Historia Shantideva

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A.

- EL AUTOR DEL TRATADO

El autor del Bodicharyavatara fue el gran pandita y noble bodisatva


Shantideva 32, que estaba perfectamente provisto de los tres requisitos
necesarios para componer un sastra 33. Su vida estuvo adornada con siete
episodios extraordinarios, en especial el hecho de que su yidam, el venerable
Mañyusri, lo bendijera y deviniese su guía. Los siete episodios extraordinarios
se enumeran así:
Complació a su yídam (1),
tuvo una conducta excelente en Nalanda 34 (2),
resolvió un conflicto (3) y aceptó como discípulos a seres con extrañas
creencias (4), y también a mendigos (5), no creyentes (6) y un rey (7).

El gran Shantideva nació en el país del sur llamado Saurastra 35 . Era hijo
del rey Kalyanavarman y recibió el nombre de Shantivarman. Desde sus
primeros años veneraba a los budas del pasado, estaba naturalmente inclinado
por el Mahayana y sentía un gran respeto por los maestros espirituales y la orden
monástica. Era un bienhechor de todos por igual, tanto de señores como de
sirvientes, y cuidaba compasivamente de los pobres, los enfermos y los más
desfavorecidos. Su principal interés era la práctica de los bodisatvas, lo que le
llevó a dominar todas las artes y las ciencias. En especial, le solicitó a un yogui
mendicante la sadana Tiksnamañyusri 36. La practicó y tuvo una visión del
yídam.
Cuando murió el rey, su padre, decidieron otorgar el poder real a
Shantivarman. Para ello prepararon un gran trono hecho con materiales
preciosos. Pero esa noche el príncipe vio en sus sueños al venerable
Mañyughosha sentado en el trono al que él iba a ascender el día siguiente.
Mañyughosha le habló y le dijo:

Mi querido y único hijo, este es mi trono


y yo, Manyusri, soy tu guía espiritual.
Que tú y yo nos sentemos en el mismo sitio es
algo que realmente no está bien.

Al oír esto, Shantivarman se desperto de su sueño y comprendió que no sería


apropiado asumir el reinado. Sin sentir ningún apego por las grandes riquezas
del reino, partió y fue al glorioso monasterio de Nalanda donde recibió la
ordenación de Yayadeva, el principal de los quinientos panditas del monasterio,
que le dio el nombre de Shantideva.
Con respecto a su vida espiritual interior, recibió del noble Mañyusri las
enseñanzas de todo el Tripitaka 37. Meditó en ellas y condensó su precioso
contenido en dos sastras: El compendio de los preceptos y El compendio de los
sutras. Aunque había obtenido innumerables cualidades de eliminación y
realización 38, los otros monjes lo desconocían y, puesto que exteriormente su
comportamiento parecía limitado a las actividades de comer (bhukta), dormir
(susta) e ir de acá para allá (kutsiva), le pusieron el apodo de Bhusuku. Así es
como valoraban su conducta externa. Se quejaban de que no hacía ninguna de
las tres tareas 39 requeridas a los monjes de ese monasterio y consideraban que,
por lo tanto, no tenía derecho a disfrutar de las ofrendas y la comida ofrecidas
por los devotos para la manutención de la sanga. Así que decidieron expulsarlo.
Planearon que cada uno expondría las escrituras sagradas y así cuando
llegase el turno de Shantideva se sentiría avergonzado y huiría. Le pidieron
insistentemente una vez y otra que enseñase, pero cada vez se negaba diciendo
que no sabía nada. Así que le pidieron al abad que se lo ordenase. El abad así lo
hizo e inmediatamente Shantideva prometió que daría una enseñanza.
Entonces, algunos monjes empezaron a tener dudas y no sabían qué pensar de
lo que estaba pasando. Para ponerlo a prueba, prepararon una gran cantidad de
ofrendas y las dispusieron en una vasta explanada en el exterior del monasterio.
Invitaron a una gran muchedumbre y prepararon en medio un trono muy elevado
sostenido por leones. Luego llamaron a Shantideva y la mayoría de los monjes se
quedó estupefacta al verlo sentado sobre el trono sin saber cómo había llegado
hasta allí.
-¿Les gustaría que exponga alguna enseñanza conocida del Buda? -les
preguntó Shantideva- ¿O preferiríais que os expusiese algo que nunca hayáis
oído anteriormente?
Todos estaban asombrados y dijeron:
-Por favor enseñanos algo que sea completamente inédito.
El compendio de los preceptos era demasiado extenso, mientras que El
compendio de Los sutras era demasiado breve; así que Shantideva les expuso el
Bodicharyavatara que, aunque su significado es muy vasto, está muy
condensado. El venerable Mañyusri apareció, sentado en el cielo, y muchos
pudieron verlo, lo que despertó en ellos una gran fe. Y cuando Shantideva llegó,
en el capítulo de la sabiduría, a esta estrofa (IX-34]: «Cuando ni la existencia ni
la no existencia están ya presentes en la mente... », él y Mañyusri empezaron a
ascender más y más en el espacio hasta que desaparecieron. Sin embargo la voz
de Shantideva continuó oyéndose hasta que la transmisión del texto hubo
concluido.
Aquellos de los que estuvieron presentes que tenían el poder de una memoria
extraordinaria anotaron las enseñanzas tal como las recordaban. Pero
produjeron textos de distintas dimensiones: algunos tenían setecientas estrofas,
otros mil y otros más de mil. Los panditas de Cachemira hicieron un texto de
setecientas estrofas divididas en nueve capítulos, mientras que los de Magadha
(centro de la India) hicieron un texto de mil estrofas en diez capítulos. Todos
discrepaban y la duda reinaba entre ellos. Además, no sabían a qué textos se
refería Shantideva cuando menciono que debían leer El compendio de los
preceptos frecuentemente y El compendio de los sutras, más breve, de vez en
cuando 40.
Cierto tiempo después averiguaron que Shantideva vivía en el sur, en la
estupa de Shridakshina. Dos de los panditas que tenían el poder de una memoria
extraordina fueron a verlo para invitarlo a que volviese. Pero cuando lo
encontraron, Shantideva no vio oportuno el regresar. Sin embargo, en respuesta
a sus preguntas, les hizo saber que la longitud del texto correspondía a la versión
de los panditas de Magadhe y que en cuanto a El compendio de los preceptos y
El compendio de los sutras, los enconcrarían escritos con una perfecta letra de
pandita en las vigas de su celda del monasterio de Nalanda. Luego les dio las
transmisiones orales y enseñanzas de esos textos.
Posteriormente, Shantideva viajó hacia el este donde, por medio de sus
poderes milagrosos, resolvió una seria controversia y las partes contendientes se
reconciliaron y se estableció la armonía entre ellos.
También aceptó como discípulos a un grupo de quinientas personas con
estrafalarios puntos de vistas no budistas que vivían no muy lejos del oeste de
Magadha. Allí había ocurrido una gran catástrofe natural y la gente padecía
hambre y sed. Le dijeron a Shantideva que si les salvaba la vida, aceptarían sus
enseñanzas. El maestro bendijo con profunda concentración las limosnas de
arroz cocido que había recibido en su bol de mendicante y con él los alimentó y
sació a todos. Así, los apartó de sus ideas equivocadas y les hizo seguir las
enseñanzas budistas.
Poco después, durante una terrible hambruna, alimentó y devolvió la salud
al menos a mil mendigos que estaban desfallecidos y muriendo de inanición.
Posteriormente, en el este (es decir, en Magadha 41), Shantideva entró a
formar parte de la guardia personal del rey Arivishana, que estaba amenazado
por Machala. Meditando en sí mismo como inseparable de Mañyughosha, cogió
una espada de madera con su vaina y le confirió poderes del Darma tan
portentosos que armado con ella podía aplastar cualquier ataque. Puesto que
gracias a él se creó una gran armonía, todos lo respetaban. Sin embargo, algunos
que sentían una tremenda envidia de él fueron a protestar al rey:
-¡Este hombre es un impostor! -gritaban—. ¡Es necesario que se haga una
investigación! ¿Cómo es posible que haya podido defenderlo si no tiene más
armas que una espada de madera?
El rey se enfureció y todas las armas fueron revisadas una por una. Cuando
le ordenaron a Shantideva que sacase su espada, él replicó que no debía hacerlo
pues ello dañaría al rey.
-Aunque me dañe - ordenó el rey- ¡sácala!
Fueron a un sitio solitario donde Shantideva le pidió al rey que se cubriese
un ojo con una mano y que mirase con el otro. Hecho lo cual, sacó la espada y su
resplandor era tan intenso que el ojo del rey saltó de su órbita y cayó al suelo.
Aterrados, el rey y toda su escolta le suplicaron que los perdonara y le pidieron
refugio. Shantideva colocó el ojo del rey de nuevo en su órbita y, debido a sus
bendiciones, este recuperó la vista sin ningún dolor. Todo el país tuvo fe en él y
abrazó el Darma.
Algún tiempo después fue a Shriparvata, en el sur. Allí adoptó el modo de
vida de los mendigos desnudos uochushma y se sustentaba con el agua residual
del lavado de los platos y los cacharros de cocinar. Sucedió que una sirvienta del
rey Khatavihara, llamada Kachalaha, una vez vio que si algo del agua residual
que ella arrojaba caía sobre Shantideva, era como si cayese sobre metal al rojo
vivo: hervía y crepitaba.
Por aquel entonces, un maestro hindú llamado Shankaradeva le profirió al
rey el siguiente desafío. Él dibujaría en el cielo el mandala de Maheshvara y si
los maestros budistas no eran capaces de destruirlo, todas las imágenes y los
textos budistas deberían ser arrojados al fuego y todos deberían adoptar sus
principios religiosos. El rey convocó a la sanga budista y le informó del desafío.
Pero nadie podía prometer que sería capaz de destruir el mandala. El rey estaba
sumamente angustiado, así que cuando la sirvienta le dijo lo que había visto,
ordenó que hiciesen venir a Shantideva. Lo buscaron por todas partes hasta que
lo encontraron sentado debajo de un árbol. Cuando le explicaron la situación,
Shantideva aseguró que podría hacerlo, pero para ello necesitaba una jarra llena
de agua, dos trozos de tela y fuego. Todo fue preparado según sus indicaciones.
Al atardecer del día siguiente, el yogui hindú dibujó algunas líneas en el cielo
y se marchó. Todos empezaron a asustarse. Pero a primeras horas de la mañana
siguiente, mientras se dibujaba el mandala, antes de que la puerta del este
estuviese acabada, Shantideva entró en una profunda concentración. Entonces
se levantó un fuerte huracán que barrio e hizo desaparecer el mandala; y las
plantas, los árboles e incluso las ciudades fueron sacudidos hasta casi su
aniquilación. Toda la gente quedó desperdigada, el maestro hindú desapareció
empujado por el viento como un pajarillo y todo quedó sumido en una gran
oscuridad. Entonces, de entre las cejas de Shantideva surgió una luz que
mostraba el camino al rey y la reina. Como estos habían sido despojados de sus
vestimentas y estaban cubiertos de polvo, Shantideva con fuego les dio calor, los
lavó con agua, los vistió con telas y los reconforto. Luego, por medio del poder de
su concentración, Shantideva reunió a la gente, la lavó, perfumó, vistió y
reconforto. Muchos de ellos empezaron a seguir las enseñanzas budistas. Los
lugares de culto no budistas fueron derruidos y los centros budistas florecieron,
se expandieron y perduraron durante mucho tiempo. Debido a eso, ese lugar se
conocía como el lugar donde los no budistas fueron vencidos.
Aunque Shantideva afirmaba que no era más que un individuo corriente,
Yetari explica que Shantideva estaba considerado como una manifestación de
Manyughosha. Según Prajnakaramati, Shantideva era un Arya o ser sublime. Y
Vibhutichandra, refiriéndose a la excelencia de sus obras, escribió:

Han aparecido numerosos grandes seres


relacionados con las enseñanzas del Victorioso,
pero no he encontrado a ninguno cuya experiencia y realización
sean comparables a las de Shantideva.

El maestro Krishnacharya mencionó a Shantideva como «El que ha puesto los


pies de loto de Manyughosha sobre su cabeza». Su cualidades eran, pues,
inestimables.
Shantideva compuso tres obras: el Shikshasamucchaya (El compendio de los
preceptos), una enseñanza detallada; el Sutrasamucchaya (El compendio de los
sutras), un texto breve; y el Bodicharyavatara (La aplicación de la práctica del
bodisatva), un texto vasto en cuanto a su significado y conciso en su formulación,
y del que es bien sabido que en la India se compusieron al menos ciento ocho
comentarios.

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