Triduo Del Espiritu Santo

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TRIDUO DEL ESPÍRITU SANTO

PENTECOSTÉS

La palabra Pentecostés viene del griego, y significa el día quincuagésimo. A los 50 días de


la Pascua, los judíos celebraban la fiesta de las siete semanas (Ex 34,22), esta fiesta en un
principio fue agrícola, pero se convirtió después en recuerdo de la Alianza del Sinaí.  
Al principio los cristianos no celebraban esta fiesta.

Los cincuenta días pascuales y las fiestas de la Ascensión y Pentecostés, forman una
unidad. No son fiestas aisladas de acontecimientos ocurridos en el tiempo, son parte de
un solo y único misterio. 
Pentecostés es fiesta pascual y fiesta del Espíritu Santo. La Iglesia sabe que nace en la
Resurrección de Cristo, pero se confirma con la venida del Espíritu Santo. Es hasta
entonces, que los Apóstoles acaban de comprender para qué fueron convocados por
Jesús; para qué fueron preparados durante esos tres años de convivencia íntima con Él. 
La Fiesta de Pentecostés es como el "aniversario" de la Iglesia. El Espíritu Santo desciende
sobre aquella comunidad naciente y temerosa, infundiendo sobre ella sus siete dones,
dándoles el valor necesario para anunciar la Buena Nueva de Jesús; para preservarlos en
la verdad, como Jesús lo había prometido (Jn 14.15); para disponerlos a ser sus testigos;
para ir, bautizar y enseñar a todas las naciones.

Si, después de la tragedia ocurrida con Jesús los apóstoles todavía se conservaban


Reunidos en el cenáculo, se debía a las oraciones y a la acción de la santísima virgen, así
como a las apariciones del Señor Resucitado. Sus corazones permanecían todavía
vacilantes, tal vez asustados de la tremenda y grandiosa responsabilidad que el Señor les
confió. Entre tanto, una esperanza los mantenía juntos perseverando unánimes en la
oración. Era la promesa hecha bajo juramento por el propio Señor Jesucristo.”Os digo la
verdad: Les conviene que yo me vaya! Porque si no me voy, el Paráclito no vendrá a
vosotros; más si me voy os lo enviaré. ( Jn 16,7)

Sí, era necesario que Jesús se fuese para que viniera el Espíritu; convenía que los
discípulos, cuya visión del Maestro era demasiado humana, para que sientan el vacío
creado por su ausencia y comprendan su origen divino. Esa nueva perspectiva solo será
alcanzada por la acción del Paráclito que les enseñaría toda la verdad”.

Así, Diez días después de su ascensión a los cielos, realizando la profecía que Él mismo
había hecho, el Hijo enviaba sobre los discípulos el Defensor prometido. Por cuya acción
repentina y eficaz, aquellos hombres tímidos fueron transformados en verdaderas
columnas de fe. Simón Pedro, que hacía pocas semanas que había negado a su Señor por
miedo a una criada, no temía ahora predicar a ese mismo Crucificado a las puertas del
templo, Santiago y Juan de temperamento colérico y ambicioso,( en una ocasión le
dijeron al Señor:”Señor quieres que mandemos bajar fuego del cielo que les consuma?”
Lc 9,54; y en otra ocasión le dijeron “Concédenos que nos sentemos uno a tu derecha y el
otro a tu izquierda cuando estés en tu gloria.” Mc 10, 37) se convertían en los paladines
de la dulzura, apóstoles del “nuevo mandamiento del amor”. Tomás, el incrédulo, haría
llegar su palabra ardorosa hasta los alejados confines de la India.

¿Qué fuerza inexplicable para los ojos humanos los movía ahora impeliéndolos a
conquistar el mundo para Cristo?. ¿Qué misterioso poder los había llenado de una nueva
infusión de dones y de los más preciosos carismas?

Afuera se oía un ruido insólito, venido del cielo, semejante a un viento impetuoso, al
mismo tiempo en que sobre la cabeza de cada uno reposaba una lengua de fuego. Estas
señales exteriores, que confirmaban el cambio operado en sus espíritus eran símbolos
de la gracia otorgada, del ímpetu de la caridad y de la grandeza de Dios que trabaja. El
viento al cual Jesús ya hiciera alusión en el diálogo con Nicodemo (Jn 3,8) “ El viento
sopla donde quiere y tu oyes su silbido; pero no sabes de donde viene ni a donde va. Así
le sucede al que ha nacido del Espíritu.”Figuraban las inspiraciones repentinas enviadas
por el Espíritu. En cuanto a las lenguas de fuego inundando de ígneo resplandor la sala
del Cenáculo, indicaban la plenitud de la fe y amor que convenía a los anunciadores de la
Palabra de Dios. Y el don de lenguas que significa la universalidad de la manifestación del
Espíritu, para que todo el mundo conozca y entienda la verdad anunciada por Cristo en
su Evangelio.

En el Paráclito encontramos la explicación del gran secreto por el cual la iglesia “toda
gloriosa, sin mancha, sin arruga, sin cualquier otro defecto semejante, sino santa e
irreprensible”(Ef 5,27) continua su cortejo victorioso a lo largo de los siglos, engendrando
nuevos hijos y llevando su doctrina hasta los confines del mundo.

Es el mismo Espíritu Santo que, desde hace dos mil años hasta ahora, sigue descendiendo
sobre quienes creemos que Cristo vino, murió y resucitó por nosotros; sobre quienes
sabemos que somos parte y continuación de aquella pequeña comunidad, ahora
extendida por tantos lugares; sobre quienes sabemos que somos responsables de seguir
extendiendo su Reino de Amor, Justicia, Verdad y Paz entre los hombres.

La misión del Hijo fue protagonizada por un individuo absolutamente único: ¡Jesús de
Nazaret! La misión del Espíritu abarca a todos los individuos y recorre la historia entera, El
término hebreo utilizado por el Antiguo Testamento para designar al Espíritu es "ruah",
este término se utiliza también para hablar de "soplo", "aliento", "respiración". El soplo de
Dios aparece en el Génesis, como la fuerza que hace vivir a las criaturas, como una
realidad íntima de Dios, que obra en la intimidad del hombre. Desde el Antiguo
Testamento se puede vislumbrar la preparación a la revelación del misterio de la
Santísima Trinidad: Dios Padre es principio de la Creación; que la realiza por medio de su
Palabra, su Hijo; y mediante el Soplo de Vida, el Espíritu Santo.

EL ESPÍRITU SANTO DE AYER Y DE HOY

En génesis 1,2 nos dice: “y el soplo de Dios se movía sobre la superficie de las aguas” esto
quiere decir que el Espíritu de Dios aleteaba sobre las aguas para fecundarlas. Y también
cuando nos cubre el agua del bautismo el Espíritu de Dios se junta con nuestro espíritu
para que de él brote la vida nueva de los hijos de Dios; en el desierto, el Arca de la
Alianza fue un signo de la presencia de Dios que acompaña a los hombres en su
peregrinar. En Isaías 61, 1 encontramos el texto que Jesús lee en la sinagoga de Nazaret
“El Espíritu del Señor Yavé está sobre mí. Yavé me ha ungido. ¡El Espíritu santo es una
fuerza potentísima de Dios!

Y así, podemos descubrir que en toda la Biblia está presente el Espíritu de Dios, que
jamás se queda quieto, pero que se mueve con un movimiento inmóvil, imperceptible y en
su inmovilidad se comunica a todos. Permanece siempre en reposo y aun así actúa
siempre; y en su reposo realiza las obras más dignas y admirables. Habla sin articular
palabras y todos escuchan su divino silencio. Su inmensa y aguda ciencia lo conoce todo,
lo escucha todo y lo descubre todo. Sin necesidad de prestar atención oye la más mínima
palabra dicha en lo más recóndito del corazón. ¡El Espíritu es acción, es vida.. Todo el
universo está comandado por el Espíritu de Dios!

Sin embargo de que el Espíritu de Dios ha estado operando siempre a través de los siglos,
en el antiguo Testamento no es muy reconocido o es presentado en forma velada. Y a
partir de la Nueva Alianza, es Jesús, quien lo presenta oficialmente, al despedirse de sus
discípulos en la última cena, les dice: “Si ustedes me aman guardarán mis mandamientos,
y yo rogaré al Padre, y les dará otro Intérprete que permanecerá siempre con ustedes.
Este es el ESPÍRITU DE VERDAD, que el mundo no puede recibir porque no lo ve ni lo
conoce. Pero ustedes lo conocen porque permanece con ustedes.

No los dejaré huérfanos sino que vengo a ustedes. Dentro de poco, el mundo no me verá
más, pero ustedes me verán porque yo vivo, y ustedes también vivirán……En adelante el
Espíritu Santo Interprete, que el Padre les enviará en mi nombre les va a enseñar todas las
cosas y les va a recordar todas mis palabras (Jn 14,15-19.26)

El está siempre junto a nosotros porque es el Paráclito que nos ofreció Jesús. Lo único que
debemos pedirle es que nos llene de El. Decirle: Espíritu Santo lléname de ti, lléname de
luz, lléname de fe, lléname de paz, lléname con el fuego de tu amor, amor del Padre y del
Hijo.
El Paráclito, ES LA VERDAD, como lo es Cristo. Los campos de acción en que actúa el
Espíritu Santo, son el espíritu humano y la historia del mundo. La distinción entre la
verdad y el error es el primer momento de dicha actuación. 
Permanecer y obrar en la verdad es el problema esencial para los Apóstoles y para los
discípulos de Cristo, desde los primeros años de la Iglesia hasta el final de los tiempos, y es
el Espíritu Santo quien hace posible que la verdad a cerca de Dios, del hombre y de su
destino, llegue hasta nuestros días sin alteraciones

: El Espíritu Santo ES FUERZA QUE SANTIFICA porque Él mismo es "espíritu de santidad". 


(Cf. Is. 63, 10-11) En el Bautismo se nos da el Espíritu Santo como "don" o regalo, con su
presencia santificadora. Desde ese momento el corazón del bautizado se convierte en
Templo del Espíritu Santo, y si Dios Santo habita en el hombre, éste queda consagrado y
santificado.

San Lucas (3,21-22) nos narra  que cuando Jesús descendió hasta las aguas, en un acto de
obediencia para ser bautizado, se abrieron los cielos y el Espíritu Santo bajó sobre él y se
manifestó como una aparición como de paloma y del cielo llegó una voz: “Tu eres mi Hijo,
el Amado; Tú eres mi Elegido”. Se considera que la clave para vivir la unción del Poder del
Espíritu Santo es la obediencia a Dios, la cual provoca que el cielo se abra sobre mi vida
para que llegue a mí el Espíritu Santo

El hecho de que el Espíritu Santo habite en el hombre, alma y cuerpo, da una dignidad
superior a la persona humana que adquiere una relación particular con Dios, y da un
nuevo valor a las relaciones interpersonales. (Cf. 1Cor 6,19)

EL ESPÍRITU SANTO Y LA IGLESIA

La Iglesia no es una sociedad como cualquiera; no nace porque los apóstoles hayan sido
afines; ni porque hayan convivido juntos por tres años; ni siquiera por su deseo de
continuar la obra de Jesús. Lo que hace y constituye como Iglesia a todos aquellos que
"estaban juntos en el mismo lugar" (Hch 2,1), es que "todos quedaron llenos del Espíritu
Santo" (Hch 2,4).

Todo lo que la Iglesia anuncia, testimonia y celebra es siempre gracias al Espíritu Santo.
Son dos mil años de trabajo apostólico, con tropiezos y logros; aciertos y errores, toda
una historia de lucha por hacer presente el Reino de Dios entre los hombres, que no
terminará hasta el fin del mundo, pues Jesús antes de partir nos lo prometió: "…yo estaré
con ustedes, todos los días hasta el fin del mundo" (Mt. 28,20). Y todos los que creemos
en Él esperamos su segunda y definitiva venida, mientras tanto, es el Espíritu Santo quien
da vida a la Iglesia, quien la guía y la conduce hacia la verdad completa.
LOS SÍMBOLOS DEL ESPÍRITU SANTO   
Al Espíritu Santo se le representa de diferentes formas:

 El Agua:
El agua significa la acción del Espíritu Santo en el Bautismo; así, el agua bautismal
significa realmente que nuestro nacimiento a la vida divina se nos da en el Espíritu
Santo. 

 El Fuego: Simboliza la energía transformadora de los actos del Espíritu. El


Espíritu es un fuego que arde sin consumirse. Necesitamos el fuego de Dios. Cada
día es Pentecostés. Cada día nos levantamos valientemente y salimos a proclamar
nuestra fe.

 La Unción: Simboliza la fuerza. La unción con el óleo es sinónima del


Espíritu Santo. En el sacramento de la Confirmación se unge al confirmado para
prepararlo a ser testigo de Cristo.
 Cristo” quiere decir “Ungido”. Jesús es el ungido por excelencia. El servidor
de Dios. El profeta de la verdad.
 El Sello: Es un símbolo cercano al de la unción. Indica el carácter indeleble
de la unción del Espíritu en los sacramentos y hablan de la consagración del
cristiano.
 VIENTO:
Los antiguos tenían la experiencia del viento, brisa apacible o vendaval
destructivo, una realidad inmaterial, no se le veía. No se le puede agarrar, pero es
acción realísima, elemento misterioso, indispensable para la vida; el hombre no lo
puede domar.

“Entonces Dios formó al hombre del polvo de la tierra, sopló en sus narices
aliento de vida y fue el hombre ser viviente” (Gen 2,7). “Cuando llegó la noche de
aquel mismo día (el día de la Resurrección)…..les dijo por segunda vez: La paz esté
con ustedes. Como el Padre me ha enviado, así también los envío yo. Y dicho esto
sopló y les dijo: Reciban el Espíritu Santo…” (Jn 20, 20-22).
 La Nube y la Luz: Símbolos inseparables en las manifestaciones del Espíritu
Santo. Así desciende sobre la Virgen María para "cubrirla con su sombra". En el
Monte Tabor, en la Transfiguración, y el día de la Ascensión; aparece una sombra
y una nube. La Nube, unas veces oscura, otras, luminosa, revela al Dios vivo y
salvador, tendiendo así un velo sobre la trascendencia de su gloria.
 La Mano: Mediante la imposición de manos los Apóstoles y ahora los
Obispos, trasmiten el "don del Espíritu".
 La Paloma: En el Bautismo de Jesús, el Espíritu Santo aparece en forma de
paloma y se posa sobre Él. Es la representación simbólica más gráfica y conocida
del Espíritu Santo
 Oraciones al Espíritu Santo

Ven, Espíritu divino, manda tu luz desde el cielo. Padre amoroso del pobre; don, en tus
dones espléndido, luz que penetras las almas, fuente de mayor consuelo. 
Ven, dulce huésped del alma, descanso de nuestro esfuerzo; tregua en el duro trabajo,
brisa en las horas de fuego; gozo que enjuga las lágrimas y reconforta en los duelos. 
Entra hasta el fondo del alma, Divina Luz, y enriquécenos. Mira el vacío del hombre si tu
le faltas por dentro, mira el poder del pecado cuando no envías tu aliento. 
Riega la tierra en sequía, sana el corazón enfermo, lava las manchas, infunde calor de
vida en el hielo. Doma el espíritu indómito, guía al que tuerce el sendero. 
Reparte tus siete dones según la fe de tus siervos. Por tu bondad y tu gracia, dale al
esfuerzo su mérito; salva al que busca salvarse y danos tu gozo eterno. AMÉN.

Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu
amor. Envía Señor, tu Espíritu y todo será creado y se renovará la faz de la tierra. 
¡Oh, Dios, que has instruido los corazones de tus fieles con la luz de tu Espíritu Santo!,
concédenos que sintamos rectamente con el mismo Espíritu y gocemos siempre de su
divino consuelo. 
Por Jesucristo, Nuestro Señor. AMÉN.

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