Principios Del Derecho Penal
Principios Del Derecho Penal
Principios Del Derecho Penal
Los principios que deben regir el derecho penal deben estar en unas normas rectoras,
que sean reconocidas como principios rectores de nuestra legislación penal, por su
fundamental sentido del derecho penal, el cual debe esta guiado por normas rectoras y
donde se encuentra preceptos orientados en la legalidad, tipicidad, antijuridicidad y
culpabilidad, que poseen el doble carácter de principios del derecho penal venezolano y
elementos del concepto general e institucional de delito.
El principio que no se aplica no solo no sirve para nada, sino que en verdad no es
principio de nada, es por ello que los principios jurídicos penales, se funda en todo
conocimiento y toda norma jurídico penal y de los que, en consecuencia, no se puede
separarse de la práctica o del ejercicio del derecho penal.
En los últimos años, la formulación con la exigencia de una ley cierta, cuyo efecto es la
prohibición de leyes penales imprecisas o vagas, esto es, de los tipos indeterminados,
que tanta incertidumbre siembra, y es precisamente uno de los cambios que debe orientar
el proceso de transformación de nuestro Código penal, y en este sentido, los estudiosos y
expertos en las materias deber tener suficientemente claro, cuales son esas imprecisiones
en la ley penal, que consecuencialmente se traduce en interpretaciones que van en
perjuicios del imputado.
PRINCIPIO RECTORES DEL DERECHO PENAL
Principio de Legalidad
Según lo señalado por el referido autor, el hecho es la causa de la pena y, a la vez, el criterio más
importante para la medición de la pena, como derecho penal de autor podría definirse un derecho
penal que está en primer plano la peculiaridad del autor y que también proporciona el criterio
fundamental para graduar la pena; un extremo derecho penal de autor, tendría una peculiaridad
del autor también en causa de la pena e incluso en punto de partida de la pena, como ocurriría
con las medidas o sanciones de peligrosidad predelictual, la punición de la tentativa inidónea y, en
cierta forma, la represión de actos preparatorios y resoluciones manifestadas, al menos en ciertos
casos.
Inquietante es, sin embargo, la ulterior advertencia de dicho autor, de que un moderado derecho
penal de autor se atiene, sin embargo, al hecho como punto de partida de la pena no castiga sin el
hecho, pero orienta la graduación de la pena a la personalidad del autor, pues este es el caso de
nuestro derecho, al que sería lamentable tener que denominar y tratar como derecho penal de
autor.
PRINCIPIO DE LA TIPICIDAD
Para que un hecho sea “típico”, basta que una ley lo prevea, no importa de qué manera.
La tipicidad es un elemento del delito que implica una relación de perfecta adecuación de
total conformidad entre un hecho de la vida real y algún tipo legal o tipo penal. Se
entiende por tipo legal, la descripción de cada uno de los actos acciones u omisiones que
la ley penal considera delictivos. En este orden de ideas, Mendoza (1986). Señala que “la
tipicidad no debe confundirse con el de legalidad. La tipicidad es aquella cuando la acción
humana viola una norma, sino además debe reunir otros elementos de encuadre en
algunas de las figuras que establece el Código Penal, o, en leyes especiales. Jiménez de
Asúa define la tipicidad como “La abstracción concreta que ha trazado el legislador
descartando detalles innecesarios para la determinación del hecho que se cataloga en la
ley como delito.
PRINCIPIO DE CULPABILIDAD
En un Estado de derecho, el delito y la pena que regulase por la ley previa, estricta y
cierta y únicamente por ella y, desde este punto de vista, el principio de legalidad del
derecho penal es sólo una manifestación del imperio de la ley. En un Estado democrático
esa ley no-solo debe ser expresión de un cuerpo representativo (democracia formal), sino
que ha de respetar los límites formales y materiales establecidos en la Constitución y los
tratados públicos y propiciar la creación y fortalecimiento de las condiciones sociales para
que puedan ser satisfechas las necesidades básicas de todas las personas (democracia
material), racionalizando los procesos macro sociales que se opongan a esa meta (Estado
social), pero respetando en todo caso la dignidad y autonomía ética del individuo y
protegiendo, incluso penalmente, sus bienes fundamentales y sus derechos humanos
Estado Liberal.
El concepto de culpabilidad según Grisanti Aveledo (2000), se refiere a que “Es el
conjunto de presupuestos que fundamentan la reprochabilidad personal de la conducta
antijurídica”.
El daño público se produce por la afectación del bien jurídico, no por otras causas, y es
solo una resonancia suya, el bien jurídico puede ser individual, social o estatal. El bien
jurídico implica siempre una valoración masiva y universal; se trata de ciertas relaciones
sociales que son consideradas democráticamente esenciales para el sistema elegido con
relación a todos sus miembros, como el caso de la vida, del honor, de la libertad.
Por otra parte, los bienes jurídicos protegidos por sistema penal, están en relación
teleológica con aquellos que constituyen sus bases y condiciones, es decir, tienden a
asegurar una libertad e igualdad material de los sujetos, en tanto que los bienes jurídicos
colectivos consisten en una relación social basada en la satisfacción de necesidades al
funcionamiento del sistema social.
Los bienes jurídicos colectivos e institucionales no son autónomos sino complementarios
con respecto a los del individuo, ya que se trata de atender materialmente a sus
necesidades, para que a su vez la protección a su vida, a su salud, a su libertad,
adquieran un sentido material y no reaparezca por el funcionamiento del sistema una
formalización de tal protección. Fernando C. (1989). Señala que “el concepto material de
bien jurídico, en efecto, suministra las bases para la legitimación de las normas penales”.
En este sentido se hace esta comparación siguiendo al autor.
PRINCIPIO DE HUMANIDAD
Este principio se vincula con el de proscripción de la crueldad, y con la prohibición de las
penas de tortura y de toda forma de tormento. Consagrado expresamente a través de la
prohibición de la tortura y de penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes, Artículo 5
de la Declaración Universal del los Derechos Humanos, Art. 7 del Protocolo Internacional
de Derechos Civiles y Políticos, artículo 5 de la Comisión Americana de Derechos
Humanos. Este principio de humanidad, que trae consigo, la eliminación de la tortura y las
penas crueles e inhumana, que han sido abolida en Venezuela y Latinoamérica,
lamentablemente, a pesar de estar consagrado en los Tratados Internacionales de
máxima jerarquía, es el principio más ignorado de poder penal. En este sentido y en
función el principio de humanidad, es cruel toda pena que resulte brutal en sus
consecuencias como las que crean un impedimento que compromete toda la vida del
sujeto (muerte, castración, esterilización, marcación, amputación, intervenciones
neurológicas). Igualmente son crueles las consecuencias jurídicas que se pretenden
mantener hasta la muerte de la persona, al asignarle una marca jurídica que la convierte
en una persona de inferior dignidad (capitis disminutio). Toda consecuencia de una
punición debe cesar en algún momento, por largo que sea el tiempo que deba transcurrir
pero nunca puede ser perpetua.
En realidad, es por esta lesividad real o potencial para los bienes jurídicos y por tanto para
la paz y la subsistencia sociales por la que la ley erige en delito, es decir, amenaza con
pena criminal una cierta conducta. Siendo esta la razón de la ley, su fin no es otro que el
de otorgar a esos bienes la mayor protección de que el derecho positivo dispone, cual es
la de amenazar con la imposición de una pena determinadas acciones que atenten contra
ellos en forma seria y, proporcionalmente, grave. En el marco del supremo principio de
legalidad, la antijuridicidad formal se inspira social y legalmente en la materia la
antijuridicidad material solo puede tener eficacia judicial dentro del campo de la dogmática
penal.
La pena es función exclusiva del Estado y, en cuanto tal, los funcionarios u órganos de
este no pueden crearla o aplicarla sino para proteger la vida, honra y bienes de las
personas, o para asegurar que el propio Estado o los particulares cumplan sus deberes
sociales (que con entera seguridad no son lo mismo que los “deberes morales”, pues se
trata de la vida institucional y no de la vida privada). Así, pues, es inconstitucional la ley
que instituya penas que no tengan por fin evidente la tutela de bienes jurídicos
determinados de los ciudadanos o del Estado, es decir, que defina como “hechos
punibles” conductas que no los afectan con un daño o peligro proporcional a la gravedad
de la pena que amenaza