La Filosofia en La Antigüedad
La Filosofia en La Antigüedad
La Filosofia en La Antigüedad
Se trataba de una filosofía que pretendía abarcar una gran cantidad de ideas y campos,
aunque su fin último siempre estuvo en encontrar el fundamento que se esconde detrás
todas las cosas. Los filósofos de este período se caracterizaron por un lenguaje cargado de
crítica y reflexión, logrando de esta manera trascender la visión mitológica imperante en su
tiempo.
PLATON Y ARISTOTELES
Platón y Aristóteles son, probablemente, los dos pensadores que más han influido en la
cultura occidental. Incluso hoy en día, una buena parte de nuestro modo de pensar,
hayamos estudiado o no filosofía en escuelas y universidades, tiene su razón de ser en los
trabajos que estos dos habitantes de la Antigua Grecia fueron desarrollando entre los siglos
V y IV a.C
Platón defendía la idea de que hay vida después de la muerte, ya que los cuerpos se
degradan y desaparecen pero las almas, que forman el verdadero núcleo de la identidad de
las personas, son eternas, al igual que lo son las ideas universalmente verdaderas (las leyes
matemáticas, por ejemplo
LOS SOFISTAS
Los sofistas pertenecen a una escuela filosófica en la Grecia Antigua. Sus representantes
más destacados fueron Protágoras, Gorgias, Pródico y otros (siglo V antes de nuestra era).
En algunos problemas, los sofistas oscilan entre el materialismo y el idealismo, pero en
general su filosofía se distingue por su subjetivismo y la negación de la verdad objetiva.
Protágoras enseñaba que “el hombre es la medida de todas las cosas”. Gorgias defendía tres
tesis: 1) nada existe; 2) si algo existiera sería inconcebible para el hombre; 3) si fuera
concebible, tampoco se podría transmitir o explicar a los demás. Los sofistas actuaban
como maestros de elocuencia y del arte de vencer al adversario en la disputa refutando sus
argumentos, sin tener en cuenta quién estuviese en la posesión de la verdad. Esto dio
también a la sofística (ver) un sentido nominal de hábil juego de palabras, de un filosofar
retórico, justo en apariencia, pero esencialmente falso.
Las escuelas más opuestas entre sí son las de los Cínicos y los Cirenaicos. No obstante, en
ambas podemos apreciar rasgos de la personalidad socrática. En la de Aristipo, la
ciremaica, podemos ver la tendencia socrática al hedonismo y su procedimiento utilitarista,
según los testimonios de Jenofonte y de los primeros Diálogos de Platón; y en la de
Antístenes, la escuela cínica, que es quizá la que más se aproximó al ejemplo de vida
socrática, su austeridad y su alta estima de la virtud, considerada como la cosa más preciada
del mundo.
Pero todas ellas tenen algunos untos de contacto: El desinterés por la metafísica, la
atención fundamental a las cuestiones éticas, La concepción de la filosofía como un modo
de vida, su idea del sabio como una persona independiente, autárquica, serena y
equilibrada, de donde, para ellos, la finalidad del filósofo no es la vida teorética, sino la
vida práctica.
LA ESCUELA CÍNICA.
Su fundador fue Antístenes, un discípulo de Sócrates que se estableció cerca de la plaza
del perro ágil, de ahí se desprende el nombre de “cínicos”, que significa perro.
Los cínicos identifican la eudemonía socrática con la autarquía y con la supresión de las
necesidades; desprecian la familia, la sociedad y la patria,por esto último se consideraran
ciudadanos del mundo y es así como nace el sentimiento cosmopolita.
El sucesor de Antístenes es Diogenes, quien le dio al movimiento su sello definitivo, sobre
todo en cuanto al modo de vivirlo; a él dedicaremos nuestro aporte doxográfico en esta
entrega, su vida fue un fiel reflejo del pensamiento cínico y además muy pintoresca.
Diógenes, hijo de un banquero llamado Icesio, nació en Sínope. Diocles dice que como su
padre tuvo un banco público y fabricaba moneda adulterada, huyó Diógenes de su ciudad
natal. Otros, en cambio, afirman que fue el mismo Diógenes quien hizo el desfalco, y salió
desterrado con su padre. Llegando a Atenas, se encaminó con Antístenes; y como éste, a
nadie admitía, no lo aceptó como discípulo, sin embargo su constancia no decayó. Fue así
que cuando lo amenazó a golpearlo con él báculo, puso él la cabeza debajo, diciendo:
“Descárgalo, pues no hallarás leño tan duro que de ti me aparte, con tal que me enseñes
algo” (Diogenes Laercio).
A partir de ese momento se le unió como su principal seguidor. Se caracterizó por llevar
una vida frugal y parca. Cuenta Teofrasto , que al ver un ratón que sin buscar lecho, no
temía la oscuridad ni anhelaba nada para vivir, halló el remedio a su indigencia.
Consideraba cosa de niños la nobleza, la gloria mundana y demás cosas así, diciendo que
eran adornos de la malicia; y concluía que sólo la República natural es la buena en el
mundo. Preguntándole de dónde era, respondió: “Ciudadano del mundo .”
Promovía el amor libre, que cada cual mantuviera relaciones con quien pudiese y por
consiguiente, que los hijos fuesen de la comunidad. Aseguraba que no es mal alguno tomar
cosas de los templos, comer de todos los animales, y aun carne humana, como era
costumbre en otras naciones. Cierta vez, habiendo sido tomado esclavo, al venderlo le
preguntaron qué sabía hacer, y el respondió: “Sé mandar a los hombres”. Fue entonces que
le solicitó al Pregonero, que preguntase si alguno quiería comprarse un amo.
A Jeníades, que fue quien lo compró, le decía que debía obedecerle, por más que fuese su
esclavo; pues aunque el médico y el piloto sean esclavos, e necesario obedecerles.
Habiendo Alejandro venido repentinamente a su presencia, le dijo: ¿No me temes?,
entonces Diógenes le preguntó si era bueno o malo; diciendo aquel que era bueno, le
respondió Diógenes: ¿Pues al bueno quién le teme?