentar
tratados internos y externos juntos. El tratado era muy especial para ambas partes, y cada una
formuló una versión grabada en una tablilla de plata. El registro egipcio fue enviado a Hattusa
donde sobrevivió en el idioma babilónico en varias tablillas de arcilla dañadas. El texto puede
reconstruirse bastante bien excepto por el final. La versión hitita, enviada a Tebas, fue
traducida al egipcio y tallada en las paredes del templo de Amón en Karnak y en el
Ramesseum. Hay algunos pasajes poco claros debido a la erosión de la piedra. 28 Las dos
copias no son duplicados exactos, pero se ejecutan en su mayoría como paralelos como
muestra la siguiente tabla:
[127]
§ 1 Este es el tratado que R envió en una § 1 Este es el tratado que H envió en una
tablilla de plata tablilla de plata
§ 2 Las partes del tratado son R y H § 2 Relaciones previas: el dios no permitió la
guerra, pero hubo guerra bajo Muwatali
§ 3 Relaciones previas: el dios no permitió la § 3 Hay paz ahora
guerra
§ 4 Hay paz ahora § 4 Habrá paz
§ 5 Habrá paz § 5 No habrá agresión
§ 6 No habrá agresión § 6 Se reafirman los tratados tempranos
§ 7 Alianza defensiva por Hatti § 7 Alianza defensiva por Egipto
§ 8 Apoyo contra rebeliones internas en Hatti § 8 Apoyo contra rebeliones internas en Egipto
§ 9 Alianza defensiva por Egipto § 9 Alianza defensiva por Hatti
§ 10 Apoyo contra rebeliones internas en Egipto § 10 Apoyo contra rebeliones internas en Hatti
§ 11 Apoyo por el sucesor de H § 11 Contingencia de la muerte de H
§ 12 Fugitivos: noble de Hatti § 12 Fugitivos: noble de Egipto
§ 13 Fugitivos: hombre común de Hatti § 13 Fugitivos: hombre común de Egipto
§ 14 Fugitivos: noble de Egipto § 14 Fugitivos: noble de Hatti
§ 15 Fugitivos: hombre común de Egipto § 15 Fugitivos: hombre común de Hatti
28 Ambas versiones del tratado fueron recientemente re-editadas y comparadas en Edel 1997. Para
traducciones en inglés fácilmente accesibles, ver Beckman 1999: 96-100 (versión en cuneiforme) y
Wilson en Pritchard 1969: 1999-201 o Kitchen 1996: 79-85 (versión en jeroglífico).
§ 16 Fugitivos: dignatario de Hatti § 16 Testigos divinos: dioses hititas
§ 17 Fugitivos: dignatario de Egipto § 17 Maldiciones y bendiciones
§ 18 Fugitivos: hombre común de Hatti; no será § 18 Fugitivos: hombre común de Egipto; no
castigado será castigado
§ 19 Fugitivos: hombre común de Egipto; no § 19 Fugitivos: hombre común de Hatti; no será
será castigado castigado
[128] Las preocupaciones principales son claras. Las casas reales querían paz para
siempre y prometieron ayudarse entre sí cuando fueran amenazadas. En el caso de que un
extraño atacase a una de las partes, la otra tendría que enviar apoyo militar, y se
comprometieron a la asistencia mutua en el caso de rebeliones locales. Sabemos que las
tropas fueron, de hecho, intercambiadas. Los hititas ubicaron aurigas en Pi-Ramsés, parte de
cuya guarnición ha sido excavada.
Hattusili parece haberse preocupado específicamente por su sucesor. El tratado que
Ramsés le envió afirma explícitamente:
Y mira, el hijo de Hattusili, Rey de Hatti, deberá ser Rey de Hatti en lugar de Hattusili, su
padre, después de muchos años que Hattusili fue Rey de Hatti. Si los nobles de Hatti
ofenden contra él, Ramsés amado-de-Amón deberá enviar tropas y carros para
vengarse de ellos.29
Guerra
30Mi discusión de los relatos de la batalla de Qadesh está inspirada por el brillante artículo de Tefnin
(Tefnin 1981).
asesinar y capturar enemigos. Todos sus colegas de la época pensaban de la misma manera,
aunque no proveyeron detalles. Muchos relatos textuales y visuales egipcios nos dan un
sentido de la crueldad de la guerra, incluyendo aquellos de la batalla de Qadesh. Las flechas
atraviesan hombres, caballos y carros que los pisotean, los enemigos se atacan con espadas y
hachas, y los fugitivos se ahogan en el río. Otros registros egipcios nos dejan conocer más
sobre los horribles actos que no deberíamos olvidar. Los soldados victoriosos cortaban las
manos –o en el caso de los enemigos Libios, los falos- de sus víctimas para clamar su
recompensa. Las descripciones de la guerra de Ramsés III contra los libios en Medinet Habu
muestran soldados llevando pilas de manos y falos. 31 Los soldados que se rendían eran
llevados vivos. Las mujeres y los niños de los enemigos derrotados eran llevados a Egipto y
presentados como recompensas. Algunos prisioneros o sus cadáveres recibían un tratamiento
especial para avergonzarlos. Amenhotep II se jacta de haber colgado de cabeza los cuerpos de
seis jefes sirios en los muros [132] de Tebas y envió uno a Napata en la Alta Nubia para el
mismo tratamiento. Un relieve del reinado de Tut’ankhamun muestra a un príncipe sirio
encerrado vivo en una jaula que colgaba del mástil de un barco. Una pequeña placa de oro
representa a Aya disparando flechas desde su carro hacia un objetivo montado en un tubo en
el que dos enemigos están atados. Los cuerpos de los enemigos eran profanados y dejados sin
enterrar. Todos los ejércitos de la época probablemente se comportaron de forma similar para
celebrar sus victorias y saldar cuentas con sus enemigos, vivos o muertos. La tardía
descripción de Homero de una guerra de la Edad del Bronce podría leerse como una
glorificación de ella,
pero los horrores que describe no pueden dejar de repeler – y shockearon a su audiencia
cuando escucharon sobre el maltrato del cadáver de Héctor.
No solo los derrotados sufrieron, sin embargo. Todos los hombres aptos en todo el
mundo del Mediterráneo oriental podían servir en el ejército en un momento u otro. Dejaban a
sus familias atrás después de finalizar el trabajo en los campos, ocasionalmente para marchar
cientos de kilómetros con el calor veraniego. Llevaban equipamiento que apenas los protegía
contra las flechas, las espadas, y las hachas enemigas. Deben haberse sentido afortunados al
regresar a sus hogares vivos y sin heridas mayores. Es cierto, recolectaban una parte del botín,
pero ¿qué tanto podría haber sido si debían compartirlo con otros 47,500 hombres? Los
grandes reyes guerreros de la época –Tutmosis III, Suppiluliuma I, Tukulti-Ninurta I, Shutruk-
Nahhunte, Nabucodonosor I, y muchos más- podrían haber querido que creyéramos que su
valor personal provocó su gran éxito, pero no debemos olvidar a los innumerables soldados
anónimos que se lo proporcionaron.
Ensayo bibliográfico