Tema Procedimiento Administrativo
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Tema Procedimiento Administrativo
1. Introducción
Para remediar este caos procedimental, la Ley de Procedimiento Administrativo de 1958 abandonó
el anterior sistema de ley general y reglamentos particulares para cada Ministerio y utilizó una
técnica distinta: estableció un procedimiento general tipo, al que le dio carácter supletorio y declaró
vigentes determinados procedimientos especiales para ciertas materias administrativas. Podemos
destacar algunas características de esta Ley:
- Era técnicamente muy buena, lo cual explica su vigencia durante tantos años (hasta
1992).
- Pretendía reducir el esquema procedimental, sistematizarlo, aclararlo y ordenarlo.
- Trató de superar la anterior dispersión normativa procedimental, estableciendo una
normativa común para toda la Administración y permitiendo que determinadas
actividades singulares fueran reguladas por reglamentos complementarios.
- Simplificó trámites.
- Hizo efectivos los principios de economía procedimental y eficacia en la actuación
administrativa.
Tras la CE, la Ley de Régimen Jurídico de las Administraciones Públicas y del Procedimiento
Administrativo Común de 1992 (LRJPAC) estableció un procedimiento administrativo común
aplicable por igual a todos los Entes públicos, diseñando el cauce formal de la actividad administrativa.
Se caracterizó por su pretensión de aplicación general a todas las Administraciones públicas, sin más
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excepción que las integrantes de la llamada Administración corporativa (que puede ser definida como
una asociación obligatoria de personas creada por el Estado y dotada de personalidad jurídica pública
cuya finalidad es, además de la gestión y defensa de sus intereses privados, desempeñar funciones de
interés general con carácter monopolístico, siendo su actividad controlada por la Jurisdicción
contencioso-administrativa. Ej. Colegios profesionales –de abogados, médicos…-, Federaciones
Deportivas, Cámaras Oficiales…).
En 2015 se ha aprobado una nueva reforma del procedimiento y de todo el ordenamiento jurídico
administrativo que se basa en la diferenciación en las relaciones “ad extra” (de las Administraciones
con los ciudadanos y empresas), que regula la Ley 39/2015, de 1 de octubre, del Procedimiento
Administrativo Común de las Administraciones Públicas (LPAC), y las relaciones “ad intra”
(funcionamiento interno de cada una de las distintas Administraciones públicas y relaciones entre
ellas), que regula la Ley 40/2015, de 1 de octubre, de Régimen Jurídico del Sector Público (LRJ).
La LPAC establece una regulación completa y sistemática de las relaciones entre las Administraciones
y los ciudadanos, tanto en lo referente al ejercicio de la potestad de autotutela y en cuya virtud se
dictan actos administrativos que inciden directamente en la esfera jurídica de los interesados, como en
lo relativo al ejercicio de la potestad reglamentaria y la iniciativa legislativa.
Como novedad importante de la LPAC destaca que los anteriores procedimientos especiales sobre
potestad sancionadora y responsabilidad patrimonial que la LRJPAC regulaba en títulos de la ley
separados, ahora se han integrado como especialidades del procedimiento administrativo común. Este
planteamiento responde a uno de los objetivos que persigue la LPAC, la simplificación de los
procedimientos administrativos y su integración como especialidades en el procedimiento
administrativo común, contribuyendo así a aumentar la seguridad jurídica. De acuerdo con la
sistemática seguida, los principios generales de la potestad sancionadora y de la responsabilidad
patrimonial de las Administraciones Públicas, en cuanto que atañen a aspectos más orgánicos que
procedimentales, se regulan en la LRJ.
Con respeto al procedimiento común, las Comunidades Autónomas (CCAA) tienen competencia para
adaptar el cauce formal de la actividad administrativa a sus especialidades organizativas e incluso para
dictar normas de procedimiento en orden a la aplicación de su propio derecho sustantivo. El art.
149.1.18º CE incluye, entre las competencias exclusivas del Estado, la fijación de las bases del
procedimiento administrativo común, las cuales han sido establecidas en la LPAC. A partir de ahí, las
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CCAA pueden establecer su peculiar normativa procedimental incluyendo las especialidades derivadas
de la organización propia de la Comunidad.
Uno de los rasgos más característicos de nuestro sistema administrativo, común a los regímenes
europeos continentales, consiste en que las Administraciones públicas actúan habitualmente con
sujeción a formas rituales: toman sus decisiones y llevan a cabo su actuación de manera formal,
observando un determinado procedimiento que se halla definido e impuesto coactivamente
mediante normas jurídicas. El procedimiento administrativo aparece configurado como una garantía
de la sujeción de cualquier actuación de la Administración al Derecho, en la medida en que supone que
toda la actividad administrativa tiene que canalizarse obligatoriamente a través de unos cauces
determinados como requisito mínimo para que pueda ser calificada de actividad legítima.
El procedimiento sería, en el ámbito del Derecho administrativo, el modo de producción de los actos
administrativos y se podría definir como el cauce formal de la serie de actos en que se concreta la
actuación administrativa para la realización de un fin.
La LPAC asume expresamente este planteamiento y para ello apuesta por la tramitación electrónica de
los procedimientos administrativos. Como señala la exposición de motivos de la LPAC, “una
Administración sin papel basada en un funcionamiento íntegramente electrónico no sólo sirve mejor a
los principios de eficacia y eficiencia, al ahorrar costes a ciudadanos y empresas, sino que también
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refuerza las garantías de los interesados. En efecto, la constancia de documentos y actuaciones en un
archivo electrónico facilita el cumplimiento de las obligaciones de transparencia, pues permite ofrecer
información puntual, ágil y actualizada a los interesados.”
La Constitución dedica un precepto al procedimiento administrativo: el art. 105 CE, según el cual
“la ley regulará: a) La audiencia de los ciudadanos, directamente o a través de las organizaciones
y asociaciones reconocidas por la ley, en el procedimiento de la elaboración de las disposiciones
administrativas que les afecten. b) El acceso de los ciudadanos a los archivos y registros
administrativos, salvo en lo que afecte a la seguridad y defensa del Estado, la averiguación de los
delitos y la intimidad de las personas. c) El procedimiento a través del cual deben producirse los
actos administrativos, garantizando, cuando proceda, la audiencia del interesado”.
Este artículo:
o Ordena al legislador regular el procedimiento a través del cual deben producirse los
actos administrativos (art. 105.c).
o Impone al legislador establecer y regular tres concretas modalidades procedimentales:
La audiencia de los interesados, en general (art. 105.c) in fine).
La audiencia de los ciudadanos, directamente o a través de las organizaciones
y asociaciones reconocidas por la ley, en el procedimiento de elaboración de
las disposiciones administrativas que les afecten (art. 105.a)).
El acceso de los ciudadanos a los archivos y registros administrativos (art.
105.b)).
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Podemos hacer las siguientes clasificaciones de los procedimientos:
En los procedimientos sumarios o de urgencia los plazos y los trámites del procedimiento
ordinario se simplifican y abrevian considerablemente. El art. 33.1 LPAC contempla
expresamente que “cuando razones de interés público lo aconsejen se podrá acordar, de oficio
o a petición del interesado, la aplicación al procedimiento de la tramitación de urgencia, por la
cual se reducirán a la mitad los plazos establecidos para el procedimiento ordinario, salvo los
relativos a la presentación de solicitudes y recursos”. Ej.: el procedimiento abreviado en
materia de responsabilidad patrimonial cuando sea inequívoca la relación de causalidad entre el
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funcionamiento del servicio público y la lesión, así como la cuantía de la indemnización. En
este caso el órgano competente podrá acordar la sustanciación de un procedimiento abreviado
para reconocer la indemnización en el plazo de 30 días.
De acuerdo con lo establecido por la CE y la LPAC, se pueden destacar los siguientes principios
del procedimiento administrativo:
Una de las características principales del procedimiento consiste en su carácter contradictorio, esto es,
la posibilidad de que se hagan valer los distintos intereses en juego y de que esos intereses sean
adecuadamente confrontados en presencia de sus respectivos titulares antes de adoptar una decisión
definitiva.
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Se consagra en el art. 4.1.b) LPAC al garantizar la presencia en el procedimiento incluso de todas
aquellas personas que sin haberlo comenzado ostenten derechos o intereses que pudieran verse
afectados por la resolución final. También en diversos apartados del art. 53.1, en concreto:
a. Apartado a) al recoger el derecho de los ciudadanos a conocer, en cualquier
momento, el estado de la tramitación de los procedimientos en los que tengan la
condición de interesados y a obtener copias de documentos contenidos en ellos.
b. Apartado b) que les permite identificar a las autoridades y al personal al servicio de
las Administraciones públicas bajo cuya responsabilidad se tramiten los
procedimientos.
c. Apartado e) en la medida en que permite formular alegaciones y aportar documentos
en cualquier fase del procedimiento anterior al trámite de audiencia, que deberán ser
tenidos en cuenta por el órgano competente al dictar propuesta de resolución.
No hay, pues, un procedimiento válido si no existe igualdad de oportunidades entre las partes en
cada uno de los trámites o momentos del procedimiento.
Viene consagrado en el art. 3 LRJ al establecer que las Administraciones públicas sirven con
objetividad los intereses generales y actúan de acuerdo con el principio de eficacia. Dicho precepto
tiene importantes repercusiones prácticas sobre todo a la hora de valorar los vicios de forma del
procedimiento. Dicha valoración debe hacerse en función de la incidencia del vicio o defecto en la
decisión de fondo, de tal modo que, cuando se compruebe que ésta hubiera permanecido en todo caso,
resultará improcedente -por ser contrario al principio de economía procesal- declarar la nulidad de lo
actuado y reproducir el trámite viciado u omitido.
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Manifestación de este principio son, a su vez, los principios de conversión de los actos viciados,
conservación de actos y trámites y convalidación de los artículos 50, 51 y 52 LPAC o el art. 57 LPAC
que permite al órgano administrativo ordenar la acumulación del procedimiento con otros con los que
guarde identidad sustancial o íntima conexión, etc...
Se trata de un principio íntimamente relacionado con el anterior. Significa que en caso de duda sobre la
validez de un trámite, ha de adoptarse siempre la interpretación más favorable para el ejercicio del
derecho o para llegar a una resolución definitiva.
Según el Tribunal Supremo, el principio pro actione postula en favor de la mayor garantía y de la
interpretación más favorable al ejercicio del derecho de acción y, por lo tanto, en el sentido de
asegurar, en lo posible, más allá de las dificultades de índole formal, una decisión sobre el fondo de la
cuestión objeto del procedimiento.
El procedimiento no ha sido concebido por el legislador como una carrera de obstáculos cuya
superación sea requisito necesario para la adopción de la resolución final, sino como un cauce
ordenado capaz de garantizar la legalidad y el acierto de aquélla dentro del más absoluto respeto de los
derechos de los particulares. Ej.: que se acepte la validez de la presentación de un escrito en una
oficina de Correos aunque el escrito no fuera fechado ni sellado (cuando se presenta un escrito en una
oficinas de Correos se tiene que entregar el sobre abierto para que sellen el escrito con la fecha de
entrega, y te faciliten copia del mismo).
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D. Principio de oficialidad o principio inquisitivo
Viene expresamente consagrado en el art. 71.1 LPAC al establecer que el procedimiento se impulsará
de oficio en todos sus trámites. Esto significa que, sin perjuicio del carácter contradictorio del
procedimiento, la Administración está obligada a desarrollar la actividad que sea necesaria para llegar
a la decisión final, sin necesidad de que sea impulsada en este sentido por los ciudadanos, a diferencia
de lo que ocurre en el proceso civil, donde rige el principio dispositivo y se entiende que el proceso es
cosa de las partes, de las que depende, en consecuencia, su propia progresión.
E. Principio de publicidad
Según el art. 53.1.a) LPAC los ciudadanos tienen derecho a conocer, en cualquier momento, el estado
de la tramitación de los procedimientos en los que tengan la condición de interesados, y obtener copias
de los documentos contenidos en ellos. El apartado c) del precepto señala que los ciudadanos tienen
también derecho a obtener una copia autenticada de los documentos originales que presenten.
Esto principio de publicidad tiene, no obstante, un importante límite en la medida en que sólo afecta a
aquellos que tengan la condición de interesado en el procedimiento (art. 4 LPAC).
El art. 13 LPAC, por su parte, reconoce el derecho de los ciudadanos a acceder a la información
pública, archivos y registros y remite en cuanto a su regulación a los términos y las condiciones
establecidas en la Ley 19/2013, de 9 de diciembre, de transparencia, acceso a la información pública y
buen gobierno.
F. Principio de imparcialidad
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Viene recogido en el propio art. 103.1 CE al establecer que la Administración sirve con objetividad
los intereses generales. De ahí se deduce la obligación de que toda actuación que realice la
Administración sea objetiva y neutral.
Este principio, no obstante, puede resultar relativizado si tenemos en cuenta que a veces, en el
procedimiento administrativo, la Administración reúne la doble condición de juez y parte. Por ello
cobran especial relieve las cautelas que establece la LRJ para garantizar un mínimo de
imparcialidad a los funcionarios que actúan en nombre de la Administración a través de las técnicas
de la abstención y recusación (arts. 23 y 24), aunque teniendo en cuenta que la intervención del
funcionario en que concurra cualquiera de estas causas no da lugar necesariamente a la invalidez de
los actos en que hubiera intervenido.
Los supuestos de abstención y recusación son aquellos motivos que determinan la prohibición para
las autoridades y personal de la Administrativas de actuar en el procedimiento, por entenderse que
su actuación no va a guardar la imparcialidad y la objetividad que requiere la actuación
administrativa. Cabe distinguir 4 aspectos:
1. Las personas a quienes afecta esta prohibición.- Son todos aquellos servidores públicos
que tengan una participación relevante en la tramitación y resolución del
procedimiento. Por tanto, no sólo el titular del órgano competente para emitir la
decisión definitiva, sino también los titulares de órganos subordinados que pueden
condicionar la forma o el contenido de dicha decisión, así como los funcionarios sobre
quienes pesa la responsabilidad de la tramitación y han de tomar decisiones e
iniciativas sobre la marcha de la misma
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2. Las causas que determinan la prohibición de actuar se recogen en la LRJ y son de 3
tipos:
a) Relaciones de índole personal entre los servidores públicos y los interesados:
1. Parentesco de consanguinidad o vínculo matrimonial o situación de
hecho asimilable (art. 23.2.b).
2. Amistad íntima o enemistad manifiesta (art. 23.2.c).
3. Tener cuestión litigiosa pendiente con algún interesado (art. 23.2.a).
b) Relaciones de índole profesional:
Compartir despacho profesional o estar asociado para el asesoramiento,
la representación o el mandato (art. 23.2.b).
Tener relación de servicio con persona natural o jurídica interesada
directamente en el asunto, o haberle prestado en los dos últimos años
servicios profesionales de cualquier tipo y en cualquier circunstancia o
lugar (art. 23.2.e).
c) Conexión de intereses con el objeto del procedimiento:
Cuando el servidor público tiene interés personal en el asunto de que se
trate o en otro en cuya resolución pudiera influir la de aquél (art.
23.2.a).
Cuando hubiera intervenido como perito o testigo en el procedimiento
(art. 23.2.d).
3. Los modos en que la prohibición de actuar se puede hacer efectiva.- Existe una triple
vía:
a) Normalmente, el apartamiento del trámite debe producirse por abstención, esto
es, por propia iniciativa del afectado por la prohibición. El art. 21.1 LRJ indica
que “las autoridades y el personal al servicio de las Administraciones en
quienes se den algunas de las circunstancias señaladas (...) se abstendrán de
intervenir en el procedimiento”. Pero la decisión de apartarse de la tramitación
no corresponde al afectado, sino a su superior jerárquico inmediato, al que debe
comunicar su opinión acerca de la concurrencia de la causa de abstención, el
cual resolverá lo procedente.
b) También puede ser instado el apartamiento por alguno de los interesados en el
procedimiento, a través de un escrito motivado de recusación que deberá ser
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resuelto también por el superior inmediato de la persona recusada, oyendo
previamente a ésta (art. 24.1 a 24.4 LRJ).
c) Finalmente, el apartamiento puede ser también directamente acordado por el
superior jerárquico (orden de abstención), una vez tenga conocimiento, por
cualquier vía formal o informal, de la existencia de la causa de abstención (art.
23.3).
G. Principio de gratuidad
La regla general es que la tramitación de los procedimientos es gratuita para los ciudadanos. No
obstante, a veces la normativa contempla que se tengan que pagar a la Administración tasas o
precios públicos por la prestación de ciertos servicios o actividades que afectan o benefician de
modo particular a un sujeto determinado. Con la crisis económica de los últimos años se han
estableciendo por las Administraciones obligaciones de cobro por servicios que anteriormente eran
gratuitos (emisión de certificados de notas, compulsas de documentos...).
Fuera de estos supuestos, la tramitación del procedimiento no genera ningún gasto que no sea por la
práctica de las pruebas, en cuyo caso la Administración podrá exigir al particular su abono
anticipado (art. 78.3 LPAC).
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Las fases del procedimiento son las siguientes: iniciación, desarrollo, terminación y ejecución. Dentro
de cada una de estas fases existen especiales actuaciones y trámites como se analiza a continuación.
La LPAC incorpora a todas estas fases del procedimiento el uso generalizado y obligatorio de medios
electrónicos. Igualmente, contempla la regulación del expediente administrativo estableciendo su
formato electrónico y los documentos que deben integrarlo.
El art. 54 LPAC establece que “los procedimientos podrán iniciarse de oficio o a solicitud del
interesado”. El régimen de ambas modalidades de iniciación es absolutamente diverso, por lo que
precisa ser examinado de manera separada.
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pero nada impide su utilización en procedimientos de resultado favorable. Ej.: el de reconocimiento de
un trienio a un funcionario.
El procedimiento no se inicia jurídicamente hasta que el órgano competente para su tramitación dicte
el acto formal de incoación, pudiendo previamente abrir un período de información con el fin de
conocer las circunstancias del caso concreto y la conveniencia o no de dicha incoación.
La iniciación a instancia de parte interesada es la aplicable con carácter general a los procedimientos
de constitución de situaciones activas (es decir, de resultado previsiblemente favorable para los
peticionarios).
El acto de iniciación se denomina técnicamente solicitud, pero este apelativo es equívoco, ya que
sugiere implícitamente que la misma puede ser libremente desestimada por la Administración. Por el
contrario, el escrito de solicitud constituye el acto que per se inicia el procedimiento de modo
vinculante para la Administración. Ésta no tiene otra alternativa que tramitarlo hasta su finalización,
sin perjuicio de que la resolución sobre lo pedido sea positiva o negativa, lo que dependerá de que se
ajuste o no a Derecho.
1. FORMA DE LA SOLICITUD
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1. Hechos.
2. Razones que se invocan.
3. Petición (denominada normalmente suplico) en que se concrete
claramente lo que se solicita.
iii. En la parte final, se hará constar:
1. Lugar.
2. Fecha.
3. Firma del solicitante.
4. Órgano, centro o unidad administrativa a la que se dirige.
2. PRESENTACIÓN DE LA SOLICITUD
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presentados de manera presencial ante las Administraciones públicas, deberán ser
digitalizados por la oficina de asistencia en materia de registros en la que hayan sido
presentados para su incorporación al expediente administrativo electrónico,
devolviéndose los originales al interesado.
c. El art. 66.3 LPAC prevé que de las solicitudes, comunicaciones y escritos que
presenten los interesados electrónicamente, podrán éstos exigir el correspondiente
recibo que acredite la fecha y hora de presentación.
3. EFECTOS DE LA INICIACIÓN
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implicados, cuando la Administración cuente para ello con expresa
habilitación mediante norma con rango de Ley. Dichas medidas ex ante
habrán de ser confirmadas, modificadas o levantadas en el acuerdo de
iniciación del procedimiento, que deberá efectuarse dentro de los 15 días
siguientes a su adopción; y quedarán sin efecto si no se inicia el
procedimiento en dicho plazo o cuando el acuerdo de iniciación no contenga
un pronunciamiento expreso acerca de las mismas (art. 56.2).
ii. La posibilidad de adoptar medidas cautelares se excluye cuando las mismas
“puedan causar perjuicio de difícil o imposible reparación a los interesados
o que impliquen violación de derechos amparados por las leyes” (art. 56.4).
La primera de estas salvedades es de contenido lógico; no así la segunda,
cuya interpretación literal impediría adoptar cualquier tipo de medidas
provisionales, por cuanto las mismas, en prácticamente todos los casos,
producen violaciones de derechos (ej.: la prohibición temporal de venta de
una partida de alimentos en mal estado, que vulnera el derecho de su
propietario de ponerlos al mercado).
iii. Las medidas –tanto las adoptadas en el momento de la iniciación como con
anterioridad al mismo- pueden ser “alzadas o modificadas durante la
tramitación del procedimiento, de oficio o a instancia de parte, en virtud de
circunstancias sobrevenidas o que no pudieron ser tenidas en cuenta en el
momento de su adopción. En todo caso, se extinguirán con la eficacia de la
resolución administrativa que ponga fin al procedimiento correspondiente”
(art. 56.5).
Una vez iniciado el procedimiento se precisan una serie de actuaciones hasta que éste llegue a una
resolución final. La ordenación del procedimiento se adopta a lo largo del mismo para que se
continúe y se llegue al final (ej.: adopción de medidas cautelares, admisión de candidatos en unas
oposiciones, realización de pruebas, citaciones, emplazamientos, requerimientos...). No es una
subfase más, sino una serie de medidas que conducen a su fin. Los arts. 70 a 83 LPAC establecen
toda una serie de reglas para la tramitación de los procedimientos.
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Una vez iniciado, el desarrollo del procedimiento se rige estrictamente por el principio inquisitivo; su
tramitación no queda al arbitrio de los interesados (ni siquiera en el caso de los iniciados a instancia de
parte y en su beneficio), siendo deber de la Administración:
a. Impulsarlo de oficio en todos sus trámites (art. 71.1).
b. Realizar, también de oficio, “los actos de instrucción necesarios para la
determinación, conocimiento y comprobación de los datos en virtud de los cuales
deba pronunciarse la resolución”, sin perjuicio del derecho de los interesados a
proponerlos o a sugerir la realización de otros (art. 75.1).
La LPAC enuncia una serie de reglas tendentes a asegurar que la instrucción de los expedientes se
lleva a cabo sin trámites innecesarios y de forma ágil. Pieza clave es la proclamación del art. 71.1,
según el cual el procedimiento está “sometido al criterio de celeridad”. Entre las manifestaciones
concretas podemos reseñar:
a. El principio de simultaneidad, según el cual “se acordarán en un solo acto todos los
trámites que, por su naturaleza, admitan una impulsión simultánea y no sea
obligado su cumplimiento sucesivo” (art. 72.1). Ej.: si han de solicitarse dos
informes relativos a cuestiones diversas, no hay razón para que la solicitud del
segundo haya de esperar a que se emita el primero; ambos habrán de solicitarse al
tiempo.
b. El principio de acumulación, enunciado en el art. 57, según el cual “el órgano
administrativo que inicie o tramite un procedimiento, cualquiera que haya sido la
forma de su iniciación, podrá disponer su acumulación a otros con los que guarde
identidad sustancial o íntima conexión”. Ej.: varias solicitudes formuladas por
diversos alumnos, todos los cuales, con el mismo fundamento, solicitan la revisión
de un examen.
c. El principio de no suspensión del procedimiento: el planteamiento de cuestiones
incidentales (ej.: una discusión que se suscite entre diversos interesados acerca de la
propiedad de una finca para la que se solicita licencia de parcelación), no suspende
la tramitación del procedimiento; de esta regla sólo se exceptúa el planteamiento de
un incidente de recusación, que sí suspende el trámite del procedimiento.
d. El principio de preclusión de trámites, regulado en el art. 73. Según este artículo, los
trámites que deban ser cumplimentados por los interesados deberán realizarse en el
plazo de 10 días a partir de la notificación del correspondiente acto; si no lo
hicieren, se les podrá declarar decaídos en su derecho al trámite correspondiente;
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esto no obstante, el rigor del principio se atempera con la previsión de que se
admitirá la actuación del interesado y producirá sus efectos legales, si se produjera
antes o dentro del día que se notifique la resolución en la que se tenga por
transcurrido el plazo (ap. 1 y 3).
En cuanto al importante régimen de los plazos, hay que señalar en primer lugar que el artículo 29
LPAC establece que “los términos y plazos establecidos en ésta u otras leyes obligan a las autoridades
y personal al servicio de las Administraciones públicas competentes para la tramitación de los
asuntos, así como a los interesados en los mismos”. Se trata de una declaración que habla por sí sola
de la escasa inclinación que la cultura española tiene hacia el cumplimiento de los plazos.
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vencimiento no hubiera día equivalente a aquel en que comienza el cómputo, se
entenderá que el plazo expira el último día del mes.
Cuando el último día del plazo sea inhábil, se entenderá prorrogado al primer día hábil siguiente.
Cuando un día fuese hábil en el municipio o Comunidad Autónoma en que residiese el interesado, e
inhábil en la sede del órgano administrativo, o a la inversa, se considerará inhábil en todo caso.
La Administración General del Estado y las Administraciones de las Comunidades Autónomas, con
sujeción al calendario laboral oficial, fijarán, en su respectivo ámbito, el calendario de días inhábiles a
efectos de cómputos de plazos. El calendario aprobado por las Comunidades Autónomas comprenderá
los días inhábiles de las Entidades Locales correspondientes a su ámbito territorial, a las que será de
aplicación. Dicho calendario debe publicarse antes del comienzo de cada año en el diario oficial que
corresponda, así como en otros medios de difusión que garanticen su conocimiento generalizado.
a) Informes y dictámenes
Son actuaciones administrativas, normalmente a cargo de órganos especializados, que sirven para ilustrar al
órgano decisor, esto es, suministran al órgano competente para resolver importantes datos y cuyo
contenido son las opiniones de otros órganos administrativos o corporaciones profesionales (arts. 79 y 80
LPAC).
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emiten en dicho plazo la Administración puede proseguir sus actuaciones o, incluso, desconocerlos
si se emiten fuera del plazo.
b) Alegaciones
Las alegaciones constituyen el acto típico de los interesados en el procedimiento. Se trata de escritos
mediante los cuales los interesados aportan al expediente datos de hecho (recogidos por los
correspondientes documentos) y valoraciones de orden jurídico o técnico sobre las cuestiones que en él se
debaten. Aunque la LPAC no lo dice expresamente, nada impide que tales alegaciones se formulen de
modo oral, mediante comparecencias o entrevistas con los responsables de la tramitación, sin que sea
obligada su constancia posterior por escrito. El régimen de las alegaciones se resume en 2 puntos:
-La posibilidad ilimitada de formularlas; pueden hacerse cuantas veces se
estime necesario y, sobre todo, en cualquier momento de la tramitación anterior
al trámite de audiencia (arts. 53.1.e) LPAC).
-El deber que pesa sobre el órgano competente de tener en cuenta estas
alegaciones en el momento de elaborar la propuesta de la resolución que
finaliza el expediente.
c) Prueba
Las pruebas tienen por objeto acreditar hechos relevantes para la decisión sometida a procedimiento cuando
la Administración no tenga por ciertos los hechos alegados por los interesados o la naturaleza del
procedimiento lo exija. Se admite cualquier medio de prueba admisible en Derecho (documental, pericial,
testifical...).
El período de prueba no puede ser superior a 30 días ni inferior a 10. Sólo podrán rechazarse aquellas
pruebas propuestas por los ciudadanos que sean manifiestamente improcedentes o innecesarias, mediante
resolución motivada (art. 77).
d) Trámite de audiencia
A lo largo de la tramitación del expediente, los interesados van teniendo un conocimiento fragmentario de
su contenido y de los trámites realizados en él, en base al cual pueden formular las correspondientes
alegaciones. Cuando la instrucción llega a su fin, es de la máxima importancia que los interesados puedan
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consultar de modo conjunto ordenado la totalidad de las actuaciones, al objeto de formular resumidamente
su posición definitiva sobre todas las cuestiones que en él se han debatido.
La audiencia es una aplicación del principio de contradicción que afirma que nadie puede ser condenado sin
ser oído. Este trámite -que la jurisprudencia considera esencial- ha de tener lugar una vez instruido el
expediente y antes de redactar la propuesta de resolución. Su régimen es muy sencillo:
-El art. 82.1 LPAC indica que “instruidos los procedimientos, e inmediatamente
antes de redactar la propuesta de resolución, se pondrán de manifiesto a los
interesados…”.
-El trámite de audiencia consiste en la posibilidad de formular un último escrito
de alegaciones y aportar los documentos que estimen oportuno (art. 82.2), una
vez efectuada la consulta del expediente (también aunque ésta no haya tenido
lugar).
-El trámite de audiencia no puede ser omitido por la Administración, salvo en el
caso de que no figuren en el procedimiento ni sean tenidos en cuenta en la
resolución otros hechos ni otras alegaciones y pruebas que las aducidas por el
interesado. Ej.: cuando en el expediente no figuren más documentos que los que
el interesado hubiera aportado (art. 82.4).
e) Información pública
El art. 83 LPAC regula detalladamente un trámite de aparente relevancia pero que, no obstante, ha
tenido un éxito desigual (es poco practicado en el ámbito de la Administración estatal y autonómica;
muy frecuente, por el contrario, en la local). La información pública consiste en la exposición al
público en general (no sólo a los interesados) del contenido de un expediente administrativo, al objeto
de que pueda ser consultado por cualquier persona; y de que las mismas, si lo estiman oportuno,
expresen su parecer sobre el objeto del mismo, tanto desde el punto de vista jurídico como de pura y
simple oportunidad o preferencia personal.
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naturaleza de éste (el procedimiento) lo requiera” (art. 83.1), lo cual remite a una
valoración que es difícilmente fiscalizable.
-La información pública se convoca mediante la inserción del correspondiente anuncio en el
diario oficial correspondiente a la Administración convocante (art. 83.2); el anuncio
señalará el lugar de exhibición, debiendo estar en todo caso a disposición de las personas
que lo soliciten a través de medios electrónicos en la sede electrónica correspondiente, y
determinará el plazo para formular alegaciones, que en ningún caso podrá ser inferior a
veinte días.
-La comparecencia en el trámite de información pública es estrictamente facultativa, tanto
para los ciudadanos en general como para los propios interesados en el procedimiento;
respecto de estos últimos, el art. 83.3 advierte (de forma innecesaria) que “la
incomparecencia en este trámite no impedirá a los interesados interponer los recursos
procedentes contra la resolución definitiva del procedimiento”.
-Los comparecientes en la información pública que no poseen la condición de interesados
no la adquieren por este solo hecho; y, por tanto, tienen derecho solamente a que la
Administración dé respuesta razonada a las alegaciones que hubieran formulado (art. 83.3).
- Normal.- Cuando hay una resolución que puede ser expresa o tácita, en cuyo caso estaremos
ante el silencio administrativo. Como un subtipo de la terminación normal, podemos
destacar también la terminación convencional, que se produce cuando hay un pacto entre las
partes (acuerdo o convenio).
- Anormal.- Cuando se produce el desistimiento, la renuncia, el procedimiento haya caducado
o cuando el procedimiento no pueda terminar por imposibilidad material.
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Terminación mediante un acto administrativo expreso
Lo más habitual es que el procedimiento termine mediante una resolución expresa dictada por la
Administración a través de la cual resuelve y pone fin al procedimiento. Hay que partir del art. 21
LPAC, que establece la obligación de resolver por parte de la Administración, obligación que no
cesa ni en los supuestos de silencio administrativo.
Por lo que respecta al contenido de la resolución, para que ésta sea válida y produzca efectos deberá
contener:
1. La decisión final de la Administración, con el pronunciamiento sobre todas las cuestiones
planteadas por los interesados o que se hayan derivado de la tramitación del expediente
administrativo; decisión que deberá ser motivada -la aceptación de informes o dictámenes
también sirve de motivación-.
2. La referencia a los recursos que proceden contra la misma, órgano administrativo o
judicial ante el que hubieran de presentarse y plazo para interponerlos.
Según el art. 88.5, en ningún caso podrá la Administración abstenerse de resolver so pretexto de
silencio, oscuridad o insuficiencia de los preceptos legales aplicables al caso, aunque podrá resolver
la inadmisión de las solicitudes de reconocimiento de derechos no previstos en el ordenamiento
jurídico o manifiestamente carentes de fundamento, sin perjuicio del derecho de petición.
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En cuanto al plazo para resolver, hay que estar a las normas que regulen cada uno de los
procedimientos administrativos pero siempre con el límite que establece la LPAC de 6 meses
(art. 21.2). Únicamente cabe la posibilidad de establecer un plazo de resolución mayor cuando
una norma con rango de ley o una norma de Derecho de la Unión Europea expresamente lo
establezcan. Si las normas que regulan el procedimiento no establecen ningún plazo, se aplicará
el plazo subsidiario de 3 meses para resolver y notificar.
Silencio administrativo
Se trata de una ficción legal que se presume en los supuestos de inactividad de la Administración
pública como una garantía para los particulares. Esto es así porque la jurisdicción contencioso-
administrativa se caracteriza por su carácter revisor y dado este carácter sólo se puede acudir a la
jurisdicción cuando se haya producido el acto administrativo. Para evitar la indefensión del
ciudadano cuando no tiene un acto concreto que impugnar, se ha establecido el silencio
administrativo, que otorga a la inactividad un determinado sentido.
El silencio administrativo sólo tiene virtualidad en los procedimientos iniciados a solicitud del
ciudadano y en garantía del mismo, porque si se inicia de oficio por la Administración y el
procedimiento no se resuelve en plazo se aplicará la caducidad. No obstante, tanto si un
procedimiento se inicia de oficio como a instancia del particular, la Administración está obligada
a dictar resolución expresa (art. 21.1).
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En la LPA 1958 se reconocía el silencio administrativo como una ficción legal que
permitía el acceso del particular a la jurisdicción cuando la Administración no había
dictado expresamente una resolución en plazo. Se obligaba al particular a denunciar
ante la Administración esta inactividad por medio de la “denuncia de la mora” y, si la
Administración no contestaba o resolvía en 3 meses, se entendía denegada la
solicitud del particular (silencio negativo) y éste ya podía acudir a la jurisdicción
contencioso-administrativa.
Esa situación se modificó con la LRJPAC de 1992, ya que esta ley estableció con
carácter general que el silencio administrativo tenía carácter positivo y, además, para
hacerlo valer, el particular debía acudir a la Administración y solicitar el “certificado
de actos presuntos” que la Administración estaba obligada a otorgar en el plazo de 20
días desde su solicitud, ya que si no era así, se consideraba una falta muy grave que
podía suponer la expulsión del funcionario que se hubiera negado a emitir la
certificación de actos presuntos.
La Ley 4/99 de reforma de la LRJPAC introdujo importantes modificaciones en esta
regulación para contemplar el silencio administrativo como automático y eficaz por el
transcurso del tiempo cuando la Administración no resolviese y notificase la
resolución expresa en el plazo previsto. Con la reforma de la Ley 4/99 ya no era
necesario que el ciudadano solicitase el certificado de actos presuntos.
La regla general es la consideración del silencio como positivo, de modo que, como dice el art.
24.1, los interesados podrán entender estimadas por silencio administrativo sus solicitudes. Pero
también se prevén excepciones, de modo que el silencio será negativo:
1. Cuando una norma con rango de Ley o norma de Derecho de la Unión Europea así lo
indique.
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2. Cuando el ciudadano ejercite el derecho de petición establecido en el art. 29 CE.
3. Cuando los procedimientos tuvieran como resultado la transferencia al solicitante o a terceros
de facultades relativas al dominio público o al servicio público, impliquen el ejercicio de
actividades que puedan dañar el medio ambiente y en los procedimientos de responsabilidad
patrimonial de las Administraciones públicas.
4. Cuando se produzca n la resolución de los recursos administrativos.- Así, cuando se
interpone un recurso de alzada o de reposición, el particular verá desestimada su
pretensión pasados 3 meses y 1 mes respectivamente.
Ahora bien, hay una excepción a la excepción: en el recurso de alzada dos silencios
administrativos negativos hacen uno positivo. Así, si el particular interpone un recurso de alzada
contra una desestimación presunta de la Administración, si ésta no resuelve en plazo el recurso,
el ciudadano podrá entender estimadas sus pretensiones. Sería un modo de castigar a la
Administración por su pasividad.
Respecto a la forma de producción del silencio, se producirá de forma automática por el transcurso
del tiempo cuando la Administración no resuelve y notifica en el plazo previsto.
Los actos administrativos producidos por silencio administrativo se podrán hacer valer tanto ante la
Administración como ante cualquier persona física o jurídica. Los mismos producen efectos desde
el vencimiento del plazo máximo en el que debe dictarse y notificarse la resolución expresa sin que
la misma se haya expedido, y su existencia puede ser acreditada por cualquier medio de prueba
admitido en Derecho, incluido el certificado acreditativo del silencio producido. Este certificado se
expedirá de oficio por el órgano competente para resolver en el plazo de quince días desde que
expire el plazo máximo para resolver el procedimiento. Sin perjuicio de lo anterior, el interesado
podrá pedirlo en cualquier momento, computándose el plazo indicado anteriormente desde el día
siguiente a aquél en que la petición tuviese entrada en el registro electrónico de la Administración.
Terminación convencional
Existe otra manera normal de terminar el procedimiento administrativo que supone la previa
realización de un pacto o convenio con la Administración. La peculiaridad en esta forma de
terminar el procedimiento es que la Administración va a tener en cuenta la voluntad de aquellas
personas que están interesadas en el procedimiento. La terminación no se produce por resolución
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de carácter unilateral sino por un acuerdo entre las partes. Esta modalidad, que la ley denomina
terminación convencional, se regula en el art. 86 LPAC, que establece que las Administraciones
públicas podrán celebrar acuerdos, pactos, convenios o contratos con personas tanto de Derecho
público como privado, siempre que no sean contrarios al ordenamiento jurídico ni versen sobre
materias no susceptibles de transacción. Además, deberán tener por objeto satisfacer el interés
público que tienen encomendado, con el alcance, efectos y régimen jurídico específico que en cada
caso prevea la disposición que los regule, pudiendo tales actos tener la consideración de
finalizadores de los procedimientos administrativos.
Por tanto, para que la terminación convencional pueda poner fin al procedimiento es preciso el
cumplimiento de varios requisitos:
Que el contenido del acuerdo no resulte contrario al ordenamiento jurídico.
Que verse sobre materias susceptibles de transacción.
Que tenga por objeto satisfacer el interés público.
Que no altere las competencias atribuidas a los órganos administrativos ni las
responsabilidades que correspondan a las autoridades y funcionarios relativas al
funcionamiento de los servicios públicos.
Estos convenios requieren la aprobación expresa del Consejo de Ministros cuando versen sobre
materias de la competencia directa de dicho órgano (art. 86.3).
Además, tales convenios deben tener un contenido mínimo que alcanza a la identificación de las partes
intervinientes, el ámbito personal, funcional y territorial del convenio y el plazo de vigencia. Deberán o
no publicarse según su naturaleza y las personas a las que estuvieren destinados (art. 86.2).
Desistimiento y renuncia
Se regulan en los arts. 93 y 94 LPAC. Ambas figuras se asemejan en que suponen que el interesado
decide voluntariamente poner fin al procedimiento ya iniciado y apartarse del mismo. Sin embargo,
es muy distinto su alcance y consecuencias:
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procedimiento, pues se dejan intactos los eventuales derechos que puedan asistir al
interesado y que podrá ejercer más adelante si le conviene en otro procedimiento
distinto.
b) En la renuncia, por el contrario, el interesado abandona, no ya el procedimiento, sino
sus propios derechos, haciendo dejación expresa de los mismos, de tal forma que no
podrán ya ser ejercitados en el futuro.
Ambas figuras podrán formularse en cualquier momento del procedimiento, bien oralmente -
mediante simple comparecencia ante el funcionario encargado de la tramitación del procedimiento-,
bien por escrito -ya sea personalmente, ya a través de representante, que no necesita para ello poder
especial alguno-.
Caducidad
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