Diccionario de Las (Malas) Relaciones: Del Ghosting' Al Pocketing' - Sociedad - EL PAÍS

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Diccionario de las (malas)

relaciones: del ‘ghosting’ al


‘pocketing’
Las redes sociales y las aplicaciones de citas han
modificado o intensificado algunos patrones de
conducta en los vínculos, hay decenas de términos
que los definen y ayudan a identificarlos
Isabel Valdés 24 abr 2022 - 05:30 CEST

Quintatinta

“Pocketing, Irene, se llama pocketing. A ese pavo no le pasa nada que no


les pase a otros mil”. Con esa frase de su amiga Noe y no de otra forma
fue como Irene se dio cuenta de que el hombre con el que salía desde
hacía más de un año, “por decir algo”, no estaba “en un mal momento”
sino que respondía a un patrón de conducta. “Tuve que preguntarle que
de qué me estaba hablando porque no había escuchado esa palabra
jamás”, cuenta por Skype, desde Barcelona. Noe se lo explicó: “Es
cuando tienes una relación con alguien, pero esa relación no sale de las
paredes de su casa, o de la tuya. Fuera de ahí… no te conoce. De ahí lo
de pocketing, de pocket, de bolsillo. Una vez en la calle, es como una
cosa que te guardas en el bolsillo”. Dice Irene que sí, que “claramente”
Iván, al que conoció por Tinder, le estaba “haciendo pocketing” y que
cuando se sentó “a poner las cosas claras”, terminaron. Y no bien: “Mira,
tía, estábamos bien como estábamos, pero ahora mismo no quiero líos’,
fue lo que me dijo, después de año y medio viéndonos cuatro veces por
semana”.

Fue el concepto, reconocer lo que le estaba ocurriendo en un nombre, lo


que hizo que esta mujer de 32 años saliera de una relación que era
“objetivamente tóxica: viéndola con perspectiva”. Como el pocketing, hay
decenas de términos que definen patrones de conducta y ayudan a
identificarlos. Conceptos que describen formas de llegar, estar o
abandonar las relaciones poco sanas, para quien las ejerce y para quien
las recibe. Irene no es la única. Casi 200 mujeres y una docena de
hombres, desde los 14 hasta los 56 años, han respondido a una petición
de este periódico por redes sociales para contar parte de su historia, en
el último mes y medio.

Las historias de ellos son principalmente de ghosting (cortar la


comunicación con la pareja) y hubo tres en las que la relación
simplemente acabó sin que el desamor fuese por ambas partes. Entre las
que narraron ellas también hay una docena así, pero mayoritariamente las
conductas que cuentan de sus exparejas componen un amplio y diverso
abanico de comportamientos en los que el ghosteo se cuela casi siempre
en algún momento de la relación. Algunas de ellas ilustran el glosario que
sigue.

Banksying

El 5 de octubre de 2018, cuando se confirmó a golpe de martillo la venta


de Niña con globo, de Banksy, en una subasta que ya está en la historia,
la obra comenzó a autodestruirse ante la mirada de todos los que asistían
a la puja. En las relaciones, este pensamiento anticipado que llevó al
artista a instalar una trituradora en el cuadro es lo que da nombre a este
patrón: personas que pasan semanas o meses sabiendo que una relación
va a acabar y planeando esa ruptura. Según una encuesta de Plenty of
Fish de aquel año (una aplicación de citas como Tinder o Bumble), una
de cada cuatro personas habían llevado esto a cabo, y el 44% respondió
que creían haber estado en el lado opuesto alguna vez.

Benching

En el benching (de banco, bench en inglés) alguien mantiene a otra


persona “en el banquillo”. Es una relación de manipulación en la que
quien espera no termina nunca de ver desaparecer la expectativa: un ni
contigo ni sin ti en el que solo uno decide cuándo el contigo y cuándo el
sin ti. Lidia, de 17 años, vivía en ese bucle infinito: “Él iba y venía, de
repente me enteraba de que tenía novia, luego volvía porque lo habían
dejado... y así estuvimos entre los 15 y hasta hace unos meses. Yo era
como el repuesto, pero es que me gustaba muchísimo”. Y así está
también Janire con un “amigo”, ambos ya en la cuarentena: “Solo se
acuerda de mí para el periodo de entrenovias. Cuando nos vemos no
quiere nada a largo plazo y en cuanto deja de llamarme sé que es porque
tiene algo serio”.

Breadcrumbing

Quienes hacen breadcrumbing dejan de forma constante migas de


atención (de ahí su nombre, de migas de pan en inglés) para mantener el
interés de la otra persona, aunque en general no tienen intención de
materializar la interacción y, si lo hacen, será de forma esporádica. Lola,
de 39, habla de eso a través de sus vaqueros: “No es el primero ni último
cowboy de medianoche, como hace tiempo los bauticé, que me cruzo
por Tinder u otras apps, pero desde hace un año y unos meses hay un
chico que, bien a través de Instagram o por WhatsApp, aparece de
manera intermitente para decirme que quedemos a tomar algo, con la
posibilidad más que explícita de que después nos acostamos, pero esto
luego nunca sucede. Ni quedar ni acostarnos, matizo”.

Catch and release

Se trata básicamente de capturar y liberar, como en la pesca deportiva.


El objetivo es el de perseguir el objetivo, pero no buscan mantener la
relación: persisten, conquistan, quedan y adiós. Una vez conseguida la
cita, pierden interés.

Catfishing

Su nombre deriva de Catfish, el documental de 2010 en el que Yaniv Nev


Schulman descubre después de varios años que la mujer con la que
comenzó y mantuvo una relación durante dos de ellos no es quien dice
ser. El catfishing consiste en crear una identidad falsa para iniciar un
vínculo con alguien. Puede llegar a suponer un delito si quien lo practica
roba imágenes y datos de otras personas; y si quien lo perpetra y quien
está siendo engañado llegan a entablar una relación o a conocerse en
persona, existe la posibilidad de que se convierta en un riesgo que puede
ir de la estafa hasta las agresiones.

Cloaking

De tapar. Es un paso más allá del ghosting. No solo se desaparece, sino


que se bloquea a la otra persona de todos los canales por los que
mantenían la comunicación.

Cricketing

¿Cómo hacen los grillos? Cricricrí. El cricketing es dejar un mensaje en


leído durante largo tiempo. Mucho tiempo. Pueden llegar a ser semanas.
Cuffing

Patricia, al teléfono, jura que no sabe cómo no se dio cuenta antes:


“Tengo 34 años y he estado desde los 29 con un imbécil. Lo tengo que
decir así, un imbécil. Y yo, otra imbécil. Nos conocimos en 2017, en un
concierto en septiembre. Salimos hasta abril. Volvió en octubre y
volvimos a salir unos cinco meses. Así hasta que el año pasado dije:
‘Mira, ya. Esta broma se acabó'. Apareció en mi móvil otra vez a mediados
de septiembre y quedamos, pero yo no iba con la intención de volver,
sino de ver qué pasaba. Me dijo literalmente que en verano tenía muchos
planes y estar con alguien le alteraba esos planes. ¿Cómo te comes
eso?”.

Eso, en Estados Unidos, no solo tiene nombre sino estudios, alertas de


que llega ese momento y trucos para preparase: se llama cuffing season
y consiste en pasar con alguien los meses de invierno, los más fríos y
lluviosos, para luego dejarlo cuando vuelve el sol. La previa a eso es la
fielding season, es decir, la temporada de preparar el terreno para
decidirse por una opción. Y si se hace en verano también tiene su
denominación: freckling season (temporada de pecas).

Curving

El curving es menos agresivo que el cricketing, pero igual de


desconcertante, y frustrante, para la persona que lo recibe. Es cuando
alguien, de forma consciente y repetitiva, se toma su tiempo para
contestar a los mensajes. Quienes hacen curving no dejan de escribir,
sino que contestan: de forma escueta y a veces monosilábica, para dar a
entender que esa conversación ha acabado sin decirlo claramente o para
demostrar su desinterés. No están en realidad, pero tampoco se van del
todo.

Cushioning

De amortiguar. La práctica consiste en flirtear con otras personas para


que amortigüen la caída cuando acabe la relación que se tiene en ese
momento.

Fishing

De pescar. Valeria y Joanna viven en Lima, las dos tienen 26 años y un


sábado de enero recibieron el mismo mensaje con un minuto de
diferencia, del mismo número de teléfono, con una invitación para salir a
tomar algo. A Nerea y Carla, con 29 y 30, les ocurrió lo mismo el verano
pasado en la costa mediterránea. Valeria y Joanna dicen que fue
“chistoso”, Nerea y Carla, que “vaya pringado”, pero las cuatro coinciden
en que no sienta bien cuando alguien te escribe para quedar “no porque
quiera quedar contigo”, sino “porque quiere quedar con quien sea”.

Firedooring

Las puertas de las salidas de incendios tienen que abrirse hacia el


exterior, es uno de los requisitos de seguridad que tienen que cumplir.
Eso es una relación firedooring, una totalmente descompensada en la
que quien lo ejerce solo atenderá realmente a la otra persona cuando
necesite algo de ella.

Flexting

De flexionar, en este caso, la realidad. Inflar la imagen para que parezca


mejor de lo que es antes de conocer físicamente a la otra persona. Según
los datos de Plenty of Fish, el 63% de las solteras y el 38% de los
solteros han conocido a alguien así.

Dos chicas en la Plaza Mayor de Madrid en abril de 2022.

Dos chicas en la Plaza Mayor de Madrid en abril de 2022.Santi Burgos

Gaslighting o luz de gas

Es uno de los dos únicos términos que en español ya tiene una


traducción conocida. Hacer luz de gas consiste en un mecanismo de
violencia psicológica para hacer dudar a alguien de su propia realidad,
negándola e intentando confundirla en su percepción o sus recuerdos.
¿Alguien te ha dicho alguna vez que exageras, que estás loca o loco, que
cómo puedes pensar eso y que lo que estás viendo no es lo que tú crees
que estás viendo? ¿En una discusión te repite que te acuerdas mal de las
cosas o que aquello no pasó como pasó? Eso es luz de gas, un abuso
continuo, repetitivo y sutil que desgasta y acaba por anular a quien es
víctima de este maltrato.

Ghosting

Un adiós sin explicaciones, sin respuesta, sin aviso. Tiene una versión
suave, el caspering, de Casper, aquel fantasma amable que da nombre a
este tipo de rechazo amable: también sin explicaciones, pero al menos
verbalizándolo. Cuando a esa persona se la silencia de forma específica
en distintas aplicaciones, se le está haciendo mooning, de la luna que
simboliza el no molestar en algunos teléfonos. Y cuando se hace
progresivamente, de forma lenta, se llama slow fade, como una sombra
que se aleja despacio.

Ghostbusting

Es la contraparte del ghosting. Los y las cazafantasmas que insisten en


mantener la comunicación aunque ya no haya nadie al otro lado.

Gatsbying

El término viene de Jay Gatsby, el personaje de la novela de F. Scott


Fitzgerald El gran Gatsby (1925), llevada luego al cine (dos veces), que
hacía todo lo posible por llamar la atención de Daisy Buchanan. También
se conoce como instagrandstanding o instagranding. Es usar Instagram
para atraer la atención de alguien, colgar un post o una story porque es el
post o la story perfecta para que responda quien se quiere que responda.

Haunting

Aunque la traducción literal de haunting es encantador o encantadora, el


término viene de haunt, que como sustantivo puede significar guarida o
nido y, como verbo, desde perseguir y rondar hasta obsesionar. Y todo
ellos tienen que ver con este comportamiento que consiste en
desaparecer haciendo ghosting, pero seguir merodeando a la otra
persona en redes sociales revisando su actividad.

Hoovering

Pasar la aspiradora, es decir, limpiar el desastre para volver a la vida de


alguien. “Yo soy el ejemplo perfecto”, cuenta en un audio María, de 16
años. “[El que fue] mi novio desde los 13 hasta noviembre del año
pasado me dejaba, sin explicación, y volvía a las dos semanas con que lo
sentía mucho, que se le había ido la olla. Desaparecía otra vez a los dos
meses, y volvía otra vez con que no iba a volver a pasar. Ocho veces hizo
esto. Yo esperaba que cambiara, estaba pilladísima, pero en noviembre
pensé que eso no iba a tener solución jamás y lo dejé. Eso sí, se lo dije y
se lo expliqué. Creo que lo entendió”.

Kittenfishing

Es el anterior nivel al catfishing, consiste en fingir: que te encanta el


teatro cuando no has pisado una sala, que tienes un piso en Malasaña,
pero vives en Seseña, que estás con un posgrado, pero en realidad llevas
con ese posgrado desde hace 10 años y no lo vas a terminar o que te
flipa el techno cuando en realidad lo único que te da es dolor de cabeza.

Love bombing

Esta bomba de amor tiene una primera parte muy rápida en la que las
atenciones y las promesas de felicidad eterna son continuas. Y una
segunda que comienza cuando se ha conseguido que la otra persona
esté entregada a esa relación, y que es acabar con ella tan deprisa como
se empezó. Irene, que ahora tiene 40, recuerda a un ex “con un ego
enorme y un perfil narcisista”. Primero fue ese love bombing, y la
conquistó.
Candados en la Plaza Mayor de Madrid en abril de 2022.

Candados en la Plaza Mayor de Madrid en abril de 2022.Santi Burgos

Cuando ya eran pareja, la cosa se complicó: “Cada cierto tiempo,


tocaban llamadas de atención, que era como él se refería a los momentos
en los que desaparecía, a veces no sabía ni dónde estaba, dejaba de
escribirme o llamarme… [un ghosting intermitente que linda con la
violencia psicológica]. Según él, lo hacía para que no me acostumbrara.
Ahora lo pienso y me digo: ¿Pero qué tipo de persona hace eso para que
no te acostumbres a que te traten bien?”. Irene fue a terapia. “Salí de
aquello. Pero nos ciegan siglos de patriarcado”.

Negging

Cata tiene 36 años y vive en Bogotá: “¿Sabes estos hombres que cuando
te conocen por primera vez, en vez de hacerte un cumplido te dicen algo
bien feo aunque con cara de estar haciendo un chiste? Pues como esos
me encuentro cada vez más. El último cuando me vio me dijo: ‘Qué linda,
así tan pequeñita ocupas poco espacio”. A Cata, que cuenta que mide
1,53, esos hombres le están haciendo negging (de negar): intentar
conseguir el interés de alguien a través de comentarios negativos que
intentan anular de alguna forma a la otra persona. Insultos disfrazados.

Orbiting

Orbitar alrededor de alguien en redes sociales, dando likes, viendo sus


stories, pero sin llegar jamás a interaccionar. Limita con el stalking, es
decir, el acoso en línea.

Phubbing

“Yo esto se lo hago a mi madre, pero jamás me lo había hecho un chico


en una cita cuando nos estamos conociendo”, cuenta Noelia. “El último
con el que salí de Tinder, justo antes de la pandemia, cada vez que
quedábamos me ignoraba la mayor parte del tiempo, siempre mirando el
móvil. Que igual tengo 20 años, pero no soy tonta y cuando son tres
meses así, pues ya canta, interés tenía cero. Y me lo han hecho más
veces”.

Eso es phubbing, la combinación de phone (teléfono) y snubbing


(desairar o hacer un desprecio) y que tiene traducción al castellano
aunque no está extendida, ningufoneo. También se le conoce como
sidebarring (barra lateral) y, según un estudio de Facebook de 2017, un
71% de las personas lo hacen en algún momento, ya sea en pareja, entre
amigos o en familia.

Pocketing

Una relación de interior, es decir, una pareja con la que las cosas solo
funcionan a solas, en su casa o en la tuya o, como mucho, en algún sitio
donde no vaya a cruzarse nadie conocido. Pero nada más allá. Viene de
pocket, bolsillo, por la metáfora de que una vez en la calle, esa persona
va escondida.

Roaching

Roach es cucaracha. Y roaching es comportarse, metafóricamente, como


una. Lucía lo explica el mismo día que cumple 51. “Tenía una relación con
un hombre de mi edad. Dos años, todo bien. Éramos una pareja o eso
creía yo, porque un día, por un comentario que yo pensé que era normal
sobre comer un sábado con mi hija que venía a España [está estudiando
fuera], me dijo que qué había creído yo, que no éramos pareja ni
teníamos nada serio. Tan poco seria era que recogí toda mi ropa de su
casa y todas mis cosas del baño y le dije que no estaba ya para
gilipolleces a mi edad”. Esta historia, prácticamente igual, la han contado
también Lucía, Ana y Fernanda, de 22, 26 y 34.

Submarining

Hacer un submarino es dejar a alguien, ignorarlo durante un tiempo más


o menos largo, y después volver. Y volver como si no hubiese sucedido
nada. Irma, 39 años, dijo “yo”. Y lo contó: “Desaparece, un día
compruebo que se ha echado una novia por las redes sociales. Y pasan
cuatro años. Cuatro, ¿eh? Ni uno más ni uno menos. Cuatro años
después, una noche de junio, que estás tú tomándote tus copas con tus
amigas, recibes un mensaje de esa persona que ha desaparecido y con la
que llevas cuatro años sin hablar. Ha habido una pandemia por medio. No
te ha preguntado cómo estás ni si ha muerto alguien de tu entorno ni si te
has contagiado. Dice cucú. Cucú, me puso cucú, te lo juro, como si no
hubiera pasado nada, en plan ‘hola, estoy aquí, no han pasado cuatro
años, no me he ido”.

Le sucedió lo mismo a Marta, de 30 años. Conoció a un chico por una


app con el que hubo conexión “en muchísimos aspectos desde el minuto
uno”. Quedaron una vez y él desapareció: “Se lo tragó la tierra y al año y
poco volvió a escribirme como si nada”.

Tindstagraming

Es pasar directamente de un perfil de Tinder que tenga puesto en la


biografía la cuenta de Instagram, a esa cuenta, sin preguntar y sin hacer
match. Si está cerrada, le dará a seguir sin dar explicaciones de dónde
viene y si no, no le hará falta. Revisará esa cuenta a diario, sin seguirla y
sin interactuar. Solo vigilando. En realidad, es stalking, acoso en línea.
Pasivo, pero acoso.

Throning

Marta tiene 43 años, un sueldo por encima de la media y un puesto por


encima de la media en su ámbito: “Cuando quedo con alguien, sé
perfectamente si esa persona está interesada en mí o en lo que yo
represento para esa persona. Uno me lo llegó a decir claro: ‘Oye, no hay
feeling y ambos nos hemos dado cuenta, pero podríamos hacer una
buena pareja y nos podría ir bien en el trabajo’. Me quedé un poco en
blanco, pero le contesté que a mí ya me iba bien sola. Gracias y adiós”.
Throning es querer tener una relación con alguien solo por su estatus
social o económico.
Zumping

“Si te han dejado por Zoom, bienvenida a mi club, te han hecho zumping,
que por lo menos no te ghostean, algo es algo”. Este fue el breve mensaje
de Elsa que explica qué es el zumping, un término que se extendió
durante la pandemia, cuando las circunstancias epidemiológicas
limitaban las interacciones sociales.

Zombieing

Si alguien hace ghosting, de repente quiere volver y lo hace a través de


las redes sociales, está haciendo zombieing.

Por qué importa poner nombre a lo que ocurre

Algunas de esas actitudes son relativamente recientes, porque surgieron


con las redes sociales y las aplicaciones de citas. Otras, que han ocurrido
siempre, se han visto intensificadas o modificadas por el uso de esas
apps, y de ahí su reconceptualización. Vienen del mundo anglosajón, más
proclive a generar términos nuevos. Expertas, investigaciones y cifras —
más bien, su escasez— apuntan a tres cosas. La socialización a través de
internet ha cambiado el escenario; son las mujeres las que
mayoritariamente se llevan la peor parte, aunque ocurre desde cualquier
dirección y hacia cualquier dirección; y son necesarios más y mejores
análisis cuantitativos y cualitativos para estudiar y comprender la actual
formación de vínculos.
Una pareja en el parque del Retiro, en Madrid, en abril de 2022.Santi Burgos

El estudio más reciente en España sobre ghosting [desaparecer sin dar


explicaciones] y breadcumbring [mantener el interés de alguien con
miguitas de atención], de investigadores del departamento de Sociología
de Castilla-La Mancha en 2021, reflejaba que “la mitad de los
participantes no estaban familiarizados” con esos términos, pero que, sin
embargo, “aproximadamente dos de cada 10 informaron haber sufrido e
iniciado ghosting, y algo más de tres de cada 10 participantes habían
sufrido o iniciado breadcrumbing en los últimos 12 meses”. Y añadían que
“son necesarios exámenes empíricos para comprender estos
comportamientos digitales, su incidencia y las variables relacionadas con
ellos”.

Por eso, “identificar las cosas, ponerles nombre, es un primer paso para
modificar comportamientos. Porque en el momento que una le pone
nombre, puede distanciarse de eso, verlo e intentar cambiarlo”, ahonda
Adriana García Andrade al teléfono, desde Ciudad de México. Es
profesora de Sociología en la Universidad Autónoma Metropolitana
(UAM) e investigadora en esta área, la de las relaciones. La cuestión de
fondo, añade, es “cómo son, cómo las percibimos, cómo han
evolucionado esas relaciones, y qué esperamos de ellas”.

La tendencia de saltar de una relación a otra


En El fin del amor. Una sociología de las relaciones negativas (Katz,
2020), Eva Illouz habla sobre cómo “el abandono de las relaciones, la
incapacidad o la falta de voluntad para entablar una relación y la
tendencia a saltar de una relación a otra, forman parte integral de la
nueva forma mercantil que han adquirido las relaciones sexuales”. Escribe
que el mundo hoy, hiperconectado, “parece estar marcado por la
formación de lazos cuasisucedáneos o negativos” y que “la libertad
personal se ejerce de manera incesante por vía del derecho a no
involucrarse en relaciones, o bien a desvincularse de ellas” en un proceso
que ella define como “elegir la deselección”, es decir, “optar por el
abandono de las relaciones en cualquiera de sus etapas”.

Eso, cuando las relaciones se crean de forma virtual, sin entornos


comunes, facilita ese abandono. Dice la psicóloga María Torres que la
velocidad en la que vivimos, “esa cultura de la inmediatez en la que se
crean los vínculos, hace que sean falsos vínculos, porque no les hemos
dado el proceso o el tiempo para que se solidifiquen”. Y hay quien se va y
hace daño a quien se queda, a veces sin responsabilidad ni culpa.

“Hay que aprender o reaprender en los nuevos contextos”, afirma Torres.


Qué es y no saludable, qué es tolerable y qué no. No sabe hasta qué
punto el aprendizaje hecho hasta este momento se puede “extrapolar” al
contexto de hoy: “Hay cosas que sí, porque son muy claras y muy
visibles, como la agresividad, ya sea verbal o escrita, pero hay otros
mecanismos que son nuevos y en este escenario digital estamos en un
periodo de transición todavía, y hay que aprender a entender qué
cuestiones de este funcionamiento son nocivas”.

Patriarcado, feminismo y construcción y deconstrucción


del amor romántico

¿Por qué el patriarcado, el feminismo y la construcción y deconstrucción


del amor romántico tienen que ver con la intensificación y la creación de
nuevos comportamientos? Por un lado, la idea de ese amor es a ellas a
quienes más ha sometido y aún somete. “Los hombres tienden a separar
mucho más fácilmente la sexualidad de las emociones, mientras que las
mujeres suelen considerarse a sí mismas mucho más competentes desde
el punto de vista emocional”, escribe la socióloga francoisraelí Eva Illouz
en El fin del amor.

Por otro, son también las mujeres quienes identifican más lo que está
ocurriendo, explica la socióloga García-Andrade: “Uno de los grandes
aportes del feminismo ha sido encajar el amor romántico como una
construcción cultural, así se puede deconstruir, socializar [de una forma
sana] a las nuevas generaciones y ser conscientes de que las relaciones
pueden ser de otra manera”.

A eso, se suma la desequilibrada balanza en el aprendizaje de las


relaciones desde esa perspectiva, la de la igualdad, desterrando
estructuras de poder, dominación-sumisión o control. Stribor Kuric,
investigador de la Fundación FAD Juventud, del Centro Reina Sofía,
explica que “la posición entre entre chicos y chicas ha estado siempre
bastante polarizada” y que esa horquilla se ha hecho aún mayor en la
última de sus investigaciones: “Los porcentajes de mujeres que se
consideran feministas no han dejado de aumentar. Del 47% aquel año al
67% este último año. Sin embargo, en el caso de los hombres que ya
empezaban mucho más abajo en 2017, un 23,6%, se incrementa bastante
en 2019, hasta el 37,3%. Y en los últimos dos años vuelve a reducirse al
32,11%”.

Kuric también apunta a cifras sobre cómo ellos perciben de forma


distinta la violencia: “Un 20% de ellos afirma que es un invento
ideológico, un 15,4% que no es un problema si es de baja intensidad y un
24% afirma que aunque es indeseable, es inevitable que suceda”.

Así, a pesar de que en FAD no cuentan con datos concretos en España


sobre cómo funcionan “los rituales, el establecimiento o ruptura de sus
relaciones, al final todo este tipo de construcciones de género se basa en
experiencias que tienen consecuencias en el mundo real”. Ese
desequilibrio entre ellos y ellas y los avances sociales de los últimos años
“han provocado que muchos hombres sientan que han perdido una serie
de privilegios que ellos consideran sus derechos y reaccionan de forma
misógina o de forma antagónica, digamos, hacia hacia las mujeres en
general, y en concreto hacia las mujeres feministas”.

Liv Strömquist recoge esa idea en la novela gráfica No siento nada


(Reservoir Books, 2021). Narra cómo en el último siglo y medio las
formas de mantener un estatus masculino han cambiado:
“Tradicionalmente, la masculinidad se ha manifestado en tres contextos,
en el trabajo, en el hogar y en las reuniones exclusivamente masculinas”.
Pero en las últimas décadas esos espacios “han sido conquistados” por
las mujeres “y el estatus de los hombres se ha desvirtuado gracias a los
avances de la modernidad y el feminismo”. Las mujeres trabajan, ganan
su propio dinero y ocupan el espacio público y de ocio.

Así, cita Strömquist a Illouz, “la sexualidad se transforma en una de las


marcas de estatus más significativas de la masculinidad”. Es decir, que
los hombres han ido transfiriendo el control que antes ejercían en esos
lugares al sexo y a la sexualidad: “El campo sexual se transformó en el
ámbito donde podían expresar y exhibir su autonomía y su mandato". Y
así fue como el desapego pasó a simbolizar y a organizar la autonomía y
el control de lo que algunos hombren entienden por masculinidad.

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