Josué

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Josué

Introducción - 1:9
En el libro del Génesis, nació Israel. En el libro del Éxodo, Israel fue elegido. En el libro de
Números, la nación fue probada. En el libro de Levítico, los israelitas pudieron acercarse a Dios
por medio de la sangre. Y en el libro de Deuteronomio, la nación fue instruida.
El libro de Josué completa la redención que comenzó en el Éxodo. El libro del Éxodo es el libro
de la redención de los israelitas de Egipto. El libro de Josué, por su parte, es el libro de la
redención de los israelitas para la tierra prometida.
La palabra clave del libro de Josué, es posesión. Dios había dado la tierra a los israelitas en un
pacto incondicional. A Abraham, le dijo, en Génesis 17:8: Te daré a ti y a tu descendencia
después de ti la tierra en que habitas, toda la tierra de Canaán, en heredad perpetua; y seré el
Dios de ellos. Sin embargo la posesión de la tierra por parte de Israel sería condicional. Habría
un conflicto, y habría conquista. Tendrían que luchar batallas y apropiarse de sus posesiones. Y,
como Josué mismo les recordaría en su mensaje final, antes de su muerte, su obediencia a la
palabra de Dios determinaría su posesión continua de la tierra.
Comenzamos hoy nuestro estudio del libro de Josué. Como su nombre lo indica, este libro fue
escrito por Josué sucesor de Moisés, según lo encontramos en el capítulo 24 de este libro,
versículo 26 que dice: ". . . y escribió Josué estas palabras en el libro de la ley de Dios". El
Talmud dice que Josué escribió todo este libro, menos los últimos cinco versículos. Y que esos
versículos fueron escritos por Finees, hijo del sacerdote Eleazar.
Josué fue un gran general. Nació como esclavo en Egipto y tenía 40 años de edad en el tiempo
del Éxodo. Ya vimos que Josué ocupó un lugar sobresaliente en ese tiempo. Estuvo con Moisés
cuando subió al monte de Dios, como vimos en el capítulo 24 de Éxodo, versículo 13. Y estaba
con Moisés en el Tabernáculo, cuando el Señor se le apareció, en el capítulo 33 de Éxodo,
versículo 11.
Ahora observemos esta comparación. Josué tenía 80 años cuando recibió su comisión como
sucesor de Moisés. Moisés por su parte tenía 80 años cuando dirigió el éxodo de Egipto. Josué
tenía 80 años cuando guió a los israelitas a la tierra prometida. Murió cuando tenía 110 años.
Había ganado prominencia durante el viaje a través del desierto. Cuando el pueblo fue atacado
por el ejército de Amalec, fue Josué el que organizó a los hombres en un ejército que luchó
contra Amalec. Además Josué trabajó como siervo de Moisés. Las referencias a él en este último
sentido revelan su lealtad a Moisés y su devoción a Dios. En Cades Barnea fue uno de los 12
hombres que fueron a espiar la tierra de Canaán. Y fue uno de los 2 espías que regresaron con un
informe favorable, revelando su confianza absoluta de que Dios les entregaría esa tierra.
El nombre de Josué significa "El Señor salva". La misma palabra, en el Nuevo Testamento, es
Jesús. Fue un hombre valiente, que demostró depender enteramente de Dios. Tuvo fe, cualidades
de liderazgo, entusiasmo y fidelidad. Fue una figura de Cristo, tanto en su persona como en su
obra. Alguien ha dicho lo siguiente en cuanto a Josué: "Muestra que un hombre de habilidad
corriente, puede llegar a ser líder en la Iglesia. No recibió su llamamiento mediante unas letras
llameantes escritas en el cielo, sino por medio de un anciano, el cual conocía a Dios y a Josué,
que vio como Dios había equipado, preparado a Josué para ser líder."
Ahora, el versículo clave en este libro de Josué, lo encontramos en el capítulo 1, el versículo 3
que dice: "Yo os he entregado, como lo había dicho a Moisés, todo lugar que pisare la planta de
vuestro pie."
El libro de Josué contiene una aplicación muy práctica para el creyente de todos los tiempos. La
tierra de Canaán, no puede ser una figura del cielo. El cielo es un regalo de la gracia de Dios. El
cielo no es un lugar de conflicto y conquista. Para los creyentes, la tierra prometida representa
más bien el lugar al cual los cristianos han sido traídos aquí en el mundo. El libro de Josué
realmente se puede comparar con el libro de Efesios en el Nuevo Testamento, en la cual los
cristianos hemos sido redimidos, somos bendecidos "con toda bendición espiritual en los lugares
celestiales en Cristo", como nos dijo el apóstol Pablo en su carta a los Efesios, capítulo 1,
versículo 3. Ahora, en nuestra vida cristiana, la posesión y experiencia de esas bendiciones
depende del conflicto y la conquista. Las bendiciones nunca se logran por medio de la energía de
nuestra naturaleza humana, física, sino por medio del poder del Espíritu Santo en la vida
consagrada del creyente. Así, el libro de Josué es el modelo y como tal, ilustra el método por el
cual el creyente puede poseer lo que Dios le ha concedido.
El libro de Josué es profético de Israel y típico para la Iglesia. Israel recibió el título de propiedad
de la tierra, como lo mencionó el profeta Jeremías en el capítulo 23 de su profecía, versículo 8,
donde leemos: ". . . Vive el Señor que hizo subir y trajo la descendencia de la casa de Israel de
tierra del norte, y de todas las tierras adonde yo los había echado; y habitarán en su tierra".
También el profeta Ezequiel se refiere a esto en el capítulo 37 de su profecía, versículo 21. El
conflicto y la conquista van juntos con la posesión de la tierra.
En los capítulos 1 al 12, tenemos la entrada en la tierra. En los capítulos 13 al 22, leeremos
acerca de la división de la tierra y, finalmente, en los capítulos 23 y 24 tenemos el último
mensaje de Josué.
Josué 1:1-9
El tema central de este capítulo 1, comprende tres aspectos. Primero, el nombramiento de Josué
como sucesor de Moisés. En segundo lugar, la promesa de Dios de ayudar a Josué. Y en tercer
lugar, la preparación que Josué hizo del pueblo para pasar el Jordán.
El gran tema de este libro es la posesión de la tierra. En este primer capítulo veremos las
implicaciones de esta posesión.
El libro de Josué debió comenzar propiamente en Deuteronomio capítulo 34, el cual nos relató la
muerte y sepultura de Moisés. Es la creencia de muchos eruditos, que ese último capítulo del
libro de Deuteronomio fue escrito en realidad por Josué.
Aquí en el capítulo 1 de Josué, Dios fortaleció a Josué e inició a la nación en una nueva
modalidad de vida. La jornada por el desierto ya había pasado. Ya no eran nómadas del desierto,
sino moradores en la tierra. Rubén, Gad, y la media tribu de Manasés tenían sus posesiones al
lado oriental del río Jordán.
Leamos el versículo 1 de este capítulo 1 de Josué, donde vemos que el Señor le comunicó
personalmente a Josué su misión y su mandato:
"Aconteció después de la muerte de Moisés siervo de Jehová, que Jehová habló a Josué hijo de
Nun, servidor de Moisés, diciendo:"
Es evidente que existe una clara conexión entre este primer versículo y el final del libro del
Deuteronomio, que refuerza la teoría que Josué el último capítulo, el 24, de Deuteronomio.
Volviendo a este capítulo 1 de Josué, leamos ahora el versículo 2:
"Mi siervo Moisés ha muerto; ahora, pues, levántate y pasa este Jordán, tú y todo este pueblo, a
la tierra que yo les doy a los hijos de Israel."
Observemos que dice: "Mi siervo Moisés ha muerto". Moisés ya no era un personaje esencial
para guiar a los israelitas a la tierra prometida. En realidad, Moisés no podía introducirles en la
tierra de la promesa. Moisés representaba la ley, y la ley no nos puede salvar. La ley es un
revelador. No es un Redentor. Nos muestra que somos pecadores. La ley nunca fue un Salvador,
y a Moisés no le fue permitido guiar a Israel a la tierra prometida, a causa de su error. El
problema no estaba en la ley sino en Moisés, así como el problema está en nosotros mismos. La
ley revela que estamos destituidos de la gloria de Dios. El Señor dijo aquí en este versículo 2:
"Mi siervo Moisés ha muerto". Sólo Josué, o sea Jesús nuestro Salvador, puede guiarnos, en la
actualidad, a la tierra prometida de la lucha, la conquista y las bendiciones.
Este versículo nos dice que la tierra fue dada a Israel. Le pertenecía a Israel en forma
incondicional. Dios la había prometido a Abraham y a su descendencia. Y Dios reafirmó Su
promesa muchas veces en el libro de Génesis. En el libro de Deuteronomio Dios hizo el Pacto
Palestino con Israel, el cual les dio la tierra como una posesión eterna. Leamos ahora el versículo
3 de este capítulo 1 de Josué:
"Yo os he entregado, como lo había dicho a Moisés, todo lugar que pisare la planta de vuestro
pie."
Dios les había dado esa tierra. La tierra estaba allí. Pero sólo podrían disfrutarla, si tomaban
posesión de ella. Esa parte de la tierra sobre la cual caminaban les pertenecería a ellos. Hablando
comparativamente, se nos dice en Efesios 1:3 que somos bendecidos "con toda bendición
espiritual en los lugares celestiales en Cristo". Desafortunadamente, muy pocos cristianos toman
posesión de las bendiciones espirituales que les pertenecen.
Hace años, un inglés se trasladó a los Estados Unidos. Poco después de su llegada desapareció.
Un día, un tío que tenía en Inglaterra murió y le dejó una herencia de cinco millones de dólares.
La policía en Londres buscaba a este hombre por todas partes y la última dirección que tenía era
en la ciudad de Chicago. Pensaban que él era vago y esperaban encontrarlo en un hotel común,
de tercera categoría. Le buscaron, pero nunca pudieron encontrarle. Un día, mucho tiempo
después, lo encontraron muerto de frío en la entrada de un hotel muy pobre. No tenía ni cinco
centavos en el bolsillo. Sin embargo, era heredero de cinco millones de dólares. Simplemente no
había tomado posesión de lo que era de él. Nunca reclamó lo que le pertenecía.
Estimado oyente, Dios les dio a los israelitas la tierra prometida, pero nunca la poseyeron en su
totalidad. El hecho es que Israel poseyó muy poca tierra. Y muchos cristianos hoy en día, son
como aquellos israelitas en que han sido bendecidos con toda bendición espiritual, y sin
embargo, llegan al final de su vida viviendo en la pobreza espiritual, sin haber tomado posesión
de esas bendiciones. ¡Qué tragedia! El libro de Josué, a los creyentes se nos dirá cómo tomar
posesión de lo que es nuestro. Y como habrá conflicto, se nos manda en el capítulo 6 de la carta
del apóstol Pablo a los Efesios, "vestirnos de toda la armadura de Dios". Tenemos un enemigo
espiritual que lucha contra nosotros. Dice el capítulo 6 de la carta a los Efesios, versículo 12:
"Porque no tenemos lucha contra gente de carne y hueso, sino contra malignas fuerzas
espirituales de la esfera celestial, que tienen mando, autoridad y dominio sobre este mundo lleno
de oscuridad". Nuestro enemigo, es un enemigo espiritual.

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