El Fenómeno Del Incesto y La Necesidad de Un Enfoque Interdisciplinario para Su Estudio

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Artigo Original – Original Article

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EL FENÓMENO DEL INCESTO Y LA NECESIDAD DE UN ENFOQUE
INTERDISCIPLINARIO PARA SU ESTUDIO

THE INCENSE PHENOMENON AND THE NEED FOR AN


INTERDISCIPLINARY APPROACH FOR ITS STUDY

José Hazel Mendoza Fuentes


Licenciado en Derecho por la Universidad Nacional Autónoma de México
[email protected]

RESUMEN
El presente artículo aborda el fenómeno del incesto haciendo énfasis en las diferentes
implicaciones que toca dentro de las ciencias sociales y biológicas, cuestiones previas
necesarias para la cristalización de expresiones psicológicas, médicas, culturales y sociales
que deben considerarse para elaborar una regulación jurídica con eficacia real. Se hace un
breve recorrido por las corrientes más relevantes que han analizado el tema en el Siglo XX.

Palabras clave: Incesto. Derecho. Ciencias Sociales.

ABSTRACT
This article addresses the phenomenon of incest by emphasizing the different
implications of social and biological sciences, which are necessary for the crystallization of
psychological, medical, cultural and social expressions that must be considered in order to
elaborate a legal regulation with real effectiveness. It is made a brief tour of the most relevant
currents that have analyzed the subject in Century XX.

Keywords: Incest. Law. Social Sciences.

Revista Diorito, v. 1. n. 1. Jul./Dez.2017.


José Hazel Mendoza Fuentes

INTRODUCCIÓN
En las sociedades de occidente se da cabida a las interacciones internas bajo una
estructura definida donde se manifiestan las maneras, conductas y las instituciones propias del
grupo. Los fenómenos que se reproducen a través de los integrantes de una sociedad se
validan bajo las medidas de conservación propias del sistema, donde se asegura la
subsistencia de la estructura a través de la réplica generacional, y se establecen disposiciones
que deberán ser internalizadas en quienes integren la comunidad, buscando definir una
identidad en el grupo.
El individuo nace en un sistema ya establecido con reglas de significación y
significado, ritos y signos, que asimila, entiende y defiende como los elementos constitutivos
de su mundo1. Ese aprendizaje primario que conforma hábitos y dogmas, aloja infinidad de
saberes que en la dinámica interna de dicho sistema se manifiestan incuestionables, puesto
que se asumen como convenidos entre los que conforman el grupo. Un fenómeno que deriva,
en la forma que lo conocemos, del establecimiento de sociedades occidentales en la llamada
organización de modelo patriarcal es el incesto, que ha sido estudiado con interés en el campo
de las ciencias sociales y naturales.
Será a raíz del establecimiento de la familia nuclear como institución pilar de la
estructura moderna como podremos encontrar la acepción actual del incesto, con sus
regulaciones jurídicas, puesto que el sistema de valores que se vierte en las disposiciones
jurídicas de cualquier sociedad, se ve influido sistemáticamente con los aspectos culturales y
sociales que se consideran como ideales por parte de una determinada comunidad.
En este artículo expondremos algunos de los enfoques más relevantes que han buscado
entender el fenómeno del incesto desde el psicoanálisis, la sociología y los aspectos
biológicos que encierra, que sin duda resultan el preámbulo de una regulación jurídica
adecuada a la problemática.
El incesto debe ser entendido desde un estudio multidisciplinario en primer lugar, pues
será determinante utilizar ese enfoque para explicarnos porqué el Derecho se manifiesta como
la fuerza institucional legitimada con la cual se actuará para prohibir/condicionar/sancionar su
práctica, coerción que no es gratuita, pues debe tener en cuenta las implicaciones sociales,

1
Supiot, alain. Homo juridicus. Ensayo sobre la función antropológica del derecho. Argentina: Siglo XXI
Editores; p. 1.

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culturales y psicobiológicas del fenómeno dirigiendo su regulación a la eficacia ante la


sociedad.

1. EL FENÓMENO DEL INCESTO DESDE LA ÓPTICA PSICO-SOCIAL


El tema del incesto como objeto de estudio adquiere especial relevancia con los
avances en materia de psicoanalítica en los principios del siglo XX, que permitieron develar
la importancia que la sexualidad representa en la vida humana. La configuración de los roles
de la familia europea ponen de manifiesto la complejidad de la psique moderna y será con
Sigmund Freud como se establece una teoría que pondrá empeño en descubrir donde nacen
las aflicciones psicológicas del incesto y qué papel juega dicho ente en la conformación de la
familia y en el desarrollo individual.
Para Freud, la prohibición del incesto guarda una relación original con la figura del
totemismo y de la exogamia que se manifestó desde culturas primitivas. Para entender el
incesto, Freud relaciona su origen en las relaciones de las comunidades ágrafas, postulando la
idea del tótem-tabú y reconociendo en ésta la esfera emocional que caracteriza en la
modernidad la conducta del niño y del neurótico. Freud reconoce al tabú del incesto como
universal y nos dice que se compone de dos elementos, uno prohibido y uno sagrado, como
prohibición primitiva de pautas étnicas que desde las civilizaciones antiguas ha evolucionado
hasta definir la sexualidad de la civilización occidental.
En sus estudios sobre el tema, Freud expresó que dentro de las comunidades ágrafas
existió la tendencia a romper con el tabú y al mismo tiempo a mantenerlo. Explica el origen
del incesto (como prohibición) basándose en las ideas de Darwin y Atkinson; estableciendo
que el estado social primitivo de la humanidad se puede deducir de las costumbres que
manifiestan los monos superiores dentro de un clan. El hombre en este contexto, debió vivir
en los inicios de su socialización en pequeñas hordas donde la promiscuidad sexual quedaba
impedida por el poder del miembro más fuerte en cuanto dominación física. De acuerdo con
la observación de la conducta sexual de los mamíferos y del desarrollo físico que producía la
competencia con sus semejantes, resulta posible, en la teoría darwiniana bajo la interpretación
de Freud, decir que el hombre se desarrolló en sociedades pequeñas teniendo una sola mujer,
y cuando ostentaba alto poderío, varias.
Dentro del totemismo de Freud, se establece una prohibición para el ejercicio de
relaciones sexuales al interior del clan. Freud relaciona el comportamiento primitivo con la
sociedad actual, siendo que la evolución del parentesco hace una réplica a través del tiempo

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que resulta, dice, imposible de rastrear paso a paso pero que mantiene la prohibición original
del incesto.
Desde esta óptica, Freud expone una línea continua que tiene sus inicios desde las
sociedades primitivas, estableciendo el tótem como núcleo de su organización y de la
prohibición de las conductas sexuales incestuosas, sistema que logra su perpetuación a través
del tiempo hasta llegar a nuestros días con un significado internalizado de la prohibición del
incesto.
En la interpretación freudiana del origen del tótem, el jefe de la horda resulta un ser
tiránico que impone las condiciones de relación entre los demás miembros. En este sentido el
que se asume jefe, es el único de la horda que puede tener cópula con las mujeres del clan, en
consecuencia los otros miembros varones de la horda son descendencia de él y su
subordinación se debe además a que no han demostrado tener la fuerza suficiente para obtener
el dominio del clan, por lo cual están impedidos de satisfacer sus deseos sexuales en el
interior del mismo. Si bien una solución a esta situación por parte de los miembros débiles del
clan es buscar mujeres con las cuales pueden tener relaciones sexuales en otros clanes y
poseerlas a través del rapto, el inicio totémico en la teoría freudiana se da cuando los
hermanos débiles en lo individual, se unen para dar muerte al padre, con el cual tienen una
vinculación de amor-odio que implica temor y respeto. Según las costumbres primitivas que
debieron imperar en la época, a la muerte del padre sigue la apropiación de su fuerza a través
de la “comida” caníbal, ingesta del cuerpo del padre por parte de los hijos para obtener
también simbólicamente el poder que ahora asumen ellos, esta es la “comida totémica” con la
cual ellos adquieren la fuerza que se la ha arrebatado al padre (FREUD, 1972, p.187-188).
De la relación amor-odio resulta la generación de remordimiento y posterior
conciencia de culpabilidad en los miembros varones de clan, por el cual el padre obtiene un
poder mayor que el que sostuvo en vida, resultando un ente de admiración, tótem, y por lo
cual sus reglas se imponen en el clan como obediencia retrospectiva que tendrá como
consecuencia desautorizar el acto parricida que cometieron los hermanos. Prohíben la muerte
del tótem quien funge ahora como sustitución del padre, rehúsan a recoger los frutos de su
crimen, y con ello renuncian a la cópula al interior del clan. La conciencia de culpabilidad del
hijo parricida crea los dos tabúes fundamentales del totemismo, el respeto al animal totémico
y el tabú del incesto, mismos que constituyen a su vez el complejo de Edipo, con lo cual se
confirma la nueva organización social, idea de la cual se podrá relacionar la fundación de la
familia patriarcal y el inicio de la religión.

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Derivado del origen del totemismo de Freud, Le Bon (2005, p. 30) constituye
posteriormente la teoría del alma colectiva 2 que se transmite de generación en generación a
través del tiempo, y la misma que origina la psicología de los pueblos, la cual postula que los
procesos psíquicos deben conservarse a través de las generaciones con lo cual el aprendizaje
de vida no se inicia desde cero con cada una de ellas. Ninguna generación puede ocultar los
hechos psíquicos de importancia a la siguiente (VÁZQUEZ, 1986, p.31).
Al respecto, Martínez Roaro hace referencia que dentro de nuestra cultura occidental
el incesto provoca una especial repulsión que obedece a la huella cerebral dejada por un
infinito número de generaciones que lo han tenido por recusable y sancionable, dados los
peligros genéticos que entraña y de la observación que se hacía de las patologías padecidas
por los productos de relaciones incestuosas (RAMOS, 2001, p. 130), esto es, una idea
colectiva reproducida en cada generación de que las relaciones incestuosas son repulsivas,
peligrosas y sancionables, desde una óptica cultural aprendida y replicada.
El origen del tótem se relaciona con la instauración individual del complejo de Edipo,
siendo análogas las situaciones de la rivalidad con el padre, la prohibición del tabú, el afecto a
la madre, la relación ambivalente que deriva del remordimiento y la generación de neurosis
obsesiva.
El incesto para Sigmund Freud fue determinante en la conformación de la teoría del
incosciente, el cual es irracional, y no muta en las sociedades ni en las épocas. La importancia
del incosciente en esta teoría radica en que resulta determinante en las conductas de la
consciencia. Para Freud la acción del hombre se determina desde la configuración del
inconsciente (RAMOS, 2001).
Para Freud, el inconsciente es el fundamento sobre el cual se construyen hipótesis
presupuestas que dan la racionalización de los fenómenos de la conducta. Las diversas
hipótesis del inconsciente determinan la formación de la energía sexual denominada líbido,
que además de abarcar lo genital, incluye el esquema corporal, la vinculación de lo individual
y lo social, amor o simpatía, y la fuerza que trasciende lo individual y permite a lo social
instalarse como energía vital universal (VÁZQUEZ, 1986). Los núcleos patológicos son un
resultado del desplazamiento que lo inconsciente como agente represor instintivo hace en la
conciencia con determinados pensamientos de índole conflictivo y angustiante, habla Freud
también de impulsos y deseos, así como de ideas cargadas de afectividad.

2
Le Bon (2005) explica que los “actos derivan de un sustrato inconsciente, formado sobre todo de influencias
hereditarias. Este sustrato encierra los innumerables residuos ancestrales que constituyen el alma de la raza”.

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La evolución de la líbido accede al escalón edípico después de trascender la etapa


anal, donde se desarrolla el narcisismo y se le da forma al yo (VÁZQUEZ, 1986). El
complejo de Edipo se presenta entonces de manera natural como parte del desarrollo psíquico
del individuo.
El complejo de Edipo resulta fundamental en el desarrollo de la atracción al sexo
opuesto, pues la amenaza simbólica de la castración, dentro del proceso de su conformación,
ayuda a desligar la líbido de la madre para desplazarla a un objeto erótico de su mismo sexo,
esto es, operará como una prohibición incestuosa.
El vínculo amoroso que nace extendido del lazo biológico entre el niño y su madre,
hace que la sexualidad infantil del niño se fije en la madre como primer objeto. A la vez,
aunque ama a su padre, resulta para el niño un rival y competidor del afecto a su madre, lo
cual deviene en el odio a su padre, puesto que también le teme. El temor deviene de la
castración, es decir la carencia de pene, teme ser castrado por su padre. En la adolescencia
este conflicto se agudiza al ver como competidores a sus hermanos, en relación al afecto de su
madre.
En las mujeres se presenta también una fijación de la niña en el padre, pero que no
puede considerarse un símil de lo que ocurre con el niño y su madre. El denominado complejo
de Electra se manifiesta en la relación tortuosa que experimenta la niña por el afecto de su
padre como una rivalidad con su madre.
Freud establece que el desarrollo de la líbido es universal, y para que esté se dé es
necesario el desarrollo en el individuo del complejo de Edipo y de Electra. El niño y la niña
deben superar el aspecto libidinoso con el progenitor del sexo opuesto, así como reconciliarse
con este para identificarse con el progenitor del mismo sexo y acceder así a un desarrollo
sexual “normal” (VAZQUEZ, 1986, p. 21).
El complejo de Edipo permite observar como la figura materna resulta un factor
decisivo para la orientación del menor hacia la elección de un objeto. En el proceso por el
cual el niño debe transitar, resulta fundamental la aceptación de la llamada castración
materna. Este factor, tanto en su aspecto negativo o positivo, tendrá repercusiones en el
desarrollo del niño, pues de ahí dependerá que asuma la negativización del falo imaginario,
operación que permite que el menor –varón, en la teoría de Freud- acepte que el falo real lo
posee su padre; así como también la aceptación de que él debe desistir de buscar en la figura
materna, para desplazar su fijación en otro objeto, de lo contrario, si no se asume la castración
materna, el desarrollo de la persona quedará sujeto a ser complemento del Otro materno.

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Vale la pena señalar que será la castración materna el fenómeno que permita la
resolución del complejo de Edipo, desexualizando las tendencias incestuosas en un proceso
agustioso para el niño (LÉON-LÓPEZ, 2014, p. 91). Tanto en el complejo que sufre el niño
como en el de la niña, será necesaria su transición para acceder a una sexualidad normal.
Desde la óptica funcionalista, Bronislao Malinowski analiza a la familia nuclear
patriarcal europea en la organización psíquica del individuo, y relativiza la universalidad del
complejo de Edipo y el contenido de las relaciones incestuosas. De esta forma, el complejo de
Edipo se puede entender sin la universalidad de su manifestación, pues éste se interpreta
desde la relación social inconsciente, de la internalización del individuo de las pautas
culturales, jerarquías sociales y valores de cada cultura. Para él, antes de lo psicobiológico,
incide lo social (LÉON-LÓPEZ, 2014, p.66). Esto tiene la implicación de que la prohibición
incestuosa en el individuo deriva del entorno antes de manifestarse como una interna
repulsión biológica natural.
En su estudio sobre las tribus de las islas Trobriand, observa que las relaciones de
estos indígenas son matrilineales, es decir, el parentesco se deriva unicamente de la madre.
Los hijos se consideran pertenecientes a la familia y clan de la madre sin que se guarde
ningún parentesco con el progenitor masculino, quien si bien funge como “marido”, no se le
reconoce participación en la procreación.
En este sistema resulta importante la figura del tío materno, pues el niño hereda bienes
de él, y es tomada como su figura masculina de autoridad. En esta organización no se
manifiesta una rivalidad entre el padre y el hijo, sino lo contrario, una relación amistosa, con
lo que sostiene Malinowski que el complejo de Edipo no obedece a lo instintivo prima facie,
sino al contexto socio-cultural en el cual se desarrolla el individuo.
Malinowski afirma sin embargo que en esa tribu la tentación incestuosa más
importante se da en la relación hermano-hermana, y esta tiene la significación que en la
familia patriarcal europea significa la relación madre-hijo. Malinowski determina de esta
forma que el complejo de Edipo que Freud postula no es universal, pues no depende de la
relación psicobiológica, sino mas bien tiene incidencia en la relación social inconciente, la
cual varía en cada sociedad de acuerdo a las pautas culturales, jerarquías sociales y valores
culturales.
La observación de Malinowski a los comportamientos de la tribu Trobriand tambien
ponen de manifiesto que la familia patriarcal europea contraría y suprime distintos impulsos
naturales. Hace referencia al impulso natural que experimenta un hijo por su madre, en el

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deseo de tenerla físicamente cerca, mismo que en la sociedad patriarcal se suprime de manera
violenta y por diferentes medios. También analiza la condena moral de la sexualidad infantil y
el dominio paterno como influencia descisiva ante los miembros de la familia nuclear.
Desde la postura estructuralista, Lévi-Strauss determina la inmutabilidad de la razón y
del pensamiento. Determina que la estructura social no se encuentra en la realidad social
concreta que a través de la historia se manifiesta, sino en un modelo lógico construido sobre
ella, esto es, un modelo lógico de elementos que se repiten constantemente en las
interpretaciones de la realidad social (LÉON-LÓPEZ, 2014, p. 78-79).
Los supuestos sobre los cuales Lévi-Strauss erige su teoría del incesto se determinan
con el valor del intercambio de la mujer en las sociedades por parte de los hombres y no
viceversa; con el sistema unilineal como modelo universal de descendencia; y con la
prohibición del incesto como fenómeno universal.
De acuerdo a un sistema de alianzas políticas, la exogamia se vuelve un elemento
importante para la integración del grupo interno y la colaboración de grupos externos, es
omnipresente, permanente y continuo, arquetipo de todas las relaciones basadas en la
reciprocidad de la cual se generan diversos intercambios. En este sentido la prohibición del
incesto afirma la supervivencia del grupo en cuanto permite alianzas políticas, poniendo de
manifiesto el predominio de lo natural sobre lo social y del interés colectivo ante el individual
(LÉON-LÓPEZ, 2014, p. 89).
Talcott Parsons a su vez, afirma que la institución de la familia se encuentra en todas
las sociedades, dentro del eje de integración social (GIROLA, 2010). En ese supuesto, la
prohibición del incesto se articula alrededor de la familia nuclear como eje, siendo que
mientras se manifieste la familia nuclear se hará presente también la prohibición del incesto.
Para el establecimiento de la familia nuclear, Parsons condiciona como elementos
constitutivos la relación de solidaridad entre madre e hijo con una trascendencia mayor al
cuidado físico y con duración de un periodo de años, así como una relación con un hombre
que sea ajeno a su grupo de descendencia y reconocido como padre de su hijo, con lo cual éste
último se legitima y se le da un lugar en el sistema de parentesco (VÁZQUEZ, 1986, p.111-
115).
La familia nuclear, según lo afirmado por Parsons, tiene como una de sus funciones
principales la protección del equilibrio emocional de sus miembros y relevancia como agente
socializador de los niños. Los papeles sexuales que se asumen al interior de esta estructura
tienen la finalidad de la cohesión del núcleo y solidaridad frente a otros grupos. Esto lleva a la

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necesidad de la regulación, institucionalización de la manifestación del erotismo en los


miembros, de tal forma que el incesto se manifesta como una transgresión a la regulación de
la estructura general. Esta organización y reglas se reproducen como una extensión en los
circulos de parentescos de grupos extensos, y con ello se institucionaliza la exogamia
(VÁZQUEZ, 1986).
La familia nuclear, los grupos que integran la sociedad y la misma sociedad son
identificadas por Parsons como un sistema integrado, en el cual se establecen mecanismos de
autorregulación por los cuales se corrigen las alteraciones al equilibrio que se suscitan en su
interior, como lo es el incesto, el cual es un fenómeno que en este sistema afecta las bases de
constitución de estos grupos interdependientes.
La regulación de las manifestaciones eróticas en la familia nuclear es la base del tabú
del incesto, pues se enfoca la regulación dos cuestiones, por un lado, la vigilancia de la
manifestación erótica en la familia nuclear, y por otro, la prohibición del establecimiento de
nuevos tipos de familias. El erotismo en este punto representa un papel importante en el
proceso de socialización del niño, no solo en el sentido genital-instintivo, sino en las
conductas sociales aprendidas; erotismo como fuerza que se encausa y media a través del
proceso de desarrollo del niño a fin de cristalizarse en el objeto erótico fuera de la familia y
del sexo opuesto. Esta estructura, desde la óptica de Parsons, evita las relaciones incestuosas
por ser un fenómeno regresivo que se sostiene en estratos primitivos de la personalidad y que
no permiten la socialización en el sentido mencionado y con ello representan un obstáculo
para la constitución de la familia nuclear y por consecuencia de la sociedad.
Margaret Mead por su parte, establece en sus estudios comparativos entre el sexo y
temperamento, que en la organización familiar distinta a la europea contemporanea: “…las
pautas específicas de la conducta y los valores e ideales dominantes en esta cultura
condicionan el desarrollo de la líbido de manera que excluye el complejo de Edipo o el de
Electra” (VAZQUEZ, 1986).
En consecuencia, profundiza sobre los individuos con personalidades marginales en
una sociedad, afirmando que estos no se adecuan a los sistemas de valores y pautas
dominantes, a pesar de que puedan ser fisiologicamente sanos. Mead nos dice que existen
individuos de personalidad inadaptada, situación que no se debe a defecto o debilidad
biológica, ni enfermedad o accidente, sino a su discrepancia entre su disposición inhata y las
normas sociales en las cuales se desenvuelven. Esto deriva en una relatividad social de lo
considerado “normal” y lo “patológico”, en lo cual lo normal será la desviación de normas,

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rasgos, jerarquías de valores y pautas culturales que una determinada sociedad propone como
ideal (VAZQUEZ, 1986).
Respecto del proceso de conocimiento, Héctor Vázquez (1986) reflexiona sobre la
evolución del intelecto humano, indica que el sistema de comportamientos y actitudes
dominantes de un grupo condiciona la conduta de sus miembros, se internaliza en cada uno y
construye así el inconciente. Los valores, pautas y estereotipos culturales se sistematizan a
través de las normas que regulan el comportamiento de dicha sociedad. La integración del yo
se ve afectada por la organización de la sociedad, su sistema de producción y reproducción de
bienes, la organización de instituciones primarias, así como la estructura familiar, jerarquías
sociales y sistemas de comportamiento; todo esto fundamental en los cambios de la
personalidad básica.
Los factores culturales son incidentes en la configuración de la personalidad, así como
en la conformación del inconsciente derivado de la internalización individual de sistemas de
valores y actitudes, pautas y normas de conductas. De esta manera si bien no se niega una
común estructura biológica en las sociedades de la especie humana, en el plano de las
emociones e ideas ligadas a éstas a traves del sistema cultural, podemos ver variaciones en
cada sociedad.
La familia nuclear occidental se ha constituido como base de la organización de
nuestra estructura social. Sobre ella se construyen distintas instituciones y se interiorizan en
sus miembros muy diversas reglas autorregulatorias para la subsistencia del propio sistema. El
término incesto lleva en sí un reproche en cuanto a la conducta que describe. Hablar de
incesto ya es hablar de prohibición, una que no permite la práctica de relaciones sexuales-
maritales endogámicas, lo cual se constituye como idea fundamental para que la familia se
configure como tal.
La prohibición del incesto obligó a que los grupos se organizaran en familias paterno-
filiales, sin embargo los grupos a través del tiempo y derivado del crecimiento de la sociedad,
no tuvieron que enfrentarse ya, como en un primer momento desde la óptica del instinto
original de supervivencia de la especie, a una lucha por evitar la desaparición si no se
realizaban las alianzas políticas al exterior de los clanes a través de los enlaces matrimoniales
y los acuerdos de descendencia. La familia nuclear se constituyó a través del tiempo como
modelo de reproducción social sobre el cual se constituyeron las instituciones de orden, este
ente ahora se enfrenta a una problemática al interior de su núcleo, en la relación interior de los

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miembros que la conforman, y como consecuencia, se cuestionan los roles y objetivos que
debe asumir el ente denominado “familia”.
Aunado a esto, la concepción de este grupo con una identificación en común de
parentesco y afectos, se torna complejo con nuevas consideraciones dinámicas en el sistema
de valores que da lugar a la ahora llamada familia artificial, nuevos espacios de organización
donde no son ya los lazos consanguineos ni las relaciones por afinidad las únicas que
delimitan el concepto de familia, sino que entran también figuras como la adopción y alianzas
voluntarias entre distintas personas para constituir nuevas formas de familia. Mientras la lente
de las ciencias sociales se adapta al análisis de todos estos cambios, el derecho también
empieza a buscar rediseñar sus relaciones civiles-patrimoniales para ajustarlas a la nueva
realidad que se general como resultado de este tipo de grupos.
La familia se vuelve un ente más complejo, e incluye no solo las tradicionales normas
de su organización, entre ellas el consenso en la prohibición del incesto, sino que también
desarrolla, alienta y a la vez se sostiene por una red de afectos internos. Como célula base de
la sociedad, se va transformando y ampliando para pasar de la organización nuclear padre-
madre-hijo, a una forma organizada extensiva donde se crean redes de parentesco y líneas
paterno-filiales que determinan distintas relaciones internas, siendo una de ellas, por ejemplo
el intercambio de bienes bajo el auspicio del derecho.
La instauración del incesto, en cuanto a las distintas funciones de su prohibición,
conlleva una regulación en los grupos considerados como familia que obedecen solo a una
relación de parentesco consanguíneo o afinidad, no así con los grupos que se consideren
unidos por otro tipo lazos fuera de la regulación jurídica, pues debemos recordar que una de
las vulneraciones que desde un primer momento provocó la manifestación del incesto se
refiere a su reproche social en cuanto a alianza política infructífera o nociva, pero solo
considerando los lazos creados a partir del matrimonio, esto es, en relación a los miembros
unidos por parentesco de consanguineidad y de afinidad, por lo que las uniones, sean políticas
o sexuales, entre personas fuera de este tipo de lazos no son incluidas en el tipo penal del
incesto. Los grupos que se asumen como familia, denominadas como tales por tener en común
alguna condición, opinión o tendencia más no un parentesco, no son objeto de la prohibición
del incesto, pues no tocan estos sistemas de alianza y no tienen afectación jurídica. Si bien
ahora podemos tener un amplio catálogo de lo que podemos considerar como familia, en el
incesto sólo se considera a la familia jurídicamente validada.

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Michael Foucault expone en su obra de historia de la sexualidad, que la manifestación


del incesto en nuestra sociedad es un efecto de la unión de dos fuerzas que han regulado la
conducta humana a lo largo de la historia de la humanidad, los dispositivos de alianza y de
sexualidad, que tienen como punto de unión la célula familiar.
Hasta el siglo XVII las relaciones de índole sexual daban lugar a un sistema de
matrimonio, de fijación y de desarrollo del parentesco, que él llama el dispositivo de alianza.
Sobre estas uniones se articula la economía en cuanto a los papeles de transmisión de la
riqueza; generan una homeostasis del cuerpo social y se advierte una preocupación por cuidar
las uniones legítimas y evitar el comercio sexual que no permita la continuación del modelo.
Aquí es donde surge su vinculación con el Derecho, pues será éste el que legitime la
reproducción de la estructura de aquel.
El derecho como sistema de protección en una estructura hegemónica, en un principio
da pie a las uniones matrimoniales que permitan la reproducción social del modelo y
desvirtua/prohibe/sanciona las relaciones sexuales que no lleven a este fin. Las practicas
sexuales sin miras a cumplir con una reproducción estructural no son aceptadas por el derecho
en esta primera constitución de los nucleos familiares, es así como son sancionadas prácticas
sexuales que solo tienen como fin el satisfacer la relación sexual con causas ajenas a la
procreación.
Foucault nos dice que hasta finales del siglo XVIII, la regulación coaccionaria y
consuetudinaria de la opinión sobre las prácticas sexuales tenía su base en el derecho
canónico, la pastoral cristiana y la ley civil. En estos ordenamientos se establecían las
conductas lícitas e ilícitas, teniendo como centro la relación matrimonial.
Estos códigos no establecían una división neta entre las infracciones a las reglas de las
alianzas y las desviaciones referidas a la “genitalidad” (FOUCAULT, 2011, p. 38), es decir,
se homogenizaba la condena a la ilegalidad en su conjunto sin distinguir la naturaleza del
hecho. En la lista de pecados considerados como graves, figuraban las relaciones
extramatrimoniales, el estupro, el adulterio, el rapto, el incesto espiritual o carnal; así como
también caricias recíprocas y sodomía. Todos estos ilícitos podían ser juzgados ante los
tribunales y todos ellos representaban un peligro para la estructura social.
La función del orden regulador, busca entonces mantener la estructura del parentesco
legítimo, como alianzas que podrán determinar los aspectos económicos y políticos entre sus
miembros. El derecho es entonces un complemento necesario para sostener este tipo de

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estructura, y en este punto, enfatiza Foucault, el sistema/dispositivo de alianza tiene al


derecho como sostén.
La regulación respecto de las relaciones sexuales desde la religión toma un papel
fundamental para el desarrollo del grupo social establecido. En primer término, el núcleo
establece el dispositivo de alianza y sobre este se construye después el dispositivo de
sexualidad que tiene su origen en la práctica religiosa de la llamada “penitencia”, en el
“examen de conciencia” y en la “dirección espiritual”, métodos que se centran primero en la
problemática de las relaciones ilegítimas, condiciones que serán modificadas desde la óptica
monástica con la nueva pastoral devenida de la llamada Reforma y Contra Reforma, donde se
pasa del análisis desde las alianzas al análisis de la problemática de la carne, en su
significación como observación del cuerpo y de sus sensaciones, de la naturaleza del placer.
De acuerdo con un criterio naturalista, la familia tendría su origen en el instinto sexual
de procreación y supervivencia, del cual emergerían como consecuencia el mutuo socorro y
asistencia y el cuidado de la prole. A raíz de la evolución de la sociedad, la familia
actualmente no puede seguirse entendiendo como agente de reproducción del modelo
tradicional donde la sexualidad que ejercen sus miembros solo se enfoca a la perpetuidad de la
especia. Surge el conflicto del dispositivo de sexualidad.
Si bien el placer tiene un papel distinto al de la reproducción sexual, es hasta que se
establecen los dispositivos de alianza cuando se toma un interés particular en delimitarlo. Los
medios de regulación religiosa evolucionaron a través del tiempo, pero siempre guardaron el
factor común de la “confesión” como mecanismo para “arrancar” la sexualidad (en la
actualidad se puede hablar de una manifestación análoga dentro del análisis psicoanalítico).
Este nuevo dispositivo llamado sexualidad, tiene sus elementos principales en la célula
familiar que se deriva del modelo surgido en el siglo XVIII, a través de sus dos ejes
principales, marido-mujer y padres-hijos.
A partir del siglo XVII la familia se torna especialmente en un núcleo de afectos,
sentimientos, amor. La sexualidad tiene su nacimiento de manera principal en la familia, es
decir, la significación de la familia desde el siglo XVIII es de nacimiento “incestuoso”, pues
ésta es un elemento táctico por su penetrabilidad y su apariencia de difundir la sexualidad,
cuando en realidad la refleja y difracta. Para Foucault, la familia tiene una sexualidad latente
en su interior.
El incesto no se prohíbe de la misma manera ante el dispositivo de alianza que ante el
de la sexualidad. Para el primero, la prohibición resulta fundamental, pues solo evitándolo

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puede conservar su funcionamiento, la reproducción social del modelo se condiciona a la


alianza exogámica. Sin embargo, ante el dispositivo de sexualidad lo que implica el incesto se
torna un factor central, las exigencias de la sexualidad mantienen y prolongan la existencia de
la familia, es su mecanismo de unión, el incesto es solicitado y rechazado a la vez. La familia
es el intermediario entre ambos dispositivos donde por un lado lo rechaza para los efectos del
dispositivo de alianza y por el otro lo requiere como foco de incitación permanente de la
sexualidad. El dispositivo de la sexualidad no ha sustituido al de alianza en nuestra época,
pero si lo ha debilitado; el sistema de valores de nuestra sociedad ha redefinido ciertas
prohibiciones y en consecuencia modificado los alcances legales en determinadas
manifestaciones de carácter sexual entre sus miembros. En esta nueva mecánica de poder, el
derecho que tanto tiempo fue sostén de la alianza, ahora se mantiene gracias al dispositivo de
alianza.
Foucault menciona que en la familia, los padres en su calidad de cónyuges se
convirtieron en los principales agentes del dispositivo de sexualidad, su papel se refuerza
desde el exterior con los discursos de especialistas pedagogos y psiquiatras, que realizan una
“psiquiatrización/psicologización” de los vínculos de alianza. Derivado de estos nuevos
análisis, en la sociedad moderna se generan como consecuencia a los personajes considerados
“anormales”, que llevan al trastorno el dispositivo de alianza convenido.
De la necesidad de resolver las anomalías sexuales que la familia genera y persigue, se
acuden a nuevos métodos de búsqueda de la “verdad” en el tema de la sexualidad, y entra en
el juego el psicoanálisis, como teoría de la relación esencial entre la ley y el deseo y a la vez
técnica para eliminar los efectos de lo prohibido, donde ese rigor se convierte en un factor
patógeno. El problema del incesto desde el punto de vista psicoanalítico refleja que su
prohibición es un principio universal y que permite la coexistencia del sistema de alianza y el
régimen de la sexualidad; sin embargo en la práctica, el psicoanálisis pretende eliminar los
efectos de la represión en quienes están en posición de utilizar el incesto, permitiéndoles
articular discursivamente su deseo incestuoso.
Para Foucault, la manifestación obligada del incesto es una valoración patológica
consecuencia del sistema represivo/incitador que juegan los dispositivos de alianza y de
sexualidad sobre la sociedad occidental. Es a raíz de los conflictos que en el individuo
manifiesta en el deseo de la realización incestuosa dentro de su evolución psíquica, como se
generan los elementos patológicos modernos. La familia se vuelve el modelo calzador y al
mismo tiempo generador de las conductas anormales.

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La familia se representa como célula primaria de reproducción y vida social, cuyo


marco de licitud se encuentra en la institución matrimonial. En un sentido jurídico-material, la
familia congloba tanto sus acepciones amplia y restringida como su configuración conceptual
teleológica, tanto del punto de vista normativo como estructural.

2. ASPECTOS PSICO-BIOLÓGICOS
El amor a lo incestuoso desarrollado en la psique no se relaciona con el acto
incestuoso llevado acabo en la realidad, del cual derivan efectos desastrosos en la vida de los
incestuosos, pues lo que se presenta con su manifestación no es el horror del incesto o el
horror de la realidad que deviene del amor incestuoso, sino el horror a lo irreversible como
acto de transgresión a los limites de la conformación social, con un goce que rompe la
transmisión y el orden de las generaciones (LÉON-LÓPEZ, 2014, p. 98).
La presencia del deseo incestuoso de manera recurrente e insistente, y/o la práctica
incestuosa puede derivar en la presencia de algún trastorno psicológico de los que suelen ser
consecuencia algunas parafiliass, o trastornos que requieren actos o fantasías inusuales de tipo
excitatorio, impulsos o conductas recurrentes e intensas para lograr la excitación sexual
(VARGAS, 2008, p.68).
El impulso sexual se presenta de forma más intensa en un parafílico que en un
individuo considerado “normal”, pues las posibilidades de liberación del impulso están
limitadas. Un parafílico psicologicamente experimenta tensión, mientras que socialmente
manifiesta ansiedad (KARPMAN, 1975, p.19).
El individuo que presenta deseos incestuosos inconscientes se enfrenta con sus
fijaciones incestuosas por un lado y con la prohibición del incesto por el otro, por lo que suele
recurrir a parafilias que no tienen implicaciones incestuosas directas. El deseo incestuoso
inconsciente que no es resuelto presenta en el individuo distintas patologías que van desde la
impotencia sexual, a las parafilias del fetichismo, el exhibicionismo o el vouyerismo
(KARPMAN, 1975, p. 25). El fetichismo relacionado al incesto, se atribuye al deseo de
evadirse del deseo incestuoso por medio de la renuncia a las características anatómicas de los
seres humanos. El sadomasoquismo presentado en relación al incesto, evidencia el deseo de
escarpar de la atracción de la figura incestuosa original; mientras que el voyeurista sabe no
encontrar a la figura deseo del incesto en sus prácticas (KARPMAN, 1975, p.26).
Los complejos edípicos no resueltos tambien suelen manifestarse en disfunciones
sexuales femeninas como la coitofobia, dispareunia, vaginismo, falta de excitación sexual o

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ausencia de orgasmo. Estas disfunciones pueden tener entre sus causas psicológicas conflictos
edípicos que han trascendido a la etapa de la madurez y que hacen ver a su pareja masculina
como sustituto del progenitor.
Un individuo masculino o femenino con complejos edípicos no resueltos puede
presentar hipersexualidad, entendida como aumento de la líbido sexual o práctica del coito
que puede manifestarse como deseo compulsivo por la cópula o práctica en aumento sin tener
placer sexual. Una de las causas psicogénias que deriva en hechos delictivos se refiere a la
falta de dominio sexual. Al respecto Basile, refiere que el instinto sexual tiene una gran
importancia en la vida humana, y cuando su dominio se manifiesta defectuoso pueden
infringir normas penales realizando conductas prohibidas como violaciones, incesto, pedofilia
(paidófilia) o voyerismo. En los hombres, se manifiesta algunas veces como un complejo de
Edipo sin resolver que hace buscar una figura materna de manera compulsiva sin hallarla
(KARPMAN, 1975, p.80).
Cuando miembros de un grupo sanguineo cercano se reproducen entre sí, se pueden
expresar genes recesivos nocivos que afectan al producto. La mayoría de los mamíferos antes
de llegar a la madurez sexual se dispersan, por lo que disminuyen la posibilidad de
encontrarse y aparearse, sin embargo con los humanos y los monos se han desarrollado otro
tipo de mecanismos psico-biológicos que tienen como fin para reducir la posibilidad de
incesto (POTTS, 1999, p.116).
Estudios realizados por Sarles en los años setentas ponían de manifiesto en casos
prácticos de incesto donde se podía observar a participantes mujeres de un rango de edad
entre los 12 a 18 años, siendo que se presentaba con una mayor frecuencia la practica del
incesto entre los 13 y 15 años. El coeficiente de inteligencia en ellas era considerado como
normal en un 80% de los casos, siendo que en el 20% restante se detectó retardo mental,
ceguera, sordomudez, paralisis o epilepsia. Un alto porcentaje de las mujeres presentaba como
consecuencia problemas secundarios entre los que destacan vaginitis, irregularidad del flujo
vaginal y alta incidencia de patología urinaria (SABORÍO; et al., 1983, p.70).
En cuanto al trauma intenso psicológico que experimentan al inicio de la práctica de
una relación incestuosa, manifiestaron las pacientes que sintieron desaprobación, y se
creyeron “sucias y contaminadas”. Esto a su vez acarrea complejos de culpa, confusión
mental y depresión acentuada. Cuando la práctica se lleva con regularidad, se encontraron dos
situaciones, un grupo de las mujeres que fueron estudiadas manifestó desprecio por valores
elementales, vagancia, ausentismo escolar, desafecto familiar y formación de personalidad

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negativa-depresiva con alta incidencia al suicidio; mientras otro grupo aceptó la práctica
incestuosa, lo minimizó y lo convirtió en hábito.
En relación a hermanos como agentes incestuosos, el varón se manifestó como el
propiciador de la relación incestuosa, con un rango de edad entre los 13 y 17 años, siendo la
mayor frecuencia de los casos las edades de entre 13 a 15 años, con inteligencia promedio de
entre 100 a 110 presentada en el 75% de estos, y el restante 25% con algún retardo mental. En
la mayoría existe la manifestación de agresividad escolar, drogas, promiscuidad sexual,
vagancia y embarazos ilegítimos, así como participación previa en actos delictivos.
Respecto del padre implicado en el incesto se reportó un rango de edad de entre 40 a
50 años, con signos de ser padre de una familia organizada, una personalidad muy dominante,
celoso en la obediencia a creencias religiosas y en cuanto a las relaciones sociales de sus hijas.
Respecto de la madre del incestuoso/a joven, en muchos casos analizados no vive en el
mismo lecho familiar ya sea por divorcio o por muerte, sin embargo en los casos donde la
madre cohabita el espacio en que se llevan a cabo las relaciones incestuosas, la madre tiene
personalidad sumisa y débil con miedo al padre incestuoso o hijo incestuoso, quienes toman
el papel agresivo, y ella no desea que la comunidad sepa de la situación familiar, por lo que
experimenta vergüenza y no realiza denuncia ni manifestación exterior alguna.
Los tipos de núcleos familiares en donde se ha estudiado la presencia de prácticas
incestuosas tienen 3 clasificaciones. Un hogar nuclear con hábitos sociales cerrados y fuere
tendencia religiosa, que ante la comunidad se presenta como ejemplo por la unión que
guardan sus miembros, pero que en realidad existe un padre psicótico no detectable a simple
vista. Este tipo de hogares representa un tercio de los casos estudiados. Un hogar
problemático donde los miembros de la familia se ven inmersos en problemas de alcoholismo,
drogadicción, vandalismo y agresividad. Este tipo de hogares representan dos tercios de los
casos estudiados. El tercer grupo que se presenta es una nueva composición familiar done en
un pensamiento de “libre albeldrío”, justifican lógico y civilizado el practicar relaciones
incestuosas con miembros de la familia. Este nucleo familiar pertenece a altas esferas
económicas y sociales, y su detección es difícil (SABORÍO, et. al. 1983, p. 71).
En cuanto a los efectos genéticos de la descendencia que deriva de una relación
incestuosa en primer grado de parentesco, se puede observar que un niño nacido de un
entrecruzamiento entre dos individuos descendientes de un común progenitor, posee en un
mismo locus genético dos réplicas exactas de un gen ancestral y no diferentes como en el
producto de relaciones sexuales entre personas no consanguíneas (ROBERTS, 1967).

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La mayor frecuencia homocigótica poligénica, que se presenta con mayor probabilidad


en relaciones de este tipo, es propicia para la conformación de defectos físicos, taras
enzimáticas y enfermedades congénitas resultado de caracteres recesivos.
Aunado a esto, la incidencia de mortinatos en productos derivados de una relación
incestuosa es relevante, así como los defectos congénitos y retraso mental.
Desde un enfoque médico se pronuncia la necesidad de una sanción para la práctica
del incesto que incluya sometimiento de la familia a una readaptación social, rehabilitación
psiquica y tratamiento médico a los involucrados, además de la sanción penal correspondiente
(SABORÍO, et.al. 1983, p.74).
La presentación de relaciones incestuosas suele provocar en alguno o ambos miembros
practicantes sensacion de vergüenza ante la sociedad que puede generar la falta de denuncia
del hecho o el solapamiento de la práctica (BUSTOS ARENAS, 2011, p. 1).
Gabriel Lago y Olga Maldonado refieren que la manifestación del incesto es un
problema social que vigente y se relaciona con otros problemas de género, violencia política e
intrafamiliar.
La práctica del incesto no es comunmente denunciada, una de las posibilidades de esta
abstención es por que no se toma en cuenta la importancia que el fenómeno conlleva en
nuestra sociedad, aunado a que uno o ambos practicantes, o la familia testigo de este hecho lo
ocultan por culpa, vergüenza, miedo, presión social o familiar y en ocasiones por coerción de
alguno de los practicantes que funge como agresor (CASTILLO, 2005, p. 152). Su
manifestación se produce generalmente (no siempre) en una relación de una persona adulta
con otra menor, en un contexto de manupulación en cuanto a la provición de un incestuoso al
otro respecto de necesidades básicas.
Las consecuencias para una víctima de incesto que ha sido agredida sexualmente en
una violación, o en un periodo previo al desarrollo psicosexual pleno, presenta menor
capacidad de afrontamiento a exigencias de un medio hostil, lo cual puede hacerla propensa a
padecer también otros tipos de violencia en calidad de víctima o incluso de reproducir el
hecho haciéndola después victimaria y dándole continuidad a esa cadena de maltrato
(BUSTOS ARENAS, 2011, p. 2).
El abuso de poder en el plano íntimo de una persona puede ser determinante para la
consumación de relaciones incestuosas, esto hace manifiesto el que una persona se vea
coercionada a través de amenazas, violencia física y verbal, agresiones diversas que generarán
en la víctima culpa, miedo, o corrupción. Un medio social que en su desequilibrio genere este

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tipo de prácticas puede dar como resultado sujetos violentos y desajustados psíquicamente
que reproduzcan en lo consiguiente este tipo de prácticas (BUSTOS ARENAS, 2011, p. 4).

CONSIDERACIONES FINALES
La sola manifestación de una relación incestuosa vulnera a priori las reglas de
autoregulación que equilibran el nucleo patriarcal occidental de la institución denominada
familia, en la cual se sostiene la estructura social, de ahí la inexcusabilidad de su sanción
desde el plano jurídico.
Si bien la repercusión del incesto conlleva una sanción en cuanto a derecho, se debe
asumir como un problema interdisciplinario que toca desde la perspectiva bioética una
afectación moral y desde el análisis sociológico un fenómeno social.
Solamente bajo el enfoque interdisciplinario podemos ajustar la regulación jurídica del
incesto a las necesidades de una determinada sociedad y con ello analizar cómo se manifiesta
específicamente dicho fenómeno, qué factores influyen en su comisión; cuáles son los efectos
sociales, psicológicos y biológicos que se manifiestan y qué política pública se debe
implementar para pasar únicamente del plano sancionador desde el derecho, al de la
prevención del fenómeno, generando los insumos que requieran tales investigaciones a fin de
conocer con precisión la situación que se vive bajo nuestra cultura.

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Recebido em 05.04.2017
Aceito em 30.06.2017

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