Principios Del Derecho Penal

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PRINCIPIOS DEL DERECHO PENAL

La fidelidad a la ley o a la depuración jurídica de la actuación ofrecen modalidades muy


diversas en distintas ramas jurídicas, que imponen su tratamiento independiente.
El Principio de Legalidad, suprema garantía individual, consiste en la necesidad de ley
previa al castigo.

Expresiones clásicas de este principio son:


 “Nullum Crimen, nulla poena sine praevia lege” (Ningún delito ni pena, sin ley
previa)
 “Nemo judex sine lege” (Ningún Juez sin ley o nombramiento legal)
 “Nemo damnetur sine legale judicium” (Nadie sea condenado sin juicio legal)
 “Nulla pena sine judicium” (Ninguna pena sin juicio)

Los principios que deben regir el derecho penal deben estar en unas normas rectoras,
que sean reconocidas como principios rectores de nuestra legislación penal, por su
fundamental sentido del derecho penal, el cual debe esta guiado por normas rectoras y
donde se encuentra preceptos orientados en la legalidad, tipicidad, antijuridicidad y
culpabilidad, que poseen el doble carácter de principios del derecho penal venezolano y
elementos del concepto general e institucional de delito.

Los principios del derecho penal, actualmente se encuentran en la Constitución con


incidencias en el derecho penal, en este sentido la doctrina Constitucional y la ciencia del
derecho, establece que la constitución, es el instrumento legal fundamental del
ordenamiento Jurídico, el cual debe contener en su articulado un marco para la
organización política y la estructura del Estado.

Así la inclusión de preceptos o normas constitucionales con relevancia en el derecho


penal se debe a que el Estado tiene que garantizar al ciudadano, por una parte, su
libertad y otros bienes jurídicos frente al ius puniendi estatal y a los eventuales excesos o
extralimitaciones, que son evitados a través de ese marco constitucional es decir, la auto
limitación de la potestad punitiva; y por otra parte, se ha de garantizar la efectiva
concreción o aplicación de la misma y de la precitada potestad puniendi o potestad
punitiva estatal, para proteger ciertos intereses frente a intereses ilícitos y para que el
ciudadano no tenga que recurrir a hacerse justicia por si mismo contra el delincuente, lo
que es contraproducente e inadecuado conduciendo esta practica únicamente a una
especie de guerra civil, dejándose de tal manera la función de administrar justicia penal al
Estado, lo que supone una mayor efectividad, y una mejor organización.

El principio que no se aplica no solo no sirve para nada, sino que en verdad no es
principio de nada, es por ello que los principios jurídicos penales, se funda en todo
conocimiento y toda norma jurídico penal y de los que, en consecuencia, no se puede
separarse de la práctica o del ejercicio del derecho penal.

En los últimos años, la formulación con la exigencia de una ley cierta, cuyo efecto es la
prohibición de leyes penales imprecisas o vagas, esto es, de los tipos indeterminados,
que tanta incertidumbre siembra, y es precisamente uno de los cambios que debe orientar
el proceso de transformación de nuestro Código penal, y en este sentido, los estudiosos y
expertos en las materias deber tener suficientemente claro, cuales son esas imprecisiones
en la ley penal, que consecuencialmente se traduce en interpretaciones que van en
perjuicios del imputado.
PRINCIPIO RECTORES DEL DERECHO PENAL

Principio de Legalidad

El principio de legalidad es un verdadero principio —prïncipium est prim um— consistente en


aquella proposición general que condiciona la totalidad de un sistema jurídico.

Específicamente, el principio de legalidad pertenece a la categoría de los principios normativos, es


decir, proposiciones generales con fuerza constitucional que, de una u otra manera, operan como
normas. En este, sentido tienen, pues, la función de principios axiomáticos, aun cuando puedan
servir asimismo, según los casos, de principios constructivos.

El principio de legalidad no puede quedar plenamente expresado en una única norma


constitucional, por cuanto domina todo el Ordenamiento Jurídico de cuya coherencia interna es
factor decisivo.

Por de pronto, precisa considerar cómo el principio de legalidad opera constitucionalmente


en tres direcciones, a saber: delimitando el espacio legalmente normado donde tan sólo puede
intervenir la ley; asegurando el orden prelativo de las normas subordinadas a la ley, y últimamente
con la determinación de las normas que hayan de aplicarse al caso concreto.

PRINCIPIO DEL ACTO Y DE AUTOR


Se habla de un derecho penal del acto cuando las normas punitivas se dirigen a lo que el hombre
hace y no a lo que es, vale decir, a su conducta social y no a su modo de ser, su carácter, su
temperamento, su personalidad, su pensamiento, su afectividad o sus hábitos de vida. En tal
sentido el autor Fernando C. (1989).

Se refiere a la “La exigencia de un tal derecho, que constituye la base de su orientación


ideológica, política, depende del grado en que se realice el principio del acto, es decir, en que
efectivamente la represión penal no alcance sino las acciones externas e ínter subjetivas del
hombre. Un puro derecho penal de acto sigue siendo en el mundo un derrotero, pero el principio
del acto sí registra una notoria prevalencia en los ordenamientos democráticos”.

Según lo señalado por el referido autor, el hecho es la causa de la pena y, a la vez, el criterio más
importante para la medición de la pena, como derecho penal de autor podría definirse un derecho
penal que está en primer plano la peculiaridad del autor y que también proporciona el criterio
fundamental para graduar la pena; un extremo derecho penal de autor, tendría una peculiaridad
del autor también en causa de la pena e incluso en punto de partida de la pena, como ocurriría
con las medidas o sanciones de peligrosidad predelictual, la punición de la tentativa inidónea y, en
cierta forma, la represión de actos preparatorios y resoluciones manifestadas, al menos en ciertos
casos.

Inquietante es, sin embargo, la ulterior advertencia de dicho autor, de que un moderado derecho
penal de autor se atiene, sin embargo, al hecho como punto de partida de la pena no castiga sin el
hecho, pero orienta la graduación de la pena a la personalidad del autor, pues este es el caso de
nuestro derecho, al que sería lamentable tener que denominar y tratar como derecho penal de
autor.

PRINCIPIO DE LA TIPICIDAD
Para que un hecho sea “típico”, basta que una ley lo prevea, no importa de qué manera.

La tipicidad es un elemento del delito que implica una relación de perfecta adecuación de
total conformidad entre un hecho de la vida real y algún tipo legal o tipo penal. Se
entiende por tipo legal, la descripción de cada uno de los actos acciones u omisiones que
la ley penal considera delictivos. En este orden de ideas, Mendoza (1986). Señala que “la
tipicidad no debe confundirse con el de legalidad. La tipicidad es aquella cuando la acción
humana viola una norma, sino además debe reunir otros elementos de encuadre en
algunas de las figuras que establece el Código Penal, o, en leyes especiales. Jiménez de
Asúa define la tipicidad como “La abstracción concreta que ha trazado el legislador
descartando detalles innecesarios para la determinación del hecho que se cataloga en la
ley como delito.

El principio de legalidad, entendido en tan amplio sentido formal, no significa mucho en el


orden de las garantías individuales, pues ni auto limita sensiblemente el poder punitivo del
Estado, ni estorba la arbitrariedad judicial, ni en realidad determina la conducta punible.
Para que la garantía de tipicidad no sea, en el moderno derecho penal liberal, un “rey de
burlas”, como lo señala el autor Fernando C. Es absolutamente indispensable que la ley
describa el hecho punible de manera inequívoca. El criterio conocido por la doctrina
internacional como principio de determinación del hecho y de la pena, función que se le
asigna de modo privativo a la ley.

PRINCIPIO DE CULPABILIDAD
En un Estado de derecho, el delito y la pena que regulase por la ley previa, estricta y
cierta y únicamente por ella y, desde este punto de vista, el principio de legalidad del
derecho penal es sólo una manifestación del imperio de la ley. En un Estado democrático
esa ley no-solo debe ser expresión de un cuerpo representativo (democracia formal), sino
que ha de respetar los límites formales y materiales establecidos en la Constitución y los
tratados públicos y propiciar la creación y fortalecimiento de las condiciones sociales para
que puedan ser satisfechas las necesidades básicas de todas las personas (democracia
material), racionalizando los procesos macro sociales que se opongan a esa meta (Estado
social), pero respetando en todo caso la dignidad y autonomía ética del individuo y
protegiendo, incluso penalmente, sus bienes fundamentales y sus derechos humanos
Estado Liberal.
El concepto de culpabilidad según Grisanti Aveledo (2000), se refiere a que “Es el
conjunto de presupuestos que fundamentan la reprochabilidad personal de la conducta
antijurídica”.

La imputabilidad es un supuesto indispensable de la culpabilidad, es por ello, que el autor


se refiere a que es la imputabilidad se le llama “capacidad de culpabilidad”, para ser
culpable hay que ser imputable, por lo tanto toda persona culpable tiene necesariamente
que ser imputable, pero no toda persona imputable es culpable, tiene para ello que
cometer un delito.

La naturaleza de la culpabilidad se encuentra fundamentada en dos (2) teorías


fundamentales que la sustenta: La primera referida a la teoría psicológica y la segunda la
teoría normativa.

La psicológica según ella la culpabilidad tiene un fundamento puramente psicológico que


se desarrolla dé acuerdo con el concepto de conocimiento y voluntad que domina en el
autor del acto en el momento de su ejecución.

La teoría normativa: sustituyo a la psicológica partiendo de los referentes teóricos de los


autores: Reinhardt Frank; James Goldschmiitd, y otros autores alemanes, que sostuvieron
el concepto de culpabilidad no está solo sobre, la base de lo psicológico de conocimiento
y voluntad, sino que es un proceso, que por ser atribuirble a una motivación reprochable
del autor.
Este proceso de motivación que conduce al autor de la situación psicológica de
culpabilidad (dolo y Culpa), es reprochable si las circunstancias internas y externas que
rodean la acción demuestra que a dicho autor le era exigible otro comportamiento
psíquico, distinto del que ha observado, de ahí, el surgimiento de los conceptos de
reprochabilidad y de su presupuesto de, la exigibilidad. Siguiendo este orden de idea, en
la teoría normativa, la culpabilidad no se agota en el nexo psíquico entre el autor y su
hecho, aunque tal nexo, debe existir para hablarse de culpabilidad.

Lo que es posible cuando el hecho realizado se le puede formular un juicio de reproche al


sujeto, el cual no puede basarse simplemente en una relación psicológica entre el sujeto y
su hecho. Sino que se toma en cuenta la relación del sujeto con la norma.

La culpabilidad es normativa porque es una referencia a la norma de valoración del


legislador a un juicio de valor, propiamente de desaprobación, de reproche, en razón, de
una conducta que se presenta como contraria al deber impuesto por la norma.

PRINCIPIO DE LA PROPORCIONALIDAD DE LA PENA


El código penal Venezolano, señala la idea clasista de retribución para la aparición de la
pena proporcionándola al grado de ejecución del delito, aumentándola o disminuyéndola
sus efectos según las causas generales de agravación de la responsabilidad y partiendo
las consecuencias a la persona en la comisión del hecho punible, así se impone una
misma pena para todos los delitos iguales, existiendo el fin correccional de la ejecución de
las condenas.
Zaffaroni (2000). Infiere que la fijación de limites mínimos en las escalas legislativas
penales que suelen explicarse mediante la máxima utilitarista de que la ventaja del delito
no debe superar la desventaja de la pena, por lo que la pena sería una tasa que
posibilitaría la función disuasoria, basada sobre el supuesto de que el ser humano actúa
siempre racionalmente y, antes de cometer cualquier delito.
El autor señala que: Los padres del liberalismo político y penal, al emprender la tarea de
limitar la pena, humanizarla y de rodeándolas de garantías, jamás hubieran imaginado
que sus argumentos limitadores pudieran pervertir hasta que en el lugar de suprimir las
penas crueles y atroces, se manipulen para no considerarlas como penas y en los casos,
que se impongan y ejecuten no se las tenga en cuenta y además de ésta, se les
impongan penas no crueles.
Desde Beccaria, hasta Carrara, desde Locke hasta Kant y Feuerbach, todo el esfuerzo
humanista en lugar de llevar a la supresión de las penas crueles habría levado a sumar
penas humanas a las penas inhumanas”.
Y en este sentido, tal como lo señala el autor, que todas las teorías positivas de la
pena responden a las estructuras siguientes:
a) asigna a la pena una función manifiesta determinada.
b) asigna al derecho penal la interpretación de las leyes que dispone una coacción que se
ajusta a esa función.
c) conforme a la interpretación de las coacciones con la función asignadas, las agencias
jurídicas (Tribunales) deciden a su respecto en cada caso, con exclusión de todo el resto
de la coacción estatal.

PRINCIPIO DEL BIEN JURÍDICO


Por daño o lesión ha de entenderse como la forma la pérdida, destrucción o disminución
de un bien jurídico o daño real, o al menos la creación de un riesgo innecesario e indebido
daño potencial o peligro concreto. Algunos sectores doctrinales hablan de conductas
idóneas para lesionar bienes jurídicos, peligro abstracto o temido. Si el concepto se limita
al daño público propio de todo delito como alarma social, mal ejemplo, estímulo a la
desconfianza en el orden jurídico, desvinculándolo de su relación con bienes jurídicos
concretos contra los cuales atenta, se difumina lo que el principio quiere precaver y
garantizar.

El daño público se produce por la afectación del bien jurídico, no por otras causas, y es
solo una resonancia suya, el bien jurídico puede ser individual, social o estatal. El bien
jurídico implica siempre una valoración masiva y universal; se trata de ciertas relaciones
sociales que son consideradas democráticamente esenciales para el sistema elegido con
relación a todos sus miembros, como el caso de la vida, del honor, de la libertad.
Por otra parte, los bienes jurídicos protegidos por sistema penal, están en relación
teleológica con aquellos que constituyen sus bases y condiciones, es decir, tienden a
asegurar una libertad e igualdad material de los sujetos, en tanto que los bienes jurídicos
colectivos consisten en una relación social basada en la satisfacción de necesidades al
funcionamiento del sistema social.
Los bienes jurídicos colectivos e institucionales no son autónomos sino complementarios
con respecto a los del individuo, ya que se trata de atender materialmente a sus
necesidades, para que a su vez la protección a su vida, a su salud, a su libertad,
adquieran un sentido material y no reaparezca por el funcionamiento del sistema una
formalización de tal protección. Fernando C. (1989). Señala que “el concepto material de
bien jurídico, en efecto, suministra las bases para la legitimación de las normas penales”.
En este sentido se hace esta comparación siguiendo al autor.

PRINCIPIO DE INTERVENCIÓN MÍNIMA


Zaffaroni (2000) afirma que “la criminalización alcanza un limite de irracionalidad
intolerable cuando el conflicto penal sobre cuya base opera es de ínfima lesividad o
cuando no siéndolo, la afectación de derechos que importa la desproporcionalidad con la
magnitud de la lesividad del conflicto. Puesto que es imposible demostrar la racionalidad
de la pena, las agencias jurídicas (tribunales) deben constatar, al menos que el costo de d
derechos de la suspensión del conflicto guarde un mínimo de proporcionalidad con el
grado de la lesión que haya provocado, se le llama principio de proporcionalidad mínima
de la pena con la magnitud de la lesión. Con este principio no se legitima la pena, como
retribución sigue siendo una intervención selectiva del poder que se limita a suspender el
conflicto sin resolverlo. Esta postura afirma que dado, que el derecho penal debe escoger
entre irracionalidades, para impedir el paso del mayo contenido no puede admitir que a
esa naturaleza no racional del ejercicio del poder punitivo se agreguen una nota de
máxima irracionalidad por la que se afecten bienes de una persona en desproporción con
el mal provocado. Lo que trae como consecuencia que se jerarquicen las lesiones y
establezcan un grado de mínima coherencia entre la magnitud de penas a cada conflicto
penal.

PRINCIPIO DE HUMANIDAD
Este principio se vincula con el de proscripción de la crueldad, y con la prohibición de las
penas de tortura y de toda forma de tormento. Consagrado expresamente a través de la
prohibición de la tortura y de penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes, Artículo 5
de la Declaración Universal del los Derechos Humanos, Art. 7 del Protocolo Internacional
de Derechos Civiles y Políticos, artículo 5 de la Comisión Americana de Derechos
Humanos. Este principio de humanidad, que trae consigo, la eliminación de la tortura y las
penas crueles e inhumana, que han sido abolida en Venezuela y Latinoamérica,
lamentablemente, a pesar de estar consagrado en los Tratados Internacionales de
máxima jerarquía, es el principio más ignorado de poder penal. En este sentido y en
función el principio de humanidad, es cruel toda pena que resulte brutal en sus
consecuencias como las que crean un impedimento que compromete toda la vida del
sujeto (muerte, castración, esterilización, marcación, amputación, intervenciones
neurológicas). Igualmente son crueles las consecuencias jurídicas que se pretenden
mantener hasta la muerte de la persona, al asignarle una marca jurídica que la convierte
en una persona de inferior dignidad (capitis disminutio). Toda consecuencia de una
punición debe cesar en algún momento, por largo que sea el tiempo que deba transcurrir
pero nunca puede ser perpetua.

PRINCIPIO DE ANTIJURIDICIDAD MATERIAL


De acuerdo con su disposición teológica y protectora, los tipos penales encuentran su
razón de ser y los límites de su funcionamiento en la tutela punitiva de determinados
bienes jurídicos. Ello significa, sobre todo, que el delito no se agota formalmente en la
previsión o definición que de él hace la ley, sino que substancial o materialmente consiste
en una conducta humana que lesiona o amenaza seriamente uno o varios de tales bienes.

En realidad, es por esta lesividad real o potencial para los bienes jurídicos y por tanto para
la paz y la subsistencia sociales por la que la ley erige en delito, es decir, amenaza con
pena criminal una cierta conducta. Siendo esta la razón de la ley, su fin no es otro que el
de otorgar a esos bienes la mayor protección de que el derecho positivo dispone, cual es
la de amenazar con la imposición de una pena determinadas acciones que atenten contra
ellos en forma seria y, proporcionalmente, grave. En el marco del supremo principio de
legalidad, la antijuridicidad formal se inspira social y legalmente en la materia la
antijuridicidad material solo puede tener eficacia judicial dentro del campo de la dogmática
penal.

La pena es función exclusiva del Estado y, en cuanto tal, los funcionarios u órganos de
este no pueden crearla o aplicarla sino para proteger la vida, honra y bienes de las
personas, o para asegurar que el propio Estado o los particulares cumplan sus deberes
sociales (que con entera seguridad no son lo mismo que los “deberes morales”, pues se
trata de la vida institucional y no de la vida privada). Así, pues, es inconstitucional la ley
que instituya penas que no tengan por fin evidente la tutela de bienes jurídicos
determinados de los ciudadanos o del Estado, es decir, que defina como “hechos
punibles” conductas que no los afectan con un daño o peligro proporcional a la gravedad
de la pena que amenaza

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