Pedro Antonio de Alarcon - Las Dos Glorias
Pedro Antonio de Alarcon - Las Dos Glorias
Pedro Antonio de Alarcon - Las Dos Glorias
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Texto núm. 5967
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Maison Carrée
c/ Ramal, 48
07730 Alayor - Menorca
Islas Baleares
España
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Las Dos Glorias
Un día que el célebre pintor flamenco Pedro Pablo Rubens andaba
recorriendo los templos de Madrid acompañado de sus afamados
discípulos, penetró en la iglesia de un humilde convento, cuyo nombre no
designa la tradición.
En el fondo del lienzo se veía pintado otro cuadro, que figuraba estar
colgado cerca del lecho de que se suponía haber salido el religioso para
morir con más humildad sobre la dura tierra.
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desgraciado, una esperanza muerta, un desencanto de la vida, un olvido
eterno del mundo: he aquí el poema misterioso que se deducía de los dos
ascéticos dramas que encerraba aquel lienzo.
—Pero el autor....
—El autor, según el mérito del cuadro, pudiera ser Velazquez, Zurbarán,
Ribera, o el joven Murillo, de quien tan prendado estoy.... Pero Velazquez
no siente de este modo. Tampoco es Zurbarán, si atiendo al color y a la
manera de ver el asunto. Menos aún debe atribuirse a Murillo ni a Ribera:
aquél es más tierno, y éste es más sombrío; y, además, ese estilo no
pertenece ni a la escuela del uno ni a la del otro. En resumen: yo no
conozco al autor de este cuadro, y hasta juraría que no he visto jamás
obras suyas.—Voy más lejos: creo que el pintor desconocido, y acaso ya
muerto, que ha legado al mundo tal maravilla, no perteneció a ninguna
escuela, ni ha pintado más cuadro que éste, ni hubiera podido pintar otro
que se le acercara en mérito.... Ésta es una obra de pura inspiración, un
asunto propio, un reflejo del alma, un pedazo de la vida.... Pero.... ¡Qué
idea!—¿Queréis saber quién ha pintado ese cuadro?—¡Pues lo ha pintado
ese mismo muerto que veis en él!
—Creo que aquella mujer que está de cuerpo presente en el fondo del
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cuadro era el alma y la vida de este fraile que agoniza contra el suelo; creo
que, cuando ella murió, él se creyó también muerto, y murió efectivamente
para el mundo; creo, en fin, que esta obra, más que el último instante de
su héroe o de su autor (que indudablemente son una misma persona),
representa la profesión de un joven desengañado de alegrías terrenales....
—¡Sí, señor, que puede vivir! Y como la cosa tiene fecha, tal vez su
espíritu se habrá serenado y hasta regocijado, y el desconocido artista sea
ahora un viejo muy gordo y muy alegre....—Por todo lo cual ¡hay que
buscarlo! Y, sobre todo, necesitamos averiguar si llegó a pintar más
obras....—Seguidme.
—¿Queréis decirle al Padre Prior que deseo hablarle de parte del Rey?
—Pues, padre ... (dijo Rubens en són de burla procaz), ¡tenéis muy mala
memoria!
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—¡Compraros este cuadro!
—¡El maestro decía bien! (pronunció uno de los jóvenes.) Ese cuadro está
pintado por un difunto....
—Pues bien: ¿sabéis de alguna otra obra de ese malogrado genio? ¿No
podréis recordar su nombre? ¿Queréis decirme cuándo murió?
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que ver con los hombres!... ¡nada!...—Os suplico, por tanto, que lo dejéis
morir en paz.
—¡Oh! (dijo Rubens con exaltación.) ¡Eso no puede ser, padre mío!
Cuando Dios enciende en un alma el fuego sagrado del genio, no es para
que esa alma se consuma en la soledad, sino para que cumpla su misión
sublime de iluminar el alma de los demás hombres. ¡Nombradme el
monasterio en que se oculta el grande artista, —¡Oh! ¡Cuánta gloria le
espera!
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—Pero ¡eso es renunciar a la inmortalidad!—gritó Rubens.
—Restad las arrugas y las barbas, y sumad los treinta años que manifiesta
la pintura, y resultará que el maestro tenía razón cuando decía que ese
religioso muerto era a un mismo tiempo retrato y obra de un religioso
vivo.—Ahora bien: ¡Dios me confunda si ese religioso vivo no es el Padre
Prior!
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Tres días después volvió Rubens, enteramente solo, a aquella humilde
capilla, deseoso de contemplar de nuevo la maravillosa pintura, y aun de
hablar otra vez con su presunto autor.
Acercóse a mirar el rostro del muerto, y vió que era el Padre Prior. —¡Gran
pintor fué!... (dijo Rubens, luego que la sorpresa y el dolor hubieron cedido
lugar a otros sentimientos.)—¡Ahora es cuando más se parece a su obra!
Madrid, 1858.
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Pedro Antonio de Alarcón
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ideas liberales y revolucionarias a posiciones más tradicionalistas. Aunque
su familia provenía de hidalgos era más bien humilde, aunque no tanto
como para no poder permitirse enviarlo a estudiar Derecho en la
Universidad de Granada, carrera que abandonó pronto para iniciarse en la
eclesiástica. Aquello tampoco le satisfizo y abandonó en 1853 para
marchar a Cádiz, donde funda El Eco de Occidente, junto a Torcuato
Tárrago y Mateos, iniciando su carrera periodística en la dirección de este
periódico.
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