Valdovinos Margarita
Valdovinos Margarita
Valdovinos Margarita
introducción
Este artículo busca analizar la lógica con la que los altares son
utilizados en la vida ceremonial náayeri. Además de soportes
para la colocación de ciertos objetos votivos u ofrendas, los alta-
res parecen ocupar una función particular en la organización de
la dinámica ceremonial (Valdovinos, 2008). En todos los casos,
los altares aparecen en el corazón de la acción ritual, facilitando
el intercambio de ofrendas entre las personas y las demás enti-
dades que pueblan su mundo.1 Además, ayudan a organizar el
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Strathern demostró ya que una ofrenda no es nada más el resultado de un
intercambio simple, puesto que conlleva la participación de todos los miembros
de un grupo social complejo (1988).
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espacio ritual y permiten a los participantes interactuar durante
las acciones rituales.
Los náayeri se organizan en comunidades agrarias. Las apro-
ximadamente 20,000 personas que conforman este grupo (inegi,
2010) habitan en los pueblos de las cabeceras comunales y en las
rancherías que se ubican dispersas por el territorio serrano. Cada
comunidad agraria comparte una forma tradicional de gobierno
y un ciclo ceremonial, pero también una variante dialectal de la
náayeri
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Benciolini (2014) para la Mesa del Nayar y Coyle (1997) para Santa Teresa. De
San Francisco sólo se ha publicado el trabajo de Preuss sobre las artes verbales
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comunal, que es también la cabecera del municipio El Nayar. Si
bien esta agrupación asumía originalmente tanto la organización
política como la vida ceremonial de toda la comunidad (Hinton,
1990), en la actualidad las responsabilidades políticas son asu-
midas por quienes ocupan los cargos civiles ligados al munici-
pio. De esta manera, quienes ocupan los cargos del gobierno tra-
dicional se encargan casi exclusivamente de las labores rituales.
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la acción ritual frente al altar:
un espacio social polianímico
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pan en distintos subciclos ceremoniales. De forma general se
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los destinatarios de los altares
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Todas las fotografías que aparecen en este artículo son de la autora.
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ser de una gran parte de los objetos que se encuentran presentes
en el altar, puesto que las ofrendas que se le depositan están pen-
sadas en sus gustos y su perspectiva del mundo (cf. Viveiros de
Castro, 1998: 469-488).
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gla el altar con manteles cuyas decoraciones bordadas recuerdan
las propiedades del santo en cuestión y se colocan sobre él los
objetos que corresponden a los mayordomos que se ocupan de
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Lo mismo sucede con los nichos que
se colocan sobre el altar en estas ceremonias. Estas estructuras
llamadas chi’iran
sirven justamente para contener en ellas la imagen del santo al
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Por su parte, en las ceremonias agrícolas llamadas mitote, el
ritual está dirigido al maíz Téihkame, un conjunto de mazorcas
de maíz de tonos que van del rosa al rojo, cultivadas de forma se-
parada al maíz de consumo y consideradas como sagradas (Val-
dovinos, 2008). Estas mazorcas de maíz Téihkame se colocan
en el centro del altar dentro de una jícara cubierta con un paño
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dos en forma de cruz. Dependiendo de la época del año, el maíz
Téihkame se presentará en forma de granos-semilla (junio), de
elote (octubre) o de mazorca (enero) (Fig. 4).
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Otro tipo de altares se preparan en las casas de cada grupo
doméstico del pueblo en el 2 de noviembre, día de Todos Santos
(Fig. 5). En esta ocasión los altares son realizados para recibir a
los difuntos de la familia que visitarán a sus familiares. En ellos
se concentran los diferentes manjares que solían ser comidos por
los difuntos de la casa. Aquí es de notar que, además de la comi-
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ticias no pueden ser probadas por quienes viven en la casa has-
usa una mesa, sino más bien una cama que es prestada por algu-
no de los que ocupan un cargo en esa casa ceremonial. Sobre la
cama se irán colocando todas las ofrendas de fruta y productos
derivados del maíz —principalmente tamales— que irán apor-
tando todos los habitantes del barrio. Dichos productos se van
acomodando sobre la cama hasta formar la silueta de un cuerpo
humano extendido.
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los espacios ceremoniales y los altares
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Finalmente tenemos los altares que los especialistas rituales
o curanderos poseen en sus casas (Fig. 7). Es allí donde cada
especialista realiza sus ceremonias oratorias y donde recibe a las
personas que recurren a él para ser curadas o para que les ayude
a resolver cualquier problema que tenga que ver con la relación
que mantienen con otras entidades. Estos altares se despliegan
sobre mesas de madera sobre las que se colocan los objetos que
el especialista utiliza para sus prácticas rituales. En estos altares,
que también se ubican al oriente de la pieza principal de la casa y
se orientan hacia esta dirección, suelen siempre estar presente el
mú’ube’eri, ambos objetos utiliza-
tabéhri se utilizan
como receptores de las plegarias ceremoniales enunciadas por
los Principales. Las tabéhri se fabrican con una punta de madera
insertada en un pequeño carrizo que se decora luego con pintura
y plumas atadas con hilos de algodón. Por lo general, cada ta-
béhri está constituida por ciertos marcadores que indican, si se
les sabe leer, la naturaleza del rezo y la identidad del ser al que se
dirige la plegaria. Esta información se puede obtener observando
los dibujos que con pintura negra hecha a base de olote quemado
y cera se realizan sobre el carrizo, pero también a través de las
plumas con las que se viste al carrizo.
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mú’ube’eri se hacen simplemente con
un bastoncito de madera al cual se ata de un extremo una serie de
plumas que pueden apuntar en la misma dirección que la varita,
colgar de ella o ambas modalidades. Los especialistas rituales
Figura 9.
(fotografía de la autora).
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Los objetos rituales y las ofrendas que se colocan sobre los
altares, así como los participantes que se aproximan a ellos
constituyen una evidencia de la comunicación que establecen
las personas con las divinidades, los ancestros y los espíritus
tyahkwáhtye. Este encuentro entre seres diferentes se inspira cla-
ramente en el encuentro mismo de los distintos grupos sociales
que conforman la comunidad. La distribución del uso de objetos
y ofrendas recuerda justamente los intercambios ceremoniales
que se llevan a cabo también en los contextos rituales, pero entre
los diferentes grupos sociales de la comunidad. Este es el caso
de lo que sucede durante la ceremonia de entrega de los car-
gos rituales. En estas ocasiones, las ofrendas alimenticias que
se transmiten de persona a persona se instalan en mesas cuya
preparación recuerda justamente a los altares (Fig. 10). En este
sentido se puede decir que los gestos que se utilizan en el ámbito
ritual para establecer relaciones concretas entre personas y otras
entidades reproducen la manera en la que los distintos grupos
sociales establecen relaciones entre sí en el ámbito ritual.
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el altar en la acción ritual: un marcador espacial
hacia el este, ya que el principio de este altar tan especial es que representa una
inversión a lo establecido normalmente en la práctica ceremonial, tal como las
lluvias del poniente se oponen a las del oriente.
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La división vertical materializada por la estructura del altar es-
tablece una distinción entre tres planos. En cada uno de ellos se si-
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eje central del patio circular. Su instalación en el oriente no es
casual, ya que se considera que, como lo muestra su división ver-
tical tripartita, este rumbo es una réplica condensada del espacio
ritual y sus distintas divisiones.8
Una vez que se vislumbra el eje vertical encarnado por el altar
al centro del espacio ceremonial, podemos considerar que a par-
tir de él se establece una división horizontal cuatripartita del es-
pacio que lo rodea. Esta nueva distribución divide todo en cuatro
rumbos que corresponden con los rumbos cardinales. Los cua-
tro rumbos situados alrededor del eje central en repartición simé-
trica corresponden a cuatro rumbos o direcciones sagradas (Casad,
1989: 101-129): Sáhretye (Oriente), Wáwata (Poniente), Tsare-
méh (Norte) y Kwamechéh (Sur) (Fig. 12). En cada una de ellas
se presume la existencia de un grupo de tyahkwáhtye particular.
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—horizontal y vertical— se incluye un referente espacial más:
Náin-hapwa. Este término puede traducirse literalmente como
conclusiones
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