Psiquismo y Emociones

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EL CONCEPTO PSICOLÓGICO DE LA EMOCiÓN (.

)
Dr. J. VILATÓ GÓMEZ

Director del Instituto Psiquiátrico de San Baudilio {Barcelonal. Académica C. ae la Real de Medicina

U NO de los móviles que alientan al comercio humano o relaciones entre los


hombres, es la idea de la Emoción, la que en gran parte forma la intenciólt
expresiva en su lenguaje.
Finalidad importante en la producción literaria, representa uno de los ma-
yores impulsos en la creación poética, en la representación escénica, en la redac-
ción de las novelas y narraciones, casi puede decirse, en la mayoría de los dis.cursos.
Se habla también de emoción en el arte, en la pintura y escultura, en la música.
Es la emoción saeta que a cada instante lanza el hombre a sus semejantes para
sorprender su psiquismo, unas veces hábil y alevosamente, otras de violento modo,
aprovechando esa momentánea o duradera perplejidad para dominar su voluntad.
No voy a ponderar esa, así entendida, emoción, como factor dominante en las
relaciones sociales ni del uso y abuso que de ella hacen el escritor, el orador y
aun la simple y ordinaria conversación.
Deseo, sencillamente, referirme al concepto que las nuevas orientaciones nos
inducen, de lo que hasta el presente se ha venido considerando· como un estado
psíquico, no llamemos de excepción, por su frecuencia, pero sí considerado como,
dominio subyugante ocasional y clasificado entre los estados pasionales .
.Tema que ha sido estudiado desde muy antiguo por muchos autores en todos
los terrenos, filosófico, literario y aun médico, en todos aquellos en los cuales se
investiga la actividad humana y particularmente en lo que se refiere a estados.
o mudanzas de ánimo. ' .
y si bien psicólogos y fisiólogos han considerado la emoción como reacción
anímica consecutiva a una conmoción producida por la penetración en la concien-·
cia de un conocimiento de carácter expectante, que determina el desencadenamiento·
de una serie de actitudes psíquicas y de modificaciones orgánicas, los psiquiatras,
particularmente, han hecho de la emoción ya causa de perturbaciones psico-men-
tales, ya la manifestación de una disposición psíquica adquirida por sensibilación,
o existente por un estado constitucional, poniendo de relieve la influencia que
en la producción de la alienación tiene como inductora a estados depresivos, an-
siosos y también perceptivos, esa distonia atectiva, considerándose como una de
las constituyentes de la sensibilidad psíquica el grado de emotividad.
y desgranando los hechos y analizando finamente las características de la
emotividad, se llega a la conclusión que ésta, en su concepto genérico, no es más
que el estado de tonicidad afectiva, como veremos en seguida; y que responde
a esta idea, el grado de tensión psíquica, o de nivel de la energía, que mantiene
las funciones de nuestro psiquismo.
En la patogenia de la emoción," que tan ampliamente ha entretenido las
preocupaciones psiquiátricas, motivaron, y sólo aquí lo cito como referencia his-
tórica, una legión de trabajos que mantuvieron la atención de neurólogos y psi-
qui;¡has durante el transcurso de 1909, con una serie de comunicaciones en la So-
ciedad de Neurología y Psiquiatría, de París. Pero particularmente constituyen
época las comunicaciones del Profesor DUPRÉ y FOURCADE, refrendadas después.
por DEJERINE y GRANI.KLER, sobre la patología emotiva (1).
Se echa de ver, desde luego, que emoción, emotividad y estado emocional son
siempre los mismos calificativos aplicados, respectivamente, a una reacción psíquica
frente a un choque receptivo, o al estado de receptividad o sensibilidad, o a esa

(") Comun. a la Soco Méd. de S. C. y D., 29 Nov. 1946.


(,) Dr. E. Dupré: Pathologie de l'imaginati6n et de l'emotive. Payot, edit. París I925.
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misma emoción más o menos duradera. Y aun, admitiendo una emoción fisiológica,
se le ha considerado como patológica cuando la desproporcIón entre la intenSIdad
del acontecimiento y la reacción del individuo, es evidente.
El Pro.±' DUPRÉ introdujo en psiquiatría el concepto de la «constitución emo-
tiva .. , señalando las manifestaciones, en su mayoría físicas, mediante las cuales
se traduce la dicha constitución y que resumiendo se pueden concretar en 10 si-
guiente: exageración refleja, hiperestesia sensitivo-sensorial, desequilibrio de reac-
ciones vasomotoras y secretoras, tendencia a espasmos de músculos lisos, temblor
en los músculos estriados, ansiedad, miedo, alegría o tristeza, etc.
Si comparamos estas manifestaciones' con Ías que casi al mismo tiempo su
,discípulo LOGR¡¡; atribuye a la «constitución anSlOsa" (2), no podemos CIcrtamente
hallar grandes diferenCIas, ya que el aspecto sindrómico es muy parecido y, dicho
sea de pasada, largamente estudiamos y consideramos esa constitución en un tra-
bajo titulado «La Ansiedad», que publicamos en la revista «BIOS" en el año 1926 (3)
.y en el que examinábamos detalladamente los caracteres de esa disposición cons-
titucional, .causa de presentación de psiconeurosis.
De todos modos la clasificación de constituciones psíquicas de DUPRÉ y LOGR¡¡;,
han ido desvirtuándose con el tiempo; digamos que todas ellas, constitución emo-
tiva, constitución imaginativa, ansiosa, mitómana, etc., tienen un denominador'
común,' la emotividad; y a parte el notable valor de 10 referente a la observación
-clínica e interpretativa patogénica, que es notable, es éste discutible como factor
etiológico, por lo que se refiere a estados constitucionales, habiéndose exagerado
indiscutiblemente el papel patógeno de la emoción y descuidado, en cambio, el
papel psicogenético que ésta representa

En el fondo todos los que se han ocupado de la emOClOn y cuantos hablan de


ella, tienen el mismo concepto, pero su verdadero aspecto, permítome decir, que
todos lo desconocen.
No entraré en su definición. La definición tiene el peligro de deformar la idea
.sin precisarla, por cuanto siempre entran en ella elementos de lo que se define.
Nos aparece la emoción como resultado de una reacción psíquica ante un hecho
·externo que viene a ingresar en la conciencia. Pero la diferencia esencial entre
ese concepto general que todos tienen y el que, a nuestro criterio, se ha de tener,
es que la emoción no es un fenómeno de carácter más o menos excepcional que
~tparece cuando el hecho produce conmoción de alguna intensidad aparente, sino
,que es una función psíquica elemental que existe siempre en todos los casos y que
,es indispensable para la buena marcha del proceso psíquico.
Pudiera parecer, a primera vista, paradójico el concepto que vamos a exponer
'con el tenido hm;ta ahora de la emoción; como hecho completamente opuesto, no
siendo así. Es el mismo. La aparente di.sparidad estriba en que en la interpretación
-corrien te no se valora el efecto de esta función,
Para comprender esto precisa recordar cómo tiene lugar este proceso.

Todo estímulo externo que actúa sobre nuestro sensorio y que hace entrar en
vibración los centros receptivos de los sentidos, es evidente que es un fenómeno
físico, una energía cósmica, que al actuar sobre las terminaciones periféricas sen-
soriales, se convierte en eriergía nerviosa, en virtud de un complicado mecanismo,
'que no es éste el lug;ar de detallar; y esa corriente nerviosa así establecida sigue
un curso centrípeto o ascendente por medio de las vías nerviosas, hasta llegar a
los centros, donde, en virtud de una nueva transformación, se convierte en 'per-
cepcióm. Es materia de la Fisiología toda esta larga y complicada transmisión
y sucesivas transformaciones, mediante las cuales la sensación viene a ser una
percepción; y en este momento, cae fuera de nuestro objeto esa descripción. Pero
'destaca un becho ele suma importancia y que interesa hacer resaltar aquí. Y es
que la percepción, indiscutiblemente, tiene un origen físico y por misterioso que
sea el proceso mediante el cual la sensación se ha convertido en percepción, o mejor,
'en «apercepciónn, hemos de reconocer que lleva en sí una parte de energía cósmica .

• (2) Devauxet Logre: Les anxiens. Masson, eoit. Paris, '917.


(3) J.Vilató: La Ansiedao. Bios. Barcelona 1926.'
J3
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Los clásicos estudios sobre la organización de la Memoria ya nos enseñaron


que apenas llegada la percepción a la conciencia, para poderse convertir en re-
presentación tiene que enfrontarse con las otras representaciones ya existentes,
al objeto de organizarse y constituir parte de un sistema nemmÓnico.
Esta asociación se vE'rifica porque se considera que la nueva representación
tiene afinidades a modo de las valencias químicas que permiten el engarce de ésta
con los otros sistemas, que a su vez, tiene especifiCas apetencias como verdadero~
radicales.
Los que deseen conocer detalladamente ,estos mecanismos, pueden consultar,
además de los clásicos trabajos de RIBOT y P. ]ANET, la notable monografia sobre
la "Organización de la Memoria», del P. PELLAUBE, Director de las Escuelas Cató-
licas de Psicología de París (4).
Ahora bien; se comprende que dada la delicadeza, digámoslo así, de la orga-
nización psíquica, son demasiado burdas y estridentes las apetencias de la percep-
ción y seguramente de una intensidad superior a 10 que buenamente puede tolerar
el psiquismo, que fácilmente se produciría una desorganización psíquica, por po-
nerse en actividad una serie de sistemas nemmónicos inútiles e innecesarios, oca-
sionándose inmediatamente una confusión mental.
PreCisa uña cierta .pulimentacióu» de la percepción que le suprima aquellas.
apetencias inútiles o perjudiciales y que le sean limadas las útiles, que sean sua-
vizadas, al objeto de que, teniendo la intensidad suficiente para sus engarces~
conserve al mismo tiempo la labilidad conveniente para seguir efectuánuose el
proceso de organización de los recuerdos, lbs que continúan constantemente en
actividad, dada la vida interior que en el psiquismo tienen.
Pues bien, al ingresar la percepción en la conciencia, es indispensable que ese:
proceso de pulimentación haya sido efectuado, requiriéndose, por tanto, un poder
moderador que ajuste esta nueva pieza antes de ser incorporada al psiquismo, para
constituir elemento nemommónico y representación útil.
Hemos de advertir que no se trata de un hecho de exclusiva conservación
para la ulterior utilización del recuerdo, sino que la primera cosa necesaria es el
reconocimiento de esa nueva representación, o sea, el examen y clasificación de
ella, la apreciación de su calidad y naturaleza y la justa valoración de su utilidad,
o de su perjuicio. Por tanto, ese reconocimiento exige la adaptación de ella a los.
muy diversos, sistemas existentes.
Esa pulimentación de la percepción, ese poder moderador que regula su acti-
vidad, es 10 que le permite tener condiciones adecuadag para su aprovechamiento,
habiéndole cercenado estridencias e inútiles apetencias qu.e pudieran ocasionar U1~
desastre psíquico, es la emoción.

Así considerada la emo,ción, reSultado del primer contacto de la percepción


con el psiquismo, atenuándose la conmoción siempre producida, regúlase ese pri-
mer intento y asegúrase la buena marcha de nuestro pensamiento.
Como se ve, por tanto, la difrenecia de concepto en la emoción, a la que antes
aludimos, es el considerarla como constante funcional, probablemente una dc las,
más importantes del psiquismo, que prepara la percepción para su ingreso y no
«como la resultante de una excesiva conmoción».
Claro está, y es fftcil comprender esto, que cuando la calidad o la intensiclacT
de la sensación es superior al poder moderador, y no es suavizada y hace irrupción
en la conciencia de modo estrepitoso, la conmoción es más violenta, produciéndose'
nn estado, más o menos dnradero, de paralización o de- confusión, que los psiquiatras.
y psicólogos llaman «estado emocional». Mejor se diría que precisamente ese estado
es consecuencia de un defecto de tensión emocional, de poder de moderación y un
exceso de energía exterior con el que la percepción se ha colado en la conciencia.
Es por tanto, la emoción, poder regulador, a modo de filtro, por el cual se
tamiza la percepción, que la despo.ia de sus asperezas, la pulimenta y la pone en
condiciones de ser utilizada. Es la única puerta de la conciencia por la que todos
los hechos externos franquean su umbral.

(4-) E. PelJaube: La organización de la Memoria. Trad. J. Vilató. Re\'. de Cienc. Med. de'
Barcplona, '9' l.
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Por eso hemos siempre afirmado' que el psiquismo es baluarte cerrado, a todo
lo externo, ya que, dada su naturaleza y su muy especial constitución, no puede
estar en tranca comunicación con el exterior, lo que representaría su inmediata
ruina. Ha de conservar su autónoma existencia. Y para que 10 externo en ella
penetre, para que un hecho venga a ser estado psíquico, y digámoslo en lenguaje
apropiado, para que el objeto, que es el contenido de la percepción, tome carta de
naturaleza en el pSlquismo, le precisa tener las características de todo hecho in-
terior, ya que todo lo intrapsíquico tiene una especial naturaleza propia de este
estado, pues el hecho de serlo ya constituye su condición.
Lo interesante sería saber de dónde procede ese poder moderador o inhibitorio
que atribuímos a la emoción.

Solamente considerando el psiquismo integrado por una «modalidad de ener-


gía», que si bien su naturaleza nos es desconocida ello no implica, ya que no pre-
juzga nada sobre ella y en cambio contribuye a explicarnos la.: fenomenología de
los procesos internos, que de otro modo no tienen explicación racional, sólo así,
repetimos, puede aüt:~antarse en el conocimientJ de su peculiar mecanismo.
Aunque de momento pueda chocar esa concepción, con toda la construcción,
por cierto arbitraria,' que ha mantenido una idea algo extraña y antibiQlógica de la
constitución del psiquismo, creada e impuesta por la Psicología clásica, es tal
la fuerza de los hechos y una reflexiva interpretación de ellos, que a más de ser
fácil el habituarse a pensar así, nos aporta también un camino fecundo y más
«cientitico» en el estudio de la psicología humana. Aunque siempre se echa de ver
que una parte de esa energía es de procedencia cósmica.
Una de las cosas más abstrusas de la psicología y de la misma psiquiatría,
es el estar hahlando, continuamente de funciones (psiqUlcas) y omitir' el concepto
energético en la función. ¿ Es posible que exista una función en el sentido médico,
sin conisderarla actuación de una modalidad energética?
y no se alegue que en este caso la palabra función es sólo un modo de expre-
sión. Si el psiquiatra la emplea, es porque dado su espíritu médico recOtlOCe siem-
pre la naturaleza biológica de todo hecho humano. Para¡ el médico, vida es fun-
ción, y si LONGET, CLAUDE BEHKAHD Y WIHCHOWW, le acostumbraron a pensar que
la función supone un órgano, la física actual, a cuyos avances el médico está aten-
to, le enseña que la energía f'xiste aun en ausencia de la materia, a pesar del
repeluzno que esto le hubiera producido a LAvOI!:.snm.
Hay, aun, a mayor abundamiento, un lote de hechos psicológicos que nos
conducen a la misma conclusión. La serie de tendencias, instintos e impulsos, que
tan fuertemente inducen nuestra vida, están emparentados con fenómenos fisioló-
gicos. Y ¿ se ha pensado deten;damete lo que en sí es un instinto y cómo se fragua
y sus cOllexiOlJeS intimas con la función refleja? No puede negarse que son apor-
taciones enen!éticas del org-anismo 'somático que se iusinúan en el psíquico.
Así también. otro lote similar de hechos ele origen somático y actuación psí-
quica: las intluenClas efldocrinas. eme taT,to contribuyen a la formaciéll1 de la cons-
titución psíquica de la personalidad. i. cómo puede imaginarse su influencia?
Ahora solamente citamos estos hechos en pro de nuestra teoría. No podemos
entrar en más prolijas explicaciones sobre ellos que ampliarían desmesuradamente
este trabaio y que otro día volverán a ser tratados como requiere una completa
comprensión (5).
Ya hemos puesto ele relieve l¡ naturaleza cósmica de la sensaoon, es decir, S,l
procedencia externa. Es una modificación de la energía, una fuerza que va sufriendo
diversas transformaciones hasta qUé, llcgada a los centros nerviosos, es ya otrn
enel'!4ia específica.

(,) En lo que acabamos de decir d(~he advertirse. que a p"sar de es~ relación tan inti'TI:! entre lo
somátiro y lo psíquico en cuanto se retiere a es,s particuhres funciones no podemos arlmitir ese mo-
dl,rno concepto, hoy de actualidad lo llamado "psicosomático" que tienrle a considerar como una sóla
como la misma función lo psíquico y lo ,ómatico. Como ya muchas ,'eces hemos repetirlo, no es po-
sible unir ambas cosas en una sola actividad. El concepto de lo psíquico no permite esa unificación,
ni los hechos tampoco lo han demostrado.
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Nos pare¡:e ilógico y fantasioso - fantasía con la que se ha querido rellenar


el vacío que produce nuestra ignorancia - , casi duemos de infantll imaginación,
suponer organizada corpóreamente la percepción en las neuronas centrales, las que
en un momento de euforia disculpable, un notable histólogo les llamó «células
psíquicas», no pudiéndose tomar en serio que un conglomerauo material más o me-
nos completamente estructurado, sea una percepción y luego un recuerdo, anidando
en una célula piramidal del cortex cerebral.
Pero, por el contrario, sí es lógico y francamente biológico, el pensar que esa
energía, convertida en especial modalidad, penetre en el psiquismo. Por otra parte,
la actividad psíquica es también una energía y aunque desconocemos su natura-
leza, manifiestamente se comporta como a tal.
y esa energía cósmica que viene transformándose sucesivamente en distintas
modalidades, primero estímulo, sensorial, después energía nerviosa, y nueva ener-
gía específica en los centros, todas estas energías diferentes y sin que sepamos qué
parecido puedan tener cada una de ellas con las francamente físicas, vienen al fin
a convertirse en energía psíquica. Y el último «transformado!"» que 10 consigue,
es la emoción.
Algo niás que una intuición fué la teoría de PIERRE JANET al establecer una
"tensión psíquica», al suponer una fuerza que debe mantener un equilibrio en
el sistema y que sus «cambios de nivel» han de ocasionar variaciones en la: fUl1-
• ción. Y sabido es que todo hecho llegad¿ a la conciencia produce una «collllloción»
que inmediatamente es contrarrestada por esa tensión que automáticamente tiende
a mantener ese nivel.
Esa conmoción admitida por diversos psicólogos y neurólogos y de la cual l~OS
hemos ocupado en un trabajo anterior, al hablar de los trastornos mentales en .os
afásicos, es debida precisamente al ingreso en el psiquismo de una energía
extraña que eventualmente eleva la dicha tensión, desnivel que origina un cambio
lllomentáneo, que si es en estado normal, pronto se recupera el equilibrio anterior,
en cambio, en estado de anormalidad o en casos de excepción, esa conmoción se
prolonga en más o en menos, con peligro de la confusión mental. Así 10 expusi-
mos en ese aludido trabajo sobre las afasias y en él, también, descrihimos los
mecanismos, en lo patológico, que el psiquismo pone en juego para evitar la lla·
mada «reacción catastrófica».
Sólo nos queda añadir ahora que el grado de conmoción, en el dicho "estado
emocional», depende de dos factores: del previo estado tensional, psíquico, y de
la intensidad el] ergética de la percepción. Si ese grado es deficiente, como en
los individuos llamados emotivos o de emotividad exagerada, con mayor facilidad
ligeros impulsos perceptivos arman gran revuelo psíquico; si la tensión, aun con-
servando niveles normales, tiene que frenar fuerte impulsos perceptivos, puede a su
vez fallar, vr. gr., en los iuertes choques emotivos, en los graves -acontecimientos.
y por al contrario, si esa tensión se mantiene a excesiva altura de nivel, natu-
ralmente por causas patológicas, puede darse el caso de que la percepción quede
muy reducida, casi anulada, como ocurre en los estados llamados de indiferencia
afectiva.
En un reciente trabajo, que tenemos en preparación, nos referiremos a la cons-
titución y íormación de las ideas ahstractas y citamos como ejemplo la morfogenia
psíquica (6). En él decimos que precisa la persistencia de un núcleo, punte de partida
para la formación de dichas ideas, y que es necesario que en la integración
de dicho núcleo intervenga algo cOllcreto, para que la idea tenga existencial tan-
gible o aspecto de representación estable en el psiquismo.
Así, en la constitución psíquica de la forma persistiría a modo de esquema un
núcleo morfogénico. Ahora hien, ese núcleo, cuya preexistencia hemos de hacerlo
remontar a la vida fetal o embrionaria del psiquismo, 10 que igualmente puede
hacerse extensivo a otros núcleos psicogenéticos de diferent'es destinos, debe con-
siderarse como soportes organizados (en el sentido de organización psíquica, no

(6) Morfogenia psíquica, se retiere al conocimiento y generación de la "forma" en el psiquis-


mo, es decir, el concepto psíquico de la forma
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somática) sobre los que, en una evolución posterior u ontogénica, vendrán a con's-
tituirse esos esquemas aplicables a diferentes conocimientos adquiridos.
Hoy la física n~oderna ha desmentido el mito de las duerzas en potencia •. No
existen tales estados potenciales, lo que sólo puede ser aceptado en un terreno
metafísico. Lo que se llama fuerza en potencia, es una fuerza existente, una ener-
gía que si no se hbera es por estar neutralizada por otra fuerza, suponiendo un
equilibrio más o menos estable, pero siempre dominando una sobre otra, que por
la calidad o intensidad de la dominante, estará más pronta ~ surgir en ocasión
propicla y es la qm> considerábamos antes, en potencia.
De manera que esos núcleos a los que nos referimos, deben ser considerados
como disposiciones especiales de una modali.dad energética capaz de modificacio-
nes evolutivas.
Después de todo, la vida no es más que una continua transformación¡ de la
energía y la vida psíquica es también una continua transformación y liberación
energética que proviene de la creación del ser en el momento de la concepción,
a la par que la iniciación de la vida orgánica.
Los embriólogos nos han enseñado el desarrol1o de lo somático y cómo evolu-
5ionan las estructuras, pero muy poco nos dicen del oesarrollo de las funciones
y cómo se inician los procesos fisiológicos. Es de creer que una parte de la energía
evolutivaJ se emplea en la función orgánica y otra parte entretiene la función
psíquica y en tanto a la primera le rigen leyes físicas, la otra tiene el sobredo-
minio del Alma.
Sea como fuere, es indudable que existe una energía psíquica y que la regu-
lación de esa pa rticular en ergía es la emoción.
Así considerado el psiquismo, viene a ser un organismo inmaterial, inter-
mediario entre 10 somático y el Alma. La característica del psiquismo es la fun-
ción; las· privativas del Alma son las facultades.
Evidentemente, se ve que así concebida la emoción nos es mucho más fácil
comprender su patolo~ía. Desde luego nos situamos en un terreno más asequible
a la investigación. Nueslns ideas adquieren más soltura y los hechos se obser-
van, se controlan y se analizan c,m los habituales métodos a los que estamos acos-
tumbrados.
Si se nos dice que un indi vidüo presa de una emoción está pálido, tiene taqui-
cardia y sudores irías, que está inmovilizado o se agita con movimientos involun-
tarios y desordenados, etc., no nos están refiriendo más que las manifestaciones
externas de algo inlTapsíquico que no nos explican. Si el psiquiatra, en este caso,
nos habla de una emotividad exagerada, de una excesiva sensibilidad, de una
constitución predisponente, tampoco nos dice nada del trastorno intimo del pen-
samiento ni el por qué de las variaciones de la tensión afectiva.
No obstante, los psiquiatras han tenido la intuición de dar especial sentido
a deterl111nadas palabras; así por ejemplr1, nDS hablan de un estado em.otivo y de
un estado emocional; con la primera palabra se indica el estado de receptividad
o predlsposlción psíquica para recibir la percepción; con la segunda, la reacción
ocurrida, o conmoción producida por la percepción. De manera, que al admitir una
cierta predisp<,sición a la conmoción emotiva, se acepta tácitamente un cuantum
de tensión atectivo, susceptible de variaciones, según los individuos y según los
momentos.
Así tambiér., ha considerado una «timia., o estado de humor, que ha divi-
dido en tres aspectos: eufórico, disfórico y melancólico, como colorido de la emo-
tividad, indicando que esa tensión a que eludimos es variable no sólo en el sen-
tido de intcnsidad, sinD también de polarización. El nivel tensional vendría ex-
prf.satl0 por el grado de afectividad.
y para terminar, añadiremos que podríase considerar una larga lista de ca-
lificativos empleados en psiquiatría, con los que se expresan estados, grados y
modalidades diversas en los aspectos afectivos, todos ellos queriendo evidenciar
particulares ciréunstancias, con cada uno, pero que resultan esas denominaciones
expresión de ideas, que teniClld0 en el fondo una base común, quedaban disper-
sas y difíciles de conexiones entre sí, en tanto que con este nuevo concepto de
la emoción, se logra una relación o trabazón entre ellas, que uniformando los as-
pectos afectivos, quedan mejor explicados y mejor conocidos.
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Una observación final. El concepto de la Emoción, tal como acabamos de ex-


poner, corresponde al estudio de una de las funciones de lo que llamamos «el fe-
nómeno elemental del pensamiento». la prímua tase de ese proceso, que consti-
tuye lo· que podríamos denominar la pretase, conslderando toda manifestación psí-
quica en dicho proceso, correlativa y sincronizada. Doble conCépto, que debe ser
bien interpretado, ya que las tunciones psíquicas vienen seriadas sucesivamente,
pero siempre conservando una armónica relación de verdadero sincronismo, indis-
pensable en todas ellas, que mantienen esa ligazón de un todo, en el que no puede
independizarse sus partes, ya que no existen funciones aisladas.
t)ólo puede adm1tirse una cierta separación de ellas, en casos patológicos, en
la «disgregación del pensamiento», pero aun así, esa disgregación es sólo aparente;
lo que ocurre entonces es un predominio funcional unilateralizado.

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