La Llorona Uv
La Llorona Uv
La Llorona Uv
La Llorona
De:
Fernando Rodríguez
PERSONAJES:
Fray Jorge
Mateo
Verónica
Fray Bernardo
MATEO.- Con ellos. (Pausa) Llegan noticias de España. Dicen que están por
dictar nuevas leyes de indias ¿Serán más severas?
JORGE.- Al contrario. Se eliminan los requerimientos.
MATEO.- ¿Y yo estaré dentro de los que se eliminan?
JORGE.- (Ríe) No Mateo. En palabras comunes: Les dejarán en libertad.
MATEO.- ¿Cómo lo sabe?
JORGE.- Como que he visto el decreto.
MATEO.- ¡Bendito sea mi señor! (Se inclina y besa su anillo) Usted tuvo que
ver en eso ¿Verdad?
JORGE.- Algo.
MATEO.- Eso nos dijo Fray Bernardo: “El padre Jorge es gran amigo de Fray
Bartolomé. Le ha ayudado en todos sus trabajos. Sed cuidadosos”.
JORGE.- ¿Por qué deberías cuidaros?
MATEO.- Imagino que en no faltarle el respeto mi señor.
JORGE.- No estoy tan seguro de eso. Aquí hay algo que no está bien.
MATEO.- No lo sé Padre. Si lo supiera se lo diría. Yo siempre seré sincero
con la Iglesia.
JORGE.- ¡Pues yo no soy la Iglesia!
MATEO.- ¡Padre!
JORGE.- Solo soy un ser humano comprometido con la verdad. Y lo que está
pasando aquí... lo que estás diciendo en este relato está fuera de toda
lógica.
MATEO.- La lógica. “Analytica Priora” de Aristóteles. También me han hecho
copiarlo.
JORGE.- Para qué si al final no te dejan usarlo. Además ¿Es que no ha
llegado la imprenta por acá?
MATEO.- Unas cuantas. (Silencio) Padre, perdóneme la indiscreción, pero
usted me inspira confianza y debo preguntárselo.
JORGE.- ¿Qué quieres saber?
MATEO.- La fe me dice que Dios es hombre; pero la lógica me dice que es
mujer ¿Puede Dios ser mujer?
JORGE.- ¡Ay Mateo! Haces preguntas muy interesantes, pero poco
convenientes. A ver... Dios...
(Entra Fray Bernardo)
FRAY BERNARDO.- Padre Jorge, está usted confundiendo a nuestro más
aventajado pupilo.
JORGE.- (Haciendo la reverencia usual) No Su Eminencia, no veo cómo.
Está muy bien adoctrinado.
MATEO.- Religiosamente.
JORGE.- ¿Y crees que sea la joven que describes en la historia?
MATEO.- Yo solo transcribo.
JORGE.- Entonces ¿No crees en esa leyenda?
MATEO.- No.
JORGE.- Pues por tercera vez te pregunto Mateo: ¿Tú qué crees?
Revisemos lo que escribes ¿Puede ser posible? Vamos. Desde el
principio: (Lee) “En una próspera villa colonial, vivía una joven
indígena muy hermosa. Cabello negro, tan negro como el profundo
abismo que siempre antecede a la luz. Tez morena, tersa y sencilla.
Ojos vivaces y atrevidos. Su cuerpo bien formado, recién esculpido
por los enérgicos deseos de una niña que quiere ser mujer...”
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VERÓNICA.- (Con sólo una bata blanca) “Vivía con sus padres y cinco
hermanos pequeños en la hacienda de una familia española. Desde
niña ayudaba a la limpieza de la casa y salía regularmente de
compras atravesando todo el poblado. La última vez que pasó por allí,
Don Fermín no se había percatado de que la niña había crecido. Ese
día la miró con atención y vio la fresca belleza de un cuerpo virginal...”
(Silencio) Ella tuvo suerte. Cuando su cuerpo ya estaba formado
todavía era virgen. A otras no nos va igual. Otras perdemos la
virginidad antes de saber cuál es su significado. (Pausa) Hacíamos
concursos en la escuela. Concursos para encontrar el significado de
las palabras en un diccionario. Yo casi siempre ganaba. Un día a la
maestra se le ocurrió preguntar por la palabra: “Virgen”. El diccionario
decía: “Madre de Dios”... y ahí entendí por qué era tan importante para
toda la gente que las muchachas fuéramos vírgenes... y todavía más
para los hombres. Es que... es que era como estar con la mismísima
Madre de Dios. Era como... como... ser Dios. Por eso se sentían tan
fuertes. Por eso aquél señor tan feo y hediondo se sentía tan grande y
tan fuerte. En ese momento era Dios... podía hacer lo que quería
conmigo. (Silencio) Yo no podía hablar... su poder era tanto que con
solo mostrarme su puño... no podía decir nada... no podía gritar... solo
se escuchaban sus jadeos... (Silencio) Ya... ya yo no recuerdo lo que
me decía... pero me acariciaba y me decía cosas bonitas... (Pausa)
Tocaba mis senos y me decía otras cosas un poco sucias ¿Cuál de
esos señores sería Dios? El de las palabras bonitas o el de ese palo
fuerte que me atravesaba las entrañas ¿O sería el mismo? (Pausa)
Me parece que era el mismo. Luego en misa lo comprobé. Un domingo
el padre dijo que Dios es bueno; que Dios es justo; que Dios es amor;
pero a la vez dijo que Dios es duro con sus hijos cuando pecan; que
Dios castiga... castiga fuerte y espera el arrepentimiento. Ese señor
fue así. Sentí su castigo. Fue un castigo fuerte, muy fuerte; que me
dejó sin... sin esa palabra del diccionario. Dejé de ser: “Madre de
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MATEO.- Los frailes nos dicen que Dios es bueno; que Dios es justo; que
Dios es amor. Pero aquí tenemos un dios para cada una de esas
cosas ¿Sabía Padre?
JORGE.- Sí. Nosotros también los tuvimos. Uno para cada acto de la
naturaleza. Para el trueno; para la lluvia; para el fuego; para la
fertilidad. Por eso tu lógica funciona bien. Alguna vez Dios fue mujer.
MATEO.- ¿Qué dice Padre?
JORGE.- No me hagas caso Mateo. Te estoy confundiendo.
MATEO.- No. Si yo le entiendo Padre. Es razonable. Así es nuestra diosa
madre. Es una mujer. La madre pare a los hijos; la madre los
amamanta, los cuida, los ve crecer y luego cuando están grandes los
deja ir. Así es Dios.
JORGE.- Lo más seguro es que no es ni hombre ni mujer; solo es Dios.
MATEO.- ¿Por qué ahora tiene que ser sólo uno y ser hombre?
JORGE.- ¿Por qué la luna llega por la noche y se va de día?
MATEO.- Para que el sol descanse.
JORGE.- ¿Por qué a veces llega el sol y la luna no se ha ido?
MATEO.- Tal vez la luna deba contarle al sol algunas cosas que hicimos mal
por la noche.
JORGE.- O tal vez la luna quiera hacer con el sol lo que hicisteis por la
noche. Al menos por unos minutos; mientras esperan el eclipse con el
que se fundirán en un solo cuerpo, en medio de la oscuridad que les
sirve de telón.
MATEO.- Yo entiendo poco el castellano Padre; pero a usted le entiendo
menos.
JORGE.- Hay cosas que no se entienden Mateo, solo se sienten; se
perciben, existen. Eso es Dios y también el diablo; es luna y es sol; es
calor y es frío; amor y odio; placer y dolor; vida y muerte; lo primero y
lo último.
MATEO.- Libertad y esclavitud.
JORGE.- También, Mateo, también. Por eso no creo en la leyenda de la
Llorona. No creo que ninguna criatura del Señor esté condenada a
sufrir por haber nacido mujer. El bien y el mal tienen ambos sexos ¿Tú
tampoco crees esa historia, verdad?
MATEO.- Ni una sola de sus letras.
JORGE.- Bien ¿Y la mujer que llora?
MATEO.- La diosa madre.
JORGE.- A ver...
MATEO.- Antes de la llegada de los españoles, cada cierto tiempo surcaba el
cielo una figura blanca que nos ayudaba a interpretar las estrellas. Era
una bella mujer de pelo negro con una larga túnica blanca que
atravesaba el oscuro cielo. Un día, esa figura lanzó un gran alarido de
dolor y lloraba insistentemente por sus hijos. Los chamanes se
remitieron a la profecía y descubrieron que esa mujer era la deidad
protectora de la raza. Lloraba para advertirnos que hombres extraños
vendrían por el Oriente y juzgarían a nuestros pueblos, causándonos
mucho dolor. Se lamentaba porque había llegado el momento de
cumplir la profecía que presagiaba la desaparición de nuestra raza;
devorada, torturada y mutilada por los extraños. Había llegado el día
en que nuestros dioses serían humillados y sustituidos por otros
dioses más poderosos.
JORGE.- La profecía se cumplió.
MATEO.- De Oriente vinieron los conquistadores.
JORGE.- Y vuestros dioses han caído.
MATEO.- Y nuestra raza.
JORGE.- ¿Y la Llorona?
MATEO.- Sigue apareciendo cada luna llena, llorando por todos sus hijos,
sus hijas... sus pequeños niños y niñas, que todos los días son
golpeados y violados con el poder de la espada y de... de... de...
JORGE.- ¿De Dios? (Silencio)
VERÓNICA.- ¡Ay mi hijo!
MATEO.- ¿La escucha padre?
VERÓNICA.- ¡Ay mi hijo, mi hijo!
JORGE.- ¡Es absurdo!
MATEO.- Llora por sus hijos.
VERÓNICA.- ¡Mi hijo!
JORGE.- ¡No es posible!
MATEO.- Por las madres violadas y abandonadas...
VERÓNICA.- ¡Mi hijo!
MATEO.- Por la inocencia robada.
JORGE.- ¡No puede ser!
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VERÓNICA.- ¡Ay mi hijo! ¡Mi hijo! ¡Cómo dolió mi primer hijo! Cómo dolió
tenerlo dentro... Me imagino que así le debe de doler a una rosa si una
espina crece entre sus pétalos más tiernos; si los penetra; los rasga;
los destroza y les arranca su belleza y su tierna vida. Así le debe doler
al cielo cuando sus estrellas caen sobre tierra fértil. Existe una luz
menos en el horizonte y queda desierto el suelo que alguna vez tuvo
vida. Así lloró mi cuerpo. Lloró porque mi hijo fue una maldición
cuando debía ser una bendición; porque fue una llaga cuando debía
ser bálsamo; porque dolió en vez de aliviar... ¡Ay mi hijo! (Pausa) Si te
vas ahora: ¿Volverás? Si volvés cuando esté lista: ¿Tendrás los
mismos ojos? ¿Será la sonrisa que siempre soñé? ¿Serán iguales tus
manos? ¿Tus pies? ¿Tu alma? ¿Te parecerás a él? (Pausa) Ojalá que
no. Él es tan feo. Es alto y tiene manos fuertes y grandes. Tiene ojos
claros. Espero que saqués mi nariz... la de él... No te vas a parecer a
él (Silencio) ¿Qué sos ahí dentro? (Pausa) Sos pecado. Pecado. No
puedo ni pensar en dejarte ir porque sos pecado. (Pausa) Pero si solo
son unos días... lo que salió fue tan solo una masa sin forma... roja...
muy roja; con la fetidez de lo prohibido; de lo malo; de lo sucio. Era
muy niña ¡Trece años! Ni siquiera tenía tetas. Él era feo... manos
fuertes y grandes. Ese día respiraba más que nunca... agitado...
nervioso... excitado. Yo no me movía, pero aún así me amenazaba...
me golpeaba ¡Y yo no sé por qué! Yo no iba a hacer nada. ¿Qué podía
hacer? Pero parecía que le excitaba el solo hecho de golpearme. Yo
ya sabía que ante eso no se puede hacer nada. No era la primera vez.
Ya lo había visto con mamá. Mi papá nos golpeó a todas; a todas.
Primero nos resistíamos y luego... sólo aguantar (Silencio) ¡Cómo
dolió mi primer hijo! ¡Cómo dolió tenerlo dentro! (Pausa) Si volvés:
¿Serás igual? ¿Volverás a tomar tu alma? ¿La que quedó enterrada
en mi corazón? (Pausa) Mamá siempre me contaba el cuento de la
Llorona. Me lo contaba para que aprendiera. Para que no me metiera
con un hombre casado. Y yo quería decirle que no... que no me había
metido con él. Que él se había metido conmigo. Que me lo había
hecho a la fuerza. Pero no. Me lo contaba una y otra vez. Siempre
recuerdo la frase con Don Fermín. Lo imaginaba como aquel viejo feo
y hediondo... “La última vez que pasó por allí, Don Fermín no se había
percatado de que la niña había crecido. Ese día la miró con atención y
vio la fresca belleza de un cuerpo virginal. Don Fermín era un hombre
respetado en la comunidad; abogado, cuarenta y cinco años, viudo de
la hija del alcalde. Verónica se le quedó mirando, no era un hombre
atractivo...
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MATEO.- “Manos fuertes y grandes; ojos claros; nariz aguileña y colonial. Le
pregunté a mi maestro si debía dejar colonial. Era mi aporte a la
historia. Colonial significaba algo así como: Diferente. Me lo permitió.
Y seguí contándolo... “Ese mismo día Don Fermín fue a la hacienda
donde Verónica y su familia trabajaban y la pidió en matrimonio. Su
petición fue aceptada y la boda fue fijada…” Cuando procedía a contar
lo que Verónica hizo luego de la noticia, volvimos a escuchar a la
Llorona. Mi maestro se negaba a creer en ese aullido fantasmal. Pese
a ser un hombre entregado a Dios, era un hombre de razón más que
de fe. No podía creer que esos lamentos estuvieran simplemente en el
aire. Debían venir de algún lugar. Seguimos los llantos. Llegamos a
una parte del convento que no conocía; escondido detrás de la
biblioteca. Siempre pensé que el convento era enorme, pero sus
entrañas eran descomunales. Espacios húmedos y oscuros; pasillos
angostos y muy largos, que a veces se ensanchaban para mostrar
restos humanos apilados con mucho orden. Mi maestro me dijo que a
eso se le llamaban “catacumbas” y que ahí eran depositados los
restos de los frailes fallecidos. Confundidos por la vista de los cráneos
amontonados, perdimos el rastro sonoro de la Llorona; pero
encontramos algo que al parecer desconcertó a mi maestro. Se quedó
mirando fijamente los huesos. Su rostro palideció y me miró un par de
veces sin saber qué decirme. Cuando estaba a punto de tomar un
cráneo en sus manos se oyó un grito ahogado. Inmediatamente mi
maestro dirigió de nuevo su rostro hacia mí. Seguía pálido. Sudaba.
Debe haber pasado por su mente algo terrible para causar tal terror en
un hombre tan seguro y valiente. A su indicación inmediata nos
devolvimos y llegamos al claustro, justo a tiempo de la entrada de Fray
Bernardo.
FRAY BERNARDO.- Padre Jorge, espero que ahora esté convencido.
JORGE.- Sí. Lo estoy.
FRAY BERNARDO.- ¡Maravilloso! El Señor Todopoderoso ha enviado a sus
ángeles para que usted vuelva a creer en Su poder. Tal vez ahora se
enriquezca nuestra historia con el aporte de un escolástico de su
categoría.
JORGE.- Me sobreestima padre Bernardo. No veo qué diferencia pueda yo
marcar en el desarrollo de la historia, más que la descripción de la
verdad misma.
FRAY BERNARDO.- Lo importante es que usted esté convencido de que esa
mujer llora eternamente por estos predios de Dios. Usted bien sabe
que es fundamental para la causa de evangelización de estas nuevas
tierras que la moraleja se convierta en una leyenda. Una tradición para
ser contada a través de generaciones.
JORGE.- Y ¿Cuál es la moraleja de una mujer que llora? Si me perdona la
ignorancia.
FRAY BERNARDO.- ¿O el cinismo?
JORGE.- Padre, aquí hay algo extraño ¡Créame! No puedo permitir que se
consignen historias fantásticas cuando estoy seguro de que está
pasando algo grave con las mujeres de esta villa.
FRAY BERNARDO.- Mañana, después de “Maitines” debe dejar esta abadía.
JORGE.- ¡Padre...!
FRAY BERNARDO.- He dicho.
JORGE.- (Silencio) Está bien. Me iré como usted me lo pide; pero antes
contésteme Su Eminencia: ¿Dios se equivocó al crear a la mujer de un
hueso imperfecto?
FRAY BERNARDO.- (Silencio) Dios nos creó a su imagen y semejanza. Pero
note que primero creó al hombre. Es decir, su imagen y semejanza es
el hombre. La mujer es solo una parte del hombre y como parte, no
puede ser perfecta. Es débil, susceptible, sugestionable y muy proclive
al deseo sexual.
JORGE.- Mateo ¿De dónde vienen tus mujeres?
FRAY BERNARDO.- ¡Padre Jorge ya ha ido demasiado lejos!
JORGE.- ¡Contesta Mateo!
MATEO.- Del maíz.
FRAY BERNARDO.- Estos son salvajes. Por eso los evangelizamos en la
verdad de Dios. Mire su respuesta: ¡Del maíz! ¿Y qué es el maíz sino
un producto de la tierra que es creación de Dios?
MATEO.- La tierra es Dios.
FRAY BERNARDO.- ¡Blasfemia!
MATEO.- Padre Bernardo, discúlpeme. Yo...
FRAY BERNARDO.- Tranquilízate Mateo. El padre Jorge ha perdido la
razón.
JORGE.- La Iglesia la ha perdido Padre. Es la Iglesia quien la ha perdido.
FRAY BERNARDO.- ¿Sabe Fray Bartolomé de tus inclinaciones?
JORGE.- Padre acompáñeme a las catacumbas.
FRAY BERNARDO.- ¿Para qué?
JORGE.- Sólo acompáñeme, por favor.
FRAY BERNARDO.- ¿Qué hay ahí aparte de cadáveres?
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VERÓNICA.- Eso mismo me pregunté cuando entré a la funeraria. ¿Qué hay
ahí aparte de cadáveres? Difuntos, me corrigió tía Lola. Difuntos. La
verdad es que entre cadáveres muertos y difuntos fallecidos, mi
razonamiento era lo suficientemente claro para no querer ver a nadie
en una caja. Yo iba todo el camino molestando a mi tía con lo de los
difuntos fallecidos y los occisos perecidos. Ella sufría. Por alguna
razón yo no. Mi forma de recordar era reír; no pensar en la muerte. En
cambio a la mayoría de la gente lo que le divierte son las velas. Hacen
filas; lloran; se toman un cafecito con galletas; hablan de lo bueno que
era el que estiró la pata. Aún si la persona era malísima y no hubiese
ni un solo buen recuerdo, no faltaba alguien que dijera: “¡Tan buena
persona que era!” Y los demás contestaban con un sonoro suspiro
(Pausa) ¡Yo para qué la iba a ver! Prefiero recordarla en una de sus
bromas. Fue ella la que me enseñó lo de los muertos difuntos y todas
sus variantes. Incluso en sus peores momentos reía. Recuerdo que en
una Navidad ese señor le rompió la cabeza con un martillo. Mientras
esperábamos la ambulancia me dijo: “Qué bueno mi’jita ahora sí le
voy a poder ayudar mejor a hacer las tareas” “¿Por qué?” Le dije.
“Porque las ideas me van a salir más rápido por este hueco” (Pausa)
Así era mamá. Nunca respondió. Lo que hacía era contarnos la
Llorona todas las noches... y la verdad nunca entendía la relación...
(Pausa) Lo comprendí después. Como ella siempre reía, la leyenda
era su forma simbólica de llorar todas las noches. Eso sí. Cuando
aquel señor nos tocaba ella le ponía el pecho a las balas; una cicatriz
más, una cicatriz menos... (Silencio) El que no había cicatrizado era su
corazón. Sangraba todos los días. Así como todos los días iba a misa
y rezaba para que Dios cambiara a mi padre. (Pausa) Dios es práctico
¿Saben? Era más fácil llevarse a mamá que cambiar a mi papá. Dios
no puede hacer esas cosas. Cómo iba a cambiar a un hombre que
antes de aprender a decir “mamá” aprendió a decir “puta”. ¿Qué
sentido tenía cambiarlo? Además ¿Cómo cambiar a mi papá si la que
iba a misa era mamá? (Silencio) Dios hizo lo mejor. Se la llevó. Y yo
también hice lo mejor. Nunca la vi en la caja. Nunca le vi esas capas
de maquillaje de mercado. Todos los que desfilaban decían lo mismo:
“Qué bonita que quedó” Y yo decía: “Qué bonita que es. Lo que quedó
es tan falso como un muerto expirado” Y la podía oír reírse conmigo:
“O como un difunto fenecido”. Y después la Llorona: “Vero, ¿Te
acordás lo que pasa después de que dan a la muchacha en
matrimonio?” “Sí mamá... nos lo contás todas las noches”. “¿Qué
era?” Pues que: “…el mundo se le vino encima. Ella jamás había
pensado en casarse con otro que no fuera Jorge. Aquél apuesto
muchacho que trabajaba justo en la hacienda de Don Fermín. Hacía
ya varios meses que se veían en secreto y Verónica estaba a punto
de hablarles a sus padres sobre él”.
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MATEO.- “Pero ya la boda con Don Fermín estaba fijada y no había marcha
atrás. Incluso Don Fermín ya había ofrecido a los padres de Verónica
una de sus haciendas en calidad de dote...” Seguía yo transcribiendo
estas cosas sin saber exactamente lo que significaban cuando de
nuevo el grito de La Llorona volvió a aparecer. Mi maestro y Fray
Bernardo seguían discutiendo. Ante la irrupción de aquel llanto
aterrador, en un arrebato de conmoción mi maestro tomó de la mano a
Fray Bernardo y lo llevó a las catacumbas para perseguir el sonido de
la mujer. Esta vez pudimos verla más de cerca. Era tal cual la estaba
describiendo en el cuento: “Joven muy hermosa. Cabello negro, tan
negro como el profundo abismo que siempre antecede a la luz. Tez
morena, tersa y sencilla. Ojos vivaces y atrevidos. Cuerpo bien
formado...” Vestía toda de blanco, con esos bellos vestidos que usan
nuestras mujeres. Huía despavorida de alguien. Se perdía entre los
osarios de las catacumbas y volvía a encontrar el camino hacía los
pasillos. Parecía estar atada y con una venda en los ojos. Sus gritos
eran de terror y de desesperación. Y en efecto, clamaba por su hijo.
(Pausa) Lo que siguió a esta escena es indescriptible. Tiemblo de la
impotencia y de la consternación cada vez que lo recuerdo. Un
hombre blanco apareció de repente y la golpeó violentamente con su
espada. Gozaba con cada golpe y le profería palabras soeces. Con
cada golpe la acercaba hacia el nicho donde estábamos escondidos.
Creo que no es necesario explicar nuestro pánico ante tal escena.
Fray Jorge intentó varias veces intervenir, pero Fray Bernardo se lo
impedía. Hasta que el hombre blanco sacó su espada y asesto un
corte preciso en el abdomen de la mujer. Estaba embarazada. Allí mi
maestro no pudo más y gritó: “¡Alto...!”
JORGE.- ¡Alto! ¡Qué estás haciendo por el amor de Dios!
MATEO.- El hombre lo miró y salió rápidamente.
JORGE.- Se da usted cuenta Padre. No existe ese fantasma que llora. Lo
que existe es un hato de bestias amparadas en el poder de la espada.
Bestias apocalípticas exterminando a un pueblo entero ante la mirada
impávida de todos nosotros.
MATEO.- Mi maestro siguió hablando mientras alzaba a la joven y la llevaba
a nuestro claustro. Llevábamos también a la criaturita que había salido
de su vientre después del zarpazo de aquella alimaña. Le pidió a Fray
Bernardo que tomara varios de los cráneos y los llevara consigo. Ya
en el claustro, Fray Jorge intentó salvar la vida del niño, sin ninguna
posibilidad. No obstante, esa pequeña figurita había salvado a su
madre de heridas más profundas. Había sido su ángel de la guarda.
Con mucha pericia y luego de varias horas, mi maestro curó a la mujer
y la depositó en su cama.
JORGE.- Analice los cráneos, Padre. Desde la primera vez que los vi supe
que no eran de nuestros hermanos.
FRAY BERNARDO.- ¿A qué se refiere?
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VERÓNICA.- “¡Al infierno! ¡Al infierno!” Eso me decía mamá cuando me
sorprendió con él. Yo le decía: “No mamá, al cielo. Este hombre me
lleva al cielo”. Mamá tenía miedo de que yo quedara embarazada
¡Pobre! Si hubiera sabido que desde... (Silencio) Jorge era muy bueno
conmigo. Cariñoso; comprensivo; consentidor; guapo; inteligente. El
hombre perfecto para el matrimonio. Solo que yo no podía casarme; al
menos no todavía. Estaba muy joven. Tenía veinte años. Una chiquilla
con el mundo por delante. Todo eso me lo decía mamá. Y yo ya lo
sabía... pero mi pobre madre tenía mucho miedo. Mamá siempre tenía
miedo. (Pausa) Jorge era muy bueno con ella y ella lo quería. Por eso
consintió que nos siguiéramos viendo, aún y cuando nos sorprendió
una tarde con las manos en la masa... bueno más que masa... ya el
pan estaba en el horno y a punto de tostarse (Silencio) Pero no crean
que pasó algo. Nada. Yo nunca le dejaba tocarme debajo de la cintura.
Yo me sentía bien con él... nos queríamos mucho, pero por alguna
razón no deseaba que tuviéramos contacto muy seguido. Sus manos...
(Silencio) Sus manos... me acariciaban con dulzura; me hacían sentir
en las nubes. Pero cuando bajaban hacia aquél lugar... era inevitable
recordar. Y yo no le permitía llegar (Pausa) Sus manos eran tan
grandes como las de aquél señor; igual de fuertes. Los movimientos
eran muy similares... el peso sobre mi carne... Imaginaba que la
penetración de sus dedos sería igual de fuerte... igual de violenta; y
prefería no recordarlo (Silencio) Claro, ahora lo sé, tal vez sus manos
eran pequeñas y ligeras... pero cuando bajaban se volvían enormes y
pesadas... como las de aquél señor. (Pausa) Por eso es que casi
siempre me costaba sentir algo. Quería hacerlo. Quería con todas mis
fuerzas sentir algo con Jorge... pero la sensación inevitablemente era
la misma. (Silencio) Eso es lo que mamá no entendía. Que por más
que Jorge lo intentara, nunca tenía sexo con él. Lo evitaba siempre.
Me mordía los labios por no besar esa boca de ángel; aunque mi
cuerpo se deshacía del deseo... y como una tortura, gota a gota, abría
un surco en mi corazón. (Silencio) Y de nuevo la Llorona. De nuevo
esa bendita historia... ese recordatorio constante del castigo... de la
penitencia... del sufrimiento por cargar con un niño impuro… por
atreverse a amar a quien una quiere. “…Incluso Don Fermín ya había
ofrecido a los padres de Verónica una de sus haciendas en calidad de
dote. Pero Verónica a quien amaba era a Jorge…” Que casualidad,
incluso se llamaba igual. Ahora me pregunto si en realidad mamá me
puso Verónica porque le gustaba mucho el nombre de la leyenda o si
por el contrario bautizó así a la Llorona tratando de que yo me
identificara con ella y dejara a Jorge. En fin: “...Verónica a quien
amaba era a Jorge. Y él le correspondía con mucho ardor y
entusiasmo. Incluso ya entregada en matrimonio a Don Fermín,
Verónica seguía viendo a su amado”.
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MATEO.- “Los preparativos para la boda ya habían iniciado y Verónica
discutía con Jorge la forma de escapar del pueblo...”
JORGE.- ¡Qué casualidad!
MATEO.- ¿Qué cosa, Padre?
JORGE.- Se llama Jorge.
MATEO.- Curioso.
JORGE.- Un poco. Sigue leyendo a ver si acaso esta pobre mujer despierta.
MATEO.- Son ya dos días.
JORGE.- Sí. Sigue respirando sin ningún problema, pero si no prueba
bocado va a morir.
MATEO.- Iba a morir de todos modos.
JORGE.- ¡Cuida tu lengua Mateo!
MATEO.- Perdón Padre, lo que quiero decir es que...
JORGE.- Sí, sí, te entiendo. Qué esperanza de vida tendrá la pobre una vez
que se recupere.
MATEO.- En correcto castellano.
JORGE.- Sigue contando Mateo.
MATEO.- “No lograron ponerse de acuerdo en cómo escapar y dejaron sus
planes para el día siguiente. El día de la boda se acercaba cada vez
más y Verónica estaba más cerca de su joven amante que de su
prometido…” Al finalizar esta frase la joven abrió los ojos lentamente.
Negros, muy negros. Fray Jorge se incorporó y empezó a darle sorbos
de agua. La joven los aceptó de buena gana y cuando tuvo conciencia
de dónde se encontraba, se levantó rápidamente. Con la paz que
transmitía su voz y su espíritu, Fray Jorge le explicó dónde estaba y lo
que había pasado con ella.
JORGE.- ¿Lo recuerdas? Recuerdas lo que te pasó.
MATEO.- No sé si entienda el castellano padre.
VERÓNICA.- Lo entiendo.
JORGE.- Bien ¿Qué recuerdas?
VERÓNICA.- Mi familia. Felicidad.
JORGE.- Claro. Y luego.
VERÓNICA.- Mi familia muerta y yo en la encomienda.
JORGE.- ¿Todos estos golpes?
MATEO.- Al final del ciclo aparece llena, redonda, brillante; para que sus
hijos corran hacia ella.
JORGE.- Mateo ¿Cómo han permitido que esto pase?
MATEO.- Son más fuertes Padre.
VERÓNICA.- ¿Y mi hijo?
JORGE.- Murió.
VERÓNICA.- ¿Debería llorar?
MATEO.- Es lo que hacen ¿No? Son varias mujeres ¿Verdad Padre? A todas
las llevaron allí para matar a sus hijos. Para que lloren todas las
noches de luna.
JORGE.- ¿Hace cuánto tiempo estabas allí abajo?
VERÓNICA.- Muchos ciclos.
JORGE.- ¿Cuántos?
VERÓNICA.- No sé. No lo recuerdo.
JORGE.- Dios Todo Poderoso ¡Tanto ha sido!
MATEO.- ¿Tu niño…?
VERÓNICA.- No venía conmigo.
MATEO.- Quiere decir que…
JORGE.- Sí. Quedó embarazada mientras estuvo encerrada (Pausa) ¿Había
más mujeres contigo?
VERÓNICA.- Siempre estaba muy oscuro. Mis ojos tapados. Pero mis oídos
funcionan. Las oía llorar…
MATEO.- Por sus hijos.
JORGE.- Esa es la Llorona de la que escribes Mateo. Esa que debe expiar la
culpa de haber nacido diferente.
MATEO.- ¿Qué tan diferente?
JORGE.- Sus caderas son flexibles. De sus senos mana leche. Pueden
crear. Nosotros no.
MATEO.- ¿Qué hay de malo con los hijos?
JORGE.- El problema es que los niños son la evidencia del abuso. El objetivo
son las mujeres, no sus niños. Es una demostración de poder. El
dominio del hombre sobre algo cuyo poder no entiende. Y por eso
prefiere convertirlo en mero objeto de placer.
VERÓNICA.- ¿Puedo irme?
JORGE.- Aún no niña. Tu herida debe sanar. Además debemos seguir
indagando en este asunto.
MATEO.- Así lo hizo. Durante varios días mi maestro estuvo bajando a las
catacumbas para investigar quiénes eran los que retenían y
maltrataban a las mujeres. Trataba de entender por qué lo hacían.
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VERÓNICA.- ¡Mi vagina…! ¡Mi clítoris! ¡Así se dice! ¡Así se siente! Jorge
acarició formidablemente mi vagina. Después de varios intentos, hasta
esa noche le permití ponerme una mano allí. Sentí sus dedos muy
calientes. Me olvidé de si sus manos eran como las de aquél señor…
solo las sentí. Sus manos; las manos de Jorge. Sus formidables dedos
moviéndose dentro de mí; rozando mis labios; pasando suavemente
por mi clítoris; tratando de llegar hasta mi zona más profunda. Su
boca; su magnífica boca recorriendo mi cuerpo; tomándose mi
esencia; dejando una marca indeleble en mi piel. Iba despacio,
tranquilo, como esperando hasta que yo tuviera un orgasmo… y lo
tuve… lo tuve ¡Por Dios que esa vez lo tuve!
MATEO.- Ese era mi maestro. Esas eran sus palabras. Esa era su
naturaleza. Un animal salvaje en cautiverio. Esperando el momento en
que el amo se descuidara para correr de vuelta hacia su refugio.
Volver a ese lugar libre e irreverente del que nunca debió haber salido.
Sus cuerpos se fundieron como debió ser el origen de la vida. Dos
cuerpos que parecían uno. Dos almas que se intercambiaban en cada
suspiro; en cada exhalación; en cada grito ¿Cuánto tiempo pasó? No
lo sé. Mi maestro lucía cansado. Ese era el momento de interrumpir;
pero de repente la joven tomó la iniciativa y se abalanzó sobre… cómo
les digo… es difícil para mí ¿Saben? Nunca se hablan de estas cosas
en la abadía… Quizá el temor al conocimiento… el miedo de acceder
al árbol prohibido por Dios. Bueno le tomo el… el órgano… vamos… la
cosa que… No. Cosa se oye mal. Ya ustedes saben a qué me refiero
¿Cierto?
VERÓNICA.- ¡Al pene! ¡Al pene! Aunque es más rico decir sus nombres
vulgares. La verdad es que por respeto a ustedes no lo voy a decir de
otra forma. Pero está claro que en sus cabezas han pasado al menos
veinte insolencias que sirven para denominar a esa belleza que los
hombres suelen usar con poca inteligencia… pero que si lo ponen a
nuestro servicio resulta un verdadero placer. Con toda la inexperiencia
de ambos en ese momento, el resultado fue glorioso. Mi cuerpo se
llenó de un calor casi insoportable. Olía a tierra fértil. Lo que alguna
vez fue maltratado, ese día fue curado. Las llagas de mis entrañas se
convirtieron en suaves esponjas. Mi útero, alguna vez transformado en
ásperas rocas, se caía a pedazos con cada penetración. De ese
paisaje árido fluyó un río fresco y lleno de vida. El mundo dejó de
existir. Se podía oír toda nuestra sangre recorrer el cuerpo y fundirse
con ese sublime torrente de energía…
MATEO.- De nuevo los espasmos. Esta vez era mi maestro. De su boca
salieron palabras inimaginables; sonidos incomprensibles; gritos
bestiales. Luego Verónica ¡Verónica! ¡Verónica! Fray Jorge no dejaba
de repetir su nombre. Ese nombre con el que recién le había
bautizado. El nombre de la Llorona. Recordé inevitablemente la
historia del amor imposible; aquél que perdura hasta nuestra muerte,
pues nunca se pudo consumar. El de Verónica, que “...estaba más
cerca de su joven amante que de su prometido. La joven de cabello
negro, tez morena, tersa y sencilla. Ojos vivaces y atrevidos. Cuerpo
bien formado. La mujer que cada día que pasaba amaba más a Jorge
y despreciaba su compromiso con Don Fermín.”
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VERÓNICA.- “Don Fermín desesperado por el rechazo evidente de Verónica,
adelantó la boda. Los jóvenes amantes volvieron entonces a planear
su fuga…” Y ¿Cómo escaparse? Mamá siempre insistía en resaltar la
moraleja del final de la historia. No hay escape. Se sufre
irremediablemente. Pero ahora yo pensaba en cómo escaparme. Yo
quería irme. Vivir un cuento de hadas y huir con mi príncipe azul. Azul
intenso. Pero no podía dejar a mis hermanas solas; debía protegerlas.
(Pausa) Los primeros días luego de la muerte de mamá, se llevaron a
mi papá para interrogarlo (Silencio) El problema es que mamá no
murió de un solo golpe de mi padre. Murió de los golpes físicos y
psicológicos acumulados de tantos años. Así que aunque había
fuertes sospechas, nunca se pudo relacionar el derrame cerebral de
mamá con las agresiones de su marido. Además porque mi sumisa y
abnegada madre nunca se atrevió a denunciar a su “adorado” esposo.
Tenía miedo. Ya se los he dicho. Mamá siempre tenía miedo.
(Silencio) Pues yo no. Yo me iba a escapar; con mis hermanas; con
Jorge; con mi esencia intacta. Así que me quedé con esa parte de la
historia. Con la fuga. “Los jóvenes amantes volvieron entonces a
planear su fuga…”
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MATEO.- Fuga. Sinónimo de huir. Salir corriendo. Escapar. Tantas veces
releyendo la historia de la Llorona por las noches y nunca se
percataron de lo tenían que hacer. Tenían que ejecutar el plan de los
jóvenes amantes. Tenían que desaparecer. Esfumarse. Largarse.
(Pausa) Pero no. Se quedaron allí para que sucediera lo inevitable.
Pasaron varias noches y perfeccionaron su arte amatorio cada vez
más. Se olvidaron de todo a su alrededor y no se percataron del
peligro.
FRAY BERNARDO.- ¡Padre Jorge! ¡Usted! ¡Cómo puede ser! ¡No
comprendo! ¡No ha podido resistir a las tentaciones del demonio! ¡Esta
maldita mujer…!
MATEO.- ¡Padre!
FRAY BERNARDO.- Que bueno que llegas Mateo. Tú servirás de testigo en
el juicio.
MATEO.- ¡Padre!
JORGE.- No te preocupes Mateo, aquí no habrá ningún juicio.
JORGE.- Tal vez su teoría sea cierta. Tal vez esta gente sea salvaje y en vez
de convertirlos a ellos, yo me esté bautizando en su fe. Puede ser que
haya llegado el momento del sacrificio del cordero.
FRAY BERNARDO.- Padre…
JORGE.- Es que no se da cuenta Fray Bernardo que en esta historia no hay
buenos ni malos. Me quiere usted decir que no entiende el juego de
poder que hay detrás de todo este asunto.
FRAY BERNARDO.- Yo solo creo en el poder de Dios. Y lo invoco en este
momento para que todo demonio presente en esta pobre alma se…
JORGE.- Si continúa con el exorcismo aprieto el cuchillo con más fuerza y no
habrá Dios que le salve. (Pausa) Yo tengo el poder ahora Padre.
Entiende la relatividad de los términos. Ahora no hay Dios; no hay
diablo. La dualidad. Extremos que alguna vez todos cruzamos de un
punto al otro.
MATEO.- Como del día a la noche. Del inframundo al supramundo.
JORGE.- Ve usted como Mateo sí lo entiende. A pesar de todo hay gente
que aún piensa y no se deja llevar por lo que le dicen. Tienen su
propia fe. Ahora, ¿Va a eliminar todo vestigio existente de la Llorona?
¿O vamos a redactar una historia más trágica?
FRAY BERNARDO.- ¿Qué tengo que ver yo con este asunto?
JORGE.- ¡Por favor Padre! No me venga a decir que usted no sabía nada.
Para qué querría entonces divulgar esa tonta historia.
FRAY BERNARDO.- ¡No sé de qué me habla!
JORGE.- De las vírgenes negras, Fray Bernardo, de las vírgenes negras.
Ahora que ha exterminado a los Templarios, la Iglesia utiliza su
sabiduría.
FRAY BERNARDO.- ¿Cómo la Iglesia va a seguir cultos paganos?
JORGE.- Como lo hace ahora. Como lo instauró Bernardo de Claraval.
Colocando vírgenes negras en los lugares paganos para construir un
templo a la Virgen María. Construyendo historias sobre la base de
leyendas de los pueblos conquistados. Colocando allí las bases de
pecado y sumisión que esta gente no conoce, pero que se requieren
para dominarles ¡Para tener el poder! (Silencio) Pero han ido
demasiado lejos. Ya no les basta con deformar la historia; deben
representarla. Ya no es suficiente con decir que la mujer llora; deben
hacerla llorar. Y de la forma más cruel y despiadada. No basta con
condenarlas por ser dadoras de vida; por su maternidad. Deben
usarlas como depósito de esperma y luego condenarlas por su
embarazo. Deben encarcelar su cuerpo. Esa es la leyenda ¿No?
(Pausa) Mateo ¿Cuál es esa parte de la historia? Léela por favor.
MATEO.- Así lo hice. Leí: “Los jóvenes amantes volvieron a planear su fuga,
pero les fue imposible. Don Fermín usó sus influencias para que la
flota española se llevara a Jorge al más recóndito rincón de la tierra
conocida. Todo volvió a la normalidad. Excepto que Verónica, con el
paso de los meses dejó de expulsar su fertilidad y dentro de ella
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VERÓNICA.- “Dios mío… eres caridad, bondad y perdón. Pero por mi
caridad me he condenado Merezco tu castigo. Mi pecado no
merece tu perdón.” ¿Y no existía el aborto en esa época? Digo.
Esa parte de la historia nunca me pareció muy real. Una vez se lo
dije a mamá… lo del aborto… y me dejó encerrada todo el día en
el cuarto. Esos eran sus castigos. Mamá nunca nos golpeó. Ese
era el negocio de mi papá. Mamá trataba de corregirnos con
castigos más creativos… como Dios. Como iba tanto a misa,
decía que Dios era un padre bueno, pero que debía castigarnos
cada vez que hacíamos algo mal. Un día que nos dijo eso le
pregunté: “¿Y que hiciste tan mal que a vos te castigó
mandándote a mi papá?” Otro día completo en el cuarto… y sin
almuerzo (Pausa) Bueno. El asunto de la leyenda de la Llorona es
que a mí nunca me pareció tan sensato lamentarse por un
embarazo y tener un hijo que no querés. Es desesperante. La
primera vez se fue naturalmente. La segunda.... (Pausa) La
segunda no fue posible. La primera vez tenía trece. Para la
segunda tenía veinte ¡Veinte! Y no es que no quisiera tener un
hijo. Bueno en realidad no lo quería ¿Cómo lo explico? No así
¿Entienden? ¡Un hijo no puede venir así! No. Definitivamente el
alma de mi hijo debía esperar un tiempo más antes de
encontrarse con su cuerpito. No todavía. Tenía que hacerlo…
(Pausa) y qué mejor forma que contárselo a ese señor. (Silencio)
¡Cómo me pegó! Me despedazó la cara. Me pateó todo el cuerpo.
Hasta me quebró una costilla. Gritaba como loco: “¡Dios mío por
qué me mandaste a esta puta como hija! ¡Qué va a decir la gente!
¡Cómo les explico que lo puta no lo aprendiste en esta casa!
¡Zorra de mierda! ¡Qué hice mal Dios mío! ¡Qué hice mal!”
Lástima que Dios no le contestó. Espero que pronto lo haga. No
entiendo por qué diablos siempre meten a Dios en estas cosas. Y
tampoco entiendo a los hombres. Con qué facilidad se atreven a
decir que una mujer es una puta. Si queda embarazada es una
puta ¡Y quién demonios la embarazó! ¿El doberman de la vecina?
¿O sería el gel que usó el ginecólogo cuando te hizo el tacto? ¿O
tal vez fue alguna célula extraña insertada malévolamente en una
toalla sanitaria? ¿O el esperma de algún degenerado flotando en
la piscina pública? De titular ¡357 embarazos simultáneos de
padre desconocido! ¡La policía judicial está analizando el agua de
las tuberías pues se presume la participación del violador a
control remoto! ¡Con qué facilidad dicen que una es una zorra! En
esas estaba ese señor. Una y otra vez. Un golpe físico y un golpe
verbal. ¡Pum! ¡Puta! ¡Pam! ¡Zorra! ¡Zaz! ¡Perra! (Silencio) Pero a
pesar de que mi idea original era no tenerlo, desde el primer golpe
no hice más que protegerme el estómago. Defender a mi
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MATEO.- “Todos los días una tortura. Todos los días un ruego al Señor
Todo Poderoso para que le aliviase ese dolor y le perdonara por el
pecado mortal cometido. Por el Pecado Original. Nada sucedió. El
vientre seguía creciendo. Cada vez era más difícil ocultarlo. Y pese a
todo el desprecio y maltrato que el niño sufrió durante los meses de
gestación, se le ocurrió abrir sus ojos un día de luna llena…”
JORGE.- ¿Y qué pasa después Fray Bernardo?
FRAY BERNARDO.- Lo inevitable. El castigo divino. La merecida penitencia.
JORGE.- La muerte.
MATEO.- No entiendo Padre.
JORGE.- La mujer no muere, pero tampoco obtiene la salvación. Quiere lavar
su pecado matando al hijo producto de la tentación. Pero esa acción
de penitencia es un pecado en sí mismo y ella queda viva, sumida en
una culpa perenne para recordar a sus semejantes la máxima de no
pecar contra el hombre. Contra el Dios hombre.
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VERÓNICA.- ¡Ay mi hijo…! ¡Mi hijo! Si te vas ahora: ¿Volverás? Si volvés
cuando esté lista: ¿Tendrás los mismos ojos? ¿Será la sonrisa que
siempre soñé? ¿Serán iguales tus manos? ¿Tus pies? ¿Tu alma? ¿Te
parecerás a él? (Silencio) Una vez más ese lamento… una vez más
ese remordimiento… una vez más esa duda. Ese deseo extraño de
querer ser mamá… y a la vez ese miedo enorme de no saber cómo
afrontar la responsabilidad. ¡Tenía veinte años! ¡Júzguenme como
quieran! Todo el mundo tiene derecho a juzgar; pero háganlo en forma
lógica. ¡Júzguenme con la razón! (Silencio) ¡Mejor pregúntenme por
qué lo maté! ¿Por qué lo maté? (Silencio) ¡Es que no aguanté más!
Debía hacerlo. Por mamá. Por mis hermanas. Si ustedes me tienen
aquí es porque finalmente decidí acabar con el ciclo de la agresión.
¿Qué tiene que ver el aborto con esto? ¡Júzguenme por el homicidio
de un agresor! ¡Júzguenme por matar a ese cabrón que nunca me
enseñó a decirle papá! Por eliminar a esa bestia que casi me mata
cuando le dije que estaba embarazada. Júzguenme por tratar de
volver a mi vida a través de la muerte. Pero eso sí: ¡Júzguenme con la
razón! ¡Nunca con la moral! ¡Júzguenme con la razón!
JORGE.- ¡Júzguenme con la razón! Ya sé que les estoy pidiendo algo
imposible, pero al menos déjenme decirles que no me arrepiento de
nada. Hice lo que debí hacer. Ésta fue la primera vez en mi vida en
que me sentí un verdadero ser humano; capaz de demostrar amor,
más que predicarlo. Volví a las entrañas de mi madre para conocer
cuánto amor desprecian los hombres cada vez que toman a una mujer
solo como su objeto sexual. Díganme estúpido, pero entiendan que allí
es donde el amor reside. Gracias a vuestra incesante necesidad de
dotar al amor de contenidos intangibles, de objetos inasibles, de
sujetos inexistentes; le hemos quitado toda su sustancia. Amando a lo
que no conocemos es imposible que amemos verdaderamente a la
persona que nos acompaña. Y ¿Cómo lograrlo? Si cuando alguien osa
romper esa barrera; cuando algún hombre o mujer se atreven a
traspasar el remordimiento y la culpa y se entregan en perfecta
armonía de amor y placer, llegan ustedes y lo atiborran de teorías
sobre el diablo, la culpa y el pecado… Ustedes han desprovisto al
cuerpo del amor y de la belleza que le son inherentes. Ustedes
convirtieron al cuerpo en un delito y en una impureza ¿Y Dios? ¿Se
han preguntado ustedes qué piensa Dios? ¿Cuántas matanzas de
seres humanos se han hecho en Su nombre? Si siguen depositando la
culpa y el pecado en la mujer y la sentencia en la virilidad del hombre,
las desapariciones y matanzas de nuestras madres seguirán
ocurriendo a lo largo de la historia. En el momento mismo en que la
mujer sea conciente de su propio cuerpo y de su importancia en la
creación del universo, ese día se acabará la Iglesia.
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MATEO.- Con esa frase mi maestro dictó su sentencia. No hubo más que
hacer. El Santo Oficio se inauguró en las Indias con la muerte de Fray
Jorge y de Verónica. Antes de morir, mi maestro trató de acercarse por
última vez a su amada. No pudo más que tocar con la punta de sus
dedos una de las lágrimas que corrían por sus mejillas. Y como si
hubiesen traspasado su cuerpo, Fray Jorge lloró. Lloró junto a su
Llorona. Estoy seguro que esas lágrimas no solo estaban cargadas
por el dolor de la pérdida, sino que llevaban dentro todo el amor que
ambos pudieron experimentar en el poco pero intenso tiempo que
pasaron juntos. En el momento de su muerte Fray Jorge rezaba
aquella extraña oración egipcia.
JORGE.- Yo soy la primera y la última.
VERÓNICA.- El homicidio fue premeditado; y antes de matar a mi padre lo
escuché en su cuarto rezando las letanías del rosario. De repente me
percaté que yo daba la respuesta. Ruega por nosotros.
FRAY BERNARDO.- Madre castísima.
VERÓNICA.- Ruega por nosotros.
JORGE.- Yo soy la honrada y la despreciada.
FRAY BERNARDO.- Madre inviolada.
VERÓNICA.- Ruega por nosotros.
JORGE.- Yo soy la prostituta y la santa.
FRAY BERNARDO.- Madre Virgen.
VERÓNICA.- Ruega por nosotros.
FRAY BERNARDO.- Madre inmaculada.
JORGE.- Yo soy la esposa y la virgen.
VERÓNICA.- Ruega por nosotros.
FRAY BERNARDO.- Madre amable.
JORGE.- Yo soy la madre y la hija.
VERÓNICA.- Ruega por nosotros.
FRAY BERNARDO.- Madre admirable.
JORGE.- Yo soy los miembros de mi madre.
VERÓNICA.- Ruega por nosotros.
FRAY BERNARDO.- Madre del buen consejo.
JORGE.- Yo soy la estéril
VERÓNICA.- Ruega por nosotros.
FRAY BERNARDO.- Madre del Creador.
JORGE.- Yo soy aquella cuya boda es grande, y no he tomado esposo.
VERÓNICA.- Ruega por nosotros.
FRAY BERNARDO.- Madre del Salvador.
JORGE.- Yo soy la partera y aquella que no da a luz.
VERÓNICA.- Ruega por nosotros.
FRAY BERNARDO.- Virgen Prudentísima.
JORGE.- O tal vez la luna quiera hacer con el sol lo que hicisteis por la
noche. Al menos por unos minutos; mientras esperan el eclipse con el
que se fundirán en un solo cuerpo, en medio de la oscuridad que les
sirve de telón.