Evaluación 1 - 11º
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Nacen de una leyenda de principios del siglo VII en la que el dragón Gargouille, que vivía cerca
del Sena, devastaba periódicamente la región. Gargouille, era descrito como un ser de cuello
largo, hocico delgado con potentes mandíbulas, cejas fuertes y alas membranosas. Se
caracterizaba por sus malos modales: tragaba barcos, destruía todo aquello que se interponía en
la trayectoria de su fiero aliento y escupía demasiada agua, tanta que ocasionaba todo tipo de
inundaciones. Fue entonces cuando, Romanus, un sacerdote cristiano, dominó a la bestia con la
señal de la cruz y la llevó a Rouen donde le cortó la cabeza y la colocó en lo alto del
ayuntamiento.
En la Edad Media y con el auge del arte gótico, los artistas y arquitectos comienzan a adornar
sus edificios con la representación de estos seres, de cabeza y alas de dragón y un cuerpo casi
humano, cuya función era la de expulsar agua de lluvia de los tejados de dichos edificios, para
de este modo actuar como un desagüe. Sin embargo, no todas las figuras demoníacas que se
advierten en las fachadas de las catedrales son, en sentido estricto, gárgolas; aquellas que no
tienen una función específica de drenaje son, simplemente, llamadas quimeras.
Principalmente se colocaban en las iglesias, y de ahí que todavía se conserven en lugares que
son tan emblemáticos como la catedral de Notre Dame en Francia. Su nombre se debería al
sonido que produce el agua, similar al de un líquido por un tubo y que se conoce como
gargouiller.