Fresas Salvajes o Silvestres
Fresas Salvajes o Silvestres
Fresas Salvajes o Silvestres
Por otro lado, la escena funciona como una manera de explicitar la mirada que el director ha depositado sobre su
obra. No cabe ninguna duda de que el protagonista absoluto de la función es Isak, quien hace un amplio repaso de
su vida, sus actos, sus recuerdos y los momentos clave que han determinado su existencia, pero la película en
realidad no está contada desde su punto de vista, o no de manera exclusiva —las únicas escenas en las que se
puede hablar de narración subjetiva son las correspondientes a los sueños y los recuerdos. Si bien es cierto que el
filme abre con sus reflexiones en voz en off, este se construye, aparte de como un camino de autodescubrimiento
del personaje principal, también como una observación desde fuera. La cinta carece de planos subjetivos en los
que se enfatice que la mirada de la cinta es la del protagonista, y, a pesar de que se profundiza en aspectos
trascendentales e íntimos de Isak, la cámara siempre acompaña desde fuera al personaje, quien difícilmente
quedará dentro del plano, como una manera clara de señalar que en realidad se trata de un retrato, y no de un
autorretrato. Todas las decisiones de puesta en escena culminan en la citada escena en la que el protagonista va a
visitar a su madre, y esto es así gracias al citado plano en el que la cámara se queda con el personaje de Marianne.
De esta forma se expone a las claras que, en realidad, la mirada moral de la cinta se sitúa en el lugar de Marianne,
quien de manera pasiva ejerce de jueza de la evolución de Isak. Un lugar que es también el de Ingmar Bergman,
quien no solo se autoanaliza, sino que, desde fuera, juzga lo que observa.
Sin embargo, desde el punto de vista narrativo destaca el juego que se establece entre ficción, recuerdo
y flashback en las escenas en las que Isak visita su pasado, con especial mención a la primera de ellas, que tiene
lugar en la casa de veraneo de su familia. El primer aspecto que llama la atención es el hecho de que en realidad lo
que se muestra no puede ser un recuerdo suyo, puesto que, como se expresa durante la escena, Isak se había ido
con su padre, y sin embargo él aparece, como si estuviera reviviendo la experiencia. De esta manera Bergman
aborda el frágil mundo de los recuerdos, en el que el paso del tiempo puede llegar a provocar auténticos
desbarajustes entre lo que se recuerda y lo que realmente ocurrió. En este primer recuerdo Isak revive, o más bien
imagina, uno de los momentos que determinó su existencia: aquel en el que su prima Sara, la joven de la que
estaba enamorado, se decanta por Sigfrid, uno de los hermanos de Isak, a pesar de que ya estaban comprometidos.
En el diálogo que se establece entre ellos dos se retrata a Isak como un ser bondadoso y carente de maldad, en
contraposición al pícaro Sigfrid. A su vez, se muestra la duda que le invade a Sara, quien se arrepiente de lo que
hace a pesar de que no puede contener la pulsión pasional que le nace cuando está cerca de Sigfrid. De esta forma,
Isak queda como la gran víctima del entuerto, y Sara como una mujer que toma una mala decisión de la que se
arrepentirá en el futuro.
Por un lado, la escena puede interpretarse como un momento clave de la vida de Isak, el instante en el que pierde
la inocencia y comienza a fraguarse el carácter agrio y egoísta que le caracterizará posteriormente. En este sentido
resulta elocuente que la escena transcurra en un lugar en el que crecen fresas silvestres, esas fresas salvajes que
dan título a la cinta, puesto que se trata de un símbolo sueco del renacimiento de la vida, ya sea del amor de estos
nuevos dos amantes como del propio Isak, que mediante este falso recuerdo recupera sus emociones hacia Sara.
Por otro lado, no deja de resultar llamativo que este recuerdo, que Isak nunca llegó a vivir y realmente no se sabe
si llegó a ocurrir —más allá de que este estuviera o no presente—, se genere en la mente del protagonista de esta
manera concreta, puesto que en el fondo lo que refleja es lo que a Isak le gustaría que hubiera pasado: una vez que
el desamor es inevitable, que por lo menos su figura quede dignificada. A su vez, que la de su hermano quede
mancillada y la de su gran amor refleje las consecuencias de un enorme error. Por tanto, en realidad no es más que
de un recuerdo inventado, que Isak vive como real a pesar de que en el fondo es consciente de la incongruencia de
base.
Y de la misma manera que se recuerdan momentos nunca vividos, hay otros que sí se han experimentado pero que
a la mente le resulta más sencillo esconder para aliviar la existencia. Es el caso de la segunda gran escena de
recuerdos, a la que precede el segundo sueño, en la que se ponía en tela de juicio su valía como médico. En dicho
recuerdo se observa cómo la esposa de Isak le es infiel, para posteriormente exponer en un descarnado monólogo
que la víctima es en realidad ella, debido a que este la trata con total condescendencia y desprecio, una actitud
propia de un ser carente de empatía. Como le comenta a Isak el examinador del tribunal, que se ha colado dentro
del recuerdo, esta es la primera vez en muchísimo tiempo que este recupera la vivencia, a pesar de que siempre
estuvo ahí, accesible. A continuación, expone que se ha procedido a la total eliminación del mismo, como si se
tratase de una perfecta extirpación quirúrgica. De esta manera se reflexiona sobre cómo con el paso del tiempo
resulta más sencillo olvidarse de las situaciones dolorosas o recordar como bondadosas a las personas con las que
se han tenido conflictos —al principio de la película el protagonista hace referencia a su esposa en buenos
términos, a pesar de que su matrimonio fue un auténtico infierno.
Pero más allá de que repase sus recuerdos cuando sueña o cuando se queda ensimismado, en realidad toda la
película es una mirada al pasado, desde diferentes puntos de vista. Aparte de los sueños y los recuerdos están las
imaginaciones que el propio Isak se genera, y la gente con la que va interactuando a lo largo de su viaje, quienes
le recuerdan diferentes aspectos de su pasado y con los que también comparte impresiones e historias pretéritas.
En el caso del trío de jóvenes autoestopistas, el caso más claro es el de la chica. Interpretada por Bibi Andersson,
esta joven alocada es la viva imagen de otra Sara, su prima y amor de juventud. Andersson interpreta ambos
papeles, en un juego metacinematográfico que Bergman no solo no esconde, sino que explicita al forzar a través
del guion que Sara e Isak comenten la situación. Pero no es la única; los dos jóvenes que acompañan a Sara se
podrían interpretar como las dos caras de una misma personalidad: lo racional frente a lo religioso. Teniendo en
cuenta que el personaje de Isak es una suerte de alter ego futuro de Bergman, y que dicho dilema acompañó al
cineasta sueco durante toda su vida, no sería de extrañar que el personaje viese reflejadas sus dudas de juventud
con respecto a la explicación del universo en estos dos muchachos —una situación que nunca llega a confirmarse
en la cinta. Otro caso determinante es el de la pareja desdichada que durante un breve tiempo se une al viaje.
Tener contacto con ellos le pone de manifiesto que, en realidad, a pesar de que su mujer haya muerto hace muchos
años y que la recuerde desde el amor, en realidad su matrimonio fue exactamente igual de conflictivo que el que
observa desde el retrovisor del coche. Por lo tanto, en su conjunto Fresas salvajes es una mirada al pasado desde
múltiples puntos de vista, un repaso caleidoscópico a toda una vida.
Leí en algún sitio que existe un refrán sueco que dice algo así como «todo el mundo tiene un rincón
donde crecen fresas silvestres», que quiere decir que todos guardamos en nuestra memoria
momentos de nuestra vida cuyo recuerdo nos retrotrae a una felicidad perdida, fuese real o
imaginaria.
Por tanto, más que un símbolo de renacimiento o de esperanza de un nuevo despertar -cosa difícil
en un hombre ya anciano- el título haría referencia a ese mecanismo idealizador de la memoria que
ayuda a sobrellevar la vida, como bien apuntas en el artículo.