Actividad Física y Autismo
Actividad Física y Autismo
Actividad Física y Autismo
watch?v=VxxOhf_ve6k&feature=autoshare
Este es el power point que utilizo para dar una charla donde expongo la importancia de
la actividad física como herramienta de motivación para poder generalizar lo trabajado
en los tratamientos de las personas con espectro autismo.
Ya hace unos años vengo trabajando en esta temática y difundiéndola como una
herramienta de suma importancia para mejorar la calidad de vida de las personas con
este trastorno.
Sin Comentarios
Compartir
Sin votos
Reportar este Posteo
En El Pozo, una joven llamada Pilar (Ana Fontán) lucha contra la incapacidad de sentir,
consecuencia de su autismo. Tiene 26 años, vive con sus padres –Franco (Eduardo Blanco) y Estela
(Patricia Palmer)-y su único hermano menor: Alejo, de 13 años. Debido a su discapacidad, la
relación entre sus padres comienza a fragmentarse hasta llegar a un nivel de desgaste que los hará
tomar una decisión respecto a ella: seguir cuidándola en casa –sabiendo que eso podría
desmoronar completamente a la familia- o internarla, solución viable pero no compartida por ambos.
En paralelo al conflicto que despierta el hacerse cargo de la situación, sus padres deberán enfrentar
el daño irreversible que esto podría ocasionar en Alejo. A modo de dar fin a su lucha, Estela decide
acudir a una psiquiatra como última opción, lo cuál provoca una separación en su matrimonio.
Mientras tanto, Pilar se refugia en su mundo interno, colmado de imaginación y colores,
permaneciendo ajena a la determinación que finalmente deberán tomar sus padres.
El Pozo Teaser
Película Dirigida por Rodolfo Carnevale, en donde Ana Fontán interpreta al rol de Pilar
Guzmán, una chica autista con retraso mental. Basada en una historia real. Estreno
Mundial 2011.
www.elpozolapalicula.com.ar
www.anafontan.com.ar
Sin Comentarios
Compartir
Sin votos
Reportar este Posteo
Por estas razones, nuestra sesión debe mantener una estructura constante,
pudiendo llevar a cabo una rutina clara y facilitar de este modo la implicación
en la medida de lo posible del alumno/a con autismo.
2.1.2. La Agenda Visual
El uso de agendas visuales para este alumno es de vital importancia, debido al
uso tan limitado que posee del lenguaje. Una agenda visual es un material el
cual describe cada momento del día y la acción correspondiente de forma
visual (a través de dibujos o fotografías). Este alumno posee una agenda visual
al lado de su mesa, en la que apreciamos los siguientes detalles:
2.1.3. El Espacio
El espacio es un de los componentes metodológicos más importantes a
considerar dentro del área de Educación Física. Normalmente para llevar a
cabo nuestras clases usamos la pista, el espacio de recreo o el gimnasio,
dependiendo de la dotación espacial de nuestro centro. Con este tipo de
alumnos y como ya se ha mencionado anteriormente, la invariabilidad es uno
de los factores más importantes, por lo que procuraremos desarrollar nuestras
sesiones siempre en lugares conocidos por el alumno/a con autismo. Debemos
saber que cualquier cambio en el espacio, romperá la rutina, algo que afectará
sin duda a este alumno/a. Para evitar cualquier tipo de crisis, será necesario
que informemos con anticipación al alumno/a del cambio que se producirá,
mediante su agenda visual.
2.1.4. El material de Educación Física
El material que utilicemos en nuestras clases para el desarrollo de las sesiones
condicionará en gran medida la actuación de este tipo de alumnos/as en
Educación Física. Debemos tener en cuenta que una vez que los materiales
sean vistos por este alumno/a, ya nada será capaz de atraer más su atención,
por lo que su utilización y presentación debe ser lo más tarde posible dentro de
la sesión. Además, el orden del material es uno de los aspectos que atraen
más a estos alumnos/as, pudiendo utilizarlo a nuestro favor, dándole
autonomía para que recoja el material que utiliza.
Volviendo al caso práctico, en las primeras sesiones, el alumno era incapaz de
mantenerse sentado una vez que veía el material. A partir de este momento,
siempre procuraba sacar el material justo antes de utilizarlo, para que no
distraer al alumno. Progresivamente, el alumno aprendió a coger el material
sólo cuando se iba a utilizar. Algunos materiales le motivan muchísimo, algo
que por otro lado puede ser negativo, ya que es incapaz de realizar otro tipo de
actividad con ellos que no sea la que a él más le gusta. Los aros son uno de
estos materiales: su movimiento, colores, forma, le atraen mucho y puede
pasarse horas observando el movimiento de los aros después de lanzarlos.
2.2. Interacciones con sus compañeros y compañeras
El área de Educación Física es una de las más importantes para conseguir que
el alumno/a con autismo establezca relaciones interpersonales con sus
compañeros/as ya que se está en continuo movimiento, realizando diferentes
tipos de agrupaciones, juegos, en los que las interacciones entre ellos y ellas
se producen cada momento, es un ambiente muy dinámico, relajado y
normalmente de diversión, donde el alumnado aprende jugando.
Por este motivo, aparentemente tan evidente pero tan importante para el
alumnado con autismo, es por lo que nuestra área es tan importante en el
progreso de los aprendizajes y en el avance de sus relaciones e interacciones
sociales.
Es en este punto, en el que el tratamiento y el respeto a la diversidad se hacen
muy importantes, enseñando a los compañeros y compañeras de este alumno
o alumna cómo deben tratarlo, como pueden ayudarlo y lo más importante, que
el o ella merecen el mismo trato que los demás y que todos y todas son
iguales, mereciendo las mismas oportunidades.
El alumno al que nos referimos, está perfectamente integrado con sus
compañeros/as, es uno más dentro del aula. Siempre están dispuestos a
ayudarle o a acompañarlo para ir al servicio, o para realizar cualquier tipo de
tarea. Este ambiente, lógicamente, es muy positivo a la hora de trabajar las
relaciones interpersonales, facilitando en gran medida la integración de este
alumno. Él parece tener preferencia para establecer relaciones comunicativas
con las niñas de la clase, al mismo tiempo que ellas también están siempre
dispuestas para jugar con él y ayudarlo.
Pero las interacciones dentro de los juegos son realmente complicadas para
este alumno, ya los demás piensan que “él no sabe jugar”. Es por ello, que en
un principio será el docente quien tenga un papel vital en la socialización de
estos niños/as, participando en la dinámica de los juegos como uno/a más. De
esta forma, poco a poco se irá produciendo la integración real de este/a
alumno/a dentro de nuestras clases.
3. Aspectos a considerar con este tipo de alumnado y recomendaciones
para el docente de Educación Física
Comentarios finales
Desde mi propia experiencia, he podido comprobar que al mismo tiempo que
enseñamos a nuestros alumnos y alumnas, nosotros/as también podemos
aprender mucho de ellos/as. Tenemos la gran suerte de poder desarrollar
nuestro trabajo en una de las áreas que más motivación despierta en el
alumnado, debido a la propia índole de la misma, al lugar donde se desarrolla,
y al hecho de que los niños aprenden de una manera lúdica y divertida.
Los alumnos y alumnas con autismo rara vez expresan sus emociones y
sentimientos, pero yo he podido comprobar que al llegar al patio esto puede
cambiar y que pueden mostrar otra actitud y una gran sonrisa. En las demás
áreas, el alumnado suele permanecer sentado la mayor parte del tiempo y
normalmente de forma individual, pero en el área de Educación Física las
barreras físicas suelen romperse, provocando una mayor cantidad de
interacciones socio – afectivas y emocionales. Por esta y otras razones,
debemos aprovechar nuestra área para conseguir una verdadera inclusión de
todos los alumnos y alumnas, respetando y aprovechando la diversidad para
enriquecernos y aprender todos/as de ella.
Leticia González Santaliestra
Bibliografía
Introducción
Cuando nos referimos a TGD, es necesario tener en cuenta que estamos hablando de un
amplio espectro de síntomas, que, además, son variables en cuanto a su intensidad para
cada sujeto.
Ello genera cierta confusión no sólo entre los familiares, sino que ella abarca también a
los profesionales de la salud y, en general, a todos los que están en contacto con las
personas (sobre todo con niños) que manifiestan conductas “extrañas”. Así, se producen
disputas de larga data entre los que afirman que existe una sobrediagnosticación y
aquellos otros que, por el contrario, aseveran que, sea por desconocimiento o por
desestimación de los casos leves, no se diagnostica todo lo que debería.
Por otro lado, que tanto el manual psiquiátrico DSM IV, de la American Psychological
Association y el CIE 10, su similar de la Organización Mundial de la Salud, incluyan
como subcategoría a los trastornos no específicos, ciertamente tampoco brinda precisión
a la hora de aportar certezas. Es que cuando un corpus instrumental diagnóstico que
pretende englobar todo el herramental de diagnosis respecto de los problemas
psiquiátricos deja abierta la clasificación, la inespecificidad permite que existan
malentendidos y que, probablemente, se rotule equivocadamente, sobre todo los casos
fronterizos, con las consecuencias que trae la estigmatización en estructuras sociales que
se encuentran muy lejos de ser inclusivas, pese a los avances que se producen
cotidianamente en el sentido de aceptar las diferencias, y que se cause un efecto de
demostración, por el cual el sujeto en cuestión, a fuerza de una etiquetación errónea,
termine por manifestar los síntomas de lo que se asegura que padece.
Si bien algunos cuadros infantiles de TGD pueden parecer psicóticos (de hecho, el DSM
III los asimilaba a ellos), es para destacar que no se reportan casos de psicosis hasta los
5 años y que los que se producen entre los 5 y los 10 son extremadamente raros. En esa
afirmación sí existe pleno acuerdo.
Quizás cuando se descubra fehacientemente cuál es el origen de estos trastornos pueda
llegarse a un consenso sobre qué, cuándo y cómo diagnosticar. Mientras tanto, casi
cotidianamente se afirman diversas etiologías que, al menos hasta la fecha, nunca
terminan de confirmarse plenamente, quedando en aseveraciones genéricas
(neurológicas, genéticas, psicológicas, etc.) que no terminan de resolver la cuestión.
Sea, como se afirma, que al menos 1 de cada 500 niños portan TGD o que el número
resultante sea mucho mayor (o menor), lo cierto es que en el mundo profesional de la
salud prácticamente nadie niega que los Trastornos Generalizados del Desarrollo existan
como tales.
Los signos
Hay diversas áreas en las que se manifiesta la sintomatología que se agrupa bajo la
denominación de Trastornos Generalizados del Desarrollo que constituyen marcadores
de su existencia, a las que hay que prestar atención.
- Conciencia y orientación: la conciencia de sí mismo está muy limitada (no responde a
su nombre, no sabe lo que quiere, parece no escuchar, etc.); se desorienta espacial y
temporalmente.
- Atención y memoria: se dispersa o, por el contrario, se focaliza excesivamente sólo en
áreas de su interés; la memoria funciona irregularmente, atendiendo prioritariamente a
aquellas cosas que lo convocan, con escasa capacidad de abstracción.
- Socialización: rehúyen la mirada de otras personas, prestan poca atención a la voz
humana. Los más pequeños no buscan el contacto con el entorno (alzar los brazos para
ser levantados, por ejemplo). Manifiestan poca o nula afectividad, no son afectos a jugar
con otros niños y, aunque puedan llegar a establecer vínculos con las personas de su
cotidiano, existe distanciamiento respecto de los pares.
- Lenguaje: se retrasa su aparición según las etapas normales del desarrollo. La
comunicación verbal puede estar ausente o presentar alteraciones en lo que hace a tono,
volumen, entonación y ritmo. Suele haber ecolalia (repetición involuntaria de palabras)
y la emisión se hace en forma plana, impersonal, con alternancia de formas cantarinas.
En algunos casos, se utilizan frases excesivamente cortas, y puede acompañarse la
emisión con distorsiones fónicas, con confusión de palabras de sonido similar o con la
aparición de palabras inventadas.
- Comprensión: algunos no pueden seguir ningún tipo de instrucciones; otros sólo las
más sencillas y acompañadas de gestos. También en los casos en que parece que
comprenden el lenguaje oral, sin embargo, no llegan a captar las sutilezas de las
expresiones, sino que lo hacen en forma textual.
- Percepción sensorial: responden en forma anómala a los estímulos. En ocasiones
parecen sordos y/o con problemas de visión, como si los sonidos o los objetos que se les
presentan (incluidas las personas) no fueran captados. Por el contrario, algunos ruidos
les provocan reacciones muy placenteras y ante otros (a veces incluso los cotidianos)
reaccionan con terror o muestras de aversión. Su umbral de dolor tiende a ser muy alto,
por lo que raramente se quejarán de dolores tras caídas, accidentes o enfermedades.
Respecto de las sensaciones táctiles, pueden pasar larguísimo rato tocando con manos o
pies objetos de distinta textura, al punto de realizar estereotipias (acciones repetitivas
sin un fin determinado). El sentido del olfato también puede manifestarse en forma
extraordinaria, compeliéndoles a tomar el olor de cosas y/o personas.
- Psicomotricidad: suele haber signos de hipermotricidad y, al mismo tiempo,
desatención y falta de iniciativa. También denotan posturas o movimientos corporales
anómalos, tales como rigidez, aleteos, desplazarse en puntas de pies, etc. Lo que la
define es la falta de motivo aparente en la actividad. Muchos alternan períodos de
tranquilidad motora (en los que, de todos modos se presentifican las estereotipias) con
otros de gran agitación sin que existan causas visibles, o cuando se altera la rutina a la
que están acostumbrados o cuando se los introduce en un espacio que no les resulte
familiar.
- Problemas de conducta-impulsividad: lo más corriente es que se presenten alteraciones
en los ritmos del sueño y que cueste hacerlos dormir. Cuando son muy pequeños,
algunos prefieren estar en su cama o su habitación y prácticamente casi ni se los
escucha; por el contrario, otros manifiestan inquietud e irritabilidad incausadas.
También es frecuente que tengan conductas de autoagresión junto a expresiones de una
gran agitación. En lo que respecta a la actitud frente a la alimentación, ésta tiene
contornos anómalos: pueden pasar al rechazo de los alimentos hasta la glotonería, o
comer cosas no comestibles; asimismo, pueden llegar a aceptar o rechazar distintos
alimentos sólo por el color o por la forma.
En lo que hace a la vida cotidiana, las modificaciones a las rutinas diarias suelen
producir explosiones de rabietas, que pueden dispararse por cambios mínimos, como,
por ejemplo, la alteración del orden de los objetos en una habitación.
Por otro lado, usualmente se aferran a comportamientos de tipo ritualista, que incluyen
una colección de conductas que se repiten una y otra vez sin alguna finalidad específica.
Asimismo, es frecuente que se interesen desmedidamente en algunos objetos,
manipulándolos o llevándolos consigo durante mucho tiempo, así como otros pueden
generarles una aversión injustificada. Otro tanto puede ocurrir respecto de las personas,
de los sonidos, etc.
Otra característica importante a tener en cuenta es que, así como se presenta un miedo
racional ante situaciones que no lo ameritan, muchas veces no ocurre lo propio con
aquellas otras que encierran peligro, como al cruzar una calle, treparse a un lugar
inseguro, jugar con fuego, etc.
Las mencionadas son sólo algunas de las características (las más frecuentes y típicas)
que suelen presentar las personas que padecen TGD. En general, cualquier tipo de
conducta o manifestación extraña o detención/regresión en el desarrollo son señales que
debieran despertar inquietud por parte de los padres en el caso de los niños o de quienes
rodean a adolescentes o, incluso, personas adultas.
La persistencia en el tiempo es otro factor a considerar, así como la combinatoria de
síntomas que definen a estos Trastornos, pero ello solamente en lo que hace al
diagnóstico profesional. No cualquier berrinche aislado o cualquier conducta disruptiva
o apática conduce necesariamente a que se esté en presencia de un caso de TGD, aunque
la intensidad, la repetición o el malestar de todas maneras siempre requieren una
consulta con algún profesional de la salud, porque implican la presencia de algún
sufrimiento que requiere solución.
Final
Si los casos son muchos más de los detectados o si existe una ligereza provocada por
intereses económicos que buscan vender sus específicos; si las personas con TGD deben
ser tratados mediante tal o cual método terapéutico, escuela u orientación nosológica; si
se trata de una dolencia del campo de la psicología o de la psiquiatría (o de ambas); y el
resto de las disputas que se producen en torno a los TGD es necesario que se diluciden,
para tranquilidad no sólo de los profesionales sino de los pacientes y de quienes los
rodean. El riesgo de iatrogenia está presente en esta dolencia: la etiqueta en muchas
oportunidades termina por producir lo que predica (o, al menos, genera problemas
serios).
No hay que descartar nada a priori, pero tampoco los preconceptos ayudan. Ante estos u
otros signos de que algo no funciona correctamente, la mejor actitud que podemos
adoptar es la de consultar con algún facultativo idóneo, quien realizará todas las pruebas
y los exámenes necesarios para producir un diagnóstico y derivar al especialista
correspondiente para la certificación de cuál es la dolencia y para el tratamiento de
rigor. Los síntomas son señales de que algo no está bien, de un padecimiento que es
necesario subsanar lo más rápidamente y en la medida en que ello sea posible.
Fuentes:
- http://www.tgd-padres.com.ar/
- http://www.psicopedagogia. com/trastorno-generalizado-del-desarrollo
-
http://www.psicodiagnosis.es/areaclinica/trastornossocialesintelectuales/tgdcaracteristic
as/index.php
- http://www.elcisne.org/ampliada.php?id=825
- http://www.cdc.gov/ncbddd/actearly/index.html
- http://www.ninds.nih.gov/disorders/pdd/pdd.htm
- http://www.psych.org/
- http://www.apa.org/
Sin Comentarios
Compartir
Sin votos
Reportar este Posteo
Pautas para la reestructuración escolar
28 Abril 2010 | Por Aprendiendo a jugar | # Enlace permanente
La inclusión de niños con TGD es prácticamente imposible sin las ayudas pertinentes
(sobre todo de un docente integrador) y también se dificulta por la existencia de mitos
en cuanto a qué es este síndrome y en lo que hace al rol de quien ayuda. Despejar esos
malentendidos y presupuestos es el camino a una inclusión plena.
Los alumnos con trastornos del espectro autista y las ayudar para aprender
¿Cómo ha sido hasta el momento la experiencia educativa en los casos de alumnos con
trastornos generalizados del desarrollo? Es escasa aún la investigación sistemática sobre
los proyectos de inclusión educativa en niños y niñas con autismo, trastorno
generalizado del desarrollo no especificado (TGDNE) o síndrome de Asperger
(Humphrey y Lewis, 2008). Asimismo, hay que tener en cuenta que el propio
conocimiento de los cuadros vinculados con el espectro autista se ha profundizado en
las últimas décadas (baste consignar que la categoría síndrome de Asperger ha sido
utilizada por primera vez por Lorna Wing en 1981 y ha comenzado a formar parte de los
manuales internacionales en 1994). Por supuesto que todo proceso de cambio requiere
de un tiempo, sobre todo en entramados complejos donde intervienen variables sociales,
políticas, económicas, educativas y éticas. Sin embargo, si hacemos caso de los últimos
datos epidemiológicos disponibles, que muestran que la prevalencia de casos dentro de
los trastornos del espectro autista es de 6,5 cada 1.000 nacimientos, es evidente que
estamos ante un nuevo desafío que implica atender a nuestras propias necesidades
educativas específicas como profesionales preocupados por una escuela para todos.
Subyacen todavía muchos mitos acerca del autismo y sería oportuno advertir que no
estamos frente a un laberinto de cientos de pasadizos inexpugnables, corredores y muros
ni frente a un desierto en el que no alcanzamos a adivinar el horizonte. La imagen del
niño o niña con autismo, absolutamente aislados, en una dimensión inalcanzable o una
“fortaleza vacía”, corresponde más a la literatura fantástica o al mal cine que a la
realidad cotidiana. Por supuesto que hay personas con un nivel muy severo de
afectación que necesitan de apoyos generalizados y permanentes, pero a lo largo del
continuo se halla una gama de niveles posibles de competencias (de ahí que se adopte la
perspectiva dimensional de “espectro”). Personas que son capaces de aprender diversas
formas de comunicación, personas que han desarrollado lenguaje verbal, personas en
definitiva, que pueden interactuar con otras personas, compartir experiencias,
actividades, intereses y participar plenamente de la vida de su comunidad.
Aunque progresivamente ha habido una tendencia hacia la inclusión educativa, por
ejemplo en el caso de España, en los últimos veinte años se ha desarrollado una
experiencia que muestra diferentes modalidades educativas en la atención a alumnos y
alumnas con trastornos del espectro autista: A) Centros específicos (escuela especial)
con equipos interdisciplinarios especializados en TGD; B) aulas específicas en escuelas
comunes y C) inclusión educativa -en escuela común- con personal de apoyo.
La temática de los dispositivos de ayuda en el aula común, en el caso de los alumnos y
alumnas con trastornos del desarrollo, es un tema de vital importancia. La figura de una
persona que apoye con diferentes recursos y herramientas semióticas la inclusión
escolar, ha sido fundamental para contribuir al éxito de los proyectos inclusivos en
diferentes instituciones educativas. Decíamos al inicio del artículo que las personas son
privilegiadas ayudas para aprender y en ese sentido la figura de la maestra integradora
(o maestro integrador) ha cobrado significativa relevancia. Este es un tema apasionante
por varios motivos: no hay prácticamente trabajos escritos sobre la práctica profesional
de la integradora. No hay tampoco una reflexión teórica sobre los alcances y
limitaciones de la construcción de este “rol”. ¿Qué hace una maestra integradora, cómo
lo hace, cuándo lo hace? ¿Se dirige a todos los chicos o sólo al chico que está
integrando? ¿Se sienta con él o en otro lugar? ¿Se queda siempre junto al alumno o bien
sale del aula para generar autonomía en el alumno y que pueda conducirse en el aula sin
ella? ¿Realiza las adaptaciones comunicativas? ¿Hace las adecuaciones de contenidos?
¿Diseña evaluaciones adaptadas? La idea de un dispositivo de ayuda (un andamiaje que
se retire gradualmente), que podría ser intermitente, según los casos, es la que subyace a
la figura de un profesional docente que favorezca los procesos de inclusión educativa,
apoyando al mismo tiempo al alumno y al profesor de aula. Hemos optado por una
denominación existente en nuestro contexto, como la de “maestro integrador” o
“maestra integradora”; sin embargo, tal vez no sea la que mejor refleje la concepción de
su práctica. El maestro integrador debe trabajar al menos en tres niveles de intervención:
a) intervención que promueva la relación del docente a cargo del aula con el niño.
Propiciar la comunicación entre el niño y el maestro y entre el propio maestro de grado
y el niño. Que le pregunte cosas, como a sus compañeros, que le ponga límites, si fuera
necesario, como a los demás, que lo haga participar como a cualquier otro par; b)
intervención que favorezca la relación con los pares. Propiciar en las actividades del
aula y también en los recreos, la relación del niño con uno o dos compañeros
inicialmente e ir ampliando según la medida de las posibilidades; que comparta
actividades, juegos, que pueda asistir a cumpleaños de compañeros e invitarlos; c)
intervención relativa a las tareas del aula, adaptaciones de contenidos si fuera necesario,
adaptaciones comunicativas utilizando como marco la filosofía de la comunicación total
(fotos, dibujos, pictogramas, lenguaje escrito, habla).
Cabe señalar que para desempeñar la tarea de maestro integrador con un niño con
trastornos del espectro autista es absolutamente importante contar con conocimientos
específicos en el área. Trabajar con un niño con autismo, con un niño con TGD no
especificado o con Síndrome de Asperger exige conocer sus estilos de aprendizaje, sus
perfiles de funcionamiento cognitivo, en qué necesitan más ayuda y en qué menos nivel
de soporte; utilización de Sistemas Aumentativos y Alternativos de Comunicación
(SAAC), uso de agendas de anticipación, claves visuales, historias sociales, etc. (Ver
Valdez, 2007).
Hay que decir que existen ciertos mitos respecto de la maestra integradora, sostenidos
incluso por algunos docentes: se piensa que puede obstaculizar la inclusión del alumno.
Probablemente esto pueda deberse al desconocimiento acerca de la temática del
espectro autista, ya que sin este tipo de apoyos (sobre todo en una fase inicial del
proceso) las barreras al aprendizaje y la participación se agigantan. Puede afirmarse
incluso que quitarle este tipo de apoyo a un niño con autismo o síndrome de Asperger
en el contexto de la escuela común puede constituirse en el camino más seguro hacia el
fracaso y la exclusión. Sobre todo en el Nivel Inicial y los primeros años de la escuela
primaria. En el trabajo en talleres con docentes hemos recogido algunas de estas
opiniones. Si han observado que la maestra integradora actúa a modo de “bastón
permanente” o “sombra” del niño, es comprensible que vean a la pareja niño-
integradora como una isla dentro de la escuela. Pero no es esa de ninguna manera la
concepción que sostenemos como favorecedora de los aprendizajes. Si hablamos de las
barreras al aprendizaje y la participación que impiden la inclusión educativa, la maestra
integradora debería formar parte de los dispositivos de ayuda (tanto para el alumno
como para el docente de aula), las estrategias y los formatos para hallar formas de
mediación alternativa que justamente disminuyan dichas barreras. En ese sentido el
trabajo de la integradora debe ser consistente con las características y formatos de los
dispositivos de andamiaje: las ayudas se retiran gradualmente propiciando no sólo
transferencia de contenidos o estrategias sino de autonomía. La intervención de la
integradora debería ir desvaneciéndose progresivamente en la medida en que el alumno
consiga apropiarse de herramientas que favorezcan su inclusión en los tres niveles
mencionados: relación con su maestra de grado, con sus pares y con la tarea escolar, los
contenidos y los formatos semióticos más apropiados. Consideramos que es necesaria
una investigación en el área educativa para poder explorar no sólo el uso de las
denominaciones sino, lo que es más importante, qué tipo de funciones se le atribuye en
cada jurisdicción según el marco legal o las costumbres.
En ocasiones puede llamar la atención que en algunos contextos, la escuela especial
viva como una amenaza las recomendaciones sobre una escuela inclusiva. Sin embargo
la experiencia internacional en educación muestra que la educación especial ha
propiciado dispositivos de apoyo a la inclusión, se ha convertido en centro de recursos y
formación específica en distintos tipos de discapacidad, ha aportado asimismo recursos
humanos especializados para desarrollar los procesos de integración de los alumnos en
escuela común.
A esta altura de la cuestión resulta obvio que las mayores posibilidades para el
desarrollo de una escuela inclusiva se hallarán en el contexto de una sociedad inclusiva.
El proceso de inclusión educativa puede presentar diferentes bifurcaciones y
desarrollos, pero lo principal será recorrer las distintas etapas procurando la eliminación
progresiva de las barreras que existen en las escuelas para lograr el máximo aprendizaje
y participación de todos los alumnos y alumnas, más allá de su origen social y cultural y
sus características individuales. El Índice de Inclusión considera la inclusión como un
proceso de desarrollo que no tiene fin, ya que siempre pueden surgir nuevas barreras
que limiten el aprendizaje y la participación, o que excluyan y discriminen de diferentes
maneras a los estudiantes. La respuesta a la diversidad del alumnado es un proceso que
no sólo favorece el desarrollo de éste sino también el de los docentes, las familias y las
escuelas mismas.
Los testimonios de los niños y niñas con Síndrome de Asperger muestran que la escuela
es un factor de estrés y angustia en la que con frecuencia sufren burlas de sus
compañeros, distintas formas acoso escolar (bullying) y aislamiento. Por su parte
también los profesores -aun aquéllos comprometidos con la inclusión educativa-
manifiestan que no tienen la formación ni el apoyo necesario para saber cómo tratar a
esas niñas o niños, cómo dirigirse a ellos y realizar las adecuaciones curriculares
pertinentes. La Asociación Nacional de Autismo (NAS, 2003) de Reino Unido (pionera
de las Asociaciones en el mundo del autismo) señala que los niños con Síndrome de
Asperger tienen 20 veces más probabilidades de ser excluidos de la escuela común que
sus pares. El 21% es excluido al menos una vez, comparado con el 1,2% del total de la
población estudiantil (Humphrey y Lewis, 2008).
Los cambios necesarios no son posibles sin propuestas de políticas educativas
inclusivas. La gestión se convierte en un ámbito clave para crear espacios educativos
que asuman el compromiso de comprender la diferencia antes que negarla o excluirla.
La investigación educativa en el área puede asimismo ser una fuente de diálogo,
crecimiento y búsqueda de nuevas formas de enseñar.
Daniel Valdez*
Referencias:
- Booth, T.; Ainscow, M.; Black-Hawkins, K.; Vaughan, M. y Shaw, L. (2000) Índice
de inclusion. Desarrollando el aprendizaje y la participación en las escuelas. Centre for
Studies on Inclusive Education (CSIE), Bristol, United Kingdom. (Versión en castellano
de la Oficina Regional de Educación de la UNESCO para América Latina y el Caribe
(OREALC/UNESCO Santiago, 2002)
Humphrey, N. Y Lewis, S. (2008) Make me normal: The views and experiences of
pupils on the autistic spectrum in mainstream secondary schools. Autism 12, (1) 23-46.
- Perrenoud, Ph. (2004). Pédagogie différenciée : des intentions à l’action. Paris : ESF,
3e éd.
- Perrenoud, Ph. (2005) Différencier : un aide-mémoire en quinze points. Vivre le
primaire (Québec), n° 2, mars-avril 2005.
- Valdez, D. (2007) Necesidades educativas especiales en trastornos del desarrollo.
Buenos Aires: Aique.
- Valdez, D. (2009) Ayudas para aprender. Trastornos del desarrollo y prácticas
inclusivas. Buenos Aires: Paidos.
10 Comentarios
Compartir
Sin votos
Reportar este Posteo
Fuente: www.elcisne.org