0% encontró este documento útil (0 votos)
55 vistas12 páginas

La Practica para Transformar Nuestro Eº de Vida - Sokai DJF 2021

Descargar como docx, pdf o txt
Descargar como docx, pdf o txt
Descargar como docx, pdf o txt
Está en la página 1/ 12

“SABIDURÍA PARA SER FELICES Y CREAR LA PAZ”

3.- LA PRÁCTICA PARA TRANSFORMAR NUESTRO ESTADO DE VIDA:

3.11.- El Sutra del loto es una escritura de humanismo universal

El budismo Nichiren se basa en el Sutra del loto, la escritura que expone


la suprema iluminación del buda Shakyamuni. Este texto capital, pináculo
de las enseñanzas del Mahayana, se compiló en el siglo I d. C. Allí se
revela que el estado de vida de la budeidad es eterno y que existe de
manera inherente a todas las personas; además enseña que cualquier
persona puede acceder a ese noble potencial interior. Y exhorta a sus
practicantes a mantener con bravura la lucha por guiar a la iluminación a
toda la humanidad en la época oscura posterior a la muerte de
Shakyamuni. En este fragmento, el presidente Ikeda se explaya sobre el
profundo significado contenido en este sutra.

El Sutra del loto, la «escritura de la flor de loto de la Ley», es el rey de


todos los sutras. Y, por ser rey, no rechaza ninguna otra enseñanza, sino
que, con su función, les permite a todas las demás hacer valer su
verdadera eficacia.

Nichiren Daishonin escribe:

En última instancia, todos los fenómenos están contenidos en nuestra


vida, hasta la más pequeña partícula de polvo. Las nueve montañas y los
ocho mares son parte de nuestro cuerpo, y el Sol, la Luna y la miríada de
estrellas existen en nuestro interior. Sin embargo, nosotros somos como
el ciego, incapaz de ver las imágenes reflejadas en un espejo, o como el
niño que no teme al agua ni al fuego. Todas las enseñanzas de los escritos
no budistas, y las escrituras del Hinayana y del Mahayana provisional
explican de manera parcial los fenómenos inherentes a la vida, pero no
como lo hace el Sutra del loto.
Las otras enseñanzas que no son el Sutra del loto ofrecen explicaciones
parciales sobre la ley de la vida. Aunque son en parte correctas, no
poseen por sí solas la facultad de revitalizar todos los aspectos de la vida.
De hecho, lo más probable es que generen distorsiones. El Sutra del loto,
sin embargo, es la Ley esencial que unifica todas las verdades parciales,
las sitúa en la perspectiva correcta y les permite funcionar eficazmente.
Esta es la sabiduría del Sutra del loto. El capítulo «La duración de la vida»
del Sutra del loto compara la claridad de este sutra con «un excelente
médico, sabio y entendido». Como un doctor eximio, la sabiduría de este
sutra tiene el poder de curar a quienes están sufriendo.

Es una escritura cuyo propósito es transmitir, de manera muy simple, que


cada uno de nosotros ha sido un buda desde el eterno pasado y lo será
en el eterno futuro. Y quien hizo posible que toda la gente lo
experimente en su vida real, de manera tangible, fue Nichiren Daishonin,
el devoto del Sutra del loto en el Último Día de la Ley.

Dicho sutra revela el gran tesoro oculto que existe en nuestro corazón,
inmenso como el cosmos, y de ese modo disipa el sentimiento de
impotencia ante la vida. Enseña a vivir de manera vigorosa y dinámica, en
ritmo con la infinita vida del universo. Enseña la grandiosa y auténtica
aventura de transformarnos a nosotros mismos.

El Sutra del loto posee una profundidad capaz de extender a todas las


personas un estado de paz interior. Y contiene una deslumbrante riqueza
cultural y artística. Nos empodera para construir un estado sin
restricciones, imbuido eternamente de las cuatro nobles virtudes de la
eternidad, felicidad, verdadera identidad y pureza, y para vivir con la
convicción de que «esta, mi tierra, permanece a salvo y en calma».

Su texto es una saga épica que narra la lucha del bien contra el mal. Su
calidez eleva y vitaliza a los exhaustos, armándolos de un valor que disipa
todo temor. Es un canto de alegría que resuena libremente a través del
pasado, presente y futuro. Es una oda de libertad irrestricta.

Nos invita a un mundo fascinante de luz, flores y verdor, música,


imágenes y secuencias cinematográficas.
Nos revela brillantes perspectivas psicológicas, lecciones de vida y guías
para la paz y la felicidad. Nos transmite principios fundamentales para
vivir de manera sana.
Y, con la revelación de una verdad universal, nos hace entender que si
cambiamos nuestra propia actitud mental podemos cambiar cualquier
cosa. Lejos de todo individualismo desolador y de totalitarismos
asfixiantes, contiene el poder de crear una tierra pura de solidaridad,
donde los congéneres nos ayudamos y alentamos unos a otros.

En definitiva, el comunismo y el capitalismo han terminado por


considerar al ser humano un medio para el logro de un fin. Pero el Sutra
del loto, el rey de todas las escrituras, expresa un humanismo
fundamental que ve en las personas el fin, no un medio, y exalta al
pueblo como soberano y protagonista. Este mensaje del sutra puede
describirse como un humanismo universal: un magnífico concepto hacia
el cual orientar el siglo XXI.
3.12.- El gongyo contiene el corazón del Sutra del loto

El presidente Ikeda esclarece el significado de los capítulos «Medios


hábiles» y «La duración de la vida» del Sutra del loto, parte de los cuales
leen los miembros de la Soka Gakkai durante su práctica diaria del
gongyo.

En una oportunidad, escribí el siguiente poema:

Plenos de alborozo, mañana y noche,


sincronicen su vida
con el ritmo universal,
mientras recitan los capítulos «Medios hábiles»
y «La duración de la vida».

¡Qué hermosa tarea en pro de la paz y la felicidad estamos llevando a


cabo cuando recitamos estos capítulos, que contienen el corazón del
Sutra del loto —la enseñanza budista más elevada— y recitamos
enérgicamente Nam-myoho-renge-kyo, Ley suprema del universo y
culminación de toda la filosofía budista!

El propósito con el cual se predicó el Sutra del loto fue permitir a todos


los seres lograr una vida iluminada. Cuando esta escritura se lee desde el
punto de vista del significado implícito en su texto —que es el enfoque
doctrinal del budismo Nichiren—, adquiere una dimensión mucho más
profunda y se revela como una «explicación» del objeto de devoción
(Gohonzon) de Nam-myoho-renge-kyo, la ley fundamental que abre el
camino para que todos los seres logren la budeidad en los diez mil años
del Último Día de la Ley y, más aún, a lo largo de toda la eternidad.

La esencia del sutra está contenida en el capítulo segundo —donde se


revela el «verdadero aspecto de todos los fenómenos»— y en el capítulo
decimosexto, donde se revela que la iluminación del Buda tuvo lugar en
el remoto pasado.

Desde la perspectiva del budismo Nichiren, el capítulo «Medios hábiles»


(2.o) explica que la sabiduría de Nam-myoho-renge-kyo (la Ley Mística) es
infinitamente profunda e inconmensurable, y esclarece el principio de
que todos los seres son budas. En particular, la parte que revela el
«verdadero aspecto de todos los fenómenos» y los «diez factores de la
vida» (es decir, la que repetimos tres veces durante el gongyo) indica que
todas las formas de vida diversas y cambiantes (todos los fenómenos)
son, sin excepción, manifestaciones de Nam-myoho-renge-kyo (su
verdadero aspecto). Nichiren Daishonin escribe: «[T]odos los seres y sus
ambientes, en los diez estados […] son manifestaciones de Myoho-renge-
kyo, sin excepción». Todos los seres son, de manera intrínseca, entidades
de la Ley Mística. Por lo tanto, todos los que entonan el daimoku y obran
en aras del kosen-rufu pueden, con toda seguridad, lograr el estado de
budeidad, tal como son.

Para iluminarnos no necesitamos ir a ningún sitio especial o distante. No


tenemos que convertirnos en una clase determinada de individuos.
Podemos fusionarnos dinámicamente con el universo en el lugar donde
estamos en este momento y tal como somos, revelando plenamente el
brillo de nuestro propio «verdadero aspecto» innato; es decir, nuestra
verdadera identidad como entidades o sujetos de Nam-myoho-renge-
kyo. Este es el propósito del gongyo y de la fe. De ese modo activamos la
sabiduría, valentía y benevolencia de la Ley Mística en nuestro propio
interior. Por ende, no debemos temer a nada.
El término «La duración de la vida», contenido en el nombre del capítulo
16.o, se refiere a medir la longitud de la vida y los beneficios del Buda. Si
leemos este capítulo desde el punto de vista de su significado implícito,
encontramos que describe detalladamente la naturaleza eterna de la vida
y los beneficios de «El Que Así Llega Nam-myoho-renge-kyo», que existen
desde el remotísimo pasado. Aquí se revela la eternidad de la vida y se
explica que dicha verdad se aplica a todos los seres vivos. En este capítulo
se revela, también, la misión de los Bodisatvas de la Tierra, que es
propagar esta gran Ley y guiar a todos los seres a la iluminación.

En especial, la parte en verso de este capítulo —conocida como jigage—


es un gran himno triunfal a nuestra fuerza vital infinitamente eterna y
grandiosa.

El verso inicial de esta parte es «Ji ga toku but rai» o «Desde que yo logré
la Budeidad» y empieza con el carácter «ji», que significa «yo». A su vez,
el último verso del jigage es «Soku joju butshin» o «adquirir rápidamente
el cuerpo de un buda», y su carácter final es «shin», que significa
«cuerpo». El Daishonin observa que, si se combinan el primero y el
último ideograma, se forma la palabra jishin, es decir, «uno
mismo». Desde el principio hasta el final, el jigage ensalza el yo y la vida
del Buda; en tal sentido, es también un himno triunfal al estado de
libertad absoluta que existe de manera inherente en nuestra vida.

De tal manera, aquí se ofrece respuesta directa a las preguntas esenciales


de la vida, que constituyen la base de toda religión, filosofía o sistema de
pensamiento. En otras palabras, interrogantes de vigencia perpetua,
como «¿Cuál es el significado de nuestra existencia?», «¿Cuál es la
verdadera esencia de nuestro ser?», «¿De dónde venimos y hacia dónde
vamos?», «¿Qué son la vida y la muerte?». El jigage representa una
enseñanza de esperanza y de alegría, con el poder de iluminar a toda la
humanidad y a todas las formas de vida eternamente.

Allí hallamos el siguiente pasaje: «Ga shi do annon / Tennin jo juman».


(Esta, mi tierra, permanece a salvo y en calma, / siempre colmada de
seres humanos y celestiales).
En el mundo actual sigue habiendo enormes sufrimientos, que causan a
muchas personas un dolor extremo, como si fuera «consumido en un
gran incendio». El propósito de nuestro amplio movimiento por el kosen-
rufu, que proclama la filosofía de la eternidad de la vida, es crear un
mundo donde todos podamos vivir en paz y en felicidad, una sociedad
ideal como la que el ser humano ha anhelado desde siempre. Aquí yace
el camino para proteger el derecho de todos los seres a vivir una
existencia feliz y plena en el siglo XXI, aspiración que han compartido
incontables filósofos, guías espirituales y religiosos, estudiosos de la paz y
personas de conciencia en todo el mundo.

3.13.- El gongyo es una ceremonia en que fusionamos nuestra vida con el


universo

El presidente Ikeda explica el significado del gongyo y del daimoku desde


una profunda visión del universo y de la vida.

El gongyo —la liturgia del budismo Nichiren que consiste en recitar


partes del Sutra del loto acompañadas de la práctica de Nam-myoho-
renge-kyo— es una ceremonia en la cual nuestra vida se fusiona con el
universo. Cuando celebramos esa liturgia con fe en el Gohonzon, en ese
acto el microcosmos de nuestra vida individual se abastece de la enérgica
vitalidad universal. Existimos; estamos vivos… Pero el universo también
es una gigantesca entidad viviente. El budismo enseña que la vida es el
universo, y el universo es vida. Cada uno de nosotros es una entidad viva,
igual que el cosmos. Somos una totalidad cósmica en miniatura.

Un académico observó que el cuerpo humano estaba formado del mismo


material que los astros; por tal razón, decía que éramos «descendientes
de las estrellas». Nuestro cuerpo, entonces, es un microcosmos. No solo
está hecho de los mismos componentes que existen en el espacio sideral,
sino también gobernado por idénticos principios básicos de generación y
desintegración. Todas las leyes físicas —como la de gravedad y la de
conservación de la energía— también inciden y operan en el
microcosmos de cada ser vivo.

La Tierra tarda 365 días, 5 horas y 48 minutos en dar una vuelta o


revolución alrededor del sol. También se desplaza con arreglo a un orden
estricto. El cuerpo humano, hasta donde sabemos, comprende más de
sesenta billones de células. Cuando ellas funcionan de manera
coordinada, y cada una lleva a cabo su tarea específica tal como debe,
gozamos de buena salud. El organismo humano tiene una complejidad y
una precisión realmente asombrosas. Si la Tierra se apartara apenas un
poco de su órbita alrededor del sol, nos veríamos en graves problemas.
De modo que todo pende de un delicado equilibrio, gobernado por el
riguroso principio de la inseparabilidad entre la vida y el gran cosmos.
Este mismo principio se aplica a cada existencia individual, a cada
microcosmos.

La ciencia se ha enfocado en investigar diversas leyes naturales que, aun


siendo invisibles, tienen efectos reales. Esos estudios han conducido a
inventar máquinas y dispositivos que se valen de dichas leyes con fines
determinados. Por ejemplo, a partir de entender los principios de la
flotación fue posible desarrollar la actividad marítima. Del mismo modo,
el descubrimiento de las leyes de la aerodinámica permitió desarrollar la
aviación, y comprender las ondas electromagnéticas abrió el camino a
avances como la radiofonía y las transmisiones televisivas. Sin embargo,
estas leyes naturales representan solo una parte de los muchos principios
que operan en el universo.

El budismo, por su parte, surgió a partir de la búsqueda y el


descubrimiento de una ley esencial de la vida que sustentara todas las
otras clases de principios y fenómenos. En la terminología budista, se da
el nombre de «Ley Mística» a ese principio fundamental.

También en este caso, estamos ante una Ley que, aun siendo invisible,
existe y actúa sin duda. Nichiren Daishonin inscribió el Gohonzon para
que podamos activar el poder de esa Ley Mística en nuestro propio ser
interior. Por eso, el presidente Toda nos exhortaba: «Pido disculpas por
valerme de una analogía bastante reduccionista, pero el Gohonzon puede
pensarse como un “dispositivo generador de felicidad”».

Cuando hacemos el gongyo —es decir, recitamos partes del Sutra del


loto y entonamos Nam-myoho-renge-kyo ante el Gohonzon— el
microcosmos de nuestra vida individual armoniza perfectamente con el
macrocosmos que nos abarca. Es una ceremonia sublime, en cuyo
transcurso abrimos de par en par los tesoros infinitos de nuestro ser
interior, y un manantial de vitalidad brota desde el profundo suelo de la
vida humana. De esta manera, tomamos contacto con una vertiente de
sabiduría, amor y valor inagotables.

El universo es, en esencia, Nam-myoho-renge-kyo, como lo es nuestra


vida. Y también el Gohonzon corporifica dicha Ley. Ya que el universo,
nuestra vida y el Gohonzon son todos Nam-myoho-renge-kyo,
constituyen una totalidad indivisible. Por tal razón, cuando
hacemos daimoku, nuestra vida y el universo se alinean con el
Gohonzon y funcionan con ajuste perfecto, como los engranajes de una
máquina. De esta manera, empezamos a avanzar en dirección a la
felicidad y a un profundo bienestar interior.

Podemos vivir a tono con el universo los 365 días del año —en
primavera, verano, otoño e invierno—, haciendo gala de fuerza vital,
sabiduría y buena fortuna para superar cualquier problema o
sufrimiento. Cuando hacemos girar a máximas revoluciones la potente
usina de vitalidad que es nuestro estado de buda, salimos de cualquier
atolladero y avanzamos hacia la esperanza y la justicia.

3.14.- Mejorar nuestra vida con la práctica de Nam-myoho-renge-kyo

El presidente Ikeda analiza los beneficios de nuestra práctica diaria de


entonar Nam-myoho-renge-kyo y recitar partes del Sutra del loto.

La Ley Mística es la clave para elevar nuestra vida. En El logro de la


budeidad en esta existencia, el Daishonin escribe:

Es como el caso de un espejo percudido, que, una vez lustrado, refulge


como una joya. Una mente nublada por las ilusiones provenientes de la
oscuridad fundamental de la vida es como un espejo percudido; pero una
vez pulida, sin falta se convierte en un espejo impecable, que refleja la
naturaleza esencial de los fenómenos [o naturaleza del Dharma] y el
verdadero aspecto de la realidad. Haga surgir una profunda fe y lustre su
espejo día y noche, con ahínco y esmero. ¿De qué manera lustrarlo? Tan
solo entonando Nam-myoho-renge-kyo.

En la sociedad actual, abundan las influencias negativas. La vida de la


gente se nubla y contamina fácilmente. Por eso, necesitamos un método
fundamental para purificar y elevar nuestra vida.

Una vida perfeccionada de este modo mediante la práctica de Nam-


myoho-renge-kyo brilla de sabiduría; y esa sabiduría obra como un faro
que alumbra el camino hacia la victoria como seres humanos. En el
capítulo «Los beneficios del maestro de la Ley» (19.o) del Sutra del loto,
se describe del siguiente modo la sabiduría de los que practican la Ley
Mística: «Será como un espejo puro y reluciente en el cual se reflejarán
todas las formas y figuras». Así como un espejo limpio refleja los objetos
tal como son, una vida que ha sido purificada puede ver claramente la
verdadera realidad de todos los fenómenos del mundo.

En el Registro de las enseñanzas transmitidas oralmente, el Daishonin lo


comenta con estas palabras:

El pasaje del sutra dice que las personas cuyos seis órganos sensoriales
son puros serán como el lapislázuli o como espejos brillantes donde se
podrán ver los mil millones de mundos de un gran sistema planetario.

Ahora, cuando Nichiren y sus seguidores entonan Nam-myoho-renge-


kyo, ven y comprenden los diez mil fenómenos [es decir, la totalidad de
los fenómenos] como si los reflejara un espejo brillante.

El lapislázuli es una de las siete clases de tesoros. La purificación de los


seis órganos sensoriales es uno de los beneficios que logran los
practicantes de la Ley Mística, según refiere el capítulo «Los beneficios
del maestro de la Ley». En otras palabras, mediante nuestra práctica
budista, se purifican y elevan las facultades mentales y perceptivas
representadas por nuestros ojos, oídos, nariz, lengua, cuerpo y mente,
que en verdad aluden a nuestra vida entera.

El «espejo brillante» de una vida elevada y acendrada refleja cabalmente


el universo, la sociedad y la vida humana. Esencialmente hablando, ese
brillante espejo es el Gohonzon, la vida de Nichiren Daishonin. En sentido
más amplio, es el «brillante espejo del corazón puro y sincero [en la
fe]» de todos aquellos que creen en el Gohonzon como seguidores del
Daishonin.

Este es el significado profundo de la fe en la Ley Mística. A través de una


fe firme, podemos elevar y transformar nuestra vida en sentido físico y
espiritual, y conducirla a expresar su estado más fuerte y depurado. Esa
purificación de la vida mediante la fe es la fuerza motriz de nuestra
victoria como seres humanos. Por eso, es vital que perseveremos en la fe
hasta el final de la existencia.

3.15.- El cambio comienza a partir de la oración


En referencia a los escritos del Daishonin, el presidente Ikeda se explaya
sobre el profundo significado de la oración en el budismo Nichiren.

Nichiren Daishonin escribe:

[L]as oraciones de un practicante del Sutra del loto serán respondidas tal


como el eco acompaña el sonido, como la sombra sigue a un cuerpo,
como la luna se refleja en el agua límpida, como el rocío se condensa
sobre un espejo, como el imán atrae al hierro, como el ámbar adhiere el
polvo o como un espejo bruñido refleja el color de los objetos.

En este pasaje, el Daishonin declara que las oraciones del devoto


del Sutra del loto siempre son respondidas. Para mostrar su firme
convicción en lo que postula, se vale de analogías con principios y
fenómenos naturales.

Allí donde los practicantes del Sutra del loto entonan Nam-myoho-renge-


kyo, sus oraciones sin falta generan resultados positivos, tal como el eco
sigue al sonido y como la sombra sigue a un cuerpo. El Daishonin enseña
que la oración transforma nuestra vida —física y espiritualmente—, y
esta, a su vez, ejerce una influencia positiva en el ambiente.

Orar no es algo abstracto. Muchas personas hoy consideran que el


ámbito intangible de la vida es un mero producto de la imaginación. Pero
si solo vemos las cosas desde una perspectiva materialista, nuestro
vínculo con las cosas y las personas quedará mayormente relegado al
caos de la coincidencia. Sin embargo, la lúcida mirada del budismo
discierne la Ley de la vida en lo profundo del caos aparente, y la identifica
como la fuerza que sustenta y activa todos los fenómenos desde lo
profundo.

El Daishonin escribe: «Por otro lado, como la vida no transcurre fuera de


este instante, el Buda expuso los beneficios que derivan de un solo
momento de regocijo [al escuchar el Sutra del loto]». Como «la vida no
transcurre fuera de este instante» —según dice el Daishonin—, nuestro
foco debe apuntar al poder que brota de nuestro interior a cada
momento, que es lo que puede sustentarnos y dar a nuestra existencia
un rumbo fundamental. La oración —es decir, entonar Nam-myoho-
renge-kyo— es la única forma de confrontar nuestras ilusiones internas
en este plano profundo.

De ello se desprende que orar es la fuerza motriz para mantener una


práctica correcta y una conducta comprometida. Nada es tan endeble
como la actividad sin oración. Para quienes obran así, las cosas parecen
marchar sobre rieles durante un tiempo; mientras todo anda bien,
irradian optimismo. Pero en cuanto los golpea alguna adversidad, caen
en la desesperanza y se muestran frágiles como un árbol marchito. Al no
tener dominio de sí mismos, la marea turbulenta de la sociedad los
sacude como a una hoja expuesta a las olas.

La senda hacia la cumbre de la vida no sigue una línea recta. Hay éxitos y
errores; a veces ganamos y a veces perdemos. Pero cada paso que
damos, con sus codos y recodos, nos permite crecer un poco más. En este
proceso, la oración es una potente fuerza que nos impide regodearnos en
la victoria o desesperarnos en la derrota.

Por eso nadie es tan íntegro como la persona que se basa en la oración.
Orar de manera potente y enfocada activa las fuerzas de la fe y la
práctica, que a su vez ponen en marcha las fuerzas del Buda y de la Ley.
Uno mismo es siempre el agente y el protagonista, en la medida en que
las oraciones transforman el propio corazón en lo recóndito de la vida. El
cambio interior —profundo e intangible— que tiene lugar allí donde un
sujeto hace la práctica no se agota en su propia persona [sino que se
extiende a los que forman parte de su ambiente]. De la misma manera,
cuando cambia una comunidad, las transformaciones tampoco se
detienen en ese círculo. Así como una ola pone otras olas en movimiento,
el cambio en el nivel comunitario crea un efecto en cadena que se
traslada también a otros espacios.

Quiero afirmar que el primer paso del cambio social consiste en cambiar
el corazón de cada individuo.

Allí, creo yo, adquiere profundo significado el planteamiento del


Daishonin de que «el budismo es razón».

Para volver al pasaje que estamos estudiando, los términos «sonido»,


«forma» y «agua límpida» corresponden a la postura con la cual oramos,
mientras que «eco», «sombra» y «reflejo de la luna» se refieren a la
respuesta natural que generan las oraciones. Así como estas tres
analogías se refieren a fenómenos que ocurren de acuerdo con principios
naturales, las oraciones del practicante del Sutra del loto también
producen respuestas claras, de acuerdo con la ley rigurosa de la vida y
con la razón.

Las oraciones, en el budismo Nichiren, carecen de toda soberbia o


prepotencia. El solo acto de sentarse ante el Gohonzon a entonar Nam-
myoho-renge-kyo conlleva la humildad de trascender el apego a la propia
sabiduría superficial y al alcance limitado de la propia experiencia, e
involucra el deseo sincero de fusionar nuestra vida con el ritmo
primordial de la naturaleza y del universo, revelado por la sabiduría del
Buda. Sin menospreciarnos ni humillarnos, concentramos todas las
acciones en el instante vital —por medio de nuestra oración resuelta— y
recargamos nuestra energía para desplegar un crecimiento ilimitado.
Esto constituye un estado de vida sumamente sano y satisfactorio.

Oremos al Gohonzon por todos los problemas o sufrimientos de la vida, y


desafiémonos para transformarlos.
La oración es de enorme importancia. Nunca olvidemos que es el punto
de partida de todos los avances. Si perdemos de vista esto y no
mejoramos nuestra realidad, hasta los discursos más elocuentes o los
argumentos más elaborados serán teorías estériles, ilusiones vacías.
Tanto la fe como el espíritu de Gakkai surgen de orar con intensidad y
profundidad sobre las situaciones reales.

Pero en el budismo del Daishonin la oración por sí sola no basta. Así


como una flecha disparada hacia el blanco contiene la poderosa fuerza
del arquero que la lanzó, nuestras oraciones condensan la totalidad de
nuestros actos y esfuerzos. Orar sin accionar es una simple enunciación
de deseos, y actuar sin orar es una estrategia poco productiva.

Por lo tanto, siento que las oraciones elevadas reflejan un noble sentido
de la responsabilidad. Una postura despreocupada o negligente hacia el
trabajo, los asuntos cotidianos y la vida en sí no se traduce en oraciones
serias. Los que se consagran a la oración son quienes asumen la
responsabilidad de su vida en cada aspecto y dan lo mejor en todos los
frentes.

También podría gustarte