Teología Del Génesis
Teología Del Génesis
Teología Del Génesis
El libro de Génesis.
1. Fue escrito por Moisés, junto con el resto del Pentateuco, entre los años 1450 al 1410 a. C.
2. El Génesis contiene historias reales de personas concretas.
3. No existen leyendas o mitos, sino que son relatos verídicos y precisos de acontecimientos
concretos.
4. los relatos históricos tienen que ver con genealogías, lo que divide al libro en diez secciones que
comienzan todas ellas con las palabras: “Estas son las generaciones…” (Gn. 6:9; 10:1; 11:10;
11:27; 25:12; 25:19; 36:1; 37:2).
5. El génesis tiene una importancia capital porque revela al hombre “los orígenes o los principios”
de las cosas. Pág. 22- Perez Millos.
Bosquejo de Génesis
I. La historia de los comienzos
A. Relato de la creación (Gn. 1:1-2:3).
B. El hombre en su estado de inocencia (Gn. 2:7-25).
C. La caída del hombre (Gn. 3:1-24).
D. La humanidad bajo el dominio del pecado y de la muerte (Gn. 4:1-6:8).
E. El mundo bajo el juicio de Dios (Gn. 6:9-8:14).
F. Un nuevo Principio (Gn. 8:15-11:32).
II. Historia de los patriarcas
A. Llamamiento y peregrinación de Abraham (Gn. 12-20).
B. Isaac, eslabón en la línea de la promesa (Gn. 21-26).
C. Jacob y su transformación en Israel (Gn. 27-36).
D. José y la emigración a Egipto (Gn. 37-50). Págs. 50, 51. Trenchard
Génesis 1-11 establecen el escenario para el drama de la redención, que comenzó con el
llamamiento a Abraham (Gn 12:1-3). Un énfasis sobre el poder creativo de Dios no volvió a darse
hasta siglos después de su liberación de Egipto.
El escritor de Génesis dijo muchas cosas en torno a los actos creadores de Dios, pero su énfasis
estuvo sobre dos cosas. Primero que todo, fijaba su atención sobre Dios como el autor de la
creación. En el primer relato de la creación, Génesis 1:1-2:4ª, el nombre de Dios se halla treinta y
cuatro veces. En el segundo relato, Génesis 2:4b-25, el nombre “Jehová Dios” se halla once veces.
Su mira era no dejar ninguna duda en la mente de nadie respecto al origen de la creación. Lo que
haya acontecido, Dios lo hizo.
El segundo énfasis del escritor de Génesis estriba en el hecho de que el hombre es el punto cumbre
en la creación de Dios. El hombre fue hecho a la imagen de Dios y se le dio posesión y dominio
sobre el mundo. Esto no era con la mira de explotarlo, sino usarlo como mayordomía dada por
Dios. (Pág. 81. cate).
Para el Antiguo Testamento, el hombre era de la tierra. Era carne y polvo. Sin embargo, era más
que esto, mucho más, porque el hombre también era alma, una alma viviente.
Primero, nephesh no puede ser separado del cuerpo. El hombre es polvo animado, habitado por un
nephesh…
Cuando éste (nephesh) se aplicaba al hombre, parece haber tenido tres significados afines. Era el
principio vital básico. Muy parecido al aliento, era (Pág. 122. cate) aquello absolutamente necesario
par que existiera la vida. Se asociaba tanto con el aliento como con la sangre. Si faltaba cualquiera
de las dos, la vida no era posible. Ocasionalmente se usaba casi como un nombre alusivo a la
persona en su totalidad.
El uso más común de nephesh cuando se refería a una persona, significaba la totalidad de su ser.
Vale la pena notar que los hebreos no tenían palabra alguna que tradujera “cuerpo”. Cuando querían
referirse al cuerpo de alguien, empleaban bien la palabra que se traducía “carne” o empleaban
nephesh. Al usar éste, parece que daban la idea de que nephesh era un aspecto interior del cuerpo.
La existencia física de una persona aparentemente era la manifestación exterior de su nephesh.
De nuevo, hemos de fijarnos en que los hebreos nunca contemplaban al espíritu del hombre de
igual modo que los griegos. En el Antiguo Testamento el espíritu puede ser una parte permanente
del hombre, pero los hebreos nunca aceptaban que el espíritu del hombre tuviera una existencia
aparte del hombre. Más bien parecía referirse a los aspectos más altos y nobles de la conciencia
(pág. 122. cate) humana. Para el hebreo, ni el espíritu, ni nephesh, ni la carne humana existían
independientemente. Hacían falta las tres cosas juntas para que hubiera una persona verdadera.
Ambas cosas, espíritu y nephesh, eran los aspectos interiores de la carne de la persona. La carne era
la parte exterior de la naturaleza espiritual de la persona (Pág. 123. cate).
Al primer pecado se lo pinta claramente como una revuelta de la criatura en contra de su creador.
De parte de Eva tanto como de Adán, había un deseo por ser igual a Dios. Esto surgió del orgullo
humano, la arrogancia y la autoexaltación. Resultó en la desobediencia intencional al mandato
divino. La raíz del pecado se dibuja con claridad como la soberbia humana que se expresa en una
declaración de independencia de su Dios. Fue el susurro insidioso de la serpiente, “seréis como
Dios”, el que puso en movimiento todo el asunto (Gn. 3:5). Pág. 154 cate.
Cuando ya no pudo esconderse de Dios, Adán buscó su salida con ciertos razonamientos. Echó la
culpa a su esposa. También echó la culpa a Dios, porque éste se la había dado. Su esposa, Eva, echó
la culpa a la serpiente. Una de las consecuencias del pecado es el intento por encubrirlo, echando
así la culpa a otro. Esto aún está con nosotros. Adán se había adelantado con denuedo en su intento
de ser como Dios. Al final, el que había sido hecho a la imagen de Dios se hallaba escondiéndose
de Dios y echando la culpa a Dios por su problema.
El fin último desemboca en el castigo y la separación. Pero también había esperanza. Adán, Eva y
la serpiente todos tenían que encarar grados diferentes de castigo. Pero al hombre se le presentaba
la promesa de una victoria final cuando Dios dijo:
Pondré enemistad entre tú y la mujer, y entre tu simiente y su simiente; éste aplastará tu cabeza, y
tú aplastarás su calcañar (Gn. 3:15).
Debemos notar también que aun cuando al hombre se le expulso del huerto, era un acto de
misericordia de Dios. Al hombre se le expulsó con el fin de que “no alargue su mano y tome
también del árbol de la vida, y como, y viva para siempre” (Gn. 3:22). No era el propósito de Dios
que se criatura viviera para siempre en un enajenado estado de rebelión. Algo tenía que hacerse
para corregir la condición del hombre antes de que Dios le diera la oportunidad de seguir viviendo.
(Pág. 156. cate).