La Trinidad en Karl Rahnner
La Trinidad en Karl Rahnner
La Trinidad en Karl Rahnner
Para ello hay que tener en cuenta que la teología trinitaria de Karl Rahner ha sido objeto
de muchas discusiones. Éstas se han centrado sobre todo en dos puntos: El «axioma
fundamental» de la teología trinitaria y las dificultades en torno al concepto de la persona
divina. El axioma fundamental ha ayudado a recuperar el lugar central del misterio de la
Trinidad en la fe cristiana y la necesidad de partir de la economía de la salvación como
único camino para adentrarnos en el misterio de Dios. Si se ha aceptado comúnmente la
primera parte del axioma, «la Trinidad económica es la Trinidad inmanente», la segunda,
«y a la inversa» ha sido objeto de críticas.
K. Rahner establece, a partir de este hecho, que la libre auto comunicación de Dios, si
tiene lugar, se realizará el cuádruple doble aspecto del origen – futuro, historia-
trascendencia, oferta-aceptación, conocimiento-amor. Estos aspectos, señala el autor,
proceden de nosotros mismos y son el resultado de nuestra constitución esencial como
criaturas humanas.
1
LADARÍA, LUIS, F., Teología Trinitaria de Karl Rahner, GBPress. Gregorian Biblical Press., Vol.86, 2005,
pág. 276-277.
2. La relación entre la Trinidad económica y la Trinidad inmanente
La salvación del hombre está en el don de sí que Dios le hace. Esta comunicación se
produce en Cristo y en el Espíritu. Las personas divinas actúan en esta donación de manera
diferenciada. Sólo porque se nos manifiestan en su distinción en la economía salvadora
podemos llegar a la afirmación de que Dios es uno y trino. Se ha insistido mucho en la
tradición en la acción unitaria de Dios en las actuaciones ad extra. Pero esto no significa
que cada persona no actúe en la obra común según su propiedad personal. Hay un caso en
el que esta distinción es una verdad de fe: la encarnación del Hijo. Sólo él, y no el Padre ni
el Espíritu Santo ha asumido la humanidad. Hay por tanto una “misión”, una presencia
salvífica divina en el mundo, que es propia y específica de una persona divina. A partir de
esta misión del Hijo se ha llegado en el desarrollo dogmático de la Iglesia a la idea de la
procesión eterna del Hijo. Tenemos aquí un caso de identidad o tal vez mejor podríamos
decir correspondencia, entre la Trinidad económica y la Trinidad inmanente.
Del hecho de que sólo el Hijo se haya encarnado no se deduce que las otras personas no
tengan nada que ver en este acontecimiento. Sabemos bien que ha ocurrido todo lo
contrario. Pero este hecho confirma la verdad de cuanto estamos diciendo: si el Padre envía
al Hijo, es evidente que se da una distinción en la acción de uno y otro. De este hecho claro
deduce Karl Rahner que el principio según el cual no hay nada en la historia de la salvación
que no se pueda predicar del mismo modo del Dios trino como un todo y de cada persona
en particular es falso. El axioma fundamental tiene sentido en la mente de Karl Rahner,
como ya hemos insinuado, como fundamentación del carácter salvador del misterio
trinitario, en su conexión irrenunciable con los misterios de la encarnación y de la gracia;
entendido este último en el sentido amplio de la comunicación que en Cristo y en el
Espíritu hace Dios de sí mismo a los hombres'. La preocupación de K. Rahner, en este
sentido, es más la de poner de relieve la comunicación de Dios a los hombres que la de la
de reflexionar sobre el misterio de la Trinidad inmanente. De ahí que la segunda parte del
axioma, «a la inversa», que formula con frecuencia en éste y en otros con-textos, no reciba
prácticamente aclaración ninguna en el conjunto de su obra. Lo que sí precisa el autor
alemán, en algunas ocasiones en que insiste en que la comunicación de la Trinidad divina
en la economía de la salvación es real, es que esta comunicación es libre y por pura gracia.
Sin embargo, no habrá que detenerse ahora en el estudio directo del pensamiento
rahneriano. Interesaba sólo recordar los orígenes y la razón de ser del «axioma
fundamental», que tanta importancia ha tenido en la teología católica y también en la
protestante de los últimos tiempos, con el objeto de profundizar sobre el contenido del
mismo. En realidad, su aceptación en la teología católica ha sido tan general, al menos por
lo que respecta a la primera parte del axioma, porque nos viene a recordar de suyo una
verdad elemental, que de un modo o de otro ha estado siempre presente en la conciencia de
la Iglesia. Sólo a partir de la economía de la salvación y de la revelación que en ella hace
Dios de sí mismo podemos acceder al misterio de la vida íntima del Dios uno y trino. A la
vez, en cuanto Dios sale de sí y se nos da a conocer en la economía, se nos hace evidente
que este Dios existe ya y, por tanto, que en la Trinidad inmanente está la fuente y el origen,
a la vez que el necesario presupuesto, de la economía de la salvación.
Ésta, sencillamente, no hubiera podido tener lugar sin la existencia previa del ser divino
que ama al hombre que ha creado: «Tanto amó Dios al mundo que dio a su único Hijo...»
(Jn 3,16). La economía de la salvación permite y lleva a hacer afirmaciones consentido
sobre Dios en sí mismo (cf. Jn 1,1-2), sin que el misterio desaparezca. El axioma
fundamental y la discusión en torno al mismo ha permitido poner de relieve el consenso
que se da en muchos puntos teológicos de primera importancia, empezando por la
relevancia, más aún, el lugar central que el misterio de la Trinidad ocupa en la vida
cristiana y por consiguiente el carácter salvador que lo caracteriza. La imposibilidad de
llegar a él por caminos que no sean los que la revelación y donación de sí mismo que Dios
hace de sí mismo en Cristo y en el Espíritu se da por descontada. Con ello aparece claro
que Dios nos revela la profundidad de su ser sólo en la medida en que nos introduce en él y
nos hace participes de su vida. No en vano el bautismo que nos perdona los pecados y nos
confiere la dignidad de hijos de Dios se administra en el nombre del Padre y del Hijo y del
Espíritu Santo (cf. Mt 28,19).2
Son claras las coincidencias con el modo de expresarse de Karl Rahner. Es su intuición
la que en el fondo se acepta. Pero hay también algunos cambios. En lugar de la Trinidad
económica se habla de la «Trinidad que se manifiesta en la economía de la salvación». Es
una formulación más lograda. Pero sobre todo no puede pasarse por alto que aquí recibe un
contenido concreto la segunda parte del axioma de Rahner, el «a la inversa». De todas
maneras, la Comisión se sirve del lenguaje de Rahner para llenar de contenidos esta
segunda parte del axioma. Ante todo, se nos dice, la Trinidad se comunica. Karl Rahner ha
acuñado el término Selbstmitteilung, comunicación de sí mismo, que ha tenido mucha
aceptación en la teología católica, sobre todo en la teología de la gracia. Esta comunicación
se produce además «libre y graciosamente». Se ha evidenciado que el propio Rahner se
sirve de esta expresión.
Ya la primera parte del axioma, pone en guardia contra una interpretación demasiado
estricta del es. Esta necesidad aumenta la segunda parte del axioma. La comunicación de
Dios es ante todo libre y gratuita. Dios se revela sólo en la pura gratuidad de su amor. Esta
libertad es total por lo que respecta al an sit, y en este punto no puede caber discusión
ninguna.
Las dos partes del axioma se sostienen mutuamente. Es evidente que sin la primera la
segunda no tiene sentido. Pero tampoco la primera sin la segunda. Si no hay un cierto «a la
inversa» no podemos decir que la Trinidad económica sea la inmanente. Se nos remitiría
sólo a un Deus semper maior que se podría creer presente en la revelación de Cristo, pero
que podría revelarse de otros modos y en otros acontecimientos.
Por otra parte, la libertad y la trascendencia de Dios, que hay que poner de relieve en la
recta interpretación de la segunda parte del axioma, nos previenen contra una interpretación
demasiado unívoca del primer es. El ser trinitario de Dios revela en la economía de la
salvación y no se constituye en ella. Dado que la revelación de Dios o es la revelación de la
Trinidad o no es, se puede pensar, siempre en referencia al misterio, que las relaciones entre
las personas que aparecen en la economía "corresponden “a las que existen en la Trinidad
inmanente", Es lo que de alguna manera ha hecho la tradición cuando a partir de las
características de la manifestación económica de las personas ha determinado la “táxis” o el
orden de las mismas. Naturalmente esto no significa querer determinar el grado de esta
correspondencia. Todo esto hace que el axioma fundamental, que podemos considerar claro
en sus líneas generales, ofrezca dificultades a la hora de su aplicación a los diferentes
problemas concretos de la teología trinitaria.
CONCLUSIÓN
Trinidad inmanente y Trinidad económica son siempre el mismo y único Dios que se
entrega totalmente al mundo y a los hombres tal como es. Inmanencia y trascendencia,
historia y eternidad constituyen dos dimensiones de una misma realidad concebida ahora
como fruto de la relación que Dios ha querido establecer con el mundo. Dios y mundo
quedan implicados en un mismo diálogo, operante en el mundo mismo como un único
acontecer salvífico donde ambos quedan indisolublemente diferenciados y vinculados. Para
esta salvación, para la aceptación de esta oferta de unidad y comunión final han sido
creados el mundo y el hombre. Es la comprensión del todo plural y multifacético de la
realidad como implicado en esta relación amorosa de alteridad con este Dios trino presente
en la economía la que brindó a la teología una nueva clave de articulación e integración de
la realidad.
Se presentan tres aportes centrales del pensamiento de Karl Rahner a la teología trinitaria: