La Llave de La Oración
La Llave de La Oración
La Llave de La Oración
Todo cristiano genuino es consciente de esto y por eso ora. Sin embargo,
aunque algunos hijos de Dios pasan tiempo orando por numerosos asuntos,
sus oraciones no parecen tener mucho efecto. Es como si no hubiesen
encontrado la manera correcta de orar. Esto se debe a que aún no han
descubierto la llave de la oración.
Algunos tienen la clave o el secreto para cargar la mesa, otros no. Los
primeros son personas que han encontrado la clave para hacer bien las
cosas; son trabajadores aptos. Después que una persona ha descubierto la
clave, puede hacer las cosas dos veces más rápido que los demás, mientras
que aquellos que no la tienen, se esfuerzan en vano.
Génesis 18:16-33.
Algunos tal vez piensan que Abraham debió haber continuado suplicándole
a Dios y que no debió haberse detenido con tan sólo diez justos. Sin
embargo, las Escrituras muestran que Abraham conocía a Dios y conocía la
llave de la oración. El escuchó al Señor decir: “El clamor contra Sodoma y
Gomorra se aumenta más y más, y el pecado de ellos se ha agravado en
extremo… El clamor… ha venido hasta mí” (vs.20-21).
Josué 7.
Lo único que Josué podía hacer era postrarse ante Dios, acudir a Él,
esperar, y preguntarle por la causa de la derrota. Josué estaba afligido
por el peligro en que se hallaba Israel, pero se afligía aún más a causa de
la deshonra que esto había traído al nombre del Señor; por lo tanto,
inquirió: “¿Qué harás tú a tú grande nombre?” Esta fue la llave de su
oración. El honró el nombre de Dios. ¡Su preocupación era qué haría
Dios por Su propio nombre!
Cuando Josué llegó a este punto, Dios habló. Dijo: “Israel ha pecado por
esto los hijos de Israel no podrán hacer frente a sus enemigos… ni estaré
más con vosotros, si no destruyereis el anatema de en medio de vosotros”
(vs.11-12). A Dios le importaba Su propio nombre, y no podía tolerar el
pecado entre Su pueblo. El escuchó la oración de Josué y lo instruyó a que
descubriera el pecado que había causado el problema y le pusiera fin.
David no hizo una oración sencilla diciendo: “Oh Dios, este período de
hambre ha durado tres años; te rogamos que tengas misericordia de
nosotros. Ponle fin a esto y concédenos una cosecha abundante este año”.
No, David no oró de esta manera. “David consultó a Jehová”. El buscó la
causa del hambre. La consulta de David fue al grano; tocó la llave. Dios
dijo: “Es por causa de Saúl, y por aquella casa de sangre, por cuanto mató
a los gabaonitas” (v.1).
Esta oración tuvo una respuesta inmediata. “Entonces vino una voz del
cielo: Lo he glorificado, y lo glorificaré otra vez” (v.28). Si esta fue la forma
en que el Hijo de Dios, como el Hijo del Hombre, oró a Dios mientras
estaba en la tierra, ¿cómo entonces nos atrevemos en el impulso del
momento a abrir nuestros labios para hacer oraciones apresuradas? Es
esencial que descubramos la llave de la oración.
Esta oración provocó Su respuesta: “No está bien tomar del pan de los
hijos, y echarlo a los perrillos” (v.26). Aparentemente Su respuesta fue
muy fría; era como si el Señor la estuviera rechazando y humillando. En
realidad, Él estaba tratándole de mostrar dónde se hallaba ella para que
finalmente pudiera conocer el significado de la gracia.
Las circunstancias sólo deben ser un medio que nos lleve a la presencia de
Dios para allí esperar en El; ellas no deben regir nuestra vida, y no
debemos permitir que ellas nos impidan orar. Nuestra mente sólo debe
servir para organizar nuestro sentir interior, el cual debe ser expresado en
palabras; ella no debe ser donde se origine nuestra oración. La oración es
la expresión del sentir interior que pasa por la mente, aunque no se inicia
allí.