Noche Fiel y Virtuosa
Noche Fiel y Virtuosa
Noche Fiel y Virtuosa
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Louise Glück
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Título original: Faithful and Virtuous Night
Louise Glück, 2014
Traducción: Andrés Catalán
Ilustración de la cubierta: Vilhelm Hammershøi. Interior with an Easel
Editor digital: Titivillus
ePub base r2.1
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PARÁBOLA
Tras renunciar en primer lugar a las posesiones mundanas, como enseña San
Francisco,
a fin de que nuestras almas no se vieran distraídas
por la ganancia y la pérdida, y a fin también
de que nuestros cuerpos tuvieran la libertad de desplazarse
fácilmente por los pasos montañosos, tuvimos después que debatir
hacia qué lugar o por dónde viajaríamos, siendo la segunda pregunta
si debíamos tener un propósito, en contra de lo cual
muchos de nosotros defendimos con uñas y dientes que tal propósito
equivalía a las posesiones mundanas, esto es, que suponía una limitación o
restricción,
mientras que otros dijeron que esta palabra nos consagraba
como peregrinos en lugar de trotamundos: en nuestra cabeza, la palabra se
traducía
como un sueño, algo que se busca, de modo que si nos concentrábamos la
veríamos
resplandecer entre las piedras, y no
pasaríamos por delante sin verla; cada
nueva cuestión fue debatida en profundidad, las razones iban y venían,
de modo que, según algunos, perdimos flexibilidad y ganamos resignación,
como soldados en una guerra inútil. Y la nieve nos caía encima, y soplaba el
viento,
que amainó más tarde; donde hubo nieve, aparecieron muchas flores,
y donde brillaron las estrellas, se alzó el sol sobre la línea de los árboles
y volvimos a tener una sombra; esto ocurrió muchas veces.
También lluvia, también inundaciones a veces, también avalanchas, en las que
algunos nos perdimos, y periódicamente parecíamos
alcanzar un acuerdo, con las cantimploras
colgadas de los hombros; pero siempre ese momento pasaba, así que
(tras muchos años) seguíamos aún en esa fase inicial, aún
en los preparativos del viaje, pero habíamos cambiado pese a todo;
podíamos comprobarlo en los demás; habíamos cambiado aunque
nunca nos hubiéramos movido, y uno dijo: ah, ved cuánto hemos envejecido,
viajando
del día a la noche solamente, sin dar un paso adelante o al costado, y esto
parecía
milagroso en cierta forma. Y quienes creían que debíamos tener un propósito
creyeron que este era el propósito, y quienes sentían que debíamos seguir
siendo libres
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a fin de conocer la verdad sintieron que esta había sido revelada.
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UNA AVENTURA
II
Ill
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IV
VI
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EL PASADO
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NOCHE FIEL Y VIRTUOSA
Recuerdos
que forman parte de un recuerdo más grande.
Puntos de claridad en la neblina, visibles intermitentemente,
como un faro cuya única tarea
es emitir una señal.
¿Pero cuál es en realidad la razón de ser del faro?
Esto es el norte, dice.
No: soy tu puerto seguro.
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Por mi cabeza desfilaban sus imitaciones,
un zumbido tenue, como de insectos.
Cuando no lo observaba, me quedaba en la cama que compartíamos
mirando al techo: nunca
fue mi parte favorita de la habitación. Me recordaba
lo que no podía ver, el cielo obviamente, pero más dolorosamente
a mis padres sentados sobre las blancas nubes con su blanco atuendo de viaje.
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a que repare, brevemente, el cisma
entre tú y tus padres?
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Me senté junto a la ventana, alternando
mi primera lección de lectura con
la observación del paso del tiempo, mi introducción a
la filosofía y a la religión.
Continué observando
los frenéticos encuentros del perro
con la pelota amarilla, un objeto
que pronto sería reemplazado
por otro objeto, quizás un peluche…
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Era verdad:
de mi boca no salía ni un sonido. Y sin embargo
estaban en mi cabeza, expresados, posiblemente,
como algo menos exacto, acaso pensamientos,
aunque en aquel momento seguían pareciéndome sonidos.
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y quienes quieren que les paren los pies
como ante una espada flamígera.
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Hasta qué profundidad llega, esta alma,
como un niño en unos grandes almacenes
que busca a su madre:
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UNA TEORÍA DE LA MEMORIA
Hace mucho, mucho tiempo, antes de ser una artista atormentada, aquejada de
anhelos y sin embargo incapaz de formar vínculos duraderos, mucho antes de eso, fui
la soberana magnífica que mantenía unido a un país dividido, o eso me contó la
adivina que me leyó la mano. Tienes grandes cosas por delante, dijo, o quizás por
detrás; es difícil estar segura. Y sin embargo, añadió, ¿cuál es la diferencia? Ahora
mismo eres una niña tomada de la mano de una adivina. Todo lo demás son hipótesis
y sueños.
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UN SILENCIO INCISIVO
Cuando era joven, dijo, me gustaba recorrer el sendero del jardín al anochecer
y si el sendero era suficientemente largo solía ver salir la luna.
Ese era para mí el mayor de los placeres: ni el sexo, ni la comida, ni las
distracciones mundanas.
Prefería la salida de la luna, y algunas veces alcanzaba a escuchar,
en ese mismo momento, las notas sublimes del conjunto final
de Las bodas de Fígaro. ¿De dónde venía la música?
Nunca llegué a saberlo.
Pero ciertas noches, dijo, la luna apenas era visible entre las nubes
y la música nunca empezaba. Noches de puro desaliento.
Y aun así la noche siguiente lo retomaba, y a menudo todo salía bien.
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se veía de hecho interrumpida cada dos por tres con pausas como de trance
y prolongados descansos, así que a estas alturas ya se había hecho de noche.
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VISITANTES DE FUERA
II
Ill
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La calle volvía a estar blanca,
la intensa nevada cubría los arbustos
y los árboles resplandecían, revestidos de hielo.
IV
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PAISAJE ABORIGEN
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No me olvide, grité, cuando al final lo alcancé.
Señora, dijo, señalando las vías,
seguramente se ha dado cuenta de que este es el final, las vías no van más allá.
Sus palabras eran duras, y sin embargo sus ojos eran amables;
esto me animó a insistir con más vehemencia.
Pero regresan, respondí, e hice un comentario sobre
su solidez, como si tuvieran muchos regresos por delante.
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UTOPÍA
Cuando el tren se detenga, dijo la mujer, debes montarte. ¿Pero cómo sabré si es mi
tren?, preguntó la niña. Será tu tren, dijo la mujer, porque es tu hora. Un tren se
acercó a la estación; nubes de humo gris salían de la chimenea. Estoy aterrada, piensa
la niña, agarrada a los tulipanes amarillos que va a regalarle a su abuela. Tiene el pelo
recogido en unas tranzas apretadas para que aguante el viaje. Luego, sin decir una
palabra, se sube al tren, que emite un extraño sonido, no en un lenguaje como el que
ella habla, algo más como un gemido o un grito.
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CORNUALLES
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como si el árbol que se opuso a mis padres
fuera un abismo con forma de árbol, un agujero negro
que se expandía en la tierra, donde por el día
no hubiera habido nada más que una sombra.
En cuanto al diario:
lo intenté. Insistí.
Trasladé mi silla al balcón…
Cerré mi libro.
Tenía todo por detrás, todo en el pasado.
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EPÍLOGO
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la mano del pincel se movía de un lado a otro
lejos del lienzo,
de un lado a otro, como un limpiaparabrisas.
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¿Qué habría dicho mi hermano gemelo, de haber tenido
acceso a mis pensamientos?
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MEDIANOCHE
Estaba en mi balcón.
En mi mano derecha sostenía un vaso de whisky
en el que se derretían dos cubitos de hielo.
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luego por fin la barca que navegaba de un lado a otro por el agua oscura…
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Veía las manos de mi tía aferradas a la barandilla.
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LA ESPADA EN LA PIEDRA
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también era la cuestión.
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Caminé un rato, parándome a contemplar los escaparates de las galerías:
mis amigos se habían hecho famosos.
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los críticos los que tienen ideas. Nosotros los artistas
(me incluía)… nosotros los artistas
somos solo niños que juegan con sus cosas.
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MÚSICA PROHIBIDA
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LA VENTANA ABIERTA
Prefería trabajar en una habitación sin relojes, confiando en que la luz le dijera
cuándo había acabado el día. En verano le gustaba tener la ventana abierta. ¿Cómo
entonces, en verano, entró el viento invernal en la habitación? Tienes razón, le gritó
al viento, esto es lo que me ha faltado, esta contundencia y brusquedad, esta
sorpresa… ¡Ah, si fuera capaz de esto sería un dios! Y se recostó sobre el frío suelo
del estudio observando cómo el viento agitaba las páginas, mezclando las escritas y
las no escritas, el final entre ellas.
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EL ASISTENTE MELANCÓLICO
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Fue un momento extraño.
Todo el diálogo parecía a la vez profundamente falso
y sumamente verdadero, como si palabras como vacío e insignificancia
hubieran estimulado el recuerdo de alguna emoción
que ahora quedaba ligada a esta ocasión y a esta persona.
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INTERRUPCIÓN PREMATURA DE UN VIAJE
Las escaleras me resultaron más difíciles de lo que había esperado, por lo que me
senté, por así decirlo, a mitad del viaje. Gracias a que había un gran ventanal al otro
lado de la barandilla, podía distraerme con los pequeños dramas y comedias de la
calle, aunque no pasara nadie conocido, nadie, desde luego, que hubiera podido
ayudarme. Tampoco las escaleras estaban en uso, por lo que podía comprobar. Debes
levantarte, amigo mío, me dije. Puesto que esto parecía de repente imposible, adopté
la mejor alternativa: me preparé para dormir, la cabeza y los brazos sobre el escalón
superior, el cuerpo agazapado en el de abajo. Algún tiempo después, una niña
pequeña apareció en lo alto de la escalera, de la mano de una mujer anciana.
¡Abuela!, gritó la niña pequeña, ¡hay un hombre muerto en la escalera! Debemos
dejarlo dormir, respondió la abuela. Debemos pasar junto a él en silencio. Está en ese
momento de la vida en que ni regresar al principio ni avanzar hacia el final resulta
soportable; por lo tanto, ha decidido detenerse, aquí, en medio de las cosas, aunque
esto lo convierta en un obstáculo para los demás, como en nuestro caso. Pero no
debemos abandonar la esperanza; en mi propia vida, prosiguió, hubo un momento
como este, aunque fue hace mucho tiempo. Y entonces dejó que su nieta la adelantara
para poder pasar junto a mí sin molestarme. Me habría gustado escuchar el resto de
su historia, puesto que me pareció, según pasaba, una mujer enérgica, dispuesta a
disfrutar de la vida, y al mismo tiempo sincera, sin falsas ilusiones. Pero pronto sus
voces se convirtieron en susurros, o estaban ya muy lejos. ¿Lo volveremos a ver
cuando regresemos?, murmuró la niña. Para entonces ya se habrá marchado hace
mucho, respondió su abuela. Habrá terminado de subir o de bajar, según el caso.
Entonces le diré adiós ahora, dijo la niña pequeña. Y se arrodilló junto a mí,
entonando una plegaria que reconocí como la plegaria hebrea para los muertos.
Señor, susurró, mi abuela me ha dicho que no está usted muerto, pero pensé que
quizás esto calmaría sus terrores, y no estaré aquí para cantársela cuando sea el
momento.
Cuando vuelva a escuchar esto, dijo, quizás las palabras le resulten menos
intimidantes, si recuerda cómo las escuchó por primera vez, en la voz de una niña
pequeña.
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CERCANÍA DEL HORIZONTE
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Me he despegado de los sentimientos… se me ocurre
que esto sería un buen epitafio.
No tengo herederos
en el sentido de que no tengo nada importante
que dejar.
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No les robo más tiempo. Con esto concluye,
como dice la azafata,
nuestro breve vuelo.
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EL CICLO BLANCO
La aguja se movía;
las doce, según la miraba, volvieron a ser la una.
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Llegué de noche;
en el aeropuerto habían perdido mi equipaje.
Luego llegamos.
Nos quedamos un rato en el frío vestíbulo, esperando que arrancara la
calefacción.
Mi hermano tomó nota de mi lista de la compra.
En su rostro oleadas de tristeza
se alternaban con oleadas de alegría.
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Al día siguiente llegó mi equipaje.
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En el exterior, caía la nieve.
Me había, o así lo sentía, aceptado en su quietud.
Y al mismo tiempo, cada pincelada era una decisión,
no una decisión consciente, pero una decisión pese a todo,
como cuando, por ejemplo, el asesino aprieta el gatillo.
Esto, dice. Esto es lo que quiero hacer.
O quizás: lo que necesito hacer.
O: esto es lo único que puedo hacer.
Aquí, creo, acaba la analogía
en un baturrillo de juicios morales.
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Aun así, las canciones más oscuras lo inspiran; a cada verso le da una
variación.
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EL CABALLO Y EL JINETE
Había una vez un caballo, y sobre el caballo un jinete. ¡Qué hermosos eran a la luz
del sol otoñal, mientras se aproximaban a una ciudad extraña! La gente abarrotaba las
calles o gritaba desde las ventanas altas. Las viejas se sentaban entre las macetas de
flores. Pero si mirabas alrededor buscando otro caballo u otro jinete era en vano.
Amigo mío, dijo el animal, ¿por qué no me abandonas? A solas, podrás hallar aquí tu
camino. Pero abandonarte, contestó el otro, sería dejar atrás una parte de mí mismo,
¿y cómo voy a hacer eso cuando no sé qué parte eres?
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UNA OBRA DE FICCIÓN
Nada más pasar la última página, después de muchas noches, me envolvió una oleada
de tristeza. ¿A dónde se habían ido todos, esa gente que me había parecido tan real?
Para distraerme, salí a la noche; instintivamente, encendí un cigarrillo. En la
oscuridad el cigarrillo brillaba, como un fuego encendido por un superviviente. ¿Pero
quién iba a ver esta luz, este pequeño punto entre las infinitas estrellas? Me quedé un
rato en la oscuridad, el cigarrillo brillaba y se hacía cada vez más pequeño, cada
bocanada me destruía pacientemente. Qué pequeño era, qué breve. Breve, breve, pero
ahora estaba dentro de mí, algo que las estrellas nunca conseguirían.
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EL RELATO DE UN DÍA
II
Al poco me encontraba
sentada a la estrecha mesa; a mi diestra,
los restos de un pequeño tentempié.
III
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y poco después fuera de ella, por las calles
cuyas vueltas y revueltas me eran tan familiares
en noches como esta. Dando vueltas y vueltas caminé,
imitando instintivamente las agujas del reloj.
Mis zapatos, cuando bajé la vista, estaban cubiertos de polvo.
IV
Salía el sol.
El aire se había enrarecido,
no porque tuviera más sustancia
sino porque no quedaba ya nada que respirar.
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UN JARDÍN DE VERANO
II
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La tinta estaba desvaída. En algunos sitios era incapaz de saber
qué ideas se le habían ocurrido al lector
pero gracias a los borrones podía sentir
cierta urgencia, como si se hubiera derramado una lágrima.
III
debajo, el césped,
exuberante, iridiscente…
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tanto como el público; respirar
parece casi una intromisión.
IV
Alcanzábamos a oír
a María cantando canciones de Checoslovaquia…
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mi desconsuelo es mi júbilo.
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LA PAREJA EN EL PARQUE
Un hombre pasea a solas por el parque y a su lado pasea una mujer, también a solas.
¿Cómo lo sabemos? Es como si una línea existiera entre ellos, como una línea
dibujada en un campo de juego. Y sin embargo, en una fotografía podrían parecer un
matrimonio, cansados el uno del otro y de los muchos inviernos que han soportado
juntos. En otra época podría tratarse de dos extraños a punto de encontrarse por
casualidad. Ella deja caer su libro; al agacharse para recogerlo, toca, por accidente, la
mano de él y el corazón se le abre de golpe como una caja de música. Y de la caja
sale una pequeña bailarina hecha de madera. Soy yo quien ha creado esto, piensa el
hombre; aunque ella solo puede dar vueltas sobre sí misma, sigue siendo una
bailarina de algún tipo, no solamente un trozo de madera. Esto debe explicar la
desconcertante música procedente de los árboles.
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Louise Elisabeth Glück (Nueva York, 22 de abril de 1943) es una poeta americana de
origen judío húngaro. Nació en Nueva York y creció en Long Island. Su formación
académica comienza en la George W. Hewlett High School donde se graduó para
continuar después en el Sarah Lawrence College de la ciudad de Yonkers, en el
mismo estado de Nueva York, pese a los problemas de salud que sufría. Finalmente,
realizó en la Escuela de Educación General de Universidad de Columbia distintos
talleres de poesía.
Glück imparte clases de lengua inglesa en el Williams College en Williamstown,
Massachussets, además de hacerlo también en la Universidad de Yale, donde ocupa la
Cátedra de Literatura.
Ha escrito numerosos libros de poesía por los que ha recibido premios de gran
prestigio. Ya en el año 1993 se alzó con el Pulitzer de poesía por su poemario The
Wild Iris, que también le valió el premio William Carlos Williams de la Poetry
Society of America. Un año después su colección de ensayos Proofs and Theories:
Essays on Poetry se alzaría con el PEN Martha Albrand. También ha resultado
ganadora del premio Nacional de Poesía Rebekah Johnson Bobbit por su obra Ararat,
del National Book Critics Circle Award por su obra The triumph of Achiles o del
Academy of American Poet’s gracias a su obra Firstborn.
Su trayectoria profesional le ha permitido conseguir también la medalla al Mérito
MIT o distintas becas de fundaciones como Guggenheim o Rockefeller. Tiene el
honor de ser la 12.ª poeta laureada por la Biblioteca del Congreso de los Estados
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Unidos (2003-2004), tiempo durante el cual escribió otra de sus principales obras,
Averno. En 2020 la autora americana recibió el Premio Nobel de Literatura en
reconocimiento a toda su trayectoria.
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Notas
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[1] En inglés el sonido del relincho («neigh») se parece a la palabra no («nay»), de ahí
la confusión que es imposible mantener literalmente en la traducción. (N. del T.) <<
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[2] La confusión infantil entre noche («night») y caballero («knight») —el hermano
está leyendo sobre el rey Arturo— se pierde en la traducción. (N. del T.) <<
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[3] El juego de palabras en inglés es intraducible: la autora juega con left en su sentido
de «la mano izquierda» y «la mano que me queda». (N. del T.) <<
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[4] «The hills are alive [with the sound of music]» es un verso de la canción «The
sound of music», del musical del mismo nombre de 1959. La canción de Jacques Brel
«Les vieux» contiene el verso «le petit chat est mort», citado en la pág. 89 y a
continuación. (N. del T.) <<
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[5] Cito la traducción de La muerte en Venecia de Juan José del Solar para Edhasa,
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