3 Decadas de Chavismo
3 Decadas de Chavismo
3 Decadas de Chavismo
03 febrero 2022
Roberto Mansilla Blanco
De Chávez a Maduro, a 30 años del 4F. ¿Perdura la figura del antiguo pre en la
Venezuela actual o se atreverán a enterrarla?
Este 4 de febrero se cumplirán 30 años del fracasado intento de golpe militar impulsado
por el entonces teniente coronel Hugo Chávez contra el presidente Carlos Andrés Pérez
en 1992. Lo que fue un fracaso desde el punto de vista militar terminó convirtiéndose,
para Chávez y sus simpatizantes, en una evidente victoria política tras obtener el triunfo
en las elecciones presidenciales de 1998, que llevaron al poder al chavismo y su
propuesta de Revolución Bolivariana, posteriormente transformada en un nuevo
paradigma: el Socialismo del Siglo XXI.
Se puede afirmar que, desde 1992 y con el antecedente de la revuelta popular del
«Caracazo» en 1989, Venezuela entró en un ritmo vertiginoso de cambios, tensiones,
transformaciones y polarización constante hasta convertirse progresivamente en la crisis
hemisférica más aguda de los últimos años. Lo que en su momento constituyó un
esperanzador proceso de cambio con Chávez se fue diluyendo en un laberinto sin salida
para la estabilidad del país.
Esa crisis también ha estado signada por las tensiones políticas derivadas por una
extremada polarización social que generó el chavismo, un aspecto que imposibilita la
definición de una solución de consensos. Esto ha derivado en agudos pulsos
institucionales orientados a determinar la legitimidad política y una crisis económica sin
precedentes, cuyo resultado ha sido el éxodo de más de seis millones de venezolanos en
el país con las mayores reservas de petróleo y gas natural.
Tres décadas después del fracasado intento de golpe militar de Chávez, es necesario
abordar una reflexión en clave retrospectiva y una radiografía de lo que ha significado
este período del chavismo en el poder para el futuro de Venezuela.
El fenómeno Chávez: Revolución, más populismo y génesis del neoautoritarismo
¿Cuál ha sido el significado de la aparición de Chávez para Venezuela en particular y
América Latina en general? Definir al chavismo y su inicial propuesta de la Revolución
Bolivariana ha sido una constante en la bibliografía y el análisis sobre un fenómeno tan
particular como inquietante.
En Chávez y el chavismo se ha observado una preponderancia del
factor populista motorizado por el sector militar, en este caso rangos medios de las
Fuerzas Armadas venezolanas, descontentos con el bipartidismo establecido desde el
Pacto de Punto Fijo de 1961 por los partidos políticos Acción Democrática (de cariz
socialdemócrata) y COPEI (demócrata cristiano), y que configuraron el retorno a
la democracia «consensual» por ese bipartidismo tras la dictadura militar de Marcos
Pérez Jiménez (1948-1958).
A pesar de su retórica discursiva de apelación al «pueblo», la Venezuela de Chávez a
partir de 1998 comenzó a transitar por una versión de «populismo militar» inédita en la
historia contemporánea venezolana, pero que ya había sido experimentado con
anterioridad en América Latina (peronismo, varguismo, torrijismo, entre otros) e incluso
en otras latitudes (nasserismo en el mundo árabe). Con Chávez se altera así el equilibrio
cívico-militar vigente durante la era «puntofijista» hasta 1998, cuando ese sistema ya
daba síntomas de crisis de legitimidad.
Por tanto, la apuesta de Chávez por transformar los cimientos constitucionales e
institucionales, plasmados en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela
(1999) impulsó un cambio esperanzador para las clases populares, en particular en lo
relativo al reparto de la riqueza petrolera, la mejora de sus condiciones materiales de
vida y el ascenso de nuevos mecanismos de participación política.
Desde el punto de vista del estilo político, Chávez basó gran parte de su popularidad en
su enorme carisma, con tintes de demagogia y mesianismo al compatibilizar su
«revolución bolivariana» con las ideas del Libertador Simón Bolívar, considerado como el
«Padre de la Patria», figura icónica de la independencia y la identidad nacional de
Venezuela. Esta simbiosis del chavismo con el bolivarianismo implicaba así una narrativa
tendente a captar el apoyo de las clases populares, con tintes incluso pseudo-religiosos
conectados con las creencias populares.
Esta propuesta creó una arquitectura política e institucional igualmente inédita, con cinco
poderes públicos amparados constitucionalmente (ejecutivo, legislativo, judicial,
ciudadano y electoral) y una serie de prerrogativas que potenciaban el «poder popular» y
la «democracia participativa».
No obstante, esa arquitectura legal fue reforzando progresivamente el poder presidencial
a tal punto de alcanzar tintes «neoautoritarios», con escasa vocación por mantener los
contrapesos institucionales. En el chavismo se recrea así el germen de lo que académicos
como Fareed Zakaria, Marina Ottaway y Anne Applebaum han tipificado como los
regímenes «iliberales» y «autoritarios competitivos democráticamente», aquellos que
emplazan una democracia en crisis para asentarse en el poder.
En este sentido, y con no menos tensiones motivadas por la polarización social y política
(golpe de abril de 2002 que le apartó brevemente del poder; huelga petrolera de 2002-
2003; revocatorio de 2004) el chavismo ha competido electoralmente (y con notable
éxito) con diversas plataformas de partidos opositores, sin menoscabar tampoco la
confrontación con medios de comunicación críticos con el régimen. De este modo,
el chavismo viabilizaba un proyecto «neoautoritario» bajo un cierto prisma de
democracia.
Tras su victoria en el Referéndum Revocatorio de 2004 (un instrumento constitucional
inédito en Venezuela), Chávez impulsó el trasvase de su Revolución Bolivariana hacia un
nuevo sendero: el Socialismo del Siglo XXI. Imperaba ahora un paradigma ideológico que
le acercaba aún más a su aliado estratégico hemisférico: Cuba, lo cual generó igualmente
tensiones y acentuó la polarización. Este proceso aceleró las misiones sociales
del chavismo en las áreas populares y la perspectiva de creación de un Estado Comunal.
El chavismo logró atenuar levemente esa polarización amparado en los elevados precios
del petróleo (superiores a 100 dólares americanos el barril) durante el período 2005-
2010, logrando así procrear una nueva élite empresarial y económica, coloquialmente
denominada «boliburguesía«. Esta oligarquía políticamente sujeta a Chávez y
económicamente de la renta petrolera, recordaba la «Venezuela saudí» de la década de
1970, constituyendo irónicamente una especie de «criatura contra natura» de las ideas
socialistas de Chávez.
Con el tiempo, la simbiosis del proceso «revolucionario» pasó paulatinamente a sellar el
destino de Chávez hacia dos vertientes claramente contrapuestas: el apoyo «pseudo-
religioso» que le proferían las clases populares esperanzadas en su líder carismático; y el
poder in crescendo de la oligarquía «boliburguesa» que se enriquecía a pasos acelerados
por la nueva «geometría del poder chavista«. La muerte de Chávez en 2013, significó
una especie de parteaguas que inauguraba una nueva era «poschavista» repleta de
incertidumbres para Venezuela.
Girando el globo: la política exterior chavista
Todo proceso revolucionario que se precie necesita de una activa política exterior.
Chávez lo tuvo muy presente desde sus comienzos pero, quizás con mayor nitidez, esa
perspectiva sobre la importancia geopolítica de Venezuela la tuvieron también sus aliados
exteriores, principalmente Cuba, China, Rusia e Irán. A tal punto fue que
el chavismo fraguó un cambio tectónico e inédito en las relaciones exteriores
venezolanas, tradicionalmente ligadas a EE UU y Europa Occidental, en particular por su
condición de país exportador de petróleo y por su estabilidad democrática durante el
período «puntofijista» (1961-1998).
Cuba tuvo el foco de mayor interacción con la política exterior chavista, particularmente
a través de la Asociación Estratégica iniciada en 2000, con el intercambio de petróleo
venezolano por misiones sociales cubanas, en particular en educación y salud. Este
formato de estrecha asociación entre Caracas y La Habana se ha mantenido inalterable
en estas dos décadas del chavismo en el poder, ampliando las esferas de cooperación
hacia sectores energéticos, económico-empresariales, militares y de inteligencia. Del
mismo modo, Cuba traspasó a Chávez su plataforma de redes de apoyo exterior,
especialmente con el viraje del chavismo hacia el Socialismo del Siglo XXI.
Durante el período de Chávez en el poder (1999-2013), su política exterior se basó
principalmente en la construcción de nuevos bloques de poder que sirvieran no sólo para
romper la hegemonía estadounidense sino para disminuir la presión de Washington hacia
el chavismo. El objetivo también se focalizaba en la posibilidad de que Venezuela liderara
un proceso antihegemónico estadounidense, multipolar y multilateral, que le sirviera así
mismo para exportar su modelo revolucionario bolivariano y socialista.
Para ello contó con el apoyo estratégico cubano, pero también de aliados como Rusia,
China e Irán a través de una activa participación venezolana en distintos foros
internacionales, aspecto que le imprimió a la diplomacia chavista un cariz absolutamente
global.
Antes de llegar al poder en 1998, Chávez contó durante un tiempo con el asesoramiento
del sociólogo argentino Norberto Ceresole, de conocidos vínculos con movimientos
militaristas en América Latina e incluso con el fundamentalismo islámico vía Irán y el
movimiento libanés Hezbolá. Aunque su influencia no fue tan efectiva en los altos
círculos chavistas (fue expulsado dos veces de Venezuela, en 1994 y 1998), su
concepción geopolítica de crear «bloques de fragmentación» de la hegemonía
estadounidense a través de la alianza con el eje Rusia-China-Irán sí terminó generando
una influencia decisiva en la geopolítica de Chávez.
Con el asesoramiento cubano, Chávez fomentó por tanto una activa diplomacia
internacional orientada hacia la construcción de nuevos modelos de integración en
América Latina (ALBA, CELAC, UNASUR), toda vez fortalecía alianzas geopolíticas
estratégicas (China, Rusia, Irán).
Pero más allá del componente ideológico, el vector principal ha sido la potencialidad
energética venezolana. La geopolítica de Chávez basada en el petróleo como herramienta
de difusión tuvo un impacto considerable en la medida en que el boom petrolero acaecido
tras la guerra de Irak (2003), a la que Chávez se opuso con firmeza, terminó revirtiendo
a su favor al aumentar los precios del petróleo y permitirle obtener los recursos
necesarios para expandir su revolución, principalmente a nivel hemisférico. Fueron los
“años dorados” de la política exterior chavista (2005-2011), donde la mezcla de ideología
y geopolítica petrolera funcionó con efectividad.
Pero el traspaso de poder de Chávez a su sucesor Maduro en 2013 ha conformado un
panorama exterior diametralmente distinto. El poschavismo se ha visto retraído en su
acción exterior, sumamente dependiente de la asistencia financiera y el apoyo geopolítico
de China y Rusia, a los que se han unido también otros actores como Irán y Turquía.
Iniciativas “estrella” de Chávez como el ALBA y la CELAC sufrieron el impacto de verse
diluidos y neutralizados, toda vez la región experimentó un cambio político hacia la
derecha en el período 2015-2019 en países clave como Brasil, Argentina, Chile y
Colombia, y los precios de las materias primas, en especial el petróleo, se reducían en los
mercados internacionales.
A todo ello debe agregarse el estado de deterioro de la industria petrolera venezolana,
lastrada por la falta de inversión en tecnología e infraestructuras. De los más de tres
millones de barriles diarios que producía PDVSA, la estatal de petróleo venezolana, se ha
pasado a poco más de 600.000 b/d. Esto ha provocado crisis energéticas a nivel nacional
en el país con las mayores reservas de petróleo y gas natural a nivel hemisférico. Hasta
Cuba ha tenido que afrontar un nuevo “período especial de crisis” motivado por el
«semicolapso» petrolero venezolano.