David Stoll Crecimiento Evangelico (Lectura 1)

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Capítulo VII

La Nueva Jerusalén de las Américas


«Los guatemaltecos son el pueblo elegido del Nuevo Testamento. Somos los Nuevos Israelitas de América
Central.» –Efraín Ríos Montt {1}
Las oraciones por el Hermano Efraín no obtuvieron respuesta. Después de una marcha de dieciséis meses hacia
la Nueva Jerusalén, el primer dictador evangélico en la historia fue derrocado por el mismo ejército que lo había puesto
en el poder. Pero mientras el General Efraín Ríos Montt ocupó el palacio presidencial en Guatemala, atrajo la atención
del mundo hacia el despertar evangélico en América Central. De acuerdo a las proyecciones de iglecrecimiento, aquel
movimiento presumía tener el 21% de la población guatemalteca en 1981, probablemente una mayoría de los feligreses
activos. Si las tasas de crecimiento anual de un 10% o más continúan en los años noventa, Guatemala podría ser el
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primer país en América Latina con una mayoría protestante.
Ríos Montt y sus colaboradores esperaban convertir a este movimiento religioso en un nuevo orden político. Los
protestantes siempre han atribuido la violencia y el retraso de América La tina, no a la dependencia de países
extranjeros o a las estructuras de clase, sino a las tradiciones latino católicas. Si la pobreza y la contienda civil son
básicamente problemas morales, se deduce que únicamente una reforma moral puede resolverlos. Creen que de lo que
América Latina carece es de un fundamento «bíblico».
Esta fue la premisa sobre la cual Ríos Montt anunció que moralizaría la vida nacional de arriba hacia abajo.
Guatemala no sería [220] liberada por una revolución que derribara las estructu ras opresivas, predicaba. Más bien,
sería liberada por una revolución en los corazones de los hombres. En la persona de un errático general del ejército,
que se describía a sí mismo como un líder elegido por Dios, lo que los Melville llaman «el poder en bu sca de
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legitimidad» se volvió hacia una religión de los impotentes para justificarse. Para el asombro de la opinión mundial, la
cual continuaba recibiendo informes horripilantes sobre las violaciones de los derechos humanos por parte del ejército
guatemalteco, el nuevo comandante en jefe de esa institución convirtió a la renovación moral en su tópico favorito.
La urgencia de Ríos Montt se originó en el cumplimiento de temores de mucho t iempo. En 1936, un misionero
norteamericano escribió una novela en la que un ruso bolchevique lidera un levantamiento de indios mayas
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guatemaltecos, sólo para ser frustrado por un evangelista maya que empuña la palabra de Dios. Bajo el anárquico
régimen pretoriano que precedió al de Ríos Montt, los indígenas del altiplano se unieron a movimientos guerrilleros
marxistas. Aún más, la amenaza se estaba materializando en lo que el nuevo dic tador y sus hermanos consideraban
una forma particularmente insidiosa: una interpretación revolucionaria de su propia fe cristiana.
Por consiguiente, podemos imaginar los himnos de alabanza que saludaban a un verdadero soldado de Dios. El
enfrentamiento entre el fundamentalismo norteamericano y la teología de liberación convirtió a América Central, en las
palabras de un misionero evangélico, «en uno de los campos de batalla estratégicos en la lucha espiritual por la
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fidelidad y el destino eterno de los habitantes del mundo.» El evangelio fundamentalista, afirmó uno de los ancianos
de la Iglesia del Verbo de Ríos Montt, era un «factor estabilizante». Transformaría a Guatemala en un «fuert e
espiritual», evitaría que las ricas reservas de petróleo y titanio de Guatemala caigan en manos marxistas, y se
convertiría en un amortiguador entre los Estados Unidos y el avance comunista. «Después de Guatemala», advertía la
iglesia matriz del Verbo en los Estados Unidos: «¡sólo queda México!» Pero eso no era todo. Para una América Latina
a la cual estos cristianos consideraban perdida en la oscuridad de la idolatría católica y de la teología de la liberación,
Guatemala se convertiría en un faro de luz. Serviría como un modelo de rectitud bíblica para otros [221] países
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amenazados por las mismas fuerzas satánicas: se convertiría en la «Nueva Israel» teológica de las Américas.
La fe geopolítica de los hombres que rodeaban a Ríos Montt parecía confirmar los peores miedos de la izquierda.
Ahora que los revolucionarios habían empezado a enaltecer las virtudes de la concientización cristiana, el ejército
guatemalteco no sólo reprimía a los activistas religiosos, sino que también promovía una forma de culto más tratable.
Se decía que los indígenas católicos se estaban convirtiendo en masa al protestantismo para salvar sus vidas. Aquí
estaba una verdadera alternativa, explicaba el televangelista Pat Robertson, «entre la opresión de las oligarquías
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corruptas y la tiranía del totalitarismo comunista apoyado por Rusia.» Impulsados por hombres como Robertson, se
decía que los evangélicos norteamericanos estaban comprometiendo millones de dólares para la campaña de
pacificación de Ríos Montt.
El auxilio evangélico en Guatemala estaba coordinando por Gospel Outreach (Alcance Evangélico), el ministerio
con base en California a cuya sucursal guatemalteca, la Iglesia del Verbo, pertenecía Ríos Montt. Con la colaboración
del Instituto Lingüístico de Verano, Verbo inició una campaña muy publicitada para ayudar a las víctimas indigentes de
la guerra. Poco después, sus pronunciamientos contradijeron los hallazgos de las organizaciones de derechos
humanos, en un intento por justificar la política «fusiles y frijoles» de Ríos Montt –es decir, de concentrar a los
indígenas en campamentos de refugiados y forzarlos a enlistarse en patrullas co ntrainsurgentes del ejército.

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Los informes sobre las continuas atrocidades del ejército no afectaron la reputación de Ríos Montt entre los
evangélicos conservadores de los Estados Unidos. Aún después de su derrocamiento, lo aclamaron con aplausos y
bendijeron con oraciones. En Guatemala, sin embargo, los líderes evangélicos se mostraban llenos de aprehensión
sobre la forma en la que Ríos había politizado su fe. Tampoco era ese el único factor que les empujaba hacia la arena
política. Si bien las iglesias conservadoras habían crecido poderosamente al declinar enfrentarse a las depredaciones
del ejército, heredaban a masas de sobrevivientes que se empobrecían en forma rápida. El crecimiento de iglesia tenía
un precio que los expertos de iglecrecimiento nunca habían mencionado. [222] Aún los conservadores que habían
condenado a los cristianos reformistas por «meterse en política» se veían forzados a enfrentarse a la problemática
social. Al igual que la Iglesia Católica durante las décadas de 1950 y 1960, respond ían con una ola de programas
sociales. «A pesar de que los conservadores están al mando», me dijo un disidente, «no lo van a mantener, porque la
gente está aprendiendo a hablar, en sus propios términos y en sus propias formas.»
Notas
{1} Lynda Schuster, «Latin Revival», Wall Street Journal, 7 de diciembre de 1982, págs. 1, 21.
{2} Holland 1981:71; «Dawn is About to Break on Guatemala», Global Church Growth, marzo-abril 1984, pág. 351.
{3} Melville y Melville 1977.
{4} William Cameron Townsend, «Tolo, the Volcano's Son», Revelation(Philadelphia), serial, abril a octubre de 1936
{5} Julian Lloret, «Forces Shaping the Church in Central America», CAM Bulletin(Dallas, Texas: Central American Mission), Verano de 1982, págs. 2-3, 13.
{6} Entrevista a Bob Means, Radiance (Eureka, California: Gospel Outreach), septiembre de 1982. Circular p ara obtener fondos de Puente Internacional del Amor
(International Love Lift), 15 de septiembre de 1982, firmada por Bob Means y Carlos Ramírez. Circular de Puente Internacional del Amor, 30 de junio de 1983,
firmada por Carlos Ramírez.
{7} Anfuso y Sczepanski 1983: ix-x, 154.

Gospel Outreach (Alcance Evangélico)


Efraín Ríos Montt acudía a los ancianos de la Iglesia del Verbo para su guía espiritual. Y para su propia dirección
espiritual, los jóvenes norteamericanos y guatemaltecos que lideraban a Verbo acudían a Eureka, California. Al norte
de San Francisco por la costa, la ciudad tomó ese nombre por el «¡Eureka!» («lo encontré» en griego) que gritaban los
buscadores de oro en California en el siglo pasado. Después de varios auges y quiebras, la industria principal del área
era el cultivo de marihuana, la cual había sido introducida por los hippies de San Francisco. A principios de los años
setenta, algunos de estos hijos de la paz redescubrieron el tradicional opio del pueblo. Una década más tarde, se
convirtieron en los consejeros espirituales de una dictadura militar.
El líder del nuevo movimiento en Eureka era una generación mayor que sus seguidores: el alcohol, no los
alucinógenos, había llevado a la ruina a la figura corpulenta y paternal del Reverendo Jim Durkin. Pero el mismo Señor
los había salvado a ambos. Bajo la guía de este corredor de bienes raíces y predicador laico de las Asambleas de Dios,
los penitentes de pelo largo adquirieron la Comuna Rancho del Faro, un experimento social cercano que también
evolucionaba de las drogas hacia el cristianismo. Aquí, Durkin puso a sus adeptos en un régimen estricto, tal vez ya
influenciado por la facción «pastoral» del movimiento carismátic o. Los cortes de cabello eran sólo el inicio. La disciplina
moral era tan estricta que, según se dice, miembros de sexos opuestos no podían estar solos en el mismo cuarto.
Originalmente, el rancho había tratado de modelarse según los comunistas primitivos de la iglesia del primer siglo.
Durkin decidió enseñar a sus discípulos cómo manejar un negocio para mantener su ministerio, iniciando empresas
comerciales donde sus miembros podían ganar su cuarto y manutención en el rancho. [223] A cambio de múltiples
diezmos de las ganancias, los negocios pasaban a manos de los miembros para que ellos mismos los manejasen. Si es
que el hombre fue creado a imagen de Dios, entonces el Señor empezaba a parecerse al joven egresado de una
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escuela de negocios.
Los periodistas que conocieron a los ancianos de Verbo durante sus días de gloria advertían una combinación
peculiar de buena naturaleza y megalomanía, de sentido común y fanatismo, que se origina en su peculiar
entrenamiento. Los seguidores de Durkin habían sido relativistas supremos. Los hippies únicamente querían hacer sus
propias cosas, todo estaba bien mientras no lastimaras a nadie, y todo sería hermoso si tan sólo lo dejaras suced er.
Pero Durkin decía a su gente joven no sólo que esta filosofía tolerante había destruido su sentido de lo bueno y lo
malo, sino que era la forma cómo el demonio había tomado sus vidas. Ahora, si mantenían la mínima parte de sus
vidas lejos de Dios, el demonio regresaría y los llevaría al infierno. Si parte de su vida no estaba en el Reino de Dios,
entonces pertenecía al reino de la oscuridad –conocido en otra forma como «el mundo», este mundo, el cual pertenecía
a Satanás.
El blanco principal del programa de formación moral de Durkin era lo que él llamaba «la vida egoísta del Yo».
Después de llevar a sus egoístas seguidores a enfrentarse con su verdadera inutilidad, les demostraba cómo, con la
ayuda de Dios, podrían encontrar su lugar en un tremendo drama milenial. En cumplimiento de la profecía bíblica,
decía Durkin, ellos habían sido puestos sobre la tierra para cambiar la historia. Evangelizarían al mundo.
El mundo que Durkin presentaba a sus seguidores era tormentoso. Se aproximaba una espantosa retrib ución por
los pecados de la humanidad, una gran tribulación que culminaría con la Segunda Llegada de Cristo y su reino
milenario sobre la tierra. Mostrándose pesimista acerca del futuro de lo que él llamaba «capitalismo de deuda», Durkin
aconsejaba a su rebaño a prepararse para el futuro colapso financiero evitando deudas, diversificando sus inversiones
y almacenando alimentos.
Durkin creía que el Señor probablemente regresaría en el transcurso de su vida, pero únicamente después de que
los cristianos se hayan [224] multiplicado sobre la tierra. Por tanto, la misión de su iglesia era la de servir como base
para el evangelismo: enviando a los «ancianos» de estilo pastoral –anteriormente de la Comuna Rancho del Faro,

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ahora en sus treinta– a quienes había entrenado para fundar iglesias en otros lugares. En 1983 se decía que cuatro
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mil personas asistían a los servicios. De ahí el nombre del grupo, Gospel Outreach (Alcance Evangélico). Existían
cuarenta congregaciones en los Estados Unidos, la mayoría en la Costa Oeste, y seis en el exterior, en Europa y en
Guatemala, Managua y Quito.
Guatemala apareció en el horizonte de Gospel Outreach después del terremoto de 1976. Mientras sus voluntarios
de California ayudaban a reconstruir los barrios pobres alrededor de la capital, tomaron parte en un movimiento
carismático que reclutaba a gente de las clases altas y producía varias iglesias. Los participantes en esta sacudida del
Espíritu Santo a menudo sabían algo de inglés y estaban cegados con la cultura norteamericana. En una situación
revolucionaria, rodeados por los pobres y amenazados por la izquierda, necesitaban algo más que ganancias y placer.
Los moralistas jóvenes norteamericanos de Gospel Outreach tenían la respuesta. Al estar llenos del Espíritu Santo,
daban a los guatemaltecos de clase alta un sentido de vindicación en un momento en que su forma de vida se volvía
cada vez más incierta. A principios de 1982, una congregación entusiasta y adinerada conformada por unos quinientos
miembros se reunía bajo una carpa de circo, colocada en un barrio exclusivo junto al Hotel Camino Real.
Notas
{8} Paul Goepfert, «The Lord and Jim Durkin», California, febrero de 1983, págs. 53-54.
{9} Esta descripción de la teología de Durkin está basada en grabaciones de sus sermones enviadas al autor por la biblioteca de cassettes de Gospel Outreach.
{10} «Why Not the Whole World?» Global Church Growth, mayo-junio de 1983, pág. 270.

¿Podía el Señor tener algún plan para el Hermano Efraín?


Cuando los ancianos de Verbo se encontraron en medio de un golpe militar, la mañana del 23 de marzo de 1982,
no estaban totalmente desprevenidos. Ellos ya sabían que, gracias a la extraor dinaria correspondencia entre el
conflicto oriental-occidental y la inminente confrontación milenial, cualquier estallido alrededor del mundo era un paso
más en la marcha hacia Armagedón. Sin embargo, hasta el momento en que fueron arrastrados por la corri ente de los
eventos, los ancianos de Verbo estaban lejos de ser activistas políticos. Aún cuando sus hermanos en los Estados
Unidos se unieron a la derecha religiosa, los ancianos norteamericanos en Guatemala trataron de mantener su
{*}
distancia de la [225] política al estilo centroamericano. Estaban muy conscientes de que el gobierno del General
Romeo Lucas García (1978-1982) dejaba mucho que desear como defensor de la libertad religiosa. Con la sospecha
de que activistas cristianos y sindicales se estaban desempeñando como frentes revolucionarios, Lucas soltó a los
escuadrones de la muerte. Coordinados desde un anexo del palacio presidencial, los escuadrones de la muerte
destruyeron el centro político de Guatemala y empujaron a miles de sobrevivientes a unirse a los movimientos
guerrilleros.
Los ancianos de Verbo no eran los únicos que se mantenían apartados. En general, los líderes evangélicos no
deseaban ocuparse de la desintegración de su país. Una historia centenaria de protestantismo en Guatemala,
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publicada en el clímax de violencia en 1982, logró evitar el tema. La corrupción, la falta de respeto por las
autoridades, el comunismo y el mal iban en aumento, predicaban estos hombres, pero su reino no era de este mundo.
Esta lógica, por supuesto, no impidió que varios de sus miembros se enlistaran en la campaña presidencial del partido
oficial, una creación del alto mando del ejército y el seguro ganador a juzgar por el fraude de las dos elecciones
previas. Ya que los asesinatos oficiales habían alienado a la mayor parte de la Iglesia Católica, la dictadura estaba
ansiosa por enlistar a otros hombres de Dios.
Un mes antes de la elección nacional del 7 de marzo de 1982, una conferencia de quinientos pastores
conmemoraba el centenario del protestantismo en Guatemala. Fueron interrumpidos por la llegada de helicópteros con
el candidato presidencial oficial, General Aníbal Guevara. Prominentes pastores de la campaña del general habían
arreglado la presentación, prometiendo tiza y cuadernos gratis para todo aquel que asistiese. A los aleluyas de la
audiencia, el general gritaba «alabado sea el Señor», y según la etiqueta evan gélica, pidió orar para que el hombre
elegido por el Señor gane las elecciones. Su nuera era evangélica, mencionó la esposa de Guevara, y a pesar de que
ellos todavía no habían [226] dado el gran paso, lo estaban ciertamente considerando. En la cafetería, a mediodía, se
murmuraban recriminaciones: esto era como vender la primogenitura por un plato de lentejas. La iglesia debía estar
fuera de la política. Inmediatamente, aparecieron las guerrillas para distribuir panfletos de los cristianos revolucionarios
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de Vicente Menchú.
Mientras tanto, los ancianos del Verbo mantenían en la mira a un general retirado del ejército que se había unido
a su congregación. Ocho años antes, se había lanzado para presidente y probablemente había ganado. En 1974 había
sido el candidato de la reforma, realizando una campaña convincente con la lista demócrata cristiana. Se encontraba
liderando con gran ventaja las elecciones cuando, inesperadamente, las pantall as de televisión quedaron en blanco. La
transmisión se reanudó la mañana siguiente, para cuando el candidato oficial se había convertido en el ganador con un
gran margen. La pandilla militar que dirigía al país había impuesto su propio candidato.
Cuatro años más tarde, cuando Ríos Montt empezó a asistir al culto en la Iglesia del Verbo, los Ancianos
de Gospel Outreach se preguntaron por qué un líder político de esa altura se les estaba acercando. Relatan que se
probaba a sí mismo limpiando los baños. Afortunadamente, la biografía de Ríos realizada por Verbo en 1983
proporciona un revelador recuento de sus frustraciones y sueños. Según esta versión, su renacimiento espiritual surgió
de su frustrada ambición por el cargo más alto en el país. Los ancianos de Verbo descubrieron que la amargura por
haber perdido la presidencia era la herida más profunda en su vida. Cuando Ríos regresó del exilio en 1977, fue con la

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vana esperanza de ganar una segunda nominación de los demócratas cristianos, para las eleccion es del año siguiente.
Sólo después de esta segunda y al parecer última desilusión, el general decidió ingresar en la Iglesia del Verbo. Allí,
{13}
los ancianos decían que Dios tenía guardado un plan especial para él. La religión carismática se convirtió en el
bálsamo para sus lastimadas ambiciones y las transfiguró. De ahora en adelante sería un soldado de Dios, cuya tarea
en la vida se llevaría a cabo a la manera del Señor.
Los ancianos del Verbo mantenían dos opiniones sobre el privilegio de ser los pastores de un general
guatemalteco. Sí, como un hermano [227] en Cristo, Ríos había hecho un «pacto» con ellos y se había sometido a su
autoridad. Esta era la relación esencial de confianza entre los miembros de Verbo, y es un tema importante de la
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biografía. No obstante, cuando los partidos políticos lanzaron a sus candidatos para la elección nacional del 7 de
marzo de 1982, a los ancianos no les gustó leer en los periódicos que el Hermano Efraín estaba considerando una
tercera candidatura para la presidencia. Con la esperanza de mantener a él y a su iglesia fuera de la contienda
electoral, los ancianos hicieron de la nunca satisfecha ambición presidencial de Efraín el tema de tres días de oración y
ayuno. Varias profecías indicaban que el participar en estas elecciones no era el designio del Señor: todavía no había
llegado el gran momento para Efraín. A pesar de que los ancianos le apoyarían si decidía ser candidato, el Señor les
decía que «otra puerta» se abriría para él. Sin embargo, únicamente el colapso de la coalición partidista que le ofrecía
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la candidatura –no sus tres días de consejo y profecía– le volteó en contra de la campaña electoral.
Dos semanas después de que el candidato oficial robó la elección, el 23 de marzo de 1982, jóvenes oficiales del
ejército llamaron a Ríos al palacio nacional para que encabezara su golpe de estado. Aquella mañana, se encontraba
en su trabajo administrando la escuela diurna de Verbo; se veía genuinamente desconcertado, incluso con miedo, y
afirmaba no estar involucrado en la conspiración. Con su inesperada aparic ión en la televisión aquella noche, vestido
en traje de combate y como jefe de la nueva junta militar, más de un anciano de Verbo pensó que su hermano en Cristo
había roto su pacto con ellos.
¿Era simplemente una coincidencia que los conspiradores hayan da do el golpe al cumplirse el octavo aniversario
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de su exilio a España? Si queremos creer en las afirmaciones de ciertos participantes, Ríos tomó tan seriamente las
profecías de Verbo que ayudó a planificar el golpe que lo llevó al poder. De acuerdo al consenso nacional a principios
de 1982, era tiempo de que el régimen militar de los últimos doce años dejara el poder. Por la prominencia de Ríos
como el presidente electo defraudado hace ocho años, sería casi un milagro que él no haya estado involucrado en la
conspiración, al menos periféricamente. De los dos grupos que planificaron el golpe del 23 de marzo, a Ríos Montt se
le acusa de haber tratado con los dos. [228]
El primero era el Movimiento de Liberación Nacional (MLN), colocado en el poder por la CIA en 1954 y conocido
como el «partido de la violencia organizada» por su utilización de medidas de fuerza, incluyendo los escuadrones de la
muerte. Ríos Montt no era un entusiasta del MLN: el candidato presidencial del partido en 1982, Mario Sandoval
Alarcón, había apoyado el fraude contra su elección ocho años antes. Sin embargo, la esposa de Ríos pertenecía a
una importante familia militar enredada con el MLN, los Sosa Avila, y trabajó en su campaña presidencial de 1982. El
mismo Ríos, de acuerdo a un enemigo político, encabezó un grupo paramilitar de MLN que tenía la misión de provocar
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motines para protestar contra el inminente fraude electoral.
El segundo grupo que conspiró en el golpe del 23 de marzo era un grupo de jóvenes oficiales del ejército. Algunos
eran colaboradores del MLN, otros no. Pero todos se encontraban desilusionados de un alto mando corrupto, el cua l
además estaba perdiendo la guerra contra las guerrillas. De acuerdo a un joven oficial, Ríos había sido escogido para
encabezar la nueva junta desde el inicio de su plan, debido a su honesta reputación y a su elección como presidente en
1974. Pero el joven oficial insistía en que Ríos no había sido informado de antemano, porque si esto se filtraba, su líder
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escogido habría sido asesinado. [229]
Después del golpe, los conspiradores del MLN quedaron estupefactos al escuchar a Ríos Montt denunciar no sólo
al depuesto régimen de Lucas sino también a ellos. Ellos también se encontraban entre los políticos civiles podridos
responsables por la penosa situación de Guatemala, declaró el jefe d e la nueva junta militar. Era el Señor quien lo
había colocado en este lugar, anunció Ríos, cerrando filas con sus compañeros oficiales dejando de lado al MLN.
En cuanto a Ríos, su más profunda ambición se había convertido en el plan que Dios tenía para él . Podría parecer
poco probable que un general guatemalteco pudiera liderar un golpe que él no hubiera planificado. Para los ancianos
de Verbo, como para otros evangélicos, todo dependía de la pureza de sus motivos. Unicamente si su llegada al
palacio estaba limpia de la inmundicia de la política guatemalteca podía ser parte del plan del Señor. Efraín insistía en
que él no tuvo nada que ver con la planificación del golpe, y los ancianos de Verbo decidieron honrar su pacto dándole
credibilidad. El drama del momento tocó su propio sentido del destino: ¿no habían recibido una profecía que decía que
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aconsejarían a jefes de estado? Solo a través de sus oraciones, concluyeron, el Señor había c olocado a sus siervos
en el centro de la lucha cósmica entre el bien y el mal. Con dos ancianos guatemaltecos en el palacio como consejeros
presidenciales, y otros ancianos que se reunían con él semanalmente para sus sesiones de oración, la Iglesia del
Verbo se había convertido, en cumplimiento de sus propias profecías, en una puerta para el Hermano Efraín y en una
líder de naciones.
Notas
{*} Ilustrando este sentido de separación, un anciano de Verbo protestó contra los pastores antisandinistas en Nicaragua por «ale jarse de la pura predicación del
evangelio hacia el apoyo activo a las fuerzas anti-gubernamentales». Satanás estaba utilizando a estas personas para hacer que el gobierno sandinista desconfiase
de los cristianos, continuaba el anciano de Verbo, y «hacer que el evangelio parezca un instrumento de revolución externa en lugar de interna (James
Jankowiak, Radiance, abril 1982, pág. 3).»
{**} La fuente de esta acusación es Danilo Roca, un aliado del MLN en la elección de 1982. De acuerdo a Roca, los agentes del MLN dentro del gobierno habían
confirmado que el partido oficial robaría la elección del 7 de marzo. Por consiguiente, el MLN planeó convertir sus celebraciones de victoria cerca de las iglesias

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católicas capitalinas en motines para quemar camiones y volar puentes durante las primeras horas del 8 de marzo, paraliza r a la capital y forzar al ejército a
intervenir contra la camarilla gobernante.
Un socio de Roca me proporcionó un relato detallado (pero no corroborado) de sesiones nocturnas de planificación encabezadas por Ríos, en su casa, durante el
mes anterior a la elección. De acuerdo a esta fuente, Ríos decía que él no iba a permitir que a Mario (Sandoval Alarcón, el candidato del MLN) le ocurriera lo que
pasó a él en 1974. La última vez no estaba preparado, supuestamente dijo Ríos, pero esta vez ellos los estaría n. También enfatizó que los provocadores del MLN
no debían bajo ninguna circunstancia enfrentarse al ejército, el cual llevaba a la conspiración por otra ruta. De acuerdo a R oca y su socio, Ríos abortó el plan la
noche de la elección (entrevista del autor, Guatemala, agosto 24, 1985).
Según Leonel Sisniego Otero del MLN, antes del golpe del 23 de marzo Ríos Montt acordó encabezar una junta civil -militar, para entonces traicionar a sus co-
conspiradores civiles después de tomar el poder (This Week, julio 4, 1983, pág. 193).
{11} A. Zapata 1982.
{12} Entrevistas del autor, julio-agosto de 1985.
{13} Anfuso y Sczepanski 1983: 79-100.
{14} Ibid., págs. 93-96.
{15} Ibid., págs. 104-109.
{16} Ibid., págs. xiv, 119.
{17} Entrevista del autor, Ciudad de Guatemala, 27 de Agosto de 1985.
{18} Juan M. Vásquez, «Prophecy Comes True for New Leader in Guatemala», Los Angeles Times, 28 de marzo de 1982, págs. 1, 8. Carlos Ramírez, «Prophecy
Comes True», Frontline (Eureka, California: International Love Lift) 9(7), pág. 6.

Puente Internacional del Amor


Mientras el primer presidente evangélico de Guatemala restringía a los escuadrones de la muerte en la capital y
se imponía a las guerrillas en el campo, se acercaba una fecha muy importante. En noviembre de 1982, se cumplía el
centésimo aniversario de la primera misión protestante en Guatemala. Seguramente, creían muchos evangélicos, esta
convergencia entre el centenario de su fe y el primer líder cristiano del país era una señal d el Señor. Al igual que la
Iglesia del Verbo y el mismo Ríos Montt, concluyeron que él era el hombre de Dios para salvar a Guatemala del
comunismo y para guiar a la nación hacia Cristo. [230] Para los creyentes que anteriormente habían preferido no
discutir sobre política, un tema considerado como un tabú se convirtió en un milagro de Dios.
Los enemigos alegaban que los ancianos de Verbo tenían una influencia similar a la de Rasputín sobre el nuevo
presidente. Pero su única función visible en el nuevo régime n era la de certificar su integridad. Esta no era una tarea
pequeña o sin importancia, sin embargo, y se ocupaban de ella con gran empeño. A pesar del anuncio de una nueva
era de moralidad, la estrategia del ejército guatemalteco en el altiplano estaba pro duciendo una cantidad sin
precedentes de refugiados indígenas. No se satisfacían sus necesidades y sus historias sobre el barbarismo del
ejército contradecían las declaraciones de Ríos Montt de hacer respetar los derechos humanos.
Frente al público, los ancianos de Verbo nunca vacilaban. A su llegada al palacio presidencial, habían puesto
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énfasis en los males del régimen anterior, y en cómo Ríos iba a mejorar la situación. Y lo había logrado, afirmaban.
Como amigos personales del presidente, sabían que él no podía estar ordenando masacres de civiles. Por supuesto,
admitían, Ríos no podía ser responsabilizado por cada acto cometido por un ejército de veinte mil individuos. Pero ya
que ahora las fuerzas de seguridad estaban bajo su control, éstas no podían ser responsables de tales crímenes. De
acuerdo a la Iglesia del Verbo, las bendiciones derramadas por el Espíritu Santo el 23 de marzo fueron tan poderosas
que produjeron un giro de 180 grados en el comportamiento respectivo del ejército y de la guerrilla.
Lamentablemente, no todos estaban dispuestos a reconocer este nuevo hecho. En poco tiempo, los ancianos de
Verbo se encontrarían envueltos en una lucha espiritual con dos de las manifes taciones más insidiosas del humanismo
secular del mundo actual. La primera eran otros cristianos, o por lo menos así se denominaban, ya que en las
persistentes calumnias de ciertos supuestos grupos cristianos, los ancianos de Verbo detectaron la influencia de la
teología de la liberación. Es decir, tendrían que luchar contra aquel intento marxista para reemplazar al evangelismo
con la política y torcer la escritura hasta convertirla en una justificación para la revolución violenta. Sin embargo, el
enemigo más acérrimo de Ríos eran los medios de comunicación liberales, con sus [231] prejuicios y propaganda
escandalosos. Cegados por la noche y la neblina que cubre la visión de los incrédulos, los periodistas no reportaban la
tan clara verdad que la Iglesia del Verbo percibía.
¿Dónde podían los ancianos del Verbo encontrar hermanos cristianos que les ayudaran a combatir estas
mentiras? Pocos años antes, el altiplano había estado poblado por misiones, agencias y centros para el desarrollo de
esto y aquello, generalmente financiados por extranjeros. Desgraciadamente, el régimen anterior había identificado a
dichos esfuerzos como el Caballo de Troya de la subversión, había colocado a sus coordinadores indígenas locales en
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listas, y los había perseguido hasta la muerte. Ahora, los horrorizados patrocinadores se preguntaban cómo ayudar a
los sobrevivientes sin estimular más derramamiento de sangre. La mayoría tomó la decisión de esperar.
Pero dos no esperaron –el conocido promotor de salud comunitaria Dr. Carroll Behrhorst y el Instituto Lingüístico
de Verano (SIL)–. El programa de desarrollo de Behrhorst había terminado cuando once de sus cuarenta y siete
promotores mayas murieron misteriosamente bajo el gobierno de Lucas García. En cuanto al Instituto de Verano, éste
se había unido al programa de alfabetización del mismo régimen. A pesar de que la nueva campaña de alfabetización
era administrada por la policía nacional, la cual podría estar menos interesada en producir nuevos lectores que en
recoger inteligencia, éste había sido un momento oportuno para que el SIL llevara a cabo su política de servir a Dios al
servir al gobierno. A pesar de su ansia por relacionarse con las autoridades, la mayoría de los traductores bíblicos del
SIL se mostraban reacios a perder el tiempo pensando en política, pues sentían que ésta sólo obstaculizaría su labor
misionera. Sin embargo, a medida que las amenazas y la violencia aumentaban, los traductores fueron forzado s a
responder. Lo hicieron marchándose, llevando a los asistentes mayas a la capital para terminar sus traducciones del
Nuevo Testamento lo más rápido posible. Estos grupos no regresarían al campo hasta que éste se encontrase bajo
control, lo cual incluía poner bajo control al ejército. ¿Podría el nuevo presidente proporcionar esta garantía?
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Para probar que podía hacerlo, Ríos Montt designó a un miembro del directorio de la Fundación Behrhorst, Harris
Whitbeck, para que [232] sirviera como su personero en el campo de auxilio. Un ex-sargento de los marines
estadounidenses y contratista de construcción que resultó tener influencia en Washington, Whitbeck servía como nexo
entre los militares y los colaboradores civiles. Reforzados de esta manera, para julio de 1982 los tres grupos –la Iglesia
del Verbo, la Clínica Behrhorst, y varios traductores del Instituto Lingüístico de Verano – organizaron la Fundación de
Ayuda para el Pueblo Indígena (FUNDAPI). El personal de Behrhorst y los traductores del Instituto de Ver ano servirían
como agentes de campo, mientras que la Iglesia del Verbo proporcionaría el personal en la capital y obtendría fondos
en los Estados Unidos. Mucho se había hablado sobre cómo los evangélicos norteamericanos vendrían a la ayuda de
su hermano Ríos Montt. Él mismo había dejado caer la cifra de un billón de dólares. A finales de julio, anunció que una
rama de Gospel Outreach llamada Puente Internacional del Amor (International Love Lift)administraría las
{21}
contribuciones de los Estados Unidos. En Guatemala, los nuevos oficiales de FUNDAPI se preparaban para recibir
una avalancha de fondos.
Los ancianos de Verbo anticiparon que al dar alimento, medicina, vestimenta, vivienda y herramientas de trabajo,
satisfarían las necesidades de los refugiados, ganarían su apoyo para el nuevo gobierno y crearían oportunidades para
el evangelismo. La presencia misionera, esperaban en privado, también frenaría al ejército de los crímenes que sabían
que todavía estaba cometiendo. Finalmente, esperaban reforzar la credibilidad de Ríos Montt en los Estados Unidos.
Las peticiones de fondos prestarían los nombres de líderes espirituales como el telev angelista Pat Robertson, Bill
Bright de la Cruzada Estudiantil y Profesional para Cristo, y de Jerry Falwell, fundador de Mayoría Moral, a la causa del
nuevo presidente cristiano.
En poco tiempo, FUNDAPI se encontraba llevando a los visitantes a un lugar d onde podía mostrarles «lo que
realmente estaba pasando» –en contraste con el cuadro pintado por los refugiados, periodistas, grupos revolucionarios
y organismos de derechos humanos–. Por muy brutal que haya sido el ejército antes de Ríos Monnt, decía FUNDA PI a
los visitantes, la violencia había sido provocada por la guerrilla. ¿Por qué aquellos que criticaban al ejército nunca
mencionaron que la guerrilla utilizaba a los civiles como escudos contra el fuego del ejército? [233] FUNDAPI sostenía
que la gente había quedado atrapada en medio, y que ahora escapaba hacia el ejército en busca de protección. Se
decía que otros refugiados todavía permanecían como rehenes de la guerrilla, la cual mataba a aquellos que trataban
de escapar. Simplemente no había pruebas de que Ríos Montt hubiera ordenado dichas atrocidades, afirmaba el
personal de FUNDAPI. Insistían además que, en muchos casos, supuestas masacres del ejército habían sido
perpetradas por la guerrilla, las cuales querían desacreditar al nuevo gobierno y evi tar que los Estados Unidos
reanudase la ayuda militar.
Muchos misioneros evangélicos no compartían la visión algo ingenua de la Iglesia del Verbo. Otras dos escuelas
de pensamiento aparecieron a medida que informes de nuevas masacres llegaban a raudales de sde el altiplano. Unos
pocos misioneros decidieron que Ríos Montt estaba utilizando su fe para cubrir la escalada de terror del ejército; pronto
fueron forzados a abandonar el país. Otro grupo, bastante más grande, menospreciaba tales informes, aceptaba la s
buenas intenciones de Ríos Montt, y esperaba que él estabilizaría la situación. Pero continuaban abrigando dudas
sobre la idea de un dictador renacido, y realmente no creían que el ejército guatemalteco se había transformado en una
institución humanitaria. A diferencia del sector aleluya del evangelismo norteamericano, estos misioneros más
pragmáticos y experimentados aceptaban al nuevo régimen militar y a sus promesas de reforma como a un mal menor
{22}
que la revolución.
Notas
{19} Joseph Anfuso, «The Coup in Guatemala», Radiance, mayo de 1982, págs. 3, 6-8.
{20} Davis y Hodson 1982.
{21} Shelton H. Davis, «The Evangelical Holy War in El Quiche», Global Reporter (Boston: Anthropology Resource Center), marzo de 1983, págs. 7-10.
{22} David Scotchmer al autor, comunicación personal.

Iglesia, Ejército y Guerrilla en el Triángulo Ixil


FUNDAPI proporcionó a los visitantes un «verdadero» cuadro de la guerra en su teatro principal, la región Maya
Ixil al norte del Departamento de El Quiché. Los municipios Ixil de Nebaj, Cotzal, y Chajul eran un fuerte duramente
disputado del Ejército Guerrillero de los Pobres (EGP). El camino hacia el Triángulo Ixil sube en zigzag la cordillera de
los Cuchumatanes, envuelve un lomo de montaña, y desaparece entre las nubes. A medida que el camino desciende
hacia el valle, las paredes blancas y los techos rojos de Nebaj parecen en la distancia tan remotos como Shangri La.
Ese, desafortunadamente, no es el caso. A principios de siglo, comerciantes blancos empezaron a llegar. A través de
una atractiva combinación de licor y crédito, atraparon a los ixiles en [234] deudas, tomaron sus mej ores tierras, y los
{23}
forzaron a trabajar en las plantaciones de la costa.
En 1955, una nueva orden católica se hizo cargo del Departamento de Quiché. Los misioneros del Sagrado
Corazón llegaron un año después de que la jerarquía católica apoyara una invasión de exiliados derechistas ayudados
por la CIA, para derrocar al gobierno izquierdista del Presidente Jacobo Arbenz. Habría sido difícil predecir el destino
de estos sacerdotes españoles, asesinados o expulsados como presuntos subversivos; al principio, su trabajo era
defender a Quiché de las misiones evangélicas y del comunismo. Pero se horrorizaron por la forma cómo los finqueros
y comerciantes trataban a los indígenas. Como garantía por los préstamos, no era raro que los patrones tomaran a
chicas ixiles, y que luego hicieran alarde del número de hijos que habían procreado.
Armados con la doctrina social católica, los sacerdotes españoles emprendieron proyectos de desarrollo que
afectaron el equilibrio de la opresión en Quiché. Los nuevos comités de la comunidad organizaron cooperativas. Los
6
indígenas empezaron a comprar nuevamente la tierra. Los primeros mayas profesionales se graduaron de institutos y
universidades. Parte de la población empezó a organizarse, primero en el movimiento de Acción Católica y luego en el
{24}
Partido Demócrata Cristiano, y empezó a demandar mejores salarios.
No pasó mucho tiempo hasta que los caciques locales atacaran a dichos movimientos como
{25}
comunistas. Cuando las fuerzas de seguridad empezaron a eliminar a los líderes tachados de subversivos, se
comprometieron, de acuerdo a los organismos de derechos humanos, en una profecía de auto -cumplimiento: los
asesinatos impulsaban a los indígenas a unirse al movimiento revolucionario. De acuerdo al ejército guatemalteco, por
el otro lado, el clero católico cumplía sus propias profecías de represión al prestar sus iglesias a los infiltradores. Lo
que es seguro es que los movimientos de reforma cristiana y la efervescencia maya atrajeron a las guerrillas y a las
fuerzas contrainsurgentes, cuyos golpes y contragolpes se convirti eron en una guerra viciosa en la que la mayoría de
los muertos eran indígenas mayas. [235]
Un punto decisivo fue la elección de marzo de 1974, en la que los demócratas cristianos y –su candidato
presidencial Efraín Ríos Montt– arrasaron Quiché. El partido oficial culpó a la Iglesia Católica por su derrota. De
acuerdo a un misionero protestante, los escuadrones de la muerte secuestraron poco después a sus primeras víctimas
{26}
de Nebaj. Mientras Ríos Montt permanecía en el exilio en España, sus defraudados y perseguidos colaboradores
indígenas se vieron forzados a buscar apoyo en otro lugar.
Otro suceso significativo fue la primera ejecución de un terrateniente del área por parte del Ejércit o Guerrillero de
los Pobres, en Junio de 1975. Los sobrevivientes de una anterior insurgencia no -indígena habían fundado el EGP tres
{27}
años antes, desde la selva, por la frontera mexicana. Cuando estos extraños escogieron el norte de Quiché como el
lugar más prometedor en el país para emprender una guerra de liberación, entre los factores que se dijo influyeron en
{28}
su decisión estaba la fuerza de las organizaciones católicas de la zona.
Para el disgusto de los sacerdotes más cautos, a finales de los años setenta, algunos de sus colegas
aparentemente convirtieron a ciertos grupos católicos de base en vehículos para la organización guerrillera. En defensa
de los radicales, se puede decir que el régimen militar en Guatemala era ya responsable por miles de homicidios
políticos y no mostraba señales de cambiar de actitud. La oposición pacífica era inefectiva y peligrosa.
Un grupo de jesuitas itinerantes fue particularmente activo en el uso de técnicas de concientización para entrenar
a los catequistas y a los líderes de cooperativas. Como estos sacerdotes se decepcionaron con los resultados de los
proyectos de desarrollo, explicó la Iglesia Guatemalteca en el Exilio, su mensaje «no estaba orientado a resolver los
problemas económicos mediante el desarrollo, por ejemplo, de una nueva tecnología o una organización de
financiamiento. Sino que iba orientado a desbloquear la mente de ataduras tradicionales, siendo la principal y más
{29}
profunda el respeto a las autoridades. Por eso, era un mensaje que subvertía la ley.» [236]
De acuerdo a Luis Pellecer, el colaborador jesuita del EGP que fue secuestrado y «virado» por las fuerzas de
seguridad guatemaltecas en 1981, los catequistas proporcionaron no sólo una nueva forma de comunicación entre las
masas y el clero católico, sino una nueva conciencia colectiva entre los indígenas anteriormente divididos por las
{30}
barreras étnicas. A medida que el ejército reaccionó contra el movimiento, se convirtió en un puente hacia el EGP.
Cuando un sacerdote objetó que los catequistas se involucraran con las guerrillas en 1979, otro sacerdote lo desafió:
«¿Tienes miedo al ejército?» Lo tenía, y por buenas razones.
El ejército se disparó contra las organizaciones católicas con la idea de que allí se encontra ba el liderazgo
guerrillero. Desde 1975 en adelante, mientras EGP organizaba reuniones, tendía emboscadas a soldados, y asesinaba
a informantes, las fuerzas de seguridad respondían con represalias cada vez mayores contra la gente –desde el
secuestro y el asesinato de muchos líderes indígenas, incluyendo a pastores protestantes, hasta la destrucción de
aldeas enteras–. Desde 1976 hasta 1979 –esto es, antes de la peor violencia– la Iglesia Guatemalteca en el Exilio
{31}
afirma que más de 350 líderes fueron secuestrados sólo de entre los tres municipios ixiles. Entre las víctimas se
encontraban tres sacerdotes del Sagrado Corazón, ninguno de ellos un activista político, quienes fueron
metódicamente perseguidos hasta su fin. En 1980, el obispo de Quiché envió a su clero al exilio y por lo menos tres
sacerdotes de la diócesis se unieron a las guerrillas, junto con muchos parroquianos. A fines de ese año, los tres
equipos del Instituto de Verano asignados a la región ixil partieron también.
Desafortunadamente para el gobierno, su violencia no tuvo el efecto deseado. En lugar de suprimir a la guerrilla,
multiplicó a un pequeño grupo de forasteros convirtiéndolos en un ejército de liberación, en su ma yor parte indígenas
de las comunidades locales. A finales de 1980, las atrocidades del gobierno parecían haber alienado a la población
entera del norte de Quiché. Eufórico frente a la victoria sandinista en Nicaragua, el EGP se precipitó sobre el vacío
político y se organizó a lo largo del altiplano. A principios de 1982, los ejércitos de la guerrilla parecían controlar los
departamentos de Quiché y Huehuetenango, salvo unas pocas guarniciones. Estaban al punto de cortar la Carretera
Panamericana. [237] Con la población indígena del altiplano a sus espaldas, podían haber tomado la capital con una
fuerza de cientos de miles de gente.
Desafortunadamente para la guerrilla, tenían pocas armas para dar a sus seguidores, y el miedo a los soldados no
siempre significaba un sólido apoyo para la revolución. A diferencia de varios grupos guerrilleros más pequeños y
cautos, el EGP organizó en sus filas a comunidades enteras. No solamente hizo esto abierta y rápidamente; su
estrategia de organización masiva destruyó el sector «neutral» en el que muchos ixiles hubieran preferido permanecer.
En la aldea nebajense de Salquil, me dijeron refugiados, los militantes del EGP colocaban banderas revolucionarias
durante la noche. Si los vecinos quitaban las banderas, se identificab an como pro-gubernamentales. Pero si las
banderas permanecían hasta la llegada del ejército, se asumía que todos los vecinos apoyaban a la guerrilla.

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{32}
Los misioneros evangélicos llamaban a esta clase de táctica polarizante la «represión provocada». Inicialmente
funcionó a favor de la guerrilla, pero luego se volvió en su contra. Una vez que la gente se encontraba bajo el ataque
del ejército, sus defensores guerrilleros escasamente toler aban la neutralidad, no se diga una muestra de apoyo al
gobierno. También fueron forzados a reprimir a los disidentes. Pero la gente estaba muy consciente de que fue el EGP
el que había provocado la furia del ejército, y que la guerrilla no los estaba prot egiendo como lo había prometido.
Poco antes de que Ríos Montt reemplazara a Lucas García en el palacio presidencial, el ejército guatemalteco
dirigió toda su fuerza hacia el Ejército Guerrillero de los Pobres. Una de las primeras áreas que decidió retomar fue el
Triángulo Ixil.
Notas
{23} Iglesia Guatemalteca en el Exilio, «Sebastián Guzmán: Principal de Principales» [mecanografiado de diez páginas], s.f., págs. 2, 5. Iglesia Guatemalteca en el
Exilio 1984.
{24} Iglesia Guatemalteca en el Exilio 1984:16.
{25} Arias 1984: 156.
{26} Entrevista del autor, 2 de octubre de 1983.
{27} Payeras 1984: 15, 90.
{28} Thomas R. Melville, «The Catholic Church in Guatemala, 1944 -82», Cultural Survival Quarterly (Cambridge, Massachusetts), primavera de 1983, pág. 25.
{29} Iglesia Guatemalteca en el Exilio, Iglesia Guatemalteca en el Exilio, edición especial, «Martirio y Lucha en Guatemala», diciembre de 1982, pág. 44.
{30} Subcommittee on Security and Terrorism 1984:233-234.
{31} Iglesia Guatemalteca en el Exilio 1984:19.
{32} Anfuso y Sczepanski 1983:125.

El pastor Nicolás
Los misioneros de FUNDAPI atribuían el cambio de actitud en el área Ixil a un solo creyente, el Pastor Nicolás
{33}
Tomá, del pueblo de Cotzal. Cuando lo conocí allí, una noche de diciembre de 1982, este hombre reflexivo y
articulado parecía estar obsesionado por la elección que había tomado. Después de un ataque del EGP al
destacamento de Cotzal, [237] el 28 de julio de 1980, su propio hermano y su cuñado habían estado entre los sesenta
y cuatro hombres que fueron arrastrados de sus casas y asesinados por el ejército en un acto de represalia. El 19 de
enero de 1982, cuando las guerrillas atacaron por segunda vez al destacamento, el pastor tomó la decisión de
colaborar con el ejército.
«Las guerrillas sólo provocan [al ejército] y se van», decía el Pastor Nicolás amargamente. «Nosotros somos los
que sufrimos las consecuencias.» En el transcurso de varias horas de discusión, no citó a una sola justificación
religiosa o ideológica para su decisión de apoyar al ejército. Aparentemente, la única razón era la supervivencia, tanto
de su gente como la suya. El pastor decía que el ejército había asesinado a «miles» de civiles desarmados sólo en el
municipio de Cotzal. De no haber él ayudado a los soldados, me dijo, le hubieran asesinado a él también.
Cuando un nuevo comandante llegó después del segundo ataque al destacamento, dijo al Pastor Nicolás y a otros
líderes religiosos que, como iban las cosas, el ejército tendría que «acabar con» Cotzal. Si toda la población de Cotzal
apoyaba a la guerrilla, toda la población de Cotzal tendría que ser eliminada. A pesar de las promesas de cooperación,
las tropas y los helicópteros seguían arrasando la montaña, matando a toda persona que encontraban. «Ya no puedo
controlarles», dijo el comandante a Nicolás, señalando que los soldados eran de otros destacamentos. Más tarde en
ese año, un joven funcionario del gobierno llegó de la capital. Descubrió que, de las veinte y nueve aldeas de Cotzal en
{34}
su lista, únicamente tres existían todavía. Durante la ofensiva antiguerrilla, los soldados habían quemado las otras.
El ejército había anunciado que todo aquel que no fuera al pueblo sería conside rado guerrillero, es decir, se le
dispararía al instante. Mientras que algunos sobrevivientes se habían ya rendido al ejército, el pueblo permanecía
paralizado por el miedo. Por consiguiente, el Pastor Nicolás ofreció al comandante su propia vida como gara ntía por la
buena conducta de sus habitantes. En poco tiempo, Nicolás se encontraba desempeñando un papel importante en la
patrulla civil que el ejército imponía en el pueblo. Con la ayuda de la patrulla civil, que le trajo información y cautivos, el
ejército fue capaz de dar con los combatientes del EGP, [239] extraer más información, y desmantelar la infraestructura
guerrillera.
Una solicitud de oración del Instituto Lingüístico de Verano describe lo que ocurrió a continuación. «Nosotros
hemos sido... espectadores, capaces únicamente de mirar desde lejos... pero hemos estado aplaudiendo
alocadamente», escribió en mayo de 1982 uno de los traductores del Instituto en Cotzal. «Desde principios de enero,
los creyentes conducidos por el Pastor [Nicolás], han tomado riesgos desesperados y se han alineado con el ejército
nacional. Se han organizado patrullas civiles y se han entregado armas. ¡El increíble resultado ha sido la erradicación
{35}
de las fuerzas revolucionarias guerrilleras del área de Cotzal!»
En realidad, una guerra entre el ejército y la población ixil se había convertido en una guerra civil entre estos
últimos. El destacamento del ejército local no había perdido a un solo hombre de sde que organizó la patrulla civil de
Cotzal en enero de 1982, me dijo el jefe de patrulla a fines de ese año. De los novecientos civiles en su patrulla,
setenta y seis habían muerto combatiendo a las guerrillas. El Pastor Nicolás se encontraba en una list a negra del EGP.
Aún así, para diciembre de 1982, pensaba que la gente tenía «más confianza» porque el ejército «cuida el pueblo; el
pueblo está consciente de que el estar al lado del ejército es la solución a sus problemas.» Sin embargo, las nuevas
patrullas civiles, las reuniones públicas obligatorias y los días de trabajo alejaban del culto a los creyentes, se quejaba
{36}
el Pastor Nicolás. Su protestas tan sólo habían ganado la enemistad de las autoridades locales. Un domingo de
marzo de 1983, pocas semanas después de que una crisis en la patrulla civil llevó a que se le nombrara su jefe, el
Pastor Nicolás fue asesinado cuando iba a predicar en una aldea.

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Antes de que Nicolás muriera, dicen los misioneros de FUNDAPI, su arreglo con el ejército se extendió a lo largo
de la región Ixil. Por su ejemplo en Cotzal, se dice que el pastor había probado a los ixiles de Nebaj y Chajul que ellos
también podían sobrevivir al holocausto al cooperar con sus perpetradores. De acuerdo al ejército guatemalteco, Cotzal
proporcionó el modelo para las patrullas civiles, las cuales, bajo Ríos Montt, reclutaron a tres cuartos de millón de
{37}
indígenas –muchos de ellos simpatizantes de la guerrilla– para la causa contrainsurgente. [240] Los ancianos de la
Iglesia del Verbo sacaron sus propias conclusiones. Si ellos respaldaban a pastores como Nicolás con auxilio e
influencia política, podrían humanizar el trato del ejército hacia los civiles y ganar el apoyo indígena para Ríos Montt.
Notas
{33} Contrariamente a lo mantenido en una versión anterior de este capítulo, el Pastor Nicolás pertenecía a la Iglesia de Dios del Evangelio Completo, una
denominación pentecostal afiliada a la Iglesia de Dios (Cleveland, Tennessee).
{34} Entrevista del autor, Cotzal, 20 de diciembre de 1982.
{35} De una carta de Sharon Townsend, Ciudad de Guatemala, 14 de mayo de 1982.
{36} Entrevista del autor, Cotzal, 20 de diciembre de 1982.
{37} «Guatemalidad y autodefensa civil» y «Apreciación de asuntos civiles para el área Ixil», Revista Militar (Ciudad de Guatemala: Centro de Estudios Militares),
septiembre-diciembre de 1982, págs. 4-14, 24-72.

Proporcionando una alternativa


El 5 de julio de 1982, una pareja del Instituto Lingüístico que había pasado tres décadas en Nebaj regresó por una
visita, para dirigir la primera misión de Puente Internacional del Amor en el área. Mientras el equipo dental
norteamericano extraía novecientos dientes, los traductores de la Biblia escuchaban muchas historias que contradecían
las afirmaciones de Ríos Montt de hacer respetar los derechos humanos . Los neófitos evangélicos les contaron sobre
golpizas y amenazas de muerte por parte de los soldados. Si el comandante militar descubría que las víctimas se
habían quejado, podían esperar lo peor. Las adolescentes temían ser llevadas hacia el destacamento , para ser
violadas y luego asesinadas como habían sido muchas otras.
La pareja misionera estaba horrorizada. Sin embargo, consideraban que la victoria del ejército era un mal menor
que continuar la guerra, con su espantoso costo para los civiles y la vict oria guerrillera, la cual temían que convertiría a
Guatemala en un campo de concentración comunista y destruiría la libertad para propagar el evangelio. Para la pareja
norteamericana, además, el liderazgo de Ríos Montt parecía abrir la posibilidad de un nu evo trato para los indígenas,
un punto medio entre la opresión de derecha e izquierda. Ya que el ejército seguía maltratando a civiles y miles de
refugiados todavía tenían miedo de rendirse, la pareja decidió que los ixiles «necesitaban una alternativa a las
presiones impuestas por la guerrilla.»
Los misioneros recomendaron a Ríos Montt que el ejército: 1. Se abstenga de disparar a los civiles desarmados
sólo porque estaban escapando o cavando hoyos en donde esconderse; 2. empiece a remunerar a sus cuadrill as de
trabajo forzado, muchas de los cuales no tenían manera de alimentarse a sí mismas y a sus familias; 3. proporcione
maíz y mantas a los refugiados que había creado; y 4. proporcione armas a sus [241] patrullas civiles, en lugar de
enviarlas a combatir a la guerrilla con machetes y escopetas de caza.
A juzgar por lo que pude ver en Nebaj cinco meses más tarde, se estaba siguiendo el consejo de los misioneros
lingüistas. Tal vez el mejor indicador de la influencia de la pareja norteamericana fue su éxito en obtener al traslado del
comandante militar local –a quien un jefe de la patrulla civil acusó del asesinato de su propio padre y de otros noventa
y seis civiles–.
Los lingüistas se mostraban especialmente preocupados por los evangélicos de Salquil , una aldea hacia el
noroccidente controlado por el EGP. ¿Cómo podían ser persuadidos a rendirse al ejército? Pocos habitantes de Salquil
lo habían hecho, por razones que los misioneros entendían demasiado bien. A principios de julio, uno de los misioneros
escribió que la noticia de que el ejército ya respetaba las vidas de los inocentes tenía que «filtrarse hacia ellos». Con
aquel fin, meditaba si se podría utilizar una avioneta con sistema de altoparlante para dirigirse a los salquileños desde
{38}
el aire, o quizás para lanzar paquetes de la escritura.
Menos de un mes más tarde, varios cientos de evangélicos escaparon del control guerrillero durante la noche. Su
líder, al igual que Nicolás, era un pastor de la Iglesia de Dios del Evangelio Completo. Dijo a la pareja misionera que su
gente había escapado de una sangrienta persecución religiosa. Los guerrilleros «insistían que debíamos oponernos al
Presidente», explicaba el pastor, «pero recordábamos que la Biblia dice que debemos obedecer al Presidente... La
Biblia nos dice que no debemos unirnos a la guerrilla... Aquí estábamos en una situación en la que los guerrilleros
matarían a cualquier persona que se rehusara a hacer lo que ellos mandaban. De hecho, han matado a varios de
{39}
nosotros.»
Al igual que otros refugiados bajo el control del ejército, el pastor me dijo que las guerrillas «engañaron» a su
gente. Los combatientes del EGP habían prometido que alimentarían a las personas que los alimentaban, que
proporcionarían las armas para que se defendieran contra el ejército y que ganarían la guerra para la elección de
marzo de 1982. [242]
Cuando los soldados destruyeron sus productos y sus casas, sin embargo, la gente comenzó a morirse de
hambre. «Ya no tienen comida, y ya no tienen casa... sin ropa, sin medicina, y muchos muertos entre nosotros»,
explicaba otro líder refugiado. Varios refugiados decían que debido a que las guerrillas se habían llevado sus cédulas
de identidad, ni siquiera podían escapar a la costa del Pacífico para trabaj ar en las plantaciones, de las que dependían
para gran parte de sus ingresos.
Seis miembros de su iglesia habían sido asesinados por las guerrillas, relató el pastor de Salquil. En junio de
1982, cuatro de ellos habían sido estrangulados en la aldea de Tu Jolom, por rellenar las trampas de estacas que el
9
EGP había cavado cerca de su iglesia. Si algún soldado caía en las trampas, esto traería represalias por parte del
ejército. También, según los ancianos, violaban el mandato bíblico de amar al prójimo.
Sin embargo, el ejército también había asesinado a miembros de la iglesia pentecostal, veinte y nueve de ellos en
la aldea de Tu Chobuc, el 4 de mayo de 1982. Cuando aterrizaron los helicópteros, tres familias se reunieron para orar.
Después de que las tropas descubrieron un buzón de almacenamiento de las guerrillas, el pastor me dijo en presencia
de soldados, degollaron a mano a los hombres, mujeres y niños.
Dos días después, las tropas destruyeron todas las casas en Salquil. Mientras tanto, en la radio se pod ía
escuchar al nuevo presidente del país ofreciendo amnistía y oración. «Gente de dos caras» del pueblo de Nebaj –
posiblemente un esfuerzo misionero por publicitar la amnistía– decía que la gente ya tenía confianza en el ejército.
Debido a su temor a la guerrilla, el tres de agosto el pastor encabezó una fuga de 237 evangélicos por una ruta
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indirecta.
Junto con muchos más salquileños que también se presentaron o que se vieron obligados a rendirse –hasta 1.740
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de ellos– los evangélicos fueron enviados al «Campamento Nueva Vida» en Nebaj. Con soldados situados en los
puntos altos y con chozas regadas por la ladera, árboles tumbados en todas las direcciones para evitar emboscadas y
el ocasional helicóptero equipado con ametralladora, el Campamento Nueva Vida se veía como una aldea estratégica
en Vietnam. Fue uno de los [243] primeros de varios campos de reasentamiento rigurosamente controlados por el
ejército. Se les conocía como «aldeas modelo» o «polos de desarrollo», y recibían subsidios extraoficiales de la
Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID).
Aún en estas vitrinas gubernamentales, los refugiados estaban deseosos de relatar las matanzas y los ultimátums
del ejército que les habían llevado a salir de sus casas. «Si obedecemos», explicó un habitante del pueblo modelo, «ya
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no nos matarán». De acuerdo a una ola de refugiados que llegó a México desde abril de 1982 hasta el año nuevo,
tropas apoyadas por helicópteros asaltaron sus pueblos en Chajul, asesinando a su ganado, a hombres, mujeres y
{43}
niños. Pero lo que parecía mantener a los refugiados de Salquil en el Campamento Nueva Vida a finales de 1982
era, no la coerción física, sino la comida a cambio de trabajo y la seguridad física de estar en el lado más fuerte.
Los misioneros de FUNDAPI funcionaban como hadas madrinas en los pueblos y campos de refugiados ixiles:
además de vigilar el comportamiento del ejército, parecían proporcionar gran parte de la ayuda disponible –maíz,
mantas, y láminas de metal para los techos– con preferencia a las viudas. Pero nada del billón de dólares de los
evangélicos norteamericanos que Ríos Montt había pronosticado llegó a materializarse. Ya sea debido a los informes
de los organismos de derechos humanos, a los costos de solicitar fondos, o a las muchas otras causas dignas que
rivalizaban por los dólares evangélicos, el dinero nunca llovió sobre la Iglesia del Verbo. En 1984, a medida que cesaba
{44}
el flujo de donaciones, FUNDAPI informó haber obtenido cerca de 200.00 0 dólares.
¿Qué nos dice el área Ixil –la única donde FUNDAPI jugaba un papel importante– sobre la contribución evangélica
a la contrainsurgencia? Hasta que Ríos Montt llegó al poder, ha señalado Sheldon Annis, el gobierno se había
deshonrado tan tajantemente que los revolucionarios llegaron a dominar el contexto moral del país. No obstante, el
nuevo presidente evangélico desafió a las guerrillas «moral y militarmente», proporcionando una justificación para
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aquellos que deseaban apoyar al ejército pero que se encontraban pasmados frente a su comportamiento. En
Cotzal, el Pastor Nicolás ayudó a promover la amnistía y [244] las patrullas civiles, las cuales, bajo Ríos Montt,
ofrecieron a los indígenas protección contra futuras masacres por parte del ejército a cambio de voltearse contra los
insurgentes. En Salquil, a medida que aumentaba la violencia del ejército, las enseñanzas evangélicas parecían
haberse convertido en una cuña en la división entre los civiles y sus inefectivos defensores guerrilleros. Cuando los
traductores del Instituto Lingüístico empezaron a regresar, su consejo al ejército habría sido valioso pa ra persuadir a
más refugiados a rendirse.
Las iglesias evangélicas en el área ixil crecieron tremendamente. De acuerdo a un censo de salud del gobierno,
alrededor de 1983-1984, un 23% de jefes de familia en Chajul, un 30% en Cotzal y un 37% en Nebaj afirma ban ser
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evangélicos. Cuando Andrés Fajardo encuestó a la aldea modelo de Salquil Grande en 1986, el 44% de los 467
{47}
hogares se describieron como evangélicos o fueron identificados así por un guía evangélico. A juzgar por mi visita
en 1987, los pastores evangélicos en Nebaj eran capaces de atraer una audiencia mucho mayor que el nuevo
sacerdote católico. Partiendo de una pequeña minoría antes de la guerra, los protestantes parecían haberse convertido
en el grupo religioso dominante.
Una transformación religiosa como tal suscita más temas de los que pueden ser tratados aquí. Pero el testimonio
de los evangélicos ixiles sugiere que fueron los dictámenes de la supervivencia, no la religión evangélica o los
esfuerzos de los misioneros, lo que les empujó hacia el ejército. Esto suscita la pregunta de cómo la estrategia
revolucionaria estimuló el crecimiento de las iglesias conservadoras. Si el Ejército Guerrillero de los Pobres hizo de la
concientización cristiana un paso para la transformación de la resistencia indígena hasta el nivel de la lucha armada, el
ejército guatemalteco no se quedaba atrás en su uso de la religión . Convirtió al fundamentalismo políticamente
conformista en una «pala de basura», hacia la cual su represión empujaba los remanentes de los movimientos de
concientización y de otros sobrevivientes ixiles.
En cuanto al Ejército Guerrillero de los Pobres, perdió la mayor parte de la población que controlaba y se refugió
en áreas remotas. El devastador retroceso le forzó, finalmente, a reconocer un grave error, el de expandirse demasiado
{48}
rápidamente para defender a la gente a la cual [245] estaba organizando. A pesar de que el EGP respondió a la
lucha histórica de los mayas, canalizó esta resistencia de forma tal que llegó a imponer demandas asombrosas,
demandas que muchos de los indígenas no podían cumplir. Como resultado, lo que la EGP llamó «guerra

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revolucionaria popular» ya no parecía ser tan popular en lo que había sido su área central. A juzgar por el costo de la
movilización revolucionaria para los ixiles, la razón del crecimiento de las iglesias protestantes en el altiplano no se
encontraba en Washington o en la derecha religiosa norteamericana. Más bien, el principal argumento para la
conversión a una iglesia evangélica fue el costo de la estrategia revolucionaria.
Notas
{38} Ray Elliot, memorando de una visita a Nebaj, 5-9 de julio de 1982.
{39} Ray Elliot, «Translation of interview in Ixil» [memorando mecanografiado], 20 de agosto de 1982.
{40} Entrevistas del autor, Campamento Nueva Vida, 21-22 de noviembre y 20 de diciembre de 1982.
{41} Informes para el efecto incluyen a «Guatemala's Conversion», NACLA Report on the Americas, septiembre-octubre de 1982, págs. 42-43; Allan Nairn, New
Republic, 11 de abril de 1983, págs. 17-21; Americas Watch 1984: 93-4; Iglesia Guatemalteca en el Exilio 1984:22; y Vincent Flynn, «Model Villages in the Ixil
Region», Cultural Survival Quarterly, diciembre de 1984, págs. 83-85.
{42} Piero Gleijeses, «The Guatemalan Silence», New Republic, 10 de junio de 1985, págs. 20-23.
{43} Americas Watch 1983:15-19.
{44} Edgar Nuñez, «From Embittered War Atrocities to the Love of Jesus Through FUNDAPI», Frontline Report (International Love Lift) 9(6), págs. 4-5.
{45} Annis 1988.
{46} «Diagnóstico Integral de Salud», Centros de Salud de Cotzal (diciembre de 1983), Chajul (octubre de 1984) y Nebaj (noviembre de 1984).
{47} Fajardo 1987, págs. 2, 72-74.
{48} Véase Arturo Arias, «The Guatemalan Revolution: A Reassessment», Guardian (Nueva York), 23 de mayo de 1984, pág. 19.

Dejad que los muertos entierren a los muertos


En el primer aniversario del golpe del 23 de marzo, Ríos Montt se encontraba en ropa de combate, rodeado por
los comandantes departamentales del ejército guatemalteco. Cercado por una falange de impasibles coroneles,
empapado en sudor, sus ojos recorriendo el salón del palacio, parecía ser un César en espera de su Bruto. Para abrir
el camino para la Nueva Israel, Ríos había hecho a un lado a los partidos políticos y al alto mando. Pero nunca se puso
en contra de la panza de acero de la jerarquía militar, los coroneles a cargo de las guarniciones departamentales.
Cuando Ríos se vistió en su traje de combate el 23 de marzo de 1983 y se colocó entre sus hermanos oficiales
igualmente uniformados, ritualmente se subordinó a ellos y aclamó la supremacía del ejérc ito. Había transcurrido una
semana de rumores acerca de otro golpe, el cual finalmente lo derrocó cuatro meses y medio después.
Mientras que Ríos predicaba a la nación cada domingo, moralizando contra la subversión y el estado lamentable
tanto de la vida pública como de la privada, nunca denunció a la única institución que, más que ninguna otra, había
devastado al país, porque era la institución que le había llevado al poder. A pesar de que sus asesores evangélicos
confirmaron algunas de las acusaciones contra el ejército, él emitió negativa tras negativa. Puesto que la biografía de
Verbo acerca de Ríos admite «algunos abusos» del ejército a pesar de sus órdenes, los dos que ésta menciona
{49}
merecen nuestra atención. [246]
En el primero, en la Finca San Francisco en Huehuetenango, el ejército masacró, en julio de 1982, a toda una
aldea de los Chuj Mayas. No era un caso de civiles atrapados en un cruce de fuego porque no hubo resistencia. La s
violaciones en masa –el incentivo del ejército guatemalteco a los soldados para que masacren a mujeres – la tortura y el
canibalismo ritual fueron supervisados por oficiales que bajaban de un helicóptero, lo que indicaba al comandante del
{50}
departamento o sus agregados. A pesar de que la evidencia era inusualmente buena –los sobrevivientes recopilaron
una lista de 302 muertos y un observador bastante creíble visitó los restos cuatro día s más tarde– los ancianos de
Verbo, sus consejeros de FUNDAPI y la embajada de los Estados Unidos se mofaban de aquello. Era otra muestra de
la campaña sucia contra Ríos Montt. Como se comprobó más tarde, la investigación de la embajada estadounidense
consistió en sobrevolar el sitio en un helicóptero. Cuando un consejero de FUNDAPI finalmente llegó al lugar, en enero
{51}
de 1983, se sorprendió al descubrir esqueletos y confirmar la historia en un poblado vecino.
El segundo abuso admitido por Verbo fue el asesinato de Patricio Ortiz Maldonado, un profesional maya empleado
por el programa de educación bilingüe financiado por USAID. El ejército dice que Ortiz y sus tres compañeros murieron
cuando trataban de escapar. Sus supervisores probaron que había sido llevados a la base militar en La Democracia, el
fin del camino para muchas personas desaparecidas. De acuerdo a un capitán que sirvió en esa base antes de buscar
asilo en los Estados Unidos, las órdenes del coronel de «procesar» prisioneros eran en realidad el código para
{52}
asesinarlos. Lo que sufrió Maldonado en febrero de 1983 no era nada nuevo: cada año, miles de guate maltecos eran
detenidos por las fuerzas de seguridad y nunca se los volvía a ver, mientras las autoridades negaban todo
conocimiento sobre su paradero. Esta vez, sin embargo, la víctima se encontraba en una visita oficial para la embajada
norteamericana, lo que forzó a Washington, a Ríos Montt y a sus biógrafos de la Iglesia del Verbo a estar atentos.
Ocasionalmente, el presidente y sus consejeros parecían justificar la matanza de civiles. «El problema de la
guerra no es únicamente cuestión de quién está disparando. Por cada persona que está disparando existen diez
trabajando detrás de él», observó Ríos en una ocasión. [247] Su secretario de prensa, el anciano de Verbo Francisco
Bianchi, continuó: «Las guerrillas consiguieron muchos colaboradores indígenas. Por consiguiente, los indígenas eran
subversivos. ¿Y cómo se combate la subversión? Claramente se tenía que matar a los indígenas porque estaban
colaborando con la subversión. Y luego se diría que se estaba matando a gente inocente. Pero ellos no eran inoc entes.
{53}
Se habían vendido a la subversión.»
Debido a afirmaciones como éstas, algunos han concluido que el mismo Ríos Montt ordenaba las masacres. Sin
embargo, trataba de evitar la repetición de algunos crímenes al reasignar a los comandantes. Se informó también que

11
{54}
los ancianos de Verbo entraron en contiendas con dichos oficiales. Lo que es seguro es que Ríos participó en el
sistema de circunlocución empleado por las burocracias militares para evitar la responsabilidad de sus actos.
–«Pudo haber ocurrido», respondió Ríos a los informes de matanzas poco antes de ser expulsado de palacio.
«Podría. Lo digo circunstancialmente porque no puedo estar seguro. Nunca lo autoricé. Esa es la verdad.»
–Pero en sus instrucciones diarias, ¿acaso nunca fue informado de tales eventos, ni siquiera sobre el incendio de
un pueblo?
–«Nunca», respondió Ríos. «Ellos nunca entran en mi of icina para decir 'Hoy día quemamos tal y tal pueblo.'»
–¿Pero no había el ejército quemado algunos?
–«Podrían haberlo hecho», admitió.
–¿Cómo es que esa información no llegó hasta usted?
{55}
–«¿Qué información? Todo esto es hipotético... Ninguna información ll egó hasta mí... No sabía sobre esto.»
Una señal de la conciencia cristiana de Ríos Montt era una vaga súplica de perdón. «Sabemos y comprendemos
que hemos pecado, que [248] hemos abusado del poder», confesó por la radio después de un año en el palacio. «¿Qué
{56}
puedo hacer con un segundo teniente que no acepta mi orden de no matar?» La naturaleza patética de esta
confesión sugiere lo que los ancianos de Verbo aceptaron después del derrocamiento de su hermano: que él nunca
había controlado al ejército. Ni un solo oficial del ejército fue llevado a juicio bajo su gobierno. Debido a que el ejército
nunca ha disciplinado a sus oficiales, aún por los crímenes más flagrantes contra los civiles, Ríos y sus consejeros
espirituales generalmente evitaban el tema. Si la energía gastada en negar los crímenes del ejército hubiera sido
empleada para impedirlos, él habría durado aún menos tiempo como jefe de estado.
Después de que se acabaron los días en el palacio nacional, el admitir que nunca pudieron frenar los abusos
militares no impidió que los colaboradores de Ríos Montt continuaran azotando a los organismos de derechos
humanos, en un intento de justificarse a sí mismos. ¿No declaró la embajada norteamericana que había sido incapaz
de verificar un solo incidente? ¿No era fulano de tal de Amnistía Internacional un comunista? ¿No eran los refugiados
que realizaban las acusaciones en realidad guerrilleros? ¿Qué más pudo hacer el ejército cuando los guerrilleros les
{57}
disparaban desde la mitad de plazas llenas de gente?
Como resultado, la idea de que Ríos Montt era víctima de una campaña sucia ha pasado a formar parte de la
mitología evangélica en Estados Unidos. Convencidos de que había sido el blanco de la desinformación bien
coordinada, incluso Luis Palau y Christianity Today aplicaron su peso para rehabilitar su nombre, convirtiendo al
{58}
dictador en una víctima de la persecución religiosa. En marzo de 1984, el depuesto Ríos Montt realizó su debut
norteamericano con una gira de los programas evangélicos de televisión. También se dirigió a entusiastas reuniones de
la Fraternidad de Hombres de Negocios del Evangelio Completo, de los Difusores Religiosos Nacionales, y de la
Asociación Nacional de Evangélicos. De acuerdo al Gospel Outreach (Alcance Evangélico), las visitas pretendían
romper el silencio que siguió a su derrocamiento, construir vínculos con los altos líderes cristianos y preparar un
{59}
ministerio profético internacional para él, incluso tal vez un programa de radio o televisión. [249]
La leyenda resultante apelaba al deseo de la derecha religiosa de percibir a América Central como una
confrontación limpia entre Oriente y Occidente, libertad y comunismo, bien y mal. Cuando los evangélicos
norteamericanos aplaudían a Ríos Montt, celebraban la ilusión de que la contrainsurgencia en Centroamérica era una
lucha divina contra el enemigo satánico. La selectividad de sus percepciones podía ser asombrosa. Un evangélico
regresó de Guatemala para asegurarme que los abusos del ejército habían sido perpetrados por infiltrados cubanos en
uniformes del gobierno. Estaban por todo el país: lo sabía de hecho puesto que éstos estuvieron a punto de detenerlo.
En cuanto a los evangélicos guatemaltecos, algunos mantenían que Ríos había sido derrocado porque las iglesias
no habían orado lo suficiente por él: otros murmuraban que tal vez Dios lo había sacado del poder porque tal vez se lo
{60}
merecía. Para sus colaboradores leales, sin embargo, Ríos se convirtió en algo así como un profeta. Al igual que
todo profeta, se confortaban diciendo, sus advertencias habían llegado a oídos sordos. Algunos pecadores se
arrepintieron; muchos otros no; y bajo un Dios justo, probablemente habrían días peores en el futuro. Debido a que sólo
el Señor da y quita la autoridad, razonaba la Iglesia del Verbo, su hermano había sido destituido de su cargo para que
{61}
pudiera compartir el evangelio con el mundo. Los cristianos habían «prestado más atención a [los informes de
masacres en] el New York Times y en el Washington Post que a la Palabra de Dios», se lamentaba Ríos. «Esa es una
{62}
señal de los últimos días porque no nos creemos el uno al otro.»
Notas
{49} Anfuso y Sczepanski 1983:137.
{50} Falla 1983.
{51} Entrevista del autor a un consejero, 24 de marzo de 1983.
{52} Philip Taubman, «Slaying Case in Guatemala Angers U.S. Aides», New York Times, 11 de septiembre de 1983, págs. 1, 10, y Americas Watch1984:136-139.
{53} Amnesty International 1987:96.
{54} Alfred Kaltschmidt, anciano del Verno, al autor, agosto de 1985.
{55} Richard Ben Cramer, «Dictator of Divine Right», Inquirer (revista dominical, Philadelphia Inquirer) 28 de agosto de 1983, págs. 15-31.
{56} «World Scene», Christianity Today, 22 de abril de 1983, pág. 43. Anfuso y Sczepanski 1983:138.
{57} Anfuso y Sczepanski 1983: 23, 128, 131-136.
{58} Anfuso y Sczepanski 1983: 23-24, 135. «Luis Palau: Evangelist to Three Worlds», Christianity Today, 20 de mayo de 1983, pág. 30. Bill Conard, «Central America:
Is There a Political Solution?» Briefing, primavera de 1984, págs. 10-11.
{59} Carlos Ramírez, «What Happened to Ríos Montt», International Love Lift Newsletter (Eureka, California) 9(3).
{60} Elizabeth Farnsworth, «The Gospel and Guatemala», documental de Public Broadcasting Service, 1984.
{61} Servicio de Noticias de Puertas Abiertas, «Former President of Guatemala Plans to Become Missi onary», Forerunner, abril de 1984, pág. 3.
{62} Evangelical Press, «Ríos Montt Says Guatemala Needs Pastors, Not Troops», Charisma, mayo de 1984, págs. 99-10l.

12
La lucha por el Compromiso Social
Cuando el alto mando expulsó a Ríos Montt del palacio, anunció que estaba rescatando al gobierno de los
{63}
fanáticos religiosos. El arzobispo de Guatemala realizó una misa al aire libre para el nuevo presidente e hizo un
llamado por la reevangelización del país. Hubo policías que patrullaban los cultos evangélicos. Los funcionarios
realizaban inspecciones de los templos. Las iglesias carismáticas profetizaron siete años de persecución. Con cierto
temor, varios líderes protestantes se nombraron a sí mismos la Comisión Coordinadora de la Iglesia Evangélica
(COCIEG) y fueron a visitar al nuevo jefe de estado, General Oscar Mejía Víctores. [250] Para su consuelo, Mejía se
mostró aún más nervioso que ellos y pidió disculpas por los incidentes.
Dos años más tarde, los líderes evangélicos –al menos los no-pentecostales con quienes conversé– criticaban
abiertamente a Ríos Montt. Es cierto, había puesto a la iglesia en el mapa, hab ía proporcionado a sus hermanos un
punto de reunión, y les había brindado la seguridad y confianza que necesitaban para evangelizar sin miedo. Y sí, su
uso de la presidencia como púlpito, sus homilías semanales a la nación como si ésta fuese una gran congr egación,
eran tal vez designios del Señor. Pero algunos de estos hombres no estaban ni siquiera seguros de que la Iglesia del
Verbo era evangélica. Por lo menos los ancianos de Verbo y Ríos nunca utilizaron ese término, describiéndose más
bien como «cristianos», para evitar trazar una línea entre ellos y los católicos.
El estilo de Ríos Montt había ofendido a mucha gente, añadían los líderes evangélicos, y estaban cansados de ser
culpados por su política. El mensaje básico era bueno, pensaban, pero no debía haberlo mezclado con la política.
Mientras los protestantes apoyaban la separación de iglesia y estado, los sermones de Ríos Montt a través de la radio
{64}
y la televisión hacían pensar a los católicos que él quería establecer una teocracia.
Los líderes evangélicos también recibieron la impresión de que, a pesar de que Ríos pedía su oración y apoyo, él
realmente no los estaba escuchando. «Los edificios no son realmente necesarios», respon dió cuando se le comunicó
que el ejército estaba destruyendo los templos protestantes en el área ixil. «En Verbo todavía nos reunimos bajo una
carpa.» A los doscientos pastores presentes no les agradó esta afirmación. Puesto que Ríos generalmente estaba
demasiado ocupado para reunirse personalmente con los líderes evangélicos, éstos habían presentado sus problemas
ante los ancianos de Verbo, quienes habían demostrado ser «totalmente impenetrables» frente a sugerencias como
terminar con las homilías dominicales de Ríos, con su tentativa de aumentar impuestos, o con sus tribunales de fuero
{65} {***}
especial. [251]
A los consejeros espirituales del presidente se los calificaba con las palabras más duras. «La gente de la que se
rodeó eran extremistas», me dijo un miembro de la Misión Centroamericana. «Ellos andaban diciendo que tenían
visiones. ¿Visiones? Una vez que las personas piensan que tienen visiones, se están alejando de la Biblia.» Los dos
ancianos de Verbo que sirvieron como secretarios presidenciales, Francisco Bianchi y Alvaro Contreras, apenas
controlaron al gobierno o al ejército, pero sí tuvieron considerable inf luencia sobre Ríos. De acuerdo a la doctrina del
pacto según la interpretación de la Iglesia del Verbo, un nuevo miembro no sólo se somete a Cristo sino también a la
iglesia, hasta el punto que se espera que consulte con los ancianos para cualquier decisió n importante. Cuando Ríos
fue al palacio nacional, lo hizo bajo la autoridad espiritual de su iglesia.
Con esto en mente, es evidente que los ancianos de Verbo sirvieron como chivos expiatorios. Para los oficiales
del ejército que consideraban a Ríos como a su jefe de estado personal, sus fervientes discursos sobre una nueva
Guatemala parecían sospechosos. Obviamente, era más conveniente acusar a los consejeros de una religión
minoritaria que a su colega. Para el clero católico, la prominencia de los ancian os del Verbo dramatizaba cómo habían
sido marginados del estado guatemalteco y cómo su influencia había sido suplantada por aquella de una secta
norteamericana. Cuando los oponentes militares pidieron el despido de los dos ancianos, se dice que fue con el apoyo
{66}
de ciertos evangélicos. «Si se van», respondió Ríos, «yo me voy.»
El descontento de los líderes evangélicos aumentó al descubrir, después de la partida de Ríos, que éste les hab ía
concedido menos acceso y menos favores que su sucesor católico. «Sí, Ríos nos recibía, y escuchaba nuestras
peticiones, pero nunca recibimos nada excepto por una ocasión», afirmó un disgustado jefe evangélico –cuando Ríos
generosamente cubrió un déficit que dejó el centenario protestante–. El no aceptaba a la gente que ellos le
recomendaron para puestos oficiales. Contrario a la leyenda, pocos evangélicos formaron parte de su gobierno, [252]
salvo por un número limitado de miembros de Verbo. Los evangélicos nunca recibieron de él la nueva frecuencia de
radio que le solicitaron. Pero sí la recibieron de su sucesor, el General Mejía. Finalmente, se dice que era mucho más
fácil hablar con Mejía sobre los secuestros.
Esta clase de actitud contradictoria –acusar a Ríos por mezclar la política con la religión y por no hacer los
suficientes favores a los líderes evangélicos– no era nada nuevo, por supuesto. Algunos pastores estaban muy
acostumbrados a decir a sus seguidores que ellos no tenían nada que ver con la política, para luego presentarse a
solicitar favores al nuevo régimen.
Poco después de la caída de Ríos Montt, la comisión coordinadora COCIEG trató de regresar a los principios en
la primera edición de La Palabra,un periódico evangélico co-fundado por uno de los secretarios de prensa del último
presidente. La iglesia evangélica era apolítica, declaraba COCIEG, y prosiguió a afirmar que no se había hecho ningún
{67}
compromiso político con el anterior gobierno. Al reflexionar sobre el asunto, la idea de aclamar a un general del
ejército como a un vicario de Cristo estaba fuera de lugar. Al haberse separado de la Iglesia Católica y todavía sentirse
amenazados por ésta, muchos líderes protestantes continuaban siendo leales al principio de separación iglesia -estado.
Por lo tanto, creían que los líderes de las iglesias debían restringirse a los asuntos espirituales.

13
Ahora que los evangélicos se estaban recuperando de Ríos Montt, la Misión Cent roamericana –probablemente la
misión norteamericana más influyente en el país– decidió que había dejado un vacío teológico para ser ocupado por
visionarios irresponsables. Por consiguiente, ayudó a organizar una Comisión sobre la Responsabilidad Social de la
Iglesia. Basada en una reunión de CONELA sobre el mismo tema, la comisión pandenominacional formuló lo que los
misioneros deseaban se convirtiera en un precepto para toda la comunidad evangélica: mientras los cristianos tuvieran
que cumplir con las responsabilidades cívicas, lo harían como individuos. Como institución, la iglesia debía permanecer
lejos de la política. [253]
El recuerdo de Ríos todavía causaba tanta agitación que, para la campaña presidencial en 1985, no existían
esperanzas fuertes de tener una nueva presidencia evangélica. Aún así, como los evangélicos supuestamente llegaba
a un 25% de la población, hubo aspirantes políticos que se preguntaban si el Señor tocaría a su puerta. El mismo Ríos
quedó fuera de la campaña: a pesar de que varios partidos políticos le ofrecieron una candidatura, eran considerados
demasiado pequeños y poco representativos para sostener su peso, aparte de la posible aversión de los ancianos de
Verbo, quienes todavía se estaban recuperando de sus heridas.
Dando un paso adelante como el nuevo ungido se encontraba Jorge Serrano Elías, un representante de las
cámaras empresariales de Guatemala, que había servido en la administración de Ríos Montt. Se había salvado
alrededor de 1977, en el despertar carismático en la capit al. En la crisis de 1980-1981 se fue a la bancarrota, al igual
que muchos otros en la industria de la construcción. Otro de sus infortunios pronto se convertiría en un honor: fue
forzado a dejar el país por criticar al régimen de Lucas García. Bajo Ríos Mo ntt, un lazo familiar con un anciano de
Verbo le ayudó a obtener el nombramiento de jefe del Consejo de Estado, un cargo de asesoría que impulsó a sus
ambiciones presidenciales. Impresionado por el discurso de Ríos Montt sobre el llamado divino, se dice qu e él se
imaginó a sí mismo como el nuevo David que reemplazaría a Saúl.
Cuando Serrano se acercó por primera vez a los ancianos de la comisión coordinadora COCIEG, en 1984, le
dijeron que las iglesias no estaban preparadas para otro presidente evangélico. ¿No podía esperar unos pocos años? A
algunos les disgustaba la congregación a la que pertenecía, la superiglesia pentecostal Elim, la cual había atraído a
miles de miembros de otras denominaciones con su prédica hipnótica y sus alucinantes dones de lenguas amplificados
electrónicamente. Bajo Ríos Montt, Serrano era un «profeta» de Elim, uno de media docena bajo su líder máximo o
«apóstol».
Para distinguirse de Ríos, el candidato citó su oposición a la elevación de impuestos y a los tribunales secretos de
su jefe anterior. Para movilizar a los votantes evangélicos, sin embargo, también necesitaba [254] presentarse como su
heredero espiritual. Por lo tanto, Serrano adoptó algo del mismo tono mesiánico, sobre la necesidad de crear un nuevo
hombre y una nueva Guatemala. A pesar de que las iglesias evangélicas no lo aprobaban formalmente, la campaña de
Serrano claramente deseaba engancharlas. «Todo esto es delicado», admitió uno de sus asesores, «porque es bien
definido que la iglesia no participa en la política. Todos los interesados lo han acordado. Los líderes de la iglesia han
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apoyado a Serrano, los integrantes también, pero como organizaciones, no.»
Los colaboradores de Serrano decían organizar únicamente fuera de las paredes de la iglesia y de confinarse a la
orientación cívica, al pedir a los hermanos que oren, se registren y voten con discernimiento. Esta era la receta
adoptada por evangélicos moderados en los Estados Unidos. No obstante, cuando la gente de Serrano organizaba
desayunos de oración para los pastores de cada denominación y pedían orar por Guatemala, incluían al nombre de su
candidato. En los departamentos, los propagandistas decían a los fieles que, si Serrano no ganaba, se desataría una
terrible persecución. Los escépticos temían que la candidatura de Serrano fuera la que trajera problemas, frente al
{69}
temor católico de que el evangelismo ocultaba una campaña por el poder político.
Resultó ser que Serrano obtuvo el 13,8% de la votación en noviembre de 1985, colocándolo en un tercer lugar
{70}
respetable pero desilusionante. Muchos de sus hermanos votaron más bien por la democracia cristiana, la única
opción de centro-izquierda en el limitado espectro que sobrevivía en el país. Los políticos evangélicos podían fantasear
sobre la votación en bloque de una cuarta parte del electorado, pero su s iglesias no eran el público más prometedor. La
política no era su fuerte.
«Si esta candidatura dependiera totalmente de nosotros», me dijo un evangélico en la campaña de Serrano,
{71}
«estaríamos totalmente perdidos.» Se estaba refiriendo a la tradición de condenar a la política como pecaminosa, de
desalentar al activismo, e incluso de anular las votaciones. «Todos tenemos nuestras perspectivas políticas», explicó el
anciano que presidía a la Iglesia del Verbo en Managua, «sin embargo, el Señor nos advierte que no nos preocupemos
por las calamidades y guerras de [255] este mundo. Si nos alejamos de los principios del Reino, seremos arrastrados
hacia los engaños de las persuasiones filosóficas de derecha o izquierda... Una cosa se debe aprender, y es que la
{72}
esperanza no es un atributo de ninguno de los Reinos de la tierra.»
Mientras tanto, los colegas de este hombre en Guatemala trataban de justificar su repentina promoción en un
reino de este mundo. Tomando una escritura de la derecha religiosa en los Estados Unidos, decidieron que, al igual
que Nehemías en el Antiguo Testamento, ellos estaban reconstruyendo las muralla s de Jerusalén. Sin embargo, para
evangélicos acostumbrados a pensar que el mundo estaba inevitablemente perdido, la idea de construir una Guatemala
nueva y reformada les tomó un poco hasta acostumbrarse. Habían apoyado a Ríos Montt porque Dios lo había
colocado milagrosamente en el poder, no porque habían cambiado su forma de pensar sobre la futilidad de la política.
Ahora, en un cambio de la posición tradicional, gran parte del liderazgo evangélico se refería al deber de los
cristianos de involucrarse. La Fraternidad Teológica Latinoamericana había estimulado el compromiso social por más
de una década. En Guatemala, algunos de los mismos argumentos estaban aflorando en un nuevo grupo social, los

14
profesionales evangélicos, quienes miraban a un futuro limitado en un país gobernado por militares. Hablaban como
reformadores y encontraban audiencias en las congregaciones de la clase media alta, quienes también eran algo
nuevo. Entre esta clase de cristianos que tenían mucho que perder, estaba el presentimiento d e que, si no levantaban
a Guatemala ahora, la perderían completamente. Ellos eran, de acuerdo a Marco Tulio Cajas, «la minoría mejor
{73}
organizada de la nación», con la responsabilidad de ofrecer una alternativa a las escuálidas normas reinantes.
Desde este sector evangélico, varias de cuyas iglesias oraban cerca o en los hoteles lujosos de la ciudad, se
{74}
escuchaba poco sobre la justicia social. Sin embargo, los líderes estaban impresionados por la pérdida de
congregaciones mayas enteras al movimiento revolucionario. Ahora que éste había fracasado, los indígenas estaban
en peor situación que nunca. Con tantos pobres que profesaban ser evangélicos, la responsabilidad social claramente
incluía hacer algo por ellos, lo que forzaba a las iglesias evangélicas hacia lo que un misionero presbiteriano llamó
{75}
[256] «un dilema político interesante.» Debido a que el ejército y los terratenientes parecían encontrar un intento
subversivo en cualquier esquema que beneficiara a los indígenas, los evangélicos conservadores se enfrentaban a una
decisión difícil. Podían no hacer nada y arriesgarse a perder sus nuevas clientelas indígenas; o podían tratar de
ayudar, lo que levantaría sospechas por parte de la clase gobernante y empujaría a los evangélicos hacia el mismo
camino que la Iglesia Católica.
La obra presbiteriana entre los mayas kekchís ilustra el problema: los kekchís tienen una larga historia de
colonizar nuevas tierras –a lo cual tienen derechos legales– únicamente para ser expulsados por los terratenientes,
quienes utilizan sus conexiones en la capital para obtener el título de propiedad. El protestantismo fue introducido por
los dueños de plantaciones, quienes esperaban que el evangelio volvería más confiables a sus resentidos trabajadores
kekchís. El déspota que trajo a los presbiterianos se consideraba un c ristiano consagrado, a pesar de que gozaba de
los privilegios sexuales típicos de un terrateniente. De acuerdo a las palabras irónicas de un escritor presbiteriano, su
amenaza de dar de latigazos a los peones que no asistiesen a los templos que él construyó provocó un «despertar
religioso extraordinario».
La justicia llegó a finales de los años sesenta, en forma de guerrillas que obligaron al terrateniente a salir de la
zona. Irónicamente, también abrieron el camino para una iglesia kekchí autónoma. Los eva ngélicos se multiplicaron, y
la nueva religión solidificó la resistencia kekchí frente a más expropiaciones. Con la violencia política en aumento, un
alarmado pastor de la capital señaló que los conversos estaban listos a defenderse empleando la fuerza. ¿C ómo se
{76}
podía convencer a los evangélicos kekchís de que la lucha armada no era necesaria? Bien, los presbiterianos
podían ayudarles a defender sus tierras a través de la ley. Y si aqu ello fracasaba, tal vez podrían ayudar a una o a dos
comunidades a comprar la tierra en cuestión. Pero a medida que la recientemente organizada Comisión Presbiteriana
de Defensa ayudó a una primera comunidad y luego a otras dos, los desilusionados monopoli stas de la tierra los
{77}
acusaron de subversión.
De acuerdo a una fuente, la violencia de 1981-1982 en la zona (la mayor parte proveniente del ejército) costó a
los presbiterianos seis de [257] sus diecisiete iglesias kekchís y dejó más de quinientas viudas y miles de huérfanos.
En agosto de 1982, los soldados detuvieron a un pastor kekchí que servía en las patrullas de defensa civil de Ríos
Montt y lo torturaron repetidamente antes de darse cuenta de que tenían al hombre equivocado. Desgraciadamente,
ahora que habían abusado del pastor, no podían simplemente dejarlo ir. Después de todo, Ríos Montt proclamaba cada
{78} {****}
semana en la televisión que esta clase de cosas ya no ocurría.
En varias ocasiones, Ríos había solicitado a dichas víctimas que se acercaran y presentaran cargos: él los
protegería. Después de que el pastor logró escapar, sus colegas tomaron la decisión de presentar al incidente como un
caso de prueba. Pocas semanas después, en septiembre de 1982, un misionero norteamericano conectado con los
demandantes fue secuestrado y colocado en la parte trasera de una furgoneta, sucia de vómito y sangre. Durante el
interrogatorio le amenazaron con instrumentos de tortura, colocaron una pistola sobre su sien y halaron del gatillo. La
presión de la embajada estadounidense lo salvó pero no a dos obreros indígenas presbiterianos –Ricardo Pop y
Alfonso Macz–. Un año más tarde se informó que uno había sido visto en una celda subterránea, en donde se había
vuelto loco y sollozaba por ver a su esposa e hijos. El comité presbiteriano que trataba de proteger los derechos
{79}
kekchís fue forzado a disolverse, y cuatro de sus cinco miembros abandonaron el país. Los oficiales presbiterianos
decidieron no buscar a sus desaparecidos obreros. Un oficial del ejército les había informado que, debido a que los dos
eran guerrilleros, un excesivo interés por su destino significaría que la Iglesia Presbiteriana también era
{*****}
guerrillera. [258]
El número de víctimas de pastores y congregaciones evangélicas bajo Ríos Montt nunca fue reportado porque las
iglesias tenían temor. Dejad que los muertos entierren a los muertos, era su actitud. De otro modo, era probable
unírseles. Sin embargo, ya que la guerrilla era ahora una presencia distante, el principal enemigo, incluso para muchos
empresarios, parecía ser el alto mando del ejército –por su incompetencia económica, su saqueo del tesoro nacional y
su brutalidad–. Para 1985, la jerarquía militar había llegado al punto de matar a varios voceros del sector privado, así
como también al cuñado de Ríos Montt, el General Sosa Avila, aparentemente por consultar con jóvenes oficiales sobre
un nuevo cambio de gobierno.
A principios del año siguiente, bajo un electo pero débil gobierno demócrata cristiano, el presidente de la Alianza
Evangélica de Guatemala (AEG) realizó un acto sin precedentes para esta conservadora organización: denunció las
continuas depredaciones del ejército. «El asesinato de líderes evangé licos es ahora un acontecer casi diario», declaró
el Pastor Guillermo Galindo. Si la Alianza Evangélica no obtenía una respuesta del gobierno, se uniría a las protestas
{80}
de los derechos humanos del Grupo de Ayuda Mutua, la organización de los familiares de los «desaparecidos».

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Notas
{***} Los tribunales enviaban a los criminales acusados al pelotón de fusilamiento sin todas las garantías constitucionales. Las ejecuciones se cerraron al público
después de que el primer grupo de hombres condenados incluyó a un evangélico que cantó «tengo una corona en el cielo» para la s cámaras de televisión (Pixley
1983: 10). De acuerdo a Amnistía Internacional, unas trescientas personas detenidas en los tribunales especiales resultaron desaparecidas después d el
derrocamiento de Ríos Montt. Hay sobrevivientes del sistema que afirman haber sufrido torturas sistemáticas (Amnistía Interna cional 1987: 101-112, 123-125).
{****} «[Los soldados] dicen que los guerrilleros son los asesinos, pero ellos son los que matan», reportó después el pastor. «Así m e dijeron cuando fui su prisionero.
Dijeron que la orden viene del General Ríos Montt, que tienen libertad para matar a quienes quieran. Ellos vienen a 'salvar', pero vienen a matar y a causar pánico y
terror... Mucha gente pobre ha huido a las montañas por miedo. Otros están en la s montañas porque han sido abandonados. Hombres sin niños o mujeres. Las
mujeres sin niños y sin nadie que las ayude. El ejército busca a esta gente en helicópteros. Los matan como si fuesen animale s, haciéndolos pedazos y lanzando
los pedazos en fosas. Las mujeres son violadas por muchos soldados» (In Communion, julio 1983, pág. 3).
{*****} Toda esta sangre y llanto debió haber dado a una congregación kekchí su título de propiedad, a trav és del programa de compra de tierra. Desgraciadamente,
después de que los presbiterianos invirtieron sesenta mil quetzales en la hipoteca, se descubrió que el terrateniente –el mismo Manuel de la Cruz que había sido
expulsado por la guerrilla a finales de los años sesenta, todavía aceptado como un presbiteriano bueno – había vendido una parcela que no existía. Si la iglesia
demandaba a Cruz por fraude, él podía presentar una contra -demanda por los sesenta mil quetzales que todavía le debía en hipoteca; así q ue la iglesia abandonó
el asunto y perdió su dinero.
{63} United Press International, «Guatemalan Army Topples President in a Brief Battle», New York Times, 9 de agosto de 1983, pág. 1.
{64} Entrevistas del autor, Ciudad de Guatemala, agosto de 1985; Tulio Cajas 1985:6 -7.
{65} Entrevistas del autor, Ciudad de Guatemala, agosto de 1985.
{66} Anfuso y Sczepanski 1983:166.
{67} Tulio Cajas 1985:16-17, 37-41.
{68} Entrevista del autor a la Organización Cívica Cristiana de Guatemala (OCCG), Ciudad de Guatemala, 19 de agosto de 1985.
{69} Entrevistas del autor, Ciudad de Guatemala, agosto de 1985.
{70} Stephen Sywulka, «An Evangelical's Bid for the Presidency Falls Short», Christianity Today, 13 de diciembre de 1985, pág. 69.
{71} Entrevista del autor, Marco Tulio Cajas, Ciudad de Guatelama, 26 de agosto de 1985.
{72} Bob Trolese, «Persecution Strengthens Church in Nicaragua», International Love Lift 8(7), 1983.
{73} Tulio Cajas 1985:4-5.
{74} «Whose Gospel?» In Communion (Philadelphia: Fellowship of Evangelicals for Guatemala), febrero de 1984, pág. 1.
{75} David Scotchmer al autor, 4 de mayo de 1985.
{76} Mardoqueo Muñoz, pastor presbiteriano, «Kekchi Church Thrives in Guatemala's Jungle», Global Church Growth, julio-agosto de 1982, págs. 199-20l; Muñoz
1984:142-143, 154-155.
{77} «Protestants Are Drawn into Vicious Guatemala Crossfire», Christianity Today, 4 de septiembre de 1981, pág. 58; In Communion, febrero de 1984, págs. 2-3.
{78} Jim Dekker, «Guatemala: A Test of Faith», The Other Side (Philadelphia), febrero de 1983, págs. 26-27.
{79} «Christian Tribe in Guatemala Faces Oppression», Missionary News Service, 1º de abril de 1984 [¿1983?], pág. 2.
{80} La Palabra (Ciudad de Guatemala), 15 de marzo de 1986, citado en «Testimonies of the People of God», In Communion, junio de 1986, pág. 2.

Cuando lleguen los Santos


Un cristiano experto en explicar la forma por la cual los eventos adversos que forman parte del plan del Señor era
John Carrette, dueño del Hotel Pan-Americano en la capital y líder de la Fraternidad de Hombres de Negocio del
Evangelio Completo. Todavía un hombre joven, Carrette había sido entrenado como un boina verde y sirvió como líder
de pelotón en Vietnam. Luego regresó al sur de California, en donde se unió a la Ca pilla del Calvario del Pastor Chuck
Smith, una superiglesia carismática para jóvenes determinados a acercarse al Señor. Aquí absorbió la doctrina del
arrebatamiento, la quintaesencia del escapismo evangélico. [259] De acuerdo a estas enseñanzas, recordemos , justo
antes de que el mundo termine en la gran tribulación, los cristianos verdaderos serían elevados por los aires o
«arrebatados» para estar con Cristo.
A finales de los años setenta, dice Carrete, sintió que lo tenía todo y que era feliz. No sólo que estaba seguro de
su salvación y de que escaparía de la gran tribulación: el auge turístico de Guatemala hacía que su hotel produjera
ganancias como una máquina de hacer dinero. Luego, inesperadamente, guerrillas comunistas tomaron el altiplano. El
comercio turístico se evaporó. Se encontró al borde de la bancarrota. Y Carrette se sintió abandonado por el Señor.
Nunca había pensado que iba a jugar el papel de Job. Ahora que el mundo se aceleraba hacia la perdición, ¿dónde
estaba el arrebatamiento? ¿Por qué no había sido elevado por los aires para encontrarse con el Señor?
Apartado del Señor durante unos seis meses, una noche, Carrette miraba las luces de la ciudad de Guatemala
cuando se dio cuenta de que Dios le estaba hablando. Ahí abajo hay un gran ejército , le dijo el Señor, pero ellos no
saben que están en guerra, que son un gran ejército, o quién es el enemigo. ¿Quién es el ejército, Señor? preguntó
Carrete. No eran ni la guerrilla ni el ejército guatemalteco, le dijo el Señor. Era la iglesia, cuya lucha no era contra la
carne o la sangre, sino contra los principados y poderes del mal. Su trabajo era permanecer en la tierra, le dijo el Señor
a Carrette, no ser arrebatado. Su trabajo era movilizar a la iglesia para que ore por el derrocamiento del gobierno del
demonio en América Central.
De acuerdo a Carrette, América Latina había estado bajo el dominio de Satanás desde antes de la conquista
española. Los dioses naturales indígenas habían sido la jerarquía del demonio. Ciertamente, la luz del cristianismo
empezó a brillar a través de la oscuridad con la llegada de la Iglesia Católica. Pero ahora las luces radiantes del
cristianismo brillaban aún más fuertemente. Esta era la razón del terrible conflicto en el que se encontraba actualmente
América Central. Carrette creía que la propagación de la palabra de Dios en las iglesias católicas y protestantes estaba
arrancando a toda la región de las manos de Satanás. Era una contienda sobre quién gobernaría, Dios o el demonio,
en una total guerra espiritual. [260]
Las iglesias evangélicas habían enseñado a los cristianos a orar por el prójimo mientras la nación caía en el caos
de la gran tribulación. La iglesia había enseñado que la única esperanza era la luz más allá de la tumba y el reino
milenario de Dios en la tierra –que vendría después de la tribulación–. Pero ahora Carrette descubrió en su Biblia que
la misma Guatemala era la tierra prometida de leche y miel. Era necesario orar por la nación. Por este motivo, en los
meses que precedieron a la aparición de Ríos Montt, en los días más oscuros del régimen de Lucas García, Carre tte
comenzó a pedir a los líderes evangélicos que orasen por Guatemala. ¡En el nombre de Jesús, les exhortaba, ordenen
a Satanás que abandone el país!
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El golpe militar del 23 de marzo de 1982, por lo tanto, fue una respuesta milagrosa a su oración. Lo que habíamos
hecho en el Espíritu se hizo visible en las calles, explicaba Carrete. Ríos Montt fue colocado allí porque la iglesia hizo
su trabajo en el Espíritu. Unió a la iglesia durante seis a ocho meses, asombrándola en unidad e intercesión, pero sólo
por un momento. Ríos Montt fue derrocado porque la iglesia no cumplió con su tarea de intercesión. La iglesia no
cumplió con su trabajo y no dejó encadenado al demonio.
Tres años más tarde, Carrette sintió que el país estaba atravesando por una época de disloc amientos, de dolores
de parto. Pero confiaba en que Satanás sería expulsado de Guatemala, que Jesús pronto estaría en libertad para
derramar sus bendiciones. Las huelgas por salarios, las protestas sobre los precios y la corrupción en el alto mando del
ejército, predicaba Carrette, provocarían una guerra civil en la misma estructura de poder nacional, en el ejército
guatemalteco. Ya existía todo lo necesario para un verdadero baño de sangre. Pero junto con éste vendría un poderoso
avivamiento en Guatemala, un renacimiento que se extendería por toda América Central. A finales de 1986, estaba
convencido, toda la región se reformaría.
«La teoría de iglecrecimiento gobierna la iglesia evangélica aquí», dijo Carrete. «Existe un énfasis en las ventas,
como el concepto de las cadenas comerciales, de colocar a un McDonald en cada esquina. Pero el Señor está
regresando, y quiere más que números. La iglesia que está bien organizada y que se reporta a Springfield ya no es
suficiente. [261] El Señor quiere que amarremos al demonio. Quiere signos y milagros en América Latina. Las
burocracias que sólo se preocupan por el número de cuerpos no son importantes; la guerra espiritual es el punto.
Estamos al borde de la verdadera transformación. Dios va a poner a su hombre. Dios sanará la economía, la situación
de la guerrilla, el ejército, todo. Los reinos de este mundo se convertirán en los reinos de Cristo. Aquello es
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Revelaciones 11:15.»
Notas
{81} Entrevista del autor a John Carrette, Hotel Pan-American, Ciudad de Guatemala, 26 de agosto de 1985.

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