Del Miedo Escénico Al Gozo Escénico

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Del miedo escénico al gozo escénico

¶ 1. Esta máscara representa a Medusa, una criatura mitológica capaz de petrificar con su
mirada a cualquiera que se le pusiera delante. ¿Os imagináis encontraros con un
monstruo así en un callejón oscuro a media noche?
¶ 2. Eso es lo que me pasó a mí mi primer día de instituto. Me enfrenté, no solo a una
Medusa, sino a 40. Durante toda la EGB yo había ido a colegios de curas. Allí todos los
alumnos éramos niños. Y resulta que el primer día de clase del instituto había chicas.
Todos mezclados. Yo me sentía como en una especie de zoo. Pero era algo muy
extraño porque a la vez era el visitante que está viendo a los animales, pero también
era observado por el resto de animales. El profesor tuvo la feliz idea de sacarnos a la
pizarra de uno en uno, por orden alfabético, para que nos presentásemos a los demás.
Yo me apellido Álvarez. ¿Adivinas quién fue el primero al que sacaron a la pizarra?
Aquello fue el infierno. Yo estaba ahí en el centro. Todos los chicos, y lo que es peor, las
chicas, mirándome. El profesor me dijo: "Bueno, cuéntales algo". ¿Pero qué les iba yo a
contar a aquellas 40 Medusas, con los ojos clavados en mí? Me quedé petrificado. El
profesor me rescató haciéndome algunas preguntas triviales: ¿Cómo te llamas? ¿Dónde
vives? ¿Qué deporte te gusta? Y así poco a poco con sacacorchos me fue arrancando
algunas respuestas, hasta que después de lo que a mí me pareció mil años de
interrogatorio puso fin al suplicio y ya me pude escabullir hasta mi asiento, rojo de
vergüenza.
¶ 3. ¿Quién no se ha sentido también de una forma similar al hablar en público en alguna
ocasión? ¿Quién no se ha visto petrificado por Medusa delante de una audiencia? En
esta charla compartiré contigo la clave que me ayudó a liberarme de Medusa al hablar
en público. Explicaré que hay dos tipos de miedo: uno tóxico y otro sano. Y cómo pasar
de uno al otro. Pon en práctica el cambio que te propongo y podrás hablar en público
sin temor delante de cualquier audiencia. Irás del miedo escénico al gozo escénico en
un solo paso.
¶ 4. Durante muchos años, cada vez que me pedían hacer una presentación, ¿sabes cómo
pasaba yo los días previos? Dándole vueltas a mis temores. ¿Haré el ridículo? ¿Me
quedaré en blanco? ¿Se me olvidará algún detalle importante? ¿Me pondrán en
evidencia con alguna pregunta difícil? ¿Lo haré mejor que fulanito o menganito? ¿Me
contratarán a mí? Fíjate bien. ¿Dónde está puesto el foco en todos esos pensamientos?
Yo, yo, yo. Solo pensaba en mí mismo. Cuantas más vueltas daba a la presentación, más
nervioso me ponía. A veces, no podía ni pegar ojo la noche de la víspera. ¿A qué
estrategia crees que recurría yo para pasar este mal trago? Pues creaba powerpoints y
los llenaba de texto, imágenes, gráficos, porque de esa manera Medusa miraba a la
pantalla y no a mí. Los griegos tienen una palabra, 'fobos', para referirse al miedo
tóxico, el miedo irracional que te inmoviliza o te hace huir espantado, como esta
Medusa. Ante una presentación, fobos te inmoviliza. En lugar de dedicar tus energías a
investigar a la audiencia, reunir un material útil, en definitiva, de crear una
presentación que le aporte valor, pasas las horas dándole vueltas a tus temores. Pero
claro, si solo piensas en ti, entonces, ¿qué hay de la audiencia? Tus presentaciones
serán un sufrimiento inútil para todos. No aportarán valor ninguno a nadie.
¶ 5. Por fortuna, todo cambió para mí durante una estancia de doctorado. Cambridge.
Verano de 1998. Allí era costumbre que el estudiante visitante hiciera una presentación
de los resultados de su centro. Cuando me dijeron que tenía que presentar, me entró el
pánico. ¿Pero cómo? ¿Una presentación? ¿Yo? ¿En inglés? ¿Y qué cuento? Estaba tan
nervioso por querer deslumbrar a los ingleses con nuestros resultados, que vieran que
los españoles estamos a la altura, tratando de demostrar que yo era un investigador
inteligente, y prometedor, ¿qué crees que se me ocurrió hacer? Crear un powerpoint y
llenarlo con diapositivas, ecuaciones, gráficos. Por suerte, antes de exponer el tema
delante de todo el departamento, hice un ensayo con el director. Apenas llevaba yo dos
minutos leyendo diapositiva tras diapositiva, cuando el director me interrumpió. Vamos
a ver, Gonzalo. Estas diapositivas, ¿para quién son? ¿Para ti o para la audiencia? Piensa
ahora en tus propias presentaciones. Cuando creas una diapositiva, ¿para quién es? ¿Es
para ti o es para la audiencia? Esta pregunta me hizo comprender que había pasado
todo el tiempo pensando en mí mismo. En lugar de dedicar tiempo a reflexionar sobre
qué podría necesitar la audiencia, cómo podían entenderme mejor, todo mi
pensamiento se enfocaba en mí. Yo, yo, yo. Impresionar. Deslumbrar.
¶ 6. ¿Qué era para mí la audiencia? Una Medusa aterrorizadora. Comprendí a partir de ese
día que la manera de mirar las presentaciones, la metáfora que tú usas determina el
tipo de presentación. Desde ese día, dejé de ver a la audiencia como una Medusa
terrorífica o como un enemigo a batir. Cambié mi metáfora. Verás cómo.
¶ 7. En una ocasión, después de dar una charla, se me aceró un asistente y me dijo:
"Gonzalo, he escrito un libro sobre marketing, y he dedicado un capítulo a cómo hablar
en público. ¿Te importa leértelo y me mandas tus comentarios?" Yo le dije: "Claro,
mándamelo que yo lo leeré con mucho gusto". Me llegó el capítulo. Lo había titulado:
"Enfrentarse a la audiencia". Y comenzaba de la siguiente manera, con esta
comparación: "Desde los antiguos gladiadores que llenaban el circo de sangre, hasta los
más sofisticados de nuestros conferenciantes actuales, la experiencia al enfrentarte a
una audiencia es la misma". Vamos a hacer un experimento.
¶ 8. Por favor, cierra los ojos. Déjate llevar por las imágenes que acudan a tu mente cuando
pronuncio la palabra "gladiador". Abre los ojos. Levanta la mano si has visto sangre.
¿Quién ha visto sangre? Que levante la mano. Unos cuantos. Levanta la mano si has
visto armas: espadas, hachas, tridentes. Prácticamente todos. Levanta la mano si has
visto cadáveres. ¿Algún cadáver en la sala? Unos cuantos. ¿Te das cuenta de la
metáfora subyacente? Una presentación es un combate. Se trata de un marco mental
de lucha, oposición, confrontación. ¿Qué es la audiencia? Un rival contra el que hay que
luchar a brazo partido. Si partes de esta metáfora, una presentación es un combate,
¿Cuál será tu experiencia al presentar? Buscarás imponerte, demostrar tu superioridad,
no mostrar la más mínima vulnerabilidad, pisotear el cadáver mutilado del otro. Serán
presentaciones tensas porque tendrás esa visión o el miedo a que todo eso te pase a ti.
Matar o morir. No hay otra opción.
¶ 9. Por fortuna, mi metáfora cambió. Vamos a realizar un nuevo experimento. Por favor,
cierra los ojos. Y ahora déjate llevar por las imágenes que acuden a tu mente cuando
pronuncio la palabra "viaje". Abre los ojos. Levanta la mano si ha acudido a tu mente la
imagen de una playa. ¿Quién ha visto una playa? Unos cuantos. ¿Quién ha visto amigos,
familiares? También, unos cuantos. ¿Y sonrisas? ¿Caras sonrientes? ¿Quién? También
muchos. Si partimos de esta metáfora, una presentación es un viaje, estas serán las
imágenes que te acompañen.
¶ 10. Cambia tu metáfora y cambiará tu forma de ver el mundo. Para mí, una presentación es
un viaje intelectual y emocional. Tú eres el guía que acompaña a la audiencia desde el
punto de partida hasta su destino. Toda audiencia acude a una presentación con una
pregunta, una necesidad, un problema, unos objetivos. Tu misión como ponente es
ayudarle a dar respuesta a esa pregunta, a satisfacer esa necesidad, a resolver ese
problema, a cumplir esos objetivos.
¶ 11. El punto de partida del viaje es una situación de curiosidad, de duda, de pasividad, y tu
cometido es llevar a la audiencia hasta un destino de conocimiento, certeza, acción.
Cuando llevas a tu audiencia en un viaje, en una aventura de cambio, de sus ideas, de
sus emociones, de sus acciones, cuando comprendes que tú no eres el centro de la
presentación, y pones a la audiencia en el centro ayudándole a resolver su problema,
entonces, el miedo tóxico desaparece.
¶ 12. ¿Significa eso que ya nunca más vas a tener miedo? No. Seguirás teniendo miedo, pero
es un miedo completamente diferente. Porque no todos los miedos son iguales. ¿Crees
que el miedo siempre es algo malo, algo negativo? Por supuesto que no. El miedo existe
por una razón de supervivencia. El miedo es un maravilloso sistema de alarma que nos
alerta del peligro para poder enfrentarlo mejor. Ves una serpiente en el suelo, te alejas
de un salto. Ves un león entre la maleza y trepas a un árbol. Llegas al borde de un
precipicio y te detienes en seco. Sin miedo, no podrías sobrevivir, porque sin miedo no
reaccionarías a la serpiente, el león o el precipicio. Morirías rápidamente.
¶ 13. Los griegos tenían otra palabra, 'deos', para referirse a este miedo sano, a este miedo
reflexivo, racional. Deos es el miedo que nos empuja a analizar el peligro y prepararnos
para la acción. Es el miedo que sienten muchos practicantes de deportes de riesgo. Este
casco ilustra para mí lo que es deos. Yo soy aficionado a la escalada. Sé que cuando voy
a la roca me puedo caer. Es más, sé que me voy a caer. En lugar de quedarme en casa,
me entreno en un rocódromo, me preparo para las vías, me equipo convenientemente.
Del mismo modo, como ponente, me preparo, me informo, practico, con el fin de dar lo
mejor de mí mismo en cada presentación. Mucha gente me pregunta: "Cuando estás
ahí trepando por la pared, ¿no sientes miedo?" Por supuesto. Si no sintiera ni el más
mínimo miedo, no me prepararía, no estudiaría la vía, no me equiparía y la historia
acabaría mal. Tan mal como pudo haber acabado la siguiente historia.
¶ 14. El año 2006 subí con mi mujer y un amigo al Mont Blanc. Elegimos una ruta que cruza
un corredor estrecho de unos 30 metros, conocido como La Bolera, porque tú eres el
bolo, que tiene que esquivar las piedras que están cayendo. Este es el aspecto que
tiene la bolera. Estas son las piedras que caen por el corredor. Esto es un día malo. Ahí
hay muchas piedras, grandes, algunas del tamaño de una lavadora. No todos los días
son así de malos. Pero todos los días caen piedras. De hecho, todos los años muere
gente en este paso. Aquel día llegamos a La Bolera. Yo fui el primero en cruzar. Cayeron
un par de piedras lejos de mí. A continuación, comenzó a cruzar mi mujer. A mitad de
camino un par de piedras pasaron silbando a su lado. A ella le entró el miedo y se
quedó paralizada. Se sentó en una roca y no se movía. Es de los dos extremos mi amigo
y yo le gritábamos que se moviera: ¡Corre! Pero ella paralizada por el miedo, no hacía
nada. En ese momento sin pensarlo dos veces, solo pensando en sacarla de allí, corrí
hasta donde se encontraba, tiré de su brazo, la arranqué de la roca, y como en las
películas, justo después, una piedra se estrelló contra la roca donde había estado ella
un segundo antes. Tirando de ella, corriendo a toda la velocidad que podíamos,
conseguimos ponernos a resguardo de las piedras.
¶ 15. Cuando te olvidas de ti mismo, y solo piensas en el otro, ya no hay miedo. Cuando
acompañas a tu audiencia en un viaje, si dejas de preocuparte por cómo lo harás y solo
te preocupas de cómo puedes ayudar a la audiencia a alcanzar sus objetivos, entonces,
ese miedo desaparece. Ya no ves a la audiencia como algo amenazador. Ya no ves una
Medusa en ella, tampoco ves un rival al que batir. Solo ves personas como tú, con
inquietudes, miedos, sueños. Personas a las que, con tú presentación, puedes
ofrecerles un regalo capaz de cambiar su vida para bien. Ahora, en lugar de sentir
miedo, sentirás la satisfacción, el gozo, de poder aportarle valor. Las preguntas que te
hagas antes de la presentación serán completamente diferentes. ¿Qué necesita la
audiencia? ¿Cómo puedo aportarle valor desde mi conocimiento y experiencia? ¿Cómo
puedo hacer que este tema les resulte entretenido? ¿Cómo puedo conseguir que
entiendan este concepto? Seguirás sintiendo miedo, desde luego. Pero ahora es deos,
el miedo que te mantiene alerta ante las necesidades de la audiencia.
¶ 16. Cuando comprendes que tienes la oportunidad de ser generoso, de instruir, de liderar,
tu miedo palidece. Dejas atrás tus temores, cuentas a la audiencia la verdad que
necesita escuchar. Ese miedo desaparece igual a cómo ocurría cuando sales a salvar a
una persona de morir aplastada por las piedras en La Bolera del Mont Blanc. Deos
triunfa. Fobos retrocede. Tú también puedes dejar atrás el miedo a hablar en público.
Puedes liberarte de la tiranía de Medusa. Aleja el foco de ti mismo y céntralo en la
audiencia, y entonces hablarás en público sin temor. Gracias.
(Aplausos)
Extraído de:
Álvarez, G. (2015). Del miedo escénico al gozo escénico. EEUU: TEDxGranVía. Publicado en:
https://www.youtube.com/watch?v=OOUVOhHw7Ew (Visto por última vez el 23 de
junio de 2021 a las 00.45 hr.)

Consigna:
En los párrafos 6, 8 a 13 y 15, marquen las diferentes estrategias argumentativas (inductivas,
deductivas y causales) de la que se vale el argumentador para fundamentar sus
pruebas (pisteis) o razones.

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