Kroskrity 2004 Ideologías Lingüísticas
Kroskrity 2004 Ideologías Lingüísticas
Kroskrity 2004 Ideologías Lingüísticas
(ed) A companion to
linguistic anthropology, 496- 514. Oxford: Blackwell Publishing. Traducción de Brenda
Steeb para la Cátedra de Etnolingüística. Supervisión y corrección de Florencia Ciccone.
Ideologías lingüísticas
Paul V. Kroskrity
I. Introducción
(1) Si un estudiante desea ser considerado para el apoyo financiero, él o ella deberá
completar un formulario.
(2) Si un estudiante desea ser considerado para el apoyo financiero, (él) deberá completar un
formulario.1
1 En inglés la diferencia se explicita aún más por la presencia obligatoria del sujeto expreso: If a
student wishes to be considered for financial assistance, he must complete an application.
2 “Debate de los ébanos”. Se denomina “de los ébanos” a la variedad de inglés hablada por la
población afrodescendiente en EEUU, también denominada African American Vernacular
English.
afroamericano no era una lengua legítima y por lo tanto era un recurso inapropiado para
cualquier discurso educativo o las opiniones detrás de la conocida legislación “English
only” que indica que el inglés es de alguna manera una lengua “amenazada”. También
son ideologías lingüísticas las creencias sobre la adecuación lingüística del ASL
(American Sign Language) y otros lenguajes de señas para las comunidades sordas
(LeMaster and Monaghan, este volumen) o la transparencia de la comunicación gestual
(Haviland, este volumen). Asimismo, son creencias acerca de cómo las lenguas son
adquiridas, como por ejemplo la convicción samoana y kaluli de que los niños muy
pequeños no son destinatarios apropiados para la interacción verbal de los adultos
(Ochs y Schieffelin, 1984) o la idea de los hablantes de gapun (Nueva Guinea) de que
los chicos deben aprender la lengua ancestral, taiap, aun cuando no sea hablada
regularmente en sus hogares (Kulick, 1992; 248). Son creencias sobre el contacto entre
lenguas (Garrett, este volumen) y el multilingüismo que incluyen, por ejemplo, los
intentos deliberados de los hablantes de tewa de Arizona, una comunidad del grupo
indígena Pueblo, para evitar préstamos de otras lenguas, o celebraciones del
bilingüismo a través del cambio de código conversacional de los puertorriqueños de
Nueva York, y expresiones de consternación de hablantes de náhuatl del norte de
Mexico que no hablan ni mexicano ni español “correctamente” - en su forma “apropiada”
purista. En conclusión, las ideologías lingüística son creencias o sensaciones sobre el
lenguaje como es usado en su mundo social.3
Este capítulo explora brevemente esta tendencia relativamente reciente en el
trabajo lingüístico antropológico: el análisis del lenguaje y el discurso como un recurso
político económico usado por hablantes particulares, etnias y otros grupos de interés, y
estados-nación. Provee una mirada general de su desarrollo conceptual e identifica e
ilustra algunos de sus temas principales. Entiendo esta caracterización de “las
ideologías lingüísticas”, que uso por defecto como un concepto plural (por razones que
explicaré luego), para circunscribir un cuerpo de investigaciones que al mismo tiempo
problematizan la conciencia de los hablantes sobre su lengua y discurso, así como su
posicionamiento (en el sistema político económico) al moldear las creencias, proclamas
y evaluaciones de las formas lingüísticas y las prácticas discursivas (Kroskrity 2000b). Al
hacer esto, restrinjo el alcance de este capítulo a un grupo de investigaciones puestas
en su gran mayoría en el centro de la lingüística antropológica, que pone el foco en la
investigación que ha surgido dentro de la lingüística antropológica, comenzando con la
3 Al definir las ideologías lingüísticas como “creencias o sensaciones” sobre el lenguaje espero
abarcar un amplio rango de posibilidades analíticas. En las discusiones sobre las ideologías del
lenguaje es quizá más habitual considerar al primero como entendimiento local, sea tácito o
explícito, sobre el lenguaje. Pero aquí uso “sensaciones” para conectar con aspectos menos
conocidos de la ideología lingüística como una respuesta estética relativamente automática. Al
hacer esto espero hacer una conexión con la noción de “estructuras de sensaciones” de Williams
(1977;128) y la promesa de que estos conceptos vayan más allá de las dicotomías analíticas de
la conciencia-práctica y discursiva (ver Giddens 1984, n.8 abajo). Estoy en deuda con Jennifer
Reynolds por sugerir la promesa de este concepto en su propia presentación de investigación
(Reynolds, 2002).
publicación de Michael Silverstein (1979) “Estructura de la lengua e ideología
lingüística”.4
4 Así, más que intentar explorar las relaciones entre la investigación sobre ideologías del
lenguaje y movimientos similares, como el Análisis Crítico del Discurso (ej. Fairclough 1989,
1992; van Dijk 1998; Wodak 1989; Blommaert y Bulcaen 2000) o los Modelos Congnitivos de
Cultura (ej. Dirven, Frank y Ilie 2001) que han reunido sus intereses sobre poder, ideología y
desigualdad social, yo simplemente voy a dar cuenta de su existencia aquí. Otro tema
relacionado que puede ser mencionado pero no examinado por la necesidad un foco de
investigación cuidadosamente delimitado es la investigación en “políticas del lenguaje” (ej.
Shiffman 1996; Mayo 2001).
lugar de la opinión cultural de los nativos, lo llevó a desestimar cualquier noción local
sobre el lenguaje como poco digna de atención.
A principios y mediados del siglo XX, también dominó el campo una
marginalización o proscripción de la ideología en la lingüística. La lingüística moderna,
desde Saussure, tendió a exhibir lo que Voloshinov (1973) describió como su enfoque
“abstracto objetivista” - “solo están interesados en la lógica interior del sistema de
signos en sí mismo, tomado… independientemente del significado que le da su
contenido a los signos”. Para él, este tipo de perspectiva ignora la concepción de que
los signos son inherentemente ideológicos. Dado que la lingüística estructuralista de
América con intelectuales como Leonard Bloomfield (1933) ignoró por mucho tiempo el
significado, esta negación de la ideología fue propagada paradigmáticamente. Aunque
Bloomfield abordó ocasionalmente aquellas “respuestas secundarias” de los hablantes
en varias publicaciones (ej. 1987 [1927], 1933: 22, 1944), en cada caso concluyó en
última instancia que la ideología lingüística de los hablantes - incluso aquella
seleccionadas como normas prescriptivas - tenía un efecto insignificante en su discurso
real.
A pesar de que el estructuralismo taxonómico de Bloomfield fue reemplazado
por el modelo generativo transformacional de Chomsky (1957, 1965) y sus muchos
sucesores en la segunda mitad del siglo XX, el patrón de menospreciar la ideología
lingüística de los hablantes se mantuvo. Aunque Chomsky apeló a las “intuiciones
lingüísticas” de los hablantes nativos para aseverar la gran “adecuación descriptiva” de
los modelos del lenguaje con “estructuras profundas”, estas intuiciones fueron en gran
medida circunscritas de manera apropiada al modelo el cual consistentemente “apartó”
(ignorado heurísticamente) el mundo social a través de figuras del discurso como
“hablante-oyente ideal”, “la comunidad de habla perfectamente homogénea” y “el estilo
único del hablante”. Este modelo limitó las “intuiciones lingüísticas” de los hablantes a
juicios puramente gramaticales como el conocimiento del hablante de que una oración
de “estructura homónima” como “Visitar antropólogos puede ser entretenido” 5 tiene dos
posibles lecturas, o que las construcciones pasivas en inglés y su contraparte en “voz
activa” son “lógicamente equivalentes” en significado6. Claramente, esos destellos de
conocimiento estructural no eran, para Chomsky y sus seguidores, racionalizaciones,
sino revelaciones de la estructura. Los hablantes, a través de su ideología lingüística, no
son ni parte del lenguaje ni capaces de ser agentes del cambio. En vez de ser vistos
como parcialmente conscientes o como potenciales agentes, los hablantes - en el
modelo chomskyano - son meros portadores del lenguaje.
Dada esta marginalización y rechazo de las ideologías lingüísticas tanto en el
abordaje antropológico como lingüístico, el artículo de Silverstein (1979) representa un
5 En original: Visiting anthropologists can be amusing”. Nota del Traductor.
6 “Equivalencia lógica”, una noción de los comienzos de la teoría de la gramática
transformacional (ej. Chomsky 1965), significaba que dos oraciones tendrían el “mismo
significado” si el significado fuera reducido a “valor verdadero”. En otras palabras, dos oraciones
- como las contrapartes activas y pasivas - tienen el mismo significado si cuando S1 es
verdadero S2 también lo es. Este tipo de análisis semántico ignora el hecho importante de que
los hablantes no usan esas oraciones de manera intercambiable, en parte porque cada una pone
en primer plano diferentes argumentos. Nota del autor.
cambio drástico de la teoría lingüística tradicional, uno que rescató a la conciencia
lingüística de continuar en la negación de los intelectuales. Pero una única mirada a la
conciencia nativa de las estructuras del lenguaje no basta para explicar la génesis del
abordaje lingüístico antropológico de las ideologías del lenguaje. Otro tema rechazado
que fue investigado inadecuadamente, fue las funciones no referenciales del lenguaje.
La mayoría de los modelos, incluyendo el de Chomsky y aquellos de etnociencia dentro
de la antropología, redujeron el significado lingüístico a la denotación, o “referencia”, y la
predicación7. Este tipo de significado refuerza la función del lenguaje de proveer
“palabras para cosas”. Pero los modelos semióticos de comunicación basados en las
teorías de C.S. Pierce (1931-58) reconocieron una amplia variedad de signos
“pragmáticos” enfocados en la relación entre los hablantes, los signos en sí mismos y la
conexión entre estos signos y el mundo. Una de las ventajas teóricas clave, para los
investigadores de estos modelos semiótico-funcionales es el reconocimiento de que
muchos “significados” que tienen las formas lingüísticas para los hablantes surgen de
las conexiones “indiciales” entre los signos lingüísticos y sus factores contextuales de
uso8. Esta orientación teórica, especialmente como fue formulada por Jakobson (1957,
1960) y luego traspasada al idioma funcional por Hymes (1964), creó la base para la
“etnografía del habla” - para cubrir evaluación por largo demorada del uso del lenguaje
en lo que respecta a marcos, temas, instituciones y otros aspectos relevantes de los
hablantes y sus entornos socioculturales.
La inclusión de los hablantes junto con su lengua comenzó un período en la
lingüística antropológica de mayor integración con las inquietudes de la antropología
sociocultural y con la teoría social. Las figuras pioneras de la etnografía del habla y la
sociolingüística interaccional crearon importantes precedentes para desarrollar el interés
en la ideología . Dell Hymes (1974; 33), por ejemplo, propuso la inclusión de las teorías
locales del discurso presentes en una comunidad de habla, y John Gumperz (ej. Blom y
Gumperz 1972: 431) a menudo tuvo en cuenta las teorías locales sobre las diferencias
9 Noten que por “culturalmente compartidos”, me refiero a algo distribuido uniformemente dentro
de los grupos culturales, como en la definición de Rumsey citada arriba. Para más diferencias
entre la distinción neutral/crítica, ver Woolard. (1998: 7-9). Nota del autor
Una mirada lingüístico-ideológica hacia los intereses de los estudiosos y
filósofos de las lenguas permite al lector reconocer esos intereses en campos que son,
al mismo tiempo, supuestamente no ideológicos y culturalmente próximos a los de los
analistas (como en el caso de los jueces mencionado arriba). Judith T. Irvine y Susan
Gal (2000) examinaron las confrontaciones lingüísticas europeas con las comunidades
de habla multilingües senegalesas y macedonias. Ellas revelaron la inclinación
ideológica de estos estudios académicos y sus efectos en estas prácticas como mapeo
lingüístico, interpretación lingüística histórica e imputación de la nacionalidad. Sus
muchos estudios de caso revelaron diferentes tipos de intereses, que van desde una
importación colonial relativamente inconciente de modelos lingüísticos europeos (y de
identidad) hasta una representación más estratégica del tema de los no europeos como
otros inferiores; una manipulación lingüística completamente motivada políticamente
usada como justificación por redibujar los límites nacionales. Claramente, esto, y otras
formas de colonialismo lingüístico (Errington 2001b), demuestra los profundos caminos
por los que la ideología lingüística puede dar forma al análisis lingüístico presuntamente
“objetivo”.
El trabajo Rosina Lippi-Green (1997), titulado English With an Accent: Language,
Ideology, and Discrimination (N.T: Inglés con acento: lengua, ideología y discriminación)
enfatiza explícitamente en el marco de su investigación la ideología lingüística sobre las
políticas y prácticas educativas contemporáneas y otros tipos institucionalizados, al
demostrar los intereses de clase que hay detrás de lo que ella llama, siguiendo a Milroy
y Milroy (1999), la ideología lingüística estándar. Ella la define como “un sesgo por una
lengua hablada abstracta, idealizada y homogénea que es impuesto y sostenido por el
bloque de instituciones dominantes y que nombra como modelo el lenguaje escrito, pero
que fundamentalmente es tomado del habla de la clase media-alta” (Lippi-Green 1997:
64). Esta ideología lingüística promueve “el proceso de subordinación de la lengua”, lo
que lleva a un programa de mistificación lingüística emprendido por las instituciones
dominantes designadas para, al mismo tiempo, valorizar la lengua estándar y otros
aspectos de la “cultura convencional” mientras devalúan las variedades no estándar y
sus formas culturales asociadas. Ella demuestra que la mayoría de las diferencias entre
los dialectos estándar y no estándar del inglés son, desde la perspectiva de la
lingüística comparativa, evidencias triviales e inválidas de la inferioridad estructural o la
deficiencia. Pero la mayoría de los hablantes del inglés no están informados de la
perspectiva comparativa; en cambio están preocupados por el prescriptivismo basado
en la estandarización que clasifica jerárquicamente tanto a los hablantes como a las
formas lingüísticas, usando el inglés estándar como medida. La llamada “doble
negación” (como en “No tiene nada de dinero”, por ejemplo 10) puede verse como una
concretización de la ignorancia para aquellos de nosotros entrenados en las normas del
estándar, y aún, su supuesta deficiencia no es asociable a ningún error lógico que
esconda su “significado” sino, en cambio, proviene de la asociación con la clase social
de los hablantes que la usan. Para Lippi-Green, entonces, la superioridad proclamada
del inglés estándar descansa no en propiedades estructurales o su eficiencia
comunicativa, sino en su relación con la influencia político-económica de las clases
16 “She have (sic) a brother in the hospital, en el Bellevue, and he was crazy.
adaptación lingüística se balancea por la cambiante autoevaluación negativa de sus
habilidades lingüísticas. En tanto los chicos están más expuestos a la mirada peyorativa
de su habilidad con la lengua que es promovida por el bloque educativo y otras
instituciones dominantes que respaldan firmemente el estándar, ellos también aprenden
a ver las deficiencias de su habilidad con la lengua y no ven la proeza lingüística del
cambio de código más que como una especie de bastón para compensar su manejo
imperfecto de cada lengua. Al hacer esto, muestran la conformidad lingüística-ideológica
de los grupos subordinados al aceptar, aunque parcialmente, las imágenes negativas de
ellos mismos presentadas por la sociedad dominante y sus innumerables instituciones
colaboradoras.
También importante para apreciar el rol de la ideología lingüística en la
producción de la estratificación étnica son los intentos explícitos de dirigir el cambio
cultural y alterar la identidad de las personas a través de asimilación impuesta o
conversión. El estudio de Bambi Schieffelin de la introducción misionera de
alfabetización kaluli examina la disrupción entre la ideología lingüística indígena de un
grupo cultural en Papua Nueva Guinea y las ideologías “modernizantes” y
cristianizadoras en las que se basa un programa de alfabetización misionero. En una
comunidad pequeña en el área Mt. Bosavi al sudoeste de Papua Nueva Guinea, el kaluli
no sufrió influencia externa importante hasta la década de 1960, cuando los misioneros
expusieron el área a la cristianización y a la modernización (ver Kulick y Schieffelin, este
volumen).
Entre los productos de la alfabetización y las prácticas que Schieffelin examinó,
los manuales básicos de kaluli son escritos por misioneros, con la ayuda de hablantes
kaluli para impulsar sus propios objetivos de occidentalización. En el cuidadoso análisis
Schieffelin demuestra efectivamente cómo estos manuales “(re)presentaron y
(re)constituyeron la identidad social”. Desde el principio, la publicidad de la
“alfabetización misionera” dentro de la tradición oral de los kaluli introdujo no solo un
nuevo metalenguaje de alfabetización para “libros”, “lectura” y demás, sino también una
fragmentación de la lengua y una descentralización de la identidad. De maneras
desconocidas para la ideología lingüística kaluli preexistente pero aparentemente
naturalizada tanto por la ortografía kaluli y las recientes prácticas de alfabetización
introducidas, la lengua vernácula fue desmantelada de sus prácticas culturales y cortó
lazos con los discursos kaluli en la iglesia y en el planeamiento escolar. Los manuales
producidos en la década de 1970 comenzaron a yuxtaponer la cultura local kaluli con
las innovaciones de la modernidad cristiana. Al referirse los kaluli mismo como ka: na:
ka (un término derogatorio para los nativos Tok Pisin de las Islas Pacífico) y representar
sistemáticamente las prácticas kaluli como subdesarrolladas e inferiores, estos textos
influenciaron a los Kaluli a verse a sí mismo desde la perspectiva peyorativa de los de
afuera.
Como una práctica alfabetizadora innovadora (ver Baquedano-López, este
volumen), la producción de una repetición de pasajes unísonos y coordinados de libros
acreditados, desafió las preferencias ideológicas tradicionales de poner “la verdad” en
un discurso colectivo, multipartidario y polifónico. En este choque de ideologías
relacionadas al discurso acreditado, los misioneros tuvieron doble ventaja: controlaban
la nueva tecnología de la alfabetización nativa y disfrutaban del apoyo hegemónico del
Estado-nación. Su habilidad para efectuar un cambio cultural radical a través de la
introducción de alfabetización en los kaluli, vincula, de este modo, modernidad,
cristianismo y los recursos económicos del Estado-nación para cambiar las identidades
kaluli en unas cristiana y modernas. Desde que un grupo de creencias sobre el
lenguaje, por lo general no revisadas, están comúnmente en el centro de su sentido de
identidad de grupo, las preocupaciones lingüístico-ideológicas siempre serán de interés
no sólo para los intelectuales de estos procesos sino también a los Estados-nación, los
grupos étnicos y otros que de diversas maneras podrían definirse a sí mismos a través
de la lengua y/o resistir las definiciones de identidad impuestas por otros.
IV. Conclusión
El tema de la identidad recién abordado lleva hacia una transición útil a una
reconsideración retrospectiva de la breve historia de la investigación lingüístico-
ideológica destacada anteriormente. Allí seguí la huella de su génesis a la reapertura de
aquellos temas anteriormente cerrados como las funciones del lenguaje y el rol de la
conciencia de los hablantes en el sistema lingüístico y discursivo. Pero una explicación
alternativa del origen y desarrollo de la investigación lingüístico-ideológica podría
enfocarse menos en la sofisticación creciente de los modelos de investigación y más en
la naturaleza radicalmente cambiante de sus objetos de estudio, “la transformación de
comunidades lingüísticas locales” (Silverstein 1998b). Como observó Appadurai
(1991:191): “El panorama de la identidad de grupo -los panoramas étnicos- alrededor
del mundo ya no son objetos antropológicos conocidos, en tanto que, como grupos ya
no están firmemente territorializados, espacialmente unidos, históricamente
inconscientes o culturalmente homogéneos. Tenemos menos culturas en el mundo y
más “debates culturales internos”. Así, sería incorrecto sugerir que los procesos como el
nacionalismo y la formación del Estado, la emergencia de economías globales y
comunicaciones internacionales, la migración transnacional y los movimientos de
población se dan sin precedentes, es completamente cierto que las comunidades
lingüísticas en el período contemporáneo han vivenciado estas fuerzas en una escala
sin precedente. A fin de presentar con mayor adecuación el arte de la representación
científica y cultural, los antropólogos han cambiado su enfoque principal desde la
uniformidad de los “centros” estables y culturales, a los que Rosaldo (1988:85) llama las
“zonas límite” emergentes dentro y entre los grupos sociales. Rechazando la práctica de
describir a las culturas autónomas y culturales en un mundo postcolonial, escribe:
“Todos nosotros habitamos un mundo…independiente, que está marcado por pedir y
prestar a lo largo de las porosas barreras culturales y saturado de desigualdad, poder y
dominación” (Rosaldo 1988: 87).
Así como los modelos de representación cultural han sido rediseñados por la
confrontación con la creciente complejidad del mundo sociocultural, la lingüística
antropológica ha cambiado hacia perspectivas lingüístico-ideológicas como medios muy
importantes para comprender esta complejidad y el modo en que los hablantes, los
grupos y los gobiernos usan las lenguas -y sus ideas sobre ellas- para crear y negociar
esos mundos socioculturales. Dado que los acercamientos lingüístico-ideológicos
refuerzan las fuerzas político económicas ( y otras acciones de interés informadas), la
diversidad y la competencia, la influencia de la conciencia de los hablantes en los
sistemas lingüístico y social, el rol constitutivo de la lengua en la vida social y las miles
de formas en las que la ideología lingüística construye identidad, deberían continuar
proveyendo herramientas útiles para los investigadores que deben reconocer contextos
más amplios para los fenómenos gramaticales, textuales, microinteraccionales y
microculturales que continúan comprometiendo la esencia de la bibliografía lingüístico
antropológica.