1 - Whorf, B.L. La Relación Entre Lenguaje y Pensamiento y Conducta Habituales (1941)
1 - Whorf, B.L. La Relación Entre Lenguaje y Pensamiento y Conducta Habituales (1941)
1 - Whorf, B.L. La Relación Entre Lenguaje y Pensamiento y Conducta Habituales (1941)
1974 [1941] “La relación entre lenguaje y pensamiento y conducta habituales”, en:
Garvin, Paul y Yolanda Lastra de Suárez (eds.), Antología de estudios de
etnolingüística y sociolingüística, trad. española de José Joaquín Montes, México,
Universidad Nacional Autónoma de Mexico, págs. 125-152.
Probablemente habrá consenso unánime sobre la afirmación de que una pauta aceptada
en el uso de las palabras es a menudo anterior a ciertos lineamientos de pensamiento y a
ciertas formas de conducta. (…) [Pero n]o es tanto en estos usos especiales del lenguaje
como en sus formas constantes de arreglar los datos (…) que hemos de reconocer la
influencia que tiene en otras actividades culturales y personales.
Conocí un aspecto de este problema antes de haber estudiado con el doctor Sapir
y en un campo comúnmente considerado ajeno a la lingüística. Fue en el transcurso de
mi trabajo profesional con una compañía de seguros contra incendio, cuando me tocó el
oficio de analizar muchos cientos de informes sobre las circunstancias que rodean la
iniciación de los incendios (…). Mi análisis se dirigía hacia las condiciones puramente
físicas (…). Pero a su debido tiempo se hizo evidente que no sólo una situación física
(…) sino el significado de tal situación para la gente era a veces un factor que a través
del comportamiento de las personas se traducía en incendio. Y el “significado” era un
factor clarísimo cuando era un significado lingüístico que residía en el nombre o en la
descripción lingüística comúnmente aplicada a la situación. Así, el comportamiento
alrededor de un depósito de “tanques de gasolina” tenderá a un cierto tipo, esto es, se
tendrá gran cuidado; mientras que alrededor de un depósito de lo que se llama “tanques
vacíos de gasolina” el comportamiento tenderá a ser diferente –descuidado, con poca
restricción de fumar o arrojar colillas a su alrededor. Sin embargo los tanques vacíos sin
quizá los más peligrosos puesto que contienen vapores explosivos. Físicamente la
situación es peligrosa, pero el análisis lingüístico de acuerdo con la analogía regular ha
de emplear la palabra “vacío”, lo que inevitablemente sugiere ausencia de riesgo. La
palabra “vacío” se emplea en dos esquemas lingüísticos: 1. como virtual sinónimo de
“nulo y vacuo, negativo, inerte”; 2. aplicada al análisis de situaciones físicas sin tener en
cuenta, por ejemplo, vapores, vestigios líquidos o desechos diseminados en el
recipiente. La situación queda definida de acuerdo a la pauta 2 y luego la actividad real
en torno de lo que así ha sido definido se basa en la pauta 1; esto es una fórmula general
para el condicionamiento lingüístico de la conducta que se torna peligrosa. (Págs. 125-
126)
El material lingüístico citado (…) se limita a simples palabras, frases y pautas de
limitado alcance. No se puede estudiar la coacción de tal material sobre el
comportamiento sin sospechar otra compulsión que proviene de una vasta
estructuración de categorías gramaticales tales como pluralidad, género y clasificaciones
similares (animado, inanimado, etc.), tiempos, voces y otras formas verbales,
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clasificaciones del tipo “partes de la oración” y de si un morfema unitario, una palabra
flexionada o una combinación sintáctica es lo que denota una experiencia. Una
categoría como la del número (singular vs plural) es un intento de interpretar todo un
gran sector de experiencia, virtualmente todo el mundo o la naturaleza; es un intento de
demostrar cómo debe segmentarse la experiencia, cuál experiencia debe llamarse “una”
y cuál “varias”.
Pero la dificultad para apreciar la magnitud de la influencia es grande a causa de
su carácter de trasfondo, y de la dificultad de permanecer fuera de nuestro propio
idioma que es un hábito y un non est disputandum cultural, de escudriñarlo
objetivamente. Y si tomamos una lengua muy distinta, esta lengua se vuelve una parte
de la naturaleza y aun le hacemos lo que ya le hemos hecho a la naturaleza. Tendemos
a pensar en nuestra propia lengua para examinar la lengua exótica. (...)
En mi estudio de la lengua hopi, lo que veo ahora como una oportunidad para
trabajar en este problema se me impuso antes de que yo me diera cuenta del mismo. La
aparentemente interminable tarea de describir la morfología por fin terminó; sin
embargo, era evidente, especialmente a la luz de las conferencias de Sapir sobre el
navajo, que la descripción del lenguaje estaba muy lejos de ser completa. Sabía por
ejemplo la formación morfológica de los plurales pero no cómo usar esos plurales. Era
evidente que la categoría del plural en hopi no era lo mismo que en inglés, francés o
alemán. Algunas cosas que eran plural en esas lenguas eran singular en hopi. La fase de
investigación que entonces principié duró casi dos años.
El trabajo empezó a tomar el carácter de una comparación entre el hopi y las
lenguas europeas occidentales. También resultó evidente que aun la gramática hopi
tenía relación con la cultura hopi, como la gramática de las lenguas europeas con
nuestra propia cultura “occidental” o “europea”. Y resultó que la interrelación implicaba
grandes inclusiones de la experiencia por medio del lenguaje, tales como nuestros
propios términos “tiempo”, espacio”, “substancia”, “materia”. Puesto que respecto a los
rasgos comparados hay poca diferencia entre los idiomas inglés, francés, alemán y otras
lenguas europeas con la posible (pero dudosa) excepción de los idiomas balto-eslavos y
no-indoeuropeos, he juntado esas lenguas en un grupo llamado SAE o Standard
Average European (europeo medio estándar). (Págs. 128-129)
En nuestro idioma, es decir en SAE, la pluralidad y los números cardinales se
aplican de dos maneras: a plurales reales y a plurales imaginarios, o más exacta aunque
menos suscintamente: conjuntos perceptibles en el espacio y conjuntos metafóricos.
Decimos “10 hombres” y también “10 días”. Diez hombres pueden ser o podrían ser
objetivamente percibidos (...) [p]ero “diez días” no pueden experimentarse
objetivamente. (...) Cuando hablamos de diez pasos hacia adelante, diez campanadas o
cualquier otra secuencia cíclica descrita similarmente, de cualquier tipo de “veces”[,]
estamos haciendo lo mismo que con “días”. La periodicidad trae como respuesta
plurales imaginarios. Pero una semejanza entre la periodicidad y el conjunto no se da
irremisiblemente por experiencias anteriores al lenguaje, o de lo contrario se
encontrarían en todas las lenguas y éste no es precisamente el caso.
Nuestra conciencia del tiempo y de la periodicidad contiene ciertamente algo
inmediato y subjetivo: la sensación básica de que se hace más y más tarde. Pero en
nuestro pensamiento habitual como hablantes de SAE, esto se oculta bajo algo
completamente diferente, que (...) llamo objetivado o imaginario porque usa como
modelo el mundo exterior. Es esto lo que refleja nuestro uso lingüístico. Nuestra lengua
no distingue entre los números contados en entidades separadas y los números que se
están simplemente contando. El pensamiento habitual supone que con los últimos se
cuenta “algo” exactamente igual que con los primeros. Esto es objetivación. Los
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conceptos de tiempo pierden contacto con la experiencia subjetiva de “hacerse más
tarde” y son objetivados como cantidades que se cuentan, especialmente como
longitudes hechas de unidades (...). Una “longitud de tiempo” se presenta como una
hilera de unidades similares, como una hilera de botellas.
En hopi hay una situación lingüística diferente. Plurales y cardinales se usan sólo
para entidades que forman o pueden formar un grupo objetivo. No existen plurales
imaginarios; en su lugar hay ordinales que se usan con singulares. Una expresión como
“diez días” no se usa. (...)
“Permanecieron diez días” se convierte en: “permanecieron hasta el décimo
primer día” o “se fueron después del décimo día”. “Diez días es más que nueve días” se
torna en “el décimo día es posterior al noveno”. Nuestra “longitud de tiempo” no se
considera como una longitud sino como una relación de posterioridad entre dos eventos.
En vez de nuestra objetivación lingüísticamente promovida de ese dato de la conciencia
que llamamos “tiempo”, la lengua hopi no ha sentado ninguna pauta que pueda encubrir
el subjetivo “hacerse más tarde”, que es la esencia del tiempo. (Págs. 130-131)
…………………………………..
¿Cómo se llegó históricamente a la trama entre lengua, cultura y
comportamiento? ¿Qué es anterior: la estructura del lenguaje o las normas culturales?
En lo principal se han desarrollado juntas, influyéndose constantemente entre sí. Pero en
esta asociación la naturaleza del lenguaje es el factor que limita la libre plasticidad y da
rigidez a los canales del desarrollo en una forma más autocrática. Esto es así porque el
lenguaje es un sistema y no exactamente un conjunto de normas. Los grandes perfiles
sistemáticos sólo pueden transformarse lentamente en algo realmente nuevo, mientras
que muchas otras innovaciones culturales se hacen con comparativa rapidez. El lenguaje
representa así el pensamiento de la masa; se ve afectado por los inventos e
innovaciones, pero exigua y pausadamente, al paso que da órdenes a los inventores e
innovadores con decretos inmediatos. (Pág. 149)