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Cultura afrouruguaya: “El

candombe y la comparsa
como espacios de
resistencia”1
Carlos Álvarez Nazareno

“El renacer de la cultura afro y este combatir prejui-


cios como el racismo, la segregación y la xenofobia van
uniendo los grupos étnicos y van saliendo de las tinie-
blas a que fueron sometidos en toda América evolucio-
nando síquicamente e intelectualmente los afrouru-
guayos” (Britos, 1997).

Cuando hablamos de la cultura afrouruguaya y de una de sus


principales expresiones como es el candombe, nos adentramos
en el terreno de valores, costumbres, tradiciones, sentimientos de
identidad, goce y alegría que se expresan a través de la música,
la danza y la percusión, entre otras cuestiones que involucran a
esos grupos humanos que llamamos comparsas. 

1 Una primera versión de este artículo fue publicada en el informe de la


investigación “Comparsas y diversidad sexual, Algunas escenas posibles”,
en junio de 2019 por el Ministerio de Desarrollo Social, Uruguay. Uno de
los objetivos de dicha investigación fue generar una primera reflexión so-
bre el cruce entre disidencia sexual y candombe afrouruguayo, ante la au-
sencia de literatura académica local, políticas públicas y de la memoria del
movimiento social afrouruguayo y de la diversidad sexual en la temática.

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Foto: temple de tambores en la ciudad de Montevideo

Foto: desfile de la comparsa Sinfonía de Ansina

Desde “el candombe es de los negros, pero gozan los demás” a


“la comparsa es realidad y la vida es fantasía”, frases rítmicas de

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diferentes canciones de ayer y hoy, enuncian el sentir de negros/


as y blancos/as, viejxs y jóvenes sobre un elemento cultural que
nació en Uruguay y hoy se expande por todo el mundo, al pun-
to tal de haber sido denominado por la Unesco como Patrimonio
Inmaterial de la Humanidad.

Como señala Méndez

(…) el candombe, que goza hoy de una fuerte presencia en el


Uruguay —y que lo excede—es una música producto de los
mestizajes en esta región. Los géneros musicales son inesta-
bles mientras están vivos. Sus límites y presiones lo hacen mo-
dificarse dentro de sí mismos, expandiéndose, retrayéndose; en
fin, transformándose (2013, p. 13).

En ese sentido, en la Argentina presenciamos una explosión geo-


gráfica y de difusión del candombe, de cuerdas de tambores y
comparsas que de norte a sur toman las calles. También debemos
destacar la creciente cantidad de cuerdas y grupos de candombe
en distintos países de Europa y Estados Unidos que, producto de
la migración afrouruguaya, diseminan el candombe y lo hacen
crecer en muchos países, como elemento cultural e identitario
del Uruguay y de la cultura afrouruguaya. 

En esa difusión del candombe muchas veces no se visibiliza la


historia, la lucha y la resistencia de la comunidad afrouruguaya.
El candombe se ha tornado un elemento popular que ha logrado
romper el clivaje de clase, género, étnico-racial, sexual y territorial.
Esto ha despertado varios debates y problemáticas que emanan de
esta promoción y expansión del candombe. Hay quienes sienten
que lxs afros estamos perdiendo el protagonismo de este elemento
cultural propio de la cultura afrouruguaya y su resistencia.

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Durante mucho tiempo el candombe estaba vinculado a “negro,


tambor y vino” y otros prejuicios que lo reducían a pequeños
grupos de Montevideo, y hoy, producto de la apropiación cultu-
ral, tocar y bailar candombe es percibido por algunos sectores
como “cool” y de “onda/moda”. Así, cientos de personas blancas
que muchas veces desconocen la historia de lucha, resistencia
y tradición del candombe y de la comunidad afro, se cuelgan un
tambor y disfrutan de la danza, pero no ponen el cuerpo contra el
racismo ni por la igualdad y el desarrollo de las personas negras
y/o afrodescendientes. 

Nosotres activistas, académicxs y candomberxs afro, no podemos


escindir lo imbricado de nuestra cultura con la lucha contra el ra-
cismo y por el desarrollo de las comunidades afro. Poder pensar
uno de los clivajes sociales como la diversidad sexual y su aporte a
la cultura afro y particularmente a las comparsas, plantea el gran
desafío, como sostiene el intelectual afro fundador de los Estudios
Culturales, Stuart Hall, “Pareciera que el trabajo y el pensamien-
to verdaderamente interesante y productivo no tienen lugar sin la
tensión productiva de intentar combinar, navegar y coordinar ‘di-
versas’ identidades al mismo tiempo, diversos compromisos y po-
siciones” (Stuat Hall, en Fredik Jameson, 1998, p. 89).

Reivindicar nuestro conocimiento situado y aportar en este artí-


culo como afrodescendiente, gay, candombero y migrante, tiene
como objetivo recuperar nuestra ancestralidad y experiencias co-
munitarias y candomberas y visibilizar el aporte de las personas,
en su mayoría afros que, a través del arte, lograron trascender y
dejar —más allá de su orientación sexual e identidad de género—
un marca, una huella, un legado para que el candombe, su danza,
su música y su cultura sigan creciendo, brindando espacios de in-
tegración y desarrollo de nuestras negritudes y sexualidades.

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La danza del candombe en el marco de una comparsa la desa-


rrollan todos sus componentes, particularmente mama viejas y
gramilleros, escoberos, bailarinas, bailarines, destaques y vedet-
tes, personajes fundamentales de este grupo humano. Con la in-
corporación de esta última, la comparsa sufrió una de sus princi-
pales modificaciones en su estructura tradicional en la búsqueda
de mejorar su performance, sobre todo, su competitividad en
el marco del concurso de carnaval y de Llamadas. Rosa Luna,
Marta Gularte, “La Negra” Johnson, vedettes y referentas históri-
cas, bailaron con grandes partenaires, que con galantería y des-
taque brillaron y dejaron su marca y referencia en la historia del
candombe. 

Grandes referentes del candombe y con diversos roles en la


comparsa como Carlos “Pirulo” María Albin Pintos y Carlos “La
Araña” Anaya, con su danza, vestimenta y homosexualidad de-
jaron sus marcas en las calles, escenarios y en nuestra comuni-
dad, con todo el orgullo de ser excelentes bailarines. Raúl “Zulú”
Ciccocioppo Silva, Roberto “Gonzalo” Lencina y Héctor Amorín
impusieron la elegancia y aportaron la influencia de la técnica,
clásica y moderna, para bailar y ampliar los límites de la danza
candombe.

La lucha contra el racismo, el machismo y la


homolesbotransfobia en las comparsas
  Históricamente, lesbianas, gays, bisexuales y personas trans
(LGBT) de la comunidad afro han participado e integrado las di-
ferentes comparsas que han surgido en Uruguay y en distintas
partes del mundo. Podemos también recordar al grande de José
De Lima que, además de bailar, cambió la estética de la comparsa

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y revolucionó el vestuario y su visión general. También a Jorge


Céspedes y a “Beto” Barreiro, históricos bailarines y candombe-
ros de ley, quienes al día de hoy nos siguen deleitando con sus
coreografías y danza candombe. 

La nueva camada de jóvenes bailarines que reivindicamos la


danza candombe y el rol de los bailarines, poniendo el cuerpo en
resistencia y nuestra ancestralidad en cada momento de la dan-
za, reivindicamos con orgullo nuestro rol en la comparsa. Ya no
solo somos negrxs, pobres, putos, maricas, tortas y travestis, sino
promotores, productores y difusores de la cultura afrouruguaya.

Este lugar de enunciación nos permite posicionarnos y asumir-


nos desde una perspectiva cultural afrocéntrica y, al mismo tiem-
po, problematizar la influencia de la “blanquitud” en la estructu-
ra de la comparsa y en lo que se espera del rol del partenaire. El
partenaire es una figura que corporaliza estereotipos de la cul-
tura eurocéntrica socialmente valorada y reconocida. Así, la ga-
lantería valorada en la danza candombe surge para acompañar
a la vedette, reproduciendo, desde una perspectiva eurocéntrica,
mecanismos históricos de dominación y ocultamiento del deseo
sexual para performatearlo. 

En referencia a este tema, desde la perspectiva poscolonial res-


catamos las palabras del historiador cubano y estudioso de la
danza, Ramiro Guerra (2000):

En su larga y ancha geografía pueden encontrarse innumera-


bles bailes de este tipo, dominados por el galanteo sin media-
ción de abrazos. (…) Siempre prima, por supuesto, la respetuo-
sa gentileza del varón y el porte de grácil coquetería femenino,
herederos ambos, quizás, de las danzas de corte europeo en que

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la galantería caballeresca se imponía como fachada de refina-


miento de una cultura occidental masculina, sobre todo a partir
del Renacimiento (p. 8).

La penetración de la cultura eurocéntrica se corrobora en la dan-


za candombe, así como también se reproducen en algunas com-
parsas el machismo y otros mecanismos de opresión. No obs-
tante, como parte del proceso que analizamos, el candombe y las
comparsas se han constituido en espacios de lucha y resistencia
contra el racismo, el machismo y la homolesbotransfobia, además
de ser espacios de integración y desarrollo de nuestros aportes
y potencialidades. Esto nos ha permitido generar un enclave de
visibilización de la negritud y de la diversidad sexual, reivindi-
cando los valores de igualdad y diversidad y la lucha contra la
homofobia dentro de la comunidad afro y del racismo social para
poner en valor nuestros aportes y desafíos en la construcción y
desarrollo de la cultura afro.

A los varones maricas, homosexuales, gays, queers, aun siendo


partenaires, no nos ha sido fácil encontrar un lugar dentro de la
comparsa y ponerlo en valor. El desafío fue y es corrernos de la
estigmatización, la pobreza, las periferias y los márgenes de la
exclusión y colocarnos en el centro de la escena cultural y social,
valiéndonos del orgullo, la visibilización y la resistencia. 

En la comunidad candombera son infinitos los relatos sobre el


gran bailarín “Pirulo”, al respecto nos comenta en la entrevista
realizada para esta investigación la hija del “Macho” Lungo, re-
ferente histórico del mundo comparsero y gestor de la inclusión
de la vedette, quien también albergó en su casa a “La Araña” y a
diversos personajes sexualmente diversos atravesando los pre-
juicios de la época: 

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Mira, mi papá siempre contaba que un día iba cruzando la pla-


za Independencia para la comisión de fiesta que estaba ahí en
Juncal y venía con Pirulo, caminando los dos, cruzando. Y había
un tarado sentado en un banco. Pirulo era boxeador, pero ese
señor pensó que era maricón y cuando van pasando le dice “bo,
negro puto”, ¡ay, para qué! Mi padre no sabía ni lo que iba a ha-
cer porque fue inmediato, lo agarró, lo levantó y ¡pam! Y lo dejó
tirado, noqueado. Y papá dice “que equivocado que estaba”, sí,
dice Pirulo, “sí, este no le dice más negro puto a nadie”.

La tensión entre la “masculinidad” en la danza candombe y la


diversidad sexual siempre tuvo lugar en la comparsa. Poner en
valor nuestra orientación sexual y la lucha contra la homofobia
dentro del candombe trajo imbricando también el desarrollo del
rol del bailarín y su danza candombe hasta hoy.

Por otra parte, a las mujeres a las que les gustaba el ámbito de
la comparsa también fueron y son estigmatizadas por su parti-
cipación. No hace muchos años la mayoría de ellas fueron tilda-
das de “fáciles” y “putas”, entre otros prejuicios, y a las que que-
rían tocar el tambor se las señaló como lesbianas. Las mujeres
también tuvieron que romper diferentes estigmas cuando bus-
caban tocar el tambor o simplemente expresar su sexualidad
dentro de la comparsa. Hoy seguimos viendo en estos ámbitos
prácticas altamente sexistas y machistas, de cosificación de las
mujeres y actitudes transfóbicas. También existen otras com-
parsas, lideradas e integradas por personas LGBT, que promue-
ven la presencia diversa y los valores de la cultura afro. Ejemplo
de ello son Julio Sosa “Kanela” y su comparsa, la ex “Elumbe”,
“Sinfonía de Alsina” y la “Cuerda de la Explanada”, entre otras,
que son respetuosas de la diversidad sexual en la promoción de
la cultura afro.

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Estas nuevas experiencias y avances deben pensarse en el mar-


co del desarrollo de las reivindicaciones feministas y del recono-
cimiento de los derechos de la diversidad sexual a través de las
leyes recientemente conquistadas. Las comparsas se hacen eco,
social y culturalmente, de estos avances, y son interpeladas por
estos nuevos procesos de igualdad.

Hoy, como consecuencia de ese proceso de transformación, a los


varones afro nos está más permitido bailar y ocupar ese lugar en
la comparsa y las mujeres están penetrando en los diferentes ro-
les: portabanderas, tamborileras, bailarinas, coordinadoras, pero
aún no son dueñas totales de una comparsa. Lo que muestra otro
costado de expresión del machismo. 

También producto del mismo machismo, la danza de los bailarines


de candombe se puso en tensión en las comparsas. Se cuestiona
que la mayoría de los bailarines blancos que ingresan a las com-
parsas y compiten en el concurso de las Llamadas de Montevideo,
siendo gays, generan cierta confusión y distorsión respecto al rol
del bailarín y su danza. Desde una perspectiva crítica muchos bai-
larines blancos que se suman a las comparsas expresan una dan-
za “feminizada” que trajo muchas críticas respecto de nuestro rol
como bailarines: les criticaron que “quieren opacar a la vedette”,
“se mueven más que ellas”, etc. Lo que tuvo como consecuencia
una distorsión de nuestro rol y abonó el retraimiento de todos los
varones afro y puso en tensión la masculinidad en la performati-
vidad de la danza candombe. Uno de nuestros entrevistadxs, re-
ferente del candombe expresó: “los varones bailamos candombe
y nos gozamos, hasta tocando bailamos y si un día pinta en un
cumpleaños salimos a bailar y todo, pero también había como mu-
cho miedo antes, los varones negros bailaban en los cumpleaños y
puerta adentro pero no en la calle por el qué dirán”.

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Por ello es necesario rescatar el surgimiento de la figura de la vedette


y con ella el rol del bailarín, quien tomó cuerpo no solo para acompa-
ñar a esta nueva figura en la comparsa y ser su partenaire, sino para
abrir el camino a la cuerda de tambores, hacer espacio y permitir el
despliegue y desarrollo de la danza candombe. Esto permitió llamar
la atención sobre la vedette, como cuentan lo hacía “Pirulo” con sus
saltos y despliegue que anunciaba la cuerda de tambores que venía
detrás. Todo ello sin descuidar a su compañera de danza, aspecto
central que da cuenta de esa conexión amorosa que presenta caden-
cia y goce con ese sonido envolvente y polirrítmico, esa sinfonía de
tambores que vienen hablando detrás de sus cuerpos.

En ese sentido, está surgiendo con fuerza una corriente de jó-


venes afro que, intentando romper estigmas y el mandato social
que sostiene “los varones tocan y las mujeres bailan”, se lanzan
a la danza candombe orgullosos de la cultura afro sin que esto
interpele necesariamente su sexualidad. Así, ocupan la escena
candombera nuevas masculinidades en resistencia y oposición a
la cultura machista y homofóbica que tuvo un fuerte arraigo en la
cultura uruguaya particular. 

Foto: Comparsa “La Candela de San Telmo (Argentina)

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Los hombres afrodescendientes y africanos históricamente bai-


laron los distintos ritmos y expresiones de la cultura afro. En la
liturgia de las religiones de matriz afro existen danzas de Orisha
solo permitidas para varones. Luego del proceso de esclavización
y colonialismo, las danzas afro y el rol de los varones afro tuvie-
ron un gran desarrollo en toda América Latina. Los varones afro
bailan danzas típicas, desde Cuba con la salsa hasta Brasil con
la samba. Incluso en el carnaval argentino, tanto en la ciudad de
Buenos Aires como en el litoral, las murgas y comparsas tienen
influencia de la cultura afro y se destaca una gran participación
de varones en el baile.

Es por ello que resulta fundamental que el cuerpo y la danza de


los varones afro rompa tabúes y estigmas y siga construyendo re-
sistencia, reivindicando su lugar en la comparsa y combatiendo
la perpetuación del machismo y la homofobia.

La comparsa y las identidades trans afro

Las personas trans y su lugar en la comparsa tuvo y tiene otro


significado respecto del rol y la integración de la diversidad se-
xual. Hubo diferentes momentos y experiencias de inclusión y
exclusión que dan cuenta de la transfobia existente al interior
de las comparsas. No hay experiencias de inclusión e integra-
ción de chicas trans en las comparsas que no hayan atravesado
la burla, la risa socarrona y la discriminación. Una de las prime-
ras comparsas tradicionales en asumir la inclusión de personas
trans, ya en los años noventa en las Llamadas de Isla de Flores,
fue “Sinfonía de Ansina”. Su principal referente y candombero
Gustavo Oviedo nos decía al respecto: 

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Mira, nosotros nunca tuvimos ese tabú de... bueno, de repen-


te rompimos barreras con eso, ¿no? O abrimos puertas, ¿por
qué no tener la misma oportunidad que tienen todos? ¿Por ser
trans? No, ¡son seres humanos, bo! ¿Y por qué no pueden ser
parte si es una fiesta popular? ¿Eh? Eso [sic] son mitos que
crean, ¿viste?

En aquellos tiempos, recuerdo que eran travestis blancas que


solo las veíamos el día de las Llamadas, llegaban con sus trajes
llenos de plumas minutos antes de comenzar el desfile y las
ubicaban adelante entre los primeros cuadros de la comparsa.
No había una integración con el cuerpo de baile. Eran solo fi-
guras exóticas que se mostraban en ese momento y luego no
las veíamos más, ni en los ámbitos del ensayo de la compar-
sa ni cuando salían los tambores los domingos por Palermo y
Barrio Sur. En esos momentos de encuentro comunitario y dis-
frute del candombe con un fuerte sentido barrial e identitario,
no estaban.

La comparsa durante las Llamadas sí las tenía como protago-


nistas, pero solo en ese momento. En los últimos años podemos
ver otro tipo de inclusión de las personas trans, en particular, las
afro. Traspasando el exotismo, han generado una integración en
los distintos espacios del cuerpo de baile. Ahora vemos perso-
nas trans bailarinas, destaques y hasta en algunas comparsas
han sido vedettes. Adriana Arrascaeta de la comparsa Elumbé,
recuperando la historia de su prima y tocaya María Adriana
Arrascaeta, nos decía al respecto: 

Yo creo que la empoderaba, le daba como otra impronta porque


ella estaba muy orgullosa de la comparsa y de lo que hacíamos
entre todos, y también la ponía en un lugar muy visible, en un

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lugar que en otros aspectos de la vida no lo tenía. Además, al ser


la única mujer trans de la comparsa, la gente no se daba cuenta
de lo que ella era. Era una mujer más.

Generacionalmente ha habido cambios en ese sentido, produc-


to de los derechos conquistados socialmente, las experiencias de
Lorena Rosas y Kevin Roik como jóvenas afros trans, dan cuenta
de cierta apertura en diferentes comparsas y contextos.  Si bien
sabemos de la transfobia que esconden algunas comparsas ac-
tuales que, aunque recuperan ciertos valores de la cultura afro,
reproducen la transfobia y el machismo. 

Diferentes expresiones de la cultura afro han integrado a la diver-


sidad sexual y particularmente a las personas trans, prueba de ello
no solo es su inclusión en las comparsas sino en las prácticas de las
religiones de matriz afro. En la Umbanda, el Batuque, el Candomble
y la Quimbanda las personas LGBT han encontrado un gran lugar
de inclusión y desarrollo de sus potencialidades y también una al-
ternativa de crecimiento a los lugares de vulnerabilidad y estigma-
tización al que el sistema sistemáticamente las ha llevado. 

También la comparsa se trasformó en un espacio de “realización”


para las personas trans, generando otro lugar de visibilización
luego de romper con la hipersexualización de la que son víctimas.
Los cuerpos negros han sido históricamente hipersexualizados
como una estrategia del sistema racista, que justificó las violacio-
nes a nuestras mujeres afro por la voluptuosidad de sus cuerpos
y cosificó a los varones negros por su fogosidad y virilidad. Las
mujeres trans y, sobre todo, las afro, son víctimas del prejuicio y
la estigmatización, que encierra el preconcepto de que todos sus
movimientos, acciones y vínculos al interior de la comparsa esta-
ban basados en la búsqueda de sexo. 

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Mostrarse, disfrutar y participar de espacios populares y multitu-


dinarios como el carnaval, el candombe y la comparsa se consti-
tuyó en un lugar de visibilización, orgullo y resistencia contra el
estigma y la marginación. El candombe aportó y aporta a esa vi-
sibilización positiva dando otro lugar de enunciación, integración
y respeto en el marco de la cultura, que da una respuesta positiva
a los distintos tipos de estigmatización y violencia que recibían
socialmente en las calles. Una de las entrevistadas planteó:

Yo la recuerdo a ella saludando a todo el mundo, no tanto bai-


lando, bailaba, pero muy poco. Pero con la gente se sonreía, ti-
raba besos y la aplaudían mucho, tenía mucha hinchada todo
el tiempo, como que tenía un aura. Ella quería salir por Isla de
Flores a ser la estrella y disfrutaba muchísimo. Era como su
momento de esplendor.

A modo de conclusión

La cultura afro y particularmente el candombe nos propone re-


flexionar y analizar las condiciones de inclusión, integración y
exclusión que se yuxtaponen con las posibilidades de promoción
de las identidades y la conciencia social del ser afrodescendiente
y de la diversidad sexual. En los últimos años el candombe volvió
a resurgir impulsado por distintas generaciones de candomber-
xs que, a partir de la lucha y la resistencia del movimiento afro
organizado, también se han sumado nuevas generaciones de jó-
venes/as afro que reivindican nuestra cultura, nuestra negritud,
la música afro y expresiones del candombe. Los contextos locales
nos posibilitan pensar los mecanismos de reproducción y con-
figuración del racismo, el sexismo, el machismo, la homolesbo-
transfobia y el patriarcado. La estructura común de dominación

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y colonización de estos modos de opresión nos obliga a generar


acciones, intervenciones y promover políticas afirmativas y de
inclusión que garanticen igualdad, equidad y no discriminación.
Transformar las subjetividades y los procesos materiales de ex-
clusión en nuestras sociedades, comunidades y colectivos, impli-
ca repensar nuestras propias prácticas, mecanismos de articula-
ción y solidaridad e indagar nuevos procesos de descolonización
para aportar nuevas estrategias en la lucha social y política con-
tra el racismo y construir nuevas realidades.

Hoy, la interseccionalidad se propone como una estrategia en la


lucha política y colectiva que desafía la articulación y producción
de los movimientos sociales desde una perspectiva decolonial.
En ese sentido, el desafío central es la distribución equitativa del
poder, la ruptura de toda hegemonía y de privilegios estructuran-
tes que sustentan nuestra sociedad. Las mujeres afro, los afros
LGBT y diversos grupos disidentes hemos comenzado ese cami-
no como estrategia política y emancipatoria por la real inclusión
de nuestras diversidades. ¿Y tú?

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