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Estrategias del Cerebro Infantil

Este documento resume el libro "El cerebro del niño" que describe 12 estrategias para cultivar la mente de los niños en desarrollo. Explica que el libro analiza la integración del cerebro, tanto horizontal entre los hemisferios izquierdo y derecho, como vertical entre el cerebro superior e inferior. Se resumen las primeras dos estrategias para la integración horizontal de "Conectar y redirigir" y "Ponerle nombre para domarlo".

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Estrategias del Cerebro Infantil

Este documento resume el libro "El cerebro del niño" que describe 12 estrategias para cultivar la mente de los niños en desarrollo. Explica que el libro analiza la integración del cerebro, tanto horizontal entre los hemisferios izquierdo y derecho, como vertical entre el cerebro superior e inferior. Se resumen las primeras dos estrategias para la integración horizontal de "Conectar y redirigir" y "Ponerle nombre para domarlo".

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“El cerebro del niño”: estrategias 1 y 

2
Publicado el 19 enero, 2015 por Seño Punk 9

Últimamente he visto mucho interés entre las mamás por las redes sociales hacia el libro
“El cerebro del niño. 12 estrategias revolucionarias para cultivar la menta en
desarrollo de tu hijo“, de Daniel J. Siegel y Tina Payne Bryson.

Está muy baratito para Kindle en Amazon, así que si tienes el eReader y te interesa el
tema no dudes en comprarlo. Lo puedes hacer a través de este enlace.

He encontrado dos problemas principales con la lectura de este libro. Por una parte,
parece que hay un poco de miedo a que sea demasiado técnico. No lo es, todo lo
contrario, es bastante sencillo, aunque se trate de divulgación científica, el libro va
dirigido a padres, y por tanto es fácil de leer y muy práctico. Por otra parte, os falta
tiempo para poder darle a esta lectura. La verdad es que no es nada pesado y se lee
rápido, pero aun así, si os parece, he pensado que os puedo ofrecer un resumen de lo
más importante del libro.

He de decir que, aunque el libro en general me


parece útil, creo que el título es bastante
exagerado. 12 estrategias revolucionarias para
cultivar la mente… permítanme que lo dude. A mí
me da la sensación de que la mayoría se parece
mucho, al menos en su base, y se aplican de
diferente manera según la situación, pero bueno,
aun así ya digo que su lectura puede ser muy
beneficiosa para papás, y también para maestros.

La estructura del libro está muy bien organizada.


Hay una introducción en la que se dan unas
pinceladas superficiales a las características del
cerebro de los niños y en la que te preparan para
entender todo lo demás, y el resto se divide en 5
partes, en cada una de las cuales encontramos una
explicación sobre un aspecto del cerebro que se
va a trabajar y a continuación una o varias estrategias o técnicas a
desarrollar relacionadas con el mismo. Ellos mismos definen estas estrategias como la
manera natural de enfrentarse a las situaciones adversas, y animan no sólo a seguirlas
sino a explicárselas a los niños de manera explícita, un punto que me gusta bastante.

Este libro nos anima a ver esas situaciones que quieres dejar atrás, en las que sólo
intentas sobrevivir, como una oportunidad para ayudar al niño a progresar y hacerse más
poderoso emocionalmente.

Y sin más dilación, empezamos con el resumen ;)


¡A ejercitar el cerebro!

El libro se va a basar en el concepto de integración, que es lo que ayuda a las distintas


partes del cerebro a trabajar juntas como un todo. La integración coordina, equilibra y
mantiene unidas las distintas partes del cerebro, por lo que nos ayuda a tomar mejores
decisiones, tener un mayor control de nuestro cuerpo y nuestras emociones,
comprendernos plenamente a nosotros mismos, a tener unas relaciones más sólidas y un
buen rendimiento escolar. El problema es que para los niños es un proceso muy difícil,
porque el cerebro está poco desarrollado (de hecho no lo estará del todo hasta los 20
años).

Por otra parte, el cerebro, sobre todo el de los niños, es dúctil y maleable. Esto quiere
decir que las experiencias cambian la estructura del cerebro, por lo que es lógico
pensar que mediante estas experiencias podemos “reconfigurarlo” para ser más sanos y
felices. Además, debemos desarrollar los distintos elementos del cerebro por se parado,
ejercitándolo a la menor oportunidad, y facilitar la integración entre esas partes.

Por último en esta especie de introducción se habla de la salud mental. La definen


como la capacidad de permanecer en un río de bienestar. Debemos imaginarlos la vida
como ir remando en piragua por un río. Se trata de un río con una orilla en la que reina
el caos, es decir, el no control, y otra orilla en la que reina la rigidez, es decir, el control
excesivo. Para, efectivamente, tener salud mental, hemos de remar por en medio de este
río, sin acercarnos a los extremos, puesto que esto produciría un bloqueo de la
integración.

Y tras esta introducción, nos metemos de lleno en la llamada integración horizontal.


¿En qué consiste? Muy fácil, tenemos dos hemisferios en nuestro cerebro, el cerebro
izquierdo y el derecho, muy diferentes entre ellos. El hemisferio izquierdo es más
racional, puesto que en él encontramos el orden, la lógica… se trata de un hemisferio
literal y lingüístico, y basado en la relación causa-efecto. El hemisferio derecho, por su
parte, tiene un carácter más intuitivo, holístico y no verbal. En él reinan las emociones y
sensaciones, las imágenes, los gestos, los recuerdos personales. Está influido por el
cuerpo y las zonas inferiores del cerebro (de las que se hablará más adelante), y
predomina en niños pequeños (sobre los 3 años), para los que no existe lógica (de
hecho, podemos ver la activación del cerebro izquierdo cuando empiezan a preguntar
por qué), responsabilidad ni tiempo.

Pues bien, es muy importante que ambos hemisferios actúen conjuntamente (y de


hecho el cerebro está diseñado para ello), puesto que si hay un claro dominio del
hemisferio izquierdo, estaremos ante un desierto emocional, en el que se negarán las
emociones y además se volverán demasiado literales (como ocurre sobre todo en los
niños mayores); pero es que si hay un claro dominio del cerebro derecho, lo que
encontraremos será un aluvión emocional, que tampoco es plato de buen gusto para
nadie.
Para ayudar a los niños en esta integración horizontal (cuando vemos indicios de que
está predominando un lado sobre el otro), se habla de dos estrategias.

La primera estrategia se llama “Conecta y redirige“. Si el niño se encuentra ante un


aluvión emocional de los que hemos mencionado previamente, lo primero que tenemos
que hacer es conectar nuestro cerebro derecho con el del niño. ¿Cómo? Reconociendo
sus sentimientos (“Estás frustrado, ¿verdad?“), utilizando señales no verbales, contacto
físico… y sólo cuando se ha “conectado” emocionalmente y se ha recuperado el control,
es posible “redirigir” con el lado izquierdo, es decir, empezar a tratar los problemas de
manera racional, establecer límites y buscar una solución juntos.

La segunda estrategia se llama “Ponle nombre para domarlo“. La verdad es que es


un nombre con gancho, aunque lo que quiere decir es que se han de contar historias. Por
ejemplo, si un niño ha tenido una experiencia desagradable, le va a ayudar mucho
contarlo para entender lo que ha ocurrido. De esta manera le dará sentido a su
experiencia, de manera que sentirá que tiene mayor control sobre sí mismo. Eso sí,
debemos respetar siempre cómo y cuándo quieren hablar, no obligando en ningún
momento. Además, se ha de elegir un momento con el humor adecuado, que suele ser
cuando está haciendo cualquier cosa que le distraiga. Seguro que alguna vez te has
sentido muy mal y no has podido dejar de pensar en lo horrible que es todo, de manera
que cada vez te sentías peor. Eso es porque se establece un circuito emocional que se
retroalimenta en el hemisferio derecho. Ponerle nombre al sentimiento (haciendo actuar,
por tanto al hemisferio izquierdo, que recordemos que es quien domina el lenguaje)
reduce la actividad de ese circuito y por tanto ayuda a que el niño se sienta mejor. Con
los niños más pequeños, tendremos que convertirnos nosotros en los narradores
(preferiblemente con humor), y se recomiendan los libros caseros con dibujos con las
propias experiencias para esta actividad.

Y hasta aquí la primera entrega de este ciclo de “El cerebro del niño”. Si tenéis alguna
duda, no tengáis ningún reparo en preguntar. Espero que os resulte útil. El próximo día
iremos con la integración vertical y 3 estrategias más.

“El cerebro del niño” (II): estrategias 3, 4


y 5.
Pues seguimos con la segunda entrega del resumen del libro “El cerebro del niño. 12
estrategias revolucionarias para cultivar la mente en desarrollo de tu hijo“, de Daniel
J. Siegel y Tina Payne Bryson.

En la primera entrega hablamos de la integración horizontal y las dos primeras


estrategias para logar ese tipo de integración. Hoy seguimos con la integración vertical,
para la que habrá 3 nuevas estrategias.

Pero antes de preguntarnos qué es la integración vertical, debemos conocer sus


componentes: el cerebro superior y el cerebro inferior.

El cerebro superior es básicamente la corteza cerebral (la parte más superficial del
cerebro, ésa que parece arrugada, excepto la parte trasera, que es el cerebelo). Es la
parte del cerebro más evolucionada y en la que se encuentra el pensamiento, la
imaginación y la planificación. Vamos, lo que nos hace ser humanos. Esta parte del
cerebro realiza funciones tan importantes como regular emociones, plantearse
consecuencias, pensar antes de actuar, o tener en cuenta los sentimientos de los demás.
Pero claro, no alcanza su madurez completa, de nuevo, hasta los 20 años.
Manera hipercientífica de explicar lo que es la corteza cerebral xD (¡no todo iba a ser
tan serio!)

El cerebro inferior está compuesto por el tronco cerebral y el sistema límbico. Es la


parte del cerebro más primitiva, y por tanto realiza las funciones más básicas, y es el
causante de las reacciones innatas e impulsos, de las emociones emociones fuertes…
Esto ocurre básicamente a una parte del sistema límbico llamada amígdala (sí, como las
de la garganta pero con neuronas), que siempre está alerta ante las posibles amenazas. Si
ve peligro, la amígdala asume el control de la situación, y es cuando actuamos antes de
pensar. Por supuesto, no es difícil imaginar que el cerebro inferior está plenamente
desarrollado al nacer.

Anatomía del tronco cerebral, más conocido como “lo que hay entre la médula el resto
del cerebro”
Anatomía del sistema límbico (amígdala incluida)

De manera análoga a como ocurría con los cerebros derecho e izquierdo, lo ideal es que
el cerebro superior y el cerebro inferior estén en equilibrio. Ya no os sonará a chino que
diga que tiene que haber una integración vertical, ¿verdad?

Si uno de los dos cerebros predomina sobre el otro, se producen las rabietas. Pero las
rabietas serán distintas si provienen del cerebro superior o del inferior. Las rabietas del
cerebro superior son voluntarias. El niño ha decidido tener una pataleta, así que si
quiere, puede interrumpirla. En este caso, deberían ponerse unos límites estrictos y tener
una conversación sobre su conducta. Sin embargo, en medio de una rabieta del
cerebro inferior, desaparece la capacidad para usar el cerebro suprior, por lo que no se
pueden controlar el cuerpo ni las emociones. Por tanto, en este caso la respuesta ha de
ser afectuosa y reconfortante hasta que el cerebro superior se vuelve a activar y se puede
hablar de conductas adecuadas e inadecuadas. Esto se parece bastante a “Conectar y
redirigir“, ¿no crees?

Para que el cerebro inferior y el superior permanezcan integrados verticalmente, y por


tanto no se produzca ningún tipo de rabieta, podemos utilizar 3 estrategias. La primera
es para actuar más bien ante una rabieta, las otras dos son más bien para desarrollar el
cerebro superior, de manera que en algún momento deje de dominar el inferior.

 Estrategia número 3: “Activa, no enfurezcas“. Esta estrategia viene a decir,


básicamente, que ante una situación de estrés lo inteligente es activar el cerebro
superior en lugar de enfurecer al inferior. Para ello, podemos hacer preguntas, buscar
alternativas o incluso negociar.

 Estrategia número 4: “Úsalo o piérdelo: ejercita el cerebro superior“. Esta estrategia


consiste en ejercitar el cerebro superior, para que pueda ponerse, por fin, a la altura
del inferior. ¿Cómo? Se pueden hacer varias cosas, y además no son alternativas o
eliminatorias, así que se pueden poner todas en práctica:
o Evitar resolver sus problemas y no acudir en su ayuda a la mínima
oportunidad. Debemos permitir que se debatan antes de tomar una decisión y
asumir las consecuencias. Esto también es un poco confiar en sus posibilidades
de decisión y de responsabilidad.
o Enseñarles, cuando se encuentren bien, actitudes que les ayudarán a tomar las
decisiones acertadas cuando estén disgustados: respirar hondo, contar hasta
10, expresar lo que sienten, o incluso pegarle patadas a la almohada para
desahogarse.
o Plantear preguntas que ayuden a ir más allá de la superficie (por ejemplo por
qué hicieron algo…) y sobre todo que les induzcan a pensar en los
sentimientos ajenos. No olvidemos que, según a qué edades, todavía están en
una etapa bastante egocéntrica y esto de que los demás también tengan
sentimientos, por mucho que tú se lo repitas mil veces, no acaban de verlo
claro xD
o Plantear también preguntas pero relacionadas con ética y moral en situaciones
cotidianas, ofrecer situaciones hipotéticas… un poco preparar al cerebro
superior para las posibles situaciones en las que el cerebro inferior “saltará
sobre él”.
 Estrategia número 5: “Muévelo o piérdelo: cueve el cuerpo para no perder la
cabeza“. Esta estrategia se basa en el hecho probado de que el movimiento corporal
afecta directamente a las sustancias químicas del cerebro (neurotransmisores). Por
tanto, podemos alterar nuestro estado físico (de movimiento o relajación) para
cambiar nuestro estado emocional. ¿Has oído alguna vez que al correr se segregan
ciertas sustancias en el cerebro que hacen que nos sintamos bien? Pues esto es muy
parecido. Tan parecido que incluso diría que es lo mismo xD

Y hasta aquí la segunda entrega de este ciclo sobre el cerebro de los niños. Si tenéis
alguna duda, no tengáis ningún reparo en preguntar. Espero que os siga resultando útil.
El próximo día iremos con las memorias implícita y explícita, así como con las
estrategias 6 y 7.

“El cerebro del niño” (III): estrategias 6


y 7.
Publicado el 26 enero, 2015 por Seño Punk

Después de un pequeño descanso, volvemos con esta especie de ciclo sobre “El cerebro
del niño. 12 estrategias revolucionarias para cultivar la mente en desarrollo de tu
hijo”  de Daniel J. Siegel y Tina Payne Bryson, hoy con la tercera entrega.

En la primera entrega hablamos de la integración horizontal y las dos primeras


estrategias para logar ese tipo de integración. En la segunda entrega pasamos a la
integración vertical, con las siguientes 3 estrategias. Hoy seguimos con la integración
entre las memorias implícita y explícita, para la que habrá 2 nuevas estrategias.

Empezaremos rompiendo un mito (y no será el único que caiga hoy). Quién no ha


pensado alguna vez (o escuchado, o dado por hecho…) que la memoria es un archivador
mental, es decir, que cuando pensamos en cierto evento de nuestro pasado, simplemente
buscamos el cajón correcto del archivador y evocamos el recuerdo. Así de fácil. Pues no
es así. La memoria se basa en asociaciones. El cerebro procesa algo en el presente y lo
relaciona con experiencias parecidas del pasado, que, por supuesto, influyen mucho e
nuestra manera de pensar, de percibir… Esto ocurre porque el funcionamiento del
cerebro es exactamente eso: asociaciones de neuronas. Podríamos decir que de esta
forma el cerebro se prepara para las cosas que pueden ocurrir basándose en la
información que ha recabado en el pasado, por lo que éste moldeará nuestro presente
y nuestro futuro.

Bueno, igual con menos lucecitas…

Otro mito, muy relacionado, es que la memoria es como una fotocopiadora que
reproduce exactamente los hechos del pasado. Tampoco es así. Cada vez que
recuperamos un recuerdo, lo estamos alterando sin darnos cuenta. ¿Nunca te ha
pasado que ya no sabes si recuerdas o has imaginado? Lo cierto es que distorsionamos
continuamente los recuerdos, a veces ligeramente y a veces de manera más significativa.
Es más, en el recuerdo van a influir dos claros factores: el ánimo al crear el recuerdo, y
también al recuperarlo.

Algún día me ocurrirá esto, y estoy segura de que ese día no está muy lejos xD

Tras esto, vamos con los dos tipos de memoria que nos presentan Siegel y Payne en este
capítulo.

La memoria en la que todos pensamos al buscar esa palabra en nuestro cerebro, es decir,
aquella que nos da la capacidad de recordar cierto momento del pasado, es la memoria
explícita. Se llama así, en contraposición con la memoria implícita, que, por el
contrario, actúa sin que nos demos cuenta de que estamos recordando. La memoria
implícita codifica percepciones, emociones, sensaciones corporales y conductas, y nos
lleva a crearnos expectativas sobre cómo funciona el mundo a partir de experiencias
previas. Además, crea imprimación, es decir, que a partir de ella, el cerebro se prepara
para responder de una manera determinada. Esto último explica algunas reacciones
inusuales, puesto que la memoria implícita puede haber creado algunos modelos
mentales inconscientes de manera que respondemos sin saber a qué exactamente.

Ambos tipos de memoria se entrelazan continuamente y actúan de manera conjunta


en la vida cotidiana, y esto es posible gracias a una zona del cerebro llamada
hipocampo. Podemos pensar en el hipocampo como un motor de búsqueda en la
recuperación de recuerdos. Digamos que busca y encaja piezas de memoria implícita
para volverla explícita. Sólo así somos capaces de reflexionar sobre su impacto en
nuestra vida, de dar sentido a lo que ocurre en nuestro interior y de controlar cómo
pensamos y actuamos. Así que el hipocampo es el encargado de esa integración de
ambos tipos de memoria, es quien explora para que nos enfrentemos a los recuerdos
implícitos de manera intencionada, para que no ocurran esas reacciones inusuales (por
ejemplo, en el caso de un niño, podría ser negarse a ir a clase de natación poniendo una
excusa barata cuando siempre le ha gustado mucho ir).
Como veis, el señor Hipocampo no se encuentra muy alejado de nuestra amiga la
amígdala…

Pues bien, para ayudar al pobre hipocampo y convertir a los niños en niños de cerebro
pleno, podemos usar las dos estrategias de hoy:
 Estrategia número 6: “Usa el mando a distancia de la mente: reproduce los
recuerdos“. Esta estrategia nos invita a hablar de nuestra memoria a los niños
como si de un DVD interno se tratase. Todos tenemos un mando a distancia que
lo controla, así que
podemos ir
reproduciendo los
pasajes de nuestros
recuerdos (y por
tanto verbalizarlos)
al ritmo que
queramos, para que
les de menos miedo.
Además, debemos
darles la oportunidad
de elegir lo que van
a afrontar (a contar),
de interactuar con la
experiencia a su
propio ritmo. Esto
quiere decir que si
llegados a un punto,
no quiere seguir,
debemos darle la
oportunidad de darle al botón de avanzar rápido y que siga contando lo que pasó
después, para que vuelva al punto que no quiere recordar en el momento que lo
desee, cuando esté preparado, probablemente tras contar y analizar todo lo
demás.

A mí, personalmente, la estrategia número 6 me recuerda mucho a la segunda de “Ponle


nombre para domarlo“. ¿No se trata al fin y al cabo de contar historias? Ya comenté
que las estrategias me parecían un poco repetitivas, como si fueran las mismas en
diferentes contextos…

 Estrategia número 7: “Convierte el acto de recordar en parte de la vida


cotidiana“. Esta estrategia comprende ir un paso más allá. No sólo hay que usar
el mando a distancia de la mente cuando haya problemas que resolver, sino que,
si convertimos el acto de recordar en algo cotidiano, damos más ocasiones para
mejorar la capacidad de integrar los recuerdos implícitos y explícitos. Todo es
cuestión de práctica. Así que, aunque no se nos presente ningún conflicto, es
conveniente que entrenemos la capacidad de recordar. Pregúntale a tus hijos qué
tal ha ido el día a diario, pero no te conformes con un “bien” o un “regular”. Si
tu hijo te cuenta qué ha hecho, lo que ha sentido, sus impresiones de las cosas
que le han pasado, y todo ello a diario, entrenará esta capacidad tan importante,
y podrá realizar la estrategia número 6 con mucha más facilidad. Eso sí, no le
fuerces. Muestra tu interés, y, por supuesto, ofrece un buen ejemplo y cuéntale
cómo te ha ido al día a menudo. Lo agradeceréis ambos en dos sentidos: vuestra
integración de ambas memorias funcionará a la perfección, y además gozaréis de
un rato íntimo juntos y por tanto probablemente de una relación más cercana y
fuerte.
¡Vamos, unas cuantas repeticiones más y tendrás un cerebro “ciclao”!

Como veis, tampoco se trata de una gran innovación, aunque eso no quiera que
personalmente me parezca un gran consejo.

Y hasta aquí la tercera entrega de este ciclo sobre el cerebro de los niños. Como
siempre, si tenéis alguna duda, no tengáis ningún reparo en preguntar. Espero que os
siga resultando útil. El próximo día iremos con la “clarividencia” (que dicho así parece
un superponer xD), y las estrategias 8, 9 y 10.

Hasta entonces, que os vaya bonito! ;)

“El cerebro del niño” (IV): estrategias 8,


9 y 10
Publicado el 2 febrero, 2015 por Seño Punk

Y volvemos con esta especie de ciclo sobre “El cerebro del niño. 12 estrategias
revolucionarias para cultivar la mente en desarrollo de tu hijo”  de Daniel J. Siegel
y Tina Payne Bryson, hoy con la cuarta entrega. ¡Ya sólo queda una más!

En la primera entrega hablamos de la integración horizontal y las dos primeras


estrategias para logar ese tipo de integración. En la segunda entrega pasamos a la
integración vertical, con las siguientes 3 estrategias. En la tercera entrega nos pusimos
con la integración entre las memorias implícita y explícita, para la que hablamos de 2
nuevas estrategias. Hoy hablaremos de la primera parte de lo que los autores llaman
“visión de la mente”, que constituye la “clarividencia”, y para la cual utilizaremos las
estrategias 8, 9 y 10.

Los autores hablan finalmente sobre lo que llaman “visión de la mente”, es decir, la
comprensión de la mente que, sí, claro está, hay que trabajar de manera explícita.

Comprender la mente humana tiene dos vertientes: la comprensión de nuestra propia


mente, o clarividencia, y la comprensión de la mente del otro, o empatía. Hoy
abordaremos la primera vertiente.

Para comprender esta clarividencia (que hasta ahora puede que nos suene a algo
místico, espiritual o incluso a un superpoder xD) o comprensión de nuestra propia
mente, los autores utilizan el símil de una rueda. Una rueda que a partir de ahora
llamaremos “rueda de la conciencia”, y que se compone de dos zonas claramente
diferenciadas: el disco y el aro.
El aro representa aquello en lo que nos fijamos de nosotros mismos, de lo que somos
plenamente conscientes. Por el contrario, el disco representa el lugar interior de la
mente desde donde tomamos consciencia de todo lo que ocurre alrededor y dentro de
nosotros. Es decir, el aro está lleno de aspectos concretos de nuestra vida, de nuestra
personalidad… y todos ellos se integran en el disco, desde donde tenemos una visión
mucho más amplia de nosotros mismos, puesto que abarca todos los aspectos que
podemos encontrar en el aro.

Por si no estabais seguros de lo que era una rueda. De nada ;)

El problema empieza cuando


nos atascamos en el aro, puesto
que dirigimos toda nuestra
atención a unos pocos aspectos
concretos del mismo que nos
generan angustia (estoy
haciendo mi trabajo de manera
horrible, no valgo para esto…),
y se pierde el contacto con las
demás partes del aro que podrían
ayudarnos a sentirnos mejor
(también es verdad que las
condiciones en las que estoy
trabajando no son las mejores,
etc). Cuando nos quedamos
atascados en el aro, no captamos
la diferencia entre “ser” y
“estar”, de manera que
percibimos un estado pasajero como parte de nuestro yo permanente (no haber
hecho bien mi trabajo no quiere decir que sea horrible en mi trabajo), y el estado acaba
volviéndose un rasgo que nos define.

Así que para integrar los diferentes aspectos del aro y dejar de percibir un estado
pasajero como un rasgo que nos define, tenemos que desplazarnos del punto del aro
en el que nos hemos quedado atascado, al disco, donde podremos ver nuestros
problemas con mayor perspectiva.

Para ello, como imaginaréis, 3 estrategias:

 Estrategia número 8: “Enseña que los sentimientos vienen y se van“. Y es


que, tanto nosotros mismos como los niños, debemos reconocer los sentimientos
como circunstancias temporales. Es decir, debemos ayudar a comprender a los
niños que los sentimientos son estados, no rasgos. Ahora te sientes muy
enfadado o decepcionado, pero ya verás como mañana lo ves de otra manera.
Cuando los niños se sienten mal, no saben que eso no va a ser así para
siempre, condición que perpetúa su malestar. Así que es importante que se lo
expliquemos nosotros, que les ayudemos a comprender que mañana se sentirá
mejor aunque ahora le parezca imposible.
 Estrategia número 9: “La criba: presta atención a lo que pasa dentro“. Esta
estrategia nos impulsa a ayudar a los niños a reconocer los distintos aspectos de su
aro. Es decir, procurar que no sólo vean aquello negativo que tanto malestar les está
generando, sino también todo lo positivo que tiene alrededor, y que en principio no
pueden ver porque están ofuscados en lo negativo. Para ello, hay que aprender a cribar
sensaciones, imágenes, sentimientos y pensamientos (educación emocional en toda
regla), que se influencian entre sí que juntos pueden crear y modificar nuestro estado de
ánimo.

 Estrategia número 10: “Regreso al disco central“. En este caso, realizamos


exactamente lo mismo que en las estrategias anteriores pero, siendo más
mayores, de manera totalmente consciente. Esto quiere decir que hemos de
hablarles a los niños de su propia rueda de la consciencia, de su aro, de su
disco, y de lo que puede significar quedarse atascados en un punto concreto
del aro. Así, cuando esto ocurra, el niño podrá utilizar técnicas de relajación y
pensar en su propia rueda de la conciencia para encontrar todos esos puntos que
no ve sin ponerse a pensar en ellos explícitamente.

Como veis, tampoco es que haya grandes diferencias entre estas 3 estrategias.

Y hasta aquí la cuarta entrega de este ciclo sobre el cerebro de los niños. Como siempre,
si tenéis alguna duda, no tengáis ningún reparo en preguntar. Espero que os siga
resultando útil. El próximo día acabaremos el ciclo con la empatía y, por fin, las
estrategias 11 y 12.

Hasta entonces, ¡sed clarivident

“El cerebro del niño” (V): estrategias 11


y 12
Publicado el 6 febrero, 2015 por Seño Punk

Y terminamos el ciclo sobre “El cerebro del niño. 12 estrategias revolucionarias


para cultivar la mente en desarrollo de tu hijo”  de Daniel J. Siegel y Tina Payne
Bryson, con la quinta y última entrega.

Para empezar, recordaremos que en la primera entrega hablamos de la integración


horizontal y las dos primeras estrategias para logar ese tipo de integración. En la
segunda entrega pasamos a la integración vertical, con las siguientes 3 estrategias. En la
tercera entrega nos pusimos con la integración entre las memorias implícita y explícita,
para la que hablamos de 2 nuevas estrategias. En la cuarta entrega se trató la primera
parte de lo que los autores llaman “visión de la mente”, que constituye la
“clarividencia”, y para la cual se recomiendan las estrategias 8, 9 y 10. Y finalmente
hoy hablaremos de la segunda parte de esa visión de la mente constituida por la empatía,
trabajando las dos últimas estrategias.

Como recordaremos, los autores hablan finalmente sobre lo que llaman “visión de la
mente”, es decir, la comprensión de la mente. Pero  también hablamos de que esta
visión de la mente tiene dos vertientes: la comprensión de nuestra propia mente, o
clarividencia, y la comprensión de la mente del otro, o empatía. Hoy abordaremos la
vertiente que nos queda, es decir, la segunda.

Lo primero que tenemos que comprender en esta tarea de ayudar a los niños a que
comprendan la mente de los demás, es que los peques necesitan ayuda para entender
qué significa formar parte de un grupo, de un “nosotros”, para estar integrados con los
demás. Este tipo de integración (como sabéis, palabra estrella de este libro) se llama
integración interpersonal.

Además, se nos explica cómo actúa nuestro cerebro para generar esa empatía que
buscamos. Resulta que hay un tipo de neuronas llamadas neuronas espejo que son la
raíz de la empatía en el cerebro humano. Estas neuronas permiten que veamos una
acción, podamos entender su propósito, y nos preparemos para imitarla. Así que, aunque
no realicemos dicha acción, ya entendemos sus causas y hemos experimentado en
nuestro cerebro cómo pueden generarse. Y, claro está, ocurre lo mismo con los estados
emocionales. ¿Quién no ha aguantado el tipo en una situación triste hasta que ha visto a
otra persona llorar? Ahí hemos pillado a vuestras neuronas espejo en acción ;)
¿Puedes ver la imagen sin que te entren ganas de bostezar? ¡Pues eso ocurre por el
mismo mecanismo!

Por otra parte, en el capítulo también se comenta algo tan interesante y trascendente
como el hecho de que los tipos de relación que se experimenten durante la infancia,
determinarán la manera de relacionarse con los demás en la madurez. Esto es así
porque estas relaciones crean las ideas de cómo pueden encajar en el mundo que les
rodea, además de que es un momento genial para comprobar cómo funcionan las
relaciones y cómo les harán sentirse. Por tanto, es muy evidente la importancia del
modelo. Y no olvidemos que el modelo somos nosotros mismos, así que ofrezcámosles
modelos de buenas relaciones, esas que nos gustarían que ellos también establecieran en
el futuro.

Pero además, debemos procurar que permanezcan en un estado abierto y receptivo hacia
los demás, en contraposición a un estado cerrado y reactivo, y por supuesto, ya dije que
me gustaban mucho estos detalles del libro, explicárselos abiertamente para que los
puedan distinguir. La razón fundamental es que el estado abierto y receptivo activa
ciertos circuitos del cerebro superior que nos conectan a los demás, haciendo que nos
sentamos seguros y visibles; y, por el contrario, el estado cerrado y reactivo, es un
estado de lucha – huida – inmovilidad que no nos beneficia en absoluto.

Para conseguir todo lo anterior, como es habitual, disponemos de unas estrategias


propuestas por los autores del libro y que paso a describir:

 Estrategia número 11: “Aumenta el factor diversión“. Esta estrategia te invita,


simplemente, a que disfrutemos de la compañía de los demás. La razón es sencilla y
neurológica. La dopamina es un neurotransmisor, es decir, una sustancia química que
segregan nuestras neuronas, que se segrega como recompensa. Si jugamos y nos
divertimos, el cerebro, como recompensa nos dará un chute de dopamina que hará
que queramos que la experiencia se repita. De hecho, la mejor forma de predecir que
un par de hermanos tendrán una buena relación en el futuro, es analizando el grado
de diversión conjunta que han tenido durante la infancia, ¡incluso sin importar el nivel
de conflicto! Suena poderoso…

El niño es que es de risa fácil…

 Estrategia número 12: “Conecta a través del conflicto“. Esta estrategia nos pide que
enseñemos a discutir pensando en un “nosotros”, porque gracias a los conflictos
tenemos la oportunidad de enseñar a reconocer otros puntos de vista, la
comunicación no verbal, y a hacer las paces, esto último interpretado como actos de
arrepentimiento que demuestran que tienen en cuenta nuestros sentimiento y
quieren reparar la relación, ya sea hacerte un dibujo, reparar alguna situación que se
ha estropeado, y un largo etcétera que no incluye el perdón forzoso.

Y hasta aquí el ciclo de 5 entradas sobre “El cerebro del niño”. La verdad es que me ha
gustado darle un repaso al libro, por su utilidad y porque me gusta el hecho de que la
educación esté unida a la ciencia, dos de mis grandes pasiones. Como siempre, espero
que os haya resultado útil, no estaría de más tratar de aplicar las estrategias poco a poco.
Y si además dentro de un tiempo me comentáis el resultado (ya sea positivo o negativo),
ya será la bomba.

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