Relatos Del País de Los Saharauis
Relatos Del País de Los Saharauis
Relatos Del País de Los Saharauis
Libro I
- Varios autores:
Zahra Hasnaui, Sukeina Aali-Taleb, Maribel Lacave, Bahia Mahmud Awah, Bachir Ahmed
Aomar, Limam Boisha, Ricardo Acra Caudet, Chedjan Mahmud Yazid, María Jesús
Alvarado, Cristina Molera, Mariola del Pozo y Xabier Susperregi.
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RELATOS
DEL PAÍS
DE LOS SAHARAUIS
Varios Autores
Presentación: Zahra Hasnaui
Ilustrador de la portada: Moulud Yeslem
Selección: Xabier Susperregi
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PRESENTACIÓN
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le ha llevado centrarse en las investigaciones y labores que desea realizar
en los próximos años, dedicadas a las tradiciones y literatura saharaui que
le han cautivado de una manera difícil de explicar y que le resultan muy
importantes.
“La primera vez que vi una rosa del desierto, alguien me habló de
mares marchitos hace siglos, y de flores de agua que el tiempo y el olvido
disfrazaron de piedra”. Así empieza su cuento Mariola del Pozo en esta
nueva recopilación llevada a cabo por Susperregi en la que no todo es
cuento. De engañar al olvido trata este delicioso libro en el que Xabier nos
invita a las jaimas para imaginar dunas, espejismos, dragos, ríos de oro y
alfombras de flores; nos transporta a arenas caribeñas para recordar a las
toronjas y a las maestras, y nos entretiene con las no siempre honrosas
hazañas del entrañable Shartat. La recopilación recoge historias de ayer y
de hoy de temática saharaui escrita por diferentes autores, donde el nexo
común es el amor a la literatura y a la difusión de la misma, rescatando la
de un pueblo que muchos se empeñan en relegar al olvido. Semana tras
semana desde hace meses, Xabier ha sido puntual en su entrega de
relatos, entrega recopilada por el escritor vasco en este libro que nos
regala.
Zahra Hasnaui
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RELATOS
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Relato 21- “Río de Oro” Por María Jesús Alvarado
Relato 22- “La mansión de adobe de Birganduz” Por Chejdan Mahmud
Relato 23- “El lobo, el coco y Shartat” Por Xabier Susperregi
Relato 24- “Heidi, la maestra” Por Limam Boisha
Relato 25- “Soy Fatma, saharaui” Por Cristina Molera
Relato 26- “Shartat y su primo palestino” Por Xabier Susperregi
Relato 27- “Las torres de Rabuni” Por Chejdan Mahmud
Relato 28- “Los dos camellos”Por Xabier Susperregi
Relato 29- “Desde mi ausencia, carta para ti Auserd”
Por Bahia Mahmud Awah
Relato 30- “Un desierto con flores de papel”
Por Miquel Cartró y Marta Fos
Relato 31- “La jaima rota” Por María Jesús Alvarado
Relato 32- Poema “Las rosas de piedra” de Zhara Hasnaui + relato “La
rosa del desierto” de Mariola del Pozo.
Relato 33- Poema “Luna” de Zahra Hasnaui + relato “La lunática más
bella del mundo”, de Mariola del Pozo.
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“LOS LAGARTOS AZULES Y EL OGRO ROJO”
Por Zahra Hasnaui
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las demás, detalle que a nadie parecía importar, ni siquiera a la propia
Aminetu, excepto cuando se le iba la cabeza y se caía de bruces siendo
otra vez objeto de escarnio. Aminetu se levantaba, sacudía su orgullo
herido y avanzaba calculando el próximo paso a dar. Normalmente, los
años de experiencia le evitaban esa ecuación pero con los ojos de su
querido Alex se sentía levitar, hasta que el polvo invasor de sus narices y
el eco ultrajante de las risotadas le devolvían a su postura hiriente. Más o
menos así, gorro arriba, pata abajo, iban pasando los días.
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La convicción de que no sólo la apariencia era feroz recorrió la espina
dorsal de Aminetu.
Era un ogro muy, muy despiadado. Sin embargo, los lagartos azules
temían más la degradante afición de hacerles bailar ante él, lo conseguía
torturando a sus familiares, para acabar convertidos en sándwich. Aminetu
se alegró de que su familia hubiera logrado escapar, hasta que reconoció
la cara apaleada de su amado Alex entre los prisioneros. Se esfumó la
tranquilidad. Sabía que estaba perdida, porque los treinta y un ojos y las
treinta y una orejas del ogro que lo veían todo y todo lo oían acabarían
descubriendo su debilidad. En ese instante, y esta vez sin imprecaciones,
recordó cómo la audacia de su testaruda bisabuela había logrado librar a
todo el poblado de un enemigo similar. Apartando de su pensamiento las
dudas de haber heredado esa cualidad, se decidió a emular la única acción
honrosa de su antecesora.
Los lagartos azules del Sahara tienen un arma secreta contra sus
depredadores: un olor pestilente que, en su grado mínimo de emisión,
logra adormecer al enemigo, y en el máximo alelarlo del todo. La
capacidad de producción máxima dependía de una condición: ser fémina y
demostrar arrojo. Aminetu pronto descifraría el misterioso triunfo de su
menudita bisabuela.
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característica suele llevar a engaño a los enemigos necios, malinterpretan
su espíritu democrático y acaban alelados.
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“SOÑANDO UN DÍA...”
Por Sukeina Aali-Taleb
Bachir abre los ojos, y como en un sueño, aparta la tela que cubre la
puerta, se calza sus botas y una vez en el exterior respira profundamente
el aire caliente.
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siempre de un vencedor, se observan los guerreros, la inmensidad del
desierto frente al cuerpo insignificante del valiente muchacho.
Bachir siente voces cada vez más cercanas que irrumpen de golpe
en sus pensamientos. Abre los ojos, turbantes y agitación a su alrededor, y
como en un sueño siente su cuerpo hundido en la duna de arena.
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Sobre la cabeza de Bachir la mujer coloca delicadamente un paño
húmedo, el hombre acerca su jeep que descansa a unos metros, y avanza
refunfuñando:
- Agradece a mi hija el que te hayamos visto. Ella ha insistido
en que el bulto negro que veíamos a lo lejos era una persona,
que si hubiera ido yo solo...
- Mi padre decía que el bulto negro era un neumático viejo.
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Una nube de polvo, la huella de las ruedas sobre la arena. Arranca
el coche en dirección a la casa del muchacho. Su familia le espera. La
tetera hierve en el infiernillo de butano, sus hermanos pequeños duermen.
Bachir entra en la jaima, saluda y se sienta a comer algo.
- ¿Qué tal el día, hijo?
- Bien.
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envejecido, arrugado. Entre sus dientes mastica la arena, el polvo, escupe
asqueado.
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océanos, también ansía ser estrella, aire, ansía la libertad. Despertar por
fin de la interminable pesadilla, dejar de sentirse prisionero, dejar de
soñar, retornar. Para vivir eternamente entre el cielo y la tierra.
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“EL ÚLTIMO ESPEJISMO”
Por Maribel Lacave
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Te acariciaste la larga barba blanca, tomaste un sorbo del vaso que
te acababa de pasar, y con la mirada perdida, volviste a contarme la
historia:
“Recuerdo aquella mañana de noviembre, año mil novecientos
setenta y cinco, como si la estuviese viviendo de nuevo. Cuando
desperté, noté en el aire un presagio que lo envolvía todo. Me
acerqué a la ventana y vi pasar una multitud de extraños que
portaban desconocidas banderas. Tu madre y yo cerramos con sigilo
todos los postigos y nos dirigimos al patio de atrás.
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tú, padre, desde la azotea de esta casa, nos verás llegar
victoriosos portando nuestra querida bandera.”
Pero esa mañana, tras beber tu primer vaso de té, amargo y fuerte,
como la vida, te llevaste la mano al corazón y te oí hablar con Alá en voz
alta:
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- Dios justo, misericordioso, aún no puedo obedecerte y
reunirme contigo en el paraíso. Sabes que he de esperar a mis
hijos que llegarán pronto portando las banderas de mi querida
patria. Sólo entonces habrá valido la pena tanta ausencia y
tanto dolor.
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No nos molestamos en contestar, ni siquiera les miramos. Entre
todas te alzamos y te entramos en casa. Esa misma noche salimos
clandestinamente, llevándote a lomos de nuestro viejo camello.
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“PRIMERA PARTE DEL INGENUO HIDALGO DON QUIJOTE DE LA
HAMADA, TAMBIÉN LLAMADO DEL SAHARA”
(Un homenaje a todos los Quijotes del mundo)
Por Zahra Hasnaui
“Capítulo primero”
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sobrenombre de “Marroquí” o “Mauritano”, que en esto hay alguna
diferencia en los autores que deste caso escriben, aunque por fuentes
constatadas, se deja entender que es Saharaui. De esto importa mucho a
nuestro cuento, es de añadir que en la narración del no se sale un punto de
la verdad.
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En efecto, rematado ya su juicio, vino a dar en el más extraño
pensamiento que jamás dio loco en el mundo, y fue que le pareció
convenible y necesario, así para su honra como para el servicio de su
República, visitar ese insigne concejo de sabios, Naciones Unidas, ante el
que presentar sus respetos, como cualquier caballero andante que se
precie, y exponer el agravio del que había sido objeto por parte del
monarca marroquí, ya que de sus lecturas entresacó que este concejo
arbitraba los litigios entre caballeros. Imaginábase el pobre ya
recompensado por tamaña intrepidez y por mayúscula afrenta con la
independencia inmediata de su país, y así, con estos tan agradables
pensamientos, llevado del extraño gusto que en ellos sentía, se dio priesa
a poner en efecto lo que deseaba.
Y lo primero que hizo fue limpiar una gumía pequeña que había
pertenecido a su bisabuelo, desempolvando su vaina de cuero artesano
cuarteado, y llevándola a un herrero para rejuvenecer su filo. No acababa
de fiarse el feliz caballero de esos artilugios modernos, y dando honor al
nombre de la daga, guardola en la manga.
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ocho noches y ocho días. Después de muchos nombres, que formó, borró y
quitó, deshizo y tornó a hacer en su memoria e imaginación, al final se vino
a llamar de la forma más previsible, don Quijote de la Hamada, en honor a
la tierra que le había acogido, mas acordándose de que muchos caballeros
agregaban el nombre de su patria, así quiso como buen caballero, añadir al
suyo el nombre de la suya, con que, a su parecer, declaraba muy al vivo
su linaje y patria, y la honraba con tomar el sobrenombre della,
resolviendo llamarse también El Quijote del Sahara. He aquí, pues, la razón
de esta doble nominación de nuestro bravo caballero.
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- Dreimisa: nombre popular con el que se denomina a los vehículos
del ejército saharaui, de una famosa casa británica. Literalmente
significa “rapada” (el coche es femenino en hassania; me he tomado
la licencia de mantener el género original).
- Tuba: pipa artesana local.
- Maniya: tabaco natural
- Barrad: tetera
- Darráa: vestimenta típica de los hombres
- Basan: tejido lustroso de color blanco o azul con el se suelen
confeccionar las darráas.
- Tubit: tejido de paño fresco.
- Jaima: tienda del desierto hecha de lana de dromedario.
- Hurria: libertad
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“SU SITIO EN EL MUNDO”
(A Bahria)
A la niña le han dicho que comer chicle es malo para los dientes,
pero ahora, al pasar cogida de la mano de su papá delante del dromedario
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que rumia una y otra vez las tristes hierbas de la hamada, alza su manita y
le dice:
- Mira, mira, papá, el camello también come chicle.
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“LA LEYENDA DEL DRAGO”
Por Maribel Lacave
Tal vez no fue real. Tal vez fue sólo una leyenda. Pero, en todo
caso, es una hermosa historia que bien debiera haber ocurrido.
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En ese tiempo vivía en el lindero del bosque una familia, de la tribu
de los Medanín, formada por el padre, la madre, y tres hermosas hijas. El
día que sucedieron los hechos que hoy les relato, la familia se preparaba
para asistir a la Fiesta de Esponsales, ocasión en la que se reunían todos
los miembros de la tribu y donde, cada primavera, se establecían los
compromisos matrimoniales de los más jóvenes. Engalanados con sus
mejores ropajes, perfumados con los más finos aceites de clavo, y
envueltos en gruesas capas de piel de ciervo, los cinco se internaron en el
bosque iniciando el recorrido que les llevaría hasta la cabaña de unos
parientes, anfitriones ese año de la fiesta.
Mesaud Larbi urgió a sus hijas para que caminaran más aprisa,
temeroso de que se tratara de algún animal hambriento o herido. De
pronto, al doblar un recodo, lo vieron. Era un hombre, no cabía duda; pero
un hombre muy extraño. Su piel era blanca, del color de la leche de las
camellas y sus cabellos amarillos como el sol de mediodía. No llevaba
barba y sus ropas, cortas y finas, contrastaban con la larga túnica habitual
de nuestra gente. El extraño los miraba fijamente, mientras de sus ojos,
del color de los pozos de agua, brotaban gruesas lágrimas.
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con suavidad, sin dejar de mirarla, el desconocido la tomó en brazos y se
alejó con ella bosque adentro.
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siempre alborotadores, se atrevieron a dejar oír su canto. Así fue
derribando los altos eucaliptos, los pinos, los baobabs, los dragos. Uno a
uno, iban sucumbiendo a su desolación de padre. Al oscurecer, volvió a
casa y en silencio se acostó con el hacha entre sus manos. Al día
siguiente, con los primeros rayos del sol, prosiguió su tarea.
Días más tarde, una caravana que por allí pasó encontró a Mesaud
Larbi tembloroso, con los ojos mirando más allá del mundo, acurrucado
junto a los cadáveres de su hija Aixetu y de una pequeña con la piel blanca
como la leche de las camellas. Contaban que hablaba a su hija con
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palabras llenas de miel, Aixetu, Aixetuha, sal de la vida, luz de la noche, le
decía.
Así es, amigos, como esta tierra nuestra, tan amada, dejó de ser un
paraíso cubierto de flores y se transformó en este desierto ocre y amarillo
que Alá bendiga. Y así es como la savia de los dragos se volvió roja, desde
entonces. Nunca, nunca más, crecieron árboles sobre este suelo.
Y como todos habéis oído, en las noches sin luna el desierto nos
trae un lamento lejano. Hay quien dice que es el viento del norte, pero yo
sé -pues me lo contó mi abuelo- que es la dulce Aixetu la que llora”.
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“EL HAMBRE DE MI ABUELO”
Por Bahia Mahmud Awah
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como la jaima, sus faldas y todos los ercaiz [4]. En la parte sur del
territorio aparentemente no había enfrentamientos y mi abuelo Omar sabía
que era el lugar donde podría estar seguro con su familia e ibil [5].
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El viento soplaba cada vez más fuerte y los niños lloraban porque ya
era hora de acampar y tomar su leche o una kisra [7] si era posible.
Aturdida por la situación climatológica y la pérdida de su marido, sacó
fuerza de sus entrañas de beduina y continuó la marcha sin parar porque
sabía que si se detenía un minuto todo se echaría a perder, lo último que le
podía ocurrir era extraviar a los animales que cargaban el agua en sus
lomos, así que decidió aguantar mientras amainaba el vendaval.
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veía el sol, calculaba el tiempo fijándose en ciertos comportamientos de
Elbeyed, si ya era de noche el animal exigía descanso con unos suaves
berridos y un caminar más lento, ahí era cuando Omar le ordenaba
detenerse y se bajaba de su rahla [9]. Después buscaba una acacia o
cualquier otro arbusto para protegerse del horrendo guetma [10].
Esa noche los dos descansaron protegidos por la copa de una talha
[11] que el viento había levantado, aquel era el mejor regalo de la
naturaleza después de tres días sin comer. Quedaban algunos eljarrub [12]
aún sujetos a sus ramas, que el viento había dejado desnudas. Elbeyed
comió toda la parte tierna de la copa y Omar recogió los pocos copos del
eljarrub y los fue masticando despacio, pero eran amargos porque no
estaban todavía secos. Apoyó su espalda en los hombros de Elbeyed
buscando protegerse del frío y los vientos, pasó toda la noche acurrucado
sin dejar de sonarle las tripas.
Y llegó otro día sin que amainara el vendaval, otro día de hambre y
sed, otro día para un hombre del desierto extraviado por la fuerza de la
naturaleza y las imposiciones de la guerra. Se levantó y arrastró hacia su
dromedario algunas ramas de la acacia que les daba protección, Elbeyed
devoraba con fuertes mordiscos las verdes y espinosas ramas. Omar se
acordó que podía encontrar alguna humedad en las raíces de la acacia,
buscó y con dificultad arrancó algunas raíces que aún guardaban una sabia
muy dulce y las metió en la boca masticándolas. Su estomago sintió alivio
después del fuerte dolor que le causaron las amargas vainas que comió la
noche anterior.
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desarrollada la peluda cola y a su bien proporcionado físico. Por eso le
dolió tanto la inevitable decisión.
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intercambiando con ellos información sobre la familia y los daños del
vendaval de am elguetma, como finalmente llamaron los saharauis a aquel
año, el “año del vendaval”.
[2] Lemrah: lugar donde reposan cada noche los dromedarios, situado
enfrente de la jaima de la familia
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[7] Kisra: pan sin levadura de los nómadas que preparaban bajo arena
caliente
[8] Tezaya: mochila de piel de dromedario que usan las mujeres para
guardar provisiones
[12] Eljarrub: vainas de la acacia que son comestibles cuando están secas
[14] Mus bleida: típico cuchillo usado por los nómadas, de mango
revestido con dos placas de marfil
[15] Yejli el harab u ahlu ili shatuna: Maldita la guerra y sus causantes
que nos separan.
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“LOS HOMBRES DE LA TIERRA. CAPÍTULO I”
(Al pueblo Mapuche)
Por Zahra Hasnaui
Gualicho es la destrucción...
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en las memorias de la infancia. Ni siquiera cuando el dios Elan vomitó
fuego hubo tanta desolación en el valle. Sus paisanos lo achacaron a un
enfado del dios por la tardanza en la ofrenda. Ayelen sabía de buena
fuente que no fue tal necedad, sino un empacho; no debían haberle dado
tanta comida en su ausencia.
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“POLÍGAMO”
(Un homenaje a la mujer Saharaui)
Por Bachir Ahmed Aomar
Dentro de mis pecados, tengo que confesar que quiero a Galia Djimi,
a la que comencé a admirar desde el primer día que la conocí. Me
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impresionó su fuerza y convicción para denunciar lo denunciable. Su
mirada traslada el sufrimiento de nuestro pueblo sin rencores. Siempre
que la recuerdo, me estremezco al pensar el los años que pasó
encarcelada y desaparecida en las lúgubres mazmorras marroquíes.
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que guardaba lo más hermoso del pueblo saharaui. Empleó su vida para
enseñarme que el orgullo y la dignidad humana no tienen precio. Seguro
que en el más allá seguirá ondeando la bandera que tanto amaba. Se fue y
me dejó huérfano varias vidas.
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“EL VIEJO POZO”
Por Limam Boisha
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Por la mañana el joven se levantó de un salto, vigoroso y lleno de
energía. Su compañero no se explicaba lo que había pasado. Al mediodía,
cuando el mayor ya no podía más, lo subió sobre sus espaldas y continuó
por el sendero que le indicaba el hombre mayor. Al atardecer brotó a lo
lejos una esperanza, divisaron la talha que siempre da sombra al viejo
pozo.
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“SHARTAT, LA OVEJA Y LA PIEL DEL LEÓN”
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- ¡Espera! –le dijo la oveja-. Se me ocurre una idea para que
tus amigos se marchen, sin hacerte ningún mal, pero si lo
consigo, deberás dejarme marchar. Debes prometérmelo.
- Te lo prometo dijo Shartat –pensando que no incumpliría su
promesa si le dejaba marchar un poco y luego se la comía un
mucho.
- Colócame la piel del león encima y grita. Cuando tus amigos
me vean, creerán que soy el león y saldrán corriendo
asustados.
Así lo hizo Shartat y dio un fuerte grito sin tan siquiera mirar cómo
le quedaba la piel de león a la oveja regordeta. Al ver la escena, la hiena,
el lobo y el chacal salieron despavoridos. Entonces, Shartat se giró y al
ver a la oveja con la piel del león se dio tal susto y pegó un grito que se
escuchó en todo el país de los saharauis y salió corriendo con tanto miedo
que todavía no se ha parado.
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“LEMBEIDII Y SU DUNA”
Por Bahia Mahmud Awah
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askaf, restos de yamra, una espinosa hierba deliciosa comestible cuando
está verde y espinosa cuando se seca, algo de elguerreima muy verde y
extensas superficies de nsil fresco, un auténtico y merecido agasajo en
esta noche para mi dromedario.
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mundo de nómada y pensando en mil incoherentes historias, hermosas
mujeres de la badia, venta, compra, trueques de mercancías de caravanas
desde Tombuctú a Gleib El Cabo, me entran ganas de silbar un estribillo
con letras de unos versos de un poeta perseguido desde su tierra y muerto
en unos montes de Tiris, quien antes de ser ejecutado pidió que le dejasen
cantar sus últimos versos:
“Inevitable lo ya predestinado,
lo escrito es ineludible,
admirados son estos montes de Sheirug,
precioso es el monte de Gleib Elquirah.”
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Y con la prudencia habitual de un beduino exploro con mi mirada
todo a mi alrededor, aplicando el proverbio saharaui “Laard tuled blaa
draa”, es decir “los imprevistos de la tierra”. La luna casi está llena,
radiante, lúcida. Observo de nuevo fijamente un pequeño relieve que se
destaca en el horizonte, justo enfrente de mí sin hacer ningún cambio de
ángulo. Ignoro la vecindad de un sujeto principal y referente en la alborada
noche de mi gamar sahariano.
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ana nibguih,
Galb u guird u shalja u msaad.”
“Lembeidii y su duna
yo tanto les quiero, monte, duna
valle y su orientación.”
Notas:
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- Aliuish: Manto de piel del cordero con mucho pelaje.
- Badia: Campos verdes del desierto.
- Gleib El Cabo: Una montaña en Tiris que lleva el nombre de un cabo
español.
- Jubsetftur: Típico pan de los nómadas sin levadura y preparado
enterrado en tierra caliente.
- Murcballa: Arbusto muy tierno y apreciado por los dromedarios.
- Askafalla: Arbusto con alto contenido de sodio apreciado por los
dromedarios en invierno.
- Nsil: Fina hierba conocida en Tiris de la que se alimentan todos los
rumiantes del desierto.
- Tasufra: Mochila grande de los beduinos, hecha de cuero. Se coloca
justo detrás de la montura del dromedario.
- "Laard tuled blaa draa”: Sabio proverbio saharaui que dice la “tierra
pare sin ubre” en alusión de los imprevistos que uno no espera hasta que
suceden.
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“GAMEL, EL REGALO DE UN TARGHI”
Todos y cada uno de los hombres que nacen en las dunas llevamos
un targhi dentro de nosotros.
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Era un Djinn, un duende o demonio del desierto. Hay buenos y malos,
pero Raschid tuvo baraka y el djinn era bueno.
Eso es una leyenda que se cuenta en las noches del desierto, y los
ejti sagirs abren los ojos, asombrados y sonríen al comprender que...
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“LA TABLA DE MULTIPLICAR”
Por Limam Boisha
Uno podía asegurar que hasta la tabla del Cinco el camino era
relativamente fácil, pero desde la del Seis y sobre todo la del Siete, Ocho
y Nueve, (descontando la del Diez) no había manera que los aprendiera y
más cuando mis dedos se entumecían y de las ventanas de mi nariz
chorreaba niebla y agua.
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desabrigadas memorias frente al tedio de la tabla de multiplicar y ante la
lejanía de los consejos luminosos de nuestros padres.
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viendo, señalando, corrigiendo y castigándonos con más deberes como
escribir en el cuaderno cincuenta o cien veces la tabla de multiplicar.
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“SHARTAT Y EL PASTOR”
Por Xabier Susperregi
(A todos los niños saharauis, a su maravillosa nación y al fabuloso Shartat)
Después dijo:
- ¡Dos!
Luego:
- ¡Tres!
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El pastor que se dio cuenta que su invitado dejaba de contar, se
alegró y se sintió satisfecho por el sabio consejo que le había dado a
Shartat.
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“DE LA TORONJA Y DE LA TORMENTA”
Por Chedjan Mahmud Yazid
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de todos y advertencias de otros no tenían cabida en ningún corazón en
aquel intenso instante.
Cuba, abrió sus puertas de par en par para mí, para nosotros y para
millares de jóvenes de otros centenares de países. Cuba era mi destino y
mi tierra de acogida durante 13 largos años pero también fructíferos y
hermosos. Estudié casi todo el ciclo formativo allí, desde 5º de primaria
hasta graduarme en la universidad. Yo definiría a Cuba como mi madrastra,
pero esa que fue buena en todo momento, tolerante, eficaz, alegre y a la
vez severa, me dio lo que tenía y se esmeró de que no me faltara ni me
pasara nada y hasta me agasajó como hijo predilecto, sobre sus propios
hijos. En Cuba no me permitían dormir porque me decían, que sólo es
necesario dormir cuando se esta muy cansado y a mi edad, ni siquiera
había dado un paso de la vida real y... gracias a Dios, nunca desoí sus
sinceros consejos y traté con todos los medios de estar siempre en pie.
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luego supe que era el desierto más grande e inhóspito del mundo y, que mi
país se llama así porque esta en su parte más occidental. Mi país ahora sé
que existe realmente, porque convivo con personas que han estado o
viven allí. Aquellos murmullos que oía de pequeño sobre un tal Sahara
Occidental y sus ciudades y sus barrios eran ciertos y, que mi padre murió
defendiéndola.
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Por ejemplo hoy sé que estoy desarraigado, que tengo cien cabezas
y mil lenguas; mis pasos van marcando un rumbo de lo que no tenía que
haber pasado nunca o, tal vez sí, pero, sé que mi tristeza no es contagiosa,
porque va encubierta con chocolate y un trasparente hilo de miel para
disimularla.
En fin, que con esto pretendo que me comprendan y que cada cual
dé buenamente mucho de sí, siempre, siempre, siempre.
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“SHARTAT Y EL GENIO DE LA TETERA MARAVILLOSA”
(A todos los niños saharauis, a su maravillosa nación y al fabuloso Shartat)
Por Xabier Susperregi
Era muy pequeño y también tenía una pequeña voz que dijo así:
- ¡Shartat! Soy el genio de la tetera maravillosa. Por haberme
liberado te concedo tres deseos.
- ¡Habla más alto! No puedo oírte –dijo Shartat.
El genio entonces se subió a una piedra que allí había y así habló
más alto, pero con la misma pequeña voz:
- ¡Shartat! Soy el genio de la tetera maravillosa. Por haberme
liberado te concedo tres deseos.
- ¡Grita! Por favor, que no puedo oírte –dijo Shartat, al tiempo
que se agachaba para estar más cerca del genio y saber qué
le decía.
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Entonces, el genio de la tetera maravillosa se colocó justo junto al
oído y soltó un grito tremendo:
- ¡Shartat! Soy el genio de la tetera maravillosa. Por haberme
liberado te concedo tres deseos.
- ¡Maldita sea! –dijo Shartat echándose las manos a los oídos.
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“LA MUJER DE LA MELFHA ROJA”
Por Limam Boisha
“Es mejor la jaima vacía que éste pobre diablo bailando solo” -
susurró el Auzir, el ministro de la boda, al agobiado novio, asfixiado entre
la multitud de parientes, amigos y desconocidos. Un par de amigas o
familiares de la novia - ausente por decreto- estaban dispuestas a bailar y
animar la boda, pero desistieron ante la inesperada presencia del familiar
mayor, transgresor de los códigos no escritos que no permiten su
presencia en una boda.
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Un grupo de mujeres que formaba un semicírculo en una esquina,
juzgaba que no existía mejor escaparate para las jovencitas que una boda.
No tanto bailar, como ser vistas, y quién sabe, suspiró una, quizá mi hija,
sea la elegida. Aburrida de tanto murmullo se levantó la muchacha de
melhfa color rojo vivo y mirada enigmática. Bailó y alumbró la jaima más
que el ruidoso generador de luz alquilado. El vuelo de sus manos era
música con la música. Oleaje, pan, cintura de duna. Promesa que enlazaba
danza y deseo. Manantial su cuello, líquida fragancia, burbujeante el ritmo
de sus pies descalzos sobre la alfombra. Los turbantes que antes ni
siquiera sospechaban de su existencia, ahora preguntaban “¿quién es la
muchacha de la melhfa roja?” Querían saber su nombre, su familia, su
fracción, su tribu y, “¿en qué campamento vive?”.
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“GANFUD SAU-UAF Y SHARTAT” (GANFUD ZAHORÍ Y SHARTAT)
(A todos los niños saharauis, a su maravillosa nación y a los fabulosos
Ganfud y Shartat)
Por Xabier Susperregi
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- Seguro que cerca de tu jaima también hay agua abundante.
¿Pero qué me darías a cambio de decirte dónde debes cavar?
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“RÍO DE ORO”
Por María Jesús Alvarado
José, el viejo, había sido pescador de altura cuando joven, hasta que
una caída le obligó a quedarse en tierra y dedicarse a tareas menos duras.
Desde entonces, todos los domingos por la mañana se levantaba muy
temprano, cogía sus aparejos –minuciosamente puestos la noche anterior-,
el bocadillo y el puñado de almendras que le preparaba su mujer, Balbina,
y se marchaba al muelle, de donde volvía bien pasado el mediodía con un
buen cargamento de pescado.
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Violeta tenía seis años la primera vez que su abuelo la llevó con él a
pescar. Llevaba tiempo insistiendo en ir, pero siempre tropezaba con la
misma respuesta: “Aún eres muy pequeña”.
Ahora, por fin, parecía que había llegado el momento tan esperado:
- Tendrás que madrugar mucho. Y aguantar en el muelle toda la
mañana –le dijo el abuelo-, si no es así, no te llevaré otro día.
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cuantos hombres. Pensó que todos habían madrugado mucho, aún más que
ellos. Al verlos llegar, saludaron a José.
- ¡Buenos días! ¡Hoy viene muy bien acompañado!
- ¡Buenos días! Sí, es mi nieta. Quiere aprender a pescar, así
que, a partir de ahora tendré ayudante.
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- Claro que sí, pequeña, claro que sí.
II
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- Dicen que, todavía hoy, si la noche ha sido clara y con el
grado de humedad adecuado, puede verse de igual manera.
Pero yo nunca he tenido la suerte en tantos años viniendo a la
ría de madrugada. No sé si será verdad o fantasía de algún
borrachín de amanecida.
III
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hasta la mismísima punta del muelle. No había nadie más. Pararon, casi sin
resuello. El aire era frío y el cielo comenzaba a clarear con un azul limpio
e intenso.
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“LA MANSIÓN DE ADOBE DE BIRGANDUZ”
Por Chejdan Mahmud
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- Uds. si son grandes -pensé yo.
Birganduz, sus casas de adobe no son tan pintorescas que las miles
y miles que inundan los campos de refugiados saharauis. Pero sí hay una
mansión también de adobe que su dueño había gastado un dineral muy
largo para construirla, y, ahora se ha quedado en cenizas. La vi, a sus
inquilinos no.
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“EL LOBO, EL COCO Y SHARTAT”
(A todos los niños saharauis, a su maravillosa nación y al fabulo Shartat)
Por Xabier Susperregi
Era una época de gran escasez para todos los animales del Sahara
que trataban de sobrevivir fuera como fuera... casualidades de la vida, el
lobo fue a pasar junto a una palmera en el preciso instante en que se
desprendía de sus ramas un hermoso coco. Tuvo suerte de que no le diera
en la cabeza y más suerte aún de caer sobre una piedra; abriéndose y
soltando su líquido delante de sus narices.
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“HEIDI, LA MAESTRA”
Por Limam Boisha
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si creen que nos van a pillar de esa manera pues ten seguro que no
caeremos en esa trampa”.
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“SOY FATMA, SAHARAUI”
Por Cristina Molera
Dicen que nací en un hermoso país que nos arrebataron, del cual no
recuerdo más que las historias contadas y recontadas por mi madre. Sus
ojos se humedecen cada vez que pronuncia las palabras: “mi casa”, ella no
es de aquí, su casa está en Aaiun, la capital de mi país, ese gran
desconocido para mí, y que tan sólo conozco a través de ella.
92
no existía el proyecto de Vacaciones en Paz. Me cuentan que las llaman
por teléfono, que siempre tendrán una casa, me enseñan fotografías en la
playa. Playas con espuma blanca como la de mis sueños. ¿Será que
confundo la realidad con el deseo de haberlo vivido?
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“SHARTAT Y SU PRIMO PALESTINO”
(A todos los niños saharauis, a su maravillosa nación y al fabuloso Shartat)
Por Xabier Susperregi
Pero... ¿qué regalo podría hacerle? –se preguntaba. Con los detalles
que narró el anciano, sabía que lo mejor que podría llevarle sería una
oveja regordeta o algo que le llenara el buche. Pero aquello tan sólo le
duraría unos minutos y él deseaba para Shartat algo muy especial y que
pudiera conservar mucho tiempo y así recordar su amistad. Además, no
podría realizar tan larga marcha llevando una oveja regordeta consigo.
Pensando y pensando, por fin tuvo una hermosa idea y estuvo varias
semanas preparándola. Marchó en busca de plantas de papiro y pasó
varias horas hasta encontrarlas. Tras recogerlas regresó a su casa y con
mucho mimo les cortó sus tallos y los puso en remojo. Durante varios días
estuvo consultando a todas las sabias ancianas que vio por el mercado y
94
memorizando todo cuanto le contaban. Pasadas dos semanas, se dispuso a
cortar los tallos en finas tiras y a prensarlas con un pequeño rodillo. Con
mucho mimo también estuvo frotando suavemente el papiro con una
concha varias veces durante algún tiempo hasta que estuvo dispuesto para
la escritura. Y así, de su propio puño y letra, el primo de Shartat fue
escribiendo todas las recetas de cocina tradicionales palestinas que
aprendió de las sabias ancianas y que había memorizado como si del
auténtico tesoro que era aquella información se tratase. Aquel recetario
iba a ser el mejor regalo para el ser del mundo que más disfrutaba
comiendo. Así también, al quedar escritas, podrían conservarse para
siempre. Semanas de intenso trabajo pero que al primo de Shartat habían
producido enorme satisfacción.
95
“LAS TORRES DE RABUNI”
Por Chejdan Mahmud
Nada igual que una vista privilegiada, eso, es lo que ostentan, sobre
todo, las dos torres de Rabuni. Juntas o separadas están, depende del
ángulo del que las miras. Sus vértebras descubiertas te anuncian una
figura esquelética magullada y triste. El paso de las calamidades
climatológicas del insufrible desierto hacen mella en todo y todos, pero la
solemne postura de las dos torres, erguidas constantemente, desafiantes,
hacen que el mismísimo viento les cante su mejor canción a la vez que las
acaricia suavemente cada vez que se asoma por su lado.
Y esas dos torres, son como dos faros vigías que orientan a los
navegantes de las palabras y los flashes de las cámaras, a los sedientos de
alzar su mirada más allá de las ennegrecidas piedras del desierto. Me
atrevería a decir que no representan nada para nadie. Las sufridas miradas
de las personas que habitan bajo su sombra, aún esperan que termine la
última ronda del té. El mañana es todavía hoy para los saharauis.
96
El pulcro silencio de las torres de Rabuni se diluye con todo y con
nada, algunos ajetreos mundanos: un taxi aquí; un raro uniforme militar
allá o, un desenfadado plebeyo insurrecto que necesita unos papeles,
deambulan erráticos siguiendo el chasquido de los pedruscos que visten el
suelo de Rabuni.
97
“LOS DOS CAMELLOS”
Por Xabier Susperregi
(A todos los niños saharauis y a los que lo fueron)
Mientras que uno tenía una hermosa boca con todos sus perfectos
dientes, el otro pobrecito, cayó una vez sobre una roca puntiaguda y se
dejó parte de su dentadura, para siempre, en aquel lugar.
98
Mientras que uno se había convertido en el sultán de los animales
del frig, el otro era una especie de bufón del que todos los demás hacían
burla y lo despreciaban.
Llegó el día en que se acercó el dueño a los dos camellos y les dijo:
- Mañana he de madrugar y llevar a sacrificar un camello sin
falta, para pagar una deuda.
99
Y nuestro camello inteligente, además de noble y pacífico, a falta de
más camellos, se convirtió también en el más bello, fuerte, ágil del frig y
además, vivió feliz.
100
“DESDE MI AUSENCIA, CARTA PARA TI AUSERD”
Por Bahia Mahmud Awah
101
momento, pero pensando que podía ser cierto me la corté al cero la misma
noche de mi evasión.
102
Tantos años después cuál sería mi sorpresa, navegando por internet
me encontré con fotos tuyas de los años setenta hechas por un piloto y
otras actuales de un observador de los cascos azules de Naciones Unidas.
Qué hermosa estás, qué linda estás, como aprendí a decir en el Caribe. Te
ves radiante con tus típicas faldas blancas, las bellas dunas que visten tus
montes.
103
detenidamente en el majestuoso cuartel donde tuve mi primer colegio, y
recordé mi primer regalo de Reyes, un parchís, tenía cinco años, y mis
maestros trajeron una acacia y la montaron en el patio del colegio, la
llenaron de colores y luces. Yo no entendía el motivo pero lo sentía muy
bonito y me gustó mucho el regalo y la fiesta.
Te quiero.
104
“UN DESIERTO CON FLORES DE PAPEL”
Por Miquel Cartró y Marta Fos
(Traducido del catalán por los autores)
Hace muchos años, cuando él aún no había nacido, sus padres, sus
abuelos y todos los saharauis vivían en su país, el Sahara Occidental. Pero
un día, hace más de treinta y cinco años, Marruecos envió a los soldados
para quedarse con su tierra. Hubo una guerra y los saharauis tuvieron que
dejarlo todo e ir hacia Argelia, para salvarse y protegerse de las bombas
que les lanzaba el ejército de Marruecos. Y así fue como encontraron
refugio en un desierto donde no hay plantas ni agua, sólo hay arena,
piedras y un calor infernal. Hace tanto calor que en verano pueden llegar
a más de 50º C.
La casa de Nabt es una tienda de lona, sin luz ni agua, que los
saharauis llaman jaima. En los campamentos de refugiados saharauis, no
hay juguetes y no se puede ver una flor en todo el desierto. Llevan el
agua que utilizan en unos camiones, tienen muy poca para cada familia y la
guardan en unos depósitos muy viejos y oxidados. Pero hay quien dice
que a pesar de todas estas carencias, la gente que vive en los
campamentos tiene el corazón más grande que todos los desiertos del
mundo juntos.
105
Un día muy caluroso del mes de abril, Nabt estaba sentado fuera de
su jaima. Estaba oscuro, el cielo estaba más estrellado que nunca. Aquella
noche, sin embargo, era muy especial. Nabt contempló las estrellas
durante mucho rato. Le gustaba mucho observarlas e intentaba descubrir
cómo se podían haber hecho aquellos agujeros de luz en el cielo. Él
pensaba que cada agujerito de luz era el deseo de un niño o niña del
mundo. Pensando, pensando, Nabt creía que cada vez que veía una
estrella fugaz, quería decir que un deseo de un niño ya se había cumplido.
Aquella noche, cerró un momento los ojos y dibujó con las estrellas
más brillantes del cielo, la bandera de su país, el Sahara Occidental. Nabt
se sentía feliz, cerraba los ojos y las estrellas se movían hacia aquí, hacia
allá, formando los colores de su bandera, el rojo, el verde, el negro y el
blanco. Se pasaba horas jugando con las estrellas.
106
Nabt había visto muchas veces personas de muchos países que
llegaban a su campamento para ayudar a la gente saharaui, a veces eran
médicos, a veces maestros. Pero esta vez, venían a su casa y eso hacía
que estuviera muy contento y nervioso.
Empezó a hacer aire frío, y Nabt entró en la jaima con su madre, los
abuelos y sus hermanos. Se sentó sobre la alfombra y acercó las manos al
brasero. Se envolvió con una manta y escuchó atentamente los cuentos
saharauis que su abuelo les iba explicando. No se cansaba nunca de
escucharlo, le admiraba porque tenía una gracia especial para contar
historias. Poco a poco se le fueron cerrando los ojos hasta que se
durmió.
107
Nabt había sido acogido en casa de Martina el verano pasado y
ahora ella iba a los campamentos con su amigo Oriol a conocer a su
familia. Oriol y Martina eran maestros y durante mucho tiempo, en
Vilafranca, habían estado preparando un proyecto para realizar actividades
para los niños y las niñas de la tarbia de Hauza, una de las guarderías del
campamento.
Detrás de él iba Martina con una gran sonrisa. Cuando dejaron las
cajas, Nabt y sus hermanos, Hamdi, Mohamed Saleh, Mohamed y Sukaina,
abrazaron muy fuerte a Martina y a Oriol. Mannou, la madre de Nabt
saludó a los maestros catalanes y fue a hablar con la encargada de la
daira. Seguidamente, cogieron las cajas, las mochilas, las bolsas y
caminaron hacia la jaima.
108
Cuando llegaron a la jaima, les esperaba el resto de la familia con
una gran sonrisa. Se sentaron en el suelo, sobre una alfombra de muchos
colores, y el padre del Nabt, Lehbib, vestido con un darrah azul, les
ofreció su mejor té.
109
Tras la visita al dispensario médico, Oriol volvió a la jaima y Martina
se fue con Nabt y todos sus hermanos, a dar de comer a las cabras que
tenía la familia. Los corrales de las familias saharauis están un poco
apartados de los campamentos y están hechos de trozos de chapa y
hierro. Las cabras suelen comer los pocos restos que sobran de comida y
trozos de papel, ropa y plástico. Esto sorprendió mucho a Martina. En el
desierto no hay hierba ni matorrales, así pues, las cabras ya se han
acostumbrado a comer papeles y plásticos que les dan las familias
saharauis.
110
había muerto tan pequeño. Les daba mucha rabia comprobar cómo tantas
personas tenían que vivir refugiadas durante tantos años, fuera de su país,
sin luz eléctrica, agua corriente ni los medicamentos más básicos.
111
Los hermanos pequeños cargaban las cajas a cuestas; contentos y
emocionados porque en aquellas cajas sabían que había muchos colores,
lápices, gomas y papeles que llevaban para todos los niños y niñas de la
tarbia.
Los niños y las niñas entraron en las clases. Todo era silencio y
expectación. Era muy divertido. Por la pequeña puerta del aula, salían
decenas de ojos que no se perdían detalle de lo que pasaba en el aula
donde los maestros catalanes preparaban las actividades.
112
De camino a casa, Nabt quiso enseñar a Oriol los corrales y las
cabras que tiene su familia. Martina les acompañó. Ese día, la novedad era
que la familia de Nabt tenía una cabra nueva, blanca y bastante
grande. Era la cabra que tenían sus tíos que con la muerte de Chej no se
podían hacer cargo de ella durante aquellos días.
Nabt, con un silbido muy fuerte, llamó a las cabras que, al verlos, se
dirigieron a su corral. Entraron todas menos una, Cra, la cabra de sus tíos.
Intentaron de todas las maneras posibles que la cabra entrara en el corral,
pero no quería entrar de ninguna manera.
113
Finalmente, la cabra se desorientó y llegó a los alrededores de la
escuela. Ese día, la escuela estaba cerrada, pero había una gran multitud
de niños al lado del edificio escolar que jugaban un partido de fútbol. Los
niños futbolistas eran amigos de Nabt y, al verle perseguir al animal,
corrieron y saltaron sobre la cabra para que no se pudiera
escapar. Cuando Martina, Oriol, Nabt y sus hermanos llegaron donde
estaba la cabra, se echaron todos a reír al verla rodeada por todos sus
amigos. Uno le tiraba de la cola, el otro, de las patas e incluso había uno
que le tiraba de las orejas para que no escapara.
Los maestros del Penedès pudieron hacer todas las actividades que
habían estado preparando para la tarbia de Hauza. Hicieron molinillos de
viento, construyeron unas maracas musicales, pintaron títeres divertidos y
llenaron la tarbia y todo el campamento de flores de papel pintadas de
muchos colores. En la tarbia no había mesas ni sillas, pero eso no fue
obstáculo para que los niños y maestros pudieran trabajar y pasarlo muy
bien.
114
Y llegó el día de volver a casa. Martina y Oriol estaban muy
emocionados a la hora de decir adiós a la familia saharaui. Durante unos
días, habían compartido una experiencia inolvidable. Habían vivido en el
campamento de refugiados sin luz ni agua corriente, sin televisión, coches
ni grifos. Habían realizado actividades en la tarbia sin mesas ni
sillas. Pero habían hecho muchos amigos y amigas saharauis.
115
“LA JAIMA ROTA”
Por María Jesús Alvarado
116
Notaba que todas volvían alegres, satisfechas de lo hermosos que
estaban sus camellos y la buena leche que daban sus cabras, después de
haber encontrado buenos pastos allá donde las nubes, instrumentos de Alá,
bendecían la tierra. Y sentía curiosidad y admiración por la capacidad que
tenían para pasárselo bien sin nada. Se iban al desierto sin juguetes, sin
libros, sin amigas, sin nada. Aixa intentaba hacerle comprender que no
necesitaban nada de eso, que su vida era muy diferente y que lo pasaban
muy bien así. Adultos y niños compartían el mismo mundo, el mismo
trabajo y las mismas satisfacciones: ordeñar las cabras, recoger la jaima,
buscar agua, preparar la comida, el té, entretener a los más pequeños...
hablar mucho y escuchar cuentos del desierto e historias de sus
antepasados, cuando se reunía al final del día toda la familia. Si el padre
debía estar fuera varios días, al volver siempre había canciones e incluso
baile, hasta que decidían irse a dormir, no sin antes rezar y dar gracias
por su suerte.
117
Solamente se reunían algún domingo en su casa (las mujeres
intercambiando recetas y los hombres hablaban de política y asuntos que
ellas no entendían) o cuando había fiesta musulmana y los invitaban a
comer pinchitos y tomar el té en la jaima. En el último Aid El Quebir habían
pasado todo el día juntas. La madre de Aixa peinó a Violeta con trencitas y
toda su familia se vistió con las ropas saharauis propias para a ocasión.
Jugaron, cantaron y bailaron hasta que se hizo de noche y advirtió que el
abuelo se emocionaba al despedirse, agradecido por su generosidad y por
compartir con ellos su tradición.
II
118
Durante mucho tiempo, tanto si estaba en el pueblo como si habían
ido al desierto, el corazón de Violeta entró por aquel descosido y abrazó al
de su amiga que la esperaba impaciente.
III
119
Poema “Las rosas de piedra” de Zhara Hasnaui
y relato “La rosa del desierto” de Mariola del Pozo.
120
“LA ROSA DEL DESIERTO”
121
EL ROSAL Y LA DUNA
Allí, en El Aaiún, vivía una mujer que sólo se llevó rosas al exilio.
No preparó maletas ni baúles, y no agarró de la mano a ningún hombre y a
ningún niño. Marchó sola con sus flores y la esperanza abierta de que a
donde quiera que llegaran pudieran florecer como antes florecieron en el
patio de su casa.
Fueron las rosas más bonitas de El Aaiún, regadas con agua de mar
y con caricias prestadas que les dejaba el viento. Crecieron con las risas
de los niños del patio vecino, y vieron durante mucho tiempo cómo se
amarraban las culturas bajo el asfalto de las aceras.
122
Cuando los saharauis llegaron al desierto, comenzaron a levantar
jaimas y a buscar pozos de agua para ganarle la batalla al sol y a la arena
hasta el día del regreso.
123
cuidador de rosas. Nunca había visto el rojo de las flores ni el verde de los
tallos. Había pasado la vida mirando el color dorado de la arena que se
fundía en el infinito con el azul del cielo. Le contaba historias de caravanas
de tuaregs que en otro tiempo cruzaron ante su sombra, y curaba sus
soledades de flores exiliadas de recuerdos y caricias.
124
- No, duna. El Viento del Sur tiene razón. Vengo de un lugar
donde hay un mar, y ese mar me da la vida. Me has regado
con tu sombra y tus historias, pero no es suficiente. Y créeme
que no lo siento por mí, sino por aquella mujer que un día me
trajo aquí. Cuando nuestro pueblo sea libre de nuevo, ya nadie
podrá sembrarme en el patio de su casa.
- Viento del Sur... Tú recorres todos los lugares, te acuestas en
los mares y en los lagos... Trae un poco de agua para regar
mis rosas -pidió la duna.
- De verdad que lo lamento. Podría traer en mis alas el agua
que me pides, pero sé que al llegar aquí el sol de la Hamada,
que no perdona nada, secaría hasta la última gota. La única
solución que puedo daros es llamar al Viento del Norte; él es
más viejo y ha visto más cosas que yo. Quizás él pueda
ayudaros.
125
Viento del Norte! Haz lo que tengas que hacer, y que en el
desierto echen raíces las flores y las promesas.
126
Poema “Luna” de Zahra Hasnaui + relato “La lunática más bella del
mundo”, de Mariola del Pozo.
“LUNA”
(Por Zhara Hasnaui)
Luna
De puntillas voy,
pisando el pasado.
Me fui
sin querer olvidarte.
Y sin querer, recuerdo
que me fui y olvidaste.
¡Luna!, me llaman,
lunática Luna,
velero decrépito
de velachos rojos
arriados en tus mares.
Luna, lunática Luna.
127
aparecía al mediodía, y se quedaba hasta el atardecer para recogerse en
su otro hogar. Yo me adapté a su ritual. Se sentaba en la mesa reservada
con dudosos fines humanitarios por el propietario, Doña Rosita atraía
clientes.
Que si la había dejado su gran novio por otra más rica, que si la había
recluido su padre en un internado para evitar su amor, que si... Las
versiones eran tan numerosas como chismosos en el barrio. El caso es que
doña Rosita había perdido la razón por un amor, o quizá había encontrado
la razón de su vida.
128
“LA LUNÁTICA MÁS BELLA DEL MUNDO”
Hace tiempo conocí a una mujer de mi pueblo que dijo haber vivido
en la luna.
129
Pero si os contaré que desde aquel día los enfermos de amor,
aquellos que la escuchábamos sabiendo que era verdad lo que decía,
andamos buscando por mares y desiertos el testimonio vivo de esa
historia, y no para darla por cierta, si no para curarnos.
130
Las gentes del pueblo, le vuelven la cara, mientras sonríen a medio
camino entre la burla y la pena. Pero nosotros, los enfermos de amor,
sabemos que no está loca, al menos no con esa locura disfrazada que lleva
arrastrando como un colgajo. Porque a fuerzas de buscar el lago de
lágrimas de luna, sabemos que tan sólo es una lunática. Y a pesar de que
las arrugas de su piel han enterrado ya muchas juventudes.... es la lunática
más bella del mundo.
131
132
Bibliografía
De literatura y tradiciones
sobre el Sahara I
133
“DON QUIJOTE, EL AZRI DE LA BADIA SAHARAUI”
(VARIOS AUTORES)
134
“LA PRIMAVERA SAHARAUI”
ESCRITORES SAHARAUIS CON GDEIM IZIK
(VARIOS AUTORES)
135
“LES FLORS DE SAHARA”
Contes per la pau al Sàhara
MIQUEL CARTRÓ Y MARTA FOS
Ilustraciones de Móniica Piñol
136
“LA FUENTE DE SAGUIA”
VARIOS AUTORES
137
“SUERTE MULANA”
MARÍA JESÚS ALVARADO
138
“CUADERNOS DEL MATEMÁTICO, 48”
VARIOS AUTORES
(2012)
139
“LA MAESTRA QUE ME ENSEÑÓ EN UNA TABLA DE MADERA”
BAHIA MAHMUD AWAH
140
“RITOS DE JAIMA”
LIMAM BOISHA
141
“DELICIAS SAHARAUIS”
CONXI MOYA
142
“EL SUEÑO DE VOLVER”
BAHIA MAHMUD AWAH
143
144
145
146