Sentido Espiritual Navidad

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CONSIDERACIONES BIOGRÁFICAS

LA PERSONALIDAD DE SAN PABLO


Es tan compleja, tan rica y tan variada en matices, y por otra parte es tan transcendental en la
historia bíblica cristiana, que es necesario un estudio afondo, no solo de su doctrina, sino
también de su persona, de la historia de su tiempo y de las circunstancias sociales y religiosas
en que vive. La primera noticia que tenemos del apóstol Pablo en el Nuevo Testamento se
encuentra en el libro de los Hechos de los Apóstoles con ocasión de la muerte de Esteban.
PRINCIPALES RASGOS DE SU VIDA
A Pablo lo conocemos mejor que a ningún otro apóstol o personaje del Nuevo Testamento, por
sus Cartas y por el Libro de los Hechos de los Apóstoles, dos fuentes independientes, pero que
se complementan.
Según su propio testimonio nació en Tarso (Hch 22:3), capital de
Cilicia en el Asia Menor, hoy Turquía. Los padres de Pablo eran
judíos que vivían en Tarso; probablemente eran galileos que se
habían establecido allí a causa de alguna persecución.
No tenemos noticias precisas para determinar el año del nacimiento
de Pablo. Hay dos testimonios: en Hch. 7:58 se habla de un joven
llamado Pablo. En la carta a Filemón (9) se llama a sí mismo anciano.
Aunque no son dos datos determinantes, si que pueden servir para
calcular con cierta aproximación el año de su nacimiento que bien
pudo ser entre los años 5 y 10 de nuestra era. No sabemos el
nombre de sus padres. Sí que sabemos que tenía una hermana y que
un hijo de ésta le ayudaba en prisión.

EN TRES OCASIONES SE HABLA EXPRESAMENTE DE LA


CIUDADANÍA ROMANA DE PABLO
En Filipos, Pablo es azotado y amenaza con querellarse porque
han azotado a un ciudadano romano. Le piden excusas

(Hch.16:37-39).
En Jerusalén, pronuncia un discurso ante el pueblo, y ante el
enfurecimiento de las masas apela a su condición de ciudadano
romano por nacimiento (Hch. 22: 25-29).
En Cesárea del Mar, ante la lentitud del proceso que contra él se
sigue, ante Festo apela al tribunal romano (Hch 25, 11 -12).

EDUCACIÓN
Tarso gozaba de un ambiente cultural que le hacía rivalizar con
Roma y Atenas. También en el aspecto filosófico rivalizaba con
Atenas y Alejandría.
Cuando cumple la edad es enviado a estudiar a Jerusalén (Hch 22,
3). No sabemos el tiempo que le ocuparon los estudios. Tiene como
maestro al ilustre Gamaliel. Entre sus contemporáneos se distingue
por su celo por el judaísmo y por la fidelidad a las tradiciones
paternas que habían sido añadidas a la ley y a las que los fariseos
daban la misma importancia, el mismo valor, exigiendo su
cumplimiento (Gal. 1:4). Los saduceos, por el contrario, no
aceptaban las tradiciones, únicamente aceptaban lo que estaba
escrito en la ley.
Pablo, consciente de su fe y de sus exigencias, se ocupa de la
persecución de los cristianos, no tanto por odio hacia la nueva secta,
sino por el celo que le devora en ser fiel al judaísmo. Para ello recibe
cartas de sus jefes y se dirige a Damasco a fin de aniquilar al grupo
religioso recién nacido. Y en estas circunstancias es cuando tiene
lugar el milagro: su encuentro con Jesús en el camino de Damasco.

6. CAPITULO I ETAPAS DE LA MISIÓN PAULINA


Que Pablo haya sido un predicador itinerante no significa que haya
pasado de ciudad en ciudad en una carrera frenética. El esquema de
Hechos parece dejar esa impresión. Sin embargo se trataría más bien
de la idea teológica del biógrafo de Pablo que intenta mostrar la
realización del itinerario descrito al comienzo de su libro: "seréis mis
testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y hasta los confines
de la tierra" (Hechos 1:8). Por eso resulta suficiente decir, para
cerrar el relato, que Pablo había permanecido dos años en Roma
predicando con valentía y sin estorbo lo referente al Señor Jesús. No
importaba ya que había sido más tarde de la vida de Pablo, pues el
mensaje de la salvación ya había llegado gracias a él hasta la misma
capital del Imperio. Esta carrera apostólica podemos sintetizarla en
las siguientes etapas. Su primer viaje misionero, junto a Bernabé y a Juan Marcos, abarca
la isla de Chipre, Panfilia y Licaonia. La característica de esta misión viene dada por el público
mixto al cual se dirige, formado por judíos y prosélitos (por un lado) y paganos temerosos de
Dios (por otro lado). El éxito obtenido entre los no judíos desencadena la oposición
violenta de los judíos. El segundo viaje abarca Licaonia, Tróade, Macedonia, Atenas, Corinto,
regreso a Antioquía por Efeso. Este viaje está motivado por la visita de los centros ya
evangelizados en el viaje anterior para fortalecer la fe de esas comunidades. Pero es la ocasión
de extender la misión al suelo europeo. En medio de persecuciones y cárceles
funda allí las comunidades de Filipos, Tesalónica y Berea. Las cartas a los Tesalonicenses
muestran el entusiasmo de esas jóvenes comunidades, y la dirigida a los filipenses muestra el
cariño especial que Pablo conservará por esa comunidad. La predicación en el Areópago de
Atenas es un ensayo de Pablo de evangelizar a la religiosidad y filosofía pagana, dialogando en
el terreno de éstas. El discurso no es un fracaso y, pasando a Corinto, Pablo se decide en
adelante no predicar otra cosa que Jesús el Cristo, y éste crucificado (1 Co 2,2). Su permanencia
en Corinto fue muy importante, porque recién allí Pablo se tuvo que enfrentar con la vida
pagana, residualmente presente en los creyentes. Día tras día Pablo tendrá que elaborar la
moral cristiana. En su tercer viaje se detiene largamente en Efeso. Allí encuentra a un grupo de
seguidores de Juan el Bautista, que fueron instruidos parcialmente en la doctrina de Jesús por
un alejandrino llamado Apolo. Sin embargo, éstos no habían llegado al bautismo en nombre de
Jesús y a la recepción del don del Espíritu. Apolo será adoctrinado por el matrimonio
colaborador de Pablo: Aquila y Priscila (1 Co 16,12). Hechos 19:23 ss relata el motín organizado
en aquella ciudad por los orfebres que veían en el apóstol una amenaza para su trabajo y para
toda la infraestructura implicada detrás del Artemision: "ese Pablo persuade y aparta a mucha
gente diciendo –que no son dioses los que se fabrican con las manos. Y esto no solamente trae
el peligro de que nuestra profesión caiga en descrédito, sino también de que el templo de la
gran diosa Artemisa sea tenido en nada y venga a ser despojada de su grandeza aquella a
quien adora toda el Asia y toda la tierra". La furia que habría tenido el motín descrito podemos
imaginarla a partir de la comparación con el fervor con que los efesios habían reconstruido el
presente Artemision después del incendio que había destruido el antiguo. Dicho de otro modo,
se interpretó la predicación de Pablo como un atentado contra una de las siete maravillas del

mundo antiguo. CAPITULO II ESTRATEGIA MISIONERA


Distinta es la impresión que deja el testimonio epistolar de Pablo. Los viajes son solamente
traslados de un centro urbano a otro, en donde el apóstol se detiene largamente para anunciar
el evangelio y poner bases sólidas para que las comunidades lleguen a ser maduras y
autosuficientes. Más que por viajes, la misión está caracterizada por la permanencia en
algunas grandes ciudades, como Filipos, Tesalónica, y sobre todo Corinto y Efeso, verdaderos
centros de irradiación del evangelio en las regiones respectivas. Por tanto, debemos considerar
en el modo de proceder de Pablo que lo que él emprendió ha sido una misión exclusivamente
urbana. No podía ser de otra manera, pues únicamente las ciudades mediante las calzadas
romanas o por vía marítima. Además, sólo en los grandes centros urbanos podía ser
comprendida la koiné griega hablada por los misioneros. Las ciudades importantes se
transformaban, luego, en centros desde los cuales se podía irradiar el mensaje evangélico a
localidades más pequeñas, como sucedió con Cencreas, junto al importante puerto de Corinto,
y Colosas y Laodicea, junto a Efeso. Hechos presenta toda la labor evangelizadora como una
obra del Espíritu, hasta el punto que lo hace responsable hasta del itinerario seguido por Pablo:
"Estando ya cerca de Misia, intentaron dirigirse a Bitinia, pero no se lo consintió el Espíritu de
Jesús. Atravesaron, pues, Misia y bajaron a Troáda" (Hch. 16:7-8). Debemos reconocer que, sin
embargo, el itinerario respondía ciertamente a un proyecto elaborado por el apóstol. La opción
de Pablo recaía en localidades donde no había llegado el anuncio del evangelio: "he tenido
como punto de honra no anunciar el evangelio sino allí donde el nombre de Cristo no era aún
conocido, para no construir sobre cimientos ya puestos por otros" (Rom 15,20). Se sentía
llamado a llevar el primer anuncio y fundar nuevas comunidades, desplazando el señorío del
Resucitado cada vez más lejos. En efecto, su misión no era convertir a cada individuo, sino la de
establecer la nueva fe en los principales puntos de la oikoumene grecorromana. Cuando
proclamaba en una ciudad el nombre del Señor Jesús, dándolo a conocer mediante su
predicación, tomaba posesión de esa ciudad para su Señor. Era secundario si los
ciudadanos lo sabían o no. El que lo reconocía se sumaba mediante la alabanza a la
proclamación ya realizada. En una palabra, la misión paulina tenía como destinatarios a los
pueblos, de los cuales, en lo posible, ninguno debía quedar excluido. Hechos nos muestra a
Pablo comenzando siempre la evangelización de cada ciudad a través de la predicación en la
sinagoga local y, una vez rechazado, dirigiendo su mensaje a los gentiles, mejor dispuestos que
los judíos. Pero muy probablemente estos gentiles lo escuchaban en la misma sinagoga. Así
sucede en Antioquía de Pisidia: "Al salir les rogaban que les hablasen sobre estas cosas el
siguiente sábado. Disuelta la reunión, muchos judíos y prosélitos que adoraban a Dios siguieron
a Pablo y a Bernabé" (Hch. 13:42-43). Lo mismo en Tesalónica: "Pablo, según su costumbre, se
dirigió a ellos y durante tres sábados discutió con ellos basándose en las Escrituras,
explicándolas y probando que el Mesías tenía que padecer y resucitar de entre los muertos y
que "este Mesías es Jesús, a quien yo os anuncio". Algunos de ellos se convencieron y se
unieron a Pablo y Silas así como una gran multitud de los que adoraban a Dios y de griegos y
no pocas mujeres principales" (17:2-4). No podemos extrañarnos, entonces, de las numerosas
sanciones sinagogales que sufrió Pablo, y que él mismo recuerda como gloria de su apostolado:
"cinco veces recibí de los judíos cuarenta azotes menos uno. Tres veces fui azotado con varas;
una vez apedreado" (2 Co 11,24-25). Estos azotes indican hasta que punto fue considerado
como un competidor desleal y peligroso al que se respondía con agresividad.

CAPITULO III ASPECTOS SOBRE LA ORGANIZACIÓN


Qué implicaba ser predicador itinerante en los tiempos de Pablo podemos saberlo a partir de
sus propios testimonios, pero llegamos a imaginarlo con más precisión cuando conocemos con
más detalle las condiciones de viaje disponibles por entonces. Los romanos habían dado una
perfección no igualada hasta el momento a la red de caminos construida sobre las huellas de
las
antiguas pistas de caravanas. Antioquía era un centro de primera
importancia en esta red. No es extraño, entonces, que haya sido la
plataforma operativa de la misión entre los paganos. Pablo partió de
allí, y allí regresó en sus distintos viajes misioneros. La Vía Egnatia
(que unía Roma con Bizancio) fue recorrida por Pablo en el tramo
Filipos - Anfípolis -Apolonia - Tesalónica. Y al llegar cautivo a Roma
transitó la célebre Vía Apia, pasando por Foro de Apio y Tres
Tabernas.
En los caminos, cada 25 millas (la distancia que se podía llegar a
recorrer a pie por día) un puesto de guardia garantizaba seguridad a
los viajeros, aunque no su comodidad. Eso apenas importaba,
porque lo únicamente temible eran los bandidos, que sobraban por
aquellos tiempos. Pero, de todos modos, cualquier medida parecía
insuficiente para frenar la delincuencia generalizada.
Había que contar, además, con las manadas de lobos que, en las
montañas entre Capadocia y Siria, obligaban a los viajeros a cerrar
filas. Por eso Pablo recordará sus viajes frecuentes como una fuente
constante de sufrimiento en su apostolado: "peligros de ríos; peligros
de salteadores; peligros de los de mi raza; peligros de los gentiles;
peligros en ciudad; peligros en despoblado" (2 Co 11:26).
Es preciso haber recorrido las vastas regiones de la planicie central
de Turquía para apreciar en su justo valor los esfuerzos físicos, sin
hablar de la tensión espiritual, que tuvo que desplegar Pablo para
llevar el mensaje de la salvación de provincia en provincia. Siria y
Anatolia imponen a los viajeros largos recorridos. El relieve tan
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accidentado, los cambios bruscos de temperatura entre la ribera del


mediterráneo y el clima continental del interior, con veranos tórridos
e inviernos helados, añadían nuevas dificultades al camino.
La navegación, tan intensa en todo el Mediterráneo, no ofrecía más
seguridad y comodidad a los viajeros. Algunas embarcaciones de alta
mar podían llevar varios centenares de pasajeros, como destaca
Hechos 27:37 respecto a las 276 personas que viajaban en el barco
que llevaba a Pablo prisionero a Roma.
Un viajero debía esperar para embarcarse a que el viento comenzara
a soplar, y de lo mismo dependía la velocidad que podía alcanzar la
nave. Por tanto siempre era muy difícil calcular el tiempo de duración
de los viajes. Así, de Ostia (el puerto de Roma) a Alejandría el viaje
duraba de 8 a 9 días con buen tiempo; con mal tiempo hasta 50
días. Y puesto que el invierno, era la peor época para embarcarse,
los barcos permanecían anclados donde los sorprendía el invierno.
Embarcarse era arriesgarse al naufragio, como le ocurrió a Pablo en
su viaje a Roma: "El centurión daba más crédito al piloto y al patrón
que no a las palabras de Pablo. Como el puerto no era a propósito
para invernar, la mayoría decidió hacerse a la mar desde allí, por si
era posible llegar a Fénica, un puerto de Creta que mira al suroeste y
al noroeste, y pasar allí el invierno" (Hch. 27:11-12).
Una vez llegado a su destino, se imponía la exigencia de encontrar
alojamiento. De hecho, el apóstol encontró a menudo familias que le
dieron hospedaje. Estas mismas casas, una vez que hubiese partido
Pablo, se convertirían en centros de reunión de las comunidades
formadas. Los saludos incluidos en las cartas nos permiten conocer a
algunos de los dueños de aquellas primeras casas - iglesias: desde
Efeso "envían muchos saludos, en el Señor, Aquila y Prisca, junto
con la Iglesia que se reúne en su casa" (1 Co 16,19); junto a
"Filemón, a la hermana Apfia, a Arquipo", se reunía una iglesia en su
casa (Flm 1-2).
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CAPITULO IV
VIAJES MISIONEROS DE PABLO
PRIMER VIAJE: ASIA MENOR VÍA CHIPRE
La Iglesia de Antioquía separó a Pablo y a Bernabé para un nuevo
ministerio, acompañados de Juan, salieron al primer viaje misional
(47-48 D.C.) del puerto de Seleucia hacia Chipre, donde ya se había
fundado la Iglesia. Luego navegaron a Perge de Panfilia y de allí
Juan regresó a Jerusalén. Haciendo una gran gira por Galacia al sur,
establecieron Iglesias en Antioquía de Pisidia, Iconio, Listra y Derbe.
Regresaron por las ciudades de Asia y volvieron a Antioquía de Siria
donde informaron a la Iglesia. Su estrategia durante esta misión en
Asia fue predicar primero en las Sinagogas de cada ciudad, y cuando
era necesario salían a predicar entre los gentiles. Así se añadían a la
Iglesia muchos miembros más. Algunos piensan que Pablo escribió
Gálatas en este tiempo.
SEGUNDO VIAJE: EUROPA VÍA ASIA MENOR
El segundo viaje lo emprendió con el objeto de confirmar las Iglesias
que habían establecido en el viaje anterior. En esta ocasión se hizo
acompañar de Silas, cuando llegaron a Listra invitaron a Timoteo a
unirse a ellos. Después de predicar en Frigia y Galacia del norte.
llegaron a Troas, donde Pablo tuvo la visión del varón Macedonio y
donde se les juntó Lucas el médico. Atravesaron Macedonia y
fundaron Iglesias en Filipos, Tesalónica, Berea, Atenas y Corinto.
Desde Corinto Pablo escribió, 1 y 2 e Tesalonicenses a la joven
Iglesia donde había tenido un breve pero eficaz ministerio hacía
pocos meses. Después de un año y medio en Corinto, regresó a
Antioquía de Siria pasando por Efeso y Cesarea.
TERCER VIAJE: EFESO Y MACEDONIA
A pesar de las Iglesias que fundó, de los convertidos que congregó,
de los milagros que obró y de las innumerables pruebas que soportó,
Pablo no estaba dispuesto a dormir sobre sus laureles, y emprendió
su tenaz viaje. Comenzó volviendo a las regiones de Galacia y Frigia,
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donde confirmó a los discípulos y los instruyó respecto de la ofrenda.


Este tercer viaje misional (53-58 D.C.) tiene especial interés por el
prolongado ministerio del Apóstol en Efeso: "Todos lo que habitan en
Asia, Judíos y Griegos, oyeron la palabra del Señor Jesús..." Hch.
19:10.
Seguramente el alcance del ministerio de Pablo se extendió a través
de los que se convirtieron en este importante centro comercial y
cultural de la provincia de Asia.
Algunos creen que en esta ocasión escribió Filipenses y tal vez otras
epístolas como las de Corintios y Romanos entre otras.
VIAJE A ROMA
En Jerusalén Pablo fue apresado por los Judíos quienes estaban
celosos por el ministerio que el gran Apóstol había realizado entre los
gentiles (58 D.C.), de allí fue trasladado a Cesarea donde presentó
su defensa ante el Gobernador Félix, ante su sucesor Festo y ante el
rey Agripa. Al fin apeló al Emperador Romano. (58-60 D.C.).
Después de un viaje azaroso en el cual naufragó la nave en que
viajaban, llegó a Melita donde los habitantes del lugar consideraban
que era un "dios" por cuanto había escapado al veneno de una
víbora. Por último llegó a la capital del Imperio y permaneció
prisionero durante dos años en una casa alquilada. Durante esta
reclusión recibió visitas, pudiendo así continuar su ministerio, en este
lapso es probable que escribiera Efesios, Colosenses, Filemón y
Filipenses. Hay una opinión de que Pablo fue puesto en libertad y
realizó visitas a otras ciudades como Colosa, Filipos, Nicópolis,
Mileto, Creta, Troas, Efeso. Finalmente fue nuevamente apresado
por Nerón y decapitado. (67 D.C.)
14

BIBLIOGRAFÍA
BADENAS, Roberto. Pablo y la Ley.
BARCLAY, William. El Pensamiento de San Pablo (Trad. Teresa
Alvarado). Buenos Aires, Argentina: La Aurora, 1958.
GONZÁLEZ, Justo. Historia del Pensamiento Cristiano (Tomo
I). Buenos Aires, Argentina: Methopress, 1965, págs.
169-183.
MEYER, Frederick Brotherton. Pablo. El Paso, Texas: Casa Bautista,
1935.
POLLOCK, John. El Apóstol. Miami: Vida, 1989.
SANDERS, J. Oswald. Pablo el líder. Miami: Vida, 1986.
STALKER, James. Vida de Pablo. Costa Rica: Caribe: 1893.
RIDDERBOS, Herman. El pensamiento del Apóstol Pablo (Trad.
Juan Van Der Velde). Buenos Aires, Argentina:
Ediciones Certeza, 1979.
15

EL CONCILIO DE JERUSALÉN

Hacia el año 48 se plantea en Antioquía el problema relativo a la circuncisión de los no-judíos, cuando los cristianos
procedentes de Judea piden la “libertad alcanzada en Cristo Jesús”, que también invocan Pablo y Bernabé para no
imponer este rito a los cristianos procedentes del paganismo. La comunidad decide entonces llamar en causa a los
Apóstoles y a los Ancianos de Jerusalén y envía a Pablo y Bernabé, con su compañero griego Tito, acompañados por
una delegación.

Los Apóstoles y Ancianos de Jerusalén aceptan a Tito, “no circuncidado”, reconociendo de este modo la validez del
anuncio de Pablo acerca de la libertad de la gracia. La Asamblea confirma también a los responsables principales de la
Iglesia y reconoce la vocación misionera de Pedro para los circuncidados y de Pablo para los no circuncidados. De
hecho, se da una forma de división del campo misionero: Santiago, Cefas y Juan hacia los judíos, mientras que Pablo
y Bernabé hacia los paganos.

EL INCIDENTE DE ANTIOQUÍA

La controversia que tuvo lugar durante la visita de Pedro a Antioquía atestigua la rectitud de Pablo, para quien la
verdad del Evangelio no admite adaptaciones. ¿Qué sucedió? Un cristiano judío circuncidado no podía, en aentonces,
sentarse en la mesa de un cristiano pagano sin incurrir en impuridad. Pues bien, en el contexto de Antioquía, Pedro es
testigo de la supremacía de la fe en Cristo que llama a sí a todos los hombres, y se contrapone a este principio … hasta
que llegan los cristianos enviados por Santiago, que preside la comunidad de Jerusalén, y oculta sus sentimientos.
Pablo entonces se rebela: “Me enfrenté con él cara cara, porque era digno de represión”.

El compromiso que se había tomado en Jerusalén aceptaba la existencia de las comunidades mixtas que Pablo había
establecido en las jóvenes Iglesias de Asia Menor. Sin embargo, la comunión plena entre circuncidados y no
circuncidados resultaba problemática. ¿Acaso ha de considerarse secundaria la salvación de Jesucristo? Pablo
reivindica la nueva vida en la fe, el don del Espíritu y la supremacía de la promesa divina sobre la ley … La
contraposición se da entre Santiago y la Iglesia de Jerusalén, con Pedro y Bernabé (dudosos, que se alían con
Santiago), y la misma Iglesia de Antioquía que confirma este compromiso (Hch 15,40). Solo lo seguirá Silas. Tras
este largo noviciado que duró 15 años se abre un nuevo periodo para Pablo.

HISTORIA. El llamado “Apóstol de las gentes”, es decir, de las naciones, no conoció a


Jesús durante su vida terrena en Jerusalén o por los caminos de Galilea, como los Doce
apóstoles. Es el primero que tuvo como experiencia sólo la del Resucitado, la misma que
tendrán luego todos los cristianos. Este judío nacido en Tarso (hoy Turquía oriental), que
recibió del rabino Gamaliel el Viejo una enseñanza rigurosa de la Ley y que es un ciudadano
romano, recibe como misión concreta la de ir a predicar la Palabra de Dios a todos los
hombres: primero en Antioquía y en Asia menor, luego en Grecia y Roma. Con Pablo, en
pocos años y de modo ardiente, “la ley sale de Sión y la palabra de Dios de Jerusalén”,
como había profetizado Miqueas (4,2). Y “sale” con un doble sentido del término. Pablo va
a dar testimonio de las enseñanzas de sus padres y de lo que ha experimentado: ¡Cristo ha
resucitado!

Pablo es el personaje mejor conocido de la primera generación cristiana, tanto por las Cartas
que escribió (siete reconocidas como indudablemente auténticas en sentido estricto), como
por la historia de su vida, que narra Lucas en los Hechos de los Apóstoles. Para nosotros,
sus Cartas son una fuente excepcional. Su figura, sin embargo, sigue siendo algo misteriosa.
Por una parte, estas Cartas conciernen solamente unos quince años de su vida. Por la otra,
los Hechos que refieren su trayectoria fueron escritos veinte años después de su muerte, con
el tono apologético de la época. Daremos, pues, preferencia a los datos que se hallan en las
Cartas de Pablo y a su cronología, que coincide mayormente con la duración de sus
desplazamientos (por ejemplo, la fecha del “Concilio de Jerusalén”).

Es probable que Pablo tuviera unos diez años menos que Jesús.

A continuación encontrarán los mapas relativos a los viajes de Pablo, con la narración de la
vida del Apóstol en veinte cuadros.

LOS VIAJES
MISIONEROS

Después de su “conversión”, en el camino de Damasco, Pablo atraviesa


parte del Asia menor (la actual Turquía), de Siria y de Arabia (la actual
Jordania), hasta Jerusalén, antes de dirigirse a Europa, primero a Grecia y
luego a Roma. Razonablemente podemos fechar sus viajes en un intervalo
de algunos años en torno al año 50.

Primer viaje
De Antioquía a Chipre y de aquí al sur de Anatolia (Perge, Antioquía de
Pisidia, Iconio, Listra y Derbe) Pablo y Bernabé predican con ardor en las
sinagogas la Buena Nueva de la resurrección y salvación en Jesús,
fundando algunas comunidades. Entonces los judíos de dividen y Pablo se
dirige a los paganos.

Segundo viaje
El primer objetivo de Pablo, acompañado por Silas, es el de visitar las
comunidades que él mismo había creado en el sur de Anatolia (en Listra
conoce a Timoteo, que le acompañará en el viaje). Siguen hacia noroeste,
hasta los Dardanelos, y llegan a Tróada, desde donde pasan a Grecia;
Pablo funda Iglesias en Filipos, Tesalónica, Berea, Atenas y Corinto.
Luego regresa a Antioquía, donde tenía su base, pasando por Éfeso y
Cesarea.. En Antioquía, los creyentes fueron llamados “cristianos” por
primera vez,

Tercer viaje
Es un viaje de consolidación. Pablo va a visitar las Iglesias que había
creado en Anatolia y Grecia, con Timoteo y Tito. Se embarca de nuevo
hacia Tiro, Cesarea y Jerusalén, donde fue arrestado.

Viaje en cautiverio
El viaje del prisionero a Roma no es un viaje misionero, sin embargo, no
cesa su actividad evangelizadora..

LOS VIAJES
MISIONEROS

Después de su “conversión”, en el camino de Damasco, Pablo atraviesa


parte del Asia menor (la actual Turquía), de Siria y de Arabia (la actual
Jordania), hasta Jerusalén, antes de dirigirse a Europa, primero a Grecia y
luego a Roma. Razonablemente podemos fechar sus viajes en un intervalo
de algunos años en torno al año 50.

Primer viaje
De Antioquía a Chipre y de aquí al sur de Anatolia (Perge, Antioquía de
Pisidia, Iconio, Listra y Derbe) Pablo y Bernabé predican con ardor en las
sinagogas la Buena Nueva de la resurrección y salvación en Jesús,
fundando algunas comunidades. Entonces los judíos de dividen y Pablo se
dirige a los paganos.

Segundo viaje
El primer objetivo de Pablo, acompañado por Silas, es el de visitar las
comunidades que él mismo había creado en el sur de Anatolia (en Listra
conoce a Timoteo, que le acompañará en el viaje). Siguen hacia noroeste,
hasta los Dardanelos, y llegan a Tróada, desde donde pasan a Grecia;
Pablo funda Iglesias en Filipos, Tesalónica, Berea, Atenas y Corinto.
Luego regresa a Antioquía, donde tenía su base, pasando por Éfeso y
Cesarea.. En Antioquía, los creyentes fueron llamados “cristianos” por
primera vez,

Tercer viaje
Es un viaje de consolidación. Pablo va a visitar las Iglesias que había
creado en Anatolia y Grecia, con Timoteo y Tito. Se embarca de nuevo
hacia Tiro, Cesarea y Jerusalén, donde fue arrestado.

Viaje en cautiverio
El viaje del prisionero a Roma no es un viaje misionero, sin embargo, no
cesa su actividad evangelizadora..
LA
CONVER
SIÓN A
CRISTO

1. EL JUDÍO SAÚL ESTUDIA EN JERUSALÉN


nace poco antes del año 10 de nuestra era, en una familia judía de
Tarso, en Cilicia (la actual Turquía oriental). Recibe el nombre
bíblico de Saúl y el nombre romano de Pablo (su padre, quizás su
padre, que había adquirido la ciudadanía  romana, quiso
manifestar su gratitud a la gens Paula). Fue educado en Jerusalén.

“Instruido a los pies de Gamaliel en la exacta observancia de la


Ley de nuestros padres; estaba lleno de celo por Dios”. Según los
Hechos , es “Fariseo, hijo de Fariseos” (Hch 23,6) y “circundado
al octavo día” (Flp 3,5-6).

2. EL PERSEGUIDOR
 
En el martirio de Esteban, “los testigos pusieron sus vestidos a los
pies de un joven llamado Saulo… Saulo aprobaba su muerte.
Aquel día se desató una gran persecución contra la Iglesia”.

Saulo, que defendía con celo “las tradiciones de los padres” (Ga
l1.14), pudo haber pertenecido al grupo de los zelotes (Hch 22,3),
y esto explicaría la expedición a Damasco en busca de los
misioneros helenistas que criticaban el Templo, como Esteban,
para doblegarlos, incluso con la tortura. Esto arrojaría luz sobre
dos episodios extraños: Pablo no se integró bien en la Iglesia de
Jerusalén y tuvo que huir a causa de las amenazas de muerte (Hch
9, 26-30); más tarde, cuarenta judíos hicieron voto de matar a
Pablo, entonces prisionero de los romanos (Hch 23,12-22), y es
sabido que el partido zelota castigaba a quienes traicionaban su
juramento.

3. LA CONVERSIÓN / VOCACIÓN
 
Los Hechos refieren la célebre frase que oyó en el camino de
Damasco: “Saúl, Saúl, ¿ por qué me persigues?”

La narración que el propio Pablo hace de la aparición del


Resucitado refleja una gran inquietud interior, según las
vocaciones/conversiones proféticas del Antiguo Testamento,
portadoras también de una misión: “Mas, cuando Aquel que me
separó desde el seno de mi madre y me llamó por su gracia, tuvo
a bien revelar en mí a su Hijo, para que le anunciase entre los
gentiles, al punto…”(Ga 1,15-17).

La “conversión” radical de Saulo no es para él un cambio de


religión: se siente más judío que nunca, puesto que es el “Dios de
los padres” quien lo envía a predicar el Evangelio. El
evangelizador de los gentiles seguirá predicando a los judíos en la
medida en que le sea posible, hasta su último llamamiento, en
Roma. La conversión y el bautismo de Pablo significan que ha
descubierto su justa y verdadera colocación en la vida de Israel.

Se ignora la fecha de este acontecimiento capital; de la Carta a los


Gálatas se pueden deducir los años 33-35, poco después de la
constitución de la primera Iglesia, en Jerusalén, creada en torno a
”Pedro con los Once” (Hch 2,14).

LOS
COMIEN
ZOS DEL
MINISTE
RIO

JERUSALÉN: EL ENCUENTRO CON PEDRO

“De allí a tres años”, Saulo va a Jerusalén para conocer a Cefas (de “Piedra”, en
griego), con este nombre llamará siempre a Pedro, y permanece “quince días en su
compañía”. No cabe duda de que Pedro le enseña la tradición oral relativa a Jesús que
Pablo no conoce (cf. 1Co 11, 23-35), y también una interpretación cristológica de los
profetas, según las enseñanzas del Maestro a sus discípulos.

La visita es discreta: Pablo vio sólo a otro dirigente de la Iglesia, “Santiago, el


hermano del Señor”. Pablo se enriquece espiritualmente junto a la Madre-Iglesia, sin
embargo, no consigue integrarse, probablemente a causa de su pasado de zelote. Se
salva incluso de un tentativo de asesinato organizado por los judíos de lengua griega.
(Hch 9,29-30).

Se dirige a Tarso, donde vuelve a su oficio de fabricar tiendas y sigue proclamando su


fe en la sinagoga (Hch 18,3). Son años de madurez personal.

ANTIOQUÍA: COMIENZA LA AVENTURA MISIONERA

A principios de la década de los 40 del siglo I, la Iglesia de Jerusalén envía Bernabé a


Antioquía de Siria para que tome en mano esta Iglesia fundada por misioneros
helenistas expulsados de Jerusalén. Sale hacia Tarso en busca de la ayuda de Pablo,
quien se convierte en uno de los dirigentes de la comunidad , evangelizando con gran
éxito. Por primera vez Pablo se aleja del ambiente de la sinagoga y predica también a
los griegos. Se forma así una comunidad mixta. La ”invención” del título de
cristianos, usado por primera vez en Antioquía, representa uno de los frutos más
hermosos de la predicación de Saulo en la ciudad.

De ahora en adelante la Iglesia de Antioquía será el centro de difusión del Evangelio


y vivirá independiente del Templo y de la vida Judea.

Esta comunidad de Antioquía dispone de una formación y organización sólidas.


Durante una asamblea de oración, la inspiración de la comunidad confirma la
vocación personal. Se oye la voz del Espíritu Santo que dice: “Separadme ya a
Bernabé y a Saulo para la obra a la que los he llamado”; entonces, la asamblea ora,
ayuna, les impone las manos y los envía en misión.

Bernabé y Pablo navegan hacia Chipre. Es el Espíritu Santo quien los envía en esta
dirección. Anuncian el Evangelio en las sinagogas del este de la isla, en Salamina, y
luego hacia el oeste, en Pafos. Desde este momento Lucas llamará a Saulo con su
nombre romano: Pablo, subrayando así que posee todos los requisitos de su misión de
ir a las “naciones”.

FUNDACIÓN DE IGLESIAS EN ASIA MENOR…

Inmersión en tierra pagana, más allá del Tauro, en cuatro ciudades estratégicas para
Roma, en el camino de Sebastopol. Lucas sitúa el primer importante discurso
misionero de Pablo en la sinagoga de Antioquía de Pisidia, nueva colonia romana.
Ante la mala acogida que le dispensó la mayoría de los judíos, Pablo se dirige a los
paganos. Pablo y Bernabé salen hacia Iconio, Listra y Derbe. Los dos Apóstoles
consolidaron las jóvenes comunidades.

Por una parte, animan la vida común entre creyentes procedentes del judaísmo y
nuevos convertidos procedentes del paganismo, granjeándose la enemistad de los
jefes de las sinagogas donde predican. Por la otra, designan “Ancianos”, según el
modelo de la Iglesia de Jerusalén. Tras cumplir esta misión, vuelven a Antioquía de
Siria.

EL
CONCILI
O DE
JERUSAL
ÉN

EL CONCILIO DE JERUSALÉN

Hacia el año 48 se plantea en Antioquía el problema relativo a la circuncisión de los


no-judíos, cuando los cristianos procedentes de Judea piden la “libertad alcanzada en
Cristo Jesús”, que también invocan Pablo y Bernabé para no imponer este rito a los
cristianos procedentes del paganismo. La comunidad decide entonces llamar en causa
a los Apóstoles y a los Ancianos de Jerusalén y envía a Pablo y Bernabé, con su
compañero griego Tito, acompañados por una delegación.

Los Apóstoles y Ancianos de Jerusalén aceptan a Tito, “no circuncidado”,


reconociendo de este modo la validez del anuncio de Pablo acerca de la libertad de la
gracia. La Asamblea confirma también a los responsables principales de la Iglesia y
reconoce la vocación misionera de Pedro para los circuncidados y de Pablo para los
no circuncidados. De hecho, se da una forma de división del campo misionero:
Santiago, Cefas y Juan hacia los judíos, mientras que Pablo y Bernabé hacia los
paganos.

EL INCIDENTE DE ANTIOQUÍA

La controversia que tuvo lugar durante la visita de Pedro a Antioquía atestigua la


rectitud de Pablo, para quien la verdad del Evangelio no admite adaptaciones. ¿Qué
sucedió? Un cristiano judío circuncidado no podía, en aquel entonces, sentarse en la
mesa de un cristiano pagano sin incurrir en impuridad. Pues bien, en el contexto de
Antioquía, Pedro es testigo de la supremacía de la fe en Cristo que llama a sí a todos
los hombres, y se contrapone a este principio … hasta que llegan los cristianos
enviados por Santiago, que preside la comunidad de Jerusalén, y oculta sus
sentimientos. Pablo entonces se rebela: “Me enfrenté con él cara cara, porque era
digno de represión”.

El compromiso que se había tomado en Jerusalén aceptaba la existencia de las


comunidades mixtas que Pablo había establecido en las jóvenes Iglesias de Asia
Menor. Sin embargo, la comunión plena entre circuncidados y no circuncidados
resultaba problemática. ¿Acaso ha de considerarse secundaria la salvación de
Jesucristo? Pablo reivindica la nueva vida en la fe, el don del Espíritu y la supremacía
de la promesa divina sobre la ley … La contraposición se da entre Santiago y la
Iglesia de Jerusalén, con Pedro y Bernabé (dudosos, que se alían con Santiago), y la
misma Iglesia de Antioquía que confirma este compromiso (Hch 15,40). Solo lo
seguirá Silas. Tras este largo noviciado que duró 15 años se abre un nuevo periodo
para Pablo.

HACIA
GRECIA

LIDIA Y LA IGLESIA DE FILIPOS

En Tróada, Pablo tiene una visión en al que un macedonio le suplica: “Pasa a


Macedonia y ayúdanos”. Inmediatamente se embarca hacia Grecia y se para en
Filipos, ciudad comercial y colonia romana poblada de veteranos y campesinos
latinos, donde el judaísmo ha recibido el influjo del helenismo.

La casa de Lidia, vendedora de púrpura, que recibió el bautismo con toda su familia y
da hospitalidad a los misioneros durante su estancia en la ciudad, se convierte en el
centro de una comunidad que se forma rápidamente y que va a ser una de las más
fieles a Pablo, y le ofrecerá afecto y ayudas materiales (2Co 11,8). Con esta
comunidad quiere celebrar la Pascua unos años más tarde, antes de dejar
definitivamente la región del mar Egeo.

Las autoridades locales acusan pronto a Pablo de proselitismo. En esta época, no se


distinguía bien el cristianismo del judaísmo. Si bien el judaísmo gozaba de un estatuto
privilegiado, Pablo, por primera vez, fue encarcelado con Silas. Hacia la medianoche,
mientras estaban en oración cantando himnos a Dios, un terremoto libra a los
prisioneros; el carcelero al ver las puertas abiertas trató de matarse. Pero Pablo le
gritó “Estamos todos aquí”. El carcelero se hizo bautizar con toda su familia. Pablo
reivindica su ciudadanía romana para que le saquen de la cárcel no en secreto sino “en
triunfo”, antes de regresar a la casa de Lidia.

TESALÓNICA: LUGAR DE CULTO FAMILIAR

Pablo, según su costumbre, va a la sinagoga de la ciudad y durante tres sábados


discute con los judíos basándose en las Escrituras, explicándolas y demostrando que
“Cristo tenía que padecer y resucitar de entre los muertos”. Pero le acusan de ir contra
las leyes imperiales, lo que hizo que los hermanos lo enviaran a Berea. Cuando los
judíos de Tesalónica se enteran de que Pablo había predicado en Berea van allí y
agitan la población, por lo que Pablo se ve obligado a huir de nuevo y a toda prisa
hacia Atenas, donde más tarde llegarán Silas y Timoteo. Poco después, la comunidad
de Tesalónica recibe sus dos primeras Cartas de Pablo; en ellas se lee el fervor y las
inquietudes de una Iglesia joven.

En Tesalónica, donde Jasón, así como en Filipos, donde Lidia, el lugar de culto y de
religión era la casa, es decir, la familia, con todo su entorno: las relaciones sociales y
el trabajo.

ATENAS, LOS ÍDOLOS

En la capital del helenismo, donde llegan de todo el Imperio romano para estudiar,
Pablo encuentra la cultura griega, “interiormente indignado al ver la ciudad llena de
ídolos”. Predica tanto en la sinagoga como en la plaza –incluso en el Areópago–
suscitando de este modo la curiosidad de intelectuales, “epicúreos o estoicos”, pero
poca adhesión a la fe cristiana. “He encontrado también una inscripción: ‘Al Dios
desconocido’. Pues bien, lo que adorabais sin conocer , eso os vengo yo a anunciar”.
(Pablo no cita este episodio. Este tipo de discurso evoca más bien la predicación de
los primeros misioneros en las Iglesias griegas de finales del siglo I, ante paganos
influidos por el estoicismo. El hecho de que no haya ninguna alusión a la cruz y a la
salvación hace dudar de que Pablo lo pronunciase alguna vez).

 LAS
PRIMER
AS
ESTRUCT
URAS DE
LA
IGLESIA

CORINTO

En esta ciudad cosmopolita donde florecía el culto de Afrodita, Pablo conoce a Áquila
y a su mujer Priscila, un matrimonio judío que había sido expulsado de Roma en el 49
con el edicto del emperador Claudio, “porque los judíos eran una causa permanente
de desórdenes a impulsos de un tal Crestos” (Suetonio, Claudio 25,11). Los
volveremos a encontrar en Roma, después de la muerte de Claudio, en el 54, que
esperan la llegada del Apóstol prisionero. Mientras tanto, lo acompañan a Éfeso,
ocupándose de la Iglesia y evangelizando.

Pablo, que desea trabajar como hacen los rabinos para asegurar la gratuidad de su
servicio apostólico, se queda a trabajar con el matrimonio fabricando tiendas, pues
eran de su mismo oficio. El sábado, en la sinagoga, trata de demostrar a los doctores
de la ley el mesianismo de Jesús; el jefe de la sinagoga, Crispo, se hizo bautizar con
toda su familia. La Iglesia de Corinto, que acoge también a los paganos, se desarrolla
muy rápidamente y se convierte en su base ya que Roma es inaccesible por el decreto
de expulsión de Claudio. Pablo permanece aquí 18 meses.

Hay un problema que surge cada vez con más frecuencia: las autoridades de las
sinagogas, que benefician de privilegios, no desean que se siga confundiendo a los
cristianos con una secta judía disidente, aunque en realidad estos ya no dependen de
ellos. Acabarán por acusar a Pablo de propaganda religiosa ilícita ante el procónsul
Galión (hermano del filósofo Séneca). Tras oír las acusaciones, se niega a escuchar la
defensa, declarándose incompetente, pues Pablo es judío y se trata de disputas
relativas a su ley (Hch 18,12-16). Pablo se embarca rumbo a Antioquía con Priscila y
Áquila. El matrimonio se queda en Éfeso y formará el núcleo de la futura comunidad.

Muchos historiadores sitúan el “Concilio de Jerusalén” y el incidente de Antioquía al


final de este segundo viaje, en el 52.

ÉFESO: PRISCILA Y ÁQUILA DIRIGEN LA IGLESIA

Es el tercer lugar de difusión de la Palabra, según los Hechos. Pablo se queda en este
gran centro de intercambios culturales, religiosos y comerciales entre Oriente y
Occidente más de dos años y funda una Iglesia. La confrontación con el judaísmo
cede el paso al encuentro con otras corrientes religiosas: Artemisa es la gran diosa de
Éfeso. Priscila y Áquila dirigen la comunidad y enseñan con zelo. De este modo
exponen “más exactamente el camino” a Apolo, que tendrá mucho éxito cono
catequista en Éfeso y Corinto.
MILETO: LAS ESTRUCTURAS DE LA IGLESIA

De regreso a Jerusalén, Pablo, “encadenado en el Espíritu”, convoca a los Ancianos


de la Iglesia de Éfeso. Predice su próximo fin, les exhorta a la vigilancia, al trabajo, a
socorrer a los pobres y los débiles: “Mayor felicidad hay en dar que en recibir”. Por
último, les deja como testamento la “construcción del edificio”, o mejor dicho, la
encomienda al poder de la Palabra, “que tiene poder para construir”: la actividad de la
Palabra es primaria, es ella quien construye la Iglesia.
La escena termina con emoción: la asamblea se arrodilla, reza, y todos abrazan a
Pablo; todos se encomienda a Dios y a su Palabra. Este episodio es importante para la
historia institucional de la Iglesia: estos Ancianos o presbíteros convocados por Pablo
y que el califica como pastores y obispos, encargados de alimentar y guiar
espiritualmente, como vigilantes (es el sentido del nombre obispo) al pueblo de Dios,
no reciben sus poderes de la asamblea de los fieles si no del Espíritu.

Durante su ministerio “independiente” y ante situaciones inéditas, Pablo tenía que


aportar innovaciones a nivel doctrinal con las que justificar sus llamamientos a los
creyentes para que se reunieran en comunidades unidas. De hecho, Pablo consiguió
crear, por los lugares donde pasó, Iglesias muy unidas que podían subsistir y
desarrollarse fuera de las estructuras vinculadas a las sinagogas.

 EN
JERUSAL
ÉN

JERUSALÉN: UN JEFE DE LAS IGLESIAS

Pablo vuelve por tercera vez a Jerusalén para informar a los Ancianos sobre su misión entre los gentiles. Enca
fundadas por él, generalmente pagano-cristianos, pero también discípulos judíos, como Timoteo. Se ha conve
comunidades locales en contraposición con las sinagogas y que llevan una vida autónoma en medio de comun
tradición deuteronómica, reivindicando para cada una la dignidad de asamblea del pueblo elegido por Dios re
la autoridad de un apóstol de Jesucristo (1Co 1-21; 2Co 1,1), título con el que se siente muy vinculado.
Pero ahora, en la capital del judaísmo y ante la Iglesia de Jerusalén presidida por Santiago, donde “miles de ju
padres: “y todos comprenderán que te portas como un cumplidor de la Ley” Va al Templo, se purifica con un
corintios “Me hecho todo a todos” (1Co 9,2)..

DETENCIÓN EN EL TEMPLO DE JERUSALÉN

Todo está listo para la explosión: el temor desencadenado por las predicaciones de Pablo en las sinagogas y el
las leyes. Las tensiones estallan a la llegada de Pablo al templo, el séptimo y último día de la purificación. Alg
de haber profanado el Templo por entrar con algunos griegos en él y alborotan a la gente, que lo arrastra fuera

Gracias a la llegada del tribuno con un tropel de soldados Pablo se salva de la muerte, y quiere aún hablar a la
silencio, les dirigió la palabra en lengua hebrea”: explica su fidelidad de judío formado en la escuela de Gama
que gobierna e inspira su vida. Luego, frente a estos judíos de Jerusalén, añade: «Estando en oración en el Tem
marcha inmediatamente de Jerusalén pues no recibirán tu testimonio acerca de mí….”»(
(Hch 22,21). Estas últimas palabras hacen que la muchedumbre se desencadene de nuevo: significa, efectivam
abierta a todos.

EL TIEMPO DE LA PRISIÓN Y DE LOS PROCESOS: JERUSALÉN, CESAREA, ROMA

El tribuno manda que metan a Pablo en el cuartel de Jerusalén para azotarle, pero se libra de la flagelación po
primer proceso ante el sanedrín.

A causa de una conjura de zelotas judíos que quieren matarle es traslado a Cesarea: segundo proceso ante el p

Tercer proceso ante el nuevo procurador Festo, dos años después.

Cuarto proceso ante Agripa II: “Este hombre no ha hecho nada digno de muerte o de prisión... Podía ser puest

 EL VIAJE DEL CAUTIVERIO

EN MEDIO DE LA TEMPESTAD
 
Es la narración más fabulosa del Nuevo Testamento. De Cesarea a Roma, “la navegación era
peligrosa” después de la fiesta de la Expiación –que introduce el otoño–. Efectivamente, la nave
irá a la deriva durante quinte días desde Creta a Malta, no pudiéndose orientar “ni con las estrellas
ni con el sol”. El prisionero Pablo se revela más libre que los 276 miembros de la tripulación,
capitán, piloto, centurión y marineros. Estaba acostumbrado al mar y a la experiencia de tres
naufragios (2Co 11,25) y, sobre todo, demuestra una seguridad que le viene de Dios: “Ninguna de
vuestras vidas se perderán, solamente la nave”, dice a sus compañeros cuando todo parecía
perdido, “Se me ha aparecido un ángel de Dios a quien pertenezco y a quien doy culto, y me ha
dicho: No temas, Pablo… Dios te ha concedido la vida de todos los que navegan contigo”.

MALTA
 
Se salvan todo. Llegan a la isla, unos nadando y otros gracias a unos tablones y los despojos de la
nave. Esta etapa sencilla e idílica (“los nativos nos mostraron una humanidad poco común;
encendieron una hoguera”) simboliza la acogida que el mundo pagano dará al Evangelio. Tras el
peligro y el naufragio, la escala maravillosa de Malta tiene para Lucas el gusto del alba de una
resurrección. Una víbora muerde la mano de Pablo mientras echaba leña a la hoguera, pero él
sacudió el animal sobre el fuego sin sufrir ningún daño… la gente lo tomó por un dios. Luego
Pablo cura al padre de su anfitrión imponiéndole las manos, así como a los otros enfermos de la
isla que acudieron a él. En fin, tuvieron para con él toda suerte de consideraciones y al momento
de la partida le proveyeron de lo necesario.

ROMA
 
Después va a Siracusa, Regio y Pozzuoli. Desde aquí toma el camino hacia Roma y tiene la alegría
de ser recibido por los hermanos –que han recorrido a pie 50 kilómetros–, pues el Apóstol no es
ningún desconocido: habían recibido, tres años antes, su gran Carta a los Romanos. En Roma,
existía una comunidad de cristianos, cuyo origen se ignora y que Lucas describe como numerosa y
célebre por su fe y sus obras. El cristianismo fue llevado a Roma muy pronto por mercaderes
judíos y permaneció al lado de las sinagogas. Cuando Claudio murió Roma contaba con unos
50.000 judíos procedentes de regiones muy distintas, diseminados en las varias sinagogas de la
capital del Imperio.
Pablo, pues, llega a Roma en el 61 para ser juzgado. Después de dos años de residencia vigilada,
en una casa particular en el centro de la ciudad, cerca del Tíber (el barrio judío de hoy), años que
emplea para evangelizar y escribir, el proceso desvanece por falta de acusadores. Pero después del
incendio del 64 Nerón acusa a los cristianos de ser los autores del incendio y Pablo fue arrestado,
encadenado en la cárcel Marmertina y condenado a la decapitación, que será ejecutada fuera de las
murallas aurelianas, en la Vía Ostiense, probablemente entre el 65 y el 67.

EL
MARTIRI
O EN
ROMA
LA APERURA DE LA ALIANZA A TODOS
 
El primer gesto de Pablo en la capital del Imperio y también sus últimas palabras, anotadas
llamamiento a los judíos. Tal y como había escrito a los romanos: “El Evangelio es una fue
del judío primeramente y también del griego” (Rm 1,16). De modo que, al final de su misió
gentiles no quiso olvidarse ni siquiera del “más pequeño de mis hermanos” (Mt 25,40). “A
cadenas”. Lanza un último y vibrante llamamiento a la “conversión” de su pueblo, a la zozo
Dios está de ahora en adelante abierta a todos.
La palabra del final no es la muerte de Pablo, puesto que se trata por el contrario del desarro
a los largo y ancho por el gran testigo del Resucitado, convertido a su imagen en “luz de los

¿Por qué fue tan útil para el apóstol Pablo ser ciudadano romano?

El ciudadano romano disfrutaba de ciertos derechos y privilegios en


cualquier lugar del Imperio. No estaba sujeto a las leyes de las provincias
donde vivía, sino a las de Roma. Si era acusado de un delito, podía aceptar
ser juzgado según las leyes locales, pero siempre conservaba su derecho a
ser oído por un tribunal romano. Y si se le condenaba a muerte, podía
apelar al emperador.

Cicerón, político romano del siglo primero antes de Cristo, basó en esos
derechos el siguiente comentario: “Es una injuria atar a un ciudadano
romano; es un crimen azotarle; matarle es tan malo como asesinar a un
padre”.

El apóstol Pablo dedicó su vida a predicar a lo largo y ancho del Imperio.


Hasta donde sabemos, usó sus derechos de ciudadano en tres ocasiones: 1)
En Filipos informó a los magistrados de que habían violado sus derechos al
golpearlo. 2) En Jerusalén dijo que era ciudadano romano para evitar que lo
azotaran. 3) Al ser llevado a juicio, apeló a César, es decir, pidió que el
emperador romano escuchara su caso en persona (Hechos 16:37-39; 22:25-
28; 25:10-12).

San Pablo de Tarso

(Saulo de Tarso, también llamado San Pablo Apó stol; Tarso, Cilicia, h.
4/15 - Roma?, h. 64/68) Apó stol del cristianismo. Tras haber
destacado como furibundo fustigador de la secta cristiana en su
juventud, una milagrosa aparició n de Jesú s convirtió a San Pablo en el
má s ardiente propagandista del cristianismo, que extendió con sus
predicaciones má s allá del pueblo judío, entre los gentiles: viajó como
misionero por Grecia, Asia Menor, Siria y Palestina y escribió misivas
(las Epístolas) a diversos pueblos del entorno mediterrá neo.

Los esfuerzos de San Pablo para llevar a buen fin su visió n de una
iglesia mundial fueron decisivos en la rá pida difusió n del cristianismo
y en su posterior consolidació n como una religió n universal. Ninguno
de los seguidores de Jesucristo contribuyó tanto como él a establecer
los fundamentos de la doctrina y la prá ctica cristianas.

Biografía

Las fuentes fundamentales acerca de la vida de San Pablo pertenecen


todas al Nuevo Testamento: los Hechos de los Apóstoles y las catorce
Epístolas que se le atribuyen, dirigidas a diversas comunidades
cristianas. De ellas, diversos sectores de la crítica bíblica han puesto en
duda la autoría paulina de las llamadas cartas pastorales (la primera y
segunda Epístola a Timoteo y la Epístola a Tito), en tanto que existe una
prá ctica unanimidad en considerar la Epístola a los hebreos como
escrita por un autor diferente. Pese a la disponibilidad de tales fuentes,
los datos cronoló gicos de las mismas resultan vagos, y cuando existen
divergencias entre los Hechos y las Epístolas se suele dar preferencia a
estas ú ltimas.

Saulo (tal era su nombre hebreo) nació en el seno de una familia


acomodada de artesanos, judíos fariseos de cultura helenística que
poseían el estatuto jurídico de ciudadanos romanos. Después de los
estudios habituales en la comunidad hebraica del lugar, Saulo fue
enviado a Jerusalén para continuarlos en la escuela de los mejores
doctores de la Ley, en especial en la del famoso rabino Gamaliel.
Adquirió así una só lida formació n teoló gica, filosó fica, jurídica,
mercantil y lingü ística (hablaba griego, latín, hebreo y arameo).

No debía, sin embargo, residir en Jerusalén el añ o 30, en el momento


de la crucifixió n de Jesú s de Nazaret; pero habitaba en la ciudad santa
seguramente cuando, en el añ o 36, fue lapidado el diá cono Esteban,
má rtir de su fe. En concordancia con la educació n que había recibido,
presidida por la má s rígida observancia de las tradiciones farisaicas,
Saulo se significó por aquellos añ os como acérrimo perseguidor del
cristianismo, considerado entonces una secta herética del judaísmo.
Inflexiblemente ortodoxo, el joven Saulo de Tarso estuvo presente no
só lo en la lapidació n de Esteban, sino que se ofreció ademá s a vigilar
los vestidos de los asesinos.

La conversión

Los jefes de los sacerdotes de Israel le confiaron la misió n de buscar y


hacer detener a los partidarios de Jesú s en Damasco. Pero de camino a
esta ciudad, Saulo fue objeto de un modo inesperado de una
manifestació n prodigiosa del poder divino: deslumbrado por una
misteriosa luz, arrojado a tierra y cegado, se volvió a levantar
convertido ya a la fe de Jesucristo (36 d. C.). Segú n el relato de los
Hechos de los Apóstoles y de varias de las epístolas del propio Pablo, el
mismo Jesú s se le apareció , le reprochó su conducta y lo llamó a
convertirse en el apó stol de los gentiles (es decir, de los no judíos) y a
predicar entre ellos su palabra.

Tras una estancia en Damasco (donde, después de haber recuperado la


vista, se puso en contacto con el pequeñ o nú cleo de seguidores de la
nueva religió n), se retiró algunos meses al desierto (no se sabe
exactamente adó nde), haciendo así má s firmes y profundos, en el
silencio y la soledad, los cimientos de su creencia. Vuelto a Damasco, y
violentamente atacado por los judíos faná ticos, en el añ o 39 hubo de
abandonar clandestinamente la ciudad descolgá ndose en un gran cesto
desde lo alto de sus murallas.

Aprovechó la ocasió n para marchar a Jerusalén y ponerse en contacto


con los jefes de la Iglesia, San Pedro y los demá s apó stoles, no sin
dificultades, porque estaba todavía muy vivo en la Ciudad Santa el
recuerdo de sus actividades como perseguidor. Le avaló en el seno de
la comunidad cristiana San Bernabé, que lo conocía bien y quizá era
pariente suyo. Regresó después a su ciudad natal de Tarso, en cuya
regió n residió y predicó hasta que hacia el añ o 43 vino a buscarlo
Bernabé. A consecuencia de una carestía que atacó duramente a
Palestina, Pablo y Bernabé fueron enviados a Antioquía (Siria), ciudad
cosmopolita donde eran numerosos los seguidores de Jesú s (allí se les
había dado por primera vez el sobrenombre de "cristianos"), para
llevar la ayuda fraternal de la comunidad de Antioquía a la de
Jerusalén.

El apóstol de los gentiles

En compañ ía de San Bernabé, San Pablo inició desde Antioquía el


primero de sus viajes misioneros, que lo llevó en el añ o 46 a Chipre y
luego a diversas localidades del Asia Menor. En Chipre, donde
obtuvieron los primeros frutos de su trabajo, abandonó Saulo
definitivamente su nombre hebreo para adoptar el cognomen latino de
Paulus, que llevaba probablemente desde niñ o como segundo apellido.
Su romanidad podía parecer oportuna para el desarrollo de la misió n
que el apó stol se proponía llevar a cabo en los ambientes gentiles. En
adelante, sería él quien llevaría la palabra del Evangelio al mundo
pagano; con Pablo, el mensaje de Jesú s saldría del marco judaico,
palestiniano, para convertirse en universal.

A lo largo de su predicació n, San Pablo iba presentá ndose


sucesivamente en las sinagogas de las diversas comunidades judaicas;
pero esta presentació n terminaba casi siempre en un fracaso. Bien
pocos fueron los hebreos que abrazaron el cristianismo por obra suya.
Mucho má s eficaz caía su palabra entre los gentiles y entre los
indiferentes que nada sabían de la religió n monoteísta hebraica. En
este primer viaje recorrió , ademá s de Chipre, algunas regiones
apartadas del Asia Menor. Creó centros cristianos en Perge (Panfília),
en Antioquía de Pysidia, en Listra, Iconio y Derbe de Licaonia. El éxito
fue notable; pero también fueron numerosas las dificultades. En Listra
escapó de la muerte só lo porque sus lapidadores creyeron
erró neamente que ya había muerto.

Entre el primer y el segundo viaje, San Pablo residió algú n tiempo en


Antioquía (49-50 d. C.), desde donde marchó a Jerusalén para asistir al
llamado "Concilio de los Apó stoles". Las cuestiones que iban a tratarse
en el concilio eran de una gravedad difícilmente concebible en
nuestros días. Había que dilucidar la licitud de bautizar a los paganos
(algunos judeo-cristianos se oponían aú n a tal iniciativa), y, sobre todo,
establecer o rechazar la obligatoriedad de los preceptos judíos para los
conversos que procedían del paganismo. El éxito de su labor
evangelizadora permitió a San Pablo imponer la tesis de que los
cristianos gentiles debían tener la misma consideració n que los judíos;
profundo expositor del valor de la Ley mosaica y de su importancia
histó rica, San Pablo defendió que la redenció n operada por Cristo
marcaba el definitivo ocaso de dicha ley y rechazó la obligatoriedad de
numerosas prá cticas judaicas.

El segundo viaje evangélico (50-53) comprendió la visita a las


comunidades cristianas de Anatolia, fundadas unos añ os antes; luego
fue recorriendo parte de la Galatia propiamente dicha, visitó algunas
ciudades del Asia proconsular y marchó después a Macedonia y Acaya.
La evangelizació n se hizo particularmente patente en Filippos,
Tesaló nica, Berea y Corinto. También Atenas fue visitada por San
Pablo, quien pronunció allí el famoso discurso del Areó pago, en el que
combatió la filosofía estoica. El resultado, desde el punto de vista
evangelizador, fue má s bien exiguo. Durante su estancia en Corinto,
donde estuvo en contacto con el gobernador de la provincia, Galló n
(hermano de Séneca), inició al parecer San Pablo su actividad como
escritor, enviando la primera y segunda Epístola a los tesalonicenses, en
las que ilustra a los fieles acerca de la parusía o segunda venida de
Cristo y de la resurrecció n de la carne.

El tercer viaje (53-54-58) se inició con la visita a las comunidades del


Asia Menor y continuó también por Macedonia y Acaya, donde San
Pablo Apó stol estuvo tres meses. Pero como centro principal fue
escogida la gran ciudad de É feso. Allí permaneció durante casi tres
añ os, trabajando con un grupo de colaboradores en la ciudad y su
regió n, especialmente en las localidades del valle del Lico. Fue un
apostolado muy provechoso, pero también lleno de fatigas para San
Pablo: culminaron éstas con el tumulto de É feso, provocado por
Demetrio, representante de los numerosos comerciantes que
explotaban la venta de las estatuillas-recuerdo de Artemisa. San Pablo,
refiriéndose a un episodio anterior, habla de una lucha con las fieras;
es casi seguro que la expresió n es metafó rica, pero convergen muchos
indicios en favor de la hipó tesis de una auténtica prisió n.
Desde É feso escribió la primera Epístola a los corintios, en la que se
transparentan muy bien las dificultades encontradas por el
cristianismo en un ambiente licencioso y frívolo como era el de la
ciudad del Istmo. Probablemente se sitú a en la misma ciudad la
redacció n de la Epístola a los gálatas y la Epístola a los filipenses, en
tanto que la segunda Epístola a los corintios fue escrita poco después en
Macedonia. Desde Corinto envió el apó stol la importante Epístola a los
romanos, en la que trata a fondo la relació n entre la fe y las obras
respecto a la salvació n. Con ello pretendía preparar su pró xima visita a
la capital del imperio.

Últimos años

Sin embargo, los hechos se desarrollaron de un modo distinto.


Habiéndose dirigido Pablo a Jerusalén para entregar una cuantiosa
colecta a aquella pobre iglesia, fue encarcelado por el quiliarca Lisia,
quien lo envió al procó nsul romano Félix de Cesarea. Allí pasó el
apó stol dos añ os bajo custodia militar. Decidieron embarcarlo,
fuertemente custodiado, con destino a Roma, donde los tribunales de
Neró n decidirían sobre él. El viaje marítimo fue, por otra parte,
fecundo en episodios pintorescos (como el del naufragio y la salvació n
milagrosa), y durante el mismo el prestigio del apó stol se impuso al fin
a sus guardianes (invierno de 60-61).

De los añ os 61 a 63 vivió San Pablo en Roma, parte en prisió n y parte


en una especie de libertad condicional y vigilada, en una casa
particular. En el transcurso de este primer cautiverio romano escribió
por lo menos tres de sus cartas: la Epístola a los efesios, la Epístola a los
colosenses y la Epístola a Filemón.

Puesto en libertad, ya que los tribunales imperiales no habían


considerado consistente ninguna de las acusaciones hechas contra él,
reanudó su ministerio; pero a partir de este momento la historia no es
tan precisa. Falta para este período la ayuda preciosa de los Hechos de
los Apóstoles, que se interrumpen con su llegada a Roma. San Pablo
anduvo por Creta, Iliria y Acaya; con mucha probabilidad estuvo
también en Españ a. De este período datarían dos cartas de discutida
atribució n, la primera Epístola a Timoteo y la Epístola a Tito; también
por entonces habría compuesto la Epístola a los hebreos. Se percibe en
ellas una intensa actividad organizadora de la Iglesia.

En el añ o 66, cuando se encontraba probablemente en la Tréade, San


Pablo fue nuevamente detenido por denuncia de un falso hermano.
Desde Roma escribió la má s conmovedora de sus cartas, la segunda
Epístola a Timoteo, en la que expresa su ú nico deseo: sufrir por Cristo y
dar junto a É l su vida por la Iglesia. Encerrado en horrenda cá rcel, vivió
los ú ltimos meses de su existencia iluminado solamente por esta
esperanza sobrenatural. Se sintió humanamente abandonado por
todos. En circunstancias que han quedado bastante oscuras, fue
condenado a muerte; segú n la tradició n, como era ciudadano romano,
fue decapitado con la espada. Ello ocurrió probablemente en el añ o 67
d. C., no lejos de la carretera que conduce de Roma a Ostia. Segú n una
tradició n atendible, la abadía de las Tres Fontanas ocupa exactamente
el lugar de la decapitació n.

El pensamiento paulino

De forma imprudente se ha exagerado en ocasiones la significació n de


la obra de San Pablo: algunos lo consideraron como el auténtico
fundador del cristianismo; otros lo acusaron de ser el primer
mixtificador de las enseñ anzas de Jesucristo. Es cierto que trabajó má s
que los demá s apó stoles y que, en sus cartas, sentó las bases del
desarrollo doctrinal y teoló gico del cristianismo. Pero su realmente
meritoria labor, de la que él mismo se sentía con razó n orgulloso,
reside en el hecho de haber sido intérprete e incansable propagandista
del mensaje de Jesú s.

A San Pablo se debe, má s que a los otros apó stoles, la oportuna y neta
separació n entre el cristianismo y el judaísmo; y es falso que tal
separació n se alcanzara mediante la creació n de un sistema religioso
especial, que habría sido elaborado bajo la influencia de la filosofía
griega, del sincretismo cultural o de las numerosas religiones de
misterios. En el curso de sus viajes evangelizadores, San Pablo propagó
su concepció n teoló gica del cristianismo, cuyo punto central era la
universalidad de la redenció n y la nueva alianza establecida por Cristo,
que superaba y abolía la vieja legislació n mosaica. La Iglesia, formada
por todos los cristianos, constituye la imagen del cuerpo de Cristo y
debe permanecer unida y extender la palabra de Dios por todo el
mundo.

El vigor y la riqueza de su palabra está n atestiguados por las catorce


epístolas que de él se conservan. Dirigidas a comunidades o a
particulares, tienen todos los caracteres de los escritos ocasionales. En
ningú n caso pretenden ser textos exhaustivos, pero siempre son una
poderosa síntesis de la enseñ anza evangélica expresada en sus má s
claras verdades y hasta sus ú ltimas consecuencias. Desde el punto de
vista literario, debe reconocérsele el mérito de haber sometido por
primera vez la lengua griega al peso de las nuevas ideas. Su educació n
dialéctica asoma en algunas de sus argumentaciones, y su
temperamento místico se eleva hasta la contemplació n y alcanza las
cumbres de la lírica en el famoso himno a la caridad de la primera
Epístola a los corintios.

Según Hechos de los Apóstoles, 22, 3-21 en Tarso de Cilicia nació entre
los años 5 y 10 d. C., en, Turquía.

Hijo de hebreos y descendiente de la tribu de Benjamín. Criado como judío


farisaico. Según estipulaba la ley judía al octavo día fue circuncidado.

Instruido por el rabino Gamaliel el Viejo, recibió una sólida formación


teológica, filosófica y jurídica. Además hablaba griego, latín, hebreo y
arameo.

Persiguió a los cristianos y participó en la lapidación de San Esteban, el


primer mártir cristiano.

Tras la ejecución, se dirigió a Damasco con una autorización especial para


encarcelar a todos los cristianos que encontrara en esa ciudad. Durante el
camino lo envolvió una poderosa luz y oyó una voz que le decía: “Saúl,
Saúl, ¿por qué me persigues?” Pablo respondió: “¿Quién eres, Señor?” La
voz contestó: “Yo soy Jesús, a quien tú persigues. Levántate y entra en la
ciudad. Allí se te indicará lo que tienes que hacer”.

Se levantó y comprobó que no veía nada. En Damasco permaneció tres días


ciego, sin comer y sin beber, hasta que llegó Ananías y le dijo: “Saúl,
hermano, el Señor Jesús que se te apareció en el camino por donde venías,
me ha enviado para que recuperes la vista y quedes lleno del Espíritu
Santo”. Le impuso las manos, y al instante recuperó la vista. Ananías lo
bautizó como Pablo, le explicó quién era Jesús, lo instruyó en la doctrina
cristiana y lo mandó a predicar el evangelio. Marchó a Arabia durante tres
años, entregándose a oraciones y reflexiones.

Regresó a Damasco y poco tiempo después viajó a Jerusalén. Conoció a


Bernabé y a través de este a los apóstoles Pedro y Santiago. Su estancia
en Jerusalén fue breve, ya que tuvo que  huir  para escapar de los judíos de
habla griega. De nuevo volvió a Tarsos.

Catorce años después Bernabé acudió a Tarso y marchó con Pablo a


Antioquía. Durante una hambruna que golpeó a Judea, viajaron a Jerusalén
para brindar apoyo financiero de la comunidad de Antioquía, que se
convertiría en punto de reunión de los cristianos convertidos desde el
paganismo y en un importante centro para la evangelización de Pablo.

Sobre el año 49 tuvo lugar una reunión importante entre Pablo y la iglesia
de Jerusalén, que tenia como objetivo decidir si los conversos gentiles
debían circuncidarse. Pedro, Santiago y Juan aceptaron la misión de Pablo
a los gentiles. Aunque tanto Pablo como Pedro habían llegado a un acuerdo
en el Concilio de Jerusalén, este último se negó a compartir una comida
con los cristianos gentiles en Antioquía y fue confrontado públicamente por
Pablo. Esto se conoce como el Incidente en Antioquía.

Pasó dieciocho meses en Corinto, con Silas y Timoteo. Se dirigió hacia


Éfeso, donde pasaría dos años trabajando con la congregación y
organizando actividades misioneras en el interior. Tuvo que huir debido a
varios disturbios. Su siguiente destino fue Macedonia, después volvió a
Corinto donde permaneció durante tres meses.
Durante el año 57, viajó nuevamente a Jerusalén. Algunos judíos
procedentes de la provincia de Asia vieron a Pablo en los recintos del
Templo y le acusaron de patrocinar una violación de la Ley y de profanar
la santidad del Templo introduciendo en él a unos griegos.

Intentaron matarlo en una revuelta, de la que fue salvado mediante arresto.


Conducido ante el Sanedrín, se defendió suscitando una disputa entre
fariseos y saduceos, ya que estos últimos no creían en la resurrección y los
fariseos sí.

El tribuno lo envió al procurador de la provincia de Judea, ante quien


volvió a defenderse. El procurador postergó el juicio y encarceló a Pablo
durante dos años. Tras la llegada de un nuevo procurador el caso fue
revisado y el apóstol fue enviado a Roma para ser juzgado por el César.
Sufrió un naufragio cerca de la Isla de Malta y llegó a Roma en el verano
del 62. Pasó otros dos años bajo arresto domiciliario.

El más ardiente propagandista del cristianismo, viajó como misionero por


Grecia, Asia Menor, Siria y Palestina. Fue fundador de comunidades
cristianas y evangelizador en los más importantes centros urbanos del
Imperio romano tales como Antioquía, Corinto, Éfeso y Roma.

Sus escritos adaptaron el mensaje de Jesús a la cultura helenística


imperante en el mundo mediterráneo, facilitando su extensión fuera del
ámbito cultural hebreo en donde había nacido y fueron aceptados
unánimemente por todas las Iglesias cristianas. Se le atribuyen más de la
mitad de los libros del Nuevo Testamento

Se cree que San Pablo murió decapitado durante las persecuciones de


Nerón hacia el año 62, en Roma, Italia.

¿Quién fue Gamaliel?

Gamaliel fue un célebre fariseo nieto de Hilel el Viejo, el fundador de una de las dos
grandes escuelas del judaísmo farisaico.* El método de Hilel se consideraba más
tolerante que el de su oponente, Samay. Después de la destrucción del templo de
Jerusalén en 70 E.C., Bet Hilel (la casa de Hilel) tuvo más acogida que Bet Samay (la
casa de Samay). La casa de Hilel se convirtió en la expresión oficial del judaísmo,
puesto que todas las demás sectas desaparecieron con la destrucción del templo. Muchas
de las decisiones de Bet Hilel formaron la base de la ley judía recogida en la Misná, que
a su vez llegó a ser el fundamento del Talmud. Al parecer, la influencia de Gamaliel
resultó ser un factor determinante en el predominio de dicha escuela.

Gamaliel gozó de tal estima que fue el primero en recibir el título de Rabán, superior
aun al de Rabí. De hecho, llegó a ser tan respetado que la Misná dice de él: “Con la
muerte de Rabán Gamaliel el viejo cesó la gloria de la Torá y falleció la pureza y la
abstinencia”. (Sota 9:15.)

Cómo enseñaba

¿Qué quiso decir el apóstol Pablo cuando afirmó ante la multitud de Jerusalén que se
había ‘educado a los pies de Gamaliel’? ¿Qué implicaba ser discípulo de un maestro
como él?

Con respecto a este tipo de educación, el profesor Dov Zlotnick, del Seminario
Teológico Judío de América, escribe: “La exactitud de la ley oral, y por tanto su
fiabilidad, depende casi exclusivamente de la relación entre maestro y discípulo: del
interés del maestro en enseñar la ley y de la atención que ponga el estudiante en
aprenderla. [...] Por esa razón se pedía a los discípulos que se sentaran a los pies de los
maestros [...] y ‘bebieran con sed sus palabras’”. (Abot 1:4, la Misná.)

En el libro Historia del pueblo judío en tiempos de Jesús, Emil Schürer arroja luz sobre
los métodos de los rabinos del siglo I. Escribe: “Los más célebres rabinos [...] reunían a
su alrededor a los jóvenes deseosos de aprender —a veces en gran número— para
comunicarles un conocimiento completo de la extensa y complicada ‘Torá oral’. [...] La
enseñanza consistía en un continuo ejercicio memorístico. [...] El maestro planteaba
unas veces cuestiones halákicas [jurídicas] para que les dieran respuesta sus alumnos y
otras era él mismo el que daba la solución. También podían plantearle libremente
cuestiones los discípulos”.

Desde el punto de vista rabínico, para los alumnos había mucho más en juego que
simplemente obtener una buena calificación, pues se les advertía: “A quien olvidare una
sola palabra de cuanto ha aprendido, la Escritura se lo computa como si se hubiera
hecho culpable de muerte”. (Abot 3:8.) La mayor alabanza que podía recibir un
estudiante era que se le comparara con “una cisterna encalada que no pierde una gota de
agua”. (Abot 2:8.) Este fue el tipo de enseñanza que Pablo, entonces conocido como
Saulo de Tarso, su nombre hebreo, recibió de Gamaliel.

El espíritu de sus enseñanzas

Como Gamaliel enseñaba la doctrina farisaica, fomentaba la creencia en la ley oral, por
lo que ponía más énfasis en las tradiciones de los rabíes que en la Escritura inspirada.
(Mateo 15:3-9.) La Misná cita estas palabras suyas: “Consíguete un maestro, aléjate de
la duda y no apartes frecuentemente el diezmo por aproximación”. (Abot 1:16.) Esta
sentencia quería decir que cuando las Escrituras Hebreas no indicaban explícitamente
qué hacer, la persona no debía tomar una decisión basada en su propio raciocinio o
siguiendo los dictados de su conciencia, sino permitir que un rabí cualificado tomara la
decisión por él. Según Gamaliel, solo de este modo evitaría pecar. (Compárese con
Romanos 14:1-12.)

No obstante, a Gamaliel se le conocía por la tolerancia y liberalismo de sus veredictos


jurídico-religiosos. Por ejemplo, mostró consideración por las mujeres cuando falló: “Se
puede permitir a una mujer volver a casarse a base de un solo testigo [de la muerte de su
esposo]”. (Yebamot 16:7, la Misná.) Además, para proteger a las divorciadas, introdujo
un buen número de restricciones a la carta de divorcio.

También se percibe este espíritu en el trato que dio a los primeros seguidores de
Jesucristo. El libro de Hechos relata que mientras ciertos guías judíos planeaban matar a
los apóstoles de Jesús, a quienes habían arrestado por predicar, “se levantó cierto
hombre en el Sanedrín, un fariseo de nombre Gamaliel, maestro de la Ley estimado por
todo el pueblo, y dio mandato de que sacaran fuera a los hombres por un momento. Y
les dijo: ‘Varones de Israel, presten atención a ustedes mismos en cuanto a lo que
piensan hacer respecto a estos hombres. [...] Les digo: No se metan con estos hombres,
sino déjenlos [...]; de otro modo, quizás se les halle a ustedes luchadores realmente
contra Dios’”. Se escuchó el consejo de Gamaliel y se puso en libertad a los apóstoles.
(Hechos 5:34-40.)

¿Qué supuso para Pablo?

Pablo había sido instruido y educado por uno de los mayores maestros rabínicos del
siglo I E.C. Seguramente su alusión a Gamaliel indujo a la muchedumbre de Jerusalén a
prestar atención especial a su discurso. Pero él habló de un Maestro muy superior a
Gamaliel: Jesús, el Mesías. Pablo se dirigió a la multitud como discípulo de Jesús, no de
Gamaliel. (Hechos 22:4-21.)

¿Influyó la educación de Gamaliel en la enseñanza de Pablo como cristiano? Es muy


probable que la rigurosa instrucción en las Escrituras y la ley judía le fuera de utilidad a
Pablo como maestro cristiano. Sin embargo, sus cartas inspiradas, que forman parte de
la Biblia, muestran claramente que rechazó la esencia de la doctrina farisaica de
Gamaliel. Pablo no dirigió a sus coetáneos judíos y al resto de la gente hacia los rabíes
del judaísmo ni las tradiciones del hombre, sino hacia Jesucristo. (Romanos 10:1-4.)

Si Pablo hubiera seguido siendo discípulo de Gamaliel, habría gozado de gran prestigio.
Otras personas del círculo de Gamaliel contribuyeron a determinar el futuro del
judaísmo. Por ejemplo, Simeón, hijo de Gamaliel y tal vez compañero de estudios de
Pablo, desempeñó un importante papel en la sublevación de los judíos contra Roma.
Después de la destrucción del templo, Gamaliel II, nieto de Gamaliel, restauró la
autoridad del Sanedrín y lo trasladó a Yavne. Yehudá ha-Nasi, nieto de Gamaliel II,
compiló la Misná, que constituye hasta nuestro día la piedra angular del pensamiento
judío.

Habiendo sido estudiante de Gamaliel, Saulo de Tarso pudo haber destacado en el


judaísmo. No obstante, escribió respecto a esa carrera: “Cuantas cosas eran para mí
ganancias, estas las he considerado pérdida a causa del Cristo. Pues, en cuanto a eso, de
veras sí considero también que todas las cosas son pérdida a causa del sobresaliente
valor del conocimiento de Cristo Jesús mi Señor. Por motivo de él he sufrido la pérdida
de todas las cosas y las considero como un montón de basura, a fin de ganar a Cristo”.
(Filipenses 3:7, 8.)

Pablo puso en práctica el consejo de su anterior maestro de que ‘no se le hallara


luchando contra Dios’ al renunciar a su futuro como fariseo y hacerse seguidor de
Jesucristo. Dejó de luchar contra Dios cuando cesó de perseguir a los discípulos de
Jesús. Al adherirse a Cristo, se convirtió en uno de los “colaboradores de Dios”.
(1 Corintios 3:9.)

Los testigos de Jehová de la actualidad siguen proclamando celosamente el mensaje del


verdadero cristianismo. Al igual que Pablo, muchos han efectuado cambios drásticos en
su vida. Algunos incluso han abandonado carreras prometedoras con el fin de participar
más en la predicación del Reino, que es verdaderamente una obra “de Dios”. (Hechos
5:39.) Se alegran de imitar el ejemplo de Pablo en lugar del de su anterior maestro,
Gamaliel.

¿Quién fue Gamaliel?

Gamaliel fue un célebre fariseo nieto de Hilel el Viejo, el fundador de una de las dos
grandes escuelas del judaísmo farisaico.* El método de Hilel se consideraba más
tolerante que el de su oponente, Samay. Después de la destrucción del templo de
Jerusalén en 70 E.C., Bet Hilel (la casa de Hilel) tuvo más acogida que Bet Samay (la
casa de Samay). La casa de Hilel se convirtió en la expresión oficial del judaísmo,
puesto que todas las demás sectas desaparecieron con la destrucción del templo. Muchas
de las decisiones de Bet Hilel formaron la base de la ley judía recogida en la Misná, que
a su vez llegó a ser el fundamento del Talmud. Al parecer, la influencia de Gamaliel
resultó ser un factor determinante en el predominio de dicha escuela.

Gamaliel gozó de tal estima que fue el primero en recibir el título de Rabán, superior
aun al de Rabí. De hecho, llegó a ser tan respetado que la Misná dice de él: “Con la
muerte de Rabán Gamaliel el viejo cesó la gloria de la Torá y falleció la pureza y la
abstinencia”. (Sota 9:15.)

Cómo enseñaba

¿Qué quiso decir el apóstol Pablo cuando afirmó ante la multitud de Jerusalén que se
había ‘educado a los pies de Gamaliel’? ¿Qué implicaba ser discípulo de un maestro
como él?

Con respecto a este tipo de educación, el profesor Dov Zlotnick, del Seminario
Teológico Judío de América, escribe: “La exactitud de la ley oral, y por tanto su
fiabilidad, depende casi exclusivamente de la relación entre maestro y discípulo: del
interés del maestro en enseñar la ley y de la atención que ponga el estudiante en
aprenderla. [...] Por esa razón se pedía a los discípulos que se sentaran a los pies de los
maestros [...] y ‘bebieran con sed sus palabras’”. (Abot 1:4, la Misná.)

En el libro Historia del pueblo judío en tiempos de Jesús, Emil Schürer arroja luz sobre
los métodos de los rabinos del siglo I. Escribe: “Los más célebres rabinos [...] reunían a
su alrededor a los jóvenes deseosos de aprender —a veces en gran número— para
comunicarles un conocimiento completo de la extensa y complicada ‘Torá oral’. [...] La
enseñanza consistía en un continuo ejercicio memorístico. [...] El maestro planteaba
unas veces cuestiones halákicas [jurídicas] para que les dieran respuesta sus alumnos y
otras era él mismo el que daba la solución. También podían plantearle libremente
cuestiones los discípulos”.

Desde el punto de vista rabínico, para los alumnos había mucho más en juego que
simplemente obtener una buena calificación, pues se les advertía: “A quien olvidare una
sola palabra de cuanto ha aprendido, la Escritura se lo computa como si se hubiera
hecho culpable de muerte”. (Abot 3:8.) La mayor alabanza que podía recibir un
estudiante era que se le comparara con “una cisterna encalada que no pierde una gota de
agua”. (Abot 2:8.) Este fue el tipo de enseñanza que Pablo, entonces conocido como
Saulo de Tarso, su nombre hebreo, recibió de Gamaliel.

El espíritu de sus enseñanzas

Como Gamaliel enseñaba la doctrina farisaica, fomentaba la creencia en la ley oral, por
lo que ponía más énfasis en las tradiciones de los rabíes que en la Escritura inspirada.
(Mateo 15:3-9.) La Misná cita estas palabras suyas: “Consíguete un maestro, aléjate de
la duda y no apartes frecuentemente el diezmo por aproximación”. (Abot 1:16.) Esta
sentencia quería decir que cuando las Escrituras Hebreas no indicaban explícitamente
qué hacer, la persona no debía tomar una decisión basada en su propio raciocinio o
siguiendo los dictados de su conciencia, sino permitir que un rabí cualificado tomara la
decisión por él. Según Gamaliel, solo de este modo evitaría pecar. (Compárese con
Romanos 14:1-12.)

No obstante, a Gamaliel se le conocía por la tolerancia y liberalismo de sus veredictos


jurídico-religiosos. Por ejemplo, mostró consideración por las mujeres cuando falló: “Se
puede permitir a una mujer volver a casarse a base de un solo testigo [de la muerte de su
esposo]”. (Yebamot 16:7, la Misná.) Además, para proteger a las divorciadas, introdujo
un buen número de restricciones a la carta de divorcio.

También se percibe este espíritu en el trato que dio a los primeros seguidores de
Jesucristo. El libro de Hechos relata que mientras ciertos guías judíos planeaban matar a
los apóstoles de Jesús, a quienes habían arrestado por predicar, “se levantó cierto
hombre en el Sanedrín, un fariseo de nombre Gamaliel, maestro de la Ley estimado por
todo el pueblo, y dio mandato de que sacaran fuera a los hombres por un momento. Y
les dijo: ‘Varones de Israel, presten atención a ustedes mismos en cuanto a lo que
piensan hacer respecto a estos hombres. [...] Les digo: No se metan con estos hombres,
sino déjenlos [...]; de otro modo, quizás se les halle a ustedes luchadores realmente
contra Dios’”. Se escuchó el consejo de Gamaliel y se puso en libertad a los apóstoles.
(Hechos 5:34-40.)

¿Qué supuso para Pablo?

Pablo había sido instruido y educado por uno de los mayores maestros rabínicos del
siglo I E.C. Seguramente su alusión a Gamaliel indujo a la muchedumbre de Jerusalén a
prestar atención especial a su discurso. Pero él habló de un Maestro muy superior a
Gamaliel: Jesús, el Mesías. Pablo se dirigió a la multitud como discípulo de Jesús, no de
Gamaliel. (Hechos 22:4-21.)
¿Influyó la educación de Gamaliel en la enseñanza de Pablo como cristiano? Es muy
probable que la rigurosa instrucción en las Escrituras y la ley judía le fuera de utilidad a
Pablo como maestro cristiano. Sin embargo, sus cartas inspiradas, que forman parte de
la Biblia, muestran claramente que rechazó la esencia de la doctrina farisaica de
Gamaliel. Pablo no dirigió a sus coetáneos judíos y al resto de la gente hacia los rabíes
del judaísmo ni las tradiciones del hombre, sino hacia Jesucristo. (Romanos 10:1-4.)

Si Pablo hubiera seguido siendo discípulo de Gamaliel, habría gozado de gran prestigio.
Otras personas del círculo de Gamaliel contribuyeron a determinar el futuro del
judaísmo. Por ejemplo, Simeón, hijo de Gamaliel y tal vez compañero de estudios de
Pablo, desempeñó un importante papel en la sublevación de los judíos contra Roma.
Después de la destrucción del templo, Gamaliel II, nieto de Gamaliel, restauró la
autoridad del Sanedrín y lo trasladó a Yavne. Yehudá ha-Nasi, nieto de Gamaliel II,
compiló la Misná, que constituye hasta nuestro día la piedra angular del pensamiento
judío.

Habiendo sido estudiante de Gamaliel, Saulo de Tarso pudo haber destacado en el


judaísmo. No obstante, escribió respecto a esa carrera: “Cuantas cosas eran para mí
ganancias, estas las he considerado pérdida a causa del Cristo. Pues, en cuanto a eso, de
veras sí considero también que todas las cosas son pérdida a causa del sobresaliente
valor del conocimiento de Cristo Jesús mi Señor. Por motivo de él he sufrido la pérdida
de todas las cosas y las considero como un montón de basura, a fin de ganar a Cristo”.
(Filipenses 3:7, 8.)

Pablo puso en práctica el consejo de su anterior maestro de que ‘no se le hallara


luchando contra Dios’ al renunciar a su futuro como fariseo y hacerse seguidor de
Jesucristo. Dejó de luchar contra Dios cuando cesó de perseguir a los discípulos de
Jesús. Al adherirse a Cristo, se convirtió en uno de los “colaboradores de Dios”.
(1 Corintios 3:9.)

Los testigos de Jehová de la actualidad siguen proclamando celosamente el mensaje del


verdadero cristianismo. Al igual que Pablo, muchos han efectuado cambios drásticos en
su vida. Algunos incluso han abandonado carreras prometedoras con el fin de participar
más en la predicación del Reino, que es verdaderamente una obra “de Dios”. (Hechos
5:39.) Se alegran de imitar el ejemplo de Pablo en lugar del de su anterior maestro,
Gamaliel.

Los escritos de San Pablo adaptaron el mensaje de Jesú s a la cultura


helenística imperante en el mundo mediterrá neo, facilitando su
extensió n fuera del á mbito cultural hebreo en donde había nacido. Al
mismo tiempo, esos escritos constituyen una de las primeras
interpretaciones del mensaje de Jesú s, razó n por la que contribuyeron
de manera decisiva al desarrollo teoló gico del cristianismo (debido a la
inclusió n de sus Epístolas, se atribuyen a San Pablo má s de la mitad de
los libros que, junto con los Evangelios, componen el Nuevo
Testamento).

Proceden de la interpretació n de San Pablo ideas tan relevantes para la


posteridad como la del pecado original; la de que Cristo murió en la
cruz por los pecados de los hombres y que su sufrimiento puede
redimir a la humanidad; o la de que Jesucristo era el mismo Dios y no
solamente un profeta. Segú n San Pablo, Dios concibió desde la
eternidad el designio de salvar a todos los hombres sin distinció n de
raza. Los hombres descienden de Adá n, de quien heredaron un cuerpo
corruptible, el pecado y la muerte; pero todos los hombres, en el nuevo
Adá n que es Cristo, son regenerados y recibirá n, en la resurrecció n, un
cuerpo incorruptible y glorioso, y, en esta vida, la liberació n del
pecado, la victoria sobre la muerte amarga y la certeza de una futura
vida feliz y eterna. También introdujo en la doctrina cristiana el
rechazo de la sexualidad y la subordinació n de la mujer, ideas que no
habían aparecido en las predicaciones de Jesucristo.

En llamativo contraste con su juventud de fariseo intransigente,


cerrado a toda amplia visió n religiosa y celoso de las prerrogativas
espirituales de su pueblo, San Pablo dedicaría toda su vida a "derribar
el muro" que separaba a los gentiles de los judíos. En su esfuerzo por
hacer universal el mensaje de Jesú s, San Pablo lo desligó de la tradició n
judía, insistiendo en que el cumplimiento de la ley de Moisés (los
mandatos bíblicos) no es lo que salva al hombre de sus pecados, sino la
fe en Cristo; en consecuencia, polemizó con otros apó stoles hasta
liberar a los gentiles de las obligaciones rituales y alimenticias del
judaísmo (incluida la circuncisió n).
Biografía de San Pablo

Saulo de Tarso, má s conocido como San Pablo de Tarso, fue un


ferviente apóstol del cristianismo que en los primeros añ os de
nuestra era se ocupó especialmente de difundir el mensaje que
Jesucristo vino a dejarnos en la tierra y en ese camino terminó por
convertir al Cristianismo, la doctrina religiosa que nació con
Jesús, en religión universal.

Pablo habría nacido entre los años 5 y 10, en Tarso justamente, una
ciudad que ocupa el territorio que hoy pertenece a Turquía; asimismo,
Saulo, disponía de la ciudadanía romana.

Si bien Pablo había nacido en el seno de una familia de judíos fariseos,


en el marco de la cultura helena y de haber participado en las primeras
persecuciones que se perpetraron contra los cristianos, durante un
Viaje a Damasco, poco tiempo después de la crucifixió n de Jesú s, se
convertiría a la nueva fe que en aquel tiempo era considerada una
secta herética del judaísmo, segú n supo relatar, habría sido el
mismísimo Jesú s quien se le apareció en ese viaje y lo invitó a difundir
la buena nueva y así lo hizo…

Respecto de su formació n, Pablo, contaba con una sólida formación


académica que incluía conocimientos sobre teología, filosofía,
hechos jurídicos, lingüística y mercantil, ademá s, hablaba
perfectamente los idiomas: griego, latín, arameo y hebreo, situació n
que por supuesto le abriría el camino para la difusió n de su mensaje.

Para concretar su misió n, San Pablo, viajó por diversas partes del
mundo: Grecia, Asia Menor, Siria, Palestina, también, escribió cartas
a diferentes pueblos del mediterrá neo, entre otros.

Má s de la mitad de los Libros del Nuevo Testamento de la Biblia se le


atribuyen a San Pablo.

Cabe destacar, que conceptos como los del pecado original, la


creencia que Jesús murió en la cruz por los pecados de los
hombres y que su sufrimiento redime a la humanidad, que
Jesucristo era el mismísimo Dios y no tan solo un predicador, el
rechazo de la sexualidad y la subordinación de la mujer, entre
otros, se le deben a San Pablo.

En Jerusalén, sus ideas no fueron aceptadas de ningú n modo por los


judíos má s ortodoxos, en tanto, una vez allí fue detenido, juzgado, y
enviado a Roma, donde probablemente murió ejecutado cuando
corría el año 67.

El principal santuario de San Pablo es la Basílica de San Pablo


Extramuros em Roma, Italia.

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