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Derechos Humanos - Bolilla 9

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DERECHOS HUMANOS

BOLILLA IX
DERECHOS DE LOS PUEBLOS INDÍGENAS

DISPOSICIONES DE LA CONSTITUCIÓN NACIONAL


En términos generales, los derechos de los pueblos y las personas indígenas
reconocidos en la Declaración de las Naciones Unidas sobre los derechos de los
pueblos indígenas forman parte de la legislación argentina, ya que se encuentran
reconocidos en la Constitución Nacional, en los tratados de derechos humanos con
jerarquía constitucional, en el Convenio 169 de la Organización Internacional del
Trabajo sobre pueblos indígenas y tribales en países independientes y algunas
leyes nacionales y provinciales.
En su reforma de 1994, la Constitución incorporó el reconocimiento de derechos a
los pueblos indígenas argentinos, en cuanto a su preexistencia étnica y cultural en
el artículo 75, inciso 17, y la pluralidad cultural del país, en el inciso 19 del mismo
artículo.
El art. 75 inc. 17, en cuanto a las atribuciones del Congreso reza: “Reconocer la
preexistencia étnica y cultural de los pueblos indígenas argentinos.
Garantizar el respeto a su identidad y el derecho a una educación bilingüe e
intercultural; reconocer la personería jurídica de sus comunidades, y la posesión y
propiedad comunitarias de tierras que tradicionalmente ocupan y regulan la
entrega de otras aptas y suficientes para el desarrollo humano; ninguna de ellas
será enajenable, transmisible ni susceptible de gravámenes o embargos. Asegurar
su participación en la gestión referida a sus recursos naturales y a los demás
intereses que los afecten. Las provincias pueden ejercer concurrentemente estas
atribuciones”.
Este inciso tiene en su mayoría cláusulas meramente declarativas, y que necesitan
de una ley del Congreso para tener operatividad, con algunas excepciones (como la
garantía a la propiedad comunitaria de los indígenas).
Para una parte de la doctrina, este inciso es inconstitucional por violar al art. 16 al
reconocer “prerrogativas de sangre y nacimiento” y al impedir la movilidad social,
porque la condición diferenciadora proviene de la pertenencia a una raza.
En cambio, para Bidart Campos, no hay violación del principio de “igual trato en
iguales circunstancias”, ya que los indios (quienes para el autor se encuentran en
una posición desigual) merecen estas excepciones y privilegios para obtener una
igualdad real para con el resto de los ciudadanos. Así, inversamente, “no se trata de
manera igual a quienes se encuentran en situaciones desiguales”.
El inc. 19, por su parte, le atribuye al Congreso la potestad de: “Dictar leyes que
protejan la identidad y pluralidad cultural, la libre creación y circulación de las
obras del autor; el patrimonio artístico y los espacios culturales y audiovisuales”.

CONVENIO 169 DE LA OIT


El Convenio sobre Pueblos Indígenas y Tribales (1989) es un tratado internacional,
adoptado por la Conferencia Internacional del Trabajo.
El Convenio refleja el consenso logrado por los mandantes tripartitos de la OIT en
relación con los derechos de los pueblos indígenas y tribales dentro de los
Estados-nación en los que viven y las responsabilidades de los gobiernos de
proteger estos derechos. El Convenio se fundamenta en el respeto a las culturas y

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las formas de vida de los pueblos indígenas y reconoce sus derechos sobre las
tierras y los recursos naturales, así como el derecho a decidir sus propias
prioridades en lo que atañe al proceso de desarrollo.
El objetivo del Convenio es superar las prácticas discriminatorias que afectan a
estos pueblos y hacer posible que participen en la adopción de decisiones que
afectan a sus vidas. Por lo tanto, los principios fundamentales de consulta y
participación constituyen la piedra angular de este instrumento.
A modo de síntesis, el Convenio pregona por la protección de "los valores y
prácticas sociales, culturales, religiosos y espirituales propios" de los pueblos
indígenas, y define "la importancia especial que para las culturas de nuestro
territorio y valores espirituales de los pueblos interesados reviste su relación con
las tierras o territorios", así como la importancia de las actividades económicas
tradicionales para su cultura.
También, que los servicios de salud para indígenas deberán organizarse en forma
comunitaria, incluyendo los métodos de prevención, prácticas curativas y
medicamentos tradicionales. Los programas de educación "deberán abarcar su
historia, sus conocimientos y técnicas, sus sistemas de valores" y además, "deberán
adoptarse disposiciones para preservar las lenguas indígenas".
Ahora bien, por “pueblos indígenas” el Convenio entiende “a los pueblos en países
independientes, considerados indígenas por el hecho de descender de poblaciones
que habitaban en el país o en una región geográfica a la que pertenece el país en la
época de la conquista o la colonización o del establecimiento de las actuales
fronteras estatales y que, cualquiera que sea su situación jurídica, conservan todas
sus propias instituciones sociales, económicas, culturales y políticas, o parte de
ellas”. En cambio, por “pueblos tribales” el instrumento no ofrece una definición.
No obstante, la Corte IDH los ha definido como “un pueblo que no es indígena a la
región (que habita) pero que comparte características similares con los pueblos
indígenas, como tener tradiciones sociales, culturales y económicas diferentes de
otras secciones de la comunidad nacional, identificarse con sus territorios
ancestrales y estar regulados, al menos en forma parcial, por sus propias normas,
costumbres o tradiciones”.
En cuanto a las obligaciones estatales, la responsabilidad de aplicar el Convenio
recae en los gobiernos de los países ratificantes.
Teniendo en cuenta su amplio alcance, el Convenio subraya que la acción de los
gobiernos deberá ser coordinada y sistemática. En la mayoría de los casos, lo
anterior implica el establecimiento de mecanismos de coordinación entre
numerosas instituciones y poderes gubernamentales ya que las cuestiones
indígenas tienen implicancias para distintos sectores y regiones geográficas.
En todas las disposiciones del Convenio, se subraya que las medidas adoptadas
para su aplicación deberán ser planificadas, coordinadas, ejecutadas y evaluadas en
cooperación con los pueblos indígenas. Para realizar lo anterior, el Estado debe
establecer mecanismos de consulta y de participación. El proceso de aplicación es
único en cada país, pues debe ajustarse a circunstancias sociales, culturales,
geográficas, económicas e históricas específicas. Por lo tanto, el Convenio ofrece
flexibilidad al disponer que la naturaleza y el alcance de las medidas de aplicación
deberán determinarse teniendo en cuenta las condiciones propias de cada país. 

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DECLARACIÓN DE LAS NACIONES UNIDAS SOBRE DERECHOS DE LOS PUEBLOS


INDÍGENAS
La Declaración de las Naciones Unidas sobre Derechos de los Pueblos Indígenas
(2007) no es un instrumento coercitivo del derecho internacional, pero sí
representa el desarrollo internacional de las normas jurídicas y refleja el
compromiso de la Organización de Naciones Unidas y de los Estados miembros
para el tratamiento de los pueblos indígenas. 
En sus considerandos, la Declaración reconoce el derecho de los pueblos indígenas
a la libre determinación, en el sentido del derecho a la autonomía o al autogobierno
en las cuestiones relacionadas con sus asuntos locales e internos, y dentro del
respeto a la integridad de los Estados, en el marco del sistema de tratados de
derecho humanos. 
Sobre la base de un espíritu constructivo de relación entre los Estados y los
pueblos indígenas, se reconoce el derecho a ser diferentes, reafirmando así la
diversidad cultural y reconociendo el aporte de cada pueblo a esa diversidad; se
rechaza el racismo y se reconocen las injusticias históricas y sus consecuencias. 
La comunidad internacional acepta en la Declaración que existe una urgente
necesidad de respetar y promover los derechos de los pueblos indígenas, en
especial los referidos a sus tierras o territorios y recursos, pues se sabe bien que
estos derechos son fundamentales para garantizar la continuidad y la existencia
perdurable de los pueblos por su estrecha relación espiritual con su entorno. 
El art. 2 de la Declaración hace mención expresa a los pueblos indígenas, pues la
discriminación puede ir no sólo contra las personas sino también contra el
colectivo, cuando, por ejemplo, no se le reconoce el derecho a su espiritualidad o a
sus lugares sagrados. 
El derecho a la nacionalidad es otro derecho humano fundamental, que obliga al
Estado a registrar legalmente a cada niña, niño o adulto indígena, y a darle los
documentos que así lo acreditan. 
La Declaración incluye, además, expresa mención al derecho de los pueblos
indígenas a que la educación pública y los medios de información públicos reflejen
la dignidad y diversidad de sus culturas, tradiciones, historias y aspiraciones. 
El derecho a acceder a información también es otro punto clave, ya que se reconoce
el derecho a la libertad de opinión y expresión, y el derecho de buscar, recibir e
impartir información e ideas por cualquier medio. En este aspecto, la experiencia
de los medios comunitarios de comunicación ha permitido mejorar el sentido de
identidad de las comunidades indígenas, así como conectarlas con servicios
educativos, sanitarios, agrícolas, entre otros. 
La Declaración requiere a los Estados que, en consulta y cooperación con los
pueblos indígenas, tomen medidas eficaces y específicas para proteger a los niños y
las niñas indígenas contra la explotación. 
La defensa del derecho de los pueblos indígenas a mejorar sus condiciones
económicas y sociales es una necesidad innegable, dadas las desventajas que
muchos de ellos poseen. Sin embargo, la Declaración no establece un derecho
absoluto al mejoramiento económico y social: sólo exige que los Estados deben
tomar medidas especiales “cuando proceda”, es decir, cuando se logre establecer
que la marginación o las diferencias negativas en las condiciones de vida con
respecto al resto de la sociedad así lo justifican. 
El mantenimiento y desarrollo de los sistemas y las instituciones políticas,
económicas y sociales por parte de los pueblos indígenas, el disfrute de sus medios
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y actividades económicas y la reparación por casos de desposeimiento económico


son otros derechos mencionados en el instrumento. 
Éste, a su vez, reconoce también el derecho de los pueblos indígenas a mantener y
desarrollar sus sistemas y sus instituciones políticas (gobierno, asambleas, alianzas
entre comunidades y pueblos, movimientos políticos), económicas (sistemas de
producción, de comercialización, de asociación, de ahorro y financiamiento) y
sociales (sistemas de educación, salud, convivencia) de manera amplia y categórica.
Por último, los pueblos indígenas y sus miembros tienen derecho a seguir usando
sus medicinas, nótese también que el derecho reconocido se refiere no sólo a las
medicinas y prácticas tradicionales, sino también a la conservación de plantas,
animales y minerales, que pueden ser deteriorados o extinguidos por efecto de
contaminación, proyectos industriales o de otro tipo, deforestaciones, etcétera. 

DECLARACIÓN AMERICANA DE DERECHOS DE LOS PUEBLOS INDÍGENAS


La Declaración Americana sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas (2016)
afirma en su preámbulo que “los pueblos indígenas son sociedades originarias,
diversas y con identidad propia que forman parte integral de las Américas”. La
autoidentificación como pueblos indígenas es un criterio fundamental para
determinar a quienes se aplica la Declaración.
El derecho a la libre determinación de los pueblos está reconocido en este
instrumento siempre que no se lo entienda “en el sentido de que autoriza o alienta
acción alguna encaminada a quebrantar o menoscabar, total o parcialmente, la
integridad territorial o la unidad política de Estados soberanos independientes”.
Los pueblos indígenas tienen derecho al goce pleno de todos los derechos humanos
y libertades fundamentales reconocidos en la Carta de la ONU, de la OEA, y el
Derecho Internacional de los Derechos Humanos (arts. 1 a 6).
Las mujeres indígenas, por su parte, tienen derecho al reconocimiento, protección
y goce de todos los derechos humanos y libertades fundamentales que reconoce el
Derecho Internacional, libres de todas las formas de discriminación (art. 7).
Por otro lado, los Estados reconoceran plenamente la personalidad jurídica de los
pueblos indígenas, los cuales tienen derecho a rechazar todo intento externo de
asimilación, manteniendo, expresando y desarrollando libremente su identidad
cultural, además del derecho a no ser objeto de forma alguna de genocidio o
intento de exterminio, ni de racismo, discriminación racial, xenofobia y otras
formas conexas de intolerancia (arts. 9 a 12).
El derecho a la identidad y a la integridad cultural, por su parte, comprenden el
derecho de preservar, usar, desarrollar, revitalizar y transmitir a las generaciones
futuras las historias, lenguas, tradiciones orales, filosofías, sistemas de
conocimientos, escritura, literatura de los pueblos indígenas, junto con el derecho a
designar y a mantener sus propios nombres para sus comunidades, individuos y
lugares (arts. 8 y 14). Además, los pueblos y personas indígenas tienen el derecho a
gozar de todos los niveles de educación, sin discriminación (art. 15).
Otro derecho de esos pueblos es el de ejercer libremente su propia espiritualidad y
sus creencias, al que se suman el derecho a sus propios sistemas y prácticas de
salud y el derecho a vivir en armonía con la naturaleza y a un ambiente sano,
seguro y sustentable (arts. 16, 18 y 19).
Entre los derechos organizativos y políticos enunciados, adquiere particular
relevancia el derecho a la participación plena y efectiva, por conducto de
representantes elegidos por los pueblos indígenas de conformidad con sus propias
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instituciones, en la adopción de decisiones en cuestiones que afecten sus derechos


y tengan relación con leyes, políticas públicas, programas, planes y acciones
relacionadas con los asuntos indígenas. Otros derechos reconocidos son los de
asociación, reunión, libertad de expresión y de pensamiento, y derecho a que el
derecho y los sistemas jurídicos indígenas sean respetados por el orden jurídico
nacional, regional e internacional.
Finalmente, respecto a los derechos sociales, económicos y de propiedad, la
Declaración enuncia como derechos el de la tierra, territorios y recursos que
tradicionalmente los pueblos indígenas han poseído, ocupado o utilizado o
adquirido (art. 25). Junto con ello, se proclama el deercho de los pueblos y
personas indígenas al acceso a los derechos y garantías de la ley laboral nacional y
las leyes internacionales (art. 27); a la protección del patrimonio cultural y la
propiedad intelectual (art. 28); al desarrollo (art. 29); y a la paz y la seguridad (art.
30).

CASOS SOBRE PUEBLOS INDÍGENAS EN LA JURISPRUDENCIA DE LA CORTE


INTERAMERICANA DE DERECHOS HUMANOS

Caso Aloeboetoe y otros c/Suriname (1991)


Este fallo trata la temática del derecho a la personalidad jurídica de los miembros
de una comunidad indígena.
En él, la identificación de los hijos de las víctimas, sus cónyuges y ascendientes
ofreció graves dificultades a las partes y al tribunal. Se trataba de siete miembros
de un pueblo que vivían en la selva y que se expresaban sólo en su lenguaje nativo.
Habían sido asesinados por miembros de las fuerzas armadas bajo el pretexto de
que pensaban que éstas personas pertenecían a una organización armada llamado
“Comando de la Selva”. Los matrimonios y los nacimientos generalmente no eran
registrados oficialmente y cuando así ocurría, no se incluían datos suficientes para
acreditar enteramente la filiación de las personas. 
La cuestión de la identificación se tornó aún más difícil debido a la práctica de la
poligamia. 
El Estado surinamés sostuvo que a efectos de otorgar las reparaciones solicitadas
por las víctimas se requería conocer, basados en datos racionales y ciertamente
comprobables, detalles específicos de todas las víctimas, respecto del elenco
familiar que quedó desprotegido. 
La Corte consideró que la identidad de las personas debía probarse, “en general,
mediante la documentación correspondiente”, pero dado que en el caso en cuestión
se demostró que la situación en que se encontraban las víctimas se debía en gran
medida a que el Estado no mantenía en la región los registros civiles en número
suficiente y, por ello, no podía otorgar la documentación a todos los habitantes, el
tribunal resolvió que “Suriname no puede exigir entonces que se pruebe la filiación
y la identidad de las personas mediante elementos que no suministra a todos sus
habitantes en aquella región”. Agregó que “Suriname no ha ofrecido en este litigio
suplir su inacción aportando otras pruebas sobre la identidad y la filiación de las
víctimas y sus sucesores”. 
Por tales razones, el tribunal rechazó el argumento del Estado y procedió a
decretar lo pertinente sobre las personas que la CIDH identificó con las pruebas
que tuvo a su alcance y que fueron calificadas por el tribunal como verosímiles,
teniendo en cuenta las circunstancias del caso.
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La Corte, no obstante, no decretó una violación al derecho reconocido en el artículo


3 de la CADH. De hecho, la CIDH tampoco solicitó en su demanda que se declarara
tal violación. 
Como resarcimiento, se fijó un elevado monto de dinero en concepto de reparación
a los familiares de las víctimas.

Caso Comunidad Indígena Sawhoyamaxa c/Paraguay (2005)


En este fallo, la Corte tuvo por demostrado que 18 miembros de la comunidad
Sawhoyamaxa que fallecieron y sus muertes fueron atribuidas a omisiones del
Estado, no contaron con registros de nacimiento y defunción, ni con algún otro
documento proveído por el Estado capaz de demostrar su existencia e identidad.
Los miembros de la Comunidad vivían en condiciones de extremo riesgo y
vulnerabilidad, por lo que tenían serios impedimentos económicos y geográficos
para obtener el debido registro de nacimientos y defunciones, así como otros
documentos de identidad. 
La Corte indicó que el derecho al reconocimiento de la personalidad jurídica
representaba un parámetro para determinar si una persona era titular o no de los
derechos de que se trate, y si los podía ejercer. Señaló que la violación de aquel
reconocimiento suponía “desconocer en términos absolutos la posibilidad de ser
titular de esos derechos y contraer obligaciones”, y ponía al individuo en una
situación vulnerable.
Según el tribunal, era deber del Estado “procurar los medios y condiciones
jurídicas en general, para que el derecho al reconocimiento de la personalidad
jurídica pueda ser ejercido por sus titulares”. En especial, el Estado estaba obligado
a “garantizar a aquellas personas en situación de vulnerabilidad, marginalización y
discriminación, las condiciones jurídicas y administrativas que les aseguren l
ejercicio de este derecho, en atención al principio de igualdad ante la ley” 
Al haberse demostrado que: Los miembros de la comunidad permanecieron en un
“limbo legal” en el que “si bien nacieron y murieron en el Paraguay, su existencia
misma e identidad nunca estuvo jurídicamente reconocida, es decir, no tenían
personalidad jurídica”; y que era deber del Paraguay implementar mecanismos que
permitan a toda persona obtener el registro de su nacimiento u otros documentos
de identificación, resguardando que estos procesos, en todos sus niveles, sean
accesibles jurídica y geográficamente, para hacer efectivo el derecho al
reconocimiento de la personalidad jurídica; la Corte estimó que el Estado violó el
derecho al reconocimiento de la personalidad jurídica y sentenció que:
● La Sentencia de Fondo, Reparaciones y Costas constituye per se una forma
de reparación. 
● El Estado debe adoptar todas las medidas legislativas, administrativas y de
cualquier otra índole necesarias para, en el plazo máximo de tres años,
entregar física y formalmente a los miembros de la Comunidad
Sawhoyamaxa sus tierras tradicionales. 
● El Estado deberá implementar un fondo de desarrollo comunitario. 
● El Estado deberá efectuar el pago por concepto de daño inmaterial y costas
y gastos dentro del plazo de un año, contado a partir de la notificación del
presente fallo. 
● Mientras los miembros de la  Comunidad indígena Sawhoyamaxa se
encuentren sin tierras, el Estado deberá suministrarles los bienes y
servicios básicos necesarios para su subsistencia.
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● El Estado deberá realizar, en el plazo máximo de un año contado a partir de


la notificación de la presente sentencia, un programa de registro y
documentación. 
● El Estado deberá adoptar en su derecho interno, en un plazo razonable, las
medidas legislativas, administrativas y  de cualquier otro carácter que sean
necesarias para crear un mecanismo eficaz de reclamación de tierras
ancestrales de los miembros de los pueblos indígenas que haga cierto sus
derechos sobre sus tierras tradicionales. 

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